Arquidiócesis de Medellín / Febrero 2013 / 200 / 1.200 Ejemplares / ISSN 1909-9584 / ARZOBISPO DE MEDELLÍN. FRANQUICIA POSTAL. DECRETO No. 27-58 1955
PAZ EN COLOMBIA
"Es válido decir que debemos permanecer optimistas, con firme esperanza, deseando que estos diálogos lleguen a buen puerto, celebrando las iniciativas de paz del actual gobierno".
CONTENIDO
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LA VISITA PASTORAL
Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín
LA NOTICIA DEL DOMINGO
COMENTARIO BÍBLICO Por: Jairo Alberto Henao Mesa, Pbro Docente UPB
LA NOTICIA DEL DOMINGO
COMENTARIO TEOLÓGICO PASTORAL Por: Álvaro Mejía Góez, Pbro Docente U. San Buenaventura - Bogotá
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A PROPÓSITO DEL PROCESO DE NEGOCIACIÓN DE PAZ EN COLOMBIA Por: Juan David Hernández Aristízabal Abogado UPB
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LA CUMBRE DE CATAR (QUATAR)
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SIGNOS DE LOS TIEMPOS Y LA MISIÓN CONTINENTAL
Por: Rafael Betancur Machado, Pbro.
Por: Fray Guillermo León Correa H. ocd.
Arquidiócesis de Medellín / Febrero 2013 / 200 / 1.200 Ejemplares / ISSN 1909-9584 ARZOBISPO DE MEDELLÍN. FRANQUICIA POSTAL. DECRETO No. 27-58 1955
LA VISITA PASTORAL
Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín DIOS HA VISITADO A SU PUEBLO
La Visita Pastoral le permite al Obispo ejercer ante el pueblo el ministerio de la palabra, ofrecer la gracia santificante de los sacramentos, proponer las orientaciones que sean necesarias para avanzar en el camino de la vida cristiana y exhortar a todos, especialmente a los que sufren, a la esperanza (cf Pastores Gregis, 46).
El Código de Derecho Canónico manda que el Obispo visite, personalmente o por medio de otros, su diócesis. Están sujetos a esta visita episcopal las personas, las parroquias, las instituciones católicas y los lugares sagrados que se encuentran dentro del ámbito de su jurisdicción (cf C.I.C. c.c. 396-397). Se tiene noticia de la prescripción de estas visitas pastorales, que hacen parte del ministerio ordinario del Obispo como sucesor de los apóstoles y pastor responsable de la vida espiritual de la grey que le ha sido confiada, desde el Concilio de Tarragona en el año 516. Pero las visitas pastorales tienen una raíz todavía más profunda. Son un signo del amor y de la solicitud de Dios, que comparte la vida de su pueblo. La Biblia nos relata las visitas de Dios a Adán (Gn. 3,8s), a Noé (Gn. 6,13s), a Abraham (Gn. 18,1s). Dios se compromete con la suerte de su pueblo y, cuando escucha su grito, baja para liberarlo de la aflicción (cf Ex 3,7ss). Por eso, los profetas suplican: “Ojalá rasgaras el cielo y bajaras” (Is 63,19) y Dios promete: “Yo los visitaré” (Jer 29,10). El nuevo testamento se abre bendiciendo a Dios “porque ha visitado a su pueblo” (Lc 1,68). Efectivamente, las visitas de Dios llegan a su momento culminante cuando, por la encarnación de su Hijo, ha aparecido entre nosotros la gracia que trae la salvación, la bondad y el amor que el hombre necesita (cf Ti 2,11;3,4). Ahora Dios nos habla
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y nos manifiesta directamente su amor por medio de su Hijo (cf Jn. 3,16; Heb 1,1). Esta cercanía de Dios con su pueblo a través de Jesús, descrita a lo largo del Evangelio (cf. Lc. 10,38s.; 19,1s.; Jn. 2,1s.; 4,6s.; Mc. 1,38; 6,6; Lc.4,43; Mt.4,23), se continúa hoy por medio de los que él escogió para que fueran “a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir” (Lc.10,1; Mc 3,14-15). En varios textos del Evangelio se conservan el mandato de ir en representación de Jesús, las instrucciones para este ministerio y las gracias con que acompaña a quienes envía (cf. Lc.4,43; 10,5; Mt. 10,5s.; 28,19-20; Mc. 16,15; He. 1,4-8). Llega incluso a asegurar a sus enviados: “Quien los acoge a Ustedes, me acoge a mí, y quien me acoge a mí acoge a aquel que me ha enviado” (Mt.10,40); “quien los escucha a Ustedes me escucha a mí, quien los desprecia a Ustedes me desprecia a mí; y quien me desprecia, desprecia a aquel que me ha enviado” (Lc.10,16). El libro de los Hechos nos relata cómo se cumplió con fidelidad la orden de Jesús y cómo, aún después del primer anuncio, van los apóstoles visitando las comunidades que han acogido la Palabra del Señor (cf He. 9,32; He 15,36).
NATURALEZA DE LA VISITA PASTORAL Pienso que después de una primera etapa, en la que he tenido ocasión de hacer una visita rápida a numerosas parroquias por distintos motivos o con ocasión de diversas celebraciones, debo iniciar con la ayuda de los Obispos auxiliares, de los Vicarios, los Arciprestes y otros sacerdotes que puedan colaborar lo que es propiamente la Visita Pastoral a las parroquias y a sus instituciones. Más allá de la ejecución de un recurso jurídico prescrito por la normativa eclesiástica o un acto administrativo, quiero propiciar una oportunidad de contacto personal de los obispos con los presbíteros, los diáconos, los religiosos y los laicos. Espero que sea un momento de discernimiento eclesial y pastoral sobre la parroquia, que nos
permita encontrar la voluntad de Dios sobre ella y lograr su armoniosa integración en la vida y la misión de la arquidiócesis. Lo que es una Visita Pastoral quedó descrito por Pablo VI cuando, en abril de 1967, comenzó a visitar las parroquias de su Diócesis de Roma y dijo: “Venimos como enviados por Cristo, como sus representantes y sus ministros, sucesores directos y legítimos de aquellos a los que Cristo dio precisamente la orden de ir y anunciar el advenimiento del Reino de Dios. El Evangelio continúa. La Visita Pastoral es un acto de apostolado, un acto de presencia de quien es responsable del gran anuncio de la salvación; es una intervención autorizada del Obispo para hacer operante el designio de la redención, que es precisamente una visita, totalmente insólita y sorprendente, de Dios a la humanidad…La Visita quiere ser una animación, un despertar, una llamada a una conciencia nueva, a un mayor compromiso… Venga la hora del Espíritu vivificante; la hora del fuego nuevo… Nuestra visita lo traerá”. La Visita Pastoral le permite al Obispo ejercer ante el pueblo el ministerio de la palabra, ofrecer la gracia santificante de los sacramentos, proponer las orientaciones que sean necesarias para avanzar en el camino de la vida cristiana y exhortar a todos, especialmente a los que sufren, a la esperanza (cf Pastores Gregis, 46). Por eso, el Directorio para el Ministerio pastoral de los Obispos, precisa que la Visita Pastoral: “Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida y a una acción apostólica más intensa. La visita le permite, además, examinar la eficiencia de las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica… Para las comunidades y las instituciones que la reciben, la visita es un evento de gracia
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que refleja en cierta medida aquella especial visita con la que el ‘supremo pastor’ y guardián de nuestras almas, Jesucristo ha visitado y redimido a su pueblo”(Apostolorum Successores, 220).
OBJETIVOS Y PROPÓSITOS DE LA VISITA PASTORAL 1. Deseo que la Visita Pastoral, que vamos a realizar, sea para cada comunidad cristiana una experiencia del amor de Dios. Que nos permita celebrar con fe y con alegría la Eucaristía y los demás sacramentos, ponernos en una actitud de escucha y acogida generosa de la Palabra de Dios, encontrar en la verdad y la caridad todo lo bueno que tenemos y la misión que hoy debemos realizar. 2. Espero que marque una profunda renovación de la vida cristiana. Que señale un verdadero y concreto compromiso de conversión especialmente en la vivencia de la fe, en el comportamiento moral, en el ejercicio de la caridad y en la organización pastoral. 3. Debe dar un impulso a la acción evangelizadora. Que nos ayude a entender que la Iglesia existe para evangelizar, a redescubrir la naturaleza de las parroquias como comunidades para vivir y anunciar el Evangelio, a crecer en el ardor apostólico y a asumir con seriedad y con orden los proyectos pastorales que se proponen en la Arquidiócesis, siguiendo el camino que el Espíritu de Dios señala a toda la Iglesia a través de la Misión Continental y la Nueva Evangelización. 4. Es necesario que refuerce la comunión eclesial. Que estreche vínculos entre los pastores y los fieles, acreciente la alegría y la fuerza de ser comunidad, aúne las inteligencias y las voluntades en los mismos criterios y propósitos pastorales, desarrolle el sentido de pertenencia a la arquidiócesis y a la parroquia; en una palabra, que promueva el ideal de ser “un solo corazón y una
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sola alma” (He.4,32). Debería ser también la ocasión de acercar a muchas personas que se han alejado de la Iglesia. 5. Debe favorecer una revisión y un impulso de la vida pastoral de la parroquia. Que ayude a analizar cómo actúan sus protagonistas, qué tan eficaces son sus instrumentos, cómo deben reformularse sus opciones y sus métodos, cómo hacer un relanzamiento del trabajo apostólico de acuerdo con la realidad que se vive en cada lugar y con la programación de la pastoral arquidiocesana. 6. Conviene que sea una ocasión para mejorar la administración de las parroquias en sus diversos aspectos. Que los análisis que se hagan y las ayudas que se ofrezcan permitan una mejor organización y una creativa cooperación con los propósitos y directivas que se tienen a nivel arquidiocesano. 7. Debe ayudar a la tarea de la paz y la reconciliación. Que el empeño en ser mejores discípulos de Cristo y en construir la comunidad eclesial, que promueve la Visita, tenga también repercusiones concretas en nuestra sociedad para favorecer la equidad, la solidaridad, la educación para la convivencia y el compromiso de renunciar a toda forma y ocasión de violencia.
MOMENTOS PRINCIPALES DE LA VISITA PASTORAL El desarrollo de la Visita Pastoral, como es normal, debe acomodarse a las posibilidades de tiempo y características de cada parroquia; sin embargo, de acuerdo con las orientaciones eclesiales que se tienen al respecto, conviene que se programe y se realice a partir de los siguientes elementos: 1. La Visita se organiza por arciprestazgos. Presidida por el Arzobispo, los Obispos auxiliares y el Vicario de zona se inaugura en la parroquia del Arcipreste. Luego, con la presidencia del Arzobispo o de alguno de los Obispos auxiliares se inicia-
rá en cada una de las parroquias mediante una Eucaristía con toda la comunidad; allí el párroco hará una breve presentación de la parroquia y el obispo señalará los propósitos de la Visita. Como un memorial del Bautismo, se incluirá el rito penitencial de aspersión al pueblo con agua bendita. 2. El acto central y más importante de la Visita será siempre la celebración de la Eucaristía, al inicio, al final y en otros encuentros si se ve oportuno. En una de estas Misas se debe conferir el Sacramento de la Confirmación. La liturgia se debe preparar del mejor modo posible y se debe procurar la participación de toda la comunidad. 3. El Arzobispo tendrá en cada parroquia un espacio de diálogo con el párroco y los demás sacerdotes que sirven en la parroquia, con los religiosos y religiosas si los hay, con el Consejo Parroquial, las pequeñas comunidades y los grupos apostólicos. 4. Uno de los obispos auxiliares, haciéndose ayudar de algún sacerdote del arciprestazgo si es necesario, tendrá catequesis con niños, jóvenes, parejas de esposos, miembros de movimientos apostólicos, líderes y representantes civiles de la comunidad. Estas catequesis serán una oportunidad para motivar, a partir de la Palabra de Dios, a vivir nuestra condición de discípulos y misioneros de Cristo. 5. En cada parroquia se celebrará una liturgia penitencial y se buscará que en ella varios ministros administren el Sacramento de la Reconciliación. Igualmente, se ofrecerán espacios de diálogo con las personas que lo necesiten. 6. Como un signo de la solicitud del Señor con los que sufren, uno de los Obispos auxiliares visitará a algunos enfermos de la parroquia. 7. Se procurará visitar las escuelas, colegios, hospitales, hogares de ancianos, obras sociales, cárceles, empresas y demás instituciones que
existan dentro de la parroquia. Si la parroquia es rural se visitarán también algunas comunidades veredales. 8. Uno de los Obispos auxiliares revisará el templo, la casa parroquial y demás obras y dependencias de la parroquia para verificar su estado, su organización y su funcionalidad. 9. Si dentro de la parroquia hay un cementerio se programará allí una Eucaristía para orar con toda la comunidad por los fieles difuntos. 10. La Visita se concluye, en el templo parroquial, con una Eucaristía en la que se da gracias por la comunidad y su itinerario de vida cristiana y se motiva a vivir con más fuerza la fe y el compromiso misionero.
PREPARACIÓN DE LA VISITA PASTORAL Para que la Visita pastoral dé los mejores frutos es necesario el compromiso del Párroco y prepararla cuidadosamente. Me permito recomendar los siguientes pasos: 1. Un encuentro, con suficiente antelación, del Obispo auxiliar que acompaña el Arciprestazgo, quien será el coordinador de la Visita, del Vicario de Zona, del Arcipreste y de los Párrocos para diseñar la programación más conveniente. 2. Una reunión del Arzobispo con el Obispo coordinador, el Arcipreste y todos los sacerdotes del arciprestazgo para orar pidiendo al Señor el éxito de la Visita y para aprobar y prever su organización general. 3. Pedir a los fieles, y especialmente a quienes integran los grupos apostólicos, que oren mucho suplicando al Señor que derrame sus bendiciones sobre la parroquia. Programar algunas jornadas de oración y difundir el texto de la “Oración por la Visita Pastoral”.
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4. Aprovechar las homilías y algunas catequesis con gremios, instituciones y grupos para desarrollar temas como la identidad de la Iglesia particular, la persona y la misión del Obispo, la parroquia como comunidad cristiana, la figura y el servicio del párroco y demás sacerdotes en la parroquia, el papel de los religiosos y los laicos en la Iglesia, el compromiso de la nueva evangelización. 5. El Párroco, con el Consejo Parroquial u otros colaboradores, elabora un informe escrito al Arzobispo, sobre la historia, la situación social y pastoral de la parroquia, a fin de tener un instrumento que ayude a quienes realizan la Visita a situarse rápidamente en el contexto de las posibilidades y problemáticas que tiene la comunidad. 6. Una visita previa del Vicario y del Arcipreste para revisar los libros parroquiales y los demás asuntos administrativos o pastorales que le competen, de tal forma que pueda ofrecerle al Arzobispo y a los Obispos auxiliares la información pertinente antes de la Visita.
TAREAS DESPUÉS DE LA VISITA PASTORAL La Visita Pastoral no es un evento aislado sino que se inscribe en el camino eclesial y pastoral de la Arquidiócesis y de cada Parroquia; por tanto, al terminarla se realizará lo siguiente: 1. Una responsable evaluación de la Visita para llegar a los análisis y a las conclusiones que puedan ser necesarios y útiles tanto para la Parroquia visitada como para la vida pastoral de toda la Diócesis. 2. Se redactará un Acta, tal como está prescrito, “que testimonie la realización de la Visita… se reconozcan los esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino más exigente de la comunidad, sin omitir las indicaciones sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales”
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(AS, 224). Esta Acta se dará a conocer a la comunidad y se comentará con el Consejo Parroquial y los grupos apostólicos. 3. El Párroco, el Consejo Parroquial y los fieles recogerán con agradecimiento las gracias recibidas y buscarán los medios más oportunos para asimilar y poner por obra las orientaciones y recomendaciones que hayan surgido bien sea del ministerio episcopal o de las demás experiencias vividas. 4. A nivel de la Curia, de la Vicaría de Zona y del Arciprestazgo se hará un seguimiento al cumplimiento de las directivas y orientaciones que se den a cada parroquia después de la Visita Pastoral.
CONCLUSIÓN Espero que estas notas nos ayuden a entrar en el sentido profundo y en el espíritu de la Visita Pastoral, la cual le permite al Sucesor de los Apóstoles ser un signo de la cercanía del Señor con su pueblo. Oremos y colaboremos todos para que la Visita Pastoral a las Parroquias sea otro medio de renovación profunda y de animación apostólica de nuestra Iglesia. Oren mucho, apoyándose en la intercesión de la Santísima Virgen María a quien en nuestra Arquidiócesis honramos bajo la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria, para que al visitarlos, en el nombre y con el mandato del Señor, yo pueda anunciar su Palabra con unción y con humildad, pueda transmitir la gracia salvadora del Señor, pueda ofrecer una voz de ánimo a los obreros del Evangelio y a todos los que pasan por alguna prueba, pueda construir la unidad eclesial e impulsar el advenimiento del Reino de Dios. Para mí es una gran alegría poder visitarlos; por eso, como decía San Pablo a los Romanos: “Deseo verlos, a fin de comunicarles algún don espiritual que los fortalezca, o más bien, para sentir entre Ustedes el mutuo consuelo de nuestra fe” (Rm.1,11).
