2 minute read

SALVAGUARDAR LA DEMOCRACIA y la libertad

En México, como en el mundo, soplan peligrosos vientos autoritarios.

Se multiplican las mentiras y ahora, por el efecto de las redes sociales, logran confundir y manipular a más gente en menos tiempo. Además de las mentiras y las fake news, hay palabras de odio, de exclusión, de persecución contra quienes son diferentes, contra quienes piensan distinto o tienen opiniones que disgustan a los poderosos.

Advertisement

Así, en diferentes países de todos los continentes cobran fuerza acusaciones infundadas contra las minorías raciales, la diversidad sexual, las mujeres, los indígenas, los inmigrantes, los que tienen una religión que no es la de la mayoría o los que no aplauden cada palabra de aquellos que los gobiernan.

Son actitudes peligrosas que buscan multiplicar la intolerancia. Quieren que haya un pueblo homogéneo, único, que piense igual, que sea obediente y adulador del gobernante en turno.

Esa intolerancia en cada vez más lugares se extiende con violencia verbal y a veces física hacia casi todos los grupos que se organizan con demandas propias: las feministas que marchan en defensa de los derechos de las mujeres, los defensores del medio ambiente que buscan detener el cambio climático y sus graves consecuencias para el planeta y sus habitantes, las minorías de la diversidad sexual que exigen poner fin a la discriminación, las organizaciones que luchan contra la corrupción y a favor de la transparencia y la rendición de cuentas, los colectivos que buscan a las personas desaparecidas para acabar con el sufrimiento y la impunidad, las y los periodistas que reivindican el derecho a realizar su labor en condiciones de seguridad y sin agresiones, y un largo etcétera. Son organizaciones y colectivos que por iniciativa propia enriquecen la discusión pública de las sociedades.

Todos estos grupos parecen incomodar a los gobiernos que consideran que solo ellos mandan, pueden hablar y fijar la agenda de la discusión.

A esa tentación autoritaria de pretender que en un país solo pueda haber «una voz», o que haya alguien que hable «a nombre de todo el pueblo», la acompaña también un reflejo que no es propio de la democracia: negar el derecho a disentir, atacar las libertades de expresión y de manifestación. Con frecuencia, esos ataques se hacen pretendiendo expresar «la voluntad del pueblo».

Hoy se viven tiempos en los que diferentes presidentes autoritarios quieren disminuir el contrapeso de los parlamentos, que son un contrapeso a su poder. También hay los que buscan reducir la libertad de los jueces para que no estorben su toma de decisiones, comprometiendo la independencia de la justicia, y los que quieren también someter y desaparecer los organismos autónomos, como los electorales o los de transparencia y rendición de cuentas, que garantizan con imparcialidad los derechos fundamentales de la población.

Equilibrio de poderes. La estabilidad democrática descansa en tres pilares:

Desequilibrio de poderes (mayor fuerza en el presidente):

Poder Ejecutivo Poder Legislativo Poder Judicial

Al fenómeno que busca concentrar el poder en una persona, eliminar la división de poderes y atacar a los que piensan distinto, así como debilitar instituciones, negarle legitimidad al pluralismo y criticar sin tregua desde el poder a los que disienten se le llama populismo.

This article is from: