ORACIÓN COMUNITARIA
25 SEPTIEMBRE 2015
Oración para descubrir al otro
Señor: enséñame a ver detrás de cada palabra, de cada hermano, alguien que se esconde, que posee la misma profundidad o mayor que la mía, con sus sufrimientos y sus alegrías, alguien que tiene vergüenza, a veces, de mostrarse tal cual es: que no le gusta mostrarse ante los demás por timidez o porque...quizá lo que mostró una vez fue lo mismo que nada. Señor: hazme descubrir detrás de cada rostro en el fondo de cada mirada, un hermano, semejante a Ti y, al mismo tiempo, completamente distinto de todos los otros. Quiero, Señor, tratar a cada uno a su manera, como Tú lo hiciste con la Samaritana, con Nicodemo, con Pedro... como lo haces conmigo. Quiero empezar hoy mismo a comprender a cada uno en su mundo, con sus ideales, con sus virtudes y debilidades, también, ¿por qué no?... ¡con sus “manías”! Ayúdame, Señor, a ver a todos como Tú los ves, a valorarlos no sólo por su inteligencia, su fortuna o sus talentos, sino por la capacidad de amor y entrega que hay en ellos. ¡Que en el “otro” te vea a Ti, Señor! Señor, que te vea detrás de cada rostro.
Evangelio Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-22):
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero Te conocí deshecho: despojado de tu parcela heredada, sin trabajo, sin futuro, sin sonrisa. Impedido de llevar pan a tus hijos O una esperanza, al menos a tu compañera. Eras Tú, Señor, el Cristo forastero. Fui testigo el día aquel, Cuando decidiste partir a la aventura, a lo desconocido. Y te desgarró la separación de tu familia, De tus amigos, de tus aspiraciones. Y abandonaste aquellos montes cuyo nombre conocías, Y la tierra que te vio nacer, En la que ya habías sido, incluso en ella, un forastero. Eras Tú, Señor, el Cristo forastero. No te fue difícil conectarte con las mafias transportadoras: Magrebí, viajaste hacinado en un camión de fruta y faltó poco para que murieras asfixiado cuando cedió su doble fondo. Pakistaní, navegaste en el carguero del que te arrojaron Para que nadando, alcanzaras la playa. Mejicano, cruzaste el desierto, a punto de morir de sed. Casi fuiste devorado por los tiburones en la balsa cubana hacia Miami. Eras Tú, Señor, el Cristo forastero. Lavaplatos salvadoreño en los Ángeles, Senegalés en Roma, vendiste bolsas de piel,
Fuiste prostituta nigeriana; Acordeonista rumano en el metro; Limpiador de parabrisas bangladeshí, Filipino campesino en Hong Kong, Peruana cuidadora de una anciana. Eras Tú, Señor, el Cristo forastero. Soportaste insultos dirigidos a tu raza o religión. “Clandestino” te escondías de la policía, Durmiendo en la estación, Comiendo los desperdicios. La escuela cerró sus puertas a tus hijos Y no hubo hospital para ti. Tuviste que aceptar una miseria salarias A fin de evitar la repatriación. Y con nadie podías hablar tu lengua. Pese a que no tenías identificación, Eras Tú, Señor, el Cristo forastero. Supe de tu gozo entusiasta Cuando enviaste a los tuyos la primera remesa, Ahorro de tantas privaciones. Ahora eres tú quien interpela: “Era forastero y me acogisteis”. Te haré une espacio, haciendo del mundo Una casa grande, donde quepamos todos Y nadie más sea llamado estorbo. Entonces nos daremos cuenta De quien llamaba a la puerta Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.