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antonio fernandez
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Este libro dejó de escribirse en septiembre de 2011. Todo lo ocurrido después es agua pasada. También en ese año, en ese mes, en uno de sus días (bien pudo ser el 17), junto al libro y otras cosas que seguro nacieron resulta que algo importante, sobre todo para mí, quiso seguir viviendo. Pero eso es otra historia.
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a Mar, a Clara, de orillas para dentro.
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INSTRUCCIONES DE USO (Una vez adquirido este libro) Ya está el libro en sus manos. Enhorabuena porque ha decidido por algún motivo ponerse a leer. En estos tiempos que corren ese impulso es digno de mención. Posee el interés intrínseco de lo raro. Ofrece un sinfín de posibilidades que muchos otros prefieren reprimir. Pero no hablemos de sus pasiones. Eso no nos dejaría tiempo para nada más. Este manual sobra si lo miramos desde un punto de vista estrictamente formal. Un libro siempre es un libro, empieza por el principio y una vez arranca la lectura todo puede pasar, pero las reglas están claras y la primera página lleva a la segunda y así sucesivamente. Un libro se lee y ya está. Desde cualquier otro punto de vista su utilidad sigue siendo igualmente innecesaria. Ahí justamente es donde radica su valor. Como podrá comprobar más adelante éste es el único enunciado que no posee pictogramas. El motivo no es otro que el de servirme de excusa para poder nombrarlos de pasada.
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Un pictograma es un signo claro y esquemático que sintetiza el mensaje sobrepasando la barrera del lenguaje. Hay quien dijo que debería ser enteramente comprensible con sólo tres miradas. He de decir que paso ahora bastante tiempo ocupado en ellos por razones que entenderá más adelante, y me parecía de justicia incluirlos aunque sólo fuera en el principio de cada nuevo capítulo sin otra intención que ponerlos en valor y testimoniar su existencia, ya que nos sorprenderíamos de todo lo que son capaces de conseguir. Es también una llamada al entretenimiento. Lo que propongo a partir del quinto o sexto pictograma es intentar interpretarlos sin la ayuda del texto. Para ello recomiendo que antes de pasar de página nos hagamos con un trozo de papel y tapemos rápidamente las palabras que lo refuerzan y ver si podemos descifrarlo como lo harían aquellos a los que les resulta imposible leer. Pongamos por ejemplo que están analizando este pictograma:
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Se pueden dar por buenas bastantes soluciones, como por ejemplo: “Miro desde este lado la escritura”, “Observo los extremos del arte” e incluso la que se ha usado en este caso, “Mirando al otro lado de la literatura”. Por el contrario, el que esté pensando en: “Miro al hombre que le canta a la mujer y le escribe” o “Veo desde aquí lo que quieres decirme” o “Mira, estoy aquí, firmado, yo”, mejor que lo deje y pruebe con el siguiente o el de más allá. Si se tiene un plato y unos palillos a mano podemos intentarlo en su versión acumulada. Cada vez que se acierta depositamos un palillo en el plato y al final, si ha conseguido acabarlo, tendrá una visión más panorámica de su capacidad interpretativa e incluso podrá medirla porcentualmente. Si ha llegado a este punto es muy probable que el libro siga estando en sus manos. El cómo llegó a ellas, usando la metodología de la probabilidad, limita la respuesta a dos únicas opciones. O lo ha comprado o se lo han regalado. Si la idea que llevo entre manos funciona es más fácil que estemos hablando del segundo supuesto. Eso no quiere decir que su gasto en relación al libro sea cero. Más bien todo lo contrario. No hablo de un gasto infinito que sería lo contrario de cero sino de un importe 9
total que supone justamente el doble de su valor unitario. A mí me obsequian con un ejemplar. Yo compro dos para regalárselos a personas distintas que elija por el simple hecho de que quiero que lo lean. O que lo tengan. Ese sería el proceso. Algo parecido a los entramados piramidales que tantas controversias y denuncias han levantado, sólo que en este caso no hay ningún problema ya que se está avisando desde el principio. A nadie se le engaña. Es la única manera que veo para que su recorrido no sólo no se pare nunca sino que incluso tenga un crecimiento exponencial. La parte positiva es que ya no estamos hablando de valoración literaria, no se trata de aprendérselo o de interpretarlo. Eliminamos todo eso y sólo nos quedamos con la ternura amarilla de seguir el juego de algo que no tiene pies ni revés, que es locura impropia del sentido común, una especie de aleteo inofensivo sin llegar a vuelo rasante capaz de deshacer las telarañas pero que a nadie despeina. La dificultad está en conseguir buena consistencia en el arranque. Hablo de dificultad pero enseguida se sobreentiende que quiero decir gasto. Para engrasar los motores sólo se me ocurre que una primera y nutrida masa de destalentados invierta, sin ánimo de lucro, lo 10
que vendría a ser tres veces su precio y todo eso sin saber lo que se llevan a casa ni a la de sus víctimas. Así sí. No lo dé más vueltas que es la única manera. Si sigue ahí se preguntará el porqué de este empeño en la difusión del libro, pues no parece haber afán de protagonismo literario ni vena ególatra alguna que engordar a costa de sus inseguros réditos. Aquí es donde encaja la segunda idea que barruntan mis neuronas en estos días. Paralelo a la búsqueda de fórmulas capaces de unir económicamente el mundo de la empresa y el de la discapacidad se fue inventando este libro en mis manos. Algo querrá decir. Dos realidades que si se analizan bien desde un punto de vista estadístico tienen una consistencia contrastada. Y por qué no. Las matemáticas siempre he pensado que poseen algo de mágico. Sus casualidades nunca son fortuitas. Tomando datos de dos mil ocho hay casi tres millones quinientas mil empresas en España y el número reconocido de discapacitados en ese mismo año es de tres millones ochocientos mil. Un discapacitado por cada empresa. Puede argumentarse que entre las empresas habría que establecer muchas disparidades y es cierto, pero son tantas como las que existen dentro de la propia discapacidad. 11
Una empresa para cada discapacitado. Volviendo al punto de partida, y si las matemáticas no fallan, debería haber algo sencillo que acabara uniendo ambas realidades. Esa disciplina que nació en Egipto aunaba en sus orígenes múltiples saberes en una mezcla de espiritualidad y ciencia que la edad moderna secularizó hasta convertirla en puro conocimiento cuantitativo con el fin de satisfacer las necesidades de una sociedad más preocupada por el comercio, la industria y los nuevos modos de producción que por otras realidades menos pragmáticas. Por lo que habrá que utilizar variables cuantificables económicamente de doble recorrido para que la apuesta funcione si se quiere que tanto empresa como discapacitado salgan ganando en la interrelación, generando a su vez beneficios de larga duración. Lo tendré que seguir pensando. A veces echo de menos esa sabiduría social que poseen los países nórdicos. Una última recomendación. No lo maltrate. El libro está dividido en capítulos de pocas páginas sin un orden estrictamente lógico, por lo que puede aventurarse a distorsionar un poco los guarismos o a trastear con ellos. Si una parte no le gusta o le aburre pase automáticamente a otra ya que el sentido global no se va a perder. Si le pasa esto en bastantes ocasiones es preferible que deje de leerlo. 12
Sin mรกs. Tenga en cuenta que si no lo ha estropeado demasiado puede ahorrarse el cincuenta por ciento de su coste al poder utilizarlo como si fuera uno de los de regalo.
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Todos los comienzos son errĂĄticos. El paso del tiempo posee la magia de ir enderezando los pasos. Lamentablemente tambiĂŠn es ĂŠl quien los olvida.
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Hará unos dos años de la primera sensación borrosa que tuve para animarme a escribir esto que todavía sigue inventándose aquí dentro y empiezo a darme cuenta de que no parará jamás. De una manera u otra seguirá creciendo al no tener ni un formato al uso ni una idea clara de los tiempos, ni por supuesto la frase perfecta para el último párrafo. Terminará porque necesitamos que eso suceda de vez en cuando, porque es bueno tomar oxígeno en según qué momentos o porque urge a veces pararse y contar al revés desde diez para que la tierra no se nos trague. Se acabará como se apagan al dormirse los sonidos del aire y las piruetas juguetonas de los delfines, falsas treguas que tras la noche siempre acaban reiniciando su viaje. En ese entonces tomábamos algo frío en una terraza junto al colegio que luego sería el Jean Piaget, en Zaragoza, y se encendió la chispa. Mónica lleva también a uno de sus hijos allí y con ella conversábamos en los comienzos de un verano que se antojaba ya muy caluroso. Ella de primeras es pelo naranja que a Clara le apasiona, luego y sobre todo humor amable y amiga. Nos une también algunos años en la misma asociación y parecidos miedos. La misma suerte que cada uno recorre como puede. Y hablamos de muchas cosas, entre otras de lo que habían crecido nuestros hijos y de lo que habíamos aprendido con ellos. Mirábamos en la distancia al vértigo de los primeros días, a las semanas enteras sin 16
dormir que se precipitaban arrollándonos no sabiendo cómo íbamos a despertarnos en la siguiente. Vimos aquello como la nebulosa que marcó todo un nuevo principio de supervivencia. Necesitábamos reinventar en el día a día el esquema mental que se había triturado y la base sobre la que cimentar los nuevos mandamientos. Nos contábamos cómo pasamos del sufrimiento repentino a ir aceptando la situación dando forma a lo que en un principio no tenía ninguna lógica. Los niños estaban bien atendidos y eran felices, íbamos viendo maneras de conseguir subvenciones para orquestar terapias y atenciones especializadas. Tenían su propio campamento de verano y rehabilitadores particulares que les ofrecían a domicilio prestaciones individualizadas. Los llevábamos a un colegio con piscina y lloraban, reían y cagaban como todos los de su misma especie. Mónica reflexionaba sobre estas cosas y con años de aprendizaje a sus espaldas nos reprochaba con razón que si algo estábamos haciendo mal era no compartir nuestras cicatrices con la gente que empezaba de nuevas y se encontraba tan perdida y paralizada como en su día nos pasó a nosotros. Que podíamos hacer algo más. Pensé en este libro cuando volvíamos a casa después de aquella conversación. Se trataba de atrapar estos años y repensarlos sobre el papel y la memoria, la sorpresa y la rabia, el desencuentro y el olvido. 17
Necesitaba oírme detrás de las palabras, debajo del hueco que dejan los ojos cuando caen al vacío y ver si alguien pudiera aprovecharse de semejante viaje. Mi cerebro se precipitaba más rápido que mi memoria y ya advertía que aquellas filantrópicas ideas nada tenían que ver con la mirada más reflexiva que al final siempre acabas haciendo de tu propia realidad. Así que no busquemos aquí lecciones ni solución alguna a cómo resolver los desencuentros con la discapacidad. Esto es sólo un homenaje a Clara, a su tremendo esfuerzo por vivir en un mundo que se le hace muy duro. Mi único deseo es agrandárselo para que realmente pueda acabar estando a su altura.
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Normalmente a los mĂŠdicos que tratan a Clara les ponemos el apelativo cariĂąoso de primos. Esto con el tiempo nos ha permitido insultarlos con algo mĂĄs de naturalidad. Al fin y al cabo todo se queda en la familia.
