Cuentos de la abuelita Bel

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CUENTOS DE LA ABUELITA BEL


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A MANERA DE PRÓLOGO Estos cuentos en principio iban destinados a mis nietos: Oscar, Náyade, Jorge, Sergio, Alvaro, Samuel y Olivia (aun por nacer), a Mimi y Lucia (casi nietas), pero he pensado que deben estar abiertos a cualquier niño o mayor con espíritu de niño que quiera leerlos. Cada historia ha salido de repente, muchas veces en momentos duros para mí, en que la única solución era dejar pasar el tiempo para que todo cambiase. Doy las gracias a “ese Hada de Fantasía” que me inspira,

haciéndome

vivir

las

historias

de

mis

personajes

mientras los creo, pues en momentos determinados puedo ser: Gus el pececito, Gonzalo el gusano, Chispitas la luciérnaga, Ruperta la mula etc. Siento que los dibujos no sean originales, sino cogidos de Internet, pero confío con el tiempo, encontrar a la persona que me enseñe a ilustrar mis historias. Con esta recopilación de mis creaciones quisiera animar a los niños a vivir los momentos de fantasía que surjan en su vida, que nunca deben perder y a los adultos desearles que siempre, a pesar de todas las preocupaciones, tengan en un rincón de su corazón, ese trocito de “niño” que haga que les aflore la sonrisa e ilusión. Espero que os guste Maribel Reyes

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I N D I C E • Portada

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• A manera de prólogo .............................................................

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• Indice ......................................................................................

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• Cuento de Navidad ...............................................................

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• La Luciérnaga a la que se la apagaba la luz .....................

5-6

• El gusano Gonzalo...................................................................

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• Gus el pececito ......................................................................

8

• La varita traviesa .................................................................

9-10

• El dragón de la noche ...........................................................

11-12

• El gran magnolio ....................................................................

13-14

• La historia de Perla ..............................................................

15-16

• El cuento del hilo blanco .....................................................

17-18

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CUENTO DE NAVIDAD En un lejano pueblo vivía Bernardo, un hombre muy pobre que trabajaba la tierra y criaba mulas y asnos para luego venderlos. Tenía fama en todo el país pues sus animales estaban brillantes y lustrosos debido a sus cuidados y buena alimentación. A todos, nada más nacer les ponía nombre, aunque los vendiera. Un día al parir una de las mulas, vio que el animal recién nacido, tenía un defecto, una de sus orejas en lugar de estar tiesa, estaba doblada hacia abajo. Él se dio cuenta que iba a ser muy difícil venderla debido a su defecto, pero a pesar de ello la crió con mucho cariño y la mula, a la que llamó Ruperta era querida por todo el mundo. La gente venía de pueblos lejanos para comprarle sus mulas, pero los compradores nunca escogían a Ruperta debido a su defecto, la mula a pesar del cariño que le daba Bernardo, se sentía muy triste por ser despreciada por los compradores. Sobre últimos de diciembre, cayó una nevada muy grande en el pueblo y todas las personas que pasaban por allí, tuvieron que detener su marcha y acudir a la posada en busca de comida y cama. Ya entrada la noche, llamó a la posada un hombre llamado José, que venía con María su mujer, que estaba a punto de ser madre, pidiendo albergue. El posadero tuvo que decirle que la posada estaba llena y que de lo único que podía disponer para resguardarse del frío, era un pequeño establo sin animales. El posadero abrió la puerta del establo y al ver que hacía mucho frío se ofreció a buscar un par de animales para que les dieran calor. Fue a su vecino y le pidió un buey y luego se acercó a la casa de Bernardo para pedirle una mula, pero él, esa misma mañana había vendido todas y sólo le quedaba Ruperta. El posadero llevó a los dos animales al establo. A poco más de media noche, nació un niño al que llamaron Jesús. El niño aunque era muy tranquilo en un momento determinado, se puso a llorar y su madre, María, no sabía como consolarle a pesar de que intentó de todo. Ruperta, sorprendida por el llanto del niño que era un sonido extraño para ella, se acercó al bebé y éste al ver algo largo que le colgada cerca de la cara, que no era otra cosa que la oreja doblada de Ruperta, la cogió con su manita pequeña y tiró con fuerza, empezando a reír. A partir de aquel día cada vez que lloraba Jesús, hacían la misma operación consiguiendo el mismo efecto. Fue tal el cariño que se estableció entre Ruperta y Jesús, que María y José quisieron comprarle la mula a Bernardo, pero éste se la regaló. Ruperta viajó con sus nuevos dueños por todo el país y según fue creciendo Jesús, el cariño entre los dos se hizo cada vez mayor y se hicieron inseparables. 4


