partes de otras tierras en nuestra tierra Registro de bienes y valores urbano-arquitectónicos en las Aldeas de los Alemanes del Volga de la provincia de Buenos Aires
Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (LEMIT) de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC) COLECCIÓN WOLGADEUTSCHE
Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche (CACW)
Vitalone, Cristina Elena
Partes de otras tierras en nuestra tierra: registro de bienes y valores urbano-arquitectónicos en las aldeas de los alemanes del Volga de la provincia de Buenos Aires. - 1a ed. - La Plata: Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche, 2012.
80 p. + CD-ROM: il. ; 29x21 cm.
ISBN 978-987-28850-0-7
1. Patrimonio Arquitectónico. I. Título CDD 720
Fecha de catalogación: 08/11/2012
Diseño de tapa: DCV Muriel Walter
© 2012. Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche www.cacw.com.ar Está permitida la reproducción parcial de este libro en cualquier forma que sea citando la fuente correspondiente.
Impreso en Imprenta Imás calle 50 nº1449 esq.24 0221 453 5253 info@imprentamas.com.ar www.imprentamas.com.ar
ISBN: 978-987-28850-0-7
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. 1° edición: diciembre 2012 Impreso en la Argentina en el mes de diciembre de 2012
Presentación de la “Colección Wolgadeutsche” Es un orgullo para nuestro Centro Cultural dejar abierta esta Colección Wolgadeutsche con el libro “Partes de otras tierras en nuestra tierra. Registro de Bienes y Valores urbanoarquitectónicos en las Aldeas de los Alemanes del Volga de la provincia de Buenos Aires” lo que significa el fin del camino en la edición de un verdadero documento de estudio, y el principio de una tarea de difundir nuestra cultura con nuevas publicaciones en el futuro. La tarea de todas las instituciones suele ser anónima y silenciosa, pero no por ello debemos acallar nuestro agradecimiento a todos los que de alguna manera se han sumado para transformar pequeños esfuerzos en un gran resultado. Lo cierto es que no podemos dejar de agradecer a los actores más importantes de esta edición. Y hacerlo en forma pública. Muchas gracias a la arquitecta Cristina E. Vitalone, Directora del Proyecto y coordinadora eficiente de un equipo de trabajo estupendo que los lectores podrán apreciar. A los miembros del equipo LEMIT-CIC en las personas de la arquéologa Laura Duguine y la arquitecta Graciela Molinari y, a cada uno de nuestros representantes locales y motivadores de la participación, que han mostrado cariño, respeto y profesionalidad en la tarea. Gracias, a los Municipios de Puán, Coronel Suárez, Olavarría y Adolfo Alsina por habernos recibido con suma cordialidad a través de los funcionarios y los habitantes de las colonias que participaron de los talleres y nos atendieron con la típica hospitalidad volguense. Gracias, a miembros del Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche, Juan Carlos Scheigel Huck, Pablo Weimann y Margarita Hollmann por la inclaudicable gestión en la concreción del proyecto. A la Diseñadora en Comunicación Visual, Muriel Walter por su apoyo en el diseño de tapa y presentación de la edición final. Nos queda un agradecimiento especial para el Senador de la Provincia de Buenos Aires, Contador Horacio Luis López quien se ha sensibilizado con el proyecto, lo ha asumido como propio y nos ha permitido contar con los recursos necesarios para la edición.
¡Gracias a todos!
Prof. Horacio Agustín Walter Presidente del Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche Diciembre de 2012.
Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (LEMIT) de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC)
Prólogo El Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche (CACW) desde su creación ha bregado por “rescatar, preservar y difundir” la historia y la cultura de la comunidad alemana del Volga. Tareas de comunicación en las aldeas y colonias, horas de clases, conferencias y muestras y la participación constante en la vida de la comunidad nos ha permitido soñar con la realización de estudios que nos permitan conocer con profesionalidad, análisis racional y crítica metodológica seria, las raíces de nuestra comunidad, los lazos profundos del proceso migratorio y las expresiones mas concretas de las manos de estos hombres y mujeres como son sus propias viviendas, sus modos de pensar las aldeas, de trazarlas y cómo vivir en ellas. En definitiva sus bienes y valores urbanísticos y arquitectónicos. Estos sueños e ideas culminaron plasmándose en el convenio entre nuestro CACW y el LEMITCIC, logrando que aquel trabajo de campo que se realizó en las aldeas y colonias de la provincia de Buenos Aires y en la preparación de informes y documentos, se transforme ahora en el libro que a partir de ahora se presenta como “Partes de otras tierras en nuestra tierra”. La iniciativa de la arquitecta Cristina E. Vitalone nace a través de un comentario recibido por un amigo en la década del 90 despertando en ella la curiosidad de investigar la cultura edilicia de los alemanes del Volga. Esa curiosidad la llevo a viajar a Rusia como antecedente de lo que más tarde sería el trabajo de campo que hemos realizado a través la pampa bonaerense visitando cada una de las ocho colonias fundadas por nuestros queridos abuelos. En el Partido de Olavarría: Nievas, Hinojo y San Miguel; en el Partido de Coronel Suárez: Santa Trinidad, San José y Santa María; en el Partido de Puán: Santa Rosa y en el Partido de Adolfo Alsina: San Miguel Arcángel. Este primer relevamiento urbano-arquitectónico de las colonias alemanas del Volga en la República Argentina pretende aportar una visión de nuestro pasado para entender el presente y proyectarnos hacia el futuro con los conocimientos necesarios para interpretar nuestra etnia. La traza de las aldeas, la construcción de sus viviendas, la dimensión de la vida cotidiana de sus habitantes, nos permite a través de las propias expresiones de hombres y mujeres vivientes, desentrañar esa parte de la idiosincrasia inherente a nuestras raíces y que ha llegado a nuestros días. Claros ejemplos de estas expresiones fueron las trazas de las aldeas, los locales de uso doméstico y cotidiano, así como también las despensas sobrevivientes a lo largo del tiempo como gesto o evidencia de la sustentación de la familia. Esta obra marca un punto importante en el estudio de la historia y la cultura de la comunidad Alemana del Volga, en sus caracteres identitarios que la hacen única e irrepetible y en la diferenciación de sus improntas con respecto a las otras corrientes inmigratorias. Esta identidad se encuentra arraigada a través del par de siglos de emigración efectuada tanto en la estepa rusa del SXVIII como la pampa argentina del S XIX. Orgullosos de presentar esta obra deseamos que este aporte sea el puntapié inicial para que nuestros jóvenes se animen a ahondar en otros aspectos que hacen a los valores de nuestra comunidad, comprobables y difundibles y que, como tales, contribuyan a consolidar la identidad que nuestros abuelos nos han legado.
Juan Carlos Scheigel Huck Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche
INDICE
PRESENTACIÓN 1. LAS ALDEAS 1.1. 1.2. 1.3. 1.4. 1.5.
Imagen Aldeana Patios urbanos de encuentros permanentes Los límites de mi aldea La construcción de una ‘red urbana’ por la réplica de un mismo modelo Recorriendo Aldeas con Otras Miradas
2. LAS VIVIENDAS más “volguenses” 2.1. 2.2. 2.3. 2.4. 2.5. 2.6.
El tipo de vivienda volguense Casas y algunos galpones en mampostería de ladrillos Casas de piedra Ranchos de chorizo y adobes Otras miradas en las hojas de vida de las viviendas de primera generación Otras miradas en las hojas de vida de las viviendas de segunda generación
1 7 11 12 13 14 15 22 22 24 29 31 33 38
3. RECORDANDO ALDEA SANTA ROSA
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3.1. La aldea Santa Rosa de Ernesto Gottau
42
4. OTROS ASENTAMIENTOS 4.1. San Andrés 4.2. Monte La Plata
5. EL PRIMER ASENTAMIENTO EN COLONIA OLAVARRÍA 5.1. 5.2. 5.3. 5.4. 5.5. 5.6.
Acercándonos a las coordenadas territoriales del primer asentamiento. Las primeras familias en el Ejido de Olavarría. Las primeras familias y el primer asentamiento. El grupo pionero, “9 casas y el rancho de la Intendencia”. Un hogar de tránsito en las chacras de la Intendencia. Conflictos y hacia nuevas fundaciones.
46 46 47 50 51 52 53 54 56 56
Material de consulta en CDR ANEXO 1: Reconstrucción de los lazos entre comunidad y patrimonio urbano-arquitectónico. Contiene: partes del Cuestionario de Valoración de las Aldeas; series fotográficas de Ventanas, Postigos y Cenefas, ejemplos de Hojas de Vida de las Viviendas.
ANEXO 2: Relevamiento fotográfico. Contiene: Series fotográficas de las viviendas de 1º y 2º generación en Aldeas Hinojo y San Miguel (partido de Olavarría); Santa Trinidad, San José y Santa María (partido de Coronel Suárez) y San Miguel Arcángel (partido de Adolfo Alsina).
ANEXO 3: Hojas de Vida de las Viviendas Contiene: 33 ejemplos entre hojas de vida y fichas de las viviendas numeradas en correspondencia con su aparición en la serie fotográfica de cada aldea.
PARTES DE OTRAS TIERRAS EN NUESTRA TIERRA Registro de bienes y valores urbano-arquitectónicos en las Aldeas de los Alemanes del Volga de la Provincia de Buenos Aires.
PRESENTACIÓN Este documento reúne los resultados del proyecto “Registro de bienes y valores urbanoarquitectónicos en las Aldeas de los Alemanes del Volga de la Provincia de Buenos Aires”, desarrollado entre recursos humanos afectados al Programa “Planificación y Gestión Estratégicas Urbana y Territorial”1 -bajo la responsabilidad de su Directora Mgr. Arq. Cristina E. Vitalone- y del Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche (CACW) que, incentivados por su Sr. Presidente Juan Carlos Scheigel Huck, colaboraron para cumplir con los objetivos del convenio de Cooperación Institucional, Científica y Técnica entre esta institución y el Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (LEMIT) de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, sede del citado programa. Los estudios realizados desde hace más de dos décadas sobre los bienes arquitectónicos de los núcleos urbanos de descendientes de inmigrantes alemanes del Volga que ingresaron a partir de 1878 a las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, entre otras, han puesto en evidencia un proceso de deterioro que, progresivamente, disminuyó la posibilidad de comprenderlos por la singularidad de sus rasgos distintivos, más cuando sabemos que fueron transculturados desde lejanas tierras de Rusia para “territorializar” parte de su cultura en suelo argentino. En efecto, desde 1878 esas provincias cuentan con exponentes únicos de una forma de producir la común “identidad urbana” de sus pequeños poblados por la aplicación de un modelo “lineal” sobre el que ningún núcleo gregario, colonial español o republicano, tuvo origen racional. Es esta condición de origen la que, a nuestro juicio, mejor define el papel que les cabe a los pequeños poblados, mejor dicho a las Aldeas de los descendientes Alemanes del Volga al momento de rescatar y difundir sus valores -materiales e inmateriales- como cuota parte del patrimonio bonaerense. Sabíamos, también, que esos valores debían ser redescubiertos no solamente por medio de un registro fotográfico sino a través de “las miradas” de sus descendientes para encontrar aquéllos que aún los unen a los bienes urbano-arquitectónicos fundadores y pervivientes a través del tiempo. Entre esos bienes se encuentran importantes testimonios: trazados urbanos con una única avenida, iglesias, escuelas, cementerios y las viviendas construidas por la reutilización de un tipo análogo a las volguenses abandonadas en Rusia y que llamamos de “primera generación”. La preocupación del CACW y del citado Programa CIC-LEMIT por el rescate de esos bienes dio origen en agosto de 2008 a la firma de un convenio con el objeto de contribuir al fortalecimiento de la base de datos de ese centro con la realización de un registro fotográfico de las aldeas de la provincia de Buenos Aires y, en particular, de las viviendas de “primera generación”. Por otro con el propósito de implementar dos nuevas herramientas de trabajo para encontrar esas otras miradas: un cuestionario de valoración en cada aldea y las hojas de vida de las viviendas, donde sus propios dueños, inquilinos, ocupantes y/o vecinos “de siempre” nos cuentan las historias que en sus interiores acontecieron. Ambas herramientas fueron utilizadas para registrar los valores materiales de esos bienes y, fundamentalmente, sus valores inmateriales como aportes a la reconstrucción de los lazos entre la comunidad descendiente y el patrimonio cultural urbanoarquitectónico de “Hinojo, Nievas y San Miguel” en el partido de Olavarría; de “Santa Trinidad, San 1
El Programa “Planificación y Gestión Estratégicas Urbana y Territorial” (Res. CIC 2002/99 subprograma 2. Planificación y Gestión del Patrimonio Urbano-Arquitectónico) tiene sede en el Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica (LEMIT) de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Cabe señalar que desde 1994 todos los temas abordados sobre el patrimonio urbanoarquitectónico de los descendientes de alemanes del Volga se encabezan con el título “partes de otras tierras en nuestra tierra”. 1
José y Santa María” (Colonias 1, 2 y 3) en Coronel Suárez; de “Santa Rosa” en Puán y de “San Miguel Arcángel” en Adolfo Alsina. Justo es reconocer que a esta experiencia, la más completa de las realizadas hasta el presente, le han precedido otras en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. La primera fue realizada el 30 de septiembre de 2002 en ciudad Paraná con un grupo de descendientes de alemanes del Volga que, en ‘tour de visita’, tenía como destino nucleamientos “en aldeas” localizados al oeste de la provincia de Entre Ríos. Fue la voz del locutor del programa Unser Weg emitido por Radio del Centro la que un domingo de agosto motivó nuestro interés por incorporarnos al ‘tour’2 y su coordinador, José Gareis, nos abrió el camino para poner a prueba y ajustar las herramientas de trabajo dirigidas a conocer los valores del patrimonio urbano-arquitectónico a través de la opinión de aquéllos que por diversas razones se habían alejado de sus aldeas natales. A la experiencia en ciudad de Paraná sumamos otra en La Plata, desarrollada el 28 de abril de 2003 y movilizada gracias al esfuerzo de Daniel Sieben que reunió un grupo de descendientes nacidos en pequeños poblados aldeanos de las provincias de Buenos Aires y La Pampa. Por último el 10 de mayo del mismo año desarrollamos actividades de taller3 en Aldea Hinojo de Olavarría con residentes-descendientes directos de los fundadores de la llamada Colonia Madre del Sur. En esa instancia, incentivada por Armando Heim, les explicamos la importancia que tienen sus fundaciones en la historia del urbanismo argentino del siglo XIX; promovimos el debate sobre la necesidad de tomar conciencia de los valores de un patrimonio urbano y arquitectónico que, por diferente, constituye una de las ventajas comparativas del territorio bonaerense y, pusimos a prueba el mencionado cuestionario de valoración sobre sus bienes urbanos y arquitectónicos (ver viñeta I)4. Por ello, y con el mismo convencimiento, entre los días 29 de agosto y 7 de setiembre de 2008 visitamos ocho de los nueve asentamientos de inmigrantes alemanes del Volga en territorio bonaerense con el fin de descubrir “nuevas miradas” sobre los valores que la propia comunidad le otorga a los bienes de su cultura urbano-arquitectónica aún pervivientes. En los partidos de Olavarría, Coronel Suárez, Puán y Adolfo Alsina, respectivamente, recorrimos las aldeas de Hinojo (1878), Nievas (1879) y San Miguel (1881); Santa Trinidad (1886), San José (1887), Santa María (1887), Santa Rosa (1902) y San Miguel Arcángel (1903) 5. Esas, otras, nuevas miradas quedaron expresadas en los cuestionarios de valoración y en las hojas de vida que algunos de sus habitantes adjuntaron al registro fotográfico de sus viviendas, realizado entre el equipo de trabajo del Programa LEMIT-CIC y voluntarios locales que relevaron, prioritariamente, las sobrevivientes del tipo calificado de primera generación (ver viñetas II y III). Como veremos, ese registro ha puesto en evidencia también un viejo proceso de sustitución, degradación e incluso demolición de gran parte de los bienes urbano-arquitectónicos que fueran testimonios de un modo particular de organizar los espacios “colectivos” (las aldeas) y “privativos” (las viviendas) de los inmigrantes alemanes del Volga. En todos esos sentidos los resultados del proyecto aportan nuevos insumos de información a la importante base de datos de “genealógicos de distintas familias”, de “fundadores de aldeas” y de 2
Digo nuestra, porque viajé con Rosa Schaposnik, Licenciada en Economía; Silvina Auge Diseñadora en Comunicación Visual, constante colaboradora en la producción gráfica y diseño editorial de los resultados de proyectos vinculados con el tema y con Fernanda Castro, Licenciada en Comunicación Social. 3 Las tareas de coordinación del taller en Colonia Hinojo estuvieron a cargo de la Licenciada en Comunicación Social Fernanda Castro y la Arquitecta Graciela A. Molinari, también responsable del relevamiento fotográfico de Colonia Hinojo en aquella experiencia. 4 Esa experiencia, presentada bajo el título “Reconstrucción de los lazos entre los bienes urbano-arquitectónicos y comunidad”, en octubre de 2008 fue nominada como DESTACADA por el jurado internacional del VII Premio “SOMOS PATRIMONIO” del Convenio Andrés Bello. 5 El relevamiento fue realizado en las Aldeas-Colonias más conocidas y reconocidas como fundaciones propias de los Alemanes del Volga. Sin embargo quedaron en el camino “Monte La Plata” (1906) en el partido de Villarino y la poco explorada “Aldea Rusa San Andrés” (1900?) en el partido de Puán. Sobre estos dos asentamientos este documento adelanta algunos datos que justifican profundizar en los estudios urbanísticos, arquitectónicos e incluso arqueológicos para reincorporar los bienes que aun perviven al patrimonio cultural de sus descendientes. 2
“investigadores genealógicos” del Centro Argentino Cultural Wolgadeutsche que, en conjunto, constituyen los referentes calificados de la investigación aplicada a la planificación y gestión de sus bienes urbano-arquitectónicos con visión estratégica. Pero, por sobre todo, nos aproximaron a la identificación colectiva de sus valores como prerrequisito indispensable para garantizar su reactivación con fines didácticos, educativos y/o turísticos, en sintonía con las acciones de rescate, preservación y difusión de otros elementos identitarios de la cultura de los Alemanes del Volga. El apartado 1, titulado “Las Aldeas”, presenta un breve marco conceptual sobre este tipo de nucleamientos con el propósito de resaltar los rasgos más distintivos (ítems 1.1.-1.2.-1.3.) y de hacer comprender que cada una vale por sí misma y, al mismo tiempo, como hito de la construcción histórica de una nueva red urbana sobre territorio bonaerense (item 1.4.). Asimismo reúne las respuestas y algunos ejemplos gráficos que hacen referencia a las opiniones de los encuestados sobre el valor que le otorgan a los elementos urbano-arquitectónicos constitutivos de las aldeas (item 1.5.). En este apartado, como en todos, las ilustraciones están acompañadas por textos seleccionados de una amplia bibliografía sobre el tema. En el segundo destinado a las Viviendas “más volguenses”, calificativo que hemos utilizado para presentar las llamadas de “primera generación” en clara alusión a las construidas por los primeros inmigrantes según una tipología muy utilizada en los pequeños poblados de Rusia, aparecen las imágenes de sus particulares componentes (item 2.1.) y en 2.2., la secuencia fotográfica de un importante número de viviendas y algunos galpones que responden al tipo y aún luchan por sobrevivir con muros en mampostería de ladrillos y/o piedras, además presenta testimonios de “segunda generación” (2.3.) y de las construidas a modo de ranchos de adobe o chorizo (2.4.). Este apartado introduce también las miradas de los descendientes encuestados que, transferidas desde los gráficos volcados en los cuestionarios de valoración y las opiniones en las hojas de vida, traman el discurso sobre algunas de las razones que justifican los estudios particularizados para la preservación de tan rico patrimonio residencial (ítems 2.5.- 2.6.) El tercer apartado está dedicado a una aldea físicamente desaparecida pero viva en el recuerdo de aquéllos que pasaron allí su infancia y de los jóvenes que con distintas acciones tratan de salvar lo poco que les queda en el terruño de sus abuelos y, el cuarto nos acerca una apretada síntesis de la historia de dos asentamientos (no visitados en este viaje), con el sólo propósito de incentivar los estudios para, definitivamente, reconstruir los eslabones de una red que unía, también por sobre toda frontera, a los primeros inmigrantes alemanes del Volga por el lenguaje común de sus bienes urbanos y arquitectónicos. Por último, incorporamos a esta publicación parte de los resultados alcanzados en un proceso de investigación que avanza hacia el cumplimiento de un objetivo central: disipar algunas de las muchas dudas que giran en torno al primer asentamiento de los inmigrantes Alemanes del Volga en Colonia Olavarría previo a la formación de Aldea Hinojo, considerada la Aldea Madre, Madre de Pueblos en la provincia de Buenos Aires. Mgr. Arq. Cristina E. Vitalone6 La Plata, octubre de 2012.
