IDENTIFICACIÓN Y MANEJO DE EMOCIONES EN LA INTERVENCIÓN CON MENORES EN RIESGO. GRANADA 2013
TEXTOS INTRODUCTORIOS SOBRE LA INTERVENCIÓN SOCIAL INSTITUCIONAL (Contextos)
AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN
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COMUNIDAD Y SERVICIO SOCIAL: EL LUGAR DEL TRABAJADOR SOCIAL
Introducción
Durante más de un siglo sociólogos, antropólogos, economistas, etc. han debatido sin éxito la definición de “comunidad”. Tomando inicialmente como modelo las pequeñas comunidades locales, delimitadas geográficamente, con economías básicamente agropecuarias y con un tipo de interacciones sociales más bien ritualista, los investigadores se encontraron finalmente con la insuficiencia e inadecuación de dicho modelo al tratar de aplicarlo a comunidades más amplias o industriales.
En nuestros días otro factor ha contribuido a una todavía mayor ambigüedad del concepto: el desarrollo de los medios de transporte permite una movilidad que hace prácticamente imposible encontrar comunidades humanas estables. Aun cuando un grupo de personas convivan en un lugar determinado, pueden desarrollar relaciones más frecuentes y profundas con otras ajenas a ese lugar de residencia. No es raro que al preguntar a una persona sobre quiénes conforman su comunidad mencionen a personas lejanas geográficamente, a las cuales están ligadas por lazos familiares o laborales, intereses comunes u otros.
La falta de límites a la que ha quedado expuesta la comunidad ha llevado a utilizar el término con carácter restringido. Por ejemplo: comunidad de vecinos (con reglamentación jurídica), comunidad médica, comunidad religiosa, comunidad gitana… Esto es, ha sido necesario añadir al término un adjetivo que lo especifique dándole concreción. Curiosamente, sin renunciar nunca a ella. Las personas siguen queriendo pertenecer a una comunidad que le proporcione identidad, intereses comunes, protección, guía u otros efectos todos ellos deseables. Dicho de otra manera, a las personas le son gratos los sentimientos de comunidad, aunque para ello haya de construirse comunidades personales, casi individuales (para cada cual). AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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Hay que hacer, sin embargo, una importante matización: a veces la comunidad otorga una “identidad negativa”. La comunidad, entonces, es un grupo al que no se quiere pertenecer por suponer una valoración social excluyente. Esto ocurre con algunas etnias y con zonas de convivencia distinguidas por la marginalidad. Salir de dichas zonas o tomar aspectos y actitudes de otras etnias más “deseables” se convierten en estrategias de vida que pueden condicionar las relaciones sociales y vecinales. En estas situaciones la persona efectúa una continua comparación entre lo que es y lo que debería ser (entre lo indeseable y lo deseable), con comportamientos diversos:
resignación (depresión): se toma con pesimismo la comunidad a la que se pertenece, con apatía, desánimo y falta de convicción cuando se trata de posibles cambios a mejor
protesta: a modo de “pataleta” la persona manifiesta una constante queja por las condiciones e idiosincrasia de su grupo; frases del tipo “¿Qué más se puede esperar?” se convierten el lemas vitales
aislamiento: de alguna manera, no participar en las interacciones de la comunidad le parece a la persona que debilita su pertenencia, o al menos puede presentarse en otras comunidades como “menos perteneciente”
orgullo: reacción “hacia delante”, defendiendo con ahínco la propia pertenencia a la comunidad como las características de ésta; pueden llegar a definirse como positivos precisamente aquellos aspectos comunitarios que habitualmente se han considerado claramente indeseables
lucha:
intento
de
cambiar
la
comunidad
hacia
los
parámetros
convencionalmente deseables, ya sea de forma individual o actuando en colectivos organizados (asociaciones, plataformas, clubs, etc.)
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La convivencia en estas situaciones puede llegar a ser conflictiva en la medida en que la búsqueda de “chivos expiatorios” puede convertirse en una manera de buscar la propia normalidad. Señalar como indeseables a otros fija una
aparente
frontera
entre
nosotros
(más
normales)
y
aquéllos
(manifiestamente indeseables). Desde el rumor (“chismes”) hasta la franca acusación, esta manera de pensar y guiarse debilita a la comunidad al disgregar los esfuerzos, que pasan de ser comunitarios (conseguir algo juntos) a ser individuales (cada uno a lo suyo).
El profesional social en la comunidad
El profesional social es una creación de la comunidad para la comunidad. Su objetivo esencial es contribuir al bienestar comunitario interviniendo en la gestión de la convivencia con tareas tanto de apoyo como de control. La coexistencia de estas funciones de apoyo y de control coloca al profesional social en una posición ambivalente, a veces atractiva para la comunidad, otras odiosa e indeseable.
