Lo heroico

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Lo heroico ELVIRA LINDO 07/01/2009 En la primera foto que tras el despertar de Jesús Neira ha publicado la prensa se percibe esa secuela común que sufren los que superan un coma: la melancolía de un tiempo arrebatado. Todos los pies de foto echan mano de tres palabras para definir el comportamiento por el que este hombre se vio al borde de la muerte: héroe, heroico, heroicidad. Las merece. Hoy en día es un héroe el que se atreve a intervenir en un incidente callejero, dado el nivel de agresividad que se respira a menudo en el ambiente. Dicho esto, habría que reflexionar sobre el impacto que ha tenido el tratamiento del caso Neira. Se ha dado la coincidencia de que en estos últimos días varios desconocidos con los que entablé conversación me contaron que habían presenciado una agresión a una mujer en plena calle y reaccionaron de la misma manera, inhibiéndose o llamando a la policía. Me ha dado que pensar. Ya digo, los relatos coincidentes no tienen rigor periodístico, pero al referirse todos ellos al profesor Neira para justificar su temor a salir malparados si intervenían, muestran que la manera sensacionalista y a veces grosera en que se ha informado sobre este suceso ha podido tener un efecto contraproducente. Para empezar, el hecho de que defender a una persona que está siendo maltratada se haya convertido hoy en un acto heroico más que de solidaridad ciudadana, hace que se atemoricen aquellos que, entre la posibilidad de conservar su integridad o ser alzados como héroes, opten por lo primero. Pero hay otro elemento añadido: las campañas contra la violencia machista instan a la ciudadanía a señalar a los agresores, a intervenir. ¿Qué debe pensar entonces el telespectador que ve cómo la víctima a la que defendió Neira se lleva una pasta por defender a su agresor? El resultado es paradójico: los mismos que coronan al héroe lo humillan públicamente. COMENTARIO CRÍTICO El pasado día 4 de enero Elvira Lindo, columnista de El País, publicó una columna que tituló Lo heroico. Como es habitual en los columnistas, nos ofrece un comentario y valoración sobre algún hecho o acontecimiento de relativa actualidad. Al parecer, tal como nos indica en las primeras líneas, ha visto en varios medios de comunicación la foto de Jesús Neira tras el coma y, además de melancolía (“la melancolía de un tiempo arrebatado”), le ha llamado la atención el pie de foto coincidente: parece haber acuerdo, en los diferentes medios, en calificar de heroica la conducta de Jesús Neira. Si refrescamos nuestros conocimientos literarios, advertimos que un héroe es un personaje- persona, en la vida real- que se muestra a la sociedad como modelo de conducta. Y es evidente que puesto que responde a unos determinados valores sociales, el héroe variará según el tipo de sociedad al que se le propone como paradigma. Compárese un héroe medieval- hábil guerrero- frente a un héroe de la sociedad moderna, que encarna otro tipo de valores, y sobre estos valores parece lícito reflexionar y lo haremos más abajo. No obstante, pese a las divergencias y variaciones, existe un elemento común básico: un héroe- ficticio o real- es un ejemplo moral. ¿Lo es Jesús Neira? No cabe duda: ha sacrificado su propia integridad física en beneficio de otra persona que estaba siendo agredida. Merece nuestro reconocimiento, tal como nos dice Elvira Lindo (“Las merece”) y la calificación de héroe.


Más adelante, la propia Elvira Lindo profundiza en el caso Neira. El deber de socorro, la solidaridad y prestar ayuda a otro ser humano parecen principios morales básicos. Y entendemos que, como respuesta a estos principios, Jesús Neira se sintió impelido a actuar en defensa de la víctima de la agresión, hasta el punto, de ahí su carácter heroico, de poner en riesgo su propia vida. Pero este riesgo que asumió Neira parece desalentar, según nos indica Elvira Lindo, a otras personas a actuar de modo similar: “su temor a salir malparados si intervenían”. Ese temor parece sustentarse en el perverso tratamiento informativo de la actuación de Neira: “la manera sensacionalista y a veces grosera en que se ha informado sobre este suceso”. A saber, los mediosúltimamente en una búsqueda incesante de lo morboso para producir efectos emocionales en los espectadores o lectores- han subrayado la brutalidad de la agresión con la que se respondió a la intervención de Neira, así como las consecuencias físicas de este acto en detrimento de la nobleza, generosidad y heroicidad de esta acción. Esto es, se ha enfatizado la desgracia e infortunio de Neira porque, según indican a menudo los medios informativos, esto es lo interesante, el lado humano de la noticia- en expresión de los medios-, lo que demanda la población a la que se informa. De este modo, como es habitual, se confunde, de manera maliciosa, el interés general que debe guiar toda información con el interés del público, un curioso ente (el público) al que se le atribuyen, apoyados en los medidores de audiencias, deseos irrefrenables de conocer los detalles escabrosos, sucios, groseros, truculentos, etc. sobre cualquier noticia. Sin necesidad de cuestionar la veracidad de estos sondeos y encuestas sobre la audiencia, parece claro que estamos ante un círculo vicioso: los medios desenfocan la realidad mostrando su lado “tremendista” porque se ven apoyados- y lucrados como empresasen las altas audiencias que les siguen, y las audiencias mayoritarias, sin un espíritu crítico muy desarrollado, reciben gustosamente esas noticias que consumen y devoran con fruición. ¿Cómo quebrar este círculo vicioso? La respuesta sería apelando a la responsabilidad social de los medios. Como poderosos instrumentos de formación de la opinión pública que son, deberían sentirse comprometidos con la verdad y el rigor informativos para servir a la sociedad mensajes guiados por esos principios.

Y hay más. En ese anhelo de explotar el lado humano los medios conceden el mismo espacio y tratamiento a los agresores que a las víctimas. En este caso, parecer ser que la víctima, por la que Neira ha puesto en grave riesgo su vida, ha manifestado públicamente- previo generoso abono por los medios de sus sensatas opiniones- su rechazo a la actuación de Neira y su defensa del agresor. En consecuencia, estamos ante el tópico literario del mundo al revés: “los mismos que coronan al héroe lo humillan públicamente”. No obstante, lo sangrante es que en esta ocasión no nos movemos en el ámbito de la ficción, sino en el de la realidad. Para concluir, como las millonarias audiencias alimentan esa línea informativa de lo truculento, no parece probable que los medios de comunicación modifiquen sus principios informativos. Por tanto, la única solución que se nos ocurre, para quebrar esa retorcida lógica que exhiben los medios, es la rebelión consciente y deliberada de la población. Si los espectadores y lectores rechazan ese tipo de programas y estrategias informativas, los medios, como empresas que son, modificarán sus orientaciones informativas para satisfacer a esa audiencia, ahora sí, más racional y juiciosa. En fin, ¿será posible esa rebelión cívica?


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