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La montaña
M El relato de Dionisio
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e da miedo ir a la montaña, siempre me salen malos espíritus. Siempre me ha salido uno en una quebrada. Cuando yo llego a mi casa le digo a mi tío: “Tío, no que mire que me salió tal cosa”. No que “lo único que tienes qué hacer es orar”. Yo no oraba, me iba todos los días pa’ la casa. Y cuanta vez pasaba, pues ya me estaba dando miedo pasar por la montaña y era una montañita pero grande, se miraba bien fea, habían [sic] árboles botados [caídos] y serpientes adentro de ellos. Mi abuelo tenía una siembra de frijoles, empezamos a limpiar los frijoles, los cosechamos. Empezó la cosecha de maíz, después de la cosecha de maíz empezamos a pizcar. Nos venimos. Mi tío me pegó una vez porque yo me hallé un cheque de cinco mil lempiras y por ese cheque mi tío me dijo que estaba dundo [tonto], porque lo había ido a dejar al dueño. Pero el dueño ni me agradeció, no me dio nada. Mi tío me dijo: “Eres un bruto, ¿por qué le devolviste?, ¿no sabes que con cinco mil lempiras hubiéramos comprado hasta una bicicleta de cualquier tipo?” Me dio juguetes porque allá los señores de dinero le dan juguetes, cualquier cosa le dan a uno. Cuando yo venía le dije: “No, que aquí no se puede hacer nada, que mi tío me pegó por ese cheque”. “¿Cómo se llama tu tío?” “No le voy a decir el nombre”. “Pa’ meterlo preso, porque tú sabes que si le pegan a un menor tienen derecho a meterlo preso”. “No, pobrecito de mi tío, tiene su hija”, le digo, “y también la mujer ya va a tener otro hijo”. “No, está bien”, me dijo. Lo único que me dio de dinero fueron 20 lempiras. Pero, ah, con veinte lempiras yo compraba churritos, cualquier cosa.
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Cuando fui a la montaña con el hombre de mi tía, ¿sabe qué pensaba yo? Sólo pensaba en estar así con mi familia. Ir al campo a trabajar, ir a traer leña, atizar al fuego, la lumbre como dicen acá, y así fue. Estuve vario [sic] tiempo así. Cuando ya llegué con mi familia y le dije yo a mi papá: “No, mire papá, que yo me voy pa’ los Estados”, él me dijo: “Ten este dinero pa’ que te lo lleves, pa’ que te acuerdes de mí”. De seguro ya me hacen muerto; porque hace tres años salí.
En Guatemala Cuando me pegó mi tío, yo me vine. Mi tío me pegaba con una faja de cuero de vaca y se me levantaban los chipotes. Me pegó y entonces yo me vine y estuve en Guatemala con mi tía. Pero lo que pasa es que yo con mi tía andaba buscando trabajo y cuando llegué dije yo me voy pa’ Estados Unidos a conseguir trabajo. La bicicleta me la robé al paso, porque no le dije a mi tía que me la iba a traer, y por eso ya no quiero volver a llegar. Con la bicicleta llegué hasta el centro de Guatemala, ya me dolían los pies, la bici ya traqueaba las llantas porque ya no aguantaba la pobre bici. Con ella salí de Puerto Barrios Izabal. Ahí estaba mi tía. Ya ahí, cuando llegué a la casa, llegué a una gasolinera, le dije yo: “Señor, ¿le ayudo a barrer, algo acá, para que me dé algo de comer?” “‘Ta bien, ponte a barrer toda la gasolinera”, me dijo. Pos me dio unas sopas y comida, pastel, jugo. En Izabal la gente es bien agradecida porque saben que uno es trabajador. Era por turno, turno de mujeres y turno de hombres. Llegó una mujer. “¿No te quieres ir?” “Pos no”. Ya se montó y me dijo: “No, pos si no te quieres ir, también”.
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Ya me seguí yo, seguí mi camino y llegando a un bordo ahí vi ya la ciudad. “¡Qué bonito es!”, digo yo. Yo me imaginaba antes, cuando estaba con mi papá, me imaginaba que los edificios topaban al cielo. Así me imaginaba yo. “¡Ah –decía yo– esos edificios deben topar hasta las nubes y si yo me subo hasta la punta me imagino que voy a tocar las nubes y todas las cosas!” Pos no, hasta que fui llegando a la ciudad y voy viendo que no era nada, que los edificios no llegaban hasta cinco pisos. Pos sólo así fui aprendiendo. Y ya no volví ya a llegarle a mi tía.
