RETIRO COMUNITARIO MIES
RETIRO DE PASCUA
SAN ANDRÉS 17 ABRIL 2016
2016
SALMO Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, guíame al desierto, que nos encontremos a solas, Tú y yo. Necesito contemplar tu rostro, me hace falta la calidez de tu voz, caminar juntos... callar para que hables Tú. Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida, descubrir en qué tengo que cambiar afianzar lo que anda bien, sorprenderme con lo nuevo que me pides Ayúdame a dejar a un lado las corridas, las preocupaciones que llenan mi cabeza, barre mis dudas e inseguridades, ayúdame a archivar mis respuestas hechas, quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado. Ver donde "aprieta el zapato" para apurar el cambio. Me tienta el activismo. Hay que hacer, hacer y hacer. Y me olvido del silencio aflojo en la oración ¿leer la Biblia?, para cuando haya tiempo... Me tienta la idolatría Fabricarme un ídolo con mis proyectos, mis convicciones mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios. No será el becerro de oro, pero se le parece. Me tienta la falta de compromiso. Es más fácil pasar de largo que bajarse del caballo y hacer la del samaritano. ¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor, y yo me hago el distraído! Me tienta , Señor, el desaliento, lo difícil que a veces se presentan las cosas. Me tienta la desesperanza, la falta de utopía. Me tienta el dejarlo para mañana, cuando hay que empezar a cambiar hoy. Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz. ¡Enséñame a discernir! Dame luz para distinguir tu rostro. Llévame al desierto, Señor, despójame de lo que me ata, sacude mis certezas y pon a prueba mi amor.
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SAN ANDRÉS 17 ABRIL 2016
Oración por mis hijos
(SANTIAGO BENAVIDES)
Que toquen piano, que aprendan canto que se defiendan en mandarín, que sean esos buenos alumnos que a pesar mío no siempre fui. Que sean buenos jugando fútbol, factorizando y en ajedrez, que les encante la tabla periódica y no la odien como la odié pero sobre todo eso solo hay una cosa que en verdad te ruego. Que te amen Señor que te amen que su gran ambición seas Tú que trasnochen soñando tu reino de justicia de paz y virtud. Que no les nieguen nunca la visa como hace poco me paso a mí y que hablen brithish en vez de bruthish que fue el estilo que yo aprendí Que tengan una bella familia y aquella casa que te conté y que mañana cuando estén grandes aún recuerden que les canté esta oración pidiendo el único anhelo que en verdad te ruego (bis) que te amen Señor que te amen que su gran ambición seas Tú que trasnochen soñando tu reino de justicia de paz y virtud. qué otro tesoro podrían tener que se comparara a la fe. Que te amen Señor que te amen que su gran ambición seas Tú que trasnochen soñando tu reino de justicia de paz y virtud. (bis) y proclamen tu nombre Jesús Musica.com - Letras, vídeos, wallpapers, foros, biografías...
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SAN ANDRÉS 17 ABRIL 2016
REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO Evangelio Juan 21, 1-14 “En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. » La echaron, y no teman fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad,» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos". v. 1: Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
Según la tradición más antigua estamos en la orilla occidental, en Heptapegon, Siete Fuentes, mencionado ya por Egeria hacia el 380 d.C.
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Mar de Tiberíades o el Lago de Galilea. Llevaba el nombre de la ciudad de Tiberíades, fundada por Herodes Antipas en honor a Tiberio.
v. 2: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos
¿Has contado cuántos discípulos están? Llama la atención que los cinco primeros estén descritos con detalle y los dos últimos sean otros dos de los discípulos ¿Quiénes pueden ser esos otros dos? Es posible tú y yo y los que estamos en esta liturgia seamos esos otros dos.
vv. 3-4: Simón Pedro les dice: “Voy a pescar.” Le contestan ellos: “También nosotros vamos contigo.” Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
¿Por qué va Simón Pedro a pescar? ¿No le había Jesús hecho pescador de hombres? ¿Por qué vuelve al oficio del que lo había sacado Jesús? Con él van los otros discípulos… Van, dejando a Jesús en la orilla. ¿Qué consigues sin Jesús? Nada… Aquella noche no pescaron nada. Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5). Jesús estaba en la orilla. Es posible que trabajemos, que nos agotemos pero sin Jesús. Así nos luce el pelo.
vv. 4-6: Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: “Muchachos, ¿no tenéis pescado?” Le contestaron: “No.” El les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.” La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
Se establece un diálogo entre el Forastero que está en la orilla y los discípulos de Jesús. El resultado es una pesca abundante.
v. 7: El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: “Es el Señor”, se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.
