El universo conspira Ilallalí Hernández Rodríguez Libra se agita al caminar de su recámara al baño —son diez pasos—, en enero el médico le dijo que debía bajar, al menos, veinte kilos. “Cada año, los kilos que debo bajar aumentan en múltiplos de cinco”, pensó la tarde en que el nutriólogo le prohibió el azúcar, las harinas, las grasas, los irritantes, el alcohol, el maíz y hasta las manzanas. Su dieta era más ceñida con el paso del tiempo. Los primeros días del nuevo régimen alimenticio eran los más difíciles, sin embargo, se abrazaba a la esperanza de que esta vez lograría bajar de peso y encontraría el amor, el trabajo ideal... Fantaseaba que subía escalones de dos en dos sin agitarse, que bailaba en una fiesta desde el comienzo de la música hasta el final (sin tenerse que tocar el pecho con terror de sufrir un infarto). Pensaba cómo sería estar arriba en la posición del misionero o casarse con un vestido pequeño y ajustado. Después, su ensueño se adelantaba, veía su futuro. Se imaginaba con un hombre que le abrazaba la barriga de embarazada, ella como madre joven en el parque enseñando a su hijo a caminar, la familia junta en un maratón por la salud, ellos en la casa de campo con dos perros labrador
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corriendo alrededor de su hijo adolescente que entraba a la propiedad de la mano de su novia rubia y perfecta, Libra una mujer con una jubilación temprana, viajes con su marido cuando son todavía jóvenes pero ya sin preocupaciones, una vida plena, mejor a la que cualquiera de su familia podría aspirar. Con el paso de los días cada uno de esos objetivos se le revelaban tan mundanos que compraba los alimentos prohibidos y seguía programando páginas web desde su cuarto. El contrato millonario podía esperar, el hombre perfecto, el hijo, los perros y las vacaciones en la playa, la vida podía esperar hasta la sesión anual con el bariatra. Una vez que se reconcilia con las grasas y los irritantes, se da cuenta que su vida no es tan infeliz, únicamente su madre pensaba eso, pero las madres siempre piensan lo peor. Libra había encontrado todo en grupos virtuales, amigos que se reían con sus ocurrencias, trabajos ocasionales e incluso mensajes de amor de algún despistado que encontraba sagaces sus publicaciones. Su computadora le había permitido tener la vida que le había estado negada. Aunque había necesitado de un poco de maquillaje, “las mujeres lo hacen todo el tiempo”, pensó al crear un perfil falso con fotografías de bancos de imágenes en donde la misma mujer podía encontrarse en diversas situaciones: comidas familiares, citas con amigos, compras, vacaciones, charlas de café. Formó el perfil apelando al estilo de vida. Leyó que una rusa, gra-
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cias a sus publicaciones en Instagram, había engañado a una ciudad entera sobre su inexistente fortuna, buenas fotos y textos breves era suficiente, se convirtió en una influencer que acudía a las galas rusas donde daban caviar e incluso platillos de carne de oso. Nadie se toma el tiempo de buscar, mientras exista una persona dispuesta a creer, existirá alguien dispuesto a crear. —Hola guapa, gracias por aceptarme —escribe Johan seguido de la foto de una rosa azul. ¿A quién podría gustarle recibir una rosa azul? —Eres muy hermosa. —Gracias —una palabra que debe leerse como si se tratara de un tono sutil. —¿Qué haces a esta hora? El contacto lo debe hacer el hombre, hasta en el mundo virtual se creen cazadores. —Busco recetas saludables. —¿Te cuidas mucho? —Lo que entra a mi cuerpo debe ser de calidad. Es mi templo, no puedo ensuciarlo con basura. —A mí me gusta la meditación. —A mí también, estas vacaciones me voy a un retiro para desintoxicar mi mente. Más lugares comunes siguen a estas pláticas, se tocan temas como: compromisos sociales para chancge.org, adop65
ción responsable de perros, insinuaciones que le permiten a Libra masturbarse y creer, sentir, por un momento, que todo lo que está leyendo, en realidad le sucede a ella. Mantiene una distancia considerable, no permite que nadie cruce el umbral del encuentro, las evasivas son necesarias para que ese momento no llegue nunca. Leyó un artículo que explica el rechazo a mujeres gordas, así es que evita completamente pensar en mostrarse como es. Se mira las manos, los dedos son bofos, pero todavía tienen espacio suficiente para colocarse en las letras de su tablero, teclea: “El amor es más sabio que la filosofía”, elige la fotografía de una silueta delgada en el mar, algo trillado, pero con buenas reacciones. Llega el sonido del nuevo mensaje. —¿Estás ahí? —Sí, leyendo un poco —teclea Libra, quien sube productos a la tienda en línea que programa e intercambia códigos con otros programadores. —¿Qué lees, preciosa? Libra entra a su perfil personal y busca rápidamente a sus amigas del colegio, una, de entre todas, se distingue por ser perfecta para imitar, a ella le copia las frases que encabezan las fotografías, sus gustos, las dietas e incluso los viajes de para su perfil falso. —El alquimista. —El universo conspira para que me respondas eso —teclea Joahn.
