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El expediente oculto
“Manifiesto que no conozco la voz de ellos, ya que la voz de mis diferentes cuidadores era más ronca y considero que siempre la fingían; también quiero señalar que nunca vi a ninguno de mis secuestradores, por lo que me sería difícil identificarlos físicamente y que estoy enterada, por voz de los agentes de la afi, que las personas que detuvieron son parte de mis secuestradores…”1
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Fecha: 10 de febrero 2006 Nombre completo visitante: Valladares Cristina Hilda, Ramírez Chávez Raúl Área visitada: secuestros Hora entrada: 11:00 / Hora salida: 12:15 Hora entrada: 19:31 / Hora salida: 21:38 Hora entrada: 00:00 / Hora salida: 00:35 Nombre completo visitante: Christian Ramírez Área visitada: titular Hora entrada: 11:28 / Hora salida: 16:39.2
La mirada recorre 70 páginas antes de tropezar con estas líneas. Setenta tablas grises plagadas de columnas y escrituras apretadas, anotaciones metódicas asentadas con celo burocrático. Es el registro de entradas y salidas de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (siedo). De este mar de letras, firmas, fechas y se llos, emergen las reuniones que sostuvieron algunos altos funcionarios y agentes del ministerio público con tres víctimas de la banda de los Zo diaco. El 10 febrero de 2006, Cristina, su esposo Raúl y su hijo Christian acuden a una serie de encuentros, el último de éstos en medio de la noche. Están también presentes en las instalaciones de la siedo varios policías que participaron en el montaje de la detención de Vallarta y Cassez. Las víctimas entran y salen, sin que trascendiera el motivo de sus visitas, porque de ellas no queda en el expediente ninguna constancia, ninguna declaración judicial. Cuatro días después, desde un consulado en Estados Unidos, Cristina y Christian realizan nuevas declaraciones, modificando el sentido de sus acusaciones. Estas visitas nocturnas a la siedo son el eslabón faltante para entender los cambios de testimonios de las víctimas. Cuando descubrimos su existencia con Anne Vigna y Léonore Mahieux, dos reporteras francesas con las que leí el expediente de la banda de los Zodiaco en la pri mavera de 2009, pensamos inmediatamente que constituían una pieza fundamental que hacía la transición entre dos etapas del caso. En esa época, sabía muy poco de Israel Vallarta. Florence Cassez había sido condenada en abril de 2008 a 96 años de prisión por secuestro, con base en los testimonios de las víctimas que, según la justicia, la incriminaban. Había separado su causa de la de Vallarta y él seguía sin sentencia. Un año después, en marzo de 2009, su condena fue rebajada a 60 años, apenas unos días antes de la visita del presidente Nicolas Sarkozy a México, detonante de un complejo conflicto diplomático entre los dos países. 90
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Después de las increíbles revelaciones de Denise Maerker y de la reportera Yuli García en Televisa en febrero de 2006, los medios habían retrocedido en sus cuestionamientos sobre la actuación de las autori dades. En su mayoría, obedeciendo a la consigna oficial, se conformaron con los testimonios acusatorios en contra de “la secuestradora francesa”, como la bautizaron. Entre 2006 y 2009, la prensa aludió al montaje en contadas ocasiones. La periodista Anabel Hernández, quien entonces trabajaba para Reporte Índigo, despertó el caso levantando nuevamente la suspicacia sobre la escenificación y el papel jugado por Luis Cárdenas Palomino. “Casi nadie discute el montaje orquestado por la Agencia Federal de Investigación para simular la captura de Florence Cassez como parte de una banda de secuestradores”, escribe Anabel Hernández en marzo de 2009.3 Después de la sonada visita de Sarkozy a México, el tratamiento mediático del caso se volvió muy político, y muy polarizado entre los dos países. Era, a su vez, emocional, visceral, más que informativo. Sentí curiosidad, alentada por la polarización de las opiniones. Ansiaba conocer los hechos y tener datos brutos para analizar. Por eso empecé a estudiar el expediente con dos colegas corresponsales. En la sombra de Cassez, descubrimos a Vallarta. Había sido víctima del mismo simulacro que su ex novia, sin embargo, se hablaba sólo del “montaje de la detención de Florence Cassez”. Su confesión bajo tortura lo había instalado en el papel de jefe de la banda criminal. Israel era el rostro de los Zodiaco. La certeza de su culpabilidad estaba anclada en mi subconsciente, a un nivel de profundidad donde la duda no llegaba. Mis convicciones no estaban basadas en nada, pero no me las cuestionaba. La lectura del expediente las hizo tambalear. Sin embargo, en este montón de hojas plagadas de un lenguaje judicial áspero no encontré hechos, ni datos, ni pruebas. Todo había sido manoseado, manipulado, llevado más allá de la realidad, en una dimensión propia. Se dibujaba una novela policiaca, pero yo solamente veía las sombras moverse, como en el fondo de la caverna de Platón. Sentí una atracción casi magnética por estos 14 tomos y el relato oculto que emanaba de ellos. Recorrimos todo el expediente. Un “todo” infinito que, hoy, sigue sin tener fin. Poder
de sugestión
El 9 de diciembre de 2005 a las dos de la tarde, Cristina Ríos Valladares, ama de casa de 47 años, rindió su declaración en la siedo.4 Refirió 91
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haber sido secuestrada por hombres armados en compañía de su esposo Raúl y de su hijo Christian el 19 de octubre. Explicó que, el mismo día del plagio, su esposo le había dicho que tenía que irse para conseguir el rescate y que no se preocuparan por nada porque los secuestradores le habían prometido que no les harían daño. Describió el cuarto de la casa donde los mantuvieron recluidos, a ella y su hijo, durante aproximadamente 20 días. Luego, los habían trasladado a otra casa. La mujer afirmó que “nunca le hicieron nada” a su hijo, “al igual que a mí, nunca fui objeto de maltrato físico ni abuso sexual”. Declaró haber sido rescatada por la policía la misma mañana cuando se encontraba durmiendo con su hijo. Concluyó su narración así: “Enseguida nos sacaron de la casa y nos subieron a una patrulla de la afi y nos trasladaron a estas oficinas; estando a bordo de la patrulla de la afi me percaté que tenían a dos personas viendo hacia una pared, un hombre y una mujer rubia, enterándome por uno de los policías que esas personas las habían detenido en la casa donde estábamos en cautiverio, pero ignoro qué participación hayan tenido en mi secuestro”. Sabemos que su liberación no se desarrolló exactamente así porque la salida de las víctimas de la casa no fue inmediata. Primero participaron en las grabaciones y en las entrevistas con los reporteros. Cristina no mencionó este episodio y, posteriormente, afirmará no recordar cómo se desarrolló su liberación ni cuánto tiempo transcurrió entre la llegada de la afi y su salida de la casa. “No recuerdo”,5 contestaba la mujer a todas las preguntas relativas al montaje, durante su declaración por videoconferencia desde el extranjero, en junio de 2006. El día de su rescate, cuando se encontraba todavía en el rancho, un agente le señaló directamente a Vallarta y Cassez, diciéndole que fueron detenidos en el mismo lugar donde ella y su hijo fueron rescatados. La afi le pidió a Ezequiel repetir la misma mentira, como lo evidencia su declaración ante el ministerio público: “En el momento de mi liberación, un policía de la afi me dijo que en el momento en que me liberaron habían detenido a dos personas, que estaban en el lugar donde me tenían secuestrados a mí” (sic).6 Los propios policías describían a las víctimas un acontecimiento que, si realmente hubiera ocurrido como lo describían, las propias víctimas habrían presenciado: la detención de la pareja en el rancho. ¿Por qué dijeron los agentes a las víctimas lo que deberían haber visto? Éstas lo repitieron como si no hubieran estado presentes en su propio rescate. Una hipótesis, a raíz de los testimonios de los habitantes de la zona, es que las víctimas no fueran secuestradas en esta cabaña. Pero lo que im92
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portaba a los ojos de la autoridad, como lo demuestra la organización del montaje, no es lo que realmente ocurrió, sino lo que decía el guión, lo que “hay que decir”. Era una forma de conservar el control sobre las declaraciones de las víctimas. Con sus sugestiones, los agentes les indicaron lo que tendrían que decir. Había un libreto, todo el mundo tenía que seguir el mismo. Pero el 9 de diciembre en la siedo a las dos de la tarde, después de observar a Israel Vallarta y Florence Cassez en la cámara de Gesell, detrás de un vidrio de visión unilateral, Cristina declaró: Durante la presente diligencia tuve a la vista a las personas que ahora me entero responden a los nombres de israel vallarta cisneros y marie luise cassez crepin (sic) y después de observarlos con detenimiento manifiesto que no conozco a estas personas y es la primera vez que los veo, ya que a las personas detenidas que vi en la casa de seguridad las vi cuando estaban de espaldas, pero la ropa que traen es la misma; también los escuché articular palabras y manifiesto que no conozco la voz de ellos, ya que la voz de mis diferentes cuidadores era más ronca y considero que siempre la fingían; también quiero señalar que nunca vi a ninguno de mis secuestra dores, por lo que me sería difícil identificarlos físicamente y que estoy enterada, por voz de los agentes de la afi, que las personas que detuvieron son parte de mis secuestradores, por lo cual denuncio el delito de privación ilegal de la libertad en la modalidad de secuestro cometido en mi agravio y en agravio de mi menor hijo christian hilario ramírez ríos y procedo en contra de israel vallarta cisneros y marie luise cassez crepin (sic) y quien o quienes resulten responsables.