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Asesora de Dirección. Laboratorio de Entrenamiento Multidisciplinario para la Investigación Tecnológica.- Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC-LEMIT). Arquitecto-Magíster en Integración Latinoamericana y Especialista en Políticas de la Integración, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad Nacional de La Plata. 3
I
Participantes de la encuesta a no residentes Experiencias en: 1.- Ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos
RIEDEL Carolina. Aldea Valle María. Departamento Paraná. RICKERT Ina. Aldea San Francisco. Dpto. Diamante. ANONIMA: Aldea San Isidro. Dpto. La Paz. ANONIMA: Aldea María Luisa. Dpto. de Paraná. MAYER Yolanda. Pueblo Hernández. Dpto. Nogoyá WAIMER Jorge Oscar. Pueblo Hernández. Dpto. Nogoyá HUCK Carolina. Colonia El Potrero, Dpto. de Concepción del Uruguay. ANONIMA: Colonia General Ramírez. Dpto. Diamante. WAIMER María Esther. Pueblo Camps. Dpto. Paraná Motivador de la participación: GAREIS José (coordinador del viaje a las Aldeas de los alemanas del Volga de Entre Ríos. 29,30,31 de octubre y 1 de septiembre de 2002) Lugar y fecha: Hotel Provincial de Paraná. 31 de octubre de 2002.
2.- Ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires SCHAMBERGER María Teresita. Colonia Hinojo. Partido de Olavarría. SCHNEIDER. Pueblo Santa María (Colonia 3). Partido de Coronel Suárez. GONZALEZ GROH María Angélica. Colonia Santa María La Pampa. BOBB Stella Maris. Pueblo San José (Colonia 2). Partido de Coronel Suárez. HERR Avelino. Pueblo San José (Colonia 2). Partido de Coronel Suárez. SCHWINDT WEIMANN Juan Clemente. Pueblo San José (Colonia 2). Partido de Coronel Suárez. WALTER Horacio Agustín. Pueblo San José (Colonia 2). Partido de Coronel Suárez. Motivador de la participación: SIEBEN Daniel. Lugar y fecha: Club Germano Argentino, 28 de abril de 2003.
Participantes de la encuesta a residentes Experiencia en: Colonia Hinojo, partido de Olavarría. Buenos Aires.
SCHWINDT Norma Esther. KROLTER Mason Amelia. MINER Norma Blanca. WALTER Jorge. HEIM Domingo Pedro Miguel. ANONIMA 1. ANONIMA 2. Motivador de la participación: HEIM Armando. Asesor de filiales de Olavarría de las colonias de Alemanes del Volga. Lugar y fecha: Museo de los Alemanes del Volga. Colonia Hinojo, 10 de mayo de 2003.
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II
Participantes del Cuestionario de Valoración Hinojo, partido de Olavarría. HEIM, Domingo Pedro Miguel. SCHWINDT, Norma. STEIBACH, Rosa Estela SCHANBERGER, Delma SAK, Jorge
Santa Trinidad
San José
Santa María
Partido de Coronel Suárez GELLINGER, Rosa BENDER, Benedicta WAISER, Hermelinda
SCHWAB, Hugo Omar FLHER, Rosa MELGOR, Mariel MELGOR, Héctor Alberto LAUMAN, Ricardo MAIER, Delia FRANK, María Sol DIETRICH, Miguel Enrique SAUER, Carina Noemí
BAUER, Nélida Lucrecia STREITENBERGER, Daniel Hernán BAIER, Carlos Francisco SCHMIDT, Laura REEB, Graciela Paola STREITENBERGER, Yesica
Santa Rosa, partido de Puán. GOTTAU, Ernesto
San Miguel Arcángel, partido de Adolfo Alsina. DIETZEL, Pedro GOTTFRID, José Ángel RAU, Armelia PROST, Teresa KLOSTER de KRODER, Dorotea MASSON, Haydée HENRICH, Rocío Soledad SCHULMEISTER, Elsa Mabel RUPPEL, Mabel Oliva DIETZEL, Rosa Lima SCHMIDT, Alicia PROST, Arnoldo BERATZ - SCHROEDER, Ernesto Hilario DENK RUPPEL, Roberto MASSON, Áurea Edith BAIMLER, Apolonia Victoria
Coordinación de talleres: Mgr. Arq. Cristina E. Vitalone Motivadores de la participación: Norma SCHWINDT en Hinojo; Daniel MINIG en Santa Trinidad, San José y Santa María; Jorgelina WALTER en Santa Rosa y Mabel RUPPEL en San Miguel Arcángel.
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III
Participantes en las Hojas de Vida de las Viviendas (ver Anexo 3) Hinojo, partido de Olavarría. WAGNER, Jorge. WAGNER de GRUTER, Juana D.
San Miguel, partido de Olavarría. MASSON, Laura
Santa Trinidad
San José
Santa María
Partido de Coronel Suárez BAHL, Verónica. SCHWAB, Francisco y KEES Serafina. BERATS, Nicolás. HORN, María. BERG, Roberto. SCHWAB, Tomás. HEINRICH, Rosalía
DUCKHARDt, Norma WESLER, Alberto KARP, Juana viuda de Enrique Zerfus. POLAK, Jorge. MINIG, Lidia. ROBEIN-LAMBRECHT, Apolonia de WAGNER. HOLZMAN, Eva. PERG WESNER. SCHWINDT, Salomón. SCHWAB, Juan Pedro.
HEILAND, Cunler Teresa DETZEL, Teresa STREMEL, Cornelio. MEIER, José GRAFF, Gaspar WALTER, José KRIEGER-LINDER MAIER, Elisa MARTINEFSKI, Ana Guillermina STREITENBERGER, Juan GRAFF, Horacio. STREITENBERGERHOLZMAN.
Santa Rosa, partido de Puán. WALTER, Jorgelina.
Relevamiento fotográfico Equipo de Trabajo: Prof. M. Laura DUGUINE- Becaria LEMIT-CIC Arq. Graciela A. MOLINARI- Profesional LINTA-CIC, relevamiento fotográfico y procesamiento de fotos y planos de referencia (ver Anexo 2). Sr. Juan Carlos SCHEIGEL HUCK- CACW Colaboradores locales: En Santa Trinidad, San José y Santa María: Daniel MINIG Roberto MINIG Néstor Emilio (Pocho) BAHÍA Diego PINO (en Santa Trinidad) y Alicia HIPPERDINGER (en Santa Trinidad y San José) En San Miguel Arcángel: Dionisio MOYANO, Delegado Municipal.
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1. LAS ALDEAS “El concepto de Aldea para un latino o americano, está desprovisto de esa carga afectiva ancestral que entonces primaba; para un alemán una aldea era un pueblo, casi una ciudad. En la colonización del Volga, su importancia revestía un carácter aún mayor: era común encontrar aldeas de diez mil o más habitantes”, Popp y Dening (1977)1. La lectura de este párrafo nos introduce en uno de los rasgos distintivos del modo de hacer ciudad de los alemanes del Volga, más cuando sabemos que su voluntad por radicarse en grupos aislados y étnicamente homogéneos “como en el Volga” convirtió a las aldeas en hitos de un largo camino de peregrinar y, sobre todo, de un modo de vivir el espacio urbano más cercano a sus hábitos, costumbres, usos, formas de trabajo, normas y pautas culturales de origen2. Autores como Popp, Dening (1997) y Arabito (1996)3, entre otros, sostienen que en Rusia los inmigrantes alemanes encontraban al llegar el territorio organizado de acuerdo con un modelo urbano en cuya concepción convergían razones de seguridad, control y reacción solidaria frente al medio y tribus hostiles; de proximidad entre los edificios de servicios comunitarios, escuela e iglesia, y de concentración de personas de una misma etnia, bajo los mismos reglamentos e idéntica confesión religiosa. En la estructura de ese modelo, que dio origen a numerosas aldeas de alemanes en la Rusia de las últimas tres décadas del siglo XVIII, destacaban una “calle ancha o avenida central, como eje de la edificación”, la iglesia, la escuela y el cementerio.
Dehler (1767)4
Kamenka (1765)
Marienthal (1766)
1
Popp, Víctor P. y Nicolás Dening (1997), “Los Alemanes del Volga, Tras largo peregrinar por Europa hallaron patria definitiva en América”. Buenos Aires: Edición de los Autores. 2 Vitalone, Cristina E. (1995), “Alemanes del Volga: Colonia Madre del Sur”, en Anales LINTA 1995. La Plata: Laboratorio de Investigaciones del Territorio y el Ambiente. Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. 3 Arabito, Mario, Oscar Luna y Fabián Piñeiro (1996), “Los Poblados Rurales de los Alemanes del Volga en la Provincia de Buenos Aires”, en Revista Premio Anual de Arquitectura, Urbanismo, Investigación y Teoría. La Plata: Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires. 4 Plano en Schwerdt, Héctor Maier “Del Baúl de los Recuerdos de nuestra gente”, en Vademécum Nº 1. Coronel Suárez: Asociación Argentina-Alemana “Nuestras Colonias”. 7
Cien años más tarde sus descendientes se encontrarían en la provincia de Buenos Aires con pueblos y ciudades también planificados pero según modelos urbanos dominados por la figura de un cuadrado. Chacras y quintas, manzanas, plazas y solares cuadrados, respondían a un ideal de formas urbanas y rurales que, en la segunda mitad del siglo XIX, ya había demostrado su utilidad para organizar el territorio bonaerense (Vitalone, 1990)5. Pueblos y ciudades con plaza, central principal y en torno a ella los edificios más significativos del culto, la educación, el gobierno y la justicia; dos avenidas en cruz sobre los ejes cartesianos de la forma urbana y cuatro plazas menores, condicionaban el uso del espacio público por costumbres muy alejadas de aquéllas que portaban los inmigrantes alemanes del Volga.
Modelo urbano Ley de Inmigración y Colonización de 1876 (Ley Avellaneda)6
Por ello a los conflictos de adaptación al nuevo territorio - idioma, clima, paisaje natural, etc.- los inmigrantes sumaron actitudes de rechazo al orden urbano y rural preestablecido. Poop y Dening (1997) mencionan el caso de Colonización de Sauce Corto donde, frente al ofrecimiento de ser localizados en la incipiente ciudad de Coronel Suárez, los alemanes del Volga mensuraron y dividieron el territorio en tres aldeas -Santa Trinidad, San José y Santa María- “trazando una sola calle céntrica de 50 metros de ancho y ubicando los lotes de los colonos enfrentados a lo largo de dicha única avenida, con 28 metros de frente por 110 de fondo”. No fueron los únicos en tomar bajo su responsabilidad la mensura y división de una chacra en aldea. Como bien lo expresan Poop y Dening al referirse a Colonia Alvear, en la provincia de Entre Ríos, la tenacidad y voluntad de los colonos “para elegir el lugar en el cual debían ubicarse las respectivas comunidades, conforme a las aldeas de origen" superó el conflicto que generara una orden, en contrario, del gobierno nacional. Sobre este particular, Juan Lavié y Emilio Schloss7 le informaban al gobierno de la provincia de Buenos Aires en 1887 que los primeros inmigrantes Alemanes del Volga habían fundado “tres aldeas” en Olavarría “Siguiendo el sistema de colonización adoptado en Rusia […] son los descendientes de los primeros emigrados a la Rusia los que han venido al país, y no es extraño entonces que sintieran la necesidad de agruparse en comunas o aldeas siguiendo el método adoptado por sus abuelos”. Entonces, parece continuar Flores8 en 2003, “ellos fueron los que se encargaron del desarrollo y construcción de las aldeas, lo cual no podría ser hecho sino de acuerdo a ciertas pautas culturales que son las que les dieron características propias […] fueron ellos los que decidieron las formas que habría de adquirir el asentamiento”.
