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14 Juan Camilo Mouriño El secretario que se dio a desear
La venganza de las caderas
—¡S
on unos cabrownes! —fue la primera expresión
que emanó de las entrañas de John Reuter en
cuanto Beto Tavira mencionó el episodio de “El Chico Súper Poderoso”.
—¿Entonces es cierto que el Gobierno Federal retiró la
pauta de publicidad por la portada de Juan Camilo Mouriño en Quién? —preguntó Beto abrumado por la culpa al CEO de Grupo Expansión, empresa a la que pertenecía la revista.
—Efectivamente, Beto. No fue algo significativo. Es muy
poco lo que se anuncia el Gobierno con nosotros. Pero sí, cancelaron todo luego de tu reportaje.
—¿Debo preocuparme por algo? —cuestionó al gringo
mientras tragaba saliva y pensaba en su hipoteca.
—Sí, preocúpate por traer más cover stories como ésa —res-
pondió John mientras le daba un par de palmadas en el hombro derecho.
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Era el primer semestre de 2008. John y Beto estaban en
el auditorio acondicionado en el primer piso de las ofici-
nas de Grupo Expansión, que ya había afincado su domicilio
en el número cuatrocientos cincuenta y seis de la Avenida Constituyentes, en la colonia Lomas Altas de la Ciudad de México. Por lo menos dos veces al año, John Reuter organizaba
pláticas con todos los empleados (en diferentes horarios y divididos en grupos) con el fin de presentar los avances y retos
de la compañía. Fue al final de uno de esos encuentros cuan-
do Beto se le acercó. Era la fuente más confiable posible para confirmar lo que se rumoraba en las redacciones de los perió-
dicos, entre los reporteros de política: Juan Camilo Mouriño le había quitado la publicidad a Expansión.
“Que se chingue la franquicia”, dijo asumiendo todas las
consecuencias la editora general de Quién, Diana Penagos, luego de leer el perfil de Juan Camilo Mouriño que, para no variar,
Beto entregó tarde, pero en el que gracias a un par de fuentes muy cercanas a Mouriño que Beto había conseguido en el últi-
mo momento, se descubría lo que no se sabía de la vida priva-
da del recién nombrado secretario de Gobernación (asumió el cargo el 16 de enero de 2008).
“Antrea en el Love y lleva a sus hijos al colegio. Le gustan los
trajes Zegna tanto como el futbol. No fuma, toma ron y baila de concurso. Con ustedes: el galán del gabinete”. Así presentaba
el sumario al personaje. Diana hizo un par de consultas a los directivos de GE y tomó la decisión.
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En estricto sentido, por estrategia comercial, la portada de
Quién correspondiente al ejemplar de la primera quincena de febrero era ocupada por la franquicia de “Las 10 parejas
más atractivas de México”, con el fin de subirse a la cresta de la
ola del Día del Amor y la Amistad. Su estatus era inamovible.
No obstante, la Penagos le dio una patada a la flecha de cupido,
con todo y que había acordado con el productor de cine Billy Rovzar que él y su entonces esposa, la actriz Sara Maldonado,
ocuparían la portada del 8 de febrero de 2008. Sin embargo, su olfato periodístico la llevó a dar prioridad al inquilino del despacho más poderoso del antiguo Palacio de Cobián.
Tenía sólidos argumentos. Luego de la publicación del re-
portaje “Los Fox, su vida después de Los Pinos” (14 de septiembre de 2007) que había provocado que la Cámara de Diputados creara una comisión para investigar al ex presiden-
te Vicente Fox y con el que la revista había obtenido una mención especial en el Premio Nacional de Periodismo, Diana tenía muy claro que Quién había adquirido un nuevo estatus entre
los medios impresos. Se había convertido en una revista que influía en la agenda política del país; en referencia obligada. Vamos, como solían decir entre el equipo de Quién, era “una niña bien que había conquistado al Círculo Rojo”.
