LA MORADA. UN CENTRO AUTOGESTIONADO
La calle Casarrubelos es muy corta, poco más de cien metros desde Vallehermoso a Escosura, en la trasera del Mercado. No hay comercios ni portales de viviendas; sólo almacenes y talleres, muchos cerrados. La casa número cinco, tras varios años de abandono, fue ocupada en septiembre de 2012, poco después del desalojo del centro Casablanca, en la calle Santa Isabel 33 de Madrid. Con el nombre de La Morada, los ocupantes se han constituido en centro social ocupado, espacio liberado en Chamberí. El local tiene dos plantas y unos 1200 metros cuadrados. Afirman que la propiedad es de Cuatro Almenas, una sociedad de la familia López Brea, conocida por su
actividad en relación a las casas de renta antigua; no les consta que se hayan iniciado acciones legales. El centro se define como inclusivo, plural, laico, anticapitalista, ecologista y solidario con el movimiento okupa. Ha decidido permanecer siempre fuera de cualquier marco institucional, y por tanto no ha tramitado su inscripción en el registro de asociaciones. Todas las decisiones se toman tras ser debatidas en asamblea y sin votación, de modo que han de ser consensuadas. Así, un único voto discrepante tiene poder de bloqueo, pero ha de ser argumentado. Las asambleas se celebran los domingos, y según me cuentan son concurridas y a veces prolongadas. La financiación se lleva a cabo mediante las actividades propias y aportaciones voluntarias; se han celebrado fiestas para conseguir fondos; no estando constituida como asociación, no puede optar a ninguna subvención. Cualquier actividad económica que se desarrolle en el centro ha de ser previamente aprobada en asamblea; las actividades y talleres son gratuitos, y pueden tener caja propia para compra de materiales; cuando existan profesores o monitores, han de realizar su trabajo sin retribución. Al definirse como inclusivo, está abierto a cualquier persona o grupo que respete sus principios de funcionamiento, tanto para la cesión de un espacio permanente como para realizar actividades ocasionales, pero la admisión está condicionada a la aprobación de la asamblea. No está permitida la presencia de partidos políticos, pero sus afiliados pueden participar a título individual. Han solicitado su admisión, para utilizar un espacio de manera continuada o para llevar a cabo actos concretos, grupos muy variados: Plataforma por la Desobediencia Civil, Ejército Clown, Grupo de Consumo Olavide Verde, Plataforma sobre el Pago de la Deuda, Agora 99, etc. No siempre han sido admitidos: Así, una Asociación Scout, que ofrecía la organización puntual de talleres y solicitó un local de reunión para monitores, no fue acogida porque recibe una subvención del Ayuntamiento. Han sido rechazados asimismo algunos grupos por entender que están
vinculados al Partido Humanista, al que algunos atribuyen procedimientos sectarios, que someten al individuo a los dictados de un maestro; la decisión fue objeto de largos debates, pues hubo asistentes que defendieron que el veto niega el principio de inclusividad y rompe el espíritu del centro, que no puede tener autoridad para censurar formas de actuar o pensar, aunque sean sectarias; otras intervenciones recalcaron la necesidad de pruebas para rechazar grupos que se cree que funcionan con procedimientos de secta. Se evita también la entrada de pandillas de inmigrantes adolescentes, que pretender quedarse para charlar y fumar, pero no participan en la vida de la casa.
Como actividades permanentes funcionan talleres de teatro y cuentacuentos, un grupo de elaboración artesanal de jabones, un taller de fotografía, un cineclub, grupos de danza, un grupo de Economía Feminista, grupos de conversación y una oficina de vivienda.
El grupo de vivienda realiza labores de asesoría todos los jueves por la tarde, y ha participado en encierros, caceroladas e intentos de paralizar desahucios. El cineclub funciona los martes. En diciembre la asamblea aprobó la compra de un proyector, pues hasta entonces venía funcionado con uno prestado. El martes 29 de enero estaba anunciada la proyección de “Nathalie Granger”, de Margerite Duras. Hay asimismo una “Tienda gratis”, donde cada cual puede dejar ropa, libros, etc., y coger lo que precise; no se trata de un trueque, pues no es necesario dejar nada a cambio de lo que se lleve.
Cada grupo ha de ocuparse de la limpieza de las dependencias que haya utilizado, y se establecen turnos para la limpieza de las zonas comunes. No hay agua corriente, así que tienen que llevarla en bidones de plástico. La Morada pretende ser algo distinto del 15M, aunque la mayoría de miembros comparten su ideología. Hay ilusión, esfuerzo y voluntad de hacer algo colectivo; quizás también algo de soberbia, inconsciencia y aislamiento. Después de cinco meses de actividad, la gente de La Morada prosigue su andadura, sabiendo que cada día puede ser el último.