Miércoles 23 de febrero de 2005 De Cabrera Infante me tocaron sus páginas, no su concepción política: Senel Paz La cultura cubana pierde a uno de sus mejores escritores, dijo Lisandro Otero Al margen de sus diatribas, la revista oficial La Jiribilla reconoce su obra literaria
Guillermo Cabrera Infante toma un descanso durante una jornada de trabajo voluntario en La Habana, en 1959. El autor de Tres tristes tigres murió este lunes en Londres. La Habana, 22 de febrero. A tono con la polémica en la que vivió y escribió, Guillermo Cabrera Infante fue evocado hoy en Cuba desde el silencio oficial y los medios informativos hasta las críticas y reconocimientos de intelectuales que lo conocieron. Lisandro Otero, presidente de la Academia Cubana de la Lengua, ensayista, narrador, periodista y ex diplomático, respondió así a La Jornada: ''Conocí a Guillermo en sus años iniciales. Fui su condiscípulo en la Escuela de Periodismo, estudiamos juntos asignaturas agobiantes.
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Nos intercambiamos libros y nuestros escritos principiantes. Desde muy joven culpó de su existencia infortunada a la militancia comunista de su familia, lo cual le obligaba a vivir humildemente, y ello le produjo una aversión a las tendencias de cambio social. Tras enero del 59 alentó afanes de liderazgo cultural que, al frustrarse, le volvieron en contra del proceso. Nos distanciamos. Llegamos a polemizar ásperamente. ''Siempre me ha parecido que su prominencia ulterior estuvo promovida, de alguna manera, por intereses políticos. Desde sus años tempranos tuvo una gran facilidad para la acrobacia del lenguaje: paranomasias, retruécanos, agudezas, traslaciones idiomáticas. Su obra literaria está penetrada de ese follaje. Sus ejercicios de estilo no le permitieron un adecuado control de la sintaxis. Pudo elaborar un mundo coherente basado en una ciudad libertina y seductora, y esa construcción de un universo propio le dio acceso a la más alta categoría de la imaginación literaria. La muerte de Guillermo Cabrera Infante priva a la cultura cubana de uno de sus mejores escritores." Complicidad y espontánea simpatía Senel Paz, ensayista, narrador, guionista, autor de la pieza El lobo, el bosque y el hombre nuevo, que daría origen a la afamada cinta Fresa y chocolate expresó: ''Me entristece muchísimo la noticia. No tuve ocasión de ser su amigo. Sólo le vi una vez, pero creo que de haber tenido la oportunidad lo hubiéramos sido. Y siento su pérdida como la de un amigo. Nos rondó, me parece, en un breve pero hermoso encuentro, la espontaneidad de una simpatía, de una complicidad de escritores y cubanos que no necesitaba de otras. ''En aquel encuentro, en el que participó también mi esposa, hablamos mucho de cine, de música (de Chano Pozo). Poníamos tanto cuidado en no tocar temas políticos ni citar personas sobre las que tuviéramos sentimientos encontrados, que terminamos riéndonos de nosotros mismos. Al final nos comimos un pastel, cuyo sabor me sale ahora a la boca. ''Mi sentimientos hacia él se basan en la admiración por su obra, una de las más queridas y necesitadas por mí, y en una simpatía que me resultó inevitable. Era como el tío del que no se habla, pero estaba en algún lugar y pesaba. Forma parte de mi familia literaria. Nunca he enfocado mi admiración por su 2
obra desde la política, y tampoco la he ocultado, desde que lo leí por primera vez, en mis años de universitario. Fue un hombre con desencuentros con otras gentes a las que también quiero, pero no fue este lado suyo al que me tocó acercarme. Me tocaron sus páginas. Me gustó siempre que llamara a su esposa, la actriz Miriam Gómez, así: Miriam Gómez. Le agradezco a ella su dedicación a él, y le deseo fuerzas para sobrellevar el momento." Silencio oficial Los dos diarios nacionales, Granma y Juventud Rebelde, y los noticiarios radiales y televisivos ignoraron el deceso del premio Cervantes 1997, un anticastrista tenaz. Sin embargo, la revista electrónica La Jiribilla, uno de los órganos de difusión del Ministerio de Cultura, incluyó hoy un breve recuadro en el que dijo de Cabrera Infante: ''Muchos de sus textos periodísticos y ensayísticos de los últimos años estuvieron, lamentablemente, contaminados por la obsesión fanática en que se convirtió su posición política contra la revolución cubana, que lo llevó, incluso, a prohibir la publicación de su obra en Cuba. ''Renovador del lenguaje narrativo, integró el llamado boom de la literatura latinoamericana, y por encima de sus propias diatribas contra su país de origen, sus escritores y sus instituciones, lo mejor de su obra pertenece al patrimonio literario de la nación cubana, a su cultura y a quienes la defienden frente al acoso y la mentira." Miércoles 23 de febrero de 2005
Javier Aranda Luna Cabrera Infante y la otra geografía La última vez que conversé con Guillermo Cabrera Infante me habló del futuro. Del cine del futuro que inauguró ''para siempre" la película Matrix: ''ya verá que todas las cintas que vengan jugarán con las cámaras como allí se hizo". Pero también me habló del futuro que nunca vio. Del futuro que más que proyecto fue un sueño sin demasiadas ilusiones: su 3
regreso a Cuba y, particularmente, a La Habana, después de la muerte o caída de Fidel Castro. Castro no ha caído y sigue vivo. Cabrera Infante también. Hasta 1990 mi relación con Cabrera Infante fue la de un agradecido lector. La música de Tres tristes tigres, sus juegos de palabras, la oralidad de su estructura para rescatar una Habana nocturna, me sorprendieron. Por ese libro y otros como La Habana para un Infante difunto creo que Cuba es más que una geografía y una historia. Es una extensa literatura que debemos a este escritor y a otros como Alejo Carpentier o José Lezama Lima. Cuando Guillermo Cabrera Infante recibió el premio Cervantes en 1997, nos cimbró con una hipótesis interesante y divertida: si la Corona española le hubiera dado permiso a Miguel de Cervantes para emigrar a las tierras chiapanecas como quería, su gran libro hubiera sido escrito no en España, sino en la Nueva España. ''Qué les parece Don Quijote de las Indias? ¿Qué tal Sancho Pampa? No habría habido molinos pero habría vientos ¿Es una fantasía americana?". Imaginación y memoria atraviesan la veintena de libros que escribió Cabrera Infante. Imaginación lingüística y memoria literaria. Desde sus cuentos y novelas hasta sus artículos de cine, de música y aún los de carácter político. La inmediatez que tienen los artículos como publicación y el propio acceso al público le permitían al escritor, según él, una situación ideal en la cual se le puede tratar como una forma de ficción: ''con el mismo rigor con que ésta se establece". Para él todos los escritores de habla hispana provenían o del ''manco Cervantes" o del ''diestro en duelos" Francisco de Quevedo. Si eso es así, Cabrera Infante tuvo doble ascendencia: el español fue para él un juguete y un arma; un medio para provocar la sonrisa cómplice del lector o de plano la carcajada y para desmontar con estilete la tontería. Pero si Cervantes y Quevedo son el reino del que surgió de manera directa, Guillermo Cabrera Infante abrevó en otras tradiciones de manera fructífera. Pienso sobre todo en la literatura inglesa. O, ¿no es acaso Tres tristes tigres también un homenaje al Ulises de James Joyce? ¿A ese ''exiliado" -como el propio Cabrera Infante- que recordó la ciudad de Dublín estando en Trieste? Guillermo Cabrera Infante ha desaparecido pero todavía habla. No es un fantasma. Su voz 4
viene de sus libros. Su voz, que recogió la voz de una Habana difunta, es la voz de un coro que no es otro que el de la tradición literaria, de un territorio de la imaginación en la que Cuba y, particularmente La Habana, es más que historia y geografía: es un personaje vivo, un personaje que respira.
Cervantes, mi contemporáneo`, decía Cabrera Infante Guillermo Cabrera Infante * Miércoles 23 de febrero de 2005
Guillermo Cabrera Infante “trajo” a América al autor del “El Quijote”, cuando en 1997 recibió en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, tierra natal de Cervantes, el premio que lleva el nombre del escritor español. El diálogo se le ocurrió a Cervantes, dijo entonces Cabrera Infante al referirse al artificio literario al que recurrió para agradecer el premio. Apasionado del cine, el cubano reconoció, tras recibir el galardón, la impronta cinematográfica de su relato: es "una película. La película de la vida" . In memóriam Octavio Paz .
Hay un juego literario que es, como la literatura, un salto mortal sin red. Consiste en preguntarle al otro: ¿con quién famoso te gustaría cenar esta noche? Me propusieron ese árbitro de elegancias que dormía de día y celebraba la noche. Pero yo no sé latín y no creo que pueda aprenderlo para esta noche. Me nombraron a Shakespeare, pero entre su inglés y el mío hay distancia de olvido. Por último me susurraron el nombre de Cervantes. [...] Ahora estamos sentados a la mesa en medio del comedor. La misma mesa y todos los muebles son lo que se vendría a conocer como Renacimiento español: muebles macizos, muebles sólidos. Para mí le dije, todos sus libros son un libro: único, real y maravilloso y el mejor que se ha escrito en nuestro idioma. Si no fuera por mis años y el sol de estas Castillas que me han curtido, me sonrojaría. Ya sé que usted no ha padecido nunca de vanidad ni de envidia literaria. 5
Nunca dijo Cervantes. [...] En algún lugar de la casa alguien tañía una vihuela y una voz de mujer cantaba. Reconocí la melodía. Era Guárdame las vacas, la tonada que originó las variaciones de Cabezón. Me parece que le gusta la música.
Mucho. A mí también. Cultivo varias melodías en mis escritos. Su nombre me es familiar. Uno de mis personajes de El Quijote
se llamaba así. Fue uno que murió de amor al ver morir a su mujer. Así es. ¿De dónde viene su nombre? Alemán de origen. ¿Es usted alemán? Oh, no. Vengo de América. Allá quise ir varias veces. Si hubiera ido nunca habría escrito El Quijote.
Pero habría escrito otras aventuras. Realistas unas, mágicas las otras. Como hicieron Bernal Díaz y Cabeza de Vaca. Pero son memorias, no invenciones. No puedo evitar pensar que si los reaccionarios que ocuparon el lugar de los adelantados le hubieran dado permiso para emigrar a lo que ya se llamaba América, su gran libro hubiera sido escrito no en España, sino en la Nueva España ¿Qué le parece Don Quijote de las Indias? ¿Qué tal Sancho Pampa? No habría habido molinos, pero habría vientos. ¿Es una fantasía americana? Cervantes, en la segunda parte de El Quijote, hace
elogio y alabanza de Hernán Cortés y lo muestra como un caballero ejemplar. Ni más ni menos su par impar. [...] ¿Es El Quijote una alegoría de su vida? No lo pensó mucho para decir: Es la parodia de una alegoría. En todo caso es un libro maravilloso. Es muy amable con mi libro. [...] Cervantes tendría mi edad exactamente ahora, pero era obvio que estaba en el invierno de nuestro contento: Cervantes por su Don Quijote, yo por mi Cervantes. Eso es inevitabilidad dije. Es una palabra larga dijo Cervantes. Es una palabra demasiado larga dije, pero inevitable. El mobiliario del comedor se hizo contemporáneo, las bujías se hicieron bombillas, el banquete se vuelve una última cena. Pronto se disolverá el autor, pero antes de que desaparezca el maestro desaparecerá el aprendiz de Cervantes. ¿Qué es morir sino una forma de organizarse? ¿Lo dijo Cervantes? ¿O fue mi otro maestro, Martí mártir? [...] Cervantes dejaba de ser un mero mortal para pasar a la
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inmortalidad. Aquí debe acabar mi discurso. Pero permítanme una palabra o dos antes de irme. Por mi casa de Londres han pasado varias generaciones de escritores españoles, algunos bisoños, otros veteranos. Muchos de los jóvenes escritores han devenido una generación que escribe los libros mejores que se escriben en español. Grande ha sido mi contento de que así sea.
* Discurso de aceptación del Premio Cervantes 1997, tomado de la página http://www.analitica.com/
Cremarán restos de Cabrera Infante Permanecerán en Londres "hasta que puedan volver algún día a una Cuba libre". El escritor de origen cubano Guillermo Cabrera Infante, quien falleció el lunes a los 75 años en un hospital de esta ciudad, será incinerado en la ciudad en la que vivió desde 1968 y cuya privacidad le permitió escribir sobre Cuba y La Habana. Su viuda, Miriam Gómez, dijo que los restos del autor de Tres tristes tigres y decidido anticastrista serán incinerados "lo más rápido posible" en la capital británica, donde "serán guardados hasta que puedan volver algún día a una Cuba libre". La viuda explicó que el escritor, que se partió la cadera en el baño de su casa, a lo que se sumó una neumonía, pasó por dos hospitales y se quejó de que el primero era "un asco" y estaba "desesperada" por sacarlo de allí. "Murió sin patria pero sin amo", expresó Gómez y agregó que "él vivía en Cuba aquí en esta casa nuestra, pero la Cuba de él, esa no existía".
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Reacciones El fallecimiento de Cabrera Infante suscitó reacciones de parte de escritores cubanos, quienes elogiaron su pluma pero criticaron su oposición al gobierno de Fidel Castro. Jaime Sarusky, Premio Nacional de Literatura 2004, reconoció en Cabrera Infante a "uno de los más grandes escritores de este país", sin embargo lo consideró "demasiado comprometido contra Cuba". Lisandro Otero, presidente de la Academia Cubana de la Lengua, dijo: "Vivió consumido por la animosidad y no pudo advertir con ponderación la época que transcurría, ni las importantes manifestaciones de cambio social que estaban transformando el mundo". En tanto, el exilio en Miami lamentó tamibén su muerte. El periodista y escritor Carlos Alberto Franqui, lo calificó como "el primer disidente que sufrió los ataques furiosos del régimen dentro y fuera de Cuba". Varios escritores colombianos afirmaron que Cabrera Infante es un símbolo del lenguaje, del cine y del humor en la literatura. "En la literatura latinoamericana de los 60, Cabrera Infante es el que irrumpe con dos cosas: el humor en el lenguaje y por otro lado la literatura basada en lo oral", señaló Santiago Gamboa. En Bogotá, Rafael H. MorenoDurán dijo que fue "un hombre extraordinariamente brillante, amante del cine, estudioso de la literatura, un rabioso y enfermizo contradictor de la revolución de Fidel Castro en Cuba. Como escritor se pierde a un hombre valioso, pero como cineasta a uno irreemplazable". El poeta Juan Manuel Roca destacó que Cabrera Infante "introdujo en la literatura latinoamericana un sesgo burlón a temas que tradicionalmente parecían trágicos.
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Cabrera Infante, no menos ingenioso que Quevedo ( María Lourdes Pallais )
( 2005-02-23 )
Guillermo Cabrera Infante, a quien se le recordará para siempre con su puro humeante, es una de las voces singulares de la literatura latinoamericana en el siglo XX, en opinión del Premio Alfaguara 1998, Sergio Ramírez. “Creó lo que podríamos llamar la estética mordaz, de acentos tan vitriólicos como los que puso Quevedo sobre su escritura en el siglo de oro, y no menos ingenioso”, explica en exclusiva para Crónica el escritor Sergio Ramírez (Nicaragua 1942). “Sus columnas de cine bajo el seudónimo G. Caín, en la revista Carteles, aleccionaron mi adolescencia en aquel vicio temprano, y su novela Tres tristes tigres, su mejor libro, fue una lección de humor maestro”, asegura el autor de Margarita está linda la mar. Para Ramírez, esa novela que lanzó a Cabrera Infante al estrellato literario y lo convirtió en un clásico de la literatura cubana y latinoamericana encarna su “ingenio despierto, una marca muy singular en el boom de los años 60”, en opinión del literato. Luego abunda Ramírez en el hecho de que Cabrera Infante “no le caía bien casi a nadie, pero las antipatías pesan poco a la hora de sopesar a un escritor tras su muerte, y lo único que queda es su obra”, concluyó el también autor de Mil y una muertes (2004). Silencio en La Habana. Mientras tanto en la isla los diarios nacionales, así como la radio y la televisión cubanas, han guardado un gran silencio ante la muerte del escritor fallecido en Londres este 21 de 9
febrero. La Habana calificó este martes 22 de “obsesión fanática” la posición política asumida por Guillermo Cabrera Infante en sus relaciones con el régimen castrista, horas después de conocerse la noticia de su deceso. Según el sitio digital oficialista La Jiribilla, único medio de la isla en hacer referencia a la muerte del escritor, los textos periodísticos y ensayísticos de Cabrera Infante “estuvieron, lamentablemente, contaminados por la obsesión fanática en que se convirtió su posición política contra la revolución cubana”, destacó. La publicación digital, inaccesible para los ciudadanos de la isla por las severas restricciones a las conexiones de Internet, culpó al autor de Tres tristes tigres de “prohibir la publicación de su obra en Cuba”. En otra parte de la breve nota, La Jiribilla adjudicó “al patrimonio literario de la nación cubana” la obra de Cabrera Infante y mencionó, en un mensaje contradictorio, que también pertenecía a quienes defendían a Cuba “frente al acoso y la mentira” de Estados Unidos. “Por encima de sus propias diatribas contra su país de origen, sus escritores e instituciones, lo mejor de su obra pertenece al patrimonio literario de la nación cubana, a su cultura y a quienes la defienden frente al acoso y la mentira”, agregó la publicación digital caracterizada por el sentido del humor con que trata sus temas. El nombre de Cabrera Infante no está incluido en el Diccionario de la Literatura Cubana, editado en 1980. Tampoco aparece registrado en el sitio oficial del Ministerio de Cultura dedicado a los autores cubanos. Mientras tanto, los medios cubanos ignoraron el fallecimiento del escritor. Las páginas culturales de los diarios Granma y Juventud Rebelde se abstuvieron de hacer alguna referencia al respecto y lo mismo ocurrió con las principales cadenas de radio y televisión de la isla. 10
Cabrera Infante dejó escritas dos novelas y otros textos inéditos
LONDRES. La viuda de Guillermo Cabrera Infante, Miriam Gómez, dijo ayer que "hay Guillermo para rato", en referencia a las dos novelas, numerosos artículos y textos inéditos que ha dejado al morir el autor de «Tres tristes tigres». Gómez informó por otro lado de que el escritor cubano, fallecido el lunes en un hospital londinense, escuchó antes de morir la maqueta de un disco GUILLERMO con música de Cuba que está CABRERA produciendo el cineasta español INFANTE. Fernando Trueba con intervención del pianista Bebo Valdés. "Fernando se lo hizo llegar a través de la hija pequeña de Guillermo, Carola, que viajó a Madrid, y esa fue la última música que oyó, ya que una hora después estaba muerto", recordó la viuda. El escritor será incinerado mañana en Londres en una ceremonia estrictamente familiar a la que asistirán sus dos hijas, Ana y Carola, y sus nietos. La viuda afirmó que tras la cremación del cadáver, guardará sus cenizas para llevarlas a Cuba "cuando sea libre" y agregó que después de que ella muera, quiere que las suyas se unan a las del escritor. Cabrera Infante ha dejado dos novelas por publicar, Itaca vuelta a visitar y La ninfa inconstante, explicó Gómez. Esta última está en cierto modo acabada, pero el problema, según la viuda, es que Cabrera Infante llevaba ya escritas más de mil páginas y quería reducirlas a cuatrocientas. La Habana para un infante difunto se desarrolla en los años cuarenta; Tres tristes tigres, acaso la obra más famosa del novelista, en los cincuenta, y la acción de La ninfa inconstante también tiene lugar hacia mediados de ese decenio, explicó Miriam Gómez. Itaca vuelta a visitar la 11
comenzó Cabrera Infante cuando, siendo diplomático en Bruselas -donde ejerció como agregado cultural de la embajada cubana, entre 1962 y 1965-, tuvo que regresar precipitadamente a La Habana porque su madre estaba muriendo, y no llegó a tiempo para verla con vida. Según su viuda, el autor había dejado esa obra a un lado para dedicarse a otras y quería completarla cuando pasara cierto tiempo. Apasionado del cine, una de sus últimas alegrías, según la ex actriz Miriam Gómez, fue ver una copia de trabajo del filme todavía no terminado The Lost City, cuyo guión escribió él mismo para el actor y director estadounidense de origen cubano Andy García. "Mientras nosotras (las mujeres de la familia) nos íbamos de compras, Guillermo se quedaba muchas veces viendo películas con su nieta más pequeña, por la que estaba loco y que a su vez le adoraba", explicó la viuda. Gómez también dijo que se está realizando una nueva versión del filme Punto límite: cero, de 1971, sobre guión de Cabrera Infante. Por otro lado, el pintor, escenógrafo y cineasta español Frederic Amat prepara, según Gómez, una película de animación con otro guión que escribió Cabrera Infante a los diecisiete años, bajo el título de El aullido. Mientras tanto, la revista cultural La Jiribilla, el único medio estatal cubano que ha informado de la muerte de Cabrera Infante, reconoce, en una escueta nota, que el escritor exiliado de la isla fue "un renovador del lenguaje narrativo", pero lamenta su "la obsesión fanática en que se convirtió su posición política contra la revolución cubana".
SILENCIO DE PRENSA CUBANA TRAS MUERTE DE CABRERA INFANTE LA HABANA, 22 (ANSA) - La prensa estatal cubana ignoró hoy la muerte, anoche en Londres, a los 75 años de edad, del escritor Guillermo Cabrera Infante, férreo opositor a 12
Fidel Castro de cuyo gobierno se distanció en los albores de la revolución. Premio Cervantes 1997, el cubano Cabrera Infante falleció en el hospital Chelsea and Westminster de la capital inglesa, donde estaba internado desde la pasada semana debido a una septicemia, derivada de varios problemas de salud que lo aquejaban. El autor de "Tres tristes Tigres" estaba exiliado en Londres desde casi 40 años.