No se puede obviar la confusión impregnada en estas palabras. En un solo párrafo, Cristina describe sin querer la presión que se ejerce sobre ella. No reconoce a estas personas, sus secuestradores tienen una voz diferente, pero como le dijeron que eran ellos, acepta que se les acuse. Las vio en el rancho, al menos tienen la misma ropa que las personas que vio en el rancho. Pero no refiere haberlas visto durante su secuestro. Las vio durante su rescate. Es innegable que Vallarta y Cassez estuvieron ahí durante la grabación televisiva. Decirlo no aporta nada. El testimonio de Cristina es inservible. Durante la transmisión, cuando la entrevistaban, la mujer defendía, de alguna forma, a sus secuestradores, alegando que la trataron muy bien, a ella y a su hijo. Los propios detenidos recordaban cómo la mujer intentó exculparlos cuando los agentes de la afi los introdujeron a gol93
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pes dentro de la cabaña, antes de empezar la grabación. En declaraciones separadas,7 Vallarta y Cassez describieron el momento en que, después de haber pasado la noche en una sala de tortura, en el caso de Israel, y en una camioneta afuera de la siedo, en el caso de Florence, los llevaron a la cabaña del rancho. Ahí, según Vallarta, un policía “con abrigo largo” los golpeaba y “daba indicaciones a otras personas en qué lugares y cómo tenían que entrar para hacer tomas”. “Este señor Cárdenas Palomino”8 dictaba a cada uno de los detenidos lo que tendría que confesar delante de las cámaras: “Contestar que cuidaba a la gente”, “decir que era culpable”. Israel añadió: “Me enseñó credenciales para votar sin fotografías, diciéndome: ‘estas vas a decir que se las vendes a los polleros’ ”. A su alrededor, Vallarta y Cassez reconocían sus muebles, sus objetos personales, sus fotos, que los policías acomodaban en el lugar. Los empujaron a los dos en un sillón, trajeron “armas grandes”, las pusieron a su lado. Él se acordaba de un detalle: “Cuando Cárdenas Palomino me golpeaba, escuché una voz de mujer, gritaba: ‘no les peguen, ellos no nos hicieron nada’”. Ella describía la misma escena: Esa persona que mencioné de abrigo negro era la que mandaba a todos, después me levantó la cara y me dio cachetadas y me dijo: “hija de tu puta madre culera”, que iba a venir la televisión, y que tenía que levantarme en ese momento, que no me agachara cuando entrara la televisión, sin moverme para nada y sin sacar las manos de la cobija, me agachó de nuevo con una cachetada, empezaron a golpear a Israel y escuché que él decía que ya no podía más, al mismo tiempo escuché la voz de una mujer que provenía del otro lado de la pared de tablaroca que decía “no le peguen, él no hizo nada” y oí que la tranquilizaban, estaba asustadísima la señora.
Cuando habló con los reporteros durante la transmisión en vivo, Cristina Ríos describió su secuestro con cierta precisión: ella y su es poso llevaban a Christian a la escuela, circulaban en la avenida Ferro carril Hidalgo, unos hombres armados y encapuchados les cerraron el paso a bordo de un vehículo, pero ella dijo explícitamente que no podía describir el vehículo. En su declaración, siete horas más tarde, de repente apareció la descripción del vehículo: “Mi esposo iba circulando sobre la avenida… una camioneta tipo Express color claro le cerró el paso…” Cristina Ríos no hablaba del vehículo que recordaba haber visto el miércoles 19 de octubre cuando la secuestraron, puesto que a éste no lo recordaba. Hablaba del vehículo que vio esa misma mañana cuando salió 94
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de la cabaña: la camioneta Express Van gris estacionada en la puerta del cuartito del jardín. La misma que Javier Garza, mando de la afi, pidió a los reporteros que grabaran —“bueno, los vehículos están afuera, no sé si ya los tomaron, si no ahorita, hay una Express…” La misma que Ezequiel no olvidaba mencionar en todas sus entrevistas y declaraciones —“me acuerdo muy bien del vehículo, es una Express Van gris”. La misma que, muy probablemente, los policías le enseñaron a Cristina. Tal como se enteró “por voz de los agentes de la afi” que Vallarta y Cassez son parte de sus secuestradores, también se enteró de que la famosa Express Van servía para los secuestros. En su declaración, Cristina Ríos re pitió lo que le mostraron y dijeron los agentes, lo que se esperaba de ella. En un lapso de siete horas, entre su rescate y su declaración en la siedo, el poder de sugestión empezaba a actuar sobre una mujer de 47 años que, en un principio, en televisión, se resistía a inventar un testimonio. En un espacio de dos meses, ese poder de sugestión hizo milagros. El
guión
Una rueda de identificación en la cámara de Gesell tiene que respetar ciertas normas para ser considerada como legalmente válida. Entre otras cosas, el testigo no puede conocer al sospechoso, no puede tener contacto con él antes de la identificación y tiene que ser capaz de dar una descripción física del sospechoso antes de la identificación. Si hay varios testigos, tienen que entrar a la cámara de Gesell uno por uno y realizar la identificación de manera individual para que sus testimonios no influyan sobre los demás. El sospechoso no puede ser exhibido en los medios de comunicación antes de la identificación, y tiene que aparecer entre varias personas ajenas al delito cometido, con características físicas y ropa parecidas.9 Pues bien. Lo que sucedió el 9 de diciembre en la siedo se asemejaba más a un circo que a una rueda de identificación. Los policías ya habían aleccionado a las víctimas, según ellas mismas, sobre quiénes eran sus secuestradores. Y aunque no los hubieran visto correctamente en la cabaña, los pudieron reconocer por su ropa durante la sesión de identificación porque, como dijo Cristina, “la ropa que traen era la misma”. Todo estaba bien atado. Pero de todas formas, para que no hubiera ninguna confusión, Vallarta y Cassez aparecieron solos detrás del cristal. No había ningún otro sospechoso potencial con quien confund irlos. Mejor así, porque de todas formas Cristina Ríos no podía describirlos: 95
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nunca vio a sus plagiarios, siempre estaban “tapados”. Razonablemente, no existía justificación alguna para pedirle que identificara visualmente a Vallarta y Cassez. El único objetivo era, entonces, que viera mejor a los que tendría que acusar. Del otro lado del cristal, en el espacio reservado para los testigos, se reunió todo el mundo, como si se hubiera tratado de un espectáculo. Estaban las tres víctimas con sus familiares, como lo revelaría Christian en una declaración posterior: “Yo estaba acompañado de mi tío, mi hermano, mi mamá, mi papá y otro que creo es el licenciado, Ezequiel y su papá”.10 Cristina lo confirmaría: “Estaba Ezequiel, Christian, mi esposo y yo, así como dos personas más, en total seis, una de las personas me parece que era el papá de Ezequiel, y la otra no sé si era abogado”.11 Para Ezequiel la presión era mayor todavía. Después de haber tenido que contestar a las preguntas de los periodistas bajo la vigilancia de un policía que sostenía una mano en su cuello, como lo vimos en las imágenes del montaje, el joven tuvo que realizar la identificación acompañado por un nutrido grupo de agentes de la afi: “Estaba acompañado por más de seis elementos de la Agencia Federal de Investigación entre los que se encontraba el comandante Zaragoza, y a mi lado estaba una señorita con una playera gris y personal de la procuraduría”.12 Esta escolta especial no dejó a Ezequiel ni el resquicio de una duda. Un hombre lo había secuestrado en una Express Van y, durante su cautiverio, había llamado frecuentemente a su padre para reclamarle sumas millonarias a cambio de su libertad. Era “el líder de los secuestradores”.13 Además, una mujer “de aproximadamente treinta años de edad, que hablaba con acento extranjero ya que arrastraba la letra r al hablar, como hablan el español los franceses”, le había inyectado el dedo y le había preguntado si quería que mandara a su padre “un dedo o una oreja”. Eso habría ocurrido “hace aproximadamente tres días”. Esta mujer le dijo que “no intentara hacerse el héroe”. Ezequiel había visto salir su cabello “color güero” del pasamontañas. Estas personas eran Israel Vallarta y Florence Cassez; al escuchar sus voces, Ezequiel los reconoció formalmente. También quiso añadir algo: “Quiero agregar que en el momento de mi liberación pude ver que el lugar donde me tenían era un rancho grande, en el cual había varios vehículos, entre éstos una camioneta tipo van de color gris, de la marca chevrolet, conocida como express van, la cual reconozco como la misma en la que me secuestraron”. 96