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Era temprano y se veía un sol radiante desde la ventana. No sé por qué carajo estaba de buen humor ni recuerdo tampoco si desayuné algo ese día nada más levantarme. Aquella mañana fui a visitar a nuestra prima por un asunto de bastante interés para Clara. Fue entrar y verla allí sentada. De bata larga con botones en la melena, bigotes amarillos que se salían de las manos y falsas palabras debajo de las uñas elevando la voz sin estatura ni alimento. Y detrás unos huesos atados a la silla y delante dos ojos tropezándose solos sin mirarse, como si acabara de terminarse la primavera. Ese día tenía clara la estrategia. Nosotros le queríamos poner a Clara un theratog, lo probamos con ella el verano pasado y entendimos que era un buen corrector postural. Sus caderas rotaban mejor y sacaba los pies hacia fuera ganando mucho en equilibrio y seguridad. En el colegio lo comentamos consiguiendo todo el apoyo y algo más de optimismo, incluso las fisios se apuntaron a aprender cómo colocar el complicado traje para que allí lo pudiera llevar más a menudo. Sólo había un pequeño problema económico y es que la tontería rondaba los mil euros. Demasiado dinero si tenemos en cuenta que se trataba de uno de esos juguetes que Clara nunca hubiese querido que le regalasen por navidad. Unas semanas atrás fuimos a visitar a nuestra prima para convencerla. También con la esperanza de que 20
conociera el producto y estuviera un poco al día. Pero ni lo uno no lo otro. Sí que había oído hablar algo de esto que le contábamos, pero sentenció que el twister de toda la vida tenía la eficacia probada y además, lo verdaderamente positivo, era que esta prótesis estaba subvencionada. Intenté hacerle ver que se trataba de un material mucho más cómodo y manejable, sin elementos duros unidos a botas ni a cinchas, y que no corría tanto peligro si en algún momento llegaba a caerse. Se lo contaba y su rostro permanecía inexpresivo. Puede que estuviera escuchando pero no me miraba. Y la cosa quedó en no. De ese día guardo también otro recuerdo esperpéntico. Estaba sentada nuestra prima manejando nerviosamente un libro y sus ojos iban del texto al recetario y viceversa. Lo miré de reojo, eran sólo hojas pegadas y ennegrecidas. Descubrí que se trataba del famoso listado protocolario que inmortalizaba todo aquello que cubría en ese momento la Seguridad Social. Por curiosidad le pregunté que cada cuanto tiempo se actualizaba esta fuente del saber pero no me lo supo decir. O no quiso. Pude comprobarlo en la ortopedia al poco tiempo. Cuando fui a encargarlo, el theratog que no el twister, con mi dinero que no con el de la Seguridad Social, le hice la misma pregunta a la dueña con la que tenía más 21
confianza pese a ser la primera vez que la veía, y le pedí que me enseñase el famoso libro de los oscuros códigos. Con perplejidad comprobé que sus precios todavía estaban es pesetas llevando como llevábamos diez años ya en este nuevo milenio. Como digo tenía clara la estrategia ese día. Con ayuda del ortopeda me había hecho con unos cuantos códigos colaterales al twister y tenía que utilizar cualquier artimaña para conseguir que los anotara junto al único que habíamos conseguido arañar en la anterior visita. Incluso le agradecí que me recibiera. La cosa parecía ir bien hasta que apareció nuevamente el no. Está claro que no supe crear el ambiente adecuado. Yo sabía que este azar no dependía de casi nada y menos de mí. Además iba prevenido asumiendo que podía pasar cualquier cosa. Y la cosa pasó. Le incomodó que alguien como un ortopeda le recordara que un twister sin cinchas no es nada, o sin las botas especiales sobre las que debe acoplarse para que todo ajuste mejor. Le incomodó que hubiera ido a la hora del almuerzo o no le incomodó nada y era simplemente ella en su pleno esplendor. Aunque sí matizó cierto sonrojo al ver mis ojos detenidos en el libro que sus manos inútilmente intentaban tapar, mostrándome los importes de los productos casi borrados en una moneda que ya no era la nuestra. Como si estuviéramos en el siglo pasado. 22
Hay cosas que cuando pasan te cambian la vida.
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De pronto amanece un día y todo cambia de gravedad. Nada pesa lo mismo, aristas que nunca habías sospechado que estaban allí se te aparecen ahora deshaciendo geometrías fáciles de reconocer rellenando el espacio para luego caerse como plumas de plomo hasta tus pies. Nada mide lo mismo, cuando eso pasa la distancia entre dos puntos acaba pareciéndose más a una eterna suma de círculos concéntricos, como la literatura primitiva de Cortázar, pasando las páginas de delante hacia atrás, de atrás hacia más hacia atrás, hacia delante hacia delante. Pero sobre todo si te ocurre algo que te cambia la vida nada importa lo mismo. Lo que era prioritario se hace transparente o simplemente desaparece. A lo urgente no le queda otra que esperar la cola del metro en hora punta o recular y regresar andando. O eso crees en ese momento. Releo las notas que empecé a escribir unos días antes del nacimiento de Clara y que llegaban hasta sus primeros meses de vida. Permanecen allí ocultas como los viejos secretos de las tumbas que nadie quiere perturbar y sólo me atrevo a ejecutar el recurrente mandato de copiar-pegar para que la cosa sea rápida. Nada he cambiado. Lo que cambia es verlo ahora en esta distancia diminuta. Y el alma se estremece. todo tiempo tiene su tiempo, y éste fue el tiempo de llorar.
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RECUERDOS
Semana treinta y seis de tu gestación. Empezamos. Este día ha supuesto para nosotros, para Mar y para mí, un pequeño sobresalto: estás en alto riesgo. Nos han dicho que, de seguir la cosa así, es más beneficioso para ti no sobrepasar la semana treinta y ocho, por lo que es probable que provoquen el parto. Está casi todo preparado. Por las noches, cuando todo duerme, mis manos avanzan temerosas por el vientre de tu madre y de cuando en cuando aparece el movimiento de alguna parte de tu cuerpo y mis manos te sienten. Sé que estás viva. Sé que irá todo bien. Otras veces, cuando el silencio y la noche hacen el esfuerzo de hablar muy bajito, he conseguido incluso escuchar tu corazón. Lento. Fuerte. Lento. Fuerte. Es entonces cuando me abrazo a Mar. Cuando te abrazo. Y me duermo. Y sonrío.
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NacĂ en familia numerosa. Siguiendo una ley no escrita no querĂa tener hijos, pero como todo en la vida una cosa es lo que imaginas y otra muy distinta lo que acaba sucediendo.
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Es bueno algunas veces dejarse llevar siendo veleta al viento, moverse a capricho de lo que afuera ocurre sin otra prisa que la que va cosida a los minutos ni más urgencia que ir andando despacio para que nada enrede en un descuido la breve huella impar de lo que acaso pises. Clara llegó sin manual de instrucciones, conforme el tiempo pasaba había más distancia entre lo que esperábamos que hiciera y lo que realmente conseguía. Era imprevisible como las golondrinas cuando sin saber cómo se te cuelan en el coche y todo deja de ser normal hasta que milagrosamente encuentran un hueco por donde escapar. Pero en nuestro cuento no había pájaros ni vehículos a motor ni implicación divina, tan sólo una niña preciosa con algo roto que acercaba su mano sonriendo a unos ojos atónitos que la miraban sin entender por qué la vida a veces tiene estas ocurrencias tan miserables. Quise pensar viéndola tan necesitada que podría hacer alguna clase de pacto con el mundo al revés, agarrarme a ella como un Peter Pan inmune al tiempo para acompañarla eternamente. Pero veo que los años pesan, que la literatura miente y que de todo lo sumado sólo perdura el hueco que se crea entre la memoria y la materia, eso que llamamos recuerdo y que sólo es un rastro más, una cicatriz que el tiempo al final aplaude, olvida, o en el mejor de los casos alisa hasta hacerla desaparecer definitivamente. 28
Se me dirá que todo está previsto, que si pagamos impuestos y nos empeñamos en desarrollar cada vez más y mejor la sociedad del bienestar es para algo, que mi hija estará amparada mientras viva y se le cuidará para que nada le pase, para que nada le falte. Pero por qué será que sólo de pensarlo me acurruco en una esquina del cuarto, apagando las luces, respiro inquieto el aire que sale atropellado del estómago y tropiezo con la mirada perdida que recorre la oscura habitación juntándonos en el mismo punto incapaces de articular un hipo, un parpadeo o el más insignificante de los movimientos. No me queda otra que vivir un montón de años. Dejé de fumar hace unos meses y ahora que lo tengo claro sólo espero que no sea demasiado tarde. He de preguntárselo a Jaime. Jaime es un amigo al que veo de vez en cuando las tardes en que puedo ir a buscar a Clara a la parada del autobús y coincide que él está allí para realizar la misma faena que yo. Pelo impecable, mirada clara como la de los parques infantiles y el paso siempre medido. Recto de espalda, erguida la cintura y claro de voz, de fácil lengua y equilibrado plante. Nuestras conversaciones no diré que son disparatadas, que no lo son, pero sí un poco variopintas. Tan pronto hablamos de lo buenos que son los zapatos de piso en arco para prevenir y curar dolores de espalda como de la eficacia del bórax homeopático si de lo que se trata es de evitar que te 29
salgan aftas en la boca. Es fácil pillarnos enzarzados en buscar explicaciones sociológicas que justifiquen el que ahora las grandes superficies anden más preocupadas en controlar sus sobrantes de stocks que en venderlos, y no sería de extrañar que matáramos los pocos minutos de espera que nos separan de la llegada del autobús de nuestros hijos en valorar si la prioridad universitaria debe ser perpetuar embalsamados a toda una dinastía de funcionarios aún a costa de su talento o por el contrario hacerla productiva exigiendo niveles claros de eficacia, asumiendo si es necesario alguna penalización capaz de cambiar el acomodo permanente al que se han ido acostumbrado por la mejora de su rendimiento. He de preguntarle también porqué digo que Clara me ha cambiado tanto la vida si sigo con las mismas obsesiones y manías que hace veinte años.
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RECUERDOS Semana treinta y siete. Hoy martes hemos ido al médico pensando que Mar ya se iba a quedar en el hospital pero nos han dado otra semana de tregua. Está claro que no saben muy bien lo que hacer. Semana treinta y ocho. Otra vez martes. Han ingresado a tu madre. La idea es que no sea cesárea. Y que sea ya. Estas últimas líneas te las escribo en la madrugada del jueves. Sé que hoy estarás ya con nosotros. La mirada en tu madre te tropieza por lo que ya hay distancia. Eres pequeña, torpe, inmediata y espléndida.
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Hay alguien más. Me río recordándolo ya que ella también ha aprendido a relajarse cuando nos tocan las reuniones de evaluación. Gracias por tu entusiasmo, por tu dulce firmeza. Detrás de nuestras discusiones quedará siempre todo lo que has sabido despertar en Clara. A Concha
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Clara ha tenido la suerte de encontrar un colegio a su medida. Eso es difícil que ocurra por lo que nuestro motivo de alegría es doble, o triple. Lo estrenó ella y allí pasará todavía bastantes años de su vida. Desde los dos años estuvo muy bien atendida en La Purísima. Nos aprovechamos de una extraña alteración auditiva que le diagnosticaron para poder entrar. Nuestras conversaciones con Lourdes eran siempre largas y provechosas. Clara en esa época estaba muy estimulada y era feliz. Sabíamos que al ir creciendo sus nuevas demandas se irían distanciando de lo que el colegio le podía aportar. Ella necesitaba desarrollar sus habilidades visuales y en los recursos del colegio lógicamente priorizaban todo lo relacionado con soportes auditivos, siendo como eran un referente en esa disciplina específica de la educación especial. Entraba en la pequeña sala que olía a verde y a colegio de oración y sus pasos organizaban todo aquello de lo que íbamos a hablar. Directora por dentro y por fuera, de mirada rubia y atenta, saludo sólido y unos dedos que dibujaban sus palabras acercándolas amables hacia nosotros, de ida y vuelta, depurando las nuestras para quedarse sólo con la esencia, llevándolas hábilmente a su terreno y en la medida de lo posible buscando también nuestro beneficio. 34
Me encantó compartir su disciplina, su vocación altruista y esa manera elegante de decirnos que hasta aquí nuestra hija había aprendido mucho pero que era el momento de encontrar otro centro educativo que cubriese mejor las necesidades más inmediatas de Clara. Como todo era probar y arriesgarse nos colamos en el colegio Ángel Riviere para experimentar con lo que llamaban sistemas aumentativos de comunicación, que allí trabajaban con mucho entusiasmo. En esos ratos robados vimos a Clara manejarse con una pantalla táctil y gracias a la amabilidad de su personal fue apareciendo el germen de lo que es hasta ahora la evolución curricular de Clara. Son varias las personas que recuerdo de aquella primera época pero mentiría si ocultase dos con las que Clara vivió todas las situaciones imaginables y todavía las sigue saludando hoy en el colegio. Elena y Raquel han conocido a nuestra hija desde muy pequeña y la han hecho reír y la han castigado. Raquel y Elena apostaron cada una a su manera por Clara y su energía nos contagiaba, ellas creyéndoselo nos abrían puertas que daban a cuartos oscuros y todavía hoy seguimos abriendo ventanas. Y hay luz. Las hemos visto comprando el pan con Clara y en los congresos, recortando pegatinas y enseñándome en una escuela de padres cómo utilizar los pictogramas corrigiéndome en las teatralizaciones, 35
hasta nos hemos cambiado programas de ordenador como si estuviéramos jugando a los piratas del Caribe. Al poco tiempo hubo fuga de cerebros y un equipo hecho a medida imaginó lo que es ahora el colegio Jean Piaget de Zaragoza. Como no podía ser de otra manera Clara lo inauguró y es capaz de reconocer en él toda clase de esquinas y escondites. Allí crece feliz y he comprobado que cuando voy a recogerla se acabó todo y no tiene ojos para nadie más que para mí. Lo que me confirma que lo están haciendo bien. Inteligencia es lo que usas cuando no sabes qué hacer. Jean Piaget. 1896-1980. Filósofo y psicólogo suizo.
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RECUERDOS
No tenía intención de entrar en la sala de partos pero fue todo tan rápido que ni reaccioné a tiempo. Hay tantas cosas que quiero contarte: eran las tres de la mañana, yo me había ido a casa a dormir un rato porque pensamos que el jaleo empezaría por la mañana. La verdad es que no dormía. Llamó Elisa (Elisa ayudó mucho a tu madre ese día) y me dijo que me diera prisa si quería llegar a tiempo. Sin saber cómo ya estaba montado en el coche y me dejaba llevar. Entonces paré y compré tabaco. Y tomé aire. Mar tenía puesta la epidural. La matrona tuvo que enseñarle a respirar y empujar ya que no tuvimos tiempo de entrenarnos pero aprendió rápido. Entonces me llamó. Ven corre, o es que no quieres ver la cabeza de tu niña... Esa fue la primera vez que te vi. Resulta muy prosaico lo que voy a contarte pero si eres curiosa como tu madre al final me lo agradecerás. Naciste el 27-7-00, jueves, a la 6.10 horas. Tu peso era de 2.620 gramos. Esto no te lo he contado pero nos dijeron que ibas a nacer con unos 2.300 y que tendrías que estar en incubadora. Al final ni incubadora ni nada. 37
Bueno, a lo que estamos. Pesaste esos gramos y mediste 49 centímetros. Mucho para lo pequeña que eras. Tu perímetro cefálico fue de 33.5 centímetros. Si quieres más datos, decirte que te inscribí en el Registro Civil con el nombre de Clara y que si no me crees puedes ir al Registro de Zaragoza, Tomo 903, Pág. 333, y ahí estará todo dicho.
