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Roberto Bolaño
Me sorprendí cuando recibí una invitación para participar en un simposio sobre la obra de Roberto Bolaño en la Universidad de Warwick, en Inglaterra. Los dos días que pasé discutiendo a Bolaño en las afueras de la bella ciudad de Coventry fueron maravillosos, y estuve muy agradecido por la oportunidad de desarrollar uno de mis ensayos favoritos hasta convertirlo en una ponencia sobre una de las figuras más imponentes en mi panteón literario personal. Esta es una versión ligeramente editada de aquella ponencia presentada en el congreso «Roberto Bolaño y la literatura mundial» los días 16 y 17 de mayo de 2013 en la Universidad de Warwick. La ponencia parte de los hallazgos de Tim Parks en torno a la nueva novela mundial y profundiza en las razones que llevaron a Bolaño a convertirse en una sensación literaria en el mundo angloparlante, así como su posible recepción futura y lo que esto puede decirnos sobre la traducción y la literatura en general.
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También incluyo el ensayo que inspiró esta ponencia, titulado «El sueño de nuestra juventud», publicado en forma bilingüe en inglés y español en una excelente revista digital llamada Hermano Cerdo. Ya no está disponible en inglés, así que vale la pena su inclusión por ese motivo. Adicionalmente, brinda una buena oportunidad de ver en dónde se encontraban mi escritura y mis ideas a inicios de 2008, cuando vivía en Buenos Aires y justo en el momento en que me enamoré de la literatura traducida. Me dan escalofríos al ver cómo escribí sobre la expectativa de leer 2666 como algo que habría de disfrutar una vez que la traducción estuviera terminada (en ese entonces aún no estaba lista). Y una última justificación para la inclusión de este ensayo: un amigo me dijo que este texto fue lo que lo llevó a empezar a leer a Bolaño, ¿qué mejor justificación que esta?
En retrospectiva, el asombroso incremento de la popularidad de Roberto Bolaño entre los lectores estadounidenses parece haber sido inevitable; sin embargo, la realidad es que, para cualquier escritor, alcanzar el éxito ante el gran público en los Estados Unidos es algo improbable y su obtención requiere encontrar alguna explicación, especialmente si se trata de un escritor difícil y ambicioso proveniente de una pequeña nación sudamericana. Para garantizar el éxito de un escritor en Estados Unidos no basta con ser una figura importante en la literatura nacional de algún país, tampoco es suficiente el haber ganado numerosos premios literarios internacionales. Bolaño tiene estas dos cualidades, pero hay numerosos ejemplos de escritores que también cumplen con este perfil y cuyos libros han dejado un impacto minúsculo o inexistente en la cultura estadounidense. Incluso hay numerosos ejemplos de escritores ajenos a la esfera angloparlante cuyas reputaciones han mejorado tan
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solo durante una temporada y después han sido relegados al olvido por un público lector ávido de novedades. Hasta ahora Bolaño ha evitado caer en el olvido, y vale la pena preguntarse por qué. Analizar los factores que dieron lugar a la buena recepción de su obra puede revelar qué es lo que los estadounidenses consideran literatura, qué valor encuentran en ella y cuáles son las cualidades que hacen que un autor sea del gusto del mercado estadounidense. En suma, Bolaño le presentó al lector estadounidense una mezcla de familiaridad y extranjería que le permitió tener éxito. Algunos aspectos de sus libros y de su biografía resultaron suficientemente familiares como para que los lectores pudieran etiquetarlos dentro de sus conocimientos previos, pero, a la vez, la extranjería de Bolaño sació el deseo de un público lector que busca novedad y exotismo. Lo notable es que Bolaño no se percibió tan extranjero como para resultar chocante ni tan familiar como para considerarlo banal. La primera vez que se publicó a Bolaño en inglés fue en 2003, el año de su muerte, cuando la editorial británica lanzó Nocturno de Chile en una traducción de Chris Andrews. Más tarde, en ese mismo año, también se publicó esa traducción en Estados Unidos en una edición de New Directions. Estrella distante se publicó en 2004, y en 2006 la novela corta Amuleto y la antología de cuentos Últimos atardeceres en la tierra1. A pesar de que uno de los cuentos de esta antología apareció en la edición que The New Yorker dedica anualmente a la narrativa, y que usualmente es un espacio donde se labran las fortunas de los escritores emergentes, la reputación de Bolaño en Estados Unidos en ese momento no estaba totalmente asegurada. Estrella distante, por ejemplo, recibió una sola reseña de parte de un periódico estadounidense importante, 1
La antología se publicó con el título Last Evenings on Earth.