LA LUCIÉRNAGA A LA QUE SE LE APAGABA LA LUZ 5


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LA LUCIÉRNAGA A LA QUE SE LE APAGABA LA LUZ Chispitas que así se llamaba nuestra protagonista, era una luciérnaga, pero eso sí, una luciérnaga diferente. Cuando nació se dieron cuenta sus padres que la luz que tenía, iba cambiando de color, de amarillo pasaba a rojo, luego a verde, a azul y así iba pasando por todos los colores del arco iris, a diferencia de la de ellos, que sólo era de un color. Ella estaba entusiasmada y no hacía más que encender y apagar la luz tratando de adivinar que color saldría. Sus padres le regañaban diciendo que se le iba a gastar, pero ella, como era bastante desobediente, no hacía caso y se escondía para que no vieran que lo seguía haciendo. Tantas veces encendió y apagó su luz, que al fin pasó... lo que tenía que pasar... que su luz se hizo tan débil que no veía por donde iba y se pegaba muchos golpes, con la consiguiente risa de sus amigas, pues siempre iba llena de chichones y marcas. Nuestra protagonista estaba muy triste por su problema y preguntó a su familia como podía solucionarlo. Le dijeron que lo que necesitaba eran unas pilas, pero no unas pilas cualquiera, sino unas pilas especiales... de luciérnaga y que para ello, tenía que buscar a la familia de las sardinas, pues ellas tenían en su piel unos trocitos luminosos que se llamaban escamas y que esas eran las pilas que ellas necesitaban. Chispitas decidió ir a buscar a las sardinas pero no sabía dónde encontrarlas. Estuvo preguntando para ver quien podía ayudarla y todos le dijeron que no sabían. Pasó varios días dando vueltas hasta que por fin, una amiga mariposa le dijo que debía buscar a Gruñón, un búho que era el más sabio del bosque, le comentó que era bastante anciano y que también tenía muy mal genio. Le costó bastante poder hablar con él, porque Gruñón, creía que iba a molestarle con sus luces lo mismo que había hecho muchas veces Chispitas con sus amigas. Cuando al fin pudo hablar, Gruñón le indicó el camino, diciéndole que era largo y peligroso y que debía de ir protegida para no ser comida por ningún animal. ¡Ufff ese era un gran problema! ¿ Con qué podría protegerse? Otra vez Gruñón después de pensar un rato le dio la solución y le dijo que él había encontrado un objeto, al que los humanos llamaban colador, en el basurero y que creía le podía servir. Chispitas se probó el extraño objeto, que le venía bastante grande y que le hacía parecer más un tanque volador que una luciérnaga, pero eso sí... iba protegida hasta las antenas. Voló durante mucho tiempo, pero como llevaba unos bocadillos, se paró varias veces para comérselos y así se le hizo más corto el camino. Al fin vio a la familia de las sardinas que estaban descansando junto una roca. Se acercó a ellas y les pidió en lugar de una escama, una caja de ellas por si acaso. Se puso una escama, la luz se volvió muy brillante, pudo iluminar el camino de vuelta y salió volando hacia su casa. Todo los animales que se cruzaban con ella salían huyendo asustados pues no sabían que era ese objeto luminoso tan extraño y es que ahora con tantos colores, parecía un tanque de las ferias, pero eso sí, un tanque volador. Su familia se alegró cuando la vio llegar. Chispitas le dio a su madre la caja de pilas-escamas para que se las guardara, prometiendo ser a partir de ese momento más obediente. Desde aquel día, Chispitas tampoco molestó con sus bromas a Gruñón y como iba a verle muchas veces, se hicieron grandes amigos. 6


