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Feliz cumpleaños, Emiliano Zapata Sinopsis José Agustín
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elipe es un muchacho de quince años que vive en Tetelcingo, un pueblito muy pobre que se halla muy cerca de Cuautla, en el estado de Morelos. Este pueblo se distingue porque, hallándose tan próximo a la ciudad de México, los campesinos aún hablan náhuatl (ellos le llaman “mexicano”) y han conservado muchas costumbres aztecas. La mayor parte de la gente trabaja en el campo, el cual, como en épocas antiguas, es una propiedad comunal del pueblo. Otros han optado por servir como jardineros en los fraccionamientos vecinos, donde hay casas lujosas que la clase media alta del Distrito Federal ha construido allí para pasar los fines de semana. Felipe trabaja como ayudante de uno de esos jardineros; primero lo vemos recortando el pasto recién podado. En la casa hay varias visitas: hombres, jóvenes y niños en traje de baño que nadan, toman el sol y beben en torno a la alberca. El jardinero, que barre el pasto, le indica que no se quede bobeando y que trabaje más. Después vemos a Felipe en el campo con su padre. Las matas de la milpa han crecido poco y tienen que quitar yerbas dañinas que han aparecido en el campo. El padre de Felipe está preocupado porque ha llovido muy poco. Con ellos están los demás hermanos de Felipe. Todos trabajan sin tractores. No tienen sistemas de riego. En la tienda del fraccionamiento de ricos, Felipe y su padre toman un refresco. Allí llega un agricultor que siembra cebollas para importarlas a Estados Unidos. Él sí tiene tractores, riego y mucha gente que le trabaja. No tiene tierras, pero las renta a los campesinos y ejidatarios. Quiere que el pueblo de Tetelcingo le rente tierras y que la gente trabaje para él en el campo y en la empacadora de cebolla que ha construido.
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En casa de Felipe hay un patio de buen tamaño con árboles frutales. Tienen algunos animales: cerdos y gallinas. La casa es muy pequeñita, no tiene ventanas, pero sí hay una televisión. Felipe da de comer a los animales y después se va a oír su gran tesoro: una grabadora de cassettes con radio AM/FM que compró con lo que pudo ahorrar con su trabajo. También lo vemos en la escuela, en el pueblo. Como no hay maestros suficientes ni dinero para construir escuelas en pueblos muy pequeños y cercanos a las ciudades, las clases se dan con un maestro que coordina la enseñanza a través de una televisión. Es lo que llaman “Telesecundaria”. Después de clases ensayan para la “graduación” de los muchachos que, como Felipe, han terminado el tercer año de secundaria. La mayor parte de ellos dejará de estudiar y trabajará en el campo. Otros tratarán de inscribirse en la Escuela Técnico Agropecuaria o en la Normal de Maestros de Primaria que hay en Cuautla. Cuando ensayan la fiesta de graduación, llega un funcionario del gobierno municipal. Avisa que va a ser el aniversario del nacimiento de Emiliano Zapata, y que los estudiantes deberán ir al teatro de Cuautla para recibir al presidente de México y al ministro de la Reforma Agraria que llegarán para encabezar las ceremonias. Felipe en el jardín donde trabaja. El jardinero le indica qué debe hacer y se va a tomar unas cervezas. La casa está vacía, pero al poco rato llega el dueño de la casa, con un par de invitados. El dueño es un alto funcionario del gobierno federal, y tiene que asistir a las ceremonias dedicadas a Zapata. Sus invitados son funcionarios también. Entre ellos comentan, condescendientemente, la condición de los campesinos, que es pésima. Ellos mismos reconocen que Emiliano Zapata, a quien ahora se le homenajea, luchaba por “tierra y libertad”, que es lo que no tienen los campesinos de Morelos. Felipe se da un baño en un temascal, al día siguiente, cuando un amigo le dice que en casa del mayor de la comunidad se encuentra el hijo de Emiliano Zapata. Felipe corre a verlo. El hijo de Zapata está acompañado por un antropólogo y un sacerdote, y es un hombre sencillo, pobre. Dice que de
