Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Año 2 0 2 1
N° 2
REVISITANDO EL LEGADO DE JOHN F. C. TURNER Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno
Fuente: fotografiìa © Kathrin Golda-Pongratz (2018).
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Año 2 0 2 1
N° 2
REVISITANDO EL LEGADO DE JOHN F. C. TURNER Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio
DIRECTOR Luis Rodríguez Rivero Director del CIAC PUCP
Frecuencia de publicación anual La siguiente obra ha sido publicada bajo las condiciones de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0, la cual autoriza a terceros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de la misma, con la excepción de fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original y que dichas creaciones se licencien bajo las mismas condiciones.
Facultad de Arquitectura y Urbanismo Pontificia Universidad Católica del Perú Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú http://facultad.pucp.edu.pe/arquitectura/ Telf. (511) 6262000, anexo 5580 publicacionesfau@pucp.pe EDITORES Pablo Vega Centeno Kathrin Golda-Pongratz Diseño, diagramación y revisión de textos: Arquitectura PUCP Publicaciones e-ISSN: 2710-2947 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2021-02820 Fotografía de portada: Kathrin Golda-Pongratz
CONSEJO EDITORIAL Paulo Dam Decano de la Facultad de Arquitectura PUCP Sharif Kahatt Jefe del Departamento de Arquitectura PUCP Víctor Mejía Arquitectura PUCP Publicaciones COMITÉ CIENTÍFICO Benno Albrecht Università Iuav di Venezia Marianna Boghosian Al Assal Escola da Cidade São Paulo Javier García German Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid Francisco José González de Canales Universidad de Sevilla Fernando Luiz Lara University of Texas at Austin Fabiano Lemes Politécnico de Milán Sergio Martín Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid Zaida Muxi Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona Stephen Ramos University of Georgia Ana María Rigotti Universidad Nacional de Rosario Adriana Scaletti Pontifica Universidad Católica del Perú Horacio Torrent Pontificia Universidad Católica de Chile Martin Wieser Pontifica Universidad Católica del Perú
ÍNDICE 6
EDITORIAL REVISITANDO EL LEGADO DE JOHN F. C. TURNER Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno
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FIM DE SEMANA Y LOTEAMENTO CLANDESTINO: APROXIMACIONES AL UNIVERSO POPULAR DE LA VIVIENDA EN SÃO PAULO (1970-1990) Nilce Aravecchia-Botas, Ana Claudia Veiga De Castro
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UNA PROFESIÓN EN DESARROLLO: JOHN F. C. TURNER EN AREQUIPA Helen Gyger
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JOHN F. C. TURNER Y SU VISIÓN RELACIONAL DE LA VIVIENDA José Luis Oyón
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EXAMINANDO LA RELACIÓN ENTRE LA PLANEACIÓN Y LA URBANIZACIÓN PERIFÉRICA EN LIMA Rita Lambert
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HACIA UN URBANISMO HOLÍSTICO: LEGADO Y TOPICALIDAD DEL PENSAMIENTO DE JOHN F. C. TURNER EN LOS ASENTAMIENTOS AUTOCONSTRUIDOS DEL CONO NORTE, LIMA Kathrin Golda-Pongratz
EDITORIAL REVISITANDO EL LEGADO DE JOHN F. C. TURNER Kathrin Golda-Pongratz Pablo Vega Centeno
KATHRIN GOLDA-PONGRATZ es doctora en Arquitectura y Urbanismo por la Universidad de Karlsruhe (KIT), profesora de la UIC School of Architecture y de la Universitat Politècnica de Catalunya en Barcelona. Sus campos de investigación son: cultura(s) urbana(s) y espacio público, la ciudad latinoamericana, memoria urbana, urbanismo no formal, estrategias del placemaking y prácticas urbanas colaborativas. Su experiencia se expande hacia la transmisión cultural. Es coeditora del libro John F. C. Turner. Autoconstrucción. Por una autonomía del habitar (con J. L. Oyón y V. Zimmermann, Pepitas de Calabaza, 2018; Premio FAD en la categoría Pensamiento y Crítica 2019). PABLO VEGA CENTENO es docente principal del Departamento de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es miembro activo del Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad (CIAC) en la PUCP, donde coordina el Grupo Interdisciplinario de Investigación de Ciudades y Territorios Urbanos (Incitu). Es sociólogo de la PUCP con un Doctorado en Arquitectura por la Universidad Católica de Lovaina. Se especializa en el estudio de la movilidad cotidiana y los espacios públicos. Es coautor principal del libro Las centralidades de Lima Metropolitana en el siglo XXI: una aproximación empírica (2019).
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7 Si hay un nombre que es referente mundial del urbanismo asociado al fenómeno de los barrios populares que emergieron a mediados del siglo XX —en particular, en América Latina, en el Perú—, es el de John Turner. Repensar, reponer en valor sus ideas desde una perspectiva contemporánea y resaltar su actualidad es la meta de este número de la Revista Ensayo. Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio. Cuando surgió el fenómeno de invasiones de terrenos en bordes urbanos de escaso o nulo valor de mercado, la clase política en un principio optó por evitar considerarlos parte de las ciudades. Por otra parte, en los Estados Unidos se especulaba sobre la relación que los invasores podían tener con el comunismo, tomando en cuenta que en esa época la Revolución cubana condujo al poder a grupos guerrilleros de base ideológica marxista. Había un problema de fondo, que en ese momento era la falta de acceso a una vivienda de grandes masas de población, muchas de ellas de origen migrante, que se encontraban en situación de pobreza. Como respuesta a ello, en el caso del Perú, un sector de políticos y profesionales de la arquitectura y el urbanismo optaron por centrar la política pública en grandes proyectos de vivienda masiva, con los cuales buscaban abaratar costos de producción y generar una eficiente distribución de los espacios en las tipologías de vivienda. Lamentablemente, estos proyectos nunca alcanzaron a cubrir la demanda de los sectores sociales de menores ingresos. Por otra parte, bajo la iniciativa de políticos como Pedro Beltrán, se formó la Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda, entre cuyos temas de agenda estaba el tratar de entender y dar respuesta a este fenómeno inédito que ocurría en las principales ciudades del país. Fue en ese contexto político —en el que algunos veían las invasiones como un peligro de desorden o de surgimiento de movimientos sediciosos y otros veían con preocupación la incapacidad de los proyectos de vivienda masiva para satisfacer la demanda de las poblaciones de menores ingresos— que John Turner llegó al Perú en 1957, gracias a la iniciativa del arquitecto Eduardo Neira, su antiguo compañero de estudios en Londres. Turner tenía un perfil atípico de arquitecto para los estándares peruanos. No era un proyectista, sino un investigador interesado en entender el nuevo fenómeno de ocupación urbana y preocupado por tener incidencia en la política pública. Sobre la base de los estudios que realizó en Arequipa y luego Lima, entre 1957 y 1965, Turner llamó la atención de grupos de intelectuales, pues proponía una forma diferente, totalmente innovadora, de ver el problema. Lo hacía tejiendo puentes con las Ciencias Sociales, pues llamaba la atención sobre la necesidad de observar la iniciativa de las poblaciones en la producción de sus viviendas1. A diferencia de lo que usualmente se afirmaba en la opinión pública, él propuso entender estos barrios irregulares no como un problema, sino justamente como la expresión de un intento por dar solución al problema, que sería la pobreza. Más adelante, Turner dijo que la experiencia en las barriadas del Perú supuso para él un auténtico proceso de «desescolarización» de todo lo aprendido en Inglaterra.
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Durante su estadía en el Perú, Turner estableció vínculos académicos con José Matos Mar.
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Su enfoque fue totalmente innovador en su momento, pues dejó de ver la vivienda como únicamente un bien económico o un objeto y pasó a considerarla como parte de la vida de sus ocupantes, quienes durante un proceso de meses o años van paulatinamente habilitando el espacio donde viven y vivirán. Sus observaciones permiten hacer visible la energía del colectivo humano que enfrenta con éxito el desafío de producir un hábitat en donde solo había terrenos áridos o inhóspitos, ajenos al continuo urbano pese a su relativa proximidad. Sin embargo, sus ideas fueron simplificadas a un enfoque de política de vivienda que recomendaba centrar el papel del Estado en asesorar y ordenar las invasiones de terrenos, antes que en proyectos masivos de vivienda, lo que de alguna manera justificaba relaciones desiguales en la producción del espacio. Como resultado de ello, un manto de incomprensión terminó cubriendo la dimensión y aporte de Turner como investigador urbano. Pero existían contradicciones en las críticas de las que fue objeto, como evidencian Castro y Aravecchia en su artículo, que analiza la trayectoria de la reconocida arquitecta y urbanista brasileña Ermínia Maricato. Maricato cuestionaba la tesis de la autoconstrucción, pues consideraba que esta justificaría una mínima inversión del Estado en las necesidades de un hábitat digno para los sectores urbano-populares; no obstante, ella misma participó activamente en programas que estimulaban la autoconstrucción. Los trabajos que se presentan en este número de Ensayo invitan justamente a revisar el legado de Turner al conocimiento del hábitat popular urbano y el rol del Urbanismo. Se proponen miradas novedosas a su pensamiento, siguiendo la perspectiva trazada por el libro John F. C. Turner. Autoconstrucción. Por una autonomía del habitar, coeditado por los autores de este número Golda-Pongratz y Oyón, publicado en 2018 y galardonado con el Premio FAD en la categoría Pensamiento y Crítica en 2019. Este libro traduce textos de Turner al castellano para acercar al lector hispanohablante a aspectos hasta ahora poco conocidos de su recorrido vital y profesional, como informes para agencias internacionales, artículos en prensa política y reflexiones inéditas del autor sobre la construcción del lugar y los procesos sociales de autoconstrucción de vivienda en todo el mundo. REVISITANDO UN ENFOQUE DE INVESTIGACIÓN Los trabajos de Gyger y Oyón invitan a recuperar una dimensión del legado de Turner que ha sido opacada, su carácter de investigador, y con ello tratar de entender el fenómeno de autoconstrucción con enfoques que parten del Urbanismo pero estableciendo diálogo con las Ciencias Sociales. Con relación a la base urbanística de sus estudios, el artículo de Oyón invita a conocer la importancia que tuvo en su formación teórica el pensamiento de Patrick Geddes —uno de los grandes responsables de la constitución del Urbanismo como disciplina científica—, para quien había que relacionar el estudio de la ciudad con el del territorio que se ocupa y la vida humana que ahí ocurre. En específico, la manera en que Turner retoma la «notación de la vida», esquema clásico de Geddes, resulta clave para entender la vivienda no
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solo como objeto o bien económico, sino como parte de la interacción con la energía humana, como hecho a la vez objetivo y subjetivo. La mirada que propone Turner es, por lo tanto, innovadora: busca integrar al usuario con la vivienda, en abierto debate con el Urbanismo y la Arquitectura moderna, que centraban sus energías en el proyecto propuesto por especialistas competentes, para quienes el usuario cumplía un rol pasivo. Gyger hace visible el importante papel en el desarrollo de esta mirada desempeñado por el arquitecto Eduardo Neira, quien compartió con Turner el redescubrimiento de las ideas de Geddes durante su formación en Londres y luego fue el principal responsable de que el Estado peruano contratara a Turner. El minucioso trabajo de Gyger permite entender mejor la coyuntura histórica en que se producen los hallazgos de Neira y Turner, así como la incidencia que tuvieron sus primeras propuestas sobre las políticas urbanas. Neira es un pensador peruano de enorme importancia para el Urbanismo en América Latina, pero, sin embargo, es poco conocido en el Perú. Trabajos como el de José Carlos Huapaya (2015)2 o la reciente investigación de Gyger constituyen aportes para poner en su real dimensión a este autor. EL HÁBITAT POPULAR DEL SIGLO XXI: CAMBIOS, PERMANENCIAS Y MEMORIA La iniciativa de la población de sectores populares en la forma en que se urbanizan las ciudades en América Latina ha sido el principal foco de atención que dejaron los trabajos de Turner. Más de medio siglo después de que sus ideas comenzaran a difundirse, cabe interpelarse por su pertinencia frente a procesos de densificación que él no tuvo la oportunidad de conocer. Al respecto, son sugerentes los trabajos de Golda-Pongratz y Lambert, quienes exploran diferentes dimensiones del rol protagónico de los sectores populares y su importancia en la urbanización de la ciudad. Golda-Pongratz examina, a partir del estudio de algunas de las barriadas observadas y documentadas por Turner en la década de 1960 y la recuperación de un antiguo filme sobre la formación de El Ermitaño, los impactos que un documental basado en esa filmación puede generar en las actuales generaciones de El Ermitaño como elemento simbólico que refuerza un orgullo identitario. En otras palabras, examina las potencialidades de la energía del colectivo social que habilitó las viviendas por autoconstrucción frente a los nuevos desafíos que la consolidación y densificación de la urbanización viene generando. Retoma, además, la perspectiva holística de Turner para imaginar un desarrollo más sostenible y colectivamente gestionado de aquella zona que hoy se expande hacia zonas naturales y sobre caminos prehispánicos. Lambert, por su parte, presta atención a las características específicas de la morfología de los barrios populares, que tienden a adaptar planos de 2
Huapaya, J. C. (2015). Eduardo Neira Alva. Aportes profesionales para el debate sobre el desarrollo territorial y la ecología urbana en América Latina, 1961-1998. Ensayo. Revista de Arquitectura, Urbanismo y Territorio, n.o 1, 67-81.
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lotización de corte reticular a terrenos de laderas para delimitar los lotes de suelo donde habilitarán sus viviendas. En estos casos, la autora encuentra que, antes que una imitación de patrones de urbanización, estas formas de ocupación expresan una negociación que los sectores populares aprenden a realizar con los funcionarios de organismos públicos responsables de reconocerles o no su condición de ocupantes de suelo urbano. En suma, ambas autoras demuestran que el enfoque turneriano de partir de la integralidad de la relación entre vivienda y familias ocupantes mantiene su validez, pues permite prestar atención al papel que cumplen los habitantes en la producción de su entorno urbano. No se trata de asociarlos automáticamente a procesos políticos o movimientos sociales, como de manera apresurada se buscó explorar en otras épocas, sino entender que la acción humana sobre el espacio en el que apuesta por residir desempeña un papel fundamental, que se hace más evidente en condiciones de carencia o ausencia de la presencia de lo público, sin dejar de lado que también se generan expectativas de especulación por el valor de suelo. Revisitar el legado de Turner como nos lo presentan los trabajos de Castro y Aravecchia, de Oyón, de Gyger, de Lambert y de Golda-Pongratz permite al lector abrirse a nuevas formas de interrogarse sobre los desafíos de los actuales procesos de densificación de los barrios populares formados hace medio siglo, y también en el momento de observar nuevos procesos de ocupación. En ambos casos, se vuelve indispensable entender que la presencia de lo público precisa recoger y aprovechar la energía que la propia población puede brindar por el mejoramiento de sus barrios, pero prestando atención a que la transformación de estas iniciativas en acciones colectivas solo podrá ser posible en determinadas condiciones y circunstancias, una vez que los equipamientos colectivos básicos ya han sido dispuestos. Se hace indispensable, por lo tanto, revisar el contrato social que el Estado ha establecido con las poblaciones de origen popular que han urbanizado buena parte de las ciudades en América Latina y en el Perú en particular. Estamos seguros de que los trabajos que componen el presente número constituyen un aporte sustancial a planteamientos urbanísticos novedosos y necesarios que han sabido nutrirse de legados fundamentales recibidos hace poco más de medio siglo y que peligrosamente hemos dejado caer en el olvido.
Kathrin Golda-Pongratz Pablo Vega Centeno
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PP. 13-35
Arquitectura PUCP
Fim de semana y Loteamento clandestino: aproximaciones al universo popular de la vivienda en São Paulo (1970-1990) Nilce Aravecchia-Botas (Profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo) Ana Claudia Veiga De Castro (Profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo)
Resumen Este texto parte del análisis de dos películas de la arquitecta y urbanista Ermínia Maricato: Fim de semana (1975) y Loteamento clandestino (1979), e intenta reflexionar sobre algunas relaciones que se establecieron en São Paulo, la mayor metrópolis sudamericana, con la obra de John Turner (a partir de Todo poder al usuario, publicado en 1977), buscando vislumbrar las coincidencias y las discrepancias entre distintos actores que se dedicaron a pensar la vivienda social en América Latina defendiendo la participación popular en su elaboración. Siguiendo la senda abierta por otros investigadores en la Universidad de São Paulo, Maricato elabora una aproximación sociológica y luego etnográfica de las periferias de São Paulo, registrando la forma de construcción de vivienda de la población de bajos recursos y revelando la imposibilidad de aquellos sujetos de acceder al mercado formal de la vivienda. A finales de la década de 1980, en la primera gestión municipal del periodo de la redemocratización, Maricato fue secretaria de Vivienda, y en esta, la ayuda mutua se transformó en política de Estado. Surgió una paradoja: ¿apoyar la autoconstrucción era echar agua al molino de la precariedad o defender ideas libertarias frente a la opresión del Estado autoritario? Se pretende discutir aquí estas cuestiones, relacionando la producción intelectual brasileña con un movimiento más general, con la intención de contribuir al debate.
Abstract This article is based on the analysis of two films by architect and urbanist Ermínia Maricato —Fim de semana (1975) and Loteamento clandestino (1979)— to reflect on some relations established in São Paulo, the largest South American metropolis, with the work by John Turner, Freedom to Build (published in 1977). It seeks to show the coincidences and departures between those who dedicated themselves to think social housing in Latin America, defending popular participation in its elaboration. Maricato, following the trail opened by other researchers at the University of São Paulo, elaborates an ethnographic approach to the outskirts of São Paulo, recording the construction of the house of the poor. This look reveals the impossibility of those subjects to access the formal housing market. In the late 1980s, the first municipal administration of the re-democratization period had Maricato as its housing secretary, and during her management, self-construction became state policy. It was a paradox: To support self-construction was to throw water into the windmill of precariousness or to defend libertarian ideas in the face of the oppression of the authoritarian state? Here we intend to discuss these issues, relating the Brazilian intellectual production with a more general movement, seeking to contribute to the debate.
Palabras clave vivienda social; ayuda mutua; ciudad latinoamericana.
Keywords social housing; self-help; Latin American city.
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio Número 2 ∙ Año 2 0 2 1 ∙ e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Revisitando el legado de John F. C. Turner ∙ Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno La siguiente obra ha sido publicada bajo las condiciones de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0, la cual autoriza a terceros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de la misma, con la excepción de fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original y que dichas creaciones se licencien bajo las mismas condiciones.Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2021-02820
FIM DE SEMANA Y LOTEAMENTO CLANDESTINO: APROXIMACIONES AL UNIVERSO POPULAR DE LA VIVIENDA EN SÃO PAULO (1970-1990)
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Nilce Aravecchia-Botas Ana Claudia Veiga De Castro
NILCE ARAVECCHIA-BOTAS es profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP), miembro del Laboratorio para Otros Urbanismos (Lab_Outros) y líder del Grupo de Investigaciones en Cultura, Arquitectura y Ciudad en América Latina (CNPq). Fue miembro del grupo de investigaciones que dio origen a la colección «Pioneiros da Habitação Social» (SESC, Edunesp, 2014). Es autora de Estado, arquitectura y desarrollo: la acción de vivienda de IAPI (Ed. FAP-Unifesp, 2016). Realiza investigaciones sobre vivienda y planificación en Latinoamérica durante la posguerra. ANA CLAUDIA VEIGA DE CASTRO es profesora de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU-USP) y miembro del Laboratorio para Otros Urbanismos (Lab_Outros) y del Grupo de Investigaciones en Cultura, Arquitectura y Ciudad en América Latina (CNPq). Es autora de A São Paulo de Menotti del Picchia: arte, cidade e arquitetura nas crônicas de um modernista (2008); Vila Itororó: uma história em três atos (2017) y Um americano na metrópole latino-americana: Richard Morse e a formação de São Paulo (en prensa).
INTRODUCCIÓN Traducción María Alejandra Bruschi
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En São Paulo, como en otras ciudades de América Latina, el fenómeno de las periferias precarias se volvió un paisaje ineludible en la segunda mitad del siglo XX. No obstante, a diferencia de Lima o de Río de Janeiro, donde la reflexión crítica pasó a ser elaborada casi de inmediato, suscitando nuevas formas de intervención desde el primer momento, la capital paulista tuvo que esperar hasta la década de 1970 para que el fenómeno se volviera un objeto de estudio de mayor alcance. Principalmente porque las favelas, a gran escala, pasaron a ser parte de los problemas de la metrópolis recién en dicha década (Taschner, 2001; Paulino, 2007). A partir de entonces, las dinámicas entre la realidad urbana y la producción teórica —sobre todo en la Universidad de São Paulo (USP)— generarían un pensamiento de largo alcance interpretativo, con efectos que merecen atención. Analizadas en este momento no solo como parte de la expansión capitalista en la periferia del sistema, sino también como reflejo directo de la dictadura cívico-militar y de un Estado rentista comprometido con los grandes constructores, las favelas de São Paulo entraron a la literatura especializada de una manera particular. Este texto busca analizar uno de los puntos de vista, producido por la urbanista Ermínia Maricato en la Universidad de São Paulo a partir de las películas Fim de semana (1975) y Loteamento clandestino (1978), y también de su obra A produção capitalista da casa (e da cidade) no Brasil industrial (1979), con el fin de de formular algunas hipótesis que permitan tratar esa visión como parte de un fenómeno más general, latinoamericano, buscando aclarar los puntos de contacto y las discrepancias con la perspectiva que el arquitecto inglés John Turner formulaba para ese mismo fenómeno desde su experiencia en América Latina. Si la obra de Turner es hoy considerada un punto de inflexión en el tratamiento de la vivienda de la población de bajos recursos, en el sentido de la valorización del saber hacer popular, cuyo pensamiento y acción sería decisivo para el desarrollo de modelos de vivienda alternativos (Harris, 2003), y si Ermínia Maricato fue, a finales de la década de 1980, con la redemocratización y la llegada del Partido dos Trabalhadores (PT) a la municipalidad de São Paulo, la responsable de implementar un programa de ayuda mutua como respuesta al déficit habitacional, o mejor, como forma alternativa de respuesta del Estado en sus políticas de vivienda1, puede ser interesante pensar en de qué manera ambas reflexiones se entremezclaban en aquellos años.
➀ LAS PELÍCULAS FIM DE SEMANA (1975) Y LOTEAMENTO CLANDESTINO (1978) Desde las décadas de 1960 y, sobre todo, 1970, momento en el que dos regiones industriales de São Paulo (la región del ABC paulista, en la zona sur, y Osasco, en la zona oeste) ya estaban consolidadas, el aumento poblacional de la ciudad se daría preferencialmente en la zona este, área sin oferta de empleos, casi sin ninguna infraestructura urbana, donde fueron loteadas 167 hectáreas. La intensificación de la desarticulación física y funcional entre áreas con ofertas 1
Con el triunfo en 1988 de Luiza Erundina, candidata del recién creado Partido dos Trabalhadores, en las primeras elecciones para la municipalidad en la redemocratización, Maricato se convirtió en secretaria de Vivienda de São Paulo.
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de empleo y áreas de vivienda popular promovió el avance inconsecuente y predatorio sobre áreas rurales, de manantiales y otras áreas protegidas. Al mismo tiempo, la fiscalización y el acompañamiento del instrumento de control urbanístico se restringieron a las áreas más consolidadas de la ciudad, de manera que la regulación del uso del suelo terminaría siendo proporcional a los valores de la tierra urbana, con lo que la aplicación de la norma sirvió para la valorización inmobiliaria2. Entre 1965 y 1990, el proceso de urbanización incorporó para uso urbano 1.021 km² de área rural a los 745 km² ya urbanizados hasta 1965, y gran parte de ese incremento se debió a la generación de asentamientos irregulares, lo que reveló la disociación entre la oferta oficial de vivienda para la población de bajos ingresos y la efectiva construcción de la ciudad (Meyer, Grostein, & Bierdeman, 2013). A la población más pobre, sin capacidad financiera para acceder a viviendas promovidas por el Estado, le quedaba la ocupación espontánea de áreas de menor valor3. En este sentido, no parece raro que una joven docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP (FAU-USP), graduada en 1971, dedicara su interés a las condiciones de vivienda de la población de bajos ingresos. En 1975, Ermínia Maricato, junto con el director y responsable por el guion, Renato Tapajós, produjeron la película Fim de semana, en colaboración con la Escuela de Comunicación y Artes de la USP (ECA-USP), y Maricato fue la responsable de la investigación que proporciona los argumentos centrales al documental. La película busca presentar una tesis relativamente sencilla sobre la visión actual —la cual es expresada de manera explícita por el narrador, el periodista Fernando Pacheco Jordão—, según la cual el sueldo pagado al trabajador no permite que este acceda al mercado formal de vivienda en la ciudad. El resultado de esta imposibilidad es la producción de un paisaje precario que se muestra en la película: la frontera de la expansión urbana, el borde semirrural de la ciudad, nuevas calles de tierra abiertas sin ninguna planificación en los límites de la metrópolis. A través de las numerosas declaraciones recogidas en entrevistas con los pobladores, el espectador comprende cómo se da el proceso: el alquiler prohibitivo en las ciudades y los intereses altos de los financiamientos públicos impulsan a las familias a adquirir terrenos en poblaciones precarias sin infraestructura alguna. Obreros del sector industrial y trabajadores del sector de servicios cuentan cómo, después de comprar el terreno a un poblador, construyen un pequeño espacio a donde se mudan con toda la familia, y pasan a construir sus casas en sus horas libres, feriados y fines de semana. En general, llegan a contar con dos o tres habitaciones agregadas al núcleo original, 2
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En este proceso, la periferia se consolida bajo el signo de la desigualdad y de la precariedad, mientras que el vector suroeste del municipio de São Paulo aseguró un espacio de exclusividad a las capas de mayores ingresos (Villaça, 1998). Con el golpe militar de 1964, se inauguró un modelo de financiación de vivienda pretendidamente universal, que estuvo concentrado en el recién creado Banco Nacional de la Vivenda (BNH) y operó a través de compañías de desarrollo urbano en los ámbitos provincial y municipal, ofreciendo unidades habitacionales en grandes conjuntos construidos en su mayoría en la periferia de las ciudades. Véase al respecto Bonduki y Koury (2014, V. 1).
Nilce Aravecchia-Botas Ana Claudia Veiga De Castro
▲ Imagen 1 Fotogramas de la película Fim de semana (1975).
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construidas con la ayuda de familiares y amigos a partir de materiales de construcción adquiridos en pequeños comercios locales. Las historias se repiten en la pantalla y presentan un camino común: el paso del alquiler de casas en áreas más centrales a terrenos en áreas periféricas, una expulsión fruto del aumento de los precios del alquiler. En cada nueva historia, el narrador apunta: «El sueldo no da». En cada nueva historia, se presenta una nueva información al espectador. Las casas tardan más de 10 años en ser construidas. El núcleo en general se inicia con una pequeña habitación al fondo del solar. Los terrenos son largos y angostos. A lo largo de los años, surgen nuevas casas en los mismos terrenos, porque las familias crecen: un hijo que se casa, un familiar que pretende llegar de otra provincia, el alquiler de una habitación para complementar los ingresos. Con el paso de los años, las familias se amontonan. «Construidos con mínimos recursos, los interiores son pequeños, oscuros, húmedos, o sea, el resultado que se ve son las pésimas condiciones de vida a las que son sometidos los trabajadores» (Maricato, 1975, 16’30»). El narrador cuenta además que los pozos de agua, construidos cerca de las cámaras sépticas, se contaminan, lo que explica los índices de mortalidad infantil y de enfermedades en general. La conclusión llega de la voz grave del periodista Pacheco Jordão: El salario debería incluir los gastos que el trabajador tiene con la vivienda. Pero el salario no da. Al construir su casa en las horas libres con trabajo extra, endeudándose por la compra del terreno y de materiales, a costa de su esfuerzo, el trabajador está incluyendo un gasto que debería estar en los costos de su trabajo. Eso es permitido para que el sueldo sea mantenido por debajo de sus necesidades reales. Así, el trabajador
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está produciendo un excedente, ahorrando capitales que van a servir no para él sino para el crecimiento industrial. Pero el trabajador no lo sabe y continúa construyendo su casa. Luchando para mejorar sus barrios. (Maricato, 1975, 20’08’’) La película trata también de la construcción del propio barrio, y muestra cómo, a partir de la movilización de la población, se desarrolla algún tipo de infraestructura: aceras en las calles, construcción de equipamientos mínimos, la iglesia, un jardín de infantes, la sede de la asociación de vecinos, todo construido siempre en régimen de ayuda mutua y con material comprado a partir de las cuotas pagadas por sus asociados. En la voz del narrador: «El sueldo no da ni para terminar la propia casa, pero ellos mantienen la construcción de la ciudad». O, como dice un entrevistado: «la municipalidad no da nada para el pueblo. [...] Todo el pueblo es quien paga» (Maricato, 1975, 27’39’’, 28’31’’). Tres años después, Maricato dirigió la película Loteamento clandestino (1978), que se acerca a aquellos pobladores en sus momentos de organización. La escena inicial, filmada en una reunión entre pobladores y el dueño de la tierra, en la cual las diferentes voces se suman a la exigencia de un documento que oficialice la posesión de los terrenos, demuestra la dificultad y lo precario de la situación. Dado que han comprado sus terrenos a un particular, no existen documentos oficiales que comprueben la propiedad, lo que los coloca en una situación de extrema vulnerabilidad, sobre todo porque la urbanización oficial avanza y también aumentan las amenazas de desalojo. Esta película, cuyo argumento también es de autoría de la urbanista, se enfoca en la organización de la población e incluye una representación teatral de una operación de compra y venta de tierras, a la manera del Teatro del Oprimido de Augusto Boal4, con los propios moradores de la población. La obra muestra a un poblador que se aproxima a un propietario de tierras y le ofrece una transacción «imperdible»: la valorización de sus tierras a través de la abertura de calles y de la venta de los solares. Con eso, se sabe que los propios vecinos exigirán a la municipalidad mejoras y que los terrenos antes rurales se transformarán en tierra urbana. A continuación, una entrevista con el alcalde Olavo Setúbal confirma el mecanismo y su impacto para el poder público, que, sin embargo, no ve al intermediario como responsable y culpa a los propios migrantes por la ocupación de las tierras rurales. En palabras del alcalde: «Las masas sin capacidad económica, sin preparación técnica, y viniendo de condiciones precarias, aceptan, se someten y se sienten realizadas con apenas un pedazo de tierra» (Maricato, 1978, 12’02’’). La película, que contó con la participación de vecinos de más de 10 barrios de la ciudad, finaliza con una fiesta popular en un área periférica. Simbólicamente, es allí, en esa kermés, donde se ve alguna esperanza, ya que la 4
Creado en la década de 1970, el método formulado por el director de teatro Augusto Boal pretendía facilitar el acceso de las capas sociales menos favorecidas a la transformación de realidad a través del dialogo y de dramatizaciones, inspirado en el método educacional de Paulo Freire.
