“Yo sólo quería que amaneciera...” Impactos psicosociales del caso Ayotzinapa RESUMEN EJECUTIVO
El presente informe describe la manera en que los ataques del 26 y 27 de septiembre de 2014, en la ciudad de Iguala, Guerrero, en contra de los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, trastocaron la vida de las víctimas. Este trabajo forma parte del seguimiento a la recomendación de la CNDH en su informe de 2015, así como al segundo informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), en el que recomienda la creación de un equipo encargado de llevar a cabo un estudio o diagnóstico del impacto psicosocial y en la salud de las víctimas del caso Ayotzinapa, que deberá ser tomado en cuenta para la atención a víctimas. El Grupo propuso, asimismo, que el estudio fuera realizado por un equipo independiente, que contara con la competencia profesional adecuada pero también con la confianza de las víctimas. Este criterio es fundamental, dado que la naturaleza de los hechos victimizantes lesionó seriamente la confianza de las víctimas en las instituciones del Estado. En función de ello, respaldado por su labor previa de acompañamiento con las víctimas y por invitación de los representantes legales del caso, Fundar, Centro de Análisis e Investigación, asumió la tarea de conformar y coordinar un equipo multidisciplinario integrado por cuatro psicólogas, una antropóloga y un médico, y contó, además, con la participación de un equipo de médicos que elaboraron un apartado específico sobre los impactos en la salud de los familiares de los estudiantes normalistas desaparecidos. Principales hallazgos El presente informe documentó y analizó los impactos en los distintos grupos de víctimas: estudiantes sobrevivientes, estudiantes heridos y sus familiares, niños y niñas, así como familiares de los estudiantes privados de la vida y de los 43 normalistas desaparecidos. El informe reconoce impactos diferenciados en cada grupo de víctimas, tales como las secuelas postraumáticas entre los estudiantes sobrevivientes y la llamada “culpa del sobreviviente”, así como el dolor por la ausencia de sus compañeros. También se abordan los impactos vividos por los estudiantes normalistas que fueron gravemente heridos y sus familiares, para quienes los hechos generaron la ruptura de su proyecto de vida y los obligaron a desplazarse de su lugar de origen. Asimismo, se abordan los procesos de duelo traumático que enfrentan los familiares de los normalistas asesinados, y se da cuenta, a través del juego y del dibujo, de las profundas afectaciones a los niños y niñas, que buscan dar sentido a los hechos frente la falta de respuestas. El informe muestra los impactos psicosociales que viven hasta la fecha los familiares de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, quienes enfrentan un proceso de duelo congelado –pues no saben si sus hijos están vivos o muertos– y profundas consecuencias en todos los ámbitos de su vida.
Al mismo tiempo, el informe recoge la experiencia de familiares de personas desaparecidas que pertenecen a otros colectivos, quienes se identifican con los familiares de Ayotzinapa no sólo en el dolor, sino también en la experiencia de impunidad. Finalmente, aunque los distintos grupos de víctimas muestran impactos específicos, todos coinciden en la búsqueda de verdad y justicia como una necesidad psíquica, para ayudar a dar sentido a los hechos, y como el punto en el que se entrelaza la elaboración del duelo y los procesos sociales, jurídicos y políticos. A continuación se enlistan algunas de las principales conclusiones del informe.
Impacto traumático de los hechos dentro de un continuum de violencia
Los ataques en Iguala detonaron vivencias traumáticas para todas las víctimas porque se trata de hechos abruptos, violentos y sin sentido que implican la pérdida de la vida de seis personas, tres de ellos estudiantes normalistas, la desaparición forzada de 43 estudiantes y decenas de heridos, dos de ellos de gravedad. En medio del terror de aquella noche, destaca la respuesta relativamente organizada y de apoyo mutuo de los estudiantes normalistas, así como la solidaridad de los maestros y personas de Iguala que les brindaron resguardo en sus casas. El estudio da cuenta de cómo el impacto traumático de los se ha profundizado a lo largo de más de tres años debido a nuevas actuaciones revictimizantes del Estado, como la estigmatización de las víctimas derivadas de señalamientos sin fundamentos de que tendrían relación con grupos de la delincuencia organizada, y sobre todo, de la difusión de la versión oficial de los hechos sin sustento científico, según la cual los estudiantes habrían sido privados de la vida e incinerados en el basurero de Cocula, posteriormente refutada por un peritaje presentado por el GIEI. Asimismo, se observa que en el caso de los familiares de los estudiantes heridos y privados de la vida, las instituciones encargadas de garantizar los derechos de las víctimas se han convertido en un factor de estrés adicional debido a la falta de procedimientos claros y las dilaciones atribuidas a cuestiones administrativas de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas. Estos hechos constituyen una secuencia traumática que ha profundizado el dolor de los familiares.
