Nยบ 3 Diciembre 2015
ARQUEO UCA La alimentación en el antiguo Japón (Épocas Jomon, Yayoi y Kofun); La “colonizzazione” fenicia: una sintesi del fenomeno; El Triunfo de la Narratividad Popular en el Primer Arte Budista en India; Construcciones de prestigio de la emperatriz Wu Zetian: Mingtang y Tianshu; Naucratis y sus redes comerciales; Reseña: Los otros hijos de Hefesto.
Ilustración de la portada: Carla Garrido García
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA
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Editor: Guillermo Palomero López (Unión Cultural Arqueológica) Consejo Científico Dr. Jesús Álvarez-Sanchís (Prof. Titular del Dpto. de Prehistoria, UCM), Dra. MªÁngeles Querol Fernández (Catedrática del Dpto. de Prehistoria, UCM), Dra. Isabel Rodríguez López (Prof. Titular del Dpto. Ciencias y Técnicas Historiográficas y de Arqueología, UCM), Dr. José Jacobo Storch de Gracia y Asensio (Prof. Titular del Dpto. Ciencias y Técnicas Historiográficas y de Arqueología, UCM), Dr. José Ramón Pérez-Accino Picatoste (Prof. Contratado del Dpto. de Historia Antigua, UCM), Dr. David Álvarez Jiménez (Doctor por el Dpto. de Historia Antigua, UCM; Prof. Asociado de la UNIR), Dr. Luis Alberto Cabrero (Prof. Contratado del Dpto. de Historia Antigua, UCM) Dra. Mª Cruz Cardete del Olmo (Porf. Titular del Dpto. De Historia Antigua, UCM), Dra. Rosa Sanz Serrano (catedrática del Dpto. Historia Antigua, UCM), Dr. Carlos González Wagner (Catedrático del Dpto. De Historia Antigua, UCM), Dr. Javier de Santiago Fernández (Catedrático del Dpto. de Ciencias y Técnicas Historiográficas y de Arqueología, UCM) Junta Directiva Unión Cultural Arqueológica 2015-2016 Carmen Álvarez Granell, Julia Montes Landa, Fernando Mora Rodríguez, Irene María Ordóñez Bellón, Guillermo Palomero López, Jesús Puertas Corral, Nuria Schlesinger Ilustradora: Carla Garrido García
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ÍNDICE La alimentación en el antiguo Japón (Épocas Jomon, Yayoi y Kofun)....…..........pág
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La “colonizzazione” fenicia: una sintesi del fenómeno………………………....pág
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El Triunfo de la Narratividad Popular en el Primer Arte Budista en India……...pág
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Construcciones de prestigio de la emperatriz Wu Zetian: Mingtang y Tianshu.....pág
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Naucratis y sus redes comerciales………………………………………………pág
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Reseña: Los otros hijos de Hefesto……………………………………………..pág
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LA ALIMENTACIÓN EN EL ANTIGUO JAPÓN (ÉPOCAS JŌMON, YAYOI Y KOFUN) Irene M. Muñoz Fernández (Área de Historia Antigua. Dpto. Hª Antigua, Hª Medieval y Paleografía y Diplomática – Universidad Autónoma de Madrid) irene.munnoz@gmail.com Resumen: Uno de los aspectos más importantes para el ser humano es la alimentación. La dieta pasa a ser, de este modo, un aspecto muy importante dentro del estudio de las sociedades: cultura, religión, tabúes y creencias se ven reflejados en la dieta de las distintas culturas, así como aspectos de su entorno físico e incluso de sus relaciones con otros grupos humanos, con los que el intercambio de alimentos es habitual. Este trabajo pretende realizar un estudio acerca de las características de la dieta en la Pre- y Protohistoria japonesas y los cambios de ésta a lo largo del periodo estudiado. Abstract: Food is one of the most important aspects in humans’ life; that’s why diet is a mayor subject in cultural researching: culture, religion, taboos or believes are shown in every culture’s diet, altogether with some other aspects of their geographic environment, and even with some facts relating to their relationships with other human groups, with which they usually exchange food. This work aims to make a study of the diet characteristics at Prehistory and Protohistory at Japan, as well as the changes on it throughout these periods. Palabras clave: Alimentación, Japón, Jōmon, Yayoi, Kofun, Prehistoria, Protohistoria. Key words: Diet, Japan, Jōmon, Yayoi, Kofun, Prehistory, Protohistory Índice: 1. Introducción; 2. La alimentación en época Jõmon (ca. 11000 – 900 a.n.e); 3. La alimentación en época Yayoi (ca. 900 a.n.e. – 250 d.n.e.); 4. La alimentación en época Kofun (s. III-VII d.n.e.)
1. INTRODUCCIÓN Para poder abordar el estudio de la alimentación en la pre- y protohistoria japonesas, es necesario acudir a diferentes fuentes de información: en primer lugar, y dada la ausencia de fuentes escritas japonesas para la época que se estudia, es imprescindible consultar la información de las fuentes documentales y crónicas chinas, aunque es importante tener en cuenta que la información que este tipo de fuentes puede aportar acerca de las costumbres y medios de producción en tierras japonesas es bastante limitada, y siempre sujeta a la visión e interpretación propia de los autores chinos, ya que estos autores podrían haber subestimado la cultura de los habitantes del actual Japón, al tener un desarrollo cultural y económico menos floreciente que la suya; además, la terminología de estas 7
ARQUEO UCA fuentes, derivada de la cultura china, podría haber sido demasiado imprecisa y sofisticada para aplicarse a la sociedad japonesa, mucho más simple en aquel momento (WAYNE, 1998: 36).
Además de las fuentes escritas chinas, también se puede acudir a documentación escrita tanto coreana como propiamente japonesa, ya que estas fuentes, a pesar de ser de épocas posteriores a la que se estudia, en ocasiones se refieren a tradiciones ancestrales o hechos sucedidos en el pasado, por lo que podrían servir para analizar ciertos aspectos de la dieta en épocas anteriores.
Pero sin duda, las fuentes que más información pueden proporcionar sobre la alimentación en el Japón de las épocas Jōmon, Yayoi y Kofun son los restos arqueológicos: no sólo los restos de alimentos propiamente dichos (restos óseos, ictiológicos, paleocarpológicos o palinológicos), sino otros restos materiales como podrían ser aperos de labranza, marcas de campos de cultivo o de cerámica común de cocina, que pueden aportar una rica información sobre la producción y transformación de los alimentos y la manera en la que estos se consumían.
Por último, en el caso del estudio de la arqueología japonesa, y sobre todo para los casos de épocas Jōmon y Yayoi, se cuenta con la posibilidad de realizar una comparación etnológica tomando como ejemplo el caso de los Ainu, una comunidad indígena japonesa que habita hoy en día en el extremo norte de Japón, en la zona de Hokkaido, y que, aunque no tanto hoy en día, hasta tiempos relativamente recientes mantuvieron un modo de vida tradicional altamente basado en estrategias de obtención de recursos propias de las sociedades de cazadores-recolectores (ISHIGE, 2008: 87), si bien practicaban la agricultura a pequeña escala (WALKER, 2006: 23).
2. LA ALIMENTACIÓN EN ÉPOCA JŌMON (ca.11000 – 900 a.n.e.) En época Jōmon los grupos humanos que habitaban en las islas japonesas tenían un modo de vida propio de las sociedades de cazadores-recolectores, por lo que su dieta estaba fuertemente condicionada por los factores físicos y climatológicos del entorno en el que habitaban. Así, en función de la época del año, la dieta iría variando, siempre en función de la zona en la que estos grupos habitaban (interior o costa), o de los recursos disponibles en cada momento.
De este modo, en invierno los recursos disponibles en el archipiélago japonés serían sobre todo los provenientes de la caza, tanto mayor como menor, hecho corroborado por los diferentes restos animales excavados en numerosos yacimientos jōmon: jabalíes, ciervos u osos eran consumidos junto con otros animales más pequeños como conejos, liebres o aves (AIKENS y HIGUCHI, 1982: 184). Es interesante destacar la gran cantidad de restos de consumo de ciervo y jabalí (ISHIGE, 2001: 13) en yacimientos japoneses a pesar del tabú sintoísta sobre la carne y el derramamiento de sangre (ISHIGE, 2007: 101 y ss.). 8
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Junto con estos animales, en algunos casos se ha podido documentar la pesca de grandes mamíferos marinos, como las ballenas, para su aprovechamiento cárnico (AIKENS y HIGUCHI, 1982: 183).
Con la primavera llegaría el punto de máximo aprovechamiento de los mariscos en la costa, entre los que destacarían más de 350 especies diferentes de moluscos, destacando entre ellos los bivalvos, encontrados en los numerosos concheros excavados a lo largo de las costas japonesas, y que compaginarían con la recolección de brotes verdes y tubérculos en los bosques (ISHIGE, 2001: 15). Parece que la acumulación de grandes vertidos de conchas de una sola vez podría indicar que los moluscos obtenidos en la costa se cocían en masa para vaciarlos y luego secarlos al sol y comerciar con ellos con las zonas del interior, hecho que parece estar corroborado por la aparición en un conchero de un cuchillo de obsidiana proveniente de una zona situada unos 100 Km. al interior (ISHIGE, 2001: 15).
Según iba avanzando el verano, los recursos ictiológicos iban ampliándose, incluyendo entre ellos algunas especies nuevas como los túnidos, mientras que poco a poco iba decreciendo el acceso a los moluscos. La dieta se complementaría con la caza de ciertos mamíferos marinos como las focas, especialmente en las zonas más septentrionales del archipiélago (AIKENS y HIGUCHI, 1982: 183).
Sería a finales del verano cuando la posibilidad de obtener alimentos mediante el marisqueo se iría difuminando, mientras que la dieta iría tomando un giro hacia los alimentos típicos de esta época: frutos de monte, frutos secos y bayas serían parte primordial de la dieta, consumidos en fresco o transformados en harinas con las que se realizarían tortas, pasteles o gachas (ISHIGE, 2001: 11); la dieta quedaría complementada con la pesca de trucha y salmón, aprovechando la época de remonte de estas especies en los ríos para desovar (MATSUI, 1996: passim).
Esta dinámica de obtención de recursos se mantendría durante toda la época Jōmon de manera invariable en los diferentes ámbitos y grupos humanos por todo el archipiélago japonés; no sería hasta el momento final de este periodo cuando empieza a haber evidencias de una agricultura y horticulturas incipientes (TSUDE, 2001: 57), y cuando parece que se empieza a dar un cultivo en secano del arroz (Ibidem: 57), especie originaria de la cuenca del río Yangtsé (NAKAMURA, 2010: passim), y llegada a las islas japonesas por estas fechas (RHEE et al., 2007: 415). A pesar de estos tímidos avances en agricultura, las comunidades japonesas todavía no abandonarán del todo el modo de vida nómada que habían llevado hasta entonces. No será hasta el inicio de época Yayoi, con la llegada al archipiélago de nuevos grupos poblacionales provenientes del continente y de Corea (RHEE et al., 2007:passim), y con la introducción de nuevas técnicas de cultivo, destacando el sistema de cultivo de arroz en campo anegado (TSUDE, 2001: 55), cuando finalmente se haga efectiva una sedentarización de los grupos humanos que adoptaron dichos avances y que poco a poco terminarán aislando a las comunidades nómadas indígenas en el norte del archipiélago, donde con el tiempo 9
ARQUEO UCA quedarán reducidos a unos pocos grupos humanos, identificados con la cultura Ainu, que conservarán un modo de vida no agrícola hasta tiempos relativamente recientes (TANAKA, 2011: 38).
3. LA ALIMENTACIÓN EN ÉPOCA YAYOI (ca. 900 a.n.e. – 250 d.n.e.) Como se ha comentado anteriormente, la época Yayoi marca grandes diferencias en las estrategias de obtención y producción de alimentos con respecto a la época anterior: la llegada de grupos humanos provenientes del Continente y de Corea traen consigo numerosas novedades técnicas, entre ellas el trabajo del bronce y, posteriormente, del hierro (TSUDE, 2001: 57), lo que implicará la introducción de diversos aperos de labranza realizados en estos metales, así como la tecnología agrícola asociada a los mismos, destacando muy especialmente la introducción del sistema de arrozales en bancal, que supondrá un avance revolucionario en la agricultura japonesa. De este modo, con las nuevas herramientas se podrán realizar trabajos de acondicionamiento del terreno, aterrazamientos, canalizaciones y todo lo necesario para poder poner en explotación arrozales irrigados que han dejado en ocasiones huellas arqueológicas que nos ayudan a conocer cómo se daba la producción de arroz en época Yayoi, como es el caso de los arrozales que se han excavado en el yacimiento de Toro, donde se pueden apreciar las parcelaciones del terreno, así como las canalizaciones para el riego (AIKENS y HIGUCHI, 1982: 234-235). Estudiando estas huellas de arrozales, podemos saber que los terrenos se dividían en pequeñas parcelas regulares, entre las que se excavaban canales de irrigación para facilitar la llegada del agua a los campos.
Otra de las novedades introducidas en tierras japonesas y relacionadas con la extensión del cultivo del arroz son los segadores con forma de media luna, realizados en piedra o concha, cuya similitud con otras piezas encontradas en yacimientos coreanos no deja lugar a dudas de la vía de introducción de los mismos en el archipiélago japonés (RHEE et al., 2007: 416).
En cuanto a la manera de consumir el arroz, los restos parecen confirmar que en la mayoría de las ocasiones, se consumiría sin pulir (ISHIGE, 2001: 31). Por otro lado, en función de si se trataba de arroz de la variedad indica o japonica, o de si era un arroz glutinoso o no, su utilización y consumo podría variar desde la producción de sake hasta el cocido simple con agua o el cocinado caldoso.
Para la fabricación de sake, hay documentados dos métodos de producción: en primer lugar, está el método antiguo, consistente en escupir en un recipiente el arroz crudo o tostado una vez masticado, para que las enzimas de la saliva arranquen la transformación del almidón del arroz en azúcares que posteriormente fermentarán gracias a las levaduras naturales, hasta convertirse en alcohol. Este método queda reflejado en unas crónicas del s. VIII en la que se describe cómo todos los habitantes de la aldea se juntan para masticar el arroz y posteriormente se reparten el sake ya fermentado entre todos.
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA En segundo lugar, está el método de fermentación por levadura kōji: el kōji es una levadura que se desarrolla muy fácilmente sobre la harina del arroz o del trigo, con ciertas condiciones de temperatura y humedad. Añadiendo esta levadura al arroz, es capaz de sacarificar el almidón contenido en éste. Este método está documentado en China desde el s. II a.n.e., y los primeros registros escritos que datan su introducción en Japón, lo hacen en una cronología del s. V, aunque algunos autores defienden que este método ya se practicaba muchísimo antes en Japón, y que se introdujo en el archipiélago junto con el arroz en época Yayoi (ISHIGE, 2001: 33 y ss.).
Independientemente de los enormes cambios que la introducción del sistema de arrozal irrigado produjo en los grupos humanos que habitaban en tierras japonesas, y de la consecuente y progresiva sedentarización de las poblaciones, la dieta básica siguió contando en muchas regiones con un gran aporte proveniente de la caza y pesca, así como del cultivo de otras plantas, siguiendo el sistema de quema y roza (ISHIGE, 2008: 86). Así, cereales como el trigo, la cebada, el mijo o el arrocillo, junto con otros como el sésamo o el alforfón, se combinan en la dieta con otras plantas cuyos restos han sido encontrados en diferentes yacimientos japoneses, como la judía ryokutō, la judía azuki, la soja, el melocotón o los cítricos (ISHIGE, 2001: 23).
En lo referente al consumo de pescado y marisco, de los que se seguirían explotando las mismas especies del entorno, en función de la época del año y la localización geográfica, hay que destacar la pesca de pescado de agua dulce, tanto de río, como en arrozal (IMAMURA, 1996: 74 y ss.), aprovechando la época de crecidas en la que los campos anegados se llenaban de peces. Además, la pesca de especies migratorias en época de desove, como la trucha o el salmón (MATSUI, 1996: passim), serían también muy habituales, y probablemente se conservarían secados al sol, tal y como los Ainu lo conservan hoy en día.
Otra manera de conservar los pescados, tanto marinos como de agua dulce, sería mediante la salazón. En esta época, la extracción de sal marina se realizaría vertiendo agua de mar sobre un lecho de algas y dejándolo secar, repitiendo el proceso sucesivamente. Tras varias repeticiones, se aclararían las algas en agua de mar, que después se herviría hasta la completa evaporación, o bien se quemarían las algas, para obtener una mezcla de cenizas y sal (FARRIS, 2009: 40).
Por otro lado, la fabricación de pastas de pescado salado, muy directamente relacionada en todo Extremo Oriente con la presencia de arrozales (ISHIGE, 2001: 35 y ss.), también sería una manera de aprovechar los pequeños peces que se obtenían en la época de crecidas en los arrozales.
En lo referente a los recursos cinegéticos, hay que destacar la importante presencia de restos de consumo de especies del entorno, especialmente ciervo, jabalí y oso, tal y como ya venía ocurriendo para época jōmon. Aunque con el desarrollo del cultivo del arroz la caza pasa a 11
ARQUEO UCA ser un recurso cada vez de menor importancia, es cierto que en zonas donde el cultivo no se puede dar o se da en condiciones poco óptimas, la caza sigue teniendo un gran peso en la dieta.
En cuanto al consumo de carne de animales domésticos, siempre hay que tener en cuenta que el clima monzónico húmedo japonés no es apto para el pastoreo, a excepción de la cría del cerdo, del que sí que se encuentran algunos restos óseos, sobre todo en las zonas más meridionales (ISHIGE, 2006: passim). También se sabe que la gallina fue introducida en Japón en esta época, pero existen ciertas dudas sobre su consumo, pues existen numerosos tabúes sobre este animal, considerado mensajero de los dioses (ISHIGE, 2001: 54).
4. LA ALIMENTACIÓN EN ÉPOCA KOFUN (s. III-VII d.n.e.) En época Kofun se dan varias circunstancias religiosas y económicas que hacen que la dieta en las islas japonesas sufra algunos cambios con respecto a épocas anteriores: en primer lugar, la extensión de los arrozales y la inclusión generalizada del arroz como elemento principal de la dieta favorece el progresivo abandono de la caza y la recolección (TSUDE, 2001: 58), que a partir de esta época tendrán un papel subsidiario dentro de la dieta. Estos datos se ven reforzados por la cada vez menor cantidad de restos óseos de animales aparecidos en los yacimientos Kofun, a lo que hay que sumar el tabú shintoísta sobre la impureza de la sangre y el tabú de la recientemente introducida religión budista sobre matar –y consumir- animales (ISHIGE, 2001: 52 y ss.). De hecho, en el año 675, el emperador Temmu proclama una ordenanza en la que se prohíben el consumo de ciertos animales (SEKIYAMA, 2011: 150.), por las connotaciones sagradas y religiosas que los mismos tenían: así, el consumo de carne de vacuno junto con el de caballos, ya de por sí muy escasos por su reciente introducción en el archipiélago en época Yayoi quedó mermado, y salvo en muy excepcionales ocasiones religiosas, como sacrificios (COMO, 2007: 396), no se podían consumir; de hecho, poco a poco las víctimas propiciatorias de estos sacrificios rituales fueron siendo sustituidas progresivamente por representaciones de las mismas, hasta que la costumbre de realizar sacrificios cruentos quedó en desuso.
Otro de los animales cuyo consumo se prohibió en la ordenanza de Temmu fue el perro: este animal era consumido asiduamente (y de hecho, hoy en día sigue siendo consumido) en otras zonas asiáticas donde no había tradición de caza, debido al temprano desarrollo de la agricultura, pero en Japón, donde la introducción de la agricultura fue muy tardía, el perro era considerado un animal doméstico; de hecho, la consideración de los perros como animales de compañía y el aprecio que sus dueños les tenían queda reflejada en la aparición de tumbas de perros ya desde época jōmon. Es de comprender que en estas circunstancias los motivos para prohibir su consumo eran más de índole cultural que propiamente religiosa.
Otros dos animales prohibidos en el año 675 son el mono y la gallina; ambos tienen fuertes connotaciones religiosas que, en el caso de los monos, se agudizaban por ciertos tabúes 12
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA debidos a su similitud con los humanos y que hacían que de vez en cuándo se diera su consumo como medicina, por atribuírsele propiedades mágicas.
Por último, la ordenanza anteriormente mencionada prohíbe también el consumo de cerdo. Este animal fue introducido desde China, aumentando los restos óseos en yacimientos de época kofun. Aun así, la cantidad de restos no llegó a ser nunca especialmente significativa, y salvo por una referencia en la crónica japonesa NihonShoki, de principios del s.VII, sobre la existencia de piaras imperiales desde el s.V, da la sensación de que el consumo de este animal nunca se generalizó más allá de los círculos de consumo de artículos de lujo. La única excepción a este patrón se puede encontrar en la isla de Okinawa donde, probablemente por influencia coreana, los restos de suidos en yacimientos arqueológicos son relativamente habituales (ISHIGE, 2007: 106).
También en época Kofun parece que tiene su origen el narezushi, una conserva de pescado que llegaría a ser la versión más arcaica de lo que actualmente se conoce como sushi, aunque el sushi en su forma actual tiene su origen en época Edo (ISHIGE, 2008: 79). El antiguo narezushi se elaboraba retirando los órganos y espinas del pescado, y almacenándolo ya limpio, junto con las huevas en abundante sal durante un periodo comprendido entre uno y tres meses, tras los que se volvería a extraer el pescado y se limpiaría con agua para retirar el exceso de sal. Acto seguido, en un recipiente de madera, se alternarían capas de arroz cocido con capas de este pescado salado, cubriéndolo con una tapa de madera interior y cubriendo hasta el borde del recipiente con agua, para evitar que el contenido tuviera contacto con el oxígeno exterior. Con este proceso se facilitaba la fermentación conjunta del arroz con el pescado, que quedaría conservado gracias al vinagre producido por el arroz. Una vez terminada la fermentación, se sacaría el pescado, que ya estaría listo para su consumo (ISHIGE, 2001: 42).
Otro producto elaborado que tiene su origen en época Kofun es la salsa de soja. La actual salsa de soja líquida no se desarrolló hasta el s.XVI en Japón (SHURTLEFF y AOYAGI, 2007: passim.), pero ya desde época antigua se tiene constancia de la existencia de una pasta espesa elaborada mediante la fermentación de las habas de soja con sal, tal y como muestra el Código Taihou (701 d.n.e.), donde se describe su elaboración con soja, sal y levadura kōji, o en su defecto, un poco de trigo (TANAKA, 2000: passim).
Junto a la salazón, una manera muy típica de conservar los alimentos en la Antigüedad era en un medio dulce. En el caso de Japón surge la incógnita de si este método de conservación se practicaba, y en caso de darse, en qué condiciones o con qué ingredientes se hacía: la miel no se introduce como alimento en el archipiélago hasta el s. XVIII (antes, se utilizaba como una medicina exclusiva, pero siempre importada desde el continente); se tienen registros sobre un inmigrante coreano que intentó desarrollar la producción de miel hacia el 643 d.n.e., pero sin éxito. Por otro lado, el azúcar también era raro de encontrar en el Japón antiguo: al igual que la miel, se empleaba como medicina y era importado desde China, no siendo introducido en la dieta habitual hasta el boom comercial del s. XVI, cuando se generalizaría 13
ARQUEO UCA por influencias de los occidentales que arribaron a tierras niponas para comerciar (ISHIGE, 2001: 259).
Entonces, si no contaban con miel ni azúcar, ¿con qué podrían endulzar sus comidas? Hay constancia de que en el s. X los refrescos de los nobles de la Corte Heian se endulzaban con amazura, un sirope realizado con la savia de la Parthenocissus tricuspidata, una trepadora muy habitual en Japón, y que parecía que ya en aquella época era un alimento que contaba con una gran tradición (ISHIGE, 2001: 259).
