En la vivienda de los hermanos Xao, localizada en la provincia de Shangdong, tuvo lugar una vez hace largo tiempo una reunión de los cuatro campesinos. -” Y ¿cómo vamos a vender ese papel de colores?” –dijo Bao. -” Eso, que yo quiero seguir a la gente” – añadió Dong -” Que diga algo Hong, que es el mayor”-propuso Jin. -” Yo, lo que creo, es que lo mejor va a ser hacer una tienda en la que vendamos todo tipo de cosas y, aunque no sea tan grande, podamos seguir a los clientes-dijo HongA todos les gusto menos a uno, a Bao. Y este dijo «Pero ¿qué vamos a tener que ir para el sitio ya, no? Y además tardaríamos mucho en construir uno» “Sí, pero lo tendríamos para dentro de dos años si usamos esto como recompensa para todo aquel que nos quiera ayudar”-dijo HongEsto lo dijeron en el siglo XI D.C. Ahora es el año 2021 y se acaba de descubrir el primer bazar chino de la historia bajo el nombre de «你玩你付出» que, traducido al español, sería «Tu tocas, Tú pagas». Allí también se encontró la manera de hacer cartulinas infinitas. En una de ellas, colgada sobre la pared del bazar, pone: «穿過這些走廊的人將受到重罰» que también traducido al español seria “El que corra por estos pasillos tendrá un gran castigo”. En fin, una persona de la expedición no lo creyó, corrió por unos de esos pasillos y los hermanos Xao ¡revivieron! Actualmente no se sabe más de esa persona...
EL BESO DE GUSTAV KLIMT Honorio tenía el jardín más bello de toda Calcis. Diariamente cuidaba a cada una de las hermosas flores que lo poblaban. Las regaba, abonaba y les cortaba las malas hierbas. Las protegía del viento y la lluvia, en invierno y las mantenía a salvo del sol en los calurosos días de verano. Les hablaba y cantaba canciones de amor como si de su amada se tratase. Un día, un joven llamó a su puerta. Medio desnudo y sin aliento se desplomó en la entrada, esperando que alguna buena persona lo ayudara. Honorio abrió la puerta, miró a su alrededor para asegurarse de que nadie más le acompañaba, y, sin pensarlo, lo acogió en su casa. Durante días y noches lo cuidó, sanó sus heridas, calmó su dolor y escuchó sus delirios. Al décimo día, el joven abrió sus ojos. Muy débil intentó levantarse. Se preguntaba quién habría sido la buena persona que sin conocer o juzgar, le abrió su casa y le devolvió la vida. Honorio al verlo levantado lo ayudó a sentarse. No quería saber nada. Presentía que tan amable muchacho no podía esconder ninguna historia oscura. Pero él, quiso entregársela: “Me llamo Gael y vivo en Tebas. Soy de origen africano y me crié en Mogadiscio, Somalia. A duras penas escapé de una muerte segura. Mi madre emigró a Grecia hace 10 años buscando oportunidades. Me crió sola y no conozco a mi padre. Recientemente, el gobierno de mi ciudad ha decretado expulsar a todos los no nacidos en este continente. No puedo volver a África. Llevo siete noches sin dormir ni comer. Fui atacado por delincuentes que querían robarme. Mi madre se encuentra refugiada en casa de unos amigos. Intentaré volver y sacarle de allí cuando todo se tranquilice”. Honorio no preguntó nada. Ya había escuchado algo de las cosas que estaban ocurriendo en aquella ciudad. Le dijo “No te preocupes. Aquí estarás bien. Quédate el tiempo que necesites y cura tus heridas”. Tres semanas más tarde Gael estaba prácticamente recuperado. Durante este tiempo había ayudado a Honorio en su jardín diariamente. Tanta belleza, color y olor le habían devuelto la salud. Nunca había imaginado tanto amor en aquel hombre hacia aquellas flores. Entre todas ellas, sobresalía una especialmente, un ciclamen rosa fuerte, enorme, que cada día cerraba y abría sus pétalos como si se estuviera intentando comunicar con ellos. Una tarde, mientras regaba sus hojas, Gael se acercó para olerla, cogiéndola entre sus manos como si de un tesoro se tratara. Aspiró fuerte hasta casi desmayarse. De pronto, como si hubiese salido de lo más profundo de la tierra, apareció ella. Su piel blanca, su pelo cobrizo y su cuerpo cubierto de pétalos le abrazaron como una enredadera. Gael la besó dulcemente, con enorme pasión. Honorio se quedó sin palabras. La había recuperado. Era su hija Alamanda, el bello ser que perdió una noche y que nunca regresó. La gratitud de Gael y el cuidado desinteresado de su padre hacia este desconocido habían recuperado a su hija. El amor y la bondad habían triunfado. Desde entonces piensa: “Cada vez que veas una bella flor, no la arranques, cuídala, déjala vivir; el milagro del amor puede estar ahí”.
Ensayo de ballet, de Edgar Degas.
