LA EMULACIÓN COMO PRÁCTICA POÉTICA EN ANTONIO CARVAJAL EMULAR: (Del latín aemulāre). Imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas. (Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua) Sin ansias de emulación difícilmente puede haber verdadero Arte ni progreso. Aprendemos imitando lo que vemos que otros hacen. Y si a esa imitación, a ese aprendizaje, le añadimos un deseo de ser mejor que el modelo, de superar sus hallazgos, entonces, si lo logramos, a la satisfacción propia, añadimos el enriquecimiento de un saber heredado, la revitalización de formas y tradiciones que, en definitiva, dan continuidad y sentido a todo eso que llamamos civilización y cultura. Los artistas y poetas del Renacimiento lo tuvieron muy claro: Dante y Petrarca se propusieron emular a Virgilio, a Horacio…; luego, Ausias March, Ronsard o Garcilaso a Petrarca; y Góngora a Garcilaso (En tanto que de rosa y de azucena… / Mientras por competir con tu cabello…), o los poetas de la Generación del 27 a Góngora…, y así sucesivamente. En la actualidad, no creo que haya ningún poeta más consciente de esta tradición que nuestro admirado Antonio Carvajal, y ninguno que haga uso de la emulación con tanta originalidad y vitalismo como él. Son numerosos los ejemplos que hallamos en su ya intensa y deslumbrante obra poética. Baste como muestra el soneto en el que emula y le corrige la plana a Góngora en su doble vertiente formal y significativa. El amor es para Góngora un veneno que mata y que, por tanto, hay que evitar; para Antonio, en cambio, el amor es vida y reclama su veneno con un ímpetu y una fogosidad que transforma el modelo en una afirmación vitalista, en contraste con el pesimismo gongorino: La dulce boca que a gustar convida un humor entre perlas destilado, y a no envidiar aquel licor sagrado que a Júpiter ministra el garzón de Ida, amantes, no toquéis, si queréis vida; porque entre un labio y otro colorado Amor está de su veneno armado, cual entre flor y flor, sierpe escondida. No os engañen las rosas, que a la Aurora diréis que, aljofaradas y olorosas, se le cayeron del purpúreo seno; manzanas son de Tántalo, y no rosas, que después huyen del que incitan ahora, y sólo del amor queda el veneno. Luis de Góngora
La dulce boca que a gustar convida un silencio de besos destilado, y aquel licor, si oculto, más sagrado, que mana del suspiro y de la herida, amor, dámelo ya, que quiero vida, pues entre un labio y otro colorado tienes tanto clavel de mi costado, tanta rosa recién amanecida. Dame, consolador, tanto veneno, que quiero amar, morir, besar, soñarte, suspirar, no dormir, verme en tu seno y entre las golondrinas de la aurora buscarte y no perderte y encontrarte ayer, mañana, y nunca y siempre: ¡Ahora! Antonio Carvajal
Otra muestra elocuente de esta práctica nos la regala el poeta en su último libro, El fuego en mi poder (2015), en el que se supera a sí mismo en su afán de llevar la palabra y el verso a su máxima tensión expresiva. Así, la lectura del soneto 148 del Cancionero de Francesco Petrarca, en la que el poeta dice preferir un pequeño río y árbol a los grandes y prestigiosos, le incitó inmediatamente a emularle y hacer suyo este motivo. El resultado de tal lectura y escritura, de las que tuve el honor de ser testigo, es el siguiente: SONETO DEL PETRARCA EN MODO HISPANO No el Miño con el Sil, ni el Duero, el Tajo, Guadalquivir, Guadiana y Guadalete, no el Mondego saudoso, no el Segura ni el Júcar ni el Guadalaviar ni el Ebro ni hayas, pinos, encinas ni castaños pueden el fuego mitigar de mi alma como este crespo Lanjarón que en versos celebro, ni esta higuera que me acoge. Riachuelo y árbol frágil me socorren ya en las quiebras de Amor, ya en las quebradas sendas por donde va veloz mi vida. Crezca la densa higuera en fresca orilla y mientras los cantare pensamientos gratos y suave son de ellos aprenda. Precioso soneto plenamente carvajaliano que no sería posible sin el del Petrarca: Non Tesin, Po, Varo, Arno, Adige et Tebro, Eufrate, Tigre, Nilo, Hermo, Indo et Gange, Tana, Histro, Alpheo, Garona, e’l mar che frange, Rodano, Hibero, Ren, Sena, Albia, Era, Hebro;
No Arno, Tesino, Var, Po, Adigio y Tebro Éufrates, Tigris, Ganges, Indo y Nilo Danubio, Hebro, Alfeo, Don, mar que es su asilo, Ródano, Sena, Rin, Loira, Elba y Ebro;
non edra, abete, pin, faggio, o genebro, poria’l foco allentar che’l cor tristo ange, quant’un bel rio ch’ad ognor meco piange, co l’arboscel che ’n rime orno et celebro.
no yedra, abeto, pino, haya o enebro el fuego templará en que me aniquilo, como el río al que doy cuanto destilo y el árbol al que en rima honro y celebro.
Questo un soccorso trovo tra gli assalti d’Amore, ove conven ch’armato viva la vita che trapassa a sí gran salti.
Aqueste único alivio en los asaltos hallo de Amor, que es bien que armado viva la vida que trascurre a tales saltos.
Cosí cresca il bel lauro in fresca riva, et chi’l piantò pensier’ leggiadri et alti ne la dolce ombra al suon de l’acque scriva.
Así crezca el laurel en fresca riba, y aquel que lo plantó, conceptos altos en dulce sombra al son del agua escriba.
Y ahora, tú, lector, que disfrutas con estos versos, ¿te sientes capaz de emular al maestro Carvajal y dar savia nueva a una tradición de siglos que estamos obligados a mantener viva si queremos seguir siendo quienes somos? Atrévete. Juan Ramón Torregrosa