Un infante difunto para las letras
"Coolpack"
jueves, 24 de febrero de 2005 Adela Dávila Estelritz Ni aun la trama de su más célebre prosa pudo igualar el drama que fue la vida del insigne escritor Guillermo Cabrera Infante, fallecido esta misma semana en un hospital de Londres, Inglaterra. Nacido en el poblado de Gibara, al noroeste de Cuba, en 1929, desde el principio Cabrera estuvo destinado a Guillermo (1929-2005) vivir y a sobrevivir Infante a pesar de la (Agencia EFE) adversidad. Una adversidad que provocó, entre otras cosas, su partida definitiva de su amado país. 13
El que lo hereda El amor por las letras lo hereda Cabrera Infante de su padre,quien fuera periodista. Y su pasión por Cuba surge porque ambos, su padre y su madre, fueron fieros defensores del comunismo desde mucho antes de la revolución cubana. Tanto así, que los dos fundaron el Partido Comunista en el pueblo natal del escritor.Los principios revolucionarios fueron, pues, parte integral de su crianza ya que sus progenitores estuvieron políticamente muy activos durante la gobernación de Batista, razón por la cual fueron encarcelados. Pero de ese episodio puede que lo que más haya marcado a Cabrera Infante haya sido el que, junto a su hermano Saba, fue testigo no sólo del arresto de sus padres, sino de la viciosa quema de todos sus libros y documentos importantes. A la salida de prisión, sus padres -señalados por sus afiliaciones subversivas- no encuentran trabajo y se las ven negras antes de trasladarse a La Habana, en 1941, en busca de un futuro mejor para su familia. De mal en peor y, luego, a mejor Por irónico que parezca, una vez en la capital cubana, la familia Cabrera Infante pasó más necesidades que cuando vivían en Gibara. Para sobrevivir en un ambiente que parecía cebarse en contra de él y su familia, Guillermo, hijo, se defendió desarrollando una actitud dinámica y emprendedora y un
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humor extraordinariamente sagaz. Así, a la tempranísima edad de 19 años, mientras estudiaba en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana, el futuro escritor aceptó el reto de un compañero y escribió una parodia de "El señor presidente" de Miguel Ángel Asturias. Con su escrito en mano, el talentoso joven llegó a las oficinas de la popular revista "Bohemia". La publicación quedó encantada con su relato, el cual publicó de inmediato. Y según el propio Cabrera Infante, este hecho habría de cambiar su vida para siempre. Inspirado por su primer éxito, Cabrera Infante abandona la universidad y pasa a formar parte del equipo editorial de "Bohemia". Más adelante, en 1951, se convierte en fundador de la Cinemateca de Cuba. También escribió para la revista Carteles donde fungió como redactor en jefe y para la cual escribía la crítica de cine bajo el seudónimo de G. Caín. Un primer encontronazo El 1952 marca el primer encontranazo de Cabrera Infante con la censura política en su país. Luego de publicar una historia titulada "Balada de plomo y yerro"- el régimen de Batista confinó al autor tras las rejas durante cinco días. Pasado este episodio, y con el triunfo de la revolución al mando de Fidel Castro, Guillermo es nombrado director del Consejo Nacional de Cuba. Así, establecida una posición de respeto, Cabrera Infante se convierte, también, en editor del diario Revolución
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con su correspondiente suplemento "Lunes de Revolución". Tres pasiones Cabrera Infante vivía para sus tres grandes amores. Con su primera esposa y sus actividades periodísticas, así como las horas empleadas escribiendo ficción principalmente cuentos que le generan múltiples galardones y reconocimientosGuillermo vive una vida muy plena. Entre otras cosas, publica su primera obra importante, "Así en la paz como en la guerra". Mientras tanto, el autor continúa alimentando su gusto por la cinematografía. Amarga sorpresa Pero al escritor, que siempre defendió los valores de la república por encima de todas las cosas, le aguardaba una amarga sorpresa. No empece a sus esfuerzos -y los de muchos otros como él- sus palabras continuaron sometidas al cedazo del Gobierno. Pero esta vez fue el régimen de Castro el que lo paró en seco. Resulta que en 1961 se censura la película "P.M.", un filme dirigido por su hermano Saba y financiado, en parte, por Guillermo. El escritor chocó de frente con los criterios del Gobierno debido a que el largometraje se enfocaba en la vida nocturna de un sector de La Habana. Y aunque el celuloide exponía, sin sumas ni restas, la realidad de ese foro, el mismo no fue visto con buenos ojos. Así, en junio de ese mismo año, para
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Cabrera Infante y para todos los que, como él, creían en la libertad de palabra, el dictador sentencia una firme advertencia: "Unas palabras a los intelectuales", señaló Fidel Castro, "dentro de la revolución, todo. Contra la revolución, nada". De este modo se marca el principio del exilio de Cabrera Infante. Abre los ojos En 1962 Cabrera Infante es destacado en Bélgica como agregado cultural de Cuba. Allí vive durante dos años con sus dos hijas y su segunda esposa. Y allí comienza a ver la revolución cubana que tanto había propugnado, desde otra perspectiva. Al regresar a Cuba se le prohibió abandonar el país durante un período de cuatro meses. Al final de ese tiempo, la familia se marcha otra vez de la isla para dirigirse rumbo a Madrid, España, donde vivieron por espacio de unos meses también, ya que la dictadura de Franco los empuja a emprender una nueva retirada. El destino definitivo escogido por Cabrera Infante es Inglaterra. Continúan los reconocimientos De mediados de la década de los 60 en adelante, la fortuna le sonríe a Cabrera Infante y tanto su obra "Vista del amanecer en el trópico" como "Tres tristes tigres" le ganan reconocimiento internacional. La primera recibe el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral; la segunda le cuesta su puesto en la Unión de Escritores y
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Artistas de Cuba donde es catalogado como traidor. Cabrera Infante volvió una última vez a Cuba con motivo del funeral de su madre. Uno de los últimos premios que le fueran conferidos fue el Premio Internacional Fundación Cristóbal Gabarrón de Letras 2003. En aquel momento se expresó que "el jurado, presidido por la escritora y periodista Rosa Pereda, decidió, por unanimidad, concederle el premio". En dicha ocasión también se le destacó como un "gran conocedor de la música popular cubana y apasionado cinófilo". La obra de Guillermo Cabrera Infante ha trascendido las ideologías políticas y las tendencias socioculturales para ser traducida a varios idiomas. Considerado como uno de los más grandes exponentes de la literatura latinoamericana, sus escritos cubren un amplio espectro de estilos y disciplinas. Así, pues, de su pluma brotaron el humor y la sátira, los ensayos de denuncia social y el comentario político, pasando por obras maestras de la más impecable ficción. De hecho, algunos han denominado su estilo como "livianamente serio o seriamente liviano". Pero, ante todo, Guillermo Cabrera Infante es el mejor ejemplo de la libertad de expresión a pesar de la represión. Te invitamos a que les eches un vistazo a algunos de sus escritos más memorables y populares. "Tres tristes tigres"
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Editorial Seix Barral En una antología de obras de Cabrera Infante no puede faltar esta obra. En primer lugar, la personalidad del escritor queda evidenciada cuando, antes del prólogo, incluso, le advierte al lector que "este libro está en cubano". Y, efectivamente, como un pícaro y divertido juego de palabras, las historias contenidas en "Tres tristes tigres" presentan la vida nocturna de La Habana antes de la revolución cuando Cuba se consideraba una de las capitales nocturnas del mundo. La pieza exhuda pasión por la vida, alegría de vivir y el innegable encanto de las calles con historia que, a su vez, encierran las historias de sus personajes. La noche, a fin de cuentas, nunca es como el día y los personajes que se deslizan de una dimensión a otra tampoco son iguales bajo el brillante sol, que a la luz de las estrellas. Sin embargo, los noctámbulos se reiteran en su apego a "hacer sus cositas" al amparo de la noche. Y los que abogan por el día, en secreto no hacen más que esperar que llegue la oscuridad. La Habana -única, incomparable, poderosa, "el París de las Américas"- puede que no sea hoy como lo fue antes, pero gracias al autor, el lector siempre la conocerá en su máximo esplendor.
"Así en la paz como en la guerra"
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Editorial Alfaguara En las propias palabras del autor, esta obra -que ha sido denominada por él como de naturaleza "realista socialista"- estuvo vetada por él debido a que una parte del libro, las viñetas, "le molestaba". A pesar de que dicha obra se publicó, por primera vez, en 1960, Cabrera Infante también reconoce que los cuentos recogidos bajo el título pertenecen a una dimensión "donde ritos y escritos se funden, se confunden en un ritual de primavera de mi vida. Hoy, casi en el invierno de mi descontento, me contento al ver que muchos de los cuentos se pueden leer como una iniciación al libro primero de lectura". Todos los cuentos -con excepción de "Las puertas se abren a las tres"- fueron escritos entre 1950 y 1959. Las viñetas, por su parte, nacieron -en su mayoría- a principios de 1958. Por otro lado, Cabrera Infante no tiene el más mínimo reparo -al menos en esta ediciónen proclamar sus cuentos predilectos. Ellos son, en este orden: "En el gran ecbó", "Josefina atiende a los señores" y "Abril es el mes más cruel". "La Habana para un infante difunto" Editorial Plaza y Janés El tema continúa siendo La Habana, una ciudad perdida y a la vez encontrada. Vista, en sus inicios, desde la perspectiva de los recuerdos de la niñez, progresivamente la obra -como nuestra opinión- va madurando. Con el paso de las páginas, el autor nos presenta "una galería de mujeres"
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que llegamos a conocer -y a apreciar- como si fueran parte de nuestra familia. Así de vívidas son las descripciones de Cabrera Infante. Por otra parte, con esta novela el insigne escritor rompe esquemas presentándonos tanto "juegos literarios como eróticos", todos aderezados con toques de comicidad estratégicamente intercalados. Pero es la búsqueda de la felicidad -esa épica tarea que los humanos insistimos en autoimponernos- la que empuja al autor a prodigarle al relato un final "como de película de cine". No en balde la cinematografía fue una de las grandes pasiones de Cabrera Infante. "Ella cantaba boleros" Editorial Alfaguara El escritor peruano Mario Vargas Llosa es, en parte, responsable de que esta obra viera la luz. El otro "presunto implicado" es nada menos que el renombrado Javier Marías. Ya para 1964 Vargas Llosa, según relata el propio Cabrera Infante, le instó a publicar la historia como un relato independiente. Por su parte, Marías, observó que el último capítulo de "La Habana para un infante difunto" ameritaba ser publicada "por separado". La novela, también en palabras de Cabrera Infante -caracterizadas por sus típicos juegos de palabras que, para nada, ponían las palabras en juego- es un "largo lamento de amor que tiene por maestro a Ovidio y su Ars amatoria". Pero, sin más preámbulos, es la línea introductoria de la pieza la que conjuga, en
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tiempo perfecto, la impecable prosa del escritor: "Hay algo vulgar en el amor, sin siquiera señalar el sexo". No se diga más. "Puro humo" Editorial Alfaguara "Donde hubo fuego, cenizas quedan", reza el viejo refrán. Y nada parece ser más cierto sobre esta astuta obra de Cabrera Infante. Una vez más es el propio escritor quien, "sin querer, queriendo", nos pesca con este infalible gancho: nos intriga pretendiendo no hacerlo. "Puro humo es varios libros a la vez", confiesa. "Es la historia del tabaco y también una celebración del acto de fumar. Es una rapsodia en la que intervienen el cigarrillo y la pipa". ¡Vaya con los protagonistas! En esta edición, muy para el beneplácito del autor, aparece el inconfundible Groucho Marx con su característico puro entre los labios. Y a pesar de que, según el escritor, un primer vistazo a la portada podría dar la impresión de que Marx está recostado en un diván a la espera de que llegue su sicoanalista, "en realidad Groucho sólo quiere que alguien le dé fuego a su habano. Este libro lo hace por él, para convertir al puro en fuero y ceniza". En inglés el libro se ha titulado "Holy Smoke" que, en la jerga popular, con frecuencia se utiliza como un sustituto de "¡Ea, rayos!".
Ex esposa de Cabrera Infante lo recuerda como 'una persona
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exquisita, cariñosa e inteligente' La Habana. Marta Calvo, ex esposa y madre de las dos únicas hijas del escritor Guillermo Cabrera Infante, fallecido el lunes en Londres, lo recordó este martes, 40 años después, como "una persona exquisita, muy cariñosa e inteligente", según dijo a la AFP. "Nos separamos de una manera amigable, era una persona exquisita, muy cariñosa e inteligente", dijo Calvo, de 71 años, en una entrevista realizada en su apartamento del piso 23 de un céntrico edificio de La Habana, última morada del escritor antes de abandonar la Isla. Recordó que se conocieron cuando ella tenía 17 años y estudiaba en una escuela de monjas. Él tenía 21 y se trataba de abrir paso en el mundo intelectual de La Habana, a fines de la década de 1940. Guillermito, como todavía le llama, vivía entre amigos con inquietudes artísticas y a ella "la intelectualidad, la gente de teatro", le "eran un poco distantes". Se casaron el 15 de agosto de 1953 y tuvieron dos hijas: Ana, actualmente de 50 años de edad, y Carola, de 46. Con cierta picaresca, Calvo reconoce que Cabrera Infante era "muy mujeriego, no era bien parecido, pero tenía labia, muy buen humor", y eso fue la causa de su divorcio en 1961, cuando ya mantenía relaciones con su actual esposa, la actriz cubana Miriam Gómez. Secretario, corrector, crítico de cine en la revista Carteles, fundador de la Cinemateca de Cuba antes de 1959, Cabrera fue inclinándose cada vez más hacia la literatura. Fundó y dirigió con su gran amigo personal Carlos Franqui la revista Lunes de Revolución, semanario cultural del periódico Revolución, del cual Franqui era director. Clausurado el semanario en 1961, Cabrera Infante fue designado agregado cultural en la embajada cubana en Bélgica (1962-1965), en la misma época que era embajador el actual opositor Gustavo Arcos Bergnes. Cesado en su cargo, viajó a España por dos años con su segunda esposa y sus dos hijas para coordinar la publicación de un libro, censurado por el franquismo de la época. Nunca regresó, ni sus hijas tampoco.
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"Siempre tuve relación con él, por cartas, fotos, postales, pues mis hijas vivían con él desde que tenían 7 y 11 años", afirmó Calvo, quien recordó su última conversación telefónica pocos días después de recibir el Premio Cervantes, en 1997. "Habló conmigo muy bien, muy atento, hablamos mucho, lo felicité", señaló. Además de su obsesión por el cine, que compartía con la lectura, Cabrera Infante es recordado por su primera esposa como "un hombre que no bebía, algún daiquirí ocasional, fumaba siempre tabaco y confraternizaba con amigos". El escritor nunca quiso regresar a Cuba, ni llamar por teléfono, ni tener contacto con nada en la Isla, a pesar de que internamente seguía viviendo en Cuba, como refleja en su obra. "Se hizo tan recalcitrante que no quería nada de Cuba, ni llamar, no quería dejar ni un kilo aquí", señaló Calvo. Llamado por un amigo a Londres para hacer un guión cinematográfico, abandonó España y se estableció para siempre en el Reino Unido cuando tenía 35 años. "Le costó trabajo, tenía muchos detractores, pero con su talento, su honradez, él triunfó", opinó. Calvo se enteró de la noticia de su muerte por llamadas telefónicas, pues los medios cubanos guardaron silencio ante el fallecimiento del escritor, excepto la edición digital de la revista literaria oficialista La Jiribilla.
Sitio web oficialista acusa a Cabrera Infante de tener una 'obsesión fanática contra la revolución' Los diarios nacionales, así como la radio y la televisión cubanas, han guardado silencio ante la muerte del escritor. La Habana calificó este martes de "obsesión fanática" la posición política de Guillermo Cabrera Infante en sus relaciones con el régimen castrista, horas después de conocerse la noticia de su deceso. Según el sitio digital oficialista La Jiribilla, único medio de la Isla en hacer referencia a la muerte del escritor, los textos periodísticos y ensayísticos de Cabrera Infante "estuvieron, lamentablemente, contaminados por la obsesión fanática en que se convirtió su posición política contra la revolución cubana". La publicación digital, inaccesible para los 24
ciudadanos de la Isla por las severas restricciones a las conexiones de Internet, culpó al autor de Tres tristes tigres de "prohibir la publicación de su obra en Cuba". En otra parte de la breve nota, La Jiribilla adjudicó "al patrimonio literario de la nación cubana" la obra de Cabrera Infante y dijo, en un mensaje contradictorio, que también pertenecía a quienes defendían a Cuba "frente al acoso y la mentira". "Por encima de sus propias diatribas contra su país de origen, sus escritores y sus instituciones, lo mejor de su obra pertenece al patrimonio literario de la nación cubana, a su cultura y a quienes la defienden frente al acoso y la mentira", agregó. El nombre de Cabrera Infante no está incluido en el Diccionario de la Literatura Cubana, editado en 1980. Tampoco aparece registrado en el sitio oficial del Ministerio de Cultura dedicado a los autores cubanos. Mientras tanto, los medios cubanos ignoraron el fallecimiento del escritor. Las páginas culturales de los diarios Granma y Juventud Rebelde se abstuvieron de hacer alguna referencia al respecto y lo mismo ocurrió con las principales cadenas de radio y televisión. Cabrera Infante dejó dos novelas y numerosos artículos inéditos 'Ítaca vuelve a visitar' y 'La ninfa inconstante' son, según su viuda, los últimos trabajos del fallecido escritor cubano «Hay Guillermo para rato», aseguró ayer Miriam Gómez, la viuda de Guillermo Cabrera Infante. Sus palabras están llenas de contenido literario, puesto que dos novelas, numerosos artículos y otros textos conforman el legado inédito del fallecido autor de 'Tres tristes tigres'. 'Ítaca vuelta a visitar' y 'La ninfa inconstante' son, según Gómez, los títulos de las novelas inéditas. La última está en cierto modo acabada, pero el problema, según la viuda, es que Cabrera Infante llevaba ya escritas más de mil páginas y quería reducirlas a cuatrocientas. 'La Habana para un infante difunto' se desarrolla en los años cuarenta; 'Tres tristes tigres', quizá la obra más famosa del
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novelista, en los cincuenta, y la acción de 'La ninfa inconstante' también tiene lugar hacia mediados de ese decenio, explicó Miriam Gómez. 'Ítaca vuelta a visitar' la comenzó Cabrera Infante cuando, siendo diplomático en Bruselas -donde ejerció como agregado cultural de la embajada cubana, entre 1962 y 1965-, tuvo que regresar precipitadamente a La Habana porque su madre estaba muriendo, y no llegó a tiempo para verla con vida. Según su viuda, el autor había dejado esa obra a un lado para dedicarse a otras y quería completarla cuando pasara cierto tiempo. 'The Lost City' Apasionado del cine, una de sus últimas alegrías, según la ex actriz Miriam Gómez, fue ver una copia de trabajo del filme todavía no terminado 'The Lost City', cuyo guión escribió él mismo para el actor y director estadounidense de origen cubano Andy García. «Mientras nosotras (las mujeres de la familia) nos íbamos de compras, Guillermo se quedaba muchas veces viendo películas con su nieta más pequeña, por la que estaba loco y que a su vez le adoraba», explicó la viuda. Gómez también dijo que se está realizando una nueva versión del filme 'Punto límite: cero', de 1971, sobre guión del autor fallecido. Por otro lado, el pintor, escenógrafo y cineasta español Frederic Amat prepara, según Gómez, una película de animación con otro guión que escribió Cabrera Infante a los diecisiete años, bajo el título de 'El aullido'. Con Bebo Valdés Miriam Gómez, en declaraciones a la agencia Efe, informó de que el escritor cubano, fallecido el lunes pasado en un hospital londinense, escuchó antes de morir la maqueta de un disco con música de Cuba que está produciendo el cineasta español Fernando Trueba con intervención del pianista Bebo Valdés. «Fernando se lo hizo llegar a través de la hija pequeña de Guillermo, Carola, que viajó a Madrid, y esa fue la última música que oyó, ya que una hora después estaba muerto», explicó. El escritor será incinerado mañana en Londres en una ceremonia estrictamente familiar a la que asistirán sus dos hijas, Ana y Carola, y sus nietos. La viuda recordó que tras la cremación del cadáver, guardará sus cenizas para llevarlas a Cuba «cuando sea libre». Agregó que 26
su objetivo es que cuando ella muera sus restos se unan a los del escritor. Mea culpa por Cabrera Infante Por Rafael Del Naranco Nadie escribió tan agudamente sobre la política cubana como Guillermo Cabrera Infante. Murió en ese Londres al que (a su modo) tanto quería. La prensa publicó su partida en primera página. Era una triste noticia. En Cuba -mezquino gobiernono emergió ni una sola nota sobre la partida del merecidamente galardonado con el Premio Cervantes. Las dictaduras, todas (no olvide el lector que escribo desde Caracas) - y la nuestra sigue el idéntico sendero de los cardos sin flor - son anodinas con las ideas. Huyen de la inteligencia como de la peste o el sida, de las palabras no marcadas a sangre y fuego por la nomenclatura del pensamiento igualitario. Cuba, con la llegada de Fidel Castro, se recubrió de una “aberración histórica”. Nosotros aquí, en Venezuela, ante el culto a la personalidad de un solo hombre, seguimos el mismo camino. Los régimen sin contornos, grises, anodinos, alargados en su mediocridad, le tienen pavor a la modulación de las palabras, a la reflexión libre, siendo ésa la razón de que Cuba, habiendo tenido a un José Martí -paladín de todo sentido de libertad- también parió paradójicamente a José Lezama Lima, Reynaldo Arenas, Alejo Carpentier, Heberto Padilla y a este Cabrera Infante que descubrió en “Mea Cuba” que la única misión sacrosanta de todo gobierno absolutista es la persecución de intelectuales. Fidel Castro hizo de Guillermo Cabrera Infante, desde 1962, como de otros escritores cubanos, un perpetuo autoexiliado. Desde entonces ha llovido mucho, y las calles de La Habana, las mismas de “Un infante difunto”, se han vuelto dolorosamente más apesadumbradas. Cabrera puede haber sido, a retazos, un hombre comprometido con una causa política, pero nadie que lo haya leído, puede ignorar su atadura de cuentista, novelista y ensayista genial. La fama literaria le llegó con su espléndida
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novela “Tres tristes tigres”. Su última obra -después vinieron dos ensayos- tenía que ser, por ideas afines, “Cine o sardina”, donde hay un largo monólogo sobre esa fogosidad que le ataba en el tiempo con la Cuba lejana, las fibras sensitivas de su corazón de habanero “de toda la vida”. Apasionado por el cine: tanto, que se pasó más de media vida (murió con 75 años) preparando guiones cinematográficos; unos locos, como “Bajo el volcán” ; otros nada cómicos, aunque la intención fuera ésa y, a la vez, dirigiendo alguna que otra película para matar el tiempo y olvidar -algo imposible- su esencia caribeña. Jamás comprendí -lo conocí en Londres hace unos diez años- la forma en que un hombre nacido en una isla de palmas, loros verdes, luz aterciopelada, sexo abierto, mojito, ron y noches de barbarie, alma y canto, pudiera vivir en la ciudad donde todo se mira tras una fina capa de niebla. Lo hizo por una razón insuperable: Cuba era el meollo del que estaban formadas las fibras de su piel. Fumaba puros, bebía ron blanco hasta el alba, entonaba boleros, leía en el aire el humo del tabaco, probaba, en fin, durante semanas enteras, a mujeres húmedas, siempre negras o mulatas. Era, no hay duda, un jodido caribeño. Siempre supo - desde aquel lejano día en que conoció en La Habana, en un encuentro fortuito, a William Henry Hudson - que él también, en un momento cualquiera, sería un ave del paraíso perdido. Ahora, igual a la ceniza del tabaco Cohiba, se hizo fumarada. A esa hora, en el Palacio de la Revolución, en La Habana, el titiritero Fidel Castro, seguía moviendo los polichinelas de sus propios fantasmas.
Valencia
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Guillermo Cabrera Infante, incinerado en Londres en la más estricta intimidad. “Sus cenizas regresarán algún día a Cuba”, declaró la viuda del escritor. Los restos mortales del escritor cubano y premio Cervantes Guillermo Cabrera Infante, de 75 años, fueron incinerados ayer en Londres durante una ceremonia estrictamente privada. “Algún día las cenizas de mi marido regresarán a Cuba”, dijo la viuda del escritor, Miriam Gómez, quien precisó que las guardará en una urna hasta que el país caribeño “sea libre”, acontecimiento que “tarde temprano celebraremos jubilosamente”. A la ceremonia fúnebre asistieron, además de su esposa, sus hijas Ana y Carola, los esposos de éstas y sus seis nietos. El autor de Tres tristes tigres , premio Cervantes en 1997, falleció el lunes de una septicemia en el Charing Cross Hospital de Londres, ciudad donde se exilió por su frontal rechazo al régimen comunista de Fidel Castro y donde residía desde hacía casi cuarenta años. Cabrera Infante, que padecía diabetes, fue ingresado de urgencia la semana pasada en el ambulatorio Chelsea and Westminter (situado en el elegante barrio de Kensington) como consecuencia de una rotura de cadera que sufrió al salir de la bañera. El escritor, además, estaba aquejado de una neumonía. Las precarias condiciones de este ambulatorio desesperaron a su mujer, Miriam Gómez, quien decidió trasladar a su marido al Charing Cross Hospital, pero los facultativos no pudieron controlar la septicemia (infección generalizada de la sangre) que le diagnosticaron. Tras el fallecimiento del escritor, Miriam Gómez se quejó públicamente de la “falta de higiene” del ambulatorio Chelsea and Westminter. “¡Es un asco; aquí no limpian nunca!”, exclamó indignada. La familia se está planteando demandar “por negligencia” a este centro hospitalario. Hijo de una pareja de militantes comunistas, Cabrera Infante abrazó en un primer momento la revolución liderada por Fidel Castro y el Che Guevara, pero al poco tiempo acabó renegando de un régimen “oprobioso que impedía a las personas manifestarse libremente”. Castro nunca perdonó la “traición” del literato. El escritor cubano ingresó por una simple rotura de cadera y contrajo una septicemia 29
La viuda de Cabrera Infante acusa al hospital británico de la muerte de su marido En la casa de Guillermo Cabrera Infante en Londres hay desolación. «Yo no quiero pleitos. No quiero un centavo. Pero entrar en ese hospital es morirse, y yo lo que quiero evitar es que a más personas les ocurra lo mismo», afirma Miriam Gómez desde el número 53 de Gloucester Road, la famosa dirección que servía de lugar de encuentro para los intelectuales hispanos que pasaban por Londres. La viuda del escritor, que falleció el pasado lunes por la noche de una septicemia, acusa al hospital Chelsea and Westminster de causarle una infección de estafilococo dorado que finalmente acabó con su vida. Su segunda hija, Carola Ash, añade que ésta es la segunda vez que el escritor se infecta del llamado estafilococo dorado resistente a la meticilina (MRSA, en sus siglas en inglés).El escándalo del MRSA lleva meses ocupando las primeras páginas de este país, donde mueren 5.000 personas al año por el mismo mal que Guillermo Cabrera Infante. Según el relato de la viuda y la hija, el escritor, de 75 años, sufrió una caída en el baño de su casa el pasado 3 de febrero que le ocasionó una fractura de cadera. Aunque el matrimonio posee uno de los mejores seguros médicos privados del Reino Unido (el BUPA), el escritor cubano fue trasladado al Chelsea and Westminster, un hospital público, por la ambulancia que fue a recogerlo. Este hospital es el más cercano a su domicilio. Dos días más tarde, fue intervenido quirúrgicamente. Tras una mejoría, «empezó a dejar de comer y a sentirse mal», señala Gómez, quien describe el estado de las habitaciones como terrorífico: sangre en las cortinas, excrementos en el suelo del baño, y un equipo médico sin guantes ni mascarillas. «A la semana aproximadamente me dijeron que se iba a morir, y que si yo no quería que lo tuvieran entubado tenía que firmar un documento.Yo les dije que no quería que mantuvieran su vida artificialmente, pero que exigía un certificado explicando las causas de su muerte porque era un escritor muy conocido y los periodistas iban a querer saber de qué había fallecido», continúa Gómez. «Se fueron y al poco regresaron diciendo que lo iban a trasladar al hospital Charing Cross». En este segundo centro, también 30
perteneciente a la Seguridad Social (NHS, en sus siglas en inglés), fue donde falleció el escritor. «Cuando llegamos vi que ponían un cartel en la puerta, y cuando me asomé a verlo, ponía estafilococo. Guillermo murió intoxicado. ¿Se imagina toda la gente que pudo contagiar a su vez Guillermo?», señala Gómez, quien ayer regresó a su domicilio tras dejar el cadáver del escritor en el hospital. La familia quiere incinerar al escritor durante el día de hoy, pero la funeraria les ha comunicado que los trámites se retrasarán hasta este viernes. A la ceremonia asistirán las dos hijas del escritor, Ana y Carola, los maridos de éstas y sus seis nietos, según informa Guadalupe Hernández. Cabrera Infante estuvo casado con la madre de sus hijas entre 1953 y 1961. Ese mismo año, el escritor volvió a contraer matrimonio con la actriz Miriam Gómez, su inseparable compañera hasta el lunes. «Murió sin patria pero sin amo», señala Gómez parafraseando a José Martí. Su hija Carola añade que el escritor no pudo ver cumplido su sueño de ir a Cuba antes de morir, pero que sus cenizas serán guardadas en Londres, a la espera de que «puedan regresar a una Cuba libre». Mientras tanto, el Chelsea and Westminster explicó ayer a este periódico que iniciará una investigación sobre las acusaciones formuladas por la viuda. «Nos gustaría ofrecer nuestras más sinceras condolencias a la familia de Guillermo Cabrera Infante. Podemos confirmar que estuvo ingresado en nuestro hospital, pero no podemos discutir sus detalles médicos. Sentimos mucho que la señora Gómez no esté contenta con el cuidado recibido por su marido, y deseamos discutir con ella los pormenores». Para un infante difunto No fue el más favorecido de su generación. Ni siquiera el más simpático. Nunca quiso disimular su carácter, en exceso serio para posar ante una cámara, para comparecer ante el público. Tenía una especie de mala uva quizá congénita, o, acaso, provocada por el asunto del exilio, por lo que se ganó el merecido mote de Cabrea Infante, que él llevó con resignación y gallardía. Era, además, la imagen del eterno suplente frente 31
a la Gran Armada Hispanoamericana: los Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes y compañía. Su fama tuvo que labrársela día a día, con obras más que con amores. Porque lo suyo fue un amor contrariado. Puso, al principio, toda su fe, toda su esperanza, en el Gobierno de Fidel Castro; y, después, fue el primero en salir pitando y denunciar por escrito los excesos y la crueldad de una dictadura apoyada por intelectuales de renombre, envuelta en papel de celofán, con una dosis excesiva de glamour y romanticismo. No fue, ni mucho menos, el mejor novelista de su tiempo. Ni siquiera un narrador excepcional. Su inteligencia natural no le permitió atarse a ninguna clase de género. Fue, sin embargo, un prosista brillante, sorprendente e imaginativo. Supo, como pocos, utilizar el lenguaje, la lengua española, como un instrumento estético, comunicativo y lúdico al mismo tiempo. Le gustaba jugar con el doble sentido de las palabras, comenzando por el propio título de sus obras: Mea Cuba, La Habana para un infante difunto, Tres tristes tigres, Puro humo, Vidas para leerlas. Prefirió el cine renunciando a la sardina, porque, en sus años jóvenes, en su casa de Cuba, la economía no daba para tanto. Cabrera Infante era un habitual de las tierras murcianas. Un fijo de los Cervantes. Un paseante por la calle Mayor de Cartagena o la Trapería de Murcia. Un amigo personal y fiel del profesor Polo y de la familia Gabarrón. Con Cris, el presidente de la Fundación, ya había hablado sobre la posibilidad de residir en nuestra región, de ver alguna casona en Mula, la tierra natal de Cristóbal Gabarrón, donde pudiera instalarse con todos sus libros. «¿Don Guillermo, cuándo regresará usted a Cuba?», le pregunté en cierta ocasión. «Cuando muera Fidel, claro. Pero no en el primer avión, compréndame, por si aún resusita». El dictador ha sobrevivido a uno de sus más reputados críticos y detractores. Las obras de Cabrera Infante, sin embargo, están condenadas a permanecer cuando nadie se acuerde ya ni del tamaño de los puros de Castro.
