5Precioeuros en España
año 2010. número 1
Opinión: “Quien no llora no mama” · RaR0 “Y qué te digo yo de Jaén” · Jesús Tíscar Libros: “Abilio Estévez, un billete a la Habana” · Carlos Serrano Libros: Leonardo Padura y Miguel Barroso · J.P.G Relato: “Destellos”, relato sobre fareros · Mario Sanz Música: “Hermana Amnesia” · Julio Lebrato Movimiento de los Sin Tierra, Brasil · Jordi Montenegro Viajes: “Hasta siempre, Comandante” · Rakel Rodríguez “Matanzas, la Atenas despierta” · Rakel Rodríguez
Índice
La RaRa
El ojo público Quien no llora, no mama. · Rakel RaRo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Una vocación frustrada · Mario Sanz Cruz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Tirando a dar Leonardo Padura y Mario Conde en Cuba · José Pastor González. . . . . . . . . . . . . . . 11
Un asunto sensible. Tres historias cubanas de crimen y traición. Miguel Barroso. · J.P.G.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Fumando en pipa Un billete a la Habana · Carlos Serrano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Movimiento de los Sin Tierra (MST) Jordi Montenegro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 la rara ediciones RaR0, edicionesraro@yahoo.es
Música para camaleones Hermana Amnesia · Julio Lebrato. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Depósito Legal: Diseño gráfico: Thomas Donner, Stuttgart/Alemania, thomas.donner@ymail.com Impreso en: GESTGRAF, Jaén/España Nº de ejemplares:
Viajes Hasta siempre, Comandante · RaRo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
© Copyright de los autores
Especial: Literatura Cubana y Matancera Matanzas, la Atenas despierta. · RaRo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Pedro Juan Gutiérrez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 Mae Roque. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Laura Ruiz Montes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 Hugo Hodelín Santana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46 Pablo Méndez Borroto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Teresa Fornaris . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
Carta para Rakel Raro y la revista · J.P.G.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Empezamos una nueva andadura con esta revista. Una revista que fundamentalmente pretende ser literaria y quiere aunar diferentes culturas y a diferentes escritores. En este primer número hay artículos de opinión, de viajes, de música y hay lecturas, en este caso, nos centramos en Cuba, en la isla caimán y en algunos libros que desde allí nos han llegado. Pero sobre todo hay poesía, un especial de poetas cubanos, en concreto matanceros, ya que buena parte de los que hemos seleccionado en este número son de Matanzas. La mayoría no son conocidos en España, salvo Pedro Juan Gutiérrez que nos ha cedido dos poemas de un poemario inédito en nuestro país. Los demás, Laura Ruiz, Mae Roque, Hugo Hodelin, Teresa Fornaris y Pablo Méndez Borroto (estos dos últimos de La Habana) tienen una amplia trayectoria a sus espaldas en la isla, pero son inéditos aquí y queremos acercaros sus palabras. También hay un acercamiento al Movimiento de los Sin Tierra, en Brasil, realizado por Jordi Montenegro a pie de campo, alguien que lleva ya muchos años trabajando con este grupo y nos muestra sus inicios y su historia.
Como he dicho al principio La RaRa nace con vocación literaria y en próximos números seguiremos publicando a poetas de aquí y también de allá, mostrando a poetas argentinos, brasileños, mexicanos… Y hacer de este espacio, un lugar de encuentro. Para ello, os animo a colaborar. Y desde ya, gracias a todos los que estáis.
edicionesraro@yahoo.es ilustración: Manuel Olivencia
Que venga el escribano Y qué te digo yo de Jaén… · Jesús Tíscar Jandra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
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ilustración: María Torres
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Quien no llora, no mama.
Rakel RaRo
Hay cabezas pensantes que se dedican a hacer estudios sesudos, del tipo “tras varios años de investigación se ha demostrado que los hijos de clases más desfavorecidas tienen menos estudios universitarios” o “los odontólogos han llegado a la conclusión de que las clases medias-bajas, tienen una peor salud buco-dental”. Me encantaría saber quiénes son ¿los hacen gente que en realidad no existe, quiero decir una especie de máquinas? ¿los hacen personajillos de los que no pisan la calle porque si la pisaran les partirían la cara? Ahora con todas las desgracias que van pasando en el mundo y a las que asistimos atónitos e inútiles frente a televisores y periódicos, nos dan otra noticia de estas. Dicen que acaban de descubrir (suponemos que tras largos trabajos de investigación en lugares perdidos de la mano de la humanidad) que los niños que nacen en esa África hambrienta y sedienta, no lloran. No lloran. Dicen que ya se ha inculcado en su genética la conciencia de que no les sirve de nada. Y por eso no lloran, ni se quejan, que sólo miran a sus madres con los ojos esos tremendos, bien abiertos, observando cualquier movimiento.
ilustración: Manuel Olivencia
El ojo público
Y aquí en este ¿primer? mundo en que nos hemos convertido, no sólo berrean los bebés, sino niños ya bien mayores, y adultos que siguen la máxima, hasta el final de “quien no llora no mama”. Por si acaso, tú dale a la lágrima, dale al llanto y pide por esa boquita.
Mientras tanto los otros niños no lloran, para qué. Son los otros. Como tantos que no tienen llanto, que no tienen voz. Los hay en todas partes, aquí muy cerquita no nos faltan tampoco. Han aprendido a no quejarse, no levantar la voz, no llamar la atención, al menos por sus actos, que su presencia ya es suficientemente llamativa. Y es que sí, en esta España nuestra que se ha ido creando, los pobres resaltan, por su nacionalidad diferente, por su etnia minoritaria, incluso por su ropa, por el jabón que utilizan o los perfumes que no se echan. Y son peligrosos porque quieren lo que tenemos nosotros, una casa más o menos caliente en invierno, una ropa bonita que cambias cada año, un champú que deje el pelo sedoso, una crema que valga más de 1 euro y no huela a gasolina, unas botas que te salven cuando llueva, un abrigo para no congelarte, y a ser posible de tu talla. Quieren cosas peligrosas, por lo que parece. Pero es que con todo eso y un mínimo de seguridad económica, hasta podrían sonreír y abandonar su rictus de tristeza. Entonces nos daríamos cuenta de la belleza de una sonrisa pura y verdadera.
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Que venga el escribano
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Y qué te digo yo de Jaén…
Jesús Tíscar Jandra
Pues mira, según, si lo que buscas es un pueblo que se las da de ciudad, de los que tratan de disimular el tufo a leña y a matanza con ambientadores de progreso —esos ambientadores verdes de los cines viejos que nunca logran matar del todo el rancio polvoscuriento de los terciopelos—, pues sí, ve n te a vivir a Jaén, échale huevos y lárgate de ahí; pero si lo que buscas para tu dudosa existencia es la pequeña capital andaluza que te conecte con la gracia y el salero del sur, pues no, no te vengas, entre otras cosas porque aquí no somos andaluces, somos más bien manchegos, y a mucha honra, los mapas no se quieren enterar de esto, pero la rea l i dad de las cosas sí. Como comprenderás, tú puedes hacer lo que quieras, a mí la ve r dad es que me la suda muchísimo lo que hagas, pero ya que me pides consejo, y conociéndote como te conozco, te diría que sí, que te vengas a vivir a la capital del Santo Reino, del Santo Rostro, de la Santa Oliva. Jaén es barata, eso para empezar, y aquí a ser barato se le llama a que la caña vale, como mucho, 1,30, con tapa incluida, tapa gorda, por lo general, que te metes dos o tres y cenas. Sí, ya te digo, los jienenses medimos el nivel económico de un sitio por lo que vale la cerveza en
un bar. Aquí viene ge n te que ha estado, yo qué sé, en Estrasburgo, en Zamora, en Berlín, en Sigüenza, en Dallas, en Xiangtan, donde sea, y lo primero que le preguntamos es cuánto vale la caña ahí y si ponen tapa o la tienes que pedir. No lo podemos remediar, lo llevamos en la masa de la sangre; lo de los monumentos, los paisajes, la idiosincrasia y si ha follado o no ha follado, vale, nos interesa como al que más, pero eso después: a nosotros que no nos vengan con el relato turístico si antes no nos hemos hecho una idea de lo que, en base a las cañas, cuesta vivir en tal o cual ciudad. Por lo demás, qué quieres que te diga: yo, nacido, criado y viviente en Jaén (el de Peñamefécit, el de Las Protegidas y, ahora que he prosperado, el del Gran Eje), no soy de los que van vendiendo por ahí su tierra chochamente, ya lo sabes, pero qué coño, tampoco la regalo. Aquí se vive bien, siempre que no te falten paciencia y esperanza, nunca resignación, eso no, porque entonces caerías irremediablemente en el casticismo, en el jaenismo, y de ahí a volverte un mierda solemne con aceitunita de plata en la solapa hay medio paso, qué ascazo, no me gustaría verte a ti —con lo
que tú has sido— hecho un lagarto pegado al Arco de San Lorenzo y dándole voces líricas al aceite virgen de las ingles de las pastiras, que son las chorbas antiguas típicas de aquí (a su pareja les llamamos «chirri», ¿habrá poca vergüenza?). No, hazme caso, resignación nunca. En una ciudad como esta, la resignación termina matándote la dignidad y cuando quieres acordar te has convertido en uno de ellos, de los sin nombre, de los otros, de los en ocasiones veo muertos, y habrás ingresado en los ambientes menos recomendables del lugar, tan enrarecidos —el viento que aquí tanto vive no puede hacer nada por orearlos— que a sus habitantes se les agarra al pellejo una pátina de golondrina de porcelana, a la lengua un intolerable acentorro deíes griegas perpetuas y al alma una mala hostia reprimida y cítrica que luego se escapa de viejo, como los peos, sin sentir, a chorreón tonto y, casi siempre, sin venir a cuento. Contra la resignación, ya te lo he dicho: paciencia y esperanza son las mejores vituallas existenciales para vivir en Jaén. Sé que para acabar debería echar mano de aquello de la gente hospitalaria, el carácter abierto, la gastronomía y las fiestas patronales, pero es que, oye, ese «nodo» me
da un perezón que me caigo para atrás. Tú vente a Jaén y ya irás descubriendo lo que somos, cómo somos y lo que tenemos (y a lo mejor, cuando lo averigües, te pido que me lo cuentes y así nos enteramos los dos). Lo que sí quiero es asegurarte algo y es que, en Jaén, lo que no te va a faltar nunca es la sensación limpísima y ensoñadora, cuajada de libertad, aunque poco esclarecedora, eso sí, de que otros mundos son posibles y de que ahí afuera hay un planeta entero para el que siempre tienes un pasaje listo y una muda lavada. No sabes lo bien que se vive con esa sensación pegada al cogote todos los días, calidad de vida, y no importa si te mueres aquí sin haber empleado nunca el susodicho pasaje ni la susodicha muda.