Los espíritus del aire y el agua Dicen que cuando yo nací, me contó mi abuelita, como que rugió un burro pero arriba de la casa y se vio que levantó la lámina y toda la cosa. No sé cómo, desde esa vez, dicen que me ha seguido. Y siempre me ha tocado irme solo. Una vez mejor yo iba con mi papá a pescar en el río, ¡yahh, y me jalaron los pies por debajo del agua! Hay espíritus de aire y de agua. La Llorona es el aire. Si usté la escuchara va a empezar a temblar. A mí, ya la enfrenté una vez. Así fue. En Guatemala, yo tenía una gran diarrea. Me fui corriendo y me metí al baño. Se me pararon los pelos. Yo le dije a mi tío: “Qué malo que sólo a mí me salen”. Igualito a la voz de mi tía. Ya le iba a decir yo “tía”, pero era otra mujer. Estaba el foco prendido, pero adentro el corredor estaba oscuro. Yo la miré con ropa larga. La Ciguanaba1 es el espíritu del agua. También le di1 Ciguanaba o cigua (voz indígena). En Honduras, mujer fabulosa con cara de caballo que se aparece a los trasnochadores; fantasma nocturno. Sér fantástico de las leyendas y cuentos. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra proviene del náhuatl cihuatl, mujer, y nahual, espanto, y se usa en El Salvador, Honduras y Nicaragua.
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cen La Sucia. Cualquier cosa. En varios países le pueden llegar a decir así. Casi a todos les ha salido. Porque a varios hombres les ha salido también. Casi a todos les dice lo mismo: “To ma tu te ta huan sin sé, To ma tu te ta huan sin séi, no vuelvas por acá”. Siempre la han sacado. En veces en las escuelas siempre la sacan. Pero también tiene que tener algo uno. Si usté le pone una cruz, ella… cualquier cosa. Sí es un mal espíritu, porque cuando yo estaba en casa de mi abuelita a mí me salieron varias cosas. Una vez yo iba, estaba en la casa y cuando llegué, tenía la diarrea yo porque había comido mucho también. Iba pa’ fuera cuando yo… me gustaba cerrar los ojos porque no quería ver nada, porque yo presentía que me iba a salir algo, y se había muerto mi abuelita también ahí, y miré yo. Para abrir una cortina tuve que abrir los ojos, para ver donde estaba la cortina, abrí una cortina y miré para abajo y miré aquel gran bulto con grandes ojotes, rojos rojos. Y un solo grito: “¡Aaaah!” Y brinqué hasta la cama y así fue. Desde esa vez no he ido. El Salvador no lo conozco yo; nunca he ido. Sólo son tres países que conozco yo: Guatemala, Honduras y México. Son los tres países que yo he recorrido. ¿Le digo algunas varias ciudades de Honduras? Está Cortés, Progreso, San Pedro Sula, Tela, Ceiba, Choloma, varias ciudades que hacen frontera con Salvador. En Guatemala con Honduras, ahí le dicen Amates. Es un puente largo. Ahí pasa la vía. Ahí siempre es peligroso. Y siempre así era. Yo cuanta vez venía así. Como en Honduras hay un volcán, ahí llegan los gringos, cualquier cosa, hayan llegado así. Han sacado cosas. Ahí es como una jungla la montaña. Es un volcán, dicen, pero es volcán de agua. Dicen que ahí en esa lagu-
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na hay serpientes, son pitones de un tamaño inmaginable [sic]. Digamos que salen de la montaña, tiemblan la tierra. Y han salido ya. Una vez así me pasó. Yo estaba pescando en un río. Ahí siempre me habían dicho que salió esa serpiente. Éramos como cuatro y empezó así, miramos a la montaña que venía pa’bajo. Sólo le hacía así la serpiente, negrota negrota, gruesota así, y un gran conejotote en la boca. Y le dice uno: “Mira, la serpiente”. Y así era la gran cuevota, pero grande la gran cueva. La serpiente sólo lo volteó a ver y se tiró al agua con el conejo. Dicen que vaga en un lugar que le dicen El Garabato. Es la montaña más larguísima. Sí, en Honduras. Como abajo está el ganado, dicen que ella sólo baja