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—¿Te gusta? —¿Pues no se nota? —No sé, podrías estar mintiendo y con sólo buscar el libro en Google, seguro te sale esa frase. —No creo que sea lo primero que salga, inténtalo —la reta Joahn. De súbito, Libra siente la nostalgia de los primeros salones de chat, cuando tenía que describirse: mido tanto, peso tanto, talla tal y, después de muchos intentos, recibía una foto de poquísimos pixeles en donde tampoco tenía una idea muy clara de quien era esa persona. Desea que esos tiempos vuelvan, ése es el amor cortés, el argumento de todas las telenovelas que su madre consume: una mujer deforme, ciega, fea, que al final logra que su belleza interior salga triunfante sobre toda la mierda superficial, porque la villana siempre es hermosa, perfecta, voluptuosa, fácil; se divierte mucho en la cama, por eso usa el sexo para enganchar al galán que siempre es un poco idiota y cae en los engaños más tontos que todo el mundo trama a su alrededor y, a veces, incluso, pierde al amor de su vida por años y reaparece en la pantalla con la misma cara de idiota (y la boca entornada como queriendo dar un beso), pero eso sí, con un par de canas y unos lentes gruesos para demostrar al espectador que sigue siendo un imbécil pero mayor. Libra suspira, la pesadumbre se apodera de ella, de los momentos en que el chat no tenía que complicarse tanto con fotografías de situaciones cotidianas, imágenes, más imágenes.
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—Oye, me gustan tus tetas. El mensaje de Joahn la trae a la realidad, resulta impertinente, le gustaba llegar a esas conversaciones, pero es muy rápido, un tanto salvaje; se comporta como un truhan, sonríe al pensar en esa palabra, le gusta su sonido e incluso su escritura, pero no es momento de pensar en la palabra sino en el verdadero significado de este tipo directo y textual. Se escucha el sonido de mensaje, una fotografía, el pene de Joahn asoma de una trusa percudida, el piso del baño de cemento y en su mano un anillo de la santa muerte con ojitos de piedra granate que brillan como si la vieran. Esto ya es inaceptable, borrar, bloquear y san se acabó. A los segundos, llega de nuevo la solicitud de Joahn. Ella no sólo la rechaza sino lo reporta como inmoral, asqueroso, inaceptable, persona deleznable que sólo entra a estas páginas a buscar a quien enseñarle su pene (que ni es tan grande), además, es un mentiroso que no estudió en las escuelas del opus, como le dijo la primera vez y que seguro ni sabe distinguir el sabor del Chardonnay, el Sauvignon o el Zinfandel. Sube las fotografías de los productos de la tienda en línea, busca un par de series de estreno, baja un partido de baseball del canal abierto en donde un hombre comparte la liga, imagina que se trata de un gordo comiendo Chetos, ella misma sube algunas ligas a internet, gratis, porque sí, porque también le gustan los Chetos. 68
Solicitud de amistad de Jon. —Libra, ya vente a cenar. Se apresura a esconder la bolsa de frituras, no puede mostrarle debilidad a su madre, su fuerza de voluntad tan disminuida. En la mesa le espera media pechuga a la plancha, calabacitas y brócoli, su madre no entiende que el brócoli le distiende el intestino y toda la noche la pasa muy mal con sus olores, pero lo necesita para ayudar a ese hígado graso. —Come poco a poco, mastica cuarenta veces, que funcione muy bien tu organismo. —Sí, mamá, no te preocupes. —Ya te veo más delgada, ¿traes puesta la faja? —Me lastima cuando trabajo. —Deberías buscar un trabajo real, que te obligue a salir y a ver gente, quien sabe, incluso puede ser que conozcas a alguien. —¿Te acuerdas, má, de ese programa que veía de un tipo con Down?, era lento e idiota, pero todos lo querían porque tenía Down y se superaba. —Ay, Libra. —¿Sí te acuerdas de ese programa? —Sí, sí. —Bueno, al tipo con Down le consiguieron a una novia con Down. 69
