2010
Convivencia de Jóvenes :”Las manos en Semana Santa”
Movimiento Cristiano “Con Vosotros Está” “Unidos para Evangelizar” Desierto del Bañuelo Córdoba 30/03/2010
CONVIVENCIA JÓVENES: “LAS MANOS EN SEMANA SANTA”
OBJETIVO: -Descubrir el sentido que este año tiene para nosotros la muerte y resurrección de Jesús y nuestra disponibilidad a cumplir su voluntad. PROGRAMA: 11:00 - Canto de Bienvenida y presentación de los chicos y chicas. 11:30- Presentación de la convivencia:
12:-13:30 13:30 -14:00 14:00-15:00 15:00-15:30
16:00-17:00
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Momentos de la jornada, y lluvia de ideas: 1. ¿Qué significa para vosotros la Pascua, Semana Santa? 2. ¿Qué sentimientos creéis que experimentó Jesús en aquellos días? Senderismo con tres paradas reflexionando sobre el documento “Las manos en Semana Santa” Puesta en común Comida “Premio al mejor bocata” Presentación de propuestas de encuentros de jóvenes para el verano: - Toledo pic-rock 30-1-2- Mayo - Taize Segunda quincena Julio - Jornadas de la juventud en el 2011 Oración: - Texto de reflexión: Isaías 40, 1-8 - Oración personal: o Qué pensaba al comienzo de la convivencia sobre el significado de la SS o Leo el texto y descubro la misión de Jesús o Con lo que he vivido hasta ahora y teniendo en cuenta el texto, qué significa para mi celebrar la semana santa 2010 - Acción de gracias
Las manos en Semana Santa Hay tantas formas de mirar lo que celebramos estos días… Hay palabras que siguen llegándonos hoy con intensidad. Hay gestos que impresionan por su significado. Hay silencios clamorosos. Hay lugares que sobrecogen. Hay personajes. Hay miradas que aprenden de lo que ven. Miremos, esta vez, a las manos, que tanto expresan estos días. Manos que reparten el pan. Manos que detienen y golpean. Manos que acogen. Manos que se lavan para negar la infamia. Manos que no pueden resistirse. Manos que empuñan el látigo. Manos que trenzan coronas de espinas. Manos clavadas a un madero. ¿Y mis manos?
1. Manos Fecundas “Mientra cenaban, Jesús tomó pan , pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos…” (Mt 26,26) Son las manos que toman el pan, para bendecidlo, partirlo y compartirlo. Toman lo que es importante para hacerlo llegar a quien lo necesita. Las manos que trabajan y que cuidan, que protegen y acarician, que abrazan y sanan. Las manos que escriben y producen.
Las que se alzan para protestar contra lo injusto. Manos de artista, de artesano, de campesino, de médico, de obrero, de madre, de trabajador, de amigo. Manos de quien echa una mano, para ayudar a cargar con las cruces, para aliviar las cargas, para acunar los rostros golpeados. ¿Cuándo, o en qué, son “mis manos” fecundas?
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2. Manos Indiferentes “Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que el alboroto iba en aumento, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: ‹‹No me hago responsable de esta muerte. ¡Allá vosotros!››” (Mt 27,24) Las de quien se desentiende. Se lavan. Se cierran. Se protegen para no gastarse, para no implicarse, para no saber. Manos de cristal, de porcelana, de arena, eternamente inmaculadas por no haber vivido nada, o incapaces de aferrar algo. Manos que nunca han tocado la tierra, el barro, la carne ajena. Manos incapaces de sentir, de romperse, de gastarse un poco. Manos lavadas en agua pero regadas en sangre invisible. Manos que abofetean al inocente, o que rasgan hipócritamente las propias vestiduras, escandalizadas por una verdad que asusta. Las manos frías. Las manos verdaderamente muertas. ¿Cuándo, o en qué, son “mis manos” indiferentes?