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el San Francisco Chronicle, en la cual se le elogió modestamente cuando la llamaron «una novela picaresca y austera». Amuleto tuvo mejor fortuna en su búsqueda por hacerse espacio en las columnas periodísticas, pues recibió una reseña elogiosa de parte de Benjamin Lytal en el New York Sun, pero poco más que eso. Las cosas cambiaron sustancialmente tras la publicación del primero de los dos libros «grandes» de Bolaño. Los detectives salvajes, en 2007, fue objeto de reseñas elogiosas de alto perfil en The New York Review of Books (de la pluma de Francisco Goldman), The New York Times Book Review (escrito por James Wood), The Washington Post, The Los Angeles Times, Harper’s y un extenso artículo que simultáneamente hacía las veces de perfil y reseña en The New Yorker. En total, más de una docena de periódicos y revistas importantes en Estados Unidos publicaron artículos y reseñas sobre el libro. Esto preparó el terreno para la tormenta mediática que se formaría en torno a 2666, la cual se publicó en 2008, y que la editora de New Directions, Barbara Epler, comparó con un tsunami. La recepción positiva de la obra de Bolaño llegó a ser tan extensa que en otoño de 2008 la revista literaria n + 1 dedicó una editorial a la pregunta de por qué Bolaño fue canonizado junto al escritor alemán W.G. Sebald. La editorial de n + 1 se dedicó a examinar las cualidades literarias de la prosa de Bolaño, un asunto que desde luego debe considerarse, pero quedó pendiente la pregunta por los factores no estilísticos que contribuyeron a su recepción tan extendida. 2666 alcanzó una segunda impresión casi inmediatamente después de su primera publicación, lo que dio como resultado que circularan alrededor de 75,000 ejemplares cuando el libro recién había sido traducido al inglés. Si se tiene en cuenta que 20,000 ejemplares vendidos ya es considerado un éxito sustancial para un escritor literario, este fenómeno claramente es algo que va más allá de los factores
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estilísticos. ¿Cómo consiguió Bolaño transitar de ser un escritor para conocedores a un fenómeno de masas? Ciertamente parte de este salto se debe a que Los detectives salvajes no se publicó por New Directions, sino por Farrar, Straus and Giroux, una editorial más grande, con más recursos y vínculos con la industria y los medios. Esta transición también se debe a la obsesión estadounidense con las novelas extensas, las cuales siempre se han percibido en este país como más serias y merecedoras de atención que las novelas breves de 200 páginas o menos, como es el caso de la mayoría de los otros libros de Bolaño. Sin embargo, estos factores por sí solos no explican por qué dos novelas densas y difíciles se han vendido en semejantes cantidades, ni por qué Farrar, Straus and Giroux se atrevió a correr el riesgo de pagar un adelanto de regalías considerable a los herederos de Bolaño y a invertir en una costosa campaña de mercadotecnia para ambos libros. No hay duda de que Bolaño es un prosista experto y que se sostiene como escritor, pero, más allá de esas cualidades, aquí me conciernen los factores sistémicos. Mi trabajo diario se relaciona con las traducciones literarias y a menudo veo cómo los lectores estadounidenses y la prensa no especializada ignoran por completo a escritores de mucho mérito literario. Además, a veces algunos escritores de talla mundial y gran calidad literaria, como László Krasznahorkai, alcanzan cierto renombre entre los lectores estadounidenses, pero nunca llegan al nivel de éxito alcanzado por la obra de Bolaño. Mi pregunta aquí es qué cualidades estructurales le permitieron a Bolaño tener éxito donde muchos otros han fracasado. Pienso que las respuestas a esta pregunta pueden arrojar luz sobre lo que el mercado estadounidense busca en la literatura, en los escritores y las cuestiones sobre las que se considera que estos deben abordar y cómo deben hacerlo. Las respuestas a estas preguntas son muy importantes, no solo para el futuro de la litera-
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tura estadounidense, sino también para la literatura internacional, debido al lugar que ocupa el inglés como una lengua internacional y árbitro de qué libros serán traducido a otras lenguas. Mi primera respuesta a la pregunta de por qué Bolaño tuvo éxito es que fue capaz de encajar en un arquetipo estadounidense: el artista o poeta bohemio, que tiene una vida difícil y una obsesión romántica, a menudo insana, con su trabajo. Los detectives salvajes fue el libro perfecto para lanzar este mito, ya que es muy autobiográfico y describe precisamente ese estilo de vida romántico. Conforme aparecieron los libros en Estados Unidos emergieron algunos detalles sobre la vida de Bolaño, algunos verdaderos y otros falsos. El perfil publicado en The New Yorker por Daniel Zalewski, titulado «Vagabundos», es representativo de esta mitificación de una vida «marcada por el desarraigo». Es una pieza que toca todos los lugares comunes sobre Bolaño: su voracidad por los libros (los cuales, desde luego, el empobrecido y joven escritor tenía que robar); su deserción de la preparatoria para dedicarse a escribir poesía; su participación en los movimientos políticos que sacudieron la Ciudad de México y toda América Latina en la década de los sesenta; su retorno a Chile en 1978 en un intento infructuoso por luchar contra Pinochet; sus vagabundeos y el reguero de dientes que fue «dejando, como las miguitas de pan de Hansel y Gretel»; la infame referencia, ya desmentida, al uso de heroína; el sentar cabeza en España y su capacidad legendaria para sostener a su familia con el dinero ganado en concursos de cuentos al enviar el mismo cuento a diferentes premios; y, desde luego, el adulto con un hígado malo que luchó heroicamente para incrementar su producción literaria aun cuando el cuerpo le fallaba. «A pesar de su salud en declive», escribe Zalewski en una aseveración inverosímil, «podía escribir durante cuarenta y ocho horas antes de colapsarse». El toque culminante de esta biografía es la muerte de Bolaño en la
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mesa de cirugía justo cuando estaba por terminar su obra maestra. Esta historia se colorea aún más con las andadas contraculturales de Bolaño; por ejemplo, su interrupción de las lecturas públicas de Octavio Paz, o sus críticas a los ganadores del Premio Nobel. En resumen, la historia de Bolaño vende. En mi papel de crítico independiente y publicista de medio tiempo que usualmente lucha por posicionar obras literarias difíciles en publicaciones de gran circulación, puedo asegurar que una biografía como la de Bolaño hace la diferencia. La historia de Bolaño fue un éxito en un mercado literario impulsado por celebridades y autores fotogénicos; además, este mercado se da en un entorno mediático donde los periodistas hablan tanto de la vida de un escritor como de su obra. Esto ha sido señalado por su amigo, el novelista salvadoreño Horacio Castellanos Moya, quien escribió el ensayo «Sobre el mito Bolaño», en el cual trazó el desarrollo de este mito a lo largo de los medios estadounidenses para refutar a ese falso Bolaño creado por la prensa. Mi segunda respuesta a la pregunta de por qué Bolaño ha alcanzado semejante éxito tiene que ver con la manera en que se le ha promovido como una figura familiar para los lectores estadounidenses, pues lo han comparado con dos de los escritores latinoamericanos más conocidos en el canon angloparlante: Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez. A pesar de que la escritura de Bolaño comparte pocas similitudes formales con Borges, eso no ha impedido que los críticos hagan comparaciones. Estas comparaciones parten de los comentarios elogiosos que Bolaño ha hecho sobre el autor argentino; por ejemplo, cuando declaró que «viviría debajo de la mesa de Borges, leyendo cada una de sus páginas». Esta no ha sido una característica exclusiva de la crítica estadounidense: el prominente crítico español Ignacio Echevarría, asesor literario del legado de Bolaño,
