Semanario Arquidiocesano 467

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Del 3 Junio al 8 de junio 2014 / No. 467 JESUCRISTO: PROYECTO PARA LA HUMANIDAD

Estamos llegando al final de la celebración del tiempo pascual. En él hemos contemplado la entrega de Cristo hasta la muerte de cruz, su triunfante resurrección, su glorificación junto al Padre y terminaremos conmemorando la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. Es bueno que nos preguntemos: ¿Qué ha significado en verdad la celebración de la Pascua en este año? ¿Quién es Cristo para nosotros en el momento actual? ¿Qué exigencias concretas nos trae el haber celebrado la Pascua de Jesús? Cuando miramos con seriedad nuestra realidad, vemos que estamos en una sociedad que vive un cambio acelerado y que se vuelve cada vez más secularizada. Acostumbrados como estamos a un catolicismo más bien sociológico, nos pueden amenazar dos riesgos. El primero, instalarnos hasta con tranquilidad en la crisis y simplemente lamentar la situación. El segundo, llenarnos de temor por el cambio y ponernos a la defensiva contra lo nuevo que pueda surgir en la sociedad. Sin embargo, hay una tercera vía que es el discernimiento responsable y la creatividad permanente para seguir los signos del Espíritu en nuestro tiempo. Es preciso mirar a Cristo como un modelo de vida no superado, como una manera de existir en el mundo y de hacer historia con una clave fundamental que esclarece todas las vertientes de la existencia. Él no se impone por la fuerza, se propone a la libertad como un camino de felicidad y realización para todos los seres humanos. Él nos libera de la monotonía y de la superficialidad abriendo los horizontes de la constante construcción personal, de la convivencia fraterna y de la trascendencia filial. El es un estilo, un modelo, una propuesta de vida en abundancia.

sociedad. Algo nos está fallando y no estamos viendo el proyecto que Dios nos dio en su Hijo Resucitado. Fuera de la Iglesia, algunos piensan que el cristianismo lastima la libertad o que ha quedado desactualizado. Dentro de la Iglesia, hay diversidad de visiones al definir la identidad cristiana y al proponer formas de vida. Nos faltaría a todos mirar más claramente a Cristo como el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. Tenemos que llegar a creer de verdad en el Dios que se ha revelado en Jesucristo. Tantos cristianos siguen pensando en una divinidad que está fuera del mundo e interviene sólo por la fuerza de nuestros sacrificios y oraciones. Si aceptamos que la divinidad y la humanidad de Jesucristo están inseparablemente unidas, desmontamos muchos ídolos que nos hemos fabricado y experimentamos la presencia de Dios como la profunda realidad que nos ama y nos da la vida. Es un Dios más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad, que no lastima nuestra libertad sino que la potencia desde adentro. Si tenemos la experiencia de Cristo Resucitado que, en su misma vida, nos revela y nos lleva a Dios, llegamos a una evangelización llena de alegría y de esperanza, a una vida moral que más que dar preceptos nos enseña a colaborar en nuestra permanente creación, a una fraternidad en la mutua entrega de unos por otros, a una vida espiritual libre de arandelas innecesarias, a una celebración gozosa del misterio en espíritu y verdad, a una vida en plenitud según el plan divino sobre la humanidad.

No podemos acomodarnos a la violencia, a la injusticia, a la falsedad y a la frivolidad tan lacerantes en nuestra

Pentecostés Pág.7 Marcha de la Fe y el Amor. Pág.8

Campaña de Diezmos

se nota Pág.2


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