ROMA
DIAPOSITIVAS DE ROMA 2007-2008 1.- A Porta de Volterra , III-II a.c. 2.- Sarcófago de esposos, 520 a.. 3.- Loba Capitolina, ca. 500 a.c. 4.- Mapa do Imperio Romano 5.- Aparellos romanos 6.- Casa Romana con atrio e peristilo 7.-Calzada con sección de firme 8.- Acueducto sobre o Gard, próximo a Nimes, 275 m., 19 a.c. 9.-Basílica de Maxencio, 307 d.c., comenzada por Maxencio rematada por Constantino. 10.-Termas de Caracalla, 337 X 328metros, do 212 d.c. 11.-Teatro Marcelo remate no sec. I a.c. 12.-Teatro de Pompeia, sec.I a.c. 14.- Reconstrucción Anfiteatro 15.- Coliseo ou Anfiteatro Flavio, sec. I d.c 16.- Anfiteatro de Arlés, posterior ó sec. I d.c. 17.- Reconstrucción dun circo 18.- Columna Traxana, inaugurada no 113 19.- Arco de Tito, 82 d.c. 20.-Arco de Constantino, 312-315 21.- Arco de Septimo Severo. 22.- Templo da Fortuna Viril de Roma, II a.c. 23.- Templo de Vesta en Roma, sec. I a.c. 24.- Casa cadrada de Nimes ou Maisón Carré, 16 a.c.-4 d.c. 25.- Panteón de Agripa (xenro de Augusto), 27 a.C./ 118-125
ARQUITECTURA NA ESPAÑA ROMANA 1.- Murallas de Lugo, sec. III 2.- Anfiteatro de Itálica, de Traxano (98-117) 3.- Anfiteatro de Mérida, 8 a.c. 4.- Teatro de Mérida, 18 a.c.-135 5.- Arco de Bará , época de Traxano, pr. sec.II 6.- Calzada Romana de Porto do Pico (Ávila) 7.- Ponte de Alcántara (Cáceres) sobre o Texo 9.- Ponte de Mérida, tempo de Augusto 10.- Ponte Bibei. Poboa de Trives 10.- Acueducto de Segovia, tempo de Augusto
11.- Acueducto dos Miragres de Mérida 12.- Torre de Hércules, sec. II
PINTURA E ESCULTURA EN ROMA 1.- Augusto de Prima Porta, (M. Vaticanos) 19 a.c.-14 2.- Ara Pacis Augustae (conxunto) do 13-9 a.c. 3.- Retrato de Calígula, emperador do 37-41 4.- Detalle do relevo da Columna Traxana en Roma, 106-113 5.- Retrato de Marco Aurelio (Roma, Praza do Capitolio), 166 6.- Retrato de Vibia Matibia (m. do Capitolio), sec.I Dama da Permanente 7.- Retrato de Carcalla (M. de Nápoles), emperador 211-217 8.- Detalle do relevo do Arco de Tito, Roma, 82 9.- Detalle do relevo do sarcófago Ludovisi (M. das Termas) 10.- Estilos da pintura romana 11.- Frescos da Vila dos Misterios de Pompeia. 12.- Mosaicos:
ARQUITECTURA ROMANA “Que exista o arco en Exipto e a bóveda en Oriente antes que en Roma (…) nada resta, desde o punto de vista da historia da arquitectura, á contribución romana que empregou aqueles elementos para concepcións espaciais, para unha escala, intento e significación de todo diferentes. (…) O carácter fundmental do espacio romano é estar pensado estáticamente. Nos interiores de planta circular e rectangular imperan a simetría, a autonomía absoluta recpecto aos interiores antigos, suliñada pola grosa cachotería que os separa, e unha grandiosidade doblemente axial, de escala inhumana e monumental, substancialmente satisfeita en si mesma e independentemente do observador. (…) Fundamentalmente a edilicia oficial romana expresa unha afirmación de autoridade, constitúe o símbolo que domina á multitude do cidadáns e que fai presente o Imperio, potencia e razón de toda a vida. A escala da edilicia romana é a escala deste mito, desta realidade, non é nin quere ser a escala do home.”
Bruno ZEVI. Saber ver la arquitectura.
AS CINCO “ORDES” ROMANAS Os romanos asimilan dos gregos o concepto de “orde” na arquitectura pero introducen certos cambios de aspecto e os amplían ata cinco tipos básicos. A primeira modificación é a introducción, en tódolas ordes, dun levantamento ou podium para elevar máis os elementos sustentantes. Igualmente instalan basa en tódalas ordes, o que constitúe unha novidade xa que a dórica grega non a levaba. Aínda que seguen empreñando os tres tipos básicos gregos: dórico, xónico e corintio, engaden outros dous: o toscano e o composto. O Toscano é moi semellante ó dórico grego pero con basa, o fuste liso e, xeralmente, o friso liso e sen decorar (sen triglifos nin metopas). O Composto, moi semellante ao corintio grego nas súas características e dimensións pero cun chapitel máis complexo xa que supón a fusión do corintio (con follas de acantos) co xónico (ao levar unhas volutas ben desenroladas)
ARQUITECTURA ROMANA Editorial Dolmen
Teatro de Marcelo (Roma), 11 a.C. De los tres teatros existentes en la Roma de Augusto (el de Pompeyo, el de Balbo y el de Marcelo) el único visible en parte hoy en día es el tercero, el más antiguo de los casi doscientos edificios teatrales de época romana que, según cálculos de Alfonso Jiménez, están localizados de una punta a otra del Mediterráneo. Lo inició César, en ejercicio de sana emulación frente al Teatro de Pompeyo, y lo terminó Augusto, a nombre de su sobrino y yerno, Marcelo, entre los años 13 y 11 a. C. Fue un gesto de piedad paternal hacia el príncipe fallecido unos años atrás. Tal y como hoy lo vemos en la vía de su nombre, el Teatro de Marcelo es fruto de una meritoria labor de restauración y liberación de postizos y vecinos indeseables llevada a cabo entre 1926 y 1932. En la fecha de su edificación original, los romanos habían acumulado una experiencia de siglos construyendo teatros y anfiteatros de madera, no sólo en terrenos en cuesta, como los griegos hacían sus teatros, sino en suelo completamente llano, de modo que la construcción de graderíos inclinados, sobre andamios de costillas radiales y ambulacros curvos, no encerraba ya secretos para ellos. Bastó con trasladar sus experiencias al hormigón y a la piedra, para que el edificio teatral en suelo plano, con la escena y la cávea en un solo cuerpo, y no en dos como los griegos lo hacían, pudiera figurar en su