—Ay Libra, ¿por qué hablas con tanta rabia? —Mi única pareja sería un gordo con problemas de hígado graso, que se agite caminando diez metros y que tenga muchos años sin verse los pies. Voy a estar con un gordo que en realidad sueñe con estar con cualquier flaca tetona, con una que se vea como todas mis amigas o mis primas, o las viejas de la tele, ¿entiendes? Así es que podemos seguir teniendo esta conversación todas las noches o mejor empezar a buscar otros temas. Su madre la mira con tristeza, baja la mirada y llora muy quedo. La mujer tiene una gran facilidad para hacerla sentir culpable, Libra deja la mitad de la cena y sube a su recámara. Recuerda que Jon le había mandado solicitud de amistad. Mira el perfil, se ve bastante bien, el novio que su madre aprobaría, el que llevaría la felicidad a su casa, al regresar del trabajo seguro dejaría su saco en el respaldo del sillón y esperaría a que la cena estuviera lista, se levantaría los domingos para arreglar la puerta colgada, la gotera o la fuga de gas. Aceptar. —Hola, hermosa. —Hola. —El universo conspira para que sigamos juntos. No puede ser Joahn, otra vez él, un seguidor enfermo. Bloquear. Termina de subir las descripciones de la tienda en 70
línea y se va a dormir mientras respalda información. Sueña que Joahn o Jon en realidad es un hábil hacker que ya se encontraba navegando en su computadora, que accedía a su cámara y espiaba sus movimientos. Despierta sobresaltada. Tiene diez solicitudes de amistad, teme que sea el loco con diferentes nombres. No se decide a aceptar a ninguno, nota todas son cuentas recientes. Conforme avanzaba el día, las solicitudes de amistad aumentan. La solución le llega con nostalgia, tiene que borrar su perfil y volver a empezar. Entra con melancolía a sus fotografías, dos años de trabajo, búsqueda, profundidad, dos años de la vida soñada: viajes a la playa, bikinis, libros leídos, restaurantes, margaritas, la familia con la que paseaba por tantos países del mundo, compras en centros comerciales gringos, películas de las que opinaba, sus colores favoritos, el gimnasio, el yoga, las causas por las que firmó... Todo tiene que desaparecer. No puede hacerlo, Libra siente que es un asesinato a un ser querido, incluso, es un suicidio, clavarse una daga y desangrarse lentamente hasta que la muerte llegue a consolarla. Más solicitudes de amistad, toques… Un hombre obsesionado y mentiroso está jugando con ella. —El desayuno. Libra está desencajada, mira el huevo con espinacas y siente asco. Le cuesta trabajo que su respiración se normalice. 71
—No tengo hambre. —El desayuno es la comida más importante del día. —Ma, no me siento bien. —¿No tendrás fiebre?, ay si estás enferma ojalá sea una infección que te haga bajar de peso. Tu tía bajó diez kilos cuando tuvo salmonela. ¡Ojalá sea salmonela! —Ma… Voy a dormir otro rato. Cuando Libra esta frente a su computadora dispuesta a asesinar el perfil, transpira copiosamente. Pulsa eliminar, siente el dolor que se extiende del pecho al brazo izquierdo, de inmediato, la oscuridad se instala.
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ILALLALÍ HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ (Pachuca, 1981). Escritora y editora independiente. Dirige una agencia de contenidos donde trabaja literatura, derechos humanos y servicios editoriales, incluyendo marketing, para sellos como Malpaso ediciones. Estudió en la escuela dinámica de escritores que dirigió Mario Bellatín. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y del foecah. Realizó una residencia artística en Colombia donde escribió un libro de cuentos. Ganadora del primer concurso de cuento Ricardo Garibay por el libro El recorrido por la mansión del Conde es, además, autora de Cuentos de 6 líneas con dictamen, textos basados en el I Ching y participante de varias antologías. Co autora de La vida Sexual de PJ Harvey y colaboradora en diversas revistas nacionales y extranjeras. Tiene una columna quincenal de ficción en el periódico El Independiente de Hidalgo y colabora con el periódico La Jornada. Actualmente trabaja en su primera novela.
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