Si yo fuera Tutsi La semana fantástica Hoy me pongo en la piel de una mujer tutsi, que vio seguramente todo lo que nadie desea ver, que vio cómo su familia era apaleada, matada e incluso violada, que vio también cómo saqueaban y destrozaban el lugar donde había vivido durante toda su vida, y donde había vivido incluso momentos felices, que vio cómo todo por lo que había luchado y había sacado adelante le era arrebatado, que vio cómo tantos niños inocentes morían sin poder hacer nada, con la ilusa idea de que llegara alguno de esos héroes de película para salvarles, pero que nunca llegó. Una mujer que tendría también sueños e ilusiones que todos en algún momento tenemos, pero que a ella le fueron arrebatados, que pedía por favor que la dejaran, que ella no había hecho nada; una mujer que nunca entendió porque fueron tratados así. Hoy soy esa mujer y voy paseando por las calles de Madrid, con todavía pena en el alma por todo lo ocurrido. Veo a la gente feliz y decido mirar el porqué. De repente veo un enorme cartel donde pone “la semana fantástica”, anunciando las rebajas de una tienda llamada El corte Inglés. La gente es feliz por poder comprar barato, incluso pelean por hacerlo. Y yo desde fuera observo a la gente que como loca está comprando, siento rabia, confusión y pena. Yo, que tan solo pedía un trapo, algo que llevarme a la boca y poder tener a mi familia a mi lado, no entendía cómo esas personas podían ser tan hipócritas, cómo se dejaban manipular por las grandes empresas porque mientras ellos peleaban y compraban sin un fin, había otras personas en diferentes lugares del mundo que en ese momento estaban sufriendo lo que un día yo sufrí, que mientras ellos paseaban por los pasillos de aquella enorme tienda, perdían tiempo que pasar con sus familias, porque un día todo es rosa y al siguiente negro y nunca sabes cuándo va a cambiar de color. La gente me mira raro, pues estoy de pie frente a una tienda en rebajas llorando a mares, la gente me pregunta qué me pasa, que si estoy bien, yo les respondo que me pasa el genocidio de Ruanda , que no estoy bien y que nunca lo estaré sabiendo que puede haber gente sufriendo y mientras tanto en las calles de Madrid hay carteles anunciando la semana fantástica y yo me pregunto ¿fantástica para quién? La gente me mira confusa y yo, una mujer de avanzada edad sigo mi rumbo con pena, pues es triste que no puedan entenderme, pero más triste es que realmente crean que eso es una semana fantástica.
Laura Gil, 3º ESO A IES. SIGLO XXI
“La semana fantástica” (punto de vista de un tutsi) Plantado en pleno Madrid, voces de niños con sus familias de fondo y un pensamiento constante de lo que daría porque la mía estuviese viva, pues tras aquel genocidio de 100 días por parte de los hutus ya no están. Fui de los pocos supervivientes, huí y luché por vivir la vida que quise para mi mujer y mi hija. Encuentro un cartel luminoso, no consigo leer lo que pone, pero puedo oír a la gente decir algo como “La semana fantástica”. Me fijo en las imágenes, y en cómo la evolución sobre los derechos de la mujer es muy distinta en este país, protagonizan un anuncio y con ropa interior, en Ruanda siguen matando mujeres cuando intentan luchar por sus derechos. Me topo con un señor, quizás ronda los 50 años, está mirando un periódico, y al asomarme veo una imagen muy impactante, consigo ver a mi mujer fotografiada poco después de su asesinato y a mi hija, sin rastro de expresión en el rostro, unos minutos antes de que fueran a por ellas. Sólo me pueden salir lágrimas de la cara. Este mismo señor, al que vi con cara de compasión viendo la impactante noticia, puso una mueca de asco al verme llorar, me di cuenta que la gente siente empatía por otra cuando la ven muriéndose en noticias del periódico hasta que se topan en persona con alguien de distinto color al suyo. Él, guardó su periódico, se fijó en la mujer del anuncio, sonrió y se fue. “Feliz semana fantástica” dije en voz baja antes de marcharme.
