El misterio de la calle Maple

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Nivel: R EDL: 40 Género: Ficción realista Estrategia: Resumir Número de palabras: 1.235 Destreza: Estructura del cuento 4 El problema de Parker Número de palabras: 1,239

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El misterio de la calle Maple

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Intercambio de talentos

la calle Maple

4.1.1

HOUGHTON MIFFLIN

Libritos nivelados en línea

Lecturas niveladas ISBN-13:978-0-547-03765-3 ISBN-10:0-547-03765-1

por Joanne Mattern ilustrado por Stacey Schuett 1505315

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El

misterio de

la calle Maple

por Joanne Mattern ilustrado por Stacey Schuett

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—¡Fantástico, Carla! Estoy tan contenta de que

hagamos el proyecto de servicio comunitario juntas —le dijo María, encantada, a su mejor amiga. Las dos amigas estaban sentadas en los escalones del frente de la casa de María, conversando después de la escuela. Carla negó con la cabeza. —No lo haré. María la miró fijamente, asombrada. —¿Por qué no? Es obligatorio. Tenemos que hacerlo para la escuela. Y de todas maneras, ¿no te apetece pasar juntas las tardes de todos los sábados de este mes? 3


—No eres tú. Es la Sra. Quevedo —dijo Carla. Fijó la vista en la calle, con el ceño fruncido. —Le tengo miedo. —¿De qué estás hablando? —preguntó María. Carla se volteó y miró a María. —¿No escuchaste las historias? —le preguntó—. Es una persona extraña, como una científica loca o algo así. Tiene el sótano repleto de equipos científicos extraños. Joey Ranson me contó que convierte a las personas en ranas. María empujó a Carla, riéndose. —¡Es lo más tonto que he oído en años! Tenemos que hacer un proyecto de servicio comunitario y la Sra. Quevedo necesita ayuda con su jardín porque tiene problemas de espalda. María suspiró. —Carla, realmente no creo que nuestra maestra nos haría trabajar con la Sra. Quevedo si fuera una científica loca. Estoy segura de que está bien. Carla refunfuñó. María abrazó a su amiga para consolarla.

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—Esa historia es una broma característica de Joey —continuó María—; no puedes tomar en serio todo lo que dice. Todo va a estar bien. No te preocupes. —Está bien —Carla finalmente accedió—. Supongo que tengo miedo porque leo demasiadas historias de misterio. Es probable que todo salga bien. Solo espero que no nos pida que le limpiemos el sótano. Los sótanos siempre me han dado miedo. El sábado, las dos niñas partieron hacia la casa de la Sra. Quevedo. —Vamos, Carla —le rogó María mientras doblaban en la esquina de la calle Maple—. Si caminas tan despacio, nunca llegaremos.

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—Justamente por eso camino tan despacio —dijo Carla riéndose, pero María podía ver que su amiga estaba de mal humor—. No entiendo muy bien qué es lo que la Sra. Quevedo piensa que vamos a hacer —agregó Carla. María se rió. —Ya veremos. Te compraré un batido si estás equivocada y yo tengo razón. —¡Trato hecho! —dijo Carla. María y Carla continuaron haciendo bromas hasta que se detuvieron frente a una casa pintada de un color amarillo brillante. Del porche colgaba una hamaca y había dos mecedoras junto a ella.

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La puerta del frente se abrió y salió una mujer mayor que llevaba puesto un suéter de vellón. —¡Hola, niñas! Soy la Sra. Quevedo. Ustedes deben ser María y Carla. ¡Qué gusto verlas por aquí! —Encantada de conocerla —dijo María amablemente. Carla solo asintió con la cabeza. —Entonces, ¿por dónde empezamos? —María se apresuró a preguntar, avergonzada por la mala actitud de Carla. —Si pudieran rastrillar el jardín del frente de la casa sería una gran ayuda. No puedo hacer trabajos como esos por culpa de mis dolores de espalda —dijo la Sra. Quevedo, señalando al costado de la casa—. Hay unos rastrillos apoyados contra la puerta del sótano. 7


“¡El sótano!” Carla susurró mientras caminaban con dificultad por el jardín en busca de los rastrillos. —Estoy segura de que ahí es donde hace sus experimentos. —Muchas personas guardan los rastrillos en el sótano, Carla —señaló María. Las niñas se pusieron a trabajar. Carla trabajó sin mucho entusiasmo. Sin embargo, estaba fresco y soleado: un día perfecto para rastrillar. La Sra. Quevedo saludó a las niñas desde la ventana de la cocina. Carla comenzó a relajarse un poco. María rastrilló una gran pila de hojas.

