La odisea

Page 1

Ulises , también conocido como Odiseo, era rey de Itaca.

Allí vivía junto a su bella esposa Penélope y a su hijo Telémaco. Ulises,

junto a un grupo de aguerridos príncipes griegos, emprendió un largo viaje para tomar la ciudad de Troya. Esta ciudad rodeada por murallas era infranqueable. Ulises que era muy inteligente, después de fracasar en varios intentos, tuvo la gran idea de construir un caballo de madera gigantesco apoyado sobre una base con ruedas que abandonó a las puertas de la ciudad de Troya. Los troyanos, deslumbrados por el gigantesco caballo, abrieron el pesado portón de la ciudad y lo empujaron dentro. Ellos no sabían que el caballo contenía una sorpresa que los llevaría a su fin. Dentro del caballo estaban escondidos numerosos soldados. Cuando llegó la noche y los troyanos estaban descansando, los soldados abrieron una puerta secreta y se escabulleron dentro de la ciudad. Luego abrieron el pesado portón de la muralla para permitir la entrada del resto de las tropas griegas, consiguiendo así tomar la ciudad de Troya. Una vez cumplido su objetivo, Ulises volvió a Itaca junto a sus guerreros, pero debido a los distintos tropiezos sufridos durante la travesía, el viaje que debía demorar unas pocas semanas se convirtió en una odisea que duró diez largos años.

LA ODISEA. CAPÍTULO 1: Ulises en la Isla de los Cicones. Las naves de Ulises, como todas las de la época, eran pequeñas. No tenían más que una vela y un puñado de remeros para impulsarlas.

Trataban en lo posible, de no perder de vista la costa, para poder buscar refugio en caso de tormenta. Muchas veces el clima les jugaba una mala pasada. En este caso,

al tiempo de partir, un fuerte viento empujó las naves hacia una isla ocupada por los Cicones.

Ulises, encontró que en esa isla había un gran tesoro y envió a

sus hombres a recoger el botín. Los Cicones, rápidamente se armaron

para defender sus posesiones y emprendiendo una feroz lucha cuerpo a cuerpo contra los navegantes.

Como los Cicones eran muy numerosos ganaron la batalla. Ulises perdió el botín y muchos hombres en la lucha. Pero con los que habían logrado salvarse, logró huir velozmente aunque con mucha tristeza por el resultado adverso de la expedición. Como si el cielo quisiera castigarlos por su atrevimiento, se desató una fuerte tempestad. El agua entraba a

raudales y las velas se hincharon por el viento hasta reventar. Varios días lucharon contra las adversidades del tiempo sin descansar. Cuando por fin, volvió la calma al mar, aprovecharon para reparar las naves y reemplazar las velas

destrozadas. Pero nuevamente comenzó a soplar el viento norte alejándolos de su ruta, mar adentro y empujándolos hacia otra isla extraña.


LA ODISEA. CAPÍTULO 2:

Ulises en la Isla de los Lotófagos.

Los lotófagos, se llamaban así porque solamente se

alimentaban con la flor del loto. Esta flor tenía raras

propiedades. Por un lado era deliciosa como la miel, pero por otro lado producía efectos secundarios a los consumidores.

Los que prueban la flor del loto, inmediatamente olvidan el pasado cercano y el remoto. Tampoco recuerdan los proyectos para el futuro. Sus días transcurren sin angustias ni

sufrimientos, ya que no recuerdan nada, y tampoco cumplen con sus deberes y obligaciones porque han olvidado todos los

proyectos. Solo pasan el tiempo, tirados sobre la playa, gozando de sus sueños dichosos mientras consumen la flor del loto. Nada mas llegar a la isla, Ulises envió a un grupo de hombres a investigar ya que necesitaban

aprovisionarse de agua dulce y otros víveres.

Los lotófagos eran muy amigables. No solo los recibieron con los brazos abiertos, sino que también les dieron a probar su alimento favorito: la flor del loto. ¿Qué sucedió? Los navegantes, al probar el fruto delicioso, olvidaron a Ulises, a Itaca, la tarea encomendada, las penas y sufrimientos que habían soportado y se tendieron sobre la playa olvidando sus obligaciones como el resto de los lotófagos, fantaseando sueños de felicidad. Ulises, que se había quedado en la nave, comenzó a preocuparse temiendo que los nativos de la isla podrían haberlos aniquilado y bajó a buscarlos. Al ver lo que ocurría, ya que ninguno quería volver a la nave y solo deseaban permanecer allí

tirados consumiendo la dulce flor, hizo bajar a los remeros para que lo ayudaran a arrastrarlos

nuevamente a las naves, advirtiéndoles que no debían por nada del mundo probar ese alimento. Los hombres lloraron y patalearon, ellos no deseaban volver a sufrir pena alguna, pero Ulises los ató fuertemente hasta que se les pasó el efecto del fatal alimento. Las naves de Ulises siguieron nuevamente su derrotero y tras navegar varios días, vieron una hermosa isla que se recortaba sobre el horizonte, donde se detuvieron.


LA ODISEA. CAPÍTULO 3: Ulises y Polifemo, el Cíclope. “I” Al acercarse con las naves a la isla, pudieron divisar

campos fértiles, bosques espesos y hasta un manantial de agua dulce que fluía entre rocas, rodeado de una arboleda que

proporcionaba una sombra apacible. Al rodearla, Ulises vio que la isla poseía un puerto natural, ideal para fondear las naves y explorar ese territorio. Al día siguiente, Ulises y un grupo de doce valientes

hombres, se internaron en el bosque cargados con vino, miel y otras provisiones con la esperanza de conocer a sus

afortunados habitantes. Ulises desconocía que esa isla estaba habitada por los Cíclopes, un pueblo salvaje que no creía en los dioses. Avanzando en su expedición, muy pronto encontraron una gruta oculta entre ramas de laurel. A su

alrededor se extendía un muro de troncos y piedras de enorme tamaño. La cueva era la morada de un cíclope, pero no estaba allí, pues había salido a apacentar su rebaño de ovejas.