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Una vocación frustrada
Mario Sanz Cruz
Algunos amigos íntimos de Rafael Alberti sabían que el gran poeta gaditano tuvo una vocación secreta, que nunca pudo llegar a ejercer. Es evidente su afición y su admiración por el mar, reflejada en gran parte de su vida y su obra, y muchos pensarán que añoraba ser marinero; pero, al parecer, Alberti siempre quiso ser farero. Sus versos evidencian la admiración del poeta por los faros, a los que llama “luz salvadora de náufragos” y compara con estrellas agrupadas. En sus poemas alude a ellos una y otra vez, y son muchos los ejemplos que podemos encontrar en su amplia producción: “Deja a la lengua de los faros, muda, que entre las sombras se prolongue y hable, mientras que a ti mi sueño te desnuda.” “¡Torrero, torrero mío, alargue verde tu espada tu faro, por el umbrío desier to de la oleada!”
Quizás cuando Alberti habla de “marinero en tierra”, esté describiendo a un farero: un marinero que no navega pero es indispensable para los navegantes, alguien que tiene alma de marino pero no se mueve de su sitio, con esa contradicción que le impide navegar, por más que lo desee, al tener que cumplir una importante labor en la frontera del mar, señalando el camino a sus colegas, a los “marineros en agua”. Así ha sido la vida del torrero, siempre viviendo por y para los marinos, siempre mirando al mar pero desde su torre inmóvil, triste o felizmente varada en la orilla. Pese a la vocación frustrada del gran poeta portuense, de la generación del 27, Alberti tuvo un choque con algunos fareros, cuando incluyó en su libro “Marinero en tierra”, un poema titulado “El piloto perdido”, que no hizo mucha gracia en el Cuerpo de técnicos de Señales Marítimas, porque, según sus críticos, ponía en duda la profesionalidad de las personas que cuidan de los faros. El poema dice así:
¡Torrero que voy perdido y está apagado tu faro! Noroeste. Nada claro por el cielo, ¡y te has dormido! ¡Que se ha dormido el torrero y nadie del astillero talar su sueño ha querido! ¡Corre, ve, viento marero y dile a algún marinero que el faro no está encendido! A estos versos replicaba, bastantes años más tarde, Luis Martín Peregrina, técnico de Señales Marítimas del faro de Cabo Mayor, en Santander, publicando un poema propio en el “Diario Montañés” del 14 de agosto de 1988, que reivindica la dedicación y abnegación de los miembros de este sufrido Cuerpo:
Enhiesto sobre el cantil con los brazos luminarios, vigilante… proteges al navegante de la noche tenebrosa y mar hostil — Faro de Cabo Mayor — de esbelta figura blanca como bandera de Paz, ondeada en alta mar por torreros generosos, que con gran celo y amor mantienen vivo tu ardor de destellos luminosos — Faro de Cabo Mayor — no temas por tu ceguera que tu luz no está apagada, que está velando el “torrero”… — Que D. Rafael Alber ti… NO ES PILOTO MARINERO —
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… que Rafael Alber ti no es piloto marinero, porque, ahora, por los siglos de los siglos, se ha conver tido en farero.
ilustración: María Torres
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Pese a la polémica levantada, en su momento, no creo que Alberti quisiese ofender a los fareros, bien al contrario, creo que su poema trataba de recalcar la importancia de los faros para los marinos, que siempre han sido y serán sus usuarios. Por mi parte, y respetando, sin compartir, la opinión de mis compañeros de profesión, nombro, “farero de honor” a Rafael Alberti, que tanto ha admirado los faros y tanto ha iluminado con sus versos. Aunque el nombramiento no sea, ni mucho menos, oficial, espero que le llegue donde esté, para que, aunque un poco tarde, vea cumplido su deseo:
Leonardo Padura y Mario Conde en Cuba
José Pastor González
Mario Conde nace en 1955 (al igual que su creador Leonardo Padura) en un barrio humilde de La Habana. Estudia el preuniversitario en La Víbora y aunque quiso ser escritor, comienza estudios de psicología para más tarde ingresar en la policía. Leonardo Padura nos lo presenta por primera vez en la novela “Pasado Perfecto” (1991), con 34 años, 12 de ellos en la policía. Desencantado y descontento, nostálgico y amigo de sus amigos, fumador empedernido y bebedor de ron, sensible e inconformista, un “cabrón recordador” que resuelve sus casos por su capacidad de mirar la realidad desde distintas puntos de vista. De la mano de Leonardo Padura y de sus novelas (“ Pasado Perfecto” “Vientos de Cuaresma”, “Máscaras”, “ Paisaje de otoño”, “Adiós Hemingway” y “La neblina de ayer”) conoceremos a este Mario Conde, a sus amigos y sus amores, y nos adentraremos en su visión personal de la vida y de la realidad cubana. Una realidad cubana con sus desencantos y sus sueños, con sus libros y su cocina, con sus alegrías y sus supervivencias, con su historia cotidiana y sus pérdidas irreparables, con su período especial y su cansancio histórico.
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Mario Conde sobrevive a esta realidad y a sus miedos, resacas, hambres, desamores y cabreos viendo los partidos de pelota (béisbol) con su amigo el flaco “que ya no es flaco”, escuchando música como la de la Credence, Formula V o los Beatles o juntándose con sus amigos de siempre para comer, beber y recordar. Además de artículos periodísticos en “El Caimán barbudo” y “Juventud rebelde”, de ensayos, cuentos y reportajes, Leonardo Padura ha publicado “La Novela de mi vida” sobre el poeta nacional cubano José María Heredia y “El hombre que amaba a los perros” una novela sobre León Trotzky y su asesino Ramón Mercader, y a la vez una reflexión sobre el fracaso de una de las utopías del siglo XX.
actitudes. Mario Conde es el resultado de una experiencia generacional. Los dos somos de la misma generación, la generación de los “mandaos” nos llamaban, porque a todas horas nos estaban mandando cosas. Los dos vivimos la época romántica de la Revolución, una época llena de consignas que nosotros de verdad nos creíamos. También comparto con él que Mario Conde es una persona normal, con una vida normal y rodeado por todo de normalidad: nada en su existencia es trágico, o heroico, y por eso incorporamos a nuestras vidas el proceso de la Revolución como algo normal, natural. Nuestra evolución ha sido similar, el tiempo nos ha hecho compartir no un sentimiento de ira, o de rencor, sino un sentimiento de desencanto.
La opinión de Padura sobre Mario Conde: A nivel personal, yo de alguna manera le transfiero a Mario Conde muchas de mis concepciones de la vida, muchas de mis preocupaciones. Mario Conde no es mi alter ego, pero sí es en muchos sentidos la forma en la cual yo veo la realidad cubana y veo incluso la interioridad de una persona. Por eso Mario Conde reproduce muchas de mis
La opinión de Leonardo Padura sobre el género policial. Creo que lo que yo hago es una utilización del género policial más que una escritura del género policial. Uso la palabra “utilizar” porque empleo recursos, formas y estructuras de la novela policial con vistas a tratar de convertir mi literatura en una literatura que —partiendo de una visión muy personal de la realidad cubana— se convierta
de alguna manera en un reflejo de lo que ha sido la vida cubana y la sociedad cubana en estos los últimos años. La novela policial tiene para mí una virtud muy grande. Es una literatura que cuando uno la intenta hacer desde una perspectiva literaria —se sabe que hay muchas novelas policiales que escasamente rozan lo literario— pero cuando uno la trata de hacer desde una estructura literaria es un género muy agradecido. Es un género muy literario en sí y tiene además la virtud de que te coloca directamente en un lado de la realidad y de la sociedad que siempre es el más oscuro. La novela policial habla de crímenes, violaciones, robo, habla de lo peor de la sociedad. Y esta virtud para mí es muy importante porque yo quería —y fue lo que pensé desde que escribí “Pasado perfecto”, la primera novela de esta serie— hacer una literatura que de alguna manera fuera dejando también testimonio de lo que ha sido la vida cubana en estos años. Hay un elemento en la realidad cubana que es muy importante: No existe en Cuba un periodismo que refleje todas las contradicciones de la realidad. El periodismo cubano que se hace dentro de Cuba es un periodismo oficial porque los periódicos pertenecen
al estado. Muchas veces, el que se hace fuera de Cuba es un periodismo que trata de buscar lo peor de la sociedad cubana como una manera de promover un estado de ánimo, una idea diferente de Cuba. Y son dos polos que siempre están en antagonismo. Yo quería hablar, desde una realidad que conozco muy bien y desde una perspectiva interior, de este mundo cubano con una visión —como te decía en el principio— personal pero que también fuera en muchos sentidos la visión de mi generación, de las frustraciones, las esperanzas, los desencantos de mi generación. Por eso, de novela policial hay un tanto por ciento evidente en estos libros, pero creo que hay mucho más que novela policial. Por eso, yo no me siento un escritor de novela policial aunque haya escrito novelas policiales, todas con el personaje de Mario Conde por cierto, porque mis intereses realmente nunca están en quién mató a quién, sino en por qué alguien mató a otro, por qué alguien robó, cómo lo hizo. El quién es lo menos importante, el cómo y el porqué son los que más me interesan.
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Por qué sus novelas se publicaron primero en España y después en Cuba. Yo publicaba mis libros en Cuba, hasta que gané un premio en España; hice un contrato con una editorial española, y a partir de ahí lo publicamos primero en Barcelona y después se publican en Cuba. No era difícil publicar en Cuba porque mis libros fueran críticos sino porque no había papel para publicar los libros. Todos mis libros han sido publicados en Cuba, sin que se les cambie una palabra, pero no había posibilidad de publicación, no había papel en los años 90. Fue una situación muy difícil y la opción fue poder empezar a publicar fuera de Cuba. En “La Neblina del ayer”, Mario Conde hace 14 años que abandonó la policía. Su pasión por la literatura unido a la necesidad de ganarse la vida lo han llevado a dedicarse a la compra y venta de libros de segunda mano. Conde sigue su instinto, como antaño seguía su instinto siendo policía, buscando en las mansiones aristocráticas de La Habana bibliotecas escondidas que sus dueños quieran vender para poder cubrir sus necesidades más apremiantes. En una biblioteca particular, ubicada en la casa de los hermanos Amalia y Dionisio Ferrero, dentro
de un libro de cocina encuentra el recorte de un periódico de 1959, donde se anuncia el retiro, en la cumbre de su carrera, de la bolerista Violeta del Río. Atraído por su belleza, por el misterio de su retiro y el silencio posterior, Mario Conde inicia una investigación, sin imaginar que, al seguir el rastro de Violeta del Río, des pertará un pasado turbulento que, como la biblioteca, ha estado tapiado durante más de cuarenta años. En la “Neblina de ayer” se habla de la Cuba actual (2003), de la Cuba de la dictadura de Batista, de libros antiguos, de la desilusión, del dolor, de la venganza, de boleros, y de los muchos cambios que han ocurrido en el mundo, en Cuba y en la vida de Mario Conde y sus amigos.