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Efectivamente, esa misma mañana, Ezequiel vio el vehículo cuando salió de la cabaña. También escuchó las voces de Vallarta y Cassez durante toda la mañana. El acento francés hacía todavía eco en su cabeza. Nuevamente, eso es innegable. Es una consecuencia inevitable del show televisivo, no un aporte del testigo. En cuanto a Christian, refirió en tres ocasiones en su primera declaración14 haber escuchado repetidamente la voz de su primo durante el tiempo que estaba secuestrado. Sus plagiarios respondían a diversos nombres: Ángel, Miguel, Gabriel… y un tal Hilario, “quien yo considero que es el jefe”, afirmó el menor. Christian describió lo que había sucedido un día: “Hilario saca a mi mamá de la habitación, me quedo yo solo, después Hilario me saca sangre de la vena de mi brazo izquierdo”. Cuando lo introdujeron en la cámara de Gesell, hay muchas personas, incluido Ezequiel, que están presentes para apoyarlo en su testimonio. Cuando escucha hablar a Israel Vallarta, Christian reconoce su voz, la misma voz que escuchó por la mañana: sí, era el jefe. A Florence Cassez no la reconoce ni físicamente ni por la voz. Christian era un niño de 11 años que acababa de ser rescatado después de 50 días de secuestro. Por la mañana no había podido irse a su casa porque tuvo que participar en un show televisivo para representar algo que no había ocurrido. Por la tarde, tampoco pudo irse a jugar porque tuvo que declarar en contra de las personas que los policías dijeron haber capturado en el lugar donde había estado secuestrado, algo que solamente había ocurrido para la televisión. Tuvo que escuchar a Ezequiel, un joven que había estado a su lado durante todo su cautiverio, acusar a las dos personas que los policías habían señalado, y escuchar a su mamá, que también había estado con él todo el tiempo, decir que estas personas no tenían nada que ver y que no formaban parte de sus plagiarios. ¿Qué pasa entonces por la cabeza de un niño de 11 años? Apenas podemos imaginarlo. ¿Qué vivió ese día? Se lo preguntaré a Christian años más tarde, pero no obtendré respuesta. Después del 9 de diciembre de 2005, pasan los días sin que ocurra nada nuevo. Israel Vallarta y Florence Cassez fueron arraigados, acusados por la siedo de secuestro y posesión de armas. La afi dijo que lideraban una banda de secuestradores llamada los Zodiaco. Habrían cometido una decena de plagios, pero misteriosamente sólo acusaron a la pareja de los últimos, los secuestros televisados. La averiguación previa no contenía más pruebas materiales que las recolectadas en el lugar de la escenificación televisiva. Todavía, antes del 10 de febrero, no se sabía que se trataba de un montaje y la policía seguía derramando sobre la prensa supuestas 97
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informaciones relativas a la captura in fraganti de la diabólica pareja de secuestradores. El periodo de arraigo corrió hasta principios de marzo de 2006. Se había ordenado por 90 días.15 Pero, poco tiempo después de la detención, la investigación parece estancada. Los testimonios de las víctimas son frágiles. Contienen muchas imprecisiones y contradicciones. Cristina, por ejemplo, afirma que el primer policía que apareció para rescatarla llevaba uniforme y pasamontañas (“vi frente a mí una persona encapuchada con uniforme azul, quien tenía una arma larga en la mano y me apuntaba”).16 Sin embargo, los agentes de la afi que dicen haber descubierto a las víctimas iban vestidos de civil. Cada uno de ellos lo ase guró.17 La mujer también dice que los policías tuvieron que romper la puerta de la cabaña (“escuché que golpeaban una puerta y que ésta cedía”). Pero, de nuevo, esta versión choca con la de los agentes, que alegan que Vallarta les abrió la puerta del cuarto con una llave. Por otro lado, Ángel Olmos afirma que esta cabaña no se cerraba con llave, que “la chapa no servía”. Después de la detención, el ministerio público tenía que presentar las pruebas para que un juez pudiera armar la causa penal, pero las inconsistencias del montaje amenazaban con aflorar. Hasta mediados de enero, más de un mes después del operativo, nada se movió. En Francia, la familia de Cassez se movilizó para reclamar su inocencia. En esa época, el equipo de Punto de Partida, el programa de Denise Maerker, empezó a investigar. Fue el momento elegido por las autoridades para dar inicio al segundo acto de la representación. Nuevos
recuerdos
Las víctimas fueron enviadas a Estados Unidos porque, después de haberlas exhibido en televisión, supuestamente se temía por su seguridad. La primera medida que se tomó cuando llegaron ahí fue exponerlas nuevamente en los medios de comunicación. Esta acción temeraria e incomprensible tuvo como objetivo reforzar la cohesión del relato oficial. La pgr seleccionó a dos medios encargados de propagar la noticia de que las víctimas estaban atemorizadas y que tenían que refugiarse fuera de México: una televisora francesa y un periódico mexicano, El Norte, del Grupo Reforma. De paso, los secuestrados dieron una nueva versión. El Norte publicó una “entrevista vía telefónica desde algún lugar del extranjero”18 con Cristina Ríos. La nota iniciaba así: 98
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“Los padres de Florence Cassez Crepin niegan que su hija pertenezca a la banda de ‘Los Zodiaco’, y alegan su inocencia en el secuestro de tres personas, pero Cristina, una de las plagiadas, no tiene dudas: la joven francesa es parte de la banda de los secuestradores y estuvo presente casi desde el principio de los 52 días que duró su terror. Aunque no le vio la cara, Cristina no olvida la voz de la mujer francesa.” Cristina no tiene dudas, Cristina no olvida. El 9 de diciembre, cuando la rescataron, tampoco tenía dudas y tampoco parecía haber olv i dado nada: era la primera vez que veía y escuchaba a Vallarta y Cassez. Pero un mes y medio más tarde todo cambió. “Pude verla de la cintura para abajo”, dijo la entrevistada. “A veces trataba de fingir su acento, pero era imposible esconderlo.” También recordó otro episodio: “Mi hijo y yo estábamos juntos, pero en una ocasión se lo llevaron. Estaba yo desesperada. Lo trajeron poco después y me contó que, en otro cuarto, la mujer del acento francés le colocó una liga en su bracito y le sacó sangre”. Extrañamente, la integralidad de la nota se centraba en el personaje de Cassez y el “Hilario” del testimonio de Christian, el hombre que le había sacado sangre, identificado por el niño como Israel Vallarta, se convertía en una mujer francesa. La entrevista filmada por la televisora francesa TF1 se puede observar todavía en internet bajo el título “Cassez es culpable, que nadie tenga dudas”.19 La coincidencia en la formulación no es azarosa: Cristina no tiene dudas, que nadie tenga dudas. Parece que alguien quería asegurarse de que la opinión pública, de uno y otro lado del Atlántico, no tuviera dudas. En las imágenes de TF1 un hombre desconocido, Cristina, Raúl, el esposo de Cristina, Christian, un hombre que parece ser el padre de Ezequiel y, a cierta distancia de ellos, el mismo Ezequiel, están sentados en fila detrás de una larga mesa. Se encuentran en una oficina con una bandera mexicana. Al final de la entrevista, cuando piensa que la cámara ya no está grabando, Raúl insiste en que es muy importante decir que ellos no están en México, que se fueron al extranjero por el temor, pero que vinieron a la ciudad de México solamente para la entrevista. Christian se ríe abiertamente. En algún momento, consciente de que su actitud no es la más oportuna, el niño de casi 12 años se tapa la boca con las manos. Una traductora transmite las preguntas del reportero francés: quiere saber más sobre las condiciones de su secuestro. Ezequiel baja la mirada. Cristina está peinada y maquillada de forma muy cuidadosa. Viste una blusa elegante en tonos café y beige. De inmediato, toma la palabra, con mucha seguridad: “Yo estuve secuestrada 52 días junto 99