Ha muerto en Londres, a los 75 años, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Llevaba toda su vida luchando 32
contra Fidel Castro. Una vida de exiliado que nunca es buena para el escritor, pues obliga a escribir en otro idioma y de otras cosas. El idioma de las cosas es lo que hace al escritor y esto suele estarle vedado al ciudadano del exilio por mucho que ame su ciudad de adopción. Con motivo de su muerte vuelvo a pensar lo que ya había pensado alguna vez: que Cabrera Infante y Fidel Castro no eran tan antagonistas. Uno quiso hacer la revolución del azúcar y el otro la revolución de las palabras. Ninguno de ellos ha tenido fortuna porque las revoluciones no se hacen desde lejos y porque el exiliado muere de nostalgia y el dictador muere de incomprensión. En toda la escritura de Cabrera hay un revolucionario, pero este hombre dejó pronto de entenderse con Fidel para quedar estilizado en un señorito londinense. Las revoluciones las hacen los fanáticos, y bienvenidos sean. El Papa Juan Pablo II resucita a los muertos y sobre todo se resucita a sí mismo. En cuanto ha podido hablar les ha preguntado a los obispos catalanes por la razón de las faltas de vocación en aquellos seminarios. Yo le contestaría al Papa que a lo mejor lo que pasa es que Dios no habla catalán. Los jóvenes intelectuales de hoy están haciendo la revolución en el mundo, pero uno cree que las revoluciones principian por el lenguaje y la Iglesia no debió abandonar nunca el latín ni el español ni demás lenguas que vienen de Roma. Ahí está el musical y sutilísimo idioma galaico, que se sigue hablando espontáneamente en Galicia y nos da literatura, religión y esa fina filosofía de la vida que ahora mismo aflora en Pepiño Blanco, personaje político nada simpático, pero que habla en gallego incluso cuando habla en castellano. Lo que vinculaba a los jóvenes seminaristas con la religión no era la teología sino el latín. Nos quejamos de que los niños de hoy no quieren aprender religión, pero hay que profundizar más en el problema y veremos que los profesores tampoco quieren enseñarla. Yo tenía en la escuela un profesor de religión que era un cura anciano. Aparecía semanalmente por el aula, sacaba de debajo del manteo una lámina con el famoso triángulo que es algo así como la desintegración del átomo aplicada al cristianismo. A Máximo debió influirle estéticamente el famoso triángulo porque todavía lo da de vez 33
en cuando en sus dibujos. Ya ven ustedes que era el cuarentañismo y teníamos poca religión y muy soportable. Alguien dijo que los ateos son intolerables porque siempre están hablando de Dios. Antes de que los niños se exiliasen al inglés, como Cabrera Infante se exilió a Londres, muchos sacerdotes habían empezado a instalarse en los armarios por parejas. Cuando han vuelto a salir han descubierto que los niños ya no les necesitan porque no creen en la religión o porque no creen en las parejas. Naturalmente, los adultos fallan antes que los menores. El Papa vuelve a la vida pidiendo más catolicismo, pero es que cada vez que él agoniza, agonizan muchas vocaciones religiosas que inevitablemente han descubierto al icono del siglo XX, Marilyn Monroe, o sea nuestros antepasados.Cabrera muere sin enterarse de que Fidel es ya la ortodoxia del siglo.
Significación de Cabrera Infante Carlos Alberto Montaner esa censura sólo logró incrementar la curiosidad y la devoción con que dentro de Cuba leían a Cabrera Infante sus contemporáneos y las jóvenes generaciones posteriores A mediados de la década de los sesenta la editorial Seix-Barral le otorgó el Premio Biblioteca Breve a un libro espléndido y desconcertante: Tres tristes tigres, escrito por un joven escritor cubano totalmente desconocido fuera de su isla. Se llamaba Guillermo Cabrera Infante y traía a la literatura en castellano un acento estético más propio de la lengua inglesa contemporánea o de los olvidados clásicos españoles. En efecto, Cabrera Infante había convertido el lenguaje en el protagonista más importante de sus narraciones, como los británicos Joyce o Lewis Carroll, jugando con los retruécanos y las aliteraciones, pero también dotándolo de humor, un tanto a la manera quevediana. Era -si seguimos la vieja clasificación de los preceptistas- el más acabado representante del conceptismo literario moderno. Algo realmente curioso, dado que un compatriota suyo -nuestro-, Lezama Lima, 34
ocupaba la otra zona convencional del barroco: la culterana. Tras el galardón, casi inmediatamente Cabrera Infante se transformó en uno de los representantes de lo que entonces se llamó el “boom” literario hispanoamericano, que tuvo entre sus cabezas más destacadas a García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar. Pero era algo más que eso: su fulminante notoriedad, que pronto alcanzó una impresionante dimensión internacional, unida a su condición de exiliado político, lo convirtieron en una referencia obligada de los demócratas de la oposición y en uno de los más formidables enemigos de la dictadura de Castro. Periódicamente denunciaba con vehemencia e inteligencia los atropellos que sufrían los cubanos, al extremo de llegar a compilar con esos (y otros) escritos un grueso tomo que, pese a la seriedad del tema, llevaba el juguetón título de Mea Cuba. Naturalmente, la dictadura cubana lo hizo inmediatamente una de sus “bestias negras” preferidas. Su nombre no aparecía en el Diccionario de Literatura Cubana publicado por el Ministerio de Cultura, y sus libros fueron eliminados de todas las bibliotecas y prohibidos en todas las librerías, tuvieran o no contenido político. Lo que combatía la dictadura, y lo que trataba de destruir, era al hombre, sin importarle (o tal vez por importarle demasiado) que acaso fuera la más distinguida figura intelectual con que contaba el país. Pero, como siempre sucede, esa censura sólo logró incrementar la curiosidad y la devoción con que dentro de Cuba leían a Cabrera Infante sus contemporáneos y las jóvenes generaciones posteriores, inútilmente formadas dentro de una ortodoxia estalinista que les resultaba insoportable. Sus libros eran buscados, pasaban de mano en mano con unción, y hasta una de las desafiantes “Bibliotecas Independientes”, espontáneamente surgidas en el seno de la sociedad civil, llevaba su nombre. La actriz Miriam Gómez, la viuda e inseparable compañera de Cabrera Infante, ya anunció que el cadáver de su marido sería cremado, y las cenizas reposarían en Inglaterra hasta que Cuba fuera libre. Cuando llegue ese momento -tan ansiado por Guillermo en sus cuarenta años de exilio- serán trasladadas a la Isla. Estoy seguro de que entonces los cubanos honrarán su memoria con
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el entusiasmo y el orgullo que el castrismo ha reprimido durante tanto tiempo de oprobio y crueldad.
DENUNCIÓ SIN DESMAYO LA ROBOLUCIÓN CASTRISTA BIOGRAFÍA: Guillermo Cabrera Infante, cantor de La
Habana anterior al Derrumbe
Guillermo Cabrera Infante, premio Cervantes de Literatura en 1997, ha muerto en Londres a los 75 años, tras casi cuatro décadas de exilio. En el terreno literario destacó por sus malabares lingüísticos, su guasonería cubana y su recreación incesante de La Habana previa al Derrumbe, esto es, a la Robolución castrista. Por su expreso deseo (y el de su familia), sus cenizas permanecerán en la ciudad del Támesis mientras no sea posible el traslado a una "Cuba Libre". (Libertad Digital) Guillermo Cabrera Infante nació en 1929 en Gibara, al noroeste de la Isla, en el seno de una familia muy activa políticamente. Sus padres pusieron en marcha el Partido Comunista de Cuba en aquella ciudad, y Guillermo creció en un ambiente impregnado de ideas revolucionarias. De hecho, fue testigo, cuando sólo contaba siete años, del encarcelamiento (por espacio de seis meses) de sus progenitores. En 1947, seis años después de afincarse con su familia en La Habana, comienza a dar sus primeros pasos en el mundo de las Letras, luego de abandonar los estudios de Medicina. En 1950 ingresa en la Escuela de Periodismo, y al año siguiente funda la Cinemateca de Cuba, que dirigió hasta que el dictador Fulgencio Batista ordenó su cierre, en 1956. Por aquel entonces funda la revista Nueva Generación. En 1954, y bajo el pseudónimo de "G. Caín", se había estrenado como crítico de cine en la revista Carteles, con la que colaborará hasta 1960. Asimismo se encarga de 'Lunes de Revolución', la 36
sección literaria del diario Revolución. Castro no tardará en decretar su cierre. Cabrera Infante ya habría tenido, cuando llegara tal hora, sus encontronazos con la censura y la represión intelectual. Y es que en 1952 fue detenido y multado por componer un cuento que no era del agrado de la dictadura batistiana. Del apoyo a la denuncia de la revolución del 59 En 1961 se casa, en segundas nupcias, con la actriz Miriam Gómez. En un principio apoyará la tiranía castrista; de hecho, desempeñará varios cargos relacionados con la cultura. Sin embargo, sus críticas a aquello que consideraba incorrecto le valdrán el trasladado-castigo a Bruselas (1962), en funciones de agregado cultural. Cabrera Infante llegará a equiparar su traslado con una deportación a Siberia. Su salida de la Isla le permitirá "abrir los ojos" y acentuar su discurso crítico; de ahí que arribara, finalmente, a las playas del anticastrismo. Con los años daría a la imprenta un magnífico yo acuso, una vivisección de la tiranía castrista que llevaría por título Mea Cuba (1991). En 1965 regresa a Cuba para asistir a los funerales de su madre, pero no tardará en poner de nuevo rumbo al extranjero, donde proseguirá su carrera diplomática. Por poco tiempo. La ruptura definitiva con el régimen comunista de La Habana se produjo en 1968, luego de que criticara a Castro en una entrevista para la revista argentina Primera Plana. Desde entonces sus obras pasarán a engrosar la lista de libros prohibidos en la Isla. Tras intentar, en vano, instalarse en España, solicitó (y obtuvo) refugio en el Reino Unido, que terminó por convertirse en su residencia permanente. De hecho, solicitó (y obtuvo) la ciudadanía británica. Jamás regresó a Cuba. Dijo en repetidas ocasiones que no lo haría mientras no hubiera libertad en ella. Dijo más: que no formaría parte del pasaje del primer avión que arribara a la Cuba por fin libre. La fama literaria le llegó con su célebre Tres tristes tigres, donde da cuenta de la vida nocherniega de tres jóvenes en La Habana de 1958. Con esta novela obtuvo, en 1964, el prestigioso premio Biblioteca Breve, de la editorial Seix Barral. En Cuba se saludó su éxito de manera bien distinta: fue 37
expulsado de la Unión de Escritores y Artistas y calificado de traidor. Cine y Cervantes En 1970 viaja a Hollywood para asistir al rodaje de Banishing Point, cuyo guión había firmado. Era su primera colaboración con la Meca del cine; no sería la última. Así, y por poner un ejemplo, compondrá el guión del film de John Houston Bajo el volcán. Un oficio del siglo XX (1973), Arcadia todas las noches (1978) y Cine o sardina (1997) son algunos de los tributos literarios que rindió al Séptimo Arte. En los setenta se dedicará a impartir clases en varias universidades de EEUU, a escribir para diarios norteamericanos y europeos de primer nivel y a publicar novelas, como Vista del amanecer en el trópico (1974). Cabrera Infante era ya en los 80 y 90 un tipo sobradamente conocido por su cara permanentemente malhumorada, su inconfundible sentido del humor y su prosa intrincada pero sabrosona; y, faltaría más, por su permanente denuncia de los males que estaba infligiendo "Mefistofidel" (así motejó a Castro en Mea Cuba) a la antaño conocida como Perla del Caribe. En 1997, tantos años después del Biblioteca Breve, España volvía a mostrarle reconocimiento con la concesión de un premio; en este caso, el Cervantes de Literatura.
Fragmentos de la obra de Guillermo Cabrera Infante: 38
Ella cantaba boleros: “Y sin música, quiero decir sin orquesta, sin acompañante, comenzó a cantar una canción desconocida, nueva, que salía de su pecho, de sus dos enormes tetas, de su barriga de barril, de aquel cuerpo monstruoso, y apenas me dejó acordarme del cuento de la ballena que cantó en la ópera, porque ponía algo más que el falso, azucarado, sentimental fingido sentimiento de la canción, nada de la bobería amelcochada, del sentimiento comercialmente fabricado del feeling, sino verdadero sentimiento y su voz salía suave, pastosa, líquida, con aceite ahora, una voz coloidal que fluía de todo su cuerpo como el plasma de su voz y de pronto me estremecí”.
La voz de la tortuga (en Todo está hecho con espejos): “Cómo el otro muchacho logró arrastrar a la pareja las ocho leguas que lo separaban del pueblo es tan extraordinario como la tragedia que motivó esta hazaña. Llegó por fin después del mediodía en medio de la indiferencia de siempre. Pero, como en todos los pueblos, la extraordinaria presencia congregó enseguida un público demasiado asombrado para reaccionar ante el horror de inmediato. Podía parecer una feria. Pero entre los últimos que acudieron, estaba la pretendida novia por un día cuyo horror tuvo un límite. Claro que reconoció enseguida a su novio. Lo que no vio es que ahora, ante la algarabía, había entreabierto él los ojos. Nadie lo vio porque en ese momento la caguama, que, como todas las tortugas, era inmortal, exhaló una especie de alarido que no pareció salir de la boca de la bestia sino de entre los labios abiertos de la novia ante su pretendiente. El muchacho, todavía sobre la tortuga, cerró los ojos y por un momento creyó que soñaba con su noche nupcial”.
Familia de Cabrera Infante 'furiosa' con el hospital de Londres 39
donde murió Londres. La familia de Guillermo Cabrera Infante, quien falleció el lunes por la noche en Londres, a los 75 años, "está furiosa" con el hospital donde el escritor "agarró" una infección, tras ser ingresado por una fractura de cadera, indicó el martes un allegado. El escritor murió en la ciudad en la que se radicó hace 40 años, a causa de "una infección que agarró en un hospital" londinense, dijo a la AFP la fuente, que se identificó sólo como un amigo cercano de la familia. Tras una caída accidental en su residencia, que le provocó una fractura de cadera, el autor de Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto fue internado en el hospital Chelsea y Westminster, cerca de su residencia en el elegante barrio de Kensington (oeste de Londres). "Pero la semana pasada, tras contraer una infección, fue trasladado" a otro hospital londinense, el Charing Cross Hospital, en Hammersmith (oeste), donde murió el lunes hacia las 22:00 GMT, al lado de su esposa, la actriz Miriam Gómez, informó la fuente. El hospital Charing Cross, en Hammersmith, se limitó a confirmar a la AFP que el escritor había muerto en ese establecimiento, el lunes por la noche, de una septicemia. "Murió de un estafilococo", insistió el allegado, que apuntó un dedo claramente acusador al hospital de Kensington. "La familia está furiosa con las condiciones de higiene del hospital" de Kensington, comentó la fuente, que dijo que el escritor había sido atendido muchas veces allí antes, sin problema. Galardonado en 1997 con el Premio Cervantes, por el conjunto de su obra, el escritor padecía de varios problemas de salud, entre ellos diabetes e insuficiencia cardiaca. Pero según los familiares estaba bien, hacía sólo una semana, cuando tras la fractura de cadera sufrió una neumonía. En agosto de 2004, Cabrera Infante fue sometido a una operación de marcapasos, después de la cual estuvo convaleciente "y lo tomó con calma" durante varios meses, dijo. Al ser interrogado sobre si la esposa del escritor se plantea demandar al hospital Chelsea y Wesminster, donde presuntamente el escritor contrajo la infección, el allegado dijo que "era demasiado pronto" para 40
decir si la familia presentará una demanda contra el establecimiento. Precisó que la esposa de Cabrera Infante desea que el escritor sea incinerado "lo más pronto posible", a la espera de que sus cenizas puedan un día regresar a Cuba. "Será totalmente en privado", y sólo estarán presentes su esposa y las dos hijas que tuvo el escritor con su primera esposa, de quien se divorció en 1961. Cabrera Infante, que nació en 1929 en Gibara, se radicó en Londres en 1967, tras romper en 1965 con el régimen de Fidel Castro, a quien había apoyado en los primeros años. En reiteradas ocasiones el escritor, que adquirió la nacionalidad británica, aseguró que sólo regresaría a Cuba cuando Castro ya no estuviera en el poder. Cabrera Infante La historia de un hombre que en 1964 abandona su ciudad y durante 40 años escribe sobre ella para nunca volver a verla me mueve a escribir de él, pues para iniciar nueva vida elige una ciudad totalmente distinta a la suya y allí lo sorprende la muerte. Si yo pudiera resumir la vida de Cabrera Infante, lo haría de este modo. Si la vida es un libro, metáfora común y siempre válida, mi primer acercamiento a su obra fue con Tres tristes tigres. La leí en la biblioteca de una ciudad extranjera hace más de veinte años y no recuerdo si la comprendí o no: pero con conciencia y después de haber aprendido palabras, giros, refranes y locuciones habaneras, estoy seguro que no lo hice. Espero releerla algún día. Y en los últimos años un amigo tabasqueño, lector fiel y legítimo de Cabrera Infante, me llevó a leer sus relatos y cuentos. Más formado como lector por los años encontré en Cabrera Infante un modelo grandioso, cuyo único problema para mí, es que me faltará talento para imitar (no digamos para igualar) ese genio de la precisión, la ocurrencia y el paradigma. Quizá a mi amigo, lector también del cubano, le maravilló esa posibilidad convertida en certeza de que el trópico también es posible de narrar, ya no como expresión costumbrista, sino como la realidad urbana en que se convirtió. Por supuesto que Villahermosa no tiene punto de comparación con La Habana de los años 50, ni con la actual, 41
pues tropicales ambas ciudades pertenecen a mundos reales e imaginarios, totalmente diferentes. Cabrera Infante fue y será famoso siempre por muchas cosas, de las cuales destaco dos: su recreación de una ciudad y su oposición y combate al régimen que todavía preside Fidel Castro, del que se distanció formalmente en 1964, si mal no recuerdo, cuando era diplomático en Bélgica. Del primero se puede escribir un tratado. Ayer al leer sobre su muerte se decía que idealizó a La Habana de los 50 y que esa ciudad, tal como la describió, nunca existió. Creo eso. Uno recuerda y, si tiene medios para narrar ese recuerdo, lo adereza con cosas que tal vez no sucedieron, pero que son ciertas, pues la fuerza de la palabra es tal, que crea su propia realidad. Desde Londres, donde vivía, nunca dejó de insistir en La Habana. Quiero imaginarme cómo fue su última noche en la ciudad, cuando salió de ella por última vez en su vida después de asistir a los funerales de su mamá. ¿Durmió o veló o miró a la ciudad desde la ventanilla del avión? ¿Pasó por la tarde y se despidió del cine Payret, desde la enorme banqueta del Capitolio donde sor Inés corrió anhelosa al encuentro con su hijo, Alberto Limonta?. Con mi amigo tabasqueño que lee a Cabrera Infante hemos tenido discusiones interesantes. Una de ellas tiene que ver con el pasado, es decir, con extrañar, añorar o insistir en el tiempo que pasó. Se considera, a veces, falta de carácter o, cuando menos, la insistencia se vuelve molesta. El pasado tiene que ver con la memoria. Y la memoria no es la misma para un hombre de 20 o 40 años, como no puede serla para un hombre de 76. Además, en los trópicos el pasado es raro: se insiste siempre en él, se le mitifica oralmente y se usa para denigrar el presente, pero al mismo tiempo, el pasado no importa: nadie se acuerda de lo que sucedió anteayer. Llegamos ese día (podemos cambiar de opinión) que el pasado es válido porque el presente está frente a nosotros y no lo podemos asir ni poseer; el futuro es la esperanza del paraíso perdido: nadie ha estado en él, y el pasado es el único tiempo que tuvimos. Somos, sin que suene trágico, nuestro pasado. La gente común evita hablar de él porque es doloroso y cree que es inmutable. Pasado y memoria son sinónimos. No olvido la segunda causa básica de Cabrera Infante: su odio personal a Fidel Castro. Es una historia larga, pero es fascinante como el escritor y no el 42
político avizoró que la construcción de la Utopía degeneraría en un infierno. Ese es otro punto para la discusión.
Muerte de Guillermo Cabrera Infante marca el final de una era Birmingham (Alabama), 23 feb. Guillermo Cabrera Infante falleció el pasado lunes 21 de febrero, lo cual significa una pérdida inimaginable para las letras cubanas tanto de la isla como del exilio. Su muerte marca el final de una era, el entierro de una mitología citadina que más le debía a la imaginación que a la memoria vivida. La obra de Cabrera Infante es eco de lo que fue su vida: irreverente, provocadora, y tercamente independiente. Herrero de palabras, Cabrera Infante sabía cómo martillarlas para sacarles el máximo jugo significativo. Siempre presente en sus textos, como narrador impertinente o comentarista dogmático, Cabrera Infante prefería ignorar los confines de los géneros literarios. Sus textos abarcan parodias, crítica, poesía, fantasía, memorias y comentario político, todo envuelto en su característico humor cáustico y a menudo bajo un sólo título. Amante del cine, Cabrera Infante no sólo incorporó muchas de las técnicas cinematográficas a su obra, sino también logró elevar la crítica de cine al nivel de la literatura. Dedicó varios textos exclusivamente al séptimo arte, como "Un oficio del siglo SS" (1963), "Arcadia todas las noches" (1978) y "Cine y sardina" (1997). Hijo de comunistas, Cabrera Infante apoyó en un principio la Revolución del 59, pero la luna de miel duró tan sólo un par de años. Horrorizado por las restricciones del régimen hacia la labor de artistas e intelectuales -y la censura imperante de la época- Cabrera Infante se refugió en 1962 en un puesto diplomático en Bruselas. Cuatro años después se exilió en Londres, donde vivió relativamente aislado hasta el día de su muerte. Aunque le agobiaba la política, su oposición al totalitarismo se filtra por toda su obra. "Así en la paz como en la guerra" (1960), una obra de modesta resonancia,
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aborda su existencia conflictiva durante bajo el gobierno de Batista y explora de manera fragmentaria la violencia como materia estética. "Tres Tristes Tigres" (1967) es, sin duda, su texto más reconocido. Considerada una de las obras maestras de la literatura hispanoamericana del siglo XX, esta novela recrea La Habana de la década del 50 como una ciudad tan vibrante, musical y nocturna como rota y conflictiva. Ese mismo año publicó un volumen de experimentos verbales en "Exorcismos de estilo" (1967), comprometidos únicamente con la palabra misma. El exilio marcó mucho de su obra posterior, cubriéndola como un pesado manto negro de nostalgia y resentimiento. Esto se evidencia sobre todo en "Mea Cuba" (1992), una recopilación miscelánea de escritos anti-castristas donde el suicidio y el exilio operan como máxima expresión de revolución. A pesar del reconocido resentimiento que marcó gran parte de su obra reciente, Cabrera Infante nunca dejó atrás su característico humor, a menudo burlón, retórico y sardónico, al estilo del escritor estadounidense Ambrose Bierce, que brillaba lujoso y persistente. En efecto, el vicio del juego verbal a menudo lo llevaba a sacrificar la concisión, pero más que eso, la simpatía de sus lectores, aunque nunca su admiración. Como escribiera el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace unos años, por una acrobacia verbal, "Cabrera Infante ha estado siempre dispuesto a ganarse todos los enemigos de la tierra". Hoy, de seguro, aún sus enemigos estarán de luto.