3. Manos Traspasadas “Después lo crucificaron, y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes a ver qué se llevaba cada uno” (Mc 15,24) Por clavos, por cansancios. Las manos que se alzan al cielo en súplica muda. Las que buscan algo con lo que saciar el hambre de los hijos. Las que ya no tienen fuerzas para sostener nada. Las que se aprietan, desesperadas, en gesto de impotencia. Manos que tratan de ocultar los sollozos cuando no se puede más. Manos heridas, llagadas, atravesadas por clavos invisibles. Manos esposadas con cadenas de odio, de exclusión, de rechazo. Manos que golpean, con desesperación, puertas cerradas. Manos muy abiertas, esperando ser acogidas. Manos ya inertes de pura derrota. ¿Cuándo, o en qué, están “mis manos” traspasadas?
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MANOS ÁSPERAS Tengo las manos ásperas, pero hay pan en mi mesa Tengo las manos ásperas pero hay luz en la casa Tengo las manos ásperas; me honra su aspereza porque así fueron todas las gentes de mi raza. No me avergonzó nunca mi heredada pobreza ni me achicó tampoco la humildad de mi traza: tengo las manos ásperas pero hay vino en la mesa, tengo las manos ásperas pero hay paz en la casa. Mientras los ricos guantes tú las tuyas enfundas yo, por llenarme todo de asperezas fecundas, quisiera veinte manos en lugar de estas dos... pues si pulir un rumbo me dejó tales huellas, después de haber pulido la luz de las estrellas qué ásperas las manos le habrán quedado a Dios. Emilio C. Tacconi
Los hombres duros se ponen sensibleros en sueños y quebrantan las ordenanzas que cualquier necio puede respetar; no es la convención sino el miedo lo que tiene tendencia a desaparecer. Los esfuerzos cavilosos de la masa atareada, la suciedad, la imprecisión y la cerveza rinden unas cuantas agudezas todos los años; ríete si puedes, pero tendrás que saltar. Las prendas que se considera adecuado vestir no serán baratas ni prácticas, mientras consintamos en vivir cual ovejas y nunca mencionar a quienes desaparecen. Mucho cabe decir a favor del desparpajo social, pero alegrarse cuando no hay nadie es más difícil incluso que el llanto; nadie mira, pero tienes que saltar. Una soledad de diez mil brazas de hondura sustenta el lecho en el que yacemos, cariño: aunque te quiero, tendrás que saltar; nuestro ensueño de seguridad debe desaparecer. Wystan Hugh Auden
SALTA ANTES DE MIRAR La sensación de peligro no debe desaparecer; el camino es sin duda tan breve como escarpado, por muy paulatino que parezca desde aquí; mira si quieres, pero tendrás que saltar.
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COLOR PLOMO
Va un hombre solo por el campo; las nubes son de color plomo y son de plomo los olivos... Todo es de plomo ante sus ojos: el verde-negro de las aguas, el blanco-verde de los chopos; gigante muerto, la sierra, tiene las jaras de plomo. (Dejó la ciudad dormida bajo la noche del lobo y partió sin saber donde...) Va por el campo un hombre solo, peregrino del tiempo de su tiempo,
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a cuestas la pereza de los otros. Se le durmió la brisa entre las manos y el sol le puso un beso entre los hombros. (Sonríe el hombre.) Pero los hombres le cargaron todo su dolor a la espalda y, con la pena, se le ha teñido el beso color plomo... Arrastra el Hombre su tristeza, se le ciegan los ojos con el polvo, y oyendo siempre la canción del tiempo, recuerda, caminando en campo solo, que, allá lejos, al que dormita, le irán tiñendo el pecho color plomo. Nicolás del Hierro
VOCACIÓN Y MISIÓN DEL SIERVO DE DIOS Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Así dice el Señor Dios, que creó y desplegó los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, dió el respiro al pueblo que la habita y el aliento a los que se mueven en ella: "Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas. Yo soy el Señor, éste es mi nombre; no cedo mi gloria a ningún otro, ni mi honor a los ídolos. Lo antiguo ya ha sucedido, y algo nuevo yo anuncio, antes de que brote os lo hago oír".
