LOS CATÓLICOS

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“Los católicos” Vicente Leñero en torno a la fe



“Los católicos” Vicente Leñero en torno a la fe

Miguel Mier Maza Armando Ponce Estela Franco Mariana Leñero Ricardo Solar Javier Sicilia Ignacio Solares Myrna Ortega Francisco Prieto Alicia Molina Eduardo Garza Analú del Valle Prieto Alejandro Anreus José Ramón Enríquez Luis de Tavira Adela Salinas


“Los católicos”. Vicente Leñero en torno a la fe Primera edición: diciembre, 2016 D.R. © 2016, Comunicación e Información, S.A. de C.V. Fresas 13, colonia Del Valle, delegación Benito Juárez, C.P. 03100, Ciudad de México D.R. © María Estela Franco Arroyo D.R. © Ediciones Proceso Ilustración de portada: Isabel Leñero Diseño de portada, interiores y formación: Julia Bolaños Leñero edicionesproceso@proceso.com.mx Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos. ISBN: 978-607-7876-43-4 Impreso en México / Printed in Mexico


ÍNDICE

Introducción 9 Miguel Mier Maza Prólogo 11 Armando Ponce Mi vida con Vicente Estela Franco

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El corazón abierto que me han dejado los recuerdos Mariana Leñero

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Mi suegro, Vicente Leñero Ricardo Solar

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Vicente Leñero, mi amigo Javier Sicilia

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Sobre Vicente Leñero Ignacio Solares

77

En charlas de sobremesa. Carta a Vicente Leñero Myrna Ortega

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Leñero en cuatro tiempos Francisco Prieto

113

Hasta luego Alicia Molina

133

Vicente Leñero, hablar de Dios Eduardo Garza Cuéllar

143

Dios y la vida de todos los días Analú del Valle Prieto Rebollar

153

Recordando a Vicente Leñero Alejandro Anreus

163

Con Leñero, al principio del Génesis José Ramón Enríquez

173

Dos asomos al corazón de Vicente Luis de Tavira

187

La opción es Jesucristo Adela Salinas

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Introducción Miguel Mier Maza*

En el ejercicio de nuestro ministerio, nosotros los sacerdotes podemos aprender mucho sobre la vida y sobre Dios en el trato con las personas; si además la intimidad desde la que se comparte involucra el sacramento de la reconciliación, ese aprendizaje gana en hondura y en matices. En este libro un grupo de amigos de Vicente nos comparte su caminar juntos; a todos, además de la fe, los unían con Vicente otros intereses, como la pasión por las letras. En mi caso el lugar del encuentro era la fe; largas pláticas, sin prisa, en su estudio, en la sala de su casa, en Cuernavaca, en la casa de algún otro miembro del grupo. Largas pláticas en las que compartíamos las oscuridades y sequedades de la fe, frecuentemente oscura y, a veces, dolorosa. Una fe que buscábamos vivir consecuentemente en nuestra cotidianidad, que en su complejidad demanda, para poder encarnarla, un quehacer artesanal, teniendo que vivirla además en el descampado de una cultura y una sociedad poco permeada por la mentalidad del Evangelio. Largas pláticas fascinantes en las que la búsqueda de sentido para el misterio de la vida, del dolor, del mal, del amor... de todo lo que puede ocupar con verdad el corazón

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humano, nos permitieron ir tejiendo una relación de más de 30 años en la que la fe era la argamasa de nuestra amistad. La enfermedad y la muerte nos hicieron ver que esas largas pláticas no habían sido discurso de intelectuales, pues el tono en el que seguimos compartiendo la fe no cambió; era verdad que la fe estaba encarnada. Ahora Vicente ya no cree, ve y goza aquello que creyó; bien por él.

* Misionero del Espíritu Santo.