LA NOTICIA DEL DOMINGO COMENTARIO BÍBLICO
Por: Jairo Alberto Henao Mesa, Pbro Docente UPB
En esta ocasión, apreciados amigos y amigas, he tenido más tiempo para la elaboración de este subsidio, que llamo “recepción de la Palabra de Dios”. Quiero advertir que no he hecho una exégesis de corte alemana, no porque ello sea ilegítimo, sino porque para eso están los libros de nuestras bibliotecas. Me he inclinado mejor, desde la pasada ocasión, por hacer una recepción sencilla que permita la reflexión del ministro de la Palabra o de los grupos que meditan la Palabra del Señor.
Una buena inversión parroquial sería adquirir un texto como el COMENTARIO BÍBLICO INTERNACIONAL de la casa editorial Verbo Divino (1999). Existen otros. Cualquiera podría servir para un pequeño ejercicio de estudio de los textos de la domínica o de cada día. En esta edición que contiene los domingos IV y V del tiempo Ordinario y los domingos de la Cuaresma hasta el V, he decido hacer un pequeño comentario a cada lectura. Podría sonar terrible a muchos oídos pero ya he hecho el ejercicio de eliminar cualquier comentario inicial a las lecturas y, en vez de ello, como ministro de la Palabra yo mismo lo hago y luego viene la proclamación respectiva de la lectura. Para terminar se proclama el evangelio y la tercera y última reflexión versa sobre el evangelio. Digo que podría sonar terrible para muchos pero si lo ensayan no es tanto. Bastaría con tener tres cosas: Tener claro lo que se va a decir, no extenderse más allá de lo necesario y tener deseos de hacerlo. La homilía debería dejar de ser un discurso para convertirse en una Escuela de Evangelización. Las comunidades están abiertas al anuncio de la Palabra. No creo cierto aquello de que se tenga que celebrar en cuestión de minutos… eso deja insatisfechas a las comunidades. El sacerdote debe recuperar su papel de Ministro de la Palabra y a eso apunto con este esquema.
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El Esquema de la Lectio Divina. Insisto una vez más en que este subsidio podría servir como pequeño esquema de Lectio Divina para pequeñas comunidades, para compartir con los catequistas, con los catequizandos. Sólo haría falta complementarlo con dos o tres elementos adicionales que se prepararían autónomamente: Un momento de oración, un momento de compartir las ideas, un compromiso práctico. Así se estaría evangelizando con un esquema muy bonito y sentido que, como lo dije en el anterior número de navidad, sirvió para articular la vida en las comunidades monásticas. Interactuar en el Taller de la Homilía. Algunos amigos sacerdotes me han pedido que interactuemos o compartamos comentarios sobre estos subsidios que les llegan. Con gusto acepto la idea y por lo pronto me pueden escribir al correo: alberto.henao39@gmail.com Más adelante podríamos, si se animan, a crear un grupo taller online. Los dejo con el trabajo elaborado para todos.
DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO LECTIO - MEDITATIO Primera lectura tomada del libro del Profeta Jeremías (1,4-5.17-19). En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Palabra del Señor.
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El profeta Jeremías es un icono de aquellos que tienen que demostrar el coraje incluso cuando todo parece impenetrable, incambiable. No es poesía. Es una apuesta radical por aquello que en el universo del siglo VII a.C. se entendía como adecuado, racional, voluntad del Señor para con su pueblo. Los poderes de turno suelen vivir siempre de una idea: “Hagámonos pasito”. Cuando se vive en esta lógica se sacrifica la verdad, se sacrifica el análisis, se sacrifica el bien común y el futuro legítimo de las comunidades. Si no miren el debate sobre las grandes pensiones de los congresistas y magistrados de Colombia, muchas conseguidas torciendo, en beneficio propio, el sentido de una ley de inicio de los años noventa; miremos cómo algunos de ellos hablan de derechos adquiridos, cuando el ciudadano de a pie tiene que entutelar al país para conseguir migajas (enero 24 y 25 de 2013). En este país se gusta mucho de esa idea: “Hagámonos pasito”. Pues la palabra del Señor dirigida al profeta mismo es esta: “Yo te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: Frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para liberarte”. Mahatma Ghandi expresó un día lo siguiente: “Si no tienes religión, te aconsejo una: El amor a la verdad”. Es el amor por la verdad lo que lleva al profeta a entenderse desde lo más profundo de Dios. En Dios brota la verdad sobre la vida, brota la verdad sobre el hombre, brota la verdad sobre el cosmos. Por eso su espíritu en el profeta brinda el discernimiento necesario para entender que a veces la cultura producida por las instituciones políticas, las instituciones religiosas, la masa amorfa, es una cultura inhumana, una cultura de muerte, una cultura arrodillada a los intereses particulares de los hombres. Teme al que te adula y respeta al que es capaz de discrepar contigo mirándote a la cara. Un ejemplo de la vida real nos lo confirma: en este país el cambio de gobierno produjo un viraje en la Fiscalía General, la Corte Suprema de Justicia y los críticos o ge-
neradores de opinión en lo referente a las víctimas. La muerte de un ciudadano es intolerable si lo producen las bandas llamadas paramilitares pero son hechos “irrelevantes” si lo producen las guerrillas de las FARC o el ELN. Todo aquello que deshumaniza puede entenderse como algo que produce muerte. Salmo 70: Mi boca cantará tu salvación, Señor. A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R/. Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/. Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R/. Segunda lectura tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (12,31-13,13). Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin li límites mites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos
confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor. Palabra de Dios. En estos días de año nuevo (2013) caminaba por un bosque de Santa Fe de Antioquia con una familia, que me había invitado a pasar el fin de semana con ellos. En la caminata nos planteamos el tema del éxodo. Les pedí que me hicieran preguntas porque no quería dar una conferencia traída de los cabellos. La primera pregunta, hecha por el papá, fue esta: ¿Qué certeza tenían de llegar a alguna parte? Mi respuesta: ¡Ninguna! Nosotros vivimos de fe en fe y de esperanza en esperanza. La única certeza que pudieron tener aquellos hombres y mujeres fue el hecho de vivir en un estado de inhumanidad, de muerte. Por eso gritaron a Dios y fueron escuchados. Su dolor hubo de ser la única certeza; eso los movió a tomar decisiones. Cuando esto ocurre vivimos de la esperanza. Los psicólogos humanistas se apoyan en la filosofía existencialista donde hay un paradigma que dice: “somos los que decidimos ser”. El pueblo de Israel le apostó, en fe y esperanza, a vivir en unas condiciones distintas, atravesadas por la libertad, la tenencia de la tierra y la convivencia pacífica (shalom). Esta es una forma de entender aquello que dice el Apóstol: “tres cosas hay muy importantes: La fe, la esperanza y el amor. Pero la más importante es el amor”. Nuestra fe, esperanza y caridad, nacen en el Misterio de Jesucristo muerto y resucitado. Esto es muy importante porque Él ha asumido todo en su humanidad y con ella nos ha enseñado, nos ha llamado y nos reconforta. Cuando éramos estudiantes en el Seminario Mayor de Medellín recuerdo al P. Diego Uribe en una de sus homilías diciéndonos: “Pongan el nombre Jesucristo allí donde dice amor”, refiriéndose al cántico de San Pablo, “eso les brindará una idea de quién modela el amor”. Como ejercicio hermenéutico está bien. Lo importante es que noso-
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tros lleguemos a asumir en nuestra vida esas tres fuerzas guiadores de la historia humana: Fe como confianza en Dios y en nosotros mismos, esperanza como decisión y apertura al futuro que también pertenece a Dios, amor como fuerza permanente para todo lo que somos, para nuestra forma de relacionarnos, para nuestra forma de asumir el mundo. Evangelio según san Lucas (4,21-30). En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?» Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba. Palabra del Señor. Todos los evangelios coinciden en un hecho: ya desde el principio de la narración se vislumbra la cruz como destino. Marcos, Mateo, Lucas y Juan. En Marcos (2) no ha terminado de secarse el agua
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del bautismo y ya está en problemas con las autoridades; en Mateo (7,29) y Lucas (4,30) no ha terminado de pasar el buen olor de la navidad y, o controvierte la Tradición o lo quieren despeñar; en Juan (2,13-25) no ha pasado la resaca de las bodas de Caná y ya hay líos de muerte en el Templo. El inicio de la Buena Noticia, que es Jesús mismo, es un bautismo de fuego, como ya lo había dicho Juan Bautista (Lc 3,16). Decir “fuego” no indica que haya comenzado con gritos e insultos, sino que muestra una lógica profética, la lógica que siempre ha utilizado Dios en el plan de Salvación: La viuda de Sarepta, Naamán el sirio, y ahora el hijo de José, el que habla a viudas, huérfanos, ciegos y encarcelados; el que en sus parábolas habla del Misterio de Dios revelándose en la “parábola del buen samaritano”, del “padre misericordioso”, del “rico epulón y Lázaro”, “el que se alegra con el leproso agradecido”, “el que se alegra con la oración del publicano humilde”, “el que pernocta en casa del odioso Zaqueo”, “el que es como una mujer alegre al encontrar la moneda”, “el que se admira con el administrador astuto”, el que “confía la noticia más inverosímil a las mujeres en el sepulcro”. Este párrafo del evangelio, como muchos otros, tiene la característica de ponernos a pensar si nos quedamos en la zona de confort, donde no se toma partido por nada, donde todo pasa en una “correcta” quietud, en una absurda indiferencia, donde no se cultiva la esperanza como meta, como acción de futuro, de transformación del presente, como decisión o elección. Es saludable recordar las palabras del Santo Padre en su encíclica Spe salvi: “Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: El presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva a una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (SS 1).
DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO LECTIO - MEDITATIO
pueblo de Judá. Estos versos iniciales del capítulo sexto son llamados la vocación de Isaías.
Primera lectura tomada del profeta Isaías ( 6,12ª.3-8).
Esos versos portan un elemento muy importante que nos habla hoy: El hombre llamado por Dios está atento a las realidades cotidianas y hace el esfuerzo por discernirlas. Sin discernimiento las comunidades no tienen futuro, no tienen la fuerza para construir nada a largo plazo. Sin discernimiento no sabemos que Dios nos está hablando y que está caminando con nosotros. Ante un Misterio que trasciende toda componenda política, el profeta se reconoce pequeño y de labios impuros. Es más, necesita una reconciliación, un acto de penitencia, que en el episodio tiene que ver con las tenazas de fuego que tocan sus labios.
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!» Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.» Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?» Contesté: «Aquí estoy, mándame.» Palabra de Dios. Hemos escuchado el nombre Emmanuel, Dios con nosotros, sobretodo en el contexto de la navidad. Esa denominación nace en el libro del profeta Isaías. Lo que hoy escuchamos es el inicio del llamado libro del Emmanuel o ciclo del Emmanuel. El profeta vive y actúa como tal en el siglo VIII a.C; y allí es testigo del ímpetu militar de los asirios, que vienen devorando todo en dirección hacia el oeste, en un intento más por controlar el comercio y las riquezas de Egipto. Es la época del rey asirio Tiglat Falasar III. El profeta también es testigo de la alianza de Damasco con Samaría y Egipto para frenar a los asirios. El reino de Judá se abstiene y esto genera una guerra intestina entre las tribus descendientes de Jacob llamada la guerra siro-efraimita que busca destronar al rey Ezequías. Allí surge la vocación del profeta. Un hombre sabio, inteligente, con carácter para decir las cosas y aconsejar a los reyes y al
Eso tiene un sentido muy radical que igualmente nos concierne: Sin reflexión interior ¿cómo construir o afrontar lo exterior? La forma como se desenvuelve la historia de cada ser humano y de una comunidad depende de lo que interiormente se discierne. El Misterio de Dios y del Hombre hay que descubrirlo con mucho esfuerzo, con análisis, con crisis, con espíritu de conversión. De allí que la espiritualidad tiene una misión muy importante en la historia de las comunidades siendo una de sus mayores fuerzas de transformación. La vocación de Isaías nos recuerda la necesidad de cultivar una espiritualidad de “rodillas al piso y ojos abiertos”. En una imagen que me enviaron por facebook dice el niño a su padre: “Papá ya tengo el Iphone, la tablet, el notebook, las USB, para ir a la escuela. ¿Y ustedes que usaban en su tiempo? El padre responde: “la cabeza mijo”. Isaías funge hoy como el hombre que utilizando su cabeza y su corazón sabe escuchar a Dios que está en medio de la comunidad, que camina a su lado. SALMO 117: Delante de los ángeles tañeré para ti Señor. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/.
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Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R/. Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/. Segunda lectura tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,1-11). Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído. Palabra de Dios. Pablo enfrenta una situación crítica en la comunidad de Corinto y que está expresada en la cuestión retórica: ¡Si es que conserváis el evangelio que os proclamé, pues de lo contrario se ha malogrado nuestra adhesión a la fe! Recuerdo que el libro de los Hechos de los Apóstoles tiene un episodio semejante. Es un discurso donde los apóstoles Pedro
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y Juan están predicando que Jesús ha resucitado y por ello tienen que enfrentar al Sanedrín. En ese contexto cita el apóstol el Antiguo Testamento para identificar la piedra de Salvación, de encuentro definitivo con el Misterio de Dios no en unas leyes sino en una Persona (Hech 4,1-22). Pregunto, amigos, ¿por qué nos asusta tanto el evangelio? El inicio de la buena noticia tiene que ver con dos palabras que para todos los exégetas tienen la más profunda raíz histórica: Abbá y Reinado de Dios. Ambas son muy utilizadas en nuestro lenguaje, aunque muchas veces no entendemos sus alcances y cuando lo hacemos, tememos. Abbá es una corrección de una noción tradicionalista de Dios que lo ve como Juez, Poder y Distancia. Abbá hace referencia a confianza, parentesco, fuente de vida, fuente de dignidad humana y libertad. Esta palabra aramea se distancia de las otras nociones de Dios por aquello que nos enseña la escuela joánica: ¡Dios es amor! (1Jn 4,8). Por eso aunque nos guste decir que Dios es Poderoso, su poder es el Amor. Aunque nos guste decir que es Juez, es Juez Amoroso. En una sociedad o cultura fundamentada en el “yo tengo poder”, esa buena noticia asusta y el miedo lleva a la transgresión y la distorsión. La segunda expresión es “Reinado de Dios”. Nace en la primera. El reinado de Dios sólo puede ser el reinado de su esencia: El reinado del amor. Esto da a cada ser humano una filiación con el Padre, lo inserta dentro de una Comunidad, le da vigencia y validez en el orden Universal y redime su carácter histórico. En el Padre Nuestro (Mt 6,9-10) aparece vinculado con el pronombre posesivo “nuestro”. Toda experiencia religiosa que se quede en el primer miembro de la relación, es decir, en el yo, no es verdadera fe cristiana. San Juan de Ávila alcanzó a decir una frase que ahora recuerdo: “Si no hay nuestro, no hay Padre”. La Buena Noticia en una Comunidad, en un Bautizado, en la Iglesia es una magnífica noticia, es su razón de ser, pero al mismo tiempo es una grave exigencia. Miremos alrededor si no estamos llenos
de religiones cristianas carentes de toda fraternidad, llenos de clérigos carentes de vínculos tan solo humanos, llenos de bautizados que se depredan entre sí. Parodio al apóstol: “¿Es que se ha malogrado la Buena Noticia que os prediqué?” Evangelio según san Lucas (5,1-11). En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor. Un evangelio no es una biografía, en los términos que nosotros conocemos esta palabra hoy. Un evangelio es una narración sobre la vida de una
persona, que partiendo de los hechos y las palabras expresa también los significados y permite que ellos iluminen la vida de las personas y las comunidades creyentes. Hoy leemos este episodio ampliado, con respecto a la llamada de los primeros discípulos en Marcos (1,16-20), referente a la llamada de los primeros discípulos de Jesús. Varios de sus elementos, contados por Lucas, son muy expresivos: Jesús que es buscado por la multitud. Jesús que se sube a la barca de Simón. Jesús que a plena luz del día invita a aquellos pescadores a ir mar adentro para tirar las redes. Jesús que llena de esperanza el corazón incierto del pescador Simón. Una pesca abundante a plena luz del día. La búsqueda de ayuda por parte de los otros socios. Un pescador que se tira al agua sin miedo y con una alta dosis de respeto por Jesús. Un desenlace final que tiene que ver con el dejarlo todo para seguir a Jesús. Cualquiera de estos elementos es valioso para reflexionar. Les propongo que hoy nos fijemos en uno de ellos. La pesca, hasta donde conozco, aunque artesanal se realiza durante las primeras horas de la madrugada, de tal forma que cuando la gente de tierra a plena luz del día comienza sus labores, los pescadores ya terminan. En la hora tercia ya se sabe qué hubo o que no hubo. Jesús parece presentarse ante la multitud en la hora de tercia. Y devuelve a los pescadores hacia el lugar de la pesca, el primer milagro de pesca no ocurre en el agua sino en los corazones de unos pescadores abatidos por el trabajo y los pocos resultados, es decir, les devuelve la esperanza. Su Palabra se convierte en algo suficiente para tirar de nuevo las redes, para reconocer la pequeñez con la cual se vive (Simón) y para involucrar en el éxito de aquel día a otras personas que de cerca aprenden a ir detrás de Jesús (Jacobo y Juan). Cada bautizado, cada religioso (a), cada sacerdote es invitado a mirar el itinerario de este evangelio y hacerlo él mismo, al final encontrará la fuerza suficiente para seguir a Jesús y ser uno que en el siglo XXI ayuda a hacer el milagro de la esperanza.