Cabrera Infante, In Memoriam: Adiós al amigo Caín 23-II-05 44
Por Alberto Duque López
Guillermo Cabrera Infante estuvo en Bogotá en marzo de 1980 durante pocos días, suficientes para presentar una novela y su película "Vanishing Point" a un grupo de asombrados estudiantes que no quería creer, en la penumbra del cine México, que ese hombre de lentes gruesos y redondos, pelo largo entrecano, bigote y perilla, aire tímido y un acento cubano que nunca lo abandonaba, fuera el mismo autor de una de las grandes maravillas de la literatura latinoamericana, "Tres Tristes Tigres", tan inmensa e imborrable como "Cien años de soledad" o "Conversación en la catedral" o "Pedro Páramo" o "Rayuela" o "La muerte de Artemio Cruz". A la salida del cine México nos fuimos caminando por la calle 22, hacia un restaurante español, La Barra, acompañados entre otros por los periodistas Julio Nieto Bernal y Edgard Sierra, y los escritores Roberto Burgos Cantor y Darío Ruiz Gómez. Hablamos de todo, nos separamos una hora y en la noche fuimos convocados por un arroz con coco y una posta de carne preparados por Alix Belia. La tarde anterior habíamos estado en la universidad de Los Andes, rodeados por centenares de estudiantes, profesores y espectadores fascinados con esa conversación amena, divertida, llena de anécdotas y bromas, juegos y trastocamientos de palabras que convirtieron esa tarde lluviosa en un momento mágico, mientras la nostalgia, sobre todo cuando le preguntaban por La Habana (no por Cuba), se apoderaba de él. Esa noche, precisamente, presentó su novela "La Habana para un infante difunto". Después nos fuimos a su hotel, nos sentamos en el bar y, por supuesto, le preguntamos por una de las grandes frustraciones de su vida, el guión no filmado de "Bajo el volcán" de Malcolm Lowry, un proyecto en el que estuvo vinculado durante varios años con el mítico Joseph Losey. En diciembre de 1979, contemplando la sombra del Cristo del Corvovado, en Río de Janeiro, Losey nos confesó que esa era una de sus peores pesadillas, saber que existía un guión perfecto escrito por Caín (así firmaba sus trabajos para Hollywood), y no poder firmarlo por falta de 45
dinero. Esa noche veríamos su "Don Giovanni". Le repetimos a Cabrera la frase de Losey. Movió la cabeza, sacudió la ceniza del puro, se alisó la chaqueta a cuadros, suspiró y dijo: "Imagínate que la pantalla está completamente negra. Dentro de esa oscuridad, los créditos de la película, breves, apenas para entrar en el tema. Entonces, sin que el espectador lo descubra, la cámara se abre lentamente y cuando desaparece el último crédito descubrimos que estábamos en el interior de una calavera. Así comienza el guión que, según veo, nunca podré filmar con Losey". Después, se quedó callado. Cinco años más tarde la misma historia con guión de Guy Gallo sería filmada por un cansado y aburrido John Huston, para quien México, lo mismo que para Ambrose Bierce, era una forma sutil de eutanasia. Cabrera estuvo varios días en Bogotá en ese marzo de 1980, presentó su hermosa novela, habló con varios grupos de estudiantes, concedió muchas entrevistas, durmió poco, no se quejó de la altura de la ciudad, comió platos colombianos, conoció gente interesante que lo adoraba y luego se marchó, dejando una estela de humo. De ahí en adelante nos encontraríamos en otros lugares, sobre todo en una ciudad que compartíamos en nuestros afectos y recuerdos, San Sebastián, en el País Vasco, escenario de dos de nuestros mejores encuentros. El primero, una mesa redonda sobre la novela negra con participación de Manuel Vásquez Montalbán, la eterna Patricia Highsmith, Samuel Fuller, Orlando Mora, Cabrera, Manuel Puig y Mario Vargas Llosa además de varios críticos españoles (espero que la memoria, afectada por el dolor no deseche involuntariamente nombres importantes de esa cita). Un encuentro durante el cual Cabrera soltó con sorna su tesis sobre "el folletín y el folletón" y las implicaciones sociales y culturales de esa novela negra que en los ochenta se abría nuevos caminos entre los europeos. El segundo encuentro fue menos tumultuoso y concurrido. En uno de los restaurantes del monte Igueldo que protege a San Sebastián. Estábamos, como siempre, con Miriam Gómez, sentados en un elegante restaurante de "nouvelle cuisine". Platos más grandes… bajo platos grandes… bajo platos más pequeños hasta llegar al principal con las distintas muestras 46
de comida, diminutas, ornamentales, con poco sabor...Quedamos insatisfechos. Cabrera miró sus platos, contempló el hermoso paisaje sobre la Concha y descubrió con sus ojos de chino que, por el camino que sube el monte, lentamente, iba un hombre con su carrito de perros calientes. Llamó al camarero, le dijo que le hiciera señas al otro y cuando por fin alcanzó la cumbre, compartimos lo que para Cabrera y Miriam Gómez se convirtió en una maravilla: un perro caliente grueso y jugoso y caliente, colocado con finura sobre un plato que estaba sobre otro plato que estaba sobre otro plato. Nos vimos en otras ocasiones, siempre relacionados con el cine, maravillados con las entrevistas que uno repasaba en los libros preparados por Luis Harrs, Rita Guibert o Eligio García Márquez quien se convirtió en uno de los asiduos en su apartamento de Londres. Se reía cuando le contaba que en 1968 su novela "Tres Tristes Tigres" había cambiado la vida de toda una generación de escritores con su humor negro, con su irreverencia, con su sentido musical del lenguaje, con su visión del sexo, y sobre todo con su sentido absoluto de la libertad. También se reía cuando le contaba que, cuando teníamos quince años, ibamos dos veces a la peluquería en Barranquilla, en la costa Caribe (una expresión que siempre rechazó), solo por leer sus artículos en la revista "Carteles" adornados con unas rubias despampanantes. Se reía, cerraba más los ojos de chino y decía que nosotros lo que queríamos era ver las tetas de las modelos. Sostuvimos una complicidad grata y distante, alimentada por un pacto doble que supimos mantener: con Cabrera nunca hablábamos de política cubana, y con los amigos cubanos (Pastor Vega, Jesús Díaz, Ambrosio Fornet, Senel Paz , Jorge Fraga y los demás) nunca tocamos el lado político del otro. Funcionó. Habrá que repetir las dos versiones de "Vanishing Point", 1971 y 1997; repasar sus artículos llenos de resentimiento y amargura sobre Cuba; sus libros hermosos y lúcidos, los literarios y los cinematográficos si es que cabe alguna separación… recordar su acento muy cubano, su olor a tabaco, su aire cansado en los festivales, sus ojos cerrados por el humo mientras escuchaba alguna impertinencia y saber que no podremos olvidarlo, por encima 47
de cualquier diferencia política, literaria o religiosa.
Sobre la muerte de Cabrera Infante; un hijo rebelde del estalinismo
Por Carlos Manuel Estefanía.
Director de CubaNuestra
El martes 22 de febreroel noticiero de la Televisión Española Internacional (TVEI), le dedicó un respetable espacio a la muerte de Guillermo Cabrera Infante, acontecida el lunes 21 de febrero de 2005, en Londres, cuando el escritor contaba con 75 años de edad. La muerte de este cubano, nacido en Gibara en 1929, ha repercutido del otro lado del Atlántico, asi nos lo hizo saber Quetzalcoalt, nuestro corresponsal en México, con una nota según la cual, la delegación Benito Juarez había organizado una conferencia sobre el Premio Cervantes, el mismo martes, en la Casa de la Cultura Juan Rulfo, en Mixoacán. Por otra parte, según el reportaje de TVEI hasta la Jiribilla, publicación oficialista cubana, se ha hecho eco del fallecimiento del escritor cubano. Cabrera infante provenía de una familia furibundamente estalinista, por lo que ha decir de él mismo había crecido, no
medio de las contradicciones del capitalismo, sino del comunismo. En cierto sentido fue fiel a la ideología de sus padres hasta que experimenta en carne propia su implementación práctica,
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sobretodo con la clausura en 1961 del suplemento literario "Lunes de Revolución" del que fué director. Cuba Nuestra, si bien no comparte algunas de las ideas politicas expresadas por Cabrera Infante, antes y despues de su ruptura con el estalinismo tropical, no deja rendirle homenaje a esta, una de las figuras mas grandes de la literatura hispanoamericana.
Homenaje poético a Cabrera Infante 2005-2-23 Por Manuel Sosa .
Colaborador de Cuba Nuestra TÁNTALO Y EL SUPLICIO DE LAS TARDES A G. Cabrera Infante Hay en todo acercamiento un fulgor que nos aturde y maldice, como ese tránsito del vestíbulo a la sala oscura cuando la función acaba de empezar y los velos no caen para los ojos, báculos inseguros ante el precipicio que le tiende esta hábil prisión de sombras y luces.
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Y es que así lo siente el desterrado, aquel que aún guarda en los bolsillos las raídas papeletas de otras ocasiones, cuando sus manias le impulsaban a rondar estas casas de apariencia y perdición. Historia tras historia, espejos sin rostros, ilusiones recreadas para atraparle y hacerle olvidar su rutina de aderezar un nicho que sospecha familiar, su veredicto cumplido con eficiente civismo.
Previsible, repitiendo los gestos que su propio castigo adiestra, el desterrado cruza el vestíbulo una vez más ante la imperturbable casaca, la abulia del portero que ha hecho de este ritual de romper las papeletas un acto supremo de indiferencia.
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Los espectros aguardan. Las imágenes inundan el semblante del desterrado que sabe reaccionar grácilmente ante las escenas y las consabidas palabras: enmienda, escozor de una isla cotejada por el viento, mástil vencido en el crepúsculo del trópico, un beso que atenúa el estallido de los cuerpos, pabellones austeros, manuscritos de iniciación que se pudren en un arca, roces, muslos furtivos, lluvia, fango embadurnando las capas níveas.
Un mecanismo que succiona el flaco arbitrio de los héroes, dibujados con tintes risibles, para conmover a la audiencia. El mito proyectado, que cíclicamente renueva el desgarramiento de las mortajas, un resucitar en la designación
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de la poca certeza que sostiene cada credo. Luces y sombras cubriendo la armazón condenada a no ser, a faltar a la hora en que enumeran virtudes porque toda representación es menos misterio que estigma.
Por costumbre se vuelve al lunetario, al coro de fieles que se dejan poseer ensimismados, fraguando su acorde y descenso. Por costumbre se palpa la frialdad del reclinatorio en que viene a cubrir, a demarcar su porción física para perderla de nuevo, así como se alejan los manjares y el agua al intentar alcanzarles. Como un libreto que bien o mal se aprende, el desterrado repite los bocadillos que sus semejantes creyeron susurrar, sin saber de la complicidad
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de la propia audiencia.
Diálogos para reconocer su propia voz; infabilidad del protagonista que regresa por las noches a un hotel de paso, a beber de su tazón mugriento; candor prestado por un día a la muchacha que agita su pañuelo en los andenes, y ve pasar uno a uno los furgones y los soldados; extravío que confiesan los progenitores mientras parten el pan ante un retrato con flores, marchitas ya.
Con tal iridiscencia transcurre la función vespertina, a la que acuden los clientes de costumbre, que se ignoran entre sí y saben reprimir su desencanto con los mismos finales y las mismas misericordias.
En el lunetario, a punto de descorrerse las
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sombras cabe la certeza de que los créditos significan una pausa razonable, pues todo castigo apetecible es circular como una rueda que vierte el agua entre las piedras y nunca aplaca la sed.
El desterrado salta sobre el foso, aquel que separa su oscuro paraíso de un territorio que no puede ambicionar ni hacer suyo, el de las callejas y el tumulto. Vuelve a estrujar las rotas papeletas, ajadas en su bolsillo y camina lento hacia su refugio, para consumar su ración de tiempo. El tiempo que lento discurre entre esta función y la del día siguiente. Adiós al Infante difunto EL infante de la calle de Zulueta, 408 (La Habana Vieja) murió en Londres, lejos de la ciudad que amó tanto, aquejado de una 54
profunda melancolía, rota el alma por un exilio que truncó su vida y le obligó a vivir una vida paralela plena de nostalgia, una existencia que no era la suya. Con la muerte de Guillermo Cabrera Infante las letras españolas han perdido uno de sus grandes prosistas, un escritor que aportó su capacidad de crear lenguaje, su maestría para jugar con las palabras y su fuerza para contar historias sin perder nunca la carga de poesía que acompaña siempre a Cabrera. Cuenta Guillermo Cabrera Infante como 'murió' un 25 de julio del año 1941. Ese día el joven Guillermo -doce años- llegó con sus padres a la ciudad de La Habana, procedente de Gibara, su pueblo natal, para vivir en un pequeño apartamento de un solar de la calle de Zulueta, 408. Ese día murió el niño Cabrera y nació el hombre, la persona con capacidad para pensar, decidir y, sobre todo, para crear. Lo cuenta magistralmente en su novela 'La Habana para un infante difunto' cuyo título es precisamente un juego de palabras -Cabrera es en sí mismo un juego de palabras- sobre el hecho vital que marcó su vida: conocer la ciudad de La Habana. El escritor cubano, reconocido con numerosos premios -el Biblioteca Breve 1964 y el Cervantes, entre los mas destacados- y novelista de éxito internacional, ha construido una obra literaria en la que La Habana es más que un referente, es la médula misma de las páginas de sus libros. Toda su novelística está atravesada por la ciudad, por calles, plazas y parques, que describe de forma minuciosa, con el detalle de orfebre que sólo se entiende en quien siente la ciudad como algo vivo, como un ser con personalidad y biografía propia. GCI se ha alimentado durante cuarenta años de su memoria. De las vivencias habaneras de juventud, de su trabajo periodístico en la revista 'Carteles' y 'Lunes de Revolución'. Quizás ha sido el cine, su gran pasión, la tabla a la que se asió en medio del naufragio vital que supuso para él primero el desengaño del sueño revolucionario, más tarde la angustia de la persecución larvada, después la desazón de saber que quienes creías héroes en realidad escondían la tiranía en su corazón y finalmente el exilio en el año 1964, tras cinco años de entusiasta colaboración con el castrismo. También padeció la despiadada marginación de la izquierda 55
española, porque tras su éxito con la novela 'Tres tristes tigres' en la editorial de la progresía de los años sesenta, su condición de disidente del régimen cubano le convirtió en un escritor 'apestado', en un 'gusano' que osaba decir la verdad sobre la censura, la opresión y la tiranía de un hombre que puso a todo un pueblo al servicio de sus delirios. Aquel episodio le transportó a sus años de paranoias persecutorias habaneras. Autor de dos novelas esenciales en la literatura en español de la segunda mitad del siglo XX -'Tres tristes tigres' y 'La Habana para un infante difunto'- y de otros muchos relatos y ensayos, especialmente me parece actual y reseñable su libro 'Vidas para leerlas' (más y más palabras retorcidas) una serie de biografías que permiten entender la esencia del castrismo y las claves de la Cuba actual. Cabrera ha muerto lejos de su Habana, extramuros del cementerio Colón, el camposanto más bello del mundo, con el dolor de no haber podido regresar a su Cuba natal, con la angustia de perder el recuerdo vivo de las calles de La Habana, con la espina de no haber podido asistir al fin de la tiranía castrista.
Entrevista:
Guillermo Cabrera Infante
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La Música de las palabras por Yolanda Delgado Batista En estos días la Casa de América ha dedicado una semana al escritor Guillermo Cabrera Infante. Esta corta estancia la hemos aprovechado para hablar con él y saber más sobre su obra y su personalidad. Guillermo Cabrera Infante nació en Gibara (Cuba) hace sesenta y siete años. Está casado con la actriz cubana Míriam Gómez. Entre sus obras se encuentran: "Así en la paz como en la guerra" (1960), "Tres Tristes Tigres", novela con la que consiguió el Premio Biblioteca Breve en 1964, "La habana para un infante difunto (1979), "Delito por bailar el chachachá" (1995) y su última novela publicada en España "Ella cantaba Boleros" (1996). Este escritor, admirador de Borges, compañero de Severo Sarduy, se mueve, como Joyce, en un ambiente de exilio: su corazón en Cuba y su casa en Londres. Devuelve a las palabras el ritmo y la sonoridad de los diálogos cubanos. Ya en Tres Tristes Tigres da pautas para hacer la lectura de su novela: El libro está en cubano. Es decir, escrito en los diferentes dialectos del español que se hablan en Cuba y la escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo, como aquel que dice. Las distintas formas del cubano se funden o creo que se funden en un solo lenguaje literario. Sin embargo, predomina como un acento el habla de los habaneros y en particular la jerga nocturna, que como en todas las grandes ciudades, tiende a ser un idioma secreto. La reconstrucción no fue fácil y algunas páginas se deben oír mejor que se leen, y no sería mala idea leerlas en voz alta. (...) Ese "desorden" en la construcción de las frases, esa traslocación alocada de las palabras, descubre nuevos espacios para el sentido, nuevos significados que no paran de 57
hacer guiños al lector y provocar, en muchos casos, la sonrisa. La última de sus novelas, Ella cantaba boleros, vuelve a recrearse en la vida nocturna de la Habana del 59 y toma como eje central a la cantante cubana Freddy, La Estrella, de la que ya hablara en Tres Tristes Tigres: - Era una mulata enorme, gorda gorda, de brazos como muslos y de muslos que parecían dos troncos sosteniendo el tanque de agua que era su cuerpo. En Ella cantaba Boleros: - Y sin música, quiero decir sin orquesta, sin acompañante, comenzó a cantar una canción desconocida, nueva, que salía de su pecho, de sus dos enormes tetas, de su barriga de barril, de aquel cuerpo monstruoso, y apenas me dejó acordarme del cuento de la ballena que cantó en la ópera, porque ponía algo más que el falso, azucarado, sentimental fingido sentimiento de la canción, nada de la bobería amelcochada, del sentimiento comercialmente fabricado del feeling, sino verdadero sentimiento y su voz salía suave, pastosa, líquida, con aceite ahora, una voz coloidal que fluía de todo su cuerpo como el plasma de su voz y de pronto me estremecí (...) - Usted es un experto en reflejar la oralidad en la escritura, ¿es
la literatura un acto del "oído" más que de la "vista"?
- Eso es lo que yo he dicho. En realidad, yo presto más atención a cómo suena cuando se lee que a cómo se ve cuando se escribe. - ¿Cree que sus retruécanos son melodías que suenan de fondo
en sus relatos, o es simplemente un juego del ingenio?
- No; son simplemente un sistema poético. Una manera de embarullar, componer con palabras algo menos directo que una frase usual, menos artificioso que un verso. - Su forma de escribir y su estilo cuando empezó a escribir,
¿fue también una apuesta para ir en contra de la corriente del realismo social que había en ese tiempo...?
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- No había ningún realismo social; lo que había era una enorme... - ¿No existía la corriente de los Moravia,... -...Sí, pero de lo que se trataba era de la atención desmedida que se prestó a cierto folclorismo guatemalteco en la novela de Miguel Ángel Asturias, El señor Presidente, y yo leí fragmentos de El señor Presidente y llegué a la conclusión que si eso era literatura, yo podía hacer lo mismo. Y eso fue el comienzo realmente: un acto de parodia. Las mujeres y las novelas - ¿Está de acuerdo con que la novela se hizo "mayor", como
género, porque las mujeres se empeñaron en leerla...?
- No... Yo no creo, porque no creo que hubiera grandes lectoras cuando se publicó el Quijote... - Las novelas de Jane Austen... - Eso es diferente, eso son dos siglos más tarde y hay una adquisición de la cultura, mejor dicho, de la lectura, por parte de las mujeres. Sobre todo hay que considerar que se habla de Inglaterra. Yo no creo que las mujeres españolas... - ¿No leían...? - O no leían o tenían otra lecturas. - ¿La novela "rosa"...? - Novela rosa sí leerían y, de cierta manera, las novelas de Jane Austen son un substituto de la novela rosa. Es el encuentro de la novela romántica con una particular sensibilidad de parte de la escritora... y una inteligencia poco común, no sólo ya como lectora, sino como escritora. Y ése es el fenómeno Jane Austen. - Dicen que las mujeres leen más "novela" que los hombres, o
que están más cerca de la literatura que los hombres, ¿usted qué opina?
- Es posible que haya más mujeres lectoras que lectores, pero ese tipo de estadísticas no me importa demasiado. Es decir, lo que me importa es la consecuencia que pueda tener un escritor sobre sus lectores. No si son muchos o son pocos porque entonces entraríamos de lleno en el terreno de considerar los best sellers como una forma literaria óptima.
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Cuba es una gran tragedia - ¿Me puede hablar un poco de quién es
el personaje de "La Estrella"? - Bueno, si tú te lees Ella cantaba boleros, no hay necesidad de
explicación. Es más, hay demasiada explicación en Ella cantaba boleros acerca de quién era "Estrella". Fue un fenómeno musical que existió, que tuvo su apogeo y después se extinguió, por eso el nombre de "Estrella" le viene bien: una estrella que se apaga... - ¿Qué "música de fondo" propone para
leer sus novelas?
- La música de mis palabras. - ¿Es para Ud. Cuba un "bolero"? - No, no, en absoluto. Cuba es una enorme tragedia, no es un bolero. Para mí... un bolero es un bolero; los boleros son los boleros... y no hay ningún otro paralelo posible... Son demostraciones musicales... y eso es todo. - ¿En Cuba Ud. se sentía como aquel poema de Stevenson que
decía: "Whenever the moon and stars are set, Whenever the wind is high, All night long, in the dark and wet A man goes riding by. El poema termina Why does he gallop and gallop about? - Eso es un poema que yo leí, en inglés, en las clases nocturnas de inglés en La Habana vieja, alrededor de mil novecientos cuarenta y... tres, por ejemplo; pero yo no me sentía nada como un niño solitario, nunca, ni cosas de esas... Eso estaría bien para Stevenson en Escocia, pero no para mí en La Habana. - ¿Y en Londres a veces se siente así? - ¿Como un niño...? Nunca, nunca... Yo no me he sentido como un niño más que cuando era niño... Y además yo era un niño impertinente, que sabía demasiadas cosas para su edad... se metía en las conversaciones con los mayores... No, no; eso no tiene nada que ver conmigo. - Usted a veces ha dicho que "la vida es una gran parodia", ¿la
contempla desde una butaca?
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- Yo a veces digo cosas que en realidad después me arrepiento de haber dicho... y esta es una de ellas. Yo no creo que la vida sea una gran parodia; yo creo que hay parodias dentro de la vida, pero no la vida misma es una gran parodia, porque eso remitiría a un modelo mayor que la vida, porque no hay manera de parodiar sino teniendo un modelo que sea objeto de la parodia - En Ella cantaba boleros, en sus primeras páginas, usted
escribe: "nada vulgar puede ser divino, es cierto, pero todo lo vulgar es humano", ¿cree que el cine actual aún refleja la vulgaridad de la vida?
- ¡Oh, sobre todo..., o sea, gozosamente! Yo creo que el cine es de las manifestaciones más vulgares que puede haber; es más, las ha reintroducido en la vida... los tacos, las malas palabras... hay una cantidad de fornicación en las películas, que no puede ser más exhibida, y por tanto, más vulgar... - Con el seudónimo de G.Caín publicó sus críticas de cine en el
semanario Carteles.¿Ha resucitado de nuevo Caín o murió en Carteles...?
- No , ha salido otras veces... Hay un incidente, que ocurrió hace poco, en que un "avatar de Caín" se manifestó cuando el director de las páginas de opinión de un periódico de Estados Unidos fue despedido de su cargo porque le había agarrado un seno a su secretaria. Yo comenté "pero no debieran haberlo castigado, porque es un esteta"... y la señora que estaba junto a mí me dijo "¡pero cómo, por favor,... siempre eres un Caín!"... - ¿Qué quiere decir cuando dice "un crítico, de tanto ver, se
queda miope"?
- Ah, esa es una frase graciosa, o que pretende ser graciosa. Es una alusión a mi miopía y a la cantidad enorme de películas que pueden ser causales o no de mi ser corto de vista. - La metáfora literaria produce una imagen,
¿ésta pude convertirse en imagen cinematográfica o son incompatibles?
- Completamente diferentes... No, la imagen cinematográfica está ahí, muy visible; la imagen literaria hay que buscarla siempre... o hay que establecer un complejo sistema de comunicaciones. 61
- ¿Fue su madre la culpable de que le gustase el cine? - No... fue mi madre la culpable de llevarme al cine tan pequeño, porque yo creo que habrá muchos hijos que hayan sido llevados por su madre al cine como me llevaron a mí y que odiaran al cine. Lo uno no es consecuencia de lo otro, pero sí yo creo que es de hacer notar que mi madre se empeñó en llevarme al cine a una edad tan tierna que, en realidad, lo único que podía pretender ella era que yo viera la película..., pero pensando que también había ido al cine cuando estaba embarazada, no creo que ella quisiera que yo viera películas desde el seno materno... Cabrera Infante, Cicerón e Internet: historia de un malentendido - ¿Piensa que con "Internet" la literatura será un vasto juego
sin fronteras?