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TambiĂŠn controla perfectamente la maraca en mano derecha e izquierda, e incluso en las dos a la vez si fuĂŠramos capaces de hablar de dos maracas: una en cada mano.
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Clara es una canija sin malicia que en julio cumplirá nueve años. Al acostarla no caminaba sola, no sé mañana ya que quiere hacerlo y te suelta pero al poco coge tu camiseta como si fuera el undécimo mandamiento y hasta aquí la aventura. Cómo se ríe moviéndose sin ayuda, seguro que se siente tan libre como las matemáticas. Ella no te pide las cosas hablando. Sus maneras son otras sólo que entre gestos y sonidos le enredo palabras que poco a poco incorporamos a nuestro lenguaje y al rato no sabemos si utilizamos vocales o caricias o pisotones de hormiga pero nos damos la mano y está claro lo que queremos hacer. Lo malo es cuando de repente se pone a llorar sin un motivo aparente, su boca se llena de lágrimas, sus ojos me gritan y ese dolor que busco no lo encuentro en ninguno de los diccionarios. Las tablas comparativas del desarrollo del niño de cero a ocho años no se han hecho para ella. Demasiados tipos de desarrollo para una niña de cuarto de guisante a la que sólo el girarse en la cama le cuesta un mundo. Si analizamos el desarrollo motor en el tramo de uno a dos años, de un vistazo nos damos cuenta que hemos perdido el hilo de la lista maquiavélica de cosas que ya se deberían hacer: se mantiene de pie, da sus primeros pasos, controla su cuerpo, camina correctamente, tiene 40
curiosidad por explorar las diferentes partes del cuerpo. Se pone de puntillas a los tres, coordina ojo-pie a los cuatro... Y así desarrollaríamos todos los otros desarrollos agotando por agotamiento las listas de listados que claramente Clara no hace. Pero si miramos otras tablas como las que miden la coordinación ojo-mano-boca en el caso de la ingesta de dulces, ésta se aproximaría con escaso margen de error al noventa y ocho por ciento, rozando el cien por cien si tuviéramos sólo en cuenta la hora de la merienda. Lo malo es que nos necesite tanto.
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RECUERDOS Con una semana de vida ya sabes latín. Resulta difícil darte el pecho, y cada día que pasa es peor. No te esfuerzas porque sabes que sólo tienes que cubrir un poco el expediente dando unas chupetadas y haciendo como si lo intentas para que luego te demos el biberón. Te aviso que Mar está empezando a echar algún juramento que otro, así que imagino que la guerra está servida. No te rías que yo en esto voy a apoyar a tu madre. El tres de agosto te llevamos por primera vez al pediatra. Te vio estupendamente. Esa misma tarde se te cayó la pinza del ombligo. Dentro de unos días podremos empezar a bañarte en la bañera. La segunda semana no ha empezado bien. El miércoles te llevamos a urgencias porque te retorcías de dolor. Durante toda esa semana continuaste con la misma tónica. El lunes siguiente nos tocaba pediatra y comentó que lo que te pasaba era normal en estos primeros días. Habló de cosas que podíamos hacer, supositorios de glicerina, estimularte con un termómetro y vaselina, anisetes en infusión,... pero concluyó que era pronto y que esperásemos a ver la evolución. Lo del termómetro sí que lo podíamos hacer. 43
Yo no sé si era pronto o no pero esa misma noche te empeñaste en que nadie durmiera. Nos asustamos tanto de tus dolores, de tus esfuerzos infructuosos para hacer la cosa, que más pronto que tarde te propinamos el primer supositorio de glicerina. Como el remedio no fue eficaz recurrimos nuevamente a personarnos a temprana hora de la mañana en urgencias y que allí nos contaran. La verdad es que no sabíamos que hacer contigo. El médico que nos atendió no supo tranquilizarnos mucho, sobre todo cuando viendo tus síntomas dijo que parecía el comienzo de un cólico de lactantes, mal que tengo entendido puedo durar hasta dos o tres meses. Mañana, once de agosto, te volveremos a llevar al pediatra para ver lo que opina. Ya te contaré. Pero no pienses por esto que todo lo que gira a tu alrededor es sufrimiento. Al revés. Estas letras las estoy escribiendo el jueves, diez de agosto, día en el que cumples tu segunda semana, y aquí los tres estamos encantados. Ya no vienen tantas visitas y podemos empezar a hacer una vida normal. Llevamos ya tres días que te bañamos en la bañera, lo hacemos al atardecer, cuando estás totalmente agotada, y notamos que disfrutas mucho con el agua. Ahora que ya no te duele tanto la barriga, sigues siendo la niña buena y despierta que eras al nacer.
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M谩s importante que normalizar una situaci贸n es saberla vivir en todas sus aristas.
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Es curioso porque escuché hace unos días una entrevista de alguien al que respeto mucho contando las experiencias con su hijo, que también tiene una discapacidad, y entre sus reflexiones daba a entender que en ningún caso pretendía aportar moralejas o juicios de valor acerca de la realidad que le ha tocado vivir ni de cómo los demás la puedan entender desde la distancia o el desconocimiento. Y me dio que pensar ya que al releerme encuentro muy pocos párrafos que no estén salpicados de connotaciones personales o de opinión respecto a cómo vivo mi relación con Clara, e incluso del comportamiento de los demás para con ella. Evidentemente son dos maneras muy distintas de expresarlo poniendo palabras a unas sensaciones que seguro tampoco se parecerán en casi nada, aunque tengan su origen en el mismo vértigo, convivan con la misma incertidumbre, nazcan del mismo caos y se alimenten de similares impotencias y paradojas. Pero al final lo importante no es la actitud con la que afrontas la situación de cara a la galería sino cómo acabas viviéndola en tus carnes. De esa manera relativizas el entorno, te centras en lo sustancial y acabas eligiendo entre distintas opciones: mantener vivo el viejo sueño adolescente anterior a la tormenta de que hay mucho todavía por hacer, o quedarte callado a solas, en el viejo sofá de tu casa envuelto en un viaje de ida y vuelta sin vértigo ni miedo, 46
sin reproches ni incógnitas ni esperas, sólo cobijado por un silbido de perplejidad acomodado a tu garganta haciéndote sentir vivo y frágil al mismo tiempo, armándose la tarde de silencios y de preguntas, viendo cerrarse los minutos como tus párpados hasta que cae la noche y con ella una extraña tranquilidad que acaba reconfortándote. O volverte loco haciendo añicos toda la estructura ósea de tu cerebro. O dejarte llevar. O vivir el momento. Por eso recordaba la entrevista y el ver en ella tanto camino recorrido comprendí que la vida es capaz de esto y de más, que muchas veces lo importante no es el qué o el porqué, sino el cómo. Y que de nada se aprende, lo único que hacemos sin saberlo es rozar cada día la sorpresa para acabar improvisando un nuevo paso que creíamos tener bien controlado pero que casi nunca nos lleva en derechura a la margen derecha del pensamiento, esa que deja todo controlado y manejable por los minutos de sus siglos, consiguiendo tan sólo ladearnos hacia insospechadas curvas en los caminos burlándose de nuestras primeras intenciones, y que lo único que consiguen es obligarnos en todo momento a tener que hacer algo para seguir inventándonos una y otra vez.
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De cada cual segĂşn sus capacidades, a cada cual segĂşn sus necesidades.
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Cuando recuerdo las vacaciones en Ornex lo primero que me viene a la memoria es Víctor y Paula. Esos niños tan apenas conocían a Clara y no miento si aseguro que es lo más cerca que he estado de sentir a mi hija integrada en un entorno que sobrepasaba las fronteras de nuestro estilo de vida triangular. No hablo de la familia, las tías que la adoran y que ella quiere tanto, tampoco de las risas que recorren los pasillos de la escuela ni de las auxiliares que saben cómo vestirla. No me refiero a los salpicones de agua en los encuentros acuáticos ni a las tardes de domingo que sabe lidiar cuando quedamos con amigos. Tampoco a los abrazos incondicionales que regala si está de buenas. Empezaban las vacaciones y eran viejos amigos que se habían convertido en viejos desconocidos. Los niños aguantan poco las distancias pero vieron a Clara y la besaron abrazándola. Ella supo enseguida ganarse a Paula ofreciéndole la mejor de sus sonrisas. Víctor era un poco más payaso y siempre tenía ocurrencias que divertían mucho a Clara. No paraba hasta que la pequeña se reía o se tiraba al suelo perdiendo el equilibrio o se cansaba él de hacerle travesuras... Lo que vi en esos niños fue naturalidad. Ninguna extrañeza ni sorpresa ni burla ni todo lo contrario. Clara se sintió cómoda desde el principio, lo mismo que Paula y Víctor, y esa magia duró hasta que se dieron el beso de despedida. 50
Era como si todo pudiera suceder. Ellos hablaban castellano y francés perfectamente, llevaban más de tres años allí, sus padres aparte de esos dos idiomas perfeccionaban el inglés. Luego estábamos nosotros que sólo hablábamos en castellano ya que no dominábamos los demás. Por último estaba Clara y de ese repertorio no utilizaba ninguno. En este conglomerado de alternativas lingüísticas la gran sensación para Víctor y Paula fue el cuaderno de comunicación de Clara, repleto de paneles con fotos y pictogramas sujetados con adhesivo, una portada con su foto, un pictograma de quiere y un hueco para añadir su deseo. El invento lo completaba un sí y un no, en este caso un sol amarillo y una cruz roja con los que Clara respondía a las preguntas. Estaban encantados con el método y no paraban de preguntarle cosas, advirtiéndome a veces que Clara no siempre contestaba bien. Enseguida entendieron las rutinas de Clara y sus obsesiones. Si a la cazuela con música le fallaban pilas Paula le cantaba divertida la canción que no sonaba y Clara no paraba de reír cogiéndole la mano. O Víctor que a menudo me llamaba si el reproductor de video se terminaba para cambiarlo y evitar que Clara destrozara el suelo con la cazuela en señal de protesta. A veces Clara se perdía en su mundo, a veces Víctor se enfadaba porque no le prestábamos atención o Paula a veces pintaba ensimismada. Otras llovía o el tiempo 51
parecía detenerse pero allí estábamos todos, pasando unas tranquilas vacaciones. Disfrutándolas. Yo estaba mucho con ellos, me veían como una de esas personas mayores con las que se puede jugar. Estaba atento al virtuosismo de Víctor con el diábolo y sabía agradecerle a Paula el gesto que tuvo de prepararnos unos deliciosos capuchinos. Les grababa las exhibiciones contándoles chistes malos o adivinanzas surrealistas y me aceptaron como otro compañero de juegos. Adivinaban que intentaba implicarme y lo agradecían esforzándose en entender a Clara, integrándola en sus juegos o compartiendo los de ella. Con naturalidad. A los tres les unía una pasión exacerbada por la música. Víctor y Paula estaban aprendiendo a tocar el saxofón y la verdad es que lo hacían muy bien. Recuerdo que volviendo de Annecy escuchábamos en el coche música de Haendel, puede que alguna sonata para flauta. Sonaba preciosa, a Clara le encantaba y aplaudía sin parar. Era inmenso el paisaje y la música nos llevaba. Delicioso escucharlo de ese modo. Noche cerrada regresando cansados y felices a casa. Javier, padre de los niños y amante más que ellos de la música, nos explicaba la pieza hablando de tiempos y de pausas. Víctor y Paula le entendían perfectamente, utilizaba la música para explicarle a ella cómo tenía que 52
tocar una pieza que estaba ensayando esos días con el saxofón. Hablaban y Clara seguía aplaudiendo entusiasmada. Sin dudarlo era la que más disfrutaba del viaje.
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RECUERDOS
Hace algunos días que no te escribo. Hoy es viernes, veinticinco de agosto, y llevo toda esta semana trabajando. No sabes lo que te estoy echando de menos. No hago más que llamar a tu madre para ver cómo te encuentras. Ella en cambio, al tenerte todo el día en casa, tiene una sensación distinta. La verdad es que hubiera preferido que mis vacaciones duraran un par de meses más. Estos días estás engordando tanto que a la farmacéutica la tienes loca. Nos decía que lo normal es que se engorde entre cien o ciento cincuenta gramos a la semana, no doscientos ó doscientos cincuenta. Al margen de los guarismos, o detrás de ellos, hay una niña a la que veo más crecida, con la mirada más atenta, una niña que noto llora por necesidad y no por capricho, que sólo dispone de ese lenguaje precario que poco a poco empiezo a entender: hay lloros de hambre, lloros de dolor, lloros de demanda de atención. … Aunque también hay lloros que la madre que los parió. 55
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Recordás a La Maga perdiéndose en París. Ella es cuadro, no más, inmensa. Te acordás de La Maga.