¿Cómo y en qué detalle lo reconoció el discípulo a quien Jesús amaba? ¿Es quizás el amor el mejor detector de Su Presencia? ¿Pasó de la señal al Señalador? Otra vez el discípulo amado se queda y espera como cuando con Pedro corrió al sepulcro; Pedro en cuanto oyó “es el Señor” se lanzó al mar. Pedro estaba desnudo. Ir sin el vestido o manto exterior era como ir en paños menores, vestido solo con la túnica. Con el fresquillo de la noche no estarían sin ninguna ropa.
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v. 8: Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
El codo equivalía a algo menos de medio metro. Doscientos codos eran unos 90 metros.
vv. 9: Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan.
Un pez… y pan. Por una parte suena que Jesús está preparando su propia comida que ahora quiere compartir con lo que han pescado. Otro aspecto intencionado es que Jesús, el varón adulto y además gloriosamente resucitado, está haciendo el oficio del criadillo, del hijito de cualquiera de los que han estado pescando, que prepara el almuerzo a los trabajadores que vendrían con una hambre feroz.
vv. 10-11: Díceles Jesús: “Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.” Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
Red, llena de peces grandes. Entre las parábolas de Jesús, tenemos la pesca con red que figura el Reino de los Cielos. Aquí podría aludir Juan al ingreso a la Comunidad Cristiana de muchos fieles y la unidad no estaba quebrada. Ciento cincuenta y tres. Algún comentarista ha detectado que se habla en esa época de un catálogo 153 especies de peces. La alusión sería que todos los pueblos están entrando en la red gracias a los pescadores de hombres.
vv. 12-13: Jesús les dice: “Venid y comed.” Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres tú?”, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.
Como el discípulo que amaba Jesús lo ha descubierto por el amor al Amado, así ahora detectan que es el Señor porque es el gran Servidor que ha preparado con todo esmero el almuerzo. Difícil un varón adulto se prestaba a hacer ese oficio de criadillo. Jesús se definió el que ha venido a servir. ¿Cómo o por qué supieron que era Jesús ese Forastero? Es posible que sólo el adulto Jesús, el servidor, podría haber estado preparando el desayuno a los famélicos discípulos que habían estado bregando toda la noche.
v. 14: Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
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Es bello constatar que este gran escriturista teólogo tiene preocupación de transmitirnos noticias bien sencillas, capaces de satisfacer una sana curiosidad.
v. 15-16: Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?
El prólogo de esta escena lo tenemos plasmado en el diálogo de Jesús con Pedro en la Última Cena, donde Pedro le garantiza que dará su vida por Él. Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.» (Jn 13,38) Triple negación pública (lo reniega tres veces) y triple declaración de amor El impetuoso Pedro no tuvo dudas en contestar: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero” A la manifestación de amor Jesús le confiere el cuidado del rebaño de su iglesia. Le dice Jesús: “Apacienta mis corderos”. No podemos menos de sospechar que Pedro no calibró exactamente la pregunta de Jesús, con ese matiz de más que éstos. Así que Jesús vuelve a preguntarle por segunda vez: “Simón de Juan, ¿me amas? Jesús va a lo suyo. Parece que quiere que por tres veces le profese el amor ante su Iglesia, representada en los Siete que salieron a pescar esa noche. Pedro le dice: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas”.
v. 17: Le dice por tercera vez: ¿Me quieres? Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: “¿Me quieres?”Le dijo: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero” Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas”
Es bien bello pensar que Jesús quiere ejercer algo así como de reconciliador o acompañante cuando por tres veces le provoca que le diga que Lo ama, como tres fueran las veces en las que negó (renegó) conocerlo delante de todos incluso con palabrotas. Pedro se entristeció; esa tristeza fue la señal de que el amor de Cristo le caló hasta las entrañas. ¡Qué buen ejemplo para cualquier confesor o acompañante! ¡Con qué delicadeza el Gran Sicólogo lleva a Pedro al punto del perdón! A uno le emociona tal actitud de Jesús.
