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Por favor, ahora te toca tocarme

POR FAVOR,

AHORA TE TOCA TOCARME

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CRIS ARMENGOL

Máster en Primatología - Universitat de Girona. Curso académico 2021-23

Durante estos años de pandemia hemos podido vivir en propias carnes el impacto que la falta de contacto con otras personas tiene en nuestro estado emocional. Simplemente el hecho de no poder estar cerca, sentados unos al lado de los otros, hombro con hombro, intercambiando calor corporal ¡que sensación tan extraña! Parece como si nos hubieran cortado una pierna en lugar de implementar una regla que nos hace estar a un metro y media de distancia a todas horas. Y es que el tocarse no es solo una manera de mostrar afecto y estimación, sino que es para nosotros lo que podríamos llamar una necesidad etológica el origen evolutivo de la cual se remonta a la aparición en los primates antropoides (grupo que comprende los monos, los simios y nosotros mismos) de los primeros grupos de individuos socialmente estables y con lazos duraderos.

En este artículo de revisión, la antropóloga y paleobióloga de la Universidad de Pensilvania, Nina G. Jablonski, dedicada al estudio de la evolución primate y humana a través de las adaptaciones al entorno, nos ofrece una visión detallada de como este comportamiento tan común en el orden primate ha tenido y tiene un

role fundamental en la forma en como nos organizamos socialmente; y a través del órgano que lo hace posible, la piel, nos muestra las ramificaciones a nivel fisiológico e incluso emocional de la necesidad de tocar y ser tocado.

Los primates están entre los mamíferos más altamente sociales y en los antropoides en particular, la evolución de múltiples modalidades de comunicación complementarias (contacto visual, signos olfativos y auditivos, tacto) para la mejora de la cohesión social y los comportamientos cooperativos está asociada con la evolución de cerebros grandes, desarrollos ontogénicos lentos y largas esperanzas de vida (Barrickman et al., 2007). El contacto social a través del tacto es altamente relevante a lo largo de la vida de los primates; y su manifestación primaria a través del allogrooming como motor de las interacciones afiliativas y la cooperación le dan un lugar inequívoco en la base de la socializad primate.

En los últimos años se ha dado un mayor énfasis a este rol fundamental del contacto físico en la evolución de los primates debido al incremento del conocimiento de la neurobiología que hay detrás. La piel glabra de los dedos de aquellas especies con alto grado de desarrollo de los pulgares oponibles está densamente poblada por corpúsculos de Meissner, terminaciones nerviosas sensibles al tacto suave (Hoffmann et al., 2004). Si a esto se le añade el hecho de que las superficies glabras de los dedos y las palmas de las manos tienen áreas claramente delimitadas de representación en el córtex primario somato sensorial, nos encontramos como resultado con un sistema táctil de alta resolución en los cerebros de los primates.

Fotografía: Pixabay (CC)

Pero para entender de forma global la naturaleza placentera del contacto táctil y las dinámicas afectivas asociadas a este, es necesario incorporar la piel cubierta de pelo en la ecuación, al ser el principal receptor en estos contactos físicos. Una alta densidad de mecano receptores tipo C aferentes se encuentra próxima a la superficie de extremidades y tronco de la piel con pelo, los cuales son activados con la estimulación gentil que se da cuando el grooming, los abrazos o el contacto por cercanía ocurren entre los diversos individuos de primates.

Es a través de esta estimulación que encontramos efectos como la reducción del latido del corazón, la presión sanguínea y la temperatura corporal

(Grandi and Ishida, 2015) quedando claro así que el contacto físico entre individuos tiene efectos en el estado emocional de estos vía mecanismos activados por el sistema nervioso autónomo, lo que significaría que a mayor escala de tiempo, las relaciones de grooming establecidas entre los individuos de un grupo tendrían un papel clave en el mantenimiento de la estabilidad emocional y la habilidad de responder de forma flexible a los cambios del entorno físico y social (Dunbar, 2018).