5
Vitalone, Cristina E. (1990), “Trazados Urbanos y Rurales Bonaerenses: Una Historia de Modelos”. Primer Premio Pedro Benoit. Ensayo Científico. Certamen de las Ciencias, las Artes y el Pensamiento, 1990. Dirección General de Escuelas y Cultura de la Provincia de Buenos Aires. Subsecretaría de Cultura. 6 Al amparo de la Ley de Inmigración y Colonización de 1876 ingresaron los inmigrantes Alemanes del Volga a fines del año 1877. 7 Lavié, Juan B. y Schloss, Emilio (1887), “Informe y Censo sobre las Colonias de Olavarría”, en Memoria del Ministerio de Obras Públicas, Tomo 2. Buenos Aires: Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. 8 Flores, Fabián Claudio (2003), “Vivienda y pautas culturales. La organización de la vivienda y el espacio cotidiano en las Colonias Rusoalemanas de Argentina”, en Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Vol. VII, núm. 146 (068). Universidad de Barcelona ISSN: 1138-9788. 8
El historiador Horacio Agustín Walter (2003)9, por su parte, considera que la reproducción de 'lo aprendido y conocido' en Rusia puede verificarse "en la igualdad en que armaron sus poblados, distribuyeron los solares para los pobladores, el modo de la arquitectura de sus viviendas, (y en) la instalación de los edificios más importantes” como las iglesias que, modestas o majestuosas, ocupan siempre un lugar urbano de privilegio junto a las escuelas. Ejemplos: la Parroquia Nuestra Señora de la Natividad en Hinojo (1890-Olavarría) “presidida por un impactante altar que fue traído desde Alemania”; la Iglesia San Miguel Arcángel de la aldea homónima (1909-Adolfo Alsina) para cuya “construcción se decidió convocar a una empresa, de un arquitecto alemán, que residía en la ciudad de Bahía Blanca, Joseph Bäuerle” o, la de San José Obrero (1927-Coronel Suárez) un edificio diseñado “por el padre Becket, secundado por los padres Scharle y Simons. En su interior la nave central se apoya en imponentes columnas como así también las naves laterales, conformando con sus arcos las denominadas bóvedas de crucería. La decoración mural es suntuosa, con pinturas que en su momento fueron encomendadas a maestros europeos especialmente contratados y con vitraux refinados, de muy alto valor artístico. Los altares son de mármol de Carrara sostenidos por columnas de ónix verde” (Diorio, 1987)10(Junblut, 2003)11 (Weyne, 1986)12. Con la iglesia, la escuela y el cementerio, las viviendas y la única avenida que estructura el trazado de cada aldea, esos inmigrantes expresaron su profundo rechazo al modelo urbano oficial. Por ello, el valor actual de los espacios calificados “aldeas” o simplemente 'colonias'13 no puede ser disociado de las funciones que debían cumplir esos nucleamientos en territorios de exilio, tampoco del rescate de sus rasgos distintivos tanto urbanos como arquitectónicos como los de Aldea San Miguel en colonia Olavarría que para Alejo Peyret (1889)14 aparecieron, hace ciento veinte años, “al fondo de un vallecito, produciendo un efecto agradable con sus árboles de álamos, de sauces llorones, en medio de los cuales se destacan las casitas blanqueadas y con techos de hierro galvanizado […] casas bastante elegantes de piedra labrada y de ladrillos, con pequeñas ventanas y adornadas con cortinas de colores brillantes. Hay una capilla con campanario (y) Una calle ancha de treinta metros más ó menos forma el eje de la población”. Partido de Olavarría Hinojo (1878)
Nievas (1879)
San Miguel (1881)
9
Walter, Horacio (2003), “Identidad e Inmigración, un espacio de convivencia”. La Plata: Edición del Autor, ISBN 987-43-662-1 10 Diorio, Ramón y Diorio, Guillermo (1987), “Hinojo, 100 Años -1887 – 5 de enero – 1987”. Olavarría: Impresora Pareja-Olavarría. 11 Jungblut, Christian (2003), “San Miguel Arcángel. 100 Años de Historia Alemana del Volga”. Bahía Blanca, Argentina: Imprenta Editorial LENZÚ. 12 Weyne, Olga (1986), “EL ÚLTIMO PUERTO. Del Rhin al Volga y del Volga al Plata”. Buenos Aires: Editorial Tesis, Instituto Torcuato Di Tella. 13 Cabe aclarar que en la provincia de Buenos Aires se utiliza el término colonia para designar, indistintamente, al núcleo urbano y a la gran extensión de territorio (Colonia) que lo contiene (ejemplo: Colonia Hinojo en Colonia Olavarría). Por el contrario en la provincia de Entre Ríos encontramos la utilización diferenciada de los términos Aldea o Villa para los núcleos urbanos y colonia para el gran territorio de pertenencia (Aldea Protestante en Colonia Alvear). 14 Peyret, Alexis (1889), “Una visita a las Colonias de la República Argentina”, Tomo II Cap VII. Buenos Aires: Imprenta La Tribuna. 9
Santa Rosa (1902)15, partido de Puán
Partido de Coronel Suárez Santa Trinidad (1886)
San José (1887)
Santa María (1887)
San Miguel Arcángel (1903), partido de A. Alsina.
15
Dibujo de Don Ernesto Gottau, Santa Rosa, Puán. 10
1.1. Imagen aldeana. Entre esos rasgos distintivos se encuentran el modelo urbano y la imagen de sus pequeños poblados, tan bien descrita por el viajero sueco von Alfthen G.E. (1887)16 al recorrer Aldea Nievas en colonia Olavarría: “A través de las ventanas de los edificios hechos de lajas, piedra caliza y barro rojizo pegajoso brillan las luces de pequeñas lámparas con globos blancos (y) Un suave resplandor se refleja en las paredes blanqueadas al lado opuesto de las estrecha calle del pueblo, al modo ruso. Pasamos un lugar abierto en el que dos edificios mayores iluminados me son señalados como la Iglesia y la Escuela”. Hinojo (1878, Olavarría)
Nievas (1879, Olavarría)
San Miguel (1881, Olavarría)
Santa Trinidad (1886, Coronel Suárez)
San José (1887, Coronel Suárez)
Santa María (1887, Coronel Suárez)
Santa Rosa (1902, Puán)
San Miguel Arcángel (1903, A. Alsina)
16
von Alfthen, G.E. (1887), “Una excursión a las Antípodas. Recuerdos de Viaje Dispersos”. Helsinki: Editorial G.W. Edlund. 11
1. 2.
Patios urbanos de encuentros permanentes.
Otro de los rasgos característicos de esos pequeños poblados es la conformación de un sector urbano de encuentros permanentes por las actividades que allí se desarrollan: sociales, culturales y religiosas. Ese sector, que bien merece la calificación de patio o “corazón urbano”, está señalado con la iglesia y la escuela, dos de los edificios más importantes del espacio social de la aldea que, parafraseando a Claudia Pfarher (y otros, 1993)17, “tanto en Rusia como en Argentina, fue recreado a la perfección. Desde la constitución del ambiente físico (las casas, la distribución de la aldea) hasta las prácticas sociales y culturales”.
Hinojo, iglesia, escuela, monumento, museo…
Nievas, iglesia, ex escuela…
San Miguel, iglesia, museo…
Santa Trinidad, escuela, iglesia…
17
Pfarher, Claudia; Mattiazzi, Marcelo y Gabriela Gómez del Río (1993), “Identidad de un Pueblo“. Santa Fe: Fundación Banco BICA. 12
San José, iglesia, escuela…
Santa María, iglesia, escuelas…
San Miguel Arcángel, iglesia, escuela…
1.3.
Los límites de mi aldea
También para preservar sus prácticas sociales y culturales y mantener el carácter homogéneo de origen, costumbres y tradiciones, la aldea no debía sobrepasar ciertos límites tanto en cantidad de habitantes como en superficie de ocupación del territorio. En general el trazado se materializaba sobre la superficie de una chacra, atravesada por una avenida ancha en su eje longitudinal que por uno de sus extremos permitía el acceso a la aldea desde los caminos vecinales y, por el otro “la cerraba” con la interposición de algún elemento físico para preservar la acotada escala de ese recinto urbano. En otros términos, el trazado se estructuraba a partir de una sola avenida, limitada entre el camino de acceso y una vivienda o, simplemente, un alambrado que evitaban el indeseable crecimiento urbano y la densificación de la aldea. Sobrepasado el límite de densificación previsto por el modelo, y su sentido gregario, la aldea funcionaba como núcleo de expansión de pequeños grupos hacia nuevos horizontes. San Miguel, el ferrocarril y el arco del cementerio.
13
Santa Trinidad: Casa PRIETO
San José: Casa SHWAB
Santa María: Casa SHWAB y cruz rogativa.
1.4.
La construcción de una ‘red urbana’ por la réplica de un mismo modelo.
Cada aldea era, a la vez, sitio de arraigo y eslabón de una red de pequeños poblados con características urbano-arquitectónicas singulares y comunes a los fundados, por ejemplo, en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. En ese sentido Christian Jungblut (2003)18 es uno de los pocos autores que exclama su preocupación por la carencia de estudios promotores de una lectura “en cadena” del proceso fundacional de los inmigrantes procedentes de diferentes regiones de Rusia y de sus respectivos nucleamientos, las aldeas, más cuando sus historias, asevera, se realizan por “separado, como si se tratara de fundaciones aisladas, unas de otras”. En trabajos anteriores planteamos la necesidad de profundizar este enfoque para entender que sus aldeas funcionan como “hogares colectivos” donde se mezclan el orgullo, los recuerdos y las nostalgias de cada grupo habitante y, a la par, como “geosímbolos” de un largo camino de peregrinar que comenzó en la Rusia del siglo XVIII y, cien años más tarde, continuó en Argentina con la materialización de una identidad urbana común a su red de pequeños poblados (Vitalone, 2004)19.
18
Junblut Ch. (2003), “San Miguel Arcángel, 100 Años de Historia Alemana del Volga”. Bahía Blanca: Patagonia Prensa & Propaganda. 19 Vitalone, Cristina E. (2004), “Partes de otras tierras en nuestra tierra. Alemanes del Volga en territorio argentino”, 2º premio en Investigación Histórica, en Revista Premio Anual de Arquitectura, Urbanismo, Investigación y Teoría 20002001. La Plata: Publicación del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires. 14
1.5.
Recorriendo Aldeas con Otras Miradas
Hemos señalado que los primeros inmigrantes alemanes del Volga re-crearon un número significativo de Aldeas con el doble propósito de proteger su identidad cultural en cada recinto urbano y practicar el culto de la memoria sobre las formas de sus trazados, edificios comunitarios viviendas y cementerio. Desde entonces, esas formas estarían consagradas al recuerdo de aquéllas abandonadas en Rusia y, por consiguiente, a la construcción de nuevos lazos entre sus descendientes y los bienes de un patrimonio urbano-arquitectónico transculturado. Para conocer si aún perviven esos lazos sumamos al registro fotográfico de los bienes pervivientes, los resultados obtenidos del procesamiento de los cuestionarios de valoración y, como veremos en el segundo apartado, de las hojas de vida de las viviendas, dos de las herramientas de trabajo que nos aportaron esas tan preciadas “otras miradas” como insumos de información a tener en cuenta en la valoración actual de esos bienes. El cuestionario de valoración fue implementado en talleres por Aldea que reunieron a sus habitantes con diferentes grados de participación. Las técnicas utilizadas (expresión gráfica libre del plano de la colonia; asignación de categorías de valor a elementos urbanos y arquitectónicos y, preguntas cerradas cuyas respuestas debían ser transferidas gráficamente a los planos de cada aldea) nos aproximaron a las 'diferencias' que los habitantes reconocen en los elementos urbanos y arquitectónicos de sus aldeas respecto de otros contenidos en pueblos vecinos y, fundamentalmente, al orden de importancia que le atribuyen a la preservación del “ambiente” aldeano en el marco del fortalecimiento de su identidad cultural. Como lo expresa José Ángel Gottfrid (60 años) de San Miguel Arcángel: “No me pienso ir de acá ni obligado. Vivo tranquilo y es la felicidad más grande […] mantengamos lo que tenemos”, y lo que tienen son aldeas más “bellas que feas”, más “silenciosas que ruidosas”, más “muertas que animadas”, más “ordenadas que desordenadas”, más “antiguas que modernas”, más “bien cuidadas que mal cuidadas” y más “acogedoras que no acogedoras”, según los resultados obtenidos de un apartado del cuestionario de valoración (ver Anexo 1.1.) El trazado de todas las Aldeas constituye uno de los elementos urbanos más percibidos como diferentes. Para los encuestados en colonia Olavarría, aldea Hinojo “Tiene una avenida principal sola”; “una avenida principal […] y el cementerio detrás” y en ella destacan “el diseño de la calle principal, la ubicación de la iglesia, (y) los principales edificios”. En Coronel Suárez, Santa Trinidad “es un pueblo que no tiene plaza”, “la escuela está frente a la iglesia, el cementerio está en la aldea, (y) tiene calle principal”; San José es diferente por la “disposición de la avenida principal (y el) trazado irregular de las calles” y por sus “calles de más de 300 m” que no tienen 15
“bocacalle, o sea (son) cuadras grandes” y, por último, Santa María tampoco tiene “plaza”. Análogas diferencias aparecen en las respuestas de los encuestados en San Miguel Arcángel, partido de Adolfo Alsina: el trazado no cuenta con “una plaza principal”; “no tiene la plaza en el centro del pueblo” pero “sí un parque a la izquierda de la calle principal […] larga y ancha” en clara alusión al patio o corazón urbano, otro de los elementos distintivos que generalmente está asociado con el espacio urbano donde se localizan la iglesia y la escuela (ver Anexo 1, 2-3-4) . Hinojo20
Santa Trinidad21
San José22
Santa María23
San Miguel Arcángel24
20
Norma Schwindt. Rosa Gallinger. 22 Miguel Enrique Dietrich. 23 Carlos Francisco Baier – Daniel Hernán Streitenberger 24 Mabel Oliva Ruppel - Haydée Masson -Elsa Mabel Schulmeister-Anónima. 21
16
San Miguel Arcángel25
Taller en San Miguel Arcángel
En Hinojo ese patio urbano está definido, además, por “su monumento y por estar en la avenida principal” o “por su monumento a los fundadores, por sus juegos (y lugar de). Descanso por el verde”; en Santa Trinidad “está en la avenida principal y enfrente está la iglesia”, aunque la Aldea ya “tiene un espacio verde moderno con juegos”; en San José dudan de su existencia y como “no había”, “se utilizó un terreno baldío con posteridad para hacer uno (Plaza Sergio Denis)”. Con más contundencia se expresan los encuestados de Santa María al decir que sus “pueblos no tienen plaza central”, “los otros pueblos si tienen” y en este sentido el patio urbano “no está en condiciones como para ser un lugar recreativo como en muchos lugares”.
San José - Plaza Sergio Denis26 25
Apolonia Victoria Baimler- Áurea Edith Masson- Rocío Soledad Heinrich. Rosa Flher
26
17
Los encuestados de San Miguel Arcángel acercan otras respuestas al simplemente plaza “no tenemos”: el patio urbano es “por su ubicación […] un parque pequeño, diferente a las demás plazas”. Sin embargo, no todas las miradas están conformes con algunas de las características distintivas de su aldea. Mientras que para muchos la “hicieron porque tenían la visión de estar juntos” o porque “es una comunidad más chica y cálida […] asentamiento de mis raíces y me siento orgullosa”, para pocos “si (nuestros abuelos) lo hicieron mal al pueblo sin plaza me siento culpable que no tenga […], porque a mi me parece que le falta”. Con la frase “El alemán consideraba importante la iglesia más que la plaza”, Rosa Dietzel (66) de San Miguel Arcángel, se refiere al edificio más significativo de los patios urbanos de todas las aldeas. En Hinojo la parroquia está “sobre la avenida principal frente de la plaza”; también en Santa Trinidad “está en el centro de la avenida principal” como “Todas están sobre la avenida principal de cada colonia”. La iglesia de Santa María “En el centro del pueblo ¡Es hermosa!” y la de San Miguel Arcángel, “hermosa y grande”, para Alicia Schmidt (64) y Arnoldo Prost (68), aparece “en un lugar muy bien ubicado”, “en el centro del pueblo” concluye Roberto Denk (75). Razones no les faltaban para explicar el rol que ocupa el edificio de la iglesia en la Aldea: “El alemán consideraba su religión algo muy importante, por tal motivo creo que ubica la iglesia en el centro del pueblo, por ser su lugar de oración […] su centro del universo” y el “pilar fundamental de la cultura”.