palmarés ingenieril. Travertino de la cantera del Barco, cerca de los Baños de Tívoli, es el material de fachada, el mismo que el del Coliseo. Y también como en éste las arquerías se revisten de los órdenes clásicos superpuestos, en este caso el dórico (toscano) abajo y el jónico encima. A partir de aquí la restauración moderna ha respetado la fachada curva del palacio medieval de los Savelli, diseñado a principios del siglo XV por Baldasarre Peruzzi. De este modo el edificio conserva la altura de 32,60 metros, que le había dado el arquitecto romano con una tercera planta en forma de ático ciego con pilastras corintias. La amalgama de arquerías y órdenes superpuestos seguía la tradición republicana del Tabularium y fue aplicada con acierto a las fachadas curvas de teatros y anfiteatros del Imperio cuando ya el dórico y el jónico tenían pocas aplicaciones en la arquitectura imperial, más afecta al corintio y a sus variedades. El teatro reservaba a sus primeros visitantes un escenario que parecía la petrificación de un mural del tercer estilo y que daría la pauta a seguir para muchos teatros imperiales (v. gr. Mérida e Itálica, éste en vías de reconstrucción). El enorme paredón del fondo del escenario se había convertido en una auténtica scaenae frons, ricamente articulada en salientes y nichos, y decorada con órdenes superpuestos de columnas exentas. La parte central, dividida en tres tramos, correspondientes a otras tantas puertas, servía de fondo a la tarima en que se movían los actores, y estaba flanqueada por dos aulas perpendiculares, de cabecera absidada y no visible desde la cávea. Ellas enlazaban la scaenae frons con los extremos del cuerpo del graderío y con la enorme exedra descubierta del porticus post scaenam, en cuyo centro ajardinado se alzaban las dos ediculas que reemplazaron a sendos templos derribados para hacer sitio al teatro, uno de ellos, según Plinio, dedicado a Pietas, el otro no sabemos a quién (Diana?).
Coliseo 75-80 El Anfiteatro Flavio -más conocido como Coliseo- fue el mayor edificio levantado por Roma y quizá el mayor también de toda la Antigüedad. Su construcción se debe a Vespasiano, Tito y Domiciano. Tenía tres arquerías sobre pilares con columnas adosadas en tres órdenes superpuestos, dórico-toscano, jónico y corintio, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. Como coronamiento, un ático de gran altura que encerraba el último de los sectores del graderío. Abajo, en primer término, la infraestructura de la arena con el complejo dispositivo requerido por la organización y el funcionamiento del spectaculum o ludus. A nivel del suelo, a la derecha, la puerta principal del edificio (porta triumphalis) por oposición a la de enfrente, por donde se evacuaban las víctimas (porta libitinaria). Los muros radiales que sostenían, y sostienen ahora una parte del graderío, acreditan la capacidad de la ingeniería romana para resolver el problema de crear un gran espacio oval con visibilidad perfecta desde cualquier punto del mismo.
Arco de Tito (Roma), 80 Situado en la linde oriental del Foro Romano, se construyó pocos años después de la muerte de Tito. Arco de un solo vano, es el más antiguo que se conserva en Roma ciudad. Toda la información escrita que tenemos sobre él es la de la inscripción del lado este, que dice "Senatus populusque Romanus divo Tito divi Vespasiani (filio) Vespasiano Augusto". Los relieves de ambas caras internas son tremendamente interesantes.
Pont du Gard (Nimes), sec. I Las grandes obras de ingeniería romana se caracterizan por adecuar la estética de las mismas a su funcionalidad, algo que puede apreciar en los célebres acueductos como el de Segovia o este, levantado a 50 metros sobre el río Gardon, que abastecía de agua a Nimes y que además muestra una gran armonía arquitectónica. Al mismo tiempo, cumple la función de puente ya que sobre la primera arquería hay una carretera.
Columna de Trajano (Roma), sec. I El destino de la Columna Trajana era triple: señalar hasta dónde llegaba el monte desplazado por el foro; cobijar las cenizas del emperador y conmemorar la conquista de la Dacia como victoria de Trajano. La columna soporta una cinta helicoidal de 200 metros de longitud, cubierta del relieve más extenso que la Antigüedad llegó a conocer. La mitad inferior narra la primera guerra dácica (años 101-102); la mitad superior, la segunda guerra (años 106-107).
Arco de Trajano (Benevento) 118 El Arco de Trajano en Benevento es un digno continuador del Arco de Tito, pero está allí para demostrar que el arte patrocinado por Trajano -el del clasicismo romano- no era excluyente ni intolerante. El uso que Apolodoro hace de mármoles polícromos, de gigantescos fustes monolíticos de granito egipcio y de cipollino, ambos sin pulir; y a su lado, de fustes estriados de giallo antico y de pavonazzetto, demuestran que se sentía tan romano como Rabirio, el de la Domus Flavia.
Circo Máximo (Roma) sec. II, 600 m de lonxitude Se trata del mayor edificio para espectáculos construido en todos los tiempos. Durante mucho tiempo atrás en el mismo espacio donde está ubicado el Circo, se celebraban carreras de carros, pero fue durante el reinado de Augusto cuando adquirió una mayor importancia y monumentalidad. El emperador colocó allí el obelisco de Ramsés II procedente de Heliópolis y en el 357 éste fue sustituido, por orden de Constancio II, por el de Tutmosis III, de 32,5 metros de altura. Se cree que su capacidad máxima debía ser aun mayor que la que la le atribuye Plinio el Viejo (250.000 espectadores).