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EL GUSANO GONZALO Había una vez un bichito verde llamado Gonzalo, que tenía muchas patas. Al principio era muy pequeño pero luego como comía todo lo que encontraba, empezó a engordar y a engordar y aunque arrastraba sus patas con dificultad le gustaba pasear por el bosque. Era muy alegre y simpático e iba haciendo amigos, allí donde iba. Como no veía bien, sus padres, cuando era chiquitito, le pusieron unas gafas verdes, que hacían que su cara resultase más simpática. Al ver mejor que sus hermanos gusanos, él les avisaba enseguida cuando veía algún pájaro con intención de hacer de ellos un exquisito manjar. Les ayudaba a buscar un tronco o una rama segura para poder esconderse, hasta que pasaba el peligro. Pero un día los pájaros cansados y hambrientos, planearon por los alrededores y todos sus amigos gusanos, se subieron a toda velocidad por el tronco de los árboles hasta ocultarse entre las ramas. Pero Gonzalo, por más que lo intentó y con mucho esfuerzo por su parte, sólo consiguió subir un poco. Leonardo, un cangrejo rojo que vivía por allí, se acercó a Gonzalo, le cogió entre sus patas y cuando él pensó que se lo iba a comer, vio con sorpresa que lo que quería era esconderle de sus enemigos.

Gonzalo con el tiempo tuvo muchos cambios, y toda su gordura le ayudó a convertirse en bella mariposa que destacaba entre todas sus compañeras por su gran tamaño. Siguió teniendo amigos de todo tipo, ranas, cangrejos, peces e incluso se hizo amiga de los que antes eran sus enemigos, los pájaros, jugando muchas veces con algunos de los polluelos que estaban aburridos en sus nidos. 7


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HISTORIA DE GUS EL PECECITO Gus era un pez pequeñito que vivía en el mar. Normalmente se paseaba mar adentro, pero cuando venía la época en que al sacar la cabeza del agua, hacía más calor, le gustaba acercarse a la orilla de la playa para ver a los humanos bañarse, llevando puestas en el cuerpo, telas de muchos colores. A Gus le encantaban esas telas y paseaba por las piernas de los bañistas para observarlas y admirarlas. En su mundo todos se reían de él por esa extraña afición, pero a él le daba igual. Él seguía con el sueño de conseguir un trozo de aquellas telas y ponérselo. Al seguir dando vuelta alrededor de los humanos, tenía la esperanza de que algún pedazo de esas preciosidades multicolores, se soltara. Todos los días, por la mañana o por la tarde, daba igual la hora, Gus estaba allí impaciente. Un día hubo una tormenta y el mar se enfureció y al poco tiempo por la orilla había restos de todo lo que cayó al mar desde una embarcación que se hundió. Cuando Gus se acercó a la orilla, no daba crédito a lo que veía con sus ojos de pez, pues encontró el tesoro más valioso para él, trozos de telas como a él le gustaban, de muchos colores. En un lugar profundo de guardado

una

concha

su casa, en el fondo del mar, Gus había

vacía

para meter todo lo que encontraba, así que

haciendo varios viajes a la

orilla, se fue llevando los trocitos de tela para

guardarlos en su concha, pero como eran muchos, tuvo que empujar y empujar hasta que al fin consiguió cerrar la concha. La alegría y la ilusión iluminaron su rostro y sus ojos de pez. A partir de aquel día, sacaba trocitos de tela para ponérselos en sus aletas y como era muy presumido cada día se ponía un trocito distinto.

¡Al fin había conseguido su sueño! y es que, los sueños por muy ilógicos y difíciles que parezcan, nunca hay que dejar de perseguirlos. Estad atentos cuando os metáis en el mar y si veis a un pez con un trocito de tela colgado en sus aletas, saludarle de mi parte, pues ese es mi amigo Gus, el pececito.

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EL CUENTO DE LA VARITA TRAVIESA Florinda había nacido en una familia de varitas mágicas de gran alcurnia, ya que tanto sus abuelos como sus padres, tíos y demás parientes habían formado parte del instrumental de grandes magos y ellas les habían hecho lograr importantes hazañas. Nuestro personaje era muy travieso y por su cuenta realizaba magia que no resultaba siempre muy divertida para los demás, como aquella vez que transformó un gran pastel del que estaban comiendo en una fiesta los habitantes del pueblo, en un gran hormiguero, para terror de todos los que tenían un trozo del aquel rico pastel en la boca. Al alcalde, le había convertido la cuadra de caballos pura sangre, en una manada de bichos difíciles de catalogar pues tenían cabeza de vaca, cuerpo de cerdo y patas de rana, y claro que tú estés montando un bello pura sangre y de repente te veas a lomos de semejante monstruo, era más bien aterrador. Nadie en el pueblo estaba libre de las travesuras de Florinda. Sus padres estaban desesperados y estaba castigada la mayoría del tiempo. Ellos esperaban que con el paso de los años cambiase, pero descubrieron que según crecía ella, también lo hacía la naturaleza de sus fechorías. Los años fueron pasando y la desesperación de los habitantes del pueblo y de los padres de Florinda fue en aumento. No encontraban ninguna solución al problema. Habían intentado muchas cosas pero todas sin resultado. Aconteció, que un día entró en

el pueblo un importante

mago. Los padres de Florinda al enterarse se acercaron a él y le expusieron el problema. El mago se quedó pensativo un momento, después del cual les dijo que él creía que la solución era privar de sus poderes a Florinda y darle a probar su propia medicina. 9


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Así que, una noche mientras nuestra protagonista dormía, el gran mago le aplicó su hechizo, convirtiéndola en un palo delgado con aspecto viscoso y con cabeza de sapo y la dejó al borde de un camino. Florinda cuando se despertó se sintió rara y se horrorizó de la forma que tenía. Al pasar a su lado, la gente o la ignoraba o si se acercaba por curiosidad, era para darle una patada y alejarla más del paseo. Florinda estuvo penando varios días por su nueva fisonomía. Nadie quería hablar con ella y hasta los animales la despreciaban, riéndose de su aspecto. Se sentía muy sola y por primera vez en su vida las lágrimas de arrepentimiento afloraron a sus ojos, esta vez de sapo. Estuvo mucho tiempo llorando sin que nadie se acercara a consolarla. De repente le pareció ver una gran nebulosa de la que surgió un personaje desconocido para ella, pero que era el mago que la había hechizado, que al ver que su arrepentimiento era sincero, decidió poner fin al hechizo y devolverle su aspecto anterior. Florinda loca de contento, le dio un beso y desde aquel día nunca volvió a utilizar sus poderes para hacer travesuras, convirtiéndose en una maravillosa varita, que era apreciada en toda la comarca por sus grandes cualidades mágicas.