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La verdad es que los humanos somos raros hasta no poder más. Sin ir más lejos esta tarde una mujer dolida de cintura se empeñaba en el Paseo Echegaray de Zaragoza en regalar pollos de colores a todos los niños que pasaban a su lado. La observé aproximadamente once minutos y en ese rato sólo pudo colocar uno. Silbaban sus piernas al andar y cada pocos pasos la cabeza se le giraba como queriendo atrapar a los pájaros que desorientados dormían en sus piruetas a un Ebro envejecido, dolido de calor y de espesuras. Unos días atrás la roja había dejado catatónico a todo un país. Durante algunas horas la sangre urbana desoyó la marcha cotidiana de las cosas y era sólo la bermellón la que se hacía mar en habitáculos quietos que adoraban al unísono un cuadrado aplanado de luz. La vida entonces tan sólo era una triangulación perfecta seguramente hacia la nada pero ocurrió el instante de gloria y una sola patada, un silbido enorme de balón y un impacto hueco sobre el hilo hicieron que todo a todos pareciese por un segundo y para siempre distinto. Desde luego hay gente para todo. Hace algunos años estuve con Toño en Irlanda y nos sorprendió algo insólito que observamos de las noches dublinesas: una mancha humana hacía cola silenciosa en bares aparentemente cerrados, de repente un relámpago de luz anunciaba el ajetreado atropello de otras personas 58
literalmente borrachas que salían precipitadamente tras abrirse la puerta de un local. Entonces se rompía la noche como un párpado de ojo mal apagado, la primera mancha empezaba a entrar en el garito y ya no había nada que mirar, ni que ver. Sólo dos sombras de menos de veinte años saboreando sin rumbo ni alimento la libertad adolescente de un inquietante sueño gaélico. Lo más extraño es cuando hacemos costumbre de las cosas más inverosímiles y nos acomodamos a ellas como si vinieran incluidas en el precio de lo que cuesta estar en este mundo. Conviven con nosotros y acabamos por no sorprendernos de nada incorporándolas a nuestro día a día sin dificultad, aceptándolas tal cual tanto en las casas de los vecinos de enfrente como en nuestros telediarios. Un botón de muestra son esas prácticas justificadas por la tradición que se esconden en cada una de nuestras geografías, como esta que me llamó la atención por su realismo visual: consistía en subir una cabra al campanario de la iglesia y desde allí mismo y de esa altura despeñarla ante la algarabía de la multitud. Sé que no hay que irse tan lejos, que al lado y más recientes tenemos infinidad de ejemplos similares. Es cierto pero quería llegar con éste a un punto casi límite donde todo parece desproporcionado y excesivo. Y hacerlo para ver que siempre nos podemos habituar a más, que la mente humana es capaz de asimilar eso y otras siete vueltas de tuerca que le diéramos. Si analizamos por un momento los holocaustos no son sino 59
la misma imagen sólo que invertida, un montón de campanarios izados a los cuernos de una cabra y una mente enferma con el poder de descornarlos, llenando su ególatra cabeza de satisfacción y el suelo de infinitos cadáveres. Parece con todo que no nos sorprendemos de nada pero quiero pensar que seguimos asombrándonos de la vida. Cuando empezábamos el día en Zaragoza hoy a las siete de la mañana resultaba que en Seattle, la ciudad esmeralda más envidiada de América donde tiene Bill Gates su residencia habitual y donde han inventado la moda del café expreso, era la hora perfecta cayendo ya la noche para pasear por sus calles hipodámicas rozándote con gentes que gozan de una de las más altas rentas per cápita del mundo. En ese mismo instante en Luanda, África, un bebé que no llega al año llora desconsolado junto a su madre en unos chamizos que aguantan mal el barro y la desidia. Ella se desespera recordando que desde hace dos años les llevan prometiendo unas casas decentes para vivir, pero acaba asumiendo que nada cambia. Ahora son las seis de la mañana allí y la criatura ya está llorando de hambre y de barro. Los de la madre son lamentos sonoros de continente olvidado. A unos miles de kilómetros a la misma hora unos turistas alemanes recorren de la mano La Bristol, playa tradicional de Mar de Plata, y se dirigen abrazados a 60
degustar la comida que tienen contratada en el hotel para disfrutar de su merecido descanso estival. En Gaza entonces son aproximadamente las nueve de la noche, se oyen disparos aislados y entre sus gentes apagados sollozos de impotencia. Digo que no hay quien nos entienda porque esta tarde paseaba con Clara por Echegaray y Caballero y recuerdo que todos los peatones que nos encontramos, sin excepción, en uno u otro momento ocuparon su tiempo torneando los ojos hacia Clara como si hubieran visto en ella preñada a la última aurora boreal. Y la niña feliz, larga en su sonrisa y acaso tropezada de piernas cuando se le escapaba entre alborozos un pequeño pollo colorado que acababa de regalarle la mujer más amable y loca de la tierra.
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RECUERDOS
Ya has cumplido el mes. Hoy acaba agosto y como regalo te hemos puesto pendientes. Mar dice que ya te empieza a comprender. Me explica que según llores de una manera o de otra tus intenciones varían, y que empieza a saber lo que te ocurre en cada momento. Esa sensación también la tengo yo. No sé si me conoces tan bien como a ella pero cuando te acuno en el moisés eres capaz casi siempre de encontrar mi mano, y sabes retenerla un instante. Te mal canto alguna nana y es como si quisieras reconocerme por la voz. Has cogido el sueño, duermes comida ya por unas horas y con la cara satisfecha; has aprendido con los pies a retirarte algo de ropa y has aprendido a retirar los brazos hacia atrás y has aprendido a colocarte cómoda. Y has aprendido a esperar.
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Uno más uno, dos, dos más dos, cuatro, cuatro por cuatro, cien ciempiés menos ochenta y cuatro del revés.
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Hoy nuestra prima está de buen humor. Es la primera vez que ve a Clara con el theratog y nos asegura que ha mejorado mucho desde la última visita. Pero no tarda en volver a las andadas. No sólo sacó a Mar de sus casillas en unos pocos minutos sino que fue capaz de diseccionar a Clara en varias partes sin necesidad de anestesia. El plan no era ni premeditado, lo fue elaborando conforme le venían las ideas a la cabeza. Fuera las plantillas fue la primera aseveración. La verdad es que esta medida nos pareció bien ya que no se apreciaba en nuestra hija ningún avance desde que decidiera ponérselas. La segunda carta que puso sobre la mesa era que el alza que llevaba en el talón del pie derecho a partir de ahora ella no se la iba a controlar ya que eso era cosa del traumatólogo. No obstante sí veía interesante que le pusiéramos un dafo en la otra pierna porque esta nueva prótesis podría ayudarla. Un tercer mandamiento hizo propio para nuestra sorpresa, el seguimiento de la curvatura en la columna que tenía Clara resultaba ser también responsabilidad del traumatólogo, que no de ella, por lo que ya no se la controlaría. Lo parte positiva es que al menos no pensó en un segundo traumatólogo. La cuarta regla del día fue que el movimiento de Clara al andar sí que lo trabajaría ella personalmente. Que era de su competencia. 66
Salimos de la consulta sin palabras apropiadas que explicaran lo que habíamos vivido unos minutos antes. A modo de resumen concretamos que para la próxima vez bastaba llevar una cadera, una pierna izquierda con dafo y nada de plantillas en los pies, a ser posible que fuera todo de nuestra hija. Así acabó el día. Lo último que recuerdo fue a Mar levantándole la voz mientras la doctora salía y entraba de la consulta sin importarle ya nuestra presencia. En el aire palabras sin destino nos acompañaban a la salida y pensamientos inconfesables pisaban el asfalto. De nuevo estábamos en la calle y en la realidad. Hice memoria y acabé anotando lo importante. Ver qué es un dafo, pedir consulta rápida para el traumatólogo y plantearnos de una vez por todas cambiarnos de médica rehabilitadora.
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RECUERDOS
El calor empieza a desaparecer y ahora la luz del día se acorta, como lo hacen tus horas de sueño. Antes dormías casi todo el día pero ahora pasas cada vez más tiempo despierta. Entre las tomas de la tarde siempre hay una que resistes sin dormir y por las mañanas pasa lo mismo. La suerte es que parece que has comprendido pronto que las noches están inventadas para descansar y, salvo algún pequeño sobresalto, planchas la oreja durante ese tiempo con bastante facilidad. Son síntomas claros de que estás creciendo. Ahora por ejemplo estás a mi lado, en el cuco, y estás despierta y moviendo los brazos a tus anchas mientras yo escribo. De vez en cuando me vuelvo hacia ti y te acaricio la tripa, o acerco mi cara a la tuya haciéndote un ruido que ya conoces, y esas cosas te bastan para seguir así un rato más. Ahora estoy mirándote y te has dormido. Seguramente no aguantarás mucho, el tiempo suficiente para terminar estas letras y prepararte un biberón. Mar duerme y el día se ha levantado precioso. Tus ojos, Clara, empiezan a parecerme negros. Son hermosos, profundos y cálidos. 69
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Duerme niña que el aire roza tu cara, duerme que empieza el baile, duérmete Clara. Duerme niña en tu cuento no te alborotes. Ya saldrá un sol atento, sin que lo notes.
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La música sin Clara no sonaría de la misma manera. Empieza y sus ojos detienen la huida por un instante, se acomodan perdiendo intensidad mientras los oídos se agrandan y en unos segundos no sólo retienen el sonido que escuchan sino que exploran todo el espacio que lo envuelve. En ese momento ya ha decidido si le gusta y disfruta como la que más o si aprieta el stop y pasa a la siguiente. El agua sin mi niña se evaporaría sin más. Cuando la siente o la busca ya nada puede hacerse. Su cuerpo se relaja primero para luego zambullirse hasta que quiera decir basta. Sabe que aunque se caiga no duele igual el golpe sino todo lo contrario. Los caballitos del tiovivo si no la conocieran acabarían haciendo huelga de tuercas caídas. Cuando se sube en ellos la saben esperar hasta que se acomoda en la montura y nada puede detenerla. Música, luz y movimiento, todo a la vez y para ella. Qué más puede pedirse. Si no existieran las tortitas de chocolate y nata tendríamos que inventarlas para ella. Al verlas deja todo y empieza un ritual que no tiene desperdicio. Mira sonriéndome pero enseguida pierde el campo visual para crear su propia panorámica mucho más grata a la vista en ese momento, humedece ligeramente los labios e introduce el dedo en la nata obteniendo rápidamente la primera cata. El tenedor 72
baila luego entre el plato y sus dientes como si fuera Fred Astaire chapoteando sobre el barro. Sin las nuevas tecnologías esta chica no sería nadie. Para ella el ipod touch es tan imprescindible como para mí lo era el Capitán Trueno. Totalmente del siglo veintiuno no podría explicarle que cuando yo tenía sus años los móviles no eran otra cosa que unos artilugios con hilos que colgaban del techo, pudiendo pasarte una tarde entera mirándolos sin necesidad de articular palabra.
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RECUERDOS
Empiezo el mes con un poco de retraso ya que hoy es el Pilar. Hemos comido en casa de la abuela María y te has portado bastante bien. Hago esta aclaración porque en la familia empiezas a tener fama de llorona. Yo no quiero hacer una defensa numantina de tu inocencia pero lo que sí es cierto es que las visitas tienen la manía de aparecer siempre cuando tú estás un poco asómate a la ventana, y es por eso que se van pensando que estás así todo el día. La verdad es que tengo bastante paciencia pero ya estoy con ganas de que este cólico del lactante se vaya por donde ha venido y te deje tranquila. Un amigo mío me dice que no me preocupe, que a los tres meses desaparece. Lo malo es que otro amigo me dijo que a su hija le duró hasta los seis meses, o incluso más...Y que luego vienen los dientes. Pero este segundo amigo no es de fiar. Así que tranquila. Una cosa detrás de otra.
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Cuando eso ocurre lo mejor es cerrar los ojos, respirar hondo y esperar a que alguien te rescate milagrosamente desde la otra orilla.