El anfiteatro de Nimes Fue construido al final del primer siglo de nuestra era. No es el más grande del mundo romano pero es sin duda el que tiene el mejor estado de conservación. Esa elipse de 133 metros por 101 con 21 metros de altura en su fachada podía recibir más de 24. 000 personas. La prohibición de los combates de gladiadores en el siglo V provocó la transformación del edificio en una fortaleza visigoda, a la que se añadieron unas torres y un paso de ronda. Durante la Edad Media se habitó este espacio, viviendo en él durante el siglo XVIII unas 700 personas. Sin embargo, en la centuria siguiente, el anfiteatro se restauró, utilizándose especialmente para realizar corridas de toros, convirtiéndose en una de los cosos taurinos más importantes fuera de España. Actualmente ha sido dotado de un techo desmontable que permite su uso durante todo el año, convirtiéndose en uno de los centros de la cultura y el ocio de la ciudad.
Arco de Septimio Severo (Roma), 203 El más hermoso y homogéneo de los arcos romanos conservados, conmemora las victorias del emperador Septimio Severo sobre los árabes y los partos. La arquitectura y la escultura de época severiana son las más barrocas de la historia del arte romano, como se echa de ver comparando este arco con el más próximo, sencillo y pequeño del otro extremo del Foro, el Arco de Tito. Visto desde la ladera del Capitolio, junto al Coliseo, como lo está en esta fotografía, resplandece la armonía de sus proporciones.
Basílica de Majencio (Roma), 200-215 Para la construcción de esta basílica se renunció a modelos anteriores, para crear un grandioso salón cubierto con bóvedas de crucería, tomando como modelo los frigidaria de las termas imperiales. A ambos lados, tres salas se disponían de forma perpendicular al eje de la sala principal cubiertas con bóveda de cañón. Al fondo, se abrían dos series superpuestas de tres ventanales que permitían la entrada de la luz al interior.
Termas de Caracalla (Roma), sec. III El modelo de terma imperial quedará establecido en las de Nerón y Trajano. Las de Caracalla, aunque sólo conservamos restos de sus muros y algunas bóvedas, nos ofrecen una perspectiva de su monumentalidad. En realidad fueron iniciadas por Septimio Severo y finalizadas por Alejandro Severo hacia el año 240. El edificio de las termas se inscribe en un recinto cuadrangular y está rodeado de jardines.
El acceso se realiza por un vestíbulo que da paso a la sala de vestuario y a la palestra, que tiene otro vestuario en la zona norte. Al sur de la palestra encontramos el baño y el laconicum o baño turco. Dos nuevos baños completan la distribución de esta zona. El centro del edificio está presidido por el frigidarium, piscina de agua fría, cubierto por enormes bóvedas de arista sostenidas por columnas adosadas que se coronan con elegantes entablamentos. A ambos lados se situarían las salas anejas. Al sur del frigidarium se ubica el tepidarium, sala con calefacción de aire caliente bajo el pavimento, y el caldarium, sala circular dedicada al baño de agua caliente, de vapor y al masaje. Al norte del frigidarium se halla el natatio, gran piscina. El esquema del edificio es simétrico, por lo que las mismas dependencias que nos encontramos en el ala oeste se repiten en el ala este. De la misma manera, la exedra con salas anejas que se halla en el recinto que rodea a las termas en sí se repite en las dos alas. Si es único el amplio graderío que se establece en el lado sur del conjunto.
Arco de Constantino (Roma), sec. IV, 25 m. de altura, mármore Conmemora la victoria del Puente Milvio sobre Majencio (313) y está decorado en su mayor parte a base de despojos de otros monumentos anteriores: en el ático, ocho relieves de Marco Aurelio, del mismo tamaño que los de Santa Martina: otras tantas estatuas de prisioneros dacios en pedestales, del Foro de Trajano; ocho medallones, de dos metros de diámetro, de un arco de Adriano, y dos relieves monumentales de Trajano en el vano del arco. El arco está obviamente inspirado en el de Septimio Severo con la decoración acrecentada.
Ara Pacis de Augusto, 13 a.C. El Senado acordó consagrar en el Campo de Marte el Ara de la Paz Augusta en honor de los triunfos cosechados por Augusto en Hispania y la Galia. Era el año 13 a.C. El ara se alza sobre un alto pedestal escalonado, dentro de un recinto murado de 11 por 10 metros, casi cuadrado, y con dos puertas de acceso, una al este y otra al oeste. Al interior está decorado con relieves de guirnaldas de frutos y flores, símbolo de la prosperidad. En los relieves exteriores encabezaba Augusto una larga procesión que como la de las Panateneas en el Partenón, se dirigía en dos columnas a la puerta del templo. En los relieves se podía ver al Princeps, a su familia, a sus amigos y colaboradores -Mecenas entre ellos- dirigiéndose al sacrificio en solemne cortejo. Un senado agradecido y un pueblo regenerado asistían al acto, realizadas las escenas con un sobresaliente naturalismo.