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Prólogo Armando Ponce

Este es un libro testimonial sobre la fe de Vicente Leñero. Ha sido integrado pacientemente por Estela Franco con los reportes personales de cada uno de Los Católicos, grupo que se reunió mes con mes a lo largo de 15 años en unas catacumbas contemporáneas, para decirlo de alguna manera. Sus miembros hubieron de confinarse inevitablemente en la necesidad vital de religarse a la herencia de sus antepasados, de no desligarse así porque sí de la creencia de sus mayores. Se llegaron a llamar a sí mismos así, Los Católicos, cuando ya fueron siendo un conjunto más amplio, pero siempre en una dimensión humana donde la esencia fue la conversación cercana, el intercambio de ideas libres, la comunión para expresarse en torno a la búsqueda de la causa suprema del ser aquí y de un mundo más allá. Todo comenzó con una pareja, la de Estela Franco y Vicente Leñero, quienes desde su noviazgo compartían la fe católica. Cuando se casaron, en 1959, la relación se ahondó alrededor de la noción divina. En una primera instancia no les bastó el orden cristiano que, a su entender, había invertido de algún modo la propia jerarquía eclesiástica: lo primero, sospechaban, no era el amor, la comprensión y la fe, sino la riqueza, la autoridad. Pero también los escandalizaba una realidad social, económica y política donde imperaban la violencia, la usura, el crimen, y no la solidaridad. El mundo –compartían– había extraviado el valor humano:

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¿Dónde estaba Dios, dónde estaban ellos, qué había que esperar de uno y de otros? En una palabra, ¿qué era, hoy, ser un cristiano? Cumplidas a cabalidad sus aspiraciones, cuando novios, para dedicarse a la psicología y a la literatura, esas fueron las preguntas permanentes de la pareja en el curso de su largo matrimonio, y un buen día, cuando Estela concluyó la novela El Bautista, de Javier Sicilia, ambos decidieron invitarlo a conversar. A la reunión, hace más de 15 años, éste llegó con su entonces esposa Cocó, y estuvieron además la cuarta hija de los Leñero-Franco, Mariana, con su marido Ricardo Solar, ateo, recién casados, y el dramaturgo católico y comunista José Ramón Enríquez. Para suplir las ausencias de estos tres últimos, que se fueron a vivir a otras ciudades, se integraron después los escritores Francisco Prieto y su esposa Alicia Molina, al igual que su colega Ignacio Solares –quien había escrito el prólogo a otro libro de Sicilia, El profeta– y Myrna Ortega, promotora cultural, su mujer. Más adelante el filósofo Eduardo Garza Cuéllar, con su compañera Analú, coach organizacional. Y el mismo Javier Sicilia, de nuevo, quien tras su divorcio se hizo acompañar de su pareja Isolda Osorio. Esa evolución del grupo la vamos a leer como apertura en palabras de Estela Franco gracias al detallado relato concedido como entrevista a su hija mayor, también Estela (como ella, y también dramaturga como su padre) y a la colega de ésta, Elvira Cerón. Será el preámbulo –“Mi vida con Vicente”– de este libro que concibió Estela Franco para testimoniar aquellas reuniones que se dieron cada mes o cada dos meses en distintas casas de los amigos desde 1999.

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El objetivo central de los encuentros informales de Los Católicos no era otro: Hablar de Dios. Si había un solo rigor en esas agradables comidas, aunque se hablara de variados temas, era no dispersarse sobre la experiencia personal y las ideas que cada uno de ellos tenía o iba teniendo acerca de la divinidad. Esa, refiere Estela, era “la consigna”. “Se trataba de compartir (dialogar, debatir, discutir, pelearse) sobre la relación de la fe con la literatura, el dinero, el periodismo, las noticias…”, escribe Eduardo Garza Cuéllar. “Todo fluía sobre lo que pensábamos y nos enfocamos más al tema de Dios con mucho cariño”, relata Estela; pero en ocasiones, por tratarse de reunión libre y de abordar tópicos poco ortodoxos, dada la condición de Vicente Leñero como escritor connotado y periodista de altos vuelos, giraban también por ahí. Por eso ella misma acota: “Precisamente este libro recoge las experiencias de todos ellos con Vicente y es una manera de reconocer la parte íntima y humana de él”. Sicilia lo testimonia así en el texto escrito para estas páginas, donde evoca el acercamiento directo de Estela para invitarlo a la primera reunión: “Yo tengo para mí que esa necesidad no era únicamente suya (de Vicente), sino de Estela y de él, de esa profundidad espiritual que habían compartido y profundizado juntos a lo largo del tiempo, y que se expresaba, bíblicamente hablando –‘dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa y serán una sola carne’ (Gn. 2:24)– como una sola voluntad.”