FIN

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EL DRAGÓN DE LA NOCHE La vida en el orfanato era muy monótona y aburrida. Todo se hacía con horario y había una ausencia total de ese calor humano que se respira en cualquier hogar. Los chicos más afines, se agrupaban integrándose a duras penas, con los otros grupos de niños. En este orfanato, en la misma planta, pero en diferentes habitaciones convivían chicos y chicas todos juntos, a diferencia de otras residencias, en las que los separaban en diferentes edificios. Es por eso que Lucía (la única chica del grupo) pudo formar parte de la pandilla de Gustavo, Jorge y Sergio. Todos tenían edades parecidas y tenían en común, la fantasía y el afán de aventura. Algunos, como Gustavo y Jorge, llevaban más tiempo en el orfanato, habían perdido la esperanza de salir de allí y encontrar una familia y eran unos “perros resabiados”, pues sabían mil y un trucos para escaparse de vez en cuando a otras estancias del edificio, prohibidas para ellos. Por la noche, cuando todos los demás dormían y ya habían pasado las que vigilaban las habitaciones revisando si todos dormían, ellos dos se hacían los dormidos, sabiendo que en cuanto se fueran, tenían toda la noche para realizar sus aventuras, explorando el edificio que era enorme y tenía multitud de habitaciones que no eran utilizadas. Cuando Sergio y Lucía se incorporaron al grupo de exploradores nocturnos, pasaron al igual que ellos toda la noche imaginando mil y una aventuras en aquel edificio, que tan pronto era un barco pirata, como un castillo encantado. Como el edificio tenía muchas plantas y muchas habitaciones iban investigando una habitación cada noche. Fue Lucía la que sugirió un día investigar en el desván. Llegaron a él, después de subir una empinada y tan oscura escalera, que les hubiera sido imposible terminar la larga ascensión, si no hubieran estado provistos de linternas que iluminaban los largos tramos de peldaños. Cuando al fin llegaron a su destino y abrieron la puerta, quedaron sorprendidos por la cantidad de cosas que había almacenadas y que les servirían para enriquecer sus mil y una aventuras.

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Recorrieron la estancia, saltando con impaciencia de un lado a otro, descubriendo multitud de objetos que mirados con sus ojos fantasiosos, tenían un montón de utilidades. Fue Lucía quien descubrió, oculta por muchos objetos y cachivaches, una espada de gran tamaño. La sacó con cuidado poniéndola en el suelo para examinarla con detalle. Todos acudieron a observarla. Lucía buscó un trapo para limpiarla. Después, cogiéndola con las dos manos la agitó en el aire como luchando con un enemigo imaginario. De repente la espada se iluminó y ella soltándola la dejó caer al suelo. De la espada salió una luz brillante y un humo verdoso, que dejó paso a la imagen de un gigantesco dragón. Los chicos retrocedieron espantados pero, el dragón empezó a hablar diciéndoles: “No temáis, no os haré daño, al contrario, al agitar la espada habéis roto el maleficio que pesaba sobre mí, liberándome de un largo cautiverio y, como premio os ofrezco poder realizar conmigo cada noche una aventura diferente. El único requisito es, que tenéis que acostaros y desde el mundo mágico de los sueños, realizaremos cada noche aventuras extraordinarias”. La imagen del dragón se esfumó y los niños todavía sorprendidos y escépticos corrieron a sus respectivas literas. Al día siguiente, cuando volvieron a reunirse, la expresión de la cara de cada uno de ellos no dejaba dudas de que, la experiencia vivida la noche anterior con el Dragón de la noche, había sido tan sorprendente, que esperaban con impaciencia el momento de volver a acostarse, para, a lomos de “su dragón”, vivir más aventuras.

La pandilla del dragón como les gustaba llamarse, viajó por países desconocidos y mágicos como “El país de las siete lunas”, “El mar de chocolate” “El mundo de los dragones” etc. conociendo a personajes sorprendentes, como “los hombres oreja” y “el barco en forma de letra que sólo navegaba con palabras”. Gustavo, Jorge, Sergio y Lucía, recibieron con el tiempo, un gran cariño y ternura de parte de su gigantesco amigo, porque el dragón, no era tal, sino era dragona a la que llamaron Lucyla, que, con su instinto maternal, les colmó de todo ese amor del que siempre habían carecido. En cada viaje, ella les enseñaba las formas de comportarse para llegar a ser seres adultos con muchas cualidades. Las múltiples aventuras que vivieron nuestros amigos, os las narraré en otros relatos.