- Yo no tengo la menor idea de lo que es el "Internet"... Yo creo que todo el mundo habla de lo que es el "Internet", y me preguntan "¿tienes Internet?", como antes se preguntaba...
-..."tienes teléfono"...
- ...Sí... o "¿tienes hambre?", o "¿tienes...?" A mí me parece un escándalo tan extraordinario..., porque yo estoy completamente ajeno a él, yo no participo del Internet... - Pues hay muchos artículos y muchos estudios sobre usted en
Internet...
- ¿Sí...? Pero sin mi permiso... - No suyos. Hablan de usted... Por aquí tengo alguno...-le
muestro uno de los artículos que llevaba como documentación para la entrevista.
- Hay dibujitos y todo... espero que no sean obscenos... ¿Son mujeres quitándose las ropas? ¡Qué horror!-exclama con fingido escándalo. - No; es Cicerón dictando a su secretario... y aquí hablan de
usted -Cabrera Infante examina con detenimiento el artículo.
-... Me ponen al lado de Cicerón...-exclama sorprendido. - Sí, señor, y es de una Universidad de New Jersey, de una
publicación de literatura...
- Voy a tener que comenzar a pensar en el Internet como algo positivo...
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- Y había otros muchos artículos, pero no pude acceder a
todos...
- ¿Y cómo tú sabías que había otros...? - Porque cuando yo busco su nombre, me aparecen todos los
documentos que hay en el mundo que alguien, gratuitamente, ha metido en la red sobre usted.
- ¡Qué bien! - Yo, precisamente, le estoy haciendo esta entrevista para una
revista...
-¿Para Internet...? - Sí, para una revista de literatura... de la Universidad
Complutense...
- Tú no me advertiste eso... - Es una revista literaria... - Pero lo de Internet...-dice haciendo vibrar fuertemente la erre. - Le entra la paranoia... -apunta alguien a mi alrededor. - No, no... no me entra la paranoia -se defiende él-, pero no creo que mi madre me criara a mí para terminar en el Internet... todos nos reímos. - Es una de las cosas más maravillosas del mundo, porque todo
el mundo puede leer sobre su obra. ¿No le gusta esa idea?
- Sí..., me gusta la idea que lean sobre mi obra, pero me gusta la idea de que paguen por leer mi obra. No que todo esto sea gratis. - Son estudios... desde luego la novela no se
puede leer por Internet, pero sí pueden entrarles ganas de comprarla. El tiempo pasa y su esposa nos avisa de que un doctorando francés está esperando, después de un viaje de catorce horas, para entrevistarse con él. - Sólo una pregunta... ¿Cómo se siente después de haber presenciado un ciclo sobre usted en la Casa de América? ¿Le hace reflexionar sobre su obra?
- Sobre todo me siento fatigado. Me siento, en realidad, muy honrado y estoy alegre, contento, pero también estoy muy cansado; es, eh,... - ¿Demasiado condensado...?
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- Demasiado..., demasiada tensión. Ahora, como Greta Garbo, tengo ganas de decir "quiero estar solo"... - Muy bien... - Tienes un buen final ahí, ¿no? BIBLIOGRAFÍA de GUILLERMO CABRERA INFANTE: • • • • • • • • • • • •
"Así en la paz como en la guerra". (Cuentos, 1960) "Tres Tristes Tigres" (1964, Premio Biblioteca Breve) "Vista del amanecer en el Trópico" (1974) "0" (1975) "Exorcismos de esti(l)o" (1976) "La Habana para un infante difunto" (1979) "Holly Smoke" (1986, en inglés) "Mea Cuba" (1993, escritos políticos) "Un oficio del siglo.XX" ("Twenty Century Job", críticas cinematográficas) "Arcadia todas las noches" (críticas cinematográficas) "Delito por bailar el chachachá" (1995, tres relatos). "Ella cantaba boleros" (1996)
Yolanda Delgado 1996 modificada: 2 de diciembre de 1996
Guillermo Cabrera Infante (Cuba, 1929-2005)
Escritor cubano. Nació en Gibara, provincia de Oriente. En 1941 emigró a La Habana con sus padres y seis años después comenzó a escribir. Fundó la Cinemateca de Cuba y fue agregado cultural en Bélgica, pero en 1965, al año siguiente de ganar el Premio Biblioteca Breve, rompió con el régimen de Fidel Castro y terminó instalándose en Londres, ciudad en la que residió hasta su muerte. Así en la paz como en la guerra (1960) fue su primer volumen de relatos. La novela Tres tristes tigres (1967) le confirmó como uno de los narradores en español más importantes del siglo. La Habana, el habla y el mundo cubano 64
constituyen la obsesión reiterada de Cabrera Infante en esta novela y en toda su obra. Destacan entre los libros posteriores La Habana para un infante difunto (1979), en gran medida autobiográfica; O (1975) y Exorcismos de esti(l)o (1976), obras de carácter experimental, y Holy Smoke (1985), escrita en inglés. De su pasión por el cine dan muestras los libros Un oficio del siglo XX (1963) y Arcadia todas las noches (1978). Guillermo Cabrera Infante (Cuba, 1929-2005) La voz de la tortuga, de Todo está hecho con espejos (fragmento) " Cómo el otro muchacho logró arrastrar a la pareja las ocho leguas que lo separaban del pueblo es tan extraordinario como la tragedia que motivó esta hazaña. Llegó por fin después del mediodía en medio de la indiferencia de siempre. Pero, como en todos los pueblos, la extraordinaria presencia congregó enseguida un público demasiado asombrado para reaccionar ante el horror de inmediato. Podía parecer una feria. Pero entre los últimos que acudieron, estaba la pretendida novia por un día cuyo horror tuvo un límite. Claro que reconoció enseguida a su novio. Lo que no vio es que ahora, ante la algarabía, había entreabierto él los ojos. Nadie lo vio porque en ese momento la caguama, que, como todas las tortugas, era inmortal, exhaló una especie de alarido que no pareció salir de la boca de la bestia sino de entre los labios abiertos de la novia ante su pretendiente. El muchacho, todavía sobre la tortuga, cerró los ojos y por un momento creyó que soñaba con su noche nupcial. " Ella cantaba Boleros (fragmento) " Y sin música, quiero decir sin orquesta, sin acompañante, comenzó a cantar una canción desconocida, nueva, que salía de su pecho, de sus dos enormes tetas, de su barriga de barril, de aquel cuerpo monstruoso, y apenas me dejó acordarme del cuento de la ballena que cantó en la ópera, porque ponía algo más que el falso, azucarado, sentimental fingido sentimiento de la canción, nada de la bobería amelcochada, del sentimiento 65
comercialmente fabricado del feeling, sino verdadero sentimiento y su voz salía suave, pastosa, líquida, con aceite ahora, una voz coloidal que fluía de todo su cuerpo como el plasma de su voz y de pronto me estremecí. "
Cabrera Infante: "Era fanático de los perros"
Como parte de nuestra serie "Momentos definitorios", en la que se exploran los hechos que cambiaron la vida de personalidades influyentes de diversos ámbitos, nuestro colega Manuel Toledo, de la BBC, conversó con el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Cabrera Infante nació en Gibara, Cuba, el 22 de abril de 1929, y se trasladó con su familia a La Habana en 1941. Desde 1965 vive en el exilio. El autor de "Tres tristes tigres", "La Habana para un infante difunto", "Vista del amanecer en el Trópico", "Delito por bailar el chachacha", y otras obras, recibió el Premio Cervantes en 1997.
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Guillermo, Ud. podría pensar en algún momento que considere que ha sido definitorio en su vida, que lo ha marcado como escritor, como ser humano. Sí. Esto ocurrió en el bachillerato, pero lo que yo tengo que decir, antes de hablar del bachillerato y de un profesor extraordinario que me tocó tener, es que estudié en Cuba, desde el kindergarten hasta la escuela de periodismo -pasando por el bachillerato- absolutamente gratis. Es decir, en escuelas públicas. Eso para mí es importante porque yo les debo, no solamente a los maestros de primera enseñanza, sino a los maestros de bachillerato y de la escuela de periodismo, un reconocimiento que en realidad nunca les he dado. Nunca he Nunca he mencionado como mencionado como ellos influyeron en ellos influyeron en mí, más que nada. mí, más que nada. Pero hay un momento en mi vida, en el cual yo era un estudiante bastante bueno, pero a mí nada más que me interesaba el béisbol y ver pasar a las muchachas por el instituto, porque eran clases de hembras y varones, y un día un profesor que cuando hablaba se volvía un histrión empezó a contar un cuento, que de pronto resolvió con la visita de un viajero que muchos años antes había dejado su isla y al regresar no era reconocido más que por su perro. Entonces, como yo era un gran fanático de los perros...yo siempre tuve perros, desde niño e incluso ya de mayor...pues, me interesó la historia. Y este perro, después de reconocer al viajero, moría.
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Ya Ud. sabrá que estoy hablando de Ulises y de su regreso a Ítaca, y de "La Odisea", pero yo no lo sabía. A mí lo que interesó verdaderamente fue la anécdota del perro tan leal y tanto reconocimiento que le hacía a su dueño. Pero eso picó mi curiosidad por saber exactamente qué ocurría antes y A mí lo que después de la muerte del perro, y interesó después del regreso de Ulises a Ítaca, y verdaderamente fue fui a la biblioteca del instituto, que era la anécdota del magnifica, y me leí "La Odisea". Me perro tan leal y pareció un libro extraordinariamente tanto atractivo y después leí "La Ilíada", que reconocimiento que en realidad me rechazó un poco, por lo le hacía a su dueño. sangrienta que es y la cantidad enorme de batallas y de nombres, pero me quedé prendido a "La Odisea", realmente. Y ahí fue cuando yo empecé a interesarme en los libros y, por supuesto, en la cultura que ofrecen los libros. La historia de Ulises es de cierta forma una historia de exilio. ¿Qué ha significado para Ud. ser un escritor exiliado? Ha significado algo muy bueno porque me he permitido convertirme en escritor profesional. Es decir, yo vivo de lo que escribo, no como antes, que publicaba esporádicamente. Pero, al mismo tiempo, el exilio me ha hecho perder mi lector natural que es, por supuesto, un cubano y si es posible un habanero.
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Y eso ha sido para mí un conflicto porque mis libros están prohibidos en Cuba. Ni siquiera se pueden tener en la casa. Hace poco descubrieron a una maestra que tenía un ejemplar de mi libro "La Habana para un infante difunto" y la llevaron presa. La juzgaron por tener "literatura Mis libros están subversiva", cosa que es prohibidos en Cuba. verdaderamente tener ganas de acusar a Ni siquiera se alguien por algo que no existe, y la pueden tener en la multaron en 500 pesos, que para una casa. persona en Cuba es bastante dinero. De manera que ni siquiera puedo tener ese tipo de lector ocasional. Y esto es lo que a mí en realidad más me toca de mi exilio. Conozco a los otros escritores sudamericanos que empezaron a publicar junto conmigo y todos no solamente pueden regresar a sus países de origen, sino que sus libros son celebrados, acogidos y leídos en sus países respectivos. ¿Y qué tendría que pasar en su Ítaca para que Ud. pueda regresar? Tendría, primero que nada, que desaparecer del gobierno Fidel Castro, de la forma en que fuera posible, es decir, si renunciaba o si se moría o si lo sacaban del poder. Tendría que ser Tendría que ser un país en democracia. un país en De otra manera, yo no podría regresar. democracia. De otra Porque yo estoy muy bien en Londres. manera, yo no Estoy viviendo en la democracia inglesa, podría regresar. y estoy viviendo muy bien en el sentido de que tengo completa libertad para hacer lo que yo quiera, para escribir lo que yo quiera y para leer lo que yo quiera.
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¿Cuál Ud. cree que sería el futuro, digamos, ideal para Cuba? El futuro para Cuba es uno sólo. El futuro ideal es el mismo que el futuro real, es decir una democracia. Yo creo en la democracia y una de las cosas que más me gusta de Inglaterra es la permanencia de su democracia, de su constitución no escrita, y un parlamento independiente, y una prensa libre. Todo eso viene con la democracia. No hay otra forma de alcanzarla. Todo lo demás que se diga del gobierno del proletariado y toda esa serie de engañifas, no tienen ningún sentido para mí. Yo creo que el gobierno único de un país tiene que ser un gobierno democrático, elegido por la mayoría, en voto secreto y universal, y eso es lo que yo aspiro que ocurra en Cuba. ¿Ud. tiene algún tipo de contactos con escritores cubanos en Cuba, en la isla? Muy esporádicos. A mí vienen a visitarme escritores de todas partes y yo los recibo. Y así mismo recibo a los escritores cubanos que quieran conocerme, como pasó con Senel Paz, que me llamó por teléfono y me dijo que quería conocerme. A mí vienen a Vino un día y me conoció y charlamos. visitarme escritores Por supuesto, no hablamos de política, de todas partes y yo sino de literatura. Ha habido otros los recibo. Y así escritores, como Antón Arrufat, quien mismo recibo a los también vino a visitarme. escritores cubanos que quieran Él es ahora un escritor laureado por el conocerme. gobierno de Castro, pero lo recibí por ser un viejo amigo y por ser una persona que, en realidad, por encima de todo, lo que le interesa es la literatura, y de eso fue lo que hablamos. Y también otros escritores de no tanto nombre como Paz o Arrufat, pero sí bastante conocidos en Cuba.
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Sí, yo recuerdo lo de Arrufat. Ese día yo estaba con él. En ese momento yo estaba estudiando literatura inglesa e hispanoamericana en Oxford y lo había invitado a dar una conferencia allá. Después él vino a verlo a Ud. Ah, sí. Pues estuvimos hablando durante una o dos horas, pero prácticamente no hablamos de otra cosa que no fuera literatura. ¿Y algunos escritores cubanos como Gastón Baquero, Lydia...? Ah, bueno, sí. Los escritores exiliados, sí, por supuesto, he tenido mucho contacto. He tenido contactos con Baquero, en realidad encuentros bastante agradables. Por último, cuando estaba en el hospital, me escribió una carta magnifica, hablándome de lo que yo escribo y de lo mucho que le interesaba. También tuve una gran relación con Lydia Cabrera, quien murió de una edad muy avanzada, 99 años, pero yo la conocía de Cuba... a Baquero no lo conocía de Cuba, pero a Lydia Cabrera sí. Yo visitaba su casa, muchas veces, y después la vi en Miami, donde estaba exiliada, y la visité muchas veces. También tuve algún contacto, pero esporádico, con Lino Novás Calvo, a quien fui a ver en el asilo en que estaba recluido. Cabrera Infante vive Aparentemente, no le interesaba nada en el exilio desde más que lo más elemental porque estaba 1965. calificado como senil pero, de alguna manera, yo le hablé de uno de sus cuentos y dije mal el título y él me lo corrigió. Entonces me di cuenta de que, a pesar de que estaba recluido como senil, no estaba senil, estaba muy claro respecto a la literatura. Pero no hablamos tanto de literatura porque, en realidad, el ambiente de ese asilo era absolutamente tenebroso, por no decir otra palabra.
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Tengo entendido que estos tres escritores que Ud. acaba de mencionar, Gastón Baquero, Lino Novás Calvo y Lydia Cabrera, por una coincidencia, han sido publicados en Cuba después de muertos. Yo espero que Ud. dure mucho, pero digamos si Ud. muere esta noche, ¿cree que le pasaría lo mismo? No lo sé. No lo sé realmente porque hay que reconocer que los tres tuvieron posiciones muy adversas para la revolución y para Castro, pero en realidad, allá siguieron el modelo soviético de publicar a los escritores... Inclusive en Rusia, antes de caer el Es una pobre régimen soviético, ya habían publicado esperanza para mí, a Nabokov, que era un enemigo en el sentido que no ferviente y fervoroso de la revolución me interesa lo que rusa. No sé, en realidad, que harían, pase después de pero sí hay una entrevista bastante muerto. vieja en la televisión americana, nada menos que a Roberto Fernández Retamar, y él dijo que yo era un contrarrevolucionario contumaz y que si me moría, verían si me publicaban después de muerto. Esa es una pobre esperanza para mí, en el sentido que no me interesa lo que pase después de muerto, y mucho menos me interesa que me publiquen en Cuba en esas condiciones. Hablando de artistas cubanos muertos recientemente, ¿qué le ha parecido el caso de Celia Cruz? He lamentado mucho su muerte porque éramos amigos.
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Ella vino a visitarme aquí. Yo iba a sus conciertos cuando venía a Londres. Pero lo que me ha parecido realmente extraordinario es la acogida que le han dado no solamente en Miami, sino en Nueva York, a su velorio y a su cortejo fúnebre. Cientos de miles de personas, en Miami, que era muy visible porque le En Cuba tuvieron hicieron una toma con helicóptero, y se una reacción típica. veía la fila, que era de seis en seis, Fueron muy recorrer cuadras y más cuadras mezquinos. alrededor de la iglesia en que estaba siendo expuesta. Y después, la acogida multitudinaria que tuvo su entierro en Nueva York... Es sorprendente porque ella era una gran cantante, era una persona con eso que se llama carisma, y era muy popular, pero nunca pensé que tanta gente en Nueva York, a pesar de la lluvia y del mal tiempo, asistiera a su entierro. ¿Y ha sabido Ud. de las reacciones en Cuba? En Cuba tuvieron una reacción típica. Fueron muy mezquinos. Publicaron una nota de apenas una pulgada y la coronaron con una frase que vale la pena repetir, para repetir la inequidad de la frase, dijeron que era un icono contrarrevolucionario. Eso fue todo el juicio que hicieron de ella como artista. Eso me parece una reacción típica de los funcionarios, es decir de los comisarios cubanos. Si Ud. pudiera pensar en un epitafio desde La Habana para un Infante difunto, ¿cuál sería? Ah, no, yo me niego a pensar en esos términos. A mí no me interesa ese tipo de homenajes.
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Todo lo que sea póstumo, no me alegra. Me alegra todo lo que pueda ser celebratorio en vida, pero después de muerto no creo que yo vaya a aspirar a una especie de permanencia literaria, a una suerte de celebridad después de muerto. Eso no me interesa para nada. Para pensar en la posteridad literaria, pienso mejor en el alma no corrompida de la religión... me interesa muchísimo más saber de la Santísima Trinidad, que saber de mi reputación después de muerto.
Me alegra todo lo que pueda ser celebratorio en vida, pero después de muerto no creo que yo vaya a aspirar a una especie de permanencia literaria.
Su reputación, como escritor, vivo y muerto será la misma, Ud. es considerado... Muchas gracias, de todas maneras... Y hablando de vida, ¿qué proyectos tiene? ¿Está escribiendo alguna novela? ¿Qué está haciendo? Estoy escribiendo un libro, desde el año 95, que ha sido interrumpido montones de veces, inclusive últimamente por escribir una serie de artículos. Yo estuve muy enfermo, realmente ocurrió la muerte de mi hermano menor, mi único hermano, en Miami, y esto me sumió en una absoluta caída emocional, un "nervous breakdown", del cual apenas he salido ahora. Y como, por supuesto, durante ese tiempo -casi un año- no escribí nada, me esperaba mucho trabajo atrasado, que estoy recuperando, por compromisos que tenía de escribir artículos, de aparecer en público, de ir a congresos... Todo eso yo lo había suspendido durante un año y ahora me ha alcanzado.
Estoy escribiendo un libro, desde el año 95, que ha sido interrumpido montones de veces. Se llama "La ninfa inconstante".
¿Y ese libro ya tiene título? 74
Sí, tiene un título. Se llama "La ninfa inconstante" y es un libro que sigue muy de cerca ciertas aventuras personales, pero todavía me falta. Como acostumbro a hacer, tengo escrito el final y, por supuesto, el comienzo del libro, pero tengo una enorme cantidad de notas para poner en el medio y eso es lo que me falta, componer el cuerpo del libro. Porque teniendo el final o teniendo el principio, parecería más fácil, pero en realidad me falta mucho todavía por alcanzar la corporeidad del relato. ¿Está basado en Cuba también? Es un libro que ocurre en La Habana, como todos mis libros que tienen un contenido de ficción, aunque estén basados en personajes reales o en ocurrencias reales. Sí, es un libro que ocurre en La Habana y prácticamente en un solo barrio de La Habana. Yo me he constreñido a situarlo simplemente en un barrio y creo que esa es una de las dificultades que tiene. Realmente, convertir el barrio de El Vedado, que es donde transcurren las aventuras del personaje que narra el libro, es una suerte de laberinto. Para mí ha sido difícil seguir esa norma porque el espacio, en realidad, limita mucho el tiempo del libro.
Es un libro que ocurre en La Habana, como todos mis libros que tienen un contenido de ficción.
¿Y el tiempo en que transcurre la acción, en qué años es, más o menos? La acción ocurre solamente en el verano de 1957. Ese es el tiempo en que transcurren las aventuras del protagonista. ¿Ud. tiene algún tipo de sugerencia, de recomendación para los escritores jóvenes en Latinoamérica o en Cuba? Yo tengo una sola recomendación: la persistencia. 75
No hay otra cosa que hacer con la escritura que persistir.
No hay otra cosa que hacer con la escritura que La permanencia de la inmortalidad es persistir. muy elusiva, pero la permanencia del trabajo diario, o cada vez que se pueda escribir, yo creo que es muy importante. Es decir, si yo he tenido algún éxito, ha sido por mi persistencia en seguir escribiendo y en publicar.
Nacido en Gibara, Cuba, en 1929, debutó en el campo del periodismo y la diplomacia. En 1961, la censura de Castro obliga a clausurar el magazine literario “Lunes de Revolución”, que Cabrera venía dirigiendo. A los pocos años, en 1965, renuncia al cargo de agregado cultural en Bélgica y expresa públicamente su disidencia de la política del régi-men dictatorial cubano. Acaba por exiliarse en Londres, ciudad en la que se convierte en una figura emblemática de la lucha anticastrista y donde reside y trabaja
La novela La Habana para un infante difunto, escrita en Londres en 1979, constituye un alegre y vital canto de alegría y de libertad, que rinde homenaje a la capital cubana anterior al advenimiento de Castro. El título hace referencia a la “pavana” de Ravel, transformada en La “Habana” del recuerdo por un infante, que no está difunto, sino que se corresponde con el Infante del recuerdo, reconstruido a través de la apariencia rutilante de sus múltiples caras.
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actualmente. Su libro más célebre es Tres tristes tigres , novela de gran modernidad y creación verbal.
Cabrera Infante conoció repentinamente la fama con "Tres tristes tigres". También padeció muy pronto el aislamiento cuando rompió con el gobierno cubano. Un recorrido por su vida y su singular obra. Las ciudades del exilio son como fantasmas: etéreas e invisibles, ausentes y a la vez presentes, sólo pueden evocarse en la escritura o en las pesadillas. El exiliado recorre todas las ciudades, pero mira siempre desde aquella que alguna vez fue suya. ¿Hace falta decir que la ciudad invisible que asedia a Cabrera Infante es La Habana, desde aquel día de 1965 en que la dejó? Desde entonces, el escritor cubano ha buscado "en otras ciudades, el esplendor que fue La Habana". Narrador, guionista, crítico de cine y ensayista, Cabrera Infante llegó a la capital cubana en 1941, cuando tenía doce años. Según cuenta la leyenda que el propio escritor hizo de su vida, ya en ese momento era un amante del cine, habiendo visto su primera película con solo un mes de edad. La literatura, en cambio, vino un poco después, con un libro que modificó su destino y que lo inició en el arte de la escritura, del amor y del humor: el Satiricón de Petronio. Sucede que Cabrera Infante, como Manuel Puig, pertenece a esa generación de escritores en los que la sala oscura del cine desplaza (aunque no anula) a los estantes de las bibliotecas. De hecho, durante la década del cincuenta Cabrera Infante fue conocido por sus cuentos pero mucho más por las reseñas cinematográficas escritas con el seudónimo de G. Caín (que, con la unión de las dos primeras sílabas de sus apellidos, rinde homenaje al autor de El cartero llama dos veces) y por la célebre Cinemateca de Cuba que fundó en 1951 con sus amigos, entre los que se encontraba Néstor Almendros, el futuro fotógrafo de Truffaut y Rohmer.