En cuanto a la preparación y cocinado de los alimentos en época Kofun, gracias a los restos arqueológicos excavados, se pueden obtener varias conclusiones interesantes: la escasez de grasa animal, debido al cada vez más bajo consumo de carne, hacía que la fritura de los alimentos sea una manera de cocinar que prácticamente podamos desechar para esta época. No será hasta el contacto con los españoles y portugueses en el s. XVI cuando se introducirán las frituras como, por ejemplo, la tempura (ISHIGE, 2001: 245). Ésto nos hace pensar que las formas más habituales de cocinado debían ser el estofado y los asados. También existen evidencias de la realización de harinas, tanto de arroz como de otros cereales, con las que se realizarían tortas, pasteles (ISHIGE, 2008: 80) o tal vez se consumirían en forma de gachas o papillas.
Además, se han encontrado en los diversos yacimientos numerosos objetos que ayudan a componerse una idea de cómo se cocinaban e incluso consumían los alimentos: ya desde el s. IV empiezan a aparecer las manaita (ISHIGE, 2001: 212), unas tablas para cortar pescado que aún hoy siguen utilizándose en las cocinas japonesas (OGAWA, 2009: passim).
La Arqueología también da cuenta de la aparición de las primeras vaporeras realizadas en barro cocido a partir del s. V d.n.e. (AIKENS y HIGUCHI, 2008: 302), y que no sólo proporcionan evidencia de la manera de cocinar el arroz, sino que apuntan a una generalización del consumo de variedades de arroz glutinoso, para las que el cocido al vapor es la manera más adecuada de cocinarlas, dada su dificultad para alcanzar un grado de cocción óptimo y uniforme con una cocción ordinaria.
En cuanto a los palillos, hoy en día omnipresentes en las mesas japonesas, parece que su uso comenzó en la China de la dinastía Shang y generalizándose durante la dinastía Han, alrededor del 100 a.n.e, pasando de ahí a Corea, ya en el s. VI d.n.e., desde donde serían introducidos en Japón, aunque parece ser que en un principio su uso se limitó al ámbito de la Corte (ROYAL WARRANT, HASHIKATSU HONTEN K.K., 2008: 11). En lo referente a la introducción de la cuchara, parece que tampoco caló su uso en el archipiélago japonés, dada la costumbre tan asentada para beber del cuenco (ISHIGE, 2001: 68).
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA También es significativa a la hora de formarse una imagen de cómo sería el consumo de los alimentos en la Protohistoria japonesa la progresiva sustitución de los grandes platos comunes, aparecidos en los hábitats jōmon por pequeños platos individuales, que empiezan a aparecer en época Yayoi, y que se generalizarán en época Kofun, aunque los grandes platos comunes no desaparecen del registro arqueológico (ISHIGE, 2001: 69); todo apunta a que la comida se seguiría sirviendo en los platos comunes, y que luego cada comensal se serviría en su propio cuenco su ración, donde lo consumiría. De hecho, la costumbre de tener el propio cuenco individual para cada miembro de la familia arraigaría rápidamente en la cultura japonesa, hasta el punto de que en las excavaciones de las dependencias administrativas del palacio de Heijokyo, del s. VIII han aparecido numerosos cuencos con los nombres de los empleados gubernamentales, en los que se especificaba la prohibición de que otra persona que no fuera su propio dueño los utilizara (ISHIGE, 2001: 69).
Por último, y al hilo de la manera de consumir los alimentos, destacar que la comida se consumiría con los comensales sentados en el suelo, dado que el desarrollo de las sillas y la mesa en Extremo Oriente no se daría hasta la dinastía Tang china (618-967), ya en época muy avanzada (ISHIGE, 2001: 70).
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ARQUEO UCA LA “COLONIZZAZIONE” FENICIA: UNA SINTESI DEL FENOMENO Sugli inizi dell’irradiazione fenicia e sul suo rapporto con la colonizzazione greca Chiara Maria Mauro Licenciada y especializada en Arqueología Clásica en la Universidad de Pisa; doctoranda en Estudios del Mundo Antiguo (UCM) chiaramariamauro@gmail.com Resumen: Este estudio se centra en el área del Mediterráneo y del Atlántico próximo entre los siglos XIII y IX a.C.: en particular: pretende analizar los grandes desplazamientos que se produjeron dentro de este contexto y que determinaron la creación de intercambios comerciales a larga distancia. El objetivo es el de individuar las diversas fases de este fenómeno y determinar quiénes fueron los agentes principales, subrayando como la así llamada “Edad Obscura” no se considere un periodo de estancamiento, sino más bien una fase de fervientes desplazamientos que tenían su centro centrípeto en las costas orientales. Riassunto: Questo studio si incentra sull’area mediterranea e vicino atlantica tra il XIII e il IX sec. a.C.: in particolare analizza i grandi spostamenti Est-Ovest che si produssero in tale contesto e che determinarono la creazione di scambi commerciali a lunga distanza. L’intento è quello di riconoscere le varie fasi di questo processo e determinarne gli agenti principali, sottolineando come la cosidetta “Dark Age” non sia da considerare come un periodo di stasi, quanto piuttosto una fase di ferventi spostamenti che avevano nella zona orientale del Mediterraneo il loro principale centro centripeto. Abstract: This paper focuses on the Mediterranean and near Atlantic areas between the thirteenth and the ninth century b. C.: in particular it analyzes the major east-west movements which happened in this context and the way they set the creation of long-distance trades. Its principal purpose is to recognize the various stages of this process and to determine the main agents in order to prove that the so-called "Dark Age" is not to be considered as a period of stasis, but rather a period of fervent movements that had in the East Mediterranean their main centripetal center. Palabras llave: colonización, fenicios, expansión, intercambios de larga distancia, edad obscura Parole chiave: colonizzazione, fenici, espansione, scambi a lunga distanza, dark age Keywords: colonization, Phoenicians, expansion, long-distance trade, dark age Índice: 1. Quadro della frequentazione del mediterraneo al momento della diaspora fenicia; 2. Gli inizi dell’irradiazione fenicia; 3. Conclusioni. L’espansione fenicia d’epoca arcaica e la colonizzazione greca a confronto
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA I.
QUADRO DELLA FREQUENTAZIONE DEL MEDITERRANEO AL MOMENTO DELLA DIASPORA FENICIA
I.1. Gli antecedenti Tra il XIII ed il IX sec. a.C. il Mediterraneo non era la “terra di nessuno”, ma nemmeno uno spazio unificato sotto una sola dominazione politica e culturale (GRAS 1997). Era un mare frequentato, solcato e vissuto, in cui ancora ogni circuito era aperto e non esisteva una forza preponderante. Molte erano le genti che si mettevano in viaggio e le relazioni tra i vari popoli erano intense e frequenti (RIDGWAY 2000). Studi piuttosto recenti (VV.AA. 2008, GRAZIADIO 1997, MEDEROS MARTÍN 1996, VAGNETTI 2000) dimostrano che, dopo la crisi che investì il mondo miceneo e l’economia palaziale che lo contraddistingueva, il Mediterraneo continuò, nei “secoli bui”, ad essere attraversato; la direttiva che conduceva da Est ad Ovest non venne mai del tutto abbandonata. Certamente, la crisi del XIII sec. a.C. che interessò le strutture economiche, politiche e sociali, ebbe ripercussioni sul mondo mediterraneo e ne influenzò gli sviluppi storici successivi; non bisogna, però, guardare a questo secolo come all’inizio di un periodo in cui gli scambi vennero interrotti e le reti di comunicazione congelate. I cosiddetti “Dark Ages” nascondono dietro di sé un brulichio di attività commerciali che continuarono a fervere: centinaia di mercanti percorrevano ancora le rotte est-ovest e continuavano a tener vivi i collegamenti tra le parti più lontane del Mediterraneo. Le linee commerciali erano, insomma, trafficate e l’organizzazione di tali rapporti doveva essere complessa. Il ritrovamento del relitto di Capo Gelidonya, attribuito da G. Bass ad ambiente sirianocananeo e da altri studiosi ad ambiente cipriota o miceneo, aveva già fatto sorgere il problema dell’impossibilità di assegnare una nave ad un contesto preciso. L’analisi del relitto di Ulu Burun, datato al TE IIIB, confermò (con il suo carico misto comprendente materiali mesopotamici, siro-palestinesi, ciprioti, africani e micenei (VAGNETTI 1996) questa impressione, restituendo un’immagine concreta di quelli che dovevano essere i traffici mediterranei dell’epoca. L’incapacità di attribuire una specificità alla pluralità di provenienze dei carichi navali ha fatto pertanto pensare a equipaggi misti: si trattava di navi che si fermavano in ogni porto, caricando o scaricando ad ogni scalo merci differenti, e che si dirigevano là dove gli interessi economici le spingevano. Quindi, se da un lato pare arduo risalire al porto di partenza di un’imbarcazione, il carico – quasi come fosse un diario di bordo - ci consente di tracciarne i possibili spostamenti e le eventuali soste. Questa situazione di eterogeneità è tra l’altro riscontrabile anche a livello portuale: dagli scavi di Kommos a Creta e di Hala Sultan Tekkè a Cipro provengono materiali di origine differente, spesso associati all’interno degli stessi strati (VAGNETTI 1996). L’insieme di cambiamenti che, per semplicità di cose, è conosciuto come “invasione dei Popoli del Mare” (espressione con la quale, in realtà, le fonti bibliche ed egiziane schematizzano una serie di trasformazioni) favorì la crescita economica delle città costiere sopravvissute alla distruzione e portò a una modifica parziale delle forze in gioco: così Micenei e Levantini cedettero il posto a nuovi e influenti protagonisti. Il passaggio fu però graduale: pare che i Fenici, contrariamente a quanto affermano le fonti classiche, non si siano inseriti immediatamente in questi circuiti commerciali, ma che, tra XIII e X secolo a.C., siano stati i Ciprioti (VV.AA. 2008, GRAZIADIO 1997, MEDEROS MARTÍN 1996, VAGNETTI 2000) a occupare un ruolo determinante nel mantenere aperte le rotte mediterranee. L’isola di Cipro (lontana dai luoghi interessanti dalla devastazione dei “Popoli 19
ARQUEO UCA del Mare”) agì da centro propulsore per la ripresa dell’economia e i suoi mercanti continuarono, per iniziativa indipendente, a frequentare i siti del lontano Occidente. Questo non significa, tuttavia, che furono i Ciprioti gli unici ad attraversare le acque mediterranee, dal momento che è riferibile a questo arco temporale una serie di rinvenimenti (che interessano Sicilia, Sardegna e Penisola Iberica) che farebbe pensare a viaggi di carattere “misto” cui partecipavano elementi micenei, ciprioti, filistei e orientali in generale. In questo periodo “le acque del Mediterraneo occidentale, dall’Iberia alla Sicilia, sono attraversate da equipaggi indecifrabili, sono percorse da economie cifrate; i viaggiatori ed i mercanti che portano sulle loro navi materiali tardomicenei e sub micenei, oxhide ingots e bronzi di produzione cipro-levantina, sfuggono a definizioni precise, a connotazioni certe; e meccanismi e le strategie economiche del rapporto attivato con i popoli dell’Occidente permangono in gran parte oscuri”(BERNARDINI 2000). Bisogna aspettare, dunque, il X secolo a.C. per assistere al graduale aumento dell’elemento fenicio.
I.2. La “precolonizzazione”: miti e terminologie da sfatare Le teorie sull’esistenza di una fase “precoloniale” si basano soprattutto sulle fonti classiche che riferiscono di stanziamenti fenici in Occidente già a partire dal XII sec. a.C. Velleio Patercolo (VELL. PAT., Historiae romanae ad M. Vinicium libri duo, I, 2, 1-3), ad esempio, afferma che “Tum fere anno octagesimo post Troiam captam, centesimo et vicesimo quam Hercules ad deos excesserat [...], Tyria classis, plurimum pollens mari, in ultimo Hispaniae tractu, in extremo nostri orbis termino, in insula circumfusa Oceano, perexiguo a continenti divisa freto, Gadis condidit. Ab iisdem post paucos annos in Africa Utica condita est” (“Circa ottant’anni dopo la guerra di Troia e centoventi dopo l’ascesa di Eracle tra gli dei, […] la flotta di Tiro, che controllava il mare, fondò Cadice nella regione più lontana della Spagna, ai limiti del nostro mondo, su un’isola unita al continente da un sottile lembo di terra. I Tirii stessi, qualche anno dopo, fondarono Utica in Africa” [trad. a cura dell’autrice]). Più avanti (VELL. PAT., Historiae romanae ad M. Vinicium libri duo, I, 6, 4) si legge: “Hoc tractu temporum ante annos quinque et sexaginta quam urbs Romana conderetur, ab Elissa Tyria, quam quidam Dido autumant, Carthago conditur.” (“In questo periodo, sessant’anni prima che la città di Roma fosse fondata, la regina tiria Elissa, conosciuta anche come Didone, fece sorger Cartagine” [trad. a cura dell’autrice]). Pomponio Mela (MELA, De corographia, I, 6 [46], trad. a cura dell’autrice) avalla questa cronologia quando, parlando di Cadice, dice che fu fondata dai Tirii e che “l’epoca è quella degli anni che seguirono la guerra di Troia”. Plinio il Vecchio (PLIN., Naturalis historia, XVI, 40 [216]) dichiara altresì che Utica fu fondata nel 1101 a.C. I ritrovamenti archeologici, sebbene negli ultimi anni stiano restituendo cronologie sempre più alte, smentiscono – almeno per il momento - queste datazioni, indicando segni pertinenti a insediamenti stabili solo a partire dall’ultimo quarto del IX sec. a.C. Ciononostante, seppur non si possa parlare ancora di stanziamenti, sono attribuibili al XIII-XII secolo a.C. le tracce di una serie di contatti comunemente definiti come “precoloniali” (MAZZA 1988). Tali tracce indicano sostanzialmente che la fondazione di insediamenti/scali in Occidente fu preceduta da un periodo di frequentazioni più sporadiche1: in realtà, però, i contatti in questa
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA fase non sono ancora caratterizzati dalla predominanza dell’elemento fenicio, quanto piuttosto da una compresenza di elementi orientali di varia provenienza (BONDÍ 1985)2.
I.3. Il punto di snodo: Cipro, X sec.a.C. Il X sec. a.C. rappresenta per Cipro un periodo fiorente: subito dopo la crisi del sistema palaziale l’isola si era inserita a pieno titolo nei circuiti commerciali, rilevando il ruolo che precedentemente era stato dei Micenei. D’altra parte fu la sua stessa situazione geografica a favorirla: la posizione a cavallo tra l’Egeo e l’Oriente (i due maggiori poli economici del II millennio a.C.) la rese la naturale intermediaria dei commerci internazionali (BARTOLONI 2002; ROBERTSON – BOARDMAN; KUNTS 1994; RUIZ DE ARBULO 1996; TATTON BROWN 1997); la disponibilità naturale di buoni porti e la presenza di risorse economicamente e commercialmente appetibili fecero il resto. Data questa condizione di partenza, molti individui si rifugiarono sull’isola in seguito al crollo del sistema palaziale: qui fondarono nuovi insediamenti, in un contesto che era sicuramente facilitato nelle comunicazioni con l’Oriente (COLDSTREAM 1988). Elementi archeologici di origine cipriota fanno la loro comparsa almeno a partire dal XIII sec. a.C. affiancati a materiali egei (KARAGEORGHIS 2002a; VAGNETTI 2000). Il fenomeno, già noto e conosciuto nel Levante, si ripete – su scala ridimensionata- anche in Occidente. Si ricorda, a tal proposito, il pithos (Fig. 1) proveniente da Antigori (Sardegna) e decorato con solcature orizzontali e a festone. Datato al XIII sec. a.C., il contenitore è stato attribuito, grazie ad indagini archeometriche, ad ambiente cipriota. Rinvenimento peculiare è inoltre quello – piuttosto recente - di alcuni lingotti, identificati come ciprioti dalle analisi agli isotopi, in una Sardegna che di metalli era già di per sé ricca (KARAGEORGHIS 1998; LO SCHIAVO 2002). Tuttavia anche altri contesti italici hanno restituito questa commistione di elementi (si pensi alla ceramica dalle tombe dei contesti funerari della costa orientale della Sicilia [KARAGEORGHIS 2002b]) , tanto da far pensare che nel XIII sec. a.C. i Ciprioti abbiano ricoperto un ruolo di primo piano nella diffusione del vasellame (miceneo e di produzione propria) in Occidente. Un commercio, dunque, che aveva in Cipro il tramite fondamentale (GRAZIADIO 1997). L’XI sec. a.C. segnò l’arrivo di una nuova ondata di elementi allogeni: molti Greci emigrarono a Cipro sulla scia della popolazione egea che da tempo si era trasferita sull’isola; a partire da questo momento anche la componente levantina diventò degna di considerazione nell’ambito dei traffici commerciali (KARAGEORGHIS 2002b; MARKOE 1985). Nel X sec. a.C. la situazione rimase più o meno stabile: la circolazione di navi e genti cipriote in Occidente è attestata da rinvenimenti in Sicilia e Sardegna. Si tratta soprattutto di manufatti metallici, ma son note anche testimonianze ceramiche. E’ in questo periodo che nuclei fenici instaurano con i Ciprioti strette relazioni che si ripercuotono soprattutto sui rinvenimenti nel Mar Egeo (BOTTO 2008a): nota è, ad esempio, l’esistenza di rapporti tra la comunità di Per indicare questa serie di contatti è entrato in uso il termine “precolonizzazione” che si riferisce alle frequentazioni che precedono il periodo di fondazioni fenicie vere e proprie. In realtà questa espressione sarebbe da mettere in discussione alla luce delle recenti scoperte archeologiche, nonché di una serie di considerazioni sulla natura del fenomeno. Una breve riflessione sull’argomento è stata da me presentata nel corso del IX Colloquio Internazionale del Centro di Studi Fenicio-Punici tenutosi ad Almeria nel Marzo 2015. A tale intervento si rimanda per l’approfondimento del tema. 2
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ARQUEO UCA Lefkandi e l’Oriente. Erano generalmente scambi reciproci: all’arrivo in Grecia di oreficeria, manufatti bronzei e avori ciprioti faceva riscontro l’attestazione, in Oriente, di ceramica greca (BOTTO 2008a; COLDSTREAM 1985). Di queste interazioni risente anche l’Occidente. Ancora a questa fase potrebbero essere riferiti alcuni manufatti cipro-fenici rinvenuti nella necropoli di Torre Galli, Tropea (PACCIARELLI 1999); nella Penisola Iberica (Fig. 2) sono state, inoltre, trovate fibule a gomito datate col C14 a un periodo compreso tra l’XI e il IX sec. a.C. ( rinvenimenti da La Raquejada e dal Cerro de la Mora [MEDEROS MARTÍN 1996]). L’intensificazione dei rapporti a lunga è da datarsi al 1050-950 a.C. e pare attribuibile all’acquisita consapevolezza, da parte di Ciprioti e Fenici, della ricchezza delle risorse minerarie iberiche: proprio per averne accesso, navi cipro-fenicie salparono alla volta dell’Occidente Estremo, toccando lungo il percorso punti del litorale italiano. E’ proprio in questa fase che i Cipro-Fenici presero le redini della rotta e ne divennero gli utenti più assidui.
I.4. Contatti in Oriente tra Greci e Fenici all’alba del I millennio Il continuo ed inevitabile incrociarsi delle rotte marittime e la vicinanza tra le regioni di provenienza misero in contatto Greci e Fenici già prima dell’inizio delle rispettive “avventure occidentali” (DOMINGUEZ MONEDERO 2000). Il background dell’incontro deve essere rintracciato, ancora una volta, nella Cipro dell’XI-X sec. a.C.: qui pervennero numerosi elementi greci, in fuga dalla crisi del mondo miceneo, e fenici, in cerca di fortuna e di nuovi mercati. Le attestazioni più numerose di questi scambi/contatti provengono dall’isola del rame, dove già dal X sec. a.C. importazioni greche ad Amathus testimoniano l’apertura di una rotta che, dal continente, aveva il suo terminale nella centripeta Tiro (COLDSTREAM 1988). Provengono, infatti, dall’insediamento due vasi potori (uno skyphos, h 14 cm, e una tazza, h 9,9 cm) facenti parte del corredo di una tomba del Cipro-geometrico I (KARAGEORGHIS 2002b ; Fig.3). Tale dialogo trova conferma su altri fronti: quello levantino (rinvenimento a Tiro di materiale greco di X sec. a.C. [COLDSTREAM – BIKAI 1988] ) e quello greco (contesti funerari di Lefkandi). In particolare il caso di Lefkandi riveste un ruolo chiave, dal momento che il materiale proveniente dalla necropoli pare attestare lo stabilimento di contatti con aree geografiche differenti (Cipro, Siria) a partire dall’epoca proto-geometrica (1050 a.C. ca. [BONNET 1995]). A lungo si è discusso circa contatti e commerci tra Greci e Fenici in questa prima fase [STAMPOLIDIS 2003]: se da un lato pare impossibile arrivare (con i dati oggi a disposizione) a determinare l’esistenza (o la non esistenza [PAPADOPOULOS 1997]) di stanziamenti egei in Levante e viceversa (Niemeier 2000 parla di possibili nuclei fenici insediatisi in comunità greche importanti quali Knosso, Creta, Samo e, forse, Atene), vi sono alcuni elementi che farebbero pensare – se non altro- a scambi frequenti e regolari, seppur modesti in quanto a proporzioni (BONNET 1995). In primis il già citato caso di Lefkandi, in cui questi contatti non hanno carattere sporadico e/o eccezionale, ma si inseriscono in un flusso continuativo testimoniato da importazioni che coprono un arco cronologico abbastanza ampio (XI – IX sec. a.C.). Pur tuttavia, la situazione di Lefkandi potrebbe essere il risultato di realtà differenti che non implicano forzatamente il rapporto diretto Fenici – Greci: potrebbe, ovvero, essere effettivamente conseguenza di viaggi fenici in Grecia (Fenici che portavano sulle coste eubee oggetti preziosi, dai Greci tesaurizzati e inseriti nelle sepolture? [BONNET 1995]) e viceversa, oppure essere l’esito di contatti indiretti mediati dai Ciprioti.
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA Il quadro dei rinvenimenti euboici deve pertanto essere coadiuvato da altre componenti per poter essere ritenuto valido. Le testimonianze di Erodoto, in questo senso, sembrano arricchire lo scenario sopra esposto di “nuovi” elementi: lo storico torna insistentemente sul tema della presenza fenicia in Grecia a Thasos (HDT. II, 44; IV, 147; VI, 47.1), Kythera (HDT. I, 105.3) e Tebe (HDT. II. 49,3; V. 57-58). Ancora, Omero parla a più riprese di mercanti fenici regolarmente presenti nei principali porti greci (OD. IV. 612 ss. ; XI. 113 ss.), a Lemnos ( IL. XXIII. 741 ss.) e a Syrie (OD. XV. 415-483) (probabilmente una delle isole Cicladi [MELE 1979: p.87]). Da quanto si può desumere dai poemi epici, i Fenici appaiono attivi soprattutto come mercanti di manufatti metallici e sembrano perfettamente inseriti all’interno del codice greco dell’ospitalità e dello scambio di doni (MELE 1979). Zenone, nella prima metà del II sec. a.C., raccontando le vicende di Cadmo, gli attribuisce la fondazione di un tempio di Poseidone a Ialyso, come forma di ringraziamento al dio per averlo fatto scampare ad una tempesta (COLDSTREAM 1969). Un altro storico locale, Ergia, scrive che i Fenici, capeggiati da Falanto, vennero estromessi dai Greci dalla loro città fortificata nel territorio di Ialyso (COLDSTREAM 1969). Abbiamo notizia, inoltre, di varie località in Grecia chiamate Phoinikous (STARR 1961), che potrebbero essere persistenze toponomastiche dell’esistenza di luoghi di scambio fenici, e di un culto a Corinto di Melikertes, il cui nome pare molto vicino a quello del dio fenicio Melqart (STARR 1961). Per concludere questa breve panoramica dei contatti tra Greci e Fenici all’alba dell’avventura occidentale, mi pare opportuno riportare il parere della Bonnet che, a proposito di Thasos, afferma che quantunque non sia possibile, alla luce degli scavi archeologici, confermare la notizia di Erodoto dell’esistenza di una colonia fenicia sull’isola, gli oggetti rinvenuti attestano comunque il passaggio dei Levantini a fini commerciali (BONNET 1995). Quello che si evince, dunque, (Fig.4) è l’esistenza di un elevato numero di luoghi di scambio tra Greci e Fenici. La curiosità nei confronti dell’ “altro” e del “diverso” soggiaceva sicuramente ad altri motivi: i Greci erano attratti dai preziosi oggetti importati dall’Est e da quella che Burkert definì Orientalizing Revolution (BURKERT 1992); per i Fenici, invece, il richiamo “was probably resources, although it is not clear what” (BOARDMAN 2000: p. 36).