v. 18: En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde quieras; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
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Es una bien hermosa manera de decirle que será tan fiel que morirá crucificado en Su Nombre y a su manera. Jesús le indicó la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Es admirable que en el terrible tormento de la cruz se pueda glorificar a Dios. La muerte en cruz era lo menos glorioso que se podía imaginar. ¿Qué es pues dar gloria a Dios en este caso?
v. 19: Dicho esto, añadió: “Sígueme”
Toda esta escena dolorosa lleva a Pedro al ideal del cristiano; lo lleva a ser un discípulo que SIGUE A JEJÚS
Señor Jesús, llévanos siempre a la escena del pecado con la delicadeza con que llevaste a Pedro a las tres protestas de amor a ti cerca de unas brasas, como cerca de unas brasas te negó. Jesús, que no quede en nosotros ninguna escena vergonzosa donde deje de entrar tu amor. Gracias por el sacramento de la Reconciliación vivido de esta manera.
Con el hermano que vive a nuestro lado… Tened la mirada de Jesús
Hoy vamos a detenernos en la mirada de Jesús. Desde el comienzo nos sentimos mirados por Jesús. “Mira que te mira”, se decía muchas veces Santa Teresa. “Mira que te mira”, nos dice a nosotros. Deja las prisas, los agobios, los problemas del día. Serénate. Este rato es un tiempo que te dedicas a ti misma, a ti mismo. “Mira que te mira”, Jesús. Nosotros nos olvidamos de mirarle, pero Él siempre nos mira, nos ama con infinita ternura. Respira profundamente. Llama al Espíritu Santo, que es el aire que llena tu interioridad. Siéntete en comunión con este grupo de hermanas y hermanos que se preparan para la fiesta de la Pascua.
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CANTAMOS: Ven Espíritu de Dios sobre mí ,me abro a tu presencia, Cambiarás mi corazón. Toma mi debilidad, toma todo lo que soy, Pongo mi vida en tus manos y mi fe. Poco a poco llegaràs, a inundarme con tu luz . Tú cambiarás mi pasado,cantaré.
Relato del anciano a la puerta de la ciudad. Una vez un joven se acercó a las puertas de una ciudad desconocida. A la entrada, un anciano de mirada sabia permanecía sentado. El joven le preguntó al anciano: "Dígame usted, ¿qué gente vive en esta ciudad?" A lo que el anciano le respondió: "¿Y qué gente vivía en la ciudad de dónde provienes?" - Era una gente mala y egoísta. Por eso me he ido de allí. -Aquí encontrarás a la misma gente.- contestó el anciano. Poco después, otro chico se acercó a las puertas y le hizo la misma pregunta. A lo que el anciano nuevamente preguntó: "¿Qué gente vivía en la ciudad de dónde provienes?" -Oh, era una gente maravillosa, hospitalaria, sincera y feliz. Muchos amigos míos viven allí y me ha dolido separarme de ellos. Entonces, el anciano le contestó: "Aquí encontrarás a la gente así". Un mercader que había presenciado ambas escenas se le acercó incrédulo al anciano preguntando: "¿pero cómo puedes dar dos respuestas tan opuestas a la misma pregunta?" El sabio contestó: "hijo mío, cada uno de nosotros lleva en su corazón su propio mundo. El que no encontró nada bueno en los lugares de donde procede, dudosamente lo encontrará por aquí. En cambio, el que tuvo amigos en su lugar, los encontrará por donde vaya. Porque la gente de la que nos rodeamos, se hace tal como nosotros la vemos". Que tenga una buena semana. Foto vía National Geographic
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MEDITACIÓN Con el hermano que vive a nuestro lado... tened la mirada de Jesús Estamos tan acostumbrados a relacionarnos con el mundo por medio de la vista, que a veces podemos olvidar el valor tan grande que tiene la mirada de una persona. Solo el hombre puede mirar(«ver» con atención), descubrir y contemplar el mundo que nos rodea. Los animales no pueden. Basta una mirada del ser humano para entender que detrás de aquellos ojos se esconde algo interior. «Qué mirada tan expresiva», solemos decir. La mirada es esa ventana que nos permite ver el alma es un medio maravilloso que tenemos para conocer el fondo de la persona. Lo constatamos en las miradas que van de la madre a su hijo pequeño, que no son nunca superficiales. O las miradas que se intercambian los enamorados... «Ojos que no ven, corazón que no siente», dice el refrán popular. También cuando ofendemos a alguien nos cuesta mirarle directamente a los ojos. Es lo mismo que experimentaron Adán y Eva, tuvieron miedo, su