Me despierto de repente en una habitación vacía; hay un poco de luz que proviene de la puerta, pero no sé dónde estoy, lo último que recuerdo es dormirme en la cama de mi habitación en casa y ahora estoy aquí. Me dirijo hacia la puerta para buscar a alguien que me ayude. Cuando la abro, la luz me da directamente en los ojos y no consigo ver nada hasta unos segundos después, mis oídos comienzan a escuchar una melodía, una hermosa melodía. Cuando consigo ver algo, me doy cuenta de que estoy en un estudio de ballet, todo es muy hermoso y me emociona. En el centro hay un grupo de bailarinas que practican ballet, vestidas de blanco, con cintas de distintos colores en la cintura y zapatillas de color rosa. En el fondo, puedo ver grandes ventanales por donde se cuela bastante luz golpeando el marrón claro de las paredes de la habitación. En la esquina inferior izquierda, un violinista de traje negro acompaña con su música el sosegado baile de cisne de las bailarinas. Reconozco que me hubiera gustado estudiar ballet y haber formado parte de este armónico grupo, si mamá me hubiera dejado… Veo cómo una bailarina ha puesto sus ojos en mí y se acerca. -
Hola, soy Sofía, ¿Eres nueva?- Siento que te conozco de algo, pero no logro recordar nada. Sí, soy nueva, acabo de llegar de mi pueblo a las afueras de la ciudad- Miento para no levantar sospechas.- Mi nombre es Brooke. ¡Eso es genial!, podrás bailar con nosotros- Me dice entusiasmada- Hay una presentación para los padres esta noche. Me encantaría pero no se bailar, Sofía. No te preocupes, te ayudaremos.
Entonces, me ofrecen un vestido para bailar; no me opongo, al contrario, lo cojo entusiasmada y voy a cambiarme. Cuando salgo de la habitación, suena la música y sigo el baile con las demás. Me dejo llevar por el ritmo acompasado de mis compañeras. Entonces, cuando me estoy quitando el vestido de ballet, me fijo en un calendario colgado en la pared de los vestuarios; no podía creer lo que veían mis ojos, no podía ser verdad. El calendario marcaba el año 1873 y en él aparecía una imagen: era un cuadro con unas bailarinas y un músico tocando el violín. Era la escena que justo antes había vivido, sólo que ahora, ese músico, misteriosamente me guiñaba un ojo, como si supiese que estaba justo allí, contemplándolo. Marta Guerrero Gallardo 1ºBach A
Pintura mural de elefante (Museo del palacio de Udaipur en Rajasthan, India)
Los elefantes en la cultura hindú representan la inteligencia y la protección pero ellos también necesitaban ser protegidos. Esta historia comienza en algún lugar oculto de la India y es también la historia de un elefante muy especial. El emperador Yamir iba de camino a encontrarse con su esposa que estaba embarazada de gemelas. Estaba feliz de poder ver al fin a sus preciosas hijas recién nacidas pero, al llegar a la habitación de su esposa, se encontró con una escena aterradora: se acercó a su mujer, que estaba tumbada moribunda y,en su último aliento, le susurró la siguiente frase: “Han separado al joyero de la joya, no pueden morir ,si no el mundo...”. Antes de que su esposa terminara de recitarle, exhaló su último aliento, dejando a Yamir sin respuestas, con un enigma por resolver. Primero buscaría pistas, por mínimas que fueran. Desconocía qué ser repugnante era capaz de cometer tal acto contra ella. Rebuscando entre los objetos de la habitación encontró al fin una copa con una especie de líquido azul; cuando lo olió no dudó: “Es zumo de arándanos venenosos. No había duda, ¡la habían envenenado!”, pensó. Pasaron largos años, pero Yamir solo había encontrado 2 pistas sobre el paradero de sus hijas. Sabíaque estaban separadas, ya que un arquero del castillo observó cómo un desconocido caballero se llevaba a una de las gemelas mientras que, por otro sendero, una mujer de larga cabellera blanca y aspecto senil se llevaba, a lomos de una mula a la otra, la más menuda. La segunda pista, sin embargo, no conseguía entender, ya que debía buscar un elefante y vestirlo de seda el decimosexto cumpleaños de las niñas. Pero, ¡quedaba solo una semana para que llegara el día! En un barrio lleno de gente humilde vivía la primera gemela, Hannah, con su abuela adoptiva que, desgraciadamente, jamás tuvo a nadie quien le amara de verdad y,por eso, tampoco pudo tener hijos a lo largo de su longeva vida. Por el contrario, Lydia era una joven que llevaba una vida ostentosa, llena de lujos y comodidades, aunque existía un secreto desconocido para ella, ya que sus padres adoptivos nunca le contaron la circunstancia de su adopción. Su vida era aparentemente perfecta, se iba a casar con el hombre que amaba y tenía todo lo que quería. Yamir, desesperado, fue a buscar finalmente a un sabio brujo del lugar el cual le adivinaría con seguridad el paradero de las niñas, aunque para eso tuviera que pagarle con todas las riquezas del palacio. Revelándole hacia dónde debía dirigirse a continuación y, antes de abandonar su estancia, le recitó unas misteriosas palabras cuyo sentido tendría que resolver en poco tiempo: “A veces renunciar a una parte de ti salva el mundo”. Faltaban horas y Yamir se dirigió a un misterioso templo, un lugar sagrado al que Hannah y su abuela
