Semanario No. 471

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Del 1 al 6 de julio 2014 / No. 471 UNIDOS DE CORAZÓN AL SANTO PADRE

El pasado 29 de junio la Iglesia celebró la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, la cual nos invitó, de manera particular, a dar gracias y a orar por el Santo Padre. En este contexto podemos traer a la memoria las palabras del Papa Francisco, cuando se dirigió por primera vez a la Iglesia después de ser elegido como Sucesor de Pedro: “Y ahora quisiera dar la bendición, pero antes les pido un favor: antes que el Obispo bendiga a su pueblo, les pido que ustedes recen para que el Señor me bendiga” (13 de marzo de 2013). No debemos olvidar este pedido que nos hizo el Papa. Cada vez hagámoslo con mayor fe y devoción, manifestando con nuestra oración nuestra profunda adhesión a su persona y a su ministerio.

Nos podemos preguntar ¿quién es el Papa para la Iglesia? En él reconocemos al Pastor de la Iglesia universal, en quien vemos cumplida nuevamente la promesa de Dios de concedernos pastores según su corazón. Él ha recibido de Cristo Resucitado la tarea de apacentar a sus ovejas. En efecto, bajo la guía del ministerio del Santo Padre y con la conducción segura de su magisterio, alimento sólido de vida espiritual, la Iglesia camina en medio de las realidades de esta tierra y es testimonio de amor para la humanidad entera. El Papa, con la asistencia especial del Espíritu Santo, es quien tiene la misión de confirmar en la fe a los hermanos. Sus enseñanzas, sus orientaciones, sus palabras y sus ejemplos quieren hacer más sólida la fe y el compromiso de vida de todos nosotros, discípulos del Señor. El Santo Padre preside a la Iglesia en la caridad. Esto quiere decir que su ministerio y testimonio impulsa a todos los bautizados a vivir de forma singular el

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mandamiento de amarnos unos a otros de manera afectiva y efectiva. El Romano Pontífice es el garante, fundamento y principio visible de la unidad del pueblo de Dios. Sobre él, que es el Sucesor de Pedro, Cristo ha querido dar firmeza a la edificación de la Iglesia: una, santa, católica y apostólica (cfr. Mt. 16,18). De igual modo, el Papa tutela las legítimas diferencias y, al mismo tiempo, vigila para que las particularidades y los carismas propios de cada Iglesia particular, lejos de ser un obstáculo para la unidad, la enriquezcan (Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de Puerto Rico en Visita “Ad Limina”, 26-10-1988). Renovemos, pues, en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades el amor al Papa. Hagamos el propósito de conocer y de acoger sus enseñanzas en la fe, no falten en nuestras oraciones sus intenciones y necesidades, trabajemos por el fortalecimiento de la comunión y participación en la vida de la Iglesia, esforcémonos por establecer una verdadera caridad entre todos. Todo ello será manifestación de nuestra adhesión de mente y de corazón al Santo Padre. Y también en esta Fiesta del Papa ofrezcamos generosamente nuestra ayuda económica. Éste es el sentido del Óbolo de San Pedro o de la ofrenda que los fieles enviamos al Santo Padre y que él destina a las actividades pastorales de Iglesias pobres y a las obras de caridad con los más necesitados o con las víctimas de tragedias naturales.

Mons. Elkin Fernando Álvarez Botero Obispo Auxiliar de Medellin

Marcha de la Fe y el Amor Pág.7

Óbolo de San Pedro Pág.7

Pág.2


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