Carta que Mario Conde, hizo llegar a Tusquets Edito res, a través de Leonardo Padura, para agradecer el premio Brigada 21-2006 a la mejor novela en lengua española publicada a lo largo del año 2005: La Habana, 24 de mayo de 2006 Queridos amigos de Brigada 21 y demás allegados negrocriminales: La tarde en que me dijeron que “La ne-
blina del ayer” tenía posibilidades de ganar el premio Brigada 21, me embargó una gran emoción; ya saben los síntomas: en mi caso, un vuelco en el estómago, temblor en las piernas, frialdad sudorosa en las manos y, mi original aportación, un dolor agudo en la tetilla izquierda. Esa misma tarde, después de ponerle comida a mi perro Basura, corrí a casa del flaco Carlos para darle la noticia. Descorchamos una botella de ron, y nos sorprendió la madrugada recordando la dramática historia de la cantante Violeta del Río, allá en La Habana de los años cincuenta; recordamos también a mi amigo Juan el Africano, a quien nunca más volveré a ver, y las horas que pasé escuchando ese apasionado bolero titulado Vete de mí (que cantó Violeta del Río, que Bola de Nieve convirtió en un clásico y que ahora se oye, me han dicho, en la versión de Cigala y Bebo Valdés); pero yo, sobre todo, recordé lo que sentí al tocar con mis manos los valiosos volúmenes de la biblioteca de la familia Montes de Oca, donde precisamente se escondía la clave del misterio. No creo que se deba a la casualidad el que esta obra —impregnada de una “euforia libresca”, como ha afirmado alguno —reciba, quizás, un premio en una biblio-
teca; si es así, sin duda se cerrará el círculo. Sea como sea, esa tarde Carlos y yo decidimos, para esperar el veredicto del premio, organizar un banquete, aderezado con toda la fuerza de nuestra imaginación cubana. Y ahora, cuando ya me han informado de que han concedido el premio a “La neblina del ayer”, ahora, decía, mientras les leen a ustedes mi carta, acá estamos reunidos, muy alterados y felices, Carlos y yo con Tamara, Candito, el Conejo, Yoyi el Palomo y, por supuesto, Josefina, estupenda cocinera que nos ha preparado, de primero, jigote camagüeyano y, de segundo, pavo relleno a lo Rosa María (si quieren la receta, está en las páginas 124-128 de La neblina). ¿No les llega ya el aroma? Seguro que sí: ése es el aroma de mi gratitud. Un fuerte abrazo de su amigo
Mario Conde
(fuentes utilizadas: entrevistas de Sven Schaller y Romina Luz Hermoza para la revista online Quetzal y de Doris Wieser para la Revista de Estudios Literarios)
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Un asunto sensible. Tres historias cubanas de crimen y traición.
Miguel Barroso. Mondadori. 300 páginas. 19,90 euros.
J.P.G. En abril de 1957 cuatro miembros del Directorio Revolucionario son abatidos por la policía de Batista. Marcos Armando Rodríguez, Marquitos, es acusado de delatar a sus cuatro compañeros y se refugia en la embajada de Brasil para luego exiliarse en México. Tras el triunfo de la Revolución, regresa a La Habana y aunque es detenido e investigado por la Seguridad del Estado es puesto en libertad y viaja con una beca de estudios a Praga, donde trabaja de agregado cultural. Pero bajo la presión de importantes líderes políticos el gobierno revolucionario detiene a Marquitos a principios de 1961. Al cabo de tres años de reclusión, Marquitos fue sometido a juicio y fusilado por un crimen de traición. Derivado de estos episodios conocidos como el “Crimen de Humboldt 7” (la muerte de los cuatro jóvenes cubanos) y el “Caso Marquitos” (el posterior juicio por delación a Marcos Armando Rodríguez), deriva el “Caso Ordoqui”, donde Joaquín Ordoqui y su esposa, Edith García Buchaca, dirigentes del Partido Socialista Popular (PSP), son acusados de protección y encubrimiento del delator y condena a Ordoqui a reclusión domiciliaria de por vida, hasta su muerte en 1973, sin que hubiera pruebas fiables de las acusaciones.
En “Un asunto sensible” se reconstruyen estos tres casos y las consecuencias que estos acontecimientos tuvieron sobre sus protagonistas, sus familiares y sobre la isla de Cuba. Unos protagonistas que se ven envueltos en una espiral de acontecimientos (asesinatos, traiciones, muertes, luchas de poder …) que marcarán sus vidas y la de sus herederos. Y una Cuba que está iniciando su particular revolución y que se encuentra en primera línea de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Un relato que mezcla intriga, política e historia y donde Miguel Barroso no se conforma con narrar los acontecimientos, sino que va más allá interesándose por sus protagonistas y el efecto que el “asunto sensible” ha ejercido sobre ellos. Un relato que no se queda en su impresionante trabajo de investigación y que se pone en la piel de los personajes cediéndoles la palabra para que cuenten sus historias, sus sentimientos y contradicciones. Un relato que no está a favor ni en contra de la Revolución, que no juzga, que narra unos hechos que hasta ahora permanecían en silencio u olvidados y a los cuáles Miguel Barroso da luz y voz. Sobresalen en el libro la reconstrucción de los hechos, la estructura de la novela, que la convierte en una
novela negra, las interesantes entrevistas con el hijo de Joaquín Ordoqui y la entrevista con Philip Agee (el agente de la CIA que desertó y se exilió en la ciudad de La Habana), y el recurso literario en que el propio narrador-investigador es un personaje más de la historia. Dos libros más sobre Cuba de Miguel A. Barroso: el libro de viajes “Crónicas Caribeñas. Un recorrido inédito por las Antillas” Miguel A. Barroso e Igor Reyes-Ortiz (El País Aguilar) y la novela negra “Amanecer con hormigas en la boca” (Debate).
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Un billete a la Habana
Carlos Serrano
No soy lector de los denominados superventas literarios. De hecho sólo los leo cuando me regalan alguno o cuando también inhabitualmente alguno me llama la atención. Con esto no quiero decir que rechace este tipo de publicaciones, ni mucho menos que desaconseje su lectura o cuestione su calidad literaria. Es más, de uno de estos best-seller, en realidad de la trilogía que ha arrasado en venta y difusión, ignoro si también en lectura, cuya autoría corresponde al escritor sueco Stieg Larsson, he leído y oído magníficos comentarios. Eso sí, insuficientes para que me aventure por ahora en la lectura de esos tres volúmenes. No renuncio a la lectura de estas obras por capricho o desdén. Lo hago por una cuestión de economía, de rentabilizar el tiempo. Hace algo de ese tiempo decidí que debía intentar emplear las horas que dedico a la lectura en aquellas obras que a priori eran de mi gusto o mi interés. Es decir que si leyera alguno de estos superventas literarios estaría hurtando el tiempo de lectura a otra obra que sin duda merecería más mi atención y dedicación que ese best-seller y que con toda probabilidad a priori me aportará más desde la perspectiva del entretenimiento, del conocimiento y de la formación.
Huelga decir que mis elecciones no tienen porque gozar de la aprobación de terceros y que tampoco pretendo establecer un listado de obras o autores elementales o cosa parecida. Y por supuesto, que en ese tiempo dedicado a la lectura se incluye también la relectura de obras que de otra forma condenaríamos al olvido en una estantería; en especial, los clásicos. También es cierto que algunos clásicos podrían hoy tener la consideración de superventas y por tanto relegar su lectura, con lo cual entraría en una aparente contradicción, que resolverá sin duda para aquellos que la alberguen mejor que yo Ítalo Calvino en su “Por qué leer a los clásicos”. Este planteamiento, que perfectamente puede ser interpretado como un prejuicio hacia determinadas obras que saturan el mercado y que ocupan un espacio de privilegio en el mismo, aunque necesariamente no sea así, tampoco implica, como es obvio, una limitación a la lectura de los denominados clásicos. Es decir, que no cierro la puerta a autores y obras que no gocen de esa consideración de clásico; es más estoy dispuesto siempre a descubrir nuevos autores y sus obras, bien por recomendación o bien porque han despertado mi interés.
ilustración: Manuel Olivencia
Fumando en pipa
Precisamente por el interés suscitado al leer una reseña periodística sobre su primera novela descubrí al autor cubano Abilio Estévez. “Tuyo es el reino”, que es el título de esa primera novela, tuvo éxito de crítica y público en la Feria del Libro de Berlín (Alemania) a mediados de los noventa de la anterior centuria. Lo que entre otras cosas le proporcionó una amplia y merecida difusión en los medios de comunicación impresos en España, en particular en los suplementos culturales de los diarios de tirada nacional.
Además por su puesto de su publicación, realizada por Tusquets Edito res, en Noviembre de 19 97. Compré la novela en una librería del barrio Gótico de Barcelona, tras una infructuosa búsqueda por varias librerías de Jaén y Granada. Un dato anecdótico, pero no por ello intrascendente, ya que años más tarde su autor, el citado Abilio Estévez, acabaría abandonando su natal La Habana para vivir en la Ciudad Condal, culminando así un curioso círculo de coincidencias. Cinco años más tarde, en Septiembre de 2002, Abilio Estévez publicaría su segunda novela, realizada en España por la misma editorial, con el título de “Los palacios distantes”. Ésta sí, la adquirí en Jaén. Leí “Tuyo es el reino” y descubrí a un escritor en la línea de la mejor tradición literaria cubana y a mi juicio con cierta influencia de la literatura clásica francesa. No es Alejo Carpentier, ni Lezama Lima, pero sin duda ha bebido de ellos en igual medida que de otros autores cubanos como Herberto Padilla, Reinaldo Arenas o Guillermo Cabrera Infante. Con los que comparte, a mi entender, una visión de La Habana como escenario literario con vida propia dentro de la narración y un vivero ilimitado para la creación de personajes, difíciles de concebir fuera de ese escenario natural y cotidiano tanto para esos perso-
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Jordi Montenegro MST. Inicios
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najes como para el autor. Sus influencias literarias sin duda van más allá de mi cuestionable interpretación de su obra, por su licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas y sus estudios de Filosofía y por sus numerosas publicaciones sobre la literatura cubana, de las que se deduce un profundo y detallado conocimiento de obras y autores de la Isla. La lectura de “Los palacios distantes” no hizo sino confirmar mi percepción sobre este autor y su obra. Y además me permitió descubrir al pintor cubano Cosme Proenza, una de cuyas obras “Los palacios distantes”, pintada en el año 2000, además de dar título a la novela de Abilio Estévez, ilustra la edición de la misma realizada por Tusquets Editores. Como se desprende de lo expuesto hasta ahora, accedí a este autor a través de la lectura de “Tuyo es el reino” y a continuación leí “Los palacios distantes”. Sin embargo, invitaría a futuros lectores de su obra a realizar el recorrido inverso, es decir, leer en primer lugar, “Los palacios distantes” e inmediatamente después “Tuyo es el reino”. No sólo porque me fascinó la segunda de sus novelas, sino porque pienso que la lectura de ésta en primer lugar facilitaría el acercamiento al autor y a su estilo y favorecería la lectura
y comprensión de la otra obra, con un desarrollo más complejo, repleta de símbolos y alegorías que requieren una lectura más pausada de la misma. La obra de Abilio Estévez es una muestra de una parte de la literatura contemporánea en lengua española originada al otro lado del Atlántico, identificable con autores como los cubanos reseñados o con los de otros países americanos. Algo que sin duda facilita el acercamiento a su literatura para los de este lado del océano. Yo la descubrí por casualidad, pero si este artículo ha despertado su interés por Abilio Estévez y su obra, le invitaría a que no es pe re a la casualidad o a que otros la descubran por usted. Compre un billete a La Habana para viajar desde un confortable sillón, sin necesidad de subirse a un avión y cruzar ese océano, sumérjase en las páginas de alguna de estas dos novelas y pise sin miedo la Isla, visite sus casas y jardines, merodee por sus calles y deambule por sus tejados. Un sueño al alcance de cualquier lector. Espero que no piense que le he hurtado su tiempo y es pero que encuentre su palacio.
