La t imidez es mi enemiga, siempre es tรก al acecho
Para enrojecer mi ros t ro
Y dejarlo como un volcĂĄn a punto de es tallar.
A mis compaĂąeros les hace gracia y se burlan
de mĂ sin parar.
Roja... no de rabia.
Roja... no de enojo.
Roja de vergĂźenza... tanto,
ÂĄQue se me enroscan las pes tanas!
Y al descubrir
que mamá se pintaba
tan blanca como la luna, pensé que lo hacía para esconder
la vergüenza que le daba.
Al verme
toda pintarrajeada,
la profesora me dijo: ÂĄVaya al baĂąo
a limpiarse esa cara!
Probé con un consejo, no sé si sabio,
pero muy viejo:
“Imagina a t u audiencia en ropa interior”.
Fue mala idea;
cuando lo hice,
ademĂĄs de vergĂźenza, me dio pudor.
Hice la inver t ida y la rueda
en busca de una soluci贸n y luego me puse
un sombrero t ricolor. 隆Nada resulta,
llamo m谩s la atenci贸n!
Y cuando nuevamente empezaron a reírse
de mi ros t ro enrojecido, pensé que no serviría ocultarlo:
Y les dije con coraje:
Me pongo roja,
Âży quĂŠ?