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A fines de la década del 50, Cabrera Infante participó clandestinamente en la resistencia contra el dictador Fulgencio Batista, escribió el libro de cuentos más extraordinario sobre ese período (Así en la paz como en la guerra) y se integró al flamante gobierno revolucionario. Comenzó a dirigir el suplemento Lunes del diario Revolución (creado por su amigo y hoy también exiliado Carlos Franqui), que finalmente cerró sus puertas debido a los conflictos con el gobierno y a sus enfrentamientos con el Partido Comunista cubano, que acumulaba cada vez más poder. Luego de varios altercados, especialmente por la prohibición de un cortometraje sobre la noche habanera realizado por su hermano Sabá, Cabrera Infante fue enviado en 1962 como agregado cultural a Bruselas, de donde regresó en 1965 para asistir al entierro de su madre. Esa vez encontró a la ciudad más triste que nunca y descubrió que ya nada lo unía al gobierno de Castro. Abandonó entonces su país iniciando así una vida de exiliado que lleva más de treinta años. El caso de Cabrera Infante resultó significativo porque se trataba del primer escritor prestigioso que rompía con la Revolución después de haberla apoyado. Sin embargo, la noticia no provocó polémica sino silencio, hasta que en 1968 el cubano hizo declaraciones para el semanario Primera Plana, causando la indignación de varios intelectuales, entre ellos los argentinos David Viñas y Rodolfo Walsh. Pero la razón de su exilio tenía una historia que no todos querían ver: la injerencia del aparato partidario comunista en las políticas culturales, dejaba en una posición muy débil al grupo que se aglutinaba alrededor del suplemento Lunes. Además, en su célebre discurso conocido como "Palabras a los intelectuales", de 1961, Fidel Castro en persona avalaba la decisión de prohibir el filme de Sabá Infante. La respuesta de Cabrera Infante no se hizo esperar: su primera novela, Tres tristes tigres, que comienza a escribir en 1960 en Cuba y termina en 1967, muestra que no son indispensables el compromiso o la declamación para hacer una literatura crítica y que, en ciertas condiciones, el goce estético también sabe cuestionar los poderes establecidos. Cabrera Infante es uno de los pocos escritores latinoamericanos que, siendo un esteta consumado, descubrió e investigó las posibilidades críticas (políticas o 78
sociales) de esta posición. Al tiempo de la historia, al que concibe como sucesivo y signado por la exclusión y la violencia, el escritor opone el tiempo del arte, en el que cada goce fugaz deja su huella inextinguible. Su tema no es tanto la memoria, sino el modo en que la memoria se despliega en la literatura y en el cine (y es desde esta perspectiva que hay que entender su obsesión por los juegos de palabras). La vida en el exilio no fue fácil: a fines de los sesenta, ser un disidente cubano no tenía ningún glamour, y aunque el boom narrativo había ayudado a la difusión de su obra, Cabrera nunca se sintió cómodo en ese grupo de escritores estrellas: "Inclúyanme afuera", respondió cuando le preguntaron cuál era su posición dentro del boom. Como casi todos los escritores latinoamericanos importantes de ese momento, Cabrera se fue primero a España pero más tarde eligió Londres, donde vive todavía con su esposa Miriam Gómez. Desde allí, escribió un libro de relatos sobre la violencia en la historia de Cuba (Vista del amanecer en el trópico de 1974) y un conjunto de ensayos sobre Lewis Carroll, el swinging London y Corín Tellado que reunió en O (1975). Después, publicó la miscelánea Exorcismos de esti(l)o (1976) y la novela La Habana para un infante difunto (1979). Tres tristes tigres fue su libro más célebre porque renovaba la narrativa latinoamericana y participaba, con maestría inigualable, de todos los mitos literarios de la época: experimentación con el lenguaje y con las formas narrativas, ruptura con los géneros, ataque a la representación realista y parodia de las instituciones literarias. Pero si esta novela pertenece al tiempo que la vio nacer, su otra gran novela, La Habana para un infante difunto, es, en cambio, una obra maestra de la intimidad y de la memoria. En una ciudad de papel, asistimos a la educación del héroe, que conoce de golpe el cine, el sexo, la literatura, el amor, la música, la amistad y la traición. En los ochenta, Cabrera escribió sus primeros textos en inglés: Infantes Inferno (traducción o reescritura de La Habana para un infante difunto) y, en 1985, Holy Smoke. Como Nabokov, con quien fue comparado por la crítica inglesa, Cabrera supo ser profeta en su segunda patria y en su segunda lengua, y conquistó el éxito con la ingeniosa historia de los cigarros. 79
Virtuoso tanto en el castellano como en el inglés, Cabrera Infante es aún más que eso: su escritura explota las virtualidades de cada idioma que toca, llevando hasta el límite los juegos de palabras. Es como si quisiera acceder, mediante la violencia que ejerce sobre el lenguaje, a sus fuentes, a su impulso mágico, a la memoria de la que proceden las imágenes. Como todo gran humorista, es también un melancólico y esto se comprueba en lo que se entrevé en Holy Smoke: la pasión por el humo, por aquello que se desvanece y que la escritura intenta atrapar al vuelo. Ahora La Habana está cada vez más lejos y el retorno sólo es posible a esa ciudad de papel que, como un arquitecto del tiempo, construyó en sus textos. Tal vez por eso, Cabrera Infante se ha convertido en los últimos años (en Delito por bailar el chachachá, Ella cantaba boleros, Mi música extremada) en un antólogo de sí mismo: se trata de escribir, una y otra vez, lo ya escrito; de evocar, no el amor, sino "el recuerdo del amor, es decir, la nostalgia". Una escritura hecha con la materia del tiempo, del cine, de las ciudades, del humo y de la ausencia.
GONZALO AGUILAR
Domingo 12 de noviembre de 2000 en suplemento en Clarín El gran narrador cubano GUILLERMO CABRERA INFANTE escribió y editó en inglés "Puro humo" en 1985. Ahora se publica en castellano esta celebración del placer de fumar. Un juego de erudición inclasificable y un homenaje al cine. Todo comenzó con una petición de una revista americana -que nunca cumplí. Me pedían 14 folios sobre el tabaco y escribí 45. Por supuesto no se publicó mi artículo ni los folios. Fue entonces que mi agente americano me propuso que escribiera algo más hasta completar una suerte de folleto ilustrado. Escribí 300 páginas y el folleto se convirtió en mi primer libro escrito en inglés.
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El título, Holy Smoke, era una exclama ción corriente en boca de los más diversos actores, sobre todo Cary Grant, que lo espetaba como nadie. Venía de un juramento, Holy Moses!, hasta que la censura decidió que no se podía usar el nombre de Moisés en vano aunque fuera llamándolo santo. Alguien versado más en la censura que en teología propuso una sustitución fonética, Holy Smoke, que sonaría, vagamente es verdad, como el juramento interdicto. Lo escogí como título porque aludía, vagamente también, al tabaco y fumarlo. El título español vendría a ser más legítimo porque pasaba de una mención paródica a un verdadero retruécano: puro es como los españoles llaman al cigarro habano anunciado como un "puro de marca". Mi marca era pues alusión y calembour y una exaltada paronomasia. El libro en inglés se publicó en 1985, primero en Londres y después en Nueva York, un estandarte, porque entonces, junto entonces, comenzaba la última batida contra el tabaco y fumar, que se había iniciado nada menos que a comienzos del siglo XVII. Fue casi un edicto real contra el tabaco en forma de folleto llamado A Counterblast to Tobacco. Aquí la palabra counterblast como contrataque implica que ya se fumaba en el reino de Jaime I. Tanto que fue el rey el autor (anónimo) de la inflamada, que viene de llama, invictiva. En todo caso fue el rey quien mandó a decapitar a Sir Walter Raleigh, el primer fumador (en pipa) del reino de Isabel Primera, a quien Raleigh divertía hasta en la pronunciación de su nombre. Pero fue durante el reinado de Isabel que fue asesinado Christopher Marlowe, aquel que dijo: "A los que no le gustan ni el tabaco ni los muchachos, es un tonto torpe". La cuchillada fue tan íntima que el puñal le entró por un ojo que guiñaba ante cada declaración como si fuera siempre de amor y no de burla. La segunda vez que el libro fue publicado en Nueva York fue en 1997, cuando la furia antitabaco se tropezó con el avance feminista: ahora las mujeres, sobre todo las más jóvenes, fumaban por la calle y bajo los rascacielos. Acorde con el tiempo cíclico la nueva salida del libro se celebró en un club de fumadores, en medio de Manhattan, en el conocido número 666 de la Quinta Avenida -aunque fue su segundo 81
advenimiento. Poco después, como un eco en humo, Faber & Faber de Londres publicaba un libro de humo de bolsillo. La traducción (hecha antes en alemán y en griego, dos idiomas ajenos) no podía esperar más. Ahora Puro humo, una versión para diversión más que una traducción, se publica en Madrid, la ciudad de Larra y de Lara. Una palabra o dos, antes de que se vayan como diría Otelo, el único héroe trágico de Shakespeare capaz de fumar puros, él que era un impuro, tanto que al apuñalarse "al perro circunciso mató de esta suerte". Los enemigos de fumar, que quieren vernos echando humo como Hitler quería ver París antes de morir: "¿Arde París?", la ciudad convertida no en antorcha sino en puro como La Habana ardería como un habano. Se trata no sólo de divertir (eso lo hace cualquier puro por una media hora o dos) sino de seguir el camino del tabaco, desde su descubrimiento por Rodrigo de Xeres un día o dos después de descubrir Colón a Cuba, sino la dudosa relación del caballero europeo (de Xeres sino lo fue, devino, divino de vino de Jerez) con el cigarro. El libro comienza con una escena de esa obra maestra de la parodia, La novia de Frankestein, en que el infame fumador Herr Doktor Pretorius ve venir al monstruo y en vez de temor ofrece, como cualquier fumador, una apología al levantar su puro fumado a medias para decir: "Es mi único vicio". El puro, más que el cigarrillo o la pipa, echa humo y digresiones y diversiones hasta la página 320 cuando nadie menos que Cristóbal Colón le dice que no al cacique cubano que le ofrece un ur-puro. Es aquí que termina la gesta y la digesta pero comienzan los testimonios de fumadores ilustres del folklore (y de Kipling, de Stevenson, de Dickens y de decenas más, hasta el soneto de Mallarmé exaltando al habano que tituló "Le Havanne pour un instant parfum") no para exhibir mi erudición sino las voces que invoca y convoca el humor como otros tantos "espíritus armados" con su instrumento de fumar favorito. Aunque el libro es más que un texto un pretexto para mostrar, en mis pobres palabras, la relación entre fumar y esos revenants que aparecen convocados por la magia del cine, arte y parte de mi vida -y de la vida del siglo XX. Como ocurrió antes en inglés la 82
traducción es un viaje al borde del idioma, plagada como está de retruécanos y versiones y alusiones que es el autor no el lector quien las conoce mejor. Hay, además, una bocanada de asteriscos que llevan al anacronismo: Clinton echando a perder un puro con maniobras que se pueden llamar antitabaco, Brillat-Savarin compartiendo mesa con Lezama Lima, notas al pie de página que no quieren ser eruditas, sino, como todo el libro, divertidas: se trata más de un divertimento que del mal de Freud, que murió de un cáncer de quijada sin llegar a la carcajada. Es aquí que Alain RobbeGrillet propugna su axioma: "El paciente fuma cigarrillos, Freud fuma cigarros. Voilá tout". Es en esa frase, "voilá tout" que está contenido el libro: eso es todo.
El niño prodigio
GUILLERMO CABRERA INFANTE Batista también veía visiones y creía más en los dioses que en Dios. Le contó a Gastón Baquero (coterráneo, amigo y consejero consultivo) que debía el éxito de su golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 a la "luz de Yara". La luz de Yara es una creencia cubana de origen aborigen. Batista debía entrar de madrugada (el madrugonazo era su actividad política preferida) al cuartel general del ejército en el campamento de Columbia por una de las puertas estrechamente vigiladas. De pronto se decidió por la posta 6, donde el centinela de guardia no sabía de la conspiración militar. Batista, vistiendo el jacket que se ponía en todas sus apariciones peligrosas, llevaba en el bolsillo su pistola "con una bala en el directo". Al entrar por la posta el centinela no pudo verlo porque lo protegía y hacía invisible la luz de Yara, bien conocida en el oriente de la isla, desde Banes, donde nació Batista, a Birán, donde nació Fidel Castro. Seis años más tarde en 1958 entra en escena uno de sus maestros de ceremonias preferido, Odilio Urfé, erudito de la música cubana.
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Urfé era un batistiano que confesaba estar en un cuarto de espaldas a la puerta y cuando entraba Batista sabía que era él sin siquiera volverse: anunciaba al falso general su halo irresistible. En el verano de 1958, bajo petición batistiana y usando el dinero que le había dado Batista para este propósito Urfé organizó lo que se llama en la santería "un gran Ekbó" en la vecina villa de Guanabacoa, uno de los centros espirituales de la santería. Este ekbó (o egbó como también se llama) tenía el propósito de reunir a todos los santeros de Cuba en una petición a Olofi (Dios para la santería) en el estadio de Guanabacoa. Fuimos allá Tomás Gutiérrez Alea, Miriam Gómez y yo como curiosos cubanos. Titón (así lo llamábamos todos) era para mí entonces más que un amigo, casi un hermano y como yo era un ávido de la cultura popular habanera. El estadio estaba atestado de prosélitos y babalaos, todos vestidos de blanco de pies a cabeza. La reunión de todos los santeros, algunos venidos de Cárdenas, centro originario de la santería, era para pedir a todos los santos que se detuviera el "río de sangre" que anegaría a la isla. Curiosa petición de Batista que era la causa principal tanto de los horrores de su régimen como de la existencia del terrorismo urbano y la guerrilla que se desplazaba de la Sierra Maestra hacia el occidente de la isla. Después de los cantos y los encantos por la paz, un grupo se dirigió a casa de un babalao, donde se habían sacrificado animales en un conjuro propicio. Todo el patio estaba encharcado de sangre para exorcizar la sangre en una suerte de magia simpática o similia similibus curantur: lo similar cura lo similar. La santera de la casa, madre de un santero, ella misma santera mayor, repudiaba lo que se veía desde su casa (animales muertos, entrañas, lenguas colgando desde el árbol sagrado como frutos extraños) y declaró que nunca la sangre podría detener la sangre contraria. El pasado y el presente de Cuba le daban la razón también se la daría el futuro-. Los tres dictadores que ha padecido Cuba republicana fueron o son brujeros. El general Machado era también un creyente y al fundar el Parque de las Misiones, vecino del Capitolio donde residía el apenas segundo poder de la cámara de representantes y del senado machadista, ordenó sembrar una ceiba, que es el árbol sagrado de la santería, y no una palma real, que siempre fue el símbolo 84
de Cuba independiente, desde inicios del siglo XIX cuando fuera cantada por poetas y patriotas. Se dice que Machado mandó a sembrar debajo de la ceiba un bilongo o brujería mala dirigida contra sus opositores presentes y futuros. Aparece el niño Elián en alta mar, flotando asombrosamente vivo del naufragio que mató a su madre, ahora rodeado de delfines. Rescatado del océano y de una muerte segura por dos pescadores de alta mar americanos, Elián (que pronto se convertiría en el Niño Elián, precedido por un adjetivo más que homérico, cristiano) de ser recogido del mar y salvado del mal por su familia de Miami. Hasta entonces solamente sabían de su destino su padre y sus familiares cercanos de la Pequeña Habana. La lancha que la madre de Elián usó para cruzar la temible, terrible corriente del Golfo (donde han desaparecido según un cómputo de la marina americana, más de 12.000 cubanos cuando trataban de llegar a las costas de La Florida) se hundió sin dejar otro rastro que una goma de camión que flotaba a la deriva "con un muñeco dentro amarrado a su salvavidas". Era Elián González, un niño que cumpliría seis años en Miami, que había permanecido en el mar en la recámara de camión a que su madre lo había atado como recurso de salvación durante el naufragio. Avisados sus parientes más próximos en Miami lo acogieron como lo que era, el niño perdido. Permiso para una breve analogía. La Virgen de la Caridad del Cobre, también llamada la Caridad, es patrona de Cuba. Bendecida por el Papa cuando visitó su santuario en el Cobre, cerca de Santiago de Cuba, hace apenas dos años, se la conoce familiarmente como Cachita. (A las vírgenes siempre el pueblo las apoda con cariño no exento de respeto.) La leyenda cuenta que la imagen de la virgen se le apareció a tres pescadores cubanos flotando en alta mar. Esa imagen de madera policromada es la que reverencia todo el pueblo de Cuba. En la santería tiene su equivalente en Ochún, medio virgen -y medio puta-. "La popularísima Ochún", relata Lydia Cabrera, "...que comparte el dominio de las aguas".
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Para muchos creyentes católicos no hay duda de que Elián es la reencarnación del Niño de Atocha. La santería quiere a su vez que una de las 21 formas que adopta el Eleguá es, de nuevo, el Niño de Atocha. La casa en que se celebró el encuentro de las dos abuelas con el niño Elián fue la locación recomendada por la secretaria de Justicia Janet Reno. La dueña de la casa, Jeanne O'Laughlin, cumplió todos los requisitos demandados por el gobierno de Castro y la misma monja O'Laughlin era partidaria de que el niño fuera devuelto a Cuba. Cuando cambió de opinión al observar el comportamiento de las dos abuelas, voces de libelo sonaron en La Habana. Hasta el vocero de Castro, Ricardo Alarcón, contó a la televisión CNN cómo cuando era joven y estudiaba en un colegio (privado, claro) católico uno de los curas le dijo que el diablo adoptaba diversas formas malévolas que se incubaban "hasta en una monja". ¿Qué dijo la hermana O'Laughlin? Que las abuelas, un par de ellas, se habían comportado con su nieto como presas del miedo. Ahora -más todavía el diablo para Castro- la monja O'Laughlin confesó a la prensa que una de las abuelas había dicho que quería ¡asilarse en Miami!. En cuanto al extraño comportamiento de las abuelas con su nieto ellas mismas declararon en La Habana que le habían hecho bajar los pantaloncitos a Elián, para comprobar su virilidad y luego le hicieron sacar la lengua para mordérsela. Las abuelas, como coartada, dijeron que eso era práctica normal de las madres y las abuelas cubanas. Puedo jurar, sobre la Biblia o sobre cualquier libro de igual importancia (digamos el Quijote, que es mi biblia) que ni mi madre, ni mi abuela ni mi bisabuela jamás me bajaron los pantalones para saber si era varón excepto, claro, al nacer-. A no ser que éste sea un juego erótico inventado en la Cuba castrista, morder la lengua ajena es una práctica santera. En todo caso las abuelas alegaron que sólo habían "seguido instrucciones". A su regreso recibieron (como antes Yuri Gagarin, el cosmonauta soviético) el homenaje de aparentes multitudes vitoreantes, paseando por La Habana en un Mercedes negro descapotable -desde donde las abuelas tiraban besos como flores-.
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Cuando el niño Elián fue recibido por su familia de Miami el padre no mostró ni ira ni siquiera asombro inicial. De hecho se sabía que Juan González había entrado sin éxito dos veces en la rifa del Departamento de Estado en Washington que todos los años se celebra para dar visas de entrada a los Estados Unidos. Las visas son 20.000 sorteadas entre más de 500.000 solicitudes de cubanos deseosos de salir de la isla. Además González había hablado con sus parientes de Miami pidiendo que le cuidaran al niño: estaba, pues, enterado de su partida. Después aparecería dolido y en ocasiones furioso -de acuerdo por supuesto con lo que le soplaba Castro, siempre tras su espalda-. Hay una actitud del padre y de las abuelas que me extraña: nadie, ni la madre abuela ni el padre de Elián parecen sentir la muerte de la madre del niño ahogada en alta mar tratando de huir de Cuba. Es decir del régimen de Castro. Ahora vuelven a un primer plano los santeros. Todos los años la santería publica su horóscopo religioso. "Tiran los cocos" efectivamente. Los cocos son cuatro pedazos de la nuez de un coco que se riegan por el suelo y de acuerdo con su posición (si caen coco arriba o coco abajo) los santeros predicen ahora el futuro del régimen ligado a la suerte del niño que es para ellos la reencarnación de Eleguá. Además la posición de los cocos augura males para la tribu y peor destino para el jefe -que no es otro que Fidel Castro. Como Alejandro el Magno, a quien idolatra el Máximo Líder, al consultar los arúspices y al no convenirle el augurio pidió a los adivinos que probaran de nuevo y que le ofrecieran un buen augurio. Los arúspices tuvieron mucho cuidado al ofrecer al general griego un augurio favorable al escrutar las entrañas de un ave de paso en Persia. Pero los santeros en cuanto supieron la suerte de Elián (un niño rescatado del mar salvado de los tiburones por la aparición de delfines con los que jugaba, después de estar 48 horas en el mar bajo un sol, como dicen los españoles, de justicia, no aparecía con quemaduras y las llagas que tienen siempre otros cubanos fugitivos de Castro rescatados del mar) declararon que el niño Elián era un Eleguá divino y que si seguía en Miami, es decir, en el exilio, Fidel Castro "se caía". Había que devolver el Eleguá a Cuba para protección del dictador ateo que cree en todos los augurios.
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Enseguida comenzaron los discursos de Castro, tronando amenazante como siempre. En uno de ellos amenazaba, ¿a quién?, al presidente Clinton y le daba 72 horas para que devolviera el niño. "Si no lo hacía", auguró a su vez, "iban a desfilar millones en protesta". Castro, que hacía poco había caracterizado a Clinton como "un débil", es decir un flojo, vio pasar las horas y Clinton no apareció en su horizonte político. Fue entonces que comenzaron los desfiles donde aparecieron de pronto miles de banderitas y lo que era otro milagro: las multiplicadas camisetas con las calcomanías (o manía de calco) de la cabeza del niño en cada pecho -o al menos en cada camiseta-. Desfilaron toda clase de cubanos, cautivos o liberados. Después las paradas se especializaron: miembros de los Comités de Defensa, madres, madres solteras y lo único que se echó en falta fue un desfile de albinos, como recomienda la santería -blancos que son negros-. No aparecieron los gemelos mitológicos a los que los cubanos, con voz indígena, llaman los jimaguas. ¿Cómo iban a aparecer si un jimagua, Tony de la Guardia, había sido ejecutado por órdenes precisamente de Castro? Según los santeros, los gemelos, llamados por ellos ibeyes, no pueden ser separados sin incurrir en la ira de los dioses. No me pareció una nueva hazaña. Castro es especialista en concentraciones voluntarias pero en marcha forzosa. Lo que fue una verdadera proeza no fue llenar las calles de La Habana sino vaciarlas ante el paso del Rey de España por las viejas calles cariadas. ¡Ésa sí fue una aparición por desaparición! Digna del mago Houdini, aquel que ataban con cadenas que parecían imposibles de romper. Pero los presagios de los santeros se hacían cada vez más tenebrosos: sin el Niño no habrá Castro. ¿Alguien se asombra de que ese antaño marxista-leninista crea en la voz de la profecía? Hitler, no menos materialista, creía en los presagios de su astrólogo personal. No eran las voces de la mitología germana, sino las predicciones que convocaba su horóscopo. Sobre todo al final de su ideología, de su guerra y de su vida. Hay que recordar que es Fidel Castro y su despilfarro de vidas y haciendas lo que hizo huir a millones de cubanos, dividiendo no sólo a las familias, sino a los mismos cubanos. No reaccionó de manera tan furibunda cuando una de sus torpederas embistió y hundió al remolcador Trece de Marzo casi frente a 88
las costas cubanas. En esa catástrofe provocada murieron 40 personas ahogadas -entre ellas diez niños-. No se oyó ni un solo lamento oficial ante esta tragedia. ¿Por qué ahora tanto ruido y amenazas por la devolución de un niño náufrago salvado de las aguas? La única explicación es la incoherencia de un hombre que se debate ante lo inevitable: su desaparición y el fin de su tiranía y de su vida. Me preguntan si creo que el niño Elián debe ser regresado a Cuba. Mi respuesta es siempre una pregunta. ¿Cómo puede estar de acuerdo un exiliado que ha huido de Castro y se ha llevado consigo a sus dos hijas porque no quería que vivieran donde la vida es cruel y corta? Sería como pedir al Dante que volviera a atravesar su infierno. El regreso del niño Elián a Cuba castrista sería condenarlo a no tener leche que tomar una vez que cumpla siete años, convertirlo en pionerito, un rito de pasaje, y tener que aprender a leer con un abecedario que comienza no por la A sino por la F (Efe como comienza el nombre de quien ustedes saben.) Crecerá desnutrido, ignorante y con un miedo paranoico ante el terror reinante donde su conducta será escrutada por policías ubicuos que terminara su paranoia terminal (el delirio de persecución termina allí donde la persecución es un delirio) pero no con su miedo. La vida del niño Elián en Cuba será un futuro sin futuro. Un cartón de la revista neoyorquina The New Yorker presenta lo que es más que la sombra de una duda. Un anciano venerable (sin duda un exiliado) le pregunta al niño Elián qué querrá ser cuando sea mayor con esta dicotomía: "¿Gloria Estefan o Buena Vista Social Club?". Es una broma, por supuesto. Pero para el niño Elián, un inocente que puede ser condenado culpable, es algo más: una terrible proposición inaceptable.