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra-MST nace oficialmente en 1984, aunque las primeras movilizaciones que le dan origen comienzan en 1979, en el sur de Brasil, todavía durante la dictadura (19641985). Se trata de un movimiento social que lucha por la implementación de la reforma agraria en el país, recogida en la constitución (1988), pero que no es aplicada en función de la falta de interés político y de una presencia todavía importante en el poder legislativo y judicial de los grandes propietarios de tierra.
ilustración: Pablo Ruiz
Movimiento de los Sin Tierra (MST)
La lucha por la tierra
A pesar del grado extremo de concentración de la propiedad de la tierra en Brasil, uno de los mayores del mundo (el 92,56% son pequeños propietarios, menos de 200 ha., pero apenas tienen el 28,42% de la tierra, los grandes propietarios, con más de 2.000 ha. son apenas el 0,77%, pero tienen el 35,12% de la tierra), de la generalizada improductividad de las grandes propiedades de tierra (es uno de los criterios fundamentales para desapropiar una hacienda, según la constitución, pero los índices que miden si una finca hoy es productiva son de la década de 1970) y de una población rural todavía considerable (aunque los números oficiales afirman que la población urbana es superior al 80%, la distorsión que sufre ese dato en función de la imposición administrativa de contar como urbana la población que vive en la sede urbana de cada uno de los más de 5.500 municipios brasileños, hacen más creíbles los estudios que afirman que alrededor del 35% de la población en el país es todavía rural) la reforma agraria en Brasil es una promesa de campaña política siempre incumplida y la principal reivindicación del MST, que entiende que una auténtica y profunda reforma agraria no acaba con el reparto de la tierra, sino
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que precisa de políticas públicas que ayuden al pequeño agricultor a producir y a comercializar, de modo a alcanzar la soberanía alimentaría. En fin, otra reforma agraria que solo puede darse en otra sociedad. La lucha por la tierra tiene dos momentos fundamentales: el campamento y el asentamiento. En el primero, un número muy variable de familias sin tierra (pueden ser cincuenta o 3.000, como en la ocupación de la hacienda Giacomet- Marodim ampliamente divulgada por las fotos de Sebastião Salgado) ocupan una parte de una finca o el borde de una carretera para reclamar la desapropiación de una gran propiedad (apenas pueden ser desapropiadas las fincas con más de 350 has. o de 1. 125 has., dependiendo de las regiones del país). La desapropiación se da según la ley porque la finca no cumple con los índices de productividad o porque es una tierra pública ilegalmente ocupada por el terrateniente (hay otros casos de desapropiación menos habituales, como el empleo de trabajo esclavo o un elevado impacto ambiental). Los campamentos pueden durar pocos meses o varios años y acaban porque la policía (o las milicias armadas) expulsan a las familias o porque se conquista la tierra reivindicada. En este segundo caso, las familias pasan a tener el derecho
sobre la tierra desapropiada y se forma un asentamiento. Las propias familias pueden optar por dejar la tierra en común (como los principios del MST estimulan) o dividir la propiedad en parcelas de tierra individuales (lo más habitual). La tierra conquistada se va pagando al Estado después de un periodo de carencia y a largo plazo y hasta completar el pago no se puede vender. El MST reivindica que cambie la legislación para que la tierra no pueda ser vendida nunca, sino que la familia asentada tenga el derecho de ocuparla de generación en generación mientras la trabajen, al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INCRA), responsable por la aplicación de la política de reforma agraria y al Banco Mundial, que “sugiere” las legislaciones agrarias de los países pobres, no les interesa, su objetivo es que la tierra no deje de ser una mercancía más.
Hermana Amnesia
Julio Lebrato
Hacer un inventario o una enumeración es más que alinear las posesiones del hoy. También incluye la sombra de lo perdido por el camino. Pensar en los objetos que cargamos de un lado para otro como cosas muertas que podemos tirar impunemente tiene algo de gesto defensivo. No son listados sino censos de vasallos, pretenden alienar y no alinear. Inventario de sombras pretende ser este espacio, donde aparecerían alfabéticamente, por nombre de autor, todos los discos que almaceno o he almacenado, trapicheado, revendido o tirado al contenedor con ira. Clásicos inevitables del rock y referencias facilonas dentro de la minoría de los enteradillos, pajaradas underground y algo así como jazz y música inclasificable en general. Puede que el lector no dé crédito a su existencia, puede que los conozca tanto que para nada necesita más cháchara a su respecto. Aquí da igual eso: el repaso da ocasión a recontar, sin cronología ni normas, escenas ligadas a ESOS OBJETOS. Sabido es que, pese a todo, es posible hablar objetivamente de la música: su calidad, sus valores… Pero aquí se trata del valor del disco como trozo de vida, ración de pasado, galleta de Alicia. Y así entrega tras entrega, y hoy empiezo con:
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Alan Shorter: Orgasm (Verve 1967, reed. en CD 1997)
Pongamos las cartas boca arriba desde el principio: Más que perseguir lista en mano, sistemáticamente, a un músico o un grupo, lo que hago es hociquear y recoger allá por donde voy —mercadillos, cubetas de saldos, generalmente— aquello que me da buena espina. A veces, también cosas que no me convencen ni seducen del todo mas de algún modo relacionadas con lo que sí me gusta, y que me da reparo dejar pasar. También me ocurre con frecuencia, lo confieso, que recoja, si el precio es lo bastante bajo, discos que ya tengo o que no me gustan pero que podrían hallar cobijo en las manos y orejas de un conocido. Con esto quiero dejar claro que no puedo alardear de coleccionista. En realidad, entre discos de vinilo y
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compactos no sé si alcanzaré las setecientas referencias, y esto, aunque parezca una barbaridad en estos tiempos de microviviendas y microrreproductores y en que, como me consta, hasta el más adormilado adolescente almacena las discografías virtuales completas de centenas de grupejos inimaginables y afortunadamente olvidables, destinadas a disolverse caritativamente en el magma informativo atmosférico dentro de dos meses, en fin, pese a ello, semejante cantidad es una minucia. Que pregunten si no a los coleccionistas verdaderos, esos de paredes amuralladas de desbordantes estanterías, metódicos recolectores de vandalismo y éxtasis petrificados en negros plásticos que jamás abandonarán su vinílico templo una vez han cruzado sus puertas. En mi caso, la colección ha venido siendo durante años (¡¿decenios?!) una especie de ameba que regurgita discos, los revende, recompra, trueca, malvende, rehace, permuta y transmuta. Por ello sucede que, al llevar discos de una casa a otra y buscar una nueva fórmula para ponerlos en orden, al tomarlos de uno en uno y comprobar que aún identifico hasta el último detalle de las portadas, del índice de can-
ciones y el lugar de cada disco dentro de la obra completa de cada artista, como si tuviera en el cerebro un espacio estanco dedicado a albergar una cantidad infinita de información superflua, sin que nada se pierda pero tampoco haya acceso para entrada a nuevos datos. Y también me viene el recuerdo de cómo conseguí cada pieza, y a quién, dónde, por cuánto. Imaginarse entonces qué sucede si se trataba de un canje: aparecen destellantes todos los discos involucrados, con sus correspondientes orígenes y destinos, y con los de las personas implicadas. No siempre se trata, sin embargo, de cuestiones monetarias que no interesan a nadie, ni de las razones, aún más triviales, con que justificaba ante propios y extraños mis a veces retorcidísimos trapicheos. Si tales rememoraciones pueden revestir algún interés, es por ser algo así como una fantasmagoría, la revelación repentina de que la coincidencia de ciertos objetos, personas y lugares, tan banal y hasta grotesca como parecía en su momento, tenía algo de trágico, y la tristeza que envuelve un pedazo de plástico como el que ahora sujeto supera con mucho toda la melancolía de la música que conserva. Este con el que empiezo, Alan Shorter, se trata de
una reedición en CD en edición limitada que de todos modos tampoco llegará jamás a cotizarse demasiado y tampoco yo estaría del todo autorizado a vender, pues no es del todo mío. ¿Y qué hace encabezando mi lista, pues, y esta serie de textos? ¿Acaso no sabes lo que es el pudor, el callarte un poco, estratégicamente, la boca? Creo que los detalles del caso, por lo que tiene de ilustrativo, valgan para justificarme. Este disco se halla en mis manos tan sólo por haber trabado amistad, a escasas semanas de empezar mi exilio en Mallorca, con un virtuoso del dibujo, que vivía con su madre en un caótico bajo de un caótico barrio de Palma. El cuarto de estar lo acaparaba una gruesa alfombra de pelo que hacía dichoso a nuestro perro, callejero, recién adoptado, cuando íbamos de visita. En su espesura se desperdigaban incontables colillas, monedas, palomitas y abalorios caídos de aquellos con los que la señora se afanaba en poner en marcha un negocio de diseño y fabricación artesanal de collares a lo Coco Chanel. Mucho mejor funcionaba el enorme ordenador con que mi amigo realizaba cortos animados, dedicando no sé cuántas horas cada noche, espoleado por un fanatismo que vencía ese desorden y pereza
que parecían congénitas en la familia. Junto la consabida cama perpetuamente deshecha —ah, y presidida, ahora recuerdo, por una pintura mía, un regalotrueque a cambio de un CD del que también habrá que hablar algún día—, un procesador muy parecido a una máquina de vapor y sin embargo capaz de abrir todo tipo de archivos existentes, a despecho de cuestiones tan indudablemente pijoteras como plataformas, formatos y codificaciones. Y quien se arriesgase entre los bombos y piezas de batería descubriría, aquí y allá, sus discos, así como centenares de casetes de jazz, de las que me obsequiaba regularmente, sabedor de que nos habíamos trasladado con lo puesto y nos habíamos pasado meses y meses sin radio ni televisión ni oír una sola nota musical en nuestro ático. Lo que es una de esas pocas experiencias que sí pueden llegar hondo en la vida de uno, lo aseguro, aunque más vale dejarla también para otro día, si es que queremos llegar al día en que, estando él ausente, su madre me invitó a servirme solo y coger lo que me apeteciera, no sé si con sarcasmo o por no tener demasiado aprecio a toda esa acumulación cultural, ya fuera original o copiada. Siguiente instantánea —la última en que mi amigo
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aparece en persona—: llevándole al aeropuerto, para un traslado temporal a Madrid por motivos laborales, de esos que todo apunta a hacer definitivos. Tal vez en el trayecto mencioné los tres discos que había tomado ese día. Igual sí, pero no debió quedar nada en claro: algunas semanas después fuimos a su casa, Mila por el asunto de los collares, yo, llevando los CDs. Nadie abrió; había desaparecido también la madre. A los dos intentos perdimos la esperanza. ¿Estaba entreabierta la ventana de su dormitorio, y hubiera podido echar adentro los discos, sobre papeles cada vez más polvorientos, o es un falso recuerdo que me estoy fabricando ahora mismo, engañado por la torpeza de mis dedos sobre el teclado? Sea como sea, queda demostrado que esto se conserva aparte de ese cúmulo indestructible de datos que antes he mencionado: en él no caben la duda ni el patetismo. Alguna vez ha vuelto a Mallorca, pero nunca hemos coincidido, y créanme que no es culpa mía. Aunque lo parece. Demasiado perfecto. Cambiamos de teléfono y de domicilio, y el idiota del nuevo ocupante me contó un buen día, y esto no es una escena añadida por un escritorzuelo de mi inconsciente, que habían llamado a la puerta preguntando por mí, pero que él había eludido dar nuestras nuevas señas.