II.
GLI INIZI DELL’IRRADIAZIONE FENICIA “Bisogna cercare (…) sulla terra come sull’ampio dorso del mare di allentare i penosi legami del bisogno” Teognide, Elegie, I, 179-180
Se vogliamo ricercare la linea di demarcazione che segna il passaggio dai contatti commerciali misti all’inizio dell’espansione prettamente fenicia, dovremmo individuare il punto in cui, in questi viaggi, l’elemento levantino comincia a divenire preponderante. Quando è possibile, dunque, avvertire questo cambiamento? Con l’avanzare del IX sec. a.C. si entra progressivamente in una nuova realtà mediterranea: realtà in cui l’elemento fenicio assume un peso e una rilevanza sempre maggiori. Si passa a una nuova fase culturale in cui è possibile rintracciare le basi di un sistema economico nuovo, nell’ambito del quale i Levantini giocarono un ruolo di primo piano. Non fu, però, un salto nel vuoto: come in precedenza sottolineato, elementi fenici avevano già partecipato alle iniziative commerciali in Occidente in epoca precedente. Inoltre, qualora la partecipazione sporadica a imprese commerciali di tipo “misto” non basti da sola a convincere il lettore dell’acquisita conoscenza - da parte dei 23
ARQUEO UCA Fenici - delle risorse occidentali, l’intensificarsi dei rapporti con la vicina Cipro in questa fase potrebbe fornirgli la prova definitiva della trasmissione di informazioni. Se non già avvenuto in precedenza, dunque, la notizia della ricchezza mineraria dell’Occidente e delle nuove opportunità che l’espansione avrebbe loro offerto arrivò alle orecchie dei Fenici proprio su quest’isola. La datazione al IX sec. a.C. di questo cambiamento sembrerebbe riscontrabile, tra l’altro, anche in archeologia: le recenti indagini radiometriche condotte a Cartagine hanno reso possibile l’attribuzione all’inizio del VIII sec. a.C. di alcuni materiali fenici. Questa cronologia è molto vicina a quel fatidico 814-3 a.C. indicato dalle fonti come possibile anno della fondazione di Cartagine. Il gap cronologico è pertanto minimo e parrebbe legittimare, per l’appunto, l’ipotesi di insediamenti stabili fenici in Occidente già a partire dall’ultimo quarto del IX sec.a.C. II.1. Sul rapporto consequenziale tra precolonizzazione e colonizzazione Nonostante esista una continuità temporale tra la fase nota come “precolonizzazione” e quella, posteriore, della “colonizzazione”, tale legame si dissolve nel momento in cui si consideri la questione da altri punti di vista3. D’altra parte, come scriveva Finley già nel 1975 (FINLEY 2000), non è corretto metodologicamente studiare la storia utilizzando la stessa ottica per periodi cronologici differenti: approcciarsi al fenomeno della “colonizzazione” partendo da quella che si considera la fase precedente, se da un lato a prima vista parrebbe semplificare la questione, dall’altro la vizia inevitabilmente, fornendoci un falso punto di partenza. Gli uomini che si mettevano in mare nel XIII sec. a.C. non erano più gli stessi che viaggiavano nel X/IX sec. a.C.: almeno 3 secoli di distanza li separano e questi 300 anni erano andati ad influire profondamente sulla situazione mediterranea. In altre parole, nonostante allontanando il punto di osservazione le distanze cronologiche sembrino accorciarsi, bisogna tener pur sempre conto dell’esistenza di un notevole discrimine temporale: allo stesso modo in cui eventi del 1700 d.C. non sono spiegabili a partire da situazioni del 1400 d.C., non dovremo pretendere di far luce sulla fase di espansione fenicia di IX sec.a.C. partendo dai circuiti commerciali di XIII sec. a.C. I due fenomeni risultano indipendenti e affatto consequenziali: l’unica cosa che li avvicina, come prima ricordato, è l’osservazione di una linea di commerci mai realmente interrotta. Le acque mediterranee furono solcate senza soluzione di continuità per secoli: ma, mentre sul finire del II millennio a.C. si avvicendavano navi con “equipaggi indecifrabili” (definizione ripresa da BERNARDINI 2000), nel IX sec. a.C. è ormai possibile riconoscere che all’interno di queste imbarcazioni i marinai parlassero tra loro fenicio. La navigazione a lunga distanza poté certo fornire informazioni circa i posti più favorevoli per l’insediamento (vuoi per particolari condizioni geografiche o per disponibilità di risorse naturali), ma non sempre precedette installazioni stabili. Il rapporto, quindi, fra contatti commerciali e fondazione dell’ ἀποικία “non è così meccanico come potrebbe apparire da certe allusioni antiche e da schematiche teorie moderne. L’ ἔμποριον non genera immediatamente ἀποικία” (D’AGOSTINO 2008; si veda anche ASHERI 1996)
Anche per il termine “colonizzazione” e per le problematiche relative all’uso di questa espressione si rimanda all’intervento presentato al Colloquio del Cefyp. 3
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA Conclusioni. L’espansione fenicia d’epoca arcaica e la colonizzazione greca a confronto. Quando si parla dell’espansione fenicia per il Mediterraneo spesso si dà per scontato che si tratti di un fenomeno in tutto simile a quello, quasi coevo, della colonizzazione greca. Quest’idea, più o meno fondata, deriva sia dal consolidato uso dello stesso termine per indicare entrambe le realtà, sia perché le fonti classiche descrivono gli stanziamenti occidentali fenici in modo del tutto simile a quanto fatto per quelli greci (ZAMORA LÓPEZ 2006: p. 335). Le stesse fonti sono, però, piuttosto esplicite nel sottolineare come i propositi dell’espansione fenicia fossero divergenti dai motivi principali dell’espansione greca: mentre i Greci si sarebbero spostati principalmente per cause interne, il motore fondamentale dell’avventura fenicia sarebbe stato il desiderio di ricchezza e di guadagni facili. Già dall’antichità, quindi, si percepirono i due fenomeni come realtà parallele, con l’aggravante che le uniche fonti per esaminare la questione erano greche. L’idea di associare i movimenti Fenici agli interessi commerciali deriva in primo luogo da Omero, che a più riprese racconta di come i Levantini fossero impegnati nei traffici di ἀθύρματα, paccottiglia (es. Od., XV.416). L’attribuzione di una sfumatura negativa agli interessi commerciali dei Fenici è, però, da considerarsi posteriore e trova riscontro, a esempio, in Diodoro Siculo che a proposito dei Fenici non utilizza il verbo κτιζειν (usato generalmente dagli storici greci e che significa “fondare una colonia”), ma ἀποστέλλειν (DIOD., Bibliotheca historica, V, 35, 5), ovvero “mandare”: sembra indicare, quindi, che i Fenici non avessero mire territoriali, bensì che inviassero gruppi di persone a curare, in Occidente, interessi di tipo commerciale (TUSA, V. 1985). Nonostante la tradizione perpetrata da Diodoro sia servita in seguito a molti studiosi contemporanei per evidenziare le differenze esistenti tra i due fenomeni (NIEMEYER 1988 e 2006), le “avventure occidentali” dei Greci e dei Fenici presentano, invece, molte convergenze. É sempre Diodoro a narrare di come i Fenici fossero riusciti a fondare le proprie “colonie” grazie ai guadagni derivati dagli scambi commerciali (V.35.1-5). Soggiace a questa testimonianza uno schema che è proprio della “colonizzazione” greca e che viene attribuito – in questo caso - anche a quella fenicia, ovvero quello dello spostamento come processo finalizzato alla fondazione (in un secondo momento) di una πόλις. In questo senso, quindi, il risultato del processo degli spostamenti di entrambi i popoli è simile e si concretizza nella creazione di nuovi insediamenti permanenti. Ma a convergere non è solo il risultato: sono anche le rotte utilizzate. In molti punti esse si toccano, si intrecciano e rendono quasi impossibile operare una distinzione netta, dal momento che spesso Fenici e Greci navigano assieme, fianco a fianco, in vesti di partners commerciali. Chiaro esempio della situazione è l’emporio di Al Mina (Bondí 1987), sulla costa settentrionale siriana, oppure ancora, per rimanere in ambito occidentale, l’isola di Pithekoussai, stanziamento di carattere aperto nel quale coabitavano Greci e Orientali.
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IMĂ GENES
Fig.1. Pithos con decorazione a solcature sinuose da Antigori (Vagnetti 2000)
Fig.2. Oggetti protoorientalizzanti provenienti dalla Penisola Iberica. (Almagro Gorbea 1987)
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Fig. 3. Due vasi potori dell’Eubea, da Amathus: a sinistra uno skyphos, a destra una tazza. Limassol, Museo Distrettuale. Inv. 46/3 e 4. Databili al 950-900 a.C. (Karageorghis 2002b)
Fig. 4. Luoghi di contatto tra Greci e Fenici (X - IX sec. a.C.) 31
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA El Triunfo de la Narratividad Popular en el Primer Arte Budista en India Cayetana Ibáñez López Investigadora UCM. Proyecto I+D 'Trama' cayetanaibanez@gmail.com
Resumen: El presente artículo expone las relaciones entre las tradiciones populares de los cuentacuentos indios y el primer arte budista de India, mostrando el vínculo que se establece desde ese momento entre narratividad y artes plásticas. Abstract: This paper presents the relationships between the Indian Popular Tradition of the Storytellers and the Early Buddhist Art of India, showing the connection established since that moment between Narrative and Fine Arts into the Indian History of Art. Palabras Clave: Arte budista, cuentacuentos, narratividad, jātakas, stūpa, Sāñcī y Bhārhut. Key Words: Buddhist Art, Storyteller, Narrative, Jātakas, Stūpa, Sāñcī y Bhārhut.
Una de las características más notables del primer arte budista de India es la desbordante y exuberante presencia del lenguaje plástico popular. Su presencia resulta evidente en los monumentos funerarios de peregrinación budista (stūpa) de los recintos de Sāñcī y Bhārhut, irrumpiendo desde ese momento en la historia del arte indio como rasgo distintivo propio. La fuerza de lo popular en India se nutre de varios aspectos culturales, entre ellos destacan la bhakti y la narratividad. El primero es un tipo de filosofía y ritual, presente en cualquiera de las religiones que se encuentran en India, que se caracteriza por la fuerza devocional y está presente en los innumerables cultos locales. El segundo elemento, la narratividad, puede encontrarse en casi todas las facetas de la vida india y puede vincularse a varios oficios generacionales, siendo una de las expresiones más antiguas la tradición de los cuentacuentos, cuya vigencia continúa en la actualidad en India. La presencia de estos narradores itinerantes se recoge tanto en la literatura medieval como en los Śilpa Śāstra4 (KUMAR SHARMA, 1993: 5), donde se menciona su existencia en épocas remotas, además de contar con varios textos literarios donde se documenta su existencia en época Maurya (MAIR, 1988: 17-19). Los nombres que reciben varían según las zonas, pero todos ellos aluden a una de sus características más evidentes, los rollos de pinturas en los que se ilustran las historias, y que hace que se les conozca bajo el apelativo genérico de los portadores de rollos [Fig. 1 y 2]. Tanto la letra como la música y la composición plástica están realizadas íntegramente por estos artistas, que conservan las técnicas de su trabajo prácticamente inalteradas hasta el día de hoy, pasándose la información generación tras generación. La base utilizada para realizar dichas pinturas suele ser tela de algodón o lana, que permite que se puedan enrollar y facilitan la portabilidad. Sobre el soporte aplican los pigmentos que ellos mismos confeccionan, de
Śilpa hace referencia al arte. Por este nombre se puede reconocer tanto al tratadista sagrado, como al que interpreta los textos, como al que realiza la obra. Śāstra significa tratado sagrado. 4
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ARQUEO UCA acuerdo a un estilo de representación codificado y fácilmente reconocible por el conjunto de la población. Sus repertorios narrativos abarcan desde los cuentos tradicionales a las grandes epopeyas (el Mahābhārata y el Ramāyāna), y desde las fábulas a las historias religiosas. Uno de los corpus más antiguos que se conservan en India son las jātaka, donde se cuentan las 547 vidas previas de Siddhārta Gautama5, como ejemplo de las virtudes budistas. Su importancia y presencia no sólo se circunscribe a India, sino también al resto de Asia por medio de la expansión del budismo por el Continente. El historiador del arte y administrador cultural británico en India, E.B. Havell (1861-1934), se refirió a las jātaka como "el libro de la selva de los cuentacuentos indios" (HAVELL, 1920: 33). Havell nos sitúa ante el manantial primigenio de donde proceden todas las historias, distinción con la que reviste a las jātaka debido a su antigüedad como escrito y a la gran cantidad de obras posteriores que beben de sus aguas. Sin embargo, no conviene perder de vista la mirada occidental de Havell sobre el asunto, que nos sitúa ante la concepción romántica del hallazgo de la fuente de gran pureza de las jātaka, que se encuentran en lo más impenetrable de la selva, y, por cierto, otorgándole a la tradición escrita una superioridad a la que la mentalidad occidental ya se ha acostumbrado. Sin embargo, a pesar de esta carga, es incuestionable la relevancia de las jātaka como libro escrito, sin olvidar añadir el peso que la tradición oral jugó en su configuración, y que ha seguido jugando en India, con un papel de esencial importancia tanto en círculos cultos como entre la numerosa población iletrada. Esta magnitud puede resultar difícil de entender para un occidental, por la envergadura de una tradición escrita que ha ido arrinconando a la oralidad, y sin embargo, en países como India el lugar que ocupa en la cultura es innegable. Hoy en día, los cuentacuentos siguen desempañando una labor fundamental entre la población, entreteniendo con sus historias, transmitiendo noticias, nuevas leyes y consejos de salubridad, especialmente en las zonas más aisladas del país, donde su voz puede llegar a ser la única con capacidad para difundirse. Durante el periodo budista de India, desde el siglo III a.C. hasta el siglo V, las jātaka y las historias sobre la vida de Buda cobraron un mayor protagonismo, en parte debido a su presencia en el arte. Cuando el emperador Aśoka oficializó el budismo como religión del Imperio Maurya, tras la rebelión del reino de Kalinga en el 250 a.C., utilizó la moral budista como vehículo de los principios de su gobierno y para su difusión creó toda una serie de elementos que contribuyeron a la unión político-territorial y socio-religiosa6 por un territorio que abarcaba desde la actual Afganistán hasta Bengala y desde Nepal hasta el río Kṛṣṇa en el Dekán. Uno de estos elementos es el stambha, un gran pilar monolítico que servía como soporte de los edictos imperiales que se tallaban en distintos idiomas y se ubicaba en lugares estratégicos, tanto fronterizos como especialmente simbólicos. El stambha podía ir rematado por el conocido capitel de Sārnāth7, tal y como revelan varios relieves antiguos. La iconografía 5
Muchas de las historias cuentan las vidas anteriores de Buda en las que nació bajo la forma de animal, como mono, ciervo, tortuga o elefante de seis colmillos. También hay algunas que mezclan a animales y seres humanos y las que sólo son vidas humanas, destacando las vidas principescas en las que también buscó la iluminación sin éxito. Cada vida pasada es un ejemplo de una virtud budista y ejemplo de la purificación del alma nacimiento tras nacimiento, hasta alcanzar la iluminación. 6 Esta unidad política y territorial no se volverá a repetir en India hasta la Independencia en 1947. 7 El capitel mide en su totalidad 215 centímetros de altura y está realizada en arenisca de Chunār pulimentada. Una de las mejores piezas conservadas se encuentra en el Museo de Sārnāth. Es el emblema actual de India, elegido tras la Independencia en 1947.
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA de este emblema propaga una imagen sólida del poder de Aśoka, mostrando la unión del poder con la religión, que el Estado Indio actual, India Union, ha recuperado para sí como símbolo de la nación independiente. El capitel consta de una flor de loto, símbolo de universalidad y pureza, sobre la que se encuentra un disco en el que aparecen representados los cuatro vientos dominantes como símbolo de la propagación de la ley budista. Se alzan sobre el disco cuatro leones8 mirando cada uno hacia un punto cardinal, soportando el peso de una enorme cakra9 que corona el conjunto como símbolo de la ley budista. Además de los stambha y la creación del capitel de Sarnath, Aśoka también patrocinó los primeros templos budistas, conocidos como caitya, los monasterios (vihāra) para las comunidades de monjes en el retiro y los stūpa, monumentos funerarios de peregrinación budista, que alentaron el movimiento de fieles facilitando la unidad socio-religiosa. Es en los stūpa donde puede observarse la irrupción de las jātaka y las historias de la vida de Buda, en un estilo de fácil transposición de la pintura al relieve, con dos planos de profundidad, el del fondo y el de la superficie de la piedra, donde se encuentran comprimidas todas las figuras (TADDEI, 1975: 83). El recinto arqueológico de Sāñcī [Fig. 3], situado en el distrito de Raisen, cerca de Bhopal, en el estado de Madhya Pradesh, se eleva como uno de los puntos de interés de la historia y arqueología de India. Ya desde su descubrimiento en 1818, por el General Taylor, llamaron poderosamente la atención varias características. En primer lugar la enorme semiesfera (aṇḍa), que contiene en su interior macizo una reliquia budista. En segundo lugar se encuentra la característica empalizada de piedra (vedikā) que rodea y delimita el espacio de culto entorno al aṇḍa, imitando constructivamente a sus semejantes lignarias, y que concentra decoración puntual en tondos y paneles. En tercer y último lugar, destacan las puertas monumentales (toraṇas) que dan acceso al espacio ritual desde los cuatro puntos cardinales, constituyendo uno de los iconos más representativos de Sāñcī [Fig.4]. Tanto la vedikā como sus puertas de acceso se crearon con posterioridad a la fundación del aṇḍa de Aśoka, durante la dinastía Āndhra Sātavāhana (c.a. 230a.C.- c.a. 96 d.C.), correspondiendo a un movimiento de mayor intensidad en la peregrinación que exigía respetar el espacio de oración dedicado a la circunvalación del objeto de culto, es decir, para la veneración de la reliquia que encierra en su interior el stūpa. La estructura arquitrabada de las toraṇas, dos pilares que sostienen tres dinteles superpuestos a distintas alturas, sirven de soporte en la totalidad de su superficie a relieves que ilustran los cuentos de las jātaka y la vida de Buda. Los dinteles evidencian la importancia de la tradición oral de los cuentacuentos, ya que a ellos se traslada el lenguaje plástico de las pinturas de los rollos, convirtiéndose en relieves de piedra e imitando el formato popular con la representación de las espirales en los extremos. 8
Los cuatro leones son el símbolo heráldico del Imperio Maurya y a la vez hace referencia a la familia de Buda, la dinastía de los Śākya, vinculando el nuevo gobierno con los orígenes principescos de Buda. Los leones poseen un estilo afín al persa debido a la recepción de artistas de origen aqueménida refugiados en la corte de Aśoka, el cual sentía una gran admiración personal sobre esta cultura, cargando de cierto tono heráldico foráneo el nuevo símbolo Imperial y ensalzando el poder real. 9 Cakra significa rueda y es una de los elementos fundamentales de la cultura india, que se relaciona con la visión cíclica del mundo. Es símbolo de poder y universalidad del espíritu, aunque dependiendo de la religión de la que hablemos significan diferentes cosas. En la Historia india es sinónimo de poder real, existiendo un título excepcional al que no todos los soberanos tienen acceso: Cakravartiṇ o Señor de la Rueda, rey de los puntos cardinales, del horizonte y rey del absoluto e infalible. El emperador Aśoka poseía este título.
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ARQUEO UCA Desplegados en toda su longitud, exhiben continuamente varias historias, lo que llevaba a los artistas a plantearse ciertos retos como el modo de representar el transcurso del tiempo en la narración, la articulación de los distintos espacios y escenas, o la división en capítulos y su composición (DEHEJIA, 1990: 374) [Fig. 5]. Se trata de cuestiones habituales que el cuentacuentos debe plantearse cuando está componiendo el rollo, si bien la diferencia estriba en que el narrador activa el mecanismo de las ilustraciones. Como si fuera una gran máquina, lo habitual es que, en regiones como Rajasthan, el rollo pintado, dispuesto como una gran pantalla de fondo que se despliega de noche, entre en funcionamiento cuando el cuentacuentos y su ayudante van señalando con una lamparilla las escenas que se encuentran esparcidas sin orden aparente, mientras cantan la historia, tocan un instrumento musical y bailan. Por otro lado, en Bengala, el narrador sujeta con las dos manos el rollo, y mientras canta la historia hace girar los extremos enrollados, de tal manera que las escenas se suceden encadenadas unas a otras. Sin embargo, en las toraṇas de Sāñcī los rollos están completamente desplegados en una exuberancia de figuras y sucesos que muestran el triunfo de la narratividad popular. Sus relieves han llamado la atención de muchos historiadores del arte por su vitalidad y sencillez, por su abreviación de la realidad y su ingenio a la hora de acomodar las historias al formato y al espacio del soporte. En ocasiones resulta naive, tal y como ha señalado Stella Kramrisch, quién observa que esta inocencia representativa es en realidad el poder de invocación del mundo natural: "Toda figura da una idea exacta del significado e importancia del objeto representado. El gran tamaño de cada flor, hoja y fruto reemplaza su número." (KRAMRISCH, 1921: 9-10). Los objetos despiertan una resonancia potenciada y expresiva del mundo y la naturaleza, utilizando los relieves como medio y, a la vez, como cuentacuentos de la historia que se narra. La creatividad artística no parece estar supeditada al aspecto religioso, aunque siempre se respeta la no antropomorfización de Buda, como corresponde a este momento del primer budismo conocido como Theravāda (Doctrina de los Ancianos), también denominado Hīnayāna (Pequeño Vehículo). Su presencia se hace notar por un espacio vacío en la multitud, destacado por un parasol o unas huellas de los pies, un trono vacío o la presencia de un gran árbol, como símbolo del lugar de la iluminación de Buda [Fig. 6]. Tampoco parece tener especial relevancia el hecho de que se repita en varias ocasiones la misma historia, evidenciando que en Sāñcī no existe un plan centralizado. Esto se debe al mecenazgo de las familias adineradas del momento, que encargaban la realización concreta de una de las leyendas según sus deseos, si bien la creación del artista nunca quedaba condicionada y cada versión ofrece unas soluciones distintas (DEHEJIA, 1996: 56). De la misma manera que se observa libertad creativa, también el espectador puede observar una peculiar manera de narrar las historias. Tras un primer momento donde la confusión podría dominar sobre la lectura de los relieves, el iniciado es capaz de recomponer y disfrutar del patrón irregular de la narración (DEHEJIA, 1996: 50-51). Esta forma caótica es uno de los recursos más utilizados por la tradición oral, que capta así la atención de los oyentes incluso cuando la historia es conocida. El novelista de origen indio, Salman Rushdie, lo explicaba en una entrevista de la siguiente manera: "De lo que más he cogido de India es, creo, […] la narración oral. Porque es un campo amplio de simple desliteratura donde el poder y la vitalidad continúan en la tradición de los cuentacuentos orales. Y lo más interesante de estas historias es que alcanzan a un vasto 36
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA número de audiencia, los mejores cuentacuentos llegan a reunir, literalmente, a cientos de miles de personas. Van a sentarse sobre un campo mientras un hombre cuenta una historia. Es una forma electrizante. Y, por supuesto, no usa un recorrido lineal. Quiero decir, la historia no empieza por el principio hasta el final, sino que va en grandes círculos, hacia atrás, repite cosas tempranas, divaga, utiliza a veces un sistema como el de las Cajas Chinas, donde puedes encontrar una historia dentro de otra historia y dentro otra más, y entonces vuelve donde se quedó. Es como si no tuviera forma. Cuando lo miras, aparentemente es un caos, donde el cuentacuentos te arrastra a su antojo y hace lo que quiere. Ahora pongamos por caso la cuestión al contrario. Asumamos que, la agitación del argumento no es que no posea forma, sino que tiene muchos miles de años de antigüedad y que ha adoptado esa forma por una buena razón. Y he encontrado que los cuentacuentos, mucho más que los novelistas, tienen el problema de atrapar a la audiencia. El novelista no ve el movimiento de la gente que va a la tienda y compra su libro; el cuentacuentos siempre ve el movimiento de la gente que se levanta y se va, o que le tiran huevos, o cualquier cosa. Por eso, todo lo que le preocupa es retener a la audiencia. Esto me sugiere que, lo que acabamos de decir, es lo que hace que sea tan gimnástico, enrevesado y de forma complicada y, de hecho, la razón por la que la gente le escucha." (REDER, 2000: 76).