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afirmó que Los detectives salvajes es «el tipo de novela que Borges hubiera aceptado escribir». Fue una declaración que muchos críticos estadounidenses no tardaron en aceptar, a pesar de pareciera tratarse de un sinsentido. La prensa constantemente hizo referencia a la relación entre Bolaño y Borges, el perfil de Zalewski señala que el argentino era el «ídolo» de Bolaño, y n + 1 a su vez considera que Borges es «el modelo al que Bolaño recurre constantemente». Los críticos también se vieron prestos a mencionar a García Márquez cuando discutían a Bolaño, a pesar de que el chileno tiene incluso menos puntos en común con él que con Borges. Zalewski escribe que Los detectives salvajes «avivó un grado de emoción en América Latina similar al que incitó Cien años de soledad hace tres décadas». Ilan Stavans empieza su reseña en el Washington Post afirmando que «desde García Márquez, cuya novela Cien años de soledad cumple cuarenta años, ningún otro latinoamericano había redibujado el mapa literario mundial tan enfáticamente como Roberto Bolaño con Los detectives salvajes». Steven Moore, al reseñar 2666 en esas mismas páginas, llama a Bolaño «el Gabriel García Márquez de nuestro tiempo». La crítica Marcela Valdes, al escribir sobre 2666 en The Nation, mencionó que «Bolaño tenía 50 años al momento [de su muerte], y para entonces ya era considerado el novelista latinoamericano más importante desde Gabriel García Márquez». Cabe recalcar que, en «Sobre el mito Bolaño», Castellanos Moya amargamente refuta la idea de que su amigo sea heredero de García Márquez. Las figuras de Borges y García Márquez desde hace tiempo han ejercido una cierta fascinación entre el público lector estadounidense, y en este país ciertamente se encuentran entre los escritores latinoamericanos del siglo XX más conocidos. Ubicar a Bolaño como sucesor de Borges y García Márquez nos sugiere que se trata de un autor canónico. Le dice al lector potencial que este es un es-
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critor «importante» y que el valioso tiempo libre no se va a desperdiciar al leerlo. También sugiere cierta familiaridad, lo cual puede ayudar a las ventas y que es de hecho un recurso aprovechado por Amazon cada vez que en su página indica que «si te gustó este libro deberías comprar este otro». Si te gusta Borges, lee a Bolaño. Si piensas que Cien años de soledad es importante, lee Los detectives salvajes. Mi tercera respuesta a la pregunta por el éxito de Bolaño tiene que ver con las implicaciones políticas presentes en muchas de sus novelas y la manera en que encajan con la crítica liberal al entrometimiento estadounidense en los asuntos políticos latinoamericanos durante los setenta y los ochenta, así como a las relaciones que Estados Unidos ha mantenido con México. El papel del gobierno de Nixon en el golpe contra el presidente chileno Salvador Allende en 1973 ya está bastante documentado, así como el papel de los economistas estadounidenses del libre mercado que ayudaron a instituir las reformas sociales y económicas subyacentes a las políticas económicas del dictador Augusto Pinochet. Dos de las mejores novelas de Bolaño, ambas disponibles en Estados Unidos antes que Los detectives salvajes (Estrella distante y Nocturno de Chile), evocan duramente el ambiente de terror producto de la toma de poder de Pinochet, así como la privación de los derechos de aquellos que caían de la gracia del gobierno. Aunque Bolaño no menciona explícitamente la responsabilidad estadounidense al apoyar los excesos del gobierno, estas novelas son de interés para un público lector que se siente culpable por la participación de su país y está ávido de leer un examen auténtico y de primera mano de los años de Pinochet. Por ejemplo, al escribir sobre Los detectives salvajes en The New York Times, James Wood afirma que Nocturno de Chile, la mejor novela de Bolaño según este crítico, trata sobre «la complicidad silenciosa del establecimiento literario chileno con
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el régimen asesino de Pinochet». Una de las pocas certezas de la traducción literaria es que siempre ayuda mucho tener un vínculo con los episodios importantes de la historia de Estados Unidos si se quiere captar el interés de las editoriales y conseguir que los medios de comunicación de amplia circulación les den cobertura a los libros. Los dos libros más famosos de Bolaño también se beneficiaron de los intereses políticos liberales en Estados Unidos y de la curiosidad hacia nuestros vecinos latinoamericanos. Los detectives salvajes contiene elementos que tratan sobre el golpe de Chile, así como de la guerra civil en Nicaragua y otros lugares latinoamericanos. Además, el libro contiene evocaciones a la vida cotidiana en México, un país que desde hace tiempo ha sido una especie de alter ego de la mentalidad estadounidense. Mientras que Los detectives salvajes representa a México en los setenta, 2666 se centra en dos acontecimientos recientes en su historia compartida con Estados Unidos y que tuvieron mucha presencia en los medios cuando el libro empezó a circular en inglés: la guerra contra las drogas, que alcanzó proporciones sin precedentes durante el gobierno de Felipe Calderón a partir de 2006, y los asuntos políticos relacionados con la frontera entre México y Estados Unidos: la externalización de trabajos y la creación de ciudades fronterizas repletas de maquiladoras después del TLC. En la consciencia de los estadounidenses se instaló el miedo de que la violencia asociada con la pobreza y el tráfico de drogas en la frontera con México se extendiera a territorio estadounidense. Además, ya en 2008 los asesinatos sin resolver de cientos de mujeres en Ciudad Juárez se habían convertido en una noticia muy difundida internacionalmente. Estas preocupaciones son fundamentales para el mundo estético creado en 2666, y también fueron explotadas por algunas coberturas televisivas sensacionalistas que salieron al aire aproximadamente al
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mismo tiempo que la novela. La publicación de estos dos libros de Bolaño también coincidió con el debate intenso en torno al fracaso de las reformas migratorias del presidente George W. Bush en 2007, y esta fue una razón más para que los noticieros nocturnos transmitieran diariamente notas sobre México y sus peligros. En pocas palabras, desde la perspectiva de los intereses estadounidenses en México, Los detectives salvajes y 2666 difícilmente podrían haber llegado al inglés en mejor momento. Justo cuando los estadounidenses estaban buscando a un autor latino que les explicara este país, llegó Bolaño con un buen pedigrí avalado por sus novelas más breves en donde trataba episodios históricos chilenos y mexicanos. Hay otro aspecto en esta historia que va más allá del contexto puramente estadounidense en relación con el alza en la popularidad de Bolaño. Este aspecto tiene que ver con el estatus de Bolaño como un producto mundial. Se sabe que el lector estadounidense desdeña las obras literarias provenientes del extranjero. Este es un hecho del que se queja comúnmente la comunidad que se dedica a la traducción literaria a tal punto que la afirmación de que «solo el 3% de la ficción que se publica en Estados Unidos corresponde a obras traducidas» se ha vuelto un lugar común. Además, es un hecho aceptado por la mayoría el que los editores de las secciones literarias de periódicos y revistas por lo general no tienen interés por incluir literatura extranjera, a menos que esa literatura de alguna forma se relacione con los intereses estadounidenses. Bolaño parece haber trascendido exitosamente la etiqueta de «escritor extranjero». De hecho, con la posible excepción de Haruki Murakami, no se me ocurre otro escritor extranjero que haya conseguido que los lectores estadounidenses lo consideren una figura transnacional. Sin duda esto se debe en parte a la ubicuidad que ha alcanzado durante los años después de su muerte, pero