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con mi hijo menor de 11 años”. Hace un gesto en dirección del alegre Christian. No menciona a su esposo Raúl, secuestrado junto a ellos y sentado al lado del niño. Le preguntan si las condiciones de cautiverio eran duras. “Sí”, contesta. “¿Qué fue lo más duro?”, insisten. Durante unos segundos, la mujer no sabe qué contestar. “Eeeeel… cuarto en el que estábamos era un cuarto horrible, tremendo”, pronuncia Cristina. “Pero lo peor es que no podíamos ni caminar, nada más había una cama.” A través de su rigidez, se percibe que está incómoda. Se puede entender perfectamente por parte de una víctima que está huyendo, atemorizada, de su país, y que trata de recuperarse de un trauma. Pero lo que tensa visiblemente a esta mujer elegante no parecen ser los recuerdos horribles que evoca en tono neutral. Está nerviosa porque se esfuerza por contestar correctamente a las preguntas, en vez de contar su historia de forma espontánea. Esto, evidentemente, no quiere decir que Cristina esté mintiendo o inventando todo. Pero su nerviosismo parece indicar una presión. Quiere contestar de una forma determinada, según una formulación recitada, con términos preparados. Parece que no importa lo que haya pasado, porque, una vez más, prevalece lo que hay que decir. Sentado a su lado, su esposo vigila y asiente a sus respuestas. La risa de Christian da un aspecto lúdico a la escena: se trata de una representación. Cristina habla de recuerdos terroríficos, sin manifestar ninguna emoción. Declama: “Nunca supe quiénes eran los secuestradores porque no les vi cara. Siempre estuvieron encapuchados. Y eso a la fecha me causa terror, yo no puedo ver una persona con capucha”. Luego, le preguntan por una mujer francesa, y entona: “Yo escuché su voz desde la primera casa de seguridad donde me tenían. Escuché su voz”. Duda un instante y sigue: “Y después, en la segunda casa donde me llevaron que fue un rancho, también escuchaba ahí su voz”. El reportero le pide ser más concreta, pero Cristina repite “escuché su voz”. “Y es la misma voz que pude identificar en la procuraduría cuando me dijeron que tenía que identificar personas, pero es que yo nunca les vi la cara. Pero sí identifiqué, era la misma, la misma voz que yo escuchaba en esas casas de seguridad.” El caso es que, en realidad, no identificó ninguna voz. Cristina añade que la mujer del acento raro le sacó sangre a su hijo menor con sus manos muy blancas y él logró verla de la cintura para abajo. Es la segunda vez que se ponen en boca de Cristina los mismos detalles. “¿Fue muy duro para ti?”, le preguntan a Christian. “Sí”, contesta el niño, sin departirse de su sonrisa. Y hace lo que todos los niños del mundo hacen 100
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inconscientemente cuando no dicen la verdad, según los expertos que estudian el lenguaje no verbal: se lleva la mano a la boca y se tapa brevemente los labios. Luego se concentra en lo que quiere decir. “Fue muy duro porque nos ponían un… nos daban un… cinturazo.” En ese instante, el menor no aguanta más: le gana la risa. El video disponible en internet está editado y se cortaron algunos extractos donde, aparentemente, las víctimas dudaban y donde Christian se reía. La secuencia entera es un alegato a favor de los juicios orales en México. En un tribunal donde el juez estuviera realmente presente, con un jurado formado por ciudadanos, con público y prensa en la asamblea, con la exhibición de las pruebas a la luz del día, con la opinión de peritos en psicología, estas víctimas difícilmente convencerían de la autenticidad de su testimonio. A continuación habla Ezequiel. Está medio agachado en la silla, con un gesto severo. Para él, nada de esto es divertido. Le preguntan si está seguro de que Florence forma parte del grupo de secuestradores. “Yo la vi dos veces, pero sí la vi físicamente, su cara” (sic). Es una enésima nueva versión proporcionada por Ezequiel, en exclusiva para la televisión francesa: por primera vez, afirma haber visto la cara de la mujer. Luego, repite que le dio a escoger entre el dedo y la oreja y sitúa el momento de la anestesia del dedo un día antes de su liberación. Recordemos, sin embargo, que en el momento del montaje, se quejaba de que le costaba mover la mano porque estaba todavía dormida. Las respuestas de Ezequiel retoman más o menos las mismas formulaciones que en su declaración. Es una narración atrofiada, que siempre encaja dentro de las mismas expresiones, y que el joven se muestra incapaz de desarrollar cuando el reportero se lo pide. Cuando le preguntan lo que opina de Florence Cassez, dice que la francesa no quería perdonarle la vida: “El primer día que me dio de comer, supe que no era una persona buena. El día último que la vi, se portó increíblemente aterrorizante, cuando me dio a escoger si un dedo o un oído, y no tenía nada de piedad sobre mí. Le supliqué muchas veces que me perdonara mi vida… y… parece que no… no, no quería”. Cristina, por otro lado, relata todo en primera persona, ignorando a su esposo y su hijo sentados a su lado: “Cuando me secuestraron”, “mi secuestro”, “cuando me liberaron”. Y, de nuevo, aparece la camioneta “tipo Express”. La descripción del momento de su plagio se centra en el vehículo: Cristina insiste en que la reconoció posteriormente, aunque primero no se acordaba, como si las especificaciones en torno al ve hículo fueran lo más importante. Sobre Cassez, se desahoga: 101
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“Es injusto que a una persona extranjera que viene aquí a esta ciudad y cometa delitos se le quiera hacer pasar como que ella es inocente, una blanca paloma. Desde la primera casa, yo escuché su voz.” Después parece acordarse de que la francesa también tomó un molde de la oreja de su hijo, y añade: “Ella nos torturaba, pero psicológicamente… Bueno, al niño, a mí no. A un menor de edad”. Mientras su madre revuelve estos dolorosos recuerdos, Christian apoya la barbilla sobre sus manos cruzadas en la mesa, aburrido. Cuando la traductora le pregunta a Raúl, el esposo y padre, si fueron secuestrados los tres juntos y si lo liberaron a él para que buscara el rescate, el hombre dice: “Sí”. Y entonces, Cristina, monumento a la rigidez, mueve ligeramente el rostro hacia su esposo y murmura entre dientes: “Esto no me gusta”. Una
casa en
Xochimilco
Lo que no gustó tampoco es cuando llamé a El Norte en mayo de 2009. Quería pedir detalles sobre la nota publicada. El periódico de Monterrey había tenido acceso a dos entrevistas exclusivas con Cristina Ríos, en dos momentos álgidos del caso: el 19 de enero de 2006 y el 6 de marzo de 2009. El día 5, Cassez había sido condenada a 60 años y era la víspera de la llegada del presidente francés Nicolas Sarkozy a México. Cuando le pregunté a la reportera sobre los cambios de testimonios de Cristina, me contestó, tajante: “No sé. Lo que se publicó es lo que tengo”. Entonces le pregunté si había sido una entrevista, si había podido formular preguntas a la víctima. Incómoda, la periodista me soltó: “No fue exactamente así”. Si hubiera hablado con la víctima, entonces sabría que no estaba en el extranjero. Si no le había llegado a la reportera la versión escrita del nuevo testimonio de Cristina, si realmente había podido hablar con ella por teléfono, en todo caso, las respuestas estaban listas antes de que ella misma tuviera que formular las preguntas. Las víctimas no estaban refugiadas en el extranjero. Pero importaba más lo que se quería hacer creer que lo que ocurrió realmente. Lo decía Raúl a los periodistas: aunque estén aquí, es importante decir que están en otro lado. ¿Por qué? Seguramente los autores del montaje quisieron sustraer a las víctimas de la atención de los medios mexicanos. El éxito de la transmisión en vivo del rescate había atraído mucho interés por parte de la prensa. Pero, a la larga, los focos puestos en las víctimas podían tener un efecto contraproducente: las contradicciones no pasarían desapercibidas. Se decidió limitar las entrevistas. 102