Santa Trinidad27
San José29
San José28
Santa María30
27
Benedicta Bender. Carina Sauer - Santiago Roldán Melgor. 29 Tomás Roldán Melgor. 30 Nélida Josefina Lobos. 28
18
También los encuestados coinciden en que deberían rescatarse todos los edificios y lugares caros a su cultura de origen como el cementerio que “esta dentro de la zona urbana” y “la iglesia, por su tamaño en proporción al tamaño y población del pueblo”, dicen los de San José; el colegio y, nuevamente, el cementerio “dentro de la Aldea” que en Hinojo está “pegado a la plaza principal” y es “un paseo a una cuadra de la avenida”, en fin “todos los edificios o lugares principales (que) están sobre la avenida, o (en la) manzana principal”. A la pregunta “por qué cree que sus mayores trazaron una Aldea que no tiene plaza principal como los otros pueblos de la provincia?, los encuestados responden con múltiples argumentos que, en conjunto, sostienen los transferidos por sus antepasados para justificar la transculturación de un modelo urbano en aldea. En San Miguel Arcángel Dn. Ernesto Hilario Beratz (60 años) cree que fue “por falta de costumbre”, mientras que Mabel Ruppel (40), Áurea Edith Masson (33) y Apolonia Victoria Baimler (55) aseguran que el trazado es “una herencia y valor cultural que trajeron los fundadores” o “un legado cultural, que heredaron de sus antepasados”. Para Norma Schwindt (44 años) de Hinojo sus mayores trajeron el trazado “de las aldeas en Rusia” y Rosa Estela Steinbach (61), también de Hinojo, encuentra razones en la conformación de un patio urbano porque “el pueblo se construyó alrededor del Colegio (para) vivir cerca de la iglesia”. Para Hugo Omar Schwab (46) y Miguel Enrique Dietrich (24), ambos de San José, está claro que el modelo se adecuaba a “las tierras (que) les fueron cedidas para formar aldeas agrícolas, formadas por chacras alineadas a una calle central”. Algunas opiniones pusieron en evidencia cierto grado de desconocimiento sobre las verdaderas razones por las que los primeros inmigrantes transplantaron un modelo urbano sin plaza central principal. En el taller de San Miguel Arcángel, Rocío Soledad Heinrich (16 años) responde que sus ancestros “no sabían lo que era una plaza” o “no tenían tiempo de sentarse en un lugar específico como una plaza y charlar tranquilos”, mientras que para Elsa Mabel Schulmeister (18) “no se molestaron en plantar flores, plantas para formar una placita” y para Teresa María Dietzel (61) “no hubo lugar” donde construirla. En San José Carina Noemí Sauer (30) y María Sol Frank (22) sentencian que “a medida que fueron llegando se iban ubicando para así comenzar a trabajar” y “tener su hogar”, “no pensaron en lugares de recreación” y, en el mismo sentido se expresa Mariel Melgor (29): “cuando llegaron y se instalaron aquí, era gente que en su mayoría se dedicaban a trabajar el campo y no tenían tiempo, ni se lo hacían, para pasear”. Todas respuestas que se asocian con los “no sé” de un gran número de encuestados. De paseos por Hinojo y “amores por su pueblo” nos hablan Jorge Sak (84 años), Domingo Pedro Miguel Heim (75), Norma Schwindt (44), Rosa Estela Steinrach (61) y Delma Schamberger (55). Unos porque les gusta recorrer el “museo” (donde nos reunimos para implementar el cuestionario de valoración) y caminar “por todos lados” y “por la avenida, (que) es bella con el separador, los carteles de madera, la plaza centro y la de los Alemanes (en construcción) detrás del cementerio”, otros porque conocen “todos los lugares y personas” y “porque a pesar de ser un lugar chico siempre nos reencontramos con alguien que vivió en nuestro pueblo” (ver Anexo 1, 5.). Taller en Hinojo
Con pocas excepciones, también coinciden al responder las preguntas ¿A qué lugares de la Aldea llevaría a pasear a un visitante o pariente que viene de lejos? y ¿Frente a qué edificio/s o lugares de la Aldea/colonia se tomaría una/s foto/s para enviárselas a un pariente?: al museo por los “recuerdos”, para que vean “reliquias de nuestros antepasados” y porque es “un lugar cultural. Guarda historia de nuestros ancestros”. A la iglesia, para hacerle “conocer el lugar de nuestro 19
culto que tiene vitros (sic y) altar” y porque “tiene 122 años y se mantiene en excelente estado”, es “bella y se siente la paz” y es el “principal lugar de reunión y culto de los habitantes”. A la escuela porque “fueron toda mi familia” y por allí “pasamos y convivimos con distintas personas” o porque “es antiguo y la mejor construcción”, “un lugar importante en la educación de nuestros niños” y “le da vida a la aldea”. También, los de Hinojo los llevarían a pasear por el “lugar más lindo” de la aldea “un espacio verde y recreativo” con un monumento “recuerdo en su maqueta y placas de los 1eros inmigrantes” y por el cementerio ese “lugar santo” donde “descansan nuestros antepasados”, “nuestros padres y amigos”. No caben dudas, recorrerían primero el patio urbano, con la iglesia y la escuela, y el cementerio para, luego, tomar algunas fotos en “la entrada del pueblo porque (es la) muestra de toda la avenida principal”; en el “centro del pueblo” y en las “calles” o frente a “la casa en que vivo por el modelo antiguo” para “enviarles (a mis parientes) un recuerdo de las primeras viviendas”. Reunidas en el Centro de Jubilados de Santa Trinidad, Rosa Gallinger (67 años) que se encontraba “como en su segunda casa” porque hace 11 años que allí trabaja, Benedicta Bender (80) y Ermelinda Waisel (83) que en ese centro, también, encontraron “todo: amistad, compañía y alegrías. Buenas y malas”, coinciden al responder que a sus parientes y amigos los llevarían a pasear por la iglesia y su entorno “porque es muy especial para mí”, al cementerio “para ver mis seres queridos” y a todos lados “porque estoy orgullosa de la aldea”. Taller en Santa Trinidad
En San José, los paseos y las fotos más significativas son en y para la Iglesia “la más hermosa de toda la región”, dice Delia Maier (65 años), la “más linda de la zona sur” para María Sol Frank (22) y también para Ricardo Lauman (67) que los domingos recorre “en auto toda la colonia”. A Carina Noemí Sauer (30) le gusta la Iglesia “junto al verde de las ramblas” porque “es un lindo lugar y un gran patrimonio”, a Héctor Alberto Melgor (66) por “lo hermosa y construida por nuestros antepasados” y para Mariel Melgor (29) que recorre la aldea por lugares “hermosos” la iglesia “es importante (por) su arquitectura”, pero también la “casa de mi papá”. A Hugo Omar Schwab (46) le gusta pasear por Aldea San José porque de “niño jugábamos en ese lugar” y disfrutaría con un pariente del “parque de la Iglesia y la Iglesia”, del cementerio “muy bien ordenado” para “recordar nuestros difuntos” y de la “casa de la cúpula de la familia Schwindt porque es hermosa”. Finalicemos este recorrido por San José con la mirada de Miguel Enrique Dietrich (24 años), para quién la iglesia es “un monumento imponente”; la “plaza” un “espacio verde bien mantenido”, el cementerio “tiene lindas construcciones”, la biblioteca “es una casa típica” y de casas “típicas recicladas” le hablan las de Carlos Schwab y Juan Hippener y su “casa, porque es una casa antigua” con gran “valor afectivo”. Taller en San José
20
En Santa María, gracias a Patricia Maier directora de la Escuela Media Nº 2, trabajamos con Nélida Lucrecia Bauer (19 años), Daniel Hernán Streitemberger (19), Carlos Francisco Baier (22), Laura Schmidt (26), Graciela Paola Reeb (28), Yesica B. Streitenberger (21) y con Nélida Jorgelina Lobos (49). Para ellos, nuevamente, el referente principal de paseos y fotos es la Iglesia “muy linda y acogedora”, “un monumento antiguo”, “una institución religiosa” que “nos identifica como cristianos y la más grande de las colonias cercanas”. La iglesia también como el lugar “más lindo y (que) a todos les gusta conocerla” comparte la atención de los encuestados con la Escuela Parroquial “Santa María”, porque “ahí vivían las monjas antes”; con El Progreso ”el club de mis amores”, “una institución que nos identifica” e “identifica al pueblo” por su “antigüedad y para que sepan la historia”; con la Gruta donde “está la virgen en la entrada del pueblo”; con el Paseo Recreativo un “lugar hermoso” y con los Bares “para recordar cómo se vivía antiguamente”. Taller en Santa María
Santa María- La Gruta y el Club31
31
Yesica Streitenberger – Laura Schmidt – Graciela Paola Reeb 21
2. LAS VIVIENDAS más “volguenses” “La casa clásica ruso-alemana constituye un logrado ejemplo de arquitectura espontánea. Responde a un partido de tipo compacto, con una planta de geometría simple, rectangular o en forma de “L”, con gran economía de superficies de muros exteriores, lo que tal vez constituya un resabio de criterios constructivos empleados en el duro clima del Bajo Volga”, Juan C. Fernández Armesto (1990)1. Para los inmigrantes alemanes procedentes de Rusia la transculturación del modelo urbano descrito derivaba tanto de la necesidad de compendiar “su patria” en aldeas como en un tipo de vivienda que hundía sus raíces, también, en las prácticas urbano-arquitectónicas de sus ancestros para alejarse de los tradicionales “ranchos de paja” criollos. Claramente, en ‘’la necesidad de agruparse en comunas o aldeas siguiendo el método adoptado por sus abuelos’’ y en las viviendas de primera generación encontramos los rasgos distintivos de cada pequeño poblado.
Dobrinka (1764) Kamenka (1765) Marienthal (1766)
La familia era la ‘piedra angular’ de la organización de las viviendas; núcleos familiares de diez hasta veinte personas eran comunes, por ello necesitaban de viviendas espaciosas y construidas en grandes lotes donde se materializaban múltiples relaciones, sociales y laborales, entre áreas destinadas a la residencia, la administración de las chacras, quintas y huertas, el almacenaje, la elaboración de alimentos y conservas, el cuidado de los animales domésticos y los galpones para el guardado de herramientas, equipos de labranza y ‘chatas rusas’ (carruajes).
2.1. El tipo de vivienda volguense.
El tipo de viviendas transculturado, que llamamos de “primera generación”, se caracteriza por la distribución de las habitaciones principales y de servicio en una planta o bloquecito rectangular, generalmente construido paralelo a la calle por su frente mayor y retirado de la línea municipal.
1
Fernández Armesto, Juan C. (1990), "Sobre la Vivienda de los Alemanes del Volga”, en Revista Vivienda Nº 333, Abril de 1990. Buenos Aires: Editor Revista Vivienda SRL. 22
Héctor Maier Schwerdt y Julio C. Melchior2 así lo describen: “En su mayoría constan con techo a dos aguas (Giebelhaus), paralela a la calle con dos ventanas. De ahí sigue el anexo de la casa en ángulo recto permitiendo agregar dos o tres o más piezas, de tal forma que toda la casa está construida en forma de “L”.
El anexo, continúan, “tiene un techo simple que en su parte baja termina en un corredor cubierto con el típico festón de chapa o tallado en maderas. Der hoffplatz (patio) en una época tenían la medida de 30 metros por 110, permitiendo así alejar el nuschnick (letrina) unos 20 metros de la casa. Asimismo estaba “des Backhaus” (pieza de hornear), “des Waschhaus” (lavadero), “des scheppie” (galponcito), “der ambor” (galponcito/silo), “des brandshüppchen” (galponcito/leña), “der stalle” (establo), und ind der innenhoff vor der “higelstall” (gallinero). Die at ach ein Blumengärten (jardín) y, Und der Hoffgärten (huerta).
Ese bloquecito carece de puertas de acceso desde la vía pública. Cuenta con ventanas de reducido tamaño y postigotes de madera, delicadamente artesonados; con cenefas de madera o chapa de varios diseños que festonean los bordes inferiores de los aleros de galerías o corredores y, resuelve la cubierta de techo a dos aguas, excepcionalmente a cuatro (ver Anexo 1, 6-7).
2
Maier Schwerdt, Héctor y Melchior, Julio C. (s/f), “Las típicas casas de nuestros ancestros”, en Revista “Antiguas tradiciones de los Alemanes del Volga. Usos y Costumbres”. Quinta Edición. 23
Sobre los muros laterales del bloquecito, bajo la línea de cumbrera, aparecen las “tchalupkas”, pequeñas aberturas protegidas por rejillas u otros cerramientos apropiados que permiten la ventilación del “entretecho”. Sobre el término “tchalupkas”, Fernández Armesto (1990) señala: “vale la pena consignar, de paso, que dicho nombre es uno de los escasos fonemas rusos que ha sobrevivido en el dialecto ancestral hasta nuestros días”.
Las imágenes de algunos galpones de depósito o antiguas caballerizas también responden al tipo de construcción en bloquecito rectangular descrito, con la sola incorporación de los elementos necesarios para el buen funcionamiento de las actividades que albergaban.
2.2. Casas y algunos galpones en mampostería de ladrillos Los materiales que predominan en la construcción de las viviendas de primera generación son ladrillos cerámicos, en muros de elevación, asentados en barro o mortero de cemento; madera en pisos, cielorrasos y aberturas y chapa de hierro galvanizado en las cubiertas.3 HINOJO
3
Ver Relevamiento Fotográfico completo: Viviendas de 1º y 2º generación en Anexo 2. 24
Otros testimonios en Hinojo
SAN MIGUEL
Otros testimonios en San Miguel
SANTA TRINIDAD
Otros testimonios en Santa Trinidad
25
SAN JOSÉ
1906. Casa SCHWAB Juan Pedro, distinguida por KONIE 2000 en Reconocimiento a la Conservación del Patrimonio Arquitectónico (1997)
San José, otros testimonios de segunda generación.
26
SANTA MARÍA
27
Santa María, testimonios de segunda generación.
SAN MIGUEL ARCÁNGEL
Otros testimonios en San Miguel Arcángel
SANTA ROSA
28
2.3. Casas de piedra. No fue muy usual que los primeros inmigrantes construyeran sus viviendas o edificios comunitarios iglesia y/o escuela con diferentes tipos de rocas, sin embargo en aldeas como San Miguel, estratégicamente ubicada respecto de las canteras de Sierras Bayas4, y en las cercanas de Hinojo y Nievas aún perviven importantes testimonios: viviendas; dependencias de servicios; algunos muros de cerramiento de lotes y zócalos sobre los que se continuaba el trabajo con mampostería de ladrillos cerámicos, adobes o chorizos. La técnica de construcción consistía en la utilización de piedras, previamente humedecidas, unidas con materiales ligantes como morteros o argamasas de yeso, cal, arcilla o cemento. Menos frecuente es la construcción en seco con la utilización de tierra o arcilla para llenar los intersticios entre las rocas. En ambos casos se usaban piedras de tamaños y pesos relativamente fáciles de manipular por una sola persona. Gran parte de esas construcciones fueron realizadas con ortocuarcitas o calizas y con morteros de arcilla, tosca o cemento, en las menos antiguas. Hinojo
En Nievas nos encontramos con el particular caso de la casa de Ana Elisa Schwindt donde funcionó la primera escuela de la aldea, según un entrevistado construida por la empresa Colella de Hinojo con piedras y ladrillos.
4
Afloramientos rocosos próximos a la ciudad de Olavarría, pertenecientes a las estribaciones occidentales del sistema serrano de Tandilia que cubren aproximadamentente130 Km2.
29
San Miguel
Un solo caso fue relevado en aldea Santa MarĂa de Coronel SuĂĄrez, sin lugar a dudas interesante ya que la roca es tosca poco utilizada en construcciĂłn para muros estructurales por su alta permeabilidad y porosidad.
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2.4. Ranchos de chorizos y adobes5 La historia, oral y escrita, hace referencia a “los ranchos” como uno de los primeros tipos de vivienda que dieron techo a las familias alemanas del Volga en territorio bonaerense. En el apartado 5 señalamos que luego de trazar “un pequeño pueblo” en el primer asentamiento de Colonia Olavarría, a orillas del arroyo Hinojo, los colonos obtuvieron de la Intendencia “cortes de ranchos” y “comenzaron a cortar adobes y pajas para levantar sus casas”. Se llamaba corte de rancho al conjunto de postes, costales o largueros transversales y tirantes de madera que constituían las piezas de la estructura o esqueleto de ese tipo de vivienda y, “rancho” al producto terminado caracterizado por construir los muros de cerramiento con tierra y paja, según tres diferentes técnicas: de chorizos, de ladrillos de adobe y de pared francesa de césped. Según la técnica utilizada, a esos insumos se le sumaban algunos clavos y alambres. Por la técnica de chorizos se colocaban hileras espaciadas de alambres entre postes y largueros transversales, completando este procedimiento hasta el nivel de techo. Por otro lado se cortaban pajas largas, se mezclaban con barro humedecido y dejaban descansar hasta su putrefacción. Luego, mujeres y niños en general, tomaban gruesos cilindros (o chorizos) de pajas “embarradas” que iban “colgando” de los alambres hasta entrecruzarlos en el alambre inferior. El muro se estucaba con mezcla de barro del pisadero y excremento animal que actuaba como buen aislante del frío y el calor, y se pintaba con cal. San Miguel
Al igual que en el caso de muros de cerramiento realizados según la técnica de chorizo, en la de adobe se mezclaban y pisaban tierra, paja y agua, dejándola descomponer hasta que sólo quedaba la celulosa de la paja. Esta mezcla o adobe se vaciaba en moldes rectangulares o cuadrados de madera que se secaban al aire libre para obtener los grandes bloques o ladrillones que se utilizaban en la construcción. Varias son las casas que aún perviven en las aldeas y que fueron construidas bajo las dos primeras técnicas o utilizando técnicas mixtas: mampostería de ladrillos cerámicos o piedras en frentes transversales, columnas, cimientos y zócalos de los muros de elevación con el propósito de aislar del suelo las partes construidas en chorizos o adobes y evitar así el ascenso de la humedad por capilaridad. Varios autores coinciden en que los ranchos de los inmigrantes alemanes del Volga se diferenciaban de aquéllos de criollos por contener divisiones internas o habitaciones que les permitían resguardar la privacidad entre los miembros de una familia.
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Los textos de los apartados 2.3. y 2.4., fueron trabajados por Laura Duguine, Becaria LEMIT-CIC. 31
Nievas
San Miguel Arcángel
Por último, existieron también ranchos realizados con muros de césped, conformados por bloques de tierra y pasto extraídos directamente del suelo y apilados unos sobre otros. La estabilidad de estos muros de espesores de hasta 50 cm estaba garantizada por la unión de las raíces entre los bloques.
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2.5. Otras miradas en las hojas de vida de las viviendas de primera generación. En este recorrido por las aldeas de la provincia de Buenos Aires, registramos numerosos casos de viviendas de primera generación que han perdido sus peculiares características por la sustitución de sus componentes; la ampliación y/o ajuste de partes a nuevas funciones y la incorporación de nuevos materiales, técnicas constructivas y estilos en la resolución de fachadas.
Sin embargo, frente a este conciente degrado del patrimonio urbano-arquitectónico, pocos pero valiosos testimonios aún perviven gracias a los esfuerzos de sus propietarios por preservar los rasgos distintivos de sus viviendas de primera generación. La casa de Juan Pedro SCHWAB construida en 1906 en San José, Coronel Suárez, es un ejemplo distinguido, además, por la Fundación KONIE 2000 en Reconocimiento a la Conservación del Patrimonio Arquitectónico (1997).
Bajo la misma óptica de preservar los bienes heredados de sus mayores encontramos la casa de Laura MASSON en Aldea San Miguel, Olavarría, que construida por la familia cerca de 1890 es para su propietaria un patrimonio que “Personalmente lo valoro” porque tiene un valor espiritual centrado en “los recuerdos de mi infancia. Es el lugar donde viví desde los 6 años a los 12” y “Además es algo valorado también por personas que visitan el lugar”. La vieja casona se recupera creando, también, “la posibilidad de que las personas que viven en el lugar puedan revalorizar lo que es propio y constitutivo del lugar”. Una fotografía muy anterior a la registrada en 2008 de la vivienda Masson nos habla por sí misma de ese proceso de puesta en valor.