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también tiene que ver con su biografía, su estilo y los temas que trata. Cuando recibió el premio Rómulo Gallegos por Los detectives salvajes, Bolaño declaró que su patria era la lengua española. Esta declaración se vuelve más pertinente cuando se toman en consideración sus años de vagabundeo, su capacidad para captar en su escritura el carácter nacional de diversos países y los alcances panamericanos de su proyecto literario. En The Washington Post, Ilan Stavans describió la escritura de Bolaño como «Por mucho, el elemento más alucinatorio en Los detectives salvajes (y en 2666) es su prosa extraña y exquisita. Después de años de estudiar las variedades lingüísticas en las Américas, nunca me había encontrado con un talento tan camaleónico como el de Bolaño. Escribe en un español mexicano con tintes ibéricos pero con el acento de un impostor. Es muy irónico que la mejor novela mexicana de los últimos cincuenta años haya sido escrita por un chileno». No es solo el estilo de Bolaño el que es transnacional, sino también la sustancia de sus libros. Nocturno de Chile muestra la estrecha relación entre Chile y Europa, a pesar de que sea una novela breve con una forma narrativa constreñida. Estrella distante también apunta hacia esta relación al usar una forma atípica y desarticulada. La literatura nazi en América es un título bastante transnacional, ya que abarca desde Allen Ginsberg en Nueva York hasta Cuba, México, Argentina y, desde luego, Chile. También está Los detectives salvajes, que abarca Estados Unidos, México, Chile, Nicaragua, Israel, España, Francia y Liberia, entre otros sitios. 2666 también muestra esa amplitud, pues comienza con cuatro académicos que representan sendas naciones europeas, luego converge en la región fronteriza entre México y Estados Unidos para finalmente volver a Alemania y Europa del Este. Incluso las recomendaciones literarias de Bolaño están teñidas de esa sensibilidad internacional,
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pues en sus escritos recopilados en Entre paréntesis recomienda escritores provenientes de todo el mundo hispánico. Todo esto tiene el efecto de posicionar a Bolaño como un escritor mundial y hace que se sienta menos como un escritor extranjero y más como una celebridad internacional. Me gustaría postular que, conforme el mundo se conecta más, y con el alza de numerosos premios literarios internacionales de alto perfil, estaremos viendo un incremento en el número de autores de este tipo y la emergencia de una cultura literaria mundial. Pienso que estos hechos apuntan a un aspecto poco apreciado del alza de Bolaño, tanto en Estados Unidos como en el extranjero: la manera en que él fue capaz de aprovechar y ser parte de este incipiente mercado literario mundial. Esta alza encaja con las tendencias recientes en la literatura internacional que el autor, crítico y traductor Tim Parks ha analizado en varios ensayos breves en el blog del New York Review of Books. En una de esas publicaciones, en las cuales discute la «nueva y aburrida novela mundial», Parks compartió algunas ideas para articular una definición de un «estilo internacional» emergente en la escritura surgida de varios países alrededor del mundo. El análisis completo que hace Parks de este estilo es interesante, pero me limitaré a mencionar un solo aspecto que se relaciona con Bolaño de manera importante. Entre las características del estilo de escritura internacional identificado por Parks está «el despliegue de lugares comunes muy visibles que de inmediato son reconocibles como “literarios” e “imaginativos”». Aunque Parks menciona estos términos en un sentido peyorativo, en parte protestando en contra de la tendencia a crear un estilo uniforme de escritura internacional en desmedro de los detalles locales, podemos apreciar que Bolaño usó ese estilo a su favor. Sus libros efectivamente se nutren de muchos lugares comunes «literarios»; por
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ejemplo, el culto al escritor, la trama detectivesca, la parodia del discurso académico aplicado al estudio de la literatura, el literato pretencioso en oposición al escritor puro y marginal. Sin embargo, Bolaño usa estos lugares comunes a consciencia y de una forma lo suficientemente desarrollada como para tratarlos con ironía, sátira, parodia y metaficción. Bolaño fue capaz de combinar estos lugares comunes esquemáticos con descripciones muy logradas de detalle local y además los integró a historias nacionales muy particulares de tal forma que cultivó la especificidad sin sacrificar un atractivo mundial. Por ejemplo, el sacerdote fascista de Nocturno de Chile, el padre Urrutia, resalta por su actitud de sometimiento al poder, a pesar de que la historia esté repleta de detalles y acontecimientos particulares de la historia de Chile; de igual forma, en Amuleto la valentía de Auxilio Lacouture resuena en un lector europeo, aunque la anécdota se base en las experiencias reales de una manifestante durante la infame masacre de Tlatelolco en 1968. En su ensayo corto sobre «la nueva novela mundial», Parks también teoriza el desarrollo de un mercado literario verdaderamente mundial, caracterizado por una economía basada en escritores internacionales famosos, premios codiciados y nuevos estándares de prestigio. Bolaño se anticipó y benefició de manera importante de muchos de estos desarrollos, los cuales siguen vigentes. Muchos de sus temas principales se anticiparon a los intereses de este discurso mundial; por ejemplo, el desencanto de la izquierda, la marginación sufrida por los escritores y artistas en el tumulto del capitalismo mundial, la supuestamente nueva sinceridad en la escritura literaria, el alza de «nuevos géneros literarios» que combinan ficción y no ficción y las actitudes cambiantes ante el uso de la teoría en los estudios literarios. Se le debe apreciar justamente como un escritor que se adelantó a muchos de los puntos clave de la cultura occidental en su tránsito más allá del posmodernismo.
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Me gustaría concluir formulando la pregunta por la posteridad de la reputación de Bolaño en Estados Unidos. Gracias al capricho de la ley de propiedad intelectual y al deseo de los editores de apostar por escritores seguros, virtualmente todo lo que Bolaño escribió se ha ido publicando en inglés entre 2005 y 2012. Esto ha provocado cierta fatiga, incluso entre sus seguidores, y las reseñas de los libros de Bolaño publicados después de 2666 han sido ido disminuyendo con cada título que aparece. Tras la aparición de La Universidad Desconocida este verano es poco probable que aparezcan libros nuevos y eso hace que uno se pregunte por la posteridad de Bolaño. ¿La leyenda y calidad de sus novelas mayor extensión, sin mencionar sus obras breves, será suficiente para sostenerlo? ¿Quizá el público lector estadounidense, tan voluble, llegue a encontrar nuevas estrellas literarias? La situación de Bolaño también hace que surjan preguntas por el futuro de las literaturas hispánicas en Estados Unidos. ¿Qué escritores nuevos portarán el estandarte de la literatura en español, y cómo se relacionarán con el legado de Bolaño? Además, ¿el éxito apabullante de Bolaño habrá logrado que los editores estadounidenses estén dispuestos a publicar autores internacionales, a los cuales tradicionalmente han evitado? Pienso que Bolaño consiguió lo que corresponde a cualquier gran escritor: trastornan las nociones prevalecientes sobre lo que se considera buena literatura y buena escritura. La pregunta, en mi mente, concierne a la medida en que estas disrupciones seguirán vigentes y qué tanto seguirán enriqueciendo al público lector estadounidense.