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La breve vida infeliz de Reynaldo Arenas G. CABRERA INFANTE Decir que Reynaldo Arenas atravesó como un cometa la literatura cubana y no decir que fue un bólido salido del infierno es mentir a medias. Reynaldo (como le gustaba que escribieran su nombre y al acortarlo la amistad lo convertía en rey) empezó como un revolucionario y terminó como lo que siempre fue, un rebelde con varias causas. Antes que anochezca: "Tres pasiones rigieron la vida y la muerte de Reynaldo Arenas: la literatura no como juego, sino como fuego que consume; el sexo pasivo y la política activa". Pero no era suficiente. Seguí: "De las tres, la pasión dominante era, es evidente, el sexo. No sólo en su vida sino en su obra". Su vida sexual comenzó comiendo tierra, que ya Freud señalaba como una actividad sustitutiva del sexo por la coprofagia. Por supuesto Freud no podía saber que la pobreza, además del sexo, condenaba al niño Rey a comer tierra. Pero el adolescente subía a veces del suelo de tierra roja a los verdes árboles, donde era un rey aéreo por unas horas en su trono vegetal. Reynaldo Arenas había nacido en Aguas Claras, no lejos de Gibara donde nací. Aguas Claras había sido una última estación del tren Gibara-Holguín en los años treinta. Pero cuando nació Arenas, que por su apellido podía haber comido arena, en las playas de Gibara, la parada del tren que venía de la costa había desaparecido, no llevada por el viento de la pobreza, sino por el huracán de la miseria. Sus futuras biografías dijeron luego que había nacido en Holguín. Aguas Claras era una aldea graciosa que pasaba rauda por las ventanillas del tren, pero Holguín era un pueblo sin gracia que quería ser una ciudad espléndida. Pero más espléndido fue Reynaldo por un tiempo. Bajando de los árboles, apenas aprendió a escribir, tatuaba poemas con un cuchillo en el tronco de cada árbol. Un bolero temprano parece describir esta acción: "En el tronco de un árbol una niña / grabó su nombre henchida de placer. / Y el árbol / conmovido allá en su seno / a la niña una flor dejó caer". Ya Reynaldo era mirado por su abuelo como un niño raro, que grababa en el tronco de un árbol su nombre a medias. El abuelo, poseído de un furor
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extraño, cortaba con un hacha los troncos. Pero Reynaldo proseguía (perseguía la poesía de los nombres) su tarea de tallar Rey en los árboles. Todo lo que cuenta Arenas en su primer libro, su primera novela, Celestino antes del alba, que le ganó muy temprano un segundo premio literario cuando ya era evidente que debía ser el primero de la casta de los escritores Castrados. Arenas encontró otros árboles, otros libros para esconder sus poemas en prosa y escribió otra novela, El mundo alucinante. Si en Celestino se poblaba de hachas el relato, en El mundo proliferaban, alucinantes o no, las cadenas. Con esta segunda novela ganó un primer premio en el extranjero y en un extranjero en su tierra se convirtió su autor-. Por haber enviado un manuscrito al exterior sin permiso de su tiránico abuelo, que había trocado las hachas por ojos ubicuos, fue condenado a padecer en su tierra, que ya no era la de Aguas Claras de la que comió, sino de La Habana, condena capital, donde se distinguió por dos condiciones humanas que el régimen, dueño de los árboles y las cadenas, escribía su nombre con hachas. Pero Reynaldo se hizo claro en lo oscuro entre los cuentos de las callejas habaneras: fue un homosexual evidente y un escritor vidente allí donde el autor veía oscuro por espejo claro. Y Reynaldo se convirtió en la loca epónima, como dos generaciones antes lo había sido Virgilio Piñera, maestro y mentor. Pero si Virgilio era contenido y sobrio (excepto cuando fumaba su cigarrillo perenne: entonces Marlene Dietrich se apoderaba de sus gestos, de su humor y de su humo) Reynaldo era expansivo y barroco de maneras cuando Virgilio nunca padeció del barroquismo lírico que Góngora contagiaba a Lezama. Virgilio era la facilidad cuando Lezama opinaba con Mallarmé que "sólo lo difícil valía la pena". La dificultad de vivir bajo un régimen totalitario le valió a Reynaldo una pena de cárcel: sólo le ganó Virgilio en la cárcel por un día y el desprecio oficial toda su vida. Pero Virgilio nunca tuvo la franqueza oral (en todos los sentidos) de su discípulo díscolo. Las memorias de Arenas hechas cine ahora por Julian Schnabel (pintor que se convirtió en director de cine importante con su Basquiat, biografía última/ íntima del pintor haitiano de Nueva York, artista del graffito -en italiano quiere decir rasguño- que abrió una gran herida en las paredes y en su vida) son de una 91
escritura lacerante en la carne cruda entre indecente/ inocente. Como su vida. Basquiat, por ser la vida de un artista visual, encubre no la obscenidad marcada en las paredes, sino la biografía casi divina de un artista adolescente que lo único de que adolece es una vida descrita más que escrita: exactamente la vida de Arenas. En el libro de Arenas no sólo es obsceno el relato, sino la propia vida que la obscenidad le ha obligado a asumir: una vieja sociedad presentada como el único futuro posible le condenaba a ser un hombre nuevo. No a la medida de muy macho que preconizaba su autor, el súcubo siniestro del totalitarismo, sino de una existencia que sólo puede ser descrita como un juego de manos, de manos entre hombres que se identifican con las mujeres y otros hombres que se consideran más machos: como el pederasta activo que posee al pederasta pasivo es un supermacho porque, razona, fornica a otro hombre. No creo que esta dualidad es ahora dudosa porque Arenas no era Virgilio Piñera como tampoco fue Lezama. La categoría aquí, para futuro horror de Guevara (el otro Guevara, el heterosexual), era de veras no un hombre nuevo, sino un marica nuevo. Eso le permitió escapar a todas las redadas, sobrevivir en la miseria y salir de la cárcel castrista, donde la pederastia era hastía, sin haber tenido un sólo percance homosexual. Como su vida en la cárcel estaba hecha de lances homosexuales aunque, paradoja, Reynaldo se casó cuando su mentor Virgilio, como el otro Virgilio, nunca tuvo mujer. Pero la boda de Arenas fue un acto de bondad, casi de caridad hecha a una mujer con problemas, otros problemas. Otra paradoja, a la novela que es el sólo antecedente de Antes que anochezca (a Hombres sin mujer de Carlos Montenegro) sólo le concierne la vida sexual en la cárcel, casi como a Genet. Pero Reynaldo va más allá de Montenegro porque habla del sexo en la cárcel (no precisamente el suyo), en libertad, en la ciudad, en el campo, en su niñez, en su vida adulta y su sexo se manifiesta entre niños, con muchachos, con adolescentes, con bestias de corral y de carga, con árboles, con sus troncos y sus frutos, comestibles o no, con el agua, con la lluvia, con los ríos y con el mar mismo. Su pansexualismo es siempre homosexual y ubicuo, pero al revés de Genet, lo trasciende una poesía verdadera que lo hace una versión cubana y campesina de un 92
Walt Whitman de la prosa. Esta pansexualidad permea sus memorias y la película de sus memorias, pero Schnabel no está interesado únicamente en la sexualidad de Arenas, a veces lastimosa, como con su vida de perro perseguido, apaleado y encerrado y obligado de nuevo a vivir en la fuga que no cesa. Ni siquiera amengua ésta cuando logra escaparse de Cuba mediante una triquiñuela que sería increíble (convertir su apellido en Arina en su carnet de identidad), si no fuera verdad. Como toda la película, que es una visualización de la novela de la vida de un miserable, como un oscuro Papillon (que quiere decir mariposa en francés) en Papillon, porque Reynaldo fue una mariposa nocturna, aunque también se escapó de una versión de la Isla del Diablo. Schnabel usa toda la literatura del libro en diversos tableaux vivants (sin, por supuesto, las connotaciones sexuales) y a veces utiliza otras fuentes no literarias (como la entrevista que hizo a Arenas Jana Boková en Habana para la BBC de Londres) para filmarlas de nuevo. Esta entrevista es uno de los momentos emocionantes del filme; gracias al encuadre y la fotografía en lo que es casi una copia no de la vida real, sino de la versión de Boková y, sobre todo, del contexto que es el texto de la vida de Arenas. Uno siente finalmente una lástima que no viene de Arenas, que nunca se tuvo lástima, sino del espectador de una vida irreal. El contenido de toda la película es La Habana (y unas pocas secuencias neoyorquinas), una Habana no reconstruida sino construida con los elementos dispares que conforman las diversas locaciones de México, que forman la vida de Reynaldo en una cárcel dentro de la cárcel. Se la ofrece, paradójicamente, la ciudad que fue un dominio encantado, cantado antes por sus dos mentores, ese dúo dudoso, Lezama y Virgilio. Para ellos, por ellos esta versión es una suerte de reivindicación de Arenas: él es el personaje central y el protagonista con un solo, formidable antagonista: el estado totalitario que ha conducido su vida por un laberinto existencial. Para lograrlo Schnabel escogió a un actor español, Javier Bardem. ¿Un error? Todo lo contrario: Bardem es el sostén de toda la película, desde que el personaje se embarca en una absurda aventura guerrillera en la que Reynaldo, como una prefiguración, huye de su casa, de su madre y del hombre para encontrarse por primera vez con su 93
destino. En el que habrá más fugas, más realizaciones de proyectos absurdos y más hambre -y, lo que es más decisivo, así se inicia la persecución de Arenas por toda la geografía cubana y por entre el plano general de La Habana. Hay que hacer párrafo aparte para la actuación de Bardem, que es un prodigio a la vez de mimetismo y de creación. Bardem, un evidente heterosexual en la vida, recrea a Reynaldo con todos los manerismos de Arenas y todo lo ve a través de su mirada lánguida y desmayada y sus gestos que evocan a un Piñera más joven, más aventurero y finalmente más valiente y definen la pasividad del personaje a la vez que con sus brazos confina el límite de su heroísmo al caer (facilis decensus Averni) y al recobrarse de ese Averno para revivir en el invierno de Nueva York con la alegría de quien ve caer la nieve por primera vez, hasta que se hunde en el infierno del sida. Hay otros momentos de actuación que son la revelación de un actor desconocido o solamente conocido hasta ahora no como actor. Me refiero a Manuel González, que hace una creación a la vez cómica y altruista de Lezama Lima, aquí con todas sus libras y señales. Es lástima que Héctor Babenco intente ser un Piñera que nunca es Virgilio. Pero con Bardem nos basta. Before night falls será una película en competición en el Festival de Venecia. Si hay justicia en el Lido (y a veces la hay pero otras no la hay, ay) Javier Bardem será, por haber sido Reynaldo Arenas por dos horas, premiado por una actuación maestra y una aparición segura en el roster de los nuevos actores del cine. Ya lo era en el cine español. Desde ahora lo será en todas partes. Sobre todo si se sabe que comparte reparto con dos de los grandes actores del Hollywood del momento: Johnny Depp y Sean Penn en sucesivos y maestros camafeos.
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Anticastrista furibundo, Cabrera Infante fue la nota discordante de la llamada literatura del boom latinoamericano. En su exilio europeo, en ningún momento dejó de rescatar el habla popular cubana, con gracia habanera y zumbantes ritmos del son. Todo está hecho con espejos Si nací con una pantalla de plata en los ojos, no nací para escribir críticas de cine, porque ningún niño cuando le preguntan "¿Qué quieres ser cuando mayor?", responde: quiero ser crítico de cine. De hecho lo primero que escribí y se publicó fue un cuento (no incluido en esta selección) que escribí cuando tenía dieciocho años. Pero no era un cuento: era una parodia seria, mortalmente seria. Fue escrito, aunque parezca increíble, por haber hecho una apuesta. Escribí esta historieta después de haber leído una novela, que fue muy elogiada en Cuba: ad astra per exotica. Su autor años más tarde ganó el Premio Nobel de Literatura sin haber mejorado como autor. Compré la novela en cuestión y después de leerla dije en voz alta: si eso es escribir yo también puedo ser escritor. Afortunadamente (algunos opinan que fue desafortunadamente, pero no es por eso que detesto los adverbios terminados en mente) un amigo escuchó mi declaración y preguntó: "¿Y tú crees que lo puedes hacer mejor?". A lo que respondí: ¿qué te quieres apostar? Había, sin saberlo, citado el dictum del Correggio, "Anchio sono pittore", pronunciado con acento habanero. La novela (de alguna manera hay que llamarla) era muy famosa en todas las Américas donde se lee español sin mover los labios. El resultado de mi apuesta fue escribir una parodia seria, que hubiera quedado sin ser publicada y olvidada co mo se merecía: la vergüenza dura más que la letra impresa. Mi parodia fue aceptada y publicada por la revista Bohemia, entonces la primera publicación de Cuba y parte de Centro y Sudamérica, y fue así como empezó a correr tinta por mis venas: no he parado de escribir desde entonces. Es decir, nulle die sine linea, que quiere decir, tienes que aplicarte. Cuando publicó este cuento la revista me pagó cincuenta pesos -que querían decir otros tantos dólares. Nunca había tenido tanto
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dinero. Y pedí que me pagaran en pesos plata para oír sonar las monedas como una melodía inaudita en mi bolsillo. Escribí otro cuento, no tan atroz como el primero pero que prefiero olvidarlo y me pagaron la misma cantidad. Esta vez cincuenta pesos pero en papel moneda. Lo mismo sucedió con otro cuento, que puedo leer sin sonrojo. Así se estableció una ley para la ficción: siempre que escribas y publiques te pagarán más de lo debido. Dice el doctor Johnson que sólo un idiota escribe sin que le paguen y para mí el buen doctor es un maestro total. La conexión, una vez establecida, hizo que escribir se convirtiera en una manera, una manía, una costumbre y luego un hábito como una droga dura que dura todavía. Como ven, mi escritura (llamarla literatura sería una exageración) salió de mis lecturas, todas traducidas al idioma argentino, donde la gasolina se hacía nafta y una finca sería una chacrita: leí todo. Faulkner traducido y todo Hemingway y Erskine Caldwell -este último como una suerte de pornógrafo blando. Esta literatura se hizo mi fuente de cultura y todo lo que escribí venía de alguna otra parte en forma y fondo, que los escritores creemos que son una sola cosa y los críticos dicen que son dos distintas. Nada de la tranche de vie que decía Zola y todos los naturalistas repetían: ah la vida. Mis cuentos venían de esa otra parte en la ribera de la literatura. Como nunca he creído en el estilo como un don sino como la última limitación del lenguaje, el estilo de mis cuentos variaba por invariable. Así se completa un cierto círculo: empecé escribiendo y publicando cuentos y ahora que se acaba el siglo, el milenio y mi oficio del siglo veinte se ha hecho un modus vivendi (me gustan las lenguas muertas) y publico una colección de mis cuentos casi completos que se llama Todo está hecho con espejos, que es la explicación de un mago de salón que acaba de desaparecer en una caja. Pero, como dice el corrido, pronto doy la vuelta. He dicho que el cuento es tan antiguo como el hombre. Tal vez más antiguo que el hombre porque pudo haber habido primates que contaran cuentos como pintaban animales y su cacería en las paredes de una cueva. Esos cuentos contarían sucesos imaginarios o no con gruñidos, que es el origen del lenguaje humano: un gruñido bueno, dos gruñidos mejor, tres 96
gruñidos que ya son una frase: a la epopeya por la onomatopeya. Todos los cuentos de Todo está hecho con espejos fueron escritos entre 1952 y 1992 y han sido levemente retocados (unos por la sintaxis, que es una suerte de taxis que van y vienen), otros han sido copiados verbatim. Los he dado a la publicación ahora porque los he encontrado tan divertidos como para que otros (el lector, la lectora) encuentren el mismo placer al leerlos que yo tuve al escribirlos. La ordenación de Todo está hecho con espejos es arbitraria y de ninguna manera indica el orden en que deben ser leídos. En los cuentos está presente o creo que está presente mi preocupación por el idioma de los cubanos, llevada hasta el límite de la escritura (y de la lectura) en ese cuento titulado "La duración del tiempo", que debe leerse en voz alta. Los cuentos están unidos, como un hilo de cuentos no de cuentas, por la primera persona del singular y por la garrulería, esa virtud o ese vicio, de los hablaneros antes de que su universo locuaz cayera en el laconismo y la bobería. Mis versiones son a veces pobres reflejos del relato oral que se llamó en Cuba relajo real. Una palabra o dos antes de irme. Quiero advertir que no pocas veces es la voz de su amo.
Domingo 28 de noviembre de 1999
Una nueva edición de 'Tres tristes tigres' celebra los 70 años de su autor, Cabrera Infante Con una edición especial de la obra más emblemática de Guillermo Cabrera Infante, Seix Barral celebró ayer el cumpleaños de su autor. "Ciertas novelas de horror y de intriga llevan la indicación, muchas veces apócrifa, de que no deben leerse de noche. Tres tristes tigres , o TTT si lo prefieren, tendría que cruzar una banda sobre la cubierta que diga: Debe leerse de noche, porque el libro es una celebración de la noche tropical", señala el autor en el prólogo de la nueva edición. TTT es un libro con una complicada y tortuosa historia: obtuvo el premio de novela Biblioteca Breve de 1964, pero no se publicó por primera vez hasta 1967, tras una larga
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negociación con la censura franquista en tiempos en los que el responsable del ministerio correspondiente era Manuel Fraga Iribarne. "La censura", señala Cabrera Infante, "impuso 22 cortes de todo tipo: por ejemplo, uno de los personajes estudiaba en una academia militar y pasó a estudiar en una academia, sin más. Todas las veces que aparecía la palabra 'tetas' se sustituía por 'senos', 'pechos' u otros sinónimos. Al monólogo final de una mujer desquiciada le faltan 15 o 16 líneas. El tono del mismo era muy antirreligioso y, tras la indicación del censor, la obra acaba con una rotunda frase que, por otra parte, celebré: "Ya no se puede más". Publicado dos años largos después de haber conseguido el premio, y con su autor exiliado en Londres, vivió su pimera desaparición pública en 1968, a raíz de unas declaraciones anticastristas del escritor. En 1970 vuelve a ser distribuido, aunque no verá la luz pública en su edición íntegra hasta 1989. Pese a ello, y por unas discrepancias literarias con el entonces responsable de la editorial, no tendrá una distribución comercial normal hasta 1997, año en el que su autor obtuvo el Premio Cervantes de Literatura. Con la edición presentada ayer por el director de la editorial, Basilio Baltasar, se restablece la normalidad en la relación del libro con sus lectores. "Creo que el libro funciona como una suma de la vida habanera de los años cincuenta. Por eso incluí desde una novela psicológica sobre Laura Díaz, a Ella cantaba boleros , una amplia referencia al rito inicial fundamental de los Abakuá y la presencia constante de la música cubana. Aunque pueda parecer pretencioso, mi intención era incluir todo esto", señala Cabrera Infante. Una de las novedades de la nueva edición de TTT es una sobria y sincera autobiografía. En ella se deja constancia de los hechos y personas esenciales en su vida, además de un tierno homenaje a Offenbach, el siamés que se convirtió "en uno de mis mejores amigos, la relación más profunda que ha tenido con un animal este amante de los animales". En la presentación estuvieron presentes Carmen Balcells, su querida y emocionada agente literaria; el académico Pere Gimferrer, y los amigos personales del matrimonio Cabrera Infante Germán Puig, Marta Pessarrodona, Valentí Puig y Luis Gasca, entre otros.
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Leche de amnesia GUILLERMO CABRERA INFANTE Después de repetidas invitaciones por teléfono a mi casa de Londres, decidí reunirme con José María Aznar el día antes de recibir el Premio Cervantes con la medalla de oro que me acreditaba como ganador en 1997. Esa tarde vino a buscarme al hotel Palace un automóvil oficial; al entrar supe que era un carro blindado. Venía conmigo en esa ocasión Mario Vargas Llosa. La reunión se celebró en el palacio de La Moncloa, donde nos esperaba Aznar, que me pareció más alto que en la televisión y las fotografías. El protagonista del encuentro sería Aznar, los antagonistas, que todavía no sabíamos que lo seríamos, fuimos Vargas Llosa y yo. Fue bueno que Aznar invitara también a Vargas Llosa porque seríamos los dos testigos de excepción de lo que dijo o no dijo y quiso decir Aznar. El señor presidente, como el Rey, me trataba de tú, yo insistía en tratarlo de usted no por reconocimiento a su cargo, sino por mera cortesía de aldeano recibido en Palacio. Es decir, no por marcar distancias políticas sobre las que Aznar trataba de extender el puente de oro de la bienvenida al heraldo, él debía saberlo, que vendría con malas noticias. Después de lo que se podría llamar inanidad sonora, le pregunté a Aznar a bocajarro: ¿Pero usted dijo que movería pieza si Fidel Castro movía las suyas? Hasta ahora es usted el que ha movido todas las piezas. "No creas", dijo Aznar, "él también ha movido piezas", sin especificar las piezas movidas por Castro. ¿Sería una de ellas el cambio de corbatas, una de seda por otra con su nudo? Aznar opinó ya al final de la reunión: "Castro está ahí. No se va a morir por ahora. Mientras esté en el poder tendremos que negociar con él". Pero es, por supuesto, algo más que negociar: es la política culpable de forzar a los países vacilantes de América y a la misma Unión Europea. No son, está claro, meras negociaciones inocentes, sino todo lo contrario: es ejercer la connivencia con el sistema totalitario cubano. Algunos de mis argumentos me
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los he prestado a mí mismo de mi Mea Cuba de 1992, una edición que fue escamoteada por sus propios editores ante una petición mayor (según un escritor español que debe permanecer en el anonimato para proteger al culpable: pero su versión si no es verdad es al menos veraz) hasta la edición íntegra y aumentada publicada por Alfaguara, que se lee como una reedición de cuentas porque es la verdad repetida. No como quería Goebbels y quiere Castro, la mentira que no cesa para erigirse en verdad, porque él tiene la voz larga y los políticos la memoria corta: en realidad todos padecen de amnesia moral. Pero como dijo José Martí hace cien años largos y terribles: "Del tirano di todo, di más". Pero los tiranos también mueren: ver a Hitler, a Stalin, a Franco. En España el juez Garzón ("Juez Garzón" es una frase homérica y hasta yo me veo obligado a repetirla) persigue a un ex dictador mientras el Gobierno y los empresarios (no hay que engañarse: Aznar y Rato han representado siempre a "la patronal") viajan a Cuba, festejan a Fidel Castro, el tirano más a mano pero apenas vivo y almuerzan y cenan con él mientras el pueblo hambreado tiene que conformarse con mirar por las ventanas desde la calle el banquete perpetuo tras las puertas cerradas a todos los cubanos -excepto por supuesto a los cómplices de Castro-. España ha comprado todo lo que Castro ha robado. Dicen defender el "bloqueo" que no existe más que en la propaganda perpetua del desgobierno cubano sin vergüenza pero que como el leviatán viejo está boqueando. En La Habana no se hablará de los muertos asesinados, ni de los miles de desaparecidos en el mar huyendo hacia la libertad, ni de esa obscenidad que no durará cien años pero que dura dura todavía. Se hablará de negocios, pingües o propicios, y se condenará la ley Helms-Burton: ya no más "Yankee go home" sino "Yanqui please come back". A la noche del otro día Aznar le dijo a Míriam Gómez que más negocios hacía Canadá (ya no: España viene primero) y ella le respondió: "Los canadienses también matan foquitas a palos. Además son extranjeros, no de nuestra familia como ustedes". Dispuestos, digo yo, a regresar a la Nueva Colonia, donde los cubanos han vuelto a ser esclavos. Pero esta vez el amo no trata de engordarlos y hacerlos fuertes para que trabajen más, sino que son hambreados, expoliados y van tan desnudos como los muertos. 100
Estas relaciones renovadas ahora están hechas, como los acuerdos de Hitler y Chamberlain, in articulo mortis. Pensé decirle a Aznar pero no lo dije, que si Winston Churchill hubiera opinado así después del estruendoso fracaso de Chamberlain, hasta entonces primer ministro inglés y apaciguador de Hitler, que vino de regreso a Londres desde Berlín, enarbolando un pedazo de papel blanco como una bandera de tregua, que explicó como si hubiera ganado la batalla de compromisos: "Peace in our time!". No había acabado de decir "Paz en nuestro tiempo" cuando Hitler convirtió el acuerdo en papel mojado para invadir a Polonia. Si Churchill hubiera pensado como Chamberlain y hubiera dicho que Hitler estaba ahí en Alemania y los países ocupados y no se iba a morir todavía, y había que pactar con él, entonces, toda Europa y medio mundo habría sido nazi bajo la bota del Führer. Pero Aznar, por supuesto, no es Churchill. Como no lo fue tampoco Felipe González cuando me invitó a almorzar en la embajada española de Londres. Ahí no estaba solo: lo acompañaban el ministro de Exteriores Fernández Ordóñez, el ministro de Economía Carlos Solchaga y el anónimo futuro embajador español en la ONU. La única voz que podría parecerse a Churchill era la de Fernández Ordóñez, quien, a pesar de estar enfermo de muerte, rebatió las últimas declaraciones de Castro con un vigor inusitado. Mientras en el almuerzo Carlos Solchaga sentado frente a mí no decía nada de sus planes económicos para salvar al régimen de Fidel Castro, ya en picada para ir a parar al mismo estercolero histórico a hacerle compañía a Honecker y a Jaruzelski, Solchaga prefirió hablarme de cuentos y novelas. No sólo la historia se repite, también se repiten las citas históricas. En una cena con Aznar y Ana Botella en la misma Moncloa, pero ante una mesa larga en el comedor con otros invitados, Aznar sentó a su derecha a Míriam Gómez y la señora de Aznar me sentó a su derecha, todo con una versión familiar del protocolo. Pero a mi derecha sentaron a Rodrigo Rato. Tengo poca suerte al hablar con los ministros de Economía españoles. Ni Rato ni Solchaga hablaron de que manifestarían a Cuba su preocupación por los derechos humanos en los que el último Castro tiene peor historia que todo Pinochet. A Solchaga se le ocurrió una estratagema para ayudar a 101