Como hemos señalado en la introducción, para concientizar a los habitantes de las aldeas sobre la necesidad de comprender el valor de sus bienes urbano-arquitectónicos utilizamos la llamada 33
hoja de vida de las viviendas, diagramada en formato planilla, en la cual sus dueños, viejos inquilinos, vecinos y/o amigos apelaron a la memoria con el fin de relevar parte de sus historias con “otras miradas”: fechas de construcción, nombres de sus constructores y materiales utilizados; primeras familias residentes; usos original y actual y modificaciones al tipo de vivienda original en el transcurso de su existencia. A vuelta de hoja la pregunta ¿Qué valores le otorga a su vivienda en relación a la historia de su propia familia y de su Pueblo/Aldea? sumergió a los entrevistados en sus recuerdos de infancia y vida en familia para dejar testimonio escrito de los valores que les atribuyen a esos bienes. Ver Anexo 1, 8 (1) (2) y (3)6. En esta aproximación a la reconstrucción de los lazos entre comunidad y bienes urbanoarquitectónicos trabajamos con cuatro de las categorías de valor que define Eduardo Rojas (2002)7 en el marco de los considerados valores de no uso porque tratan de rescatar los intangibles de ese patrimonio. Aplicamos los valores de existencia, que captura los beneficios que derivan del hecho de contar con su presencia, aunque no haya intención de consumir los servicios que genera; de herencia, por el interés de legarlo a las generaciones futuras; espiritual que indaga en las relaciones que un individuo establece entre los edificios y los recuerdos de su pasado y antepasados y, el social que surge cuando los componentes del patrimonio potencian relaciones entre individuos y realzan los actos que en ellos se realizan. En los cuestionarios de valoración algunos de los entrevistados se acercaron también a esos valores al trabajar sobre el dibujo de una planta tipo “vivienda volguense” con el fin de reconocer en ella su propia casa o la de sus abuelos, expresar gráficamente las transformaciones y asociarla con otras de la aldea que fueron recuperadas. En el mismo apartado, y sobre el plano de la aldea, los encuestados marcaron con una cruz todas aquéllas viviendas que consideraron deben ser preservadas. Este material suma al específico de las hojas de vida de las viviendas relevadas y, en conjunto, constituyen valiosos aportes para avanzar en el registro e inventario de los bienes del patrimonio residencial de cada nucleamiento aldeano (ver Anexo 1, 9-10). Comencemos con la casa SCHWINDT de Hinojo (Olavarría), primera generación construida en 1892, cuyo valor de existencia para sus propietarios está centrado en la importancia que tiene para la Aldea como parte de “nuestra idiosincracia”; de herencia por la posibilidad de que las futuras generaciones, a través de ella, “interpreten la cultura que poseen”; espiritual “porque el que no recuerda su pasado no tiene futuro” y social porque con amigos, parientes y vecinos nos reuníamos “en los galpones-en el taller donde se carneaba, seleccionaba semilla, (y) donde cocinaban el pan”.
Casa Schwind, Hinojo.
En Santa María, o Colonia 3 de Coronel Suárez, destacan varios y valiosos testimonios de viviendas de primera generación sobre las que se realizaron sus hojas de vida: las de HEILAND (1900), STREMEL (“antes de 1900”), MAYER (aprox. 1890), STREITENBERGER-HOLZMAN (1900) y STREITENBERGER (1917, vendida en 2006). La casa HEILAND, construida por los “Bahl” en 1900, tiene para su poseedora actual, Teresa CUNLER, un valor espiritual incalculable porque ella “cuidaba a la abuela Heiland, formábamos 6
Las Hojas de Vida que figuran como FICHAS son aquéllas donde no fue posible entrevistar a sus dueños (ver Anexo 1, 8 (3) y 3) 7 Rojas, Eduardo (2000), “La preservación del patrimonio histórico urbano en América Latina y el Caribe. Una tarea para todos los actores sociales”, en Serie Informes Técnicos del Departamento de Desarrollo Sostenible. Banco Interamericano de Desarrollo. Washington D.C.: Banco Interamericano de Desarrollo. 34
una misma familia. Siempre me acuerdo de los abuelos que estaban acá conformes con lo que yo hacía. Yo vivía en una casita de barro enfrente, que la tiraron. La hija de Heiland quería que yo me quede (pero) al principio le dije que no. Vos (me dijo) sos una madre para mí”. Entonces “mi marido dijo sí (pero) No pudimos comprarla, se enfermó mi marido, murió acá y los cuatro hijos se casaron. Pago los impuestos y me quedé yo”. Siempre nos reuníamos “los familiares de los dueños y míos. Yo era una hija para la abuela Heiland”. Teresa también nos expresa que la aldea puede contar con este patrimonio porque “Mientras yo esté acá la voy a mantener, sería una lástima que se demuela”, además, “por mis hijos también, que tengan un lugar donde estar. A ella (mi hija) le gusta mucho acá”.
Casa Heiland, Santa María.
Como en todos los casos, para Cornelio STREMEL los valores de existencia, herencia, espiritual y social de su casa, construida por sus abuelos, se imbrican: “Acá nos criamos, éramos seis. Después nos empezamos a desparramar. Yo siempre estuve en el campo y desde que vine en el ‘65 es mi casa”. Su casa, agrega, “En 1902 ya estaba hecha. Las paredes son de 45, abajo hay sótano. Muchas veces uno no está y es difícil el mantenimiento”, pero pese a su estado “cuando está mi vieja recibimos a parientes y vecinos”. Por ello concluye: “Que quede así como está”.
Casa Stremel, Santa María.
Elisa MAYER sostiene que a la suya, construida por Jacobo Bender hacia 1890, aunque “Me costó mucho, trato de mantenerla (para) que quede en la familia”, en ella “Todo (es) original. Tengo guardadas las cortinas de encaje y mi vestido de bautismo y una carpeta croché”. La historia la casa también adquiere gran relevancia espiritual y social. Sus abuelos construyeron: “Primero dos piezas. Ellos la hicieron (y) Cuando falleció papá quedamos con mamá, una madre bondadosa como la que tuve nadie la tiene, como mis hermanos. Se plantaron frutales, se criaban gallinas, teníamos carros”. Éramos “16 hermanos (que) nos juntábamos todos porque somos muy unidos […] Antes tener muchos hijos se tomaba como mandamiento […] Es lindo tener una familia grande” y, además, “a quién venía le dábamos para vivir, vinieron gitanos. Dios nos dio muchos dones, entonces tenemos que ayudarnos”.
Casa Mayer, Santa María. 35
También en Santa María, Juan Sewal construyó en 1917 una casa con los rasgos típicos de las volguenses y si bien muchos ya se han perdido para STREITENBERGER-HOLZMAN, su dueño desde 1948, es “lo más grande que hay […] algo sagrado para mí. Nos criamos todos acá”. “Acá”, continúa, “se formó la primer presidencia del club El Progreso y actualmente el nieto es el presidente en el 70 Aniversario” y nos reunimos con amigos, parientes y vecinos “Sí, sí, sí (en) Navidades. Año Nuevo. Tuvimos que abrir para agrandar”.
Casa Streitenberger-Holzman, Santa María.
Completemos este breve recorrido con los recuerdos de Juan Celestino STREITENBERGER sobre la casa de su familia que fue vendida en el año 2006 con la promesa de sus nuevos dueños de “dejar todo como está”. En esa casa “me he criado (y) Donde nace uno, tira. Incluso hay una puertita y de vez en cuando paso la puertita y me encuentro más en casa. Mi padre tenía curtiembre (y) Todo tipo de fierros”, “Para mí no se hubiese vendido. Si hubiéramos estado más unidos no se hubiese vendido…”. Y si bien recuerda con nostalgia las reuniones con “parientes de Punta Alta, Arroyo Corto, Pringles para la KERB, dónde no encontrábamos todos, y cómo se ayudaban entre vecinos- Qué lindo era eso de ayudarse entre todos-”, está “Contento que (a la casa) la dejaron como original” para seguir conteniendo en su interior la “historia grande” de su familia.
Casa Streitenberger, Santa María.
Desde la vereda de enfrente la vecina-pariente de Gaspar Graff observa con nostalgia la casa, hoy abandonada, que construyeron sus abuelos entre 1890 y 1900: “Es un recuerdo familiar” y “Mi idea es que quede en la familia, que quede para siempre” porque “Ahí me crié con mis hermanos” y, “Antes sí” nos reuníamos con parientes y amigos, ahora “uno está aquí otro allá. (sólo) En las fiestas patronales nos juntamos” a su entender “en la única colonia donde se mantiene la Kerb”.
Casa Graff, Santa María.
Por último señalemos que en sólo dos hojas de vida de viviendas de primera generación en Santa María quedaron testimonios escritos del poco valor que tienen para sus dueños actuales, pese a considerarlas obras de familias fundadoras de colonia Coronel Suárez como por ejemplo los Graff; Krieger, Bender y Schwerdt. En un caso el desafecto por el bien está condicionado porque “Nuestra familia no vivió ahí” y por su alto grado de degradación y deterioro. La casa, expresa su 36
dueña “está vieja, no sirve para nada”, tanto así que sirve como legado “Para el nieto, pero el terreno. La casa ya no cuenta”. En otro, porque ese patrimonio “No fue herencia. No lo siento así como si hubiese sido de los abuelos, es mugre, molesta” y aunque “Tenemos dos (hijos) y se fueron a Suárez. Ni siquiera les interesa la casa vieja. Molesta para sacar equipos (sembradoras, etc.). Si fuera por mí […] ya la habría tirado”. Sin embargo, las razones de “antigüedad” que motivaron las respuestas poco conservacionistas del párrafo anterior fueron capitalizadas por otros encuestados en pos de preservar las “pocas que (nos) quedan” en cada aldea. Rosa Estela Steinrach (61años) y Delma Schamberger (55) de Hinojo alientan el rescate de aquéllas viviendas que por “antiguas no tienen puerta de frente, (tienen) caída de dos aguas, orificios de ventilación (las tchalupkas), altillos y sótanos” o a las que “generalmente se entra por la parte de atrás. Quedan algunas de caída a dos aguas; (donde) guardábamos en el entre techo (boden) damajuanas, bolsos antiguos y porrón (de barro) para el agua caliente en el invierno”. En fin las que “tienen la entrada al costado” o, en otros términos, las que “no tienen puerta al frente” insisten Jorge Sak (84) y Domingo Pedro Miguel Heim (75), también de Hinojo.
En San José, Mariel Melgor (29) reafirma que las viviendas como “la que era de mi bisabuelo Felipe Sieben […] no tienen en su mayoría puerta al frente, sino que la puerta de entrada a la casa es a través de una galería (y) se ingresa directamente a la cocina” y Hugo Omar Schwab (46) sintetiza los deseos de preservar todas las que “aún conservan su arquitectura”, en todas las aldeas. Las viviendas de primera generación “casi todas iguales con solares grandes” para Alicia Schmidt y Arnoldo Prost de San Miguel Arcángel, hundían sus raíces en las prácticas constructivas de sus ancestros y en ellas se materializaban múltiples relaciones familiares, sociales y laborales, entre áreas destinadas a la residencia, las quintas y huertas, el almacenaje, la elaboración de alimentos y conservas, el cuidado de los animales domésticos y el guardado de herramientas, equipos de labranza y ‘chatas rusas’. Parafraseando a Poop y Dennig (1977), la familia ‘de diez hasta veinte personas’ era la ‘piedra angular’ de la organización de un tipo de viviendas que se caracterizaban por su ‘modestia’ frente a la monumentalidad de los templos, cuyo campanario transmitía diariamente los mensajes que llamaban a la participación en los actos solemnes de la oración y el regocijo. En otros términos, las viviendas “más volguenses” representan un modo particular de apropiar el espacio urbano derivado tanto de la necesidad de compendiar su patria en el pequeño espacio de una casa, como de recrearla en las aldeas de población agrupada por tradiciones, intereses, confesión religiosa y sentimientos comunes a los seres que las integraban. Así lo sienten quiénes responden sobre la casa de su vecina o la propia, respectivamente una amiga de Rosalía Heinrich en Santa Trinidad y Jorge Polak, en San José. La amiga de la familia Heinrich nos trasmite que esa casa “Es un bien de familia” e interesa legarla a “otras generaciones que vienen detrás […] aquí vivió Elisa y sus 6 hermanos y después de ampliarla aún la conservan […] Son una familia grande, siempre se reúnen en familia y gente de la Legión de María a rezar con la abuela Rosalía al igual que sus amigas de más de 90 años”.
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Los recuerdos de Jorge Polak se relacionan con una modestísima vivienda donde “jugábamos 15 hermanos y 4 criados” y que, perteneciente a su familia desde 1950, la quiere conservar para su “borrega”. Por su parte Hugo Omar Schwab, vecino de San José, dibuja la casa de los Polak en su cuestionario de valoración tal como fue construida por Kaiser en 1900 “con techo de paja”, sustituida por chapas de hierro galvanizado, y paredes de “adobe” actualmente revocadas.
2.6. Otras miradas en las hojas de vida de las viviendas de segunda generación. Hemos adelantado que en el registro fotográfico incorporamos algunas viviendas de segunda generación o aquéllas que mantienen planta en bloquecito rectangular o en L sin acceso principal desde la calle, pero adoptan elementos de composición diferentes a los volguenses en la resolución de las fachadas. En estos casos con la pregunta ¿Qué valores le otorga a su vivienda en relación a la historia de su propia familia y a la historia de su Pueblo/Aldea?, también afloraron los sentimientos de cada encuestado. En Hinojo, Olavarría, Juana Delicia Wagner de Gruter nos cuenta sobre la casa de su bisabuelo construida por “Haag” hacia fines del siglo XIX. La casa que “renueva toda mi niñez de verla”, ya no es de la familia de Juana Delicia, pero es “algo que miro y lo recuerdo [...] es como una reliquia para mi [...] paso y no me canso de mirar la casa, quiere decir que me afecta en el espíritu”. De los acontecimientos sociales que en ella sucedieron “La reunión mas grande que vi es cuando mi primo se consagró cura [...] esa es la fiesta que más recuerdo”. Preservarla?, sí “para que quede algo para el recuerdo de los demás”.
Casa Haag, Hinojo
Varias casas de la familia SCHWAB, entre otras la de Santa Trinidad en Coronel Suárez, también son claros ejemplos de esas decisiones de “estilo” que comienzan a confundirlas con las clásicas “casas chorizos” o de galería de fines del siglo XIX y principios del XX.
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La casa perteneciente a Tomás SCHWAB “Es una de las primeras construcciones del lugar”; “Hemos vivido y seguimos concurriendo a menudo a ella ya que en ella viven aún nuestros padres” y queremos que “Se conserve tal como nuestros abuelos y bisabuelos la construyeron” en 1883.
Casa Schwab, Tomás, Santa Trinidad.
La casa de Andrés SCHWAB, construida en 1890, también en Santa Trinidad, por José y Andrés Schwab, importa y mucho para una de sus descendientes que resaltó sus valores en una hoja de vida. “Es un orgullo para mí. Allí fallecieron mis padres […] nací y crecí, la llevo en el corazón”; es “la casa” que a las futuras generaciones “les puede contar una historia: la de los abuelos”, donde se “ordeñaba las 2 vacas para consumo, hacíamos la manteca, el queso, el pan en la cocina grande” y nos reuníamos con amigos, parientes, vecinos y “toda la familia en el comedor”.
Casa Schwab, Andrés, Santa Trinidad.
Serafina KESS de Schwab, Francisco, resalta su afecto por su casa de familia que, construida en 1930, “Tuvo un reconocimiento a la Conservación del Patrimonio Arquitectónico de parte de KONIE 2000 el 4 de octubre de 1998. Se conserva en todos sus aspectos”. También conserva sus recuerdos: porque la “vida (de la abuela) transcurrió en esta casa, sus hijos fueron criados aquí, vivió 65 años en ella con su esposo y aún la habita”; porque nos reuníamos con “familiares en el gran comedor diario” y, por ello y más, “La abuela dijo que su casa no se venda, que pase a sus familiares”.
Casa Schwab-Kess, Santa Trinidad.
Las hojas de vida realizadas en San José, Coronel Suárez, suman una y otra vez más votos a la preservación del patrimonio doméstico de las aldeas. Alberto WESLER no duda cuando dice “Me gustaría que (la casa) se conserve” porque fue construida “antes de 1900” y “pensá […] era de mi abuelo […] por eso la dejé como estaba […] nunca la quise ni alquilar”. Tampoco duda Juana Karp, viuda de Enrique Zerfus, sobre el valor de su casa construida hacia 1908: “Es herencia de mis abuelos, me casé y 18 años viví con mi abuela. Mis tíos me la regalaron […] Toda mi vida viví aquí. Desde los 5 años, (y) hoy (que) tengo 70”, recuerdo que nos reuníamos con amigos, 39
parientes, vecinos y “En la cocina, se cocinaba, se comía y hasta el día de hoy es así”. La aldea puede contar con este patrimonio pero “No creo que la aldea la valore, hay casas con mayor valor que ésta”.
Casa Wesler, San José. Casa Karp-Zerfus, San José.
Los recuerdos se suceden al tratar de expresar los valores que le otorgan a sus viviendas en relación a la historia de su familia y de la aldea. Para Salomón Schwindt su vivienda, construida en 1910, tiene un “valor incalculable”, como incalculable es el orgullo “de estar en este país, pues mis abuelos festejaban el 25 de mayo y el 9 de julio, como argentinos”.
Casa Schwindt, San José.
De San José, y construida en 1900 por la familia Walter, es también la casa que al padre de Lidia MINIG “le gustó y la compraron porque mi papá nació en esta calle. Andaba en un ‘breck’ vendiendo y se enfermó y vino aquí. El decía: no preciso salir y me hago un negocito allí porque está más poblado […] Mi papá quería estar acá y la compraron con mucho esfuerzo”. En la vivienda, cuenta Lidia, se realizaban “Muy lindas reuniones. En los hornos de barro hacíamos las tartas y la comida. Afuera en el galpón mamá tenía el horno. La familia es muy unida”, por éstos y muchos otros recuerdos “para mis hijos va a quedar. Venderla no la voy a vender. Me da lástima”.
Casa Minig, San José.