La simultaneidad de historias en un mismo relieve en Sāñcī, la multitemporalidad (SCANLON, 1996: 97) y la ocupación de todo el espacio visual pueden provocar esta sensación de "falta de forma" (REDER, 2000: 76) a la que se refiere el novelista Salman Rushdie [Fig. 7]. Esta imitación de recursos entre oralidad y relieves, o literatura y artes plásticas, ha nutrido numerosos ensayos a lo largo de la Historia del Arte. El parangón europeo entre literatura y pintura ha sido observado con atención por el historiador del arte indio Ratan Parimoo, tomando de referencia uno de los textos canónicos sobre este tema, el Laocoonte o sobre los límites en la pintura y en la poesía de Gotthol E. Lessing. El autor alemán establece dos principios: el primero es que "el tiempo es dominio del poeta" y el segundo, que "el espacio es el dominio del pintor" (LESSING, 2002: 166). Sin embargo, Parimoo utiliza a Lessing como contraste de lo que sucede en el arte indio. La pintura europea en la que se basan las afirmaciones del autor ilustrado corresponden a un tipo de pintura histórica y mitológica de gran formato donde la acción representada remite a lo que aconteció previamente y sugiere lo que sucederá con posterioridad, una condensación inmóvil fruto del asentamiento de la teoría de la causalidad (causa y efecto), que se estableció con gran protagonismo en el arte europeo desde el Siglo de las Luces. Es en el Arte Medieval occidental donde Parimoo encuentra similitudes con el Arte Indio y sobre el que apoya su concepto de narratividad continua, que consiste en que la acción central no se encuentra deliberadamente acentuada, combinando varios episodios en un mismo marco y extendiéndose por toda la superficie del soporte (PARIMOO, 1995: 633). La narratividad continua es la que otorga la complejidad formal de los relieves en Sāñcī y la que permite transmitir la historia con recursos propios de la tradición oral de los cuentacuentos. Los dinteles de Sāñcī ofrecen otra importante cuestión en su despliegue petrificado. El poeta mexicano Octavio Paz, que residió durante varios años en India y estuvo en contacto con todo el movimiento cultural y artístico de los años 1962-68, escribió en el Mono Gramático que "en los cuadros las cosas están, no pasan" (PAZ, 2001: 111). Nadie podría dudar que en Sāñcī, con sus rollos desplegados mostrando sus contenidos continuamente, los relieves están. 37
ARQUEO UCA Sin embargo, en su larga exhibición se encuentran elementos, como movimientos de manos, giros de cabezas, miradas cruzadas, que permiten que el mecanismo de movimiento dentro de la narración petrificada se active para el espectador, que debe recorrerlo con la mirada. Esta capacidad de comunicación de la obra que guía al espectador a recorrer el espacio de la creación artística a partir de los gestos, combinando, por tanto, temporalidad y espacialidad, puede observarse en otros ejemplos del arte budista, como por ejemplo en las pinturas de las cuevas de Ajanta (FERNÁNDEZ DEL CAMPO, 2007: 128), sin la necesidad, por poner un ejemplo, de que la acción de un cuentacuentos ilumine las escenas, como sucede en Rajasthan. El arte de los gestos, ligado al ámbito de las artes escénicas indias, y la tradición oral de los cuentacuentos, son dos aspectos fundamentales de los relieves de Sāñcī, sin olvidar cómo el budismo recurre a los elementos locales y populares ligados a la tradición bhakti. La incorporación de estos elementos de fuerza devocional de cultos anteriores se realizan a través de una asimilación y conversión de significados: por ejemplo, las yakṣiṇī, divinidades de la naturaleza vinculadas al culto femenino de los árboles propiciadores de fertilidad, que el budismo convierte en símbolo de fertilidad espiritual. La imagen de exuberantes mujeres columpiándose de un árbol y dando una patadita al tronco, haciéndolo florecer, se encuentra con frecuencia en las toraṇa [Fig. 8]. Esta asimilación del fervor popular y las tradiciones locales, ya sean cultos a la naturaleza o la expresividad plástica de los cuentacuentos, ayudaron a asentar al budismo en India sobre la base sólida del sustrato más humilde de la población. El stūpa de Bhārhut10 [Fig. 9], otro de los grandes ejemplos de arte budista theravāda, muestra de nuevo un tipo de lenguaje artístico expresivo y vital, donde los detalles aportan una narratividad preciosista que invita a observar, a recorrer con la mirada, evidenciando de nuevo "el propósito de narrar, contar con precisión, de tal manera que nada puede ser confundido u olvidado." (KRAMMRISCH, 1921: 9). La sintonía plástica e iconográfica entre Sāñcī y Bhārhut es innegable, destacando, en este último caso, los relieves narrativos en tondos a lo largo de la vedikā [Fig. 10]. Ambos stūpas comparten el diseño en espiral que remata los dinteles de las toraṇa, sin embargo, lejos de la imitación de los remates de los rollos de pinturas de los cuentacuentos que muestra Sāñcī, en Bhārhut corresponden a las colas enrolladas de los makara, animales míticos fluviales y benefactores, de cuyas bocas brotan los relieves [Fig. 11 y 12]. El propósito de narrar, al que se refiere Stella Kramrisch, define claramente el objetivo de los relieves de ambos stūpa, que, como señala Coomaraswamy, ilustran anécdotas edificantes, con esa forma tan característica de transmitirlas propia de los cuentacuentos, de gusto gimnástico o de cajas chinas, tal y como lo describía Rushdie. Todo esto no debe hacer olvidar que, en realidad los trabajos plásticos de estos monumentos recopilan y muestran tradiciones de otros ámbitos de aquella época. "En cualquier caso el arte de Sāñcī no es, en modo alguno, una manifestación del sentir del primer budismo, y, por tanto, tampoco es primitivo. Por el contrario, es el desarrollo clásico de un arte popular que se venía practicando desde hacía mucho tiempo con materiales menos duraderos." (COOMARASWAMY, 2006: 5556). Sāñcī, pero también Bhārhut y otros relieves de stūpa de ese mismo período, nos ofrecen 10
De fundación Maurya, el stūpa fue completado con una vedikā y sus toraṇa bajo el dominio de la dinastía Śuṅga (187-73 a.C.). Descubierto en 1873 por Alexander Cunnigham en el estado indio de Madhya Pradesh, en el distrito de Satnā, su vedikā y sus cuatro toraṇa fueron trasladadas al Indian Museum de Calcutta en 1876 donde permanecen desde entonces.
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA la posibilidad de apreciar los modos narrativos visuales que se utilizaban en esa época, gracias a la perdurabilidad de la piedra. Sus composiciones y recursos todavía pueden reconocerse en los cuentacuentos de hoy en día, además de ofrecer una fuente fundamental para estudiar la vida en la antigüedad india por su capacidad de detalle en el reflejo de la vida ordinaria. Por otro lado, el conocimiento de la tradición oral y visual de los cuentacuentos actuales, y el acercamiento a su poderosa presencia en la cultura de India, permiten penetrar en ciertos aspectos de los mecanismos internos de los relieves que, de otra manera, serían de difícil apreciación.
BIBLIOGRAFÍA Coomaraswamy, Ananda K. (2006), La Danza de Śiva, Siruela, Madrid. Dehejia, V. (1990), On Modes of Visual Narration in Early Buddhist Art, Art Bulletin, 72:3, 374-392. Dehejia, V. (1996), The Animated World of the Toranas, en Unseen Presence. The Buddha and Sanchi (ed. por Vidya Dehejia), Mumbai, Mārg, 36-57. Dehejia, V. (1998), India's Visual Narratives: the Dominance of Space Over Time, en Paradigms of Indian Architecture. Space and Time in Representation and Design (ed. Por G.H.R. Tillotson), Curzon Press, Surrey, 80-106. Fernández del Campo, Eva (2007), Las Pinturas de Ajanta. Teatro de la Naturaleza en la India Clásica, Abada, Madrid. Havell, E. B. (1920), A Handbook of Indian Art, John Murray, London. Kramrisch, Stella (1921), The Representation of Nature in Early Buddhist Sculpture (Barhut-Sanchi), Rupam. An Illustrated Quarterly Journal of Oriental Art, No. 8, 7-10. Kumar Sharma, Shiv (1993), The Indian Painted Scroll, Anil Printers, Varanasi. Lessing, Gotthold E. (2002), Laocoonte o sobre los límites en la pintura y la poesía, Folio, Barcelona. Mair, Victor H. (1988), Painting and Performance. Chinese Picture Recitation and its Indian Genesis, University of Hawai'i Press, Honolulu. Parimoo, Ratan (1995), Towards a possible theory of narrative in Indian painting, en Parimoo, Ratan y Sharma, Indramohan (1995), Creative Arts in Modern India (Essays in Comparative Criticism), Books & Books, New Delhi, 627-646. Paz, Octavio (2001), El Mono Gramático, Seix Barral, Barcelona. 39
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Figuras
Fig.1- Banku Chitrakar en plena actuación, [Ilustración tomada de KAISER, Thomas: Painted Songs. Continuity and Change in an Indian Folk Art; Stuttgart, Arnoldsche Art Publishers, 2012, p. 42].
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Fig.2- Rollo de pinturas bengalíes de Swarna y Manu Chitrakar [Ilustración tomada de SAMBRANI, Chaitanya: Edge of Desire.Recent Art in India; London, Philip Wilson Publishers, 2004, p. 79]. 41
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Fig.3- Stūpa nº 1 de Sāñcī, fotografía cedida por la Dra. Eva Fernández del Campo.
Fig.4- Toraṇa Este del stūpa nº1 de Sāñcī, fotografía cedida por la Dra. Eva Fernández del Campo.
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Fig.5- Relieves de una de las toraṇa del stūpa nº1 de Sāñcī, fotografía de Cayetana Ibáñez López.
Fig.6- Veneración al árbol sagrado en uno de los pilares de las toraṇa del stūpa nº1 de Sāñcī, fotografía cedida por la Dra. Eva Fernández del Campo.
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Fig.7- Detalle de los relieves de animales en el stūpa nº1 de Sāñcī, fotografía de Cayetana Ibáñez López.
Fig.8- Detalle de yakṣiṇī en la toraṇa Este del stūpa nº1 de Sāñcī, fotografía de Cayetana Ibáñez López.
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Fig.9- Vedikā del stūpa de Bhārhut, fotografía cedida por la Dra. Eva Fernández del Campo.
Fig.10- Tondo del stūpa de Bhārhut, fotografía cedida por la Dra. Eva Fernández del Campo.
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Fig.11- Toraṇa del stūpa de Bhārhut, fotografía cedida por la Dra. Eva Fernández del Campo.
Fig.12- Toraṇa de Sāñcī a la izquierda y de Bhārhut a la derecha, fotografías de Cayetana Ibáñez López.
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ARQUEO UCA Construcciones de prestigio de la emperatriz Wu Zetian: Mingtang y Tianshu David Sevillano-López Licenciado en Historia (UCM), Postgrado Cultura y sociedad china (UAH), Archivo Epigráfico de Hispania11 (UCM) d.sevillanolopez@gmail.com
Resumen: Para legitimar su poder, la emperatriz Wu Zetian llevó a cabo una serie de construcciones de prestigio, tanto antes como después de su ascenso al trono. Entre estas edificaciones se encuentran destacadas el Mingtang y el Tianshu. En este trabajo se analizará tanto su naturaleza como su proceso de construcción.
Palabras clave: Wu Zetian, Mingtang, Tianshu, construcciones de prestigio
Abstract: To legitimize her power, Empress Wu Zetian built several prestige buildings, both before and after her accession to the throne. Among Wu Zetian’s buildings were prominent the Mingtang and Tianshu. This paper analyzes the characteristics of these two buildings and their constructive process.
Key words: Wu Zetian, Mingtang, Tianshu, prestige buildings
Índice: 1. Introducción, 2. Mingtang, 3. Tianshu, 4. Conclusiones
1. Introducción. A lo largo de la historia de China, a las mujeres les ha estado vetado el ascenso a las más altas cotas de poder, quedando descartadas de la línea de sucesión dinástica. De esta manera, el reinado de Wu Zetian12 武則天 (r. 690-705 d.C.) es un hito singular en la historia china (Fig.
Este trabajo está adscrito al proyecto de investigación FFI 2012-34719, siendo su origen las conferencias organizadas por la Unión Cultural Arqueológica: Arqueología y cultura en Asia. Debo agradecer al arquitecto D. Ignacio Boza González sus consejos y observaciones. 12 Para evitar confusiones, sólo se empleará el nombre póstumo de los emperadores. En el caso de Wu Zetian, sólo se empleará como alternativa Emperatriz Wu. Aunque se emplee el término emperatriz, en China se refiere a huanghou 皇后, que es la consorte del Emperador huangdi 皇帝, y emperatriz viuda huangtaihou 皇太后, por lo que el termino más correcto para referirse a Wu Zetian sería el de mujer-emperador nühuangdi 女皇帝. Toda palabra y nombre chino se han transcrito siguiendo el sistema de romanización pinyin 拼音. Toda palabra china incorporada al texto estará en cursiva salvo los nombres propios. Todos los caracteres aparecerán en su forma tradicional, salvo en la bibliografía, donde aparecen siguiendo la publicación original, y únicamente serán mostrados en su primera mención en el texto. Todas las fuentes históricas chinas aparecerán citadas por medio de su abreviatura, las cuales aparecen en la bibliografía por orden alfabético junto al nombre completo de la obra. Se ha procurado que todos los textos chinos traducidos mantengan la mayor literalidad posible, asumiendo el autor toda responsabilidad sobre cualquier posible error en la traducción de los mismos. 11
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA 1.), no sólo por su género, sino por ascender al trono desplazando a sus propios hijos 13. Poseedora de una gran inteligencia y habilidad política, Wu Zetian impulsó y patrocinó una serie de construcciones de prestigio que ayudaron a legitimar su propio poder tanto antes como después de asumir el título de emperador. Entre todas las construcciones de prestigio de Wu Zetian sólo se tratarán dos de las llevadas a cabo en la capital, Luoyang 洛陽, i.e. el Mingtang 明堂 y el Tianshu 天樞, tanto por la importancia como por la controversia que generaron desde su origen. Dado que ninguna de estas dos construcciones ha llegado hasta nuestros días, al margen de los escasos datos arqueológicos existentes, el siguiente estudio necesita apoyarse también en las fuentes históricas y epigráficas.
2. Mingtang El Mingtang (Salón de la Iluminación) era una construcción de gran importancia relacionada con el poder imperial, símbolo de un gobierno virtuoso, y que por su vinculación con los fundadores épicos de la civilización china atrajo la atención de los soberanos chinos, convirtiéndose en una construcción extensamente debatida a lo largo de todas las dinastías (Wechsler, 1985: p. 195; Puay-peng Ho, 1999: p. 105). Las referencias al Mingtang en los textos antiguos, tanto en los canónicos confucianos como en las crónicas, son numerosas y al mismo tiempo contradictorias en algunos aspectos. Estas referencias vinculan este edificio con los reyes-emperadores míticos, Fuxi 伏羲, Shennong 神農, Huangdi 黃帝, y los fundadores de la dinastía Zhou 周 (1045-256 a.C.), todos ellos progenitores míticos de la cultura china (Wechsler, 1985: p. 196). Según las leyendas más destacadas, el origen del Mingtang se encuentra en una construcción realizada por el emperador Huangdi. La descripción que dan las leyendas de esta construcción la hacen semejante a un cobertizo elevado sobre pilares de madera y cubierto por una techumbre de paja. Era de planta cuadrangular y cada uno de sus lados estaba orientado a uno de los puntos cardinales. La entrada al edificio se realizaba por una escalera en el lado sur. El edificio estaba cercado por un muro y un foso circular con agua alrededor de éste. Todas estas referencias vinculan el Mingtang con una serie de prácticas rituales que se originaron en una etapa muy temprana de la civilización china (Wechsler, 1985: p. 196; Qiu Jingqi , 2005: pp. 4-5). Aunque se sabe por las fuentes históricas que durante la dinastía Zhou debió existir al menos un Mingtang, en época imperial sólo se llegaron a construir en cinco ocasiones antes del reinado de Wu Zetian (Forte, 1988: pp. 100-101; Puay-peng Ho, 1999: p.105), i.e. en el año 4 d.C. mandado construir por Wang Mang 王莽 (r. 9-23 d.C.) en Chang’an 長安; en el año 56 d.C. durante reinado de Guangwu 光武 (r. 25-57 d.C.) en Luoyang; en el reinado Xuanzhao 宣昭 (r. 357-385 d.C.) entre los años 357 y 359 en Chang’an; en el año 491 d.C. durante el reinado de Xiaowen 孝文 (r. 471-499 d.C.) en Pingcheng 平城; y 526 d.C. en el reinado de Xiaoming 孝明 (510-528 d.C.) en Luoyang. De todas estas construcciones del Tras la muerte de su esposo, Gaozong 高宗 (r. 649-683 d.C.), Wu Zetian ejerció como regente durante los reinados de sus dos hijos Zhongzong 中宗 (r. 683 d.C.) y Ruizong 睿宗 (r. 684-690 d.C.), que volverían a reinar después de 705 d.C., tras el golpe de estado que depuso a Wu Zetian. 13
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ARQUEO UCA Mingtang, las dos más destacadas son las de Wang Mang y Wu Zetian, dado que ambos eran conscientes de haber usurpado el trono, por lo que necesitaban legitimar su gobierno a través del prestigio que otorgaba esta construcción y por su vinculación con los fundadores de China (Wechsler, 1985: p. 195; Forte, 1988: pp. 100-101). La construcción del Mingtang en época imperial, según la concepción confuciana, unía una estructura cuadrada, símbolo de la tierra, y una circular, símbolo del cielo, en un único edificio que combinaba las funciones religiosas y administrativas. Siguiendo la dirección de las manillas del reloj, el emperador se desplazaba de habitación en habitación, sincronizando este desplazamiento con el ritmo de las estaciones y el desplazamiento de las estrellas en la bóveda celeste. Teóricamente el ritual de circunvalación del edificio aportaba armonía al imperio (Twitchett, 1979: p. 260; Rothschild, 2008: p. 113).
2.1. Debates cortesanos sobre la construcción del Mingtang Si bien por lo que sabemos, en un origen, el Mingtang debió de ser una construcción relativamente sencilla, cuando la encontramos en época imperial aparece como una compleja edificación que sólo remotamente respeta los parámetros dados para la realizada por Huangdi. Así, la de Wang Mang ya es más concebida como un edificio de gobierno, aunque su uso más frecuente fue el de altar de sacrificio a los Cinco Emperadores wudi 五帝 y a los fundadores de la dinastía (Wechsler, 1985: p. 205). Tras la caída de la dinastía Han 漢 (206 a.C.-220 d.C.) el recuerdo del Mingtang se mantuvo, y si bien algunas dinastías siguieron llevando a cabo su edificación, la mayor parte de las ceremonias del Mingtang se celebraban fuera de este. Por su parte, las dinastías que carecían de Mingtang celebraban los rituales en altares suburbanos o en alguna sala de palacio, como fue el caso de las dinastías Qi Septentrional 北齊 (550-577 d.C.) y Zhou Septentrional 北周 (557-581 d.C.) que aunque no tuvieron Mingtang, sí hicieron planes para su construcción. Durante la dinastía Sui 隋 (581-618 d.C.), herederos de los Zhou Septentrionales, Wendi 文 帝 (r. 581-604 d.C.) ordenó en 593 d.C. a sus cortesanos discutir el proyecto de construcción de un Mingtang, llegándose a presentar una maqueta del mismo que contaba con 5 habitaciones y a buscarse un terreno a las afueras de la ciudad para su construcción, aunque finalmente el proyecto fue cancelado por la falta de acuerdo entre los eruditos ritualistas confucianos que debatían los pormenores de la construcción (Wechsler, 1985: pp. 205-206). Aunque este proyecto volvió a ser presentado durante el reinado de Yangdi 煬帝 (r. 604-618 d.C.), rápidamente se abandonó al iniciarse las guerras contra Corea que acabaron con la dinastía. En 631 se retomaron los debates sobre la construcción del Mingtang en el reinado de Taizong 太宗 (r. 626-649 d.C.), durante la dinastía Tang 唐 (618-907 d.C.). El proyecto presentado a Taizong planeaba una estructura en dos niveles: la primera, de planta cuadrada con cinco habitaciones, destinada a asuntos de estado; la segunda, de planta circular, para celebrar los sacrificios al Cielo. Rápidamente surgieron detractores del proyecto que lo criticaban por basarse en estructuras superfluas surgidas durante la dinastía Han, dado que defendían la vuelta a las estructuras más simples de los emperadores legendarios (JTS 22. 851-853; Wechsler, 1985: p. 206). Uno de los problemas que se planteaba al proyecto era la propia funcionalidad del edificio, ya que si la primera planta se destinaba a asuntos de estado podía 50
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA ser concebida como residencia imperial al mismo tiempo. Tal y como era el planteamiento urbano de la época, no podía entenderse que la residencia del emperador pudiera estar en los suburbios meridionales de la ciudad, lo que obligaba necesariamente a que el Mingtang se construyera más cerca de la ciudad imperial. Finalmente, el proyecto se canceló como consecuencia de la campaña militar contra Corea y no se retomó hasta el reinado de Gaozong. Al igual que durante el reinado de su padre, con Gaozong el debate estuvo centrado en la mayor o menor complejidad de la construcción. Debido a las fluctuaciones del emperador al apoyar a los partidarios y detractores del proyecto entre los años 651 y 675 d.C., así como a su mal estado de salud, el debate se abandonó antes de que muriera en 683 d.C. (JTS 22.853; Wechsler, 1985: p. 207). 2.2. La construcción del Mingtang de Wu Zetian Tras la muerte de Gaozong, y haciendo uso de su condición de emperatriz viuda y regente, Wu zetian retomó el proyecto de la construcción del Mingtang en 685 d.C. En esta ocasión la emperatriz quiso prescindir de los debates de los eruditos que hasta el momento habían paralizado la construcción durante casi un siglo. De esta manera, Wu Zetian presentó el proyecto del Mingtang a “Los Eruditos de la Puerta Norte” 北門學士, un grupo de intelectuales subvencionados por la emperatriz para otro tipo de labores literarias, y que planificaron el proyecto hasta que lo presentaron definitivamente a la corte el 686 d.C. (Forte, 2005: p. 235). El proyecto que se presentó retomaba el de época de Taizong, pero dado que este concebía el Mingtang como una residencia imperial y edificio de gobierno desde el que emitir edictos, Wu Zetian se negó a que su ubicación estuviera a las afueras de la ciudad, lejos de palacio, por lo que en 688 d.C. se eligió para su ubicación el palacio Qianyuan 乾元殿, dentro de la ciudad imperial de Luoyang (ZZTJ 203.6641; Puay-peng Ho, 1999: pp. 105-106). La construcción se inició el 17 de febrero de 688 d.C., después de derribar el palacio Qianyuan, y se empleó a Xue Huaiyi 薛懷義 (633-694) como arquitecto (ZZTJ 203.6641; ZZTJ 204.6447), un monje budista del que se decía era amante de Wu Zetian desde que ésta enviudara. Como consecuencia de que el proyecto recayera en manos de este monje, la construcción aunaba características tanto confucianas como budistas, aunque no faltaron influencias taoístas (Forte, 1988: pp. 142 y 190; Wechsler, 1985: p. 210; Puay-peng Ho, 1999: p. 105; Rothschild, 2008: p. 113; Rothschild, 2015: p. 229; Wang, 2005: p. 353). La construcción duro diez meses y empleó a unos diez mil hombres (ZZTJ 204.6454), quedando terminado el 23 de enero de 689 d.C. (ZZTJ 203.6641; ZZTJ 204.6447; Forte, 1988: p. 143). Para su inauguración se hizo llevar al templo la roca llamada Baotu 寳圖, que había aparecido en el año 688 d.C. en el Río Luo 洛水, y en la que aparecía inscrito: “[Una] madre santa descenderá hasta las personas, [y durante su] gobierno siempre habrá prosperidad” 聖母臨 人,永昌帝業 (ZZTJ 204.6454; Kory14, 2008: pp. 101-102 y 104, Sevillano-López, 2015: p. 338; Rothschild, 2015: p. 54). A la gran ceremonia que se desarrolló se convocó en audiencia a los príncipes y funcionarios de la corte, ante los que se promulgó una amnistía general y se le concedió a la construcción el nombre de “Sagrado palacio de las diez mil imágenes” Wanxiang Shengong 萬象神宮 (ZZTJ 204.6462; Forte, 1988: p. 98), por su equipamiento astronómico, que incluía figuras en representación de los cuerpos celestes (Forte, 2005: p. 234). Hay que tener en cuenta que, el Mingtang mandado construir por Wu Zetian, sumaba a la concepción confuciana existente sobre él un importante peso ideológico budista, que le 14
Debo agradecer al Dr. Stephan N. Kory que amablemente me enviara su artículo para que pudiera consultarlo.