Además, Juan Camilo era un personaje del que todas las lec-
toras querían saber. Reunía las cualidades que lo hacían “aspiracional”: niño bien, joven, guapo, inteligente, con poder y,
para rematar, de ascendencia española, es decir, extranjera; las delicias de cualquier mujer.
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El político panista ocupó el espacio principal del número
ciento cincuenta y ocho de Quién con una foto del archivo de David Eisenberg, la cual había sido tomada tiempo atrás para
la revista Líderes Mexicanos y cuyos derechos de publicación Beto había conseguido con el fotógrafo mismo.
Vestido con traje gris y corbata azul, sentado, con las manos
cruzadas y el anillo de casado en primer plano, así aparecía “El Chico Súper Poderoso”, como anunciaba el título, obra del director creativo de aquellos tiempos, Guillermo Caballero,
que en una lluvia de ideas en busca del balazo de portada lo mencionó de forma humorística y todos entusiasmados grita-
ron: “¡Ése, ése es!”. Resultó una genialidad. Lo acompañaba el siguiente sumario: “La esposa, los hijos, los hábitos y los pla-
ceres del galán del gabinete”. Debajo, en un recuadro, estaba la foto de Billy Rovzar y Sara Maldonado, una de las “Parejas más atractivas de México”, la que debía haber sido la portada.
Pese a que Diana les había informado que en Quién una
portada podía no serlo cuando hubiera un breaking news imposible de pasar por alto, en cuyo caso la planeada podía
convertirse en un recuadro o balazo secundario, Billy y su representante artístico expresaron fuertemente su indignación,
tanto que el bisnieto de Emilio Azcárraga Vidaurreta no quiso colaborar con la revista por un buen rato y la puso en su lista negra, la de revistas non gratas.
Ni modo, había que privilegiar la nota. En ese momento,
“político mataba carita”, y “político carita” en la cúspide del poder mataba todo. La coyuntura era perfecta, no se podía dejar pasar. Así que aunque a Diana le zumbaron los oídos por QUIEN CONFIESA OK.indd 174
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mucho tiempo, los resultados le hicieron saber que tomó la decisión correcta.
Juan Camilo hizo su propio berrinche. Contrario a Billy
Rovzar, él no quería aparecer en la portada de Quién. Pero no le tomó por sorpresa. Sabía que era un hecho.
La obsesión por llevar a Mouriño en una portada comen-
zó unos tres o cuatro meses atrás, cuando la directora editorial, Blanca Gómez Morera, leyó el libro El presidente electo.
Instructivo para sobrevivir a Calderón y su gobierno, de Jorge
Zepeda Patterson y Salvador Camarena, con este último había
hecho una buena amistad cuando él también trabajaba en GEE como editor de la revista Chilango. En ese libro, Salvador ha-
cía una detallada descripción de la relación entre Juan Camilo y Felipe Calderón. Blanca se dio cuenta del peso que tenía el entonces jefe de la Oficina de la Presidencia y de que tenía el perfil perfecto para salir en Quién.
Gracias a Salvador, Blanca llegó a Maximiliano Cortázar Lara
(Max para los cuates), en aquel momento coordinador general de Comunicación Social de la Presidencia de la República,
y le solicitó una entrevista con Juan Camilo. Max las recibió a ella y a Diana en su oficina de Los Pinos sólo para decirles que veía difícil una entrevista. Ellas le informaron que de cual-
quier manera saldría un perfil biográfico en Quién y qué me-
jor que confirmar los datos con la fuente directa. Max les pidió que esperaran un tiempo, que vería qué podía hacer.
El encargado de escribir el reportaje fue Beto. Blanca y
Diana lo pusieron al tanto de lo que habían platicado con Max y él empezó su labor. Conforme avanzaban los meses y su inQUIEN CONFIESA OK.indd 175
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vestigación, los tres hicieron marcaje personal a Max con la
esperanza de conseguir la ansiada entrevista o al menos material fotográfico exclusivo, pero nada. Él únicamente les daba
largas. Nunca les dijo que no, pero tampoco les dijo cuándo… hasta que la fortuna se puso de su lado.
