LA LLUVIA NARANJA
Érase una vez un país llamado Infelicidad. Allí todos los seres vivían enfadados, no conocían lo que era ser feliz. Los habitantes se gritaban unos a otros, había peleas continuas, se insultaban sin razón. Aunque nadie sabía realmente por qué era así, el hecho es que el enfado, la ira y el enojo era lo único que conocían. Justo en el lado opuesto de este mundo, existía un país llamado Felicidad. En este país todos sus habitantes estaban alegres desde el amanecer hasta el anochecer, reían, cantaban, disfrutaban de una vida tranquila y feliz sin motivos para preocuparse o estar enfadados. Un buen día un sabio de Felicidad decidió conocer a los seres que vivían al otro lado del mundo pues ambos mundos estaban separados y no se conocían.
Ilustración de Nerina Ganzi
Cuando llegó allí se quedó horrorizado por lo que vio y oyó. Entonces sintió lástima por sus habitantes y decidió ayudarlos. ¿Qué podré traerles de mi mundo para que estos seres conozcan la felicidad? se preguntó. – ¡Ya se!
Regresó a su mundo y cuando volvió a Infelicidad llevaba una gran regadera llena de agua de lluvia. El sabio fue echando un poco de lluvia naranja a algunos de los habitantes de infelicidad y como por arte de magia, a medida que iban pasando bajo la lluvia empezaban a sentirse menos desgraciados, más alegres, sus caras cambiaban de expresión y todo les parecía más hermoso. Cuando preguntaron al sabio qué tenía aquel agua de lluvia naranja, éste les contestó: Lo que necesitamos en mi mundo para ser felices: cariño y comprensión, paciencia, tolerancia, amistad, buenos recuerdos. Esto es lo que nos hace ser felices.
Y desde entonces los habitantes de Infelicidad que conocieron el secreto aprendieron a ser felices, pero aquellos que no pasaron bajo la lluvia naranja siguieron siendo personas malhumoradas, gruñonas y desgraciadas.
FIN
José M., Eduardo P. y Daniel T. alumnos de 4º curso