Cada vez que oigo alguno de estos tres discos me acuerdo de él, su madre, su alfombra, y una especie de gazpacho, preparado a base de sandía y vinagre. No necesito oírlos para sentir esa acidez en la boca. Siempre que mato las horas de domingo cambiando y reorganizando la colección por autores, estilos, épocas y afinidades electivas, acabo haciendo malabarismos para que este trío maldito permanezca unido.
Hasta siempre, Comandante
RaRo
Si vais a Cuba os encontraréis con dos palabras que oiréis una y otra vez. Una es averiguar y otra resolver. Con estos dos verbos los cubanos pueden conseguir casi todo. Tú les dices ¿y no habría forma de conseguir un poco de carne de ternera? (la carne de res, como ellos la llaman, está prohibida para el consumo interno, ya que matar una vaca les puede acarrear pena de cárcel, sin embargo, los turistas pueden encontrarla en casi cualquier sitio) y enseguida te dirán “bueno, voy a averiguar. Tú no te preocupes que yo resuelvo unos filetitos de res”. Justo. En unas horas y con ayuda de la sin par Bolsa Negra, aparecen los fileticos. Y así con todo. ¿Que te apetece una botella de ron añejo?, se resuelve en la bolsa negra, ¿unos habanos? En el mismo lugar, todo más barato que en el mercado habitual, eso sí, para todo ello es necesario moneda fuerte, las preciadas divisas, pesos convertibles o euros o dólares, con eso en la mano, y sin miedo a gastarlo, puedes tener lo que quieras. Mi viaje comenzó el martes 13 de enero de 2009. En Madrid la nieve lo cubría todo, hacía un frío casi polar y por unas horas pensé que ese avión no despegaría. Íbamos con Cubana de Aviación. Y sí voló. Llegamos casi diez horas después a un Santiago de Cuba anochecido y con un calor con-
siderable. Llevaba tantos años esperando este viaje, que lo había sublimado. En mi mente, la imagen de un Che Guevara y un Fidel Castro haciendo la revolución se habían hecho fuertes. La Cuba que encontré no tenía nada que ver con la Cuba que había imaginado. Pero tampoco la Cuba que viví las primeras semanas se parecía a la otra que conocí casi dos meses después. Mi error fue tratar de mezclarme, lo mejor, tratar de comprender. En una isla que lleva cincuenta años de aislamiento forzoso, cualquiera que venga de fuera no pasa desapercibido. Tienes que prepararte para saber que allí eres un turista, alguien que sea cual sea su tipo de vida, tiene más que la mayoría de los cubanos, y que sobre todo tiene divisas. Precisamente lo que ellos más necesitan. Y van a intentar ofrecerte algo para conseguirlas, una y otra vez, tienes dos opciones y la de cabrearse no sirve de nada. Así que sigamos de ruta. Santiago de Cuba. “¿Qué volá, acere?” Esta ciudad fue el primer contacto cubano y me impresionó. Era como pasear por una ciudad destruida, con un montón de jóvenes en las calles sin nada más que hacer que ver pasar el tiempo, sentados en las aceras y observando a
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esos turistas que pasean con sus cámaras digitales último modelo y camisetas Levis. Otra cosa que llama la atención es la cantidad de carteles “revolucionarios” o sea arenga planfetaria básica y cada dos pasos. Ver tanta cartelería de ese tipo consigue el efecto contrario: acabas agobiado y sintiéndote vigilado. De hecho, estás vigilado. Nos fuimos alojando en casas que los cubanos alquilan a modo de pensiones. Hay muchas maneras de moverse por el mundo. En Cuba tampoco faltan hoteles de tres, cuatro o cinco estrellas, cada cual elige la suya. Nosotros elegimos las casas, que están francamente bien, algunas mejores que otras, pero en las que te tratan con un cuidado exquisito. No como a alguien de la familia, sino como a alguien que les va a dejar divisas. Es su trabajo. Si os gusta perderos en conversaciones de horas sobre el sentido de la vida, lo vais a disfrutar, pero si esperáis no ser molestados en vuestro viaje, beber mojitos y hacer fotos compulsivamente sin que os hagan preguntas, alojaos en un Resort, hotel, o como queráis llamarlo. En Santiago hay un lugar, “La Casa de las Tradiciones” donde probamos unos de los mejores mojitos de la isla. De los paseos que dimos por toda la ciudad me quedo con la sensación de que en esta ciudad la pobreza
y la exclusión golpean más directamente que en otros lugares. Elegimos seguir por lugares más pequeños, hacia el medio rural. Baracoa. Hemos decidido movernos en autobús. Hay varias formas de viajar por la isla, una es alquilar un coche, el más barato puede salir entre 50 y 60 euros el día, lo que no lo hace un medio de precio popular (salvo que viajéis unos cuantos). La otra es utilizar los autobuses, hay dos, una para los cubanos, Astro, y otra para los turistas, Viazul.
Es el mismo tipo de autocar, la diferencia es que el de ellos se cobra en pesos cubanos , el otro en pesos convertibles y un peso convertible equivale a 25 cubanos. Por lo visto el propio Fidel Castro prohibió que turistas y cubanos viajaran juntos para evitar ¿contaminación, oportunismo? Por parte de unos y de otros. Sin embargo, si estáis el tiempo suficiente y afináis los oídos descubriréis que aquí nada es lo que parece. De hecho si afináis bien las tarifas y os armáis de paciencia, siempre podéis hablar con alguien que tenga un coche y os haga trayectos (siempre cerrando el precio antes) de un lugar a otro. También podríais “hacer botella”, autostop, ya que es la manera en que los cubanos suelen realizar sus desplazamientos, todo depende del tiempo que os quedéis y cómo os acerquéis. Para ellos no es fácil moverse por su propio país. Esa es otra de las frases que utilizan a menudo “No es fácil, mima”. Y es cierto, especialmente en las zonas rurales pueden tardar horas para recorrer un trayecto de pocos kilómetros. Si alquiláis un coche, recogedles, les hacéis un gran favor y a vosotros os darán una buena charla, no lo dudéis. Baracoa es una de las zonas más bellas. Situada en el extremo oriental, con un malecón que da al mar, ha sido castigada por los últimos huracanes, sin embargo, se respira
una tranquilidad que nada tiene que ver con la aglomeración de Santiago. Aquí hay un clima puramente tropical, por lo que la vegetación es exuberante y de repente caen unas lluvias torrenciales que amainan pocas horas después, dejando un cielo limpio y un verdor continuo. Una ruta hermosa para hacer en bici es ir hasta Playa Maguana. Son unos veinte kilómetros de ida, por una especie de carretera llena de baches y por donde os encontraréis muchísima gente caminando, yendo en bicis viejísimas o en carros de caballos. Las carreteras cubanas son todo un espectáculo. Hay que ir con cuidado, y si conducís un coche hacerlo de oído, es decir, tocando el claxon a cada momento. Hay oficinas de correos y de Internet casi en todas partes, conectarse una hora sale por 6 pesos convertibles, una fortuna para los cubanos, mucho para nosotros también. Recorrimos prácticamente toda la isla de oriente a occidente. Después de Baracoa seguimos hacia Bayamo. Si viajáis en autobuses hay que estar atentos. El desinterés de los que trabajan en las estaciones es tan brutal que pueden decirte tranquilamente que no hay plaza sólo porque ese día no tienen ganas de comprobarlo. Lo mejor, reservar el billete un día antes para aseguraros una plaza. Si no os hacen caso, no os servirá de nada enfadaros, unos dólares
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hace las cosas más fáciles, pero si evitáis entrar en ese terreno de favores: paciencia, un abanico y una Bucanero. También los conductores tienen su punto. Bajando de Baracoa, por una carretera endiablada (conocida por La Farola), llena de curvas y a la vez un paisaje brutal, el conductor que tenía que dejar paso a su compañero para hacer su descanso correspondiente, lo hizo simplemente levantándose del asiento, mientras el otro, al lado, se colocaba justo después. Todo en marcha. En otra ocasión, al salir de la estación de otro pueblo, el conductor lo hizo cinco minutos antes de su tiempo. El otro conductor le avisó que era demasiado pronto, que podía faltar alguien. La respuesta “Bueno, vamos a arrancar que si alguien falta ya correrá”. Así es la vida. Y no te estreses, estás en Cuba, aquí todo es diferente. Camagüey. No voy a hacer un recorrido de todos los lugares que vimos, sino de los que dejaron mejor huella. Camagüey me gustó mucho. Ligeramente laberíntico, de calles estrechas, tiene un aire algo árabe. Lo más espectacular: el Agropecuario del Río. Allí yucas, boniatos, ñames, tomates, fruta bomba (o papaya), piñas, …se mezclan con carnicerías al aire libre con las cabezas de cerdo colgando, y hasta yerbe-
ros con todas las hierbas posibles para curar cualquier mal. Gente de todo tipo y color con sus bolsas de cuerda para guardar las viandas (aquí no se encuentran las bolsas de plástico por doquier, todo se aprovecha, todo se reutiliza). Para comer hay un lugar que llaman El Polinesio que no está nada mal. No olvidéis que aquí os vais a hartar de comer arroz con frijoles y pollo fundamentalmente, aunque también encontraréis cerdo y en ocasiones, ternera. Más vale que os guste el arroz. El Ciego de Ávila. Hay lugares que dan una visión directa del país que se visita. En esta provincia, en concreto en el pueblo de Baraguá, cerca de Gaspar, vimos lo que es la supervivencia pura y dura. Y también la solidaridad de la gente del pueblo entre ellos. Todo lo que se va perdiendo en las grandes ciudades, aflora en los pueblos con una fuerza increíble y maravillosa. Allí conocimos a una familia que no olvidaremos nunca, una familia que tenía un vínculo con mi propia familia y que nos ofreció todo sin pedir nada. Tenían un cerdo que no dudaron en sacrificar para comer puerco asado para todos. Tenían tal curiosidad de saber de España y cómo estaba nuestro país que tuvimos conversaciones larguísimas
acompañados por una botella de ron Santero o café. No nos damos cuenta de la diferencia de vivir en una casa que no se nos cae a pedazos, o con un baño o con un grifo que al abrirlo el agua sale siempre. Allí, en Baraguá el baño no era un bien común y el agua se cortaba habitualmente y simplemente había que organizarse. No nos damos cuenta de la diferencia de utilizar un gel con leche hidratante, o un jabón parecido al Lagarto para frotarte el cuerpo y lavarte el pelo. Tal vez, como dicen algunos puristas el jabón Lagarto sea más sano, pero os aseguro que a los cubanos les encantaría tener un gel Sanex o Magno, alguno que huela muy bien. Porque los perfumes les fascinan. Las mujeres se cuidan como pueden y siempre y casi todas, llevan las uñas perfectamente pintadas o de manicura. Es habitual ver en alguna casa una pequeña mesita afuera con los utensilios preparados. Por apenas cuatro o cinco pesos cubanos pueden darse ese pequeño lujo. Después de Baraguá al ir al Ciego de Ávila y dormir en una casa de huéspedes de las más lujosas que habíamos visto, pudimos comprobar que las diferencias sociales existen y no son pequeñas. Hay ricos y pobres, hay blancos y negros e incluso dentro de los negros, los hay más claros y luego, los prietos (los negros negros, los descendientes de
los esclavos africanos) hay diferencias y dentro de los pobres los hay aún más pobres. Aunque si hay que hacer una media, podemos decir que sí hay cierta igualdad, en general todos son más o menos igual de pobres… Viñales. Si hay un lugar que me gustó especialmente fue el valle de Viñales. El pueblo parece un hotel en sí mismo, hay casas de huéspedes por todas partes, podéis elegir. Si os queréis dar un lujo, hay un hotel, Los Jazmines, que da justo a ese valle espectacular con sus típicos mogotes. Son casi 60 euros la noche. Las casas suelen cobrar unos 25. Viñales tiene el color y la luz de un pueblo mágico. El bar del Decimista es un buen lugar para echar unos bailes, o escuchar música de alguno de los grupos que tocan. También la Casa de Polo Montañez es un buen lugar de reunión. La gente de Viñales es sencilla y amable. Si preguntáis con discreción por casas para comer no os faltará alguien que os lleve y podáis encontraros con sorpresas maravillosas, como nosotros en la Casa de la Salsa, cuando una mujer negra, sin dientes y sonrisa de buena gente, nos cocinó una sopa de frijoles y un pollo al horno, bien rico. Suelen cobrar entre 8 y 10 pesos convertibles por persona.