El profesional social está regulado por una normativa y reglamento legales que supedita su acción hacia lo permitido y por las vías legalmente permitidas. Por otro lado, sin embargo, ha de adaptarse a situaciones de convivencia concretas de la comunidad en la que trabaja que no siempre se adaptan a la idealidad de la ley. A veces esto le lleva a trabajar en el límite de lo legal, en la excepción y en la prioridad de las personas sobre la regla. Teniendo en cuenta que se debilita si pasa al terreno de la ilegalidad, mantener el equilibrio en ese límite supone un importante esfuerzo que puede pasar factura a nivel emocional y psicológico.
Apoyándonos en lo descrito en los apartados anteriores podemos extraer una conclusión que permitirá al profesional orientarse en el papel comunitario que ocupa. La conclusión es que las comunidades aspiran a lograr la autorregulación en la mayoría de los aspectos de la convivencia, a través de AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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la reciprocidad, los rituales, etc., y que desean llegar a una identidad positiva y satisfactoria.
Con todo, éste es un paso posterior a la evidencia de que si el profesional aparece (de manera activa) lo hace porque el funcionamiento comunitario presenta algún tipo de deficiencias. Es decir, la figura del profesional social puede suponer para la comunidad la constatación de su fracaso como comunidad. Dicho de otra manera: el único objetivo que una comunidad puede alabar en un profesional social es que trabaje para dejar de trabajar, para que su papel sea mínimo en la autogestión comunitaria. Esta tarea puede ser muy complicada cuando el profesional ejerce funciones de control y también cuando se encuentra con dinámicas comunitarias (o familiares dentro de la comunidad) que exigen una gran habilidad y, a veces, intervenciones prolongadas en el tiempo.
En definitiva, podríamos decir que el profesional es una persona de otra comunidad que acude a una comunidad con un papel especializado prefijado, ocupando una posición de miembro temporal de dicha comunidad y estableciendo relaciones principalmente formales en ésta. Si sus acciones apuntan a lograr la autogestión de la comunidad será recibido benévolamente. Si los miembros de la comunidad perciben que la acción profesional interrumpe sus mecanismos de autogestión o, peor, se encaminan a una relación de dependencia las relaciones profesional-comunidad serán conflictivas.
Aunque tomamos como prototipo al profesional social que actúa directamente en la comunidad, las conclusiones son las mismas para toda intervención social. La especialización del trabajo social es un producto reciente que divide la acción en fases con distintos protagonistas. No se trata, en realidad, de una intervención diferente en su esencia, principios y objetivos finales.
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RELACIONES Introducción
El comportamiento humano se ha estudiado tradicionalmente desde una perspectiva individualista e interiorizada, desde las investigaciones pioneras de Wundt hasta las corrientes cognitivas más actuales. Para encontrar algo diferente teníamos que explorar el camino más filosófico que científico de los moralistas o anidar en la Sociología, en la cual el individuo se perdía rápidamente de vista. Incluso el Psicoanálisis, origen de la psicoterapia moderna y tan influyente en la cultura en general, partía del contacto del infante con sus padres (el pronto popular Complejo de Edipo) para enseguida crear estructuras internas de la psique humana y buscar los cambios en dichas estructuras.
Ya a mediados del siglo XX se observó un cambio en la concepción del comportamiento humano, el nacimiento de un nuevo paradigma, tanto desde la psicología académica basada en la investigación como desde la psicoterapia orientada al comportamiento problemático. Esto sucede en Estados Unidos, un país de fuertes raíces pragmáticas y poco dado a la especulación de supuestas instancias mentales. El Conductismo y, prácticamente al mismo tiempo, la Psicología Social enfatizan el comportamiento observable, y la Terapia de Familia se apoya en la Teoría de Sistemas para priorizar la conducta relacional sobre la individual. El “tirón” es tan poderoso que del propio (y por entonces todopoderoso) Psicoanálisis surgen voces rebeldes (K. Horney, J. Bolwby, H.S. Sullivan, E. Erikson) que proponen un enfoque interaccionista (entre lo individual y lo social) para sustituir a la libido freudiana. Este Psicoanálisis heterodoxo dio lugar al actual Psicoanálisis Relacional.
Actualmente, tras décadas de investigación y práctica, pocos se atreven a resistirse a la perspectiva relacional. El ser humano es intrínsecamente relacional. En nuestras relaciones en general, y en las más significativas en
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particular, encontramos el origen, la explicación, el significado y hasta el pronóstico de nuestra conducta.