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Pero sabemos que seguían en la ciudad de México porque Yuli García, la reportera de Punto de Partida, entrevistó a Ezequiel durante los primeros días de febrero en las oficinas de la pgr. Esta entrevista no estaba programada, pero se organizó para convencer a la reportera de no revelar el montaje. El intento fue vano. Después del programa de Denise Maerker del 5 de febrero de 2006, una catástrofe parecía aproximarse. El gobierno quería diluir su efecto: la estrategia consistía en recordar siempre el calvario de las víctimas. Pero éstas, en particular Cristina, dieron en sus entrevistas una versión que no correspondía con sus declaraciones judiciales, las que hicieron bajo juramento ante el ministerio público. Para dar a estas nuevas versiones una existencia jurídica y validarlas a posteriori, Cristina y Christian tuvieron que volver a declarar. Sus primeros testimonios, imperfectos, eran una piedra en el zapato de las autoridades acusatorias. El 8 de febrero una Cristina Ríos de carne y hueso acudió a las instalaciones de la pgr, ubicadas en la Plaza de la República.20 En una dimensión mediática paralela, se encontraba escondida en el extranjero, pero en la realidad, hizo acto de presencia en la siedo. El agente del ministerio público Alejandro Fernández Medrano quería mostrarle una casa en la delegación Xochimilco, que Ezequiel había reconocido como el primer lugar donde estuvieron cautivos antes de ser trasladados al rancho. En su primera declaración 21 el joven había explicado que, el día del plagio, al llegar a la casa de seguridad, había escuchado un ruido que parecía “un tipo de zaguán” abriéndose, pero como se encontraba dentro del vehículo, debajo de una manta, no pudo ver nada. Pese a esta minimalista descripción, a petición expresa de Fernández Medrano los voluntariosos investigadores emprendieron un paseo de exploración con el testigo, sin especificar en su informe los criterios que los llevaron a delimitar una zona en particular. El resultado fue exitoso: “El día veintiséis de diciembre de dos mil cinco se realizó un recorrido con la víctima Ezequiel Yadir Elizalde Flores, por las inmediaciones del pueblo de Santa Cruz Xochitepec, en la delegación Xochimilco, de lo que resultó que cuando transitaron por la avenida Xochimilco, al pasar frente a la casa marcada con el número cincuenta y cuatro, la víctima reconoció plenamente como la casa donde estuvo privado de su libertad”.22 Sin embargo, no se trata de una casa, sino de un conjunto de casas que se encuentran del otro lado del zaguán. El día del reconocimiento, Ezequiel les habría dicho a los policías que un día “logró quitar una ventana observando dicha avenida, que había cerros, vegetación, unas antenas”, datos que no figuran en su declaración. En sus testimonios posteriores, 103
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los agentes no lograron recordar las circunstancias del recorrido, su duración, los lugares por los cuales transitaron, ni las informaciones aportadas por Ezequiel durante el reconocimiento. La mujer agente dijo que en ese momento había ido a una tienda cercana, otro se había quedado en el interior del vehículo, y el tercero no aportó detalles. Sin embargo, los agentes se acordaron de que Ezequiel ya se encontraba presentando su declaración con Fernández Medrano cuando fueron a buscarlo para salir hacia Xochimilco. Ese mismo día, el agente del ministerio público solicitó una orden de cateo para el número 54 de la avenida Xochimilco.23 Apenas dos días después, el 28 de diciembre, Fernández Medrano dirigió la inspección en la casa señalada. Casualmente, encontró credenciales de identificación a nombre de Ezequiel Elizalde y documentos a nombre de Alejandro Mejía Guevara o de Israel Vallarta.24 Aparte del improbable reconocimiento de Ezequiel, no hay constancia de ninguna investigación previa que lleve a la casa de Xochimilco. Su aparición en el expediente es el fruto de un recorrido del que no sabe prácticamente nada. Por la más extravagante de las casualidades, esta vivienda también estaba relacionada, aunque de forma indirecta, con Israel Vallarta. Era una vivienda que había sido rentada, en años anteriores, por Alejandro Mejía Guevara, el ex compañero sentimental de Guadalupe Vallarta, la hermana mayor de Israel. Alejandro era contador y tenía una relación de amistad con Israel, ya que éste llegó a considerarlo como su cuñado. El 30 de diciembre Ezequiel regresa a ese domicilio en compañía de Fernández Medrano.25 Afirma reconocer el interior de la casa aunque, cruzando las descripciones contenidas en el acta de cateo con los elementos aportados por Ezequiel en su primera declaración, no se encuentra similitud. Primero, porque Elizalde se limitó a dar detalles genéricos que podrían corresponder a cualquier casa: pared blanca, piso de loseta blanca, taza, lavabo, regadera. Y además, las dimensiones del baño donde dice haber estado recluido no corresponden con ninguno de los baños o cuartos de la casa de Xochimilco. Sin embargo, después de observar cuidadosamente el interior de la vivienda, Ezequiel alcanzó un mayor nivel de detalle en sus descripciones. En su nueva declaración, habla del zaguán de lámina color verde y hasta de los cubiertos con “un mango de plástico verde”. Lo mismo ocurre con Cristina. En declaraciones anteriores la mujer había afirmado, sobre esta primera casa: “Siempre estuve en una habitación, por lo que nunca salí de esa habitación, siempre estuve encerrada ahí”. Pero al visitar la casa, Cristina se muestra inspirada por lo que ve: “Procedí 104
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a reconocer dicho domicilio, reconociendo inmediatamente los sillones de la sala, así mismo reconozco el baño que se encuentra en la planta baja y debajo de las escaleras, del primer piso reconozco el baño…” (sic) Finalmente, aunque solamente había visto una habitación durante su secuestro, Cristina “reconoció” toda la casa como su primer lugar de cautiverio. La versión donde decía que nunca había salido del cuarto ya no era válida. Después de su visita al lugar el 8 de febrero, la mujer describió de forma bastante precisa esta habitación, hasta el color de las sábanas y… los cubiertos “con el mango de plástico verde”. Lo que Fernández Medrano le ponía a la vista, Cristina lo reconocía en un abrir y cerrar de ojos. Ese mismo 8 de febrero, Cristina también declaró que estaba “consternada” cuando tuvo que rendir su primer testimonio y que no hizo “mención de algo muy importante”. Pero había recuperado la memoria: “Así mismo recuerdo que una ocasión llegó el jefe de la banda, el cual ahora sé responde al nombre de israel vallarta cisneros, el cual me mostró una fotografía” (sic). En efecto, dos meses después de los hechos, Cristina sabía muchas más cosas. Repitió lo que se había publicado en El Norte: un día, un hombre entró en la cabaña para buscar a su hijo, y cuando éste regresó, le contó que una mujer con un acento raro y unas manos blancas le había sacado sangre del brazo. Más detalladas son las afirmaciones que Cristina aportó sobre Edgar Rueda Parra, familiar lejano de su esposo, primo de su hijo Christian. Tanto el niño como ella escucharon su voz durante el secuestro. Cristina le dedicó la mayor parte de su segunda declaración judicial. Proporcionó la dirección del sujeto y mencionó a “unos primos de edgar, los cuales respondían a los apellidos rueda cacho”. Ella y su hijo tenían serias sospechas sobre estos individuos. Cristina realizó esta segunda declaración el 8 de febrero. El 10 de febrero, varios eventos entrechocan: la desastrosa conferencia de prensa por la mañana y, durante el resto del día y de la noche, las enigmáticas reuniones de las cuales el registro de la siedo conservó huellas. También ocurrió otro evento singular, plasmado en el expediente. El
extraño testigo
Entró en escena Leonardo Cortés López, de 29 años, vendedor de verduras, quien tenía un puesto ambulante en la ciudad de México. Se presentó 105
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“voluntariamente” en los locales de la siedo manifestando que le constaban algunos hechos “en relación al secuestro cometido en agravio de la señora Cristina Ríos Valladares”.26 El hombre compareció ante el licenciado Alejandro Fernández Medrano, de la Unidad Especializada en Investigación de Secuestros de la siedo. Era el agente del ministerio público habitual del caso. Todos los testimonios transitaron por él. Era el mismo funcionario quien, unas horas más tarde, recibiría a Cristina Ríos y a Raúl Ramírez, durante sus dos visitas nocturnas, entre las 19:31 y las 21:38 horas, y entre las 00:00 y las 00:35 horas del 11 de febrero. Cortés López, el vendedor ambulante, tenía mucho que contar al licenciado. Decía conocer a la señora Cristina porque ella era clienta habitual de su puesto, por el cual pasaba “casi a diario”. Ella le había contado dos días antes que había sido secuestrada. Sobre eso, Cortés López comentó: Por eso la persona que salió en las noticias, es decir, una mujer detenida, de origen francés, se me hacía conocida, pero no sabía de dónde, sino hasta que comencé a hacer memoria y recordé que antes de que la señora Cristina se ausentara, logré darme cuenta que en varias ocasiones, es decir, dos o tres veces, cuando la señora Cristina Ríos iba a mi puesto de verduras a comprar, inmediatamente llegaba una persona que nunca había visto, y que por su forma de vestir y de hablar se me hacía rara.