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Nené, de Casa la Salsa, en Viñales
Hay una ruta que es saliendo del pueblo hacia el Valle y subir a los Acuáticos. El paisaje, las plantaciones de tabaco (Viñales está en la provincia de Pinar del Río, la cuna del tabaco por excelencia) todo hará que os grabéis este lugar en algún lugar de vuestros recuerdos. Subiendo poco a poco, llegamos a los Acuáticos, un lugar donde nos encontramos con Sofía, en una casa de madera con su porche de madera, agua natural al lado y unas vistas alucinantes. Pienso que un día voy a volver a buscarla y saber si fue real.
María la Gorda. En la Península de Guanacabibes, la parte más occidental de la isla, está esta pequeña joya, de playas vírgenes, ideal para los amantes del submarinismo. Para comer, alejaos del hotel, id hacia el pueblo que está a unos cinco kilómetros, La Bajada, y preguntad. Nosotros conocimos a Maida y allí nos plantamos a cenar durante los cuatro días de excursión. Allí probamos precisamente la jutía, un mamífero bastante grande (para ser más gráfica: como una rata gigante) que no me gustó nada. Pero. Podéis arriesgaros. La langosta es uno de los platos típicos de la zona, fresca y a decir de otros comensales, excepcional (soy alérgica, no puedo decir nada de los mariscos). También es una belleza continuar la carretera hasta el cabo de San Antonio, hasta el Faro, por el paisaje que os vais a encontrar. Tendréis que tener cuidado con los cangrejos que pasan continuamente de un lado a otro de la pista, y que al final acaban bajo las ruedas. La Boca. Un pueblo de pescadores para quedarse unos cuantos días. Está cerca de Trinidad, con lo que podéis ver esa joya de la construcción colonial pero luego podéis volveros al pueblo y disfrutar. Ya que Trinidad es tan turístico
que puede resultar agobiante. La Boca es todo lo contrario, además tiene una playa pequeña donde os podéis bañar. Nos alojamos en Villa Sonia, una de las casas más bonitas, cuando vayáis de un lugar a otro, mejor tratad de reservar. Las mejores casas se ocupan rápido. Para eso pueden servir las guías como la Trotamundos o la Lonely Planet. En ellas hay listados de casas con terrazas, jardines o vistas al mar. Todas salen mas o menos por el mismo precio. No es lo mismo estar en una que apenas cabes u otra con una terraza. Eso sí, acordaos de un buen repelente antimosquitos si tenéis tendencia a que os piquen. La Habana. He dejado La Habana para el final, ya que se ha hablado tanto de ella que es difícil no hacerse una idea preconcebida. Para mí después de llevar un mes recorriendo la isla, siguiendo sobre todo el rastro rural, fue una ciudad turística y otra cosa. Nada más ver La Habana vieja me pareció teletransportarme a Cádiz, hay algo de decadente y hermoso en La Habana. Los edificios , la llanura de sus calles, ese Malecón, que nunca desmerece, por mucho que te digan, y fotos que hayas visto, cuando estás en él te hipnotiza. Pero claro tanto turismo ha conseguido que su casco histórico (como pasa en tantas otras ciudades) parezca un parque temático. En La Habana vieja te perseguirá conti-
foto: RaRo
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Hombre en un secadero, en Viñales
nuamente el sonido de “Cigar, cigar, ron, tabac, women” o incluso “farlopa pa la tropa?”. Hay de todo, si te mueves por la calle Obispo, por esa zona de la plaza de la Catedral, la Bodeguita del Medio, o ese otro lugar donde Hemingway se tomaba los daiquiris, pues es inevitable. La gente se busca la vida y allí están casi todos. En los últimos años ha emigrado tanta población del interior de la isla (y sobre todo de la zona oriental, la más castigada) a La Habana, que el gobierno fiel a su idea de tenerlo todo bajo control, hace
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que todo aquél que se mueva ha de comunicarlo para evitar perder la cartilla de racionamiento, entre otras cosas. Una libreta que como todos indican, sirve para 15 días, lo más, el resto, hay que averiguarlo en la bolsa negra. La Habana tiene animación. Centro Habana es todo un descubrimiento. Pasear por la calle Neptuno o calle Monte es un viaje en el tiempo. Puedes encontrar desde discos en vinilo de los años 50 a libros de segunda mano que venden al peso, bolígrafos bic o piedras para mecheros. Hay clubs para todos los gustos, que ellos lo llaman peñas, donde se reúnen los cubanos a bailar, cantar o juntarse con una buena excusa. A alguno de ellos nos llevaron parte de esa familia que conocimos en Ciego de Ávila. Nos alojaron en su casa, en Guanabacoa, territorio comanche, al que aprendimos a acceder a través de coches boteros (o sea cuando está lleno, sale, el trayecto unos 15 pesos cubanos). Esos coches prehistóricos, casi antediluvianos, Chevrolets, Buicks, Cadillacs todos de los años cincuenta, auténticas maravillas andantes que cuidan como un tesoro. De hecho quienes tienen un coche, ya tienen una forma de vida. En esa casa de Guanabacoa, con Edgardo y Sergio y Elena pasamos ratos inolvidables. Incluso un día llegó Jorge a cantarnos un tango “El loco” que nos dejó con la boca abierta.
Pero continúo con La Habana, en la plaza de Armas están situados los libreros, allí todo se vende en divisas, pero en la ciudad no faltan librerías donde puedes encontrar libros maravillosos y comprarlos en pesos cubanos. Y es que no faltan las editoriales, Matanzas, Extramuros, la Asociación Hermanos Saiz a la que pertenecen muchos de los poetas de la isla, publica con regularidad con Ediciones Aldabón, también Ediciones Unión… hay muchos lugares en La Habana para perderse, también El Vedado tiene su punto. Tampoco le di tregua a mi vicio de observar, mirar en los bares esas mezclas imposibles de señores entrados en años con la mulata más guapa del lugar. El turismo sexual existe y no es broma. A veces da vergüenza ajena observar a algunos españoles maduros y gordos y blancos y blandos (también italianos y alemanes…) caminar junto a alguna mulata o negra como si fueran los reyes del mambo. Así es la cosa. Pero es que Cuba es mucha Cuba, es un país realmente hermoso, a pesar de encontrarse al borde de la ruina y la decadencia. La Revolución ha dejado una huella perenne. Los más viejos hablan de ella como de una gesta heroica (y realmente lo fue), y todos, o casi todos alaban las cosas que se hicieron en su inicio. Y son dignas de alabar. El problema es que después de 50 años todos están cansados.
Cansados de que no se den más pasos, cansados de su supervivencia diaria . Porque por mucho que los que mandan vivan en Babia, la gente de la calle lo único que quiere es tener las mismas oportunidades que ven en los extranjeros que visitan la isla, pero para ellos el hecho de salir fuera, ya es casi imposible. También se quejan de que toda iniciativa privada es abortada por el gobierno, que piensa que si alguien monta un pequeño Paladar (como se llama a las casas de comida) puede acabar siendo un capitalista y por tanto un traidor a la causa. Por lo tanto, los negocios ilegales crecen, se multiplican, porque la gente intenta negocios sea como sea. No es fácil, mima. No, no lo es. Pero ¿la solución es que los miles y miles de turistas vayan con maletas cargadas y vuelvan sin nada porque se las dejan a ellos, porque son buena gente? Lo he visto una y otra vez. Oye, ya que te vas, no tendrás unas T-shirt, unos jeans (o pitusos como ellos los llaman) o unos ajustadores que puedas darme… Si tienes mentalidad de ONG es fácil que acabes dándoles todo lo que llevas. No te preocupes, al menos habrá servido en la mayoría de los casos para que al revenderla puedan sacar unos pesos, algo es algo.
foto: RaRo
Viajes
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Guarapero en Bayamo
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Matanzas, la Atenas despierta.
RaRo
En cuanto a la cultura, una de las ciudades más activas es precisamente Matanzas, un lugar del que guardo uno de los mejores recuerdos. Allí conocí a Mae Roque, Abel G Facundo, Lionel Valdivia, Laura Ruiz y el increíble Alfredo Zaldívar. Este último, responsable de Ediciones Matanzas, es un tipo (también escritor) que lleva toda su vida dedicado a la literatura, a publicar a autores, a editar libros un año sí y otro también con una pasión que te desarma. Laura Ruiz se encarga de ediciones Vigía, una de estas editoriales que publican 200 ejemplares de un libro hecho todo a mano, uno a uno. Una delicia. Lo mejor de viajar durante un largo período de tiempo a un país es que tienes suficientes horas en el camino para que tu percepción cambie, te vayas sintiendo más cómodo, más ligero, más en casa. Matanzas fue el último destino de este viaje, por lo tanto tras casi dos meses de camino por esa isla que semeja un caimán en los mapas y sin pisar ese Varadero turístico, Matanzas me mostró una de las caras más amables de Cuba y más interesantes. Tuvo en ello que ver que alguien como Mae
Roque nos acercara a su gente, así fácil, creo que fue de las pocas ocasiones en que no nos miraron como dos “yumas” perdidos. Es una ciudad que vive de cara a una bahía, a un mar que te atrapa. Dicen que Matanzas es la Atenas dormida de Cuba, pero yo la vi bien despierta, a pesar de todos los inconvenientes. En la que fue casa de la poeta Digdora Alonso, ahora tiene su sede cultural ediciones Matanzas, donde por aquellos días de finales de febrero en que andábamos, se celebraban unas jornadas culturales, en el marco de la Feria del Libro. La Feria del Libro, ya sea en Matanzas, La Habana, Cienfuegos, Bayamo, Holguín… se celebra por todo lo alto. Los cubanos acuden a los puestos de libros en la calle para comprar y compran muchos libros. No es excusa que son muy baratos, apenas por seis pesos cubanos o menos puedes encontrar libros (apenas diez céntimos de euro) porque para ellos ese dinero siempre es mucho. En esas jornadas escuché también la música de Lian y Rey, una pareja de gran carisma y él todo un virtuoso del
Tres, ese instrumento que ideó Compay Segundo y sobre todo poesía, mucha poesía en la propia voz de los muchos poetas matanceros que allí se encontraban. Por eso en esta revista había de encontrarse un especial Cuba, de todos esos poetas y escritores que se quedaron allí. Estas son sus palabras, sus poemas….