En este curso proponemos un punto de vista basado en nuestras relaciones, ya sea para explicar el comportamiento de cada persona, ya para resolver las dificultades que surjan en el contacto con otras personas con las que nos relacionamos de manera habitual o de forma puntual. Dentro de las relaciones significativas ponemos especial énfasis en las relaciones familiares, cuya exploración suele dar un rápido sentido a las estrategias de comportamiento y comunicación que desarrollamos en situaciones o con personas concretas. De forma simple, podríamos describir el comportamiento de los sujetos implicados en un contexto de intervención social en los siguientes términos: un profesional (o profesionales) en cuya motivación laboral pueden encontrarse impulsos surgidos en su sistema familiar de origen interviene sobre una persona (o personas) en cuyas dificultades pueden encontrarse impulsos igualmente surgidos en su sistema familiar de origen. Ambas partes construyen un sistema de relaciones (habitualmente jerarquizado en el contexto al que nos referimos en el presente curso) orientados a la solución (al cambio) de situaciones definidas por el profesional como problemas.
Pero esto es, naturalmente, una definición muy simplificada. La realidad relacional al detalle es siempre muy compleja. Entre otras cosas, las formas conductuales observables, y aún más, las expectativas, las metas “ocultas”, las emociones, y otros muchos factores que aparecen en las situaciones del trabajo social, responden con frecuencia a hechos acaecidos en los sistemas familiares de los miembros implicados en la relación. Influencias que no están definidas en la concepción formal de la situación (no las tenemos en cuenta), pero que casi siempre tienen un enorme poder en todo momento.
Como en los contextos de intervención social es fácil encontrar ambientes preñados de estrés, fuerte responsabilidad, cargas emocionales, etc., las reacciones “viscerales” determinadas por experiencias del sistema familiar de origen surgen en las relaciones con los usuarios y también en las AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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relaciones entre profesionales tanto del mismo equipo como de otros con los que se está en contacto.
Las relaciones entre profesionales
Centrándonos en las relaciones entre profesionales que comparten un tiempo considerable de trabajo y responsabilidades comunes, los factores que determinan el contacto pueden ser muchos. En este curso vamos a destacar algunos especialmente significativos.
Acabamos de mencionar que en un ambiente estresante, donde hay que tomar difíciles decisiones, el manejo de las emociones suele estar determinado por las experiencias previas de cada persona, y entre éstas subrayamos las vividas en la familia de origen. Se producen movimientos transferenciales y contra-transferenciales (que ya describía Freud) particularmente apoyados en aquellas vivencias familiares que se perciben como inacabadas, en las cuales una persona puede desarrollar sentimientos relacionados con el otro de abandono,
ausencia,
ira,
insuficiencia,
miedo,
servilismo,
exigencia,
acomodación, evitación, etc. O resumidamente: el contacto con el otro se hace superficial, rígido y distante (a veces sólo aparentemente cercano). Es una cuestión de grado que hay que determinar en cada caso.
De cualquier modo, estamos hablando de una actitud, y no de las competencias y habilidades. Así, un profesional brillante puede llegar a tener, sin embargo, relaciones difíciles en su entorno laboral y a la larga pesarle más los conflictos, desencuentros o desconfianzas que su buen trabajo. Mientras más expuesto, en el sentido personal, queda un trabajador por las condiciones laborales, mientras más frecuencia de respuesta emocional exijan las situaciones habituales, más al descubierto quedarán las carencias y dificultades del profesional. En estos contextos laborales, como al que se refiere este curso, la salud de los profesionales necesita de un trabajo personal periódico y profundo, evitándose así malestares, desequilibrios e incluso el conocido burnout. AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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Pero no sería justo colocar todo el peso de las dificultades de funcionamiento de los equipos de trabajo en las historias familiares de sus componentes. Hay ciertos momentos y situaciones en los que cualquier ser humano puede quedar afectado y sobrecogido. Surge el agotamiento y conviene la retirada. Por eso en estos contextos es esencial una buena ordenación del sistema laboral, y aquí la responsabilidad recae en los directores, coordinadores, etc. de la organización (sin que este hecho justifique la frecuente acusación a estas figuras de los problemas existentes por parte de los subordinados, que muchas veces señala las propias dificultades de estos últimos para sobrellevar su trabajo). En las organizaciones que trabajan con personas y para personas, tal vez la labor directiva sea especialmente complicada, pues es difícil dar con estructuras que permanezcan fijas durante mucho tiempo. Suele ser necesaria la continua revisión y la flexibilidad con los asuntos de más peso y con las excepciones. Con todo, quien asume esta responsabilidad asume también esta complicación. Merece la pena que ponga atención y esfuerzo en su preparación y reciclaje de conocimientos.