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ninguna manera admitirá que, como quiere el presidente, se lleven los restos de su padre al Monumento de la Revolución de la Ciudad de México, porque allí están los restos de los que mandaron asesinarlo. El antropólogo y el sacerdote (que viste de civil) piden a los campesinos que no vayan al acto oficial de homenaje a Zapata, que la gente de Cuautla y Anenecuilco han organizado unos festejos desde la víspera del cumpleaños de Zapata en la casa donde éste nació. Allí se hará una fiesta popular, con canciones, poemas, danzas, que durará toda la noche; después, cuando llegue el presidente y sus acompañantes, ellos les dejarán el terreno. El hijo de Zapata plantea que él sí tendrá que ir a la ceremonia oficial, pero que aprovechará para decir sus verdades al presidente, porque los campesinos están peor que nunca, cada vez con menos tierras y más pobres. Los “agricultores” ricos se han hecho cada vez de más tierras, y las que quedan se venden para construir casas de fin de semana para los ricos. El ministro de la Reforma Agraria mismo tiene sus latifundios. Los mayores de la comunidad conferencian entre ellos en náhuatl y dicen que ese mismo día decidirán si van o no a la ceremonia oficial, pero que en todo caso sí irán a los festejos populares. En casa. El padre de Felipe está enfermo. Pide a Felipe que tome su lugar en la guardia del pueblo. Además, dentro de poco ya le tocará hacerla, así es que más vale que se vaya acostumbrando. Felipe se emociona: hacer la guardia corresponde a una “mayoría de edad”. En la noche sale con los de la guardia. Esta consiste en patrullar las calles del pueblo durante toda la noche. La guardia está compuesta por hombres de diversas edades que se alternan en esa obligación. Hay que tener más de 16 años para participar en ella. Los hombres comentan excitados que el gobierno municipal está presionando a la comunidad para que asista a la ceremonia oficial de Zapata. Como siempre, les ofrece un camión de redilas para que los transporte, unos tacos y tortas después de la ceremonia, unos cuantos pesos para cada quien. El regreso es por su cuenta. Al día, siguiente, Felipe ensaya para su graduación, en la Telesecundaria.
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Después trabaja en el jardín de la casa rica. Allí está el dueño de la casa con sus amigos tomando el sol y bebiendo jaiboles. Más tarde trabaja con su padre en el campo. Sigue sin llover, y eso consterna al padre de Felipe. En la noche, Felipe va a Anenecuilco, con gente de su pueblo. Han arreglado con flores donde nació Zapata. La gente bebe cerveza y se ve muy contenta. Hay un estrado donde se canta. Después el sacerdote que ya establecimos presenta a su grupo de estudiantes que lleva a cabo una poesía coral sobre Zapata, en la que se dice que Zapata está vivo, en las montañas, en su caballo As de Oros y que algún día regresará para que los campesinos al fin sean dueños de sus tierras. Al día siguiente, Felipe y los compañeros de su escuela son llevados al Teatro Robles de Cuautla para la ceremonia oficial. Hay un gentío. Muchos agentes secretos. Felipe apenas puede ver qué ocurre; sabe que en el estrado está el presidente y el ministro de la Reforma Agraria y alcanza a ver al dueño de la casa donde trabaja, con sus amigos, entre los principales del acto. Oye hablar al hijo de Zapata, quien denuncia la condición miserable en que vive el campesinado, y pide soluciones prontas para evitar una explosión popular, porque a Zapata no se le ha hecho justicia. El ministro de la Reforma Agraria quiere hablar, pero la gente no lo deja. Alcanza a decir que el presidente ha dispuesto que se repartan más tierras para los campesinos, pero el público grita al ministro: “¡Reparte tus latifundios!”. El presidente, el gobernador y su comitiva, entre estrictas medidas de seguridad, tienen que salir casi corriendo del teatro por el temor de que ocurra un motín. Al salir del teatro, la gente está muy excitada. Un amigo de Felipe le pide que lo acompañe a la escuela Técnico Agropecuaria donde su hermano va a participar en un concurso de oratoria. Van. En la escuela, varios jóvenes con mucha torpeza pero con sinceridad plantean que las “cosas tienen que cambiar”, “tenemos que hacer algo para que nuestros derechos valgan y para que nadie los maneje y para salir de la pobreza en el campo”. Felipe parece muy impresionado.
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Día de graduación. En el centro del pueblo, junto a la iglesia del siglo XVI tienen lugar algunos bailables escolares, y el director de la Telesecundaria entrega diplomas a los graduados. Cuando Felipe recibe el suyo pide permiso para hablar. Sorprendido, el director se lo concede. Con mucha dificultad, venciendo apenas su timidez, Felipe agradece el diploma pero dice que los campesinos viven en condiciones muy malas, que a Zapata no se le ha hecho justicia, y que todos ellos tienen que hacer algo para que las cosas cambien, porque “de arriba” no va a cambiar nada. Todos lo escuchan en silencio, sorprendidísimos. Por último, en casa de Felipe se festeja la graduación del muchacho. Su mamá ha hecho un mole espléndido.