iban diariamente a rezar. Estaba extrañado ya que tenía noticias de la celebración de una ceremonia nupcial que unía a dos familias importantes. Al entrar encontró a Lydia danzando alrededor del fuego sagrado, mientras sintió al instante la presencia de su otra hija. En el centro del templo, majestuosa resaltaba la estatua de un gran elefante en cuyo lomo asomaba una caja de color anaranjado y una piedra azul, parecida a un topacio. Casi cuando caía la medianoche, Yamir recordó la frase que su esposa le susurró antes de morir; por eso, decidió que debía contarles la verdad, aunque para eso interrumpiera los rituales de la boda. Justo cuando el sacerdote invocaba sus bendiciones a la unión de la pareja, no sin antes cantar al unísono algunos mantras en medio de la música de campanas y bongos que hacían resonar las paredes del templo, Yamir se dirigió apresuradamente hacia el altar. La anciana que acompañaba a Hannah la agarró con toda sus fuerzas presintiendo lo que podría pasar, mientras el padre adoptivo de Lydia hizo lo mismo, al tiempo que gritaron como locos :”¡que nadie toque la estatua del elefante!”. Entonces Yamir recordó unas palabras del brujo: “a veces renunciar a una parte de ti salva el mundo”. De este modo, al llegar a la estatua del elefante, alcanzó la caja, en cuyo interior se encontraba uno de los arándanos que su esposa había ingerido. Entonces le dijo a sus hijas: “toda mi vida os busque y ahora que os tengo aquí no dejaré que el mal se apodere de vosotras; esa anciana es en realidad un demonio y ese padre adoptivo en verdad es un sucio brujo. No os quieren por quien sois si no por vuestro poder. Lydia, tú eres el joyero y Hannah, tú la joya. Sed inteligentes y yo os protegeré”. Entonces, una densa nube rodeó a Yamir, quien se transformó mágicamente en un elefante de grandes orejas y hermosos colmillos. De su trompa surgió al instante un barrito no perceptible por los mortales, aunque sí por el demonio y el brujo, a quienes, al parecer, no les hizo ninguna gracia pues comenzaron a retorcerse hasta desaparecer totalmente de la vista de los allí presentes. Pasado el tiempo, sus hijas, agradecidas por la liberación, encargaron una imagen de su padre, cuyo lugar encontraría a lomos de sí mismo, el propio Yamir, ahora transformado en elefante, el retrato de un héroe y un padre. Años después, este elefante se haría famoso y aunque las hermanas no vivían juntas, lo visitaban a menudo, allí donde se encontrase, siempre rodeado de multitudes, bailando o cantando, acompañando con el golpe de sus robustas patas delanteras contra el suelo el son de los sitares de los músicos hindúes. ¡Ah! y, por supuesto, el elefante se vistió de seda. FIN
La diversidad cultural en el arte
Este cuadro pertenece a la cultura japonesa. El cuadro muestra una escena a punto de atardecer, la gente camina con tranquilidad junto a la orilla del río y disfrutan de un breve paseo. Se siente un ambiente relajado donde todos conviven y la cultura se hace notar mediante la vestimenta, los accesorios y la forma de las casas, dando a entender que se trata de la época samurái.
Barquitos Pequeños pétalos rosados se desprendían de los cerezos mientras el cielo se seguía pintando de una paleta neutra, donde predominaba los tonos naranjas. Los niños volaban cometas que enmarcaban el cielo y los adultos solo mantenían sus ojos en el firmamento que iba cayendo. Por el río navegaban pétalos caídos junto con cientos de barquitos de papel. Estos barquitos traían consigo el nombre de tu alma gemela, y una vez lo supieras debías buscarlo incluso en el amor de otra persona. Nakamoto Yuta era uno de esos inocentes que no creían en la leyenda del río rosa, pues él juraba ya haber encontrado a su otra mitad. En el mismo atardecer en que salió de su hogar paseó cercano a la orilla. El dulce olor inundaba sus fosas nasales, y el tímido chapoteo de las corrientes hacía al agua salpicar en sus tobillos. Después de un tiempo meditando estiró su mano, agarró uno de los barquitos con las puntas de sus dedos y lo desdobló. La hoja goteaba y las arrugas propias no dejaban muy claro su mensaje. La letra parecía ilegible, pero acabó encontrándole el sentido. なかもと ゆうた- su nombre venía bordado en la esquina del papel. Jamás habría un amor más grande destinado a Yuta que él mismo. Nakamoto dejó el lugar sintiendo burbujitas de felicidad en su pecho.
“LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO”
“LUCHAR POR LO QUE NO HARÍA FALTA” Era el 3 de mayo de 1879. El sol ni siquiera había salido, parecía que ni él quería presenciar lo que estaba ocurriendo. Me despertó lo que parecía ser EL tiro de un mosquete de dudosa calidad, juzgando por su sonido. No me atrevía a mirar por la ventana, ya que sabía que lo que vería cambiaría mi vida drásticamente. Tras minutos de inquietud y de mil pensamientos que me hacían dudar de lo moralmente correcto, decidí asomarme de manera cautelosa. Al levantar la mirada, mis sospechas se habían confirmado: en la calle yacía el cuerpo del conde Moreau. Mi cerebro no podía procesar toda la información de aquel suceso, y,por lo que pude llegar a entender, mi sistema digestivo tampoco, ya que, tras segundos de puro pánico, mi primera reacción fue un vómito de puro nerviosismo. Todo resultaba demasiado para un niño de 13 años. Fui corriendo hacia el cuarto de mi padre para recoger sus pistolas, pero solo pude encontrar una. No sabía ni cómo sujetarla sin que me temblaran las manos por el puro pánico de la situación. Fue cuando me di cuenta de lo que cualquiera habría notado desde el principio: mi padre no estaba en su cuarto. Bajé corriendo las escaleras hasta el salón, y solo encontré una nota clavada con un cuchillo en la puerta principal. “Clément, sé que, tal vez, no llegues a entender lo que está sucediendo, pero este pueblo necesita un cambio. Sé que tu consideras que la violencia no es la solución, pero no somos nosotros quienes maltratan hasta la saciedad a las personas por un sueldo equivalente a un par de zapatos. Sé que puede parecer precipitado, pero debes verlo como algo que tendría que haber sucedido hace ya mucho tiempo. Te juro que voy a vengar a tu madre aunque lo pague con mi propia vida. Te pido que te quedes en casa escondido y aunque ojalá no tengas que hacerlo, utiliza este cuchillo para defenderte de cualquiera que quiera entrar en casa. Te quiere más que a nada en el mundo, tu padre.”