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3. RECORDANDO ALDEA SANTA ROSA (1902) Santa Rosa fue una colonia de inmigrantes alemanes del Volga que, radicados en el Pueblo San José (Colonia 2) del partido de Coronel Suárez compraron, en el año 1902, 2500 hectáreas en las cercanías de la ciudad de Puán para trabajar la tierra y fundar su propio nucleamiento “aldeano”. Según un plano dibujado por Don José Walter cerca de 1930, en la fundación de esa colonia destacaron los nombres de su familia y las de Jorge Meier; Andrés Bender; José Distel; Felipe, Martín y Lorenzo Sieben; Miguel Roppel y José Gottau. En el centro del esquema de división en chacras observamos la “calle ancha” y dos parcelas pertenecientes al mismo Don José.
Un plano de 1954 detalla con mayor precisión parte de la Aldea Santa Rosa: una calle de 30 m de ancho por 157 m de extensión en dirección noreste entre el camino a Puán, de 20 m, y el “cierre” de la misma definido por la propiedad de don Miguel Roppel y, dos parcelas una con la designación “capilla”, otra donada por la familia Walter para la construcción de la escuela nueva1.
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Provincia de Buenos Aires, Ministerio de Educación. Plano de Mensura (1941) de la propiedad de Jorge Walter y Roppel “donada al Ministerio de Educación” para la construcción en 1949 de la Escuela Nº 11. 41
El pequeño nucleamiento fue abandonado hacia 1950 y las acciones del tiempo y humanas contribuyeron a la pérdida de su patrimonio urbano-arquitectónico al grado de completar el ciclo de su casi total desaparición. Sólo dos viviendas testimonian sus rasgos identitarios de origen sin lograr reconstruir la imagen aldeana que algunos de los descendientes nos acercan a través de simples esquemas gráficos. La familia Walter recuperó a mediados de la década de 2000 la que fuera casa de los Gottau para resguardar en ella documentos y objetos que pudieran hablarles de su pasado y, asimismo, la vivienda de sus ancestros donde, entre otras actividades, “hacemos la Kerb cada 30 de agosto”.
3.1. La Aldea Santa Rosa de Ernesto GOTTAU. Ernesto Gottau (82 años, 2008), nacido en la colonia, dibuja un croquis de aquel nucleamiento aldeano que fuera escenario del transcurrir de su infancia. De izquierda a derecha señala la casa de Walter, cerrando el extremo noroeste de la “calle ancha”, y en paralelo las de Schmidt y Bender, otras de Walter y Distel, Sieben, Gottau, Muller (de acuerdo con la corrección sobre su propio gráfico) y Feith (o Feitt) para, nuevamente, limitar la calle principal con las casas de Roppel .0corazón de un trazado con la pequeña iglesia, la casa del “Maestro alemán” y el Colegio nuevo, en el cruce de dos calles anchas de los que no quedan testimonios. Tanto así que el mismo Don Ernesto al ser preguntado ¿A qué lugares de la Colonia llevaría a pasear a un visitante o pariente que viene de lejos? respondió, sin dudas “al museo (para) que conozcan lo que hoy hay adentro”.
Razones no le faltaban para centrar su atención en la vivienda que hoy es Museo. Según sus palabras fue la casa de sus padres: “Ahí nacimos y nos criamos […] vivimos con la abuela que nos contó que escaparon de Rusia. Era una cosa increíble, el día de Santa Rosa era un vivero, venían (vecinos, parientes y amigos) en carritos de leguas y leguas”. Esa casa, de las catorce graficadas, representa para Don Ernesto “un recuerdo grande, una satisfacción porque la he vivido casi toda mi vida”.
Por ello concluye:
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“Viéndola parada uno siente algo”
Al responder algunas de las preguntas contenidas en el cuestionario, Don Ernesto Gottau calificó con notas de 5 a 1, máxima y mínima valoración respectivamente, la imagen y el ambiente vivido en aquélla que fuera su Aldea. Recordándola era más: “bella que fea” (4); “silenciosa que ruidosa” (4); “animada que muerta” (5); “ordenada que desordenada” (4); “antigua que moderna” (5); “bien cuidada que mal cuidada” (4) y “acogedora” (3) en el justo medio de su valor opuesto “no acogedora” (ver Anexo 1, 1.) “Parte del patrimonio que queda en la colonia” es también la casa principal de los Walter, primero de Joseph, de su hijo Jorge a partir de 1940 y desde 1989 de Luis Carlos Walter que en ella encuentra “nuestra historia familiar”, si bien se le “han cambiado aberturas, pisos, chapas (y) todo para (mejorar su) mantenimiento y adecuación “a una vivienda de campo”. Esa construcción se retrotrae a “más de cien años” y en el mismo predio se encuentra un galpón cuyo tipo arquitectónico responde al transculturado por los primeros inmigrantes.
Según el plano dibujado por Don Ernesto Gottau también pervive otra casa de la familia Walter: la de Don Enrique, también hijo del mencionado Joseph, que con sus áreas de servicio, un rancho de adobe y un retrete hoy en ruinas, señalaba los límites de la aldea junto al desaparecido primer colegio en el otro extremo de la “calle ancha”.
43
Otro esquema de la “aldea” realizado por Tito Enrique Walter clarifica el orden de aparición de las viviendas (corregido por Don Ernesto en su propio croquis) y, al mismo tiempo, aporta datos sobre algunos bienes urbano-arquitectónicos de la corta historia de Santa Rosa.
Una de las casas de los Bender era de “adobe”; el nucleamiento contaba con una “escuela de enseñanza del idioma alemán” y otra “oficial” (reemplazada por la escuela nueva en 1949, luego demolida)2 y con una pequeña capilla, agregamos: “la primera, humilde y de madera; la segunda de gran belleza arquitectónica y decorativa […] destruida en el año 1943 por un rayo el cual ocasionó un terrible incendio” y la tercera “de más simple construcción” también demolida para donar sus materiales a la construcción del Monasterio Santa Clara de Asís en las afueras de la ciudad de Puán y su campana mayor al mismo Monasterio.
2
Los materiales de demolición de la escuela construida en el año 1949, fueron cedidos por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires a la EGB Nº 1 Domingo Faustino Sarmiento de Puán. 44
La Iglesia
La Escuela
Otros restos
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4. OTROS ASENTAMIENTOS 4.1. San Andrés (1901) En el Diccionario Geográfico de Javier Marazzo (1910: 3651) leemos: “San Andrés es una Aldea situada dentro de la Colonia Iris de la Empresa Colonizadora Stroeder. Está poblada casi exclusivamente por colonos rusos y alemanes” y, si bien en este recorrido no hemos podido llegar hasta ese paraje y, por consiguiente, constatar la existencia o preexistencia de ese tipo de nucleamiento, en este apartado presentamos datos que pueden orientar a futuro el rescate del olvido de los nombres de familias de inmigrantes alemanes del Volga que según los, pocos, documentos históricos consultados quedaron registrados en esa área de colonización. La única referencia a esa Aldea en el interior de la colonia la encontramos en un detalle de las alternativas al impuesto inmobiliario urbano provincial “para cada una de las localidades de menos de 2000 habitantes” que cita textualmente: Puán, Villa Iris (Aldea Rusa San Andrés). Decíamos en trabajos anteriores2: Hugo Stroeder fundó la empresa de Colonización que llevaba su nombre en 1899 con sede central en la ciudad de Buenos Aires y sucursales en La Plata, Bahía Blanca y en el interior del país. Desde entonces y hasta las primeras décadas del siglo XX, la empresa desarrolló una importante obra de fundaciones y colonización, poblando simultáneamente las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y la Gobernación de La Pampa. Nacieron así colonias como “Villa Iris” en el partido de Puán y, muy próximas, “Arauz” y “Alba” en aquella gobernación, entre muchas otras que acompañaron los ejes ferroviales a Bahía Blanca y Noroeste, Sud, al Pacífico y Oeste.
Traza para el Pueblo Villa Iris
A un año de la fundación de “Villa Iris” - que según un informe del propio Stroeder aconteció el 27 de marzo de 1900-, el Diario La Nueva Provincia comentaba: “desde su feliz iniciativa, hoy aproxima á la ciudad y puerto de Bahía Blanca y á las orillas del Océano, nueva y numerosa población compuesta en parte máxima de inmigrantes extranjeros, que han explorado antes con 1
Marazzo, Javier (1910), “Ciudades, Pueblos y Colonias de la República Argentina”. Diccionario Geográfico, 2ª Edición en ocasión del Primer Centenario de la Independencia. Buenos Aires: Talleres Gráficos “Óptimus”. 2 Vitalone, Cristina E. y Gamallo, Enrique (1991), “La Tradición Urbanística Bonaerense. Una aproximación al conocimiento de los trazados para colonias agrícolas”. Mención del Jurado, Certamen de las Artes, las Ciencias y el Pensamiento, 1990. Provincia de Buenos Aires, Dirección General de Escuelas y Cultura, Subsecretaría de Cultura. 46
personal inspección las calidades de las tierras y su explotación provechosa con las ventajas de comodidad en los transportes de los productos por vías férreas […] Los inmigrantes extranjeros y colonos de otros centros que han abandonado sus anteriores labranzas de ingratos resultados, rebosan en la Colonia Iris”, en su mayor parte ocupada (Diario La Nueva Provincia)3. De inmigrantes alemanes del Volga nos hablan otros documentos analizados: surgen así los nombres de German Müller comprando a Hugo Stroeder “una fracción (quinta) de terreno en “Villa Iris” el 11 de junio de 1901 y de José Schwab a Angel Silva “una fracción de campo […] lindando: Sud Oeste, Rafael Igarzábal; Sud Este, Conrado Schwab; Nor Oeste, Andrés Bender; y Nor Este Pedro (ilegible puede decir Bolh o Balh), el 29 de octubre del mismo año. Estas menciones a las familias Müller, Schwab, Bender y, si se corrobora, Balh, además de otras que aparecen en un listado de “los primeros compradores de tierras” (v.g. Teodoro Kraemer, Jorge Keller, Carlos Frucks)4 ameritan a nuestro juicio un trabajo de campo particularizado, donde la arqueología y la arquitectura, y los estudios genealógicos, aúnen esfuerzos para responder a los siguientes interrogantes:
la referencia al ingreso de colonos “rusos” y “alemanes” esconde la posibilidad de que algunos fueran inmigrantes “ruso-alemanes” como se denominaba a los “alemanes del Volga” hasta principios del siglo XX, y en este caso ¿cuántas familias de esa procedencia construyeron sus historias de vida en colonia Villa Iris?, habitada por 2.048 habitantes según el Censo de Población del año 2001, y que parece contener en su interior a la Aldea Rusa San Andrés.
Nuestra inquietud se afianza a partir de la observación del trazado original del centro de población de la extensa colonia del mismo nombre: el trazado de Estación Villa Iris no puede ser confundido con un tipo de organización del territorio en ‘aldea’; por ello esas dudas instalan el desafío de profundizar sobre su posible pre existencia e indagar si aún permanecen improntas sobre o bajo terreno que así lo testimonien. Recordemos en este punto el triste destino por abandono de los referentes urbano-arquitectónicos de Aldea Santa Rosa y la vocación de los descendientes de los primeros inmigrantes de recuperar los pocos testigos de la historia de esta colonia “fundada en 1902, por un grupo de familias provenientes de las aldeas Alemanas asentadas a orillas del Río Volga (Rusia), cien años más tarde declarada por ordenanza Nº 2962 “Bien Cultural de Interés Municipal”.
4.2. Monte La Plata (1906). De olvidos también conoce la colonia Monte La Plata que hacia 1906 fue “instalada por pocas familias de origen alemán a dieciocho leguas al sur de Bahía Blanca, a siete leguas de Médanos, y a cinco kilómetros de distancia de la estación de ferrocarril Teniente Origone en la línea Bahía Blanca- Patagones (Peinemann,1997)5. Los colonos que formaron esa Colonia llegaron al país en 1898 provenientes de las aldeas cercanas a Odessa en el mar Negro “Su religión era católica. Su idioma alemán, pero dialecto llamado aquí "odésser" (de Odessa) en contraposición del dialecto "saráto" (por Saratow) de mi bisabuelo Fuhr” 6. Hugo Fuhr afirma que esa colonia constituyó el “primer asentamiento en la zona”, luego aparecería el pueblo de estación Teniente Origone, también llamado “pueblo Monte La Plata”, 5 km hacia el sur de la colonia. Detengámonos por un momento en la fundación de este pueblo-estación para disipar algunas de las muchas dudas que se presentan al señalar con el mismo nombre a la Colonia propiamente dicha, (como veremos con su propio centro urbano) y a ese otro poblado que, ubicado en la estación Teniente Origone, partido de Villarino (F.C.S.), Antonio Odriozola indistintamente 3
Diario La Nueva Provincia, “Colonización Stroeder”, Bahía Blanca Nº 779, 29 de marzo de 1901, en Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”. 4 Información obrante en Expediente S Nº 81, 1901. Ministerio de Obras Públicas, Archivo Histórico de Geodesia. 5 Peinemann, Norman (1997), “Notas sobre la Colonia Alemana Monte La Plata. Partido de Villarino. Provincia de Buenos Aires”. Bahía Blanca: Trascender Ediciones. 6 Email, From: "Hugo Fuhr" – To: Daniel Sieben- Subject: Re: [GRA] Colonia Monte La Plata - Date: Mon, 27 May 2002. 47
denominó “Pueblo Monte” o “Monte La Plata”. Según consta en un informe de 1925, a esta fecha Odriozola ya era propietario de la fracción de campo (lote 41) “que forma parte de la Colonia Monte La Plata”. Había pertenecido a Jacobo Gass, que la subdividió en “solares, manzanas y quintas” hacia 1917, sin la aprobación correspondiente de los planos recién otorgada por decreto el 23 de abril de 1926, previo “replanteo” de “un verdadero pueblo llamado por su ubicación a un progreso cierto y que por hoy, en esa región alejada de centros de población, representa un indiscutible adelanto y presta un gran servicio a los habitantes de los alrededores del lugar”. En efecto, esa fracción de doscientas hectáreas para “el pueblo denominado Monte La Plata”, había sido adquirida en 1906 a Doña Petrona Heguilar de Bordeu por Jacobo Gass, casado con Catalina Ditz, y vendida en 1916 a Don Antonio Odriozola. Por entonces lindaba con las propiedades: de Máximo Fibiger al noreste; Juan Martz al sudeste; Serafín Pérez al sudoeste y al noroeste con otra de Juan Martz. Según ese mismo testimonio Odriozola también adquirió un solar en el “pueblo trazado en el cuadro nº 34 del expresado lote (se refiere al lote 41)”: parte del solar nº 15 compuesto de 58 metros 855 milímetros de frente al N.O. por 485 metros de fondo que lindaba “al N.O. calle en medio con el solar 16 de Pedro Fibiger; al S.O. el solar 13 de Andrés Acherman (Ackerman); al S.O. con la fracción 33 de Juan Martz y el N.E. con mas terreno del solar 15 vendido a Pedro Ferruer” (Duplicado, 1926)7. Claramente el texto precedente se refiere a dos diferentes propiedades de Jacobo Gass: una de las fracciones correspondientes a las 3.200 hectáreas de campo compradas en 1905 entre Andrés Ackermann, Máximo Fibiger, Pedro Fibiger, Martín Fibiger, Juan Martz, Felipe Martz, Ignacio Haag, Adam Haag, Miguel Schwamm, Miguel Melinger, Alberto Melinger, Guillermo Friedel, Bernardo Scherger, Máximo Vogt, Jorge Hecker y Jacobo Schwindt en terrenos de la “Colonia Monte La Plata” (Peinemann, 1997).
Colonia Monte La Plata
Otra un solar en “un pueblo trazado” y según Fuhr “en la parcela central del emprendimiento (donde), hicieron la colonia (aldea) como en el Volga […] calle central y a ambos lados distribuyeron lotes, 10 lotes de un lado y 11 del otro, de anchos variables y fondos de 485 metros. Luego de la subdivisión se comenzaron a preparar los adobes (unos 900-1000 por día) y lo necesario para construir sus casas. Hicieron sus casas e incluso una pequeña que serviría como escuela. Se hicieron con paredes de adobe de más de 40 cm y se levantaban por lo general en 3 días, luego se revocaban con barro. El techo a dos aguas era de paja y asentado con barro, se cambiaba cada año. No conozco si tiene una fecha oficial de fundación, pero mas bien creo que la fundación fue de hecho”. El núcleo central de la aldea estaba conformado por los edificios de dos escuelas, la provincial (1909) “al lado de la capilla” y junto a la escuela alemana (1908). Detrás de la capilla, el cementerio (1909)”.