Lo que el vendedor presentaba primero como un recuerdo vago se iba concretando a medida que avanzaba en su relato y culminó en una descripción detallada de los gestos de la mujer que siempre aparecía enseguida de la señora Cristina: Era una persona que vestía bien y su forma de hablar era diferente, es decir, que no podía pronunciar bien el español, así también era una persona que no pedía bien las cosas, es decir, pedía las cosas exigiendo, y por lo regular nunca pedía por kilo o medio kilo, como acostumbramos a vender, sino que siempre pedía por pieza, es decir, un aguacate o dos jitomates, y siempre quería que la despacháramos rápido, como si tuviera prisa, aclarando que cuando esta persona iba a comprar, siempre lo hacía inmediatamente después que acababa de despachar a la señora Cristina Ríos, incluso en una ocasión como se me hizo raro la presencia de esa mujer, fue que la comencé a seguir con la vista, lográndome percatar que iba atrás de la señora Cristina […] por lo cual quiero suponer que estaba siguiendo a la señora Cristina. 106
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El hombre describió cómo esta persona “no común en la colonia, es decir, alta, güera, de tez muy blanca y ojos verdes”, pisaba los talones de su clienta, siguiéndola en todas las tiendas donde ella entraba. En su declaración, Cortés López afirmó que se trataba “de la misma persona que vi en la televisión como la francesa secuestradora”. Cuando el agente del ministerio público le presentó una fotografía de Florence Cassez, dijo: “Se parece a una persona que observé en las noticias como una francesa que se dedicaba a secuestrar”. El 1° de marzo, el vendedor confirmó estas declaraciones durante un nuevo encuentro con el agente del ministerio público Fernández Medrano. Cuando le presentaron a Florence Cassez, sola, a través del cristal de la cámara de Gessel, dijo reconocerla como la mujer que llegaba atrás de Cristina Ríos “como si estuviera vigilando”.27 Explícitamente, Leonardo Cortés López dejó perfilarse la influencia que ejerció la televisión en su tarea de “hacer memoria”. Las noticias le presentaron a “la francesa secuestradora” y, solamente después, él la reconoció. La identificó fácilmente, ya que la vio en televisión. El vendedor mencionó seguimientos repetidos de Cassez a la señora Ríos. Pero se demostró que Cassez había pasado el verano entero en Francia, en casa de sus padres, regresando a México el 9 de septiembre. Le habría quedado poco tiempo para planear un secuestro y realizar múltiples seguimientos a su posible víctima. Insistiendo, como lo hace el hombre, en el aspecto “poco común” de la joven francesa, quedaba en el aire la pregunta de por qué una mujer tan llamativa y tan fácilmente reconocible habría realizado maniobras de espionaje tan poco discretas, sintiendo la necesidad de comprar productos en las mismas tiendas que su futura víctima, con la casi certeza de ser identificada posteriormente. El 10 de febrero Cortés López rindió su primera declaración. Sin embargo, no figura su nombre en el registro de las personas que visitaron la siedo en esa fecha. ¿Estuvo realmente presente en esas oficinas? La única forma de no figurar en el registro cuando se visita esas instalaciones es por vía de una detención: el detenido ingresa sin pasar el control de entradas y salidas de visitantes y testigos. Al contrario, su segunda visita, el 1° de marzo, está plasmada en el registro: llegó a las 12:17 y abandonó la siedo a las 12:50 horas. Extrañamente, Fernández Medrano situó la hora de la declaración y de la sesión de identificación en la cámara de Gesell a las 13:00 horas. Pero en un escrito dirigido al juez el abogado de Florence Cassez, Jorge Armando Ochoa Orantes, puso en duda la existencia de esta sesión de identificación. Él estaba en compañía de su defendida aquella mañana hasta las 14:00 horas: “En ningún 107
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momento se practicó diligencia alguna como lo argumenta falsamente el agente del ministerio público”.28 ¿Había alguien detrás del cristal en esta cámara de Gesell? Finalmente, en mayo de 2006, el hombre no pudo ratificar sus declaraciones en el juzgado porque murió súbitamente en un accidente automovilístico. A pesar de todo, su testimonio fue considerado una de las principales pruebas de cargo para sostener la condena contra Florence Cassez. Contraofensiva
“Durante el mes de enero y los primeros días de febrero de 2006, el proceso penal en contra de Florence Cassez no contó con diligencias relevantes, ni investigativas, ni de otra naturaleza”, es lo que escribirá en marzo de 2012 el ministro de la Suprema Corte Arturo Zaldívar en el proyecto que propone la liberación de la francesa y que será finalmente votado por una mayoría de tres ministros en enero de 2013. “Sin embargo dos hechos formalmente ajenos al mismo pero claramente vinculados con su desarrollo provocaron una nueva etapa de intensa actividad procesal en la investigación llevada en contra de Florence Cassez” (sic). Los “dos hechos” son el programa Punto de Partida y la calamitosa conferencia de prensa. De diciembre a febrero no se investigó. Simplemente se mantenía a Vallarta y Cassez en arraigo. Pero cuando la tormenta mediática se des ató, entonces, se dio un latigazo a la supuesta investigación. Las palabras Florence Cassez, Israel Vallarta, banda de los Zodiaco se asociaban con “montaje”. Para resistir a los golpes, frente a la prensa, los responsables políticos proclamaron la contundencia de las acusaciones de las víctimas, que no deberían, según ellos, ser ocultadas por las irregularidades de la detención. El problema es que no existía tal contundencia. La necesidad de adecuar la realidad al discurso se hacía más apremiante: después de los conciliábulos del 10 de febrero, las víctimas fueron enviadas al extranjero. Y, en esa ocasión, al contrario de lo que ocurrió anteriormente, salieron realmente del país. Cuatro días después, el 14 de febrero, desde Estados Unidos, modificaron sus declaraciones y agregaron nuevos elementos. Mucho se ha escrito, comentado, debatido sobre la loca fluctuación testimonial de estas personas. Periodistas y expertos que estudiaron el “caso Cassez” subrayaron las incoherencias y contradicciones que abundan en sus diferentes 108
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declaraciones, acusándolos de mentir. Sin embargo, una víctima de secuestro, sometida a una experiencia traumática, difícilmente llegaría a estos extremos por voluntad propia. No se pueden desligar las palabras de estas personas del contexto y las condiciones en las cuales fueron pronunciadas. Las modificaciones que aportaron a sus testimonios y las diferentes versiones de sus relatos se adaptaron a la evolución del proceso mediático y judicial. Desacreditar la palabra de estas personas conllevaría quitarle valor a la integralidad de sus declaraciones, sin embargo, éstas contienen muchos indicios e informaciones que podrían ser fundamentales para la comprensión del caso, incluso y sobre todo cuando faltan a la verdad. Sus palabras nos dan el contorno de la manipulación que se ejerció por parte de las autoridades en un momento decisivo, cuando éstas concentraron sus fuerzas en el encubrimiento del montaje. Las declaraciones de las víctimas nos enseñan mucho: por lo que dijeron haber vivido, pero más que nada por sus contradicciones, que nos muestran lo que las obligaron a decir. Hay que seguir el curso tortuoso del relato de las víctimas para entender la dinámica interna de la impostura. Las reminiscencias de Cristina y Christian fueron recolectadas en dos declaraciones, los días 14 y 15 de febrero de 2006, ante representantes de la pgr en el consulado mexicano de San Diego, California.29 Los responsables oficiales apoyaron a las víctimas con audios y fotografías de Vallarta y Cassez, para que los reconocieran. El niño afirmó: “Tengo más datos que aportar ya que ahora que ha pasado tiempo de que fui rescatado y que ya no tengo tanto miedo de que pudiera pasarnos otra vez lo mismo, he recordado lo siguiente: el día que me sacaron sangre de mi brazo izquierdo, la mano que sentí y observé era muy delicada, suave y de piel blanca”.30 En el relato cambiante del niño, Hilario se convirtió en una mujer con acento francés. En la misma línea, su madre declaró: “Una vez transcurrido algún tiempo que fui liberada y superado parte de las secuelas del secuestro del que fui víctima, así como del miedo que tenía por las amenazas recibidas por mis secuestradores, en el sentido que, si la policía agarraba a los que quedaran afuera se iban a vengar de mi familia, he recordado aspectos del tiempo que estuve en cautiverio y que anteriormente no recordaba como lo es”.31 Conforme iba pasando el tiempo, Cristina aportaba más información. Decía recordar cada vez más detalles. Habría sufrido algún tipo de amnesia y ésta se iba disipando. Hoy en día existe un consenso entre los expertos en neurociencia cognitiva y psicología cognitiva que establece que la memoria no es el 109