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MIÉRCOLES DE CENIZA LECTIO - MEDITATIO
Segunda lectura tomada de la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (5,20-6,2)
Primera lectura tomada del libro del profeta Joel (2,12-18).
Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación. Palabra de Dios.
«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.» Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.». Palabra de Dios. Salmo 50: Misericordia, Señor: Hemos pecado. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R/. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18). En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.». Palabra del Señor. Nos expresamos por medio de palabras y símbolos. El día de hoy nosotros no decimos muchas pa-
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labras, al contrario, dejamos que Dios por medio del profeta Joel, de San Pablo y Jesús nos invite al arrepentimiento y nos enseñe la necesidad de Él. Por nuestra parte, recurrimos a un símbolo: la cruz hecha con ceniza, que expresa nuestra adhesión a esa invitación divina. Un símbolo que recoge nuestro deseo de transformar la existencia, recuperar los espacios, la vocación de humanidad perdida y enderezar los senderos. El profeta Joel, hablaba del encuentro final con Dios como un momento de necesario arrepentimiento, en el que todos los gestos eran mínimos en comparación con la santidad de Dios, el cual necesariamente habría de recurrir a su misericordia para ayudarnos a reconciliar, purificar, sanar. Tiene sentido entonces que el mismo apóstol San Pablo diga que en “día de salvación vine en tu ayuda”. Por su parte, Jesús pareciera decirnos: El hombre escasamente es capaz de ser humilde en sus actos piadosos como la limosna, la oración o el ayuno, los cuales expresan su acercamiento a Dios. Hoy queridos hermanos tenemos que reflexionar en todas las iglesias, en todas las familias, en todos los lugares de nuestra patria que necesitamos un tiempo de arrepentimiento. Necesitamos volver a mirar al crucificado, no para ver allí una imagen que sacamos en procesión y nos da identidad cultural, sino un gesto, el gesto del hijo de Dios, que nos muestra hasta donde llega el hombre cuando se somete a sus deseos de hacer el mal, cuando no corrige, cuando no recapacita. La cruz es una denuncia de lo que hace el hombre cuando yerra su camino. ¿Cuántas formas de mal existen en nuestro país? ¿Podríamos hacer una lista suficiente?: Familias destrozadas por la inmadurez, por la malicia o por la irresponsabilidad de los miembros; mentiras en el alto gobierno, corrupción política en la salud, corrupción en las regalías, corrupción en los legisladores y jueces, violencia sistemática de grupos alzados en armas, consumo de alucinógenos, consumismo sin sentido ético, acumulación de riqueza y detrimento de las condiciones laborales de los
obreros, mercantilismo religioso, destrucción del medio ambiente. ¿Cuántas otras cosas podemos listar? Otra pregunta se nos debe ocurrir al ver este panorama: ¿Quién no necesita escuchar acerca de la reconciliación? Hasta el no creyente debe sentir este imperativo como algo propio. Nosotros que creemos en la existencia de Dios y en la resurrección de Jesús con mayor razón debemos hacer un camino cuaresmal caracterizado por la búsqueda de aquello que es bueno, de tal forma que evangelicemos con nuestra vida a quienes se sienten desanimados, sin fe y sin esperanza. Si bien hemos de buscar el sacramento de la penitencia para celebrar nuestro arrepentimiento, debemos igualmente preocuparnos cada día en familia, en el trabajo, en el colegio o universidad, en la intimidad o en sociedad de crear una cultura de creación, de sanación, de responsabilidad, de honestidad, de bondad, de solidaridad, de humanidad. El martes 8 de enero de 2013 hubo un titular en el periódico El Colombiano, también en otros diarios del país, que me llamó la atención, decía: “Revaluación del peso preocupa a los industriales (1750 $ x 1 US)”. El miércoles 26 de diciembre, mismo periódico, dice la ANDI: “Colombia crecerá 4 %”. Siempre en el mismo escenario de las noticias impresas leí un editorial del 6 enero que decía: “Dinamizar la economía y asegurar que esta crezca a niveles cercanos a su potencial, constituye el reto del 2013” (El Colombiano 6 de enero de 2013). Y para no cansarlos con esta cuestión, el periódico del domingo 30 de diciembre nos planteaba 12 retos para el año que se avecinaba: Crecimiento de la economía, dólar fuerte, inflación controlada, tasas de interés sin sorpresas, desempleo al 10 %, gasolina no muy costosa, inversión extranjera, petróleo y carbón, producción y ventas, comercio saludable, locomotoras de Santos y la Bolsa”. Mi pregunta es: ¿Quién habló del crecimiento del ser humano? ¿Quién dijo que lo más importante es que crezcamos como personas? ¿Quién dijo que lo más importante es el ser humano construido desde adentro y no sólo desde
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sus bolsillos, desde su consumo? Esto me pone a pensar…. ¿Y a Usted? El arrepentimiento como reconstrucción del ser humano es el camino de la paz.
DOMINGO I DE CUARESMA: Las tentaciones. LECTIO - MEDITATIO Lectura tomada del libro del Deuteronomio (26,4-10). Dijo Moisés al pueblo: «El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado.” Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.». Palabra de Dios. Un solo concepto bastaría para que este primer domingo ilumináramos nuestra vida y sacáramos fruto de la palabra de Dios. Se trata de la –memoria-. El pueblo de Israel recuerda su pasado con una triple función: Recordar el origen, corregir las distorsiones de su presente y dialogar con los tiempos futuros (Mejía, 2007). Cuando el hombre desconoce sus vínculos más profundos con la vida se deshumaniza, se convierte en artículo, hechura de sus propias manos y por lo tanto dueño, amo, señor de su destino. Esta forma de ser tiene la desventaja que genera injusticia, genera caos en la creación.
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Israel se siente hijo de Abraham, el patriarca errante, por lo tanto su historia está vinculada a un momento creador, a alguien que le ha dado existencia. También nosotros, nos sentimos vinculados a Abraham porque él es “hechura” de Dios y de este modo sabemos que nuestro origen es Dios. Somos hijos. Por lo tanto no somos hechura de nosotros mismos sino que pertenecemos al ecosistema de la vida. Hoy también al decir “mi padre era un arameo errante” estoy diciendo “soy hijo”, son hechura de otro. Cuando el hombre desconoce su origen entonces no se da cuenta de su presente. La primera lectura también nos recuerda que en el pasado Israel era un pueblo sometido a la esclavitud y que su historia comenzó a cambiar en el momento que la libertad se le hizo necesaria. El problema más grave de un esclavo no son sus cadenas sino su mentalidad de esclavo, el que no sienta necesidad de la libertad. Esta idea es la que nos ayuda a comprender por qué la memoria es luz que ilumina las distorsiones del presente. ¡Cuántas esclavitudes! ¡Cuánta falta de libertad humana! ¡Cuántos que no sienten necesidad de ser libres! Salmo 90. Está conmigo, Señor, en la tribulación Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.» R/. No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. R/. Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones. R/. «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré.» R/.
Lectura tomada de la carta a los Romanos (10,813). La Escritura dice: «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón.» Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.». Palabra de Dios. La noción de salvación que nos ofrece el Concilio Vaticano II es esta: “Quiso Dios en su bondad revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo Encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen partícipes de su naturaleza divina” (DV 2). La Salvación no es un hecho póstumo, sino el acontecer de Dios en cada uno de nosotros, en nuestra comunidad, en esta historia y con consecuencias escatológicas: Dios viene a nosotros, nosotros nos llenamos de todo el Misterio de Dios. Continua el concilio: “En consecuencia, por esta revelación Dios invisible habla a los hombres como a amigos, movido por su gran amor y mora con ellos” (DV 2). La palabra revelación depende de la palabra Salvación. Dios salva, significa que viene a nosotros y en cuanto está en nosotros se revela en nuestra historia. Esto es todo un desafío para nosotros. Lectura del evangelio según san Lucas (4,1-13). En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó: «Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.» Jesús le contestó: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.» Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. »Jesús le contestó: «Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.» Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión. Palabra del Señor. Cuando era un joven estudiante del seminario pasaron por las carteleras del cine mundial y colombiano una película de Martín Scorsese llamada “La última tentación de Cristo”. Hubo todo un escándalo mediático y religioso con ella y se exhortó a que no fuésemos a verla. ¡Claro que fuimos a verla! Eso es lo peor que se le puede decir a un joven frenético y curioso. Esa película estaba basada en un libro del autor greco-cretense Niko Kasantzakis. Allí Jesús crucificado tiene un sueño en la cruz, donde él se baja de ella y traiciona su propio ideal, decidiendo hacer otra vida, primero al lado de María Magdalena y luego al lado de Marta la hermana de Lázaro. En esa historia ficticia llega el día en que se topa y se confronta con el apóstol Pablo y los otros discípulos los cuales le recriminan que se haya traicionado a sí mismo y, por consiguiente, a todos los que un día le creyeron y siguieron. Finalmente, todo es un sueño y Jesús continúa su donación en la cruz. Pasados ya 24 años desde aquel momento (1988), podemos volver al significado de la tentación de Cristo o las tentaciones de Cristo, por medio de ese lente fílmico y sacarle provecho para la comprensión del evangelio de este domingo. Las tentaciones están puestas al inicio del evangelio de Lucas (// Mateo), de forma amplia, y de forma
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sumarial en el evangelio de Marcos (1,12-13). Ese puesto es ya indicativo de todo lo que viene. Hace parte de las técnicas narrativas evangélicas poner al inicio palabras, hechos o gestos que tienen la capacidad de significar toda la obra. Las tentaciones al inicio del Evangelio tienen también esa fuerza: Jesús es tentado, como toda persona, como el pueblo de Israel, por el deseo de resolver todo con un milagro que ayude a evadir la responsabilidad histórica (la piedra convertida en pan); por el deseo de construir un reino según el esquema de poder del “mundo”, arrodillándose a los pies del mejor postor (panorámica desde lo alto); por el deseo de sobornar a Dios (tirándose del alero del Templo). La disputa existencial que le plantea el “tentador” y la respuesta dada por Jesús se sitúan en un mismo plano hermenéutico: la interpretación acomodaticia de la Palabra del Señor. El “tentador” busca llevarlo a una lectura en provecho propio que le haga más llano el camino. Jesús, por su parte, encuentra en la misma Palabra la luz que le hace entender que no puede evadirse a sí mismo, que su fiat tiene unas implicaciones históricas, una coherencia radical y que su destino no puede ser otro que el de la verdad, la verdad sobre Dios, la verdad sobre el ser humano. Todas ellas suman lo que se planteaba en los inicios del siglo XX entre muchos filósofos, entre los cuales está Kasantzakis, su maestro Bergson, su condiscípulo Blondel: el hombre es interioridad, es memoria, es conciencia, es elección, es reflexión, el hombre no es reductible a la materialidad. Y eso mismo es el evangelio que nos hace erizar de susto: la cruz como donación de vida, la coherencia como desafío constante, la responsabilidad y veracidad de nuestras vidas como un cáliz que hemos de beber cada día, la fraternidad humana de los hijos de Dios como un reto de todos los días. Un día Pedro tentó a Jesús en estos términos, cuando les fue anunciada por primera vez la pasión. Este episodio es narrado por el evangelista Marcos (8,32). Allí Jesús, delante de sus discípulos, se mostró incólume y puso al discípulo en su sitio.
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Una de las peculiaridades de esta narración que leemos hoy es que quien conduce a Jesús es el Espíritu. Es decir, que aún es esa circunstancia dolorosa de querer travestir todo, el Misterio condensado de Dios, del cual Él hace parte, le acompaña. ¿Qué aprendemos para nosotros comunidad creyente de hoy? Podemos seguir diciendo que se trata del ansia de poder, del tener y del placer. O podemos ser más analíticos y pensar en que una de las grandes fisuras de nuestras comunidades es la cultura de indigencia, de mendicidad, de vaciedad en que vivimos, que nos lleva a ser incoherentes, faltos de carácter, a torcer las metas, a vendernos al mejor postor o a la ocasión más rentable, a negarnos a la obligación de morir muchas veces, a evadir las responsabilidades históricas que tenemos en cuanto seres humanos, en cuanto comunidades, en cuanto hijos a los cuales Dios ha llamado a la vida, a los cuales les ha dado una vocación de vida, una tierra a la cual cuidar, una comunidad que construir. En una sola expresión las tentaciones vencidas por Jesús nos indican la necesidad de darle sentido a la vida, de asumirlo con valor, que prepararlo. Tan solo por poner dos ejemplos sobre lo que produce en la masa la cultura política de este país: Primero, cuando se eligió a la fiscal general Viviane Morales, la Corte Suprema de Justicia cambió las reglas de juego. Lo que hasta hacía pocos días no servía para elegir una o un fiscal, con la terna presentada por el nuevo gobierno, ya sí servía. Entonces dijo el magistrado Arrubla Paucar en los medios de comunicación la siguiente frase: “Sólo por esta vez y por una única vez” (demostración flagrante de la politiquería que hay en la justicia de nuestro país). Recuerdo haber predicado al domingo siguiente en la Eucaristía dominical sobre el mensaje que se le estaba enviando a los jóvenes y ciudadanos. La ley ya no tenía trascendencia. Cualquiera podría decir: “Por esta vez y por una única vez” y luego disparar, robar, secuestrar y con haber dicho la famosa sentencia quedar licenciado para el delito. Segundo, hace cinco años en Colombia todos los foristas públicos hablaban de las víctimas, de la verdad, de la reparación. Hoy todos han cambiado el libreto y se habla del narcotráfico, de los delitos
de lesa humanidad, de las víctimas de la guerrilla de las FARC como delitos conexos. La cultura política actual nos hace bajar de la Cruz de la responsabilidad histórica, como lo pinta Kasantzakis, para estar más cómodos en la impunidad. Casi como en la misma novela del autor mencionado, podría venir un joven “Pablo” y decirnos a esta generación: ¡Se bajaron de la cruz…, yo seguiré en lo mío a pesar de ti!”.
Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
En estas circunstancias, en cada comunidad, en cada iglesia, en cada catequesis nuestra se debería enseñar el apego a la verdad sobre el hombre, sobre el hombre en su relación con Dios, sobre el hombre y su relación con el mundo, y llegar a la conclusión de que no se negocian los fundamentos que le dan piso a una sociedad y por ende al individuo. Los cristianos debemos ver en esta Palabra que nos habla del Jesús coherente y responsable, el ejemplo a emular. Vuelvo sobre la citación del apóstol san Pablo: “La Palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en corazón”…. “nadie que confíe, en Jesús, quedará defraudado”.
Aquel día el Señor hizo alianza con Abran en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el no de Egipto al Gran Río Éufrates.». Palabra de Dios.