Panteón de Agripa (Roma) 118-125 Apolodoro de Damasco En el año 27 a. C. Agripa levantó un Panteón que fue destruido por un incendio en el año 80 d. C. Adriano mandó construir, sobre los cimientos del templo arrasado por el fuego, y en nombre de Agripa, un nuevo templo de cuyo proyecto se encargó el gran arquitecto del siglo I Apolodoro de Damasco. El templo esta formado por un gran pórtico clásico y una enorme cella cilíndrica. El pórtico cuenta con dieciséis columnas monolíticas realizadas en granito egipcio y mármol blanco en las basas, que dividen el espacio en tres naves. El Pantheon hizo época: con la luz de su óculo cenital, de 8,92 m de diámetro, consagró para siempre en arquitectura aquella luz apacible y difusa del atrio de la casa itálica ancestral, que acendraba su encanto en las horas de los crepúsculos. Su efecto
tranquilizante recibe el apoyo de una singular armonía de proporciones, que el visitante percibe aun sin saber el secreto. Cuando se le dice que la altura a que la cúpula se encuentra es exactamente la misma que el diámetro de la rotonda (43,30 metros) empieza a percatarse de que tenían razón los griegos al considerar que el secreto de la belleza sensible estaba en el número. El pesado casquete de la cúpula descansa en el muro cilíndrico de la rotonda, de seis metros de espesor y que encierra todo un festoneado de bóvedas y de arcos de ladrillo que trasladan el peso del hormigón, de la masa muraria, a los puntos de mayor resistencia. El muro, a su vez, está sostenido por un anillo de cimentación de 7,30 m. de espesor, que después de hecho hubo de ser incrementado, como los muros hubieron de ser entibados, por el este y por el sur, con edificios anejos, aún en vida de Adriano. Las tres líneas de imposta, visibles por el exterior del cilindro, delimitan los tres sectores superpuestos que constituyen el verdadero muro, y en ellos los materiales de relleno se van aligerando de abajo a arriba. La distribución de las cargas permite que en el interior del cilindro puedan abrirse ocho nichos, uno ocupado por la puerta y los otros siete en alternancia de rectángulos y semicírculos, éstos en los extremos de los ejes y aquellos de las diagonales. Dos columnas, de pavonazzetto en los nichos semicirculares y de giallo antico en los rectangulares, cierran los respectivos vanos. De cada una de las paredes de los macizos intermedios, revestidas de mármoles incrustados, de una fastuosa policromía, sobresalen edículas rematadas por frontones triangulares o de segmento de círculo. Entre este sector bajo el muro, y el arranque aparente de la cúpula, corría un ático con ventanas, que experimentó una sensible transformación en el siglo XVIII. Hace unos años se restableció, en un tramo de dos ventanas, el dispositivo original, conocido por dibujos, en el que las ventanas, cerradas por celosías, estaban separadas por cuatro pilastrillas que rellenaban el tramo intermedio. Cada ventana se encontraba en la vertical del eje del nicho o de la edícula correspondiente. Libres del entresuelo que hoy los cubre, los nichos llegaban entonces hasta cerca del arranque de la cúpula y recibían la luz indirecta que se filtraba por las ventanas. La pared era, pues, antiguamente mucho más diáfana que lo ha sido después, merced a esas ventanas superpuestas al zócalo de la franja intermedia. Todo ello no pasaba de ser una fachada, bella e ingeniosamente concebida, con la doble función de ocultar todo el sistema de apoyos que mantenía en pie el edificio y de no romper con la tradición de la arquitectura arquitrabada: las columnas, las pilastras, las cornisas, todo, por superfluo que fuese (como superfluas son, pues nada sostienen, las hermosas columnas corintias de los vanos de los nichos) significaba continuidad y respeto al brillante pasado de la arquitectura, sobre todo de la flavia.
Templo de Fortuna Virilis (Roma) 100 A.c. El ejemplar más típico y mejor conservado en Roma misma de un templo tardorrepublicano, es precisamente el de Portunus, errónea pero popularmente llamado de la Fortuna Viril, cuando su titular era aquel Portunus, el dios de la puerta de la casa, de tanta importancia en el hogar y en el matrimonio ritual romano (por lo mucho que de él dependía la felicidad de los cónyuges). El templo se remontaba al siglo IV, pero hubo de ser rehecho totalmente como consecuencia de la remodelación de aquella zona durante el siglo II a. C. Su construcción debió de iniciarse a fines del siglo II y de continuar hasta mediados del siglo I, pues en este período empiezan a emplearse en Roma el travertino, la caliza fina de Tibur que aún hoy se utiliza mucho, y el tufo o toba rojiza del Anio. De travertino son las seis columnas jónicas de basa ática del pórtico y las basas y capiteles de las
cinco semicolumnas de cada lado de la cella (los fustes de aquéllas y las paredes de ésta, en toba del Anio). Una capa de estuco pintado lo revestía e igualaba todo. De estuco también eran los relieves de candelabros y guirnaldas del friso, coronado por una cornisa denticular y un cimacio lésbico. Las cabezas de león (canecillos) de las cornisas laterales se conservan relativamente bien. El edificio es, en esencia, un templo itálico, con pórtico hexástilo en su primer tercio (dos intercolumnios) y cella en los otros dos tercios. El podio, la escalinata frontal (de reconstrucción moderna) y el pórtico profundo, le imponen la orientación unilateral característica. Otra cosa es el templo griego, abierto por los cuatro costados e indiferente a su entorno. El arquitecto, seguramente griego, cumplía con el ritual romano y quedaba en libertad de revestir el edificio del refinamiento de un jónico impecable.
Maison carrée (Nimes) 25 a.C. Se trata de un templo corintio y hemiperíptero elevado sobre un podio con escalera con una única nave y columnas adosadas a la cella a modo de peristilo. En el frontón no hay decoración escultórica, seguramente se ha perdido, y en el friso aparecen adornos florales que nos recuerdan a la ornamentación del Ara Pacis. Estas características son muy comunes en las provincias romanas en tiempos de Augusto. El templo fue construido por Agripa -sobrino de Augusto y legado superior de la Galiay dedicado a sus dos hijos Caius y Lucius, herederos de Augusto que fallecieron muy jóvenes.
ARQUITECTURA HISPANO ROMANA Editorial Dolmen Muralla romana de Lugo. Cubo de A Mosqueira La muralla de Lucus Augusti es una construcción bajoimperial, posiblemente del siglo III, que ocupa una superficie de 28 hectáreas, con un perímetro total de 2.140 metros. Su primer trazado corresponde a un rectángulo con los ángulos curvos que se convirtió en una elipse rectangular. La altura de los muros varía entre los 10 y los 15 metros, presentando un gran espesor que alcanza hasta 6 metros, lo que permite la existencia de un amplio adarve. Disponía de 85 cubos pero en la actualidad se conservan 72 en un estado aceptable y ocho seccionados. En los lienzos y los cubos, la fábrica es de lajas de pizarra mientras que en las puertas se empleó pizarra. Resulta factible admitir que, en origen, cada cubo dispusiese de una torre superior con, al menos, dos pisos, abiertos mediante grandes ventanales con arco de medio punto en todo el contorno semicircular de la torre y que esas torres quizá estuviesen dotadas de armamento. El único ejemplo subsistente de estas torres, y reformado, es la denominada Torre da Mosqueira, en la banda sur del recinto amurallado. Los ventanales actuales tienen 1,53 m. de flecha por 1,15 m. de luz. A los pies de este cubo era tradicionalmente donde se cocía el pulpo. En 1921 la muralla fue declarada Monumento Nacional con el objetivo de evitar los destrozos que se estaban produciendo en ella al construirse casas adosadas desde el siglo XVIII. (C) 2002 Ediciones Dolmen S.L.
Anfiteatro de Itálica. Planta Entre los refinamientos de su arquitectura, son dignos de notar los discretos pasillos, casi privados, que permitían a los decuriones alcanzar sus espaciosas plazas en el podium. Pese a las destrucciones, puede darse como probable que, en la parte más alta de las amplias caveas, hubiese un pórtico columnado, semejante al del Coliseo. De cualquier modo, el aforo de este edificio (25.000 espectadores) era desmesurado para la ciudad, pues ésta, al parecer, sólo contaría 8.000 habitantes. Las medidas totales del edificio eran 156 x 134 m. mientras que las medidas de la arena serían 71 x 49 m. Fue construido sin duda bajo Adriano. Anfiteatro de Mérida, I a.C. El anfiteatro de Mérida fue inaugurado el año 8 a. C., según aclara una inscripción que se repetía hasta cuatro veces, en otras tantas tribunas. En la época flavia o quizás en la de Trajano debió reformarse buena parte del mismo. La fachada del monumento, que da a una calle circundante es de mampostería, por tongadas, con refuerzo de sillares almohadillados en las puertas y lienzos intermedios de la fábrica. Por medio de tres entradas principales y otras secundarias se podía acceder al recinto, capaz de albergar a 15.000 espectadores, que se distribuían en los tres sectores tradicionales, del que se conserva bien el inferior (ima cavea). Un elevado podium mantenía a salvo de las posibles acometidas de las fieras a los asistentes. Sobre el basamento, en una balaustrada que rodeaba el perímetro de la arena, se desarrollaba una interesante decoración pictórica con temas alusivos a los juegos. En el eje principal del monumento, de 55 metros de longitud, existían dos grandes arcos
que marcaban el comienzo de largos corredores abovedados, por donde salían los participantes del espectáculo. A ambos lados de los mismos, unas habitaciones bajo las gradas se han querido interpretar como dependencias de los gladiadores, y spoliaria o jaulas para las fieras, aunque alguna, sobre todo una de las existentes en la zona septentrional, pudo haber tenido el carácter de capilla. En los extremos de los ejes mayor y menor estaban ubicadas las tribunas de las autoridades y de los que organizaban los juegos. De forma elíptica, la arena estaría cubierta en su parte central con un tablado que taparía la denominada fossa arenaria, donde estaban las jaulas de las fieras y se almacenaba la tramoya. Teatro de Mérida (frente), 8 a.C. Inspirado en el de Pompeyo, constituye uno de los mejores ejemplos conservados de los teatros romanos. La orquesta es semicircular, y tras la escena se levanta un pórtico con columnas corintias y fustes monolíticos que proporcionan un escenario a la representación. Los cambios en la tipología del teatro griego al romano (mayor desarrollo de la escena en detrimento de la orquesta...), tienen que ver con el significado que tienen las representaciones en cada cultura. En Roma, el teatro es un acontecimiento civil, donde se acude a contemplar obras exclusivamente literarias, lo que difiere del sentido religioso que se le concedía en Grecia.
Acueducto de Segovia sec. I El acueducto atraviesa la celebre plaza segoviana del Azoguejo y fue construido bajo el reinado del emperador de origen hispánico Trajano. A diferencia del Pont du Gard, el sistema de construcción que se emplea aquí consiste en levantar enormes pilares unidos a media altura y con arcos de sostén en la parte superior. Fue restaurado en el siglo XV por la reina Isabel de Castilla.
Acueducto de los Milagros (Mérida), sec. I Los pilares son de hormigón cubiertos con ladrillo y granito, y los arcos que hay entre ellos son tirantes que sirven de enjarjes para la estructura. Tanto el combinado de materiales, como el sistema de construcción, serán luego imitados por los arquitectos hispanomusulmanes en la Mezquita de Córdoba. Las conducciones hidráulicas El sentido utilitario de los romanos se puso de manifiesto a raíz de la fundación de la colonia, con la planificación de hasta tres conducciones hidráulicas, cuyas ruinas son bien expresivas. La primera conducción, Aqua Augusta, como la denomina una inscripción conservada en el Museo, es conocida actualmente con el nombre de Cornalvo, porque tiene su origen (caput aquae) en el embalse de su nombre, situado a unos 16 kilómetros al NE de la población. El dique, conservado en buen estado, alcanza 220 metros de longitud y está establecido entre dos suaves colinas. Su alzado, de 18 metros de altura, dibuja un talud para soportar mejor el empuje de las aguas y comprende un potente
relleno de tierra, una estructura hormigonada y paramentos de sillarejo. En el centro del dique, y sumergida en buena parte en las aguas, se aprecia una torre de planta cuadrada, de 9,50 metros de lado y 20 metros de altura, donde se ubican las puertas de regulación del conducto. La fábrica es de hormigón y sillares de granito. El conducto partía desde el fondo de la torre a través de una galería de buena construcción, de 1,70 metros de altura y 0,70 metros de anchura. En el camino se unían otras aportaciones, principalmente la que procedía de El Borbollón. A través del agro emeritense, siguiendo en principio el curso del río Albarregas, el acueducto proseguía hasta la ciudad. Diversos imponderables, tales como cursos de aguas y vaguadas, fueron salvados mediante la construcción de arquerías y otras obras de fábrica. Después de recorrer cerca de 25 kilómetros, la conducción llegaba a la población por su limite oriental, junto al Teatro y Anfiteatro, a los que surtía y, por el área de la necrópolis de Los Columbarios, se dirigía al depósito terminal (castellum aquae) situado en las inmediaciones de la plaza de toros. La segunda conducción, conocida con el nombre moderno de Rabo de BueySan Lázaro, se originaba a unos 5 kilómetros al norte de la ciudad, donde se encontraban diversos veneros subterráneos y corrientes de aguas que, canalizados convenientemente, constituían el aporte fundamental de la misma. El acueducto, de 4 kilómetros de trazado, ha llegado hasta nosotros en buen estado. La galería principal