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ARQUEO UCA convertía en un mapa simbólico del universo, de manera que al penetrar en él se evocaba un viaje desde el mundo terrenal humano al celestial divino, puesto que gracias a algunos planteamientos taoístas que influyeron en su concepción, el Mingtang era al mismo tiempo concebido como residencia de los inmortales (Wang, 2005: p. 353; Forte, 1988: p. 190) El Mingtang fue usado como palacio para la adoración del Cielo, para celebrar el año nuevo, mantener audiencias, promulgar edictos y celebrar fiestas (Puay-peng Ho, 1999: pp. 106-107), aunque ninguna fuente aporta indicios de que Wu Zetian llegara a circunvalar ritualmente el Mingtang. Claramente esta construcción tenía junto a la religiosa una finalidad propagandística, así como aportar legitimidad al gobierno y autoridad de la emperatriz, hasta el punto que dos años después logró instaurar su propia dinastía (Wechsler, 1985: p. 210). En la noche del 8 de diciembre de 694 d.C., se inició un gran incendio, de forma presuntamente accidental, cuando unos criados manejaban un brasero del Tiantang 天堂, una construcción contigua al Mingtang, que destruyó por completo tanto este edificio como el Mingtang. Se cree que realmente el incendio lo originó Xue Huaiyi, su propio arquitecto, quien con la esperanza de que se le encargara la reconstrucción, lo provocó en un ataque de celos al creer que la emperatriz tenía un nuevo amante, el médico imperial Shen Nanqiu 沈 南璆. Lamentablemente, y frustrando sus esperanzas, Xue Huaiyi apareció muerto poco después, aparentemente por orden de Wu Zetian (JTS 183.4743; XTS 76.3483; ZZTJ 205.6499). Al día siguiente del incendio se decidió la reconstrucción del Mingtang, con la intención de que mantuviera la misma forma que el destruido, aunque surgieron críticas a los planes de reconstrucción por su elevado coste (Guisso, 1978: p. 138). Oficialmente no se dio la orden de reconstrucción hasta el 19 de abril de 695 d.C., coincidiendo con la finalización de las obras del Tianshu, como veremos más adelante, y concluyendo las obras de construcción del segundo Mingtang el 22 de abril de 696 d.C., aunque la escala del edificio fue menor que el primero y fue rebautizado como “Salón que comunica con el Cielo” Tongtianwu 通天屋 (ZZTJ 205.6505 Chen Jinhua, 2006: p. 118). Después de la subida al trono de Xuanzong 玄宗 (r. 712-756 d.C.) el edificio se volvería a rebautizar, devolviéndole el nombre de Palacio Qianyuan, al tiempo que tanto el tejado circular como el pilar central fueron remodelados para que tomara la apariencia de sala de audiencias (JTS 22.876; Puaypeng Ho, 1999: p. 107). 2.3. Descripción del Mingtang Para la descripción del edificio, dado que no ha llegado hasta nuestros días, debemos apoyarnos en las fuentes históricas. El edificio constaba de tres plantas (fig. 2). La base del edificio estaba rodeada por un desagüe de hierro fundido. La primera planta era cuadrangular y simbolizaba las cuatro estaciones, cada uno de sus lados estaba orientado a un punto cardinal y pintado con el color correspondiente a cada estación. Tenía ocho ventanas y cuatro puertas y se levantaba sobre una plataforma a la que se ascendía por una escalinata. El segundo piso era de planta circular y simbolizaba las doce divisiones horarias del día y sobre el tejado había nueve dragones. El tercer piso era de planta circular, simbolizaba los veinticuatro periodos solares en los que se dividía el año chino y su tejado estaba rematado por un fénix feng 鳳 de hierro dorado (JTS 22.862, 183.4742; ZZTJ 204.6447; Fitzgerald, 1955: p. 132; Forte, 1988: pp. 155-156; Puay-peng Ho, 1999: pp. 106-107). Se ha barajado la posibilidad que el motivo por el que el Mingtang hubiera estado rematado por la estatua de un fénix se encontrara en la influencia de un texto del siglo VI, el “Comentario sobre el 52
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA clásico de las Aguas” Shuijing zhu 水經注, en el que se dice que en la cima del monte Kunlun 崑崙山, donde vivía la diosa taoísta Xiwangmu 西王母, se levantaba un gran pilar de bronce rematado por un gran ave mirando hacia el sur (Rothschild, 2010: p. 36; Rothschild, 2015: p. 153), aunque es probable que también se tratara únicamente de una representación de un fénix como un símbolo de la emperatriz. A pesar de que en líneas generales las descripciones transmitidas coinciden, las medidas totales del edificio difieren entre las dadas por el JTS y ZZTJ con las del TZ. El edificio se asentaba sobre una plataforma que debió de alcanzar los 2,8 m de altura. Por un lado el ZZTJ da una altura de 294 chi15 尺 (86,4 m) y una longitud de 300 chi (88,2 m) de ancho por cada uno de sus lados (JTS 22.862, 183.4742; ZZTJ 204.6447). Por su parte el TZ da unas medidas de 294 chi de alto, 75 chi (22,0 m) de ancho (TZ 42.565; TD 44.254a11). El alma de la construcción era un gran pilar central de madera de 10 chi de circunferencia (29,4 m), que ascendía desde los cimientos hasta el tejado. Este pilar central era el apoyo principal del edificio, en el que las vigas de los laterales se apoyaban (ZZTJ 204.6447; Puay-peng Ho, 1999: p. 106), y que con posterioridad a la muerte de Wu Zetian, llegó a ser considerado un regalo de los dioses a la emperatriz.16 El edificio estaba decorado de forma extravagante y suntuosa, con profusión de oro, perlas, jade y madera labrada, abrumando los sentidos con su grandiosidad, y desvinculándose de la simplicidad del Mingtang de la antigüedad (ZZTJ 204. 6447; Wechsler, 1985: p. 210). Tanto en el primer Mingtang como en el segundo, el remate de la construcción consistió en una estatua de un “fénix” de acero sobredorado de 2 zhang 丈 de altura (5,88 m). Esta estatua fue derribada del segundo Mingtang por un fuerte viento, tras lo que sería remplazada por una gran “perla de fuego” huozhu 火珠 elevada por varios dragones (JTS 22.867; TD 44.254a11; ZZTJ 205.6505; Forte, 1988: pp. 155-158; Puay-peng Ho, 1999: p. 107). Esta perla era una representación budista de la perla del deseo ruyizhu 如意珠 o cintamani en sánscrito, símbolo de la verdad de Buda que brilla iluminando el mundo (Schafer, 1985: p. 239). 2.4. Datos arqueológicos Entre 1982 y 1986 se llevaron a cabo una serie de excavaciones en el recinto palacial de Luoyang en las que se descubrieron una serie de construcciones. A unos 190 metros al norte de la puerta Yingtian 應天, una de las puertas de entrada a la Ciudad Imperial, hay una plataforma de tierra apisonada de planta octogonal con un diámetro de 96 m de este a oeste. Inmediatamente superpuesta en la parte norte de esta construcción, hay otra plataforma
Durante la dinastía Tang 1 chi = ca. 29,4 cm, y 1 zhang 丈= a 10 chi (Sevillano-López, 2015: p. 332n) Se conserva en la cueva nº 9 de Dunhuang 敦煌 una pintura con una leyenda, en la que se indica que el dios del Monte Song 嵩山 regaló el pilar central del Mingtang a la emperatriz, lo que suponía un apoyo y legitimación de la divinidad asu reinado. Ahora bien, no se sabe hasta qué punto pudo ser esta una creencia generalizada desde la construcción del Mingtang o surgió más recientemente, en torno a comienzos del siglo X, cuando están datadas las pinturas de dicha cueva. Lo cierto es que la cueva nº 9 se atribuye a Zhang Chengfeng 張承奉, quien se enfrentaba por aquellas fechas en Dunhuang al poder ejercido en la región por la familia Li 李, por lo que parece que se trata de un intento de Zhang Chengfeng por crear un paralelismo entre su lucha contra la familia Li y la de Wu Zetian contra la familia imperial Li-Tang 李唐. A pesar de esto, no deja de llamar la atención que se indique que es el dios del Monte Song quien envía el presente a la emperatriz, dado la importancia que tuvo el Monte Song en la vida y política religiosa de Wu Zetian (Zhang Xiaoxing, 2011: pp. 41-42; Sevillano-López, 2015: pp. 341-342). 15 16
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ARQUEO UCA rectangular que ha sido identificada con el Mingtang (Yang Hongxun, 2001: p. 71; Puay-peng Ho, 1999: pp. 107-109). El Mingtang se encuentra ligeramente orientado al sureste, al igual que la ciudad de Luoyang durante la dinastía Tang. La plataforma de tierra apisonada tiene un espesor de 4,06 m. En el centro, se encuentra el foso para la gran columna central del Mingtang (fig. 3). La fosa tiene un diámetro en su parte superior de 9,80 m, estrechándose hasta que en su parte inferior es de aproximadamente 6,16 m. En el fondo de la fosa se encuentran cuatro grandes bloques de piedra “caliza azul” qingshi 青石 (también conocida como blue Stone) procedente de Shangdong 山東, que servían de base de la gran columna central. Cada una de estas losas mide 2,30 m x 2,40 m, y tiene un espesor aproximado de 1,50 m; en la parte central de tres de estas losas se observa un orificio circular, que se cree pudo servir para encajar y dar estabilidad al pilar central. Los cuatro bloques forman una basa, en la que hay grabadas dos líneas formando un circulo, el diámetro del anillo interior es de 3,87 m, y el exterior de 4,17 m. Alrededor del foso hay un muro irregular de ladrillo de planta octogonal, en parte destruido, con una altura que oscila entre 0,35 y 0,80 m. En la parte inferior de la fosa hay una acumulación de carbón, de un espesor de entre 0,08 y 0,06 m, que contiene restos de cal, clavos, cuñas y grapas de hierro, así como algunos restos de cerámica. De particular interés son algunos restos de hierro que se hallaron, pues han hecho pensar que se traten de “drenajes de hierro” de los que hablan los textos históricos (Yang Hongxun, 2001: p. 72). Las dimensiones de los restos no coinciden con las medidas dadas por las fuentes para el primer Mingtang, por lo que deben de tratarse de los del segundo (Puay-peng Ho, 1999: p. 109). Según estas dimensiones, se ha calculado que la base del edificio era de 88,20 m de ancho. En cada lateral del edificio habría una triple escalera de acceso a cada una de las cuatro puertas del edificio, formando un pórtico de 50,27 m. La altura se ha estimado en 86,46 m (Yang Hongxun, 2001: pp. 72 y 75). 3. Tianshu Comparativamente, el estudio del Tianshu (Pilar Celestial) ha sido menor que el del Mingtang, no sólo por no haber quedado ningún resto arqueológico y que fuera la construcción de Wu Zetian que menos perduró en el tiempo, sino también por la escasez de fuentes sobre el mismo. El Tianshu fue bastante polémico desde el mismo momento en el que se decidió su construcción, y llegó a ser considerada una excentricidad de Wu Zetian con un alto coste económico. Si bien la construcción de un pilar conmemorativo no era algo desconocido en China durante el siglo VII d.C., si lo fue su función como axis mundi y símbolo de la comunión y convivencia de las tres grandes civilizaciones orientales, i.e. china, india y persa. 3.1. Descripción y ubicación. Las fuentes describen el Tianshu como un pilar de bronce de planta octogonal (fig. 4), que según las fuentes, fue diseñado por una escultor extranjero llamado Mao Poluo 毛婆羅 (ZZTJ 205.6502). Esta construcción se alzaba sobre una base en forma de montaña de hierro con una circunferencia de 170 chi (39,27 m), en la que sujetando el pilar había unas estatuas de dragones de bronce y monstruos en piedra (XTS 76.3483) que representaban leones y el animal mítico qilin 麒麟 (ZZTJ 205.6502). En el fuste se inscribió por orden de Wu Zetian un texto conmemorativo: “Pilar Celestial de la miríada de países que exaltan los meritos de la Gran Dinastia Zhou” Da Zhou wangou songde Tianshu 大周萬國頌德天樞 (DTXY 8.18; 54
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA ZZTJ 205.6502; XTS 76.3483). El nombre y procedencia de todos aquellos que habían participado en la construcción, ya fueran chinos o extranjeros, fue grabado en el fuste (Forte, 1984: p. 171). El fuste del pilar estaba también decorado con unas “nubes” y rematado por una superficie descrita como una “bandeja” en la que cuatro dragones sostenían una “perla de fuego” (DTXY 8.18; ZZTJ 205.6502), que debía ser de bronce pulido ya que se decía de ella que “brilla igual que el Sol y la Luna”光侔日月(DTXY 8.117). La apariencia de los dragones sólo se menciona en XTS y ZZTJ que los describen uno como dragones jiao 蛟 sujetando una perla (XTS 76.3483), que era un tipo de dragón que ha sido descrito como de tipo femenino, identificado a veces con tiburones y cocodrilos, cuyas lágrimas producen las perlas que custodian celosamente (Schafer, 1980: pp. 27, 158-161); mientras que el ZZTJ los describe como “dragones con cuerpo de hombre” longren 龍人 (ZZTJ 205.6502), un tipo de dragón que ya aparecía mencionado en el Shanhai Jing 山海經, una antigua obra del siglo IV a.C. (SHJ IV.I.13). En conjunto, el capitel formado por la “bandeja”, dragones” y “perla de fuego” tenía 1 zhang (2,94 m) de altura, 3 zhang (8,82 m) de diámetro (DTXY 8.18; ZZTJ 205.6502; XTS 76.3483). Estudios recientes han planteado que para que el capitel pudiera tener estabilidad, las garras delanteras de cada uno de los dragones deberían haber sujetado la perla desde su parte inferior (Guo Shaolin, 2001: p. 72). Si bien, por lo que se ha señalado hasta ahora, las descripciones del Tianshu son bastante similares, en lo referente a la altura del mismo hay diferencias significativas entre las fuentes. Por un lado, el DTXY da unas medidas para el fuste del pilar de 90 chi (26,46 m) de alto, y 1 zhang y 2 chi (3’52 m) de diámetro (DTXY 8.117); por su parte el ZZTJ y XTS lo describen como un pilar de “105 chi (30,87 m) de alto, 22 chi (6,46 m) de diámetro, con 8 lados, cada uno de 5 chi (1’47 m)” (ZZTJ 205.6502; XTS 76.3483). El origen de la discrepancia de los datos podría deberse a que las dos descripciones fueron escritas tiempo después de la destrucción del Tianshu, el DTXY data del reinado de Xiangzong 憲宗 (r. 805-820 d.C.), el XTS concluyó su compilación en el año 1060 d.C., y el ZZTJ fue escrito en el 1084 d.C. Con todo esto, y teniendo en cuenta las divergencias en las fuentes, Guo Shaolin ha calculado que la altura total del Tianshu debió alcanzar los 147 chi (43,21 m) (Guo Shaolin, 2001: p. 72). Frente a estas discordancias, todas las fuentes coinciden al indicar que el Tianshu se ubicó frente a Duanmen 端門 (JTS 6.124; XTS 4.95; XTS 76.3483; ZZTJ 205.6502), la puerta principal de acceso a la Ciudad imperial (fig. 5). Esta puerta estaba ubicada al sur del recinto y frente a ella pasaba el río Luo, que atraviesa y divide la ciudad en dos mitades, norte y sur. En el tramo de río que estaba frente a Duanmen había dos islas fluviales, una al norte y otra al sur, que unidas por puentes conectan la Ciudad Imperial con la ciudad. Era en una de estas dos islas, posiblemente en la norte, donde podría haber estado ubicado el Tianshu (Shatzman Steinhardt, 1999: p. 99). 3.2. Fases de la construcción Si bien la construcción del Mingtang había sido una idea perseguida por Wu Zetian desde un primer momento, la idea original de la construcción del Tianshu se atribuye a Wu Sansi 武 三思 (649-707 d.C.), un sobrino de la Emperatriz, (Puay-peng Ho, 1999: p. 111). Hasta hace relativamente poco, se pensaba que el tiempo transcurrido desde que se ideó el Tianshu hasta su edificación definitiva había sido de poco más de seis meses, dado que según Sima Guang 司馬光 (1019-1086 d.C.), la construcción del Tianshu se inició el 2 de septiembre del año 694 d.C. (ZZTJ 205.6496) y concluyó el 19 de marzo del año 695 d.C. (XTS 4.95). Con la 55
ARQUEO UCA aparición de la estela funeraria del general de origen coreano Quan Xiancheng 泉獻誠 (651692 d.C.), esta concepción ha cambiado radicalmente. La estela de Quan Xiancheng, mandada hacer por el hijo de éste, relata como Quan fue acusado injustamente de traición y de conspirar contra el trono, por lo que fue condenado a muerte, aunque tras un decreto imperial se reconocería su inocencia en 701 d.C. (XTS 4.92; Forte, 1988: p. 234 ). La importancia del texto se encuentra realmente en que relata cómo el 6 de marzo de 691 d.C. Quan Xiancheng recibió la orden de servir como “leal comisionado para el Tianshu17” Tianshu zilai shi 天樞子來使. De esta manera el proyecto de la construcción comenzó inmediatamente después de la fundación de la dinastía Zhou el 16 de octubre de 690 d.C. (JTS 6.121; Forte, 1988: p. 235). El proyecto avanzó hasta el 3 de abril de 691 d.C., cuando Quan fue acusado de traición por el director de la policía secreta, Lai Junchen 來俊臣 (651-697 d.C.). La acusación presentaba la gran cantidad de bronce movilizado para la construcción del Tianshu como una prueba contra Quan, haciendo ver que éste tenía la intención de emplearlo para organizar y financiar una conspiración contra la Emperatriz Wu (Forte, 1988: p. 236). Con la ejecución del comisionado Quan, la construcción del Tianshu quedó completamente paralizada, hasta el 21 de septiembre de 694 d.C., cuando Yao Shou 姚璹 (632-705 d.C.) fue nombrado “Comisionado para supervisar las obras” Duzuo shi 督作使 (ZZTJ 205.6496; XTS 76.3483), quien llevó a cabo la terminación de la construcción el 19 de mayo de 695 d.C. (ZZTJ 205.6502; JTS 6.124; XTS 4.95). 3.3. Financiación y participación extranjera Como se ha señalado anteriormente, el Tianshu era un pilar de bronce con una basa de hierro en forma de montaña. Vistas las dimensiones de la construcción que proporcionan las fuentes, ya indicadas anteriormente, se hizo necesario el empleo de una gran cantidad de dichos metales. Así pues en “el tercer año de la era Changshou 長壽 (694 d.C.) [Wu] Zetian recaudó en China aproximadamente 50.000 jin 斤 (34000 kg) de bronce, aproximadamente 330.000 jin (224.400 kg) de hierro, 27.000 cuerdas de monedas18” 長壽三年,則天征天下銅五十 萬余斤 ,鐵三百三十余萬,錢二萬七千貫 (DTXY 8.117). Según parece, parte del metal se obtuvo de fundir aperos de labranza (ZZTJ 205.6496) Aunque no se indica la procedencia de esta gran cantidad de metal en DTXY, sabemos que Wu Sansi se encargó de recaudarlo, al menos una gran parte, entre la población extranjera en China. La forma en la que se llevó a cabo esta recaudación no termina de estar clara, dado que si bien el JTS indica claramente que “Wu Sansi intentó persuadir a todos los reyezuelos de la frontera informando y consultando al trono para hacer una gran recaudación por todo oriente [de China] de bronce y hierro” 武三思勸率諸蕃酋長奏請大征斂東都銅鐵 (JTS 6.124), Sima Guang indica que “Wu Sansi ordenó a los reyezuelos de los países extranjeros que fundieran bronce y hierro para hacer el Tianshu” 武三思帥四夷酋長請鑄銅鐵為天樞 (ZZTJ 205.6502). Ahora bien, la participación de extranjeros en la financiación de la construcción, parece haber sido más voluntaria que forzada, a pesar de la afirmación de Sima Guang. El motivo por el que se He preferido ofrecer esta traducción, menos literal que la ofrecida por Forte “Commissioner of the come-as-sons for the Axis of the Sky” (Forte, 1988: p. 234), aunque se pierde el sentido de zilai, que alude a la lealtad para con sus padres de los hijos que han de venir de éstos. 18 Las monedas chinas eran de forma circular con un orificio cuadrangular en su parte central, permitiendo ensartarlas por una cuerda. Cada cuerda tenía mil monedas de bronce con un peso de 6 jin (4,08 kg). 17
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA pueda hacer esta afirmación se debe a la aparición a finales del siglo XIX de una estela en Luoyang que data del 710 d.C., perteneciente a un persa llamado Aluohan 阿羅憾, una transcripción del nombre iranio Vahram (Forte, 1996: p. 190). Según esta estela, sabemos que Aluohan llegó a China reclamado por el emperador Gaozong, para quien desempeñó importantes labores, como una misión diplomática a Bizancio Fulin 拂菻. En la estela se indica que “la Sagrada Emperatriz Zetian convocó a los reyes extranjeros para construir el Tianshu” 則 天大聖皇后召諸蕃王建造天樞 (Saeki, 1928: p. 271), y Aluohan desempeñó la función de organizar la recaudación entre los iranios de su aportación a la financiación de la construcción, dado que debía de tratarse del máximo representante iranio en China, al estar posiblemente emparentado con la casa real sasánida (Forte, 1984: p. 188; Forte, 1996: p. 194). 3.4. Materiales y método de construcción Si bien se puede reconstruir a través de las fuentes históricas y epigráficas la financiación y las fases de construcción del Tianshu, no sabemos nada de la procedencia de los metales empleados, dado que no se mencionan en ningún momento las minas que los suministraron, limitándose a indicar que los materiales se recaudaron a lo largo de todo el imperio (DTXY 8.117). De la información dada por DTXY podemos deducir que las minas de todo el país debieron aportar los minerales, aunque como es lógico pensar, las minas más cercanas serían las que más debieron contribuir. Dado que las cecas monetarias se encontraban cerca de las zonas productoras de cobre, estas nos sirven para localizar las minas activas en el periodo, y una de las más importantes era la de Luoyang (Twitchett, 1963: p. 69), por lo que podemos suponer que la región circundante a la capital, con minas de cobre en la región sur de Shanxi 山西, debió hacer importantes aportaciones. Por su parte, hay minas importantes de estaño en la provincia cercana de Shaanxi 陝西. Diferente es el caso del hierro, del que las minas más importantes se encuentran en Anhui 安徽 y Hebei 河北, por lo que el mineral debió ser enviado a través del Gran Canal Da Yunhe 大運河. No hay que olvidar la relativamente baja producción minera en China durante la dinastía Tang, que será uno de los motivos por los que la construcción será calificada tras la muerte de la emperatriz como una extravagancia. La baja producción metalúrgica se puede apreciar en varios hechos, por un lado la prohibición de la exportación de cobre, y de hierro a los países extranjeros, a pesar de lo cual parece ser que grandes cantidades de estos metales se exportaron (TLSY artículo 87; Twitchett, 1963, p.71). Por otro lado, en el año 679 d.C. Gaozong suspendió las acuñaciones, propiciando que entre 679-683 d.C. se produjera una crisis financiera, lo que junto a la alta circulación de moneda falsa, hizo que Wu Zetian no tuviera más remedio que legalizar entre los años 701-704 d.C. la circulación las monedas falsas mejor hechas, retirando el resto (JTS 48, 2096; Twitchett, 1963: p. 75). No se deben olvidar otros hechos, como la necesidad de fundir aperos de labranza para emplear el metal en la construcción (ZZTJ 205.6496). En lo referente al método de construcción del Tianshu, y ante la falta de información en las fuentes y de estudios al respecto, únicamente cabe especular. Como ya se indicó anteriormente, pudo haber estado ubicado en una de las dos islas fluviales del río Luo frente a la puerta Duanmen. De ser así, puesto que estas islas debieron de estar formadas posiblemente por sedimentos fluviales y loes de la región de Luoyang, y dado que hoy día han desaparecido como consecuencia de las variaciones del cauce del río, esto imposibilita así localizar los cimientos del Tianshu, si es que no desaparecieron con su destrucción en 714 d.C. Muy posiblemente, al igual que en el caso del pilar central del Mingtang, la cimentación del Tianshu debió emplear algún tipo de bloque de piedra, que proporcionara estabilidad a la basa de la columna, i.e. la “montaña de hierro”. El pilar posiblemente obtendría estabilidad 57