DOMINGO II DE CUARESMA: La Transfiguración. LECTIO - MEDITATIO Primera lectura tomada del libro del Génesis (15,5-12.17-18). En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.» Y añadió: «Así será tu descendencia.» Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber. El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.» Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?» Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
En el segundo domingo de la cuaresma se nos presenta la figura de Abraham, prototipo del hombre que tiene fe y fe entendida como confianza en Dios que actúa en la historia. Se pasa de la noche al día y nosotros ni cuenta nos damos. Se juega con la oscuridad – sueño asociados al hombre y el resplandor - luz y fuego, asociados a Dios que irrumpe con fuerza en el escenario de la historia humana para llenarlo todo. En medio de todos los signos resuena una y otra vez la Palabra que da sentido de futuro y que va desvelando la historia de Abraham y su deseo de tener una familia y poseer una tierra, que son la única forma de verdaderamente existir. En la narración del Génesis, hay dos momentos, hasta entonces, donde Dios actúa mientras los hombres duermen. En la creación de Eva, a Adán lo adormecen (Gn 2,21), situando al hombre frente a la mujer. Por más que sea carne de la carne, ella es también hechura de Dios, como lo es Adán. Cuando Eva nació Adán roncaba. Ella es obra de Dios. Y, luego, aparece Abraham que prepara un rito antiguo de Alianza donde Dios selle con signos visibles su promesa de un hijo. Pero cumplirla no está en sus manos de hombre, su día se acaba y le ataca también el sueño, Abraham duerme (Gn 15,12). Y sólo en ese momento pasa Dios y hace que el ritual llamee como antorcha. En ambos casos el ser de Adán y el ser de Abraham dependen de Dios y no de ellos mismos. En el inicio de la cuaresma tenemos aquí un bello
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episodio para invitar a los hombres y mujeres de hoy a la fe como confiar en Dios, y a tener la paciencia histórica de los sembradores. Paciencia no es conformismo o resignación. Abraham nunca se resignó, nunca se conformó, nunca dejó de ser luchador. Llegó a tener ocho hijos: Ismael, Isaac, Zimrán, Yocsán, Medán, Madián, Yisbac y Suaj (Gn 25,1-2). Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R/. Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mí corazón: «Buscad mi rostro.» R/. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio. R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R/. Segunda lectura tomada de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,17-4,1). Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos asi, en el Señor, queridos. Palabra de Dios. Los discípulos históricos de Jesús, entiéndase los apóstoles y otros tantos más de quienes hablan los
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evangelios, se asustaron con el tema de la Cruz de Jesús (Mc 8,31...). La cruz es oprobiosa, a nadie la gustaba verse colgado allí porque era un signo de la tortura que aplicaban los romanos y más atrás en la historia los persas. La cruz como signo de tortura debe desaparecer incluso de la conciencia de los cristianos. Nosotros vemos la cruz por el crucificado, por el significado de esa existencia, por lo que nos dio, por lo que se revela en esa entrega según el modelo del siervo que no quitó la mejilla, ni abrió la boca. El palo sin el Cristo es tan cruel como un fusil punto cinco en manos de un guerrillero, como una mina quiebrapatas, como una sierra paraca, como el famoso collar-bomba. Parece ser que en las comunidades paulinas el tema tampoco gustaba mucho. Más bien pasado el evento de la crucifixión del Señor algunos miembros de la comunidad, fueran judaizantes o griegos, se acostumbraban a un cierto triunfalismo que terminaba en ningún tipo de esfuerzo, de actitud evangélica que evidenciara su discipulado. Las cuestiones a que hace alusión el apóstol, con términos tan humanos y que han sido interpretadas de diversas maneras, encierran un poco toda esta problemática. El anuncio de Pablo, que lo es también para nosotros, es que somos peregrinos en la historia y si bien hemos sido sumergidos por el bautismo en la pasión, muerte y resurrección del Señor, también es cierto que esto es un anticipo del destino final de cada hombre y mujer, por lo tanto nosotros debemos caminar como el Señor en la historia y por ello el evangelio es la cruz en la que cada hombre y mujer muere y resucita hoy, para ser hombre y mujer renovados por la misma fuerza del resucitado. La fe como confianza, la fe como adhesión, la fe como seguimiento, lleva a acciones concretas que no son simples tradicionalismos, anclajes en nombres, pertenencias raciales o de apellidos. La fe es transformación, para bien, de toda humanidad. Evangelio según san Lucas (9,28b-36). En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió,
sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor. ¿En dónde encontramos el resplandor más fuerte de Dios? Dios es luz y principio de vida en la creación. Así se abre el libro del Génesis. Muchos textos apuntan a esta descripción teológica (Is 60,1-2: “¡Levántate y resplandece porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!”. Jn 1,4: “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”). El baluarte de Sión sobre el que se estableció el Templo un día, es signo de Dios mismo, que es roca estable, sobre la cual es posible fundamentar con seguridad la propia existencia (Mt 7,24-27: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica es como el hombre que edificó su casa sobre la roca…”). Hay todo un eco de la fe comunitaria de Israel cantado en el salmo 18: “Yahvé… tú eres mi roca, mi baluarte, mi refugio donde me pongo a salvo, mi escudo, mi poderosa salvación”. En esa misma línea se sitúa el salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación ¿A quién temeré? Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”. Decir que Dios es luz es casi afirmar su bipolaridad: Por un lado es trascendente como la luz del sol que
viene de fuera de nosotros y no podemos controlar, sólo recibir. Y es, al mismo tiempo, cercana, inmanente, penetrante, calienta suavemente. La luz es signo de la creación (Gn 1,2 “Y dijo Dios: Hágase la luz…”), signo de la alegría (Is 9,1: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande… habitaba en tierras de muerte y sombra y una luz les brilló… acreciste la alegría, aumentaste el gozo”), signo perfecto de Dios (1Jn 1,5: “Dios es luz y en Él no hay tiniebla alguna”). Pero el episodio de hoy saca a los discípulos de cualquier pretensión iluminista, gnóstica. Hace parte del entramado que en los evangelios tiene que ver con la formación de los discípulos en lo referente al dar la vida, entregar la vida, subir a Jerusalén para dar el supremo testimonio. Esta transfiguración es un anticipo de la Cruz. Allí es donde los discípulos podrán ver y, posteriormente, salir a anunciar. En el episodio del monte Pedro toma la palabra y dice: “¡Qué bueno es estar aquí!”. En un pequeño diálogo posterior Jesús se las devuelve preguntando: “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo voy a beber?” (Mc 10,38). La entrega de Jesús en la Cruz, signo de su coherencia, signo de su confianza en Dios, es la mejor siembra de la Historia de la Salvación, porque con ella se fermentó la masa para que diera su punto, porque con esa entrega no sólo hemos visto el patíbulo de un hombre, sino todo el Misterio de Dios que nos salva, que llena toda la historia con la fuerza de la victoria del tercer día y nos hace discípulos de ese destino de resurrección.
III DOMINGO DE CUARESMA: El nombre de Dios y nombre del hombre. LECTIO - MEDITATIO Primera lectura tomada del libro del Éxodo (3,18ª.13-15). En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a
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Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.» Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés.» Respondió él: «Aquí estoy.» Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.» Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.» Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los israelitas y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros.” Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?» Dios dijo a Moisés: «“Soy el que soy”; esto dirás a los israelitas: `Yo-soy’ me envía a vosotros”.» Dios añadió: «Esto dirás a los israelitas: “Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación”.» Palabra de Dios. Hay dos momentos en el libro del Éxodo en los que se narra la vocación de Moisés: Uno es este capítulo 3 y el otro es el capítulo 6. De nosotros es más conocido el actual por su uso en la catequesis y en
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la liturgia. En ambos capítulos todo gira en torno al nombre de Dios. La primera pregunta que debemos hacernos es: ¿A partir de qué se conoce el nombre de Dios? Y la respuesta hay que buscarla en los dos capítulos precedentes: En el sufrimiento del pueblo esclavo que ha clamado a Dios. Del mismo modo la vocación de Moisés se inicia en ese sufrimiento. Sin el pueblo que sufre Moisés no habría nacido, no habría crecido en la corte faraónica, no habría tomado la decisión de defender a su hermano de raza, no habría tenido que huir hacia los territorios del Sinaí donde habitaban los madianitas. En ese contexto inmediato el milagro del fuego es un signo de todo lo que ya venía ardiendo en una comunidad. No lo perdamos de vista para no ensombrecer el relato con lo fantástico. En todo ese proceso de interrogantes, dudas y repuestas que Moisés ha ido haciendo en su existencia llega un punto de quiebre que la tradición sitúa en esta montaña. Moisés se ha puesto al servicio de un sacerdote, en una región que es conocida por su espíritu Yahvista, los hombre y mujeres del Sinaí u Horeb son hombres con espíritu libertario, hombres que ven en la magnitud de la noche estrellada y en la magnificencia de la luz que asola cada día (resplandor de Dios = Atzilut), ese signo del creador y liberador, del Dios que no tolera la esclavitud, que no tolera el desplazamiento forzado, que da nombre y tierra a la comunidad. Uno de los elementos más preciosos es que Moisés tiene que cubrir sus ojos porque como Elías (1Re 19,9…) en el mismo monte Horeb no puede ver directamente a Dios, sin estar preparado. Otra tradición, posterior, como lo es el Deuteronomio (34,10) nos dirá que Moisés hablaba cara a cara con el Señor. En cambio, Dios, no oculta su mirada. Puede ver el sufrimiento del pueblo y en él escuchar el grito del que sufre. Ya en el génesis se hablaba de este mirar de Dios que escruta los corazones de los hombres y ve la capacidad de hacer el mal: “Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todos los pensamientos de su corazón tienden siempre y únicamente al mal…” (Gn 6,5). Después de ver, Dios decide actuar con favorabilidad por el
que sufre. Allí empieza a mostrarse en su esencia: Yahvé, el que era, es y será, el Señor de la vida; el Señor que orientó a los Padres en el pasado, el Señor que se mostrará en el futuro cuando dé la tierra en posesión y con ella la posibilidad de ser comunidad de hombres libres, comunidad de la Alianza. El Éxodo 6 será mucho más amplio en la presentación del nombre de Dios y utilizará seis acciones verbales: “Yo os liberaré de los duros trabajos, yo os rescataré de la esclavitud, yo os redimiré con brazo fuerte, yo os haré ser mi pueblo, yo os llevaré a la tierra, yo os la daré en posesión” (Ex 6,6-8). Esto lo podemos llamar el “kerygma del Éxodo” (Henao, 2012). Es decir, cuando anunciamos de palabra y de obra a Dios, qué exactamente es lo que queremos anunciar y llevar. Entronca perfectamente esta lectura con el salmo 102: “Alaba alma mía al Señor y todo mi ser su Santo Nombre…”. En el nombre de Dios la comunidad encuentra los elementos para definirse a sí misma, para encontrar su vocación, su puesto en la existencia. Salmo responsorial 102: El Señor es compasivo y misericordioso. Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel. R/. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.
vesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos. No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga. Palabra de Dios. San Pablo utiliza uno de los métodos hermenéuticos más apreciados en el rabinismo: La tipología. Es decir, utilizar figuras narrativas anteriores para hablar sobre una realidad del presente. La tipología nos ayuda a encontrar siempre una verdad oculta que nos habla, no esotéricamente sino sapiencialmente. En la época patrística esta fue un método hermenéutico muy privilegiado por la Escuela de Alejandría (y muy criticado por la Escuela de Antioquía), porque a través de todas estas alegorías, se trataba de armar un discurso que ayudase a dar identidad a la iglesia naciente. Podríamos quedarnos con la exhortación final que aparece en este trozo: “!El que esté en pie, cuidado, no caiga!” No como una advertencia temeraria que nos lleva a la quietud existencial, sino más bien mirando el contexto en que Pablo nos entrega su dicho que nos reclama que en el tránsito de nuestra existencia nos estemos alimentando constantemente en las ideas, en el espíritu en la obras, a partir de Cristo Crucificado y Resucitado, para que ellas no sean de muerte, como las de aquellos que perecieron en el desierto (imagen alegórica) no pudiendo llegar a buen puerto, a la tierra de promisión.
Segunda lectura tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12).
Evangelio según san Lucas (13,1-9).
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atra-
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
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Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.» Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?” Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.» Palabra del Señor. El diálogo de Jesús con aquellos escandalizados que le abordaron lo podemos escenificar como sigue: ¡La cuestión no es el pecado individual; la cuestión es el pecado estructural! Cuando comienzo a escribir estas notas que pretenden ayudar a construir un mensaje para nuestras comunidades, estoy leyendo un artículo del 23 de enero del 2012 en El Colombiano: “En Medellín fueron asesinados 120 menores de edad en el 2012”. Allí mismo se nos cuenta que en el 2011 fueron 183 menores, en el 2010 fueron 182. Al final Jesús hace una parábola donde devuelve la bola a sus interlocutores y muestra el espíritu del anuncio del Reino: “Señor, déjala todavía un año más”; y pone en actitud de vigilancia y siembra a los responsables de la viña: “Yo cavaré alrededor y le echaré abono, a ver si da fruto”. Incluso el punto donde está este relato lucano es aquel donde también narró la parábola de la semilla de mostaza que crece y se vuelve un árbol y la parábola de la mujer que echa levadura en la masa para fermentarla (Lc 13,18-21). A nosotros nos gusta hablar del pecado en Cuaresma. Los invito a dar un paso más adelante, según
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nos lo inspira este evangelio lucano. Hubo una famosa teóloga alemana llamada Dorothee Sölle (+ 2003) la cual estaba dando una conferencia sobre el pecado. Al culminar alguien le reclamó porque no mencionó jamás el pecado original. Ella asintió con una disculpa, diciendo: “Es verdad, no he dicho que como bananos” (citado en el capítulo sobre el Génesis por Carvajal, 2010). En otro lugar ella explicó el sentido de sus palabras en esta dirección: Cuando comemos bananos estamos participando de la cadena de producción de las grandes multinacionales que pagan salarios injustos en América Latina o África y venden a precios de grandes ganancias en Europa o los países del Primer Mundo. Es decir, que todos participamos de la cadena que a un lado produce injusticia y al otro lado bienestar. También podemos dar una pequeña ojeada al evangelio de San Juan cuando el precursor hace la presentación de Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Brevemente tenemos que decir que se trata del pecado estructural del mundo. Jesús es la luz, es la vida eterna, que va a vencer el pecado estructural de la comunidad. Todos nosotros participamos de la cadena del mal que hay en nuestra sociedad. Lo que a un lado de la cadena produce bienestar, al otro lado está haciendo sangrar de dolor, de marginalidad, está oprimiendo. Adquiere sentido, entonces, el mensaje de Jesús: Somos anunciadores de la Buena Noticia, portamos la semilla del reinado de Dios, llevamos la levadura a la masa para que crezca y tenga sabor. Los 120 menores asesinados, más los de años anteriores, más las mujeres asesinadas, más los secuestrados, más los desempleados, más los jóvenes sin educación, más las familias sin pan, más los muchos más que aquí pudiera escribir son nuestra corresponsabilidad. Anunciar a Jesús en la cuaresma no se reduce a decir que somos muy malitos en la intimidad o en la menuda de la vida. Equivale más bien a decir que una vez más debemos apostarle a la corresponsabilidad comunitaria que nos permita erradicar el mal estructural de la sociedad. Esos jovencitos no murieron simplemente porque
eran malitos, o se metieron en combos, o dejaron de estudiar…. No. Ellos murieron porque esta es la cultura que hemos creado todos. Esta connivencia con el crimen, con el dinero fácil, con el poder sin crítica, con el confort, nos ha llevado a despreciar la vida. Nos lleva a reconocer que finalmente… ¡Todos comemos bananos!
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA: ¡El don de la paz! LECTIO – MEDITATIO. Primera lectura tomada del libro de Josué (5, 9ª.10-12). En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.» Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán. Palabra de Dios. Tres momentos hay en el Antiguo Testamento en los que se menciona que Israel celebró solemnemente la Pascua del Señor: A la salida de Egipto (Ex 12-13); al llegar a la Tierra Prometida (Jos 5); al regresar del exilio en Babilonia, poseer de nuevo la tierra y reconstruir el Templo signo de la presencia del Señor (Esd 6). En los tres momentos cesa la mendicidad, se posee la tierra y se goza de la libertad. El pueblo ve en la posibilidad de tener autonomía, de tener familias propias con las cuales gozarse en cada atardecer, en la posibilidad de sembrar y recoger, en la posibilidad de celebrar el nombre de su Dios, el signo de la libertad y la libertad hace presente a Dios en la vida de una comunidad, en la vida de un hombre y una mujer.
Nuestra fe nace en las entrañas más profundas del pueblo de Israel. Jesús mismo es el fruto maduro de esta Historia de Salvación. Por ello miramos con actitud de quien quiere aprender todo el significado de la existencia de este pueblo. Decir libertad allí no significa la autoafirmación egoísta de cada hombre y cada mujer, sino el reconocimiento de sí mismos en la relación con los otros, con la tierra y con el mismo Dios. La noción de libertad se explica mejor a partir de la “relación con”… que de la afirmación a ultranza del individualismo, propia de la Europa rica o del mundo sajón, y que como un virus informático entra en nuestras conciencias. Por ello se hace fiesta, por ello todos hacen fiesta, por ello una fiesta de origen campesino y ganadero que se alegran por la llegada de las cosechas y de las crías después del invierno: la pascua, termina siendo una fiesta donde se siente la presencia de Dios, donde se significa el ser más profundo del hombre y la mujer. Después del sufrimiento Dios da a luz a su pueblo. En el segundo domingo del tiempo ordinario escuchábamos lo que esto significa. Es una imagen muy apreciada por el profeta Isaías: “Ya no te llamarán abandonada, ni a tu tierra devastada; a ti te llamarán mi predilecta y a tu tierra desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá esposo” (Is 62,4). La cuaresma es el camino que nos conduce a la celebración de la Pascua de Jesús. Y en tal Pascua se nos invita a mirar nuestra propia dignidad; se nos llama a salir de las tierras de esclavitud; se nos invita a dejar atrás la cultura de la mendicidad; se nos invita a poseer esta tierra, a sembrarla, a formar familias gozosas, a vivir en relación con los otros y con Dios. En la Pascua de Jesús nacimos como comunidad del reino, comunidad de hermanos, comunidad que cuida la tierra, comunidad que camina hacia el Misterio de Dios.