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asociación de vecinos y su lucha —«la unión entre todos»— sería la única manera posible para la transformación social. La cámara se pasea por rostros sufridos que se divierten con una presentación de forró, niños que juegan entre los adultos y parejas que se encuentran; y a pesar de las dificultades explicitadas a lo largo de todo el rodaje, el final apunta a la posibilidad de superación. La tesis de la película es que solo la organización popular lleva a la concientización, que la lucha cotidiana es necesaria y que «el miedo tiene que ser vencido». Era el año 1978 y la dictadura reprimía violentamente cualquier manifestación; por lo tanto, no es raro que las palabras «lucha» y «miedo» se asocien en la pantalla a la idea de unión y concientización, materializando el argumento con la fiesta popular5. Esta aproximación al universo popular en la facultad, sin embargo, no era la única. Seguía la línea de las investigaciones pioneras realizadas por dos profesores de Maricato, iniciadas en la década anterior. En el volumen Habitação popular paulistana, publicado en la FAU, se lee en la primera página lo siguiente: Los estudios, las investigaciones y todo tipo de preocupación acerca del problema de la vivienda popular carece de más informaciones al respecto de las verdaderas expectativas del primer interesado en ella, o sea, el trabajador paulistano. [...] decidimos investigar las casas autoconstruidas de arrabal, buscando datos útiles no solo a través de cuestionarios, sino dibujando y analizando las propias construcciones y el uso que el habitante hace de ellas. (Lemos & Sampaio, 1977)6 Fruto de la investigación realizada en São Paulo entre 1970 y 1972 por el arquitecto Carlos Lemos y por la socióloga Maria Ruth Amaral de Sampaio, docentes en la FAU, publicada en 1977, el trabajo se valía de la metodología testeada por Lemos en 1965 en sus primeras aproximaciones al universo popular, en especial a las casas de los pobres urbanos. Buscando «ofrecer datos para la comprensión de la casa ideal de nivel popular, procurando captar las expectativas de los habitantes» sobre diversos aspectos, la investigación reconocía la omisión del Estado en relación con la ocupación de las periferias de la ciudad por una masa de casas autoconstruidas en poblaciones en su mayoría clandestinas, pero consideraba la forma de las casas y de los lotes fruto de las condiciones culturales de los migrantes (Lemos & Sampaio, 1977). Como si la forma de la vivienda fuera resultado tan solo de elecciones y no de obstáculos materiales evidentes. Aun así, el trabajo sería responsable de elaborar un levantamiento pionero de los materiales constructivos, de las plantas y de los terrenos —aunque por muestras— de la ocupación periférica en toda la ciudad, cubriendo 67 barrios. El levantamiento era acompañado de una encuesta que mostraba edad, sexo, ocupación e ingreso de los habitantes, y revelaba sus condiciones materiales 5 6
Sobre el recurso de las películas como instrumento de concientización popular, véase Olivieri (2010). El documento mecanografiado no presenta números de página.
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▲ Imagen 2 Fotogramas de la película Loteamento clandestino (1978).
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de vida. Al dar una ojeada a los resultados, se ve que, en la mayoría de los hogares, los habitantes tenían trabajo, una parte de ellos empleados en el sector industrial (obreros, torneros, maestros de taller), una parte mayor en el sector de servicios (choferes, vendedores) y una porción menor en el sector de construcción civil. Pocos reconocían haber vivido en favelas anteriormente, y la mayoría señaló el camino común que habían tomado: de la casa o pieza alquilada en barrios centrales al terreno en la periferia. Jefes de familia de entre 35 y 45 años, que ganaban hasta dos salarios mínimos, cuyo ingreso era complementado por el trabajo de otros miembros del hogar, eran presentados en la encuesta como público destinatario de los programas habitacionales oficiales, y su no incorporación a ellos, como una opción resultante del rechazo de la población a vivir en viviendas colectivas, y no por la incapacidad de pago (Lemos & Sampaio, 1977). La investigación buscó precisar las causas de la elección del barrio y la forma de compra del terreno, notando cómo la legislación restrictiva acababa empujando a aquel estrato a la ilegalidad. Como el Código de Obras no autorizaba lotes menores de 250 m², evidentemente el desmembramiento y las divisiones sucedían contra la ley, contribuyendo a la clandestinidad de las construcciones. La investigación también se centró en la forma de la casa en el terreno y su construcción. Para realizar un análisis más fino, se eligieron aleatoriamente 148 viviendas. El resultado fue unívoco: compra de terrenos a cuotas y casas hechas en etapas por medio de la autoconstrucción a lo largo de los años (a veces con mano de obra contratada, sobre todo para algunos tipos de servicios), construidas sin proyecto. La ocupación del lote podía variar: a veces al fondo, a veces en las laterales o en el centro; pero siempre esperando mejoras futuras. La construcción de la habitación principal por lo general no demoraba más de seis meses, lo que mostraba la necesidad existente de dejar
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de pagar un alquiler. La estrechez de los lotes sugería una construcción en fila, con una circulación interna entre los recintos. Y al observar la casa con mayor atención, la investigación mostraba que muchas de las casas autoconstruidas de la periferia constituyen complejos habitacionales, en los que a menudo no podemos distinguir claramente la casa principal, de la familia titular, de las viviendas prestadas a familiares o alquiladas a extraños, cuando muchas habitaciones son de uso común, principalmente las instalaciones sanitarias. (Lemos & Sampaio, 1977) Se concluía que «el aspecto técnico-constructivo de las casas populares paulistanas [era] irrelevante, puesto que no presentaba novedades», y se caracterizaba, por lo tanto, por una «monotonía de soluciones mediocres y pobres» (Lemos & Sampaio, 1977). Si bien el deseo inicial era encontrar elementos para la reflexión de los arquitectos y urbanistas, para que pudiesen responder a los deseos populares informados por la propia producción popular hasta entonces, los investigadores acabaron formulando apenas sugerencias laterales, como el uso del salón unido a la cocina, o el reconocimiento de la importancia del patio, pero sin conseguir avanzar en formulaciones o propuestas más creativas. El punto más importante era la percepción de un «rechazo» de los pobres a la vivienda colectiva, explicado por las condiciones culturales y no por los factores económicos que impedían el acceso al financiamiento. De hecho, la encuesta encontró varias respuestas al rechazo a la opción de la vivienda colectiva: «la falta de un patio para cultivo de verduras, teñido y lavado de ropas, para animales domésticos; o que sería peligroso para que jugaran los niños; o el alejamiento, la promiscuidad, el calor; o también la imposibilidad de aumento del área construida»; sumados a la incomodidad de no ser «dueños del propio piso» (Lemos & Sampaio, 1977). Los autores, defendiendo la necesidad de una transformación cultural de los habitantes para que la vivienda colectiva pasara a ser aceptada (debido a los efectos nocivos de la expansión, que apenas comenzaba), citaban a Turner, quien, en su texto «Barreras y canales para el desarrollo de la vivienda en países en vías de modernización» (1965) había mostrado que cuanto mayor fuera «la diferencia entre la naturaleza del suministro de viviendas oficiales y la naturaleza de la demanda popular, mayor será la proliferación de viviendas no controladas» (Turner, 1965, citado por Lemos & Sampaio, 1977). Las críticas de Ermínia Maricato, teniendo las investigaciones de Lemos y Sampaio en el horizonte, sin embargo, se aproximaban más a otros dos autores, en especial al economista y sociólogo Francisco [Chico] de Oliveira y al arquitecto Sergio Ferro. El primero era autor de un ensayo que sería fundamental para la crítica a los procesos de autoayuda: «A economía brasileira: crítica à razão dualista», escrito en 1972 (Oliveira, 1981). Y el último, también profesor de la FAU, en el mismo año de 1972 publicó su ensayo «A casa popular» a través del gremio de los estudiantes de la facultad, tomando como referencia la investigación original de Lemos. De ahí, justamente, Ferro extraería los datos para indicar que la casa popular era pobre desde el punto de vista constructivo no por
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una «cuestión de gustos, higiene, estabilidad o confort: [sino como] resultado del bajo nivel de consumo permitido por sus ingresos» (Ferro, 1972, p. 5). Comprobando el proceso en pleno funcionamiento, las casas pobres eran para el arquitecto la evidencia de la pobreza, o, mejor, de la exploración de los pobres en el régimen capitalista. Antes de comprender lo que ambos intelectuales —Oliveira y Ferro— contribuyen al trabajo de Maricato frente al fenómeno urbano de la década de 1970, vale la pena notar que el proceso de construcción de viviendas precarias en São Paulo venía desde antes, y, más importante, que en Río de Janeiro se llevaron a cabo diferentes acciones que también tendrán impacto en las formulaciones hechas en São Paulo.
➁
LAS PRIMERAS FAVELAS EN SÃO PAULO Y TURNER EN RÍO DE JANEIRO
La capital paulista, desde por lo menos la década de 1940, pasó a experimentar lo que Río de Janeiro, entonces capital de Brasil, sentía desde finales del siglo XIX. Cabañas precarias, construidas con materiales y técnicas muy rudimentarios, surgieron en las márgenes de la ciudad, en una situación correspondiente a las descripciones que el inglés John Turner venía haciendo de las periferias de Lima a finales de la década de 1950. Para ese autor, primero en su artículo «Dwelling resources in South América», publicado en la revista inglesa Architectural Design en 1963, pero, sobre todo, en el libro Todo el poder a los usuarios, publicado en 1977, el enfrentamiento del problema de la falta de vivienda y la respuesta dada por los pobres empezaba a formar parte de la agenda de la arquitectura y del urbanismo desde América Latina. El gran alcance que tuvieron las ideas de este arquitecto en el continente se debió a una compleja red que incluía el campo disciplinar y sus relaciones políticas desde su llegada al Perú, a finales de la década de 1950, y a su proyección hacia todo el ambiente del llamado Tercer Mundo después de su radicación en el medio académico norteamericano (Ballent, 2004). Es cierto que la visión de Turner y sus formulaciones teóricas contribuyeron con la posibilidad de incorporar las formas espontáneas de vivienda en las políticas públicas, señalando la aceptación de esas soluciones por el medio técnico y por el Estado. Mientras tanto, esa visión era lanzada desde una perspectiva anarquista, que cuestionaba la ineficiencia del Estado en sus políticas y estrategias basadas en la vivienda como objeto de la producción y del consumo capitalista (Bower, 2016)7. Las relaciones locales de reproducción del espacio asumían protagonismo frente a las acciones centralizadas, lo que ponía en jaque la propia idea de política pública como parte del modelo de desarrollo capitalista. Hasta ese momento, la visión más frecuente era la que miraba hacia las «favelas, callampas o villas miseria» como formas transitorias, que a lo largo del tiempo serían sustituidas por viviendas salubres producidas en serie, con 7
Para Bower (2016, p. 4), «los principios teóricos de la autonomía y libertad individual que están en todo su trabajo representan una realización anarquista del princípio socialista de la autogestión».
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financiamiento estatal. Después de Turner, por la proyección y el alcance de su obra, esa visión sufrió una inflexión, y se incorporaron programas de viviendas autoconstruidas como plataforma para el desarrollo urbano. Pero es importante decir que una visión positiva sobre las formas de vivir de los pobres en América Latina ya era objeto de estudios en distintos países del continente desde décadas anteriores. Contra las políticas de desalojo, que marcaron las acciones públicas iniciales sobre los asentamientos precarios, surgían filántropos, técnicos e intelectuales que defendían la permanencia definitiva de los habitantes en territorios formados espontáneamente (Harris, 2003). En Brasil, fue a partir de la década de 1940 que el problema de la favela tomó dimensiones más visibles, cuando núcleos existentes en Río de Janeiro desde el paso del siglo XIX al XX sufrieron consecutivos aumentos poblacionales debido al avance de los procesos de industrialización, la cual daría un primer salto en la década de 1930. Así que, en la década de 1950, cuando la producción habitacional pública, que se daba de manera fragmentada y dispersa por el financiamiento mediante sistemas de previsión social (con la acción de los Institutos de Jubilaciones y Pensión – IAP), dio señales de insuficiencia (Bonduki, 2014, p. 56), se iniciaron estudios en profundidad sobre las favelas, y se comenzó a organizar un aparato técnico y administrativo con el objetivo de enfrentar de manera más directa el problema. La viabilidad de un plan efectivo de producción habitacional pública de carácter universal fue discutida durante el segundo gobierno de Getúlio Vargas, quien, después de liderar un Estado autoritario entre 1937 y 1945, volvió a la presidencia electo democráticamente en 1954. Ideas desarrollistas que relacionaban la planificación económica con políticas sociales tuvieron lugar en la Comisión Nacional de Bienestar Social (CNBS), presidida por el geógrafo Josué de Castro y con la participación de importantes intelectuales, como Ignacio Rangel y Rômulo Almeida (Barbosa & Koury, 2012). Este último se encargaría de coordinar junto con la CNBS la Subcomisión de Viviendas y de las Favelas, que trató exclusivamente de problemas relacionados con la urbanización, poniendo en el centro del debate técnico el problema de las casas precarias de las principales ciudades brasileñas, con foco en Río de Janeiro. Poco después, en el año 1956, fue creado en el ámbito municipal de la capital federal el Servicio Especial de Recuperación de las Favelas y Viviendas Antihigiénicas (Serfha). Junto con estas instituciones públicas, nótese también la influencia de la Fundación León XIII, entidad asistencial de la Iglesia católica que desde 1947 actuaba intensamente en las favelas de Río de Janeiro, recordando que sus miembros fueron los primeros en defender el asentamiento definitivo de los habitantes «favelados» en sus territorios, con el fomento de intervenciones de mejoras urbanísticas8. Puede decirse que, al menos en Río de Janeiro, en el medio técnico y en distintos sectores de la sociedad se prestaba atención al fenómeno de la favela, y se buscaban soluciones que incluyeran mejoras en las casas y la permanencia en sus sitios originales. 8
Destaca en este movimiento el obispo don Helder Câmara y la «Cruzada de São Sebastião», promovida con este objetivo (Oliveira, 2014, pp. 51-52).
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En la década de 1960, alcanzaría gran repercusión el trabajo Aspectos humanos da favela carioca, una investigación sobre la vida en las favelas de Río de Janeiro realizada por la Sociedad para el Análisis Gráfico y Mecanográfico Aplicado a los Complejos Sociales (Sagmacs). La Sagmacs fue fundada por el fraile dominico francés Louis Joseph Lebret después de su primera visita a Brasil en 1947, con el apoyo de intelectuales paulistas vinculados a la Iglesia católica (Pontual, 2016), y desarrolló desde entonces estudios y encuestas sobre los modos de vida de los pobres en las ciudades brasileñas. En 1956, la sociedad realizó una encuesta para la municipalidad de São Paulo llamada «Estrutura Urbana de Aglomeração Paulistana» y, al año siguiente, un estudio sobre las condiciones de la vivienda popular en la ciudad, donde aparecía el número de 141 favelas, con un total de 8.488 casas (Paulino, 2007, p. 97). Como desdoblamiento de este trabajo, en 1958 la Sagmacs fue contratada por la municipalidad de Belo Horizonte para realizar un estudio similar, y también recibió el encargo del periódico O Estado de S. Paulo para realizar una encuesta sobre favelas cariocas (Cestaro, 2016). El objetivo era llamar la atención de gobernantes, legisladores, políticos y estudiosos de los temas sociales sobre el fenómeno de las favelas, característico de varios centros urbanos brasileños, pero que se manifestaba de manera más evidente en Río de Janeiro. El estudio, publicado en una edición especial del periódico en abril de 1960, despertó gran interés y parece haber motivado una primera inflexión en la discusión sobre las favelas también en el ambiente paulistano, y es posible que haya impulsado tanto el éxito del libro de Carolina de Jesus, Quarto de despejo, diário de uma favelada, en 1960 —que se convirtió instantáneamente en un bestseller—, como la creación en 1961 del Movimiento Universitario para el Desfavelamiento (MUD). Escritas por una ex empleada doméstica, las palabras de Carolina de Jesus revelaban al publico letrado no especializado, de manera muy contundente, el otro lado de una ciudad que se enorgullecía por estar volviéndose la principal ciudad industrial de América Latina: A las ocho y media de la noche ya estaba en la favela respirando el olor de los excrementos que mezcla con barro podrido. Cuando estoy en la ciudad tengo la impresión de que estoy en la sala de visita con sus arañas de cristal, sus alfombras de terciopelo, cojines de sitim [sic]. Y mientras estoy en la favela tengo la impresión de que soy un objeto fuera de uso, digno de estar en un cuarto de desechos. (Jesus, 2015, p. 37)9
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La cita corresponde al día 19 de mayo de 1958. Allí se puede ler, además, lo siguiente: «Llegué en la favela. No veo manera de decir: llegué en casa. Casa es casa. Rancho es rancho. El rancho estaba sucio en su interior y en su exterior. Y aquella falta de orden me dejó triste. Miré el patio. La basura olía mal. Solamente en los domingos que puedo limpiar». (31 de mayo de 1958, p. 47); o «Cuando hablo casa pienso que es una ofensa a las casa[s] de ladrillo. [...] Los vecinos que viven en casa de ladrillo miran a los que viven en las favelas con repugnancia» (8 de junio de 1958, p. 55), breves fragmentos que muestran las condiciones de vida en las favelas paulistanas, hasta entonces una incógnita para los demás setores sociales. Vale decir que el libro fue traducido a 14 idiomas y fue responsable por difundir el primer relato desde adentro de una favela.
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A continuación, el MUD, organizado a partir de una acción del Centro Académico Oswaldo Cruz de la Facultad de Medicina de la USP, reunió estudiantes de otras carreras universitarias de São Paulo interesados en trabajar en pro de acciones de «desfavelamiento». Impactados por una acción social realizada por la municipalidad en la Favela do Canindé (relatada por Carolina de Jesus en su libro), los estudiantes fundaron un movimiento para ofrecer asistencia a los habitantes de estos asentamientos a partir de una visión integrada que involucraba dimensiones territoriales, económicas y sociales (Paulino, 2007, pp. 96-107). En gran medida, tales iniciativas disputaban el sentido de las políticas desarrollistas anteriores, buscando desplazarlas del campo estricto de la economía para incorporar aspectos culturales y sociales en la acción estatal. La idea de un desarrollo que abarcara crecimiento económico y principios de solidaridad y comunitarismo había llevado a un acercamiento entre intelectuales como el padre Lebret y el geógrafo Josué de Castro, configurando una cierta convergencia en el pensamiento sobre la ciudad en América Latina. En todo el subcontinente, la confluencia de esta posición encontraba aceptación y se legitimaba a partir de la producción intelectual formalizada en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) (Gorelik, 2005), donde se trataban los más diversos asuntos y se ensayaba una perspectiva de desarrollo integral que, compartida por la vertiente progresista de la Iglesia católica, era también defendida por Lebret y caracterizaba su liderazgo frente a los trabajos de la Sagmacs. Sus ideas de desarrollo, aunque tuvieran un sentido universalista y un ideal civilizador que sugería el surgimiento de «una nueva humanidad, solidaria y cooperativa», partían del reconocimiento de las profundas desigualdades regionales entre países desarrollados y subdesarrollados, y se desplegaban en la defensa de políticas nacionalistas (Godoy, 2015). Tal perspectiva encontraría respaldo durante el corto gobierno de João Goulart (1961-1964), en el ámbito de las llamadas «reformas de base». La discusión sobre la necesidad de la regulación del mercado de tierras y de la implantación de una política de planificación en la que primase el vínculo entre infraestructura y casa, en el sentido de universalizar el acceso a la ciudad y a la vivienda, tuvo entonces su momento más elocuente. El Seminario de Vivienda y Reforma Urbana (SHRU) promovido por el Instituto de Arquitectos de Brasil (IAB) en 1963, con el apoyo del Gobierno federal, daba continuidad a las reflexiones acumuladas hasta aquel momento, consolidando estudios y críticas a los procesos de urbanización en Brasil y formalizando propuestas (Bonduki & Koury, 2010; Azevedo & Freitas, 2014). En este ambiente ocurrió el golpe de Estado que implementó una dictadura civil-militar en Brasil a partir de 1964, en la que los arquitectos fueron asumiendo un cierto protagonismo en el debate sobre la cuestión habitacional. Fue también a partir de este periodo que las contradicciones del desarrollo brasileño se volvieron más evidentes. El Gobierno militar inauguró a partir de 1964 un modelo de financiación de vivienda supuestamente universal, concentrado en el recientemente creado Banco Nacional de Vivienda (BNH), que pasó a operar por medio de empresas de desarrollo urbano en el ámbito de los
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estados y municipios. La producción de la ciudad y de la vivienda favorecía la concentración del capital en el sector de construcción civil en pocas empresas. El accionar estatal sucedía de manera concomitante con la ampliación y consolidación de las favelas, mientras que en las principales ciudades brasileñas se vivía un proceso de urbanización sin precedentes. Al mismo tiempo, la política contradictoria aceptaba la remoción de las favelas con el desplazamiento de sus poblaciones a lugares muy alejados de las formaciones originales, lo que abría nuevos frentes de urbanización y beneficiaba a los propietarios de las áreas intersticiales. Las favelas y otras formas de vivienda precaria, antes consideradas por muchos un fenómeno momentáneo que debería ser superado con el desarrollo, pasaron a ser entendidas como aspectos definitivos del paisaje. Desde el punto de vista de las elaboraciones intelectuales, tales acontecimientos impulsaron el alcance de las ideas críticas al desarrollismo. Mientras esto ocurría, la resistencia de los habitantes de las favelas a los procesos violentos de desalojo y la defensa por su asentamiento definitivo en las áreas que ocupaban pasaron a definir las ideas de algunos sectores más progresistas del campo disciplinario de la Arquitectura y del Urbanismo, en un evidente despliegue de los debates del Seminario de Vivienda y Reforma Urbana, que todavía tenían espacio en los primeros años del Gobierno militar. En el mismo sentido que el MUD, que fuera creado en São Paulo, un grupo de universitarios se acercó a los movimientos sociales que luchaban en Río de Janeiro en contra de las políticas de remociones. En este ambiente, logró protagonismo Carlos Nelson Ferreira dos Santos, por entonces estudiante de arquitectura en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), quién actuó como asesor de los pobladores de la favela Brás de Pina, que resistían al desalojo emprendido por la municipalidad de Río de Janeiro desde el año 1964. Su liderazgo y acción tuvieron desarrollo con el trabajo del Grupo Quadra Arquitetos Associados, que, en 1968, después de mucha presión sobre la municipalidad, llevaría adelante la primera experiencia de urbanización de favelas en Brasil (Abrahão, 2008, pp. 112-115). Es en este preciso momento que el recién creado Servicio Federal de Vivienda y Urbanismo (Serfhau) llevó a Brasil a John Turner, quien visitó diferentes capitales defendiendo sus ideas sobre participación de la comunidad en los proyectos habitacionales, y dio un curso de cinco días en la capital federal. Su visita tuvo una amplia repercusión en el medio disciplinar carioca y en la prensa en general, y la referencia a sus trabajos sería adoptada explícitamente por Carlos Nelson y sus compañeros del Grupo Quadra Arquitetos Associados (Huapaya & Grappi, 2017). No obstante, experiencias como esta iban a contramano del accionar estatal. La centralización de la financiación habitacional en un único órgano, el BNH, facilitó la concentración del capital en el sector de la construcción e impulsó un movimiento contrario a las propias ideas desarrollistas de base cepalina. La crítica formulada eligió como objetivo el accionar estatal de una manera más amplia, y el desarrollismo, al ser asociado al intervencionismo del Gobierno autoritario, fue cuestionado en sus principios, e incluso fue asignado a la acción técnica del aparato administrativo un papel ideológico que servía para mantener el sistema desigual de producción del espacio urbano.
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Una parte importante del campo disciplinario de la Arquitectura y del Urbanismo, a coro con las críticas sociológicas, pasó a depositar sus expectativas cada vez más en la capacidad autónoma de la población para producir su propia vivienda y para presionar por políticas de financiamiento. Entre los innumerables debates, se pueden distinguir algunas vertientes críticas al desarrollo cepalino, que tuvo varios participantes en toda América Latina, con representatividad significativa en Brasil, y muy notablemente de los intelectuales de la USP (Bresser-Pereira, 2010).
➂
LAS CONTRIBUCIONES DE MARICATO EN LA OBRA A PRODUÇÃO CAPITALISTA DA CASA (E DA CIDADE) NO BRASIL INDUSTRIAL
Es en este contexto que volvemos aquí a las referencias de Ermínia Maricato, porque al mismo tiempo que se profundizaban las discusiones sobre la producción en el espacio urbano a partir de las tesis desarrollistas, las críticas a sus preceptos se hacían notar desde el interior de su ambiente de debate. En São Paulo, donde la lógica depredadora ganó visibilidad por la rapidez con que afectó el territorio, surgió en la década de 1970 una crítica más incisiva al propio proceso de producción de la ciudad. Los intelectuales paulistas, a partir de su inserción en la Cepal, fueron responsables por producir una importante crítica a las propuestas desarrollistas, donde destacaron los trabajos de Chico de Oliveira, junto a la Cebrap (Centro Brasileño de Planeamiento), con un debate que ganó interlocutores importantes en la FAU-USP, entre ellos Gabriel Bolaffi, Sergio Ferro, Lucio Kowarick y la propia Ermínia Maricato. En el año 1979, como se mencionó anteriormente, sería publicado, bajo su organización, el libro A produção capitalista da casa (e da cidade) no Brasil industrial, obra en evidente dialogo con la reflexión cinematográfica anterior y que reunió nombres y visiones sobre el tema habitacional y urbano en el país. Con prefacio de Chico de Oliveira, el libro reunía textos resultantes de investigaciones del economista Paul Singer, el sociólogo Gabriel Bolaffi y los arquitectos Rodrigo Lefébvre (socio de Sergio Ferro), Nabil Bonduki y Raquel Rolnik, así como de la propia Maricato, los cuales denunciaban la omisión del Estado, o, más bien, su papel de inductor del surgimiento de las periferias. Al observar el tema urbano de manera empírica, se buscaba entender los mecanismos de adquisición de lotes y la manera de construcción de las casas, y se llegó a la conclusión, ya presentada en las películas, de que eliminar el gasto mensual del alquiler por medio de la «vivienda propia» (aunque precaria) había sido la única manera de supervivencia para aquellos sectores cuyos salarios deprimidos no eran suficientes para vivir. En el texto introductorio, el economista Chico de Oliveira destacaba el esfuerzo que era necesario para pensar teóricamente la urbanización, el proceso más importante vivido por la sociedad brasileña en aquellos años. Oliveira afirmaba que si los textos allí reunidos no podían ser llamados pioneros —debido al camino de reflexión aquí descrito—, lo pionero del libro de Maricato sería proponer pensar lo urbano no como simples procesos campo-ciudad, como una
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nueva categoría sociológica, ya que la economía en Brasil era eminentemente urbana hacía tiempo. Para Oliveira, «la novedad consistía en pensar la tierra urbana como capital. Y [por eso] se buscaba determinar el papel de la renta de la tierra urbana como soporte del proceso de acumulación que se da en la industria de la construcción civil y, dentro de ella, de la construcción residencial» (Oliveira, 1982, p. 15). En el texto «Autoconstrução, a arquitetura possível» (escrito en 1976 y revisado en 1978 para formar parte del libro), Ermínia Maricato, de acuerdo con el pensamiento de Oliveira, exploró los sentidos de las viviendas construidas por los propios habitantes en las periferias de las ciudades. Partió de la discusión sobre ayuda mutua, que caracterizaba las formas de construcción de vivienda en las zonas rurales, defendiendo el uso de la expresión «autoconstrucción», más acorde con la situación urbana. Con ello, se aleja de lo que ella llama una vasta bibliografía técnica relativa a los problemas de viviendas en los países dependientes [que] tiende a destacar como aspecto más importante de la ayuda mutua la espontaneidad y la solidaridad manifiesta entre las personas que se auxilian, y que debe ser fortalecida en los programas que presentan propuestas para mejorar las condiciones de habitabilidad en los países «retrasados» del mundo capitalista. (Maricato, 1982, p. 72) Si bien la bibliografía citada destacaba la solidaridad entre las personas con el trabajo en conjunto —como lo hacía Turner en sus textos—, Maricato prefiere insistir en el hecho de que esa producción viene sirviendo al capital, en perjuicio de las condiciones ya precarias del trabajador. Sabiendo que la construcción de la casa absorbe las economías familiares, se extiende a lo largo de años e impone a las familias trabajo en sus horas libres, la urbanista apunta que la solidaridad, «cuando existe, es un determinante para la supervivencia. El contacto directo con la producción de la casa también. No hay otra elección posible, así como no hay otra arquitectura posible» (Maricato, 1982, p. 73). Es decir, la misma tesis que defiende en su película. Así, su intención es la de relacionar la autoconstrucción con un cuadro más amplio que el de la actual fase del desarrollo del capitalismo en algunos países dependientes, a través del papel que la autoconstrucción ocupa en la reproducción de la fuerza de trabajo y en la forma que asume el crecimiento de las áreas metropolitanas. (Maricato, 1982, p. 73) Maricato buscaba comprender la casa autoconstruida de la población de bajos recursos como una parte fundamental del proceso de desarrollo capitalista de un país periférico. Por ello, el texto explícitamente apunta a que no hay nada de natural en el hecho de que migrantes llegados de áreas rurales construyan sus propias casas, como lo hacían antes en el campo —con lo que se aleja de las conclusiones de Lemos y Sampaio (y también de la visión antropológica que alimentaba las conclusiones de Turner, si se quiere)—, ya que no se trataba
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de una cultura de subsistencia, y sí, en cambio, de una masa urbana asalariada e integrada en una economía urbana industrial capitalista, donde cualquier práctica de subsistencia era fruto de una imposición externa: es porque no les queda otra alternativa, ya que ellos no tienen condiciones de comprar esos productos o pagar por esos servicios, sea por el bajo poder adquisitivo de los salarios, sea porque las políticas oficiales estatales tratan a la infraestructura y al equipamiento urbano, colectivos o no, como mercancías, a la manera de los sectores privados, o más frecuentemente, combinados con él. (Maricato, 1982, p. 74)10 Ahora bien, esa era la lectura de Chico de Oliveira, quien veía la autoconstrucción como uno de los ejemplos para el argumento sobre la integración de los sectores atrasados en el proceso de acumulación de capital industrial (Oliveira, 1981). En las palabras del sociólogo, citado por la urbanista, la expansión del capitalismo se da con la introducción de relaciones nuevas en lo arcaico y reproduciendo relaciones arcaicas en lo nuevo, como una forma de compatibilizar la acumulación global, en la que la introducción de las relaciones arcaicas en lo nuevo protege el potencial de acumulación liberado exclusivamente para fines de expansión de las propias relaciones nuevas. (Oliveira, citado por Maricato, 1982, p. 77) Maricato anunciaba el argumento de la película de 1979 afirmando que sus investigaciones empíricas la llevaron a percibir cómo los trabajadores no solo producen su vivienda particular, sino que «construyen artesanalmente una parte de la ciudad» (Maricato, 1982, p. 79). Y presenta, a partir de su crítica, al Estado: no es que este sea «injusto», pero sí que, al aplicar sus recursos de manera desigual, el Estado confirma la lógica de la acumulación capitalista vigente en el país. Así, en la fase en que estaba el capitalismo brasileño, era preferible abandonar la reproducción de la fuerza de trabajo e invertir en sectores más dinámicos, y el Estado funcionaba como un ente privado en búsqueda de mayores lucros. Eso explicaría la distorsión del BNH, que, de órgano creado para universalizar la vivienda, se convirtió en un inversionista de viviendas de costo medio y alto, así como también en financista de obras de infraestructura para sectores que respondiesen económicamente a estos costos. Ya que «la práctica del Estado de exigir un retorno por las inversiones hechas con frecuencia busca extraer un excedente en la operación, excluye a la mayor parte de la población del área de alcance de los recursos invertidos en el medio urbano» (Maricato, 1982, p. 80). El texto camina hacia la definición de lo que sería al final la «periferia»: «el espacio de residencia de la clase trabajadora o de los sectores populares, espacio que se extiende por vastas áreas ocupadas por pequeñas casas en pequeños 10 Explicitando su argumento, Maricato afirma: «si el Estado ignora el asentamiento residencial de la
clase trabajadora urbana oriunda de los flujos migratorios, es principalmente porque esa clase no constituye una demanda económica para pagar esos bienes y servicios» (Maricato, 1982, p. 74).