ARQUEO UCA tanto de ésta y de las esculturas de animales mitológicos que había apoyados en la montaña y la columna. Como hemos visto, el pilar estaba construido en bronce, motivo por el que, tanto para ahorrar metal como para aligerar el peso de la construcción, pudiera haber sido hueco y contar con algún tipo de armazón interior entorno al que se habrían ensamblado las piezas de bronce que formarían la estructura. En el caso de que el fuste hubiera sido hecho de una sola pieza, ésta no debió ser maciza, sino hueca, y sus paredes, mucho más gruesas en la parte inferior, que irían aminorando su grosor a medida que se ascendía hacía la parte superior, haciendo posible que la parte más baja fuera capaz de soportar el peso del resto del fuste. 3.5. Destrucción del Tianshu El Tianshu es una de las construcciones de la Emperatriz Wu que menos perduró en el tiempo. Posiblemente una de las razones de esta destrucción tenga que ver con el hecho de que años después de su demolición, se recordara al Tianshu como una extravagancia (Forte, 1988: p. 241). Aunque es posible que esta percepción fuera únicamente planteada como justificación para su demolición. Lo cierto es que la destrucción del Tianshu se enmarca en dos procesos diferentes, pero íntimamente relacionados. Por un lado la restauración de la Dinastía Tang, que se realizó el 22 de febrero de 705 d.C., y la implantación de una oposición abierta a la política de Wu Zetian durante el reinado de su nieto Xuangzong (r. 712-756 d.C.). Por otro lado, la restauración del confucianismo frente al budismo imperante con Wu Zetian. El Tianshu fue demolido en un momento en el que el Gran Ministro de la Guerra Yao Chong 姚崇 (651721 d.C.) se hizo con el control de la escena política de la corte a partir del 714 d.C., cuando presentó un memorial antibudista (ZZTJ 211.6695). Esta política antibudista suponía un enfrentamiento en la corte entre los antiguos funcionarios que pervivían aun del reinado de Wu Zetian y los ascendidos con posterioridad a la restauración de los Tang. Estas dos corrientes políticas se diferenciaban básicamente en una postura budista-pacifista, y una política confuciana-beligerante. Para Yao Chong adoptar la política budista era una ruina, en un momento en el que China se veía amenazada por los problemas fronterizos con turcos y tibetanos (Forte, 1988: p. 244 y 245). De esta manera, el 8 de agosto de 713 d.C. se dio la orden de demolición del Tianshu y el empleo del metal del que estaba compuesto para fines militares (JTS 8.170). La ejecución de la orden se retrasó hasta que finalmente el Tianshu fue demolido el 15 de mayo de 714 d.C. (ZZTJ 211.6699; Forte, 1988: p. 245). El modo en el que se demolió no se especifica en las fuentes, únicamente hay una referencia en DTXY, donde se mencionan una serie de poemas populares en los que se dice que con “un hilo se derribó el Tianshu” 一條線挽天樞 (DTXY 8.117), este hilo bien podría haberse tratado de una soga que se hubiera empleado para derribar el pilar. 3.6. Axis Mundi Si bien hay en China antecedentes de construcciones similares, conocidos como wangzhu 望 柱, hechas tanto en madera como en piedra, estos aparecen asociados a tumbas imperiales, o de sus parientes, ubicándose en la entrada de la vía procesional de la tumba con el fin de ahuyentar a los malos espíritus (Eckfeld, 2005: p. 23; Song Hang, 2006: p. 10). Durante la dinastía Liang 梁 (502-557 d.C.) en Nanjing 南京 se erigió un pilar de piedra con una quimera bixie 辟邪 en su capitel, en la tumba de Xiao Xiu 蕭秀 (475-518 d.C.), hermano del 58
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA emperador Wudi 武帝 (r. 502-549 d.C.) (Barret, 2001, p. 30). La propia Emperatriz Wu erigió varios pilares de piedra similares, ambos de planta octogonal, dos rematados por una gran perla en el mausoleo Qianling 乾陵, la tumba de Gaozong y Wu Zetian; uno en la tumba de su hijo mayor Li Hong 李弘 (652-675 d.C.), que está rematado por una flor de loto; y uno en la tumba de su madre, la Sra. Yang 楊氏 (579-670 d.C.) (Eckfeld, 2005: pp.23, 36, 55-56). Por lo tanto, la originalidad del Tianshu no se debe a su forma, dado que ya existían antecedentes, sino más a su monumentalidad y su valor como Axis Mundi. El Tianshu no era un mero pilar decorativo ubicado frente a la puerta principal del palacio imperial. La concepción de una Columna o Pilar Cósmico se da en diferentes culturas, como es el caso de la India. Este pilar sirve de unión entre el cielo y la tierra y hunde su base en el infierno, sirviendo al mismo tiempo de camino hacia los dioses (Eliade, 1999: pp. 31-32). Así pues, el Tianshu era una representación simbólica, y como tal fue diseñada, de manera que toda persona que viviera o viajara a Luoyang desde cualquier región de Asia lo pudiera identificar sin problema. Por este motivo se ha interpretado como una síntesis de ideas universales pacifistas, pero bajo la preeminencia del budismo, dado que era entendida como una stupa (Forte, 1988: pp. 242-243; Barret, 2001: p. 30). Con el Tianshu Wu Zetian establece una vinculación con los Pilares del emperador indio Asoka (304-232 a. C.) y por derivación con el monte Sumeru, siendo empleado como una muestra del triunfo de la paz y la concordia (Forte, 1988: pp. 242-243). La Emperatriz Wu, aunque en calidad de Cakravartin, monarca protector del budismo, y dado que pensaba en la compatibilidad de las tres religiones chinas, no emprendió ninguna persecución contra las religiones extranjeras que se empiezan a asentar en China, sino que por el contrario las protege, como al nestorianismo o el mazdeísmo, (Forte, 1984: pp. 172-173; Barret, 2007: p. 65; Sevillano-López, 2015: p. 341). El apoyo de las comunidades extranjeras en China a una soberana budista, puede estar en relación con la oposición irania a la conquista musulmana de Persia, siendo un símbolo de una alianza entre China-Iran-India para frenar el avance árabe-musulmán, con el que en ese momento no se busca un enfrentamiento armado directo, como parece demostrar el rechazo del regalo de la embajada árabe de 696 d.C. (JTS 198.5315; ZZTJ 205.6505; Forte, 1984: p. 192 y 193). A pesar de esta evidente influencia budista, no hay que descartar la influencia de creencias taoístas vinculadas al culto a la diosa Xiwangmu, dado que como se vio anteriormente, existía la creencia de que en el Monte Kunlun, donde residía la diosa, existió un gran pilar de bronce (Rosthschild, 2010: p.36). Dadas estas características, este pilar sagrado sólo podía ubicarse en el centro mismo del universo, ya que la totalidad del mundo habitable se extendería a su alrededor (Eliade, 1999: p. 32), lo que parece quedar confirmado por el hecho de que la planta del pilar fuera octogonal, puesto que ocho son los puntos cardinales y sus bisectrices, dando a entender que desde el fuste del pilar, equivalente al punto central, irradian todas las direcciones (Shi Anchang, 1984: p. 90; Yi Qing, 2008: pp. 37-38). Una imagen recurrente para representar esta unión de cielo y tierra como centro del universo son las montañas sagradas, tales como el monte Sumeru en India, motivo por el que la basa del pilar se construyó en forma de montaña. Estos montes sagrados son axis mundi, siendo tanto el centro como su lugar más elevado (Eliade, 1999: p. 33), siendo un centro de culto importante, como lo fueron para la Emperatriz Wu los Montes Song y Tai 泰山 donde celebró los importantes sacrificios fengshan 封禪 (Sevillano-López, 2015: 334-337 y 338-341; Rothschild, 2015: pp. 159-160). Esta misma concepción de la montaña sagrada es aplicada a las ciudades santas y los santuarios, que se sitúan en el centro del universo, como Luoyang, A la que Wu Zetian 59
ARQUEO UCA concedió el título de Capital Sagrada Shengdu 聖都 y centro del imperio el 23 de agosto de 691 d.C. (ZZTJ 204.6473; ZZTJ 203.6421; Eliade, 1999: p. 34; Forte, 1988: p. 227). Esta concepción del Tianshu como Axis mundi, vine también dada por su propio nombre, dado que Tianshu o Xuanshu 玄樞 es también el nombre de la estrella Alfa Ursae Maioris o Dubhe, un astro ya descrito desde antiguo en China como un punto de referencia astronómico clave (JS 11.290). Pero al mismo tiempo, esta estrella es empleada como metáfora política, pues es una de las estrellas apuntadoras de la Estrella Polar, junto con Beta Ursae Maioris o Merik, y se atribuye a Confucio haber dicho que "Para gobernar con virtud se debe ser como la Estrella del Norte, que se mantiene en su posición, mientras que la miríada de estrellas giran a su alrededor"為政以德, 譬如北辰, 居其所, 而眾星共之 (LY 2.1.2; Guo Shaolin, 2001: p. 73). 4. Conclusiones. Debido a la necesidad de legitimar su ascenso al trono, Wu Zetian se vio en la necesidad de crear toda una estructura ideológica en la que retomando las antiguas creencias religiosas existentes les concedió un nuevo significado acorde a sus necesidades, manteniendo al mismo tiempo la apariencia de una continuidad con las tradiciones heredadas de la remota antigüedad. En este proceso de readaptación de la tradición, tanto la Emperatriz Wu como sus más estrechos colaboradores planificaron la creación de símbolos materiales de esta nueva reinterpretación de las creencias religiosas, entre las que las construcciones arquitectónicas jugaron un importante papel y entre las que nos hemos centrado únicamente en dos de ellas. En concreto, el Mingtang fue una construcción largamente perseguida por la emperatriz que no pudo llegar a realizarse hasta que ella alcanzó el control pleno e indiscutible del poder imperial. Si bien fue una edificación cultual presente desde una remota antigüedad en la tradición religiosa china, debido a su marcado carácter político, Wu Zetian le incorporó innovaciones acordes a sus creencias, de manera que aunaba valores budistas y taoístas ajenos a la tradición religiosa del Mingtang. Aunque la construcción se perdió definitivamente tiempo después de la muerte de la emperatriz, los datos que facilitan las fuentes sobre él han podido ser confirmados en gran parte por los restos arqueológicos que se han conservado, aportando además información hasta ahora desconocida como lo relativo a la cimentación de la estructura. Por su parte, el Tianshu, aunque no fuera una idea original de la emperatriz, sí aunó en su estructura elementos de su planteamiento ideológico, como la armonización de diferentes creencias religiosas y pueblos, aunque haya sido tachado de excentricidad. Lamentablemente, la falta de información arqueológica y los datos contradictorios de las fuentes, sólo nos permiten hacernos una idea aproximada de cómo debió de ser esta construcción. Por lo tanto, el Mingtang y el Tianshu, son el resultado de la suma de una serie creencias procedentes de distintas religiones. Esta amalgama de creencias religiosas confucianas, budistas y taoístas, son una muestra de la compatibilidad y coexistencia de las mismas en un escenario libre de conflictos entre ellas, tal y como eran entendidas por la propia emperatriz, que lamentablemente no pudo sobrevivir mucho tiempo después de la muerte de Wu Zetian.
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NÁUCRATIS Y SUS REDES COMERCIALES Diego Chapinal Heras Licenciado en Historia (UCM); Máster Interuniversitario en Historia y Ciencias de la Antigüedad (UAM-UCM); Doctorando en Estudios del Mundo Antiguo (UCM) chapinalheras@gmail.com
Resumen: Náucratis, el único emporion griego situado en Egipto, tuvo un papel muy importante en el comercio entre esta región y la Hélade. Pero estos intercambios no se limitaron a unir dichas regiones, sino que abarcaron una compleja y amplia red que llegó a todos los puntos del Mar Mediterráneo.
Abstract: The unique Hellenic emporion in Egypt was Naukratis, which had a relevant role with respect to the commercial links between both regions. Nevertheless, this exchanges covered a wider and more complex network over the entire Mediterranean Sea.
Palabras clave: Náucratis, comercio, emporion, Grecia, Egipto, Amasis
Keywords: Naukratis, commerce, emporion, Greece, Egypt, Amasis
Índice: 1. Introducción, 2. El comercio de Náucratis, 3. Las redes comerciales, 4. Conclusiones
Introducción Hélade y Egipto
En 1890, el egiptólogo británico William Flinders Petrie publicaba un artículo en el que analizaba los contactos entre Egipto y las tierras del Egeo, basándose sobre todo en el registro material. Remontó los contactos entre ambos pueblos a la época micénica, y aun retrocedió más en el tiempo, teorizando sobre una posible invasión “griega” en Egipto, que habría tenido como resultado la XVI Dinastía, de faraones helénicos (PETRIE, 1890: pp. 276-7).
Hoy en día esta última hipótesis ha sido olvidada, pero que los egipcios contactaran con poblaciones egeas en el tercer milenio a.C. se ha confirmado con creces, al menos ya desde tiempos de la cultura minoica, en torno al 2400 (GARCÍA IGLESIAS, 2000: p. 40; BERMEJO, 1988: p. 15). El término egipcio Kf.tiw (Keftiu), está aceptado actualmente para “Creta” y “cretenses/minoicos” (PHILLIPS, 2010: p. 822). Se ha constatado asimismo la intensa actividad mantenida en el periodo micénico, siendo uno de los principales productos el aceite. Así lo confirma John Boardman (1964: p. 123), quien incide en el hecho de que el carácter de los contactos en este momento fueron 69
ARQUEO UCA bastante distintos de los que habría con la posterior civilización griega. Aún no se puede hablar de una comunidad griega estable en Egipto, si bien es seguro que algunos micénicos residieron allí temporalmente.
Si atendemos a la figura 1, no cabe duda de que Creta hizo de puente entre Egipto y la Grecia continental. Esta isla, y sobre todo Chipre, fueron dos enclaves esenciales en la consolidación de las redes comerciales existentes en el Mediterráneo Oriental.
Tras el ocaso de esta cultura, las relaciones entre ambas regiones llegan a su cese casi total y, salvo excepciones puntuales, no se reactivan hasta el siglo VII. Creta y Samos serán las primeras, algo lógico por su situación geográfica, en especial la primera de las islas; allí se han hallado bronces egipcios (DANERI, 2001: p. 135). En las fuentes, el episodio narrado por Heródoto (IV.152) de Coleo de Samos se inserta en estas redes comerciales.
En este contexto se puede comprobar que el papel de Náucratis es fundamental. Fundada avanzada la mitad del siglo VII19, habría de convertirse en uno de los centros comerciales más importantes de Egipto, extendiéndose los productos allí elaborados a lo largo de prácticamente todo el Mediterráneo.
En líneas generales, griegos y egipcios mantuvieron contactos durante los siglos siguientes, como se comprobará más adelante. La llegada de los persas no modificó en exceso la importancia de Náucratis, pero esto sí ocurrió cuando Alejandro Magno tomó Egipto y la ciudad fue eclipsada por la fundación de Alejandría; estaba a demasiada distancia del mar como para poder competir con uno de los puertos más importantes de la Antigüedad. Pese a todo, durante el período romano todavía había allí fábricas florecientes (BOARDMAN, 1964: pp. 143-4).
El emporion de Náucratis El faraón Psamético II fallecía en el 598 y su sucesor, su hijo Khaaibre Apries, tuvo que afrontar inmediatamente una serie de conflictos en Oriente Próximo contra el rey babilonio Nabucodonosor II, en torno a la región de Fenicia. Egipto es derrotado, y este momento de debilidad es aprovechado por la guarnición de Elefantina, que se rebela. El conflicto deriva en una guerra civil entre las fuerzas nacionales y los mercenarios griegos y carios que habían sido reclutados; se enfrentan Amasis, proclamado soberano por las tropas, frente a Apries. Venció el primero, pero no podía mantenerse al margen de los problemas de los griegos, tanto dentro como fuera del país, así que optó por una decisión inteligente: concentrarlos a todos en una misma ciudad, Náucratis, al sureste de la futura Alejandría (GRIMAL, 1996: pp. 393-4). Fue una decisión lógica; por un lado, entre las tropas egipcias se mantuvo una cifra elevada de mercenarios griegos, que estaban acantonados en su mayoría en la frontera oriental, la más conflictiva. La demanda de éstos, además de la clase alta egipcia, de productos de la Hélade, hacía necesario establecer un centro para facilitar las relaciones comerciales. Además, la plata era un producto muy solicitado.
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630-20, quizá veinte años antes incluso (BOARDMAN, 1964: p. 132).
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Pero este emplazamiento ya existía desde hacía algunas décadas, como atestigua la arqueología; no se trata de una fundación ex novo griega. En torno a la fecha exacta de su fundación el debate está aún abierto, remontándose algunos autores a tiempos de Psatmético I (664-610 a.C.). Sea como fuere, no hay duda de que antes de asentar Amasis a los mercenarios griegos Náucratis ya existía, y probablemente aquí hubiera una factoría de escarabeos (JAMES, 2003: pp. 235-258). De hecho, las excavaciones demostraron que había “dos ciudades” en Náucratis, una griega y otra egipcia, separadas por una línea imaginaria, pues no hay restos de muralla. Precisamente en esta zona de transición entre ambos sectores es donde se encontraba la factoría de escarabeos que, junto con el templo de Afrodita, son los edificios más antiguos encontrados. No hay pruebas arqueológicas que hagan remontar a una época anterior el asentamiento egipcio, debido fundamentalmente a que los niveles antiguos se encontraban bajo la capa freática (SEVILLA, 1992: pp. 181-8).
Actualmente pocos ponen en duda la afirmación de que Náucratis era un emporion. Möller (2000: p. 183), incide en que Heródoto evita usar el término “fundación”, ya que eso corresponde a las apoikiai. No hubo una metrópolis que organizara una expedición para levantar un nuevo centro. Por este motivo, debemos hablar de “asentamiento”. Otro argumento esgrimido por la investigadora alemana es su relación con Mileto. Algunas fuentes postclásicas (principalmente Str., VII.1.18) se refieren a Náucratis como una fundación milesia, lo cual es totalmente contradictorio con la versión herodotea y el registro material del yacimiento. Es, por lo tanto, una hipótesis errónea.
El escritor de Halicarnaso habla del asentamiento griego como una polis, si bien a la hora de definir su estatus utiliza el término emporion20. En los comienzos de la época Helenística, su carácter se asimila ya a las formas clásicas griegas, pudiéndose referir a ella como una polis (DANERI, 2001: p. 143).
Sobre las razones que pudieran llevar al estado egipcio a dar tanta importancia a Náucratis, Alicia Daneri (2001: p. 143) opina que seguramente se debió a un momento de crisis interna en Asia Menor, causada por la caída del reino de Frigia y el ascenso de Lidia. Era necesario regular este comercio por medio de un centro que comerciara de forma directa con el conjunto del ámbito helénico.
El emplazamiento de Náucratis facilitó que éste se convirtiera en un gran puerto comercial. Está situado en la zona oeste del Delta del Nilo, a 83 kilómetros de Alejandría, cerca del pueblo de Kom Ge-if (MÖLLER, 2000: p. 89). Para acceder a él por la vía fluvial, había que recorrer la rama Canópica, la más occidental del Delta. Antes se ha explicado que los mercenarios griegos se concentraban en la frontera oriental. No es casualidad que Náucratis estuviera situada en el extremo opuesto, ya que de este modo el estado egipcio se aseguraba ser el intermediario.
El yacimiento fue hallado en 1884 por Petrie, quien dirigió su excavación en la primera campaña, siguiendo unos métodos avanzados para su época aunque cometiendo un gran número de errores a ojos de la Arqueología actual. La rapidez con la que se vio obligado a trabajar fue motivada por la 20
II.2.179. En la edición de Gredos, Carlos Schrader lo traduce al castellano: “puerto comercial”.