7
Duplicado de Mensura, Villarino 86-87, Exp. Letra O Nº55, año 1926, “Odriozola Antonio, S/ fundación de pueblo en Villarino, denominado “Pueblo Monte”, Estación Origone (F.C.S.)”. 48
Aldea Monte La Plata (1906)8
De las notas de Peinemann (1997) se desprenden más que interesantes datos que, a poco que se analicen, incluyen esta aldea en la práctica común de organizar el territorio de los colonos “rusoalemanes”. Por ejemplo: luego de la subdivisión de la colonia “laboriosamente se comenzaron a preparar adobes”; la colonia “propiamente dicha” contaba con unas dos docenas de viviendas además de la capilla y las dos escuelas (alemana en 1908 y provincial en 1909), y el espacio para construir las viviendas “en proximidades a la calle central”, era utilizado para mantener los animales domésticos. Como otros autores que abordaron el tema de las viviendas, Peinemann se refiere a “tres tipos principales de diseño y distribución de las habitaciones”: en hilera, en “L” y en “U”; las primeras generalmente “eran de paredes de adobe de más de 40 cm de espesor”, con “techos de paja” y, entre otras características, con paredes “blanqueadas con cal”. Nos remite también a las mejores “dentro de la colonia”: la de Ignacio Haag era “la única de ladrillos”; las de Roque Koch y Jorge Hecker “tenían cielorraso, piso de madera y comedor de mosaicos” y la de Miguel Schwammm “pisos de madera y mosaicos, azulejos en la cocina y cocina económica enlozada”. También nos acerca imágenes de las viviendas, y una muy particular de la “actual capilla” de “18 metros de largo por 8 de ancho” que, construida entre los años 1913 y 1914 bajo el patronazgo de San Antonio de Padua, nos recuerda el estilo arquitectónico de la pequeña y lamentablemente desaparecida iglesia de Santa Rosa en el partido de Puán. Asimismo expone su pesar por la desaparición de las casas viejas, “desmanteladas”, “deshechas” para construir nuevas, “rematadas con sus pertenencias”, en fin “cerradas” y “abandonadas”, según sus propias palabras. Cuenta además que los testimonios del pasado “son hoy” conservados en el edificio que albergara la escuela alemana y que otros, en pie, como la escuela provincial y la iglesia de “Monte La Plata” son reconocidos como monumentos municipales. Por ello con cierta esperanza finaliza sus notas con un “Ojalá estos edificios puedan ser conservados en el tiempo, al igual que el que albergara la escuela alemana y su cementerio, para que queden de testimonio a futuras generaciones de lo que en esos parajes”, realizaron Juan Martz, José Gass, Miguel Melinger, Alberto Melinger, Miguel Schwamm, Máximo Fibiger y Felipe Martz, los primeros en partir desde Coronel Suárez el 1º de marzo de 1906 a Colonia “Monte La Plata” para trazar en su interior un nuevo nucleamiento “aldeano” que para María Isabel Haag (2003)9 “conserva aún atractivos de interés, fundamentalmente para los numerosos descendientes de alemanes del Volga, que ven a escala reducida, todas las características de sus formas tradicionales de ocupación espacial”.
8
Fuente Gráfica: “Primitivo plano de subdivisión de parcelas dentro de la Colonia” y “Parte del plano de Villarino en el que se encuentran remarcadas las propiedades de los primeros colonos”, en Peinemann (1997). 9 Haag, María Isabel (2003), “Movilización de recursos locales y refuerzo de la identidad territorial a través del turismo. El ejemplo de Villarino”, en Aportes y Transferencias, año 7 Vol I. Mar del Plata, Argentina: Universidad Nacional de Mar del Plata, ISSN (versión impresa) 0329-2045. www.redalyc.org 49
5. EL PRIMER ASENTAMIENTO EN COLONIA OLAVARRÍA El 5 de enero de 2008, un monolito de piedra fue colocado en un lugar de la ribera suroeste del arroyo Hinojo, partido de Olavarría, donde según Don Jorge Wagner, y un grupo de descendientes de Alemanes del Volga, se habrían asentado las primeras ‘nueve familias y los tres solteros’ inmigrantes que ingresaron a la provincia de Buenos Aires a fines de 1877. Sus mayores, de abuelos a padres, les habían transmitido las posibles coordenadas territoriales de ese primer asentamiento y algunas de las razones que los impulsaron a tomar la decisión de trasladarse “mil metros” rumbo al noroeste para instalarse definitivamente en la hoy conocida como Aldea “Hinojo” 1 . Con el monolito ese sitio era reconocido “primer mojón” de un largo peregrinar desde lejanas tierras de Rusia a Colonia Olavarría y objetivaba, al mismo tiempo, el primer lugar de residencia y trabajo de esos pioneros, resguardado por la memoria de varias generaciones hasta enero de 2008. También la historia escrita por los testigos de ese proceso de colonización en el siglo XIX y por autores como Sarramone (1997); Weyne (1986); Duarte (1977); Poop y Dening (1977) y Salvadores (1937) que centraron su atención en los inmigrantes “ruso-alemanes” destinados a las tierras de Olavarría, hace referencia a la existencia de un primer asentamiento, previo a la fundación de Aldea Hinojo considerada, hasta el presente, la “Aldea Madre”, madre de “pueblos” como los de Nievas y San Miguel en Olavarría y de otros nucleamientos en diferentes partidos de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, esos autores que bien utilizaron las fuentes documentales decimonónicas con finalidades específicas al tratamiento de sus ricas y diversas temáticas, no advirtieron o desaprovecharon su potencial de análisis para tratar de precisar el sitio o lugar donde se localizó ese primer asentamiento, frente a la carencia de vestigios sobre tierra que así lo testimonien. Los datos transmitidos tanto por la historia oral y escrita, y reproducidos por más de un siglo en forma parcial, sesgada, confusa y/o sin ser sometidos a una contrastación con otro tipo de fuentes como las planimétricas, fueron creando asimismo un círculo vicioso de dudas al grado de que algunos miembros de la comunidad ponen en tela de juicio la existencia de tal agrupamiento. Esta síntesis adelanta los resultados de un proceso de investigación que re descubre en las memorias escritas del último tercio del siglo XIX los datos que, contrastados con fuentes gráficas sobre división, mensura y distribución de las “diez y seis leguas cuadradas medidas y amojonadas para el pueblo de Olavarría y la tierra pública que el Estado posee en el Arroyo Nievas”, nos aproximan a las coordenadas territoriales del primer asentamiento en Colonia Olavarría. Bajo esta óptica, entreteje memorias, relatos y documentos gráficos elaborados por aquellos delegados del gobierno provincial, profesionales y técnicos, testigos de lo acontecido en aquel primer paraje, e indaga en las formas de organizar el territorio y construir sus primeras viviendas y, por consiguiente, despeja algunas de las muchas dudas que permiten reconstruir con certeza esa cuota parte del camino recorrido por los primeros inmigrantes. Por un lado aquélla de los miembros de la comunidad descendiente de Alemanes del Volga que frente a la ausencia de testimonios supra terra descreen de que en el “lugar” señalado por un monolito de piedra preexistiera un primer asentamiento a la fundación de Aldea Hinojo. Por otro abre nuevos horizontes a la investigación arqueológica al encontrar un nuevo sitio de referencia a los elementos fundadores que bajo tierra esperan ser compartidos como rasgos distintivos e inconfundibles de su cultura.
1
Síntesis de Vitalone, Cristina E. y Duguine, M. Laura (2008), “El primer asentamiento de los Alemanes del Volga en Olavarría. Un sitio de la memoria”, en Actas Segundo Encuentro Bonaerense de Memoria e Historia Oral. Dirección Provincial de Patrimonio Cultural- Archivo Histórico “Dr. Ricardo Levene”- Municipalidad de Chascomús. Chascomús, 21 y 22 de agosto de 2008. 50
5.1. Acercándonos a las coordenadas territoriales del primer asentamiento. Hemos señalado que la producción escrita desarrollada durante el siglo XX hace mención, directa o indirectamente, a un primer asentamiento, aseveración que en general surge de fuentes documentales que sus autores tenían “a la vista” o de repetidas citas transcriptas de publicaciones anteriores a sus respectivas ediciones. Sarramone (1997)2, señala que “Llegado el primer grupo de rusos, con sus familias, fue enviado con el intendente que se había nombrado – Curth –“ y que en un lugar, indefinido, “se encontraron con casillas ya instaladas”. Weyne (1986)3 habla de relaciones “aparentemente cordiales” con el Intendente de la colonia “a quien una fuente denomina Enrique Curth (Salvadores, 1937)4 y otra Walter Kurt (Seitz)” y que “cuando los colonos llegaron a Hinojo ya contaban con casillas provisorias instaladas” en una “primera fundación” cuyos “rastros prácticamente se han perdido”. Para Poop y Dening (1977)5 el intendente “Walter Kurt, les fue favorable (y) Recibieron carpas”, mientras que para Salvadores el intendente “nombrado (fue) Enrique Curth” y la “primera instalación se realizó en carpas a fines de 1877”. De estas descripciones no surge claramente la ubicación geográfica del primer asentamiento o primera fundación dentro de la colonia, si bien todos esos autores asocian el arribo de un primer grupo de inmigrantes “ruso-alemanes” con una buena recepción por parte del Intendente y su instalación en carpas o casillas, provisorias como dice Weyne. Este primer encuentro entre Intendente e Inmigrantes estaba previsto en la ley del 10 de noviembre de 1877 sobre “Fundación de una Colonia ruso-alemana”, entre las funciones que le asignaba a ese representante del gobierno provincial en el área de colonización: “poner en posesión á cada familia ó colono el lote que le corresponde […] velar por la seguridad de la colonia y ser el ajente de la autoridad para todo lo que se refiere á su administración”. Según la misma ley el Intendente dependería de una Comisión Directiva (Comisión de Colonización) cuyo nombramiento se efectivizó por decreto del Poder Ejecutivo el 12 de noviembre de 1877. Por el primer artículo la Comisión se integró con los “Sres. D. Eduardo Olivera, D. Juan Dillon (padre), D. Manuel Anasagasti, D. Belisario Roldán y D. Blas Dhers” y por el tercero se nombró “Intendente de la Colonia Olavarría á D. Enrique Curth”. Sin lugar a duda Dillon relataba en 1882 que “A fines de 1877 no había quien se atreviese á poblar los campos de Olavarría; los indios habían sido espulsados un año antes […] En esa situación fueron los primeros de colonos Ruso-Alemanes, bajo la dirección del Intendente D. Enrique Curth” (Dillon1882, en Salvadores 1937) El trabajo de Duarte (1977)6 sobre el establecimiento de los “ruso-alemanes en la Argentina” entre 1877 y 1878, orienta con datos más precisos la investigación sobre el lugar de ese primer asentamiento. Transcribe parte de una memoria escrita (que no cita pero como veremos fue redactada por el mencionado Eduardo Olivera) donde leemos que cuando llegaron a la provincia de Buenos Aires las “primeras nueve familias […] el 1º de febrero de 1878 […] estaban definitivamente sobre el arroyo Hinojo donde se construyó la casa de la Administración”. También señala que “trazaron un pequeño pueblo, cortaron adobes y paja para levantar sus casas […] y comenzaron a labrar la tierra junto con dos familias suizas y un grupo de alemanes solteros”.
2
Sarramone, Alberto (1997), “Los Abuelos Alemanes del Volga”. Buenos Aires: Editorial Biblos Azul. Weyne, Olga (1986), “El Ultimo Puerto. Del Rhin al Volga y del Volga al Plata”. Buenos Aires: Editorial Tesis, Instituto Torcuato Di Tella. 4 Salvadores, Antonino (1937), “Olavarría y sus Colonias”. La Plata: Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. 5 Popp, Víctor P. y Dening, Nicolás (1977), “Los Alemanes del Volga. Tras largo peregrinar por Europa hallaron patria definitiva en América”. Buenos Aires: Edición de los autores. 6 Duarte, María Amalia (1977), “El establecimiento de los Ruso-Alemanes en la Argentina (1877-1878)”, en Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional (Santa Fe- Paraná, 1975), Tomo II. Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia. 3
51
5.2.
Las primeras familias en el Ejido del Pueblo de Olavarría.
Para responder al interrogante ¿Dónde se construyó la casa de la Administración? que nos permitiría acercarnos a las coordenadas territoriales de ese “lugar” o primer asentamiento, profundizamos en el proceso de organización del territorio de Colonia Olavarría. El decreto que creó la Comisión Directiva, el 12 de noviembre de 1877, puede ser considerado reglamentario de la ley del día 10 del mismo mes dado que, entre sus funciones, su artículo segundo establecía que dicha comisión “procederá á recibirse del terreno y preparar el alojamiento para los colonos”, y el quinto que “por medio de la persona que nombre (la comisión recibiría) las seis leguas destinadas para la primera Colonia, las cuales le serán entregadas por el Agrimensor Señor Don Juan Coquet que practicó el deslinde y amojonamiento del área destinada para pueblo de Olavarría. “Las seis leguas que deben entregarse, serán ubicadas con sujeción al plano y mensura ya practicada. Las demás del área medida y los terrenos públicos en Nievas […] serán oportunamente entregados cuando lo solicite la Comisión”. Del texto del decreto se desprende que para la colonia “ruso-alemana” estaban destinadas dos áreas: una de seis leguas, cuadradas, ubicada en el Ejido del Pueblo de Olavarría, fundado en noviembre de 1867, o en otros términos parte de las diez y seis leguas cuadradas de “terrenos feraces […] aptos para la agricultura (que) están situados á corta distancia de la línea férrea del Sud y se hallaban en condiciones escelentes para la colonización” y cuya mensura, practicada por el agrimensor Coquet, había sido aprobada por el Departamento de Ingenieros el 3 de agosto de 1877. En un informe dirigido al Ministro de Gobierno, los agrimensores Edgardo Moreno, German Kuhr y C. Encina expresaban que al área de “ocho suertes con una superficie de tres cuartos de legua cuadrada cada una” que “representan seis leguas cuadradas […] debe agregarse la de una parte de las suertes nos. 258, 259, 260 y 261 que han quedado fuera del ejido de Olavarría”. Otra en los “terrenos públicos de Nievas”, o en la tierra pública que el Estado poseía en el arroyo Nievas como rezaba la citada ley de fundación de la colonia, como veremos carente de mensura y división a noviembre de 1878. En efecto, la falta de división “en chacras” de los terrenos de Nievas que imposibilitaba su inmediata distribución y ocupación desencadenó el 21 de diciembre de 1877 el largo proceso de organización de ese extenso territorio. Así se expresaba el Ministro de Gobierno en una nota dirigida al Presidente del Departamento de Ingenieros para que le informara sobre “cuál es la estensión y ubicación de aquellas tierras, aunque se haya concedido condicionalmente la posesión. Como los colonos han empezado á llegar, es urgente que Ud. se espida á la brevedad posible”. El 3 de enero de 1878, el Departamento de Ingenieros elevó el informe explicando que “En cuanto á los terrenos fiscales llamados de “Nievas” los forman las […] suertes del Cosul que fueron poseidas por la tribu de Catriel” y el 29 de enero le agregó “una copia de los terrenos de Nievas con las respectivas inscripciones y linderos”, aclarando que, dentro del polígono de esos terrenos, se habían resaltado “el Potrero” y las “suertes” propiedad de “Don Doroteo Arroyo” y de “Don Pedro Salaberry”. Ese primer relevamiento de las “suertes” en los terrenos de Nievas debía dar paso a su división “en chacras” y al consiguiente deslinde y amojonamiento para ser distribuido entre los primeros colonos ruso-alemanes. Sin embargo los reclamos de la Comisión Colonizadora para que se realicen estas prácticas debieron sucederse hasta fines del año 1878. El 8 de julio de 1878 Eduardo Olivera, por entonces Director de esa comisión, se dirigía al Ministro del Interior manifestándole su preocupación porque “hasta ahora es desconocida” la superficie de los terrenos de “Nievas” que estaban destinados para la colonización ruso-alemana. Más tarde, en octubre del mismo año, la comisión insistía aún sobre su deslinde y amojonamiento “pues las familias7 establecidas en este campo claman por la entrega de las concesiones que les acuerda la ley”.
7
Cabe señalar que a los efectos de la ley “Fundación de una Colonia Ruso-Alemana”, el concepto familia estaba referido a “cada grupo compuesto por tres adultos o de cinco personas incluso niños” (art. 4º). Esta conceptualización importa el momento de comprender diferencias entre el número de familias citadas por los textos de algunos de los autores del siglo XX. 52
Las familias ruso-alemanas que arribaron a la Colonia Olavarría entre los meses de enero y junio de 1878 a cortos intervalos “se enfrentaron con la imposibilidad de disponer de esos terrenos cuya división aún no estaba practicada”, como veremos razón por demás suficiente para ser recibidas por el intendente Enrique Curth quién las alojó transitoriamente en las chacras de la Administración o de la Intendencia.
5.3.
Las primeras familias y el primer asentamiento..