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En efecto, fuera de ahí Vicente Leñero no se enfrascaba en disquisiciones religiosas para hacer proselitismo, pero sí para impugnar a la jerarquía eclesiástica. Ahora que este año Seix Barral inauguró la Biblioteca Vicente Leñero (la editorial catalana que le concedió en 1963 el Premio Biblioteca Breve por su novela Los albañiles, primera presea internacional otorgada a un narrador mexicano), aparecieron en su primera emisión varios libros suyos, entre ellos Redil de ovejas, presentada así: “Contada de manera documental, colectiva, Redil de ovejas estudia un momento tenso en la historia reciente de la fe católica: la necesidad de renovarse frente a los retos del mundo actual, de dejar atrás concepciones medievales para adoptar un verdadero humanismo”. Y es que jamás mezcló literatura y religión en el sentido de que descartó tajantemente la denominación de “escritor católico”, si bien transparentó como nadie en nuestras letras, eso sí, los conflictos a los que desemboca una falsa religiosidad, aunque en su vida cotidiana no hacía juicios de valor. Cuando Estela Franco me invitó a prologar este libro sentí la necesidad de agradecérselo con una simple justificación para mí mismo, pues durante más de dos décadas de tratarlo día con día en la revista Proceso –la sección cultural a mí encomendada estaba adscrita a él como subdirector–, jamás lo escuché juzgar, intentar humillar a alguien o implantar una verdad. La nota distintiva que más me llamó la atención de él fue su rechazo al autoritarismo. Y por ello traeré a cuento aquella memorable conversación hace un par de décadas en que él y Julio Scherer hablaron públicamente de Dios, a instancias del fundador y director entonces de Proceso. Era una comida de cumplea-

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ños del reportero Miguel Cabildo en el amplio jardín de su casa por los rumbos de Tepepan. Estábamos alrededor de 30 compañeros, 40 personas en un día espléndido. Ante la pregunta de Vicente sobre por qué no creía en Dios, Scherer fue tajante: –Porque no me hace falta. A su vez, Leñero dijo: –Para mí es como la sangre que corre por las venas. Sí, un libro testimonial, porque intenta preservar la memoria de un aspecto desconocido de Vicente Leñero, el íntimo sobre su religiosidad, pero también en la intentona de transmitir una fe, si atendemos a la convicción profunda de Estela por convocar a todos Los Católicos a escribir su muy personal visión de las reuniones, incluso a personajes que nunca asistieron, como Luis de Tavira, o al amigo epistolar del escritor, el pintor cubano Alejandro Anreus radicado en Nueva York. El 3 de diciembre de 2014 se fue Vicente Leñero. La comunidad cultural del país lo despidió cariñosa, emotivamente en el lobby del Palacio de Bellas Artes. A dos años de su partida, todos los escritos que el lector va a encontrar aquí fueron hechos como aceptación de la amorosa convocatoria de Estela Franco para evocar su participación en esas conversaciones. Por ello, de una u otra manera, hay innumerables referencias a Vicente Leñero como escritor y como periodista, pues esas eran sus herramientas cotidianas, según se dijo. Pero la tabla de salvación de Vicente, en la intimidad, era la permanente búsqueda de Dios: Preservación de la memoria, transmisión de una fe.

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