El refugio del gigante estaba repleto de quesos, tarros, ollas para la leche y un grupo de pequeños cabritos. Cuando los hombres vieron todas esas provisiones se dejaron llevar por la tentación y dijeron:Tomemos estos quesos, carguemos los cabritos y volvamos a las naves. Pero Ulises no aprobó la sugerencia. -¿Comportarnos como ladrones? ¡Jamás! Si alguna vez conseguí un botín, fue luchando, no robando. Les replicó con firmeza.-Mejor esperemos a que el gigante regrese y le ofreceremos a cambio de sus quesos, nuestro vino y la miel. Al caer la tarde, el gigante volvió a su refugio. Era un Cíclope gigante llamado Polifemo, hijo de

Poseidón. Al ver acercarse al monstruo, Ulises y sus hombres corrieron a esconderse en los rincones más oscuros de la cueva. Polifemo penetró en la cueva

seguido por su rebaño con paso

tambaleante, cargando un enorme fardo de leña, que al arrojarlo hizo retumbar cada rincón de la caverna. Luego se

dirigió hacia el único acceso de la cueva y sin el menor esfuerzo, tomó una roca

inmensa y con ella cerró la entrada por completo.


Polifemo, sin advertir la presencia de los intrusos, comenzó a ordeñar su rebaño, luego prendió una

hoguera, que iluminó cada rincón de su morada. En ese momento, Polifemo advirtiendo la presencia de Ulises y sus hombres lanzó un grito estrepitoso que por poco los deja sordos. -¿Quiénes son ustedes? -¿De dónde salieron? -¿Quién les dio permiso para entrar en mi casa?

Preguntó enojado, el gigante.

Los hombres quedaron petrificados del susto, pero el valiente Ulises, se adelantó diciendo: -Somos guerreros del rey Agamenón de Grecia. Hemos luchado por nuestro rey en Troya y ahora volvemos a nuestra patria, pero un fuerte viento nos desvió hacia esta isla. Te pedimos que nos concedas la hospitalidad que nuestro dios, Zeus, ordena que se le otorgue a los extranjeros.

-Los Cíclopes no tenemos dioses y tampoco aceptamos órdenes de nadie. Respondió enérgico para preguntar curioso:-¿De qué lado de la isla están ancladas tus naves? -Nuestras naves se hundieron durante una terrible tempestad. Somos los únicos sobrevivientes del

naufragio. Respondió Ulises con astucia.

Polifemo se sonrió con picardía. Luego avanzó hacia los hombres y tomando a dos de ellos entre sus manos, les golpeó la cabeza hasta quebrarla, luego los abrió por la mitad ayudado por un cuchillo y los asó al fuego.

Cuando estuvieron a punto, los devoró lentamente mientras sorbía un enorme vaso de leche. Ulises y los diez acompañantes que quedaban no podían creer lo que habían presenciado ya que la ferocidad del gigante no conocía límites.

Apenas el gigante cayó rendido por el sueño, Ulises se reunió con sus hombres para urdir un plan que les permitiera escapar de ese monstruo. Sabían que la solución no era matarlo, pues quedarían

atrapados para siempre, imposibilitados de mover la inmensa roca que cubría la entrada. Por otro lado, también sabían que si no lograban hacer algo pronto sus días estaban contados.

Por la mañana, Polifemo ordeño a sus ovejas y luego volvió a matar a otros dos hombres que asó y

engulló rápidamente. Mas tarde hizo salir al rebaño, y una vez afuera, volvió a cubrir la entrada con la piedra.

Ulises y sus hombres, desesperados, lamentaban su mala suerte. De pronto, Ulises vio un tronco enorme

y ordenó a sus hombres afilar la punta y endurecerla al fuego de la hoguera con la finalidad de hundirlo en el ojo del cruel Cíclope.


LA ODISEA. CAPÍTULO 3: Ulises y Polifemo, el Cíclope. “II” Al caer la tarde, el gigante regresó y después de ordeñar a su

rebaño, volvió a repetir su sanguinaria rutina de cenar dos hombres.

Entonces, Ulises, se adelantó para ofrecerle su vino. -Polifemo, para que tu festín sea perfecto debes acompañarlo de este delicioso vino. Polifemo, lo probó y vio que era delicioso.

-Nunca he probado un licor tan delicioso como este. Dijo el gigante, mientras lo paladeaba.-Quiero recompensarte por tu generosidad.

-Muy bien, respondió Ulises. Si quieres recompensarme te diré mi nombre. Mi nombre es Nadie. Polifemo lanzó una carcajada. -¡Claro que te recompensaré! . Me comeré a tus hombres y te dejaré

para el final. Y siguió riendo a carcajadas.

Muy pronto, el gigante cayó rendido ante el efecto del vino en un sueño profundo. Entonces, Ulises, con la ayuda de sus hombres, tomó el tronco afilado y tras colocar su punta al fuego hasta que se puso de color rojo incandescente, lo alzaron entre todos y lo hundieron en el único ojo del gigante. Polifemo, despertó gimiendo y maldiciendo con gritos estruendosos mientras la estaca continuaba clavada en su único ojo. Cuando logró arrancarla, deambuló ciego por la cueva tropezándose sin aliviar su dolor. Al oír sus gritos, los otros cíclopes se acercaron a la puerta de su cueva para preguntarle: ¿Qué

ocurre Polifemo? ¿Alguien te ha herido?

Polifemo respondió:-¡Nadie me ha herido a traición! -¡Pues si nadie te ha herido, para que gritas tanto! Replicaron sus hermanos, los cíclopes, mientras se marcharon pensando que se había vuelto loco. En vano trató el gigante ciego de encontrar a Ulises y a sus hombres, ya que estos podían

fácilmente escurrirse cuando el gigante se acercaba a tientas.

Entonces Polifemo, corrió la pesada piedra de la entrada y se instaló a custodiar la entrada esperando que desearan escapar de sus garras.


Pero el ingenioso Ulises, ideó un nuevo plan. Entre el rebaño

de Polifemo, había varios carneros de gran tamaño. Los sujetó con tientos de a tres y debajo del vientre de los mismos sujetó a sus hombres y luego se ató a si mismo bajo el vientre de otros tres carneros.

Cuando Polifemo dejó salir a su rebaño, les acariciaba los lomos, sin percatarse que al salir los carneros, también escapaban los hombres.