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EL SUEÑO DE NUESTRA JUVENTUD
El público lector estadounidense, o lo que queda de él, nunca se cansa de escuchar sobre el nuevo autor de moda. Cada año al menos un par de novelistas se desprende de la manada y se encuentra elevado a los reinos del estrellato por el embate gentil del frenesí mediático. Como suele suceder con la fama en nuestra cultura, cada vez más descentralizada, aquello que se les confiere a estos autores tiende a desaparecer tan rápida y misteriosamente como llegó. Pero algunos autores se las arreglan para exprimir una fascinación duradera a partir de esos quince minutos de fama: por cada puñado de Dale Pecks (el ahora justamente olvidado reseñista provocador que alcanzó una fama efímera con sus ataques estridentes contra Nabokov, Joyce, y otros autores contemporáneos populares) llega un Jonathan Franzen, cuya personalidad, y quizá también escritura, se las ha arreglado para encontrar una morada duradera en las mentes de los lectores en Estados Unidos. Durante la primavera de 2007, Roberto Bolaño se convirtió en el favorito de los medios literarios. La ocasión fue la primera publicación en inglés de Los detectives salvajes, y durante algunos meses difícilmente se podía abrir la sección cultural de un periódico o revista literaria sin encontrarse alguna nueva reseña o ensayo eufórico apreciando a este excelente autor. Para la mayoría de los estadounidenses esta fue la primera vez que leían su nombre. El que un latinoamericano fallecido que escribió obras de ficción relativamente difíciles se las arreglara para convertirse en el autor de moda resulta bastante asombroso. Se sabe que los lectores estadounidenses no muestran interés por leer traducciones. Se estima que un escaso 3% de todos los libros publicados anualmente en Estados Unidos son traducciones (comparado al entre 10 y 25% de la mayoría de los países de la Europa occidental), y ya que Bolaño
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está inconvenientemente muerto, ha sido imposible que participe en giras promocionales, dé entrevistas en la radio, o incluso que profiera alguna declaración inapropiada para avivar alguna controversia. El último extranjero que recuerdo fue objeto de tanta atención como la que recibió Bolaño fue Orhan Pamuk, pero, en su caso, esto solo lo consiguió tras ganar el Nobel y defenderse en un juicio de alto perfil contra el gobierno turco que intentó censurar su obra. La pregunta ahora es si Bolaño se convertirá en una presencia permanente en el panorama literario estadounidense, como le corresponde, o si devendrá una de esas sensaciones que se ven desplazadas sin gracia cuando aparecen nuevos autores. Hay algunas señales esperanzadoras. Para empezar, Bolaño está bien establecido entre los literatos estadounidenses. La cobertura de Los detectives salvajes en los medios culturales generalmente se lee menos como reseña y más como coronación; es como si los críticos, especialmente aquellos en las revistas y periódicos más influyentes, estuvieran esforzándose por tomar la oportunidad de destapar un secreto que se morían por revelar. Una reseña menciona con entusiasmo que «Bolaño parece haber sido incapaz de escribir una oración enrevesada». Otra reseña deja sus intenciones claras a través de su título: «El gran Bolaño». Era una situación casi conmovedora: durante unos meses la crítica masiva estadounidense se superó a sí misma, fue más allá de la prosa trillada y el elogio superficial, y algunos de nuestros mejores críticos declararon con respecto a la obra de Bolaño que «Esto es algo que verdaderamente importa». Fue refrescante. Más allá de los críticos hay aún más buenas noticias: A pesar de que las listas de fin de año donde se enumeran los mejores libros suelen privilegiar los lanzamientos literarios de otoño (por la misma razón los contendientes serios al Óscar rara vez se lanzan antes
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del verano), Los detectives salvajes de Bolaño se lanzó en abril y se mantuvo bien recordado en esos recuentos. En diciembre de ese año se hablaba incluso sobre la canonización de Bolaño. Los detectives salvajes vendió 22 mil copias en tapa dura, un éxito bastante modesto según los estándares generales del mundo editorial comercial, pero un gran éxito si se considera lo que usualmente vende la literatura traducida. La cantidad típica para determinar el éxito o fracaso de una obra traducida es de cinco mil ejemplares, así que cuando un libro vende cuatro veces más que eso, y en su primer año, quiere decir que le ha ido muy bien. Existe la posibilidad de que este libro realmente vaya a despegar en la edición rústica, la cual tradicionalmente tiene más ventas. Finalmente, la próxima publicación de un par de libros de Bolaño este año proporciona evidencia considerable de que sus dos editoriales estadounidenses, New Directions y Farrar, Strauss and Giroux, lo consideran como algo más que un medio para generar ganancias. Todo esto es para bien, y sin embargo la pregunta por la posteridad de Bolaño permanece, así como la pregunta más importante sobre lo que su literatura significa para los estadounidenses; todo eso está aún por determinarse. Estamos en el punto en que la reacción de la crítica y el público apenas comienza, y aunque esto me ha dado mucha esperanza, hay algunas señales que me parecen preocupantes.