a agarrar sus tres vacas y pa’dentro. Donde ella vive le dicen la Quebrada Oscura. Es oscura y feyota. Se encuentran grandes pozos de agua y remolinos. Y de seguro ella debe de vivir en un remolino. Usté encuentra sus grandes cuevas allá adentro. Y nadien les ha tocado fin. En Honduras descubrieron una cueva que llegaba hasta la frontera de México, desde los mayas. Se puede imaginar que deben [sic] haber pitones adentro de esa cueva. Y siempre así es; siempre me ha tocado. Sí, es una montaña encantada, se los lleva a los niños. Digamos, usté es una niña y sale adentro de la montaña. Como está encantada ya no vuelve a salir ya, nunca, nunca vuelve a salir. No, no la encuentran. Y si la encuentran, la encuentran loca o loco cualquier gente. Está encantada. O sea, desaparece. Como quien dice, se la chupa la laguna. Hay una gran laguna, y dicen que este cerro tiene unas varias cuevas y dice que esta laguna cuando retumba, es el cerro el que retumba.
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Familia desintegrada Mi papá se dedicaba a trailear. Mi mamá se dedicaba a estar de cocinera en la casa; sí, era ama de casa. Luego viví con mi tía en la frontera con Guatemala. Mi mamá y mi papá vivían separados. Mi papá vivía con mi madrastra. Mi mamá vivía con mi padrastro. Yo vivía con mi abuelita. Mi abuelita también vivía en otra parte. Mi hermano tenía un corazón de adulto, muy grande, por eso se murió. Era mayor que yo. Se murió como a los 12, dicen. Todavía no nacía yo. Con mi madrastra no me gustaba ir. Nunca me ha gustado. Porque si sólo llegaba a la casa: “Mira ponte a barrer, a trapear el piso; mira, a barrer el baño, a lavar la pila, ponte a hacer tu comida si quieres comer. Si no, no hagas nada”. Sólo así. “¿Y cómo usté si les hace su comida a sus hijos?” “Pos son mis hijos y tú no eres hijo mío”. “No, está bien.” Y un día me iba a pegar. Entonces yo la agarré y me pegó un rasguñón y yo le rasguñé las chichis también. “¿Te crees hombrecito?” “Sí, me creo muy hombre, así como usté dice que le quemó el pan2 a mi hermana, así como le quemó las manos y cualquier cosa a mi hermana, así como usté todo eso lo va a pagar, y si es cierto que se cree muy cristiana, no se ve”, digo yo. Ella le quemó el pan y las manos. El pan es la panocha, así dicen acá. Así la puso en el comal, la sentó en el comal. Tenía siete años. Los tres hijos son de mi papá y mi mamá. Sólo la hermana vive con la madrastra. Ahí está en la casa. Es que ella ya no podía tortear, por eso le quemaba las manos. Ella no podía porque estaba chica. Tenía siete años. Usté sabe 2 Genitales femeninos.
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que la madrastra no lo quiere a uno. Algunas madrastras son buenas pero otras no. Y ella no. Ahora ya de grande mi hermana se fue de la casa a vivir con un pastor. Pero había un hombre que la quería violar en la casa del pastor. Y ella dormía con las hijas del pastor. Él quería abusar de mi hermana a la mala. Entonces le dije que la dejara de estar molestando. Mi papá no le quería hacer nada: “Déjalo”. “No, pos yo me voy a desquitar”. Así fue. Le pagué a una pandilla de grandes. Veinte, veinte quetzales.3 Usté sabe, con veinte pesos pa’ que se compren un gallito [cigarro de mariguana]. “¿Saben qué, les voy a juntar un poco de mota así, pa’ que le den una paliza allá, y si es posible se lo quiebran también”. Sólo le pegaron la paliza. Y se echaron sus cuatro carrujos cada uno. Ese hombre me anduvo buscando. Un día lo vi: “¿Me andas buscando?” “No, no”. Me tiré a la vagancia de 12 años. La primera vez mi papá me llevó así a una ciudad nomás de día. Y yo agarré nomás de irme, irme, irme y regresar. Y vino mi tía y me llevó a Honduras. Entonces allá yo iba seguido donde la tal tía. Y seguí llegando. Me tiré.