FIN 12


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EL GRAN MAGNOLIO En el jardín de un gran parque, crecía un gran magnolio que era la admiración de todos los habitantes que pasaban cerca de él. El jardinero encargado del recinto cuidaba con esmero de todas las plantas pero siempre, ponía especial cariño y mimo en cuidar ese árbol que había visto crecer poco a poco desde el día que lo plantó. Nadie sabía si el gran tamaño que tenía el árbol se debía a la naturaleza de la semilla o al cariño con que Justino, el jardinero le trataba, hablándole con ternura, guiando su tronco, quitándole las hojas secas, echándole fertilizante etc. Pero la verdad, es que alcanzó un gran tamaño en poco tiempo, superando con creces en altura los edificios del pequeño pueblo. Los niños jugaban a su sombra y su tronco abierto les servía de guarida en sus juegos fantasiosos. Sus ramas les protegían con sus hojas de los peligros que pudieran correr y cuando en otoño caían, esas hojas les servían de juguetes pues ese pueblo, era tan pobre, que ningún padre, podía comprar a su hijo ni siquiera una pelota. El árbol era muy querido por todos los habitantes del pequeño pueblo, que se enorgullecían de él como si de su propio hijo se tratase. Llegaron a hacerle muchas confidencias, pues cuando alguien tenía algún problema, se sentaba al lado del gran árbol, hablándole y contándole sus cuitas, como si de un vecino más se tratase. El magnolio parecía escucharles y después cuando el vecino en cuestión, terminaba de hablar, se levantaba alejándose, con ese bienestar que da el haber resuelto el problema al contárselo a un amigo. Aconteció que un día una gran tormenta se acercó al pueblo, desatándose un vendaval, seguido de truenos, relámpagos y de una intensa lluvia. Cayeron varios rayos y los habitantes del pueblo se refugiaron en sus casas. La tormenta duró toda la noche, no dejándoles salir ni a la puerta de sus casas, pero dentro de todas ellas se notaba una gran preocupación. En cuanto escampó, todos los vecinos fueron al jardín del gran magnolio preocupados por comprobar si había sufrido algún daño, respirando aliviados al comprobar que estaba tan sano y bello como siempre. El tiempo pasó y todo el pueblo mejoró, prosperando los negocios, los cultivos y hasta el carácter de los habitantes cambió, suavizando las rencillas que siempre eran frecuentes entre ellos. Lo que nadie supo ni sabrá, es que, el día de la gran tormenta, el Dios de la tormenta, se acercó al magnolio admirando su tamaño y belleza y después de hablar largamente con él, le comentó que como tenía el poder de conceder deseos, él le quería hacer un regalo. 13


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El gran magnolio, después de mover sus ramas para poder pensar con claridad, le pidió un regalo especial. Quería una gran barrera invisible que impidiera que ocurriera nada malo ni en el pueblo ni a sus vecinos, para que todo fuera prosperando y que cuando los habitantes tuvieran que morir, como ley de vida, lo hicieran sin ningún sufrimiento. El Dios de la tormenta se lo concedió y así fue, que ese pueblo fue muy especial por sus características, de las que ningún vecino fue consciente. El árbol de nuestra historia siguió creciendo en belleza y tamaño, viendo como las diferentes generaciones le seguían mostrando su cariño.

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LA HISTORIA DE PERLA Desde donde yo estaba, veía la ciudad. Había vivido allí en una casa, pero cuando llegó la época de vacaciones, les estorbaba y me abandonaron en el bosque. Todo me parecía extraño y nuevo. Estaba acostumbrada a no buscar comida, sino a ir al cacharro donde mis dueños me ponían la comida. Había sido mimada y tratada con mucho cuidado y cariño. Ahora estaba asustada. Tenía hambre y necesitaba comer enseguida pero no sabía que comer. Me imaginaba que cualquier cosa verde se podía comer, pues eso creo que es lo que comen los conejos.