Desaparición forzada y duelo congelado
Los testimonios recogidos en el informe muestran que los familiares de los estudiantes normalistas desaparecidos viven en un estado de angustia permanente frente a la ausencia de los jóvenes. Mientras la búsqueda es una forma de afrontamiento positivo que les permite dar una respuesta organizada, regresar a sus casas les produce un profundo dolor porque ahí se manifiesta la ausencia de manera palpable. La desaparición forzada produce una alteración en la vivencia del tiempo, que llamamos “el tiempo detenido”, puesto que según explican los familiares, “cada día es igual al anterior mientras no sepan nada de los jóvenes”.
Los hallazgos del informe son congruentes con la literatura existente hoy en día sobre los impactos psicológicos y psicosociales de la desaparición forzada, en el sentido de que los familiares enfrentan una situación de duelo congelado. Es decir, mientras la pérdida no puede ser considerada como definitiva debido a la falta de una prueba de realidad (es decir, conocer el paradero, cumplir los rituales funerarios culturalmente adecuados), los familiares no pueden elaborar la pérdida y no tiene lugar un proceso de duelo. Esto explica por qué la versión oficial de los hechos o el paso del tiempo no permite la elaboración del duelo, y al mismo tiempo, la necesidad de saber la verdad de los familiares de los estudiantes desaparecidos.
Deterioro de la salud en los familiares de las víctimas y la urgencia de atención en salud
En el estudio se incluye un apartado elaborado por la Red 43, un grupo de médicos solidarios que han atendido a los familiares de los estudiantes normalistas desaparecidos, que da cuenta del progresivo deterioro en la salud de las víctimas. Esta situación se deriva del estado de estrés y sufrimiento emocional, así como con el cambio en el modo de vida que ha significado abandonar su vida cotidiana y las labores en el campo para dedicarse a la búsqueda de sus hijos. Frente a estos impactos, la atención en salud es una necesidad urgente para todas las víctimas.
Ruptura de la confianza en el Estado
La participación de agentes del Estado en los ataques contra los normalistas y la desaparición forzada cuestionan la función protectora que hasta entonces se le atribuía a aquél y genera sentimientos de indefensión, desamparo y vulnerabilidad en las víctimas. Como consecuencia de esto, los padres y madres tienen miedo de que sus otros hijos sufran represalias por las actividades de búsqueda y denuncia que llevan a cabo. Asimismo, el estudia muestra como la confianza que los familiares depositaron en algunas autoridades para la búsqueda de sus hijos se vio afectada por la falta de avances en la búsqueda y las subsiguientes acciones revictimizantes. Las víctimas relatan que se han sentido burlados, engañados y tratados peor que animales.
La verdad y la justicia como primera medida de reparación
Para los familiares de estudiantes heridos, desaparecidos y sobrevivientes, la reparación integral del daño sólo tendría sentido a partir de la verdad y la justicia, acompañadas de medidas que les ayudaran a reconstruir su proyecto de vida y que contribuyeran a la no-repetición de los hechos. Por esta razón, los ofrecimientos de reparación del daño que recibieron pocos días después de los hechos por parte de servidores públicos no representan un reconocimiento, sino una negación de la pérdida y un nuevo agravio.
Al insistir en este punto, los familiares sostienen que cualquier forma de reparación debe empezar por el esclarecimiento de los hechos, la sanción a los responsables y la aparición de los 43 normalistas. En otras palabras, la participación en el proceso jurídico y en las actividades de denuncia y reivindicación de los derechos forman parte del proceso de elaboración del duelo, búsqueda de sentido y apoyo social.