UN LLAMADO PELIGROSO
A pesar de la popularidad sustancial de Bolaño entre los lectores hispanohablantes, su éxito en Estados Unidos estaba lejos de ser inevitable. No sería el primer autor extranjero, ni siquiera el primer
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latino, en perderse en su viaje hasta acá. Un latino tan imponente como Manuel Puig, por ejemplo, nunca se ha afianzado entre los estadounidenses, a pesar de que todas sus novelas importantes se han traducido al inglés y que hay una película de Hollywood bastante aclamada basada en su libro El beso de la mujer araña. Tomemos un ejemplo más reciente: a finales de 2007, la Dalkey Archive Press publicó la novela del holandés Paul Verhaeghen Omega Minor. Pocas traducciones parecerían mejor posicionadas para el éxito en Estados Unidos: aunque es literaria, Omega Minor es una lectura sustanciosa con un sentido político claro. Más aún, el comentario político es directamente aplicable al estadounidense común: la trama se centra en torno al holocausto (un tema del que nunca parecemos cansarnos), y también aborda al neofascismo, un tema que se ha vuelto de interés por estos rumbos desde el 11 de septiembre. El libro ganó el premio más prestigioso de los Países Bajos, e incluso recibió comentarios favorables de parte del respetado novelista estadounidense Richard Powers. Pero ahora, varios meses después de su publicación, es seguro decir que Omega Minor será olvidada junto con muchas otras traducciones que llegaron a nuestras costas en 2007. ¿Qué hay en Bolaño que le ha permitido tener éxito en Estados Unidos? Para empezar, su vida misma da para una gran historia, y eso cuenta bastante. Incluso si olvidamos la anécdota de cuando Bolaño regresó a Chile para luchar contra la dictadura y por poco lo ejecutan tras ser capturado, su vida de vagabundeo que terminó cuando sentó cabeza para escribir una obra maestra tras otra apela profundamente a nuestra idea del artista romántico, el hombre que vive la vida según sus propios términos y que parece atrapar a la musa entre sus dedos. Quizá Bolaño mismo fue quien mejor lo resumió cuando dijo, al aceptar el Premio Rómulo Gallegos, que la buena escritura «no significa escribir bien, porque eso lo puede
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hacer cualquiera, sino escribir maravillosamente bien; y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente bien también lo puede hacer cualquiera. Entonces ¿qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura es básicamente un oficio peligroso». El escritor que salta con valor a donde nadie ha saltado antes, que mezcla pasión y amor en su arte. Este es el Bolaño que amamos leer. Este mito se fortalece por la manera en que Bolaño murió: demasiado pronto y a causa de su propia vida difícil. Nuestros corazones se emocionan al pensar en el artista que murió «demasiado pronto», y se enloquecen por un hombre que llevó una vida autodestructiva porque así lo quiso. Esto último apela a los conceptos muy estadounidenses de la individualidad y la libertad personal, a los cuales probamos nuestra dedicación cuando en su nombre nos ponemos al alcance de la muerte. Aunque en verdad la adicción a la heroína de Bolaño debe haber sido horrible, y vagabundear por México tampoco es muy glamoroso (Bolaño alguna vez señaló que dejó un reguero de dientes como migajas de pan), nuestras ideas influenciadas por los medios son bastante distintas de la realidad, especialmente cuando involucran a un artista como Bolaño. Después de todo, ¿quién no querría al hombre que dijo que nunca leería a tal o cual autor porque sus libros estaban en los estantes donde era difícil robar? Un ejemplo de esto son los Beats, un conjunto no muy memorable de escritores estadounidenses que se mantienen en nuestra memoria nacional en gran medida gracias a los mitos románticos que los circundan. Bolaño tiene una deuda con los Beats, y, sin embargo, estoy convencido de que el romanticismo no es lo único que da cuenta de su reputación en este país. Hay que volver a la frase de Bolaño, «un oficio peligroso». Para Bolaño, el arte, ya sea genial, oscuro, malo,
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o malvado, siempre está vinculado con el vacío, el peligro, el terror. Por ejemplo, Ulises y Arturo en Los detectives salvajes manejando por el desierto de Sonora en búsqueda de una poeta que pudo o no haber existido. Por ejemplo, el padre Lacroix en Nocturno de Chile justificando el terror chileno al decir que «Así se hace la literatura». Por ejemplo, el poeta aéreo vanguardista Carlos Wieder, quien es una modesta representación de la maldad pura. La idea del gran riesgo personal que se corre en la persecución del conocimiento está, desde luego, profundamente arraigada en la tradición literaria occidental, y pienso que Bolaño la expande de formas que son nuevas, interesantes y particularmente relevantes para el lector estadounidense contemporáneo. Para los ciudadanos de un país que ha luchado en una guerra basada en falsas pretensiones y que nunca ha funcionado muy admirablemente en su posición hegemónica mundial, hay mucho que recomendar de un autor cuya ficción a menudo representa la maldad política verdadera y los peligros de permitir que el fin justifique a los medios. Además, en un país que aún intenta comprender los eventos del 11 de septiembre de 2001, hay un atractivo evidente en un escritor que abiertamente escribió sobre la violencia y que dijo que funciona en sus escritos «de una manera accidental, como funciona la violencia en todas partes». A las explicaciones de romanticismo y oportunidad podemos agregar una tercera: comodidad. En pocas palabras, en un país donde, por mucho tiempo, la literatura latinoamericana significaba Borges y García Márquez, Bolaño es simultáneamente lo suficientemente familiar y lo suficientemente nuevo. Sabemos que no es ni Borges ni García Márquez, pero de cierta forma nos recuerda a ambos, y eso nos gusta. En la feria del libro de Frankfurt de 2007, el traductor Lawrence Venuti dio una charla sobre la manera en que los editores de traducciones pueden tener éxito en un merca-
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do estadounidense indiferente. Argumentó que, si han de entender una obra traducida, deben comprender el contexto en el cual fue publicada originalmente: [Sin el contexto apropiado,] el lector de una traducción es incapaz de experimentarla con una respuesta que sea equivalente o al menos comparable a la que provoca en el lector extranjero que experimenta el texto en su lengua original. Tradiciones literarias enteras, incluso cánones literarios enteros, nunca son traducidos íntegramente a algún idioma en particular, ciertamente no al inglés. Es raro que en determinado momento se encuentre disponible una selección sustancial y diversa de obras contemporáneas, a pesar de la cantidad de editores que invierten en traducciones de una lengua mundialmente dominante como el inglés. No resulta sorprendente, entonces, que al ser confrontados con una traducción, los lectores automáticamente recaen en lo que ya conocen y prefieren: leen y evalúan la traducción principalmente contrastándola con patrones lingüísticos, tradiciones literarias y valores culturales del contexto receptor, el cual es usualmente su propia cultura.
Gracias a la popularidad de Borges y García Márquez, los libros de Bolaño son lo suficientemente familiares como para que tengamos la sensación de que lo entendemos sin tener que investigar a profundidad su contexto verdadero. Además, sus grandes temas —el romanticismo del artista que sufre, el terror del poder desnudo, la batalla casi apocalíptica entre lo corrupto y lo puro— encajan bien con los lectores estadounidenses. Aunque es cierto que hemos aceptado a Bolaño tan rápido porque ya poseemos un cierto contexto para leerlo, si reducimos las novelas de Bolaño al contexto estadounidense preexistente, corremos el peligro de malinterpretarlo. Venuti afirma correctamente que leer a un autor sin un conocimiento adecuado de su trasfondo
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conduce a lecturas que, si bien no son incorrectas, son excesivamente simples: [Leer una traducción sin un conocimiento adecuado de su contexto cultural] puede llevar a una reafirmación complaciente de los valores culturales del lector y a un rechazo etnocéntrico de una cultura extranjera meramente porque el texto extranjero no puede ser comprendido en sus propios términos.
Por desgracia, el etnocentrismo es algo que hacemos bastante bien. Por más crisol cultural que seamos, los estadounidenses somos famosos por un provincianismo nacido de una falta de curiosidad general hacia otras partes del mundo. Un ejemplo: una gran mayoría de estadounidenses aún no podían ubicar a Iraq en un mapa varios meses después de que la mayoría del país hubiera aprobado su invasión. Me alegro de que se lea a Bolaño, pero si no lo estamos entendiendo en sus términos nos estamos perdiendo de una parte muy significativa de lo que puede hacer una buena traducción. Las mejores traducciones nos exponen a modos de vida y formas de pensar que son nuevas para nosotros; son formas de superar barreras culturales y nos ayudan a convertirnos en ciudadanos más cosmopolitas. Sin embargo, leer a Bolaño desde una perspectiva puramente estadounidense o en la que nos limitemos a trazar una línea desde Borges hacia García Márquez y después a Bolaño no lo conseguirá.
EN EL DESIERTO DE SONORA
Desde luego, hablar de contexto en el caso de Bolaño es un asunto difícil, no solo porque viajó tanto y ambientó sus libros en diversas
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locaciones, sino porque Bolaño aseguraba que ningún escritor serio, ni siquiera Borges, Cortázar, Bioy Casares, García Márquez o Vargas Llosa, ni, presumiblemente, Bolaño, escribía «literatura latinoamericana». El asunto del contexto se complica incluso más por el hecho de que los libros de Bolaño a menudo celebran a sus contemporáneos como heroicamente inéditos o muertos antes de que pudieran escribir cualquier cosa perdurable. Se nos da la impresión de que Bolaño es un artista único en su clase. Por estas razones, y también porque sus libros tienden a superponerse entre sí, no es tan mala idea aproximarse a Bolaño a través de su propio contexto. En este sentido, los lectores estadounidenses somos afortunados porque tenemos la oportunidad de conocerlo mediante varias de sus obras más breves antes de leer Los detectives salvajes. Además de leer a Bolaño, hay otras cosas que pueden hacer los estadounidenses que carecen de conocimiento o de traducciones de sus contemporáneos. Los críticos han sido capaces de discernir vínculos entre Bolaño, Borges y García Márquez, y creo que uno puede ver otros vínculos con otros escritores latinoamericanos importantes, aunque es verdad que en todos estos casos los vínculos no son evidentes. El contexto literario, o al menos parte de él, está disponible para los lectores estadounidenses, pero tendremos que trabajar duro para verlo. Esta es una idea que no está en sintonía con la idea que se tiene en este país con respecto a la literatura. Además de tener un contexto literario, necesitamos trabajar para tener un contexto histórico. Odio decirlo, pero la mayoría de los estadounidenses ignoran lo que ha sucedido en América Latina durante las décadas pasadas, incluso a pesar de la mano dura con la que ha actuado nuestro país una y otra vez en esta región. Esto está muy mal, porque para realmente entender a Bolaño uno debe tener cierto conocimiento de la historia política de América Latina. Aunque es verdad que la relación entre arte y terror, como funcionan
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en Bolaño, deben entenderse como universales, y que uno puede extraer mucho de Bolaño sin saber mucho sobre Chile o México, el hecho es que las novelas de Bolaño están enraizadas en tiempos y lugares muy específicos, y leerlos sin entender el contexto es perderse de mucho. Bolaño ha llamado a América Latina el manicomio de Europa, y sus novelas exploran las maneras en que el continente ha absorbido partes de Europa muy distintas a las que ha absorbido Estados Unidos. América Latina ha dado lugar al surgimiento de permutaciones de conceptos —el fascismo, por ejemplo— que nosotros como estadounidenses, debido a nuestra familiaridad con los Nazis, podríamos pensar que conocemos, pero en realidad no. Leer a Bolaño y no estar conscientes de esa diferencia en el entendimiento de los conceptos es cortejar las malas interpretaciones. Desafortunadamente, con respecto a este asunto de expandir nuestro contexto para leer a Bolaño, nos vemos atrapados en un dilema sin salida. John O’Brien de la Dalkey Archive Press, una de las editoriales de literatura traducida más dedicadas y atrevidas, ha estimado que los editores tienden a perder alrededor de 15 mil dólares en cada traducción. Esto se debe principalmente a las pocas ventas, obviamente porque la mayoría de los estadounidenses no están interesados en leer traducciones. Para proveer un mejor contexto para leer a Bolaño, necesitaríamos más traducciones de sus contemporáneos, pero esto no sucederá hasta que las traducciones se vuelvan más redituables, lo cual depende de una mayor demanda. Será difícil, por no decir otra cosa, persuadir a los lectores estadounidenses de que deberían estar exigiendo algo que ha sido marginado durante tanto tiempo en nuestro mercado, y que seguirá siéndolo hasta que empiecen a exigirlo. Estoy hablando de Bolaño porque ha sido el más grande éxito de la literatura extranjera en nuestro país desde hace tiempo, pero también porque pienso que es un autor importante, pero todo esto
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puede aplicarse a la literatura extranjera en general. Los problemas del provincianismo a los que nos enfrentamos al leer a Bolaño son, en general, los problemas a los que nos enfrentamos cuando, como estadounidenses, leemos a cualquier autor extranjero. Nuestro aislamiento literario se ve exacerbado por el hecho de que, aunque publicamos tan pocas traducciones en este país, otras naciones tienden a publicar grandes cantidades de traducciones de autores estadounidenses. Por ejemplo, en 2002, Alemania compró 4 mil títulos estadounidenses para su traducción, pero nosotros solo compramos 35 títulos alemanes. Aunque lejos de ser insuperables, estos problemas son un reto, incluso para aquellos de nosotros para los que el ir adquiriendo un contexto al leer es una prioridad.