Sentí un cambio en mi interior. Al momento, mil recuerdos de mi madre volvieron a mi cabeza. Siempre se preocupaba por mí y por mi educación cívica. Siempre recordaré esa noche en sus brazos cuando tuve aquella pesadilla. Le arrebataron su vida cuando tan solo tenía 7 años. ¡No era justo! ¡No era justo! No podía parar de repetirlo en la cabeza. ¡No era justo! Era hora de un cambio. Miré a mi pistola de cerca, y supe que no podía estar encerrado, mientras los demás luchaban contra la injusticia de esta sociedad. Salí y recordé lo poco que escuché de los vecinos que estuvieron bebiendo en la cantina, ayer por la noche. Habría una gran manifestación en la plaza del ayuntamiento dónde irían todos los vecinos a actuar al respecto. Decidí ir corriendo hacía allí para encontrar a mi padre. Él me guiaría mucho mejor que si yo fuese por mi cuenta. Mientras trotaba hacia la plaza, vi a campesinos asesinar a guardias con rastrillos, herreros con martillos y alfareros arrojando sus jarrones. Todo el mundo estaba actuando. No podía quedarme al margen. No es justo. No lo ha sido nunca. Pude llegar al ayuntamiento sin cruzarme de frente con ningún guardia. Decidí escalar un poste para poder observar el macabro escenario desde arriba y poder localizar a mi padre. No era capaz de localizarlo, pero entonces escuché una voz: -Clémeeeeeent Era él. Me deslicé lo más rápido que pude y le abracé como si me fuese la vida en ello. -¿Qué haces aquí? ¿No leíste mi nota? -No podía quedarme en casa sin hacer nada. No mientras estés aquí luchando por el derecho de la justicia. Necesito hacerlo papá. Necesito hacerlo por mamá. -Pero este no es lugar para un niño, no quiero perderte a ti también. Vuelve a casa. Estaré bien de verdad. -No voy a dejarte papá. Me niego a tomar el riesgo de perderte a ti también. Fue entonces cuando, tras un silencio cargado de emociones contradictorias, nos adentramos en el ayuntamiento en busca del alcalde, y comenzamos a luchar por algo, por algo por lo que realmente nunca hubiera hecho falta luchar.
Rodrigo López Mármol 3EsoB
LA LUCHA SECRETA
Era un día soleado y aparentemente normal en la aldea Loyal, donde habitaba Mambomba. Como siempre, se encontraba junto al río Anaconda, pensativa e inconformista con las normas que regían su aldea: el poder residía en los hombres y las mujeres no tenían voz ni voto y se tenían que encargar de tener limpia la choza, cuidar de los niños y, sobre todo, ir a por agua al río en sus grandes cantaros para que no faltase ésta a la llegada de los cazadores. De hecho, por no querer ir a por agua, Mambomba y su amiga Fade, fueron castigadas junto al río apartadas de sus familias. Allí compartían sus pensamientos y buscaban la forma de poder liberar a las mujeres de su tribu. Una noche, escaparon de su castigo y fueron secretamente a pasear por la aldea. Mientras caminaban, escucharon gritos: -¡Os vais a casar con él os guste o no! ¡No tenéis elección! ¡Sois mujeres! -¡No nos casaremos con ellos papá!- gritaron desoladas Shishira, Pumba. ¡No nos podéis obligar a casarnos con un hombre al que no amamos! Gritaron todas al unísono. -¡Una mujer no es nada sin un hombre!- gritó su padre, enfurecido. Mambomba, al escuchar esta terrible y desgarradora conversación no pudo evitar entrometerse, y respondió:
-¡Claro, eso es lo que nos queréis hacer creer, para que nunca nos demos cuenta de lo maravilloso que es ser una mujer independiente! A continuación, Mambomba agarró de la mano a las tres hermanas y juntas huyeron a las orillas del río Anaconda. Esa misma noche, las cinco jóvenes se concienciaron de que ya no había vuelta atrás en su lucha y que, o ganaban o perdían, pero ninguna estaba dispuesta a perder. Así pues, idearon un plan pensado con todo nivel de detalle: a media noche diseñaron con todas sus ropas unos trajes que parecían imposibles de hacer , mostrando sus voluptuosas curvas, cosa que estaba prohibida por los dictadores de su aldea . Cuando estaban preparadas, cargaron en sus cabezas los jarrones que tanto sufrimiento les habían causado pero que ahora los llenaban de empoderamiento; dentro colocaron algunas pequeñas hogueras que desprendían un luz potente y misteriosa. Llenas de valentía se adentraron en la aldea y , rompiendo la oscuridad y el silencio, se dirigieron al edificio central donde dormían los dictadores . Estos, al verlas, cundieron en pánico y huyeron aterrorizados de la aldea. Las cinco mujeres habían logrado su cometido, que las confundieran con las cinco diosas: Aire, Tierra , Fuego , Agua e Hielo y que pensaran que venían a castigarlos por todo el daño que estaban causando. Las cinco poderosas mujeres: Mambomba , shishira , Fade , Pumba y Kika se hicieron con el poder y nunca más ninguna mujer de aquel poblado lamentaría haber nacido siéndolo . JARA MAYORGA Y FRANCISCO MÉNDEZ 3ESO B
Las Meninas
Estaban la infanta Margarita, Isabel de Velasco, María Agustina, Mari Bárbola, Nicolasito Pertusqato y Marcela de Ulloa en una de las salas reales. Marcela y su acompañante estaban vistiendo a las niñas y al niño para una fiesta de globos y golosinas, que se celebraba en una zona cercana a palacio. Habían sido invitados por un conde de Castilla cuyo nombre es imposible recordar. Mientras las niñas y el niño estaban siendo vestidos, apareció el perro real, solo para molestar, claro, pues al canino le gustaba figurar en primer plano. Nicolasito, entonces, se puso a jugar con el perro, retrasando a Marcela, muy enfadada, pues tenía encargado vestirlo a tiempo para la fiesta. Mientras ocurría esto, llegó Velázquez, el pintor de palacio, por la puerta (¿por dónde va a entrar si no?) el caso es que llegó pensativo, porque Felipe IV le había pedido que hiciera una obra representando a su familia, pero quería que fuera diferente a las demás obras que él había hecho hasta ahora. Quería que fuera una obra sumamente original. Velázquez estaba rallado, No sabía qué hacer ya que no estaba en sus horas de inspiración precisamente, ya que acababa de darle calabazas una señorita de la baja nobleza a la que había conocido no hace mucho, simplemente porque no lograba retratarla sin la protuberancia rojiza que llevaba encima de la cara y que la afeaba a ojos vista, Así que, haciendo de tripas corazón y dándole varias vueltas a la cabeza (literalmente), puesto que debía congraciar al rey, se le ocurrió hacer el cuadro a partir una situación tan natural como la de “prepararse para la fiesta”. De esta forma, cogió su lienzo y sus pinceles, se puso frente a un espejo y se puso a pintar dicha escena. Una vez terminado el cuadro (que, por cierto, tardó varios días, por lo que no pudieron ir finalmente a la fiesta), Velázquez contempló el cuadro y vio que, había una persona que no reconocía como de la realeza, y es que, sin darse cuenta, se había dibujado a sí mismo. A él, este error, finalmente, le dio igual (de hecho, se dijo a sí mismo: “¿por qué no? de todas formas, soy lo mejor del cuadro”) y así, se lo entregó al rey Felipe IV, que, al contemplarlo, quedó bastante satisfecho del mismo.