Regalado y recuperado Mi mamá me regaló a otras gentes de dinero. Mi abuelita me fue a pedir. Yo me recuerdo bien que me estaban poniendo unas chinolitas, unos zapatillos. Me acuerdo bien 3 Moneda guatemalteca. Según el Banco de Guatemala, el quetzal se cotizó en 1999 –cuando Dionisio tenía 12 años– a 7.37 por cada dólar a la compra y 7.37 a la venta. Véase URL http://www.banguat.gob.gt/inc/ver. asp?id=/pim/pim02 [consultado el 5-VIII-2014.] El tipo de cambio oficial para el 8 de agosto de 2014 es de 7.82708. Véase URL http://www.banguat.gob.gt/cambio/ [consultado en misma fecha.]
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que mi tía me los estaba poniendo y que era la casa de mi padrino. Para una Pascua me fui yo a casa de mi padrino. Estaba viendo la tele. A las casas ricas llegaba yo así bien vestido. “Siéntate”. El sillón bien limpito y la ropa así regular. Tenían ahí un pavorreal. “Señora, feliz Navidad”, dije yo. Y más pa’bajo los tiros, los cuetes, el baile. Bien triste yo. Sólo fuerte se oía ahí. Ya pos ya me voy. Nunca he pasado la Navidad así afuera. “Esta Navidad sí la voy a pasar así afuera”. Mi abuelita me fue a pedir a los que me regalaron. Y después ya desde esa vez ya no volví a ver a mi mamá yo, y después la volví a ver. Pues mi abuelita me crió. Cuando estaba chiquito, me acuerdo que dice mi abuelita que era bien… que me hacía popó cada ratito. En veces yo me portaba mal ¿verdad? y “¿con eso me pagas?, después que me cagabas la cara”, me decía. Y me quedaba callado yo. Y también mi tía, yo le decía Lilia porque se crió conmigo y no le decía tía sino que Lilia. Mi abuelita sí me metió a la escuela pero me salí porque me metieron un paraguas aquí en la garganta. Fue así, mire: Estábamos jugando con una carreta. Miré yo que el morrito4 le quitó la sombrilla a la morrita ¿verdad? Y le hizo así ¡zas!, me la metió y salió corriendo. Y yo con la sombrilla así metida, ella vino y ¡zas!, me la sacó. Y después el morrito no lo volví a ver. Sí me salió sangre y se miraba el hoyito. Me fui para una pila. Llegaron todas las maestras y echándome agua y zum, pura sangre, me metía todo al agua y me tiraba pura sangre. Y así estaba. Me dolía bastante. No podía comer. Dos meses sin co4 Morrito es niño. El lenguaje de Dionisio revela su apropiación de algunos términos usados popularmente en la Comarca Lagunera.
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mer. Todo flaquito yo. Un bocadito así porque me dolía. Siempre pa’ luna llena me duele eso. Me empiezan a picar los colmillos y se me chunde [se me sube] un pedazo aquí arriba. Pero aquí [en la Residencia Juvenil] casi no la veo. Como en la noche estoy adentro. Y afuera no. Siempre aquí cuando estaba yo aquí en Torreón me recuerdo que me picaban los colmillos. Agarraba así la puerta del cementerio y chum, chum, a pegarle bombazos [golpes]. “Ese niño está loco”, decían. Se me quedaba viendo la gente.