Así escaparon, Ulises y sus hombres de su prisión. Cuando estuvieron en un lugar seguro, cortaron las ataduras con un cuchillo y se dirigieron rápidamente a las naves, donde la tripulación esperaba angustiada. Después de cargar el rebaño en las naves y cuando ya se

alejaban de la costa, Ulises gritó:-¡Polifemo, cuando alguien te

pregunte que le pasó a tu ojo, dile que Ulises, el rey de Itaca te lo vació! Polifemo lanzó un aullido: -Un oráculo me predijo que Ulises, rey de Itaca, me dejaría ciego. Pensé que sería un héroe majestuoso no un enano insignificante que me emborracharía a traición. Como has sido tan astuto te ruego que vuelvas y te trataré como mereces o mi padre, Poseidón, me vengará enviándote una maldición. Gritó envenenado de rabia. -¡Jamás volverás a ver el sol y tu padre jamás te devolverá tu ojo! Respondió Ulises. -Polifemo lanzó toda clase de gritos, pidiendo a Poseidón que lo vengara de Ulises, mientras

arrojaba enormes piedras contra las naves.

Las piedras no le causaron ningún daño a las naves, sino que las impulsaron mar adentro, escapando de esa isla y sus crueles habitantes.


LA ODISEA. CAPÍTULO 4: Eolo, Dios del viento. Tras varios días de navegación, vieron una extraña isla rodeada de escarpadas rocas y

protegida por una muralla de bronce. Ulises no pudo resistir la

tentación de incursionar en lo que parecía ser una fortaleza impenetrable.

Ancló las naves, y apenas pisaron tierra firme, fueron recibidos por Eolo. Éste sabía muy bien quien era

Ulises y le otorgó el rango de huésped, agasajándolo con toda clase de

banquetes y ceremonias en su honor. Ulises estaba encantado, pero lo que realmente deseaba era regresar a su ansiada patria, donde lo esperaba Penélope y su hijo Telémaco. Eolo comprendió el deseo de Ulises y quiso hacerle un gran regalo. Entonces, encerró a todos los vientos, menos al viento del oeste, en un gran cuero de buey. Luego cerró fuertemente la boca del cuero, atándola con hilos de plata y se lo entregó a Ulises. Mientras tanto, Eolo colocó al viento del oeste detrás de las naves y luego le ordenó que soplara suavemente acompañándoles hasta el deseado puerto de Itaca. Durante nueve días navegaron acompañados por una suave brisa, y tras divisar la isla de Itaca, Ulises decidió irse a dormir, ya que no había pegado ojo durante el viaje. Aprovechando la ausencia de su capitán, los hombres comenzaron a intrigar contra Ulises, diciendo: -¡Ulises no es justo con nosotros! Eolo le dio este enorme cuero de regalo que seguramente esconde un gran tesoro, y no ha querido compartirlo. Y otro replicaba:- ¿Acaso no hemos luchado a la par de él? ¡Corresponde que comparta el botín! Y así, movidos por la codicia y aprovechando que Ulises roncaba ruidosamente, decidieron abrir el

cuero cuando faltaba muy poco para arribar a Itaca. Inmediatamente escaparon los vientos, provocando

un huracán que empujó las naves hacia el lado contrario, alejándolas de su derrotero hasta convertir a la tan ansiada isla de Itaca en un punto insignificante sobre el horizonte. Al ver lo ocurrido, Ulises deseó terminar con su vida arrojándose al mar, pero decidió dirigirse

nuevamente a la isla del rey Eolo. Una vez alli, Ulises le explicó lo ocurrido y rogó que le prestara

nuevamente su ayuda. Pero Eolo, le contestó enfurecido:- ¡Vete de aquí y no vuelvas más! Si los dioses han permitido que te ocurriera esta calamidad, no debes ser tan bueno.

Ulises, triste y avergonzado, regresó a las naves y ordenó a los hombres navegar mar adentro, pues aún les quedaba mucho viaje por hacer.


LA O DISEA . CAPÍTULO 5: Ulises y los Gigantes. Después de luchar frenéticamente contra las inclemencias del tiempo durante seis largos

días, los navegantes fueron bendecidos por un sol radiante y un mar en calma. A lo lejos divisaron

tierra, y Ulises ordenó remar con vigor hasta alcanzar la orilla de lo que parecía una hermosa isla. Había allí un puerto natural, de aguas tranquilas, y allí fondearon las naves, menos la de Ulises, que como precaución la dejó fuera del puerto, amarrada a una roca.

Ulises, movido por la curiosidad, trepó hasta la roca más alta para tratar de ver que clase de lugar era ese, pero solo divisaron algunas columnas de humo. Entonces decidió enviar a tres hombres a explorar el lugar.

Siguiendo las huellas de los carros, atravesaron montes hasta toparse con las puertas del reino. Allí, encontraron a una bella joven que peinaba sus largos cabellos junto a una fuente. Por sus palabras, reconocieron que se encontraban frente a la hija del rey de la isla. Ella ,amablemente ofreció conducirlos junto a su madre, la reina.

Enorme fue su sorpresa cuando vieron que esa isla estaba habitada por enormes gigantes que se alimentaban con carne humana. La reina, era una mujer horrible, de mirada siniestra e imponente tamaño. Al ver a los tres hombres, le brillaron los ojos e inmediatamente llamó a su esposo, el rey.

El monarca, ni lerdo ni perezoso, se abalanzó sobre los hombres lanzando fuertes gritos y tomando a uno de ellos por la cintura, le dio un golpe y luego lo engulló de un bocado. Los otros dos hombres, huyeron espantados corriendo tan rápido como sus pies se lo permitían para advertir al resto de los navegantes de la situación. Pero tras ellos, corría un grupo de monstruosos caníbales, dispuestos a darse un banquete. Al llegar al puerto, los gigantes arrojaron rocas contra las naves,

hundiéndolas rápidamente y a los hombres heridos o moribundos, los arrastraron hasta sus casas para darse un festín.

Ulises, presenció la tragedia horrorizado por la mala suerte de sus

hombres y viendo que nada podía hacer

contra esos enemigos de fuerza colosal, se dirigió a su nave, la única que se salvó del

desastre, cortó la amarra y dio la orden de remar con fuerza a sus hombres para alejarse lo más rápido posible de esa isla siniestra.


LA O DISEA . CAPÍTULO 6: Ulises y la hechicera Circe. Con solo un navío, abatidos y tristes por la experiencia sufrida, Ulises y sus hombres

navegaron varios días hasta llegar a la isla Eea. Una vez allí, se recostaron en la playa llorando y lamentándose por no poder volver a su patria.

Ulises trató de darles ánimo pero no lo lograba. Entonces, se dirigió hasta lo alto de una colina y desde allí

pudo divisar a lo lejos una columna de humo que ascendía hasta perderse en el cielo azul. Era un signo de que alguien habitaba la isla.

Al descender se le cruzó un ciervo que logró matar con su lanza. Lo cargó hasta la playa y se los entregó a sus compañeros diciendo: -¡Miren lo que he conseguido!

Vamos a cocinarlo y cuando hayan comido, verán el futuro con otros ojos. Los hombres, que estaban hambrientos, olvidaron por un instante sus penas y, tras comer y beber en abundancia, durmieron plácidamente. Al día siguiente, decidieron dividirse en dos grupos. Uno a cargo de Ulises y otro grupo a cargo de Euriloco, su cuñado. Echaron a suertes para decidir qué grupo haría la tarea de exploración y, el destino quiso que el grupo de Euriloco se internara en la isla. Ulises debía aguardar en la playa su regreso. Durante la exploración,Euriloco y sus hombres se encontraron frente a un gran palacio de piedra

pulida. Frente a la puerta, se paseaban gran cantidad de leones y lobos mansos, que al verlos, los rodearon festejando la llegada de los visitantes. Los hombres no sabían que ese era el palacio de Circe, la hechicera y, que esos

animales formaban parte de la fauna encantada de la maga.

Al llegar a la puerta del palacio, escucharon a una mujer cantando con una voz tan melodiosa que los dejó paralizados. Los hombres golpearon la puerta y la bella maga

Circe les abrió, invitándolos a pasar. Todos quedaron admirados de su hermosura, pero Euriloco, que recordaba lo ocurrido con la hija del gigante se negó a entrar y decidió esperarlos escondido detrás de unos arbustos. Circe, condujo a sus invitados a un lujoso salón donde los agasajó con sabrosos manjares a los que

añadió una pócima para hacerlos perder la memoria. Después los convirtió en cerdos y los encerró. Mientras tanto, Euriloco esperó durante horas a sus compañeros. Al ver que no regresaban,

angustiado y desesperado, regresó corriendo hacia la playa, para dar aviso de la desaparición de éstos. Al ver lo ocurrido, Ulises buscó su espada y su arco, y le pidió a Euriloco que le indicara el camino


hacia el palacio de Circe. Cuando faltaba poco para llegar a su destino, le salió al encuentro un joven hermoso blandiendo una varita dorada. Ulises reconoció al dios Hermes en persona.

-¿Dónde vas Ulises? Tus compañeros están encerrados en una pocilga convertidos en cerdos. ¿ Acaso crees que tú solo podrás salvarlos? Ulises lo miró atónito. Entonces, Hermes continuó diciendo:-

Yo te ayudaré. Le entregó una planta de flores blancas y raíces negras. Luego le dijo:-Esta planta apartará

de ti cualquier hechicería. Pero cuando Circe se acerque para tocarte con su varita mágica, debes sacar tu sable y arrojarte sobre ella como si fueras a matarla. Ella se asustará y te ofrecerá su hospitalidad. No

debes aceptar nada de ella .Primero debes exigirle que haga el juramento de no hacer nada en tu contra. Ulises aceptó las indicaciones del dios y cuando llegó al palacio, golpeó la puerta. La bella Circe le

abrió y lo invitó a pasar al salón ofreciéndole toda clase de manjares mezclados con su pócima para perder la memoria. Ésto no le afectó, pues llevaba consigo la planta de flores blancas.

Cuando Circe se acercó con su varita mágica, Ulises se abalanzó sobre ella con su espada ,como si

fuera a matarla, entonces, se arrojó a sus pies diciendo: - Dime quién eres extranjero. Solo hay un hombre sobre la tierra capaz de resistir mis conjuros, y ese es Ulises, el héroe de Troya. -Si tu eres Ulises, envaina tu espada y acepta la hospitalidad que te ofrezco. Pero Ulises, recordando los consejos de Hermes le dijo: -Solo puedo confiar en ti, si juras por los dioses que no harás nada en mi contra. Circe realizó el juramento y lo agasajó con toda clase de manjares. Pero éste se negaba a comer y a beber, pues estaba muy triste por la suerte corrida por sus compañeros transformados en cerdos. -¿Qué sucede Ulises? Hice el juramento que me pediste y no has probado ni un bocado. ¿Todavía no confías en mi? -Solo cuando vuelva a ver a mis hombres libres y con su figura humana, volveré a creer en tus promesas. Entonces, Circe liberó a los hombres.

Éstos reconocieron a Ulises al instante y se abrazaron llorando de felicidad. Circe, conmovida, ordenó buscar al resto de los hombres que se

encontraban en la playa para darles un espléndido banquete. Euriloco se resistió en principio, pero luego también se sumó al grupo de invitados. Así, entre festines y banquetes pasaron casi un año disfrutando de la hospitalidad de la bella hechicera. Pero pronto volvieron a recordar su patria. Ulises, al escuchar los

ruegos de sus navegantes, melancólicos por volver, se acercó a Circe y le dijo: -Te doy las gracias por tu generosidad, pero tú sabes bien que deseamos volver a Itaca. ¡Por favor, ayúdanos!. Circe le respondió:-¡No los retendré contra su voluntad!- Luego le trazó la ruta que debía seguir la

nave y les advirtió: - Si tú o tus hombres no siguen mis indicaciones al pie de la letra, o hacen algo contra lo que acabo de prohibirles, la ruina caerá sobre sus cabezas, perderás a tus hombres y tú volverás a Itaca pasado mucho tiempo y en un estado miserable.

Al día siguiente y después de agradecer a Circe toda su amabilidad, se lanzaron al mar en su nave, con la esperanza de llegar a su ansiado destino, ayudados por los vientos favorables que envió la maga como despedida.


LA ODISEA. CAPÍTULO 7: El cantar de las Sirenas y las Rocas

Erráticas.

“Uno de los muchos peligros sobre los que la hechicera advirtió a Ulises, era el que correrían al pasar

frente a la isla de las Sirenas. Esta isla estaba habitada por mujeres muy raras. De la cintura para abajo, tenían la forma y las escamas de un gran pez y de la cintura para arriba tenían todo el aspecto de una mujer. Las sirenas eran muy crueles, a pesar de tener un aspecto inofensivo. Estaban dotadas de una voz extraordinaria. Pasaban los días y las noches sentadas sobre el césped, frente al mar, cantando dulces y atrayentes canciones. Pero esa voz melodiosa y cautivante era una trampa mortal para los hombres que la escuchaban, ya que no podían resistir la tentación de acercarse a ellas. Una vez en tierra, las sirenas mataban a los hombres y los descuartizaban. Luego amontonaban las calaveras como si fueran trofeos. Circe le advirtió a Ulises:-El hombre que escuche la canción de las sirenas, jamás volverá a ver a su esposa y a sus hijos.- Luego le aconsejó la manera de evitar el peligro...”