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lotes, lejos de los centros de comercio o negocios, sin equipamiento o infraestructura urbana, donde el comercio o los servicios particulares también son insignificantes como forma de uso. Esa ocupación es urbana, pero puede decirse también que es des-urbanizada, a la vista de ciertas elaboraciones técnicas urbanísticas de planificación, antropológicas, y de la historia de las ciudades». Y prosigue: «esa proletarización del espacio, esa ocupación pobre, extensiva y horizontalizada que ganó los nombres de “crecimiento desordenado”, “cinturón de pobreza”, “espacio marginal”, etc., se acentúa con lo que podemos llamar la segunda etapa de la industrialización del país» (Maricato, 1982, p. 83). Al explorar la forma de la vivienda de las poblaciones de bajos recursos, tesis de Sergio Ferro en A casa popular (1972), Maricato retira de allí sus principales argumentos, al insistir en la imposibilidad de que haya «alguna manifestación popular innovadora a nivel de la técnica constructiva, de los materiales de construcción o de las soluciones formales» (Maricato, 1982, p. 89). Mientras explora los diferentes materiales empleados en las construcciones, el texto de Maricato narra lo que se muestra en la pantalla: la sustitución del ladrillo de barro por bloques de cemento, debido al surgimiento de pequeñas fábricas en la propia periferia. Además de eso, a diferencia de las casas descritas por Lemos y Sampaio, cubiertas de tejas, Maricato ya nota la proliferación de losas premoldeadas, que sustituirían a las tejas de barro y los tejados de madera. Es decir, lo que se concluye es que el «material debe ser siempre el más barato, de manipulación sencilla» y ser ofrecido en tiendas cercanas, todo lo cual determina la forma de la casa: la ingenua búsqueda de la creación arquitectónica popular resulta bastante frustrada por la articulación rígida de todos los elementos que componen la determinación del producto, la casa popular: el lote, de dimensiones pequeñas; los materiales baratos, sencillos, de manipulación fácil y ampliamente conocidos; la mano de obra no calificada e intermitente; la técnica rudimentaria; pocas herramientas; ninguna máquina; y la disponibilidad en partes de tiempo y dinero, lo que determina la construcción por etapas. (Maricato, 1982, p. 91) Así, solo le quedaba a Maricato hacer una lista de los problemas asociados a esas condiciones: el congestionamiento habitacional, la cohabitación familiar, la insalubridad, la iluminación y la ventilación precarias, etc. Su conclusión es que la autoconstrucción en los términos antes expuestos es la «arquitectura posible» para las clases trabajadoras de las grandes ciudades de los países dependientes, sin ninguna poesía, sin ninguna liberación. En ese sentido, es posible afirmar que, en la década de 1970, la visión de Maricato sobre los espacios precarios de la ciudad y sobre las casas de los pobladores de bajos recursos, al mirar las causas estructurales del fenómeno con base en el análisis marxista de la articulación necesaria entre la explotación de la fuerza de trabajo y la acumulación del capital, se aleja de las conclusiones que Turner venía defendiendo contemporáneamente en sus obras. Y también de las discusiones llevadas a cabo por sus contemporáneos en Río de Janeiro, como
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vimos. Informada sobre todo por la crítica marxista latinoamericana (y por la sociología francesa), Maricato y los intelectuales paulistas en general preferían apostar por la «denuncia» del papel del Estado como copartícipe de la «expoliación urbana», para retomar una expresión contemporánea (Kowarik, 1979). Otra vertiente de crítica al papel del Estado, pero que asociaba las ideas del desarrollismo al autoritarismo del Gobierno militar a través del BNH y vinculaba esa acción a las ideas de estandarización propias del Movimiento Moderno, buscaba caminos para su propia práctica dentro del campo disciplinar de la Arquitectura y el Urbanismo. Esta vertiente incluye a dos exalumnos de Ermínia Maricato en la FAU —Nabil Bonduki y Raquel Rolnik—, quienes buscaron retomar ideas próximas a los discursos de John Turner11. A coro con Carlos Nelson Ferreira dos Santos, quien acusaba a los paulistas de ser excesivamente ortodoxos, y señalando la riqueza de las prácticas sociales de las poblaciones residentes en las favelas, quienes podrían tener un papel importante en la emancipación política por medio de sus experiencias, dichos arquitectos, más jóvenes que Maricato, buscaban valorizar las prácticas populares. Por otro lado, también absorbían la crítica marxista, recurriendo a los aportes de Chico de Oliveira a partir de su diálogo con los arquitectos y urbanistas paulistas.
➃
EN BUSCA DE ALGUNAS CONCLUSIONES
Para comprender ese cambio de ideas en el horizonte —y, más que eso, comprender cómo pensamientos antagónicos operarían una síntesis pocos años después en la municipalidad de São Paulo— es necesario mencionar que, en la década de 1980, se presentaba un nuevo elemento en escena: la propia población pobre, con el aporte de los sectores más progresistas de la Iglesia, empezó a organizar movimientos de reclamo por tierra y vivienda. La población pobre buscaba tener una vivienda (aunque en la periferia y construida por ellos mismos). Hay que recordar que la forma de urbanización que poblaba la periferia con viviendas autoconstruidas era el centro de la crítica de Oliveira y Ferro, compartida por Maricato, que comprendía el sistema como sobretrabajo. Pero, la organización popular daba nuevos significados políticos a esta acción, y colocaba en suspenso la crítica. El desafío fue relacionar algo que era contradictorio a los ojos de los intelectuales de izquierda: el deseo de los movimientos sociales organizados por la casa propia (y la valorización de su organización política) con la crítica a la explotación de los pobres por las precarias condiciones urbanas. Así, por medio de la transformación de la autoconstrucción en ayuda mutua, se buscó alejar el carácter de espolio, individualista, atrasado y de baja productividad, y emplear un proceso colectivo que garantizara la división técnica del trabajo, y que luego se desarrolló en la idea de autogestión también colectiva de la financiación, en el sentido de promover la autonomía de las organizaciones comunitarias. Para los arquitectos seguidores de Sergio Ferro, 11
Ambos participaron en el libro organizado por Maricato con investigaciones desarrolladas en la FAUUSP (Rolnik & Bonduki, 1982, pp. 117-154). La aproximación a Turner sería indirecta, a través de sus lectores en Brasil.
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con eso se esperaba encontrar formas que permitieran a los trabajadores participar de las decisiones del proyecto y del proceso productivo, en la perspectiva de producir vivienda de forma no alienada (Bonduki, 2006). Es en este contexto que Ermínia Maricato incorpora en sus acciones en la municipalidad el trabajo de la autoconstrucción, al convertirse en secretaria de Vivienda durante el gobierno de Erundina en 1989 y abrir espacio para un programa de viviendas basado en la ayuda mutua. Puede decirse que Maricato coincidía en parte con las ideas de Turner, pero que las retomaba con base en otros motivos. Bajo su dirección, Nabil Bonduki —quien, en diálogo con las críticas sociológicas, buscaba una nueva forma de actuación de lo público incorporando los saberes populares— implementaría el Programa de Construcción por Acción Colectiva y Autogestión en la recién creada Superintendencia de Vivienda Popular dirigida por él. Como Turner, ellos valorizaban las construcciones populares y los procesos participativos. Pero, si tales procesos eran vistos como una etapa de formación política que llevaría a la transformación social, no lo sería por una vía anarquista (como para Turner), sino por la vía socialista, desde la autogestión de los financiamientos, previéndose la transferencia de los fondos públicos para los sectores populares con el objetivo de descentralizar los recursos de la industria de la construcción civil. A las propuestas de Turner, los arquitectos brasileños añadieron las ideas del educador Paulo Freire (intelectual vinculado a la Teología de la Liberación de la Iglesia católica y a los movimientos militantes de izquierda)12, a fin de enfrentar las contradicciones denunciadas por Chico de Oliveira y Sergio Ferro sin dejar de considerar las intenciones y deseos del movimiento por vivienda. Uniendo el trabajo intelectual con la busca de transformación social, Freire proponía un método de aprendizaje desde las condiciones reales y de los conflictos sociales existentes. Por un camino similar, los arquitectos de la municipalidad buscaron agregar un sentido pedagógico a los procesos de autoconstrucción: convertidos en ayuda mutua y autogestión de los fondos, cumplían la tarea de concientizar a sus participantes sobre sus propias condiciones de precariedad. La asociación entre vecinos y la fiesta popular, tematizada en los momentos finales de la película Loteamento clandestino, adquirían un fuerte sentido político frente a la escena inicial de compra y venta de los terrenos. Es así que, dando continuidad a una acción piloto que había comenzado a inicios de la redemocratización13, la política de vivienda por ayuda mutua 12 Paulo Freire fue el gran pensador brasileño en el campo de la pedagogia, creador del metodo enseñan-
za-aprendizaje que parte de la vida cotidiana y de una acción compartida entre alumno y profesor, en oposición a las jerarquías establecidas por los metodos convencionales de alfabetización. La idea clave es el principio de autonomía (Freire, 1974). 13 «Entre 1982 y 1985, en los gobiernos de Franco Montoro (provincial) y Mario Covas (municipal), […] ocurrieron las iniciativas pioneras de carácter experimental de producción habitacional por medio de ayuda mutua, cuando se ensayó la posibilidad de las familias controlaren las decisiones de proyecto y el proceso de trabajo en la obra, realizada a partir de recursos públicos […] y con el apoyo técnico de profesionales externos […]» (Moreira, 2009, p. 46).
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formulada en el ámbito de la municipalidad por Maricato (y Bonduki) introdujo nuevos puntos a la discusión sobre la producción pública de viviendas, y fue responsable de fortalecer, de manera decisiva, la acción autónoma de los movimientos sociales en la ciudad y en el país. Vale decir que, hacia la década de 1990, las propuestas de ayuda mutua ya estaban bastante institucionalizadas en varios países latinoamericanos, apoyadas y financiadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) —en buena medida por el éxito de las reflexiones de Turner, o tal vez aprovechando su penetración en el ámbito erudito, en busca de legitimación en el campo disciplinario de la arquitectura—. Pero, a diferencia de los aportes puramente económicos de las agencias financiadoras, al incorporar esta agenda, los arquitectos de la municipalidad lo hicieron de manera crítica, convirtiéndola, junto con los movimientos sociales, en acción política y transformadora. Y, aún más importante, discutiendo de manera explícita la mercantilización de las viviendas como objetos de consumo. Este pensamiento estaría en la base de una corriente de actuación profesional de los arquitectos vinculados a las llamadas «asesorías técnicas» a los movimientos sociales, que empezaron desde entonces a actuar en la ciudad14, hasta llegar a la creación del Ministerio de las Ciudades en el primer gobierno Lula, en 2001, del cual Ermínia Maricato fue ministra adjunta. Pero esa es otra historia.
14 Es necesaria una lectura a contrapelo de esta historia para comprender la manera como este grupo
paulista incorpora la literatura internacional —y de Turner en especial— en sus formulaciones como gestores públicos, luego de un camino de alejamiento y de crítica de tales ideas. Esta historia ha sido explorada por diferentes autores contemporáneos, en general centrándose en São Paulo (véanse Arantes [2002] y Carvalho [2005], además de las otras obras citadas). Resulta importante ampliar el foco de análisis a todo el país (como se ensayó aquí con la breve mirada a Río de Janeiro) y al continente latinoamericano, a fin de comprender también la propia narrativa historiográfica, para tejer una trama más compleja que apunte el rol de los intelectuales latinoamericanos en las ideas sobre las viviendas de los pobres en las ciudades.
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Arquitectura PUCP
Una profesión en desarrollo: John F. C. Turner en Arequipa Helen Gyger (Investigadora independiente e historiadora de arquitectura)
Resumen Este artículo explora la intersección entre la autoconstrucción dirigida y auxiliada y la cultura de la arquitectura moderna en los inicios de la formación profesional del arquitecto inglés John F. C. Turner, quien emergió como un prominente teórico de la autoconstrucción dirigida a inicios de la década de 1960. El foco de atención se centra en el desarrollo de Turner de una práctica arquitectural desde su llegada al Perú en 1957, por invitación el arquitecto y planificador Eduardo Neira. Turner pasó el siguiente par de años en Arequipa, trabajando para la agencia gubernamental encargada de la regularización de las urbanizaciones populares. Estos años culminaron con un proyecto de prueba de la autoconstrucción dirigida iniciado luego del terremoto de 1958, que causó daños generalizados en las viviendas de Arequipa. El artículo explora cómo estas experiencias seminales de campo forjaron los futuros escritos teóricos de Turner.
Abstract This article explores the intersection of aided self-help housing and modernist architectural culture through the early career of the English architect John F. C. Turner, who emerged as a prominent theorist of aided self-help housing beginning in the 1960s. The focus is on Turner’s development of an architectural practice following his arrival in Peru in 1957, at the invitation of architect and planner Eduardo Neira. Turner spent the next couple of years in Arequipa, working for a government agency charged with regularizing the city’s urbanizaciones populares. This culminated in a trial aided self-help housing project initiated after an earthquake in 1958 caused widespread damage to Arequipa’s housing stock. The article explores how these seminal onthe-ground experiences informed Turner’s later theoretical writings.
Palabras clave barriadas, autoconstrucción dirigida y auxiliada, anarquismo, ayuda mutua, Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda (CRAV).
Keywords barriadas, aided self-help housing, anarchism, mutual aid, Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda (CRAV).
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio Número 2 ∙ Año 2 0 2 1 ∙ e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Revisitando el legado de John F. C. Turner ∙ Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno La siguiente obra ha sido publicada bajo las condiciones de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0, la cual autoriza a terceros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de la misma, con la excepción de fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original y que dichas creaciones se licencien bajo las mismas condiciones.Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2021-02820
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Helen Gyger
HELEN GYGER es autora de Improvised Cities: Architecture, Urbanization, and Innovation in Peru (Universidad de Pittsburgh Press, 2019) y coeditora de Latin American Modern Architectures: Ambiguous Territories. (Routledge, 2013). Tiene una Maestría en Estudios Liberales por la New School for Social Research de Nueva York y un Doctorado en Historia y Teoría de la Arquitectura por la Universidad de Columbia. Actualmente es investigadora independiente.
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INTRODUCCIÓN
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En la portada de su edición de agosto de 1963, la revista Architectural Design presentó una impactante visión de Lima, con barriadas recién formadas dominando el primer plano. Con el título de «Recursos de vivienda en América del Sur» (curiosamente, no «problemas» de vivienda), la edición yuxtapuso bloques de viviendas colectivas modernistas con barriadas y programas de autoconstrucción dirigida y auxiliada, y con ello posicionó estas prácticas, hasta ese momento marginales, como soluciones igualmente viables que merecían seria consideración por parte de una nueva vanguardia de arquitectos y planificadores. Para el editor invitado John F. C. Turner, el objetivo era alejar la barriada y la autoconstrucción del ámbito de los reportes técnicos y el reportaje sensacionalista e introducirlas en el discurso arquitectónico más difundido. En el CIAM 9, una década antes, arquitectos radicados en Argelia y Marruecos introdujeron la informalidad urbana a gran escala en la arquitectura moderna, presentando estudios sobre la vivienda autoconstruida de las «bidonvilles»2, las cuales, del mismo modo que las barriadas en el Perú, emergieron como resultado de la migración del campo a la ciudad. Si bien estas exploraciones enmarcaban la «bidonville» como un objeto de estudio cuasietnográfico y de apreciación estética, y sus formas sencillas y funcionalmente orientadas fueron asumidas por los enfoques de vivienda moderna como una suerte de «color local», nunca fueron vistas como una solución viable en sí misma que los arquitectos debieran reproducir o preservar. Por el contrario, para Turner la barriada era una forma urbana válida cuyos procesos de evolución, lógicamente innatos, no requerían necesariamente la reformulación de un experto externo. A pesar de su «aparente caos», fue, como lo vieron sus residentes, «un logro cuya existencia es autojustificada y cuya apariencia es irrelevante» (Turner, 1963a, p. 376). Al mismo tiempo, Turner sugirió que un compromiso genuino con estas prácticas requeriría una revisión de la misma definición del arquitecto, y planteó la pregunta de cuáles, exactamente, serían las «funciones y responsabilidades» (Turner, 1963b, p. 363) de la profesión en este nuevo modo de producción arquitectónica. La respuesta de Turner a esta pregunta fue evolucionando a medida que fue alejándose progresivamente del conocimiento convencional de su educación en la Architectural Association (AA) en búsqueda de un tipo diferente de producción arquitectónica. Esto solo se cristalizó por completo cuando se mudó al Perú en 1957, donde adquirió experiencia y cierta experticia en la autoconstrucción dirigida y auxiliada, comenzando con proyectos iniciados luego de un devastador terremoto en Arequipa a inicios de 1958. Con el tiempo, abandonaría este enfoque por excesivamente intervencionista y abogaría en cambio por lo que denominó «housing by people» —o control del usuario sobre la producción de vivienda—, argumentando que «el problema central es quién decide qué para quién» (Turner, 1977, p. 3). Este artículo ofrece una visión del trabajo de Turner en Arequipa y además explora las contribuciones de uno de sus colaboradores clave: el arquitecto y planificador Eduardo Neira, quien fue fundamental en gestionar la venida de Turner al Perú y sentó las bases para su trabajo allí.
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Este artículo es una versión condensada de «A profession in development, 1957-1960», capítulo 3 del libro Improvised cities: Architecture, urbanization, and innovation in Peru, de Helen Gyger, 2019. Reimpreso con permiso de University of Pittsburgh Press. Denominación que reciben las barriadas o asentamientos humanos en ciudades del norte de África.
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Turner se inscribió en la AA en 1944, a la edad de 17 años, y completó solo un año antes de ser reclutado en el ejército británico para cumplir dos años de servicio nacional. Esto demostró ser una experiencia fundamental por una razón poco probable: Turner encontró una copia del periódico anarquista Freedom, la cual había sido abandonada en su cuartel, y ello lo inspiró a explorar los fundamentos filosóficos del movimiento, leyendo las obras de Peter Kropotkin, Herbert Read y Eric Gill. Desde el comienzo, es evidente la influencia del anarquismo en la aproximación de Turner a la autoconstrucción, con su énfasis en el desarrollo comunitario autogenerado y la acción local (una posición implícitamente anti-Estado), y, haciendo eco a Kropotkin (1903), el principio de la ayuda mutua. La expresión más completa del interés de Turner en las ideas del anarquismo aparece en la distinción entre las aproximaciones «heterónomas» y «autónomas» para la provisión de vivienda, descritas en Housing by people: Towards autonomy in building environments (1976, publicado al año siguiente en español con el título Vivienda, todo el poder para los usuarios), su texto teórico de mayor alcance. Mientras que los sistemas heterónomos (centralmente determinado y «determinado por otros») presentan una dinámica familiar descendente desde la práctica arquitectónica tradicional, los sistemas autónomos (localmente autogestionado y «autodeterminado») implican una red de usuarios finales que toman decisiones por ellos mismos, siguiendo el modelo anarquista. La barriada autogestionada de manera colectiva presenta un caso ejemplar, diametralmente opuesto a la vivienda pública masiva construida por el Gobierno, pero teóricamente el principio de autonomía podría ser trasladado a otros contextos y a otros modos de producción arquitectónica. Mientras estaba en la AA, Turner participó en proyectos y con profesionales relacionados con el CIAM: asistió a las conferencias de Bergamo y Hoddesdon, recorrió el sitio de construcción de la Unité d’Habitation y realizó una pasantía de un año en el estudio italiano de arquitectura BBPR, al final de la cual viajó a Venecia para asistir a la escuela de verano de 1952 del CIAM. Allí, Turner conoció a Neira, quien recién llegaba de su propia peregrinación a la Unité. Como se vio después, resultó que también compartieron un interés por el trabajo de Patrick Geddes. Sobre la base de esta conexión profesional, Neira sugirió posteriormente que Turner se mudara al Perú para practicar arquitectura, una oferta que Turner aceptó rápidamente, dado que Inglaterra presentaba pocas oportunidades para el tipo de trabajo en desarrollo comunitario que a él le interesaba.
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HACIA UNA NUEVA ARQUITECTURA SOCIAL
Eduardo Neira, tres años mayor que Turner, estudió arquitectura en Lima antes de viajar a Inglaterra a inicios de la década de 1950 para estudiar planificación urbana y regional en la Universidad de Liverpool. En 1947 había sido miembro fundador de la Agrupación Espacio, un grupo arquitectónico vanguardista que también incluyó entre sus miembros a artistas, figuras literarias y músicos. En 1955, aquellos miembros interesados en perseguir una práctica más socialmente comprometida (entre los cuales estaba Neira) precipitaron una división de la
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agrupación. Esta ruptura fue aparentemente impulsada por su participación en el proyecto de investigación liderado por el antropólogo José Matos Mar con el objetivo de estudiar a las comunidades indígenas de Huarochirí (Matos et al., 1958). Esta realineación de la propia práctica arquitectónica de Neira proporcionó el ímpetu para la invitación que posteriormente extendería a Turner. Luego de que Neira regresara de Europa, se unió al Ministerio de Fomento y Obras Públicas como jefe del Departamento de Urbanismo. A inicios de 1954, visitó Arequipa para reportar problemas de desarrollo urbano no regulado en la ciudad. Como la segunda ciudad más grande del Perú, a mediados de 1950 Arequipa tenía una población de alrededor de 125.000, y el área cubierta por sus barriadas era más grande que la ciudad planeada. Si bien parte de esta expansión urbana se debía a la llegada de nuevos migrantes, gran parte de esta fue causada por la especulación de tierras. En 1950, una comisión establecida por el ministerio investigó 160 quejas relacionadas con subdivisiones urbanas ilícitas —tanto para desarrollos de bienes raíces comerciales como para barriadas—, la mayoría de las cuales fueron sancionadas por el alcalde de un distrito vecino, quien estaba ansioso por capitalizar el anticipado futuro crecimiento de Arequipa. En 1952, el ministerio estableció una sucursal, el Departamento de Inspección de Urbanizaciones y Obras Públicas de Arequipa (IUP), para poner algo de orden a la situación, y lo puso a cargo de crear un registro de reclamantes de tierras, realizar levantamientos topográficos y preparar e implementar planes de desarrollo. No obstante, la falta de recursos y personal competente hizo que esta oficina fuera completamente ineficaz. Consecuentemente, la tarea de Neira en 1954 era reevaluar la situación y reorganizar el IUP. El reporte inicial de Neira buscó aclarar la distinción entre dos tipos de asentamientos ilícitos: la urbanización popular y la urbanización clandestina. La primera surgió de invasiones organizadas de tierras propiedad del Gobierno por grupos de pobladores, quienes luego solicitaron a las autoridades que les concedieran el sitio; mientras que la segunda involucraba la subdivisión ilegal y la venta de tierras privadas con fines lucrativos. Neira argumentó que el propósito del Gobierno al establecer el IUP había sido ayudar a los pobladores, quienes, según él, actuaron fuera de la ley movidos por la desesperación, pero fueron escrupulosos al acercarse posteriormente a la invasión para poder regularizar su situación. Por otro lado, el segundo grupo simplemente violaba la ley para beneficio personal, un problema que había sido pasado por alto en el escrito original del IUP. De cualquier modo, la necesidad de una intervención era clara: «Es precisamente una función del Estado proteger y orientar las invasiones particulares, especialmente en los grupos de escaso potencial económico». De manera específica, existía «la obligación oficial» de garantizar que los asentamientos se establecieran de la manera más económica posible, en sitios donde se pudiera instalar servicios urbanos esenciales y que estuvieran libres de reclamaciones legales que requirieran un largo litigio (Neira Alva, 1954, p. 3). Además, era necesario mantener a los pobladores a salvo de las depredaciones los especuladores de bienes raíces y de las manipulaciones de los líderes de las barriadas. Este enfoque un tanto sorprendente —que posiciona al Gobierno como protector de las urbanizaciones populares en lugar de agente de su
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eliminación— fue absolutamente congruente con el paternalismo del presidente Manuel Odría (1948-1956) y con la profesión arquitectónica por igual. Si bien el interés de Neira en ayudar a los pobladores surgió desde su práctica socialmente comprometida y científicamente informada, y el de Odría surgió del cálculo político puro, a pesar de sus motivaciones discrepantes, coincidieron en la misma lectura de la situación y las mismas políticas. También es necesario señalar que, en este periodo de profunda desigualdad social, donde el requisito de alfabetización impidió a muchos ciudadanos de bajos recursos votar, las expresiones paternalistas de preocupación por la vulnerabilidad infantilizada de los pobladores frente a los especuladores y demagogos enmascararon una desarticulada ansiedad sobre su poder potencial como una fuerza organizada que pudiera operar más allá del poder de la élite. Neira recomendó que el IUP empezara por determinar cuáles viviendas tenían derecho de conservar un lote —siendo este su único lugar de residencia y habiendo sido ocupado al menos por un año y un día—. Los residentes aptos debían ser luego reubicados de su existente «urbanización “no conforme”» a un nuevo asentamiento debidamente preparado por el Estado y provisto de servicios básicos; cualquier construcción «no conforme» restante sería entonces demolida. Neira consideró que la oficina debería aprovechar «el enorme esfuerzo» que se evidenciaba en las casas autoconstruidas: con «una asistencia técnica inteligentemente conducida» que se enfocara en la ayuda mutua, podría mostrarse a los residentes cómo trabajar juntos como un grupo bajo la guía de un experto designado, para que construyeran sus casas de la manera más eficiente y económica posible (Neira Alva, 1954, p. 5). El último reporte coescrito por Neira proporcionó detalles adicionales: los lotes se ofrecerían a las familias en usufructo por periodos prorrogables de 99 años, que otorgaban el derecho de habitación prolongada, pero no la opción de comprar el lote y convertirse en su propietario legal —una medida pensada para evitar la especulación de tierras—. Esta oferta sería válida por un año, «dentro del cual la familia beneficiada se comprometería a construir su vivienda» o perdería la opción al lote en su totalidad (Neira Alva & Dulanto Pinillos, 1954, p. 7). Aunque no parece que Neira tuviera un rol activo en Arequipa luego de este reporte, estas recomendaciones tuvieron como resultado una reorientación sustancial del IUP, la cual proporcionó una agenda más ambiciosa y asertiva que conllevó un contacto mucho más cercano con los pobladores. El interés de Neira por estos temas se mantuvo, y en 1955 emprendió un viaje de estudio con el auspicio del Programa de Asistencia Técnica de la ONU, que lo llevó desde Europa y Argelia hasta Puerto Rico, donde aparentemente se reunió con Luis Rivera Santos, director de un programa innovador de «ayuda propia y ayuda mutua en vivienda» iniciado en la década de 1940 (Rivera Santos et al., 1953). En 1956, Neira publicó un largo artículo sobre la crisis de vivienda en el Perú en El Arquitecto Peruano, en el cual —junto con sugerencias referentes al alto costo de los terrenos urbanos, las dificultades del financiamiento de la vivienda y el grave estado de la industria de la construcción local— sostuvo que la ayuda mutua tenía gran potencial para combatir la escasez de viviendas (Neira Alva, 1956). Volvió al tema en un artículo de 1957 publicado en La Prensa
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de Pedro G. Beltrán, en el que abogó por la adopción de la asistencia técnica como un elemento clave de la política nacional de vivienda, pues la consideraba como un uso realista de los recursos limitados del país, con la habilidad única de «liberar el potencial de la acción colectiva por la canalización técnica del esfuerzo común». De esta manera, Neira afirmó, adaptando una frase lecorbusiana, que se ofrecía un camino «hacia una nueva arquitectura social». Neira también abogó por la adecuación cultural de las técnicas de ayuda mutua y trabajo en común para el Perú, «un país donde por siglos no existió otra forma de trabajo» (Neira Alva, 1957). Al mismo tiempo, identificó las prácticas especializadas de la autoconstrucción dirigida como completamente modernas, representación de una técnica emergente pero bien vista en el nuevo campo de desarrollo comunitario que se había probado en varios países. La tarea de poner la idea en práctica recayó entonces en Turner.
➁
AREQUIPA: CONTROL E INTEGRACIÓN DE LAS BARRIADAS
En junio de 1957, Turner asumió un puesto en Arequipa en la oficina gubernamental responsable de regular y mejorar las urbanizaciones populares, la cual se encontraba entonces en un estado continuo de cambio administrativo: durante los primeros meses trabajó para el IUP, hasta que se reorganizó como la Oficina de Asistencia Técnica de Arequipa (OATA). La situación en la que se encontraba Turner era bastante tensa. Como se señaló previamente, el informe de Neira de 1954 había conducido a una reorientación sustancial de la oficina del IUP, poniéndola en contacto más cercano con los pobladores. Los funcionarios desconfiaban de los líderes de las asociaciones de residentes, convencidos de que operaban en contra de los intereses de los residentes comunes al malversar fondos de la asociación e inflar el mercado de bienes raíces. Las tensiones llegaron a un punto crítico a finales de 1956. Con el compromiso del IUP de suprimir las asociaciones, su política hacia las urbanizaciones populares era ahora «paralizar y prohibir toda actividad de construcción» mientras diseñaba un plan integral para regular y normalizar los asentamientos (Turner, ca. 1959-1960, p. 27). Tan pronto como las asociaciones tomaron conciencia de dicha política, publicaron una hoja informativa en la que describían sus objeciones a esta (y al IUP) a través de su organización paraguas recientemente formada, la Asociación de Urbanizadores Populares de Arequipa (AUPA). Afirmando representar a más de 30.000 familias, la declaración de la AUPA aseguraba el derecho de los residentes a la vivienda, su voluntad de cooperar con las autoridades y su capacidad para gestionar sus propios asuntos. A través de sus propios esfuerzos y ahorros, habían seleccionado terrenos adecuados para sus asentamientos y habían «contratado la dirección técnica indispensable y levantado zonas perfectamente habitables, planificadas y exentas de toda condenación». En contraste, habían esperado mucho, pero no habían recibido nada del IUP, el cual había «malgastado buena parte del presupuesto nacional» (AUPA, 1956) al apoyar a un personal inadecuado e incompetente que tenía poco entendimiento de la situación, como era evidente en sus esfuerzos por obstaculizar en lugar de ayudar a la construcción en las urbanizaciones populares.