Las relaciones con los usuarios
La
relación
del
profesional
social
con
el
usuario
precisa
de
conocimientos y habilidades que se consiguen con estudio, dedicación y experiencia. Ahora destacamos el contexto relacional de la ayuda social, pues supone una situación con características especiales.
En un servicio de protección de menores el profesional actúa desde una posición de poder sobre los usuarios, este poder es otorgado por la legislación, y es importante que el profesional tenga esto presente en todo momento, pues es diferente cargar con una responsabilidad “concedida” temporalmente por la ley que creer que se posee el poder de manera intrínseca y por tanto se es diferente e incluso superior a las persona sobre las que se interviene. En este caso, una complicación añadida es que el profesional aplica su poder estando al servicio de unos miembros concretos de la familia (los menores en riesgo), y con frecuencia “sobre” otros miembros de la familia (los padres o cuidadores), AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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cuando no hay colaboración. Es decir, el profesional social, basándose en unos principios de protección formales, modifica las relaciones familiares basadas en la consanguineidad, lo que puede verse fácilmente como coacción e intrusismo.
En cualquier caso, la relación está definida por un desequilibrio que va a influir en la posición del profesional y el usuario. Como ocurre en el contexto psicoterapéutico, se despiertan fácilmente los modelos parentales, y con esto el peligro de desvirtuar las metas del encuentro y hacer más difíciles las decisiones ya de por sí difíciles.
Las relaciones con la institución
Los trabajadores de una organización también se relacionan con ésta personificándola. O identificándola con sus dirigentes y coordinadores (como mencionábamos antes cuando nos referíamos a la culpabilización de los directivos). El efecto es diferente en ambas opciones: en la primera nos sentimos identificados con el grupo, en la segunda marcamos una distancia que nos salva tanto de las responsabilidades como del mal funcionamiento. En ambos caso jugamos con la búsqueda o la huida de un buen o mal autoconcepto.
Cuando la identidad grupal es positiva lo tenemos fácil (pensemos por ejemplo en los seguidores de un equipo de fútbol exitoso). Podemos sentirnos entonces fuertes, alegres, orgullosos, afortunados, etc. La tarea es más ardua cuando la identidad es negativa, esto es, cuando el grupo provoca en sus integrantes una valoración indeseable sólo por su pertenencia. Como vemos, se trata de la misma dinámica que puede darse en una comunidad mayor, y también aquí pueden darse las reacciones fóbicas y contrafóbicas que ya explicábamos: resignación, protesta, aislamiento, orgullo y lucha.
Las interacciones repetidas en la institución dan lugar a tópicos en forma de pensamientos, comentarios y/ acciones (en la línea de la comentada “cultura de la organización”). Los tópicos pueden hacerse rígidos y dificultar los cambios en la relación con la organización. En la institución social, donde el AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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camino se recorre con frecuencia a tientas, la rigidez es uno de los principales obstáculos para su buen funcionamiento.
SISTEMAS FAMILIARES: EL PROBLEMA COMO SOLUCIÓN
La perspectiva sistémica
La concepción de sistema es la base de la Cibernética, que pretende universalizarla encontrando reglas comunes para todo tipo de sistema. En su definición más simple, un sistema es una composición ordenada de elementos que forman un todo unificado. En un sentido práctico, diríamos que estos elementos son diferentes que el todo que forman, y que este todo es diferente a la suma de los elementos individuales, pues “se comporta” como una unidad. El cuerpo humano (células, nervios, órganos, etc. funcionando como un todo) es un sistema prototípico.
Refiriéndonos a las familias, el sistema familiar tiene como tal un funcionamiento que comparten todos sus miembros. Bert Hellinger llama a este funcionamiento común “alma familiar”. Algunas características relevantes del sistema familiar (como también de otros tipos de sistema) son:
-
la retroalimentación: el sistema incorpora los resultados de sus actuación pasada, esto es, aprende de sí mismo
-
la autoorganización: la capacidad del sistema de modificar sus estructuras cuando se producen cambios en su medio
-
la homeostasis o coherencia: a pesar de los cambios, el sistema trata de mantener siempre una cierta estabilidad e identidad AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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-
la formación de estrategias: el sistema elabora unas pautas de acción para conseguir ciertas metas
Estas características (y otras muchas que incluye la Teoría General de Sistemas) no son ni buenas ni malas, pues igualmente, según las circunstancias específicas, pueden dar lugar tanto a comportamientos exitosos del sistema como a enredos problemáticos.