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Salmo 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/. Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/. Segunda lectura tomada de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,17-21). El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Palabra de Dios. En esta segunda lectura escuchamos la invitación del apóstol a identificarnos plenamente con el Misterio de Cristo Muerto y Resucitado. Para el apóstol resulta claro que hubo dos formas de hacerlo. Una por el bautismo: “¿Es que no sabéis que cuando fuimos bautizados en Cristo fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva…” (Rm 6,3-6). La otra por la participación en la Eucaristía: “El cáliz de la bendición que bendecimos ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que
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partimos ¿no es comunión del cuerpo del Cristo? (1Cor 10,16…). Y ¿por qué fijarnos en el asunto de la cruz? Según el profeta Isaías, en sus cánticos sobre el Siervo Sufriente, los tiempos nuevos que todos esperaban acontecerían por medio de uno que renovaría todo por medio de su propia vida: “El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano…” (53,10). Es verdad que la historia del pueblo de Israel fue una historia trágica. Nosotros los occidentales estamos acostumbrados a pensar y desear el no dolor, el no sufrimiento, la no ofrenda. Y en ello hay algo de legítimo, pero la vida también es lucha constante, sacrificio, esfuerzo, renuncia. Eso es lo que hace un padre y una madre para que su hijo salga adelante. Eso es lo que hace una generación para que la otra tenga vida. Entonces, si es legítimo no sufrir, como acción de otro en detrimento mío, también es cierto que hay un sufrimiento connatural en la existencia humana, quizás aquel que se refiere a todos los esfuerzos y ofrendas que debemos hacer para que la vida sea posible. La vida de Jesús, como el Siervo de Yahvé, asumió todo el mal estructural del ser humano para vencerlo y llenar el mundo con la fuerza de la resurrección. Y el Padre, decimos, lo aceptó. Aceptó la ofrenda del Hijo. El profeta Isaías lo decía así: “Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos” (Is 53,11). San Pablo, hoy, nos lo dice así: “Dios mismo estaba en Cristo reconciliando el mundo”. Pero el Apóstol no se queda en una mera contemplación romántico-religiosa del asunto. Sino que está, como en la mayoría de sus exhortaciones, corrigiendo posturas dentro de la comunidad. Entonces, dándose cuenta que a muchos no gusta el tema de la cruz, sea porque ella es bochornosa, sea porque no entienden el asunto, dice: “A nosotros se nos ha confiado el mensaje de reconciliación”. Qué entender por ¿Somos agentes de la reconciliación? Aquí entroncamos con el evangelio…
Evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32). En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.” El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.” Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya,
a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.” El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”» Palabra del Señor. Todos los personajes son una representación de todos: El Padre, el hijo menor, el hijo mayor, los extranjeros que reciben al hijo menor, los comensales que preparan la fiesta. Hay un pequeño libro escrito por Henri Nouwen (+), “El regreso del hijo pródigo”, en el cual quienes lo leímos contemplamos dos obras maravillosas: El significado místico-artístico del cuadro de Rembrandt sobre el Hijo Pródigo y la profundidad humana y divina del perdón predicado por Jesús. En temas tan radicales siempre necesitamos que otro nos enseñe a ver…. perdonar. Un ejercicio cuaresmal, con un mayor valor que no comer carne, sería que en el púlpito le aconsejásemos a las personas leer este bello libro. O que cada sacerdote lo hiciera de nuevo, o por primera vez quien no lo ha hecho. Y que comprara una réplica del cuadro de Rembrant y la contemplara leyendo detenidamente. El perdón y la compasión están en lo más profundo del anuncio de Jesús. Y el evangelista que mejor y más desarrolla esta noción es Lucas. Hubo un diálogo muy sentido entre el Dalai Lahma y el teólogo Leonardo Boff en el que participaron muchas personas. Al final hubo entrevista con los panelistas y le preguntaron al Dalai Lahma cuál era la religión verdadera. Esto del meter agujita para sacar agujón es muy usual en quienes hacen las preguntas y sobretodo en el contexto en el cual se encuentran dos personas provenientes de credos diversos. Pero el Dalai Lahma, viejo y sabio, salió al paso: La religión verdadera es aquella que te hace más humano, más ético, más solidario, más compasivo (citación desde mi memoria).
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Hay tres momentos que muestran la progresión del trasegar del pueblo de Israel en lo que se refiere a la justicia distributiva (dar a cada uno según se lo merece), hasta llegar a la persona de Jesús. El primer momento es el Génesis, donde Lamec, descendiente de Caín se regodea así de la justicia que aplica: “Ada y Sila, escuchad mi voz. Mujeres de Lamec prestad oído a mi palabra. A un hombre he matado por herirme, y a un niño por golpearme. Caín será vengado siete veces y Lamec setenta veces siete” (Gn 4,23-24). Hay una desproporción irracional entre el daño hecho y la pena aplicada. Muerte por una herida, muerte por un cardenal. Adulto o niño es igual. El segundo momento nos lo trae el libro del Éxodo: “Si hay lesiones pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal” (Ex 21, 23-25). Esta no es la única disposición del derecho penal en Israel, tampoco las representa a todas en términos estrictos, sin embargo, en un sentido más amplio, ese que tiene que ver con la cultura de las masas, del pueblo en general, sí tiene un gran poder de representación: fue necesaria una justicia distributiva que permitiera corregir la irracionalidad de los tiempos de Lamec y que llevara a que la víctima fuese reparada parejo al daño recibido. La ley del Talión, nos decía una vez el Padre David Kapkin, fue la forma más racional de la justicia, más humana, más equitativa. El tercer gran momento lo constituye el sermón de la montaña donde Jesús retoma la ley del Talión y dice: “Yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Si uno te abofetea en la mejilla, preséntale la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, preséntale también la capa. A quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos. A quien te pide, dale. A quien te pida prestado, no le rehúyas” (Mt 5, 38-42). Estamos en el otro extremo de la justicia: La compasión, la generosidad, el amor y la libertad.
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La justicia distributiva es un derecho de las comunidades (Ulpiano siglo III: “dare cuique suum”). Ella, actualmente, se apoya sobre ciertos principios filosóficos que la legislación en cada comunidad va haciendo visibles: Derecho a la defensa, isonomía procesal, derecho al buen nombre, equilibrio entre el delito y la pena, finalidad de la pena, la verdad – justicia y reparación… etc. Pero el evangelio, como fuerza de Cristo Resucitado que atraviesa todo, va más allá en cuanto anuncio a los hombres y mujeres que se reconocen en su relación con Dios: se nos habla del perdón y misericordia. Y presenta a Dios en ese escenario: perdonando al hijo menor, haciendo fiesta, devolviendo la dignidad perdida, llenando del luz al hermano sediento de venganza y apacentando su corazón. A la interminable cadena de la justicia distributiva alguien que tenga mucho amor tiene que echarle tijera. Y eso hace parte del anuncio de Jesús. Perdónenme que recuerde otras palabras sabias de un grande del siglo XX. Mahatma Ghandi decía: “Si no tienes religión te recomiendo una: El amor a la verdad”. Es un derecho racional que las comunidades determinen con sus instituciones legítimas el cómo se debe proceder frente a los que matan, los que secuestran, los que violan, los que roban, los que corrompen el Estado, los que individual o colectivamente se equivocan. En cualquiera de esos casos tiene que haber un apego a la verdad, que esté por encima de las componendas y los juegos de poder, por encima de la cultura del garrote y la zanahoria, por encima de la omisión. Pero al final, víctima y victimario, son llamados a vivir el don de la paz. Y ese es un nivel del asunto del que un juzgado no puede dar cuenta. En comparación al amor que puede nacer en cada hombre, el orden estatal será siempre racional y legítimo pero incompleto. Camino a alguna parte, por boca del Arzobispo Alberto Giraldo, conocí la historia que había acabado de escribir un obispo norteamericano sobre su propia vida, la cual había estado expuesta en los medios de comunicación de forma cruel y descarnada en aquellos años de mi estancia en Roma; esa obra
la busqué, compré y leí. Les recomiendo a todos leer el pequeño libro escrito por el Cardenal Joseph Bernardin (+). Él fue Arzobispo de Boston (USA) y en la década de los noventa vivió una de las experiencias más humillantes que cualquier ser humano pueda vivir: fue acusado falsamente de pedofilia por un joven que actuaba a nombre de terceros. A la postre todo se aclaró. Pero esta situación agobiante en extremo le trajo muchos pesares, entre los cuales un cáncer que finalmente le fue arrebatando la salud y lo puso a las puertas de la Vida Eterna. El librito se llama “El don de la paz”. Al final hizo una reflexión sobre las palabras del Señor que dicen: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,28-30) (Bernardin, 1997, p. 95). Y las siguientes son algunas de las últimas consideraciones escritas antes de llegar a la Casa del Padre: “Lo que quisiera dejar es una simple oración porque todos ustedes encuentren lo que yo he encontrado: El don especial que Dios nos concede a todos, el don de la paz. Cuando estamos en paz, encontramos la libertad para ser más completamente lo que somos, aun en los tiempos más calamitosos. Abandonamos lo que no es esencial y abrazamos lo esencial. Nos anonadamos para que Dios pueda obrar más plenamente dentro de nosotros. Y nos convertimos en instrumentos en manos del Señor” (Bernardin, 1997, p. 122). Con las palabras del Cardenal Bernardin, Dios es un Padre en paz, de ahí su libertad, de ahí su fuerza para hacer fiesta e invitarnos a todos a entrar en ella.
IV DOMINGO DE CUARESMA: Dignidad humana, un asunto desde Dios. LECTIO – MEDITATIO. Primera lectura tomada del libro del profeta Isaías (43,16-21).
Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza. Palabra de Dios. El filme “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson tiene esta última escena, preciosa y renovada como muchas de su obra artística: Después del drama de la cruz aparece Jesús resucitado, un rostro humano sereno, al fondo suyo hay una luz que viene del oscuro al claro, dándole mayor paz a la fotografía. Y Él dice: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Una citación del Apocalipsis (21,5). Todo lo que uno siente al ver esa imagen una y otra vez es que todo tuvo sentido desde Dios. Él, que es la vida, que es el amor, trasciende todo, incluso el sufrimiento de un pueblo o de Jesús y le da sentido, convirtiéndolo en fuerza de transformación de la historia o de la creación misma. En la profesión de fe de los docentes de la escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la UPB (2011), nos decía el Señor Arzobispo Ricardo Tobón: “Cuando lo mataron ya no había nada que matar, Él lo había dado todo por amor”. Esa es la fuerza que se anticipa incluso a los acontecimientos de los hombres y comunidades: Dios ya se está anticipando y nos está mostrando el sentido de la historia. El profeta Isaías invita a la comunidad que regresa del exilio a no ver el pasado, la destrucción, la profanación del templo, el exterminio de la monarquía, la expropiación de la tierra, el desarraigo de la cultura, con los ojos de uno que odia, que guarda rencor, que se auto-aliena con el pasado. Sin desconocer todo el mal hecho, el profeta ve el futuro, lo
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que sigue y cómo Dios acompaña, llama, se hace ver, se hace escuchar y su amor se convierte en fuerza transformadora de la historia. Allí donde hay aridez la fuerza del amor de Dios hace brotar agua para el camino. Salmo 125: El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R/. Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R/. Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R/.. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. R/. Segunda lectura tomada de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (3,8-14). Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos. No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús. Palabra de Dios.
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Esta lectura, en el contexto de la domínica actual y de lo que celebraremos la semana entrante, la Pascua, nos ofrece la síntesis de todo. Mis alumnos de la facultad de teología, todos, me han escuchado decirles: No creemos en la pacha mama, no creemos en una idea abstracta de Dios, creemos en el Dios que se ha mostrado en la historia del pueblo de Israel y en la historia de Jesús de Nazareth y sus discípulos. Allí está el origen. Cualquier cosa que nosotros vivamos, desde el punto de vista de la fe, tiene que dialogar con ese misterio de encarnación de Dios. Como san Pablo podemos presumir de nosotros mismos (Flip 3,1-7), de lo que somos, de lo que hemos adquirido, de lo que pensamos… pero como la fe es encuentro, estamos es dialogando con Cristo que ha entregado su vida en la cruz y ha resucitado. De allí nace algo nuevo (como lo decía Isaías), de allí sale un hombre sumergido en esa misma pasión – muerte y resurrección. Evangelio según san Juan (8,1-11). En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.» Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.». Palabra del Señor. El episodio de la mujer adúltera tiene un trasfondo sapiencial que fue muy importante en las comunidades judías de habla griega. Eso lo notamos en la historia de la casta Susana y los dos viejos que trae la versión larga del libro de Daniel. Así dice el profeta a aquellos que trataron de incriminar a la joven Susana: “Viejo en años y en pecados… dime debajo de cuál árbol los viste abrazados” (Dn 14,5354). Pero también esta historia se fundamenta en un principio del derecho procesal penal que está anclado en el corazón de la misma TORA o Ley del Señor: “Abstente de las causas falsas: No hagas morir al justo ni al inocente, porque yo no declaro inocente a un culpable. No aceptes soborno, porque el soborno ciega al perspicaz y falsea la causa del inocente” (Ex 23,7). Este evangelio tiene una fuerza impresionante en la formación de la conciencia individual y comunitaria. No se trata simplemente de decir que Jesús ha perdonado a la mujer adúltera, se trata de algo mucho más profundo que funda cualquier comunidad: El derecho al buen nombre, el derecho a la legítima defensa, el derecho a ser tratado como persona humana, el derecho a ser hijo de Dios. Con un ejemplo que implica a la iglesia podemos mirar la gravedad del asunto, de adentro hacia afuera, cuando en la persona de algunos de sus obispos, presbíteros, diáconos, religiosos o seminaristas, ella ha sufrido la persecución de aquellos que tienen segundas intenciones, aquellos que se escudan en lo oscuro de las versiones y no dan la cara. Los ejemplos se multiplican día a día. Más grave aún es que esto ocurra con los más pobres o con personas que no tienen voz, con ciudadanos del común, que también son la iglesia. Esto escribía el exministro de justicia de Colombia Rafael Nieto (enero 20 de 2013): “Y que fiscales y jue-
ces, apenas con la base endeble de los decires de cualquiera o, peor, de confesos criminales, detengan, acusen y condenen, sin respetar la presunción de inocencia y los principios generales del derecho que sostienen que la responsabilidad penal debe estar siempre plena e inequívocamente probada y que cualquier duda favorece al reo. Además, cuando hay oportunidad de corregir, ya barrieron con la honra de los acusados. Y los arruinaron, agotados los bienes y ahorros en el esfuerzo de la defensa. Para rematar, ya son muchas las acusaciones de que los fiscales ofrecen el oro y el moro a supuestos testigos para que declaren en contra de una u otra persona, de que se encargan “testigos”, de que se extorsiona con eventuales testimonios, de que hay un cartel”. La fuerza de la Buena Noticia de Jesús reside no en disimular el dolor causado por la mujer, sino en afirmar su dignidad de ser humano, su condición de Hija de Dios, su merecimiento de otro trato, incluso del don del perdón. Esto último es lo que da fundamentación histórica y teológica al perdón ofrecido por Jesús, revelado en Jesús. Hay un pequeño oráculo del profeta Jeremías que dice así: “Recorred las calles de Jerusalén, mirad el bien y averiguad, buscad por todas sus plazas, a ver si encontráis a alguien capaz de obrar con justicia, que vaya tras la verdad, y yo lo perdonaré” (Jr 5,1). “El significado de la palabra “justicia”, que en el lenguaje común implica “dar a cada uno lo suyo” “dare cuique suum”, según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste “lo suyo” que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley” (Benedicto XVI, 2010). Al escuchar el evangelio somos enviados no a señalar a otros. Sino a escudriñarnos a nosotros mismos. En el episodio de la mujer adúltera se revelan muchas cosas: El “corazón” de la cultura que hace acepción de reos: hombres y mujeres, ricos y pobres, políticos de derecha y políticos de izquierda.
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Particularmente, el relato revela el corazón de los viejos que, como en el relato de la casta Susana no caen en cuenta de su número de pecados, perdón, de su número de años. El corazón de la mujer llamada a vivir como Hija de Dios. El corazón de Jesús, al cual ver es ver el mismo corazón amoroso del Padre. La Buena Noticia, entonces, no es sólo revelación sobre Dios, sino revelación sobre la dignidad del mismo ser humano. Revelación que acontece en la sedaqah de Dios. Decía el Papa Benedicto en el 2010 con ocasión del mensaje de la Cuaresma: “Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar” (Benedicto XVI, 2010). “En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe” (Benedicto XVI, 2010). En la disposición litúrgica del domingo V de cuaresma se dice que este es el domingo de los Profetas. Esto más que un sustantivo que da protagonismo a una persona concreta como Isaías o Jeremías, es una acción que tiene como fuente a Dios. Profecía es hablar en el nombre de Dios. Es revelar en la historia humana el corazón mismo de Dios, su mente, su voluntad. Los profetas eso hicieron: descubrir a Dios y su Palabra en el devenir de la historia. En este Domingo nosotros somos la profecía cuando nos preocupamos, a partir de nuestro seguimiento de Jesús, por hablar y defender la dignidad del ser humano, la sacralidad de toda persona, la impor-
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tancia de ser respetado en el buen nombre, la importancia de que en todo y para todo se observen los debidos procesos, como expresión de la madurez de una comunidad. La irracionalidad de una comunidad se manifiesta cuando cada uno de los miembros o el ordenamiento jurídico, profana y destruye ese haber íntimo y trascendente que es la dignidad humana. Termino con otros apartes del mensaje del Santo Padre: “Hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar” (Benedicto XVI, 2010). “Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor” (Benedicto XVI, 2010).
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“Debemos llegar a ser capaces de vivir de modo nuevo nuestra relación con Dios y de testimoniar juntos la presencia del Dios vivo, para dar al mundo el sentido y la esperanza que necesita”. + Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de Medellín.
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LA NOTICIA DEL DOMINGO Comentario Teológico - Pastoral Por: Álvaro Mejía Góez, Pbro Docente U. San Buenaventura - Bogotá TIEMPO ORDINARIO
Próximos a iniciar la Cuaresma, en el Año de la Fe, la invitación del evangelio de hoy es a emprender este camino hacia el desierto, sin temores, con la confianza puesta en el Señor que nos animaa no temer a la posibilidad de confrontarnos con el evangelio, a revisar profundamente nuestras opciones, que pueden estar obstaculizando la llegada feliz a nuestra meta. La fe tiene que ser una gracia, una fuerza que ayuda a nuestra creatividad, para buscar con Dios y desde Dios, los mejores caminos hacia la auténtica pascua de nuestra vida.
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IV Domingo del tiempo ordinario-Lucas 4, 21-30 No olvidemos que el domingo anterior proponíamos hacer una lectura continuada de todo el evangelio dominical en clave de reino de Dios. Según el evangelista Marcos esta es la Buena Nueva que Jesús predica, una vez Juan el Bautista es encarcelado. Este evangelio comienza diciendo. “el reino de Dios está cerca, conviértanse y crean”. El evangelista Lucas prefiere mostrarnos que el inicio de la predicación de Jesús comienza en la sinagoga de su pueblo Nazareth; allí Jesús no pronuncia la expresión reino de Dios pero si en qué consiste ese reino: “anunciar la buena nueva a los pobres, proclamar la libertad a los cautivos, devolver la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos…”. Después de la admiración que expresan los presentes en el recinto, por las palabras de Jesús, viene la confrontación con la tradición religiosa de sus coterráneos. Este que les habla no es nadie extraordinario, su familia es conocida en la región, allí lo han visto crecer entre sus hermanos y amigos de infancia; y nada lo acredita como un hombre venido de Dios. A Jesús le espera un difícil trabajo. Será necesario liberar las conciencias, cambiar mentalidades, tocar corazones. La religión ha creado fuertes imaginarios en las estructuras sociales.
Como nos puede pasar a nosotros también, esperamos de la religión una función consoladora; que sirva de remedio inmediato a nuestras necesidades. No hacen falta profetas, se necesitan magos; que Dios sea como el hechicero que conjura nuestros males; que soluciona nuestras carencias. Pero Jesús conserva la calma, parece que ya sabía cuál sería la reacción de sus vecinos. Entonces pronuncia esa frase ya conocida por todos y que la recuerdan todos los evangelistas: “Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su pueblo”. Lucas nos dirá que el rechazo de los asistentes a la sinagoga fue creciendo, y “furiosos” lo echan “fuera del pueblo”. Pareciera que Lucas quisiera mostrar desde el inicio de la vida pública de Jesús lo que será todo su ministerio, un rechazo sistemático del reino de Dios que culminará en la muerte del Hijo de Dios. Fijémonos bien que Jesús se denomina así mismo como profeta. En esta denominación está la fuerza del mensaje de este domingo. Los profetas en Israel se caracterizaron por ser “hombres de Dios”; capaces de ver en los acontecimientos de su historia la voluntad de Dios; fueron capaces de desenmascarar la infidelidad de su pueblo frente a la alianza; dejaban al descubierto sus pecados y denunciaban sus injusticias. Nosotros corremos el peligro, después de tantos siglos de distancia con Jesús, de disolver entre tantas otras consideraciones de nuestra religión, esta fuerza profética de Jesucristo. Nos parece tranquilizador y romántico hacer otros énfasis en la vida de Jesús. Su dulzura con los enfermos, su poder para hacer milagros, sus “inofensivas” parábolas, que hemos convertido en retorcidas moralejas. Pareciera que hemos silenciado a propósito ésta dimensión profética de Jesús; en definitiva, como que nosotros también, como aquellos asistentes a la sinagoga de Nazareth, “lo hemos echado fuera”. Quien enrostre nuestros errores, quien ose desenmascarar nuestras infidelidades y pecados nos resulta incómodo.
La invitación de este domingo es a acoger a Jesús con todas las consecuencias que ello implica. Confesarlo como Hijo de Dios, Salvador y Redentor, también implica aceptarlo como el profeta de la verdad, como el anunciador del reino de Dios, aunque eso nos desacomode, nos incomode, deje al descubierto nuestro pecado. Confesar a Jesús es dejarnos transformar por su mensaje “subversivo”; es dejarnos “mover el piso” de nuestras falsas seguridades; es asumir su estilo de vida, su manera de ver las cosas. En los inicios de este tiempo ordinario en la liturgia de la Iglesia, Lucas nos pone en frente a Jesús y su proyecto: el reino de Dios; pero nos hace una invitación: lo asumes en tu vida y entonces tu vida recibe la buena nueva de la salvación, o lo rechazas y las cosas siguen igual. Ahí está la decisión en la que nos jugamos nuestras opciones fundamentales y decidimos el sentido de nuestra vida. V Domingo del tiempo ordinario-Lucas 5, 1-11 Noten bien los dos puntos geográficos del mismo escenario, que nos narra hoy Lucas en su pasaje. En cada punto del escenario también hay dos clases distintas de personajes. Por una parte está “la orilla del lago” y los personajes son “la gente”; pero de otra parte esta “el mar adentro” y los personajes ya tienen nombre propio, son Simón Pedro, Santiago y Juan. Me parece que con miras a entender este evangelio en clave de reino de Dios, ambos puntos geográficos, con sus personajes respectivos, son una invitación clara del evangelista. Ante la propuesta de Jesús de hacer presente el reino de Dios, hay dos opciones: o hacemos parte del común de las personas, seguimos inmersos en la masa sin rostro, sin nombre, sin identidad; contentos con lo mínimo, satisfechos con lo poco; sin compromisos serios con Dios, resignados a escuchar desde la orilla. O escuchamos al Señor, nos dejamos atraer por su invitación; superamos los miedos al compromiso, nos aban-
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donamos a su Palabra y confiamos a pesar de nuestras dudas; lo dejamos subir en nuestra barca, le abrimos un espacio en nuestra vida, nos arriesgamos a ir mar adentro y pescamos para Dios. Como en el evangelio del domingo anterior, este pasaje también nos muestra que la propuesta de Jesús del reino de Dios es una opción puesta ante nuestra vida. El reino de Dios es una propuesta, es una apuesta y es un proyecto. Es algo por hacer; Jesús lo trae, lo ofrece pero quiere que hombres y mujeres con rostro, con nombre, con historia, inclusive con pecados, con temores, con dudas, como Simón Pedro, hagan parte de su proyecto. El reino de Dios es de todos y para todos. Lo trae Jesús y todos lo podemos llevar a feliz término. Pero noten también que parece que el evangelio “contradice” nuestra manera de vivir la religión. Lamentablemente, muchos cristianos nos hemos quedado paralizados frente al reino de Dios; como que consideramos que la religión ya “está hecha”, los expertos la han creado con sus dogmas, doctrinas, normas y ritos bien definidos; solo basta seguir las indicaciones, obedecer a las autoridades religiosas, repetir correctamente las formulas doctrinales, cumplir con los preceptos. Pero lo que el evangelio dice es otra cosa totalmente distinta. Pedro ya se había resignado ante la imposibilidad de pescar con abundancia; le pone reparos a la invitación de Jesús; es mejor dejar las cosas así, no vale la pena seguir insistiendo, pero Jesús insiste, Simón y sus amigos no pueden temer, deben arriesgar, la barca debe ir mar adentro, al lugar de lo inseguro, allí se corren mayores riesgos de sucumbir ante los vientos, pero no importa porque el reino requiere de decisiones, de vencer miedos, de saber apostar, de confiar, ahora no en nuestros criterios sino en la palabra de Jesús.
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Próximos a iniciar la Cuaresma, en el año de la fe, la invitación del evangelio de hoy es a emprender este camino hacia el desierto, sin temores, con la confianza puesta en el Señor que nos animaa no temer a la posibilidad de confrontarnos con el evangelio, a revisar profundamente nuestras opciones, que pueden estar obstaculizando la llegada feliz a nuestra meta. La fe tiene que ser una gracia, una fuerza que ayuda a nuestra creatividad, para buscar con Dios y desde Dios, los mejores caminos hacia la auténtica pascua de nuestra vida.
TIEMPO DE CUARESMA I Domingo de Cuaresma – Lucas 4, 1-13 La cuaresma nos remite siempre al desierto. Algo nuevo siempre se gesta en este ambiente. Pareciera que el desierto remite a una experiencia limite de la que otra cosa brotará. Israel sale de Egipto hacia la tierra prometida, pero antes debe someterse a la prueba del desierto. Juan el Bautista aparece predicando en el desierto que el final de los tiempos ha llegado. Jesús de Nazareth va al desierto y experimenta allí las tentaciones del hombre que va a iniciar algo absoluta y profundamente nuevo para toda la humanidad, pero que se siente tentado a hacer de ese proyecto su propio éxito y no la voluntad de quien lo envió. También algunos cristianos de los primeros siglos del cristianismo vieron que su experiencia cristiana estaba en peligro por los afanes de la vida, por los crecientes fenómenos urbanos y decidieron irse a vivir al desierto; comenzaba así las primeras semillas de la vida monacal. En la Sagrada Escritura, el “desierto” no solo aparece como lugar geográfico sino como símbolo. Igual que en la montaña, los israelitas creían que el desierto era lugar privilegiado para hablar con Dios. Las primeras comunidades cristianas también heredaron esta simbología y recordaron con especial interés que su maestro, su Señor, había tenido esta experiencia única de encuentro con su Padre en el desierto; pero que algo había sa-
lido mal. También en el desierto se podían experimentar fuerzas oscuras, “diabólicas”, que pueden alejar al hombre de su auténtico proyecto. El “diablo”. Esa presencia espiritual, misteriosa, pero no menos real, se manifiesta a Jesús en el desierto con una función muy particular, que atormentará la existencia de todos nosotros los seres humanos. El “diablo” es el tentador. La mayoría de las veces está en nuestra misma conciencia humana tratando de dividirnos, amenazando nuestra coherencia interna, mostrándonos caminos alternos a los de Dios. A Jesús lo tienta usando frases de la misma Sagrada Escritura; como queriéndonos decir, tal vez, que en la misma religión se pueden esconder presencias anti evangélicas, que quieren obstaculizar la presencia del reino de Dios. Podríamos resumir las tentaciones de Jesús así: La tentación de emprender su proyecto pensando egoístamente en su propio beneficio, para sacar ventaja económica, pensando solo en las ganancias materiales. En esta tentación Jesús se rehúsa a utilizar a Dios para esos fines, porque él sabe que “no solo de pan vive el hombre”. Pues bien, fijémonos cómo muchos en nuestra sociedad actual han sucumbido a esta tentación diabólica de pensar que solo lo material satisface los anhelos más profundos de felicidad. Inclusive muchos padres de familia se han ido lejos de sus hijos con el pretexto de poder mandarles dinero y que tengan una vida más holgada, pero ¿a qué precio? Al precio de que esos hijos crezcan sin la presencia de un papá o una mamá trasmitiendo valores, criterios de vida, disciplina. Al Jesús vencer esta tentación, nos está diciendo a nosotros hoy que la felicidad que Dios quiere no es solo la que viene de estar satisfechos materialmente; que es necesario tener hambre y sed de justicia, de amor, de reino de Dios. La segunda tentación podría resumirse en una palabra muy corta: es la tentación de que en nombre de Dios y de la religión se alcance el poder. El tentador muestra a Jesús “todos los
reinos”, que podrán ser suyos si lo adora. Estos reinos humanos necesitan de paz, de justicia, de amor, de solidaridad para vencer los conflictos, las desigualdades, la muerte; para eso ha venido Jesucristo, ese es el proyecto de su padre, y sin embargo el “diablo” solo está interesado en que Jesús considere el poder y la gloria que podría obtener al someter esos reinos a su poder. La reacción de Jesús no se hizo esperar: “Al Señor tu Dios adorarás”, respondió inmediatamente. Jesús vence la tentación porque sabe que el proyecto de su padre, el reino de Dios, no se construye con esos criterios humanos. Algunos pasajes del evangelio van a repetir esta misma tentación. Jesús dice a sus discípulos y a sus acusadores en la pasión que no necesita de la defensa de ejércitos humanos, porque su “reino no es de este mundo”. Este mundo no se humaniza con esos criterios, necesita los de Dios. Los reinos humanos no necesitan del poder que somete, sino del poder de Dios que es el amor. Finalmente, la tercera tentación sugiere que a Dios se le puede manipular a favor de intereses humanos. Es, tal vez, la tentación más osada e irrespetuosa, porque se trata de tentar a Dios mismo. Podemos hacer de Dios “una cosa” a nuestra imagen y semejanza; un Dios de bolsillo al que podemos manosear a nuestro amaño, según nuestros intereses. No queremos un Dios que nos exija, nos incomode, nos desacomode de nuestras seguridades; necesitamos una religión que sirva de refugio, que no exija sacrificios, que nos de la verdad ya hecha, que nos ahorre el esfuerzo de pensar, de arriesgar, de renunciar, de convertirnos. Reflexionar en la experiencia de desierto y tentaciones de Jesús, al iniciar esta cuaresma, es una invitación a revisar nuestra propia vida, nuestros propios proyectos, nuestros criterios, nuestras metas y nuestro compromiso como cristianos en la construcción de un mundo más cercano al reino que Dios quiere para todos.
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II Domingo de Cuaresma – Lucas 9, 28b-36 Nuestra Iglesia es especialmente pedagógica en este tiempo fuerte de la cuaresma. Desde el inicio de este tiempo litúrgico nos enseña el motivo, la importancia, los objetivos, las tareas y las actitudes que deben imprimirle un sello característico a la cuaresma. Hace ocho días, en el primer domingo, nos proponía un evangelio que hablaba de desierto y de tentaciones, y con ello nos hacía entender la naturaleza de la cuaresma; un tiempo para entrar en la presencia íntima con Dios, hacer unas importantes pausas en nuestra agitada cotidianidad, para hacernos más conscientes de nuestras experiencias más profundas, revisar nuestras opciones de cara a la palabra de Dios y su voluntad para nosotros, reconocer nuestras debilidades, confesar nuestros pecados, vencer las tentaciones con la ayuda de Dios. Hoy, este pasaje que nos narra la Transfiguración de Jesucristo en presencia de algunos de sus discípulos, se nos propone para que entendamos hacia donde nos debe llevar esta experiencia cuaresmal que nos invita a entrar en intimidad con el Señor. Ciertamente, en el evangelio de Lucas este pasaje aparece inmediatamente después del primer anuncio de la pasión y resurrección por parte de Jesús, por lo tanto la pascua es la clave de lectura y comprensión de este pasaje. Inclusive también tiene conexión con el pasaje del bautismo de Jesús en el que, igual que en este de la transfiguración, se oye una voz venida del cielo que acredita a Jesús como el Hijo amado y elegido, sugiriéndonos, seguramente, que en Jesús se está cumpliendo el plan de salvación diseñado por Dios y que Jesús, con perfecta coherencia, llevará hasta el final. A la luz de este pasaje de la transfiguración, la cuaresma deberá ser entendida de varias maneras: Como un tiempo privilegiado para tener una experiencia íntima con Jesucristo. Así lo hicieron los discípulos que fueron testigos de la transfiguración; “subieron con él a lo alto de la montaña”; su conocimiento de lo sucedido fue directo, nadie
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se los contó, no lo leyeron en los libros; nadie se los enseñó en la academia. Esa debe ser también nuestra experiencia, el contacto directo, la conversación orante en el silencio, el contacto con su palabra, la meditación y la contemplación del misterio de rodillas como lo diría Von Balthasar. Otro aspecto a vivir en la cuaresma es la posibilidad que esta experiencia nos brinda para centrar nuestra fe en lo esencial, en lo único importante para nuestra fe: la centralidad de Jesucristo por encima de cualquier otra consideración religiosa. Tal vez esta idea suena desafiante, pero no tengamos miedo a saber relativizar lo secundario en nuestra vida de fe. La transfiguración del Señor nos enseña que a pesar de los dos personajes tan importantes para la tradición judía, Moisés y Elías, que aparecieron junto a Jesús, una voz salida del cielo deja las cosas bien claras: “Éste es mi Hijo, el escogido; escuchadle a él”. No importa la autoridad de los acompañantes en la aparición, en medio está uno que los supera, solo a él debemos escucharlo, al Hijo amado, él es el escogido. Un tercer aspecto a tener en cuenta en la cuaresma, es que ella es camino a la pascua. La transfiguración del Señor ha sido entendida por la tradición como una manifestación anticipada de la gloria que Jesucristo alcanzaría en su resurrección. Nosotros no podemos perder de vista ésta dimensión de la cuaresma; habremos hecho bien la experiencia cuaresmal si al final, al celebrar la pascua del Señor, nuestra vida termina más “pascualizada” todos los días. Ser un cristiano pascualizado; vivir una espiritualidad de la pascua significa, entre otras cosas, dejarse guiar por el amor y no por la ley; es decir, es convertir de verdad el amor en la única ley que inspire nuestra vida y no dejarnos guiar por el temor que nace de la idea de una religión basada en la obligatoriedad y la amenaza. ¡Superemos lo antiguo, representado en Moisés y Elías, y dejémonos renovar por la novedad que nos trae el Hijo amado del Padre!