mantener en el poder a la dictadura de Castro: ¡imponer impuestos a mendigos! Que es lo que son todos los cubanos, a pesar de las remesas que vienen del exilio, que suman más dólares que los obtenidos por el azúcar, el tabaco y el turismo. Rato me habló todo el rato ¡de películas!, declarándose como un fan fuerte. Como en ninguna de mis conversaciones con políticos españoles, ni antes ni después de Aznar, hablaba debajo de un rosal, puedo contarlo ahora porque nada se dijo o se habló o se comió sub rosa. Pude decirle tanto a González como a Aznar que un inglés, lord Acton, que vivió en el siglo XIX, previó mejor que Marx la aparición varias veces diabólica de Hitler y de Stalin: "El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos". (El énfasis es mío, no del visionario Acton). Podía preguntarles a Aznar y a González, que por supuesto lo saben, claro que lo saben: ¿qué clase de corrupción exhibe un hombre, Fidel Castro, que ha ejercido el poder absoluto durante cuarenta (40) años largos? Cuba había padecido siete años (1952-1959) una dictadura corrompida de inicio, liderada por un ladrón que mataba a quien lo sorprendiera o dijera que lo había sorprendido robando. Pero el poder de Fulgencio Batista (general que nunca ganó una guerra, ni siquiera combatió en ningún frente de batalla y si ganaba eran las partidas de canasta que jugaba cada tarde con sus íntimos) nunca fue absoluto sino espasmódico y con la boca llena de mala espuma, como un epiléptico moral. La prueba es la huida de Batista hecha con nocturnidad y cobardía en la madrugada del uno de enero de 1959. Cuando de un mal paso en la historia de Cuba llegó al poder Fidel Castro, después de haber sido un prisionero político del régimen de Batista, que lo apresó durmiendo y lo condenó a la cárcel de Isla de Pinos por diez años, de los que cumplió sólo dos, para ser un salvador de Cuba y acto seguido convertirse en su azote: un Atila contra los cubanos. Hay presos por Castro que fueron fusilados por mucho menos crímenes que haber asaltado un cuartel en la madrugada. Los afortunados, como el general Arnaldo Ochoa, tuvieron la suerte de ser asesinados ipso facto como Hitler fusiló a los generales complotados. El líder del motín, el coronel Von Stauffenberg, fue asesinado con un tiro en la nuca, y el héroe de las 102
campañas de África del Norte, Erwin Rommel, que sólo había dado oído a otro general conspirador, fue obligado a suicidarse. El final del general Ochoa, héroe de la intervención castrista en África, sugiere no vidas sino muertes paralelas. Los menos afortunados fueron a dar con sus huesos en las justamente infames cárceles cubanas. Como Mario Chanes, que estuvo preso treinta (30) años, menos un día: porque Fidel Castro es un hombre generoso. Aunque gobierne no con mano dura, sino con una garra implacable para las fuerzas democráticas que sobrevivieron a Batista, Cuba es (y no importa lo que digan y hagan los castristas de siempre y los neocastristas de nuevo cuño) el régimen totalitario más absoluto que recuerdan la historia y, más importante, la geografía de las Américas. No hay que llamarse a engaño y el que engaña en estos tiempos de información global instantánea (y Cuba no queda en las antípodas como Indonesia) es porque quiere dejarse engañar. El poder totalitario de Castro se sienta y se asienta sobre el ejército más poderoso de América, después del de Estados Unidos, además de una policía política, Seguridad de Estado, de la que son miembros activos uno de cada veinticinco (25) cubanos. La proporción de Cuba, con apenas once millones de habitantes, es apabullante, como los regímenes de Stalin y de Hitler. Sin siquiera contar los cinco millones (5.000.000: como declaró su general en jefe el año pasado) de los ubicuos Comités de Defensa de la Revolución, que ya no es, que mantiene una institución calcada de las infamantes Blockwarts de la Alemania Nazi. Pero Hitler sólo gobernó 12 años antes de escaparse a sus captores por la vía del suicidio. Si el rey Juan Carlos quiere olvidarse de los insultos que le dedicó Castro (y que tanto preocupaban a González) al preguntarse en su retórica más cínica quién lo había hecho rey y llegar hasta cuestionar su dinastía, como se olvidó el papa de Castro (el papa de Hitler fue Pío XII, ahora a punto de ser beatificado olvidando su connivencia con Hitler y su antisemitismo visceral), de los conventos clausurados en Cuba, las iglesias tapiadas y los curas y monjas expulsados de la isla, cuando apretaba las manos de Castro que le decía: "Yo 103
nunca perseguí a los católicos" y bien podía añadir: "Fue mi hermano". Si el Rey hace su voluntad soberana y quiere pasearse en La Habana por las calles cariadas y las fachadas carcomidas detrás de la cual no hay nada (culpa, por supuesto, del "cruel bloqueo", etcétera), porque la nada es la opción de gritar "¡Patria o muerte!". Sin dejar de fusilar, de encarcelar, de matar de hambre al pueblo contra el que gobierna el Marxismo Líder. Si el rey Juan Carlos sale de su residencia para ir a la residencia de Fidel Castro o a la sede de esa tragicomedia castrista que se llama la Reunión de La Habana, el Rey tendrá que asumir la frase latina de Horacio y musitar: "Las ruinas me cogerán impávido". Si se cansa, lo sentarán en el sillón real que se mantenía en Cuba como una reliquia: un memento mori de lo que José Martí llamó, hace más de cien años, "colonia de esclavitud". El Rey se sentará por unos pocos minutos en el sillón que Castro ha convertido en un trono de sangre. Cuba ha tenido el terrible privilegio de ser la víctima de este lema horrendo, "¡Patria o muerte!". Es decir, de tener que proteger, secundar, mantener, alabar y dar vivas al hombre que acabó con la república con su lema traidor y engañoso. La alternativa única para los cubanos es por supuesto no la patria sino la muerte. El Rey en La Habana y Aznar que lo sigue a todas partes como una sombra se deberían preguntar (y ver quién les reponde), al encontrarse además de policías, agentes de la Seguridad del Estado y esas turbas oficiales que gritaban hace noches en la televisión "¡Mueran los derechos humanos!" (nunca una declaración para la acción política se hizo más directa y peligrosa) se podrían preguntar Aznar y el Rey por delante, después de salir de ese laberinto de sevicia que conforman las calles de La Habana, por qué se encontraron a su paso a los negros y mulatos apenas cubiertos por harapos que componen el 75 por ciento de la población (entre la población penal llegan a un 90 por ciento) de Cuba mientras quienes la controlan, dominan y apabullan de Fidel Castro para abajo y todos sus miñones unidos, y todos sus ministros y todos sus esbirros en la policía y hasta la dirigencia de los infames escondidos tras las siglas de los CDR, todos, son blancos, o lo parecen, desde el vocero del régimen al vociferante Richard (ahora Ricardo) Alarcón. Si esto no es un 104
apartheid bajo las palmeras del trópico, que vengan los Botha
y lo aprueben, como lo aprobó el muy mal informado Mandela. Parafraseando al gran Máximo Gómez, un dominicano que peleó en las dos guerras cubanas contra los demonios de la colonia, para luego rechazar que lo eligieran el primer presidente de Cuba independiente diciendo: "No quiero ni debo, porque si lo hago mal el pueblo dirá ese maldito dominicano". Ahora parafraseo a este verdadero patriota: no me hablen de fastuosos hoteles ni del matute de Matutes, háblenme de la libertad de Cuba que es la que está en juego en este miserable (para los cubanos) último año del último siglo de la Era de Castro. Un critículo español me llamó con un título para mí honroso: el Anticastro. Admito que lo soy y lo asumo. Una palabra o dos antes de irme. Quiero decirles a los que hacen un pacto con el Diablo ("Te doy hoteles aunque sean robados") llámense papas, reyes o presidentes, que llegaría a hacer un pacto con Dios para que nos libre de este Mefistófidel. Contradicciones de Cabrera Infante EL OCASO DE CAÍN Lisandro Otero • La Habana La muerte del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante ha conmovido al establecimiento cultural. Conocí a Guillermo en sus años iniciales, en el mísero solar, o conventillo, de la calle Zulueta, donde vivía, y allí, en animadas tertulias, se fueron forjando los criterios de una generación de creadores. Fui su condiscípulo en la Escuela de Periodismo, estudiamos juntos asignaturas agobiantes. Comenzamos a leer a los escritores norteamericanos: me aficioné a Hemingway, él a Faulkner. Nos intercambiamos libros y escritos principiantes. Guillermo comenzó a traducir cuentos para la revista Bohemia y a leer vorazmente. También empezó a escribir. Leyó a Joyce mucho antes que los demás de su promoción. Recuerdo cuando me tendió su cuento “Un rato de tenmellá”, recién salido de la máquina de escribir y me sorprendió con la ausencia de signos de puntuación. Advertí en él los signos de un talento en ciernes. Alguien le preguntó una vez por qué no 105
utilizaba más, en sus cuentos, las experiencias de su estrecho inicio, y él respondió que la miseria dejaba un sedimento tal de amargura que no era buena siquiera para la literatura. Era la época en que leíamos a Caldwell, Dos Passos, Capote, Fitzgerald, Mailer. Fundamos la Cinemateca de Cuba donde logramos la exhibición de un patrimonio fílmico desconocido hasta entonces en este lado del Atlántico. Participamos activamente en la organización inaugural de la sociedad Nuestro Tiempo, que fue un agrupamiento generacional de los intelectuales de avanzada en un momento crítico de la historia cubana, al iniciarse la etapa final de la larga dictadura batistiana. Comenzó a escribir en la revista Carteles, con el seudónimo de Caín, y disfrutó de un cierto reconocimiento social debido a sus agudas reseñas cinematográficas. Tras el triunfo de la Revolución cubana aceptó cargos de dirección cultural y junto a Carlos Franqui fundó Lunes de Revolución. Aquel semanario marcó una etapa principal en la generación de jóvenes escritores que ascendía a la madurez dentro del proceso revolucionario. Carlos Franqui y Cabrera Infante, se empeñaron en una lucha por el control del poder cultural. Ambos estaban marcados por un amargo anticomunismo, ambos se debatían en un enfrentamiento con el antiguo Partido Socialista Popular que accedía a posiciones de dirección. Franqui y Cabrera Infante pretendieron monopolizar la industria de la inteligencia y al fracasar en aquél empeño protagónico comenzaron a rumiar, con mayor intensidad, sus enconadas aversiones hasta llevarlos a la escisión. La memoria de Lunes… ha quedado estigmatizada, pero su haber es mucho más fructuoso que sus deméritos y merece ser saneado. Lunes… cumplió en la historia de la cultura cubana un papel similar al de la revista de Avance. Ambas llevaron a cabo una intensa actualización de las corrientes creativas dentro de la estética contemporánea, ambas pretendieron sacar a Cuba de su insularidad, ambas estimularon una vigorosa reacción en el cuerpo pensante de la nación, ambas contribuyeron a afianzar la identidad cultural de nuestro país, ambas atacaron los falsos ídolos y la mediocridad banal imperante hasta entonces en el panorama cultural, pese a los 106
excesos y yerros cometidos por aquél semanario. Desde sus años tempranos, Guillermo tuvo una gran facilidad para la acrobacia del lenguaje: paronomasias, retruécanos, agudezas, uso del hipérbaton, traslaciones idiomáticas. Su obra literaria está penetrada de ese follaje, a veces excesivo, en ocasiones confuso e innecesario. Le deleitaban esos fuegos artificiales idiomáticos y sus ejercicios de estilo le impidieron un adecuado control de la sintaxis. Aquella Habana rumbosa de cabarets y bongoes, de sensualidad desbordante y extravíos quedó atrapada en sus páginas. Esa Habana, como Yoknapatawpha, como Macondo, es una construcción virtual que adquiere carta de legitimidad a través de la literatura. Pudo elaborar un mundo coherente basado en una urbe libertina y seductora y con ese montaje de un universo propio tuvo acceso a la más alta categoría de la imaginación. Desde muy joven culpó de su existencia infortunada a la militancia comunista de su familia, lo cual le obligaba a vivir humildemente y ello le produjo una aversión a las tendencias de cambio social. Llegamos a polemizar ásperamente. Su relieve ulterior estuvo promovido por intereses políticos comprometidos con la exaltación de su perfil. Esos laureles se deben también a su extraordinaria creatividad. Su existencia fue ensombrecida por el rencor y el odio —pese a que no le faltaron satisfacciones y recompensas—, lo cual alentó su hiperbólica obsesión contrarrevolucionaria. La muerte de Guillermo Cabrera Infante priva a la cultura cubana de uno de sus más ingeniosos, imaginativos y talentosos escritores. En la noche de este 22 de febrero falleció en la ciudad de Londres, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Fue autor de las novelas Tres tristes tigres (1965) y La Habana para un infante difunto (1979), los volúmenes de cuento Así en la paz como en la guerra (1960) y Vista del amanecer en el trópico (1974), además de varios libros de crónicas, crítica cinematográfica y ensayos. Muchos de sus textos periodísticos y ensayísticos de los últimos años estuvieron, lamentablemente, contaminados por la obsesión fanática en que se convirtió su posición política contra la Revolución cubana, que lo llevó, incluso, a prohibir la publicación de su obra en Cuba. 107
Renovador del lenguaje narrativo, integró el llamado boom de la literatura latinoamericana, y por encima de sus propias diatribas contra su país de origen, sus escritores y sus instituciones, lo mejor de su obra pertenece al patrimonio literario de la nación cubana, a su cultura y a quienes la defienden frente al acoso y la mentira.
La única literatura posible Guillermo Cabrera Infante Fragmento de Tres tristes tigres «La única literatura posible para mí, sería una literatura aleatoria. (¿Como la música? le pregunté.) No, no habría ninguna partitura, sino un diccionario. (¿Pensé en Bustrófedon? porque enseguida rectificó:) O mejor una lista de palabras que no tuvieran orden alguno, donde tu amigo Zenón no sólo diera la mano con Avicena, que es fácil porque los extremos, etcétera, sino que ambos anduvieran cerca de potaje o revólver o luna. Se repartiría al lector, junto con el libro, un juego de letras para el título y un par de dados. Con estos tres elementos cada quien podría hacer su libro. No habría más que tirar los dados. Que sale un 1 y un 3, pues se busca la palabra primera y tercera o bien la palabra número 4 o todavía la 13 o todas ellas, que se leerían en un orden arbitrario que aboliría o aumentaría el azar. La ordenación también arbitraria de las palabras del listín, y esta misma colocación podría estar regida por los dados.»
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MUERE EL ESCRITOR CABRERA INFANTE, LA CONTRARREVOLUCIÓN CUBANA SE QUEDA MÁS SOLA De Londres al cielo sin pasar por La Habana José Daniel Fierro • Rebelión El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante murió este lunes en Londres, ciudad en la que vivía desde hace casi 40 años. Su muerte se produjo a consecuencia de una infección derivada de los numerosos problemas de salud que le aquejaban en los últimos meses. Cabrera Infante, de 75 años, comenzó sus estudios de periodismo en la Universidad de La Habana en 1950, aunque ya antes había comenzado a trabajar como redactor en la revista Bohemia. Fue fundador de la Cinemateca de Cuba en 1951 y escribió sobre cine en la revista Carteles, de la que llegó a ser su redactor jefe. Al triunfar la Revolución en 1959, pasó a dirigir el Consejo Nacional de Cuba, trabajó como editor del periódico Revolución y fundó el suplemento Lunes de Revolución. Desde 1962 hasta 1965 ocupó el cargo de agregado cultural de Cuba en Bruselas. En 1965 decidió exiliarse y vivir en Londres, porque según declaró “no soportaba verme convertido en un apestado, en un no persona”.
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Desde ese momento la Revolución se convirtió para el escritor en una suerte de obsesión desenfrenada, que le llevó a cometer evidentes torpezas políticas y a errar en sus posicionamientos fruto de su obcecado rencor contra Cuba. Según declaró Míriam Gómez, viuda del escritor, "él vivía en Cuba aquí en esta casa nuestra; pero la Cuba de él, ésa no existía". "Murió sin patria, pero sin amo", agregó, citando un poema de José Martí. Y era cierto. Según expresaba el sociólogo cubano Fernando Ortiz "hay cubanos que no quieren ser cubanos y hasta se avergüenzan y reniegan de serlo". Cabrera Infante era uno de estos. Nunca aceptó la apuesta y el compromiso de su pueblo por la Revolución. Y eso le llevó a renegar de su patria y a adoptar una actitud militante contra el proceso de cambio en la isla. Y así mientras escritores y artistas vieron la dimensión cultural que abría esa posibilidad histórica, muchos de los cuales volvieron del extranjero para colaborar en la edificación de la renovación de Cuba, otros tomaban el camino inverso adoptando una imagen seudonacional, externa y frívola, que armonizara con los intereses coloniales de los EE.UU. En palabras de Abel Prieto, “la utilización de la emigración cubana por el gobierno yanqui como punta de lanza contrarrevolucionaria, [...] junto a la presión y el juego político de los sectores anexionistas de la emigración, ha contribuido a la consolidación de 110
esta modalidad de la cultura de la dependencia”. Hubo un curioso empeño por parte de estos exiliados, entre los que se encontraba Cabrera Infante, en conservar una estampa congelada de la Cuba de los 50. Una visión bucólica de la isla en tiempos de Batista, pues como decía Rafael Rojas -codirector de la revista Encuentro- en una reciente entrevista al periódico El País, a pesar de la dictadura “el país prosperaba, la cultura florecía”. Por el contrario, la nueva imagen de Cuba se fundamentó principalmente en el rescate de los valores y virtudes realzados por Martí y tenían su piedra angular en la idea de la independencia. Cabrera Infante no sólo se permitió refutar a Martí, sino que además tuvo la osadía de utilizarlo para defender el colonialismo estadounidense. Artimaña que a ningún pensador honesto se le habría pasado jamás por la cabeza. De ese modo el Martí antiimperialista resultó escamoteado de manera inaudita. En Dos Ríos no murió un héroe de la independencia cubana y latinoamericana, sino un suicida, un alucinado que quería un final “romántico”. Según Cabrera Infante el ideario político martiano se disolvió en el destino efímero que le correspondía, y lo único que quedó fue su "literatura imperecedera". El autor hoy fallecido mostraba su entusiasmo al decir que “en 1902 Cuba era una nación recuperada con la ayuda norteamericana”. Ello le animaba en su 111
defensa del anexionismo estadounidense, algo necesario frente al “destino numantino de la Isla”, pues “muchos recuerdan todavía la destrucción de Numancia, pero nadie sin embargo dice que Augusto, emperador de los romanos, la reconstruyó enseguida”. Los yanquis como “reconstructores” del pasado cubano y la visión, que Cabrera Infante y otros muchos nunca verán, de los yanquis como “reconstructores” del porvenir de Cuba. Una imagen idílica del imperialismo, aunque un poco alejada de la realidad. Y si no que se lo pregunten a los nicaragüenses, a los panameños, a los afganos, a los iraquíes o a tantos y tantos otros. No puede haber mejor solución que la subordinación. Toda Cuba convertida en una Miami. Por eso se entiende que Cabrera Infante defendiera ardorosamente la guerra contra Iraq (“La guerra ha sido más que beneficiosa: ha sido necesaria”), ignorando los cientos de miles de muertos y los millones de heridos. En su compromiso como artista e intelectual no cabían reproches por el expolio y la destrucción (para luego “reconstruir”, se entiende) de una de las más antiguas culturas de la humanidad. Fue furibundamente embustero cuando denunció a los cuatro vientos que sus libros no podían leerse en su país de origen, sino "en el interior más oculto", cubiertos con "forros de papel de periódico o revistas cubanas", "mis libros siguen estando prohibidos en Cuba", "ni siquiera se 112
pueden tener en la casa", sentenciaba. Pero el propio ministro de cultura cubano, Abel Prieto, lo aclaró en múltiples ocasiones: durante un encuentro con estudiantes en la Universidad de La Habana, “No quiere ser publicado por nosotros”; y en una entrevista al periódico argentino Página12, “Tenemos una línea de publicación de emigrados. Hemos hecho miles de gestiones con los herederos de Reinaldo Arenas para publicar en Cuba ‘El palacio de las blanquísimas mofetas’, que nos parece una novela extraordinaria y no lo hemos conseguido, pero lo que hicimos fue comprarla y ponerla en las bibliotecas. [Lo mismo sucedió] con el propio Cabrera Infante yo quería publicar ‘Tres tristes tigres’ y ‘La Habana para un Infante difunto’, que son a mi juicio las que valen la pena de su obra”. Con la concesión a Cabrera Infante del premio Cervantes, en 1997, fue el propio gobierno cubano quien entregó a cada universidad lo mejor de la literatura latinoamericana recopilado por la colección Ayacucho, y donde se incluía la novela ‘Tres Tristes Tigres’. Premio, por cierto, que habría que poner en el haber de José María Aznar ya que gracias a la llegada al poder del derechista Partido Popular Cabrera Infante recibió el galardón. Un profundo y visceral odio al pueblo cubano de unos y otro hizo el resto.
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En estos días muchos habrá que, como él, vuelvan a airear ‘el mito del escritor prohibido’. Y muchas las loas que ensalzarán al escritor fallecido. Un último uso del símbolo ‘anticastrista’ en que se había convertido con su aquiescencia. Ya el exilio de Miami ha expresado que la muerte de Cabrera Infante es "un golpe muy brutal". Y su viuda declaró que le daba “muchísima rabia que Cabrera Infante se tuviera que morir fuera de Cuba”. No pudo regresar a Cuba como él quería, “cuando caiga el régimen castrista”. Y probablemente no lo hará ni siquiera difunto (los restos del novelista serán incinerados en Londres -señaló su esposa- donde serán guardados hasta que pueda volver algún día a una ‘Cuba libre’) ahora que ya sabemos cuál es su concepto de la libertad. No obstante su advertencia de equivocaciones frecuentes -“Yo a veces digo cosas que en realidad después me arrepiento de haber dicho”- hará que muchos sigan leyéndole. Pues, como otros en la historia de la literatura, Cabrera Infante fue un enemigo de su propio ego en la intimidad de su conciencia.
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Poema de Pablo Armando Fernández y entrevista exclusiva con su autor para
La Jiribilla
Caín como oficio Nirma Acosta • La Jiribilla entrevista exclusiva para La Jiribilla, a propósito de una tertulia poética este 23 de febrero en la ciudad de Santa Clara, donde Pablo Armando Fernández evocara al recién fallecido Guillermo Cabrera Infante con la lectura de su poema “Caín como oficio”, Pablo Armando recordaba: “Nos mantuvimos como hermanos hasta que él decide irse de Cuba. Desde entonces no fue igual. Solo sostuvimos alguna correspondencia aislada. Él se sentía muy ofendido porque no lo seguí. Ya yo había vivido 15 años en Nueva York y tres en Londres y sabía bien que mi lugar está aquí.” En
El poeta, Premio Nacional de Literatura (1996), en el contexto de la XIV Feria Internacional del Libro, reflexionaba sobre las paradojas o ironías de la vida: “Fue él quien me trajo a vivir a Cuba. Y luego es él quien se va. En abril de 1959, yo residía en Nueva York, fue a mi casa y me dio todas las razones hasta convencerme de regresar a vivir a la Isla. Me propuso luego hacer Lunes de Revolución. En 1962 nos separamos, parte hacia Bélgica y yo a Londres”. Sobre su relación personal con el narrador, con quien compartió durante tres años en Lunes de Revolución, 115
comentó: “Estuvimos muy ligados en todos los sentidos. Guillermo fue un hermano para mí". Y concluye: “Fue un hombre de enorme talento al que el dolor humano, desde la infancia hasta su muerte, interfirió la grandeza de su obra”.
Caín como oficio* Válgame conocer el libro de las primeras generaciones. La multiplicación de las heridas en la cabeza y en el calcañal. Lo escondido y errante: morada de los perseguidos, donde el Otro puso sus señal en su carne de continuidad. El pozo cerrando su boca sobre la cabeza inconquistable, y las mujeres ocupadas en llenar las botijas de miel para alumbrarle. Dicen en la playa de Santa Fe que prefería al danzón el jazz, por ser calmo.
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Dicen los iniciados que enfermaron comprobando que el mismo libro leído repetidas veces ya no es el libro mismo. Escribió un libro para ser tantos seres como lecturas fueran posibles. Su única cabeza escrita impidió que decapitaran las múltiples leídas, aunque se le considera un heresiarca. El trajo sus primicias a la puerta del Otro, las dejó a sus pies y provocó su odio. En ciertas épocas se abomina de la grande imaginación. La promiscuidad de las imágenes hizo que el Otro se ensañara. Su oferta de acrecentar la crianza y mejorar los campos fue rechazada por promisoria, entonces decidieron que el manejo del arpa
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y el órgano fuera abolido. El culto por la primogenitura del rebaño sustituyó de súbito toda obra de la tierra. Se hizo abominación de los metales. Abominación de la hoja del tamarindo, de la hoja del flamboyán. La brevedad de estas hojas exponía la vergonzante señal en la carne del incircunciso. Se dictaron leyes contra la fecundidad de aquellas plantas. Cuentan también que el Otro impuso inmediata requisa de todo lo que había en la casa, torcido y áspero (un millón de palabras condenadas) Sus consoladores acudieron y el menesteroso mostró a sus amigos en la vida y el arte un tesoro hasta hoy no revelado.
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Dicen que una palabra la más inocente y dócil le bastaba. Conservó entre otras cosas (y ahora viaja con ella) su estatua sin cabeza y mano armada Válgame haber asistido todos los jueves santos e infieles el acto de las decapitaciones. Raquel aún llora por sus hijos inocentes. Su única cabeza en Nueva York y en Caracas viajaba entre los olores humanos y divinos (cabeza de col agria, de cinamomo y apio le llamaban) Una noche en Pomander Walk su cabeza comenzó a manifestar serias señales de cataclismo: el gallo vomitó siete veces. En el cine Thalia la sangre del poeta y el ruiseñor flautista cesaron y en la pantalla
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la cabeza del fratricida, transfigurada, rompió a gritar a oído en cuello: Perderé la cabeza, pero no la espada, perderé la mano, pero no la espada, perderá la cabeza y la mano, pero no la espada. Shalom, Shalom El público consternado comenzó a recordar todas las citas imaginables, inimaginadas. El Otro persiguiéndole rompió el lienzo. En el reverso del rostro del fratricida encontraron la escritura que reza: prefirió el arado, no el cayado; la soberbia, no la condescendencia; el arco, no la zampoña. Pero su mano armada sin cabeza es inocente. Londres, agosto de 1963 Pablo Armando Fernández *Poema leído por su autor este 23 de febrero en la ciudad de Santa Clara.
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