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Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950). Poeta y narrador. Vive en La Habana. Ha sido traducido en diferentes idiomas y publicado en distintos países. Sus relatos y novelas lo ubican entre los más reconocidos escritores latinoamericanos contemporáneos, entre ellos «Trilogía sucia de La Habana», «El rey de La Habana», «Animal tropical», “Corazón mestizo” o «Nuestro GG en La Habana». Tiene varios libros de poesía publicados en Cuba como «La realidad rugiendo» (1988), «Lulú la perdida y otros poemas de John Snake» o «Espléndidos peces plateados» (1996, publicado en Argentina), inéditos en España, como estos poemas pertenecientes a su libro «El último misterio de John Snake», inédito :
El último misterio de John Snake
Algunos amigos me preguntan si escribo algo. [ –No. –Oh. –Me tomo un descanso. –¿Ni poesía? ¿Nada? –Nada. –Ahh. Y se quedan pensativos, sin saber qué decir. Preocupados tal vez. Suponen que me sucede algo malo. Un bloqueo de escritor. Pero no. Sólo necesito un reposo. Mi striptease ha sido demasiado prolongado. [ Mucho tiempo bailando desnudo entre candilejas. [ Y el público aplaude. Y pide más. Insaciable. Pero ya está bien. [ Tengo frío en los huesos. Estoy extenuado. Necesito vestirme, apagar las luces, [ tomar un té caliente. Y olvidar. En silencio. Solo. Mirando las estrellas y la noche oscura. El mar. [ Y la noche. Y yo. Nadie más. Al fin llegué al último misterio de John Snake. [ Pero no hay prisa. Todo lo contrario. El I Ching dice: La madera bajo la tierra no cesa de empujar e intenta elevarse para llegar a la superficie y [ poder desarrollarse. Eso es Sheng. La subida y el empuje.
Depredador
I Los barcos salen del puerto y dejan una estela de espuma blanca en el agua azul. Miles de veces he visto esos barcos. Se alejan serenamente mientras pienso en los marineros. Una vez quise irme en un barco. Tenía ideas románticas sobre la lejanía y el mar y los puertos con putas y aguardiente. Quería tener una colección de dagas y puñales y descuidar el valor de todo. Daba igual perder la vida con veinte años en una bronca de borrachos, que durar hasta ser un viejo desastrado. Pero era sólo un sueño adolescente. Intenso y persistente. Irme lejos. Dejar atrás a mi familia. Huir y olvidar.
II Supongo que en esos días, es decir, creo recordar, que entonces empecé a convertirme en alguien real. Hasta ese momento era solo un fantasma vagando bajo los árboles. Renuncié a la piedad y al perdón. Una ola de fuego y azufre me arrasó. Como un pálpito del infierno. Sospecho que le sucedió a toda mi generación. Pero ese es otro cuento, mucho más largo. Hablo del tigre que llevo dentro. Entonces empecé a mear para marcar mi terreno. Yo era un lobo, un dragón, un negro africano caníbal devorador de testículos enemigos, un vikingo sanguinario con runas en los bolsillos. Fabriqué mi primer látigo con tiras de cuero. Y me dispuse a defender algo. Cualquier cosa. Lo que fuera. Todos lo hacían. Yo no podía ser menos. Empecé con el alcohol a los dieciséis años. Y tuve a mi primera mujer. De pie. Salvajemente. Gritando los dos en una playa solitaria. Mis glándulas comenzaron a segregar el olor hipnótico del macho salvaje. Semen y sudor. Las mujeres caían extenuadas y yo las ignoraba y seguía adelante. Los hombres me temían. Yo quería ser el jefe de la horda salvaje. El brujo de la tribu. El Gran Jefe Johnny Snake. Big Boss Johnny, con derecho a pernada. El antropófago. Ahí comenzó la historia. En ese punto. No hay antes ni después. No hay amanecer ni crepúsculo. El lobo solitario aúlla rabioso y feroz. Tarde en la noche. Cuando hay luna llena. Y nadie lo escucha.
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I
Una mujer se contorsiona aquí dentro, pugna por escapar y soy el muerto de su imagen.
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Mae Roque (Jagüey Grande, Cuba, 1972) ha publicado los libros de poesía “Imagen y semejanza” (Ediciones Matanzas, Cuba, 2001); “Poemas para entretener al loco” (Ediciones Vigía, Cuba, 2002) y “La Hija del tabernero (Ediciones Matanzas, 2007). Poemas suyos han aparecido en antologías y publicaciones periódicas de Cuba y el extranjero. Vive en Matanzas. Estos poemas corresponden a su libro “Yo, Safo” inédito en España.
Afuera llueve. Beso otra vez la catedral y el fausto. Sé entonces que esa mujer no podrá volar con las alas mojadas, sus ojos tristes, pálidos. Hace días me extiende las manos y la dejo morir, no sabe que le temo. Otra mujer dibuja el final de su vestido en las paredes. se va, con la lluvia, de mis manos. La mujer de antes me clava las uñas. Yo decido mirarle a los ojos, me paro frente al espejo.
II No tengo caricias. Se me perdieron entre las garras. Puñal que en otro tiempo fue mis manos. Por eso te contemplo desde un mundo distante, desde la cueva que me esconde. Y si me llamas, callo. Pero te empeñas en buscar. Tiemblo. Y me recuerdo humana cuando tenía en los ojos el brillo no la oscuridad fiera del animal lastimado. La maldición estuvo en la mujer que mintió, en la que nunca me supo, y en aquella… Ahora soy el monstruo temeroso. El que deshoja las flores como un niño. Pero cuando estés frente a la fiera, no tiembles. Puedo quitarme el disfraz. Ser el ermitaño, el pez, o Safo, la mujer.
III
Una muchacha se sienta a la orilla del mar, y en las manos guarda el rostro húmedo. Masculla una frase, lanza una piedra. Cierra los ojos. piensa en Dios. Le tiembla la vida. Pierde el equilibrio en la mirada. Evita a todos. Se ha bebido secretos, sonidos, y colores. Se ahoga.
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Página suelta
Estas son las palabras que pediste. Una hoja con frases a medias, una bahía rota en el sueño de sus peces. Y no culpemos al tiempo. Nadie ha podido beberse la hiel de cada nueva almohada. Ni aun mi demencia más absoluta. Yo pude dibujarte sin lienzos, abierta sobre el azul del aire, que nunca será nuestro. Pero decidí el pincel y tu sangre para dejarte eterna en cada sitio. Estas son, no hay otras. Aposté al pulso y me temblaron las manos. Viejo oficio el de poeta. Te adiviné el gesto alzado, la duda tendida por los parques. Y volví a apostar. Y fui el pez asfixiado en la arena. Estas son las palabras que pediste. Las otras, las que yo quería darte, se ahogaron junto al pez.
Laura Ruiz Montes (Matanzas, 1966) ha publicado entre otros los libros de poesía “Queda escrito” (Ediciones Matanzas, 1988); “La sombra de los otros” (Ed. Letras Cubanas,1994); “Lo que fue la ciudad de mis sueños” (Bartleby Editores, Madrid, 2000); “El camino sobre las aguas” (Ed. La Unión, 2004). Su poesía es recogida en las más importantes antologías de la poesía cubana. Colabora como crítica literaria y de arte en revistas cubanas y extranjeras. Es editora principal de Ediciones Vigía (Matanzas, Cuba). Estos poemas se recogen en su libro “Los frutos ácidos” (Ediciones Matanzas, 2008)
Qué noche la de aquel año
(para Sigfredo Ariel)
No era así la vida en la provincia sino más alegre. No era así la vida en la provincia sino más triste. El regreso no fue lo que esperabas. Dijiste que aquí habías sido feliz. Yo sabía que era cierto. Pero la provincia ya no se deja atrapar. No le vale que entornes los ojos Ni enciendas un cigarro tras otro. A la provincia nada le vale, nada le sirve, ningún halago [ le hace bien. Aquella noche fue inocente y patética. Un poeta clásico explicó al clásico de Chaikowski sin saber que tú y yo también lo éramos: tú llorabas sobre tu camisa negra y yo lloraba sobre mi blusa blanca, como correspondía, llorábamos.
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Fue patética la noche y había ruido. teníamos los mismos ministros y leíamos los mismos libros. Éramos iguales pero no. Tú ya habías estado en el café Berlín y te habías despedido de algo que llaman los ochenta. 44
Yo aún quería ir a Pompeya y fingía haberme olvidado de los ochenta, de los noventa, de Berlín, y del café, pero no. Volviste para después escribirlo. Mirabas como quien está a gusto pero a ratos decías qué raro es todo. Raro en ti quería decir ven con los que se fueron sin remedio. No fue lo que esperabas. No tuve vergüenza ni rubor. No me sentí apedreada contra un muro ni tan grotesca como la bailarina llena de maquillaje que tropezó con el pie del músico.
Fue la noche perfecta. No tuve que hablar. Una noche en la provincia te hizo entender: el silencio la anacrónica dignidad la asfixia húmeda la siesta en la orilla -porque la tortuga nunca llegará al final de la carrerael vicio de haberme quedado aquí la enfermedad mortal de seguir quedándome.
Prefiero ser los pedazos de mí que llegan en las cartas, los emails. Quiero ser la abundancia que recuerdan, su melancólica desmemoria, la blusa blanca que yo llevaba cuando ellos partían y yo empezaba a ser su propio horizonte de piedra. 45
Segunda naturaleza
…y en el paisaje un trágico horizonte de piedra (Julia de Burgos)
No quiero ser lo que yo misma veo de mí. Mejor el polvo de la calle principal cuando la están remozando. Mejor el mármol de la antigua farmacia que los brutos obreros rompieron. No quiero ser mis ojos sino lo que mi mirada ve.
Mercado negro
En ese pasillo oscuro vive la vendedora. Me pregunto cómo es posible que todos sepan dónde vive, que señalen el portón derruido y expliquen en alta voz el sitio exacto. Traigo entre mis manos muchas noches de lecturas, de apuntes tachados y vueltos a limpiar. Traigo entre las manos las palabras que dije para anunciar el libro de alguna celebridad.
Las lecturas, los apuntes, las palabras, la celebridad, quedaron en un papel rectangular donde estaba anotado mi nombre debajo de un número: Sucursal 3271. Traigo entre mis manos el lujo, el salvoconducto para llegar a casa de la vendedora. Dos libras, le digo. Y ella, displicente, me entrega el jamón fresco, rojo, prohibido. Miro de reojo el nylon que lo cubre y leo “Unión de la Carne”. La vendedora no sabe por qué me sonrojo ni en qué piel, cuerpo, celebridad, estoy pensando.