Vivir en el campo Cuando entré al campo, yo iba ese día a trabajar. Porque a los que hacían la comida les llegaba la hora a las siete. No, pos hacían cinco huevos. Dos para mí, o si no, tres para él y dos pa’ mí. Y si yo quería comprar uno de mi dinero, eran tres y tres. Mi abuelita comía frijoles. No, ella no comía huevo; sólo el que trabajaba. Y esa vez ya mi abuelita venía toda cansada, porque pura subida y bajada en el cerro. Y arriba del cerro se siente bien fresquecito, bien bonito arriba del cerro porque hay árboles, palos de mango y todo, hay caña también, ¿conoce la caña? Cuando va bajando uno encuentra cañas, plátanos, cualquier cosa y arriba hay palos de mango. Y mi abuelita cuando venía por acá, yo ya había llegado al plan, a la punta del cerro. Cuando miro que va pasando el morrito. ¿Cómo? Y los polis lo buscaron y no lo encontraron. ¿Y cómo lo iban a encontrar si estaba viviendo en la punta del cerro? No, le saco el machete. “Hijo de tanta, mira que tú me metiste esa sombrilla”. ¡Zing, zing!, sonaba. Y atrás venía el papá también. Cayó al suelo. Y yo le iba a hacer así y el papá me iba a hacer con el machete. “¿Y
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usté qué se mete, viejo pendejo?”, digo. “No, déjalo”, me dijo. “¿Y qué te debe él pa’ que le vayas a hacer eso, pa’ que lo vayas a matar?”, me dijo. Y llegó mi abuelito “¿Y qué tienes tú, quieres que te macaneen?”, me dijo. “Ah, que casi me morí yo por este payudo viejo”. “No, que no sé qué”. “Pues cómo –dice–. ¿A poco te tiró a matar?” “Sí, me encajó una sombrilla cerca de la garganta y me escapé de morir, duré dos meses en cama”, digo yo. “Ah”. me dice. “Y tiene suerte”, digo yo, “porque lo anduvo buscando la policía hasta el último rincón. Si no hubiera sido por este cerro no se habría salvado, estuviera preso”. No pos el papá del niño lo macaneó ahí. Y si no llega el papá, lo mato. ¿No ve que ya lo tenía debajo de mi machete? Y yo siempre, cuando se me mete el diablo, yo hago así. Yo me sé controlar, pero si alguien me molesta y si ando bolo [borracho], se me mete el diablo y me pongo así. Sí me he emborrachado, con 15 cervezas. ¿Y por qué será que con una botellita de agua ligerito [pronto] me lleno yo y con una cheve no? ¿Será el diablo que hace más grande la barrigota? Sí voy a orinar, a tirar el agua cada ratito.
comidita que tiene adentro el huevo. Cuando ya se acabó todo el juguito y queda la clarita pegada, entonces nosotros nos peleábamos por eso. Agarrábamos la cuchara y empezábamos a comerlo todo.
Un huevo para todos
Puerto Barrios, Izabal
Llegábamos. En veces [sic] la gallina ponía un huevo ¿verdad? Así lo agarraba uno. Y a freírlo, verdad, un poquito pa’ todos. Quería comprar un huevo, habiendo huevo, pa’ que alcanzara toda la familia, una untadita de la tortilla sólo. Porque huevo tibio así sólo tibito, sólo le echa sal y ya sabe rico. Usté metía la tortilla y a comerla; usté metía la tortilla, embarrarla y comerla. A veces nos peleábamos por la
Es bonito. Enfrente hay unos árboles y una montañita. Si usté llega al otro lado va a encontrar cangrejitos, aves, carsones, cualquier tipo de animales, patos, pato de agua y así. Se ve hermoso todo eso allí. Nada más que ésos no se dejan agarrar. Y el pescado también. En esa parte de la montaña entra un pedazo de mar también. Ahí hay camarones. Son camaroneras.
Vendedor de tamales Mi abuelita cuando le tocaba buen dinero, hacía tamales para sacarle ganancia. Si no hacía tamales, hacía pan de harina con huevo. Así un montón de cosas, como ella tiene horno adentro de la casa. Mi abuelita vendía los tamales en el mercado, íbamos a cualquier lado, a las colonias. Repasábamos en veces, a ver si querían más. Yo los cargaba. Y mi hermana y yo andábamos caminando. Mi abuelita no iba. Estaba en la casa haciendo más, para que salieran otra vez los otros pa’ cuando llegáramos. Yo tenía como 12 años, por ai. Y así vendíamos. Unos cien pesos. “¿Y se los doy yo, o los agarra usté [los tamales]?” Y ellos [los clientes] agarraban y escogían. En veces perdíamos porque también sabe usté que lo engañan a uno. “No. Agarré tres” y no es cierto, agarró cuatro. Así nos engañaban.
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