por donde discurre es ciertamente espectacular, con una altura superior a los 2,50 metros y cuidada construcción de mampostería de piedra con bóveda de medio cañón. De trecho en trecho, para proceder a la limpieza del conducto, se ubicaron unos respiraderos de planta cuadrada cerrados con sillares de granito, que se complementaban con unas entradas provistas de escaleras cada cierto espacio. La conducción emerge a la altura de la finca La Godina y continúa hasta el depósito de Rabo de Buey, donde presumiblemente existió una cámara de decantación de impurezas (piscina limaria). El obstáculo representado por el valle del Albarregas, de cierta anchura, fue salvado con la construcción de unas elevadas arquerías que enlazaban los pilares de sustentación del canal. La obra fue grandiosa, de cerca de un kilómetro de longitud, aunque hoy día sólo permanecen tres pilares y unos arcos de sillería granítica. En el área de la denominada Casa del Anfiteatro apareció una interesante torre de decantación y distribución de aguas, de planta rectangular, con aparejo mixto de sillares, mampostería y ladrillo. Igualmente, en la construcción del Museo Nacional de Arte Romano se halló un buen tramo, hoy incorporado a la visita, que se dirigía a la parte central de la ciudad a la que surtía. Por fin, la tercera conducción hidráulica es la que ha conservado los restos más significativos. Es la conocida con el nombre de Proserpina-Los Milagros. Su origen estaba en la denominada Albuera de Carija, que a raíz del descubrimiento de una lápida de la diosa lusitana, en el siglo XVIII, tomó el nombre de Proserpina. Se encuentra este embalse a cinco kilómetros al norte de la ciudad. En su cuenca, de cinco kilómetros de perímetro, se embalsaban las aguas pluviales y las que proporcionaban diversos arroyos cercanos. La obra de ingeniería de este embalse reviste caracteres de interés. Como en el caso enunciado de Cornalvo, comprende una potente pantalla de tierra y un dique en talud con núcleo de hormigón y paramentos de sillarejo. Su longitud
es cercana a los 500 metros y su elevación sobre el nivel normal de las aguas de 7 metros. La integridad del muro del embalse, además de por su estructura, se pudo asegurar por medio de contrafuertes de sección rectangular. Adosadas al muro del dique, dos torretas cuadradas provistas de escaleras permitían la bajada al fondo, donde se encontraban las compuertas de salida del agua. Se conservan restos expresivos de la conducción en su recorrido de más de 9 kilómetros, sobre todo en las vaguadas que tenía que sortear. Cerca del cementerio municipal, en la barriada de Santa Eulalia, se encuentran las ruinas de un depósito de decantación con cámara de compuertas y salida superior en vertedero (piscina lunaria), desde donde el conducto comienza a tomar altura para salvar, nuevamente, el obstáculo del valle del Albarregas. La longitud del tramo de arquerías, desde el citado depósito de decantación hasta el terminal existente en el cerro de El Calvario, es de 827 metros, mientras que la altura máxima llega a 25 metros.Su estructura revela la perfección y dominio que los ingenieros romanos llegaron a alcanzar en la solución de este tipo de obras. Consiste básicamente en una serie de sillares y ladrillos, cinco y cinco hiladas respectivamente. Los pilares tienen 3 metros de lado y a veces cuentan con un estribo en talud. Se enlazaban unos a otros por medio de arquerías de ladrillo, aunque en los que flanquean la corriente del Albarregas éstas son de piedra. En la parte superior de las arquerías iba establecido el canal (specus). Esta obra que causó el asombro de los emeritenses de los pasados siglos, que consideraron milagroso que los pilares se conservaran aún enhiestos, de donde el nombre de Los Milagros con el que se conoce al acueducto, ha llegado hasta nosotros en excelente estado de conservación. Son todavía cerca de 50 los pilares que todavía permanecen, más o menos deteriorados. La conducción concluía en una de las eminencias de la ciudad, en el cerro de El Calvario, donde a comienzos de la década de los setenta se descubrieron las ruinas de su depósito terminal. La cronología de estas conducciones ha sido muy debatida, pero la teoría general se inclina a considerarlas de época augustea. Puente de Alcántara (Cáceres), sec. I Siguiendo la norma general de los puentes romanos, éste también está realizado en piedra y consiste en una sucesión de arcos de medio punto. En otros ejemplos conservados, la decoración se reserva para la parte del intradós del arco, sin embargo en este caso como único elemento ornamental se puede señalar el juego de sombras que produce la luz al incidir sobre el almohadillado. Puente romano de Mérida, sec. I Emerita Augusta fue fundada en el año 25 a.C. con el objetivo de asentar a los veteranos de las legiones V y X. Se convertiría en la capital de Lusitania, una de las tres provincias en las que la península Ibérica sería dividida tras la conquista definitiva. El puente fue la primera obra erigida en la ciudad, construyéndose de manera estratégica para proteger tanto la colonia como el territorio oriental de la península. El puente está construido con un núcleo de hormigón que se reviste con sillares de granito. Consta de 60 arcos y una longitud de 792 metros; originalmente se dividía en dos partes, construyéndose en su centro un tajamar que actualmente ha desaparecido debido a las
crecidas del río. La ubicación del tajamar motivó la apertura de aliviaderos entre los arcos y la forma redondeada de los pilares. A pesar de haber sufrido diversas restauraciones, aún se puede observar su primitiva construcción entre la entrada y el primer descendedero.
Arco de Trajano en Bará (Tarragona) sec. II, 12 m de altura Levantado como homenaje al emperador de origen hispánico, se trata de una obra sobria y de modestas dimensiones que dista mucho de la grandeza y el lujo de los arcos triunfales de Roma. El artífice ha duplicado la anchura de los muros laterales, y ha sustituido las columnas por sendos pares de lesenas de orden corintio.