III Domingo de Cuaresma – Lucas 13, 1-9 Cuidado con hacer de las parábolas de Jesús pequeños cuentecitos moralizantes, de los que sacamos equivocadas moralejas, que acomodamos a diversas circunstancias en nuestra vida. No perdamos de vista que el centro de la predicación de Jesús es el reino de Dios y al servicio de esta realidad están las parábolas; ellas pretenden suscitar una reflexión que mueva la mente y el corazón de las personas para que se comprometan en su realización en este mundo. Recordemos que Marcos, el más primitivo de los evangelios, nos dice que el inicio de la vida pública de Jesús consistió en proclamar que el reino de Dios había llegado, y que pedía de todos, fe y conversión. Esta conversión no consistía en un simple arrepentimiento de actos moralmente malos, sino en la transformación de toda la vida al servicio de un proyecto que Dios trae a hombres y mujeres; por lo tanto este proyecto, que es el reino, implica opciones fundamentales radicales para siempre. Según el evangelio de Lucas, Jesús era insistente en esta idea de la conversión, porque pareciera que muchos, en su terquedad, estaban “bloqueados” a la posibilidad de superar antiguos moldes religiosos, que los convertían en personas estériles para este nuevo proyecto del reino de Dios. Esta “higuera estéril” puede ser una persona, un pueblo, incluso una religión. Podemos ser muchos de nosotros que seguimos sin responder al llamado de Dios; que hemos defraudado las esperanzas que han puesto en nosotros, que hemos vivido cantidades de cuaresmas y seguimos sin dar un sí definitivo a Dios y su reino; que seguimos rezando pero sin dar frutos de justicia y solidaridad con los pobres, los preferidos de este reino. El dueño de la viña está impaciente. La higuera está ocupando terreno en balde y está malgastando la tierra. Lo más razonable es cortarla. ¿Para qué va a ocupar un terreno si no está dando frutos?. Pero ante la impaciencia del dueño
aparece la paciente actitud del viñador: es posible salvar la higuera, es cuestión de tiempo, de darle otra oportunidad, de creer en sus posibilidades, de abonar su entorno, de renovar la tierra. Aquí aparece entonces el sentido de la cuaresma. Es la oportunidad que nos da Dios para convertirnos definitivamente al reino. Es la posibilidad que tenemos de pensar en la esterilidad con la que podemos estar viviendo nuestro cristianismo, y tomemos las decisiones necesarias para dar el fruto que tanto esperan de nosotros. Es un tiempo para pensar si estamos viviendo una religión sin creatividad, sin seguimiento, sin cambio. Es la oportunidad de preguntarnos si estamos solo alimentando creencias, pero no estamos forzando con nuestra vida la llegada definitiva del reino de Dios entre nosotros; para que se cumpla lo que todos los días pedimos en la oración del Padre nuestro: “que sea en la tierra como es en el cielo”. IV Domingo de Cuaresma - Lucas 15,1-3.11-32 Tradicionalmente, esta parábola es conocida como la del hijo prodigo, ya que se ha fijado la atención en la actitud del hijo que abandona la casa del padre, gasta su herencia, recapacita y regresa al hogar a pedir perdón. La parábola ha servido a predicadores y catequistas para exhortar al arrepentimiento de los pecadores. Pero también encontramos en otros textos, que la parábola ha sido llamada la del padre misericordioso; fijando la atención en la actitud del padre que acoge, perdona, se alegra porque el hijo ha regresado. Quienes prefieren esta visión quieren resaltar un aspecto más positivo. Dios es el padre que está atento a al regreso del pecador, que inmensamente misericordioso recibe de nuevo a todos, no importando la gravedad de nuestro pecado, solo basta con que expresemos nuestra voluntad de arrepentimiento y cambio. Yo quisiera separarme un poco de estas dos tradicionales formas de abordar la parábola y proponerles en este domingo otra manera de entender el mensaje de la parábola. Lo primero de
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lo que hay que caer en la cuenta es que todas las parábolas parecen estar en conexión con las bienaventuranzas. Fíjenseustedes que las bienaventuranzas están dirigidas a los que lloran, a los que tienen hambre, a los pobres en general, es decir, a los que están en una situación inhumana. Jesús en las bienaventuranzas anuncia que el reino de Dios es de ellos y para ellos; si ellos pueden salir de sus situaciones inhumanas es porque el reino se ha hecho realidad en el mundo. “El Reino es una revelación del corazón de Dios que no puede estar satisfecho si hay gente que vive en una situación inhumana” (Juan Luis Segundo). Todas las parábolas están al servicio de esta idea. Jesús quiere mostrar para quienes es el reino de Dios, quienes están preparados para pertenecer a él, quienes son invitados a llevar a cabo este proyecto; pero también quienes se oponen a él, quienes están cerrados a la invitación, quienes son sus adversarios. Pero hay otro detalle a tener en cuenta, antes de pasar directamente a la parábola del hijo prodigo o del padre misericordioso. Es necesario entender que en Israel la categoría “pobre” y “pecador” resultaban siendo lo mismo. “Pobre” se refería a aquellos que estaban visiblemente en una situación que no es humana, por la miseria que tiene, por el desprecio que se tiene de ellos. Al no tener medios para su educación, el pobre no aprendía a leer y eso dificultaba su conocimiento perfecto de la ley, lo que producía su incumplimiento, generalmente; la no observancia de la ley los hacía pecadores. Era entonces un círculo vicioso que hacía a los pobres no solo excluidos de los bienes materiales sino también excluidos de la vida social y religiosa. Los dirigentes religiosos de la época crearon fuertes ideologías para hacerle creer a estas personas que su situación era lógica y consecuente, justificando con y desde la religión la situación de exclusión y miseria; ¿por qué se es pobre? Por ser pecador. Tenemos muchos ejemplos de parábolas en las que Jesús quiere plantear este problema, desenmascarar esta situación alienante y ayudar con
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sus palabras y signos a liberar de estas ataduras a los más pobres. Muchas de estas parábolas nos muestran a estos dos grupos en Israel; por un lado los pobres, los que lloran, los que sufren, como lo dice las bienaventuranzas; y por otro lado los ricos, los poderosos, los hartos que acumulan y que precisamente han empobrecido a otros y quieren mantener la situación justificándolo todo desde la religión. Para acabar con esta situación Jesús ha traído el reino de Dios, porque Dios está conmovido con este sufrimiento justificado en su nombre. Muchas son las parábolas que nos mostraran estos dos grupos y que también nos expresan la alegría de Dios cuando se hace justicia y se transforma lo inhumano en felicidad. Recordemos, por ejemplo, la parábola del rico y de Lázaro que trae Lucas en el Cáp.16. También está la parábola del banquete (Mt. 22, 2-4 o Lc. 14, 16). Mejor ejemplo son las denominadas parábolas de la alegría, que están juntas en Lucas. Son parábolas de cosas perdidas: la dracma perdida (Lc15, 8), la oveja perdida (Lc15, 11) y la que nos propone hoy la iglesia en este domingo de cuaresma: el hijo perdido (Lc15, 11) (pródigo). Fíjense bien que en esta parábola el hijo pródigo se va, sufre pero reflexiona, toma la decisión de regresar, prepara un discurso para pedir perdón; pero el padre parece que no piensa en que eso sea necesario. El padre no deja hablar al hijo, interrumpe su discurso, no hace falta que dé explicaciones; basta con que haya regresado y corre a su encuentro para expresar su alegría, recuperarlo con un abrazo y hace una fiesta. Pero aparece el hijo mayor, que siempre ha estado ahí; que considera que su presencia constante en la casa es muestra de su fidelidad al padre, su obediencia a las normas de la casa.Ahí aparecen los dos grupos de los que hablábamos antes. El hijo menor, quien representa a todos los pobres, considerados transgresores de la ley, o sea pecadores que están perdidos para la religión y el hijo mayor que se enoja porque el padre está
alegre con la llegada del hermano pecador, que representa a los judíos cumplidores de la ley, a los que cumplen los ritos con obediencia.
fuerte crítica a la ley que sostenía la religión de su época y mostrar que en Jesús ha llegado una transformación radical de todo eso.
Creo que es claro, entonces, que aquí no se trata de quien es bueno o malo, porque sea pecador o no. Aquí se trata de quién está perdido, es decir, de quien por sus decisiones, o las de otros, está en una situación de sufrimiento, de desventaja, de exclusión, de inhumanidad. Jesús parece decirnos que donde se esfuerza por vencer estas situaciones, allí está la alegría de Dios. Rescatar al hombre de su situación de perdido, es decir de marginado por cualquier causa, es el mayor motivo de alegría en el cielo.
Hace algunos domingos atrás, se nos proponía reflexionar sobre la escena del milagro de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná. Allí Juan nos decía que Jesús convirtió el agua, que estaba en las tinajas que las familias conservaban en los patios de sus casas, para los ritos de purificación; agregaba Juan el detalle de que esas tinajas eran de piedra. Este detalle no es superficial, ya que en esta escena de la mujer adúltera también aparecen unos hombres con piedras en las manos, algunos de ellos ya ancianos. Según los expertos en el análisis de la biblia, Juan hace una referencia implícita a la presencia de la ley; ella había sido escrita en tablas de piedra; por lo tanto las tinajas con agua en las bodas de Caná, como los ancianos con piedras en sus manos queriendo lapidar a la adultera, son signos que representan la presencia dura y rígida de la ley al servicio de una religión, que necesita convertirse al servicio de la felicidad de hombres y mujeres tristes y sin esperanza; son el símbolo de una ley que parece estar al servicio de la religión aunque eso represente la muerte de un ser humano.
Esta es la buena noticia de la cuaresma: la alegría de Dios y su amor incondicional para quien está perdido. Pero también es una tarea para todos en este tiempo cuaresmal: rescatar al perdido, trabajar por superar cualquier situación inhumana de sufrimiento; abrazar, perdonar, ser signo con nuestra alegría de la alegría de Dios. V Domingo de Cuaresma – Juan 8, 1-11 Nos ofrece la iglesia, en este último domingo de cuaresma, el pasaje conocido como la mujer adúltera. Como muchos pasajes del evangelista Juan, este está cargado de simbolismos y pequeños detalles que esconden grandes mensajes. Tratemos de entender algunos, para entender la invitación que el evangelio nos trae para este domingo. En primer lugar aclaremos que, aunque el pasaje es conocido como la mujer adúltera, ella no es la protagonista del pasaje sino Jesús; Juan quiso decirle a los cristianos de su comunidad algo sobre la personalidad de Jesucristo, sobre su importancia, sobre su manera de entender a Dios y la religión, sobre cómo debemos poner unas cosas por encima de otras, etc. Para ello construye la escena con imágenes y personajes del contexto judío, algunas explicitas y otras menos. Detrás de todo ello, Juan quiere hacer una
La escena es dura; en ella se presenta una fuerte tensión. Los ancianos han ido a poner a prueba a Jesús; les resulta incómodo y es necesario buscar la forma de eliminarlo, sacarlo del camino. Para ello construyen un caso, utilizan la desgracia de una mujer, falsean los hechos, ya que para que haya adulterio se necesitan dos personas y ante Jesús solo es llevada la mujer; el hombre cómplice de dicho delito no está presente para ser también acusado. A todas luces estos hombres quieren aplicar la ley pero con mentiras, injusticias y complicidades. Jesús tensiona aún más el ambiente; no dice nada en un primer momento, solo escribe algo en la tierra; tal vez piensa en la trampa que quieren tenderle. Si absuelve a la mujer será acusado de no obedecer a la ley de Moisés y de ponerse en la función de
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los sacerdotes, que eran los únicos autorizados para declarar que una persona estaba libre de pecado. Si la declaraba culpable y merecedora de la muerte, sería acusado de no ser coherente con su predicación y actitudes anteriores. Al fin Jesús habla. No la condena porque está convencido que la ley no puede estar al servicio de la muerte; la religión no puede justificar que un ser humano, por más pecador que sea, pierda la vida. Entonces Jesús desarma a los acusadores y remite a sus interlocutores a mirar más allá, más adentro; a trascender la mera norma e ir a lo profundo de su conciencia; a sus propios corazones. En ese nivel de lo más íntimo de cada uno, los seres humanos deben descubrir que si la ley amenaza al pecador, el amor en cambio es misericordioso, solo así se obra un verdadero cambio. No porque le tenemos miedo a Dios o a la condenación eterna; es porque nos sentimos amados,es que puede y debe brotar un cambio en quien con sus actos lastima el amor de quienes lo aman. Y entonces ahí viene el segundo diálogo. El primero desenmascaró la actitud legalista y poco amorosa de los hombres representantes de una religión rígida y amenazante. Ahora el diálogo es en privado con la mujer adúltera. Ella será a partir de este momento la destinataria de una buena noticia por parte de Jesús. “Yo tampoco te condeno, vete y en adelante no peques más”. Esa es una verdadera buena nueva. Es la superación total de la ley religiosa, que Jesús no quiere anular pero sí poner en un segundo plano, porque de lo que se trata ahora es de poner el amor como primera actitud ante quien está perdido, amenazado, deshumanizado, excluido. Fíjense que Jesús no le dice a esta mujer “vete y no peques más para no condenarte”, que es normalmente la postura de nuestra religión. La mayoría de las veces nosotros amenazamos, advertimos, conminamos al pecador a que si quiere recibir el perdón tiene que demostrar antes que ha cambiado, que ha rectificado. Nuestro perdón
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resulta condicionado. Jesús nos muestra que en la lógica del reino de Dios es a la inversa. “Yo tampoco te condeno…”. Jesús da primero el perdón, incondicional, gratuito. Por eso en cristiano a esto se le llama “Gracia”; porque Dios lo da sin merito nuestro, porque sí, porque él es puro y perfecto amor. Después viene la invitación a disfrutar de esa gracia; a que en la vida se nos note que hemos recibido ese regalo. Entonces viene la conversión, el trabajo serio por devolver ese amor incondicional, por responder a la altura de la confianza que se nos está brindando. Dios cree y confía en nosotros. Sí. Dios cree en el hombre y sus capacidades. Cree en que no lo defraudaremos y nos da su amor para que vayamos y no pequemos más. ¡¿Entienden ahora por qué este pasaje del evangelio en un domingo de cuaresma como hoy?
A propósito del proceso de negociación de PAZ en Colombia Por: Juan David Hernández Aristízabal Ciencias Políticas UPB
La experiencia internacional ha mostrado que la mayoría de los conflictos internos librados en el último siglo han terminado con la firma de un tratado de paz y no con una derrota militar total del adversario, sin embargo, debe observarse que en la memoria colectiva de estas poblaciones (de manera especial en el recuerdo de las víctimas) quedan secuelas indelebles que generan odios generacionales que impiden la aceptación de quienes seguirán siendo considerados enemigos por muchos.
Sorprendidos quedamos los colombianos, y particularmente los electores del Presidente Juan Manuel Santos Calderón, cuando nos enteramos que las “llaves de la paz” que decía tener guardadas en su bolsillo, estaban siendo probadas en cerraduras del grupo guerrillero FARC, a través de “conversaciones exploratorias” para buscar una solución negociada al conflicto armado colombiano. Ahora pueden estar cobrando sentido aquellas palabras pronunciadas el 7 de agosto de 2010,en la ceremonia de trasmisión de mando presidencial, cuando Santos anunciaba desde la Plaza de Bolívar que durante su gobierno aspiraría a sembrar las bases de una verdadera reconciliación entre los colombianos. De igual modo, ahora tenemos más razones para comprender que fuese el mismo Presidente quienimpulsara decididamenteel Proyecto de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en el Congreso de la República, y más aún, tenemos argumentos para comprender por quéel Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon,visitó Colombia para ser testigo excepcional de la Sanción Presidencial de esta Ley de la República. En fin, así como solemos decir que todos los caminos conducen a Roma, comprendimos que los esfuerzos del actual gobierno conducían a enmarcar un camino para un proceso de nego-
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ciación de paz con las FARC. Fue así como el escuchamos de viva voz del Presidente el 11de octubre de 2012, la confirmación de los rumores que ya circulaban en las redes sociales y demás medios de comunicación: después de seis meses de conversaciones exploratorias en La Habana, se firmó un acuerdo marco entre el Gobierno Nacional y las FARC (Acuerdo General para la Terminación del Conflicto) que establece un procedimiento para llegar a un acuerdo final que termine con el Conflicto Colombiano. Esta noticia, aplaudida por algunos y criticada por muchos, consiguió darle la vuelta al mundo en tiempo real. La iniciativa Santosencontraba eco enJefes de Estado y de Gobierno, Cancilleres, Organizaciones Internacionales gubernamentales y no gubernamentales, la confirmación de una visita del ex presidente de Estados Unidos y Novel de Paz, Jimmy Carter, particularmente importante por su trayectoria en la mediación de conflictos internacionales y en la defensa de los derechos humanos y tambiéninspiraba algunas plegarias del Sumo Pontífice en la Ciudad del Vaticano. De conformidad con la alocución del mandatario, se trata de un camino muy difícil que debemos explorar, y que a diferencia de los acercamientos anteriores, tendrá tres características importantes: • Aprender de los errores y aciertos del pasado para no crear falsas expectativas. • Lograr efectivamente el fin del conflicto.(Contiene las condiciones que el Gobierno considera necesarias para abrir un proceso con suficientes garantías, aunque, por supuesto, el éxito no se puede dar por descontado). • No ceder un solo milímetro del territorio nacional.
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Igualmente, la Agenda del proceso de negociación fue entregada a la opinión pública en esa misma intervención. Aunque pretenciosa como las agendas anteriores, llama la atención que visiones distintas de la realidad social y temastan amplios logren abarcarse en un itinerario de cinco puntos. Veamos: • El Desarrollo Rural: Política de Desarrollo Agrario Integral. • Participación Política: Garantías para el ejercicio de la oposición política y la participación ciudadana. • Fin del Conflicto: Dejación de las armas por parte de la insurgencia y reintegración de los miembros de las FARC a la vida civil. • El Narcotráfico: Solución del problema de las drogas ilícitas en Colombia. • Las Víctimas: Política de Víctimas. Aunque en esta ocasión no nos detendremos en los puntos que conforman la Agenda, si debemos percatarnos que en la misma no se insinúa la voluntad de convocar una nueva Asamblea Constituyente, sin embargo, hoy las FARC insisten en la necesidad de hacerlo. Paradójico resulta pedir un cese al fuego bilateral, mientras el grupo guerrillero incumple con la tregua anunciada y continúaatacando la población civil y secuestrando. Si las delegaciones en la mesa negociadora intentan cambiar las reglas convenidas bilateralmente desde el comienzo, se corre con el riesgo de perder el rumbo en el discurrir del actual proceso. Mientras se definen estos temas cruciales y sensibles en Noruega y Cuba, al parecer muchos colombianos permanecen de espaldas, ignorando los alcances políticos, jurídicos y sociales que conlleva una salida negociada que ponga fin al conflictointerno colombiano. Que el proceso no se preste al sesgo mediático, no se compadece
con el absoluto desconocimiento de las consecuencias que de un proceso como este se pueden devenir. No vaya a ser que este proceso termine abortándose por falta de legitimaciónde los colombianos. La experiencia internacional ha mostrado que la mayoría de los conflictos internos librados en el último siglo han terminado con la firma de un tratado de paz y no con una derrota militar total del adversario, sin embargo, debe observarse que en la memoria colectiva de estas poblaciones (de manera especial en el recuerdo de las víctimas) quedan secuelas indelebles que generan odios generacionales que impiden la aceptación de quienes seguirán siendo considerados enemigos por muchos. Por esta razón, entre otras, es fundamental la legitimación que otorga el consenso de los pueblos: la participación de las organizaciones e instituciones sociales, la academia, los gremios económicos, la clase política,los grupos sectoriales y poblacionales, las iglesias y demás instituciones. Cierto es queen ningún caso se podrá ignorar la población civil, y mucho menoslas víctimas que en su accionar han dejadolos grupos insurgentes. Sin lugar a dudas, el equipo negociador del gobierno está compuesto por un selecto grupo de representantes de importantes sectores del país: gremios económicos, clase política, ex generales de las FFAA, y asesores de paz; sin embargo, para un tema de la agenda tan crucial como la Política de Víctimas, el staff no cuenta con representantes de las víctimas de las FARC. Demos un vistazo a esta comisión: Humberto de la Calle Lombana: Exvicepresidente de la República. Abogado, político y analista. Ha sido Registrador Nacional, Magistrado, Ministro de Gobierno y Ministro de Interior.