LES AMANTS-RENÉ MAGRITTE
Su paseo no era tranquilo como de costumbre; unos pasos rápidos marcaban allí donde pisaba y todos a su alrededor parecían observarle, sin fijarse realmente en él. Avanzaba entre los suburbios franceses repletos de personas ebrias que salían a la calle a beber para olvidar; la nueva crisis afectaba al país y mucho más a aquellos que luchaban por llegar a fin de mes. Con la mano derecha sujetaba el sombrero firmemente, para que la brisa que corría acompañando su ligero paso no se lo arrebatara. Realmente, el tipo tenía prisa, mucha prisa. De repente, giró, se introdujo en un pequeño callejón que acortaba el camino hacia el río Sena. Conforme se iba acercando, el ambiente se volvía más y más cortante, más asfixiante, cruzando raudo en medio de la desfigurada muchedumbre. Al llegar, cruzó aquel maldito rollo de cinta que se le interponía y se presentó delante del jefe de policía, quien lo dirigió, apuntando sin dudar con el dedo índice, hacia una manta de color negro y abultada, la cual levantó. El tipo asintió con tristeza ya que no sabía cómo sobrellevar aquella situación. Se quedó allí, sentado en una silla, preparada para aquella solemne ocasión, petrificado, al lado del cuerpo inerte pero, al cabo de unos segundos, no lo pensó más. Se levantó tapándose el rostro con un pequeño pañuelo blanco que llevaba en el bolsillo de la chaqueta y le dio un beso a aquella manta como si de un ritual se tratase. -“No podía no darte sino un último beso, mamá”. Pensó. Álvaro Vicente Álvarez 1º BTO A
Los Fusilamientos de la Moncloa
Mayo de 1808 en Madrid, España. La oscura noche llegó r; no se encontraba sola sino acompañada de la implacable parca preparada para dictar su cruel sentencia. El día anterior el pueblo madrileño se había rebelado contra el invasor francés, Estos soldados eran soldados franceses que habían ocupado España, liderados por Napoleón, y los hombres que estaban siendo fusilados era el mismo pueblo de Madrid, que se había rebelado valientemente contra la invasión francesa.. Pero ¿de qué sirvió combatir por la libertad? La verdad es que, después de tantos esfuerzos, solo acabaron obteniendo crueles represalias. Numerosos soldados estaban apuntando a unos pocos hombres mal vestidos en medio de una masa informe de carne humana empañada de sangre, anónimos asesinados por los soldados. Les apresaron y ahora, alumbrados por la mísera luz del farol, se encontraban contra la espada y la pared, con el agua al cuello, con fusiles apuntando directamente contra ellos. Una cara de terror recorriò sus rostros debido a lo que estaba a punto de ocurrir, Uno de ellos, con las manos alzadas, se alzó portavoz de todos, pidiendo a gritos la libertad, el derecho a vivir, su deseo de vida. -Por favor, ¡no matadnos!, ¡no hemos hecho nada malo! -Exacto, ¡tened piedad, señores! Los soldados, sin embargo, impasibles ante las tímidas súplicas del pueblo: no iban a tener piedad, a tenor de la cara de concentración de los soldados, mirando fijamente a los madrileños y apuntándolos con sus fusiles, -No tengáis piedad, ¿eh? ¡No dejad que sobreviva ninguno! -¡Por supuesto que no! ¡Madrileños, iros preparando para vuestra muerte! Y a los madrileños no les quedó otra: se resignaron a la muerte, primero vieron morir a sus compañeros, y luego les tocó a ellos mismos. Los soldados acabaron con todos los madrileños que habían sido condenados a la muerte, y sólo quedó un charco de sangre en el lugar de los hechos.
-¡No disparen, por favor, no disparen!- Gritaron los siguientes, entre los que me encontraba, con las manos sobre nuestros rostros. -¿Qué será de nosotros?- No dejó de preguntarse el fraile que se encontraba a mi derecha, hincado de rodillas y rezando en el suelo. -¡Disparen ya y que se acabe esta maldita demora! ¿No ven que no tenemos toda la noche y está empezando a refrescar?- Exclamé con los brazos bien alzados clavando mis ojos en los soldados franceses, ya con mi final más que asimilado y mirando cara a cara a la muerte. Un estrepitoso ruido, un ensordecedor disparo dirigido directamente contra mí y, de repente, la oscuridad, el silencio, la nada.