Torre de Hércules (A Coruña), sec. II La Torre de Hércules se construyó en el siglo II d.C. como faro para la navegación, tal y como encontramos en una inscripción al pie de la torre, así como referencias documentales sobre la ciudad de Brigantium en las que se hace alude a un faro en época de Trajano. En la Edad Media perdió su uso marítimo para convertirse en fortificación. En 1682 el duque de Uceda encarga su restauración al arquitecto Amaro Antune, construyendo una escalera de madera y ubicando en la parte superior dos torrecillas que soportan los fanales. Será en el reinado de Carlos IV (1791) cuando la Torre sufra una restauración completa, realizándose una obra totalmente neoclásica. El encargado de la reforma fue el arquitecto Eustequio Giannini. Antes de acometer la reforma, la torre era un cuerpo prismático con base cuadrada que presentaba en el exterior un muro de piedra con dos puertas en su parte baja, recorriendo toda la superficie ventanas asimétricas hasta el piso superior, presentando también un mordiente helicoidal hasta la zona más elevada. En el interior se conservaba la antigua estructura de época romana.
El Puente de Mérida Siempre hemos defendido que el Puente sobre el Guadiana fue el genitor urbis, el hacedor de la ciudad, el pasaje de todas las calzadas que confluían en ella. Efectivamente, la fábrica se construyó al aprovecharse la existencia de una isleta que facilitaba el establecimiento de sus estribos y sobre una amplia plataforma diorítica. Fue él, además, el que determinó el esquema urbano de la colonia, ya que su prolongación, bien evidente, aunque algunos no lo han sabido entender, constituyó una de las arterias principales de la urbe, el decumanus maximus, cuyo trazado se identifica con el de las actuales calles del Puente, Cava y Santa Eulalia. Por él pasó toda la historia de España y los documentos conservados en el Archivo Histórico Municipal no pecan de exageración cuando afirman que "la Puente es la más pasajera que ay en estos reinos". Por los caracteres de su arquitectura, muy en relación con ejemplos itálicos, lo que nos indica que sus constructores estaban bien familiarizados con aquellas maestranzas, es plenamente augusteo. La obra fue realizada de una sola vez y no en tres períodos
cronológicos como se ha pensado por la distinta estructura de sus tramos, cuyas diferencias no obedecen a otra cosa que a restauraciones y a razones topográficas muy claras. El aspecto primitivo de la fábrica era muy diferente al actual. Básicamente comprendía dos tramos arqueados: el primero de ellos desde la ciudad al primer descendedero y el segundo desde la pila-estribo al final de la obra. Entre los arcos, siempre actuales, 10 y 16 existía un macizo que mantenía el nivel de la calzada. Este malecón estaba protegido por un poderoso tajamar, gran aleta de encauzamiento del río, que se oponía a la corriente 150 metros aguas arriba del Puente, en forma de proa o punta de diamante como la definen los autores antiguos. Con ello se evitaba que la fuerza de la corriente se dirigiera contra la zona central de la fábrica y la destruyera. Además, por lo que pensamos, se soslayaba con ello la construcción de un tramo arqueado en una parte que ofrecía una débil cimentación, lo que hubiera constituido fácil presa para la corriente. El Puente, por tanto, no fue uno, sino doble, como en el caso conocido del Fabricius y del Cestius en la Isla Tiberina. Tras la infausta noche del 20 de diciembre de 1603, durante la que se originó una formidable avenida que dio al traste con la obra del tajamar, ya seriamente dañada, se consideró mucho más rentable construir cinco nuevos arcos en el lugar ocupado por la vetusta construcción. Desde entonces, como afirma el historiador local Bernabé Moreno de Vargas, "las puentes quedaron hechas una" y la fábrica, con la refección llevada a cabo en el último tercio de la pasada centuria, adoptó su aspecto actual. Otras restauraciones se efectuaron en época visigoda, y en los siglos IX, XIII, XIV, XV, y XVI. (C) 2001 Ediciones Dolmen S.L. Teatros La arquitectura teatral no muestra altibajos tan radicales como circos y anfiteatros. El teatro es, por definición, menos grandioso que el anfiteatro, pues su aforo es sistemáticamente menor allí donde se dan conjuntamente ambos monumentos; pero, por otra parte, su sentido, como edificación pública, trasciende lo meramente utilitario, pues sirve -vale la pena insistir en ello- para asambleas de tipo político y religioso, cargadas de boato oficial; por tanto, no existe en principio un edificio teatral de carácter popular, un paralelo directo, digámoslo así, al circo de Mirobriga o al anfiteatro de Vergi. A esto se añade, por otra parte, que la construcción de teatros en nuestra península se concentra en un período muy breve, de poco más de un siglo, entre el período cesariano y los primeros años de la dinastía flavia. En consecuencia, es muy explicable una cierta sensación de homogeneidad, y hasta de monotonía, que sólo algunas construcciones, por su originalidad o su riqueza, permiten superar. Acaso debamos comenzar la historia de estos edificios por uno que, precisamente, resulta un tanto atípico, y que por ello ha dado lugar a todo tipo de dudas y especulaciones. Nos referimos al de Pollentia (Alcudia), una verdadera miniatura entre los teatros hispánicos, que resulta imposible de fechar a través de estratigrafías o restos arqueológicos, tan esquilmada está la roca en que se tallaron su cavea y su orchestra. Reducidos al estudio de sus escuetas formas, no podemos sino observar que, aunque su planta sea romana en líneas generales, tiene tantos detalles de tipo griego -párodoi descubiertos en vez de los aditus maximi en forma de túnel, orchestra de planta ultrasemicircular, y rodeada por un banco con respaldos de piedra- que se impone el recuerdo de los teatros de Sicilia (Tindaris, Segesta, Solunto), aunque sea como modelos lejanos.Ya en estilo romano ortodoxo, el más antiguo de nuestros teatros es,