Daniela de Martín, 3º ESO A IES. SIGLO XXI
LOS LÁPICES DE IKEA Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) es un poeta afamado por su poesía de varios estilos y se le considera uno de los fundadores del sensismo (una corriente literaria que quiso romper con las estéticas culturalistas de los años 70). Ha recibido distintos premios. Por ser poeta, Fernando Beltrán vio en estos lápices algo más que un objeto. Los poetas no suelen ver lo mismo que los demás mortales y a Beltrán, los pasillos repletos de “mesas, sillas, estantes”, el tamaño del cuarto compartido y “este lápiz que es breve y afilado” le hicieron reflexionar. El poema realmente no tiene nada que ver con los lápices: transforma un día en un tienda de muebles como Ikea en una reflexión sobre la vida en pareja. De la misma manera que amueblamos una casa, una habitación, lo vamos haciendo con nueva vida. La convivencia en pareja es uno de los pasos que se dan como parte fundamental de las distintas fases que tiene una vida. Así también ocurre con la paternidad. La vida se transforma en un juego de distintos niveles que todo el mundo tiene que superar hasta completar. María José Grajales, 2º ESO AC IES. SIGLO XXI
Gloria Martínez Cordone 2ºC |IES SIGLO XXI| mayo 2020
DIÁLOGO ENTRE DOS ALUMNOS SOBRE LOS LÁPICES DE IKEA (FERNANDO BELTRÁN) —Hola. —Hola. Te he estado esperando. —Tampoco es para tanto, no te enfades. —A veces me parece que me evades ¡y tenemos que hacer lo de Fernando
Beltrán! —Pues es verdad. Y este autor, ¿qué quiere de nosotros? ¿qué nos pide? —Él quiere que entendamos cuánto miden el silencio, la vida y el amor.
—¿El silencio? ¿Y a mí que más me da? ¿La vida? ¡Un reloj de arena y ya! ¿Y el amor? ¡Si no es más que una pelea!
—¡No, no! El silencio es algo más que arcilla, la vida es una caja de cerillas y el amor mide un lápiz de Ikea.
LLevo aquí un buen tiempo, en Madrid, y por suerte huÍ de donde vengo. El horror de mis recuerdos son envueltos desde que tengo memoria. Por suerte para Mí, puedo distraerme lejos del caos de la guerra y puedo pasear por las calles de madrileñas. La gente que hay por las calles tiene rasgos que se me hacen familiares, algunos visten como amigos y se funden con las masas. El contacto con toda la gente que va aglomerada me genera ansiedad y solo por escapar de ella voy a paso bastante acelerado. Llegado a cierta parte de Madrid, veo un cartel que anuncia las rebajas de El Corte Inglés. Sus colores son una explosión emocional y las palabras que usa se clavan en mis profundos recuerdos. Los remanentes de mi consciencia son despertados y viene a toda velocidad una oleada de dolor unida a imágenes de mis amigos y hermanos que murieron. Recuerdo cuando vi cómo un tanque invadió mi ciudad. Recuerdo ver fusilamientos. Recuerdo haber muerto y volver a nacer. Mi respiración se ve afectada por las memorias que resurgieron al ver el cartel. Mis ojos se enrojecen a cada segundo. Toda la gente que hay a mi alrededor se ve amenazante y me sudan las manos. El dolor que me perseguía cuando viví la desgracia de la guerra vuelve en forma de cartel que daña poco a poco cada zona de mi corazón lleno de cicatrices. Algunas personas se voltean a verme, no sé si realmente me miran a mí o miran a otra persona, pero siento miedo. Late, late, late, no late, late, no late… mi corazón frente a esto. Mis ojos ven serbios, ven croatas, ven hutus, ven tutsis, ven bandos que se buscan y huyen de sí mismos. Parece que estoy delirando pero es demasiado real. ¿No será que yo estoy delirando demasiado bien para pensar que es real?. Late, late, no late, late, late, no late, mi pulso es irregular en todo. Es un dolor de cabeza solo recordarlo, verme entre un bando y otro, un cazador y una presa. Todos somos las presas de la cazadora guerra.
Alami Dávalos, 3º ESO A IES. SIGLO XXI