TE CUENTO UN CUADRO
“NIÑOS COMIENDO UVAS Y MELÓN” (MURILLO) En un lugar solitario, dos niños con harapos rotos y los pies descalzos, víctimas de la mendicidad, han encontrado el lugar seguro para sentarse y comer fruta. Poco tiempo antes, habían tenido que despistar al frutero, que, al grito de “¡cojan a esos pequeños truhanes!” había salido corriendo tras ellos, sin fortuna. Pablo-“Hoy realmente es un día de buena suerte. Por fin después de muchos días tenemos algo para comer.” Juan- “Sí, tenía mucha hambre: no creo que hubiera podido seguir así mucho tiempo más. Además, junto a toda esta fruta, he podido asir “de regalo” este cuchillo, que nos vendrá muy bien, para hincarle el diente a este melón.” Pablo- “Escucha. Si alguien nos preguntase, le diremos que esto será de alguna persona que venía a hacer un picnic aquí al lado del río y lo ha dejado abandonado, ya harta la barriga, ¿no te parece?” Juan- “Supongo que habrá que decirle que será de más de una persona porque aquí hay mucha fruta.” Pablo- “Probémosla; yo empezaré por este racimo de uvas, ¿qué quieres tú?” Mientras, con la mano derecha en alto, comienza a comer uvas directamente del racimo. Juan- “Pásame ese melón, así podré hacer uso del cuchillo. Pablo- “Sí, buena idea. Pásame una tajada cuando puedas. Por cierto, aquí, en la cesta, hay mucha fruta, ¿crees que deberíamos compartir con los demás?” Juan-“Hemos pasado mucha hambre; creo que esto nos tendrá alimentados durante unas semanas. Además, creo que debemos buscar nuestra supervivencia, sin pensar en nadie más.” Pedro- “Pero… ellos lo están pasando tan mal como nosotros. Hemos sufrido mucho y no quiero que nadie sufra tanto como nosotros.” Juan- “Con el tiempo entenderás que ahí fuera nadie va a mirar por ti. Así que ahora disfruta de lo que tienes porque, pronto, cuando consigas tener todo lo que te propongas, entonces, sí podrás ayudar a los demás sin que esa ayuda te pueda costar la vida.” Mientras con la mano derecha aguanta un cuchillo y el resto del melón lo apoya sobre sus rodillas, a Juan comienza a hinchársele la mejilla por la cantidad de melón que se acaba de meter dentro de la boca, recién mordido de la tajada que sostiene en la mano izquierda. Rebosa alegría, como muestra de su glotonería. Jaime Castro Sánchez
NACIMIENTO DE VENUS Hace mucho tiempo, una mujer de unos veintisiete años llamada Rea, se quedó embarazada de un deseado bebé. Estando en su casa, decidió ir a una vidente para que le dijera cómo iba a ir el parto. Cuando estaba allí, la vidente sacó una carta con el planeta Venus como imagen. Entonces, le dijo que iba a ser una niña y Rea, por ello, decidió llamarla Venus. Pasados los nueve meses de embarazo, Rea dio a luz a Venus y no fue grata su sorpresa. Aunque para Rea era el bebé más bonito del mundo, objetivamente considerado, era poco agraciado, motivo por el que las matronas se reían de la pobre criatura. Venus creció y, al cumplir cuatro años, en la fiesta de su cumpleaños en la playa, comenzó a hablar con unos misteriosos amigos a los que llamaba hermanos, Céfiro y Cloris, que resultaban ser invisibles a los ojos de sus familiares, con los que no cesó de jugar y conversar en los años siguientes. Algunos años después, Rea cayó enferma por culpa de un cáncer. Venus le cuidó aunque no sirvió de mucho ya que a los pocos meses falleció. Poco antes, Rea le escribió una carta que decía: “Cariño, mamá se va pero te estará cuidando siempre. No estarás sola, ya que tus hermanos como tú dices, Céfiro y Cloris, estarán contigo siempre. No olvides que serás una diosa…Cuídate mucho, Mamá ❤ ❤”. Al leer esto, se fijó en la palabra negrita y subrayada, pensando día tras día qué quería decir. Desgraciadamente, con los años, al hacerse mayor, contrajo la misma enfermedad de su madre. Sabiendo que seguramente estaba en sus últimos minutos de vida, decidió desaparecer para siempre, y, de ese modo, se dirigió a la playa y hundió su cuerpo en el mar. Sin embargo, al pasar treinta segundos, un resplandor salió del interior de las cristalinas aguas azules y una concha gigante salió de él. Venus, la diosa del amor, salió de la misma, desnuda, con su piel blanca y su cabello dorado, joven y con una cara preciosa. A su lado, Céfiro y Cloris y, en el lado opuesto, su madre, con la sábana rosa de la cuna de Venus, con la que había sido envuelta en la tumba al morir. Céfiro y Cloris, entonces, le dijeron al oído: “Hermana, sois una mujer perfecta e increíble, tu mamá nos pidió que te cuidaremos y así lo hemos hecho, ahora que ya sabes que sois una diosa, protege a todos y brinda amor a todo el mundo.” Rea, finalmente, le dijo: “Hija ya sabes el porqué de esa palabra en negrita: como te han dicho, sois una diosa y por eso tienes que repartir amor a todo aquel que pase por delante tuya ya que siempre estarás en todo lugar donde haya mar. Estaremos contigo siempre, aunque el deber de brindar amor es tuyo. Haz tu magia y que todos se quieran tanto como nosotros te queremos a ti”. Lucía Labella Pérez 1º BTO A