El día que Mouriño fue designado secretario de Gobernación,
Diana tomó la decisión de que no podían esperar más, sí o sí, el perfil tenía que salir en la siguiente edición, nada más que para esas alturas Beto tenía casi nada. La información familiar
era poca. El lado desconocido de este político conocido se ma-
nejaba con absoluto hermetismo por parte de su círculo cercano. Los coordinadores de foto de la revista habían tratado de conseguir durante varios días imágenes de su esposa e hijos
que no hubieran salido antes a la luz. Para publicar, dependían mucho de las fotos y sólo quedaba una semana para la fecha de cierre. Existía la posibilidad de que no lo lograran.
En la búsqueda de testigos confiables, uno fue llevando a
otro. Finalmente, a contrarreloj, Beto llegó a quienes pudieron hacer una radiografía del hombre que le hablaba al oído al
presidente Felipe Calderón Hinojosa. La mesa estaba servida y, con ella, un retrato biográfico sobre la importancia de llamarse Juan Camilo.
Esas cosas ocurrían en Quién. Cuando creían que no lo con-
seguirían, algo pasaba que, como por arte de magia, se armaba
el rompecabezas para que salieran en el mejor timing con un portadón.
Como dicta el deber periodístico, Diana Penagos le avisó a
Max que ya no esperarían más, que el perfil iba en el próxiQUIEN CONFIESA OK.indd 176
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mo número. Él, en respuesta, la invitó a “platicar” por segunda
ocasión a su oficina en la Residencia Oficial de Los Pinos. Diana le pidió a Beto que la acompañara. Y así fue. En su despacho los recibió un Max amable, amigable y hasta sumiso.
—Échenme la mano —les dijo, con el gesto de súplica ensa-
yado para esas negociaciones.
—Pues tú nunca nos has echado la mano con nada que
tenga que ver con la Presidencia —respondió la Penagos, que siempre ha dicho las cosas sin eufemismos.
—Solamente ayúdenme esperando un poco. El Presidente
acaba de designar a Mouriño. Aguántennos a que pase tantito.
—No tiene sentido —replicó Diana—, la designación de
Juan Camilo es precisamente nuestra coyuntura. Ya estamos por entrar a imprenta, Max.
—¿Qué trae el reportaje?
—Anécdotas de Juan Camilo, de su esposa, sus hijos… Lo
que sería bueno es que nos ayudaras con fotografías de su álbum personal. Ándale, “échanos la mano”. —Ya verás que sí, Dianita.
Las fotos por parte de Los Pinos nunca llegaron.
El perfil sobre Juan Camilo Mouriño salió publicado con
una extensión de ocho páginas. La labor de los buscadores de imágenes de la redacción fue titánica. La entrada del texto lo presentó así:
Que Juan Camilo Mouriño Terrazo es el segundo hombre más
poderoso de la escena política mexicana, todo mundo lo sabe. Que ha construido una meteórica carrera en tan sólo 10 años,
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también ya se conoce. Que nació en España pero se naturalizó
mexicano a los 18, es un tema agotado. Que sufrió un secuestro a mediados de los noventa, también se ha hablado mucho.
Pero lo que nadie ha dicho de quien da la última palabra en la Secretaría de Gobernación es que, antes de sentarse en la
silla principal del antiguo Palacio de Cobián, era cliente frecuente del Love —el antro de moda en el DF—, acudía a restaurantes de comida española, disfrutaba de buenas veladas
con sus amigos en La Lune —el cantabar de Polanco— y que
cuando la agenda de Felipe Calderón lo permitía jugaba fut-
bol con él y otros miembros del gabinete en los jardines de Los Pinos. Eso sí, los fines de semana estaban reservados para
viajar a Campeche, donde se reunía con su esposa María de los Ángeles Escalante Castillo (hija del prominente constructor Eduardo Escalante Escalante), a quien llaman de cariño
Marigely, y sus tres hijos: María de los Ángeles, Iván y el pequeño Juan Camilo.