La familia como sistema
El sistema familiar no se identifica exactamente con lo que popularmente llamamos familia, ya que sus miembros pueden ser personas no emparentadas consanguíneamente con los demás o, por el contrario, no estar en él otras personas con las que sí se tienen lazos de sangre. Siguiendo a Bert Hellinger, señalamos como miembros de un sistema familiar a padres e hijos, a los hermanos de los padres, a los abuelos y hermanos de los abuelos y, en ocasiones a los bisabuelos. Todos estos miembros tienen influencias mutuas en el sistema, y sólo cuando hechos acaecidos influyen de manera determinante sobre el destino del sistema familiar, entonces pasan también a formar parte del sistema los protagonistas de tales hechos aunque sean miembros de otras generaciones (diferentes de las mencionadas) de la familia o incluso personas sin lazo consanguíneo alguno. El funcionamiento “como unidad” del sistema familiar da lugar en su seno a dinámicas y efectos sorprendentes. Así, dificultades que protagonizan algunos miembros pueden manifestarse en otros, incluso en otros de generaciones posteriores, y, más asombroso aún, en otros que nada saben de los hechos que protagonizaron los primeros. En otras palabras, puede ocurrir que los “síntomas” recaigan en personas que no participaron directamente del “origen”, y que estas personas actúen como si supieran de dicho “origen”, aunque en realidad actúan inconscientemente. Las intervenciones sistémicas (profesionales) suelen proporcionar luz sobre los hechos originales y otorgar AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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sentido a comportamientos que hasta ese momento sólo se experimentaban como incoherentes, problemáticos y hasta absurdos.
En las familias que denominamos excluidas encontramos a menudo estos comportamientos “contra” el sentido común, persistentes incluso en la evidencia de que perjudican a sus actores. Cuando ampliamos la mirada desde esta óptica sistémica descubrimos no sólo su sentido sino incluso su meta: son comportamientos que pretenden “solucionar” algún déficit del sistema familiar (indiferentemente de que lo consigan o no), y por tanto están impulsados por la lealtad y el amor al sistema. Son, las más de las veces, tentativas infructuosas porque los que intentan no son los verdaderos implicados en los asuntos problemáticos, y no tienen fuerza para la solución. En términos sencillos, no pueden solucionar lo acaecido en el pasado y/o en otro lugar. No tienen el poder de la situación.
¿Cuáles son los acontecimientos que suelen provocar estos enredos sistémicos? En la historia familiar tenemos que atender, particularmente, a:
-
Muertes tempranas o prematuras: abortos, muerte durante el parto o en edades infantiles
-
Muertes inesperadas: en edades jóvenes, en accidentes trágicos o muerte de algún padre con hijos pequeños
-
Violencia intrafamiliar y extrafamiliar: suicidios, intentos de suicidios, crímenes o asesinatos (tanto asesinos como asesinados), sucesos de guerra, violaciones, abusos, injusticias graves, etc.
-
Destinos
significativos:
enfermedades o
lesiones
importantes,
discapacidad, emigración, exilio, padres de distinta nacionalidad o grupo étnico
-
Exclusiones: miembros de la familia rechazados, desterrados, internados o calumniados (la “oveja negra”), desposeídos de AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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herencias, miembros de la familia beneficiados de pérdidas o desgracias de otros (incluso sin intención), hijos no reconocidos o abandonados o dados en adopción
-
Separaciones traumáticas: alejamiento entre padres e hijos, divorcios conflictivos, hijos adoptados
-
Relaciones anteriores importantes: parejas anteriores (especialmente si son menospreciadas o se les causó algún daño), hijos de parejas anteriores, relaciones extramaritales
La existencia de estos asuntos no supone necesariamente la sucesión de problemas posteriores. Sólo si el sistema avanza sin resolverlos entonces otros posteriores se hacen cargo de ellos. El reconocimiento de estos sucesos familiares y el manejo adecuado y ordenado de los mismos posibilitan la salida de las implicaciones sistémicas y el fortalecimiento del sistema familiar. Lo que podríamos llamar “motivación” del miembro posterior de la familia (que se hace cargo de los asuntos de los anteriores) se relaciona con el deseo de mantener unido al sistema según unas leyes intrínsecas al mismo (más adelante ampliaremos esto cuando hablemos de órdenes del amor u órdenes sistémicos). Tomando nuevamente a Bert Hellinger como referencia, el comportamiento de los posteriores puede traducirse a mensajes verbales que éstos darían a los verdaderos implicados en los problemas. Mensajes del tipo “Te sigo” (es decir, paso por tu mismo destino) o “Yo mejor que tú” (si yo paso por eso tú te liberarás) son ejemplos significativos. Otras veces el miembro posterior reclama la pertenencia del algún miembro excluido del sistema, repitiendo los comportamientos de éste, aunque sean peligrosos.