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Esos días estábamos muy preocupados con Clara porque no paraba de hacer gestos con la boca y las manos, como si necesitara estimularse todo el tiempo. En el colegio no le daban importancia, además coincidía con la caída de un montón de dientes y eso no es plato de gusto para nadie. Cuando se levanta empiezan los meneos de enjuague bucal que no dejará en todo el día. Al recogerla del autobús, conforme baja las escaleras se repite el aleteo de manos y de boca como si llevara entre los dientes doce caramelos saltarines. La gota que colmó el vaso la derramó Elena cuando vino a trabajar a casa con Clara. Se sorprendió mucho de sus gestos y enseguida nos habló de las estereotipias. Tenía que aparecer la palabra que resume con un golpe de voz todo lo que nos pasa. Cuanto más extraño es lo que queremos explicar más largo e ininteligible suele ser el término que lo describe. Enseguida me colgué en internet y todavía hoy sigo intentado comprender su significado. Empecé a leer términos como disfunciones neurológicas, y ya supe que navegaba por la nebulosa gris que siempre nos acompaña al adentrarnos en los intrincados porqués de todas estas espesuras. No tengo nada contra Elena, todo lo contrario. Elena está por Clara, eso me vale. Es de estatura alegre, de piernas negras y educadas, de pelo inteligente y mirada matemática. Es de las de buena pasta, con las 78
manos siempre enredadas en conversaciones de acciónreacción y unos dedos que saben abrazar a mi niña si la ven saturada de tarde o de cansancio. Elena es ella, larga de letra y eterna militante. El neurólogo en cambio no parece estarlo tanto (por Clara), ya que al hablarle de nuestros temores no atendió ni a los males de la boca ni al seguimiento que le hacíamos esos días del uso del rubifen: hacía un mes aproximadamente nos había pedido aumentarle la dosis y pensábamos que eso podía estar poniéndola un poco acelerada. En diez minutos de su tiempo concluyó que Clara lo que precisaba era empezar a tomar risperdal. Así de sencillo. Qué problema este de los tiempos. Unos pocos minutos para diagnosticar y más de un día nosotros aturdidos intentando entender un prospecto que sólo consiguió revolvernos las tripas. Leímos del medicamento que lo nombraban como un agente anti psicótico perteneciente a una nueva clase de fármaco. En las indicaciones de uso lo recomendaban para trastornos psicóticos, tratamientos con episodios maníacos y en casos de conductas autodestructivas. Sus efectos colaterales aparecían bien reflejados, pudiendo ir del vómito y la sensación permanente de sedación a unos pequeños temblores leves y reversibles. Evidentemente no tengo nada en contra de este medicamento ni de las ventajas que reportará en 79
determinados casos, pero nosotros lo tuvimos claro desde el principio. Qué raro que Clara incluso antes de empezar a tomarlo devolviera todo lo que comía. Justo al día siguiente de la consulta llamamos al médico y le dijimos que parábamos inmediatamente su tratamiento ya que nuestra hija parecía no tolerarlo.
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RECUERDOS
Clara, cuando me pongo a escribirte ya no puedo con mi alma. Después me leerás y dirás que tienes un padre que es un abuelo, pero es que hasta ahora no me has dejado parar. Piensa lo que quieras. Te quiero mucho, estás muy alta pero no muy gorda, como dice tu madre eres muy aguda porque ya empiezas a charlotear a tu manera; nos vuelves locos y todo lo que quieras, pero yo me voy a dormir. Otro día que esté más despierto te cuento algo. Sólo una cosa: parece que los cólicos te han desaparecido.
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Araprode naci贸 de la necesidad, como casi todas las cosas importantes.
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Clara no llegaba al año y sabíamos que no la íbamos a educar como a los demás niños que conocíamos. El tiempo que tardan los pequeños en andar, en manipular los objetos, en expresar sus primeros balbuceos o en conseguir el equilibrio necesario para ir en triciclo en nada se parecía al que nosotros vivíamos con ella. Del susto a la impotencia, de la incredulidad al miedo, del aturdimiento más primario a la necesidad de coger la realidad por los cuernos para salir adelante como fuera. Fuimos a Barcelona y a Pamplona, pedimos segundas valoraciones, buscamos en internet, recorrimos metros de pasillos de hospitales para que alguien hiciera algo o nos dijera qué había pasado y qué teníamos que hacer para que todo mejorase inmediatamente. Tras eternas pruebas sólo conseguimos averiguar el grado de discapacidad que le iban a conceder a Clara y la fecha de la próxima revisión. También para ella hubo dos medias horas a la semana de rehabilitación y para nosotros amables palabras trucadas de psicología y optimismo con la intención de no dañar más nuestra delicada autoestima. Donde no llegaban ellos fuimos inventándonos los pasos. Detrás de las palabras oficiales siempre había algunas otras bien autorizadas que nos hablaban de tú, animándonos a seguir en todo lo que fuera estimulación y trabajo con ella ya que nada caería en saco roto. 84
Aumentábamos de forma privada las horas de rehabilitación, arriesgándonos incluso a probar métodos como el de Pëto en Pamplona, sin arrepentirnos de habernos gastado más de cuatro mil euros en cada uno de los tres o cuatro veranos que allí estuvimos desde que Clara tenía apenas cumplido el año. Por supuesto que ningún neurólogo se atrevía a darnos un informe valorando positivamente dicho tratamiento ya que eso era abrir ventanas a posibles ayudas subvencionadas, lo que no era políticamente correcto. Esta inexperiencia llena de ganas fue el germen de la asociación. Recuerdo que en esos pasillos hospitalarios y sus salas de espera aprendimos también que nunca se está solo del todo. Casos parecidos ayudan a que la lengua se desate y coincidimos desde el principio con alguna gente que ahora ya llamamos amigos con la que fue fácil intuir que en la multiplicación está la clave de casi todos los éxitos. Y empezamos a trabajar juntos. El diez de enero de dos mil dos con número de registro dos mil quinientos veinticuatro empezó esta historia y ahora la veo estratégicamente perfecta: “Proporcionar a nuestros hijos afectados por un retraso en el desarrollo psicomotor evolutivo los mejores estímulos educativos, lúdicos, sanitarios y familiares que favorezcan su evolución integral”. 85
Nuestro principal objetivo era mejorar la calidad de vida de las personas afectadas y de sus familias. Aprendimos a organizarnos y a conseguir dinero para que todo fuera un poco más fácil. Se preparaban proyectos de apoyo en el entorno familiar, quedábamos improvisando reuniones y meriendas, compartíamos números de teléfono de canguros y parecidas incógnitas de futuro, pero sobre todo sumábamos esfuerzos y aventuras. Intentamos que convergieran en nuestras casas los principales agentes del sistema educativo: profesionales, alumnos y padres, pasando por ellas terapeutas ocupacionales, rehabilitadores, logopedas y todo tipo de gente experimentada en educación especial con el firme propósito de mejorar su autonomía e ir integrándolos poco a poco en la sociedad como personas activas. Así íbamos creciendo juntos. Sin olvidarnos tampoco de lo lúdico organizamos incluso campamentos de verano que fueron mejorando con los años, bien dotados de profesionales vocacionales que sabían unir la disciplina teórica y el disparate para que todo aquello acabase siendo mucho más que una escuela. Clara podía llegar un día calada hasta los huesos como con la cara amarilla o las gafas rotas y era perfecto celebrar allí su cumpleaños. Recuerdo ver las fotos y han pintado paredes, fabricado albóndigas, elevado cometas, han respirado 86
bajo el agua emulando a los renacuajos y hasta se han quedado dormidos intentando comerse los brazos de alguna marioneta. Parece que hiciera balance y de alguna manera así es. En estos ocho años Araprode se ha ido llenando de niños y ha jugado muy bien el papel para la que fue creada. No sé lo que tenemos que hacer ahora. Nuestros hijos se están haciendo adolescentes y empiezan a tener también otro tipo de inquietudes. Nosotros nos estamos acomodando un poco y parece que sabemos movernos mejor a la hora de cubrir sus necesidades. Es verdad también que educación se ha puesto algo las pilas, por ejemplo ha montado este año un campamento de verano llenando la carencia que antaño teníamos que cubrir. Pero también hay algo más que es importante y posiblemente el motivo fundamental de esta carta abierta. Creo que en estos momentos somos nada menos que sesenta familias asociadas pero si hablamos de cabezas operativas puedo contarlas con los dedos de una mano. Aprovecho para felicitar el oscuro trabajo de estas personas, casi todas mujeres, que han elaborado los estatutos, han pateado las calles vendiendo proyectos, han conseguido subvenciones, han perdido muchas horas de sueño pegadas al teléfono para cuadrar 87
horarios y validar perfiles o conseguir evitar que finaran los plazos y, en el último momento, el oportuno sello que al final de la corrida significaba dinero. Con todo lo que eso acaba quemando sobre todo si se tiene la sensación de andar algo faltos de relevos aunque muy sobrados de militancia. Gracias de verdad por vuestras horas. A los demás sólo intentaba removerles un poco la conciencia por si consideraran oportuno dar algún paso más y no quedarse en asistir a las dos reuniones anuales y cumplir con el pago religioso de la cuota. (Me alegra confirmar, por los correos electrónicos que estoy recibiendo estos días que nuevas personas retoman el tema de la asociación… y que la cosa continua). Cariñosamente a Yolanda, Esther y Mar. Touché.
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Si es verdad que el conocimiento produce sufrimiento‌ no es menos cierto que la incertidumbre lo acaba tiùendo mås de negro.
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Si diagnóstico es el procedimiento por el cual se identifica una enfermedad o un síndrome, una de dos, o Clara no tiene síndrome al no tener diagnóstico o lo que no ha tenido son primos que hayan sabido hacerse con su propedéutica. Hasta donde yo sé el teorema de Bayes ayuda a conocer el diagnóstico de una enfermedad a partir de los síntomas y otros hallazgos que presenta el paciente en los sucesivos análisis clínicos, siendo muy útil el estudio de las frecuencias de dichos síntomas si se habla de enfermedades mutuamente excluyentes. Así que una de tres, o Clara no tiene síndromes enfrentados, o sus síntomas no son frecuentes por lo que no pueden ser contrastados o son tan frecuentes que para nada existe la posibilidad de excluir ninguna enfermedad o síndrome. Las herramientas diagnósticas claves serían los síntomas como experiencias subjetivas referidas por el paciente, y los signos que son los hallazgos objetivos detectados por el dueño de la bata blanca en las sucesivas exploraciones. De ese bis a bis va naciendo el historial clínico y generalmente estas herramientas definen un síndrome que nos acercaría al diagnóstico en base a la hipótesis que el licenciado siempre debe de hacer sobre las posibles enfermedades que pueden estar ocasionándolo, recurriendo si es necesario a cualquier tipo de exploraciones complementarias que acabarían perfilándolo. 90
Por lo que una de cuatro, o con Clara se olvidaron de utilizar las herramientas diagnósticas, o alguno de los inquilinos perdió su historial clínico, o han sido tantas las hipótesis que todavía seguimos estando en el bis a bis o, la que a fecha de hoy parece lo más probable, que el i+d+i que tantas proclamas mediáticas acaparara nos sigue manteniendo todavía en lista de espera. Sea lo que sea nosotros esta tarde lo tenemos claro. Nos vestiremos con nuestras mejores ropas de abrigo ya que hace un frío que pela, le pondré a Clara una coleta de esas que le gustan con la goma del color más chillón que encuentre, saldremos a la calle paseando tranquilamente hasta la cafetería del centro comercial que tenemos controlada para que nos dé el aire y una vez allí no habrá discusión a la hora de pedir ya que la decisión está tomada. Es una de una: plato de tortitas con mucha nata y sirope de chocolate. Aquí no hay sitio para las ambigüedades.
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RECUERDOS Ya se está yendo octubre. Ayer cumpliste tres meses y hoy como despedida nos has dado la tarde. Te decía que habías superado los cólicos pero lo de hoy ha debido ser un amago o un recordatorio para que no nos olvidemos de los momentos estelares que has tenido en estos meses pasados. Hemos estado comiendo con la abuela Rosa y allí has estado muy tranquila. La noticia del mes iba a ser que ya estás empezando a balbucear algunos sonidos pero lo de esta noche me ha trastocado un poco y no sé lo que pensar. De verdad que espero que sea sólo una reminiscencia pasajera y que no te ataque más la tripa.