Uff perdón, ¡cómo no os lo había dicho antes!. Soy una coneja, mi nombre es Perla, soy grande, blanca, con pelo largo y fino y largas orejas todas blancas. Según decían mis dueños, soy muy bonita y siempre estoy muy limpia. Me siento triste al saber que ya no podré jugar con mi amigo de juegos, Daniel, un niño de 10 años. Él me sacaba de la jaula y jugaba conmigo. Pero bueno, ahora toca buscar comida. El bosque es tan grande que no sé por donde empezar. Perla empezó a saltar por aquí y por allá, buscando comida y algunas veces tenía que escupir, pues lo que se metía en la boca sabía amargo, se pinchó varias veces con ortigas y después de un rato, su pelo en lugar de ser blanco como la nieve tenía manchas de todo tipo y colores. Cuando se dio cuenta, se puso muy nerviosa pues no le gustaba estar sucia. Vio un río y se metió en él para limpiarse. Era bastante maniática con eso de la limpieza. Al principio todo fue bien, pero después de un rato un remolino la arrastró, sin que pudiera hacer nada más que pedir auxilio. Sus gritos conejiles eran tan fuertes que todos los animales del bosque dejaron sus trabajos para ver que pasaba. Dos cangrejos que estaban en la orilla decidieron ayudarla, pero como Perla era bastante gordita, tuvieron que llamar a más cangrejos, y con la ayuda de tortugas, peces y ranas pudieron llevar a Perla a la orilla.

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Al verse en tierra se puso muy contenta, pero no le dio las gracias a los animales que la habían ayudado. Estos animales estaban muy enfadados con aquella bola blanca peluda que habían sacado con mucho esfuerzo del agua. Perla siguió por el bosque. Todos los animales con los que se cruzaba, intentaban acercarse a ella para hablar, pero ella muy seria y con cara de enfadada, daba grandes saltos para alejarse de ellos. No sabía que hacer pero, no quería pedir ayuda. De pronto empezó a oler algo extraño y vio que todos los animales del bosque pasaban delante de ella corriendo en sentido contrario. Ella siguió su camino hasta encontrarse delante de un fuego que iba hacia ella. Cada vez más asustada se volvió para atrás y siguió a todos los animales con los que se había cruzado. Estaban muy lejos y por más saltos que daba, no conseguía alcanzarlos. El fuego estaba cada vez más cerca. Tenía que haber hecho caso cuando los animales al huir trataron de acercarse a ella para advertirla. Ya era demasiado tarde. Debía saltar más deprisa para alejarse. No lo conseguiría. En aquel momento, se dio cuenta que estaba sola, que nadie podía ayudarla, pero que eso le pasaba por ser tan antipática con todos. Incluso se acordó que no había dado las gracias a los animales que la sacaron del río. Encontró un zapato viejo a un lado del camino, se escondió dentro de él, esperando que el fuego viniese, pero de repente, como un milagro, empezó una gran tormenta cayendo granizo con fuerza. El tamaño de las bolas de granizo apagó el fuego. La vida en el bosque, poco a poco, volvió a la normalidad. Perla reunió a todos, pidiéndoles perdón por haberse portado mal con ellos. Y se hizo amiga de otros conejos a pesar de que no eran blancos como ella e incluso se hizo amiga una manera especial con uno de ellos... pero bueno eso es, otra historia.