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Los miembros de la AUPA también afirmaron no ser solo ciudadanos responsables preocupados por el desperdicio de dinero del Gobierno, sino también socios confiables listos para trabajar para resolver la crisis de la vivienda. La AUPA declaró que: Comprende plenamente, porque lo está viviendo, la grave situación del problema de la vivienda y estamos por desterrar el «viejo criterio paternalista del Estado» y de acuerdo que nuestra idea capital y práctica constante debe ser «Ayudar y Ayudarse», sin esperar obsequios, por eso nos hemos asociado, «para conseguir la cooperación del Estado y ello es HACER ANTES QUE PEDIR». (AUPA, 1956) La declaración de la AUPA hacía referencia directa al informe preliminar de la Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda (CRAV), que se había publicado el mes anterior: «“Ayudar a ayudarse” debe ser idea capital y práctica constante de esta obra. Nada debe ser obsequiado ni impuesto» (CRAV, 1958, p. 298). Igual de ingeniosos tanto en su politiquería como en sus prácticas de construcción, los urbanizadores autodenominados rescataron y replantearon elementos de la retórica liberal clásica de la comisión para reforzar sus reclamos de alojamiento. La sofisticación táctica de esta campaña mediática refleja la fuerza de la necesidad, pero también demuestra las habilidades organizativas y de negociación de los pobladores, que eran necesarias para gestionar los asuntos intracomunitarios, así como para navegar por las arenas de la política local y nacional. Hacia finales de 1957, cuando el nuevo programa de asistencia técnica estaba programado para entrar en vigor, Turner produjo un estudio para la OATA que contenía propuestas detalladas para dos nuevos programas: un proyecto de rehabilitación para un asentamiento existente y un esquema para una ciudad satélite. Juntos, ofrecieron una estrategia integral para reducir el crecimiento no planificado a través del «control e integración de las barriadas con la ciudad misma». Primero, «aquellas barriadas enraizadas demasiado profundamente para ser trasplantadas deben ser transformadas en distritos saludables y modernos». Segundo, el incipiente «desarrollo irracional» debía ser prevenido y la demanda de nuevas viviendas debía «ser encauzada y concentrada para formar una extensión lógica y apropiada de la ciudad» (Turner, 1957c). El primer programa se centró en la urbanización popular Mariano Melgar. Se utilizó un estudio de las densidades reales para identificar las zonas que ya mostraban consolidación naciente; la nueva construcción se canalizaría hacia estas áreas para acelerar el proceso de integración con la ciudad establecida y, por lo tanto, hacer que la instalación de servicios fuera económicamente viable. Se consideró que el trazado urbano cuadriculado tenía demasiado espacio dedicado a la circulación y no suficiente espacio abierto. En el plan de rehabilitación, las calles transversales alternativas se convertirían en parques, lo que tendría el beneficio adicional de reducir la cantidad de carreteras, que requerían el costo de pavimentación. Se agregaron pares de fotografías al plan rediseñado para demostrar a los residentes el impacto de las mejoras propuestas: los paisajes desnudos transformados en vías peatonales arboladas,
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la desordenada fachada de la calle convertida en hileras de casas encaladas con techos abovedados casi mediterráneos. El programa de la ciudad satélite representó un esfuerzo más agresivo para controlar la dirección del desarrollo urbano. Según un informe coescrito por Turner y su colega Luis Felipe Calle, esta fue «la única solución» al problema de las urbanizaciones populares (Calle & Turner, 1957). Aparentemente, fue concebido por primera vez algunos años antes por Neira junto con Hernán Bedoya, jefe de la región sur de la Oficina Nacional de Planeamiento y Urbanismo (ONPU). Para empezar, una o dos zonas residenciales serían agrupadas en lotes y provistas de infraestructura básica; los pobladores tendrían que abandonar sus viviendas ilegalmente construidas y se les ofrecería un sitio en la nueva ciudad satélite. Una vez que «el núcleo humano» del asentamiento se estableciera, la OATA comenzaría a implementar un programa de vivienda usando la ayuda mutua dirigida, en el que los residentes construirían sus propias casas en equipos y con orientación técnica. En su estudio, Turner argumentó que la especulación de bienes raíces, más que la necesidad real de vivienda, era la responsable de muchos reclamos de tierras, por lo que el verdadero déficit de vivienda de Arequipa podría cubrirse utilizando «una séptima parte del área realmente invadida y solicitada». Muchos asentamientos existentes estaban escasamente poblados y pobremente consolidados, lo que los hacía socialmente fragmentados y no económicos para la provisión de servicios, incluso básicos. Por el contrario, una ciudad satélite se planearía como «una extensión lógica y apropiada» desde el principio, y crecería en etapas según la demanda (Turner, ca. 1958b). El proyecto se mantendría en secreto durante el mayor tiempo posible: «Nuestra campaña contra la especulación depende de la divulgación amplia y repentina de dicho plan» (Turner, 1957a). Se seleccionó un sitio al sur de la ciudad, lo suficientemente grande como para dar cabida a 30.000 personas y que pudiera satisfacer las necesidades de vivienda de Arequipa por los próximos 25 años. Los dibujos detallados producidos alrededor de 1958 por Bedoya presentan un escenario bucólico con avenidas arboladas y una amplia gama de edificios comunales (iglesia, escuelas, centros cívicos y comerciales) que en la práctica hubieran sido difíciles de financiar. Esta versión de la ciudad satélite fue un modelo de desarrollo urbano descentralizado, claramente inspirado en el concepto de la unidad vecinal de Fernando Belaúnde Terry: enmarcado por un amplio cinturón verde de tierras agrícolas, funcionaría como una unidad autónoma con sus propias zonas comerciales e industriales, así como instalaciones comunitarias, en especial las escuelas, que formaban el centro de cada una de las subzonas de la ciudad. La respuesta de Turner a este proyecto fue sumamente ambivalente. Algunas de sus declaraciones acogieron la idea como una forma de eludir las dificultades de tratar con los asentamientos mal planificados y sus combativos líderes, mientras que en otras fue muy crítico y consideró como errónea la «evasión» de la situación real: «La idea de un nueva ciudad es infinitamente más atractiva para nosotros como arquitectos y administradores, pero tengo la inquietante sensación de que es una solución autoritaria y dictatorial que podría destruir las nuevas comunidades incipientes (y, por lo tanto, la base de
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la democracia), dividir a la población y, como resultado, fracasar. Merecidamente. Estoy impresionado y perturbado por la asunción tranquila de Luis Felipe [Calle] de que podemos crear comunidades tan fácilmente como podemos construir casas. Este tipo de pensamiento es casi suficiente para convencerme de lo erróneo de toda la idea» (Turner, 1957b). No obstante, a pesar de las reservas de Turner, el proyecto permaneció en la agenda al menos hasta principios de la década de 1960. A finales de 1957, con pocos proyectos concretos a mano, Turner se mostró pesimista sobre el futuro de la OATA y escribió que las relaciones con los residentes parecían empeorar. Con recursos insuficientes para llevar a cabo grandes proyectos, la OATA solo logró crear obstáculos e introducir burocracia. Al finalizar su estadía en Arequipa, Turner observó que, aunque el proceso de reurbanización había funcionado bien en algunos casos, en otros era contraproducente: el asentamiento de Miramar había sufrido tres series de revisiones a sus planes oficiales durante nueve años y, mientras tanto, los residentes desperdiciaron el dinero que habrían podido invertir en sus propias casas al pagar el alquiler de un alojamiento de calidad inferior. En general, su experiencia subrayó «la lógica y la economía de ignorar las regulaciones». Un fuerte terremoto, el 15 de enero de 1958, cambió radicalmente la dinámica. Como observó Turner, «además de otorgar el crédito necesario, el desastre predispuso a todos los interesados a aceptar nuevas ideas y métodos» (Turner, ca. 1959-1960, pp. 35, 39). Con 1.647 viviendas destruidas y 3.407 gravemente dañadas, la OATA se convirtió en el centro de trabajo de auxilio.
➂
RECONSTRUCCIÓN EN LA ZONA DE EMERGENCIA
El esfuerzo de reconstrucción implicó la colaboración (no siempre armoniosa) de varios organismos. La contribución de la OATA se centró en dos nuevos proyectos: el Programa de Construcción de Casas Rurales y el asentamiento de emergencia Ciudad Mi Trabajo, así como un tercer proyecto, un programa piloto de ayuda mutua dirigida, que se basó en el plan de remodelación existente para Miraflores. Programa de Construcción de Casas Rurales Dado que los daños causados por el terremoto se extendieron a varios poblados en el área alrededor de Arequipa, un organismo de ayuda del Gobierno de los Estados Unidos, el Servicio Cooperativo Interamericano de Producción de Alimentos, supervisó la construcción o reparación de 385 casas durante seis meses. La OATA proporcionó asistencia técnica en forma de planes para un simple «núcleo de casa» que podría desarrollarse aún más con el tiempo. Patrick Crooke, un colega de Turner de la AA, que había estado trabajando recientemente en Colombia, fue asignado como arquitecto supervisor de la OATA y, con la asistencia de una docena de estudiantes de posgrado de Agricultura, dirigió un grupo de cuatro capataces generales y 11 albañiles que ayudaron a cada una de las familias a construir su propia casa. Cuando la región sufrió un segundo terremoto importante, el 13 de enero de 1960, las casas se mantuvieron en pie.
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Hubo algunas dificultades para que los residentes aceptaran el diseño y las dimensiones del núcleo de la casa, ya que estos diferían de manera sustancial de los patrones locales, que se basaban simplemente en «una gran sala con particiones ligeras y temporales, a veces solo una cortina para dividir las áreas de sala de estar y dormitorios, o incluso a humanos y animales». Como Turner informaría luego, la OATA estaba «naturalmente ansiosa por mejorar los estándares de vida» y produjo un diseño con algunas habitaciones pequeñas que rodeaban un patio, dividiendo el espacio de acuerdo con la función de los principios de la reforma de viviendas modernistas. Sin embargo, Turner agregó que, con más tiempo para los «estudios antropológicos», los arquitectos habrían apreciado mejor el significado de la forma tradicional de la casa: «la sala grande tiene una importante función cultural —el velatorio— que no se puede llevar a cabo en el patio. Finalmente, se llegó a una solución de compromiso mediante la colocación de una gran abertura, cerrada con puertas, entre las dos habitaciones pequeñas» (Turner, ca. 1959-1960, p. 38). El éxito de Crooke con este programa alentó a Turner a emplear el método nuevamente, esta vez con equipos de constructores que trabajaban juntos para construir sus casas, lo que creó el primer programa de autoconstrucción por ayuda mutua dirigida en el Perú. Sin embargo, mientras la logística del método comenzaba a cristalizarse, la disyunción entre el conocimiento experto y la costumbre local, entre los valores del arquitecto y los del autoconstructor sobre la forma y el uso de la casa, seguía sin resolverse. Ciudad Mi Trabajo En Arequipa, la primera prioridad inmediatamente después del terremoto fue establecer un «campo de tránsito de emergencia» para los que quedaron sin hogar. Al día siguiente del desastre, la OATA y la ONPU seleccionaron conjuntamente un sitio adyacente al área ya reservada para la ciudad satélite propuesta, con base en la teoría de que el nuevo asentamiento de emergencia podría actuar como un «campamento base» para su construcción, proporcionando viviendas temporales para los residentes mientras trabajaban en sus futuras viviendas permanentes. La construcción comenzó el mismo día. Poco después, Turner observó con aprobación que el proyecto había sido capaz de «aprovechar la oportunidad única de limpiar una gran parte de los tugurios» en Arequipa. El mayor desafío en el desarrollo de la nueva ciudad sería evitar que el asentamiento de transición se convirtiera en permanente. En consecuencia, todas las construcciones se hicieron con materiales provisionales, y el sitio se seleccionó con el fin de desalentar la permanencia: «El valor del sitio como tierra agrícola [...] siempre debe ser mayor que la pérdida involucrada en el traslado de personas y materiales» (Turner, ca. 1958a). No se acumularía capital, no se haría una inversión real. Ciudad Mi Trabajo debía funcionar como un campamento dedicado para una serie de poblaciones transitorias, proporcionando un servicio necesario a los desplazados mientras que, al mismo tiempo, operaba como «un lugar de estudio y readaptación de las personas, para que durante su estancia en él la mejora de su nivel económico, moral y cultural, y de su organización familiar, estuviera asegurada, para facilitar su traslado a nuevas zonas» (OATA, 1958). En parte, esto se lograría a través de programas de desarrollo económico
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«para rehabilitar a esas familias (formando pequeños talleres cooperativos, por ejemplo)». Con su población lista y su ambiente controlado, el campamento también podría funcionar «como un campo de experimentación, para estudios de carácter social y médico» (Turner, ca. 1958b); la OATA, por ejemplo, podría realizar estudios sobre el aspecto de la organización comunitaria de los programas de autoconstrucción por ayuda mutua dirigida. Hacia finales de 1958, la OATA tuvo problemas de financiamiento y el proyecto quedó sin rumbo. Como se quejaba un periódico, «los pobladores de la Ciudad Mi Trabajo son víctimas de la irresponsabilidad administrativa, viven en una población inexistente, no tiene luz, agua, policía, forman una barriada clandestina [...] pero esa clandestinidad ha sido organizada» por los organismos del Estado (El Pueblo, 1958). En octubre de 1960, poco después de que Turner abandonara Arequipa, un excolega le informó sobre los planes para remodelar la «ciudad» ahora que se había convertido en un asentamiento permanente (Becerra, 1960). Un año más tarde, los residentes finalmente aprobaron un plan de lote definitivo, después de que los arquitectos recurrieran a un subterfugio para proceder con un tamaño de lote reducido: se creó un plan ficticio con lotes extremadamente pequeños expresamente con el fin de que fuera rechazado, para dar a los pobladores la ilusión de haber negociado con éxito un aumento. Por esta época, un representante del recién instituido Cuerpo de Paz visitó Arequipa para reunirse con los residentes de Ciudad Mi Trabajo (que para entonces contaba con 350 familias) y un comité de ciudadanos dedicado a la realización del proyecto. El comité había obtenido una donación de 550.000 soles para el alivio del terremoto de la American Society en Lima y otra de 200.000 soles de un organismo local, con las cuales esperaban impulsar el proyecto, y utilizar la autoconstrucción dirigida para construir un total de 200 casas con la asistencia del Cuerpo de Paz (La Prensa, 1961). Cuatro años después del terremoto inicial, parecía que los recursos humanos y financieros requeridos para completar el proyecto finalmente estarían disponibles. Miraflores: Programa Piloto de Ayuda Mutua Dirigida El proyecto en Miraflores propuso que los residentes se trasladaran de los tugurios del centro de la ciudad de Arequipa (donde el daño del terremoto fue mayor) a Miraflores, un distrito autoconstruido legalmente reconocido en el borde de la ciudad, que fue seleccionado porque ya tenía un alto nivel de consolidación. Desde el principio, estaba destinado a emplear la ayuda mutua dirigida: Turner creía que reduciría los costos en un 30 a un 50 por ciento, lo que permitiría construir más unidades con los fondos de reconstrucción disponibles. El programa comenzó con 150 familias, pero algunas se vieron obligadas a retirarse porque no pudieron cubrir los costos. Al final, se completaron 141 casas por el costo estimado de 100 casas construidas por contratistas. En una evaluación escrita para la ONU —encargada por Ernest Weissmann, del Centro de Vivienda, Construcción y Planificación de la ONU, quien había visitado Arequipa mientras estuvo en el Perú para la Segunda Reunión Interamericana de Vivienda y Planeamiento en 1958—, Turner describió el
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proceso de desarrollo del diseño. La primera fase se centró en la vivienda temporal, con el fin de lograr resultados tangibles rápidamente. Esta «vivienda mínima provisional» contaba con dos habitaciones divisibles a cada lado de un patio, construidas con materiales reutilizables y ubicadas en la parte posterior del lote, dejando libre el borde orientado hacia la calle para la construcción posterior de la vivienda permanente. Este esquema resultó impopular, ya que los participantes vieron poco valor en gastar sus esfuerzos en la construcción provisional. En vez de ello, idearon sus propias adaptaciones para hacer estas estructuras permanentes, fortaleciendo los cimientos y agregando cemento a la composición del mortero. Una vez que la OATA reconoció esto, revisó el programa y produjo un nuevo diseño para una vivienda permanente. Este diseño, desarrollado por el arquitecto asistente Federico Mevius, se centró en la necesidad de flexibilidad dentro de la estandarización, utilizando un módulo básico fijo con particiones internas variables para el «núcleo» de la casa, de manera que el espacio pudiera subdividirse en dos o tres habitaciones, según la necesidad de cada familia; el plan preveía la adición de más módulos a medida que cambiaran las circunstancias familiares. Dado que Miraflores no estaba conectado a la infraestructura de agua o alcantarillado de la ciudad, el núcleo no incluía accesorios de plomería. Se propusieron letrinas y «una pequeña cisterna de agua higiénica», pero no se completaron en la fase inicial de construcción (Turner, ca. 1959-1960, p. 49). Las dimensiones del módulo fueron determinadas por el tramo estándar del techo abovedado de concreto de la estructura. El techo abovedado fue preferido por los arquitectos tanto por motivos estéticos como estructurales, pero desde un punto de vista práctico tendría extensiones horizontales muy complicadas, que tendrían que ajustarse a las dimensiones del módulo del conjunto, o la adición de un segundo piso. En cualquier caso, la OATA experimentó problemas técnicos con la construcción de las bóvedas, por lo que el diseño final contó con una azotea, que tenía la ventaja de permitir que las salas se agregaran en configuraciones más variables. Los lotes en Miraflores eran dispersos e irregulares (una consecuencia de su desarrollo a partir de un asentamiento rural anterior), por lo que, a pesar del diseño estandarizado, un arquitecto tuvo que visitar a cada familia participante para asesorarla sobre la mejor ubicación de la casa en su lote. Turner observó que, en sus conversaciones con los arquitectos, la mayoría de los participantes propusieron realizar exactamente la misma alteración de la casa, al declarar «su futura intención de cubrir el patio» para crear una sala de estar más grande. Además, «después de admirar debidamente el modelo (hecho para demostrar la forma en que la casa podría crecer por etapas), los participantes no mostraron mucho más interés en el plan diseñado». Concluyó que tampoco era probable que los residentes realizaran las extensiones recomendadas. Los arquitectos volvieron a adaptar su diseño en respuesta a las preferencias evidentes de los residentes, y modificaron el plan «para permitir el techado del patio» (Turner, ca. 1959-1960, p. 54). Si bien el diseño original reflejó su adhesión al dictum modernista de maximizar la luz y el aire (aquí encarnado por la forma culturalmente apropiada del patio), esta revisión mostró una disposición a satisfacer el deseo de los residentes de maximizar el espacio de vida útil.
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▶ Imagen 1 «Aided Self-help Housing Project—II. Routine». John F. C. Turner, The housing and planning problems of Arequipa, Peru, 1959-1960. JFCT-UW.
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Los participantes se dividieron en seis grupos; cada grupo tenía un promedio de cuatro participantes cada día laboral, más un albañil (La Prensa, 1959). Los asistentes sociales fueron responsables de entrevistar a los posibles participantes para seleccionar a los mejores candidatos en función de su actitud de cooperación y perfil demográfico (ser una familia nuclear estable y tener ingresos suficientes para cubrir los costos asociados con el proyecto). Las primeras casas tardaron alrededor de 20 días en ser construidas; luego, el tiempo se redujo a 10 días (el «registro» es de seis días). Una alta proporción de mujeres proporcionaron trabajo manual, trabajando en turnos programados y días adicionales como voluntarias, a pesar de las objeciones iniciales de algunos hombres. Una vez más, parece que la situación de emergencia funcionó a favor de una solución no convencional, ya que las contribuciones de las mujeres eran demasiado valiosas como para excluirlas. Además, Turner señaló que «el entusiasmo y la seriedad mostrados por las mujeres participantes, que obviamente disfrutaron un día fuera de casa» (Turner, ca. 1959-1960, p. 43), llevó al personal de la OATA a considerar la opción de basar los planes futuros en el trabajo de mujeres por sí solo. En su evaluación, Turner observó que la organización del proyecto seguía las pautas establecidas en el manual producido por el Centro Interamericano de Vivienda, basado en proyectos de prueba puertorriqueños, que le había dado Neira, pero que era «imposible seguir todas las recomendaciones» debido a las diferencias entre los dos contextos. Sin embargo, en Arequipa, al igual que en Puerto Rico, los requisitos administrativos fueron sustanciales, lo que generó un personal de aproximadamente 38 personas, junto con una serie de formularios para administrar el programa: realizar un seguimiento de las horas trabajadas por cada participante, el progreso de la construcción, y el precio y el paradero de los materiales de construcción. Al frente del equipo había un arquitecto responsable de elaborar el programa general, producir diseños, inspeccionar cada lote individual y asistir a reuniones semanales con los participantes del proyecto. Además de educar a los participantes en asuntos técnicos, estas reuniones sirvieron para promover la buena ciudadanía: como dijo Turner, «para muchos fue su primera experiencia de democracia» (Turner, ca. 1959-1960, pp. 42, 47). Como un ejemplo concreto, las reglas que gobernaban la conducta de los grupos de trabajo cooperativo (las horas de trabajo requeridas, la asistencia a las reuniones, los costos para cubrir los gastos compartidos y las multas que se imponían a los miembros rebeldes) se desarrollaron en consulta con el primer grupo que participó en el programa. Los escritos posteriores de Turner, como Housing by people, minimizan el tema de los intereses en conflicto dentro de las comunidades de autoconstructores: en línea con un modelo anarquista de la sociedad, los grupos autónomos o autogobernados a nivel local se caracterizan por ser igualitarios y orgánicamente equilibrados, según las necesidades de cada uno (Turner, 1977, p. 135). Las personas están limitadas por las necesidades del otro, lo que produce equilibrio, estabilidad y eficiencia. No parecen ser vulnerables a la manipulación o distorsión por parte de sus miembros más poderosos. Más bien, deshacerse del gobierno de organismos externos conduce a una especie de sistema
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de laissez-faire benigno en el que cada uno recibe su parte justa gracias a los mecanismos de autorregulación de la red. En un marcado contraste, el informe de Arequipa analiza en detalle los problemas de disputas políticas internas, corrupción y especulación de los líderes de los asentamientos. Esta crítica, que Turner posteriormente atribuiría a su propio «autoritarismo liberal» (Turner, 1972b, p. 138), se usó para enfatizar la «importancia de la intervención del Gobierno» (Turner, ca. 1959-1960, pp. 17-18) para defender los intereses de los residentes comunes contra los líderes de los asentamientos, y para demostrar que el liderazgo del arquitecto-organizador era un correctivo necesario para los desequilibrios dentro del grupo. En su evaluación, Turner escribió que, en esencia, las barriadas eran un patrón «normal» de desarrollo urbano («físicamente indistinguible» de «ciudades incipientes típicas»), como lo demostró a través de una serie de imágenes que rastrearon su evolución e integración en la ciudad establecida; de hecho, «es solo la escala exagerada de todo el conjunto lo que es realmente anormal» (Turner, ca. 1959-1960, pp. 11-12). Sin embargo, las barriadas también revelaron que el Estado no proporcionó «viviendas populares apropiadas», una situación que obligó a las personas comunes a operar fuera de la ley. Dado que el Gobierno peruano era evidentemente «incapaz de contener este movimiento por la fuerza» —debido tanto a su escala como a la dependencia clientelista de los pobres urbanos para el apoyo electoral—, por lo tanto, la respuesta estaba en «la colaboración voluntaria de la gente y el Estado». En este contexto, el valor del proyecto de Arequipa no estaba en las casas construidas, ni siquiera en las personas alojadas, sino en «la prueba de la capacidad de la administración para construir el puente vital entre la gente y el Estado a través del cual las fuerzas complementarias de la planificación coordinada del Gobierno y la acción local movilizada puedan pasar libremente» (Turner, ca. 1959-1960, pp. 57, 58). A partir de este encuentro decididamente desigual, iniciado desde arriba y desde afuera (a pesar de las inclinaciones anarquistas de Turner, es el Estado el que construye el puente), Turner expresó la esperanza de que surgiera una colaboración equitativa, un punto de vista que tuvo poco en cuenta las realidades políticas que enfrentan los ciudadanos de bajos ingresos al negociar con sus Gobiernos. El informe terminó con una consideración sobre el rol de organismos internacionales como la ONU para resolver los problemas que enfrentan las ciudades como Arequipa. Turner concluyó que, junto con los asesores, su contribución más significativa sería «la orientación y la estabilización de la política del Gobierno», es decir, usar ayuda financiera específica para asegurar la continuidad administrativa de los programas de vivienda, lo que les permitiría «ser independientes de las instituciones establecidas y tener la protección necesaria para cualquier experimento científico» (Turner, ca. 1959-1960, pp. 61, 62). En este escenario, el rol del organismo internacional era establecer condiciones de laboratorio adecuadas dentro del país anfitrión, y aislar el proyecto de prueba y su experto extranjero supervisor de las contaminaciones por cambios en la política local. De hecho, el mismo Turner había sufrido las consecuencias de tales cambios: a pesar de los éxitos del proyecto piloto, la OATA perdió a la mayoría de su personal en una reorganización política a finales de 1958, y el
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propio Turner se vio obligado a marcharse. Según la explicación oficial, se cerró la OATA para evitar la duplicación de servicios. Según Turner, los comentarios inoportunos de Weissmann en apoyo del trabajo de Turner en la OATA habían provocado una reacción violenta dentro del Gobierno y la burocracia de la vivienda, lo que resultó en el despido de Turner (Turner, entrevista con el autor, junio de 2007). Weissmann luego le ofreció la oportunidad de escribir el informe de Arequipa para la ONU como compensación y como un voto de confianza en la técnica de la autoconstrucción dirigida. Weissmann también escribió un memorando al presidente Manuel Prado (1956-1962) en un esfuerzo por convencerlo de la necesidad de continuar el trabajo de la OATA, donde argumentó que la oficina debería tener la oportunidad «de preparar al personal necesario para extender dichos programas a todo el país» (Weissman, 1958). Tras la partida de Turner, Mevius se hizo cargo de dirigir los programas. En enero de 1959, se cerró la OATA y se transfirieron sus programas a la Comisión de Ayuda a la Zona Afectada por el Sismo (Cazas), un organismo creado para supervisar el uso de los fondos de reconstrucción donados por organizaciones nacionales e internacionales. El trabajo se cerró por completo a finales de 1959, cuando Cazas agotó el último de sus fondos. A mediados de 1959, con el cierre de la oficina casi confirmado, Mevius informó que había un creciente interés de las asociaciones de barriadas en sus programas de autoconstrucción dirigida, con pedidos a otro organismo de reconstrucción por terremoto para que tomara las iniciativas de la OATA. Posteriormente, unos 10 años después del terremoto de 1958, este organismo informó que había construido 1.319 casas en 20 barriadas diferentes utilizando la autoconstrucción, a la que calificó como su programa más exitoso. En este sentido, el programa de la OATA tenía un legado continuo, pero, con unas 5.000 casas gravemente dañadas o destruidas por el terremoto —por no mencionar las 30.000 familias que la AUPA afirmaba tener como miembros a mediados de la década de 1950—, fueron muchas las familias que se quedaron sin una vivienda adecuada.
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CONSIDERACIÓN FINAL: SISTEMATIZAR LA AUTOCONSTRUCCIÓN
Entre los expertos en vivienda en el Perú, el trabajo de la OATA pronto fue reconocido como innovador, y representó «el experimento más importante en el país, no solo en términos de tamaño sino también en el método utilizado» (CNV, 1958, p. 88). A mediados de 1961, Turner asumió un puesto en un nuevo organismo de vivienda, el Instituto de la Vivienda, que le exigía trabajar en Lima. Turner participó en los preparativos para la implementación de un programa nacional de autoconstrucción dirigida para 1962-1963. Sin embargo, a mediados de este programa, en agosto de 1963, Turner dejó el empleo oficial en el organismo de vivienda, ahora reorganizado como la Junta Nacional de la Vivienda (JNV), luego de que se cuestionara su condición de ciudadano extranjero empleado por la administración pública peruana. No obstante, continuó trabajando para la JNV como asesor, ahora contratado a través de la oficina de ayuda exterior del Gobierno británico, el Departamento de Cooperación
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Técnica. Su trabajo ya no se ocupó del diseño de proyectos en el terreno, sino del desarrollo de propuestas teóricas. Con frecuencia, dichas propuestas se basaron en las observaciones detalladas de Turner de los procesos dirigidos por los residentes de fundar y consolidar barriadas. Recordando su trabajo en el Perú, Turner escribió en 1972 que la experiencia de tratar de administrar programas de autoconstrucción dirigida pronto lo convenció de que la extensa «superestructura administrativa» que requerían era demasiado costosa e ineficiente. En lugar de intentar «encontrar y entrenar al ejército de trabajadores de campo dedicados y administradores de programas locales» (Turner, 1972b, p. 144) que tales esquemas requerían, ahora abogaba simplemente por proporcionar fondos de construcción a constructores individuales, con solo supervisión básica para garantizar que las viviendas se construyeran según estándares aceptables. Los individuos y los grupos controlados localmente podrían dirigir de manera más efectiva su propio desarrollo sin el estorbo de profesionales externos: en la terminología de sus escritos posteriores, las fuerzas de la construcción autónoma (autodeterminadas) no tenían que ser dirigidas por organizaciones heterónomas (determinadas por otros) para producir viviendas dignas. Después de considerar, pero luego rechazar, una oferta para unirse a Constantinos A. Doxiadis en el Athens Center of Ekistics, Turner dejó el Perú en septiembre de 1965, al obtener una beca en el Harvard-MIT Joint Center on Urban Studies (Centro Conjunto de Estudios Urbanos Harvard-MIT) (Turner, entrevista con el autor, julio de 2008). Su trabajo como asesor de la JNV ya lo había preparado para el papel de investigador, escritor y profesor. A medida que Turner continuó refinando sus ideas sobre el control del usuario en la vivienda, divergió progresivamente de los programas especializados de autoconstrucción con su énfasis en lotes y servicios y aprovechamiento de la mano de obra residente para reducir los costos. Para Turner, el punto clave era, más bien, facilitar el control del residente «en el diseño, la construcción y la administración de su propia casa» (Turner, 1972a, p. 158). Esta no fue una posición económica, sino una visión política, o más bien ética, de cómo los grupos de personas podrían trabajar juntos para albergarse y desarrollar sus propias comunidades. Si bien Turner había respondido ahora su propia pregunta sobre las «funciones y responsabilidades» del arquitecto en la autoconstrucción, la posición del autoconstructor se mantuvo en movimiento: a la vez participante activo y socio desigual, cliente, beneficiario y trabajador no remunerado. Mientras tanto, la relación entre las dos figuras continuaría cambiando entre lo colaborativo y lo conflictivo.
Helen Gyger
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REFERENCIAS Nota: JFCT-UW = John Francis Charlewood Turner Collection, Universidad de Westminster, Londres. AUPA (Asociación de Urbanizaciones Populares de Arequipa). (17 de septiembre de 1956). La Asociación de Urbanizaciones Populares de Arequipa plantea sus necesidades. JFCT-UW. Becerra, R. (Octubre de 1960). [Carta a John F. C. Turner]. JFCT-UW. Calle, L. F., & Turner, J. F. C. (2 de septiembre de 1957). Informe confidencial presentado por la Oficina de Asistencia Técnica de Arequipa relativo al problema de las urbanizaciones populares. JFCT-UW. CNV (Corporación Nacional de la Vivienda). (1958). Experiencias relativas de la vivienda de interés social en el Perú. Lima: CNV. CRAV (Comisión para la Reforma Agraria y la Vivienda). (1958). Informe preliminar de la Comisión, agosto de 1956. En CRAV (Ed.), Informe sobre la vivienda en el Perú (pp. 296306). Lima: CRAV. El Pueblo. (16 de octubre de 1958). 2,000 arequipeños abandonados. Kropotkin, P. (1903). Mutual aid, a factor of evolution. Nueva York: McClure Phillips. La Prensa. (9 de julio de 1961). Aplicarán plan de mutual Mi Trabajo, p. 8. La Prensa - 7 Días del Perú y del Mundo. (4 de octubre de 1959). Vivienda por todos y para todos, pp. 10-11. Matos Mar, J., Guillén de Boluarte, T., Cotler, J., Soler, E., & Boluarte, F. (1958). Las actuales comunidades indígenas: Huarochirí en 1955. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Instituto de Etnología y Arqueología. Neira Alva, E. (27 de febrero de 1954). Anexo No. 4: El problema de las urbanizaciones populares en la ciudad de Arequipa. JFCT-UW. Neira Alva, E. (1956). El problema de la vivienda en el Perú. El Arquitecto Peruano, 20, 224-225. Neira Alva, E. (7 de abril de 1957). Ahorro de esfuerzo y capital. [Copia mecanografiada de un artículo publicado en La Prensa]. JFCT-UW. Neira Alva, E., & Dulanto Pinillos, J. (5 de mayo de 1954). Informe acerca de las urbanizaciones populares de Arequipa. JFCT-UW. OATA (Oficina de Asistencia Técnica de Arequipa). (26 de junio de 1958). Informe sobre Ciudad Mi Trabajo ubicada en Lara. JFCT-UW. Rivera Santos, L., Bird Piñero, E., Muñoz Morales, L., & Dávila, E. A. (1953). Manual para la organización de proyectos piloto de ayuda propia y ayuda mutua en vivienda. Bogotá: Centro Interamericano de Vivienda, Servicio de Intercambio Científico. Turner, J. F. C. (7 de septiembre de 1957a). [Carta a Eduardo Neira Alva]. JFCT-UW.