Niños con perros de presa
Al caer el otoño, los hermanos Géminis y Aries solían salir temprano al vasto campo, que rodeaba la finca, con el sabueso Galán, acostumbrado a cazar alguna liebre que después llevaban a su madre, que esperaba paciente para el almuerzo del día siguiente. • Géminis: Oye Aries ¿Crees que podamos cazar algo hoy? • Aries: No se tal vez, pero por lo que nos conviene debemos regresar con algo para poder comer sino mamá se enfadará, llevamos dos días regresando con las manos vacías. • Géminis: Pues sí, tienes razón. ¿Crees que a Galán le pase algo?, últimamente lo he visto muy cansado. • Aries: No, no creo. • Géminis: Ahora que lo recuerdo, mamá le dio bastante comida antes de salir a cazar ayer. • Aries: ¿En serio?, entonces ese es el problema: ha comido demasiado y, por eso, no hemos cazado nada en estos dos días. • Géminis: ¿Entonces la culpa es de mamá? • Aries: Sip* • Géminis: ¡Y nos regañó a nosotros por nada! (ambos comienzan a reirse) • Aries: Bueno dejemos la charla y preparemos a Galán para llevarnos algo para llevar a la boca. (quitando el bozal a Galán) • Géminis: Sí, será mejor que nos pongamos a ello (suelta a Galán y acto seguido el perro sale corriendo) ¡Mira, parece que ya tiene algo! • Aries: ¡Eres increíble Galán!¡Buen Chico! Cuando lleguemos a casa prometo darte algo de comer. • Géminis: Pues sí, pero no mucho ¿vale? • Aries: Si, está bien. (Ambos empezaron a reir a carcajadas para, más tarde, seguir con la caza hasta el mediodía)
NIÑOS JUGANDO A LOS SOLDADOS
Situémonos en un pequeño pueblo de la sierra de Madrid hacia el 1880, cuando España estaba desencadenando una guerra contra los franceses. El país completo estaba rodeado de un ambiente de terror y furia, ya que los del país vecino nos las venían haciendo difíciles desde hacía muchos años atrás. Cada familia se refugiaba en sus casas cada vez que había un ataque o se libraba una batalla, pero los pequeños más curiosos fijaban sus ojos entre los pequeños huecos que un marco de una ventana y ésta formaban para ver qué era lo que realmente estaba ocurriendo en el exterior, al contrario de lo que trataban de decirle sus padres, para camuflar la situación y no cargar de un malestar la vida de sus hijos. Un día y en la escuela, cuando los aires de batalla se apaciguaron un poco, un grupo de niños de entre 7 y 8 años se decidieron a contar lo que habían visto desde lo clandestino días atrás, durante uno de los ataques franceses por intento de invasión a su pueblo. Todos coincidían de manera rotunda en que los soldados españoles mostraban y daban la apariencia de poder, de ser España la que lideraba aquella guerra y de la que los franceses saldrían vencidos, y que de mayor a todos les encantaría ser como ellos, luchar por su patria y para defender a su nación. Para intentar cumplir su ansiado sueño en un futuro no muy lejano, decidieron quedar ese mismo día por la tarde en la colina más alta que podía verse desde el edificio de la escuela, y así fue. Cada uno llevó lo que creyó necesario para convertirse en soldado y enfrentarse los unos a los otros: cacerolas e intentos de corona como cascos y tablas de madera como espadas. Una vez allí se dividieron en 2 y empezaron la lucha contra ellos mismos. -
¡Pedro, ataca! - decía Pablo.
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No podrán con nosotros. ¡Nunca! - animaba a los de su equipo Álvaro. ¡¡Esta es la mejor idea que se nos ha podido ocurrir!!, - gritaba Pedro a Pablo sin descanso - ¡somos imparables!
Así estuvieron durante hora y media, intentando marcarse la falsa muerte los unos a los otros, mientras creían que ser soldado significaba hallarse en un momento histórico de triunfo, cuando era precisamente al contrario. Al simular la lucha, todos quedaron abatidos, unos fingiendo haber sido derrocados y otros, simplemente, por cansancio, pero, finalmente, cuando todos se encontraban boca arriba y mirando al cielo, todo lleno de polvo y sin apenas luz, entendieron que aquello no era una broma. Que era un tema serio aquello de ser soldado, que no era un juego y que arriesgaban sus vidas en cada uno de los ataques en los que actuaban y que, realmente, se encontraban en una época de miseria, no en el mundo ficticio que se habían pintado en sus cabezas ni era el mundo que sus padres habían intentado inculcarles.