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Qué nadará en tus ojos… Cómo será lo que sueñan tus piernas… Qué retendrán tus manos de todo lo que miran…
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Recuerdo como si fuera ayer cuando nos regalaron nuestra primera bicicleta, era naranja y grande como un autobús. Yo tendría unos seis años y nos turnábamos los tres hermanos pequeños dando vueltas a la plaza y los ojos nos brillaban derrapando a la par que sus ruedas ultrasónicas. Era Burgos y era enero de una infancia viajera, días de juegos y castañas pilongas junto al río Arlanzón, tardes de domingo dibujadas con sesiones dobles de cine y asiento en el Plantío para ver al equipo que en esas temporadas campaba a sus anchas por la primera división. De vuelta a Zaragoza, en otras tardes de los mismos domingos recuerdo la lectura ansiosa del Capitán Trueno una vez reunido el dinero suficiente y comprarlo en La Petra junto a algunos regalices y vinagretas. Si el dinero no llegaba serían sólo los jamones y una o dos canicas que acabaría perdiendo esa misma mañana si jugaba a la verdad con otros chicos de la barriada. Necesité unos años más y esos mismos domingos empezaban todavía sin sol junto a mi buen amigo Ángel corriendo nerviosos a los soportales del Mercado Central para encontrar el mejor sitio en El Rastro, deshaciéndonos allí sin remordimientos de todas las joyas literarias que habíamos ido atesorando con los años y el ingenio, ya fueran propias o ajenas. Sé lo que digo pues todavía hoy a mi hermano le cuesta perdonarme que vendiese de una tacada su vasta 96
antología de novelas de Marcial Lafuente Estefanía por la nada despreciable cantidad de cuatrocientas pesetas de las de entonces. Y lo recuerdo porque éramos felices y era dinero bien ganado y la excusa perfecta para calentar las sillas del Windsor entre semana junto al instituto, aquellas tardes que lo que menos apetecía era ir a clase y lo que más perdernos en palabras y risas y caladas junto a las lecciones paternales de Arturo, su entrañable dueño, que hacía igual de bien la vista gorda y las croquetas. Y seguían llegando los fines de semana como llegaron los veinte años paseando por Zaragoza y sus calles creciendo junto a los sábados ociosos. Este que veo ahora me llevaba a la Librería de Mujeres y al recuerdo de mi amor a la lectura. Iba porque seguro que estaba abierta y era una suerte comprar los libros gratis y allí podía hacerlo, aunque con esto no pretendo alentar a los piratas de lo ajeno, es sólo que la informática y también los bancos saben aliarse con la cultura posibilitando el engaño amable del pago diferido. Andaba como por casa, podía fumar, hablar con Toñi y olisquear las novedades sin sentirme asediado. ¿No quieres el último de José Luis Rodríguez?, decía ella amablemente sabiendo mezclar pragmatismo de buena vendedora e intuición psicológica aprendida de mis gustos literarios: Pentateuco para náufragos. Sí, gracias, anótalo… Además entiendo más su poesía que los 97
ensayos filosóficos sobre Hölderlin, o su Mirada de Saturno que todavía intento hacerme con ella. En esos paseos y en los bancos de Fernando el Católico iba recordando libros que me marcaron para siempre: alcé la vista y en el primero de la izquierda según subía, un vagabundo recostaba su borrachera en una almohada reconocida, Opiniones de un payaso, Heinrich Böll. Enfrente, a la derecha, una hermosa mujer platicaba discretamente con Cavafis comentando las notas de uno de los libros del Cuarteto de Alejandría, seguramente Justine. Después de andar algunos metros, en la esquina más apartada del siguiente banco, una escultura de Giacometti sostenía entre sus largas piernas Historias de cronopios y famas y apretando sus manos enormes, como las de Cortázar, Rayuela se deshojaba lentamente en mi memoria. Giré la vista y tropecé con un anciano conocido de la ciudad, de largas melenas y blanca barba. Junto a él dos libros brillaban en sus rodillas, Cara de plata y Luces de bohemia. Valle Inclán. Y di la vuelta, no sé si para atrás o hacia delante. Iban los recuerdos de un lado a otro sin importarles el tiempo ni el lugar, siendo ellos los que nos imaginan acercándonos a cosas que a lo mejor pasaron haciendo posible que seamos capaces de comprendernos en el aquí y en el ahora, dotándonos de referencias precisas 98
para que el siguiente paso que demos en clave de futuro tenga su propia lógica y nos haga previsibles y únicos, capaces de emocionarnos con los comienzos de las cosas como si ya formaran parte de nosotros. Si es verdad eso de que todo en nosotros son recuerdos y que nada hay más infinitesimal que el ahora me pregunto cómo se irán forjando los de Clara en esa cabecita en la que todo parece a primera vista tan caótico. Lo bueno que tiene la memoria es que se alimenta de múltiples relaciones sinápticas entre las neuronas en muchas partes diferenciadas del cerebro, que van desde el córtex temporal hasta la región central del hemisferio derecho pasando por el córtex parieto-temporal e incluso los lóbulos frontales, que son los que parecen organizar la percepción y el pensamiento. Y eso es bueno tanto para Clara como para mí ya que aunque nos falle alguna parte de la azotea siempre quedarán otras en las que podamos desarrollar mejor nuestras habilidades retentivas.
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Enciendo la radio, una lluvia triste cala mi mesa encharcándola, sopla negro el cierzo del Moncayo, el Pirineo ruge con corazón de oso, enseña sus dientes apretados, herido. La noticia la esperaba y sin saber porqué me imaginaba que sucedería en este tiempo de escritura. Ha muerto Labordeta. (Domingo, 19 de septiembre de 2010)
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Si a la compleja sociedad de hoy le resulta difícil entender, aceptar y facilitar la vida de un discapacitado parecería lógico pensar que en un núcleo más reducido, simple y manejable, las dificultades y barreras deberían por lo menos minimizarse bastante. Pero como lo colectivo no es sino una multiplicación eterna de grupúsculos relacionándose entre sí de maneras diferentes, esa reflexión primera pudiera carecer de fundamento, es más, probablemente suceda todo lo contrario y resulte que haya sido el rechazo inicial en el entorno más próximo lo que luego se haya extrapolado y exagerado tanto por la suma de millones de desencuentros que al final el resultado generalizado sea lo que vemos ahora reflejado en todas las comunidades conocidas del planeta. Lo digo porque en estos años he sabido de la soledad del banco del parque rodeado de niños jugando, he presenciado reuniones de gente cercana en las que siempre hemos tenido que estar allí para que Clara pudiera participar a su manera. En este tiempo he mirado miradas que miraban mirándola y no veían, he cerrado los oídos cuando detrás de mí animales de carga relinchaban y he podido observar lo que realmente dicen las esquinas de las palabras cuando se dirigen a mi hija y lo que callan los ojos de los que la miran intentando sortearla como si dieran un rodeo. Ya perdonareis que lo deje aquí. Recuerdo del poeta algún encuentro casual por nuestra Zaragoza en la que 102
él iba siempre tranquilamente andando y su sombra pesaba. Yo le miraba como se mira a los buenos profesores o a los libros que quieres y entonces frenaba suavemente, encendía los intermitentes y le cedía educadamente el paso. La última vez lo vimos sentado en un banco al lado de donde para el autobús que lleva a Clara a la escuela. Ella curiosamente estaba escuchando en el emepetrés su albada, una canción preciosa que nos encanta a los dos y aprovechando que faltaban todavía unos minutos para que llegara el autobús, conforme la iba sentando en medio de los dos le puse el aparato en su oído presentándosela como una ferviente admiradora. Labordeta sonrío emocionado acercándosela más hacia él, colocándole de nuevo el artilugio en la oreja para que siguiera escuchando. Se unieron sus cabezas durante unos instantes compartiendo la música. Clara empezó a aplaudir entusiasmada y su fuerza aumentaba a la vez que lo hacían los tambores. Al hacerse el silencio él le acarició la cara, la miró con ternura y le susurró muy despacio al oído: … tú sí que tienes aire de albada.
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RECUERDOS
No me preguntes pero ya estamos en Diciembre. En este día te han puesto la vacuna anti meningitis C y estás como una moto. Mañana tu prima Ana cumple diez años y nos iremos con ella a merendar. Diciembre comienza y estás preciosa. Ahora ya conoces bien tu habitación. Estos primeros habitantes que conviven contigo intentaré guardártelos porque estás haciendo muy buenas migas con ellos. Cuando te despiertas por la mañana, lo primero que hacemos es darles los buenos días. Empezamos por Tintín: buenos días, Tintín, y tú echas la primera risa del día. Luego saludamos a la Bruja: hola Bruja buenos días, y ya te sale una sonora carcajada. Con la Bruja estamos un buen rato y cuando muevo la cuerda y ella empieza a volar, tú la acompañas riendo. Créetelo porque te retuerces de risa y charloteas y me miras. Luego saludamos a los Planetas: buenos días planetas. Con los planetas todavía no te has hecho. La verdad es que son más pequeños y aún no les has cogido el gusto, pero ya verás como luego te encantan. 105
Por Ăşltimo nos vamos a saludar a Las Largas, y con ellas es que te mondas. Es agradable cuando puedo estar en casa y nos despertamos juntos y saludamos a tintĂn, a la bruja, a los planetas y a las largas,...
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Un poquito de tiempo recorrido a tu lado, un miedo en la cintura, una nana cantĂĄndote. O el Libro de la Selva, o una mirada nueva. O acaso que me siento acompaĂąado.
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Son graciosas las manos que estiras cuando juegas, como peces que lucen. Graciosos tus pucheros, como vuelos entrecortados de palomas. Ligero el equilibrio de tus pasos sin conquistar el suelo. Y gracioso es el verte, aprendiendo a vivir con todo por delante. Un golpe que te das el estornudo de una mariposa. Una rabieta un vuelo despeinado. Una caricia un posarse las alas besándome en las manos. Dónde vas cuando nadie te acompaña en tus sueños, cuando nadie te acuna. Dónde escondes las brujas que imaginan tus dedos, dónde a Goliat. Dónde el murmullo salado de tus ojos, el silbido que atrapa a las luciérnagas. Dónde a tu Barrio Sésamo y el ruido de los trenes. Dónde la sílaba que todavía se resiste. Detrás de la literatura, o en medio, quizás a los costados, está la realidad que nos devuelve siempre adonde estamos y es cuando a esas divertidas manos les salen las endemoniadas picaduras de mosquitos, cuando la impotencia se hace insoportable si ves que tu hija llora desconsolada y sales disparado para urgencias si por cualquier motivo se ha caído y no sabes muy bien cuáles pueden ser las consecuencias del golpe. 108
Por muchas alevillas graciosas que se empeñen en estornudar. Recuerdo una semana de vacaciones que estuve pegado a Clara todo el tiempo. Éramos la envidia de la piscina y nuestras risas se estiraban hasta altas horas de la noche para caer rendidos de no poder más. Comenzó enseguida el colegio y de un plumazo nos arrebataron las horas de la mañana pero aprendimos a concentrar todo el esfuerzo después de comer, sacándole al día casi el mismo partido. Las tardes eran nuestras. La mañana, ahora sin tanto ajetreo, la acompañaba de cortados y pensamientos que se querían ir lejos. Temblaba al imaginar a Clara con quince años más y yo más viejo y agotando las fuerzas. Sin poder seguirla. No sabes entonces cómo colocar las cosas. Era un miedo nuevo que se colaba en mi cabeza y que no podía controlar. A veces lo he hablado con Mar y a los dos nos sucede lo mismo. Qué será de ella sin nosotros era la gran pregunta que sólo de pensarla paralizaba nuestros ojos al mirarnos. Cómo hacer para que no nos necesite tanto. En ese instante desaparecía el aire y la distancia entre nosotros para que del abrazo surgiera lo que a oscuras dice Mar con esa ternura que sólo una madre puede hacer ganándose el indulto. Cerrando los ojos 109
inventaba una sonrisa imposible y me susurraba al oído que ojala Clara ese día se fuera con ella. Estoy viendo ahora algunas fotografías de Clara. Me pregunto cómo se las harán cuando los dos faltemos. Hacia donde mirará. ¿Quién las hará? Pero no te preocupes, mi niña grande. Esto que sufro ahora es propio del egoísmo humano que sólo sabe mirarse en su propio ojo. Ya te darás cuenta que si en estas palabras hay temor el problema es sólo mío provocado por el deseo endémico de querer perdurar para siempre. Tú sigue creciendo que todo lo que aprendas te va a servir mucho y seguro que encontramos la forma de asegurarte buena compañía. Te harás de cien años como tu madre y en esas fotos que ya imagino habrá calor y música, posarás como las princesas de los cuentos y bailarás agarrándote a la cintura de las personas que te quieran. Y que estarán por ti. Seguro.
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RECUERDOS Clara, ya han pasado las navidades; es el primer año que has estado con nosotros. Yo he tenido mucho trabajo, Mar dijo que intentaría contarte alguna cosa pero veo que tampoco tu madre ha tenido tiempo. Esto que voy a contarte es un secreto entre los tres: en Noche Vieja nos pasó algo insólito, estábamos tan cansados que nos acostamos un poco antes de las campanadas y nos despertó el teléfono cuando el nuevo siglo ya llevaba unos cuantos minutos. Si, Clara, hemos cambiado de siglo y tú también cambias. ¿En qué lo estamos notando? Pues en cambios bastante elementales: los antiguos lloros intermitentes que tenías los estás cambiando por contados gruñidos cuando hay razones poderosas, sueño, hambre, pañal cargado, ganas de jugar. Por la noche te vas sola a la cuna con una naturalidad que asombra y ya aguantas hasta la mañana siguiente, aunque hay que reconocer que estos días te están despertando a las dos o las tres de la mañana y hay que darte un pequeño biberón, y enseguida te duermes. Si supieras lo que te ríes ya. En el cambiador es casi permanente. Cuando te llevamos un rato a nuestra 111
cama por las mañanas nos recibes con grandes sonrisas. La verdad es que han aprendido a reír y eso no lo olvidarás nunca. Vas camino de los seis meses, hay dos cosas que lo confirman: cuando te levantamos para que te incorpores, tu cabeza ya se tiene bastante bien, y la segunda es que has aprendido a coger cosas, como el mordedor que lo agarrabas tan fuerte esta mañana que parece que te lo quieren robar. ¿Y sabes otra cosa?, este mes ya te estamos dando frutas y desde hace una semana también puré de verduras. Creo que te gustan porque ya estabas aburrida de tanta leche. Como ves, te comportas como un bebé adulto.
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Recuerdo que iba con la niña y el susto a cuestas y que me senté sin articular palabra. La apariencia corpórea me respondía pero mi fortaleza mental se ladeaba constantemente. Delatándome.