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ARQUEO UCA práctica de los habitantes locales, sebakhin, de excavar en la zona para obtener tierra fértil para sus cultivos (VILLING y SCHLOTZHAUER, 2006: p. 3).
Durante los siguientes años se continuó excavando en el yacimiento, hasta 1905. Para entonces, diversas estructuras habían sido liberadas de la tierra que las había ocultado durante tantos siglos, entre las cuales se pueden destacar el temenos de Apolo, el Gran Temenos y el Hellenion. Desgraciadamente, llegaron a la capa freática sin poder haber alcanzado los niveles más antiguos; el agua cubrió gran parte del yacimiento rápidamente. Dos décadas después, en 1921, E. Marion Smith visitó el lugar, y lo que describió fueron los enormes daños que había sufrido; la acción de los sebakhin y la emergencia del agua del subsuelo había resultado catastrófica (MÖLLER, 2000: pp. 923).
Dentro del “Naukratis Project”, en 1977 y 1978 William D. E. Coulson y Albert Leonard (1979: 151-168) llevaron a cabo una expedición para averiguar el estado del sitio, concluyendo que se debía volver a trabajar en el lugar (fig. 2). De este modo, al año siguiente comenzó este acontecimiento tan esperado, que tan sólo duró hasta 1983.
Desde entonces, Náucratis no ha vuelto a ser excavada, y las aguas siguen cubriendo gran parte del yacimiento. La investigación actualmente se centra en el estudio de los materiales obtenidos durante todas las campañas desarrolladas allí. El principal problema es que todos los hallazgos están repartidos en cuarenta museos y colecciones por todo el planeta, lo cual dificulta notablemente la tarea (VILLING y SCHLOTZHAUER, 2006: p. 3).
Náucratis no fue el único puerto de comercio de Egipto; a lo largo y ancho del Delta se asentaban importantes ciudades a las que llegaban productos de diferentes regiones extranjeras (fig. 3). La ciudad de Mendes fue una de las principales, ya desde el período Predinástico. Pese a la ausencia de documentos escritos sobre su actividad económica y sobre sus contactos con el exterior, el registro material muestra un fragmento de jarra micénica con asa de estribo, varios fragmentos de cuencos y jarras chipriotas decorados del período geométrico, del estilo White painted III (850-750 a.C.), indicadores evidentes de intercambios tempranos con la Hélade. Asimismo, no faltan restos de diferentes productos traídos de la costa fenicia y el área palestina. En fechas posteriores, siglos VIIII, hay abundante evidencia de cerámica griega del Asia Menor y las islas egeas: particularmente frecuentes son las ánforas de Samos y de Quios, así como de Thasos, Cos, Lesbos, Cnido y Rodas (DANIERI, 2001: pp. 127-9).
Conviene precisar que se ha confirmado que Náucratis no tuvo el monopolio comercial, pues en la misma región se encontraba la ciudad de Hône (Heraclion-Thonis), localizada concretamente en la entrada de la boca Canópica, y que parece haber sido otro centro importante en el que se impondrían determinadas tasas a los productos (VILLING y SCHLOTZHAUER, 2006: p. 5). En relación con este hecho, es de gran relevancia Heródoto, que puso por escrito hacia la década de los cuarenta del siglo V a.C. lo siguiente:
Náucratis, por cierto, era antiguamente el único puerto comercial de Egipto; no había ningún otro. Y si alguien arribaba a otra boca cualquier del Nilo, debía jurar que no había llegado intencionadamente y, tras el 72
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA juramento, zarpar con su nave rumbo a la boca Canópica; o bien (en caso de que, por la existencia de vientos contrarios, no pudiera hacerse a la vela), tenía que transportar su cargamento en baris, atravesando el Delta, hasta llegar a Náucratis. Tal era, en suma, la prerrogativa de Náucratis. II.179
Parece ser que Amasis, último faraón de la época saíta, decretó que Pi-emroye, Náucratis, tuviera el monopolio comercial del Estado. Poco después los persas conquistaron Egipto, en el 525. Es poco probable que se cortaran las conexiones comerciales preexistentes, pero el nuevo gobierno modificó las disposiciones concernientes a la situación de este puerto. Según se infiere de lo dicho por Heródoto, en su época ya no estaba vigente la obligación de que los barcos del Mediterráneo que transportaran productos griegos sólo pudieran entrar por la rama Canópica (DANERI, 2001: p. 145).
Sin embargo, a comienzos del siguiente siglo, durante la última época de gobierno indígena, concretamente en el reinado de Nectánebo I (378-361), la ordenanza de la Estela de Naucratis volvió a regular la entrada de las importaciones griegas por la rama Canópica21:
Que sea entregado el diezmo del oro, la plata, de la madera, de la madera trabajada, de todo lo que sale del mar de los griegos, de todos los [bienes] que son computados para el dominio real en la ciudad llamada Henwe (Hnt) y el diezmo del oro, la plata y de todas las cosas que son producidas en Pi-emroye (Pr Mryt), llamada <Nau>cratis sobre la ribera del Anu (la rama Canópica) y que son computados para el dominio del Rey, para ser una ofrenda divina para mi madre Neith, para siempre y en adición a lo que había antes. Y serán transformados en una porción de un buey, un ganso gordo y cinco medidas de vino como una ofrenda perpetua, para ser entregada al tesoro de mi madre Neith…
Esta famosa estela, hallada en Náucratis en 1890, se data en el primer año de gobierno de este faraón, fundador de la Dinastía XXX, y es la única fuente autóctona que nos habla de la economía de este emporio. Recientemente, se ha hallado otra estela, precisamente en Heraclion-Tonis, prácticamente idéntica (figs. 4 y 5). Sin duda no es casualidad que se haya descubierto allí ya que, recordemos, este centro se encontraba en la entrada de la boca Canópica, por la cual se accedía a Náucratis. El yacimiento hoy en día se encuentra a 6500 m de la orilla de la península, pero ha sido excavado de forma ejemplar mediante innovadoras técnicas de arqueología submarina (FABRE, 2006: pp. 228-247). Gracias a ello, se ha podido recuperar del olvido esta estela, en perfecto estado de conservación. La única diferencia que presenta con respecto a su homóloga de Náucratis es el lugar en que ambas fueron erigidas: mientras que ésta indica que se había colocado en Nokratj, en la ribera del canal de Anu, la otra estaba “en la villa cuyo nombre es Hône [Heraclion-Tonis] de Sais”. En lo demás, son exactamente idénticas. Como explica Fabre (2006: pp. 244-6), “están hechas del mismo material [granito negro], tienen las mismas dimensiones, exhiben idéntica calidad en su ejecución e incluso poseen las dos imágenes, exactas hasta los más mínimos detalles. Y también cada una contiene catorce columnas verticales de texto”.
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Versión en inglés: M. Lichteim; “The Naucratis Stela once again”, en Studies in Honour of G.H. Hughes, 1976, pp. 139-46. En el presente trabajo, se ha utilizado la traducción al castellano de A. Daneri (2001: pp. 142-3).
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ARQUEO UCA El comercio de Náucratis En términos generales, el comercio principal de Egipto era la zona del Mediterráneo oriental. Dejando a un lado las rutas terrestres, que serán mencionadas brevemente más adelante, la temática del presente trabajo nos lleva a interesarnos más por el recorrido realizado por las naves de comerciantes que pasaban por Náucratis. Recordemos que, por la estela allí encontrada y su hermana de Heraclion-Tonis, sabemos que a este emporion llegaban los mercaderes griegos. Sin embargo, el recorrido no solía ser únicamente Hélade-Egipto, sino que existía un circuito más amplio (fig. 6). Tomando como punto de inicio la costa norafricana de Libia, los barcos que allí realizaban sus transacciones se dirigían a Creta, para después continuar hacia el Delta de Egipto. Seguidamente, se alcanzaban las costas de Palestina y Siria, la isla de Chipre, Asia Menor y por último, la zona del Egeo (CRESPO, 2001: p. 107). Este era el recorrido más usual para aquellos comerciantes que buscaban intercambiar productos de diferentes lugares. Otros seguían una ruta diferente, como por ejemplo haciendo escala en Chipre para, desde ahí, dirigirse directamente a Egipto. No obstante, se hace necesario precisar que el circuito no sería siempre circular, sino que en muchas ocasiones el trayecto sería directo, sin hacer escala en algunos de estos enclaves.
Por otro lado, el caso de Náucratis hay que analizarlo dentro del marco del Estado egipcio, que era el principal cliente de los fenicios en el Próximo Oriente, y por consiguiente el motor económico de la colonización fenicia en el Mediterráneo (PADRÓ, 2006: p. 30). El elemento fenicio debe ser tenido muy en cuenta, especialmente, como veremos, a la hora de analizar el Mediterráneo Central y Oriental. En la época Saíta, unas décadas antes de que Náucratis se consolidara como emporion, se produjo la mayor expansión fenicia por el Mediterráneo, apoyados por los egipcios. Pero a partir de finales del siglo VII la presión asiria sobre la costa levantina aumentó considerablemente, culminando con la caída de Jerusalén en 586 y de Tiro en 573, a pesar de la ayuda prestada por el faraón Apries a ambas ciudades (PADRÓ, 2006: p. 32). El creciente comercio griego fue un sustituto perfecto, además de la isla de Chipre, que permitió mantener la conexión ultramarina con Oriente. Más adelante, la conquista de Egipto por parte del Imperio Persa también supuso una alteración en estas redes comerciales, pero este trabajo se limita a la época anterior.
Importaciones En el Bronce Reciente, Egipto importaba ámbar de la Hélade (GARCÍA IGLESIAS, 2000: p. 137), pero lo más valioso de cuanto exportaban los griegos al pueblo del Nilo era la plata. Resulta interesante comprobar, como nos explica John Boardman (1964: pp. 140-1), que los helenos la llevaban en forma de monedas. Como Egipto carecía de moneda propia y le interesaba el metal precioso en cuanto tal, se han hallado un número considerable de tesoros de plata en este país, incluyendo tanto monedas como simples piezas de metal sin acuñar. Otro metal de peso en estos intercambios era el bronce, inicialmente llevado a Egipto sobre todo por los fenicios, pero a raíz de la conquista de Tiro será también distribuido por los griegos (PADRÓ, 1984: pp. 163-4). El oro, el lapislázuli, piedras preciosas y obsidiana llegaba a tierras egipcias vía Creta (BERMEJO, 1988: p. 15).
Pero no todo eran productos de lujo, sino que fueron esenciales algunos de primera necesidad, como vino y aceites (DANERI, 2001: p. 143; GRAS, 1985: pp. 260-5).
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA Estas líneas se han escrito generalizando el comercio entre griegos y egipcios, es necesario especificar el caso de Náucratis. Resulta bastante difícil saber cómo se organizaba el comercio a través de este centro. De primeras, contamos con un registro material problemático pues, como se ha visto, el yacimiento se encuentra inundado, y las excavaciones se centraron en los santuarios, no en los almacenes. Algunos han supuesto que cada ciudad con intereses allí no sólo tendría su propio templo, sino su propio barrio comercial (BOARDMAN, 1964: p. 141). A esto hay que sumarle que Náucratis era el lugar de recepción de unos productos griegos que, al poco de llegar a tierras egipcias, se distribuían por otros centros localizados a lo largo del Nilo, así como se utilizaban para comerciar con otros pueblos. Pero si tenemos en cuenta precisamente este dato, es más que probable que se importaran los mismos productos que en el milenio anterior.
Exportaciones El principal interés de los comerciantes griegos en Egipto, atestiguado por fuentes literarias, era el grano, pero desde el siglo V a.C. y no antes (MÖLLER, 2000: p. 211). Un amplio análisis del aspecto del grano nos lo ofrece Roebuck (1950: pp. 236-47), quien nos explica que dada la geografía de la mayor parte de lo que hoy entendemos como Grecia, no era posible llevar a cabo este cultivo de manera intensiva. Ciudades como Quíos, por ejemplo, se especializaron en la viticultura y la producción de oliva, haciéndose dependiente del grano traído desde el exterior.
Lino y papiro son también buscados en esta región (DANERI, 2001: p. 143; BOARDMAN, 1964: p. 139), además de minerales, marfil, ébano, resinas para la preparación de perfumes y recipientes de alabastro, entre otros (MÖLLER, 2000: p. 211).
Las redes comerciales El Egeo No hay duda de que el documento más importante relativo al comercio entre Náucratis y las poblaciones desperdigadas por el Egeo es el que nos ofrece, una vez más, Heródoto:
Y como amigo de los griegos que era, Amasis, entre otras muestras de cordialidad que dispensó a algunos de ellos, concedió, a quienes acudían a Egipto, la ciudad de Náucratis para que se establecieran en ella; y a quienes no querían residir allí, pero llegaban navegando a su país, les dio unos terrenos para que en ellos levantaran altares y recintos sagrados a sus dioses. Pues bien, el mayor de esos recintos (que, al tiempo, es el más renombrado y frecuentado y que se llama Helenio) lo fundaron en común las siguientes ciudades: Quíos, Teos, Focea y Clazómenas, entre las jonias; Rodas, Cnido, Halicarnaso y Fasélide, entre las dorias, y solamente Mitilene, entre las eolias. A esas ciudades pertenece ese sagrado recinto y son ellas las que proporcionan los intendentes del mercado; en cambio, todas las demás ciudades que se lo atribuyen, lo hacen sin tener derecho alguno. Aparte de este santuario, los eginetas han erigido por su propia cuenta un recinto consagrado a Zeus; los samios, otro a Hera, y los milesios, otro a Apolo. II.178
Autores como Hasebroek (1933: p. 62 ss.) opinaban que la cerámica griega, hallada fundamentalmente en Náucratis pero también en otros centros egipcios, había sido utilizada
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ARQUEO UCA únicamente por los helenos, en sus propios santuarios, ya que es allí donde se han hallado la mayor parte. Hoy en día se sabe que esto no es cierto.
Hay una gran cantidad de publicaciones que se centran en el estudio de las diferentes cerámicas griegas halladas en las excavaciones de este yacimiento22. Una versión resumida de todo este registro material, aunque de hace más de medio siglo, la tenemos en Los griegos en ultramar (BOARDMAN, 1964: pp. 133-6). En ella, se distinguen nueve grupos, y cuyas dataciones más antiguas varían entre los siglos VII y V. Los seis primeros corresponden a centros mencionados por Heródoto en el fragmento arriba expuesto, mientras que los tres restantes son conjuntos procedentes de otras póleis.
-Grupo 1 Buena parte de las piezas, nos explica el investigador inglés, incluyendo aquéllas fechables a finales del siglo VII, son rodias de origen o de tipo rodio. Fueron las empleadas por Quíos, Samos, Clazómenas y Lesbos (BOARDMAN, 1964: p. 133).
-Grupo 2 También de Quíos es característica la cerámica con un fino engobe blanco en los vasos y con un estilo peculiar de dibujo. Resulta interesante constatar que hay vasos quiotas de Náucratis que ni siquiera han aparecido en esta isla; según Boardman (1964: p. 134), se trata exclusivamente de objetos votivos que podrían haberse hecho con bastante facilidad para el rico mercado local. En la excavación apareció tanta cerámica de este tipo que durante un tiempo se la llamó “naucratita”, hasta que Kourouniotis excavó Quíos y se dio cuenta de las similitudes (WILLIAMS, 2006: p. 127).
Merecen ser mencionados, por su forma poco usual, dos vasos con forma de falo, uno de los cuales se conserva relativamente bien (fig. 7). Por otro lado, también es bastante famoso el Cuenco de Afrodita (fig. 8), que quizá se utilizara con fines rituales, o tal vez como un vaso ceremonial con el que se limpiarían los dedos en el symposium (WILLIAMS, 2006: p. 128).
-Grupo 3 Un tercer grupo lo conforma la cerámica samia, posible procedencia de un pequeño grupo de copas de figuras negras, excepcionalmente finas. Cabe la posibilidad de que fueran elaboradas en la misma Náucratis, pero podrían igualmente proceder de un taller samio (BOARDMAN, 1964: p. 135).
-Grupo 4 Samos ha sido también considerada por algunos como el lugar de procedencia de los vasos de Fikelura; son de gran tamaño, ánforas e hidrias, y están decorados en un estilo que se acerca al rodio 22
Dos obras que han de servir de referencia al investigador son las de Möller (2000) y la editada por A. Villing y Udo Schlotzhauer (2006). En ambas se encuentra la mayor parte de la bibliografía que trata este tema.
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA y a la escuela samia de figuras negras. Además de en Náucratis, en Egipto también se ha hallado en Tell Defenneh. En cuanto a la datación de las encontradas en el emporion, ninguna de las piezas parece ser posterior al 525 (MÖLLER, 2000: pp. 130-1).
-Grupo 5 De Clazómenas, y también posiblemente de Focea y Teos, son otros vasos elaborados según un modelo de figuras negras, diferente del anterior. Schlotzhauer y Villing (2006: p. 56) se refieren a varias piezas de estos pueblos jonios, mostrando las diversas tipologías que comprende el denominado Grupo B (Bird Bowl Workshops), que van desde el estilo Wild Goat al de figuras negras, incluyendo algunos platos de figuras negras de alta calidad, así como la famosa ánfora de Apries. Esta última pieza (fig. 9) es de un gran interés, porque incluye en el cuello cuatro cartuchos en los que se puede leer, en jeroglífico egipcio, el nombre de trono y el nombre de nacimiento del faraón Apries; además, a lápiz también está escrito “Tebas”. La decoración consiste en un dinos, sobre un estante, un pájaro posado sobre una columna jónica y dos pugilatos. En la otra cara, una planta y, aunque en la imagen es difícil verlas, dos mujeres levantadas. Por desgracia, el ánfora nos ha llegado muy fragmentada, y no se conserva nada de la base. Su datación es complicada; estilísticamente se fecharía entre el 550 y el 540, o incluso una década más tarde, así que parece poco probable que fuera elaborado antes de la deposición de Apries (589-570) por Amasis. Se ha propuesto que el fabricante procedería de Jonia, posiblemente de Clazómenas a juzgar por varias cerámicas allí halladas y que presentan el mismo estilo, y las exportaría a Egipto para vendérselas a la élite, quizás sin saber que Apries ya había fallecido (BAILEY, 2006: pp. 155-7).
-Grupo 6 Los vasos más típicos de Eolia, y en especial de Lesbos, son los buccheros lisos de color gris pálido. Náucratis fue, junto con Rodas, donde se encontraron los primeros ejemplos de cerámica eolia arcaica (KERSCHNER, 2006: p. 109), gran parte de los cuales están hoy en día en el British Museum. Cabe destacar el grupo de Dinos de Londres, un conjunto que ha aparecido en diferentes yacimientos de todo el Mediterráneo. En el caso de Náucratis, son ocho las piezas que se conservan, aunque sólo una de ella está completa (fig. 10).
-Grupo 7 Vasos espartanos, finos y de nuevo de figuras negras. Por lo general son copas, y la cantidad es bastante reducida. El comienzo de su presencia en Náucratis coincide con el auge expansivo de esta cerámica, que se encuentra en su fase Laconia III, y que fue producida entre el 580 y el 550. La forma más frecuente es el kylix con un gran pie, y con una decoración de flores de loto estilizadas y palmetas algo peor definidas, además de otras figuras (MÖLLER, 2000: pp. 124-6). La investigadora alemana también subraya la abundancia de piezas atribuidas al Pintor de Náucratis.
-Grupo 8 Vasos corintios. La cerámica corintia es la más abundante en los siglos VII y VI en el Egeo, con lo cual sería raro que no hubiera en Náucratis. Siguiendo el estilo de figuras negras, la mayor parte corresponden al Corintio Medio y Tardío, siendo la figura más común la crátera de columnas (MÖLLER, 2000: pp. 122-3).
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ARQUEO UCA -Grupo 9 No podían faltar materiales atenienses. Hay una cantidad considerable de vasos, muchos de ellos del siglo VI, y de una calidad óptima. Es bastante interesante el artículo de D. W. J. Gill (1986: pp. 184-7), en el que se analizan dos piezas de cerámica que presentan el nombre de Heródoto, tratando de averiguar si se refieren al famoso escritor. Aunque tradicionalmente se había pensado que sí, ya que así se corroboraba su presencia en el emporion, el autor concluye explicando que no hay más pruebas que el simple nombre escrito, con lo cual no es posible saber la verdad. Roebuck (1950: p. 237) también nos habla de varias monedas.
El análisis de Mommsen confirmó la teoría de que varios fragmentos de cerámica de estilo griego oriental se produjeron en la misma Náucratis (SCHLOTZHAUER y VILLING, 2006: p. 53). Este breve análisis de la cerámica obtenida de las excavaciones de Náucratis muestra la intensidad de la red comercial de toda la Hélade con el emporion. Pero, obviamente, no es lo único que se ha hallado. Además de las monedas mencionadas en el párrafo anterior, cabría destacar la estatuaria, como el “portador del carnero”, procedente de Tasos (LEVIN, 1964: p. 17).
Una duda que puede surgir al comprobar la variedad de procedencias de los productos de este centro es quién lo llevó hasta allí. Villing y Schlotzhauer (2006: p. 7) nos explican que no serían sólo los marineros que comerciaban con este material o lo utilizaban ellos mismos en los santuarios. La distribución de la cerámica laconia, por ejemplo, presumiblemente sería transportada por los comerciantes de Egina y Samos. De un modo similar, los vasos eolios seguramente viajaron en las naves foceas.
Libia Conviene recordar que la ruta seguida por los comerciantes griegos les hacía pasar inicialmente por Libia, donde adquirían los ya mencionados huevos de avestruz. La presencia de este pueblo en esta zona de la costa norafricana es segura, desde las mismas fechas en que se asentaron en Egipto (BOARDMAN, 1964: p. 162). El episodio narrado por Heródoto de Bato (IV.150 y 153-9) es la referencia más antigua, y nos habla de la fundación de Cirene. Que los barcos, en su circuito comercial, arribaran a estas costas antes que a las del Delta del Nilo no es, por tanto, nada ilógico.
Es bastante probable que la costa libia, al tratarse de una fundación colonial con fines agrícolas, estuviera dentro de la ruta principal de comercio griego, en la cual Creta funcionaba como puente. Möller (2000: p. 126), al preguntarse por la ruta que seguirían los productos laconios que llegaron a Náucratis menciona los lugares en que éstos han sido hallados. Fuera del ámbito egeo, sólo en Tarento y Cirene, además del emporion egipcio, han aparecido. Su presencia en la costa libia atestigua el paso de los poco conocidos comerciantes lacedemonios; de hecho, en el santuario cireneo de Deméter tenemos varias piezas atribuidas al Pintor de Náucratis.
Otro dato es la alianza establecida entre Cirene y Amasis en el 567, a partir de lo cual se puede deducir que si Náucratis era el único centro con el que los griegos podrían comerciar, la relación del emporion con la costa libia también estaría consolidada (SCHAUS, 2006: p. 178). De hecho, Heródoto también nos ayuda en este caso a corroborar esta teoría:
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA Amasis consagró también ofrendas en Grecia: en Cirene, una estatua bañada en oro de Atenea y un retrato suyo plasmado en pintura. II.182.1
Es posible reconocer la existencia de una segunda ruta, que conectaría Cirene y sus subcolonias con lugares más orientales, como Náucratis (D’Angelo, 2006: p. 182). Por la vía continental Jean Vercoutter (1945: p. 5) propone la existencia de una tercera ruta, terrestre, conocida como la “Route de la Marmarique”, nombre dado por la región que atravesaba inicialmente, la Marmarica, para después avanzar por la Cirenaica. Este itinerario no se dirigiría a Cirene, ya que a éste se llegaba por mar, sino que continuaría recorriendo la costa norafricana, hasta llegar a Cartago. Más adelante se desarrollará esta teoría.