Las “nueve familias rusas venidas directamente de Europa” y que a fines de diciembre de 1877 habían arribado al Puerto de Buenos Aires “comenzaron el 15 de enero de 1878 su traslado desde Azul8 a la margen derecha del Arroyo Tapalqué en el Egido de Olavarria”, situándose primero “en el medio de las sierras que se levantan en aquellos parajes”, para luego, el 1º de febrero “sobre el arroyo Hinojo, adonde se construyó la casa de la Administración”. Los nombres de los integrantes de esas primeras nueve familias ruso-alemanas quedaron registrados en un informe oficial que indicaba como provisorio el listado hasta “cuando se reciba el censo, pedido a la Intendencia”. Ese documento destaca, además, que arribaron a la Argentina el día 28 de diciembre de 1877: Pedro Pollack, con María, Catalina, Bárbara y Apolonia; Micael Giesler, con Susana, Andrés, Apolonia, José, José y Ana María. Micael Melinger y Bárbara. Jorge Meyer y Alejandra. Felipe Fiser, con Jorge, Ana María, Juan, Jorge, José, Pedro, Juan, Andrés, Catalina, José y Ana María. Catalina Walter y Ana María. Jacobo Schwindt, con Bárbara, Julián, José, Juan, Leonardo, Catalina, Teodoro, Juan, Jacobo, Ana y Bárbara. Tres solteros “ruso-alemanes”: Augusto Zubecckir, Juan Chamberger y José Simon (45 personas, 9 familias) y, asimismo, Victoriano Wirtz y Máximo Anger, de nacionalidad alemana. Detengámonos por un momento en este punto para, en el apartado siguiente, ubicar al primer grupo en el terreno donde se construyó la casa de la Administración o la Intendencia. De la comparación entre el registro oficial y los listados publicados por Sarramone (1997) y Weyne (1986) sobre las primeras nueve familias surgen contradicciones entre las fechas de arribo al puerto de Buenos Aires, como también interrogantes sobre cuestiones que podríamos llamar de fonética-redactada. Para ambos el 24 de diciembre de 1877 ingresaron las familias de Andrés y Jorge Fischer (¿Fiser?); de José, Miguel y Andrés Kissler (¿Giesler?); de Pedro Pollak (¿Pollack?) y de Jacobo y Leonardo Schwindt (8 familias). Mencionan además a José Simon y Juan Schaber (¿Chamberger?), siendo estos últimos del grupo de solteros “ruso-alemanes”. Nada dicen sobre Augusto Zubecckir, tampoco de las familias Melinger, Meyer y Walter, mencionadas en el único documento hasta ahora encontrado que registra tanto los nombres de los hombres como de las mujeres y niños del grupo pionero. Estas ausencias en los listados del siglo XX, parecen estar justificadas en diferentes razones, como en el caso de Micael Melinger que, a casi dos meses de llegar a la Colonia, “ha querido abandonar el país […] no por estar descontento sinó por haber sido llamado por los parientes de la mujer […]
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Los datos sobre las fechas de arribo a Colonia Olavarría, como también el número de familias del primer grupo difieren entre los autores citados. Dice Weyne (1986: 124) “De inmediato se lo envió por tren hasta Azul, punta de rieles en el centro de la provincia […] Una vez allí recorrieron, en carros tirados por bueyes, 35 km hasta el arroyo Hinojo a donde llegaron el 5 de enero de 1878” y Poop y Dening (1977: 170) “Dicho grupo realizó en viaje en ferrocarril hasta Azul, -punta de riel entonces-, para luego continuar en carros y cubrir los 35 kilómetros restantes hasta un arroyo, llamado “HINOJO”, donde llegaron el 5 de enero de 1878”. Para ambos autores el grupo estaba formado por 8 familias y 3 solteros; para Sarramone (1997) por 9 familias y 3 solteros, mientras que para Salvadores (1937) eran sólo 9 familias. 53
habiendo solicitado dejar responsables á los sucesores José Fischer (Fiser?) y Wilhelm Denk9” de la casa, implementos y animales “antes de salir él y su mujer y niños de la Colonia”. A ese primer grupo se sumaron dos familias suizo-alemanas que arribaron el 6 de febrero de 1878, y poco más tarde un grupo de alemanes solteros que por ser del mismo origen que “los ruso-alemanes” fueron remitidos a Colonia Olavarría. Los nombres de esas dos familias quedaron registrados en el adjunto provisorio mencionado: Juan Stuzzenegger llegó con María, Bertha, Carlos, Juan, Arnold y Jacob, y Jacob Eugrter (o Eugster) con Emma y Luis Henri. El 16 de febrero arribaron los alemanes solteros, Ernesto Elflein, Ernest Fuch, Georg Fust y Wilhelm Fit. Las 9 familias ruso alemanas, mejor expresado Alemanas del Volga, “en primero de Marzo estaban ya todos debajo techo y en sus casas respectivas”; las 2 suizo-alemanas en “4 chacras al lado de la Intendencia (y) los cuatro solteros alemanes pobláronse en la Sierra Chica”. Al mismo sector de Colonia Olavarría donde ya estaba instalado el grupo pionero, el 4 de abril de 1878 llegaron 4 familias más “ruso-alemanas” de un segundo arribado el 22 de marzo y se establecieron “en 8 chacras entre los arroyos Hinojo y San Jacinto”. Por último, al “grupo del Hinojo” el 10 de abril del mismo año se integró la familia suizo- alemana de Fischer que “no recibe mas que la tierra y la mantención por un año, ha comprado su corte de rancho, bueyes, vacas, caballos y útiles de labranza y ha ocupado dos chacras al lado de sus compatriotas (Stuzzenegger y Eugrter), en la proximidad de la Intendencia”. Tanto las familias del segundo grupo como las de un tercero arribado a la Colonia el 12 de abril de 1878, fueron establecidas “provisionalmente en el lote que ocupa la Intendencia en el primer pueblito fundado los primeros días de Marzo”.
5.4.
El grupo pionero, “9 casas y el rancho de la Intendencia”.
Cuando el informe oficial señalaba que los miembros del grupo pionero de la Colonia se estableció “sobre el arroyo Hinojo” hacía clara referencia a dos formas de organización y ocupación del territorio: “transitoriamente” en las chacras de la Administración, hasta tanto se mensuraran los terrenos de Nievas, y en 18 chacras de labranza que se les asignaron en el Ejido del Pueblo de Olavarría entre el arroyo Hinojo y el “Camino Real que vá del Azul á Olavarria”. En las planillas de liquidación de las chacras concedidas “á los Colonos Ruso Alemanes según la distribución hecha por el Ingeniero Dn. German Kurter (es Kuhr) por órden del Escmo. Gobierno” en 1881 encontramos la referencia al lugar donde se construyó “la casa de la Administración” y funcionó la “Intendencia” de la Colonia. Bajo el encabezado “chacras concedidas por la Comisión Colonizadora a Pobladores de diferentes Nacionalidades” aparecen las números 775 y 807 como pertenecientes a la “Antigua Intendencia”, más tarde escrituradas a nombre de Miguel Kees “colono ruso alemán domiciliado en la Aldea Hinojo”, como él mismo se presentara el 1º de mayo de 1883 para reclamar ese instrumento público al Presidente de la Comisión Colonizadora, por entonces Dn. Juan Dillon10. El documento analizado también nos acerca la imagen del conjunto de construcciones levantado sobre esas dos chacras atravesadas por el Arroyo Hinojo, cuando señala: “allí se han construido un gran almacén y habitaciones para la Intendencia a la que se han agregado 2 corrales de Ñandubay con 400 postes”, más instalaciones complementarias como una “gran carpa que servía entonces para depósito” de raciones de carne y galletas. Hasta allí también llegaron los primeros inmigrantes Alemanes del Volga, “trazaron un pequeño pueblo, dividiéndolo en lotes de 25 varas (21, 65m) de frente por 50 (43,30 m) de fondo y comenzaron a cortar adoves y pajas para levantar sus casas para cuyo efecto había ya en la Intendencia treinta y cinco 9
Wilhelm Denk ingresa a la Colonia el 22 de marzo de 1878 con el llamado segundo grupo. Alegaba, además, que en la distribución realizada en 1881 por el ingeniero Kuhr le habían sido adjudicadas ambas chacras y, también, las 883 y 884 según un “boleto provisorio del entonces Intendente Hoyer” o, en términos del documento original, un “título provisorio” que el 12 de abril de 1881 le otorgara en virtud de las atribuciones que le concedía la Ley provincial del 10 de noviembre de 1877.
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cortes de rancho” y demás útiles é instrumentos necesarios para la construcción é instalación de la Colonia”. Los “ranchos”, provistos por la Comisión a cada familia, consistían en un conjunto de “cortes de 10 varas (8, 66 m) y 5 (4,33 m) siendo los principales de madera dura”, y en cantidad suficiente para levantar la estructura portante de cada casa. Esto explica que los colonos cortaran adobes y paja para cerrar sus muros y techarlas. Al gran rancho de la intendencia le correspondieron 7 cortes “para 5 piezas”, presumiblemente armadas en torno a un patio, e inferimos que para las viviendas de los pioneros “ruso-alemanes” un total de 9 cortes, completando así la imagen del primer asentamiento residencial de esos inmigrantes en las chacras de la Intendencia de Colonia Olavarría. Surge así que en marzo de 1878 y “a pesar de las fuertes tormentas sufridas estaban ya levantadas 9 casas y el gran rancho de la Intendencia” y las instalaciones necesarias para el buen funcionamiento de la administración de la Colonia.
Dice Adán Marcelo Chamberger (78 años, 2008), refiriéndose al primer asentamiento de Hinojo: “Las primeras familias llegaron allí, y fueron enterradas allí […] se conversaba del primer fallecimiento […] Empezaban a hacer canteras […] En la canterita de los Iturralde encontraron restos”.
Para Lavié y Shloss (1887)11 el 1º de febrero de 1878, día en que comenzó la construcción de la Casa de la Intendencia, se constituía asimismo en la fecha de “fundación real de esta pequeña colonia” y, agregamos, de la configuración de un trazado “aldeano” cuya ubicación precisa en ese predio aún no ha sido revelada por las fuentes consultadas12.
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Lavié, Juan y Schloss Emilio (1887), “Informe y Censo sobre las Colonias de Olavarría”, en Memoria del Ministerio de Obras Públicas, Tomo II. 12 Entre otras, documentos históricos y memorias del Archivo General de la Nación, Ministerio del Interior; del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires- Archivo Histórico de Geodesia; del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Ricardo Levene” y del Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. 55
5.5. Un hogar de tránsito, en las chacras de la Intendencia. Días antes del 22 de marzo de 1878 llegó a Colonia Olavarría un segundo grupo “estableciéndose provisoriamente en el lote que ocupa la Intendencia”. Estaba compuesto por 24 familias (descontando aquéllas 4 que se localizaron en el área del primer grupo) que dos meses más tarde, el 20 de mayo, fueron trasladadas a las lomas del arroyo de Nievas. En ese paraje “se les dió un sitio para sus casas que rodearon de un zangeado como lo han hecho todos” y 17 cortes de ranchos para levantarlas y, con la premura de “recuperar el tiempo perdido” hicieron que sus “mujeres y niños construyeran los ranchos mientras ellos tomaban el arado para arar la tierra y poderla sembrar antes que pase la estación”. Nació así la primera Aldea “permanente”, Nievas, cuya ubicación precisan Lavié y Shloss (1887) en un informe dirigido al Ministro de Gobierno: “está ubicada en la chacra número 932 (que) conjuntamente con la número 1.106 fueron adjudicadas al colono Juan Rickert, que abandonó el país hace algunos años”. Al predio de la Intendencia, el 12 de abril del mismo año también arribaron las 19 familias que conformaron el tercer grupo, permaneciendo con sus compatriotas hasta el 10 de mayo, alojadas presumiblemente en carpas como lo habrían hecho los miembros del segundo hasta trazar Aldea Nievas. Carpas que para algunos testigos “llevaban consigo” y para otros eran provistas por la Intendencia (Dillon, 1882, en Salvadores, 1937). Los miembros del tercer grupo “despues de haber asistido a la misión del R. Padre Stollenwerch (poco claro en original) fueron trasladados” a 34 chacras “en las proximidades del arroyo San Jacinto”, pues a pesar de componerse de 37 lotes esa área del Ejido del Pueblo de Olavarría “hay tres de ellos ocupados por antiguos pobladores con majadas de ovejas”. Ese tercer grupo llevó “arados de acero superiores é implementos de agricultura, habiendo pagado el esceso de precio de sus propios recursos. Llegados a la Colonia se compraron 70 caballos que pagaron algunos de ellos hasta 1000 m/f por pieza” y, algunos, “pidieron varias veces los carros de la Intendencia, fueron al Azul y compraron fierro de canaleta, tablones, tirantes de pino, árboles para plantar y muchos otros objetos”, además de “9 carros de cuatro ruedas que ellos habían encargado (a la Intendencia) por su propia cuenta” y yeguas y caballos “que prefieren al buey para sus trabajos”. El mismo documento hace mención a que “se les entregó 17 cortes de rancho é inmediatamente empezaron a construir sus casas, de las que hay algunas de pared francesa otras de céspede”, pero no remite a la formación de un agrupamiento análogo al trazado en el predio de la Intendencia que sí describe como un “pequeño pueblito”, organizado en lotes de 25 varas de frente por 50 de fondo. La falta de referencias a este tipo de agrupamiento en un relato por demás detallado sobre las formas de ocupación de las tierras de la colonia, hace presumir que las familias del tercer grupo levantaron sus casas en cada chacra, donde las “Tienen […] perfectamente puestas, sus jardines labrados y las semillas traídas por ellos debajo de tierra”.
5.6. Conflictos y hacia nuevas fundaciones. En el apartado anterior hemos rescatado del olvido la primera fundación de los inmigrantes Alemanes del Volga en el predio de la Intendencia: “un pequeño pueblito” construido entre el 1º de febrero, fecha de instalación de la Intendencia, y marzo de 1878, según las memorias escritas por aquéllos que fueron testigos de lo acontecido en ese lugar. A la luz de esos testimonios tres grupos de inmigrantes “ruso-alemanes” hallaron cobijo y permanecieron por diferentes lapsos de tiempo hasta su radicación definitiva en las Aldeas Nievas, Hinojo y San Miguel, tal como hoy las conocemos. Señalamos, además, que la primer Aldea trazada (por el segundo grupo) como hogar colectivo y “definitivo” fue Nievas, en tierras que a noviembre de 1878 aún no estaban “deslindadas” pese a que “las familias en este campo claman por la entrega de las concesiones que le acuerda la ley”. Mientras tanto el tercero ocupaba desde el 10 de mayo las chacras de San Jacinto y el primero 56
permanecía desde el 1º de febrero en torno a la Casa de la Intendencia o Administración. Sin embargo, el “pequeño pueblito” y las chacras de San Jacinto fueron abandonados iniciándose así nuevos traslados hasta encontrar los sitios donde ‘refundar Aldea Hinojo’ y ‘fundar Aldea San Miguel’, esta última también denominada “San Jacinto” en recordatorio de aquél paraje habitado y trabajado próximo al arroyo homónimo. Muy diferentes fueron las razones de ambas migraciones internas en Colonia Olavarría. En el caso del primer grupo se le atribuyen a “conflictos con los colonos franceses” que ocupaban las chacras inmediatas al predio de la Intendencia. Sarramone (1997) citando a Riffel así lo explica: “Como en el lugar fijado para la Colonia estaban acampando algunos colonos franceses […] los volguenses se ubicaron a mil metros del arroyo Hinojo […] Por aquella época, el arroyo Hinojo, tenía poco agua […] Los animales devoraban las plantaciones de los franceses, por lo que vino una comisión de éstos y solicitó con palabras cordiales que guardaran los animales; pero como los volguenses no podían encerrar los animales en una aldea recién plantada […] corrieron la aldea a la chacra de Andreas Fischer”. Weyne (1986), agrega que “A raíz de algunos conflictos, en este caso con los franceses […] los alemanes solicitaron y obtuvieron el permiso para trasladarse a un kilómetro de distancia”. La fecha de este traslado, y por consiguiente de refundación de Aldea Hinojo, aún permanece oculta en el entramado de documentos hasta ahora consultados o en aquéllos que con grandes dificultades poco a poco se incorporan para investigar esta cuota parte del proceso de migraciones internas en Colonia Olavarría. Hasta entonces sólo podemos aportar a su comprensión salvando algunos datos que erróneamente se transmiten sin sustento analítico alguno como, por ejemplo, el nombre de Andrés Fischer propietario de las chacras que, en ‘fecha indeterminada’, fueron ocupadas por los colonos asentados en el predio de la Intendencia. En 1890 el agrimensor Carlos Cardoso describe la operación de mensura de esa nueva Aldea como “un simple levantamiento del plano á catastro por estar casi todos los terrenos”, además de “cercados, edificados y las tierras laboradas”, ocupados “con un pequeño pueblo en conformación al que dieron el nombre de “Hinojo” (en) parte de las chacras 811 y 812 que le habían sido adjudicadas por el Ingeniero Kuhr” a Don Pedro Heinrich. Tres años antes de esa mensura Lavié y Shloss (1887) le informaban al gobierno que “La aldea está ubicada en parte de las chacras números 811 y 812 que la comuna permutó con el colono PEDRO HEINRICH por la numero 742 que posee”. La ubicación de las chacras de Don Pedro Heinrich linderas a la de Andrés Fischer, justificaría en principio tal confusión. Respecto al traslado del tercer grupo, y consecuente formación de Aldea San Miguel, Weyne (1986) señala que primero “se dirigieron hacia el paraje denominado San Jacinto, intentando infructuosamente durante dos años establecerse en él. Decidieron por lo tanto explorar los alrededores en busca de tierras más protegidas (de los indígenas) y así se instalaron en 1881 en lo que es actualmente la Aldea San Miguel”. Para Lavié y Shloss (1887), ese traslado no estuvo orientado por razones de seguridad sino porque “los terrenos eran inadecuados para el cultivo, por cuyo motivo sus primitivos ocupantes, los ruso alemanes, los habían abandonado” para fundar una Aldea “situada en la chacra número 1.018 que la comuna de ella permutó con el colono Pedro Kessler por la chacra número 976, que perteneció a Felipe Klein”. Pero es el mismo Felipe Klein quién aclara esa cuestión al dirigirse por ‘telegrama’ como “el anciano de la Colonia Ruso Alemana en San Jacinto” al Gobernador de la provincia Dr. Carlos Tejedor. A ese telegrama Klein le adjunta una nota fechada en noviembre de 1879 donde los colonos le solicitan que “V.E. se conduela y dé permiso de que podemos arar y sembrar las chácras nuevas, que el Sr. Ingeniero Kuhr ha refraccionado en los terrenos que son destinados por el Superior Gobierno á los colonos de San Jacinto […] en cambio de los actuales (que) nos condenan á morir de hambre por su pésima clase, y que fueron designados por el Señor Intendente”. Firman la nota los miembros de la “la comisión de los ancianos”, en nombre y por autorización de todos los Colonos de San Jacinto.
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Se terminรณ de imprimir en la ciudad de La Plata en noviembre 2012 Esta ediciรณn de 300 ejemplares.