LA PATRIA DE UN ESCRITOR ES SU LENGUA
Un amigo hispano, al que le gusta la obra de Bolaño y lo leyó en español mucho antes de que arribara a nuestras costas, me dijo en una ocasión que, después del revuelo mediático que se suscitó a raíz de la publicación en inglés de Los detectives salvajes, se sentía avergonzado por Bolaño. En su opinión, un revuelo así era precisamente algo que el autor mismo habría considerado vulgar. Yo, desde luego, no puedo pretender tener la menor idea de lo que Bolaño habría pensado sobre cualquier cosa, pero no me parece difícil de creer que el autor que se refirió alguna vez a los ganadores del premio Nobel como un montón de patanes, y que desestimaba sin piedad a Octavio Paz por cortejar la pretensión y la reputación, no habría estado de acuerdo con el afecto superficial de nuestros medios estadounidenses. También me sentí un poco avergonzado por Bolaño; a pesar de que he intentado aprovechar su momento de fama para reclutar tantos lectores de sus libros como sea po-
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sible, me resultó extraño contribuir a la promoción de un autor que claramente ya estaba siendo promocionado en demasía. Y no me sorprendería que muchos lectores, bastante conscientes de lo ofuscados que estamos ante tantas celebridades pasajeras, rehuyeran de Bolaño simplemente por culpa del revuelo mediático. Para ser sincero, de no ser por la afortunada casualidad de haber leído Estrella distante, Nocturno de Chile y Amuleto antes de que se publicara Los detectives salvajes, probablemente yo también hubiera sido uno de ellos. A pesar de toda la atención que Bolaño recibió en 2007, pienso que este año recibirá todavía más. Ya hemos visto la publicación de La literatura nazi en América, un libro que está recibiendo reseñas entusiastas, y en noviembre llega ese monstruo conocido como 2666. Tan solo por su volumen, 2666 ya sería digno de atención (en nuestro mercado tan saturado, el tamaño de un libro se usa para obtener cobertura mediática); pero si combinamos esto con el estatus de celebridad del que goza Bolaño actualmente, con la leyenda de cómo estaba todavía trabajando en la novela cuando murió y con el hecho de que será una de las novelas más ambiciosas y desafiantes que se han publicado en inglés en los últimos años, tenemos el potencial de que la novela haga que el revuelo mediático provocado por Los detectives salvajes parezca poco en comparación. A pesar de lo mucho que quiero leer 2666, me habría gustado que no nos llegara tan pronto. Creo que, para aquellos a los que realmente nos interesa leer a Bolaño, sería mejor leer 2666 después de haber tenido la oportunidad de digerir el resto de sus libros. Además, por el bien de la reputación de Bolaño en Estados Unidos, me parece que sería mejor si no tuviéramos otro revuelo mediático ocasionado por Bolaño mientras seguimos bajo la influencia del anterior. Tratamos muy mal a las estrellas de nuestra cultura mediática cuando ya nos hemos cansado de ellas.
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Y también, por el bien de las traducciones en general, me gustaría que le hubiéramos dado el turno a alguien más antes de volver a Bolaño con 2666. Creo que la biografía de Bolaño y sus novelas han propiciado en Estados Unidos un interés genuino por la literatura extranjera, y en una cultura tan típicamente desinteresada en lo que la literatura extranjera tiene para ofrecer, esto no es poca cosa. Sería mejor si pudiésemos racionar nuestros mega eventos relacionados con la literatura traducida, y recordar que Bolaño no es más que un hombre. Volviendo a Venuti: En el caso de la traducción […] las prácticas pasadas muestran claramente que los editores no han tomado en cuenta lo suficiente el proceso descontextualizador de la traducción y su impacto adverso en la recepción de textos extranjeros. El enfocarse en un solo texto extranjero o en un solo autor extranjero termina por exacerbar este proceso: mistifica la pérdida o destrucción total de los contextos extranjeros culturales y lingüísticos y, por lo tanto, se da la impresión falsa y engañosa de que toda obra literaria puede ser entendida por sí misma. Esto alienta una noción esencialmente romántica del genio original, que va en contra de la lectura contextualizada, de esas comparaciones implícitas entre textos, que los lectores bien informados siempre hacen.
Este es el peligro presente en Bolaño, cuya tendencia a ensalzar a una generación perdida de escritores fomenta la percepción de que él es el genio solitario que pudo escapar del callejón sin salida del realismo mágico. Sería más saludable para nosotros olvidarnos de Bolaño durante un tiempo, para recordar que un solo hombre no crea una tradición, y arrojar un poco de luz sobre sus contemporáneos dignos. La logística necesaria para traducir la literatura latinoamericana al inglés es notoriamente difícil, y desviar un poco de la energía que se enfoca en Bolaño haría mucho bien. La alternativa es
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bastante irónica, hacerle a Bolaño la ofensa de colocarlo en el mismo lugar en el que a él le disgustaba ver a García Márquez; es decir, convertir su obra en abanderada de lo que la «literatura latinoamericana» significa para una generación de estadounidenses y, por lo tanto, eclipsar todo lo demás que pudiera, y debiera, significar.
NO SÉ MUY BIEN QUÉ ES EL REALISMO VISCERAL
Me gusta la literatura porque sí, pero también porque me proporciona cierta esperanza. Cada vez que un escritor se sienta a trabajar, se lanza a la tarea imposible de penetrar en una mente ajena, y aunque nadie lo consiga, sigue siendo inspirador que muchos escritores hayan fracasado tan bien en su empeño. Y si nos distanciamos de ese escritor solitario y ensanchamos nuestra mirada para abarcar a todos los escritores del mundo que intentan plasmar unos pensamientos en papel, y luego pensamos en cuántos de estos escritos viajan de ida y vuelta a través de lenguas y fronteras para llegar a lectores que intentan comunicarse con mentes y culturas ajenas, la idea de que algo se llegue a comunicar me llena de esperanza. En medio de toda esta actividad, descubrir algo que a uno le resulte personalmente gratificante es una sensación maravillosa. Es como encontrar un alma gemela del otro lado de la Tierra. La búsqueda de esta sensación es la motivación de buena parte de mis viajes, cada vez más profundos, en esa gran bóveda que llamamos literatura; reconozco que, cuando encuentro un autor que me puede dar esa satisfacción, me gusta volver una y otra vez a su obra. Pero cuando me recupero de esa fijación y levanto la mirada hacia todos esos miles y miles de libros que todavía están ahí y que potencialmente contienen a mi próxima alma gemela, la sensación es abrumadora.
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