En el mismo reportaje se incluía un recuadro titulado “Juan
Camilo de la A a la Z” en donde se detallaba, de acuerdo con las letras del abecedario, alguna característica del hombre
que de 2006 a 2008 ocupó el cargo de jefe de la Oficina de la Presidencia de la República: Antro: Love
Bebida: Ron
Comida: Española Deporte: Futbol
Equipo: Celta de Vigo (propiedad de su papá Carlos
Mouriño Atanés) QUIEN CONFIESA OK.indd 178
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Fecha clave: 16 de enero de 2008 (cuando lo designaron
titular de Segob)
Género musical: Inglés de los 80 Hábito: Taparse la cadera…
Ya no siguió leyendo. Uno de los testigos presentes cuando
Mouriño tuvo su portada en las manos le contó a Beto —mu-
cho tiempo después de la muerte de Juan Camilo, ocurrida el
4 de noviembre de 2008— que el Secretario se detuvo en la H y empezó “a mentar madres”. Aventó la revista y pidió a uno
de los que estaban con él que leyera el texto completo, sobre todo el párrafo donde se hablaba de eso que le provocaba altas dosis de ira.
[…] En 2007, para celebrar el primer aniversario de las elecciones del 2 de julio, Mouriño y sus colaboradores alquilaron todo el lugar [La Lune] para festejar el triunfo del presidente
Felipe Calderón [….] Juan Camilo se divirtió como nunca. No cabía de la felicidad. En ésa, como en otras fiestas, se comprobó que el guapo del Gabinete tiene muy buen ritmo para bailar
y que tanto la salsa como la cumbia son lo suyo. Simplemente no paraba y, misteriosamente, jamás se quitó el saco. “Así esté
bañado en sudor, Juan Camilo siempre tiene algo que le cubra la cadera o lo suficientemente holgado para que la disimule”,
comentó alguien que lo conoce muy bien y que optó por el
anonimato. “Es que esa parte de su cuerpo es un poco anchita y no le gusta”.
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Se distribuyeron a todo lo ancho y largo de la República
Mexicana los ciento treinta y cinco mil ejemplares de Quién,
el tiraje aproximado de la revista en esos años. El Círculo Rojo
volvió a recibir con mucho agrado a “la niña bien”. La fuente de política retomó lo “retomable” para sus notas e investiga-
ciones. La mayoría de los lectores supuso que el secretario de Gobernación había dado la entrevista, había posado en exclusiva y había contado de viva voz los detalles que se anunciaban desde la portada.
Juan Camilo Mouriño mentó madres cada día de los catorce
que estuvo la revista en circulación, sobre todo por lo pegajoso que resultó el clásico de El General que el conductor Fernando
Rivera Calderón le cantó en el programa El Weso, de W Radio, con motivo del reportaje: “Una libra de cadera no es cadera,/ dos libras de cadera no es cadera,/tres libras de cadera no es
cadera./Tú la tienes toda por eso te ves buena./Digo, corazón, que tú te ves bien buena./Digo, mi amor, que tú te ves bien
buena./Bien, bien buena, tú te ves bien buena... La cadera fue la protagonista de “El Chico Súper Poderoso”.
Poco tiempo después, John Reuter fue informado de que las
pautas publicitarias que el Gobierno Federal tenía contratadas
en diferentes revistas de Grupo Editorial Expansión habían sido canceladas.
“Es de mala educación espiar”, decía su mamá Añú Cervantes de Ovando se asustó cuando vio las raíces de
su pelo en el espejo. Siendo la editora de sociales de Quién, no QUIEN CONFIESA OK.indd 180
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