El Levante mediterráneo La mayor parte del comercio egipcio con regiones extranjeras se desarrolló en el Levante. Una de las rutas principales desde Egipto a Grecia seguía la costa de Palestina, Fenicia y Asia Menor, y los objetos de aquél que llegaron a la Hélade seguramente pasaron por manos de los comerciantes orientales en gran parte de su camino (BOARDMAN, 1964: p. 122). Esto no quita, eso sí, que el contacto con los griegos fuera también directo, siendo Náucratis, como se ha demostrado, el eje principal.
En este emporion no hubo comercio únicamente con la Hélade, sino que también se extendieron sus redes por el este, hacia Chipre y Fenicia (VILLING y SCHLOTZHAUER, 2006: p. 7). Con Chipre la actividad comercial fue intensa. Tanto que Covadonga Sevilla (1992: p. 189), analizando los restos hallados en el templo de Afrodita (especialmente objetos votivos), opina que se trata de un edificio chipriota, no griego; de hecho, Boardman (1964: p. 131) ya apuntó en su momento que por una referencia de un escritor local se suponía que la estatua de la diosa había sido traída de Chipre. Jenkins (2001: p. 163) también subraya la abundancia de piezas chipriotas halladas en este templo. Las relaciones entre ambas regiones hay que remontarlas a la Edad del Bronce. Durante la dinastía XXVI se intenta conquistar la isla, algo que logrará Amasis, manteniéndose su poder sobre ella más o menos entre el 570 y el 545 a.C. Quizás habría que ver esta conquista como uno de los puntos de la nueva política exterior iniciada por los reyes saítas: ya que el control por tierra de la costa siriopalestina fue cerrado por los reyes neobabilónicos y después los persas, les era necesario ser superiores por el mar (SPALINGER, 1977: pp. 221-44).
Oriente Próximo fue otra de las regiones con las que se mantuvieron contactos comerciales desde los albores de la civilización egipcia. Palestina constituía uno de los primeros enclaves de especial importancia para, a través de él, hacer llegar sus productos a la vez que recibir los de otras zonas como Mesopotamia. En el Bronce Medio se ve poco probable que esta región estuviera controlada por los egipcios, aunque sí es factible la existencia de un control limitado a ciertos enclaves relevantes y a las principales vías de circulación (FLAMMINI, 2001: p. 61).
Esta red se mantuvo activa tanto tiempo gracias sobre todo a la existencia de una serie de rutas consolidadas desde hacía milenios, cuyo control aseguraba al Estado una continua afluencia de mercaderes en ambos sentidos. Se pueden destacar la Via Maris, que atravesaba Palestina, y el 79
ARQUEO UCA Camino del Rey, transjordana en este caso, y que de hecho fue la utilizada con mayor asiduidad en el milenio I a.C. En cuanto a nombres concretos, cabe destacar Aphek, Megiddo y Hazor (FLAMMINI, 2001: pp. 64-5). Pero era por mar principalmente por donde llegaban los productos de Oriente a Náucratis, con lo cual no tendría un papel relevante en este ámbito. Villing y Schlotzhauer (2006: p. 7) defienden los contactos con los fenicios, y prueba de ello son diversas ánforas.
Recordemos, además, la afirmación de Padró de que Egipto fue el cliente más importante del pueblo fenicio, y como tal potenció la expansión de éstos por todo el Mediterráneo. Al hablar del Mediterráneo Central y Occidental, por tanto, hay que considerar tanto el factor griego como el fenicio.
El Mediterráneo Central La presencia helénica en el área central del Mediterráneo se constata desde época micénica (LAFFINEUR, 1999: 1), si bien el proceso colonizador llegó en el primer milenio, comenzando con la expedición focea que levantó Pitecusa (LOZANO, 1988: p. 24). De igual modo es importante la presencia fenicia en estos lugares, que de hecho comenzó antes. Como recoge Paloma Cabrera (1994: p. 21), “durante la primera mitad del siglo VII y antes de la fundación de las primeras colonias, los comerciantes eubeos habían penetrado en el Mar Tirreno y comerciaban con los habitantes de Etruria y Campania”. La finalidad principal era la obtención de metales de estas regiones, especialmente el hierro; en segundo plano estaría la venta de sus propias manufacturas a estas poblaciones.
En Náucratis se han hallado bastantes piezas de cerámica bucchero etrusca. Michel Gras (1985: p. 679) expone un breve listado de estas piezas, y más recientemente Alessandro Naso (2006: p. 194) actualiza estos datos, todos ellos del tipo bucchero: un fragmento de enócoe, dos fragmentos de dos escifos de la clase gnatia y dos de dos cántaros. Esto no indica necesariamente un comercio directo entre ambas zonas, ya que pudieron haber llegado de forma indirecta (VILLING y SCHLOTZHAUER, 2006: p. 7). Ello no es óbice, no obstante, para poder confirmar que la región etrusca estaba dentro de las redes comerciales de Náucratis.
También conviene recordar el grupo de Dinos de Londres, mencionado al hablar de las cerámica eolias presentes en Náucratis, porque también han aparecido en otras partes del Mediterráneo. En el mundo etrusco, es en el yacimiento de Gravisca donde las encontramos. Se sabe que todos fueron producidos en el mismo taller, posiblemente en Focea (KERSCHNER, 2006: p. 112). En la línea de lo explicado arriba, el que hubiera varios dinoi en Egipto y Etruria no implica un comercio directo, pero sí al menos que ambas regiones estaban dentro de la misma red comercial. Y de hecho, como se puede observar en el mapa (fig. 11), también hay en Massalia y en Malaka. En relación con Gravisca, Adolfo Domínguez Monedero (2001: p. 244) señala las similitudes entre las importaciones cerámicas griegas de este centro etrusco y las de Náucratis, “con un predominio absoluto de las copas, ya sean del tipo jonio durante buena parte del s. VI ya áticas de barniz negro a partir de fines del s. VI y primer cuarto del s. V”. Este hecho también fue apuntado por Torelli (1982: pp. 318-25), quien señala que el estudio de este yacimiento y su relación con Náucratis es muy útil para reconstruir la estructura del comercio arcaico.
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REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA En la costa africana, en Cartago, también se confirma la presencia de objetos de Náucratis. Recordemos la ruta terrestre trazada por Jean Vercoutter (1945: pp. 4-7 y 352) (fig. 12), que atravesando las regiones de Marmarica y Cirenaica, continuaría hacia Occidente para finalizar, tras haber pasado por Lepris Magna, Sabrata, Tapsos y Hadrumete, entre otras, en Cartago. El investigador francés incide en la dureza de este itinerario, pues se recorren muchas regiones desérticas y es realmente larga; el uso de camellos lo haría posible, pero el uso de este animal no se documenta hasta la época persa. Por tanto, en las primeras décadas de Náucratis esta ruta no existiría. Otra cuestión que Vercoutter se plantea es si serían los griegos, o directamente los cartagineses, los que llevarían los productos de Náucratis a Cartago; posiblemente se darían ambos casos (1945: pp. 354-6).
Los principales objetos, que probablemente fueron elaborados en un taller de Náucratis, son muchos escarabeos y varios escaraboides, todos ellos encontrados en contexto funerario (VERCOUTTER, 1945: pp. 162 y 339).
El Mediterráneo Occidental Al igual que ocurre con el Mediterráneo Central, Náucratis no tendría un comercio directo con los pueblos que vivían en las regiones más occidentales. La existencia de contactos entre Egipto y las lejanas Columnas de Hércules no parecen ser más que leyendas cuyo último eco nos ha sido transmitido por autores clásicos.
Pero indirectamente fenicios y griegos conectaron todas las regiones, hasta el extremo occidental, con Egipto. Prueba de ello es la gran cantidad de objetos de fabricación egipcia que la Arqueología ha desenterrado en diferentes sitios. Josep Padró (2006: pp. 31-2) nos ofrece una breve lista de los principales yacimientos: a lo largo de la costa (y hacia el interior) de la península Ibérica tenemos, de oeste a este, escarabeos de Porto do Sabugueiro (Muge, Santarem) en Portugal, en la cuevasantuario de Gorham (Gibraltar), Monte Algaida (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), Cádiz mismo, Almuñécar, Villaricos (Cuevas de Almanzona, Almería), la Serra de Crevillent (Alicante), la Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante), el Molar (San Fulgencio, Alicante), la Palma (Tortosa, Tarragona) y Can Canyís (Banyeres del Penedès, Tarragona); siguiendo en el continente, en el Golfo de León destacan Mailhac (Aude) y Montlaurès (Narbona). A esto hay que añadirle el pecio fenicio de la playa de Mazarrón (Murcia), y por supuesto la necrópolis de Puig des Molins (Ibiza), donde aparece en mayor cantidad que en los anteriores. Marruecos también se incluye en este listado, concretamente Lixus (Larache, Assilah). Concretamente, los objetos encontrados que con certeza son egipcios son escarabeos, escaraboides, amuletos, anillos, figuras de deidades, figuras zoomorfas, placas, vasos (aríbalos, además de un alabastrón) y estatuas (GARCÍA MARTÍNEZ, 2001: pp. 5-6). Todos estos casos se encuentran dentro del contexto fenicio, y para percibir cierto protagonismo de Náucratis debemos centrarnos en los yacimientos griegos. Desde el siglo VIII ya hay productos helénicos en la península, pero se insertan en las redes comerciales fenicias (CABRERA, 1994: 256). Paulatinamente, irán llegando y estableciendo centros de comercio, como Emporion o Hemeroscopeion, o en las Islas Baleares. De Ibiza es, de hecho, un recipiente analizado por el Profesor Almagro Gorbea (1978: pp. 407-13). Se trata de un pequeño recipiente de fayenza con forma de aríbalo, que hoy en día se encuentra en el Museo Arqueológico de Madrid. Lo más interesante, en lo que a este trabajo respecta, es el cartucho que presenta en el centro de su panza. Aunque está un poco deteriorado, se puede leer el nombre todavía: hnm- íb- Ra, “alegre es el corazón de Ra”, es decir, “Amasis” (fig. 13). Almagro, además, menciona otras diez piezas similares encontradas en Ampurias (seis), Mailhac (el Midi francés, una), El Molar (Alicante, una), Los Villares (Albacete, una) y Bobadilla (Jaén, una) (fig. 14). Atribuye su procedencia a Náucratis: estas 81
ARQUEO UCA piezas han aparecido por todo el Mediterráneo, en contexto griego normalmente, y se asemejan bastante a las halladas en el emporion. Si tenemos en cuenta que éste era la conexión con el comercio helénico, sería bastante lógico confirmar esta teoría. Por otro lado, el profesor no se atreve a negar la posibilidad de que hubiera distintos centros de producción, no sólo en Náucratis, con lo cual no es del todo seguro.
También conviene recordar el grupo de Dinos de Londres, pues, en lo que a estas regiones respecta, se habían encontrado en Massalia y Malaka.
Conclusiones La existencia de un emporion helénico en Egipto responde a diversos motivos. Principalmente, consolidar las relaciones comerciales con el Egeo; importar productos de alta calidad, como por ejemplo la cerámica, ya que los egipcios carecían de buen material para este fin; potenciar la actividad económica en el área oriental del Mediterráneo; facilitar a los mercenarios griegos que se encontraban en el país del Nilo la obtención de aquello que ellos consideraran necesario; y por encima de todo ello, la obtención de plata. Suficientes argumentos para comprender por qué Amasis optó por esta solución. Asimismo, al concentrar en un mismo punto este comercio se aseguraba para el Estado un control más eficaz del mismo, lo que conllevaría más ganancias.
Tanto las fuentes literarias, en especial Heródoto, como la arqueología han demostrado la intensidad y variedad de estos intercambios entre estas dos regiones. El hecho de que a partir de la época Clásica se pueda hablar de Náucratis como polis es normal. A medida que había transcurrido el tiempo, cada vez más comerciantes optaban por asentarse de forma definitiva en el lugar. Por otro lado, en las numerosas publicaciones utilizadas se echa en falta un dato que, sorprendentemente, no aparece: la fecha concreta en que Náucratis fue abandonada. Prácticamente la mayoría de los autores se centran en sus orígenes y los productos obtenidos de las excavaciones realizadas allí. Pero la bibliografía que abarca las épocas helenística y posteriores es casi inexistente. Lo normal es limitarse a explicar que tras la fundación de Alejandría la importancia de Náucratis decayó considerablemente, aunque perdurase hasta la época romana. No obstante, la “época romana” es un término ciertamente ambiguo, pues abarca varios siglos. Se sabe que Ateneo, el famoso escritor, nació aquí a comienzos del siglo III d.C., con lo cual el abandono debió ocurrir en algún momento del Bajo Imperio.
En el trabajo no se ha hablado de Nubia. Esta región meridional (así como otras vecinas, como la aún no localizada Punt) fue una de las más importantes en el comercio egipcio, pero he considerado que hablar de ella no era necesario, ya que es más difícil probar una actividad comercial vinculada a Náucratis.
El enfoque que se ha ofrecido de la presencia de este centro en el comercio del Mediterráneo es ciertamente interesante. Su localización, en la zona más oriental, y su finalidad, los intercambios con la Hélade, conllevaron con toda lógica que fuera con esta región septentrional con la que el comercio fuera más intenso. Pero la aparición de diversas piezas procedentes de Náucratis en otros lugares, y viceversa, no habla de una red mucho más amplia. Gracias a las rutas seguidas por fenicios y griegos, han sido hallados escarabeos en Portugal. Como ya se ha apuntado, este comercio no fue directo entre Náucratis y el Mediterráneo Occidental (ni tan siquiera el Central 82
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA posiblemente), sino que estos enclaves formarían parte de la misma red. A este respecto, es necesario realizar una puntualización: ¿cómo eran estas rutas? Por la geografía del Mediterráneo, era perfectamente posible un circuito circular. Es decir, un barco mercante partiría del Egeo, recorrería la costa norte para alcanzar tierras meridionales tras descender por el levante ibérico; desde allí se dirigiría a Egipto, para regresar más adelante al punto de partida. Sin embargo, tan amplio circuito no siempre sería necesario, habida cuenta de que la navegación griega en la Época Arcaica ya estaba lo suficientemente avanzada para poder atravesar el Mediterráneo sin tener que seguir el tradicional sistema de cabotaje.
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Fig. 1: La navegación en el Mediterráneo Oriental – Siglos XIV-XIII a.C. (CRESPO, 2001: 125)
Fig. 2: Mapa de Kom Ge’if (Náucratis), confeccionado tras la expedición de Coulson y Leonard (1979: 153)
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Fig. 3: División política del Delta del Nilo, con sus principales centros (DANERI, 2001: 147)
Figs4 y 5: Estelas de Heraclion-Tonis (izq.) y Náucratis (der.) (FABRE, 2006: 246-7)
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Fig. 6: Principales yacimientos con materiales de tipo egipcio anteriores al año 500 a.C.
Fig. 7: Vaso fálico (WILLIAMS, 2006: 127)
Fig. 8: Cuenco de Afrodita (WILLIAMS, 2006: 128)
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Fig. 9: Ánfora de Apries (BAILEY, 2006: 155)
Fig. 10: Dinos eolio, estilo Wild Goat (KERSCHNER, 2006: 122)
Fig. 11: Distribución del grupo de Dinos de Londres (KERSCHNER, 2006: 114)
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ARQUEO UCA
Fig. 12: Ruta terrestre Nรกucratis-Cartago (VERCOUTTER, 1945: 5)
Fig. 13: Cartucho nombrando a Amasis (ALMAGRO, 1978: 408)
Fig. 14: Dispersiรณn de los recipientes de Nรกucratis (ALMAGRO, 1978: 410)
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ARQUEO UCA Reseña: Los otros hijos de Hefesto Jorge Canosa Bétes Graduado en Arqueología (UCM); Máster en Tecnologías de la Información Geográfica (UCM) jorgecan@ucm.es
Quien esté leyendo esto a buen seguro sabe que algunos primates hacen uso de herramientas para, en ocasiones, realizar tareas cotidianas de su día a día, pero ¿Sabe también que otros animales como ciertas especies de hormiga o de cuervo hacen uso también de elementos del medio como herramientas para satisfacer algunas necesidades? De hecho ¿Sabe también que el estudio científico de esos usos que algunos animales hacen de objetos como herramientas tiene su propia disciplina y su estudio podría ayudar a comprender la conducta de los primeros homínidos? Eso es, básicamente, a lo que nos acerca Los otros hijos de Hefesto. Como nos tiene acostumbrados, JAS Arqueología Editorial nos ofrece un título con una temática original prácticamente única en el panorama bibliográfico, especialmente en nuestra lengua. Su autor, el antiguo editor de la revista ArqueoWeb Daniel García Raso, también acostumbra a mostrar trabajos únicos en su especie, siendo capaz de relacionar la teoría del caos con la Arqueología o analizar la imagen de esta última en los videojuegos (García-Raso, 2008 y 2011, respectivamente). En esta ocasión, García-Raso nos muestra lo que podríamos decir que es su especialidad, la etología y la conducta instrumental observada en los animales, o lo que es lo mismo, su capacidad para crear y utilizar herramientas. Desde el principio el lector podrá darse cuenta de la clara intención del libro, acercar al público, de una manera simple y divulgativa, la utilidad del estudio de esa conducta instrumental animal para la comprensión de los primeros homínidos y la escasa importancia que se le ha dado por parte de arqueólogos y antropólogos desde las primeras investigaciones en el siglo XX. Durante la presentación del libro se insistió, junto con otras cuestiones que se expondrán más adelante, en el inexistente protagonismo de los estudios de etología y conducta instrumental animal tanto en los temarios de estudio donde, con suerte, será nombrada la habilidad del bonobo Kanzi, como en la investigación universitaria, que en más de una ocasión rechazó el trabajo de García Raso al no ver en él una verdadera utilidad. Frente a esta poca gana de innovar e investigar sobre cuestiones alejadas de lo convencional que desde la Academia española parece tenerse, destacan en el exterior algunos (pocos) investigadores que ven, sin embargo, una utilidad a este tipo de estudios llegándose a excavar incluso en yacimientos chimpancés, unas excavaciones llevadas a cabo, irónicamente, por un arqueólogo español (VV.AA., 2007). Reivindicaciones cuasi utópicas aparte, en el libro pueden observarse dos partes claramente diferenciadas. Durante algo menos del primer tercio se nos introducirá en el contexto teórico del resto del libro en el que el lector rápidamente se familiarizará con conceptos que quizás no haya oído nunca como Antropocentrismo, etología, agonística o metaherramienta, entre otros. El autor se encarga, con gran facilidad, de introducir al lector en el marco epistemológico adecuado, entrando rápidamente en escena un concepto que es clave para entender el estudio de la conducta instrumental en animales no humanos, el Antropocentrismo. Y es que, si las primeras arqueologías y antropologías se vieron afectadas por un brutal etnocentrismo que consideraba a los sujetos estudiados como seres claramente inferiores comparados con unos occidentales que se situaban en lo alto del ranking evolutivo 92
REVISTA CIENTÍFICA DIGITAL INDEPENDIENTE DE ARQUEOLOGÍA ¿Cómo no se iba a producir lo mismo en el estudio de la conducta instrumental en animales si no llegan, siquiera, al rango de humanos? Así, se hará bastante hincapié en la existencia de un Antropocentrismo en la comunidad científica, tanto del pasado como la actual, por lo que desde sus inicios, estos estudios realizados con animales han sido vistos con escepticismo por parte de muchos que consideraban que únicamente el ser humano tenía la capacidad de fabricar y usar herramientas y que hoy en día recelan todavía de muchos de los descubrimientos realizados. Este Antropocentrismo fue, quizás, el tema clave durante la presentación del libro, aceptando todos los presentes la existencia del mismo y su presencia actual en la Academia española, razón quizás por la que el trabajo de García-Raso no fue bien aceptado. Este concepto puede, además, observarse aplicado al primer debate que se expone en el libro; ¿Existe una cultura no humana? Nuevamente con gran sencillez divulgativa, se introducirá al lector en un interesante debate en torno a la cultura, sobre su significado y características y sobre su relación única y exclusiva con el ser humano o bien la posibilidad de que otros animales puedan tener una cultura propia. Este debate fue iniciado en la década de 1950 cuando los primeros científicos sugirieron la posibilidad de que algunos primates presentasen diferencias de índole cultural entre grupos de una misma especie y, pese a verse afectado por ese Antropocentrismo antes comentado, hoy en día la existencia de "culturas no humanas" parece estar más aceptada aunque con ciertas matices que son, a su vez, aclarados por el autor. Para ilustrar sobre el debate en torno a la cultura, esta será analizada minuciosamente, el lector tendrá a su disposición diferentes definiciones de la misma en un apéndice del libro y sus diferentes variables serán expuestas. Una vez finalizada la exposición del debate y aclarada la posición del autor, el lector será capaz de tener una postura propia sobre la existencia o no de una cultura no humana y podrá pasar a la siguiente cuestión; "La definición y origen de la conducta instrumental". En este último punto con el que se cerrará la contextualización teórica y epistemológica del libro, se introduce al lector en una cuestión tan aparentemente básica para el arqueólogo como poco explicada durante la formación del mismo ¿Qué es una herramienta? El tema no es baladí, pues la frontera entre la manipulación de un objeto y la consideración del mismo como herramienta no está ni mucho menos clara por lo que, nuevamente, se verá un debate conceptual para poder dilucidar qué es una herramienta y qué define la capacidad instrumental así como aclarar el concepto de cultura material, haciéndose uso nuevamente de dos apéndices del libro con diferentes definiciones. Una vez terminada toda esta contextualización, el lector ya tendrá una idea propia sobre todas las cuestiones que atañen al estudio de la conducta instrumental en animales no humanos y podrá pasar a la siguiente parte del libro que conforma el grueso principal del mismo. Comienza a partir de ese momento la parte divulgadora de Los otros hijos de Hefesto, en la cual, García Raso nos hará una amplia retrospectiva de los estudios sobre conducta instrumental realizados en el mundo animal, que incluyen prácticamente toda clase de primates pero también otro tipo de vertebrados e, incluso, invertebrados. Así, el lector podrá disfrutar de más de 100 páginas girando en torno a esta temática, en los que verá los ingeniosos experimentos que se han realizado por parte de la comunidad científica y los asombrosos resultados que han dado algunos de estos, a la vez que podrá ver cómo, en ocasiones, las diferencias entre el Homo sapiens y nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, no son tan acusadas (sin pretender entrar en discursos ecologistas comerciales), tumbando además leyendas populares generadas, por ejemplo, sobre nuestro parecido con los bonobos. Hay que destacar por otro lado la gran labor documental de García-Raso para poder exponer tal volumen de casos durante esta segunda parte, lo que se traduce en una amplia bibliografía 93
ARQUEO UCA al final del libro, pues durante el mismo no disponemos de citas. Esto último, voluntad de la propia editorial en su objetivo de publicar títulos con clara función divulgativa lo que, unido a la facilidad de palabra de Daniel García Raso, le dan una gran agilidad de lectura al libro cumpliendo así con esa voluntad divulgadora seña de identidad de JAS Arqueología Editorial. En definitiva, Los otros hijos de Hefesto nos acerca con eficacia y sencillez a un mundo diferente al que estamos acostumbrados a vislumbrar a través de la literatura científica. La claridad de palabra de su autor y la originalidad temática del libro mantendrán al lector, que probablemente no haya leído nada similar, interesado de principio a fin además de hacerlo perfectamente apto para profanos y propios de la materia. Los otros hijos de Hefesto sirve pues también como un perfecto y accesible manual de etología, ya no solo por su contenido sino también por su morfología, con un formato poco convencional y manejable, tapa blanda y un precio asequible, marcas de la casa de la editorial.
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