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Clara tendría unos cinco meses cuando entramos en la consulta del primer neurólogo de los varios que la han atendido a lo largo de estos años. Me habían hablado muy bien de nuestro primo pero eso nunca es garantía de que vas a escuchar lo que deseas sino más bien todo lo contrario. A la salida pusimos a Clara en la silla, circunvalamos el parque haciendo como si paseábamos y al llegar a casa sólo quise querer caerme a peso plomo en la cama y sus profundidades, intentando perderme allí atrapado para siempre. Lo que recuerdo de él desde fuera es la fama académica que siempre ilustraba su referencia profesional cuando se le nombraba, su constante asiduidad a congresos de neurología avalándole como una persona de sólida formación teórica. Lo que puedo decir desde dentro es que en las distancias cortas perdía mucho de su carisma. Su mirada se escondía agazapada detrás de las palabras y terminaba sacando la pajita para respirar sumergido en la opacidad de los diagnósticos que nunca terminaba de concretar. Poco sé de la neurología como ciencia. Menos de su capacidad de encontrar diagnósticos y tratamientos que ayuden a mejorar el sistema nervioso en aquellos casos como el de Clara, donde las neuronas no parecen funcionar bien cuando procesan la información. 114
Sólo intuyo que los cortos tiempos en medicina son desiertos de arena si los medimos con la urgencia que necesita mi corazón buscando un tratamiento resolutivo para Clara. Este neurólogo seguro que podría ilustrarme con datos y casos y diagnósticos y no parar durante horas. Hay muchas leyendas urbanas acerca de su trato, sobre todo con los familiares de los pacientes, y sabemos de bastantes casos que cambiaron de médico porque no lo soportaban. A nosotros nos pasó lo mismo.
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RECUERDOS
Estamos en Febrero. En estos momentos duermes y si no aprovecho ahora no sé cuándo voy a escribirte. En este mes por fin te has hecho carnívora. La primera semana empezamos con cordero y ahora te estamos dando a probar el pollo. Te lo damos junto con las verduras. Hay algo que empieza a preocuparnos y que estamos siguiendo muy de cerca: cuando duermes siempre lo haces hacia un lado y no hay forma humana de hacerte cambiar. Esto te ha pasado desde pequeña y el pediatra nunca le ha dado importancia, pero ahora que estás creciendo y que todavía no tienes pelo, el lado en el que reposas la cabeza se nota cada vez más plano y el otro tiene la forma normal redondeada. Hemos convencido al pediatra esta semana para que te hagan una radiografía de tu cabecita y confirmar que todo está en regla.
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Siempre pensamos que es el otro quien comienza la batalla.
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Hay ratos en los que discutimos y en el aire acaba quedando una pregunta incomoda. Inventamos palabras nacidas del cansancio o de la necesidad de parar hasta sentirnos acorralados. Algunas veces a cara de perro saltan chispas enanas que se multiplican como cataratas de púas mojando el espacio y la maleza que nos oculta. De la respiración al ruido hueco que sube acalorado hasta las manos, de la molestia castigada del día a la duda que ofrece la paciencia, de la mitad más uno que es deseo a la última impotencia detenida. Y ya entonces no se puede parar. Nos echamos la culpa de todos los triángulos despedazados esa tarde. Calla la calma que se duele dormida sacando sapo de una lengua que trepa mientras medimos nuestras fuerzas sin importar los argumentos. Me enseña extrañada el armario de los amuletos que no se han recogido como si no supiera que domar elefantes es más difícil que resolver una suma improvisada sin números, y eso después de todos los bargueños que habré doblado en mi vida, uno tras otro, para poder subir a las pirámides caídas o bajar cara al fuego milenario de la mitad del mundo. O bien olvida que desafino siempre por alargar los pentagramas de las canciones y empieza la serenata molesta de alusiones a la primavera calva de los primeros nómadas que olvidaron dónde termina el 120
horizonte fronterizo de aquellos que prefirieron no moverse. Por mi parte dirá que afino más el dardo con letra envenenada, que me vuelco en palomas disfrazadas pareciendo inocuas voces familiares siendo en verdad puñales soterrados capaces de clavarse allí donde el dolor se hace más duradero. Es lo cierto que en el meollo de la discusión suelo pedirle que en las escaleras impares se atreva a ponerse como si tocara siempre una trompeta, sabiendo ella que la virtud de los melómanos nada tiene que ver con la casualidad de que en la calle jugando dos niños a los dados, sumando sus tiradas, nunca acabe saliendo el número tres. Cuando más notamos estas discusiones es después de pasar un tiempo en la distancia. También ocurre si se acumulan horas de cansancio, o pocas de sueño, o muchas de trabajo. También porque al volver a casa sabemos que no se puede parar. Llega la noche, los ánimos están más calmados y todo empieza a ponerse en su sitio. La agotadora Clara se ha dormido y apetece entonces compartir un solo sillón y las sensaciones vividas en las últimas horas del día. Las miradas esconden el orgullo y se saludan imitando a las manos que ya hace rato hicieron las paces. El silencio de ambos reconoce abiertamente la labor del otro y sucede que las palabras 121
se atropellan de tanto que intentan expresar y se estiran amables alimentándose de verbos y preguntas. Acabado el día nos hemos puesto de acuerdo en lo esencial. Que estamos por ella, que más allá de Clara existimos los dos, que más allá de los dos importamos cada uno de nosotros. Y todo eso es lo que tenemos que cuidar.
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RECUERDOS La radiografía de tu cabeza es de libro, muy redonda y con unos huesos que están cicatrizando muy bien. De todo lo que vieron lo que más les preocupó es que al ser tan alta, tu tono muscular del cuello no estaba todavía acorde con la fuerza que mostrabas en piernas y brazos, es por eso que la cabeza todavía no la sostienes bien y para eliminar todas las dudas nos colamos en el neurólogo y éste nos ha mandado un montón de pruebas: análisis de sangre y orina, un estudio genético e incluso un electro y un escáner. Ya nos han dado cita en rehabilitación para empezar a trabajar el movimiento de tu cabeza. Tu papá tiene vacaciones esta semana por lo que vamos a estar jugando mucho estos días. Ahora descansas en la cuna y yo aprovecho para contarte todo esto.
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No sé qué pesa más cuando me veo: … si lo que he olvidado o lo que he aprendido. … Si lo que he dicho o lo que he callado.
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Me miro en el espejo y me veo mayor. Ha llovido tanto y ha pasado la vida tan rápido que no puedo creerme que tenga canas en todas las partes del cuerpo y que empiece a faltarme pelo en aquellas que más saltan a la vista. La barriga en cuarto creciente y en los hoyuelos debajo de los ojos hay algo de alquitrán petrificado que me hace la cara más oscura. Destaca la nariz pletórica de piel y de orificios y las cejas que por agravio comparativo parecen más pequeñas de lo que en realidad son junto a unos ojos que al mirarme parecen del color de la madera al barnizarse, y arriba en las alturas de la frente van arrugas que no traje conmigo pero que con paciencia han sabido instalarse de tal forma que parecen llevar allí toda la vida. Sigo embobado en mi reflejo hasta que me sorprende una sonrisa de complicidad que sólo yo comprendo, la misma que tenía de niño cuando pasaba las tardes persiguiendo gatos por los soportales del corralón de Mayandía hasta que oía una llamada familiar desde la ventana. Entonces subía a casa sabiendo que ya estaba preparada la cena. Así me veo ahora reconocido en ese niño que siempre supo pegarse a la gente mientras aprendía de ella. Retrocedimos luego avanzando hacia un tiempo feliz donde tan pronto se engalanaba el instituto cual castillo medieval como entrábamos o salíamos de sus clases con libre albedrío. Aprendiendo en libertad. 126
Me marcó más esa época hasta los dieciocho años que la que pasé después en la universidad. Era un joven con fulares al cuello e ingenuidad en la garganta que sabía elegir a la gente para después pegarse y poder aprender con ella. Seguimos allí haciéndonos preguntas y mirándonos. Cómo cambia la vida, hemos pasado de recibirlo todo a tener que buscarnos la vida con la única preocupación de que las cosas vayan bien y que nada nos falte. Es entonces cuando no basta saber elegir a la gente o haber aprendido a su lado. Puede ser necesario pero no suficiente. No creo que me equivoque si afirmo que es aquí donde empieza el sentido de la responsabilidad. Los dos reconocemos al mirarnos que por muy libertarios que nos creamos ese sentido de la disciplina ya se encargó nuestra herencia paterna de grabarla con fuego. Eres un caso. Me veo en el espejo yendo y viniendo del trabajo como si cada día me jugase la vida o el puesto y eso no hay quien lo aguante mucho tiempo si no sabes dosificarte. Aprendí a hacerlo al cabo de los años y eso te da seguridad porque relativizas más las cosas y acabas poniéndolas en su sitio. Lo malo es cuando todos los esquemas que tenías estructurados en tu cabeza se vienen al traste por algo totalmente inesperado que te deja helado e incapaz de reaccionar. 127
En ese momento todo se rompe en mil pedazos. Me miro recordando el rostro contenido sin entender porque Clara no podía ser una niña como las demás. Porqué le había tenido que pasar a ella. Mis ojos no se lo querían creer y los recuerdo humedecidos y ausentes. Cayéndose al vacío. Todo eso veo. En la calle el calor bochornoso me recuerda la cara más esquiva de un agosto que quiere dejarnos. Aquí en cambio la temperatura y el ánimo son de lo más llevadero. Empiezan tres largas semanas de vacaciones y al verme reflejado enfrente así de tranquilo hago también una lectura amable de las cosas. La verdad es que no estoy tan mayor. Clara está creciendo y es lo mejor que me ha pasado. Sé que quedan muchos ríos por navegar y que tarde o temprano no quedará otra que volver a achicar agua para seguir manteniéndonos a flote.
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RECUERDOS
Hoy cumples siete meses. Por la mañana te han hecho el electro. Ha salido muy bien pero de la prueba genética todavía no sabemos nada. Por la tarde, para que el día fuera completo, te hemos tenido que ingresar en el hospital porque mañana te hacen el escáner. Sé que todo va a salir bien. Tú duerme esta noche que mañana será un día glorioso. Eres tan pequeñita que estábamos hace un rato los tres en un rinconcito de la habitación intentando que durmieras y es curioso: en menos de un metro cuadrado se encontraba todo lo más quiero de este mundo.
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Dos horas seguidas de actividades en las que nuestros hijos estarรกn bien atendidos.
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Almozandia es mucho más pero para nosotros son unas horas la tarde de los sábados que las podemos dedicar a cualquier cosa sin que nos invada ningún complejo de culpa. La vida se detiene, puedo cerrar los doce ojos que horas antes no paraban de acotar los espacios o sentirme agobiado de soledad, o abarrotado de palabras junto a cortados y caras amigas donde entretenerme. Puedo dejarme llevar sin apretar la mano a su cadera que nadie va a caerse. Puedo incluso añorarla porque así en la distancia diminuta es tanto el placer que es bonito sentirse en esta ausencia liberado. Isma es de la cuchipanda, como dice Mercedes. Cuando le abrazo al verlo siempre acabo perdiéndome en sus ojos que van sobrados de ternura. Él entonces me busca girando la cabeza pero enseguida vuelve a sus cosas y a ser el Isma formal que se relaja encima de las piernas cruzadas y de su silla de ruedas amarillas. Lourdes siempre me dice lo mismo, que las apariencias engañan, que parece un bendito pero que en la trastienda el muchacho se las trae. Cuando la conocí vi una sonrisa larga que llenaba la mesa del bar donde aprendimos a escucharnos. Es la misma sonrisa que veo ahora sólo que ya se viste de matices, se apaga o rebota acelerada según se haya gastado la semana o el último minuto antes de verla. Arrolladora siempre, de ojos jóvenes que aprendieron 132
saltando en el vacío a remontar el vuelo como nadie, en cualquier caso dulce y de una fortaleza que cautiva. Eso sí, atesora gustos musicales tan estrafalarios que será difícil que coincidamos alguna vez en un concierto. Llévame lejos Isma, que hoy tengo tiempo de perderme en tus nubes y de jugar para esquivarlas. Córreme entre tus ruedas amarillas que iremos enredando el silbido del aire y en vez de hacer palabras volaremos cometas junto al Ebro dejando un rastro de colores geométricos por toda su ribera. Que descanse Tomás que ya ha gastado más kilómetros esta semana que todos los que llegaré a hacer yo en lo que queda de año. Dani también es de la panda. No puedo decir que sea la formalidad en su estado puro. Entramos en el local de los juegos y rápidamente adivinamos su presencia. Llena el espacio a ráfagas, lo ocupa sin complejos y si te descuidas te ha cogido las gafas, ha despeinado tu camisa y te ofrece la mejor de sus sonrisas o la más ancha indiferencia. Todo al mismo tiempo y no necesariamente por ese orden. En estos días ha cumplido catorce años. Dani me recuerda que estamos creciendo junto a ellos y que tenemos que seguir con las pilas puestas. No nos queda otra que inventarnos todas las almozandias que se nos ocurran ya que es aquí donde más acaban creciendo, donde más se divierten y donde menos parece que nos necesitan. 133
Cuando se quedan solos y espiamos por algún resquicio de luz desde la calle a Mercedes y a mí nos entra un poco de arrebato protector y otro tanto de fantasía adolescente al verlos sentados juntos. Se acerca con sorna ya que sabe que me muero de ganas de entrar para evitar que se tiren los trastos a la cabeza y me dice que ha visto alguna foto de estos dos en facebook, que la gente ya empieza a comentar por lo que tendremos que empezar a vigilarlos más de cerca. (¿Todavía más?). Al mirarlos por esa pequeña rendija veo también a Rocío, a Adrián, a Javier que aplaude porque está empezando una película. Algunos monitores alargan sus brazos con habilidad para que nada altere el disparate del día que ya tienen preparado. Voy alejándome y desaparece el murmullo que hace un instante me envolvía. En la calle todo está en calma aunque algunas nubes parecen anunciar que habrá tormenta. Casi ni nos hemos enterado y ya estamos apurando los últimos sorbos de palabras. Llega la hora y el rato ha pasado volando. Para todos menos para Miguel que viene cuando nos estamos levantando. Justo al tiempo de relatarnos, como sólo él sabe, la cantidad de cosas que una persona organizada puede llegar a hacer en menos de dos horas.