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recuerdo de los eventos pasados sino una construcción y reconstrucción mental dinámica. Es maleable y está alimentada por recuerdos autén ticos o falsos, espontáneos o inducidos. El ser humano es incapaz de distinguir entre los dos tipos de recuerdos y puede tomar por auténticos los recuerdos falsos. En un proceso de consolidación de la memoria, los recuerdos falsos pueden generar las mismas emociones que los recuerdos reales:32 pueden ser recordados subjetivamente por el individuo como si los hubiera vivido en la realidad. Por eso, un falso testimonio puede resultar muy convincente. Los recuerdos falsos son habitualmente sugeridos o inducidos por los policías que intervienen en la resolución de un crimen. Una figura de autoridad es más susceptible de poder inducir un testimonio. En 1995, las investigaciones de la psicóloga Elizabeth Loftus demostraron que era incluso posible implantar los recuerdos de un evento traumático que jamás se había producido. A partir de esto, los testigos pueden generar detalles en torno al evento, aunque no lo hayan vivido. Los expertos consideran actualmente que los recuerdos de los testigos en procesos penales pueden estar afectados, influidos y alterados por las condiciones en las que se desarrollan las ruedas de identificación. En el caso de la banda de los Zodiaco, estas sesiones, como lo vimos, se de sarrollaron de la peor forma posible para la obtención de testimonios exactos y fiables, con un nivel de sugestión altísimo por parte de la policía y en un contexto de presión absoluta sobre las víctimas y los testigos. Otro factor que favorece, según los especialistas, la creación de recuerdos falsos es la demora. Cuanto mayor es el tiempo que transcurre entre el evento y el momento del testimonio, más probable es el olvido y la generación de recuerdos erróneos. El retraso, además de su efecto desgastante sobre la memoria, abre espacio para las intervenciones exteriores. Las especialistas Deborah Davis y Elizabeth Loftus lograron establecer la relación estrecha entre las informaciones divulgadas en los medios de comunicación y los recuerdos de los testigos. Estudiaron el caso del accidente del vuelo de la twa en Nueva York en 1996, pro vocado por la explosión del depósito de combustible.33 Demostraron que los relatos de algunos testigos que afirmaban haber visto un misil destruir el avión eran el fruto de falsos recuerdos condicionados por las especulaciones de la prensa sobre un atentado terrorista inmediatamente después del accidente. A través de su insistencia reiterativa sobre la pista terrorista, los medios habían sugerido a los testigos la existencia de un misil y, en consecuencia, éstos se convencieron de haber visto el artefacto justo antes de la explosión. Las dos expertas lograron desmon110
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tar el proceso complejo de generación de un falso recuerdo. “El testigo más escrupulosamente honesto y sincero no puede presumir ser enteramente exacto”, escriben las psicólogas. Pero por otro lado, en los últimos 20 años, los grandes progresos en el análisis de los trastornos postraumáticos han mostrado que un individuo puede recuperar progresivamente los recuerdos relativos a un evento. Los expertos en psicología cognitiva consideran que no hay que descartar, en los procesos penales, el surgimiento de nuevas informaciones auténticas por parte de los testigos, que completen sus declaraciones iniciales. Sus relatos pueden enriquecerse hasta varios meses después de los hechos vividos. Se debe a un fenómeno de retención de recuerdos, que se liberan progresivamente. Sin embargo, estos nuevos recuerdos auténticos pueden ser acompañados de nuevos recuerdos falsos también. Un tipo de amnesia, la amnesia disociativa, puede manifestarse después de un evento traumático. Sin embargo, este trastorno de la memoria es claramente identificable ya que la persona, de forma manifiesta, no accede a los recuerdos autobiográficos anteriores o posteriores al evento, accidente o crimen. Las declaraciones iniciales de Cristina no evidencian ninguna amnesia. Por otro lado, la recuperación progresiva de recuerdos se inscribe en un proceso acumulativo, pero no contradictorio: nuevos recuerdos se añaden a los recuerdos antiguos y los completan. No existe constancia, en los estudios científicos, de casos donde un testigo o una víctima recupera constantemente recuerdos contra dictorios y versiones diferentes del episodio vivido. La señora Ríos no presenta los signos de una víctima que recupere progresivamente la memoria. Si eso fuera el caso, habría que considerar que está perpetuamente asaltada por recuerdos que no siguen una gradación lógica: primero dice que no reconoce ninguna voz y excluye claramente las voces de los detenidos, luego afirma que reconoce la voz de la mujer desde el inicio, luego la del hombre, pero no la de la mujer, y finalmente reconoce las dos voces. T estimonio
hueco
Los recuerdos de Ríos no son fragmentos de una historia que surgen poco a poco: cada uno de sus testimonios son relatos completos que cambian y se invalidan entre sí, adecuándose o contradiciendo a los de su hijo. En cada declaración, las modificaciones parecen plenamente conscientes. Y, lo más importante, sus remembranzas nunca surgen de 111
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forma espontánea, aportando información nueva: sus declaraciones siempre retoman datos aportados anteriormente por los policías y los demás testigos. En el espacio de una semana, Cristina supuestamente recordó que su hijo había tenido contacto con una mujer de acento raro y manos blancas y luego que ella misma había escuchado esa voz. El 15 de febrero de 2006 declaró: Desde la primera casa de seguridad, mi hijo y yo escuchamos la voz de una persona extranjera con acento muy peculiar, por lo que una vez que he analizado esta voz, con la voz que he escuchado en los medios de comunicación (televisión) de la persona que se identifica con el nombre de florence marie louise cassez crepin y sin temor a equivocarme, reconozco que es la misma voz que escuché en varias ocasiones en las dos casas de seguridad, lo anterior debido a que el sitio del cuarto donde los secuestradores me pusieron estaba muy pegado a la puerta que daba al cuarto donde se encontraban los sujetos que nos cuidaban y al momento de entrar y abrir la puerta escuchaba la voz de ella claramente percibiendo la voz y el tono de una extranjera […] Quiero precisar que derivado de las llamadas efectuadas y difundidas por los medios masivos de comunicación, es decir la televisión, de quien refiere ser florence marie louise cassez crepin al respecto deseo manifestar y sin temor a equivocarme que ratifico reconocer su voz como la voz de la misma mujer que escuché en el interior de las dos casas de seguridad.