Y es que no podemos olvidar el papel esencial del acicalamiento en los primates para mantener la conexión social y mitigar los efectos del conflicto social y el ostracismo (Koyama and Dunbar, 1996). Es por eso por lo que, a diferencia del resto de los mamíferos, los primates dependen fuertemente del contacto físico a lo largo de toda su vida. Los lazos sociales entre individuos y la cohesión social dentro del grupo son vitales para la protección, el bienestar y el éxito reproductor de los individuos.

La conexión a través del tacto empieza inmediatamente después de nacer con el contacto piel con piel entre el infante y la madre. Esta relación promueve el bienestar del recién nacido ofreciéndole termorregulación, protección, acceso a comida, confort y seguridad emocional.

Cabe destacar que los efectos adversos por la falta de contacto físico en las etapas tempranas de crecimiento en el desarrollo comportamental y fisiológico del infante son numerosos y permanentes (Croy et al.,2017).

Por otro lado, hay que considerar la importancia del grooming como servicio social que puede intercambiarse para recibir acicalamiento o otros beneficios particularmente valiosos como recibir soporte durante interacciones agonísticas con otros individuos o acceso a los infantes, un bien muy preciado en las sociedades primates. Por último, y no por eso menos relevante, está quizás el beneficio más obvio del grooming: la higiene. Aunque ahora esta función se considera como secundaria, la importancia en la eliminación de ectoparásitos es indiscutible. Además, cabe mencionar el efecto positivo del contacto físico en el microbioma de los individuos. Mediante el contacto entre madre e infante o individuos de un mismo grupo, características del microbioma intestinal que pueden conferir resistencia a determinados patógenos son transferidas y propagadas a través del grupo (Alberts, 2019).

Después de ver las implicaciones del contacto social y afectivo, y como de central es este en la vida de los primates, no es de extrañar que al poner la mirada en los humanos nos encontremos con similitudes apabullantes. Personas que han sido privadas de contacto físico sufren varios efectos adversos a lo largo de su vida como ansiedad, agresividad, depresión y hipervigilancia (Field, 2002). Así que entender la importancia del contacto físico en las relaciones sociales de los primates es conocernos a nosotros mismos un poco más. La noción del contacto físico como pilar del bienestar físico y emocional en los humanos tiene su base en la evolución y en la imborrable huella de nuestra naturaleza primate.

Jablonski, N. G. (2021). Social and affective touch in primates and its role in the evolution of social cohesion. In Neuroscience (Vol. 464, pp. 117–125). Elsevier Ltd. https://doi.org/10.1016/j. neuroscience.2020.11.024

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Otras referencias

Alberts SC (2019). Social influences on survival and reproduction: Insights from a long-term study of wild baboons. J Animal Ecol 88:47–66. https://doi. org/10.1111/1365-2656.12887 Barrickman NL, Bastian ML, Isler K, van Schaik CP (2007). Life history costs and benefits of encephalization: A comparative test using data from longterm studies of primates in the wild. J HumanEvol 54:568–590. https://doi. org/10.1016/j.jhevol.2007.08.012

Croy I, Sehlstedt I, Wasling HB, Ackerley R, Olausson H (2017). Gentle touch perception: from early childhood to adolescence. Dev Cogn Neurosci 35. https://doi.org/10.1016/j. dcn.2017.07.009

Dunbar RIM (2018). Social structure as a strategy to mitigate the costs of group living: a comparison of gelada and guereza monkeys. AnimalBehav 136:53–64. https://doi.org/10.1016/j. anbehav.2017.12.005

Field T (2002). Violence and touch deprivation in adolescents. Adolescence 37:735–749.

Grandi LC, Ishida H (2015). The physiological effect of human grooming on the heart rate and the heart rate variability oflaboratory nonhuman primates: a pilot study in male rhesusmonkeys. Front Vet Sci 2. https:// doi.org/10.3389/fvets.2015.00050

Koyama NF, Dunbar RIM (1996). Anticipation of conflict by chimpanzees. Primates 37:79–86. https://doi. org/10.1007/BF02382923

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