La nave se acercaba rápidamente impulsada por una suave brisa, pero un conjuro de sirenas detuvo el viento y los hombres tuvieron que avanzar lentamente, utilizando los remos. Como un eco a

distancia, comenzaron a escuchar lo que parecía ser una canción. Ulises, rápidamente taponó los oídos de sus hombres con cera y luego les pidió que lo ataran fuertemente al mástil de la nave y que por más que rogara y suplicara no lo desataran por nada del mundo. Después, les ordenó remar con todas sus fuerzas para escapar velozmente de esa terrible atracción. La nave comenzó a deslizarse junto a la isla y las sirenas redoblaron sus esfuerzos por atraerlos cantando las más cautivantes canciones. -¡Ven, Ulises! Detén tu nave para escuchar nuestras voces. Cantaremos para ti las Glorias de las Victorias Griegas. ¡Ven, valiente Ulises! Éste, lloró y pataleó, implorando a sus hombres que lo dejaran libre para reunirse con ellas. Como los hombres tenían sus oídos tapados, no sufrieron el efecto del

encantamiento y en lugar de soltar a Ulises, lo amarraron con más fuerza contra el mástil mientras él luchaba con todas sus fuerzas para liberarse.

Los marineros remaron con tanta fuerza, que pronto se encontraron

lejos de esa peligrosa isla, desataron a Ulises y se quitaron los tapones de los

oídos. Seguidamente continuaron navegando hasta que se encontraron frente a unas rocas formidables, donde las olas del mar chocaban contra ellas hasta cubrirlas por completo. Se podía escuchar el rugido del mar al estrellarse y un enorme remolino arrojaba a la superficie restos de naufragios.

Ulises comprendió que se hallaba frente a otro de los numerosos peligros que Circe le había

advertido: Las Rocas Erráticas. Los tripulantes estaban aterrorizados ante el peligro que los esperaba, pero

el valiente Ulises los animó a seguir: -Hemos atravesado muchos peligros. Recuerden a Polifemo. Pensamos que moriríamos y aquí estamos. Solo cumplan mis órdenes y verán que todo saldrá bien. Circe, la hechicera, le había aconsejado: Cuando deban atravesar las rocas erráticas, deben

hundir los remos en el agua a gran velocidad y al mismo tiempo controlar el timón para que la nave


se mantenga en línea recta. Ésto fue lo que indicó Ulises y así lograron sortear el peligro.

LA ODISEA. CAPÍTULO 8: Escila y Caribdis. Ulises, que era muy prudente, guardó silencio sobre los nuevos peligros que los acecharían: Escila y

Caribdis. Temía que si le contaba a su tripulación acerca de esos terribles monstruos que allí habitaban, se aterrorizaran, dejaran sus remos y se arrojaran al mar. Así que mantuvo en secreto las advertencias de Circe. Tras atravesar las rocas erráticas, la nave debía pasar por un lugar muy angosto. A cada lado del

mismo se levantaban dos rocas altísimas. A la izquierda se elevaba una de ellas, de color negro, brillante y resbaladiza como mármol pulido. Demás está decir que nadie podía treparla. Aún en los días más hermosos estaba cubierta por una nube negra.

En esta roca y dentro de una cueva oculta, vivía Escila, un monstruo fantástico con doce patas y seis cabezas, de cuyas bocas

asomaban afilados colmillos. Ladraba día y noche sin parar, como un perro rabioso. Devoraba a cuanto animal pudiera acercarse y cada vez que un navío atravesaba el lugar se daba un banquete, ya que cada una de sus cabezas podía engullir un marinero.

Frente a la roca que servía de morada a Escila, se encontraba otra roca altísima a cuyo pié crecía un árbol frondoso. Entre sus raíces, había una cueva y allí vivía Caribdis, otro terrible monstruo. Caribdis

absorbía el agua del mar tres veces por día, haciéndola penetrar en su cueva. Luego lo devolvía otra vez al mar, pero todo lo que penetraba en la cueva, Caribdis lo despedazaba. Circe le había advertido: -Presta atención, Ulises. Escila no es mortal. Es inútil luchar contra ella. Lo único que puedes hacer es huir a todo remo, lo más rápido posible. Pero Ulises, al oír los ladridos de Escila, se calzó la armadura y se ubicó en la proa de la nave, esperando que asomara sus cabezas, con la intención de enfrentarla. Escila no se asomó y con esa

distracción pronto se vio sorprendido por el remolino de Caribdis, que había comenzado a tragar el agua del mar.

Los marineros, muertos de miedo, remaban con todas sus fuerzas para alejarse de Caribdis, y así, se acercaron sin percatarse a la roca de Escila.

Escila, lanzó sus seis cabezas y con un solo movimiento arrebató a un puñado de hombres. Éstos

gritaban y lloraban extendiendo sus brazos, suplicando ayuda sin que sus compañeros pudieran hacer cosa alguna para liberarlos de tan fatídica muerte.


Este triste espectáculo dejó a los marineros sumidos en la tristeza y la desolación, ya que

tenían perfecta conciencia de que cualquiera de ellos podría haber sufrido esa desgracia.

LA ODISEA. CAPÍTULO 9: Los Ganados del Sol. Tras varios días de navegación, vieron una isla hermosísima, cubierta de verdes prados donde

pastaban con tranquilidad rebaños de vacas y ovejas. Ulises reconoció que se hallaba ante la isla que

guardaba los rebaños del Sol, de la cual la bella hechicera Circe le había informado de esta manera:Ulises, si logras atravesar sano y salvo el peligro de los monstruos Escila y Caribdis, pronto

encontrarás la isla del Sol. Pero, presta atención, porque si tú o tus hombres matan una sola de las

vacas del sol, una maldición caerá sobre la nave y su tripulación y aunque logres salvar tu vida, tus compañeros morirán y si logras volver a Itaca, lo harás en un estado lamentable.