Órdenes del Amor, Órdenes Sistémicos
Hellinger, con sus Constelaciones Familiares, descubrió que los sistemas familiares se guiaban por unas poderosas reglas, tal vez muy AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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primitivas, que establecían las condiciones de la pertenencia y su funcionamiento. Los Órdenes del Amor, como llamó a estas reglas, se basaban en sentimientos de unión e identidad con el sistema, de amor al sistema. Con su provocadora declaración: “Olvidaos de que Dios es Amor, el Amor es Dios” (muy significativa dado que él fue sacerdote durante la mitad de su vida), subrayaba el poder de los vínculos entre los miembros de una familia en estratos conscientes e inconscientes. Desde estos parámetros, su trabajo resultaba muy profundo y conmovedor, llevando a la luz motivaciones e impulsos que podían dar lugar tanto a problemas como a sus soluciones.
Concretamente, Bert Hellinger descubrió tres órdenes principales:
-
En el sistema familiar todos tienen su lugar, con el mismo valor. Si se excluye a un miembro, bien expulsándolo de la convivencia o teniéndolo
en
menor
consideración
(“oveja
negra”,
miembro
discapacitado, etc.), se extiende el malestar en el seno del sistema, naciendo un impulso reparador que puede surgir, como describíamos anteriormente, en un miembro posterior (hijos, nietos, incluso bisnietos).
-
Existe una prioridad para los que estaban antes en el sistema que ha de ser respetada. Esta jerarquía no atañe al valor de las personas implicadas, sino al orden en que sus asuntos han de ser atendidos y a la responsabilidad de cada uno con sus asuntos, y no con los asuntos de los anteriores. El desorden se produce cuando los posteriores se sienten responsables y creen que pueden reparar las culpas de los anteriores (hijos y padres, por ejemplo), o cuando exigen ser atendidos siendo los “últimos” en llegar (como segundos cónyuges respecto a los hijos anteriores de su pareja).
-
El sistema se mantiene mediante un equilibrio entre el dar y el tomar, de manera que lo que da un miembro ha de ser igual o equivalente a lo que reciba, y quien toma ha de devolver algo también igual o equivalente. El desequilibrio es fuente de malestar y conflictos. Aquí AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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hay una importante excepción: los padres dan a los hijos tanto (empezando por la vida) que éstos jamás podrán devolverlo. Sólo podrán devolver con los propios hijos.
Cuando el trabajo de Bert Hellinger fue conociéndose, comenzaron a surgir aplicaciones a distintos ámbitos. Él mismo aceptó, a mediados de los años noventa del siglo pasado, una demanda de intervención en una empresa, revelándose que
los Órdenes del Amor podían ser utilizados, con
modificaciones relativamente sencillas, como orientadores de las relaciones en diferentes grupos humanos. Con el tiempo, Hellinger ha redefinido su trabajo como “filosofía práctica de las relaciones humanas”, precisamente al descubrirse la versatilidad de los Órdenes.
LA CONCIENCIA EN LA ACCIÓN SOCIAL: ENREDOS, LEALTADES, CONFLICTOS, INOCENCIA, CULPA
Tipos de conciencia
Una vez más seguimos a Bert Hellinger. Posiblemente sea este tema la contribución más original de este autor. Hellinger estaba especialmente interesado en aquello que determina la buena y la mala conciencia, y por tanto lo que provocaba que una persona se sintiese inocente o culpable. Lo más sorprendente de este asunto, estudiado durante siglos por filósofos y moralistas, es que una persona puede sentirse inocente con conductas reprobadas
por
otros,
o
culpable
incluso
cuando
otros
alaban
su
comportamiento.
Bert Hellinger descubrió que la clave está en que no existe una conciencia, sino tres, interaccionando entre ellas, y que corresponden a una
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alma1 individual, a una alma grupal o sistémica y a una gran alma que abarca a todos
(últimamente
Hellinger
utiliza
aquí
la
palabra
“Espíritu”,
con
connotaciones filosóficas).