Toda una inspiración
Cuatro convictos de color fueron obligados a trabajar en las vías del tren de San Antonio, como parte de sus condenas respectivas, con el fin de llevar a cabo el mantenimiento de las vías. Uno de ellos comienza a hablar a los demás y les dice: -“¿Por qué razón estáis vosotros aquí?” -“Por algo tan estúpido como entrar en un baño de blancos”. Le responde el compañero situado en frente. A lo que otro de ellos le corresponde: “-Uff, eso, para ti, es una estupidez, a mí me dieron treinta años por coger un caramelo del suelo, que luego supuestamente era de un niño de una familia blanca supremacista con gran poder e influencia en la ciudad; al final, me condenaron por una mentira ya que el propio chico tiró el caramelo al suelo, con desprecio, al ver en el plástico el sabor.” -“¿Y tú, chico?”, dijo, volviéndose al más joven de todos. -“Yo, yo…” -“¡Vamos, chico, suéltalo, estas en confianza!” -“Vale; Yo… maté a mi jefe de la fábrica de zapatos; y, como podéis imaginar, era blanco.” -“Estarás bromeando chico ¿verdad? “ -“¿Por qué debería?” -“Jodeeeer, ¿y cuánto te dio la pasma, chico? “ -“Diez años, porque lo catalogaron como un homicidio imprudente.” -“¿Y cómo lo hiciste chico?” - “Llevaba trabajando en aquella fábrica desde los quince años, y nunca había tenido un jefe tan gilipollas como este. Todo eran gritos, insultos hacia nuestro color e incluso me llego a pegar. Después de aguantarlo tres meses no podía más, así que una noche en la que todos los compañeros se fueron menos él y yo cogí uno de los martillos que usábamos para colocar las suelas y de una hostia en la yugular lo maté. Luego escondí el cuerpo para que pareciese un suicidio y me fui.” -“Chico eres una toda una inspiración. Algún día nos levantaremos en armas contra todos los supremacistas blancos, pero mientras tanto habrá que seguir con la faena.” Y los cuatro hombres siguieron con sus labores, todos en silencio. (Rodrigo Luque Belloso)
Olympia, Paul Cezanne
“LAS APARIENCIAS ENGAÑAN”
Escena: Un señor burgués paseando por los jardines de las ninfas, entra curioseando en los aposentos de Olimpea, que, en aquel momento, posaba desnuda ante los ataques del caluroso tiempo estival. Señor burgués:” ¡Madre mía, qué ven mis ojos! Eres preciosa, nunca he visto una cosa igual. Totalmente un ángel caído del cielo. ¡Vaya ojos tan azulados! Son tales como las olas del mar.” Olimpea: “¡Pero, cómo se atreve, s eñor! No puedes pasar a mis aposentos.” Sirvienta:” ¡Eres un mal educado! ¿Nunca te han enseñado llamar antes de entrar?” Mientras tanto, el fiel sabueso de Olimpea, empezó a ladrar al señor burgués) Señor burgués:” Perdone señorita, ¡no me podía para a tal hermosura como es la s uya!” Olimpea:” ¿A qué se le llama por aquí?” Sirvienta: “Señora. ¡no deberías de hablar con una persona desconocida!” Olimpea: “Educada, pero con ojo de serpiente.” Señor burgués: “Señoritas, no vengo con mala intención, solo me paseaba para ver las estancias de este colorido lugar, que es precioso.” Olimpea: “Los jardines son públicos pero las estancias no. Además, No me fio de nadie y menos de una persona como usted que no es conocida por estos parajes.” Sirvienta: “Señora, este hombre me recuerda al asesino del pueblo. (Susurrando) Nada más le dijo esto, entraron por la puerta dos hombres buscando a alguien. Obviamente venían de incognito. El señor burgués se fue corriendo hacia Olimpea poniéndole un cuchillo en el cuello. Señor burgués:” ¡Vengo a matar a la señora y nadie me lo impedirá!” Sirvienta:” ¡No hagas eso por Dios! Tómeme a mí.” Olimpea se encontraba muy triste y empezó a llorar; finalmente, un tercer hombre se acercó sigilosamente por la espalda y ¡zas! Le arreó un golpe con el mazo de la pistola, cayendo el asesino estrepitosamente al suelo. Olimpea, sin embargo, seguía atemorizada y no paraba de llorar. Sirvienta: “No tema, señora, ya ha sido capturado y puede estar tranquila.” Olimpea: “A partir de ahora no permitiré que nadie más se cuele a mi estancia desde el jardín. Ve encargando un par de cerrojos de hierro macizo. ¡Ah! Y tráeme una tila doble.”
TABLES FOR LADIES (EDWARD HOPPER)
Era un día como otro cualquiera, hasta que, paseando por la costa, vio cómo un barco acababa de llegar a puerto cargado de mercancías del otro lado del Pacífico. Allí estaba Chanu Sari, su capitán y un antiguo conocido de su malogrado marido. En el momento en que él la vio le contó que al día siguiente por la tarde zarparía de nuevo hacia América. Treviña reaccionó muy emocionada ya que los marinos que habían podido viajar a ese lejano lugar aseguraban que en aquellas tierras cualquiera tendría una nueva oportunidad para mejorar su calidad de vida. Aunque ella tenía cierta formación académica, sin embargo, no lograba encontrar ningún trabajo donde vivía pues la crisis asolaba aquel lugar. Así que, al día siguiente, sin pensarlo mucho, Treviña hizo las maletas, cogió a su hija y subió con ellas al barco. Fue un viaje muy largo y cansado pero el tres de septiembre de 1929 llegó a su destino. Una vez allí, a Treviña y a sus hijos no les costó demasiado aprender el nuevo idioma, lo cual suponía una ventaja a los nuevos inmigrantes a la hora de encontrar algún trabajo. No obstante, estuvieron varios meses comiendo de las latas de conserva que Chanu Sari, el capitán del barco, les seguía proporcionando, más como caridad aunque también por cierto cariño que había cogido con la hija de Treviña durante su larga travesía en barco. Hasta que un día de 1930 su vida daría un vuelco de ciento ochenta grados ya que sucedió algo inesperado: Treviña paseaba por las calles de Nueva York cuando un desconocido se le acercó proponiéndole un trabajo en su restaurante. Por supuesto que aceptó sin pestañear. Le deparaba un puesto como cajera junto a otras camareras de procedencia diversa, como ella. Ahí estuvo durante toda su vida, pasando a ejercer de camarera, cocinera, recepcionista y, finalmente, fue subiendo de grado como jefa de personal. De hecho, cuando su hija fue mayor de edad ingresó también en el Bissou´s Restaurant, que así se llamaba, compartiendo con su madre tanto la vivienda que habían logrado comprar y que sería su hogar por muchos años, como el lugar de trabajo…hasta el día que la abandonó para siempre. (Clara Martín Fernández, 3º ESO B)