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PP. 57-69
Arquitectura PUCP
John F. C. Turner y su visión relacional de la vivienda José Luis Oyón (Catedrático de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Cataluña)
Resumen Este artículo reconstruye la concepción relacional de la vivienda de John F. C. Turner, un pensamiento sobre el habitar donde tan importante como el objeto físico vivienda son las relaciones que sus habitantes mantienen con el entorno. Esa visión, tomada en esencia de Patrick Geddes, comenzó a forjarse a finales de la década de 1940, fue tomando forma durante su estancia en el Perú entre 1957 y 1964, y alcanzó su expresión teórica definitiva cuando Turner se trasladó a los Estados Unidos. El artículo reflexiona finalmente sobre el relevante papel desempeñado por los antropólogos peruanos y norteamericanos con los que Turner colaboró en Lima y la figura de Charles Abrams en dicha concepción turneriana.
Abstract The article reconstructs the relational conception of housing by John F. C. Turner, a thought about inhabiting where as important as the housing physical object are the relationships that its inhabitants maintain with the environment. This vision, taken in essence from Patrick Geddes, began to be forged in the late 1940s, was taking shape during his stay in Peru between 1957 and 1964 and reached his definitive theoretical expression when he moved to the United States. The article finally reflects on the important role played by the Peruvian and American anthropologists with which he collaborated in Lima, and the figure of Charles Abrams in that Turnerian conception
Palabras clave John F. C. Turner; vivienda autoconstruida; pensamiento relacional; holismo; Lima; barriadas de Lima; Patrick Geddes.
Keywords John F. C. Turner; self-help housing; relational thinking; holism; Patrick Geddes; anarchist urbanism; Lima barriadas.
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio Número 2 ∙ Año 2 0 2 1 ∙ e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Revisitando el legado de John F. C. Turner ∙ Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno La siguiente obra ha sido publicada bajo las condiciones de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0, la cual autoriza a terceros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de la misma, con la excepción de fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original y que dichas creaciones se licencien bajo las mismas condiciones.Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2021-02820
JOHN F. C. TURNER Y SU VISIÓN RELACIONAL DE LA VIVIENDA* José Luis Oyón
JOSÉ LUIS OYÓN es catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Ha dedicado su actividad investigadora a la historia urbana. Entre sus publicaciones se pueden destacar: Atlas histórico de ciudades europeas, volumen 1: Península ibérica (1995) y volumen II: Francia (1996); y La quiebra de la ciudad popular. Espacio urbano, inmigración y anarquismo en la Barcelona de entreguerras, 1914-1936 (Barcelona, 2008). En los últimos años, se ha interesado en el pensamiento anarquista en la ciudad: La ciudad en el joven Reclus, 1830-1871 (Barcelona, 2017); y, en colaboración con Golda-Pongratz y Zimmermann, es coeditor del libro John F. C. Turner. Autoconstrucción. Por una autonomía del habitar (Logroño, 2018; Premio FAD en la categoría Pensamiento y Crítica 2019).
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INTRODUCCIÓN
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El análisis de la vivienda y las formas urbanas en el campo arquitectónico-urbanístico se ha centrado casi por completo en una concepción del espacio absoluto, euclidiano: la vivienda (y la ciudad) como objeto físico en sí mismo. Aunque los trabajos de sintaxis espacial han supuesto una renovada visión que ha hecho salir al análisis morfológico de la mera contemplación de la vivienda y de la ciudad en sí mismas, los habitantes de esos espacios y las relaciones que mantienen con otros espacios exteriores suelen quedar excluidos (Hillier & Hanson, 1984). Mi intención es dar algunas pistas teóricas para ese necesario análisis ampliado de la vivienda desde una concepción relacional del espacio, una visión donde el tiempo (el proceso) y las relaciones sociales importan tanto o más que el puro objeto1. Con ese fin, mi intervención reconstruirá la concepción relacional de la vivienda en la figura de John F. C. Turner, una visión que se comenzó a forjar a finales de la década de 1940 y que se articuló con precisión a mediados de la década de 19602.
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LA TEMPRANA INFLUENCIA GEDDESIANA
Como he mostrado en otra parte3, la más decisiva y duradera influencia en la formación de Turner como arquitecto fue, desde sus años juveniles, la de Patrick Geddes. En enero de 1947, descubrió papeles y libros del escocés con múltiples diagramas holísticos y surveys urbanísticos, como el Indore Report de 1918, inicio histórico del urbanismo de la autoconstrucción auxiliada (Harris, 1998). Durante los meses siguientes, se sumergió con dos de sus amigos de la Architectural Association, Paffard Keatinge-Clay y Bruce Martin, en la interpretación de los complejos diagramas geddesianos y en su posible aplicación al campo de la arquitectura. Esa inmersión en el pensamiento del escocés a través de los diagramas fue absolutamente trascendental en su biografía y en su visión relacional de la vivienda y de la ciudad. En 1948, Turner recibió de Jacqueline Tyrwhitt el encargo de escribir con Keatinge-Clay un breve apéndice sobre el significado del más completo de esos diagramas para la reedición de Ciudades en evolución. La tesis central es que el diagrama en cuatro partes (o chambers of life) llamado «Notation of Life», la thinking machine publicada por Geddes en 1927, contribuye decisivamente a pensar de manera no analítica sino relacional. Es fundamental estudiar las relaciones recíprocas entre el medio (environment o place) y el organismo (organism o folk) a través de funciones (function) [e-f-o / o-f-e]. El interés del diagrama para Turner no está en analizar un ente y clasificarlo en un cuadrante determinado, sino en la posibilidad de integrarlo en el principio subyacente de unidad que inspira la totalidad del diagrama; de relacionarlo. Si el método analítico se asienta en especialidades y separaciones entre saberes, en entes que son *
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Preparado para la presentación en el panel «De la autoconstrucción a la ciudad popular: revisando el legado de John F C Turner» del Congreso de 2018 de la Asociación de Estudios Latinoamericanos. Barcelona, España, 23 al 26 de mayo de 2018. Sobre la concepción de espacio absoluto, relativo y relacional, véase Harvey (2006). Sobre el espacio relacional, en especial la aparición de un relational turn en geografía, véanse Massey (2005), Jones (2009), Anderson y McFarlane (2011), y Springer (2016). Este artículo forma parte de una investigación más amplia sobre la visión relacional de John Turner, desarrollada junto con Kathrin Golda-Pongratz. Este texto se basa en una investigación más amplia a la que se remite al lector/a: Oyón (2018).
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considerados de manera independiente y estática, el pensamiento de Geddes razona basándose en relaciones y conexiones dinámicas que dan una visión de síntesis e integración de los entes considerados. Cosas y organismos no deben ser concebidos separadamente, sino que lo importante es la relación entre ellos. El pensamiento debe recuperar esa «unidad dinámica de relación» entre las cosas y los organismos para no perder su sentido de totalidad: «La conexión es el origen de la realidad: los objetos en sí mismos no tienen significado, sólo se hacen reales cuando se los concibe en relación» (subrayado de Turner). Si sustituimos, por ejemplo, «objetos» por «casas», descubrimos la importancia de esa manera relacional de pensar característica que Turner toma muy pronto de Geddes: una casa no es solo un objeto en sí, sino que interactúa con las circunstancias de un usuario y considera variables contextualizadas como el tipo de tenencia o la proximidad al trabajo, las redes de parientes y amigos. Como dirá más adelante, la casa no es solo «lo que es» como producto acabado, sino lo que «hace», algo activo que desempeña un papel en un momento concreto en la vida del usuario. Es tal concepción relacional la que debe inspirarnos a la hora de pensar y hacer arquitectura y ciudad: Lo que contemplamos es la relación entre la gente y su entorno, [...]. ¡Es la relación lo que importa! No estamos hablando de gente, no estamos hablando de edificios, estamos hablando de la relación entre ellos. Ahí es donde está el significado [...] ¡En realidad afirmé eso ya en 1947! (Golda-Pongratz, Oyón, & Zimmermann, 2011, p. 2)4 Y, en efecto, uno de los documentos preparatorios del texto sobre la «Notation of Life» que comentamos comienza así: Dado que la existencia reside sólo en la relación, una estructura de entidades estáticas no tiene significado. El significado del diagrama reside en el hecho de que revela un patrón de relaciones. En el «holismo» las partes está ajustadas e influenciadas por el todo y el todo está moldeado y ajustado por las partes. Al todo del que el Ser es parte lo llamamos su entorno (environment)5. Durante esos años, Turner y sus amigos leyeron ampliamente textos de holismo, en especial de Lancelot Law Whyte, cuyo libro The next development in man es transcrito en sus apuntes. La idea de White de que a través de las relaciones se llega a la estructura parece tomada de ahí, así como la noción misma de proceso. Como dice Turner al hacer su primer balance sobre la importancia decisiva en su formación de los escritos y las thinking machines, los diagramas conceptuales o «máquinas pensantes» de Geddes: «me enseñ[aron] a pensar en términos de las relaciones entre el hombre y su medio, costumbre 4 5
VN 850010, pp. 2-3. A partir de aquí, las referencias a esta entrevista se harán con este tipo de claves numéricas. Archivo Turner, Hastings, mayo de 1948.
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mental esencialmente incompatible con la compartimentación profesional [...]; me conduj[eron] a una interpretación sistemática del hombre y su medio que yo he empleado y tratado de desarrollar» (Turner, Fichter, & Grenell, 1976, p. 131). Las influencias de Geddes en el grupo de Turner quedaron reflejadas en dos números de la revista Plan publicados en la Architectural Association en 1949 y 1950. Como en Geddes y Mumford, la palabra clave es comunidad. Los proyectos y los espacios urbanos para las nuevas comunidades deben estudiar «la relación entre el hombre y el entorno —un estudio de un proceso vivo más que de una forma estática», se dice, por ejemplo, en un breve artículo sobre la vitalidad de las plazas públicas italianas (Gyger, 2010). Con visión manifiestamente geddesiana (el desarrollo debe ser «integrado», debe producirse un «mutuo estímulo entre organismo y entorno»)6. En la escuela de verano del CIAM de 1952, en Venecia, conoció al arquitecto peruano Eduardo Neira, que había traducido ya para sus estudiantes de urbanismo en Lima el texto de Turner sobre la «Notation of Life» de Geddes. Como Turner, Neira se estaba distanciando de los planteamientos más estéticos de la arquitectura del Movimiento Moderno e inclinándose hacia visiones más socialmente comprometidas. Como Turner, veía también en Geddes la posibilidad de buscar una vía alternativa a la del Movimiento Moderno. En 1955, Neira comunicó a Turner la posibilidad de trabajar en el Perú en el tema de la vivienda. Neira había trabajado en las nuevas barriadas populares autoconstruidas de Arequipa elaborando un interesante informe, organizando su Departamento de Inspección de Urbanizaciones y Obras Públicas (IUP) y escribiendo artículos sobre la conveniencia de adoptar sistemas de «ayuda mutua dirigida» inspirados en el pionero programa de autoconstrucción de Puerto Rico (Gyger, 2013).
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LA CONSTRUCCIÓN DE UNA TEORÍA RELACIONAL DE LA VIVIENDA
Las notas de las clases impartidas tras la llegada de Turner al Perú a comienzos de 1957 revelan otra vez el influjo de Geddes7. En los extractos de los libros que maneja (Ciudades en evolución y, por supuesto, el Indore Report), el planeamiento se define como el «proceso de ordenar un entorno físico» desde la región hasta la vivienda para el bienestar humano y la «ciencia del planeamiento», «la ECOLOGÍA del hombre y su entorno». Los elementos de esa ecología son las categorías geddesianas de territorio, trabajo y habitante (place, work, folk), «un proceso orgánico de interacción entre el hombre y su entorno a través del trabajo». El urbanismo se debe implementar a través de un proceso dinámico en cuatro fases relacionadas con los cuatro cuadrantes de la vida, las cuatro chambers of life geddesianas, rebautizadas aquí «análisis» (survey), «proyecto», «administración» y «el plan en acción». En junio de 1957, Turner llegó a Arequipa, entonces en un explosivo proceso de urbanización y ocupaciones de terrenos periféricos con «barriadas» populares. Elaboró un ambicioso plan 6 7
Plan, n.º 6, 23; VN 850010, pp. 1-2; (Turner & Gyger, 1, p. 1); Plan, n.º 7, 22-50. Archivo Turner, Hastings, mayo de 1948, 1957; Gyger (2013).
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para la oficina del IUP y redactó un interesante informe8 que vuelve a fundamentarse en los cuadrantes geddesianos: survey, investigación, comunicación de la información y ejecución de los proyectos. Como en el survey de Geddes, la ciudad se concibe inscrita en su región circundante y, según Gyger, «la base de sus recursos en términos de lugar (place) y gente (folk) constituye el fundamento del planeamiento holístico que se propone» (2013, pp. 99-101). Las conclusiones del número extraordinario de Architectural Design de agosto de 1963 son el primer gran manifiesto de Turner a favor de la autoconstrucción (Crooke, Turner, & Turner, 1963). Pero lo interesante es observar cómo se explicita ya en ellas su visión relacional de la vivienda. El problema de la vivienda en Latinoamérica, dice el arquitecto, no puede ser definido en términos de déficits absolutos. Limitado el problema al déficit relativo y a la demanda efectiva, los grupos sociales de trabajadores laboralmente estables promotores de las invasiones en las barriadas periféricas limeñas demuestran la capacidad financiera, organizativa y el oficio para responder activamente a «su» problema de vivienda en los degradados tugurios del centro histórico de la ciudad. Esa idea relativa y dinámica de la vivienda, dependiente de las capacidades y la movilización de los recursos disponibles, es relacional, contextual, tal como muestran los apuntes para sus clases sobre el problema de la vivienda en el Instituto de Planeamiento de Lima (IPL) y que comienzan aplicando los sintéticos esquemas geddesianos a la vivienda. El valor de la vivienda para el usuario varía en función de la situación demográfica de su familia, de la localización de su empleo y de la cambiante oferta de distintos tipos de habitación en las diferentes partes de la ciudad. La vivienda no es un objeto aislable y estático, sino que debe entenderse dentro del proceso urbano del usuario. Esa reflexión, que solo se esboza en 1962 y 1963, tendrá una enorme trascendencia en la conformación del pensamiento turneriano: para comprender la vivienda hay que comprender la naturaleza del proceso urbano en la que se inscribe, del producto habitacional y de su impacto en la vida del usuario, factores todos ellos relacionados entre sí9. Turner llevaba años reivindicando que, por encima incluso de la puesta en valor de la vivienda y el urbanismo progresivo de las barriadas y del proceso de acción directa controlado por los usuarios, su principal aportación era esa definición contextual y situada de la vivienda: «La realidad de la vivienda reside en sus relaciones»10. Para buscar una definición alternativa que amplíe la perspectiva económicamente chata de la casa como simple objeto material que satisfaría una demanda abstracta de manera supuestamente objetiva y universal, es necesaria una visión relacional de la vivienda. La vivienda no es un objeto, sino una rica relación que el usuario establece con ella. Desde que presenta 8
Archivo Turner, Hastings, Confidential report on the technical assistance of the Ministerio de Fomento Departamento de Inspección de Urbanizaciones y Obras Públicas, Arequipa from July to August 1957. An assessment of the problem and a suggested outline program for work to be carried under the Ministerio de Salud Pública, s. f., ca. septiembre de 1957. 9 Archivo Turner, Hastings, Conferencia IPL, 12 de septiembre de 1962. 10 Respuestas preliminares del cuestionario de entrevista en Hastings, 10 de julio de 2011.
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en Puerto Rico en 1966 su texto esencial «Una nueva visión del déficit de la vivienda» (Turner, 1966), Turner elabora y va refinando una nueva «definición contextual de la vivienda» en términos de las relaciones funcionales entre el usuario y su entorno, entre hábitat y habitante. «Los usos reales y los valores reales de una vivienda y del entorno de la vivienda para la gente real residen en las relaciones entre esa misma gente y los componentes físicos del entorno y no en los objetos o componentes»11. El significado de la vivienda no reside en el objeto en sí, sino en las relaciones más amplias del usuario con su entorno habitacional. Se traslucen otra vez aquí las tempranísimas preocupaciones del arquitecto por estudiar a partir de Geddes esa relación bidireccional entre los términos entorno y organismo, vivienda y habitante, a través de funciones (el efo-ofe geddesiano estudiado en 1949). Como en aquella interpretación de la «Notation of Life», la realidad de los objetos, de la vivienda en este caso, solo se concibe en relación, en función de. Para explicar tal relación, Turner habla de tres funciones básicas del «entorno de la vivienda»: una razonable seguridad de tenencia (tenure), una función de cobijo (shelter) o protección derivada de la dimensión y características de confort o modernidad de la casa, y una adecuada localización (location) dentro de la ciudad, es decir, proximidad al lugar de trabajo y a los equipamientos y redes comunitarias de parientes y paisanos que sirven de apoyo al futuro habitante (en términos de «funciones internas o subjetivas», las llama identidad o estatus, seguridad y oportunidad). Estas funciones no pueden definirse de manera absoluta y universal para un habitante urbano estándar, sino que varían infinitamente dependiendo de las cambiantes situaciones de vida de cada individuo en la ciudad. Por consiguiente, no puede hablarse de un déficit abstracto de vivienda resultado de definir un estándar mínimo en términos de características físicas de tamaño-modernidad, sino que lo que hay en realidad son infinitas demandas y respuestas a estas en forma de vivienda que dependen o son función de la situación concreta del individuo en la escalera de la movilidad social, de su cambiante posición geográfica en la ciudad y de la evolución de su trayectoria familiar. De ese modo, la vivienda resulta condicionada espacialmente al movimiento del individuo en la ciudad, condicionada socialmente a la variable estatus social del individuo y condicionada finalmente al proceso demográfico de evolución familiar, todos ellos cambiantes en el tiempo: las demandas de vivienda y las viviendas realmente necesarias, las viviendas que hacen algo por la gente, no son algo abstracto, sino que se encuentran siempre espacial, social y demográficamente situadas. La prioridad habitacional de una familia inmigrante pobre recién llegada de la sierra a Lima es la proximidad a las áreas centrales donde encontrará una multitud de posibles y cambiantes lugares de empleo eventual y donde los precios de los alimentos y de una infravivienda son relativamente bajos. La máxima prioridad es esa localización próxima a fuentes de trabajo y redes familiares y de mercado, por encima de la seguridad
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Turner, J. F. C., «Interpretaciones y políticas alternas. Un examen de los asentamientos espontáneos en América Latina», manuscrito citado por Robert (1996, p. 30).
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de tenencia y muy por encima de las cualidades de confort de la casa. Más alto en la escala social y en el proceso de aculturación urbana, el habitante de las jóvenes barriadas de los suburbios está dispuesto a sacrificar el confort y el equipamiento doméstico de una casa moderna y a costearse el obligado transporte en autobús a su lugar de trabajo a cambio de poseer una parcela en este tipo de asentamiento. Colchón de seguridad en momentos de imprevista pérdida del trabajo o de grave enfermedad, la seguridad de tenencia de su casa y su parcela es para él lo esencial. En posición económica desahogada y en lo alto de la trayectoria de movilidad social ascendente, ni la seguridad de tenencia ni la proximidad a las fuentes de trabajo o las redes comunitarias y de parientes cuentan mucho para el profesional de alto rango. Toda la prioridad en su demanda de vivienda se vuelca hacia el valor simbólico y el estatus que le puede aportar una vivienda moderna provista del mejor equipamiento de confort del mercado. Son tres situaciones socioespaciales arquetípicas con relación a la vivienda, pero que indican a su vez trayectorias que pueden darse en el curso de dos o tres generaciones de una misma familia en su largo recorrido por la gran ciudad. Padre, hijos y nietos de una misma familia experimentan situaciones vitales diferentes en sus diferentes contextos urbanos y socioeconómicos; tienen prioridades de vivienda distintas, demandan viviendas diferentes en función del ciclo familiar. Lo que Turner trata en definitiva de mostrar muy geddesianamente con esa «definición contextual de vivienda [...] en términos del funcionamiento de las relaciones funcionales entre hábitat y habitante» (Turner, 1968b) es, en el fondo, la extrema y nada predeterminable variabilidad de las demandas, lo que en otro texto coetáneo llama «situaciones sociales, es decir, [...] posiciones momentáneas que la gente ocupa en sus trayectorias geográficas y socioeconómicas» (Turner, 1968a; Turner & Mangin, 1969, p. 154; subrayado de Oyón)12. Uncontrolled urban settlements: Problems and policies (versión en castellano: Asentamientos urbanos incontrolados: problemas y políticas), de octubre de 1966, basado en una investigación con Rolf Goetze, insistirá en esas funciones básicas al analizar la problemática de la vivienda («location», «tenure», «shelter») (Turner, 1966). La segunda de las hipótesis del texto es que los asentamientos urbanos ilegales son a la vez el producto y el vehículo para actividades que son esenciales en el proceso de modernización. Hablar del «producto y el vehículo de actividades» tiene que ver directamente con la seguridad (tenure), la movilidad (location) y el confort (shelter) de los que hablaba meses antes en «Una nueva visión del déficit de la vivienda». Turner insiste todavía hoy en que se puede tener una profunda comprensión de esta hipótesis si se lee teniendo presente el diagrama que aparece en ese artículo (Turner, 2018). El factor fundamental, pero comúnmente subestimado, es la inestabilidad propia de las diferentes prioridades habitacionales según los diferentes factores, circunstancia que Goetze y Turner comprendieron bien en el mencionado artículo. La tercera 12 Entre las referencias de Turner en estos textos, se encuentra el clásico de Willmot y Young, Family and
kinship in East London, fundamental para hablar del enraizamiento espacial de las redes familiares en contexto urbano.
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de las hipótesis de Asentamientos urbanos incontrolados es que el asentamiento ilegal urbano es el producto de la diferencia entre la demanda popular de alojamiento y el alojamiento suministrado por la sociedad institucional. Eso es precisamente lo que en el fondo explica el diagrama del artículo «Una nueva visión del déficit de la vivienda»: la imposibilidad de estandarizar las respuestas desde el Estado o desde el capital a demandas habitacionales que son esencialmente variables. La visión relacional de la vivienda de Turner volverá a aparecer, muy ligeramente reformulada, en sus dos textos mayores de la década de 1970: Freedom to build y Housing by people. Repetirá que la «modernidad» estándar de la vivienda es solo una de las funciones específicas de la casa, pero que influyen otros, como la «situación», la «tenencia» y cuestiones existenciales en el orden «interno» del individuo que tienen que ver con la «identidad», «la oportunidad» y la «seguridad», que son tanto o más importantes y que adquieren muy diferente valor dependiendo de la clase social, de la situación en la ciudad y del ciclo de vida de la familia implicada (Turner et al., 1976, p. 169). La conciencia de que existen muy variadas y cambiantes prioridades habitacionales será una de las razones que lleven a Turner en sus clases del MIT a observar situaciones familiares concretas en su largo trayecto residencial por la ciudad («Esa idea relacional de la vivienda es, explica Turner, probablemente la más atractiva para mí y creo, para los estudiantes, porque se acostumbran a pensar no sólo en el objeto, sino en el contexto del objeto y la gente»13). A sus estudiantes les hacía escribir la historia residencial de una familia para contar «hasta qué punto la vivienda se había adecuado a sus prioridades»14. El libro Urban dwellings environments, basado en trabajos de curso, analiza por ejemplo trayectorias concretas de dos familias de Boston y Lima a lo largo de 50 años, cruzando en el tiempo las variables citadas y observando los grandes cambios experimentados. En los dibujos, se observa también que la vivienda no es nunca un objeto aislado, sino que la cabal comprensión del habitar debe recorrer todas las escalas, desde la planta de la casa con sus muebles íntimos hasta el vecindario; desde el vecindario hasta la forma y la estructura del barrio; desde el barrio a la estructura de la entera ciudad (Turner et al., 1969). Con alguna precisión añadida, en Housing by people vemos reiterado el mismo razonamiento relacional de la vivienda. Turner insiste en el estudio de las funciones y prioridades en la demanda de vivienda, primando de nuevo la utilidad frente a sus niveles materiales como objeto. En el valor de la vivienda hay que incluir, en efecto, junto al confort (nivel de espacio útil, calidad de la construcción y equipamiento de la vivienda), la «seguridad de tenencia» (la opción de usuario por una residencia continuada) y la localización o el «acceso», separando en este caso el «acceso social» —la situación de la vivienda respecto a la red de parientes y amigos— y el «acceso económico» —la proximidad al lugar de trabajo y otras posibles fuentes de ingresos—. Como en las reflexiones de años anteriores, los ejemplos que se presentan en el libro mostrarán la gran 13 VN 850011, p. 25. 14 VN 850011, p. 8.
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heterogeneidad de situaciones, ligadas no solo a los ingresos, sino también al ciclo de la vida y las circunstancias familiares y expectativas de movilidad social. El habitar se confirmará como un campo de demandas complejo en el que hay que contrastar muy detenidamente lo que la vivienda hace frente a lo que es (Turner, 1977). Hasta hoy, como se lee en el prefacio a su reciente Por una autonomía del habitar, puede verse la insistencia del arquitecto inglés en esa visión relacional de la vivienda (Turner, 2018).
➂
OTRAS INFLUENCIAS EN LA FORMACIÓN DE SU VISIÓN RELACIONAL DE LA VIVIENDA
Como hemos podido ver, la visión relacional de la vivienda de Turner se conformó al final de su estancia en Lima, y se acabó de concretar durante el primer año de su investigación en el MIT (del verano de 1965 al de 1966). Más allá de la omnipresente influencia geddesiana, dos son las fuentes principales que pudieron inspirar adicionalmente a Turner en sus reflexiones. La primera es la de los antropólogos urbanos con los que tuvo la oportunidad de colaborar en Lima. Liberado de las tareas oficiales como programador y proyectista en organismos estatales o agencias internacionales de vivienda, Turner pudo contemplar detenidamente la lógica de fondo de funcionamiento de las barriadas limeñas (Turner & Goldstein, 1977). Ese nuevo papel de observador pasará por su estrecha colaboración con dos antropólogos norteamericanos, William Mangin y, en especial, Marcia Koth de Paredes, con quienes llegará a entablar una estrecha amistad15. Ese tiempo fue el origen de los detallados estudios sobre las barriadas de Cuevas, El Ermitaño y San Martín de Porres que constituyeron el corpus de sus publicaciones en los años siguientes. El famoso número monográfico de Architectural Design de 1963 se abría precisamente con un largo artículo introductorio de William Mangin, clave del número según el propio Turner, y clave también para la visión relacional de la vivienda en Turner. Mangin explicaba en detalle la experiencia habitacional de los inmigrantes llegados a Lima vista a través de la historia de Blas y Carmen (Turner & Mangin, 1969)16. Tras instalarse en los caros y hacinados corralones próximos a sus cambiantes trabajos en el área central de la ciudad, la pareja decide organizarse en grupo para realizar una invasión en la periferia. Las vicisitudes de la ocupación de la parcela, la construcción de la primitiva cabaña provisional y de la cerca, la progresiva construcción de la casa recreciendo habitaciones, la instalación de un techo firme y la posterior instalación final de agua corriente, electricidad de red, alcantarillado y pavimentación son detenidamente narradas como ejemplo de muchas historias de vida de los pobladores de barriadas. Tales historias quedarán reflejadas en el guion de la película A roof of my own, de 1964 en la barriada de El Ermitaño, un documento fundamental en el que Turner explica la idea de la vivienda 15 VN 850010, 10.
16 Véanse, además, Mangin (1967, pp. 65-98; 1971). Con base en ello, Turner construyó después la historia
ficticia de Manuel Quispe que aparece en algunos de sus escritos.
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como proceso urbano cambiante que visualiza la esperanzada culminación de una trayectoria urbana en búsqueda de la parcela en propiedad y la casa amplia y saludable. El trabajo sobre el terreno de Marcia Koth en El Agustino, Cuevas y Mendocita le hizo comprender más cabalmente la lógica procesual de un urbanismo de las barriadas esencialmente desarrollado en el tiempo, pudo «aprender cómo las colonias de paracaidistas dan muestra de un ordenamiento natural de las prioridades habitacionales que los programas oficiales sólo consiguen trastornar cuando intervienen con sus acciones» (Turner et al., 1976, p. 14). El papel angular de Marcia Koth ha sido recientemente reivindicado por Turner (2018). Sobre la relevancia de la visión de la antropología a la hora de establecer una visión relacional de la vivienda que desborde el propio objeto es importante recordar los escritos de Aldo van Eyck (1962, 1975, 2002) derivados de su experiencia en los poblados de los indios pueblos norteamericanos y de los dogones africanos, unos textos casi coetáneos a los de Turner17. La influencia del libro de Charles Abrams, Man’s struggle for shelter in an urbanizing world (1964; traducción castellana: La lucha por el techo, Buenos Aires: Infinito, 1967) pudo ser también relevante en la visión turneriana de la vivienda. El arquitecto inglés, que ha reconocido recientemente el papel capital del libro de Abrams como fuente de información en su visión del problema de la vivienda y de los problemas de agencias internacionales y estatales para tratarlo adecuadamente, conoció a Abrams en 1964, cuando fue invitado al MIT para hablar de lo que había visto y experimentado en el Perú (Turner, 1980, p. 40). En el libro de Turner encontramos pasajes que con seguridad calaron hondo en un arquitecto que, por su formación geddesiana, se mostraba especialmente predispuesto a una visión amplia de la vivienda: «La vivienda no solo significa un abrigo o refugio, sino que es parte de la estructura de la vida vecinal y del medio social entero» (1980, p. 10). Abrams y Turner compartían además un similar «escepticismo iconoclasta hacia [...] los proyectos y programas oficiales de vivienda» (Turner, 1980) que veían la solución del problema como mera construcción de casas. Más que un simple producto, un objeto, la vivienda es esencialmente el problema de la propiedad de un lote, de la seguridad que proporciona la disposición de suelo urbano para los squatters de las barriadas. Adecuar una política de suelo para esa demanda incontenible era un reto esencial para los programas de vivienda de países en desarrollo, un mensaje que caló hondo en Turner, como recientemente nos recuerda al evocar un pasaje clave del libro de Abrams: «Mirar a todos los invasores ilegales del suelo [...] como personas fuera de la ley es no haber entendido nada del problema. Si el suelo hubiera estado a su disposición, el invasor se hubiera hecho con él» (1964, p. 29). Algunas agencias peruanas en Lima y Arequipa antes de la llegada a Turner al Perú en 1957 habían sido ya pioneras del apoyo gubernamental a las iniciativas populares de autoconstrucción (que continuaban experiencias menos atrevidas en Puerto Rico y la India). Antropólogos, arquitectos y nuevas políticas de dotación de suelo a los autoconstructores confluyeron en la experiencia peruana. El arquitecto Eduardo Neira y su primo y antropólogo José 17
Agradezco a Antonio Millán sus informadas referencias sobre Aldo van Eyck.