mirada los delataba, los traicionaba. Y al contrario, cuántas veces es suficiente una mirada de arrepentimiento para perdonar al instante a quien ha podido equivocarse. Y también hay miradas que matan... Respecto a estas miradas decía José Luis Martín Descalzo «es muy fácil llamar "asesinos" a quienes empuñan un cuchillo o una pistola, sin darnos cuenta de que se puede matar con el cuchillo de unos ojos irónicos» Nos recuerda san Mateo que «el ojo suministra luz a todo el cuerpo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad» (6,22-23) ¿Cómo era la mirada de Jesús? A Jesús no solo no hay que perderlo de vista; sino que tampoco hay que perder de vista su mirada ni su punto de mira, el corazón. Los evangelios conservan diferentes «miradas» de Jesús; si los ojos, como nuestro rostro, son el reflejo del alma, a través de sus miradas podremos llegar a conocer los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,6), para interiorizarlos y hacerlos propios. Contemplar la mirada de Jesús nos servirá, también, para aprender a mirar cristianamente la realidad. «Te aconsejo colirio para ungir tus ojos y poder ver», advirtió el Testigo fiel al ángel de la Iglesia de Laodicea (Ap 3,18) Contemplar la mirada de Jesús puede surtir en nosotros los efectos de ese colirio clarificador. En esas miradas, Jesús nos dice de sí mismo. Nos «dice», en presente, porque estas miradas no son un simple recuerdo de lo que hizo o cómo se mostró. No. Jesús no es un muerto. En su resurrección ha sido recuperada su vida y, en ella, su historia. Hasta el punto que podemos decir con verdad que hoy nos sigue mirando como lo hizo en su vida histórica.
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La mirada de Jesús es la mirada de Dios Antes que nada, debemos recordar que la mirada de Jesús es la mirada de Dios. «De muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres; hoy nos ha hablado en su Hijo» (Hb 1,1-2) . Sin apartarnos del espíritu de esta afirmación, podemos decir: «De muchos modos miró Dios en el pasado al mundo y al hombre; hoy nos ha mirado en el Hijo». Jesús es la mirada plena, definitiva y exhaustiva de Dios. Cristo no es solo la Palabra de Dios encarnada; encarna también su mirada: «El mirar de Dios es amar y hacer mercedes» –nos dice san Juan de la Cruz con palabras sublimes–. La primera obra de Dios es mirarnos. Y al mirarnos, nos «adama». Adamar –dirá fray Juan– es «amar mucho; es más que amar simplemente, es como amar duplicadamente» . Por lo tanto, la mirada de Dios será entrañable, benevolente, misericordiosa, paterna. Y así lo reconoce el pueblo de Israel, cuando se siente pobre e indefenso: «Yavé se ha inclinado desde su altura santa, desde los cielos ha mirado la tierra para oír y liberar al cautivo» (Sal 102) . Su mirar compasivo es su manera de ser: «Clemente y compasivo es Yavé, tardo a la cólera y lleno de amor» (Sal 103,8) Es más, como nos recordará santa Teresa de Jesús, es un Dios que no nos dejará de mirar nunca (con esa mirada), aunque hayamos pecado Por tanto, cuando Dios Padre nos ha mirado, y sigue mirándonos, lo ha hecho humanamente, lo ha hecho en su Hijo y por su Hijo, que se hizo Hombre precisamente para poder mirarnos cara a cara en la verdad de la carne, compadeciéndose de nuestra suerte, mostrando en su mirada toda la ternura propia de un Dios que ha querido compartir nuestra condición compartiendo todo lo nuestro menos el pecado. Nos mira como somos y nos invita a mirarlo como Él es, humanado en el colmo del amor y de la ternura. «Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su propio Hijo» (Jn 3,16)
«La mirada» (Anthony de Mello, SJ) En el evangelio de Lucas leemos lo siguiente: Le dijo Pedro:«¡Hombre, no sé de qué hablas!». Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo y el Señor se volvió y miró a Pedro... Y Pedro, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente. Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas,conversaba con Él, cantaba sus alabanzas, le daba gracias... Pero siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que le mirara a los ojos..., cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba mirando. Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que Él deseaba de mí. Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproches ni exigencias. Sus ojos se limitaban a decir: «Te quiero». Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: «Te quiero». Y, al igual que Pedro,salí fuera y lloré.