Ulises, recordando estas palabras y la advertencia sobre la maldición, quiso seguir de largo, pero su

cuñado Euriloco y el resto de la tripulación estaban bastante fatigados y no tuvo más remedio que aceptar sus reclamos, pero antes de desembarcar les hizo prometer que no tocarían ni una oveja ni una vaca.

Esa noche se desató una tormenta que duraría un mes y, con el correr del tiempo, las provisiones que Circe les concedió comenzaron a escasear. Un día en el que Ulises se adentró en el bosque, Euriloco comenzó a instigar a los hombres para dar caza a uno de esos animales sagrados. Mientras unos

preparaban el fuego, otros sacrificaban unas terneras a las que asaron y luego se dieron un festín acompañado por el vino que les quedaba. Ulises, al sentir un fuerte olor a carne asada corrió hasta donde acampaban sus hombres. Allí, horrorizado, comprobó que el daño ya estaba hecho y no había nada que

pudiera hacer para remediar el mal. Al cabo de seis días, el tiempo mejoró y Ulises decidió que era el

momento de zarpar y alejarse de la

isla. Cuando se encontraron en alta mar, una nube negra se posó sobre la nave. Un rayo partió el mástil en dos y al caer arrastró al timonel hacia las aguas embravecidas del mar, al mismo tiempo comenzó a prenderse fuego, la nave giró hacía un costado y todos los hombres, excepto Ulises,

cayeron al mar. El héroe de Troya se aferró con todas sus fuerzas a lo que quedaba de la nave, sin poder luchar, solo dejándose llevar por las enfurecidas aguas.

Los vientos huracanados, hicieron retroceder la nave nuevamente, hasta donde se encontraban los peligrosos monstruos de Escila y Caribdis. Cuando Caribdis con su remolino, comenzó a tragar las aguas y a la destruida nave, Ulises, de un salto, se aferró a una rama del árbol que se hallaba a la entrada de la

cueva de Caribdis, y, cuando el monstruo, devolvió la nave al mar, de un salto, Ulises se aferró a lo que


quedaba del mástil, logrando sortear esa situación con éxito. Escila, por suerte, no salió de su cueva y pronto, Ulises se vio liberado de esos dos peligros.

LA ODISEA. CAPÍTULO 10: Ulises y Calipso. Después de descansar varias horas tendido en la arena de la playa, Ulises decidió explorar la zona. Llegó hasta la entrada de una gruta, de donde se desprendían dulces aromas de cedro y sándalo. A su entrada

se podían ver dos hermosas parras de las que colgaban jugosos racimos de uvas negras. Se escuchaba el rumor del agua proveniente de varias fuentes de agua cristalina y, dentro de la gruta, se encontraba la diosa Calipso, una bellísima mujer con trenzas doradas y rícamente vestida que, a pesar de su mala fama con los hombres,

recibió a Ulises con cariño, prodigándole toda clase de cuidados que lo ayudaron a recobrar la salud, bastante deteriorada por las desdichadas aventuras que padeció.

Ulises no podía ocultar su tristeza y pasaba largas horas del día con la vista perdida en el horizonte, añorando su patria. Calipso ,al verlo tan apenado le preguntaba una y otra vez:-¿Qué te ocurre, Ulises? Bien

sabes que si te quedas conmigo no deberás temer ni a las enfermedades ni a la muerte. Pero Ulises, sin querer ser grosero con la diosa le respondía:-No le tengo miedo ni a las enfermedades ni a la muerte. Lo que yo deseo, es volver a ver aunque sea una sola vez más la isla de Itaca.

Así permanecieron ocho largos años. Este era el castigo que envió el dios Poseidón a Ulises, por haber cegado a su hijo el cíclope Polifemo. Para suerte de Ulises, Atenea, la diosa de la sabiduría, se dirigió al

monte Olimpo y en una asamblea relató al resto de los dioses las desventuras del héroe de Troya y la tristeza que lo embargaba.

Los dioses se apiadaron de Ulises y su familia y enviaron a Hermes

a la isla de Calipso para solucionar el problema. Después de disfrutar de

un regio festín, Hermes le transmitió a Calipso el deseo de los dioses: Que le permitiera a Ulises regresar a su patria.

Calipso pensó que el pedido era injusto y le respondió: -¿Ahora se acuerdan los dioses de Ulises? ¿Acaso ellos no permitieron que sufriera toda clase de penurias?, Además yo no poseo nave alguna. ¿Cómo puedo mandarlo de regreso?

Pero Hermes, respondió con firmeza:-Si no envías a Ulises de regreso a Itaca, los dioses te castigaran duramente.-y voló nuevamente sobre los campos de regreso al Olimpo. Calipso, rápidamente, buscó a Ulises,

que como todos los días se hallaba llorando en la playa con los ojos puestos en el horizonte y le dijo:- No llores más, Ulises. Voy a permitirte regresar a tu patria. Ulises, desconfiaba de la diosa, pero ella lo condujo a un bosque donde crecían árboles fuertes y

alcanzándole un hacha de dos filos y otras herramientas lo animó a construir una nave para llegar a su ansiado destino. Mientras tanto, Calipso se puso a tejer una tela grande y fuerte para que la usara de velas. Una vez hecha la nave, Ulises zarpó y tras dieciocho días divisó una isla dorada en el horizonte. A


punto estuvo de llegar a ella cuando Poseidón se dio cuenta de que el héroe de Troya había sigo liberado de su condena y montó en cólera creando una ola gigantesca que hizo girar la balsa destruyendo el mástil y lanzando al pobre Ulises al mar.

LA ODISEA. CAPÍTULO 11: Penélope y su telar. Muchos años pasó Ulises lejos de su patria. Su hijo Telémaco creció hasta convertirse en un hombre. Su

mujer, la reina Penélope era bellísima y el reino de Itaca muy rico.

La prolongada ausencia de Ulises, despertó la codicia de los caballeros de la corte que pretendían tomar posesión de la corona, pensando que Ulises estaba muerto. Estos nobles se instalaron en palacio, comiendo,

bebiendo y disfrutando de una vida regalada sin que Penélope pudiera hacer nada al respecto. Constantemente le ofrecían matrimonio a la reina, pero ella confiaba que su marido regresaría algún día y no sabiendo como

deshacerse de esos sujetos infames tramó un plan: Instaló un telar y comenzó a tejer una intrincada tela y les dijo:- Hasta que no termine esta tela no puedo dar una respuesta. -Penélope se sentaba todo el día a trabajar con ahínco ante el telar, pero por las noches cuando todos dormían deshacía lo tejido.