Luis Carlos Villegas: abogado y socioeconomista. Líder empresarial y gremial. Es el presidente de la Asociación Nacional de Industriales, Andi y del Consejo Gremial. General en Retiro Oscar Naranjo: fue Director de la Policía Nacional, institución en la que estuvo por cerca de 35 años. Ha sido también asesor en seguridad. Fue elegido como el Mejor policía del mundo. Es Administrador Policial y tiene un postgrado en Seguridad Integral. General en Retiro Jorge Enrique Mora Rangel: fue Comandante del Ejército Nacional, durante el gobierno Pastrana. Durante el primer año de gobierno de Uribe fue comandante de las Fuerzas Militares. Fue el encargado de trazar el Plan Patriota, en su primera fase. Estuvo en la institución 42 años. Fue embajador de Corea y Filipinas. Frank Pearl: Exministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible y actual Consejero para la Seguridad del Gobierno Santos. En la Administración del presidente Álvaro Uribe Vélez fue Alto Consejero Presidencial para la Reintegración Social y Económica de Personas y Grupos Alzados en Armas. Sergio Jaramillo: filósofo y filólogo con maestría en Filosofía, se ha desempeñado como Viceministro de Defensa para las Políticas y Asuntos Internacionales y Alto Asesor Presidencial de Seguridad Nacional, además de asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores en Diplomacia por la Paz. Ahora sí podemos preguntarnos: ¿están las víctimas representadas en esta mesa de negociación? ¿Será que elproceso de negociación no tendrá en cuenta las víctimas? o¿será que podemos interpretar que víctimas en este país somos todos? Esperemos que esta no sea esta una arista más que le resulte al actual proceso.
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En fin, aunque los precedentes en materia de negociación con las FARC son desalentadores,el actual gobierno hace una nueva apuesta que de suyo el gran desafío de poner fin a medio siglo de conflicto armado en Colombia y lograr la aplicación efectiva del marco jurídico para la paz. El Gobierno Santos tiene poco que perder y por el contrario mucho que ganar: de un lado si consigue negociar con las FARC pasará a la historia como el célebre conciliador, y hasta podrá reelegirse enarbolando las banderas de la paz. En caso de no firmarse un acuerdo, tendrá a su favor el haberlo intentado, y como consecuencia contará con todos los argumentos para arremeter en un fuerte combate que busque derrotar militarmente a las FARC, y de esta manera también podrá asegurarse nuevamente los votos de los Colombianos que lo elegimos para este fin.
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Para terminar, es válido decir que debemos permanecer optimistas, con firme esperanza, deseando que estos diálogos lleguen a buen puerto, celebrando las iniciativas de paz del actual gobierno; sin embargo, también debemos tener presente que existe el pasado, que éste no es el primer proceso de negociación con grupos guerrilleros en Colombia,y aunque se ha logrado avanzar de alguna manera, negociar con las FARC hasta hoy ha sido un imposible: • El presidente Belisario Betancur Cuartas (1982-1986)mantuvo conversaciones con la guerrilla de las FARC, con el M-19 y la llamada Autodefensa Obrera (ADO).Este proceso logró la desmovilización de algunos miembros de las FARC. A partir de estos diálogos se formó una colectividad política, la Unión Patriótica (UP),
integrada por los desmovilizados de entonces junto a miembros del Partido Comunista. Pero este proceso no duró, entre otras cosas porque los máximos líderes de la época(entre ellos Manuel Marulanda y Jacobo Arenas), no retornaron plenamente a la vida civil. • En el gobierno de Virgilio Barco Vargas (1986-1990), se realizaron las conversaciones con las cuales se logró la desmovilización y disolución de la organización armada M-19. También fue exitoso un proceso con el Ejército Popular de Liberación (EPL), grupo con el que se firmó un acuerdo en mayo de 1990, que logró la desmovilización de buena parte de sus integrantes.De igual manera, se inició un proceso con el movimiento armado Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que culminó con un acuerdo en Ovejas, Sucre, en enero de 1991, cuando ya estaba en marcha el gobierno de César Gaviria. • Durante el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo (1990-1994) se logró la desmovilización del Movimiento Armado Quintín Lame. En marzo de 1991, cuando sesionaba la Asamblea Constituyente, se produjo la entrega de armas de unos 150 combatientes, en una ceremonia realizada en Pueblo Nuevo, en jurisdicción del departamento del Cauca.
conformada por cinco municipios de Meta y Caquetá, que fueron desmilitarizados. Sin embargo, el proceso fue un completo fracaso que permitió el fortalecimiento de las FARC. Los secuestros de políticos, militares y policías, numerosos asesinatos, actos terroristas y claras violaciones a las normas sobre protección de los derechos humanos sumieron en la sombra este proceso, que finalmente se rompió el 20 de febrero de 2002 cuando los guerrilleros dinamitaron un puente por donde pasaba una ambulancia, y una célula insurgente desvió un avión comercial que obligó a la tripulación a aterrizar en una carretera del departamento del Huila y secuestró al congresista Jorge Eduardo Géchem, quien se encontraba como pasajero. Finalmente, el Gobierno Santos Calderón (20102014) hace una nueva apuesta de salida negociada al conflicto, en la que dice que no se repetirán los errores del pasado. Es importante resaltar que ahora el grupo guerrillero FARC es calificado como terrorista por un vasto sector de la comunidad internacional. Se trata, desde este punto de vista, de un proceso sui géneris, que podría dar origen a considerar los grupos terroristas como interlocutores válidos de los gobiernos.
• El presidente Ernesto Samper Pizano (1994 - 1998)intentó negociar con el ELN y el EPL, en las llamadas conversaciones de Maguncia, nombre tomado del lugar de reuniones, la ciudad de Maguncia, en Alemania.Dicho proceso no fue más allá de la formulación de buenas intenciones, pues a pesar de la presión internacional, no logró mayores avances. • Andrés Pastrana Arango (1998-2002) ofreció a los colombianos una salida negociada al conflicto. Los diálogos se realizaron en la zona de distensión para la paz, un área
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LA CUMBRE DE CATAR (QATAR)
Por: Rafael Betancur Machado, Pbro.
Los problemas que traen consigo el cambio climático, el único responsable es el ser humano pues en los últimos doscientos años a partir de la revolución industrial, la temperatura del planeta ha aumentado 1.3°.
Doha, capital de Qatar, sirvió de escenario para la 18° cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático (COP 18). En la pequeña península en el golfo pérsico (Emiratos Árabes) los casi 200 delegados prorrogaron el protocolo de Kioto hasta el año 2020, y tal como en las anteriores cumbres, los grandes emisores contaminantes no cedieron en su posición llegando sólo a acuerdo mínimos. Los participantes fueron 190 países y por lo que se vio, no prometió mucho. Continuando con la anterior cumbre de Durban (COP 17), su objetivo fue sentar las bases para un acuerdo climático que asegurara que el aumento de la temperatura global no supere el 2° C, umbral estimado a partir del cual existe un grave riesgo de desestabilización del sistema climático que podría producir grandes impactos. Los problemas que traen consigo el cambio climático, el único responsable es el ser humano pues en los últimos doscientos años a partir de la revolución industrial, la temperatura del planeta ha aumentado 1.3° C. La prórroga del protocolo de Kioto, que en 1997 obligaba a 35 países industrializados a reducir una media al menos un 5,2% las emisiones de gases de efecto invernadero, tiene hoy obligaciones para muy pocos países como son los miembros de la Unión Europea, Australia, Noruega, Croacia, Japón y Canadá. Además se tiene como objetivo un complicadísimo pacto mundial en 2015 que debe incluir a Estados Unidos, China, India y Rusia. Según la organización meteorológica mundial que reveló no obstante las medidas tomadas a partir de
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1990 el efecto invernadero aumentó en 30° en la atmósfera y según la información de la NASA el nivel del mar aumentó 3.1 mililitros por año, el doble del año anterior, medidos los glaciares del mundo 171.000, quedan 170 Km2 menos masa de hielo. China, el mayor emisor actual de dióxido de carbono (principal gas causante del calentamiento global), opinó que son los países desarrollados los que deben limitar en mayor medida sus emisiones, al haber contaminado durante más décadas que las naciones emergentes. Por su parte, Estados Unidos se opone a un acuerdo global que imponga objetivos y defiende un sistema “flexible” que permita a cada país determinar en qué medida puede contribuir para limitar el cambio climático. A pesar de las evidentes pérdidas y daños por la subida de los niveles crecientes del mar y tormentas vinculadas al cambio climático, las delegaciones presentes en Doha han reconocido que el acuerdo final no satisface las recomendaciones científicas, que pidieron medidas drásticas para evitar el calentamiento global. Las emisiones de dióxido de carbono crecerán este año un 2,6% a nivel mundial y duplican ya las tasas de 1990, fundamentalmente por los aportes de grandes potencias en desarrollo como China o India. A Colombia solo le quedarían 45.3 Km2 en los Andes y el problema se convierte en el más crítico. En la isla de Groenlandia se dio el año pasado el mayor grado de derretimiento, de igual forma que la nueva marca de deshielo se dio en el polo ártico.
así como Katrina fue el calvario para Obama. A uno y otro, como a tantos más, la naturaleza les pasará factura. Colombia es un país líder en las negociaciones de cambio climático. Apoyamos la búsqueda de consensos entre países desarrollados y países en desarrollo. El tema del financiamiento para el cambio climático, uno de los puntos claves en Catar, debió crear acuerdos y mecanismos adecuados que permitan el fortalecimiento de programas y proyectos para ayudarle al planeta para mejorarlo. Naturalmente, cada país lo debe hacer de acuerdo con sus capacidades. No obstante, este impacto en el mundo del medio ambiente sigue siendo muy poco amigable, pues algunos países manifiestan claramente no creer una prórroga de estos tratados y otros llegaron creando una expectativa de incertidumbre, por las últimas noticias la reunión que se inició el 26 noviembre y que se prolongó hasta el 7 de diciembre del año pasado en Qatar - no arrojó unos acuerdos definitivos para salvar el planeta. Es lamentable que algunos países como Canadá, Japón, Rusia, Nueva Zelanda y principalmente Estados Unidos no hayan querido comprometerse con el segundo protocolo de Kioto. Países desarrollados que deben hacer un cambio profundo en sus economías, sus modelos de consumo, su industria y recursos de energía, basados en el libre comercio y el crecimiento económico; no ven la destrucción del planeta y un fenómeno que preocupa a la humanidad con el calentamiento global.
Estados Unidos, uno de los mayores contaminantes del mundo y que está por fuera del marco de Kioto, no estuvo dispuesto a suscribir acuerdos para la reducción de CO2 y por el contrario, su plan enérgico seguirá sustentado en el uso de combustibles fósiles como el petróleo. Las promesas de cambio hechas por el Presidente Barack Obama al paso de la súper tormenta Sandy terminaron siendo un vehículo electoral y no una apuesta por el cambio climático que demanda el planeta. Como lo dijo Ban Kimoon Secretario General de la ONU: “El tiempo se agota” y no habrá marcha atrás en la naturaleza en su instinto por recuperar lo que se le ha quitado. El huracán Sandy pudo haber sido el fenómeno salvador de un candidato en aprietos,
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SIGNOS DE LOS TIEMPOS Y MISIÓN CONTINENTAL Por: Fray Guillermo León Correa H. Ocd.
En lenguaje teológico, a las circunstancias históricas de cada época, las cuales debemos VER, JUZGAR para luego ACTUAR, las denominamos “Signos de los Tiempos”, que debemos discernir a la luz del Espíritu Santo. (DA # 33).
Una de las primeras afirmaciones que se constata en APARECIDA es la que resalta el #19, donde se elogia las bondades del método pastoral VER, JUZGAR Y ACTUAR. Textualmente se lee: “Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de VER la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su DISCERNIMIENTO Y VALORACION con sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección del ACTUAR como discípulos misioneros de Jesucristo”. Eco de este método hacen los sacerdotes Luis Fernando Arroyave y Jaime Alberto Ríos en la edición 186 de la publicación “El Informador Arquidiocesano”. En lenguaje teológico, a las circunstancias históricas de cada época, las cuales debemos VER, JUZGAR para luego ACTUAR, las denominamos “Signos de los Tiempos”, que debemos discernir a la luz del Espíritu Santo. (DA # 33). En consecuencia, antes de trazar las líneas pastorales de la Misión Continental, deberíamos en nuestra Arquidiócesis lograr un buen VER, punto de partida de cualquier planeación evangelizadora. Un VER nuestra realidad no sólo eclesial sino también cultural, social, económica y política, tal como se procedió en Aparecida y en las anteriores Conferencias del Celam. Se trata de un VER la realidad no de una manera cualquiera sino lo más claro y exacto posibles, para luego hacer un buen discernimiento y una buena programación. Equivocarse en el VER, es errar luego en el JUZ-
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GAR y consecuentemente en el ACTUAR. Un médico que no acierta en el diagnóstico de una determinada enfermedad, erra luego en la medicina o tratamiento de la misma. Sobre la necesidad de VER lo que sucede en nuestro medio, el Papa Juan Pablo II nos dice: “Convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive en América, significa REVISAR todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común” (EAm. 27). Para obtener un buen VER, deberíamos iniciar con una primera aproximación a la realidad. Se trataría de un VER empírico, una constatación de los efectos del problema: pobreza, hambre, desempleo, violencia, corrupción, etc. Es decir, lo que se constata diariamente a primera vista. Una buena ayuda en este sentido nos la podría facilitar el programa “MEDELLÍN CÓMO VAMOS”, programa que constantemente está monitoreando el acontecer diario de Medellín en lo que se refiere a educación, salud, movilidad, seguridad, percepción ciudadana, pobreza y otros ítems. Es un estudio muy serio y muy preciso estadísticamente. Un ejemplo de este primer VER nos lo presenta nuestro Pastor, Mons. Ricardo Tobón en la edición 340 del Semanario Arquidiocesano bajo el título “No estamos bien”, donde se refiere a la corrupción, a la violencia, a la pobreza, a la inequidad entre otros problemas sociales. Pero lógicamente no debemos quedarnos en los efectos del problema; debemos buscar las causas. El Papa Benedicto XVI, en la Encíclica Véritas in caritátis dice: “Quien está animado de una verdadera caridad, es ingenioso para descubrir las causas de la miseria”. Para llevar adelante este propósito debemos contar con la ayuda de las ciencias sociales. Hablando de las causas, Aparecida nos da unas pistas acerca de los mecanismos perversos originantes de los conflictos sociales y de los responsables.
a. En cuanto a los mecanismos originantes, raíz o causa de los problemas que padecemos, señala, por ejemplo, la manera como está diseñada la globalización: “La globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos” (# 62). Igualmente llama la atención sobre el sistema financiero: “La actual concentración de renta y riqueza se da principalmente por los mecanismos del sistema financiero” (# 69). También señala al sistema neoliberal como responsable, cuando afirma de él que “no descubre en el padre de familia más que un instrumento de producción y ganancia” (# 463). Acusa también al modelo de desarrollo: “El actual modelo económico privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza” (# 473). b. En lo que se refiere a los responsables de dicha situación, señala a las empresas multinacionales (# 66), a las grandes potencias (# 84), a las Corporaciones Transnacionales (# 86) y a la complicidad de los Estados. Estas pistas ofrecidas en Aparecida sobre el VER en lo relacionado con sus causas y responsables, las debemos constatar y verificar en nuestro medio, vale decir, comprobar cómo actúan y operan en el ámbito o territorio de nuestra Arquidiócesis. Quedan pendientes el JUZGAR esos hechos o circunstancias históricos, signos de los tiempos, a la luz de la Palabra de Dios, asistidos por el Espíritu Santo y luego ACTUAR, o proyectar la pastoral. La pregunta que surge es entonces, ¿Qué piensa la Arquidiócesis acerca de este método? ¿Cómo y cuándo se va a llevar a la práctica? ¿Por qué la encuesta que se realiza sólo se fija en los alejados de la Iglesia y no indaga por el nivel de pobreza, desempleados, violencia, desescolarización…?
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“Que el año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero” S.S. Benedicto XVI, Porta Fidei, 15