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RECUERDOS Todas las pruebas han salido bien aunque tendremos que esperar al día veintisiete de este mes para que nos lo confirme el neurólogo. Ahora sí que te puedo decir que estábamos muy asustados ya que estas pruebas son muy delicadas y nunca se sabe lo que puede pasar. Lo que sí que está claro es que las visitas al hospital para tu rehabilitación, dos veces por semana, van a durar bastante tiempo. Han visto que además de la contractura que tienes en el cuello tienen que desarrollarte el tono muscular de cuello, brazos y piernas. De todas formas hay que estar tranquilos porque el desarrollo hasta el primer año es muy variado y no hay ninguna regla clara. Así que tú ni caso. Que lo estás haciendo muy bien. Lo dicho. Estás casi tan loca como yo.
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Buona sera, e noi qui per la regina della musica.
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Gianluca nos recibe tan amable y apuesto como siempre. Estamos en Bolonia, en la consulta de Mauro di Vicenzo. El espacio de la ciudad se hace cada vez más nuestro y la cordialidad que nos muestran suaviza con creces las lagunas del lenguaje. Ahora Bolonia está a un paso de Zaragoza. Hay vuelos directos y si no eres esclavo del calendario puedes encontrarlos de bajo costo con precios que parecen un auténtico disparate. La ciudad merece mucho la pena. Después de Venecia es el segundo casco antiguo medieval más grande y mejor conservado de Europa. Su universidad fue la pionera de todo occidente y sus calles y la estructura que la envuelve están hechas para pasear. Siempre llena de gente, de tejados rojos, de verdes naturales y pequeñas heladerías que hacen las delicias de Clara buscando en sus colores y sabores una nueva excusa para seguir gastándola. Al lado del hotel San Mamolo descubrimos casi por casualidad en los jardines Margarita un espacio de cuento donde la gente quiere perderse los fines de semana para tumbarse en la hierba o pasear tranquilamente junto a sus estanques y encinas escapando por unas horas del ruido y la trepidante actividad urbana. Pero éstos no fueron los motivos que nos trajeron. Sabíamos de un médico que tenía un tratamiento particular para corregir la cadera de Clara. Le mandamos 138
unos videos de cómo andaba por aquel entonces y nos dijo que su método sí que podría ayudarla. Lo que más recuerdo de aquellos encuentros es la situación inicial embarazosa que se producía mezclando el italiano, el castellano y a Clara, que no domina ninguno de los dos y que era la que marcaba el discurrir de todo el periodo que duraba la consulta. El Doctor Mauro derrocha amabilidad con nosotros, interpretamos con él las radiografías y nos explica pacientemente cómo ve la evolución de Clara. Al fin y al cabo, nos recuerda, cualquier minúscula ayuda que consiga mejorar su autonomía es un paso de gigante en nuestro particular universo. Gianluca le ofrece un delicioso ciocolato y Clara aplaude agradecida. Mauro nos mira a Mar y a mí reflejando en sus ojos no sé si admiración o incredulidad al sabernos en Zaragoza sólo unas horas antes y ya con el billete de vuelta para el día siguiente. Me acerco a la ventana dejando escapar los últimos minutos de la consulta y la ciudad no deja de girar tras los cristales como una noria plana que se deshace en movimiento. Salimos a la tarde y paseamos hacia el hotel con idea de cenar en el pequeño ristorante Al Sangiovese situado en la misma calle, pero resultó tan piccolo que no quedaba ni una mesa libre. Preguntamos en el hotel por algún sitio cerca para cenar y su sugerencia de La Ostería en vía Mirasole no funcionó porque también 139
estaba completa. Recorrimos la calle Solferino y nos tropezamos con la trattoria Trebbi, un enorme típico locale di cucina bolognesa con un montón de mesas libres. Allí disfrutamos del variado buffet en primeros platos y Clara no dejó nada del segundo recomendado por la camarera: polpette di carne in salsa di pomodoro. Conforme el avión despegaba yo miraba por la ventanilla y Bolonia se iba desdibujando en mi cabeza. En algún ordenador se inmortalizaba la fotografía de la planta de los pies y una radiografía de la cadera de Clara. Otra bandera colocada en la red y en el mapamundi buscando opciones para que las cosas reales que le pasan a Clara puedan mejorarse. En apenas dos horas rozábamos ya el cierzo y la margen izquierda del Ebro supo llevarnos de nuevo a casa.
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RECUERDOS Se nos acaba Abril. Este viernes vamos a hacerte otro electro pero tú no te asustes. Estás creciendo muy rápido. Tu mirada va adquiriendo cada vez más inteligencia. Y tus manos, y tus movimientos, y tus sonidos.
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Se me olvidaba lo importante. A los dos nos une, irremediablemente, que en cualquier momento somos capaces de hacer una que suene.
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Las que digo son un lugar que se quedó tallado sobre literatura de papel, un suspiro de tinta que en colores puede hacerte volver a los instantes diminutos. Son furtivas imágenes que hacen que el tiempo te columpie hacia atrás y el aire te voltee hacia delante. Repaso fotos en un precioso libro que le ha regalado su tía Rosa al cumplir los diez años y ahí la veo sonora como las caracolas, adornando sus ojos de sonrisa fácil todo lo que tocan, saltando sobre el agua de alguna playa menorquina o mirando emocionada los violines del Florián en la plaza San Marcos, impaciente y jugosa. Paso las hojas viendo cómo tras ellas me corre la retina que vuelve y retrocede atrapando en imágenes todo un periodo que a fuerza de difícil se vuelve en un momento relajado y amable. La carne se me encoge porque crece la niña que un día no lejano pensé que iba a sufrir toda su vida, maldiciendo mi suerte y temeroso sólo de imaginarme su futuro. Ahora al mirar los años así tan coloridos lo que sé seguro es que no podré matricularla en ingeniería hidráulica ni artes plásticas, también que no sabrá llevar la economía doméstica de su casa ni discutir de política con los vecinos. Que no podrá valerse de palabras que todos entendamos ni desaparecer una tarde de agosto por el Paseo del Canal de Zaragoza. Pero viéndola cómo sonríe por saberse entendida y con esos ojos que van fijándose cada más en lo que tocan adivino que tiene tantas ganas y tanto por hacer 144
que es estéril invertir nuestro tiempo adulando el miedo o alimentando la resignación. Ninguno de los dos merecemos semejantes tristezas. De nariz al abuelo paterno, grandota y generosa para poder guardar en sus alforjas todo lo que la vida huele, también están allí los ojos verdes y la mirada clara que él tenía, persistente y amable, ancha de mar y de recogimiento. De piernas a su madre que parecen no saber acabarse, nada sofisticadas y bien pegadas a la tierra. También de Mar la silueta esbelta y el mismo plante ante la vida, derrochando coraje siempre inmediato y mágico, cautivador y desbordante. Las ganas de vivir son sin dudarlo del abuelo Esteban ya que ambos comparten la opinión que estarse quietos es una pérdida de tiempo. También hay en los dos la misma fuerza en unir a los suyos e idénticos silencios armados de paciencia sabiendo agradecer todo lo que reciben. Y en los contrastes aparecen sus yayas que a la postre son las que más han querido reírla. Saben de nuestros miedos porque nos han parido. Miran más allá siendo conscientes que al final se continúa sin ellas y que la vida es una lucha de fuerzas que conforme las gastas has de saber llenar las de tus hijos porque ese es el secreto para que todo siga. Despacio dejo el libro en la mesa y en él las huellas de los diez primeros años con Clara. 145
A duermevela una música que suena despistada en el ordenador me sugiere antes de caer dormido que los dos próximos lustros serán todavía más emocionantes. También más decisivos.
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RECUERDOS No sé por dónde empezar. Mayo está terminando y hoy cumples diez meses. Tengo el alma encogida. …Ha pasado Mayo. Y Junio. Debe de ser mediados de Julio y por fin tengo vacaciones. Estamos tan asustados por lo que nos han dicho que estos meses que no te he escrito los hemos pasado visitando médicos y recorriendo ciudades para ver si podían decirnos cómo estabas realmente. Como recordarás, abril lo dejé diciendo que íbamos a hacerte un electro para descartar cosas y quedarnos tranquilos. Ese día fue una bomba para nosotros. El neurólogo nos dijo que el electro había salido bien pero que después de hacerte el análisis clínico veía que llevabas un retraso motor muy importante y que, por el tamaño de tu cabeza, que era pequeñita, había muchas posibilidades que tuvieras afectada alguna parte del cerebro, que sólo el tiempo nos diría tu evolución. Que nos fuéramos preparando.
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Al salir de la consulta nos encontramos con un diagnóstico escalofriante: “encefalopatía prenatal con microcefalia”. Y desde entonces fue el no parar. Empezamos a llamar a muchas puertas para concertar entrevistas y poder contrastar el diagnóstico… … Perseguimos ciudades y cruzamos los dedos. Lo primero fue irnos a Barcelona. Déjame coger fuerzas… Y aire.
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Pudiera ser justamente la diferencia lo que imprime la esencia en las cosas, haciĂŠndolas por ello importantes e insustituibles.
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La vida está llena de contrastes. Cuando estudiaba filosofía lo que más me atraía de los presocráticos era la cercanía que sientes por quienes sabes están abriendo las puertas al conocimiento tal y como lo concebimos ahora. Retrocediendo veinticinco siglos ves que empiezan a esparcirse los primeros gérmenes de lo que llamamos ciencia o pensamiento racional. El logos acaba ganando la partida al pensamiento mágico tras aquellos siglos mal llamados oscuros que le precedieron. Claro que nada nace por casualidad. Esa época fue también la del asentamiento de las polis griegas. Sus nuevas relaciones de poder fueron desarrollando el concepto moderno de la ciudadanía y la política e incluso de las clases sociales incipientes que los nuevos modos de producción empezaban a definir. De todos ellos el que más me fascinaba era Heráclito y su teoría de los contrarios. Quiero pensar que a partir de estas ideas lo arbitrario se ordenaba desde dentro del pensamiento humano para explicar no tanto el origen de la naturaleza sino su tremenda capacidad de transformación. Se podía elegir, junto a otros, entre el estatismo en Parménides donde la naturaleza no cambia y el todo fluye pintado por Heráclito quien sostenía que en el movimiento y la lucha de contrarios estaba la esencia y el fundamento básico de la naturaleza. 150
A los que siempre nos ha fascinado la dialéctica, no sólo su metodología a la hora de explicar la evolución histórica sino como una postura vital en sí misma, la deuda contraída con este filósofo es indudable. Con todas las matizaciones que se quiera. Desde esta perspectiva del pensamiento racional habría que entender lo normal como una tabla llena de medias que consigue estandarizar lo repetitivo hasta convertirlo en comportamiento habitual. Todo lo demás, lo insólito, quedaría relegado al porcentaje de una ratio y a ser considerado siempre susceptible de mejoría y adecuación. De ahí que la historia de la humanidad necesite siempre referentes. Esa parece ser nuestra condena. Si no estaríamos perdidos. Hay una niña rusa en la piscina a la que vamos todos los veranos. Se llama Katia. Ahora tendrá unos diez años y llevo viéndola desde hace cuatro o cinco temporadas. Se ha hecho amiga de Clara supongo que por la solidaridad innata de los desprotegidos. Tiene una hermana unos dos años mayor que ella y están siempre juntas, bañándose en la piscina pequeña. Cuando Katia ve a Clara se ilumina su piel pálida, la mira con esos ojos verdes sonrientes y se acerca amistosa. Siempre la saluda, comparten algún juguete y Katia nos pregunta por ella, sorprendida al verla acompañada de su padre o de su madre, sorprendida de 151
que no hable incluso si ella se lo pide, sorprendida de que no camine sola siendo tan mayor como es y sorprendida de que ni siquiera sepa nadar. Pero sonríe al verla. Su coleta rubia la hace más alta y estilizada. Clara intenta enganchársela. Creo que es la primera amiga que ha hecho en la piscina. Fue gracioso cuando Katia nos dijo que era de Rusia pero que era española de todo la vida. Al poco nos preguntó por Clara. Que de dónde era ella pues notaba que el castellano tampoco se le daba nada bien
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Cuando tengo a Clara muy cerca a veces me acaricia la cara como preguntándome: ¿Qué te pasa, papá? Nada, cariño, no me pasa nada. Sólo intento entenderte.
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