Un día, Telémaco deambulaba angustiado y vio llegar a un extranjero vestido con un traje de guerrero adornado en oro y plata. Éste lo recibió en un lugar apartado del palacio, a salvo de curiosos y lo agasajó con

un espléndido banquete. Desde allí se escuchaban las risotadas de los pretendientes que se entretenían jugando y bebiendo a costa de la corona. Telémaco, apesadumbrado le confió al extranjero:- esas risas son de los pretendientes de mi madre.

Creen que mi padre ha muerto y por esa razón usurparon el palacio, disfrutando de los bienes de mi

padre.Seguidamente el muchacho le preguntó:- Dime extranjero: ¿Sabes acaso si mi padre aún vive? El extranjero no era otro que la diosa Atenea, que se había transfigurado como caballero para acercarse

a Telémaco. La diosa, tratando de captar su confianza le dijo:-He visto a tu padre. Está vivo, pero en una isla lejana y muy pronto regresará a Itaca. Seguidamente agregó:- Debes seguir mi consejo y no te arrepentirás:

Mañana debes presentarte ante los nobles y decirles con firmeza que deben abandonar el palacio. Actúa con valentía y seguridad y te prometo que las futuras generaciones recordarán tu nombre. A la mañana siguiente, cuando Telémaco estuvo frente a los nobles les dijo:- En primer lugar quiero

expresar mi dolor ante la larga ausencia de mi padre, pero también quiero expresar mi desconsuelo ante el

bochornoso comportamiento de estos sujetos que se dicen nobles, y aprovechan su ausencia para derrochar su patrimonio en juergas como dueños y señores de una corona que no les pertenece. Telémaco volvió a arremeter con fuerza:- Si no se van ya mismo del palacio, los dioses los castigarán sin piedad. En ese preciso momento dos águilas sobrevolaron el lugar

trenzándose en una feroz lucha hiriéndose a picotazos. Un anciano al verlas dijo:- Este es un signo de que algo

grave ocurrirá a los que pretenden la mano de Penélope.


Los pretendientes se rieron a carcajadas de las palabras del anciano y replicaron:-Si Ulises no ha

regresado es porque debe estar muerto y no nos moveremos de aquí hasta que Penélope elija un esposo. Telémaco respondió: Entonces, me embarcaré e iré a buscar a mi padre.

LA ODISEA. CAPÍTULO 12: Telémaco, el hijo de Ulises. Desesperado, mirando al cielo, pidió la colaboración del caballero extranjero que lo había ayudado

días antes y, la diosa Atenea volvió a aparecerse diciéndole:- Regresa al palacio y prepara provisiones para un largo viaje. Yo te proveeré de la mejor nave y de los hombres más valientes para que te acompañen en esta difícil misión. Telémaco partió hacia el palacio haciendo oídos sordos a las burlas de los pretendientes y buscó a

su nodriza. Esta dulce anciana estaba encargada de cuidar las puertas del lugar donde se almacenaban los tesoros del reino bajo llave y le confesó sus planes. La anciana se entristeció. Ya sufrían bastante con la

ausencia de Ulises y pensaba que el joven era la única alegría de la reina Penélope. Temía que si zarpaba no regresaría jamás, dejando a su madre en manos de los nobles forajidos. Pero Telémaco la tranquilizó cuando le dijo que la diosa Atenea en persona le había dado ese consejo y le pidió que no dijera ni una palabra a su madre hasta que él se hubiera alejado. La nodriza se convenció y lo ayudó a conseguir las provisiones. La diosa Atenea hizo caer en un sueño profundo a los nobles y luego buscó a Telémaco en medio de la noche y lo llevó a la nave. Mientras navegaban, ella se sentó a su lado para animarlo. Tras navegar durante toda la noche, divisaron una isla y allí

preguntaron por Ulises, pero nadie sabía nada del Héroe de Troya.

Atenea dejó a Telémaco al cuidado de los gobernantes de aquella isla y, transfigurada en águila, remontó vuelo alejándose de la isla. En esos momentos, en Itaca, se armó un gran revuelo, ya que el

dueño del navío donde huyó Telémaco se presentó en el palacio reclamando su nave. Todo esto originó que los pretendientes decidieron embarcarse para buscar a Telémaco y matarlo.

Penélope sufría y lloraba sin interrupción. Un mal tras otro era demasiado para ella. La nodriza al verla tan afligida la tranquilizó diciéndole que la misma diosa Atenea lo acompañaba en su itinerario y que volvería sano y salvo de su viaje.

Mientras tanto, los pretendientes zarparon en la primera


nave que encontraron y al navegar sin rumbo,decidieron desembarcar en una isla cercana para esperar el regreso de Telémaco y poder darle muerte.

LA ODISEA. CAPÍTULO 13: Ulises, en Itaca “I”. Ulises ya estaba en una playa apartada de Itaca sin saberlo, pues la diosa Atenea lo había cubierto de una espesa niebla. Poco a poco, la diosa evaporó la niebla mientras le explicaba lo ocurrido en su isla durante su larga ausencia.

Éste le rogó a la diosa que no lo abandonara a su suerte y la diosa le habló con ternura:- Jamás te abandonaré, Ulises. Debes seguir mis consejos al pié de la letra. Hecho esto, lo transformó en un pobre y

harapiento anciano y le dijo:- Ahora debes dirigirte a la cabaña del porquerizo que cuida los cerdos de tu palacio, pues ese hombre siempre te ha sido fiel y sigue sus indicaciones. Después de darle esos consejos, la diosa Atenea volvió a convertirse en águila para alejarse volando sobre el mar.

Ulises hizo exactamente lo que la diosa le indicó y, al acercarse al porquerizo, los perros que estaban a su lado se abalanzaron gruñendo y ladrando. El porquerizo los contuvo para que no lo atacasen y luego le dijo

mientras lo invitaba a sentarse en su cabaña:- No temas. No creo poder soportar otra desgracia si mis perros te lastiman.- y continuó- Hace muchos años que nuestro rey emprendió un largo viaje y nadie supo nada de él. La reina Penélope y su hijo Telémaco, además de sufrir esta larga ausencia, tienen que soportar el acoso de unos nobles que se instalaron en el palacio, forzándola a que elija un esposo entre ellos. Mientras relataba esta historia, le ofreció una copiosa comida y Ulises se sintió a salvo junto a ese fiel

servidor.