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Matos Mar (1966), asesorados por el geógrafo John P. Cole, fueron claves en esa política de apertura de horizontes. Como alto funcionario del Ministerio de Obras Públicas, Neira creó en 1955 la primera oficina local para ofrecer asistencia técnica a los «urbanizadores populares» de Arequipa, primer destino de Turner en el Perú. San Martín de Porres, establecida a mitad de la década de 1950 por el en aquel entonces presidente, el general Odría, o Villa El Salvador, la más extensa e impresionante barriada autogestionada de Lima, cedida por el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1969-1975), fueron hechas posibles por líderes que estaban influidos por los cursos sobre desarrollo impartidos, entre otros, por Matos Mar (1966) y Eduardo Neira (Turner, 2018). Vemos ahí otra vez el papel angular de los antropólogos urbanos, como inspiradores de políticas de vivienda en este caso.
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PP. 71-93
Arquitectura PUCP
Examinando la relación entre la planeación y la urbanización periférica en Lima Rita Lambert (The Bartlett Development Planning Unit, University College London)
Resumen Con un enfoque en las particularidades de la urbanización en las laderas periféricas de Lima, este artículo presenta tres objeciones o contraargumentos a la manera en que comúnmente se cualifica a los asentamientos autoconstruidos. En primer lugar, desafía el enfoque de informalidad argumentando que esta perspectiva sitúa a los asentamientos humanos fuera de foco: por un lado, oculta el carácter híbrido de las condiciones implícitas en estos procesos de urbanización; por otro, los presenta como tangenciales a estructuras legales «formales», impidiendo una mejor comprensión de la relación entre la planeación y los procesos de urbanización «informales». A pesar de que muchas ciudades del Sur Global son construidas siguiendo este modelo de urbanización, no deja de percibirse como «por fuera de», «en transgresión de» o «como una falla de» la planeación. En segundo lugar, este artículo cuestiona la valoración de resultados indeseados, tales como la producción y la reproducción del riesgo, como ajenos a la planeación y como consecuencia de la ocupación arbitraria de la tierra y de la falta de conocimiento y de capacidades técnicas de los autoconstructores. En tercer lugar, esta investigación resiste la atribución exclusiva de responsabilidades a la población más desfavorecida por los llamados procesos «informales» de urbanización. En respuesta a estas objeciones, se propone una perspectiva relacional y sociomaterial para entender mejor la urbanización de las laderas.
Abstract Highlighting the particularities of the urbanisation of the peripheral slopes of Lima, this paper offers a counterpoint in three main fronts to the way auto-constructed settlements are often approached. Firstly it challenges the approach through informality arguing that in effect this lens places human settlements out of focus: on the one hand, it hides the hybridity of conditions involved in such processes of urbanisation; on the other, it positions these settlements tangentially to «formal» legal structures thus limiting the possibility of advancing an understanding of the relationship between planning and «informal» urbanisation processes. Although many cities of the global South get built through this form, this mode of urbanisation is predominantly seen to occur outside of, in violation of, or as a failure of planning. Secondly, the paper questions unintended outcomes and more specifically the production and reproduction of risk as separate from planning, often positioned as the result of haphazard land occupation and lack of knowledge and technical capacities of auto-constructors. Thirdly, it challenges the attribution of responsibility for «informal» urbanisation processes to the urban poor, calling for a relational as well as a socio-material perspective to better understand the urbanisation of the slopes.
Palabras clave planeación; informalidad; urbanización periférica; suelo urbano; riesgo; Lima.
Keywords planning; informality; peripheral urbanisation; urban land; risk; Lima.
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio Número 2 ∙ Año 2 0 2 1 ∙ e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Revisitando el legado de John F. C. Turner ∙ Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno La siguiente obra ha sido publicada bajo las condiciones de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0, la cual autoriza a terceros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de la misma, con la excepción de fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original y que dichas creaciones se licencien bajo las mismas condiciones.Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2021-02820
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RITA LAMBERT es originaria de Etiopía. Se graduó como arquitecta en el Reino Unido y ejerce como urbanista en proyectos de desarrollo. Actualmente es coinvestigadora en diversos proyectos de investigación en África y América Latina. Su especialidad en la docencia y la investigación se centra en la planeación, la informalidad, los riesgos urbanos, la justicia socioambiental y las metodologías participativas. Tiene amplia experiencia en la formación y creación de capacidades a varios niveles, y ha colaborado estrechamente con comunidades locales en el desarrollo de estrategias de mapeo participativo para la consecución de objetivos de justicia social y sostenibilidad medioambiental.
INTRODUCCIÓN
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Los asentamientos autoconstruidos de Lima, también conocidos como barriadas, ofrecen una base sólida para reconsiderar la forma en que pensamos y hablamos acerca de los procesos informales de urbanización. En la década de 1950, cuando estos procesos fueron criminalizados y juzgados como un cáncer social y como una amenaza para la estabilidad política en el discurso oficial, John Turner y varios de sus contemporáneos, como William Mangin, José Matos Mar y Adolfo Córdova, desarrollaron un conocimiento invaluable para avanzar en la redefinición de las barriadas. Resaltando los logros de los habitantes de estos asentamientos, una de las contribuciones importantes de Turner fue objetar la definición de las barriadas como un problema y, en su lugar, presentarlas como la solución al déficit de vivienda (véase Turner, 1966) y como una manifestación inevitable del crecimiento explosivo de la ciudad y de la inacción del Estado. Esta redefinición hizo un llamado al desarrollo de intervenciones más sistematizadas que reconociesen el valor y la contribución de esta forma de urbanización. De la misma manera en que Turner y sus contemporáneos resistieron algunas de las conceptualizaciones tradicionales sobre los asentamientos autoconstruidos, este artículo retoma la barriada como punto de entrada para avanzar en la comprensión de la relación entre la planeación, la informalidad y la urbanización. Este trabajo pretende contribuir a los actuales debates sobre planeación e informalidad, ofreciendo nuevas perspectivas sobre procesos de urbanización contemporáneos que tienen lugar no solamente en Lima sino a escala del Sur Global. La importancia de estas nuevas concepciones radica en que los asentamientos autoconstruidos están en aumento, caracterizando y dominando la forma en que las ciudades se desarrollan en la actualidad, independientemente de sus diferentes historias de urbanización y de sus particularidades políticas (Caldeira, 2017). Este artículo se enfoca en «las extensiones de las extensiones» definiéndolas como áreas en las pronunciadas laderas de las lomas periféricas de Lima, que continúan creciendo a través de la autoconstrucción y más allá de lo que se considera como el límite metropolitano. La construcción y la ocupación de barrios en laderas de pendiente elevada es uno de los fenómenos urbanos más significativos de las últimas tres décadas (Limapolis, 2016), presente en muchas ciudades peruanas y en varias otras ciudades de Latinoamérica. A falta de tierra a precios asequibles en la ciudad, este modo de urbanización es la forma en que la mayoría de los ciudadanos más pobres pueden acceder a una vivienda, lo que genera una ola de expansión periférica (De Mattos, 2002). En Lima, esta forma precaria de ocupación ha aumentado particularmente en los últimos 25 años (Laos, 2016). Actualmente, los asentamientos típicos que se forman en las laderas se extienden a lo largo y ancho de extensas áreas de la ciudad. En 2016, se estimó que el 30% de la población de Lima vivía en laderas, declaradas como zonas de «alto riesgo» por las autoridades locales (Laos, 2016). Este porcentaje equivale aproximadamente a 2,8 millones de habitantes, quienes están desproporcionalmente expuestos a las amenazas inherentes a esta forma de urbanización y quienes a la vez realizan esfuerzos e inversiones considerables para hacer de estas áreas espacios habitables (Allen et al., 2017). A pesar de que el Gobierno central ha declarado las laderas como zonas de alto riesgo, su urbanización está ocurriendo a una tasa sin precedentes y las autoridades continúan aprobando la regularización de asentamientos
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humanos en áreas de condiciones físicas cada vez más difíciles. Entre tanto, para los habitantes de las laderas el progreso es solo cuestión de tiempo, y hay una fuerte convicción, tanto a nivel colectivo como a nivel individual, de que después de la ocupación de la tierra vendrán las escaleras, las vías, el agua y los títulos de propiedad. A lo largo de mi trabajo de campo en Lima, he escuchado a numerosas autoridades referirse a estos asentamientos como «no planeados», «ilegales», «informales» y, en general, apartados del sistema de planeación «formal» del Estado. A pesar de estar involucrados en la formalización de lo «informal», varios de los funcionarios entrevistados perciben la periferia de Lima como «tierra de nadie», donde convergen las prácticas de los traficantes de tierras, comunidades campesinas desfavorecidas y todos aquellos que buscan asentarse en la ciudad. El hecho de que la ocupación de las laderas ocurre en partes remotas e involucra actividades clandestinas se usa para justificar la falta de intervención del Estado. Estos argumentos de informalidad y de ilegalidad dominan no solo el discurso oficial y el de los medios en Lima, sino que también se utilizan en gran parte de la literatura académica de planeación y de estudios urbanos. Con un enfoque en las particularidades de la urbanización en las laderas periféricas de Lima, este artículo presenta tres objeciones o contraargumentos a la manera en que comúnmente se cualifica a los asentamientos autoconstruidos. En primer lugar, desafía el enfoque de informalidad argumentando que esta perspectiva sitúa a los asentamientos humanos fuera de foco: por un lado, oculta el carácter híbrido de las condiciones implícitas en estos procesos de urbanización; por otro, los presenta como tangenciales a estructuras legales «formales», impidiendo una mejor comprensión de la relación entre la planeación y los procesos de urbanización «informales». A pesar de que muchas ciudades del Sur Global son construidas siguiendo este modelo de urbanización, no deja de percibirse como «por fuera de», «en transgresión de», o «como una falla de» la planeación. En segundo lugar, este artículo cuestiona la valoración de resultados indeseados, tales como la producción y la reproducción del riesgo, como ajenos a la planeación y como consecuencia de la ocupación arbitraria de la tierra y de la falta de conocimiento y de capacidades técnicas de los autoconstructores. En tercer lugar, esta investigación resiste la atribución exclusiva de responsabilidades a la población más desfavorecida por los llamados procesos «informales» de urbanización. En respuesta a estas objeciones, se propone una perspectiva relacional y sociomaterial para entender mejor la urbanización de las laderas. Los hallazgos de este artículo son el resultado de una investigación doctoral de cinco años, en el distrito de San Juan de Lurigancho en Lima, que usa un enfoque histórico y etnográfico para examinar la interacción entre las normas de la planeación, las prácticas de los actores con un rol clave en este contexto y los efectos físicos resultantes. El objetivo de este trabajo es explicar por qué y cómo, a pesar de ser declaradas zonas de alto riesgo, las laderas periféricas de Lima se continúan urbanizando con el aval del Estado, exponiendo a un creciente número de habitantes a condiciones de vida de alto riesgo.
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➀
LA URBANIZACIÓN DE LAS LADERAS NO SE DA «POR FUERA DE LA PLANEACIÓN: ES MÁS BIEN UN RESULTADO DE ESTA»
A pesar de que décadas de investigación sugieren que los sectores «formales» e «informales» están interconectados (véanse Bromley, 1978; Moser, 1994; Ward, 2004; McFarlane, 2012; Roy, 2009a; Van Assche, Beunen, & Duineveld, 2014; Watson, 2009a), discursos tanto académicos como políticos hacen énfasis en una división entre la ciudad «formal» y la «informal». Los asentamientos autoconstruidos son incluidos en la ciudad «informal», por fuera de las consideraciones urbanas «normales» (Roy, 2005). Aunque no siempre espontáneos y no planeados, y como una forma creciente de urbanismo que ocurre desde la base, estos asentamientos son vistos como transgresores de las normas que gobiernan el desarrollo urbano (Connolly & Wigle, 2017). Se piensa entonces que operan por fuera de las leyes que regulan el espacio (Duhau & Cruz, 2006) y que incluso representan un desafío de cara a la planeación por el hecho de infringir tales reglas (véanse Azuela, 1989; De Soto, 1989; Connolly, 2009). Es así como la informalidad se equipara con la violación de la ley y, en consecuencia, con un número limitado de soluciones posibles: reforzar la aplicación de las reglas existentes o desarrollar nuevas reglas para que los actores «informales» actúen de conformidad con ellas (Briggs, 2011). Aunque se han hecho contribuciones importantes para entender cómo las ciudades se desarrollan a partir de los esfuerzos de los sectores populares, el énfasis general de estas contribuciones está en el funcionamiento y las prácticas de los «informales». La comunidad académica describe en detalle las estrategias de resolución de problemas que usan los ciudadanos de menores ingresos (véanse Chatterjee, 2004; Scott, 1985); la autoayuda y el emprendimiento innovador para crear espacios de coraje y resistencia (véanse Koolhaas, 2007; De Soto, 1989; Turner, 1966); muestra cómo los ciudadanos pobres socavan el aparato estatal por medio de su capital comunitario y político (véanse Appadurai, 2000, 2001; Satterthwaite, 2001, 2008) y cómo los espacios de estos pobladores promueven la insurgencia y el desarrollo de estrategias de resistencia frente a la planeación y frente al Estado (véanse Holston, 1998, 2008; Miraftab, 2009; Meth 2010). Otros debates afirman que la transgresión de las leyes y de las normas son formas de resistencia, subversión, posturas en contra de la marginalización o respuestas creativas en ambientes sobrerregulados (véanse Chatterjee, 2004; Benjamin, 2004; Scott, 1985; De Soto, 1989, 2001). Esta literatura se acerca a los asentamientos autoconstruidos a través de la informalidad, tomando por hecho la violación de la ley y analizando esta forma de urbanización como un proceso insular y que ocurre exclusivamente a través de las prácticas de sus habitantes, por fuera del plan, del sistema de planeación y de la práctica de la planeación. Desde una perspectiva del Sur Global y en contrapeso a la posición que encuentra débil la relación entre la planeación y los asentamientos autoconstruidos, varios autores han argumentado que la planeación no es marginal, sino que está fuertemente implicada en la producción de la urbanización
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«informal» (véanse, por ejemplo, Porter, 2011; Bhan, 2016; De Satge y Watson, 2018). Con un enfoque poscolonial, algunos estudios incluso resaltan la centralidad de la planeación en la producción de informalidad (véanse Roy & Al-Sayyad, 2004; Yiftachel, 2006; Watson, 2014; Bhan, 2016). Otros debates, enfatizan las fallas de la planeación por ser inoperante e incapaz de suplir las necesidades de la población más pobre y, en algunas regiones, por estar directamente involucrada en el empeoramiento de la pobreza, la inequidad y el medio ambiente (Watson, 2009b). De otra parte, académicos en el campo sociolegal hacen un llamado al análisis crítico de las leyes y de las normas urbanas (Valverde, 2009). En lugar de ser marginales, estos investigadores argumentan que los procesos regulatorios estructuran el día a día de los ciudadanos más pobres (véanse Fernandes & Varley, 1998; Van Gelder, 2010; Datta, 2013). Por ejemplo, Das (2004) propone que «los esfuerzos para lograr la legitimidad de quienes habitan en los bordes de la ley/ilegalidad no se pueden lograr por medio de la resistencia activa o de la organización política, sino a través de su participación explícita en los procesos formales y legales» (Das, 2004, p. 226). En su crítica del urbanismo de las barriadas concebido como un proceso informal, Datta (2012) propone que no se reconoce el efecto real y el impacto que la ley y otras geografías legales tienen en las vidas de los más desfavorecidos. Tal es el caso de los derechos de propiedad y de la violencia inherente en las relaciones de propiedad (Datta, 2012). Se podría afirmar que, si las leyes y las normas relacionadas con los asentamientos autoconstruidos no son evidentes, son con frecuencia ignoradas en el análisis de dichos asentamientos. Con frecuencia, se piensa que la interacción entre los habitantes de los asentamientos humanos y el sistema de planeación del Estado ocurre solo en momentos específicos, cuando los pobladores demandan derechos tales como la adquisición de servicios y la formalización de la propiedad de la tierra. Por ejemplo, en el contexto de los asentamientos humanos de Buenos Aires, Van Gelder (2010) observa dos etapas distintas y con interacciones conflictivas con el sistema de planeación. En la primera etapa de ocupación, los pobladores incumplen u operan por fuera de los marcos regulatorios para obtener el control de la tierra, mientras lidian con la represión y las amenazas de actores del Estado. Entre tanto, en la segunda etapa, cuando los pobladores se familiarizan con las políticas y las leyes oficiales, navegan y se adaptan al sistema de planeación para cumplir los requerimientos de la legalización. Van Gelder argumenta que la estrategia de los pobladores cambia de la resistencia y el incumplimiento en las fases iniciales a la adaptación y el ajuste en las etapas sucesivas. De manera similar, Caldeira (2017), basándose en varios casos del Sur Global, argumenta que el Estado está presente de numerosas formas, pero que frecuentemente actúa «después del hecho para modificar espacios que ya han sido construidos y habitados» (Caldeira, 2017, p. 7). En el caso de las barriadas de Lima, el análisis de los procesos y prácticas de urbanización de las laderas revela que hay una estrecha relación entre los marcos regulatorios y los resultados físicos. Las barriadas cumplen con las normas de planeación en todas las etapas de su desarrollo, dado que tales
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prácticas dan cabida al derecho de los pobladores a servicios básicos, así como a sus expectativas de asegurar el título de la tierra. Un análisis histórico revela que las normas, los procedimientos y los instrumentos de planeación se han traído del pasado, sin cambio alguno, para influir en la forma en que las barriadas se desarrollan en la actualidad.
➁
EL ROL CENTRAL DE LAS NORMAS DE LA PLANEACIÓN EN EL DESARROLLO DE LAS BARRIADAS
Desde sus inicios en la década de 1940, las barriadas de Lima han tenido una larga historia de interacción con la planeación y con el Estado (véanse Collier, 1976; Riofrío, 1978; De Soto, 1989). Se podría incluso afirmar que las barriadas y el sistema de planeación en Lima se han construido el uno al otro. El Estado se ha involucrado de varias maneras y ha respondido a través de la aplicación de normas e instituciones existentes. El marco institucional se ha formado a través de diferentes fases, que van desde la represión y la tolerancia hasta la concesión de derechos y, finalmente, el reconocimiento (De Soto, 1989; Eyzaguirre, 1996, 1998; Mosqueira, 2000). Un análisis histórico desde la década de 1940 muestra cómo las barriadas se integraron al sistema de planeación del Estado y, al mismo tiempo, cómo el Estado evolucionó en respuesta a ello. En una época en que ya no pudieron ser ignoradas, pues dominaban el modelo de crecimiento de la ciudad, se sancionó la Ley de Barriadas 13517 de 1961. Esta ley buscó el reconocimiento y la integración formal de las barriadas existentes y, al mismo tiempo, la prohibición de nuevas invasiones. Se desarrolló entonces un proceso municipal de Saneamiento Físico y Legal de los asentamientos existentes. Este proceso lineal (Felipe, 2004), que también aplica hoy, está conformado por diferentes etapas que van desde el reconocimiento de los asentamientos, la certificación por parte de la municipalidad para permitir la adquisición de servicios públicos y, finalmente, el proceso de titulación de la tierra, siempre y cuando hayan sido establecidos antes de la fecha de corte, el 31 de diciembre de 2004. Los asentamientos establecidos después de esta fecha también pueden obtener reconocimiento de la municipalidad, así como agua y electricidad de los proveedores de servicios. En cada una de estas etapas hay una continua interacción con las autoridades y con el marco regulatorio. Para avanzar en el proceso, los resultados físicos tienen que cumplir con las normas de planificación. Cada etapa de desarrollo se vincula efectivamente a una secuencia de derechos. Por ejemplo, para obtener reconocimiento, los pobladores necesitan demostrar que el tamaño de los lotes y de las vías de su asentamiento siguen las normas urbanas. Para asegurar que el asentamiento se desarrolle en línea con las normas de planeación y así evadir dificultades una vez que ingresen a los diferentes procesos administrativos, los líderes del asentamiento contratan ingenieros o arquitectos certificados para dibujar un plano de lotización en cumplimiento de las normas de planeación, y para que sirva de guía a la ocupación física de la tierra. Seguidamente, este plano se aplica y se cumple ordenando la división de lotes
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y la ocupación de la ladera. De manera similar, antes de que los asentamientos puedan solicitar agua y electricidad, necesitan demostrar que han mitigado el riesgo en la ladera a través de la construcción de muros de contención (o terrazas) y de escaleras de concreto. Una vez hecho esto, el plano del asentamiento es certificado por la municipalidad distrital, lo que permite la solicitud oficial de servicios públicos. Es así como los resultados físicos, que deben cumplir con las normas de planeación, no son la meta o el punto final, sino más bien obstáculos por superar en diferentes momentos durante el proceso de titulación. Por ello, el marco regulatorio y los resultados físicos deben ser examinados de manera conjunta. Las normas de planeación son cumplidas a cabalidad tanto por los pobladores como por los especuladores porque les permiten avanzar en la sucesión de derechos. Desde el inicio mismo, los marcos regulatorios estructuran el contexto en el que operan y negocian los diferentes actores para cumplir sus objetivos. La urbanización de las laderas es el resultado de las interacciones entre diferentes actores que reclaman un territorio, así como también del uso de las normas, los instrumentos, las instituciones y los procedimientos del sistema de planeación. Pero, entonces, si la urbanización de las laderas es parcialmente el resultado de una estrecha relación con los profesionales de planeación y con los procedimientos de implementación de instrumentos y protocolos, ¿cómo es que esta forma de urbanización se permite y se extiende en las laderas periféricas de Lima, que han sido declaradas como inhabitables y de alto riesgo? ¿Por qué, a pesar de los aportes de profesionales y de pobladores con conocimientos y experiencias propias sobre los peligros de vivir en estas condiciones, resultados indeseados tales como la exacerbación del riesgo son ignorados en la etapa de diseño e incluso se han vuelto inherentes a esta forma de urbanización? Para responder estas preguntas, se necesita entender mejor la conexión entre los marcos regulatorios, las prácticas y las consecuencias (deseadas e indeseadas). Aunque hasta ahora he hecho énfasis en la forma en que los pobladores cumplen con el marco regulatorio, reconozco que los actores no operan en lo que puede parecer como un ambiente enteramente regulado. Las leyes no se cumplen de manera sistemática. Los pobladores y los especuladores tratan de seguir las normas urbanas, pero usualmente lo hacen de manera desigual (Caldeira, 2017). Las condiciones de irregularidad en cuanto a la construcción y a la tenencia de la tierra varían ampliamente (véanse Bhan, 2016; Holston, 2008; Payne & Durand-Lasserve, 2012; Varley, 2002). Como también lo muestra Holston (1991), cada fase involucra una mayor cantidad de improvisación, de bricolaje y de estrategias complejas. Sin embargo, un análisis etnográfico demuestra que el aumento del riesgo para los pobladores no puede ser atribuido de manera exclusiva a las prácticas de los urbanizadores, sino que puede ocurrir durante el proceso en el que las normas de planeación se traducen a formas físicas. Los hallazgos de esta investigación demuestran que, en efecto, el riesgo es un resultado de la planeación. Esta conceptualización ofrece un contraargumento frente a los debates donde los resultados indeseados son marginales a la planeación. Esta posición requiere una mejor comprensión de cómo las reglas,
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▲ Imagen 1
El uso de la retícula en las laderas de José Carlos Mariátegui resulta en escaleras de elevada pendiente en las que los pobladores enfrentan a diario el riesgo de caídas y lesiones. Foto: R. Lambert (2016).
los instrumentos, los procedimientos y los procesos de planeación cumplen un rol determinante en la producción del riesgo.
➂
EL RIESGO COMO RESULTADO DE LA PLANEACIÓN
Uno de los trazados espaciales que tradicionalmente adoptan los asentamientos es el de la retícula. Esta retícula se superpone incluso en la más inclinada de las laderas, de forma tal que las escaleras de acceso se construyen con una pendiente muy elevada. Esto incrementa el riesgo de caídas y hace mucho más difíciles las tareas diarias de acarreo loma arriba de materiales de construcción, agua y otras necesidades diarias (veáse la imagen 1). Además, implica que los pobladores deban incurrir en grandes inversiones para lograr que las laderas sean accesibles y habitables. Se han ofrecido muchas explicaciones acerca de por qué la ladera es ocupada en forma de retícula. Algunos lo ven como una respuesta natural en la que los pobladores han tomado como ejemplo su herencia andina, reproduciendo las técnicas de construcción para ocupar laderas (entrevista con un planeador urbano / académico, octubre de 2014). Por otro lado, la adopción de la retícula se entiende como la respuesta al deseo interno de los pobladores de pertenecer a la ciudad. Dado que la retícula está en el corazón mismo de la ciudad formal, se utiliza entonces como una afirmación del estatus ciudadano (Golda-Pongratz, 2009). Por otro lado, algunos testimonios de los participantes en esta investigación
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explican el uso de la retícula como consecuencia de la falta de imaginación de los pobladores y de su limitado conocimiento técnico y de diseño. No obstante, esta investigación demuestra que esta forma de urbanización aplicando la retícula en los asentamientos humanos se remonta a la década de 1960, con la Ley de Barriadas 13517 y con la introducción del proceso de Saneamiento Físico Legal. Tal como se estipula en esta ley y como lo explican varios autores (véanse Riofrío, 1991; Matos Mar, 2010; Driant, 1991; De Soto, 1989), la primera fase del Saneamiento Físico Legal era la identificación de los asentamientos que fuesen objeto de regulación por parte de las autoridades. Se hizo entonces un esfuerzo para identificar, clasificar y catalogar las barriadas existentes. En paralelo, técnicos del Estado (principalmente arquitectos e ingenieros) dibujaron los planos de acuerdo con las normas urbanas y con las normas de planeación, respetando el ancho de las vías, el tamaño de los lotes, las zonas de amortiguamiento y los espacios abiertos, entre otros. Los planos técnicos desarrollados, principalmente el plano perimétrico y el plano de lotización, indicarían los trabajos, negociaciones y arreglos que se necesitarían implementar para modificar el asentamiento existente de manera que reflejara el plan propuesto. En muchos de los asentamientos esto implicó la modificación del trazado de lotes ya ocupados y, como resultado, el movimiento de los habitantes y de sus viviendas de conformidad con el plano de lotización. Después de este proceso seguía la regularización legal, que implicaba la transferencia de la propiedad de la tierra al Estado, y, después, la entrega de títulos de propiedad individuales según el plano de lotización. Con la aprobación de la Ley 13517, el Gobierno incorporó numerosos abogados, arquitectos, ingenieros y técnicos. Estos funcionarios determinaron la forma física que tenían que adoptar los asentamientos, usando planos que luego estarían ligados a los títulos de propiedad (entrevista con un funcionario del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento, mayo de 2015). Sin embargo, el obligar a las barriadas a adaptar su forma al patrón reticular se convirtió en una tarea muy complicada. Armados con los planos que debían servir de guía, los técnicos implementaron la lógica estatal, convirtiendo a los asentamientos en espacios visibles y gobernables. El espacio reticulado se adoptó como la forma de distribución más eficiente y racional, acorde con las ideas de planeación espacial heredadas de Europa. Se puede decir que la modificación de las barriadas para organizarlas en forma reticular fue una medida de disciplina y control, como lo han explorado varios autores (Hannah, 2000; Grant, 2001; Blomley, 2003; Crampton, 2007; Foucault, 2007). Poco después de iniciado el trabajo, se hizo evidente que el Estado no podía mantenerse al día con el proceso de Saneamiento Físico Legal. Además, aunque la Ley de Barriadas prohibía nuevas invasiones, estas estaban ocurriendo a una tasa incontrolable. Los pobladores asumieron ellos mismos los trámites del proceso de Saneamiento Físico Legal y, de esta manera, algunas de las responsabilidades del Estado recayeron sobre los habitantes de las barriadas. Los pobladores empezaron a contratar directamente a ingenieros para producir los planos que orientarían la ocupación de la tierra conforme a la ley. Con o sin la ayuda de profesionales y de autoridades de las instituciones
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gubernamentales, los pobladores empezaron a asentarse de manera organizada, adoptando el patrón reticular, para asegurar el cumplimiento de las normas de planeación estipuladas por el proceso de Saneamiento Físico Legal. Asimismo, los planos de lotización dejaron de ser una tecnología exclusiva del Estado y los pobladores se apropiaron de ellos porque les facilitaba la ocupación de la tierra conforme con las normas, y les permitía evadir así la etapa de remodelación por la que tuvieron que pasar las antiguas barriadas para lograr la titulación. Desde el momento en que las barriadas fueron legalmente reconocidas en la década de 1960, el uso de los planos de lotización se convirtió en algo intrínseco a los procesos de asentamiento, y el patrón reticular fue reproducido indiscriminadamente sin tener en cuenta la topografía del terreno. Los planos de lotización encapsulaban la retícula, las normas y las convenciones de planeación. Por lo tanto, las familias «invadieron con el plan» (Ramírez & Riofrío, 2006, p. 12), lo que explica el modelo urbano que caracterizó a las llamadas urbanizaciones «espontáneas» o «informales» de las décadas de 1960 y 1970. Independientemente de que la ocupación fuese liderada por el Estado o por los pobladores mismos, los «nuevos» asentamientos adoptaron el trazado reticular de acuerdo con el plano de lotización. Los pobladores asimilaron las normas de planeación con la expectativa de que las fechas límite para la formalización fuesen prorrogadas continuamente y de recibir, con el tiempo, los mismos beneficios que los habitantes formalmente reconocidos por la ciudad, tales como servicios públicos y títulos de propiedad. La comparación de las barriadas de las décadas de 1940 y 1950 con las que se formaron después de aprobada la Ley 13517 revela un contraste bien marcado. Las barriadas previas usaron una forma diferente de ocupación de las laderas. Aquellas localizadas en las lomas cercanas al centro de la ciudad trabajaron con la morfología del terreno. En estos asentamientos, el patrón urbano sigue las cotas del terreno y las vías de acceso tienen una pendiente adecuada. A pesar de que los asentamientos de las lomas periféricas que se formaron después de 1980 se encontraron con condiciones morfológicas similares a las de los asentamientos establecidos en las décadas de 1940 y 1950, los primeros adoptaron el trazado reticular para ocupar la ladera (imágenes 2 y 3). Se puede afirmar, entonces, que al mismo tiempo que las normas de planeación fueron usadas como una táctica por parte de los invasores, estas normas incrementaron el riesgo para los habitantes de las barriadas. No obstante, estas normas ya están internalizadas y normalizadas. También hay otras paradojas en las que las normas y los instrumentos de planeación producen efectos contrarios a su diseño. Esto se puede observar, por ejemplo, con el plano de lotización (imagen 4). Los planos de lotización cumplen un papel importante no solo porque coordinan las actividades de los actores en el interior de la esfera de planeación (tales como funcionarios municipales, ingenieros, técnicos de las empresas de servicios, entre otros), sino también porque son incorporados en las prácticas de varios otros actores que operan por fuera de las instituciones públicas (tales como los líderes de los asentamientos y los traficantes de tierra). Dado que son un prerrequisito para su reconocimiento por parte de las municipalidades
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▶ Imagen 2
Imagen aérea de un asentamiento reciente en José Carlos Mariátegui. Nota: el asentamiento adopta la retícula en la ladera. Las líneas negras punteadas indican la ubicación de las escaleras. Fuente: Google Maps.