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Isaías 40, 1-8
No apto para ganadores por José Ignacio García Jiménez Si eres de los triunfadores, de los que siempre ganan, de los que no conocen el regusto amargo del fracaso, esta colaboración no te va a servir de nada. Si por el contrario eres de los que han metido la pata, o se lamen las heridas, o peor aún, viven desconcertados porque no entienden por qué les pasa lo que les está pasando, entonces bienvenido. Confío en que te puedas encontrar reconocido en este rincón. El fracaso, no es una teoría, sino que es una realidad dura, implacable. Unas veces llega subrepticia, como escondida y de repente te descoloca, te derriba y te deja lleno de inseguridad. No lo esperabas y la amistad ya no lo es, el que te llamaba ya no te necesita y el que estaba encantado contigo ahora siempre está ocupado. El fracaso, a veces, es lento, te acompaña como la sombra, como un murmullo que uno no termina de entender del todo pero que no deja de hacer ruido: de pequeño, en la adolescencia, de mayor, en el primer trabajo. No sabes exactamente qué es, pero sí sabes que hace daño, que te va desgastando por dentro y que no puedes desmontarlo con facilidad.
Sea de efecto rápido, o tomado en dosis prolongadas, el fracaso siempre tiene el mismo efecto: nos rompe por dentro. Paraliza nuestras capacidades, hace como que la película de la vida se detenga y uno no sepa muy bien hacia dónde caminar. Los proyectos, las expectativas, los sueños, todo se detiene, y lo que es peor, uno se siente sin energía para poder afrontarlo. El fracaso genera un terrible efecto: contagia todo lo que toca. Nos convertimos en reyes Midas, pero no convertimos en oro lo que tocamos sino que lo transformamos en enfrentamiento, en envidia o reproches. Los que me quieren sufren conmigo, pero también sufren mis enfados, mi displicencia, mi ira, mi rabia. Y cuando me doy cuenta de que también les he herido todavía me siento peor. Con los que he compartido esfuerzos o proyectos se transforman en víctimas de mi envidia o en sufridores de mis desprecios. Y si tratan de acercarse y comprenderme, todavía peor, los rechazo porque pienso que sólo quieren disfrutar de mi desgracia. El fracaso tiene una enorme fuerza destructiva, comienza en un punto y se va extendiendo hacia dentro y hacia fuera. Hacia fuera, en mis relaciones. Y hacia dentro, en mi confianza, en mi capacidad de ser lúcido y afrontar las situaciones. El mayor éxito del fracaso es romperme, romperme por dentro y romper con los que están a mi lado. ¿Quién podrá resistir?, decía el salmista. La Semana Santa es el tiempo del fracaso. De todos los fracasados que en la historia ha habido: de las víctimas, de los que no lo consiguieron, de los que no pudieron, de los rechazados, de los excluidos, de los que no cuentan. En Semana Santa sacamos en procesión al gran fracaso
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de este mundo: la luz vino y no la reconocieron. Es el gran fracaso de Dios, su no poder, su impotencia. También Dios se sintió desbordado por el mal. En Jesucristo reconocemos cómo el fracaso atraviesa todo lo que somos para dejarnos desvalidos, incapaces, desnudos. En Semana Santa descubrimos que el fracaso es posible, que es algo real, que nos puede pasar. Jesús, el fracasado, nos enseña a revertir la dinámica del fracaso. A limitar su capacidad destructiva. Porque con Jesús aprendemos a dejarnos ayudar, precisamente cuando mayor es la debilidad. Nada de falsos orgullos, nada de desprecios, precisamente cuando estamos caídos es cuando necesitamos una mano que nos ayude a ponernos en píe, que nos devuelva la confianza para seguir caminando. Aceptar la ayuda de los otros es empezar a encauzar el dolor. Con Jesús aprendemos a no maldecir, a que el fracaso no nos rompa por dentro, porque hay una promesa de amor más fuerte que nos fortalece. Fiarnos de esa promesa nos fortalece para no rompernos por dentro. La esperanza no es una frasecita, es un abrazo fuerte que nos sostiene en medio de las dificultades.
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