Cuando le presentan fotografías de los dos sospechosos, Cristina Ríos manifiesta reconocerlas como las dos personas “que le pusieron a la vista a través de la cámara de Gessel”. Su hijo declara exactamente lo mismo. Irónicamente, podríamos decir que la investigación progresa a grandes pasos: 1. Se confirma que las personas exhibidas en la cámara de Gessel son Vallarta y Cassez. 2. Se confirma que las personas exhibidas en televisión son Vallarta y Cassez. Eso también lo atestigua el vendedor de verduras, en el caso de la francesa. 3. Se confirma que Cristina vio y escuchó a Vallarta y Cassez en el rancho Las Chinitas, plató de filmación televisiva donde la presencia simultánea de todos ellos está efectivamente comprobada. 4. Y “derivado” de todo lo demás y gracias a los medios masivos de comunicación, Cristina se acuerda de que escuchó su voz en lo que llama, en lenguaje policial, “las dos casas de seguridad”. 112
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¿Qué interés tienen estas declaraciones? Ninguno. Sin embargo, el 3 de marzo, la siedo determinó el ejercicio de acción penal contra Vallarta y Cassez.34 Los enviaron a prisión: él, al Reclusorio Oriente, y ella a Santa Martha Acatitla. Rindieron sus declaraciones ante la juez quinto de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales el 9 de marzo. Dos días más tarde, la juez dictó auto de formal prisión contra la pareja.35 En junio de 2006, para no tener que rendir su testimonio en el Juzgado Quinto y enfrentar las preguntas de la defensa de Vallarta y Cassez, Cristina y Christian comparecieron a través de un sistema de videoconferencia, desde la ciudad de San Diego, Estados Unidos.36 Antes de esperar las preguntas, Ríos se apresuró a declarar: “Muchas cosas me vienen a la cabeza”. Entonces, retomó parte del testimonio de Ezequiel. Dijo que, en una ocasión, cuando le llevaron comida, vio a una mujer de espaldas con un pasamontañas. “Al término del pasamontañas salía el pelo rubio” (sic). También añade, escuetamente: “Fui objeto de que abusaran de mí” (sic). Según Cristina, los abusos no fueron solamente obra del líder de la banda, sino también de los demás secuestradores. Tres años más tarde, en una carta dirigida a la prensa, las remembranzas se extenderán más todavía: Cristina dirá que la voz de Cassez —solamente ella— le “taladra los oídos”37 desde su secuestro y que siempre la recordará. El fenómeno de recuperación de fragmentos de recuerdos por parte de un testigo es, obviamente, un proceso psicológico individual. Más dudosa es la simultaneidad y la coincidencia en cuanto al contenido que existen entre las rememoraciones de Cristina, las de su hijo y las del vendedor ambulante. Todos estos testimonios rectificados o tardíos se ajustan a los intereses apremiantes de las autoridades acusatorias: los recuerdos surgen precisamente en el momento en que el gobierno los necesita desesperadamente, cuando tiene que enfrentar la pesadilla del descubrimiento del montaje. La tendencia inflacionista de los testimonios de Cristina se mantendrá en los próximos años, acomodándose a las necesidades políticas. El miedo de Cristina está tallado a medida. Tenía miedo, pero solamente para ella: dejó que su propio hijo declarara en contra de Vallarta, el supuesto jefe de la banda, desde el primer día, el 9 de diciembre. Y el miedo inicial de la señora Ríos protege únicamente a las dos personas que ya fueron detenidas y no representan más una amenaza: Vallarta y Cassez. Sin embargo, señala ampliamente a Edgar y sus primos, que siguen libres. Igualmente, Christian dedica la casi integralidad de su 113
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última declaración a aportar detalles sobre su primo y los familiares de éste. La pgr excluye a todos los demás sospechosos de la investigación: Vallarta y Cassez son sus únicos trofeos. Hasta entonces, sólo Ezequiel, en su particular estilo sinuoso, había sido constante en sus acusaciones contra Israel y Florence. El 10 de febrero de 2006 las autoridades proclamaron, en un acto de pura pre monición, lo que solamente ocurriría una semana después: las víctimas identificando a sus secuestradores. Notas Víctima bajo influencia. Causa penal 25/2006-IV, tomo IX, pp. 335-412. 3 Anabel Hernández, “¿Simulación o justicia?”, Reporte Índigo, 13 de marzo de 2009. 4 Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 256-259. 5 Causa penal 25/2006-IV, tomo IX, pp. 672-677. 6 Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 248-255. 7 Son las primeras declaraciones judiciales que reconocen como auténticas. Las de Israel Vallarta del 22 febrero de 2006 y 9 de marzo de 2006, y las de Florence Cassez del 22 de febrero de 2006 y 9 de marzo de 2006. Causa penal 25/2006-IV, tomo VII, pp. 186-190; tomo VIII, pp. 94-98 y 102-108; tomo IX, pp. 40-57. 8 Vallarta lo identifica “porque esos apellidos se los proporcionó a unos reporteros”. 9 Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, artículos 217-224. 10 Declaración de Christian Ramírez Ríos del 7 de junio de 2006. Causa penal 25/2006-IV, tomo IX, pp. 664-667. 11 Declaración de Cristina Ríos Valladares del 7 de junio de 2006. Causa penal 25/2006-IV, tomo IX, pp. 672-677. 12 Declaración de Ezequiel Elizalde Flores del 30 de mayo de 2006. Causa penal 25/2006-IV, tomo IX, pp. 529-533. 13 Declaración de Ezequiel Elizalde Flores del 9 de diciembre de 2005. Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 248-255. 14 Declaración de Christian Ramírez Ríos del 9 de diciembre de 2005. Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 238-242. 15 Solicitud de arraigo del 10 de diciembre de 2005. Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 409-420. 16 Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 256-259. 17 Comparecencias del 1° de marzo de 2006 de José Luis Escalona Aldama, Germán Ovidio Zabaleta Abad, Carlos Servín Castorena y José Aburto Pazos. Causa penal 25/2006-IV, tomo VIII, pp. 148-172. 1 2
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“Afirma víctima que francesa ayuda en plagio”, El Norte, 19 de enero de 2006. El título no fue redactado por la cadena francesa. Causa penal 25/2006-IV, tomo III, pp. 294-296. Causa penal 25/2006-IV, tomo I, pp. 248-255. Parte policial del 26 de diciembre de 2005 por los policías federales investigadores Aarón Martínez López, Maricruz Ramos Martínez, Tito Jiménez Vázquez. Causa penal 25/2006-IV, tomo II, pp. 204-212. Ampliaciones de declaraciones de los mismos policías del 16 de junio 2006. Ibidem, tomo X, pp. 63-69. Causa penal 25/2006-IV, tomo II, pp. 209-210. Acta circunstanciada de cateo. Causa penal 25/2006-IV, tomo III, pp. 213220. Comparecencia de reconocimiento de inmueble. Causa penal 25/2006-IV, tomo II, pp. 293-294. Causa penal 25/2006-IV, tomo III, pp. 321-324. Causa penal 25/2006-IV, tomo III, pp. 476-477. Causa penal 25/2006-IV, tomo IV, pp. 420-423. En concreto, se trata de la Subagregaduría regional de la pgr. Causa penal 25/2006-IV, tomo III, pp. 370-374. Causa penal 25/2006-IV, tomo III, pp. 379-383. Daniel Schacter y Elizabeth Loftus, “Memory and law: What can cognitive neuroscience contribute?”, Nature Neuroscience, 16(2), 2013, pp. 119‑123. Deborah Davis y Elizabeth Loftus, “Internal and External Sources of Misinformation in Adult Witness Memory”, Handbook of Eyewitness Psychology (vol. I). Memory for Events, 2007, pp. 195-237. Causa penal 25/2006, tomo V. Causa penal 25/2006, tomo VII. Causa penal 25/2006-IV, tomo IX, pp. 664-667 y 672-677. Carta de Cristina Ríos Valladares publicada en La Jornada el 7 de marzo de 2009.
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