La conciencia individual protege la pertenencia de la persona a su grupo de referencia (familia, comunidad, organización…). Esta conciencia toma como guía las normas explícitas del grupo y las sigue para evitar conflictos y una posible expulsión. Cuando una persona cumple con su grupo se asegura su pertenencia y se siente inocente. Si no sigue las reglas, se coloca en riesgo de ser rechazado y se siente culpable. El miembro del grupo se sentirá inocente incluso haciendo daño a otros miembros de otros grupos diferentes, si ésta es una acción impulsada desde su sistema. Como pertenecemos a varios grupos, tenemos también varias conciencias individuales, que eventualmente pueden entrar en conflicto de lealtades (por ejemplo, nos sentimos inocentes ante la familia al seguir ciertos valores familiares, y culpables ante la comunidad si al seguir ese camino realizamos actos reprobables para esta última).
La conciencia grupal no sigue reglas conscientes. Es una conciencia que abarca a todo el sistema y que sólo podemos conocer por sus efectos (las conductas e interacciones a las que da lugar), de manera similar a como no podemos percibir la gravedad terrestre pero sentimos sus efectos. En esta línea, es semejante al concepto de “campo”. Esta conciencia es la responsable de los Órdenes del Amor u Órdenes Sistémicos. Es una conciencia primitiva (probablemente atávica, de cuando el ser humano se organizaba en clanes) y está al servicio de la supervivencia del grupo. Actúa como un sentido del equilibrio para el sistema, siguiendo los mencionados órdenes, y por esto no tiene reparos en imponer obligaciones a sus miembros. Sobre todo cuida de la permanencia de la vinculación del grupo y evita las injusticias y la exclusión. Si un anterior fue excluido, la conciencia grupal impulsará a un posterior a ocupar su lugar, como una reclamación a todo el sistema. Dado que en el sistema 1
Hellinger siempre ha preferido el término “alma” a “mente”, más usual hoy en día. Sin embargo, en él “alma” no tiene las connotaciones religiosas que le atribuye la Teología. Está más cercano a la primera definición que aparece en el Diccionario de la RAE: “Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”. Si el lector lo prefiere, puede sobreentender “mente” sin problemas. AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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pueden seguir “presentes” miembros que ya no están (por fallecimiento en una familia, fundadores de una organización que ya se retiraron, etc.), los efectos de
esta
conciencia
pueden
actuar
sobre
personas
no
directamente
relacionadas con las excluidas, lo cual hace aún más difícil hacer consciente la relación. Generalmente las personas enredadas con la conciencia grupal no entienden su comportamiento compulsivo e incoherente, y pueden proyectar estos sentimientos acusando a los demás de no comprenderles, aunque también perciban los resultados nefastos de su comportamiento.
Por último, existe una conciencia mayor que se detecta en el trabajo con Constelaciones Familiares, que parece regir el vínculo entre todos los seres humanos, independientemente de los sistemas a los que pertenezcan. Es una conciencia más difícil de percibir (algunos consteladores trabajan sin tenerla en cuenta e incluso sin aceptarla, sobre todo desde que Hellinger le dio un matiz espiritual, en el sentido de “ordenadora” de lo vivo). Su influencia invita e impulsa hacia la reconciliación en el conflicto entre grupos.
Algunos efectos de la conciencia
Las conciencias han de ser respetadas, pero no ser consideradas impulsos irrefrenables y en ocasiones destructivos. En cierto sentido limitan la libertad, pero no la anulan. Los conflictos de conciencia suelen aparecer cuando las seguimos sin respetarlas, con criterios infantiles o no asumiendo nuestra responsabilidad. La perspectiva sistémica no es una postura determinista, sino una invitación a considerar que no todas los caminos son soluciones (aunque nos parezcan razonables). Una mirada más amplia a los asuntos difíciles o que nos enredan nos permite localizar las acciones o actitudes realmente coherentes y eficaces.
Así, la conciencia individual nos impulsa a la pertenencia familiar, y sin embargo vivimos en el seno de comunidades que esperan nuestro ingreso en ellas de pleno derecho. Es decir, la madurez exige la emancipación de la familia. Pero no vale cualquier retirada, cualquier alejamiento de la familia. Cuando iniciamos la emancipación de la familia sentimos culpa y desazón, al AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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abandonar los criterios y relaciones que, hasta ese momento, fueron nucleares en nuestra vida. Si el joven no asume esa culpa y prefiere obviarla, sus relaciones posteriores se verán complicadas por pretender mantener las anteriores.
De la misma manera, las relaciones desequilibradas en el dar y el tomar sólo pueden repararse asumiendo el desequilibrio, en un verdadero encuentro entre las personas implicadas. A veces el “arreglo” pretendido puede desarrollarse desde una posición infantil, en el que uno de los implicados (por ejemplo, quien recibió de más, o quien dañó a otro) pretende compensar al otro a través de su propio malestar y sufrimiento, incluso a través de la enfermedad. En realidad, con este proceder evita el contacto con el otro.