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Las dos niñas llenaron una gran bolsa de reciclaje con hojas. Luego, Carla ayudó a María a llenar otra bolsa, y otra más. La pila de bolsas se hacía cada vez más grande. Después de una hora de rastrillar, el jardín quedó limpio. Parecía una hermosa alfombra verde sin una hoja a la vista. Las niñas retrocedieron unos pasos para admirar su labor. —¡Carla, mira eso! —dijo María de repente, mientras señalaba una de las ventanas del sótano—. ¿Por qué estará cubierta? —¡Te lo dije! —exclamó Carla—. ¡Cubrió la ventana para que nadie pudiera ver sus experimentos! —No seas ridícula, Carla. Le voy a preguntar —dijo María. Apoyó el rastrillo nuevamente en el costado de la casa. Justo en ese momento, la Sra. Quevedo salió al porche.

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—¡No menciones nada! —susurró Carla—; probablemente me esté imaginando cosas. María ya estaba subiendo los escalones del porche. —Sra. Quevedo, me preguntaba... ¿por qué la ventana del sótano está cubierta? —Ah... ahí está mi laboratorio de fotografía —respondió la anciana. —¿Laboratorio? —preguntó Carla casi sin aliento. —¿Laboratorio de fotografía? —preguntó María. —Sí, soy fotógrafa —explicó la Sra. Quevedo—; pasen para mostrarles el cuarto oscuro. María respiró hondo. —Está bien —dijo. —Yo me quedo acá. Hay más hojas debajo de esas matas. —Carla rezongaba mientras rastrillaba las hojas a toda velocidad. De repente, estaba muy interesada en desarrollar destrezas avanzadas de rastrillaje. Ni siquiera levantó la vista mientras entraban.

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María siguió a la Sra. Quevedo al interior de la casa. No podía creer lo que estaba viendo. Había hermosas fotografías sobre las paredes en el pasillo y la sala de estar. La mayoría de las fotografías eran en blanco y negro. La colección consistía en paisajes y algunos retratos de personas. —¿Usted tomó todas estas fotografías? —preguntó María sorprendida—. ¡Son hermosas! —Sí, las tomé yo —respondió la Sra. Quevedo—. Me alegra que te gusten. Siempre me decían que tenía talento para la fotografía —comentó orgullosa. 11


Las dos bajaron por los escalones del sótano y se detuvieron frente a una puerta cerrada. La Sra. Quevedo abrió la puerta y encendió una luz tenue. En la habitación había todo tipo de equipos extraños. —Aquí es donde revelo la película —dijo la Sra. Quevedo—. Se necesitan muchos equipos para revelar una fotografía correctamente. Había varias cámaras alineadas en un estante. Cada cámara tenía muchas piezas distintas. —Con la cámara adecuada, tú también podrías aprender a tomar fotografías como las mías. —¿En serio? Siempre me pregunté por qué las fotografías de las revistas y los libros se ven mucho más lindas que las mías —dijo María con una sonrisa—. ¿Realmente usted podría enseñarme a tomar fotografías como estas?

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Justo en ese momento, llamaron a la puerta. —María, ¿estás bien? —preguntó Carla. María se rió. —Estoy bien —le respondió—. Ven a ver el cuarto oscuro. La puerta se abrió lentamente, y Carla entró nerviosa a la habitación. —La Sra. Quevedo toma hermosas fotografías —le dijo María—. Mira todas estas cámaras fantásticas. ¿Y has visto arriba las fotografías del pasillo? Carla miró a su alrededor. —Esto es increíble —dijo. Luego, se puso a examinar una vieja cámara, fascinada.

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La Sra. Quevedo les mostró a las niñas el cuarto oscuro durante unos minutos más, y luego salieron de la casa. —¡Qué maravilla! —exclamó cuando vio su jardín limpio y ordenado—. Debo agradecerles correctamente. Les tomaré una fotografía. María y Carla tomaron sus rastrillos y posaron para la fotografía mientras sonreían felices. Carla miró el rostro alegre de María. —Supongo que te debo un batido —le dijo en voz baja. María estaba radiante. No solo había ganado un sabroso batido el día de hoy. Había conocido a una nueva amiga. 14


Nivel: R EDL: 40 Género: Ficción realista Estrategia: Resumir Número de palabras: 1.235 Destreza: Estructura del cuento 4 El problema de Parker Número de palabras: 1,239

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4.1.1

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