▶ Imagen 3
Fotografía de un asentamiento en la extensión de las extensiones Nota: el trazado reticular se traduce en una ocupación en forma de terrazas, con acceso vehicular limitado y escaleras de fuerte pendiente. Fuente: fotografía © R. Lambert (2016).
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▲ Imagen 4
Ejemplo de un plano de lotización que muestra el perímetro como una línea punteada y la división interna de lotes. Fuente: fotografía © R. Lambert (2016).
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distritales, el primer asentamiento en producir y entregar un plano de lotización logra que su petición sea ratificada por la municipalidad. Esto implica que el perímetro del asentamiento se transfiere a la base cartográfica de la municipalidad, y cualquier plano entregado después por otro asentamiento es rechazado en caso de que su perímetro se superponga a alguno de los ya ratificados. Eso promueve una competencia feroz por ser el primero en reclamar el derecho a la tierra a través de la producción y el reconocimiento de planos perimétricos. El plano de lotización, originalmente desarrollado como una tecnología del Estado para controlar las invasiones, se convierte así en una herramienta que facilita las invasiones y que es usada tanto por las agrupaciones familiares como por especuladores y traficantes de tierra para reclamar un territorio. De manera similar al plano de lotización, los procedimientos de planeación para obtener el reconocimiento oficial facilitan la ocupación de las laderas y, a la vez, empeoran las condiciones físicas de las lomas pues, se incrementa el riesgo de deslizamiento de rocas y de inestabilidad de las pendientes (imagen 5). Además de los planos de lotización, hay otras representaciones dentro del sistema de planeación que, aunque establecidas en el pasado, dominan el presente y también contribuyen a resultados irracionales. Esto se puede ver, por ejemplo, en la forma como se usan los mapas base de la Comisión para la Formalización de la Propiedad Informal en el Perú (Cofopri) para determinar el trazado de los asentamientos. La Cofopri se formó a inicio de la década de
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▶ Imagen 5
Fotografía de un asentamiento en José Carlos Mariátegui, San Juan de Lurigancho, que muestra una sección colapsada de la loma y la exposición de los pobladores a riesgo físico. Fuente: fotografía © R. Lambert (2016).
1990, durante el gobierno de Fujimori, con la responsabilidad de crear un inventario de tierras de propiedad del Gobierno y de formalizar «lo informal». La Cofopri asumió la titánica tarea de establecer la cartografía de la ciudad para satisfacer los masivos requerimientos de titulación. El mapa resultante, con todas las áreas tituladas, constituye el mapa base de la ciudad y actúa como un marco rígido sobre el que cualquier nuevo plano de asentamiento (ya sea diseñado por ingenieros contratados por los pobladores en las etapas iniciales, o por técnicos de la Cofopri en la etapa final de titulación) debe ser insertado, sin superposición alguna, si ha de ser oficialmente aceptado y certificado. Es así como los planos de la Cofopri son la primera forma de verificación antes de que los asentamientos puedan ser reconocidos. Sin embargo, los planos de la Cofopri están llenos de errores y discrepancias, como lo mencionaron varios de los entrevistados durante esta investigación. Los errores en la base de la Cofopri aparecieron desde el inicio mismo de su producción en la década de 1990 (entrevista con un funcionario de la Cofopri, octubre de 2015). Los testimonios de estas entrevistas también revelan cómo la producción de la información espacial resultó ser una tarea abrumadora. La mayoría de las personas reclutadas para esta tarea fueron estudiantes de arquitectura e ingeniería de varias universidades de Lima, que trabajaron día y noche, por turnos y sin interrupción. Algunos informantes describen los muchos errores que se manifiestan en la base cartográfica en forma de lotes desalineados y perímetros de asentamientos distorsionados. Estos informantes describen cómo algunos lotes existentes no se registraron gráficamente porque no pudieron ser insertados de acuerdo con las líneas ya dibujadas (entrevista
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▶ Imagen 6
Trazado reticular de los lotes en la ladera Fuente: fotografía © R. Lambert (2014).
con un antiguo ingeniero de la Cofopri, mayo de 2015). Con el tiempo limitado y con las inconsistencias en los sistemas de medición y referenciación, los planos resultantes con frecuencia fueron manipulados en la mesa de dibujo para que ajustasen las partes. Como recuerda uno de los entrevistados: «volvíamos a la oficina y a veces no había manera de que las líneas coincidiesen, de manera que utilizábamos nuestro propio juicio para ajustarlas y para decidir qué forma debían tener» (entrevista con un arquitecto, mayo de 2015). Analizando los planos de lotización más recientes, es evidente que los ingenieros civiles distorsionan la información para coincidir con los mapas inexactos de la Cofopri. Sin embargo, la base cartográfica de la Cofopri tiene mayor jerarquía que cualquier otra representación posterior y, junto con los procedimientos establecidos, contribuye al desorden y a la propagación de más errores. Esto afecta no solo la falta de coincidencia entre la cartografía y los títulos de las tierras, sino que también produce resultados irracionales. Los planos de lotización de los asentamientos, manipulados para coincidir con la base de la Cofopri, se superponen directamente sobre el terreno (imagen 6) y determinan cómo se desarrolla el asentamiento. Se generan entonces condiciones discordantes, tales como desfases en las vías de acceso, lo que compromete la evacuación efectiva en caso de una emergencia. La conexión entre el trazado actual de los asentamientos sobre las laderas y las tecnologías y procedimientos de planeación señala la importancia de considerar el rol que tienen los dispositivos sociotécnicos en el establecimiento de una forma particular de urbanización. Dispositivos técnicos aparentemente triviales, tales como el plano, la retícula y las convenciones urbanas usados por
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procesos legales e institucionales, son transferidos del pasado al presente sin ninguna modificación. El hecho de que los funcionarios gubernamentales y los urbanizadores hayan normalizado esta configuración espacial explica que dicha configuración se perpetúe en el tiempo y sin adaptarse a las difíciles condiciones topográficas. Esto incluso cuando los pobladores han tenido que incurrir en elevados costos para adecuar las laderas. Desafiando la concepción de que los resultados indeseados son tangenciales a la planeación, los hallazgos de esta investigación destacan la importancia de examinar dichos resultados a través de un enfoque en las micropolíticas del contexto que contribuyen a efectos específicos. La acumulación del riesgo, como un resultado indeseado, es producida y reproducida en las laderas de Lima porque tiene su origen en las rutinas, prácticas, procesos y redes locales que son normalizadas e incluso convertidas en una caja negra, hasta el punto de que muchas de sus partes constituyentes se hacen invisibles. Esta invisibilidad no permite identificar los aspectos sociales y materiales que contribuyen a hacer del riesgo un efecto permanente.
➃
LÓGICA TRANSVERSAL Y REDES DE ACTUACIÓN EN LA URBANIZACIÓN DE LAS LADERAS
Los asentamientos humanos han sido atribuidos principalmente a los esfuerzos de autoconstructores en busca de un lugar donde asentarse en la ciudad (Caldeira, 2017). Pero el caso de Lima revela un amplio rango de actores con roles determinantes en la ocupación de las laderas de alto riesgo de la ciudad. Estos actores, que convergen en el mismo espacio geográfico, operan con diferentes racionalidades e intereses para promover este tipo de asentamientos humanos. Hay distintas formas de establecer un asentamiento. Grupos organizados con una necesidad genuina pueden llegar a vivir en la ladera y establecer un asentamiento a través de una «invasión». Con el tiempo, los pobladores de las partes bajas de la ladera pueden adquirir un lote adicional para sus hijos o como una estrategia de acumulación loma arriba. Las invasiones también están vinculadas a las llamadas «mafias», «traficantes de tierra a gran escala»1 o «piratas» que se apropian de un terreno y lo «invaden» de manera ficticia. En estos casos, se comisiona a un grupo de personas para construir viviendas provisionales y así salvaguardar la tierra hasta que sea loteada y vendida a los compradores. Cuando les es posible, estos traficantes o piratas, establecen un vínculo con los pobladores existentes para evitar conflictos, mientras que, en otros casos, los traficantes de tierra operan usando tácticas de intimidación para limitar cualquier forma de oposición por parte de los habitantes. Tanto en discursos oficiales como en discursos populares, los actores que aparecen con un rol predominante en la dinámica de las laderas son los traficantes de tierra y las agrupaciones familiares, a menudo tratados como entidades 1
Información reciente de los medios vincula a la mayoría de las invasiones con mafias y traficantes de tierra, dado que esta tipología está explícitamente definida como usurpaciones en el sistema penal (artículo 202.º de la Ley 30076) (El Peruano, 2015).
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homogéneas. Por ejemplo, los llamados «informales» o «la comunidad» que ocupan los asentamientos humanos son equiparados, erróneamente, con «población de bajos ingresos». Esta categoría es problemática para referirse a aquellos que cumplen un rol en la urbanización de las laderas de Lima, porque aglomera varios grupos que tienen diferentes prácticas. Las invasiones no son una práctica exclusiva de los pobres en busca de un lugar donde vivir, sino que también son tácticas de los traficantes de tierra. El término «tráfico de tierra» comprende un amplio rango de prácticas: desde el individuo que ya tiene un lugar para vivir pero que se apropia de otro lote para venderlo, hasta grupos organizados que sacan partido de extensas áreas desérticas. Estos grupos no trabajan en completo aislamiento unos de otros, o separados del aparato del Estado, ni tampoco pueden ser circunscritos a la categoría de «población de bajos ingresos». En los casos más evidentes, los traficantes de tierra organizados están constituidos por actores de diferentes esferas. Como lo han expuesto informes periodísticos en muchos reportes, estas mafias involucran individuos poderosos dentro del Gobierno, tales como alcaldes distritales (Andina, 2013; Diario Uno, 2014; El Peruano, 2015). En consecuencia, la urbanización de las laderas es el resultado de actividades coordinadas entre actores dentro y fuera de las instituciones del Estado. Como contribución a las investigaciones que han explorado las intrincadas relaciones entre lo formal y lo informal (véanse Roy, 2009b; Watson, 2009a; McFarlane, 2012; Van Assche et al., 2014), es importante desagregar agrupaciones conceptuales y también reconocer que las personas tienen flexibilidad en términos de sus identidades y capacidades. Además, los actores no actúan aisladamente, sino que se involucran con otros actores (incluyendo artefactos materiales) para servir sus intereses. Por ello es pertinente prestar atención a quién y qué movilizan o involucran estos actores y cómo interactúan para generar resultados. Es desacertado atribuir la responsabilidad de esta forma de urbanización a un solo grupo y, más bien, debe ser entendida como el resultado de redes de actuación. El concepto de «ciudad popular» en el que los pobladores cumplen un rol crucial en su producción está bien establecido en el Perú (véase Riofrío, 1991). Teresa Caldeira (2017) ofrece el concepto de urbanización periférica para designar los mismos espacios, resaltando la importancia de reconocer el entrelazamiento de procesos informales y formales. Sostiene que este concepto no se debe confundir con el lugar donde ocurren, los márgenes geográficos de las ciudades, sino que es periférica porque sigue una lógica diferente y se desarrolla de manera lenta, transversal a lógicas oficiales y en medio de oposición política. Caldeira argumenta que «residentes, funcionarios gubernamentales de varios niveles, constructores, especuladores y activistas cooperan unos con otros no necesariamente por fuera de lógicas predominantes, sino más bien usándolas transversalmente como una cuestión de negociación y de transformación» (Caldeira, 2017, p. 15). Esta forma de urbanización rivaliza con lógicas oficiales tales como la propiedad legal, el trabajo formal, la regulación estatal y el capitalismo de mercado (Caldeira, 2017). Como lo observa Caldeira, la urbanización periférica no se opone directamente a estas lógicas, sino que trabaja con ellas de manera transversal: «al incorporar problemas de legalización, regulación, ocupación, planeación y
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especulación, redefinen estas lógicas y, al hacerlo, generan urbanizaciones de tipos heterogéneos y consecuencias políticas importantes» (Caldeira, 2017, p. 7). Teniendo en cuenta que la urbanización de las laderas es facilitada y perpetuada a través de una lógica transversal, el concepto de «malla» o red de McFarlane (2012) es útil como metáfora para pensar a los actores y a sus prácticas. Esta conceptualización implica que, en lugar de enfocarse en las distintas entidades, se debe hacer un análisis transversal para «desenmarañar» estas redes y entender mejor cómo interactúan las prácticas y cómo se propician los resultados. También es importante examinar la relación entre los actores para entender la manera en que se desarrolla esta forma de urbanización. Con frecuencia, la relación entre el Estado, el mercado y la población de bajos ingresos es señalada como conflictiva (Watson, 2003). El concepto de «racionalidades conflictivas», desarrollado por Vanessa Watson (2003), ha ganado terreno en estudios de planeación (De Satge & Watson, 2018) para explicar cómo el Estado, la sociedad civil y los mercados operan a través de racionalidades diferentes y conflictivas para estructurar procesos de planeación. El caso de la urbanización de las lomas periféricas de Lima disputa el concepto de conflicto y demanda reconocer la naturaleza compleja de las relaciones Estado-sociedad en la planeación. Un análisis minucioso permite ver la formación de numerosas alianzas a diferentes niveles. El proceso de urbanización está caracterizado por varios momentos de mutuo beneficio, cuando se entrelazan ganancias económicas y políticas con aspiraciones humanitarias y de desarrollo. Por ejemplo, el ingeniero contratado por los líderes de los asentamientos para producir el plano de lotización dibuja tantos lotes como le sea posible dado que es remunerado por lote. Esta lógica coincide con la de los pobladores, quienes también requieren tantos lotes como sea posible en tanto que estos son la fuente de financiación para el desarrollo del asentamiento. Esto a pesar de que la maximización de lotes les represente riesgos de largo plazo y de que demande inversiones mayores para mitigar dichos riesgos y estabilizar la ladera. Tanto funcionarios como técnicos se desvían de las reglas, operando en estrecha relación con los pobladores y facilitando su movimiento por la sucesión de derechos. Existen diferentes habilidades, basadas en relaciones sociales, para negociar las normas. Los funcionarios locales, responsables de la ejecución de la ley, se involucran socialmente en su localidad y con frecuencia son «compasivos» con los miembros de la comunidad. Esto abre espacios para la negociación de leyes y normas entre los ciudadanos y el Estado. Además, estas relaciones pueden convertirse en interacciones de largo plazo que también son dinámicas. Por ejemplo, el evaluador de riesgo de la municipalidad distrital se encarga de estimar trabajos necesarios para la mitigación del riesgo en un asentamiento, mientras que más adelante puede proveer sus servicios al mismo asentamiento para desarrollar planes de evacuación, que son obligatorios para la titulación. Las relaciones de familiaridad y de intimidad entre los actores generan cooperación. Así que no se trata de la lógica aparentemente fría y abstracta de una burocracia racional. Más importante es el análisis de las relaciones de mutuo
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beneficio que se establecen entre actores de diferentes esferas. Distintas redes se superponen: las de los traficantes de tierra, las de las agrupaciones familiares y las del Estado, aun cuando estas tienen intereses diferentes. Y es a través de estas redes que se forman alianzas para la urbanización de las laderas de Lima. Más aún, cualquier proceso de urbanización necesita considerar no solo las alianzas y las redes que se forman entre los humanos, sino también adoptar una perspectiva sociomaterial, dado que los artefactos materiales (tales como los planos de lotización) también tienen agencia (Latour, 2005; Law, 2009) . Los actores se fortalecen a sí mismos en asociación con otros actores humanos y materiales. Sus capacidades individuales dependen de un grupo de relaciones a través de dispositivos técnicos y de lenguajes discursivos que los hacen aptos para determinar rutas de acción. Se forman lazos entre pobladores y funcionarios que pueden estar dentro o fuera de las instituciones gubernamentales, y de la misma manera se forjan alianzas con actores materiales.
➄ CONCLUSIONES Este artículo examina la forma en que se están urbanizando las lomas periféricas de Lima, con el fin de contribuir a la investigación académica en planeación y estudios urbanos que busca redefinir los asentamientos autoconstruidos. Aunque con frecuencia son entendidos como procesos al margen del Estado, que operan «por fuera» del sistema de planeación, y son criminalizados por violar derechos de propiedad y leyes de zonificación, no hay nada «no planeado» acerca de los asentamientos en la periferia de Lima; los pobladores no solo planean el proceso cuidadosamente, sino que se involucran directamente con el sistema de planeación a través de los trámites administrativos que gobiernan el establecimiento de dichos asentamientos. Por ello, la urbanización de las laderas se debe entender como intrínseca a los procesos de planeación. Más aún, una evaluación exhaustiva de las interacciones entre las reglas de planeación, las prácticas de los distintos actores y sus consecuencias espaciales hace evidentes numerosas paradojas: en la ocupación de las laderas están implicados, en profundidad, instrumentos de planeación, profesionales, protocolos y procesos que cumplen un papel en el aumento del riesgo para sus pobladores. Además, dado que la urbanización de las laderas es el resultado de interacciones entre actores (humanos y materiales) de distintas redes, no es posible atribuir la responsabilidad por las consecuencias a un grupo en particular. Reconociendo que esta forma de urbanización ocurre a través una lógica transversal, se requiere una lectura transversal para identificar y revelar las alianzas que la facilitan y la perpetúan. No propongo que todas las urbanizaciones periféricas pueden ser vistas de esta manera, dado que se dan en contextos distintos. Sin embargo, para entender cualquier proceso de urbanización, es necesario desarrollar y usar marcos analíticos que no separen a los actores gubernamentales y no gubernamentales, o humanos y materiales, y considerar el amplio grupo de procesos que generan estas formas de urbanización, sean estos legales/ilegales, formales/informales, estatales / no estatales o prácticas emergentes.
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Conceptualizar la urbanización de las lomas periféricas de Lima en términos relacionales y sociomateriales, al tiempo que se reconoce el papel central de la planeación, hace posible reafirmar el rol potencial de los profesionales de la planeación y de los formuladores de políticas en dilucidar las distintas interacciones y buscar nuevas formas de asociación que conduzcan a resultados más justos y sostenibles.
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Arquitectura PUCP
Hacia un urbanismo holístico: legado y topicalidad del pensamiento de John F. C. Turner en los asentamientos autoconstruidos del Cono Norte, Lima. El Ermitaño y Pampa de Cueva como casos de estudio para la activación de memoria urbana Kathrin Golda-Pongratz (UIC School of Architecture, Universitat Internacional de Catalunya, Barcelona, España)
Resumen La creciente fragmentación urbana y la falta de una visión holística e integradora de las grandes aglomeraciones latinoamericanas son, al mismo tiempo, sus principales retos contemporáneos. El potencial y la riqueza de construcción de comunidad y la necesidad de inclusión de la autoconstrucción urbana, que el arquitecto John F. C. Turner en sus años en el Perú describió como «recursos de vivienda» y «arquitectura que funciona», siguen siendo poco reconocidos en la planificación urbana y territorial peruana. Partiendo del documental A roof of my own (Turner & Movshon, 1964), filmado por las Naciones Unidas, sobre el proceso de autoconstrucción de El Ermitaño, en el Cono Norte de Lima, en 2016 se inició un proyecto de activación de la memoria en el barrio. Es la base de un nuevo documental titulado Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño (Golda-Pongratz & Flores, 2018), que retrata este mismo lugar desde una perspectiva contemporánea que la autora entiende como una herramienta propia del placemaking. Se trata, por un lado, de entender las dinámicas sociourbanas actuales recurriendo a la memoria urbana de los habitantes. Por otro lado, se pone en prueba hasta qué punto una parte poco conocida de la obra de Turner, su pensamiento hacia un concepto holístico de la construcción de lugares y su trabajo en una herramienta universal para explicar procesos del placemaking, es aplicable en lugares emblemáticos como Pampa de Cueva o El Ermitaño, en la periferia autoconstruida de Lima. El trabajo documentalista y de investigación comprende a todo el territorio que hoy ocupa Lima como un sistema interrelacionado y procura diseñar estrategias con las cuales todos los habitantes, sobre todo en áreas clave, ecológicamente importantes y físicamente frágiles, puedan participar activamente como actores y protagonistas responsables de la protección del patrimonio cultural y del equilibrio ecológico de su hábitat.
Abstract The increasing urban fragmentation and the lack of a holistic and inclusive vision of large Latin American agglomerations are, at the same time, their main contemporary challenges. The potential and value of community building and the need to include urban self-building that architect John F. C. Turner in his years in Peru described as «housing resources» and «architecture that works» remain unrecognized in the Peruvian urban and territorial planning. Starting from the documentary A Roof of My Own (Turner & Movshon, 1964), filmed by the United Nations on the process of self-construction of El Ermitaño, in the Northern Cone of Lima, in 2016 a memory activation project has begun in the neighborhood. It is the basis of a new documentary entitled City Unfinished. Voices of El Ermitaño (Golda-Pongratz & Flores, 2018), portraying this same place from a contemporary perspective that the author understands as a tool of placemaking. On the one hand, it is a question of understanding the current socio-urban dynamics by resorting to the urban memory of the inhabitants. On the other hand, it tests to what extent a less well-known part of Turner's work, his thinking toward a holistic concept of building places and his work on a universal tool to explain placemaking processes, will be applicable in emblematic places such as Pampa de Cueva or El Ermitaño on the self-built periphery of Lima. This documentary and research work encompasses the entire territory of Lima as an interrelated system and seeks to design strategies with which all inhabitants, especially in key, ecologically important and physical areas actively participate as actors and actors responsible for the protection of the cultural heritage and the ecological balance of their habitat.
Palabras clave John F. C. Turner; placemaking; urbanismo holístico; memoria urbana; Cono Norte; Lima.
Keywords John F. C. Turner; placemaking; holistic urbanism; urban memory; Cono Norte; Lima.
Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio Número 2 ∙ Año 2 0 2 1 ∙ e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Revisitando el legado de John F. C. Turner ∙ Editores Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno La siguiente obra ha sido publicada bajo las condiciones de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-SA 4.0, la cual autoriza a terceros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de la misma, con la excepción de fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original y que dichas creaciones se licencien bajo las mismas condiciones.Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2021-02820
HACIA UN URBANISMO HOLÍSTICO: LEGADO Y TOPICALIDAD DEL PENSAMIENTO DE JOHN F. C. TURNER EN LOS ASENTAMIENTOS AUTOCONSTRUIDOS DEL CONO NORTE, LIMA El Ermitaño y Pampa de Cueva como casos de estudio para la activación de memoria urbana
Kathrin Golda-Pongratz
KATHRIN GOLDA-PONGRATZ es doctora en Arquitectura y Urbanismo por la Universidad de Karlsruhe (KIT) y profesora de la UIC School of Architecture y de la Universitat Politècnica de Catalunya en Barcelona. Sus campos de investigación son: cultura(s) urbana(s) y espacio público, la ciudad latinoamericana, memoria urbana, urbanismo no formal, estrategias del placemaking y prácticas urbanas colaborativas. Su experiencia se expande hacia la transmisión cultural. Es coeditora del libro John F. C. Turner. Autoconstrucción. Por una autonomía del habitar (con J. L. Oyón y V. Zimmermann, Pepitas de Calabaza, 2018; Premio FAD en la categoría Pensamiento y Crítica 2019).
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INTRODUCCIÓN Dedicado al trabajo y a la memoria de Marcia Koth de Paredes (1933-2016)
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Cuando, en agosto de 1963, el arquitecto británico John F. C. Turner, basado en sus estudios de la producción de vivienda informal y las estrategias de autoorganización, editó Dwelling resources in South America como número especial de la revista Architectural Design, puso su propio foco y, por primera vez, el interés del discurso europeo en las barriadas de Lima y —entre otros ejemplos— en especial en el asentamiento Pampa de Cueva, formado en 19601. Era el primer asentamiento humano en el distrito de Independencia y, como tal, el núcleo original del Cono Norte (o Lima Norte). Era, en su momento, una barriada de 30.000 habitantes totalmente autoconstruida por unas asociaciones espontáneamente formadas por trabajadores y sus familias. La ocupación de terreno inicial la había llevado a cabo un grupo de familias desalojadas de un tugurio en la ciudad central que tuvo que ceder paso a la construcción de un bloque de oficinas (Turner, 1963, p. 375). Sirvió de referencia y comunidad de apoyo para la invasión del asentamiento vecino, El Ermitaño, dos años más tarde, cuya historia de formación a través de una toma de terrenos por familias migrantes, una larga lucha por el derecho de permanencia y la posterior asistencia técnica para la autoconstrucción recibida del Gobierno fue retratada en un documental, A roof of my own, producido por la televisión de las Naciones Unidas en 1964 (Turner & Movshon, 1964)2. Después del redescubrimiento del documental en el archivo de John Turner en 2015, se concretó en 2016 la idea de usarlo como una herramienta de activación de la memoria y como base para contar la evolución y la actualidad del barrio autoconstruido El Ermitaño en un nuevo documental, Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño3. Actualmente, de la población total peruana de 32 millones, unos 10 millones viven en el área metropolitana de Lima y un 60 por ciento, en la ciudad informal más o menos consolidada de los conos Norte, Sur y Este4. La sensación de la Lima contemporánea es la de una ciudad sin fin que se expande a lo largo de la costa del Pacífico: urbanizaciones de baja densidad se forman más allá de un nuevo horizonte de rascacielos, se convierten en nodos hacia los cerros áridos y se diluyen finalmente en el desierto. Si uno observa y estudia detenidamente la expansión metropolitana a lo largo de la señalización de los kilómetros
El presente texto se basa en una investigación más extensa: Golda-Pongratz (2018). Algunas ideas y conceptos al final del texto relacionados con la memoria urbana serán publicados en Golda-Pongratz (2020). Actualizado y subtitulado por un pequeño núcleo de personas compuesto por John Turner, Christopher Berry, Kathrin Golda-Pongratz, Nick Wates y con la asistencia de Amarun Turner en 2016. La versión reeditada fue presentada en el marco de la Conferencia Hábitat III en Quito, en octubre de 2016. El equipo del nuevo documental, titulado Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño, que se estrenó en Lima en octubre de 2018, se compone de la siguiente manera: Kathrin Golda-Pongratz (concepto y dirección de proyecto); Dayan Zussner y Rosa Paredes (asistencia, investigación y logística de campo); Rodrigo Flores (dirección); Rodrigo Flores, Noelia Crispin y Kathrin Golda-Pongratz (guion); Claudia Chávez (producción); Totó Flores (asistencia de dirección); Ian Ilbert (dirección de fotografía), Audrey Córdova Rampant (fotografía adicional); Miguel Reyes (edición); José Carlos Valencia (sonido directo); Rafael Benavides (musicalización); Jorge Pickman (posproducción de audio); Oswaldo Montúfar (colorización). Véanse http://www.communityplanning.net/JohnFCTurnerArchive/index.php y https://www. facebook.com/barrioautoconstruido/ (consultados el 15 de octubre de 2017). El proyecto recibió apoyo de la Building and Social Housing Foundation (BSHF) en 2016 y fue terminado en 2018 gracias a una campaña de microfinanciamiento colectivo. Ha sido subtitulado al inglés en 2019 con el apoyo del Barcelona Knowledge Hub de la Academia Europaea. En 1956, 120.000 personas vivían en asentamientos periféricos. En el año 1983, eran 2 millones. Según el censo de 2003, eran 3,1 millones. El último censo se realizó el 22 de octubre de 2017. Los números provienen del INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática), http://www.inei.gob.pe
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de la Panamericana y además confía en las predicciones de algunos planificadores urbanos locales, todo indica que la Lima metropolitana se irá constituyendo en una aglomeración urbana longitudinal de unos 400 kilómetros de largo en las próximas décadas. La zona metropolitana llegaría entonces desde la ciudad norteña de Barranca hacia la ciudad de Ica en el sur e iría mucho más allá de los así llamados «conos» que hoy forman el área metropolitana (Golda-Pongratz, 2015). Medio siglo después de su formación y sus primeros índices de desarrollo propuestos por John Turner en lo que eran las barriadas de Comas, El Ermitaño y Pampa de Cueva, hoy integradas o al menos anexadas a la gigantesca aglomeración metropolitana de Lima Norte, de alta actividad económica y de dinámicas tanto locales como globales, hay múltiples indicios de un cambio de paradigma, un cambio del que el propio Turner nos alerta a un nivel más teórico: Ahora mismo mis preocupaciones giran alrededor de los cambios de paradigma que noto que han tenido lugar, y las maneras en las que están reflejados en nuestra esfera de trabajo [...]. Especialmente me preocupan, por cierto, las direcciones hacia las que estaríamos orientados [...].5 En este sentido, el presente texto sugiere revisar tanto aquel cambio de paradigma, como los parámetros de evaluación frente a una realidad cambiada. Parte de la convicción de que urge la lectura o relectura de aquella ciudad emergente, interpretándola —según las palabras del biólogo y urbanista Patrick Geddes en 1919— como una urbanidad, donde «las ideas e ideales definidos solamente comienzan a emerger» (Geddes, 2009, p. 59) y sin dejar de creer en su potencial. Supone, además, que las herramientas que John Turner pone sobre la mesa y que él mismo describe, con las palabras de Primo Levi, como una mera «hipótesis de trabajo útil mientras esté reconocida como tal y no confundida con la realidad»6, tienen un potencial aún no descubierto para poder ayudar a entender, no tanto el acto y los procesos del placemaking, sino también el propio lugar, el place mismo, sus retos actuales, su idiosincrasia y las complejidades de la relación contemporánea entre los habitantes y su entorno, un espacio contestado, presionado y carente hasta cierto punto de identidad. Son, a fin de cuentas, herramientas para un urbanismo holístico que este trabajo quiere sugerir. Dentro de un contexto de una silenciosa pero continua pérdida del espíritu comunitario en los barrios frente a la comercialización, las presiones neoliberales y las amenazas de la inseguridad, por un lado, y de cara a las tendencias top-down de intervenir en los espacios públicos de la ciudad emergente por parte de las autoridades, cabe señalar otras formas de crear ciudadanía y de
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John Turner en un mensaje de correo electrónico a Kathrin Golda-Pongratz, 3 de noviembre de 2004: «At present my preoccupations revolve around the paradigm shifts that I see to have been taking place, and the ways in which they are reflected in our sphere of work ever since I became aware of the issues of development – or reconstruction – as a rebellious student in the 1940s! I am especially concerned, of course, with the directions in which we could be headed, and which today’s student will have to deal with». Cita de Primo Levi utilizada por John Turner en la introducción del manuscrito no publicado A framework for mapping patterns of activity. A working hypothesis revised, 8 de septiembre de 2011, p. 1.
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empoderar a las personas. ¿Por qué no retomar la idea de buscar «métodos para el punto de inflexión» (Lambert, 1985, p. 8), tal como lo sugiere un concurso internacional de 1983 ideado por John Turner bajo el lema «The architect as enabler of user house planning and design»7? Debemos explorar, por ende, métodos de empoderamiento precisamente en un contexto donde ya no son las primeras necesidades las que requieren respuestas, sino las crecientes fragmentaciones sociales y espaciales de la ciudad barrial.