sin lugar a dudas, el de Acinippo (Ronda la Vieja), obra quizá cesariana, o por lo menos del Segundo Triunvirato, que debe la majestuosa conservación de sus estructuras, sin retoques apenas, a su temprano abandono en el siglo II d. C. Su frons scaenae recta, de sillares bien escuadrados y unidos con mortero y grapas, muestra entalles donde se fijaban los arquitrabes de la columnatio, y constituye el mejor ejemplo que tenemos de este tipo de estructura escénica, tan característica de la época tardorrepublicana y de principios del Imperio. Pero la verdadera fiebre constructiva comienza con Augusto, y alcanza su momento álgido bajo la dinastía julioclaudia: nada menos que doce teatros hispánicos pueden fecharse en esta época, y el resto se hallan en tal estado, o se conocen aún tan mal, que resulta imposible aventurar fechas concretas: ¿qué sabemos hoy del de Carteia, fechado por algunos a fines de la República, o de los localizados en Singilia (cerca de Antequera), en Celsa (Velilla de Ebro) o en Arcobriga (Monreal de Ariza)?, ¿qué conclusiones sacar de las huellas de gradas y proscaenium halladas en Urso?, ¿podrá confirmarse por las excavaciones la cronología cesariana atribuida al de Gades?, ¿se llegará a fechar el teatro de Malaca? Una vez más, la señal de la partida para esta carrera de construcciones ha de buscarse en Emerita Augusta, donde el magnífico teatro, conocido por todos, se inaugura en el año 15 a. C. Aun siendo un encargo oficial, diseñado sin duda por arquitectos vinculados a la corte augustea, logra toda su grandiosidad sin acudir a los hallazgos técnicos de los teatros de Pompeyo y de Marcelo -este último, por entonces en obras-: se limita a apoyarse en una ladera, y crea así un precedente que, como hemos dicho, se mantendrá en Hispania con particular intensidad. La austera fachada curva de la cavea, relativamente baja, ya que sólo cierra los sectores más altos de la gradería, prescinde por completo de sucesiones de arcos: la nobleza de sus sillares no hace sino afirmar su carácter de simple muro de contención. El ejemplo cunde con rapidez, y en pocos años, tanto en Metellinum como en Italica, surgen teatros con estructuras parecidas. Después, tras la muerte de Augusto, el panorama se complica de forma definitiva: surgen por doquier las construcciones locales, y, como en el caso de los anfiteatros, la variedad acarrea un cierto descenso en la calidad media de los monumentos. Algún teatro, como el de Bilbilis, llega a prescindir incluso de la forma semicircular de la cavea para evitar los gastos que exigiría completar la ladera a la que se adosa.Esta tendencia no supone, sin embargo, la ausencia de teatros correctos, como los de Regina o Baelo, o incluso de enormes caveas talladas en la roca -recuérdese Clunia- o elaboradas en parte con grandes masas de hormigón, como en Saguntum. Lo que falta, en realidad, no es empuje, sino capacidad de inventiva o, por los menos, de interés por soluciones audaces venidas de fuera. En este sentido, sólo queremos hacer dos excepciones: el teatro de Caesaraugusta y el de Tarraco. El primero, aunque tristemente arruinado, tiene la doble gloria de ser el mayor de toda la Península, con 107 m de diámetro, y el único, además, que adopta con decisión la estructura hueca, alzándose sobre bóvedas de hormigón rematadas con sillares. En cuanto al de Tarraco, lo poco que conocemos de él -unas cuantas gradas de la ima cavea, parte de la orchestra y restos ínfimos de la scaena- nos basta para intuir una interesante innovación: frente al dogma tradicional, que ve el teatro como un conjunto de círculos y de radios en torno a un único centro geométrico, aquí los cunei y las scalae parten de un punto distinto. Dado este paso, pierde valor el principio de la orchestra semicircular, destinado a realzar precisamente su centro, y se abre la posibilidad de realizar orchestrae más estrechas, como arcos de círculo: es, precisamente, lo que debió de aprender en la capital de su provincia el arquitecto que después diseñó el teatro de
Segobriga. Lástima que éste sea el último bien fechado de cuantos conocemos en Hispania, a caballo entre los reinados de Nerón y de Vespasiano: el filón abierto podría haber dado más frutos de interés. Para entonces, sin embargo, hacía tiempo que había comenzado, de forma paralela y colateral, una peculiar y postrera fase en la arquitectura de teatros: nos referimos a la conocida afición por las reconstrucciones y restauraciones, que afectó de forma radical a los elementos más vistosos: los proscaenia y las frontes scaenae. Poco diremos de los primeros, aunque debían de ser muy apreciados y motivo de orgullo para sus autores, si hacemos caso a los epígrafes hallados en Olisippo, Malaca e Italica. En cambio, merece la pena que dediquemos nuestro último párrafo a recordar esas columnatas escenográficas que aún hoy constituyen una invitación al teatro clásico y hasta un símbolo de la propia Roma. Por lo que sabemos, la frons scaenae de tipo tardorrepublicano, con filas de columnas sobre un fondo liso, empezó en cierto momento a sufrir la competencia de la frons scaenae mixtilínea, donde cada valva se sitúa al fondo de un ábside curvo o rectangular. No sabemos con exactitud cuándo ocurrió este fenómeno, pero tendemos a aceptar las razones de M. Bieber, quien piensa que fue en el reinado de Nerón, coincidiendo con el surgimiento del cuarto estilo pompeyano en pintura. A partir de entonces, cada vez que se quiso restaurar una escena, se aprovechó para cambiar también su trazado, dándole esa sugestiva estructura de entrantes y salientes; sólo en teatros muy concretos -y el de Itálica pudo ser uno- se evitó caer en tan agradable tentación, y se mantuvo la planta primitiva. En los demás casos -Saguntum, Bilbilis, Regina...- triunfaron los aparatosos ábsides entre columnatas, dando resultados como el de la escena de Emerita, fechable hacia el 100 d.C.; o como el que hemos de imaginar en Segobriga, donde al movimiento general de los muros se añadía el de las columnas con acanaladuras torsas. De nuevo Segobriga, ahora de forma definitiva a finales del siglo II d.C., marca el abarrocado final de la arquitectura de espectáculos en la Hispania romana. (C) 2001 Ediciones Dolmen S.L.