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Algunos escritores cubanos más queremos resaltar:
Hugo Hodelín Santana (Matanzas, 1955). Ha publicado “El Anciano” (Ediciones Matanzas, 2003) y “Confesiones de un poeta mientras cuida un parqueo” (Ediciones Matanzas, 2007) al que pertenece este poema:
Reclinado sobre el paisaje azul y el parqueo de Sammy a la sombra de un paraguas de guano de momento me vi en Londres frente al Royal Palace encerrado en el chevrolet de Pessoa mientras abandonaba Lisboa y el fatalismo de hacer poesía como el paisaje naranja doblando la tarde y la lluvia la interminable lluvia y la Virgen del Camino me dije ¿qué tengo que hacer para salir de esta mala racha? Pisé mierda toqué madera, me eché ajo en el bolsillo y nada todo siguió igual igualmente paranoico la misma mujer la luz de la chimenea en el apagón. Intranquilo Pessoa cruzó la habitación dirigiéndose a Pound. Sonrieron.
“Basta de mierda” dijo el señorón con su cara grande y afeitada murmuró “Comemierda, no sabes pender los atavíos de pesca no haga poesía, búsquese un trabajo” me desperté hermético al otro día y pensé “Este hombre ha dicho una gran verdad” y salí al contrato y la plaza fija a jugar en la calle solitaria y me dijeron “El contrato y la plaza fija son la semana que viene” y a la otra semana desperté menos hermético y me dijeron “Venga la semana que viene” y vinieron las semanas las semanas y las semanas y siempre me pusieron la roja como la la luz de un semáforo roto y Maiakoski Pessoa Pound asintieron “Nosotros te lo dijimos barman ponle sesos a este en el aguardiente”.
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Pablo Méndez Borroto (La Habana, 1970). Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Ha publicado en revistas nacionales y extranjeras. El poema que aquí aparece corresponde a su libro “Otra forma del silencio” (Ediciones Extramuros, La Habana, 2006).
Abandonar la isla
A quien contemplo En estas noches de insomnio. Y por mi cumpleaños.
I. Quebrados por el vértigo y la indulgencia un día decidimos abandonar la isla. Nosotros extraños sedientos que escurren la muerte en naufragio de las olas. Sombras depositadas a la virgencita cuando tan solo el mar es una amarga fiesta para el viento un doncel de injurias que te rapta la luz y todo el fango.
Salvarnos forma parte del abismo arrastrando la piel hacia la ruindad. Es la estrategia de no sumergirse en esos ademanes desvanecidos en la historia de un país y el estorbo de un tiempo invisible al silencio cuando otro busca la propiedad del héroe como limosna a su garganta. Pero “anda Brother rema y hazlo fuerte porque en Miami todos nos reciben y aplauden y nos dicen “Good morning, mr; good night, mr”. Rema y no clausures los huesos ante la voz de esa muchacha diciendo adiós desde la orilla (ciertamente ella también ha de sentirse ajena en tierra propia). Avanza y despliega tu inquilino corazón para después beber la Coca de los fugitivos en Coconut Grove. Allí donde la espuma de la sangre queda como un recuerdo sepultado y la nostalgia tiene su canto al norte del cautiverio
(agosto, 1994)
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Teresa Fornaris (La Habana, 1971). Ha publicado los poemarios “Aqua-sex” (Letras Cubanas, 2000) y “Raya X” (Letras Cubanas, 2004). Antologada en “Palabras en la Arena” (Ediciones Libera, México, selección de jóvenes poetas cubanas, 2006). El poema aquí recogido pertenece a su libro “Encima de chapas de refresco” (Ediciones Aldabón, 2007, Cuba) inédito en España.
Tras el cristal
El absoluto silencio en la limpieza de las cosas la máquina infame sus partes móviles o vivas. Los que están detrás de las máscaras me observan de otro modo creen que los acuso y los acuso de veras. Analizo sus pulgares chasqueando y adivino el sonido que los embobece: el líquido cayendo interminablemente la caja de metal el brazo también interminable.
Siento un placer malsano en la observación de las esquinas en escuchar sus pobres comentarios blandidos como espaditas vegetales a los que soplo el viento frío de mis argumentos. Pero soy tan frágil como el cristal que nos separa -más que la máscara que ninguno advierteHago el camino de regreso otra vez el silencio. Las palabras no son lo que ellos imaginan.
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Carta para Rakel Raro y la revista
La Habana. Enero 2010
Me pides en tu última carta que te recomiende lecturas cubanas para tu próximo viaje acá y en ello me pongo esta noche habanera, tomando un roncito y escuchando la televisión del vecino (un partido de pelota). Hace seis meses que estoy aquí, vine para un mes y esta ciudad, el mar y sus gentes me atraparon en este sueño irreal que es la vida y la muerte en La Habana. Cuando me vine para Cuba mis únicas referencias literarias cubanas eran las novelas “sucias” de Pedro Juan Gutiérrez y su libro de viajes “Corazón Mestizo” (libro que se comprende y asume una vez estás ya en Cuba); las espléndidas novelas negras de Leonardo Padura; las también novelas negras de Amir Valle, menos espléndidas, al que nunca llegué a creerme del todo y que publicaba en España la ya desaparecida editorial de la ex del Yerbita, Zoela, pero del que ahora leo con interés tanto sus historias como sus reportajes y su interesante y completa página web. También había leído algo de Reinaldo Arenas, su “Antes que anochezca” y “Otra vez el mar”. En el viaje en avión Madrid-La Habana me leí de
un tirón el “Maldita Danza” de Alexis Díaz-Pimienta, que me regalaste la penúltima vez que nos vimos. La novela me gustó y la poesía, relatos y “Salvador Golomón” que he leído más tarde creo que merecen la pena. Además creo que ahora anda por Almería, tal vez esté entre tus colaboradores de Ediciones RaRo. No pude, aunque lo intenté con Cabrera Infante, ni con Lezama Lima, ni con Alejo Carpentier. De las sentencias de José Martí ya tendrás tiempo de cansarte una vez hayas llegado a Cuba. Aquí en La Habana ya tengo mis rincones favoritos que ya te he ido contando en sucesivas cartas y naturalmente mis librerías donde he ido encontrando libros y escritores cubanos con los que disfrutar, pensar y/o soñar. En Cuba es difícil publicar, no hay papel, bueno, no hay casi nada, aunque ganas, imaginación, humor y buenos escritores sí que hay. Nuestro amigo común, Pepe “el de Griego”, me hace llegar regularmente la revista “Encuentros de la Cultura Cubana” (que fundó el escritor cubano Jesús Díaz y que se edita en Madrid), en ella puedes encontrar buenos
ejemplos de lo que hacen los escritores cubanos, tanto los que se tuvieron que marchar como los que están acá. (Te la puedes bajar de internet si no la encuentras en las bibliotecas). Aquí tener una editorial como la tuya es jodido pero Letras Cubanas, Ediciones Oriente, Ediciones Matanzas, Ediciones Vigía o Torre de Letras, son ejemplos de la perseverancia, el ingenio y el arte de los cubanos. Jesús Díaz tiene un libro “Las palabras perdidas” sobre las aventuras y desventuras de cuatro amigos mientras intentan publicar una revista literaria en La Habana. Además de editoriales cubanas hay editoriales de Miami que consiguen colar aquí sus publicaciones. Hace unos meses me hice con “La Isla Grande. Cien viejas postales de Cuba”, la editorial que la publica tiene un interesante catálogo. Entre los escritores cubanos que he descubierto en estos seis meses acá, están Abilio Estévez, al que Tusquet ha publicado casi todo en España (píllate “El inventario secreto de La Habana”) y a David Mitrani y a José Miguel Sánchez “Yoss”. Creo que de estos dos últimos en España
hay algo publicado por Siruela en una antología “Nuevos narradores cubanos”. Los dos son “rara avis”. David Mitrani es habanero, del 66, narrador, poeta e investigador y sobre todo un buen cuentista. Le han publicado hace poco “Los malditos se reúnen”, un conjunto de ocho historias, donde se mezclan erotismo, denuncia y el día a día de La Habana de hoy. Escribió una obra a medias con Alexis Díaz-Pimienta y tiene publicado varios poemarios. José Miguel Sanchez “Yoss” (también habanero, este del 69), con su pinta de heavy caribeño tiene un cuento “La causa que refresca” que deberías leer antes de venir. Leí unos relatos suyos de ciencia-ficción, género al que no soy muy asiduo, pero que él convierte en algo distinto, distinto e interesante. De la misma quinta y misma bravura es Ángel Santiesteban pero no sé si en España hay algo publicado de él. A los que sí han publicado en España es a Ronaldo Menéndez y Karla Suárez, los dos en Lengua de Trapo, y las novelas negras de Lorenzo Lunar (creo que en Almuzara). En Cuba hay una buena cantera de escritores de género
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© Juan José Cacho 54
negro. “Río Quibú” de Ronaldo Menéndez es también género negro. La literatura negra parece ser un buena arma para describir lo que pasa en esta isla. Hace unos días encontré en un puesto de libros en la calle Obispo dos libros que compré por su portada “Un poco más de azul” y “La noche era tan joven ... nosotros tan hermosos” de Manuel Reguera Saumell. Empecé con “Un poco más de azul” y es el libro que me espera en la cama, si hoy no llego muy ahumado o acompañado. También tengo por terminar “Mi vida saxual” de Paquito D´Rivera. Fue un regalo de Navidad de mi vecina. Durante semanas se empeñó en llevarme a bailar pero viendo mi actitud roquera ante estos sones se dio por vencida y cree que el libro (y el cd que le acompaña) tal vez me haga menos tieso para esto del baile. Aquí baile y sexo están muy ligados. Es una mulata enrollada mi vecina, ya te la presentaré,
conoce los mejores sitios para pasear, tomar y si quieres, bailar. Yo por mi parte he descubierto unos cuantos garitos rockeros donde purgarme de tanto son. Leí hace poco que Amir Valle ha publicado un libro sobre La Habana. “La Habana. Puerta de América”, seguro que es un buen libro para descubrir esta ciudad literaria, llena de personajes, historias, lenguas, religiones, pasiones, sexo, ingenio, ruinas y sueños… una ciudad irreal que seguro te hechiza. Te mando “Fábula de ángeles” una antología de la nueva cuentística cubana, y algunos de los cuadernillos de
poesía de la Colección Milhojas, editadas entre Madrid y La Habana ( que me recuerdan los primeros cuadernillos de poesía que editabas, uno a uno, en Valladolid y Jaén), espero que disfrutes con ellos. En una semanas nos vemos, voy a buscarte al aeropuerto, mientras tanto un abrazos y besos.
José.
PD: Me preguntas que qué quiero que me traigas de España ¿podrías traerte unos bolígrafos y unos cuadernos de tapa dura sin cuadricular?. Tráete también unos cuantos libros de tu editorial. Más besos.
J.P.G.
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año 2010. número 1
Especial Liter atur a Cubana y Matancer a
Pedro Juan Gutiérrez Laura Ruiz Mae Roque Hugo Hodelín Teresa Fornaris Pablo Méndez Borroto