PERLA VIVIÓ FELIZ EN ESE BOSQUE MÁGICO Y DESDE AQUEL DÍA FUE MUY BUENA CON TODOS SUS AMIGOS 16


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EL CUENTO DEL HILO BLANCO Érase una vez un país que se llamaba el Reino del Hilo Blanco y estaba habitado por muchos, muchísimos hilos, eso sí todos del mismo color, un color blanco inmaculado. En el reino, las casas estaban formadas por carretes y allí dentro vivían todos los miembros de una familia. Había carretes de varios tamaños dependiendo de la cantidad de hilos que vivían dentro. Rasputin, que así se llamaba nuestro personaje, vivía en el Reino del Hilo Blanco, en un castillo muy grande, hecho de carretes blancos. Era hijo de la Gran Madeja Blanca y del Sr. Ovillo Blanco. Todo en el reino era blanco por supuesto, pues en el reino solo existía ese color. Tenía todo para ser feliz, pero a Rasputin le faltaba tener muchos amigos que no fueran de su reino. Allí ya conocía a todos los hilos que eran blancos como él. Se pasaba su tiempo libre soñando con encontrar esos amigos de otro color, que para él eran tan especiales. No salía de aquel reino casi nunca, sólo cuando las costureras le llamaban. Entonces él, feliz se montaba en los carretestrenes que le llevaban hasta otros transportes más largos y puntiagudos que se llamaban agujas e iba a la casa de las costureras. Ellas apreciaban mucho a nuestro personaje porque era un gran trabajador y montado en la aguja, pasando a través de la tela, les ayudaba a confeccionar las prendas con gran rapidez, ya que nunca se aflojaba ni se quejaba de dolor rompiéndose como les pasaba a sus hermanos los otros hilos blancos. Una de las grandes pasiones de Rasputin, era montarse en una gran máquina que le hacia pasar por las diferentes telas a gran velocidad.

Dependiendo del dibujo del tejido, nuestro personaje dejaba volar su imaginación así que: si las telas tenían dibujos de flores, nuestro personaje soñaba con pasear por los campos donde crecían. Si era de estrellas, nuestro amigo se creía viajando en el cielo junto a ellas, acercándose a la luna y descansando en las nubes. 17


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Las telas de trenes y aviones le hacían pensar que iba rumbo a un país desconocido. Pero la que más le gustaba era cuando la tela era de muñecos, balones, etc. pues parecía, cuando entraba en la tela, que ellos se divertían también con él y así un largo etc. porque nuestro personaje tenía muchos sueños en la cabeza y aunque la tela fuera de dibujos desconocidos, él siempre encontraba un sueño que realizar allí dentro. Los días transcurrían todos iguales y al terminar su labor, Rasputin volvía a su castillo y a su vida. Pero un día, las costureras le dijeron que esperara. Él se entretuvo curioseando por el taller e imaginando mil y una cosa con cada tejido que veía. De repente sintió un gran ruido y la puerta del taller se abrió entrando un montón de carretes todos a la vez. Rasputin creyó que eran como él hilos blancos, pero no salía de su asombro al descubrir que ninguno tenía su color. Eran rojos, verdes, azules, morados, marrones y un sin fin de colores que él desconocía. Ellos al verle también se sorprendieron porque nunca habían visto un hilo blanco. Empezaron a hablar y a preguntarse dónde estaban sus casas. En esto, llegaron las costureras, que tuvieron que poner un poco de orden, pues todos los hilos estaban tan contentos que gritaban y saltaban de alegría. A partir de aquel día Rasputin trabajó más, pues al unirse a hilos de otros colores las costuras se multiplicaban, realizando trabajos muy bonitos al unirse el colorido de varios hilos.

Tan feliz estaba nuestro personaje que invitó a sus nuevos y coloridos amigos a conocer su país, que dejó de llamarse El País del Hilo Blanco, pasando a llamarse El País del Hilo Multicolor, pues muchos de sus compañeros - amigos se instalaron allí, dando más alegría con sus casas de colores al paisaje. Hasta las flores que hasta ahora solo habían sido blancas, añadieron su variado colorido a aquel reino que a partir de entonces fue uno de los más visitados por los turistas. 18


Y COLORIN

COLORADO ESTOS CUENTOS

SE HAN ACABADO Y ESPERO QUE TE HAYAN GUSTADO


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