La influencia de la conciencia grupal también, como hemos visto, puede llevar a conflictos. Cuando se reconocen las conexiones entre las dificultades y los desórdenes sistémicos, entonces es posible actuar desde la reconciliación y el respeto. Quien toma y mantiene la representación de un excluido del sistema se siente más grande que los demás miembros. Sólo volviendo a ocupar su lugar, en un acto de humildad, aporta una solución.
En una organización la conciencia grupal puede actuar de la manera que hemos visto y también enredándose con la conciencia familiar e individual de los profesionales. En organizaciones de intervención social puede ser un tema muy problemático, cuando, por ejemplo, la labor profesional entra en conflicto con los valores familiares, o cuando la ambigüedad de la intervención (incluso, en general, de las estrategias y fines de la organización) hace sentir inseguridad a los trabajadores, que temen estar provocando daños en los usuarios,
sintiéndose
culpables.
Los
sentimientos
de
culpabilidad
no
comprendidos, e incluso los de inocencia evitativos y disociados de las experiencias reales, impiden un contacto real con los usuarios y también entre compañeros y equipos de trabajo.
Estos asuntos suelen requerir la exploración particular de cada circunstancia. AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
IDENTIFICACIÓN Y MANEJO DE EMOCIONES EN LA INTERVENCIÓN CON MENORES EN RIESGO. GRANADA 2013
ÓRDENES DE LA AYUDA
Los Órdenes de la Ayuda se refieren a las estrategias que facilitan una relación de ayuda eficaz y exitosa. La estrategia es un término militar que señala la distribución de las fuerzas, los recursos y los materiales previa a la batalla, diferente a la táctica, que consistiría en el manejo de la situación en la propia batalla. Estos conceptos se han trasladado a otros campos, como el deporte (estrategia del ajedrez, del fútbol, en una carrera atlética, etc.) o la empresa (estrategia comercial, publicitaria, etc.).
Podríamos llamar táctica de la ayuda a la aplicación concreta de las habilidades por parte del profesional. De especial relevancia en el trabajo social son aspectos como:
señalar los puntos fuertes de las personas implicadas
identificar y dirigirse a las personas o a los agentes más poderosos del sistema
contemplar e intervenir en las dinámicas familiares que enredan el funcionamiento comunitario
planificar el trabajo en equipo y la intervención coordinada
Para la, propiamente, estrategia de la ayuda seguiremos a Bert Hellinger que enumera los siguientes Órdenes de la Ayuda:
Sólo dar lo que se tiene y sólo tomar lo que se necesita. A cada orden corresponde un desorden. Aquí el desorden aparece cuando uno pretende dar lo que no tiene y el otro quiere tomar lo que no necesita
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Contener la ayuda interviniendo sólo hasta donde las circunstancias lo permitan. El desorden consiste en pretender ayudar contra circunstancias inmodificables (enfermedad, culpa propia…)
Ayudar de igual a igual, de adulto a adulto. El desorden es permitir que un adulto demande como un niño y que el ayudador trate al cliente tomando para sí un papel de padre o madre
El cliente es todo el sistema de la persona que demanda ayuda (visión sistémica). El desorden aparece si no miramos a las personas decisivas que pertenecen a la solución, excluyéndolas
Ayudar a la persona tal y como es, sin enjuiciarla, por mucho que se diferencie de mí. El desorden consiste en juzgar al otro, guiándose por valores morales
Evitar la compasión, que lleva a lamentarse por el pasado. El desorden aquí es consolar al otro, demostrando que se hubiese querido que fuese diferente
Los Órdenes de la Ayuda son una valiosa guía para el profesional de la ayuda en general y para el profesional social en particular. Naturalmente, exigen un concentrado entrenamiento y, a veces, una revisión y trabajo personal cuando enredos personales nos llevan a implicaciones excesivas con los usuarios o con los resultados que les exigimos.
Son, por tanto, tanto una guía como una meta. Como se observa, siguen los parámetros sistémicos, pues en la relación de ayuda se forma un nuevo sistema basado en el encuentro del sistema familiar del profesional, el sistema organizacional al que pertenece el profesional, los sistemas familiares de los usuarios y el sistema comunitario que los engloba a todos. La situación es muy compleja. Estos órdenes permiten al profesional intervenir de forma más coherente y respetuosa. AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. CIF B-91979468
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Ángel Martínez Viejo AMV PSICOTERAPIA Y FORMACIÓN, S.L.P. C/ Alcazaba, 14 41930 Bormujos (Sevilla) Tlfnos.: 955 72 41 73 / 625 51 28 76 Email: amv_psi@yahoo.es
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