Al mismo tiempo, en una isla lejos de allí, la diosa Atenea pasó a buscar a Telémaco y le ordenó que se embarcara cuanto antes hacia Itaca. Para que los pretendientes no lo descubrieran lo envolvió en niebla y así pudo llegar a Itaca sin contratiempos. Telémaco desembarcó muy cerca de la cabaña del porquerizo y pasó a saludarlo, ya que era una de las pocas personas que merecían su confianza. El porquerizo no podía disimular la emoción al ver a Telémaco sano y salvo y lo invitó a comer junto a

Ulises transformado todavía en un pobre mendigo. Ulises, al ver nuevamente a su hijo hecho hombre y contemplando su buena educación y su trato amable se sintió orgulloso.

Telémaco le ordenó al porquerizo que corriera hasta el palacio para avisarle a su madre que había regresado y que se encontraba bien.

Cuando el porquerizo se fue, la diosa Atenea transformó a Ulises nuevamente a su aspecto verdadero, y éste le dijo: soy Ulises, tu padre, que he regresado tras diez años de ausencia.-Se abrazaron apretadamente sin poder creer que este ansiado momento llegaría algún día, y luego trazaron un plan para deshacerse de los pretendientes.


Antes de que regresara el porquerizo, la diosa Atenea volvió a transformar a Ulises en el andrajoso

anciano para que nadie sospechara nada.

LA ODISEA. CAPÍTULO 13: Ulises, en Itaca “II”. Por la mañana, Telémaco regresó al palacio donde lo recibieron su nodriza y su madre. No pensaban que lo volverían a ver y por lo tanto no dejaban de besarlo y abrazarlo. Mas tarde, el porquerizo acompañó a Ulises a las puertas del palacio, donde Telémaco le mandó servir

un copioso almuerzo.

Cuando terminó de comer, Ulises entró al palacio, donde estaban los nobles que lo trataron con desprecio mientras le arrojaban restos de comida como si fuera un animal. Uno de los nobles, asestó a darle un golpe con un banco mientras lo arrojaba de la sala.

Ulises volvió a acomodarse en las puertas del palacio y, aprovechando que los nobles regresaban a sus casas por la noche, junto a Telémaco agruparon todas las armas que los pretendientes habían dejado tiradas por el lugar y las escondieron.

Bien entrada la noche, Ulises volvió a entrar al palacio, confundido entre los sirvientes se sentó en un rincón. De repente entró en la sala la reina con un grupo de damas y se sentaron junto al fuego. Cuando

Penélope advirtió la presencia del pobre mendigo le dijo a la nodriza:-Mira el aspecto de ese pobre hombre. Parece que ha viajado mucho. Ve a buscar un cántaro y lávale los pies. Esta anciana había estado muchos años bajo las órdenes de Ulises y conocía muchos detalles. Por

ejemplo, que Ulises cuando era joven había sufrido la mordedura de un jabalí durante una cacería. Eso le produjo una cicatriz imborrable en el tobillo y la nodriza la conocía de memoria. Cuando comenzó a lavarle

los pies y vio ese signo inconfundible, la nodriza pegó un salto, arrojando el cántaro y dando un grito:-!Tu eres Ulises! Esa cicatriz solo puede ser tuya. Ulises hizo callar a la nodriza para no ser descubierto y la diosa Atenea, para que Penélope no

presenciara esta escena, nubló la mente de la reina y ella ni vio ni escuchó nada.

Penélope, se levantó de su sillón junto al fuego porque ya era hora de ir a descansar. Al pasar junto al mendigo le dijo:-¿Ves esas doce hachas colgadas una junto a la otra en la pared? Mi marido

acostumbraba disparar doce flechas entre ellas con gran exactitud. Ahora que mis pretendientes han descubierto mi truco de la tela que nunca se

termina, les dije que me casaría con el que lograra hacer lo mismo que hacía mi esposo. El mendigo tomándole la mano le dijo

dulcemente:-No te preocupes, Reina Penélope. Cuando se realice la competición, Ulises en persona


disparará las flechas como en los buenos tiempos.

LA ODISEA. CAPÍTULO 13: Ulises, en Itaca “III”. La reina le respondió con una sonrisa mientras pensaba cuanto le cambiaría la vida si esas palabras se

hicieran realidad.

Al día siguiente, los nobles estaban ansiosos por obtener el premio mayor: la reina Penélope y el reino de Itaca. Reían y se restregaban las manos entusiasmados mientras esperaban su turno. De repente, la reina hizo su aparición en la sala con el famoso arco de Ulises. Se lo entregó a Telémaco

para que comenzara la prueba y se retiró para no tener que soportar semejante tormento.

Telémaco colocó las doce flechas de bronce y alcanzó el arco al primer noble de la fila. Este ni siquiera tuvo fuerza para flexionar el arco. Uno tras otro fueron pasando para probar sus fuerzas y uno tras otro fracasaron en el intento,

perdiendo así su oportunidad de conseguir el premio.

De pronto, el viejo mendigo se levantó y tomando el arco entre sus manos, disparó las doce flechas con gran precisión quedando justo entre las hachas. Luego, con voz semejante a un trueno gritó:- La competición ha terminado. Yo soy el dueño de mi esposa y de mis bienes por derecho propio.-Y a continuación, agregó:Ahora elegiré otro blanco.-Paso seguido, comenzó a disparar sus flechas contra los pretendientes dándoles muerte uno a uno, mientras éstos suplicaban clemencia de rodillas.

-¡Ah! ¿Creían que no regresaría? Mientras no estaba malgastaron mi fortuna y acosaron a mi esposa. Pues aquí estoy yo y a ustedes les ha llegado su fin. Algunos nobles trataron de defenderse, pero Ulises luchó valientemente con todas sus fuerzas. Cuando la nodriza vio ese espectáculo fantasmal se horrorizó. Pero su espanto duró poco, ya que

reconoció a Ulises y salió corriendo a buscar a la reina para contarle lo ocurrido. Cuando Penélope entró en la sala no podía creer lo que sus ojos veían. La emoción no le

permitía reaccionar. Telémaco al verla tan desconcertada le dijo:¿Qué te ocurre madre? ¿No reconoces a mi padre?

Penélope reaccionó ante las palabras de su hijo y corrió al


encuentro de Ulises para fundirse en un abrazo interminable. -FIN-


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.