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Recorre tus miradas. Hay miradas que expresan ternura, atención, cariño hacia los demás. Hay miradas que revelan ausencia o indiferencia. Algunos ojos reflejan una ironía que paraliza; otros, una alegría que estimula. Hay miradas que hielan, y también las hay que fascinan. Ojos desorbitados por la ira, y ojos que expresan desprecio o una superioridad despectiva. Hay miradas limpias, luminosas; las hay turbias y causan turbación sobre quienes se fijan. ¿Cómo es tu forma de mirar? ¿Cómo es tu mirada por dentro? Abre los ojos y estrena la mirada desde el corazón. “Solo se ve bien con el corazón” (Principito). Aprender a mirar con la luz que el Espíritu pone en tu interior. Atrévete a mirar a los demás como Jesús, para que tu mirada los deje vestidos de hermosura. Abre los ojos y mira con el corazón. Fíjate en algo que no habías observado cuando entraste en la sala. Canto: Cómo es la mirada de Jesús… (SANTIAGO BENAVIDES) ¿Cómo es la mirada de Jesús? ¿Cómo es la mirada de Jesús? Para el que se cree estrella por el carro que maneja imagínate como lo mira Jesús ¿Cómo es la mirada de Jesús? ¿Cómo es la mirada de Jesús? Para la que solo sueña cautivar por su silueta imagínate como lo mira Jesús Si Él mira con el amor con que un padre mira a un hijo y mira viendo la historia que hay detrás, si Él mira con el perdón que costó su sacrificio imagínate, como mira Jesús ¿Cómo es la mirada de Jesús? ¿Cómo es la mirada de Jesús? Para el loco de la calle con su frasco de pegante imagínate como lo mira Jesús ¿Cómo es la mirada de Jesús? ¿Cómo es la mirada de Jesús? Para el niño que era tierno y le dio por ser punketo imagínate como lo mira Jesús Si Él mira con el amor con que un padre mira a un hijo y mira viendo la historia que hay detrás, si Él mira con el perdón que costó su sacrificio imagínate... imagínate, imagínate como mira Jesús Y también para ti mismo en aquellos días fríos, para aquel que es tu enemigo y así tengas mil motivos, para aquel hombre malvado que fue un niño maltratado imagínate como mira Jesús Si Él mira con el amor con que un padre mira a un hijo y mira viendo la historia que hay detrás,
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si Él mira con el perdón que costó su sacrificio imagínate... imagínate, imagínate como mira Jesús Cuando haya quien te asuste, te incomode o te disguste, cuando creas que alguien no merece amor, cuando sientas que encontraste a quien mirar con desprecio imagínate... imagínate, imagínate como mira Jesús imagínate... imagínate, imagínate para que así mires tú
MOMENTO DE ORACIÓN
Quisiera mirar con tu mirada, Señor. Como miraste a la Samaritana, la mujer de la sed que te pidió que le dieras de beber el agua viva. Como miraste a la mujer adúltera, la que encontraste en el suelo y tú levantaste con una mirada limpia, creadora, sin condena. Como miraste a Pedro después que te negó, estrenando de nuevo la llamada que un día le hiciste en Cafarnaúm, cuando pescaba en la barca de su padre.
Quisiera mirar con tu mirada, Señor. Como miraste a los pecadores y a los enfermos, dándoles gratuitamente una dignidad que nunca habían saboreado. Como miraste al joven rico, al que invitaste a estrenar una nueva manera de vivir, siguiéndote en la fascinante aventura del Reino. Como miraste al ciego de nacimiento, con una ternura y un deseo de luz que traspasó las fronteras de la ceguera. Como miraste a los leprosos, cuando con tus ojos y manos tocaste su carne herida y despreciada y los pusiste en el centro de tu compasión.
Danos el regalo de que nuestros ojos se parezcan a los tuyos. Cuando tú nos miras, pones en nosotros ojos nuevos, ojos que empiezan a parecerse a los tuyos. «Te pareces a mí, porque yo te miro. Te pareces a mí, porque yo te amo. Me parezco a ti, porque yo te miro. Me parezco a ti, Jesús, porque yo te amo.
Canción: RENUÉVAME Renuévame Señor Jesús Ya no quiero ser igual Renuévame Señor Jesús Pon en mí tu corazón.
Porque todo lo que hay dentro de mí. Necesita ser cambiado Señor. Porque todo lo que hay dentro de mí corazón. Necesita más de ti.