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DE BARRIO MARGINAL A «MEGA BARRIADA-METRÓPOLI»
¿Cómo se ha ido formando esta «mega barriada-metrópoli» (Ludeña, 2012, p. 3)? El subdesarrollo rural, por un lado, y las promesas de progreso, salud, educación, trabajo y mejores condiciones de vida, por otro, empujaron —y siguen empujando, aunque actualmente a un ritmo menor— importantes flujos migratorios hacia las grandes ciudades peruanas, en especial hacia la capital. La posición dominante de Lima y las raíces del centralismo datan de tiempos coloniales, cuando la ciudad era la sede del poder político y eclesiástico y un centro de cultura y de conocimiento. La migración a lo largo del siglo XX se debe a factores de expulsión como la marginalización social y económica de territorios selváticos y andinos, desastres naturales, terremotos, corrimientos de tierra y a las consecuencias del fenómeno de El Niño en la década de 1990. Una fallida reforma agraria a partir de finales de la década de 1960, crecientes índices de desigualdad entre ciudad y campo, el terrorismo maoísta de Sendero Luminoso y la contraviolencia de las fuerzas armadas y de la policía en las décadas de 1980 y 1990 produjeron el desplazamiento de decenas de miles de habitantes de la sierra peruana, en especial de la zona de Ayacucho y de la sierra central. Una primera ola migratoria tuvo su impacto en las inmediaciones de Lima en la década de 1940, de manera simultánea a la instalación de las primeras infraestructuras e industrias modernas en la capital. El año 1940 fue clave para el desarrollo expansivo de Lima: se produjo un grave terremoto que agudizó el empobrecimiento de las zonas rurales, sobre todo en el norte del país. Como consecuencia se formó a mediados de la década de 1940, en las cercanías inmediatas del Mercado Mayorista recientemente construido, una de las primeras barriadas en las faldas del cerro San Cosme. No es casual que los inmigrantes, sobre todo los que vinieron de los Andes en busca de trabajo, se establecieran cerca del lugar —nuevo y moderno— que les inspiraba la esperanza de encontrar empleo (Golda-Pongratz, 2006, p. 124). Esta ocupación es el comienzo de
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En 1983, la UIA (Union International des Architectes) y la Unesco convocaron a un concurso internacional de estudiantes. John Turner dio la idea para el concepto general, «The architect as enabler» y fue el presidente del jurado. La idea principal era la exploración y la puesta en valor del rol de arquitecto como fabricante de herramientas («The architect as a toolmaker») y de fomentar su colaboración con la población (John Turner en una conversación con Kathrin Golda-Pongratz en Hastings, 11 de abril de 2015). El concurso y sus resultados están documentados en: The Architects’ Journal, vol. 180, n.º 41 (Londres: The Architectural Press, 1984) y Lambert (1985).
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un desarrollo que ha ido marcando la ciudad de Lima en los siglos XX y XXI: el deseo de modernizar y el incesante crecimiento urbano informal son, hoy por hoy, dos fenómenos de estimulación mutua y conflicto constante (Golda-Pongratz, 2004, p. 40). Desde la década de 1940, la migración de poblaciones rurales y el explosivo crecimiento demográfico han sido los aspectos más determinantes de la vida en el Perú. Entre 1940 y 2000, la capital ha incrementado su población de 645.000 a 7,5 millones de habitantes y extendido su territorio urbanizado casi 16 veces, de 5.000 hectáreas a aproximadamente 78.000 hectáreas. «Hoy aquella barriada negada por la élite de los años cincuenta del siglo pasado que pedía su expulsión violenta, luego aceptada e integrada a regañadientes, ha terminado hoy en menos de cincuenta años, en un proceso de completa dilución entre la ciudad formal e informal [...]», sostiene el urbanista e historiador urbano Wiley Ludeña (2012, p. 4). Se ha establecido una dependencia mutua entre los asentamientos suburbanos y la ciudad antigua consolidada, que consiste en el movimiento de personas, el intercambio de productos y servicios y en una adaptación física más allá de valores históricos y arquitectónicos. Relaciones y rupturas, efectos recíprocos entre el centro y la periferia, determinan las dinámicas urbanas de Lima (Golda-Pongratz, 2010, p. 25).
➁
¿DE UNA MODERNIDAD PROGRESIVA A UNA MODERNIDAD ADAPTADA?
Mientras que las políticas de vivienda y el planeamiento urbano no han respondido satisfactoriamente al fenómeno, la ciudad informal ha ido desarrollando importantes estrategias de hacer ciudad, más allá de generar el «nuevo rostro urbano» del que habla el antropólogo José Matos Mar (1984, p. 69). Un paso clave en la politica barrial peruana ha sido la creación de la histórica Ley Orgánica de Barrios Marginales o Ley de Barriadas (Ley 13517) de 1961, que reconoció las ocupaciones no planificadas de suelos públicos y privados en zonas marginales, dio un marco legal e introdujo la provisión de infraestructuras y de asistencia técnica en el proceso de autoconstrucción (Calderón, 2001). El paso político sugerido en su momento por John Turner —«la idea era que todo debería ser un programa político»8— era una suerte de «fórmula mixta de asistencia del Estado al sector de la autoconstrucción» (Oyón, 2018, p. 242). La moral [...] es muy simple: forma parte del rol del propio gobierno asegurar que aquellos que están más capacitados para construir, o para ellos mismos o para sus vecinos, tengan acceso a las herramientas o recursos básicos para el trabajo. Con «herramientas» me refiero al apoyo y los recursos del tipo que el gobierno peruano dió a la gente de El Ermitaño: suelo, o títulos de propiedad para los que están ilegal pero racionalmente ocupados; asistencia técnica para acceder a un crédito [...]. (Turner, 1976, p. 33) 8
Golda-Pongratz, K., Oyón, J. L., & Zimmermann, V., Entrevista a John F. C. Turner, Hastings, 16, 17 y 18 de julio 2011, transcripción de entrevista sin publicar, p. 7.
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El discurso de la década de 1960 claramente asumía que la informalidad era una condición para la transición de la sociedad tradicional a la moderna. «Los asentamientos urbanos autónomos son tanto el producto como el vehículo para las actividades esenciales en el proceso de la modernización», sostiene Turner (1969, p. 509). Este «optimismo por el progreso basado en la teoría de la modernización», muy presente en Turner, según el geógrafo Eberhard Kroß, lo lleva a un modelo migratorio de dos fases, dentro del cual la autoayuda y la democracia se determinan y complementan mutuamente (Kroß, 1992, p. 160). Desde una perspectiva contemporánea de terceras y cuartas generaciones de migrantes y frente a la fusión de las tipologías de ciudad barrial y ciudad formal, este «modelo migratorio de dos fases que se basa en la dualidad de centro y periferia» (Kroß, 1992, p. 160) sin duda requiere una revisión y adaptación, sobre todo en cuanto a límites y trabas, tanto personales como circunstanciales, y prioridades dentro de un contexto social capitalista y globalizado. El interés político (y también académico) por la pobreza y por los procesos de urbanización y la voluntad de entablar reformas sociales —tanto desde las Naciones Unidas como desde los Gobiernos norteamericanos y latinoamericanos— tiene en su momento una estrecha relación con los acontecimientos políticos de la región y el miedo de que, después de la Revolución cubana de 1959, pudieran surgir similares subversiones desde los barrios marginales. La materialización de este proyecto político pareció estar llegando a su culminación cuando el presidente Fernando Belaúnde Terry aceptó dar un breve discurso de felicitación en la película A roof of my own, el filme concebido por Turner, donde elogiaba el concepto de ayuda mutua como método productivo: En el Perú, el concepto de ayuda mutua tiene un significado filosófico e histórico, dado que nuestras antiguas civilizaciones practicaban la ayuda mutua como única fuente de producción. Por eso estamos esperando poder combinar nuestra economía moderna con la economía arcaica que no se basa en intereses personales o económicos, sino en ideas altamente productivas. Si logramos, tal como hacemos ahora, continuar estos dos sistemas en una economía que podría llamarse «economía híbrida», entonces el periodo de transición hacia un sistema totalmente moderno será más corto y en menos tiempo llegaríamos a lo que debemos lograr: elevar el estándar de vida de nuestro pueblo. (Turner & Movshon, 1964) Sin embargo, tras la primera transmisión televisiva, Belaúnde reclamó eliminarlo, y después, «menos sorprendentemente, fueron demandados cortes mucho más drásticos por parte de la junta militar de Brasil» (Turner & Wakely, 2015, p. 55). Tanto la base de apoyo popular de Belaúnde como su programa de desarrollo hacían poco probable un alto grado de interés en las barriadas. Los objetivos principales de su intento de obtener apoyo popular de las clases populares eran las áreas rurales. Asimismo, creía que los fondos
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empleados en las áreas urbanas para mejorar las barriadas atraerían más migrantes a las ciudades, debilitando, en esta forma, el efecto positivo de sus otros programas. (Collier, 1978, p. 100) Belaúnde, de hecho, en su rol de arquitecto, apostó mucho más por programas de vivienda y construcción de conjuntos habitacionales, como la Residencial San Felipe en 1966, el concurso internacional de viviendas experimentales Previ en 1968 o, ya en su segundo mandato, las Torres de Limatambo en 1983. La visión desarrollista de presidente y líder del partido Acción Popular estuvo más concentrada en una visión integradora del Perú, en «el mejoramiento de la relación hombre-tierra», en la modernización de la agricultura, el desarrollo de un sistema de comunicaciones interfluviales en la Amazonía y un sistema vial con el proyecto principal de la Carretera Marginal de la Selva que llama de «colonización vial»9. Después de la instalación del Gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, se planificó por primera vez en 1971, a raíz de una toma masiva y violenta de tierras en el sur de Lima y como fruto de una reubicación, la barriada-ciudad Villa El Salvador, un asentamiento urbano, para 50.000 habitantes, con el fin de demostrar la preocupación por la pobreza y la implicación en la modernización y la reforma social del país. Funcionarios del Sinamos10 se dedicaban entonces a proporcionar agua, atención sanitaria y medios de transporte hacia Lima. Después de llamarse «pueblos jóvenes» entre 1968 y 1980 y «asentamientos humanos» entre 1980 y 1986, en 1986, con la Ley 24351, la denominación de las barriadas cambió oficialmente a «pueblos jóvenes» (Kroß, 1992, p. 2) y las áreas de lotes con título de propiedad debían reconocerse como distritos ordinarios, con los derechos municipales y también las responsabilidades correspondientes. En paralelo al auge de ideas neoliberales, la década de 1980 fue para el Perú de una decadencia ética, social y económica sin precedentes. La desigualdad y persistente pobreza de las zonas rurales facilitó el surgimiento del movimiento terrorista maoísta Sendero Luminoso que, con violencia extrema y casi arcaica, llegó a paralizar el país y provocó una contraviolencia estatal y paramilitar que, aparte del trauma y un ambiente de desconfianza aún persistentes, sobre todo en la población campesina, dejó un total de casi 70.000 muertos11. 9
Fernando Belaúnde en una entrevista con Kathrin Golda-Pongratz en Lima, 29 de enero de 2001.
10 Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social, órgano estatal de movilización social durante el
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gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975) donde fueron integrados varios programas estatales de desarrollo. Para poder superar las heridas de la guerra interna vivida en el Perú, el presidente de transición Valentín Paniagua (2000-2001) creó la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). En las conclusiones del Informe final, presentado en agosto de 2003, la CVR constató que el conflicto armado interno que se desarrolló en Perú entre 1980 y 2000 cobró 69.280 víctimas mortales, número que prácticamente duplica las estimaciones anteriores. La CVR afirma que existía una clara relación entre el nivel de pobreza y marginación social y la probabilidad de ser víctima de la violencia y confirma que el movimiento maoísta terrorista Sendero Luminoso (SL) fue el principal responsable de los crímenes y violaciones de los derechos humanos que se cometieron; adscribe a SL el 54 por ciento de las víctimas mortales. La CVR también establece que los partidos democráticos Acción Popular (AP), que gobernó con Fernando Belaúnde Terry
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La informalización extrema del mercado peruano en estos años se fusionó con las ideas del economista Hernando de Soto, quien, con su libro El otro sendero, haciendo referencia al grupo terrorista, proclamó la informalidad como tercera vía, sosteniendo que la ciudad barrial será el actor principal de un nuevo capitalismo emergente popular, el motor para la creación de empleo urbano y además un lugar de enorme potencial por el invisible e inactivo capital inmobiliario que alberga. Su principal argumento era formalizar las propiedades barriales para entrar en el mercado y para que los pobres pudieran acceder a créditos y así a una economía financiera basada en intereses (De Soto, 1986). Durante el gobierno dictatorial y neoliberal de Alberto Fujimori (19902000), a quien de Soto asesoró en temas económicos, se promocionó una nueva fase de crecimiento suburbano informal y autoconstruido. Se eliminó, en primer lugar, todo el aparato público relacionado con la vivienda creado en la década de 1960. La Constitución de 1993 eliminó el derecho a la vivienda junto con el Ministerio de Vivienda, con lo que el sector vivienda fue completamente dejado en manos del mercado y la inversión privada. Como instrumento populista de centralización del poder y ejecutado con un préstamo del Banco Mundial, Cofopri, el organismo estatal de formalización de la propiedad informal, asumió el rol de las municipalidades de distribuir títulos de propiedad. «El Ministerio de la Presidencia otorgó más de un millón de títulos de propiedad, créditos indiscriminados a través del Banco de Materiales y redes de agua y energía con recursos del Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi)» (Calderón, 2013, p. 52). El propio Gobierno incentivó invasiones y levantamientos sociales, para reubicar después a las personas en zonas desérticas de propiedad del Estado, entregarles títulos de propiedad y así demostrar su compromiso social y ganar de paso los votos de los pobres. Sin embargo, la brecha entre los que poseen un lote de suelo y los que son los latifundistas del siglo XXI sigue siendo enorme, y este feudalismo todavía colonial es quizás uno de los mayores obstáculos para un desarrollo urbano equilibrado de la gran Lima metropolitana y del Perú en general. Aún persisten los anticuados discursos desarrollistas al culpar a los pueblos indígenas de vivir bajo «la ley del perro del hortelano» («Si no lo hago yo, que no lo haga nadie»)12 y, aparte de proponer la constante explotación de las materias primas en tierras indígenas, se considera que la única forma de inclusión es la sumisión a las leyes del mercado. ¿Cómo evaluar esta transición de la ley de barriadas a «la ley del perro del hortelano»? entre 1980 y 1985, y el Partido Aprista (APRA), partido en el gobierno con Alan García Pérez entre 1985 y 1990, tuvieron responsabilidades políticas en lo ocurrido, y que Alberto Fujimori, presidente entre 1990 y 2000, es reo de responsabilidad penal. También la izquierda opositora fue corresponsable debido a su inicial ambigüedad ante los subversivos. Según la CVR, durante la ofensiva urbana, amplios círculos de todos los estratos de la sociedad estuvieron dispuestos a sacrificar elementos de la democracia a cambio de una mayor seguridad y toleraron la vulneración de los derechos humanos como un precio necesario para garantizar el fin del terrorismo. Véase Arroyo (2003, citado en Golda-Pongratz, 2014). 12 García Pérez, A. (2007). El síndrome del perro hortelano. El Comercio, 28 de octubre. Citado en Golda-Pongratz (2010, p. 27).
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En conclusión, la existencia de un predio con título de propiedad no garantiza que las transacciones referidas a los alquileres se desarrollen dentro de niveles de formalidad y de institucionalidad. A pesar de haber alcanzado un nivel de formalidad jurídica, el mercado de alquiler de los predios no da lugar a transacciones dentro de la legalidad. [...] Enfrentar esta situación requiere de políticas de vivienda que aprovechen las fortalezas que otorga el título de propiedad. Observar a la propiedad no sólo como valor de cambio sino también como valor de uso (lugar de seguridad, inversión y calidad de vida). Un componente del derecho a la ciudad. (Calderón, 2011, p. 62) Así lo resume el investigador de uso de suelo Julio Calderón. Hay otras críticas con respecto al «fenómeno Cofopri», que se convirtió en modelo para otros países en desarrollo: que, ante todo, es una estrategia fácil y barata que evade cualquier intento serio de política de redistribución; que el acceso al suelo es demasiado fácil y favorece la especulación; que una mayor titulación produce una elevación de precios y restringe así las perspectivas de adquirir un inmueble titulado y disminuye los canales mercantiles formales de acceso al suelo; y que, al final de cuentas y contrariamente a las previsiones de Hernando de Soto, solo una minoría de los pobres con título de propiedad finalmente accedió a pedir un crédito, lo cual también se pudo observar en el distrito de Independencia (Rush, 2014, p. 72; Calderón, 2011, p. 72; Williams, 2005, p. 84). Lo que parece más criticable de estas políticas es el hecho de que, al favorecer la especulación y el land grabbing o despojo de tierras en las zonas periféricas, se están perdiendo los procesos de consolidación, de desarrollo de una visión en común y de construcción de comunidad e identidad. Esto se evidenciará en el ejemplo de los mencionados barrios El Ermitaño y Pampa de Cueva en Lima Norte, cuyos orígenes son ocupaciones de terrenos privados a inicios de la década de 1960 y que están actualmente sufriendo invasiones masivas en las partes altas de alta fragilidad territorial por traficantes de terreno organizados en estructuras mafiosas13.
➂
EL AUGE DE UNA NUEVA CLASE Y ECONOMÍA URBANAS
Desde hace unas décadas, ya la ciudad popular es mucho más que suburbio; rodea, conquista y reemplaza la ciudad tradicional y está creando un nuevo modelo de ciudad pluricéntrica. La ciudad marginal ha generado un exitoso desarrollo industrial y artesanal, en forma de pequeñas y medianas empresas que han surgido desde la improvisación y de la necesidad de la población. Sus estrategias son modelos sociales como el presupuesto participativo aplicado a nivel municipal y regional en el Perú desde 2005, o modelos capitalistas que se
13 El fenómeno es ampliamente conocido, pero muy difícil de captar y describir, ya que los líderes de las
redes de tráfico de terrenos permanecen sin identificar dentro de un sistema de amenazas, corrupción y conexiones con personas dentro del sector público que les facilitan informaciones y acceso al territorio mismo. Su influencia ha causado una suerte de «control total sobre el territorio», mientras que la creación de «anexos» a zonas urbanizadas «resulta ser una manera cada vez más común de acumulación ilícita de tierra». Entrevista con el antropólogo peruano Eduardo Arroyo, Lima, 4 de abril de 2017.
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han ido consolidando durante la época neoliberal entre 1990 y 2000, orientados tanto al mercado global como a la solidaridad andina que garantiza redes sociales sólidas y relaciones de confianza. Valores de modernidad como el acceso a Internet o a equipamiento técnico y también una fuerte tendencia hacia el consumo masivo y las actividades de ocio determinan los valores de los pobladores del Cono Norte a inicios del siglo XXI. Manufacturas de zapatos y de ropa inspiran sus diseños en modelos copiados de Internet para cuyo uso hay locutorios prácticamente en cada esquina. Algunos barrios populares ambiciosos y bien organizados tienen su propia emisora de radio y página web14; algunos médicos de la ciudad consolidada están abriendo clínicas privadas modernamente equipadas en la ciudad emergente. En el distrito de Independencia, el 93 por ciento de las 3.500 empresas (contadas en 1996) tienen de uno a cuatro trabajadores y son así registradas como microempresas, que generan actividades intensas tanto locales como regionales. Muchas de ellas son empresas familiares que dan trabajo a miembros de la familia inmediata o extendida y en la mayoría de los casos están inmediatamente relacionadas con la vivienda (Williams, 2005, p. 52). A lo largo de las avenidas Panamericana y Túpac Amaru, a la vista de las fachadas coloridas de nuevos shopping malls, tiendas de materiales de construcción, sastrerías y peluquerías, restaurantes y clubes nocturnos, clínicas privadas, cafés de Internet, gasolineras y talleres mecánicos, cuesta imaginar que solo hace unas cinco décadas la vida ahí empezó desde cero a raíz de la invasión de una duna desértica. El Cono Norte de Lima se ha ido convirtiendo en un núcleo comercial de rápido crecimiento desde finales de la década de 1990 y ha generado una nueva centralidad. En cierto sentido, parece comprobarse la tesis formulada por John F. C. Turner y William Mangin, según la cual el inmigrante trabajador y orientado hacia el progreso determinará decisivamente la economía urbana de las futuras generaciones (Turner & Mangin, 1969). Tras una primera fase de consolidación de establecimientos nocturnos, de discotecas, casinos, salones de juego y amusement arcades como el Boulevard El Retablo a finales de la década de 1990, gradualmente se fueron instalando grandes centros comerciales como Mega Plaza Norte en 2003, que después de 10 años de existencia se ha convertido en uno de los más exitosos de Lima Metropolitana. Otro, Plaza Lima Norte, que abrió en el año 2009, es hasta el momento, con sus 200.000 metros cuadrados, el más grande del país. La recepción de este fenómeno es mayoritariamente positiva, también por parte de los investigadores urbanos Juan Tokeshi y Mario Zolezzi, y se piensa que podrá tener un impacto mayor a nivel metropolitano: San Juan de Lurigancho, Independencia, Comas y otros distritos residencia de las masas pobres de Lima, ostentan con orgullo enormes supermercados que han hecho de Lima otra ciudad. No se trata simplemente de centros comerciales, malls o «jockey plazas» para los pobres que 14 El distrito de Comas: http://www.comasweb.de; Lima Norte: http://limanorte.wordpress.com; el distri-
to de Independencia: http://www.muniindependencia.gob.pe/
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profundizan la segregación de mercados y clases sociales en la ciudad. Por el contrario, son una nueva experiencia de afirmar valores, establecer relaciones, replantear costumbres y estilos de vida que proyectarán al limeño mayoritario de los próximos años. (Tokeshi & Zolezzi, 2003, p. 82)
➃
DESCIFRAR IMAGINARIOS URBANOS GLOBALIZADOS
La fusión de lo global y lo local está borrando las fronteras entre la economía formal e informal y ha producido un nuevo modelo urbano que ya no corresponde al clásico modelo de centro y periferia. Los sueños urbanos son múltiples y se nutren de las trampas y oportunidades de los tratados de libre comercio, de los retos de un ampliado acceso al mundo, de oportunidades globales, de créditos transnacionales y de las remesas enviadas desde el extranjero. La diversificación social ha aumentado, igual que el poder adquisitivo de la población, y, así, han aparecido nuevas formas de segregación en las áreas residenciales de la ciudad emergente. La apariencia de gated communities o complejos enrejados en los conos como fenómeno reciente señala una creciente tendencia de no comunicación entre tejidos urbanos y además alerta de nuevos niveles de delincuencia, y ha incrementado aún más el carácter altamente fragmentado y segregado del espacio urbano de Lima en general. En la última década, y junto con un boom inmobiliario, una creciente escasez de tierras disponibles, la demanda de vivienda en aumento y el alza del precio del suelo en toda el área metropolitana, se ha iniciado un importante proceso de densificación vertical, tanto en el Cono Sur como en el Cono Norte, y también se ha iniciado una nueva tendencia de inquilinato dentro de la vivienda autoconstruida para generar ingresos adicionales a la economía familiar. Por otro lado, según un estudio realizado por el Observatorio Socio Económico Laboral de Lima Norte, «el 86,2% de las familias encuestadas informó tener un familiar en el exterior, el 13,5% indicó tener hasta dos familiares y como dato referencial se tiene que 0,3% familias tienen hasta tres familiares en el exterior» (2008, p. 59)15. Las remesas enviadas por peruanos que viven en Argentina, Chile, Europa y los Estados Unidos han empujado decididamente la construcción de casas a medio construir y su extensión para el alquiler o para montar un pequeño negocio. A la vez, estas relaciones familiares multilocacionales y transnacionales han ido ampliando el marco de referencias culturales —un fenómeno ampliamente estudiado por la antropología y las ciencias culturales, retomado también en estudios pedagógicos locales—: La construcción de la identidad es compleja. Las personas pueden vivir momentos de conflicto o de crisis de identidad cuando tienen que hacer cambios importantes en su vida, como cambiar de idioma, cuando son objeto de discriminación o exclusión debido a su origen, ideas o prácticas. Sin embargo, su capacidad de resiliencia y de adaptación les permite resolver 15 A raíz de la crisis económica en Europa, esta cifra se está corrigiendo a la baja en 2013 con el retorno
de muchos peruanos emigrados a España e Italia.
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las crisis recreando su cultura o incorporando nuevos elementos culturales para adaptarse a nuevos contextos o situaciones. (Cépeda, 2010, pp. 15 y ss.) Resulta que los conceptos de «cultura adaptiva» (Matos Mar, 1984, p. 83) o «adaptación positiva» (Lobo, 1984, pp. 17 y ss.) se han vulcanizado en una suerte de «cultura híbrida» (García Canclini, 1995) cuyos vínculos son múltiples. Sin embargo, antiguas tradiciones culturales siguen formando la base de la identidad y la definición de los ambientes y entornos de vida, aunque resulta cada vez más difícil captarlas y descifrarlas. Los migrantes, hoy ya en tercera o cuarta generación, con frecuencia se organizan en asociaciones regionales eficaces16 y así mantienen el vínculo con su tierra de origen. Las tradiciones andinas de la economía compartida y de la ayuda mutua se mantienen y en muchos casos facilitan la creación de un empleo autogenerado en el nuevo contexto urbano. De hecho, una mezcla de rituales y costumbres rurales, la asimilación a la vida urbana y la influencia de la cultura global crea una nueva cultura urbana «chicha»17 como un híbrido de estilos e influencias que finalmente penetra todas las clases sociales y todas las áreas de la metrópolis. Hay otro fenómeno contemporáneo tan interesante como contradictorio: son precisamente las empresas multinacionales, los global players, los que —al reconocer el potencial economizable en las clases urbanas de trasfondo migratorio— optan por revalorizar valores culturales como las lenguas indígenas y autóctonas que largamente han sido negados por ser considerados antimodernos y limitantes del progreso. Así es que en los centros de atención al cliente de Movistar, ubicados en zonas industriales de Ate o Comas, jóvenes de origen quechua o aimara atienden en sus lenguas maternas en las líneas de servicio creadas para la población rural, igual que atienden —entrenados en un idioma y vocabulario más apto para los clientes españoles— al mercado de telefonía europeo en horarios nocturnos. En este contexto de fusiones de valores; de una pujante modernización pero persistente noción de marginalidad y desigualdad; de una creciente crisis de ciudadanía, identidad y pertenencia; y de un elevado porcentaje de jóvenes sin estudios superiores y con pocas expectativas laborales, una generación de profesores y trabajadores sociales de Lima Norte está buscando herramientas precisamente para fortalecer la identidad. Cabe por eso preguntarnos: ¿Cuál es la causa de la falta de identidad? ¿Por qué una persona no logra sentir que forma parte de un colectivo, de una institución o de un distrito? ¿Qué hacer para promover en los estudiantes, maestros y padres de familia su sentido de pertenencia e identidad con el distrito de Independencia? ¿Cómo lograr ciudadanos identificados y comprometidos con el desarrollo de su distrito? (Acuña et al., 2010, p. 9)
16 Así ya lo describió el antropólogo William Mangin en la década de 1950 (Mangin, 1959). 17
Derivado de una bebida tradicional de maíz, la palabra chicha significa informal, popular y barato; la cultura chicha describe una mezcla de conceptos creados por los inmigrantes.
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En la ciudad barrial consolidada, es ahora el momento de establecer referencias culturales, anclajes en el territorio que puedan a la vez reconectar con el recuerdo de la cultura de origen, y también herramientas de convivencia y respeto mutuo más allá de las «condiciones de superviviencia», en el sentido de Ivan Illich (1973, p. 13), que puedan responder a los miedos medioambientales y la falta de conocimiento del territorio. Mientras la comercialización y la modernización se superponen como capas duras, surgirá, tarde o temprano, un reclamo de la memoria de sus inicios. Mientras la consolidación y el empuje económico fortalecen también el auge de una nueva clase media de procedencia andina, existe una fuerte necesidad de recordar las fuerzas colectivas de los orígenes de estos barrios originalmente autoconstruidos (Golda-Pongratz, 2014, p. 22).
➄
PAMPA DE CUEVA18 Y EL ERMITAÑO: HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA EN LA CIUDAD BARRIAL
Desde la creación del asentamiento en diciembre de 1960 a raíz de una invasión, su integración en 1965 en el distrito de Independencia entonces creado y su gradual integración en la zona metropolitana, Pampa de Cueva ha desarrollado múltiples capas de memoria, integrando las ideas espaciales y organizativas de sus primeros pobladores de origen migratorio, las transformaciones a lo largo de tres generaciones y las diversas presiones espaciales contemporáneas de un Cono Norte en pleno auge. Técnicas constructivas de piedra originarias de Cajamarca, la existencia de pequeños jardines cultivados por los pobladores a lo largo de las vías, y edificios de varios pisos bien construidos y hermosamente pintados definen esta vecindad, cuyos orígenes sobre la arena en módulos unifamiliares con pequeños patios se reconocieron en su momento como valiosos determinantes para hacer ciudad desde abajo. Se trata de historia urbana no escrita, historia desde abajo, si se quiere, que es clave en la construcción de una identidad contemporánea y clave también en la redefinición de un planteamiento territorial de los pueblos jóvenes de cara al futuro. La memoria fundacional está presente, aunque no en la conciencia de todos. Al recorrer el barrio, llaman la atención algunos nombres de calles: «17 de Noviembre», «Kilómetro 4», «Niños Mártires», «37 Días», «23 de Diciembre». Son claras referencias a fechas clave, a los sufrimientos y los logros de la invasión y fundación: el 17 de noviembre de 1960 es la fecha de la ocupación inicial del lugar por 1.800 familias; posteriormente, la familia de terratenientes Nicolini reclamó la propiedad, lo cual llevó a una retirada forzada de todos los pobladores hasta el kilómetro 4 de la actual avenida Túpac Amaru, donde permanecieron durante 37 días y donde, en una confrontación policial, murieron varios niños. En este periodo, llegaron a un acuerdo de arrendamiento de la 18 «Pampa de Cueva» es el nombre correcto tanto del sitio arqueológico como de la barriada que se
bautizó según el lugar donde se encuentra. En varias publicaciones, incluyendo Architectural Design de agosto 1963, editado por Turner, es erróneamente nombrada Pampa de Cuevas (Turner, 1963).
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tierra por 10 años prorrogables, con lo que el 23 de diciembre las familias pudieron regresar a la Pampa de Cueva y empezar a construir su ciudad19. Una capa de memoria oculta es la del origen del territorio: Pampa de Cueva recibió su nombre de un complejo agrario-arqueológico y una huaca en U20 construida hace más de 3.000 años, en el denominado horizonte temprano del 1200 a. C., un sitio arqueológico de importancia perteneciente a un complejo de templos de la zona, cuyo carácter era cívico-religioso (Agurto, 1984, p. 34)21. Hoy está prácticamente desmantelado, cercado por unas viviendas informales y el Colegio 3050 Alberto Hurtado Abadía (por el cual se accede), construido en 1963 y conocido como El Morro. Desde hace unas décadas, sirve además de base para unas torres eléctricas gigantescas que forman parte de la red de abastecimiento eléctrico de toda la zona norte de Lima. Así, la zona es conocida como «Las dos torres» y la memoria local no la vincula con su pasado y valor prehispánico sino con el hecho de que hasta hace no tanto «estaba dinamitada»: en la década de 1990, una de las prácticas habituales de Sendero Luminoso era atacar con dinamita las torres eléctricas de la capital para producir mayores cortes de electricidad (y terror). Se vive, pues, con el rescoldo de la amenaza y debajo de la alta tensión, sin tener relación alguna con las huellas de la importancia histórica del territorio22. Las torres de alta tensión ya existían en el momento de la invasión del territorio y la fundación del asentamiento humano. En el libro Urban dwelling environments, John Turner, Horacio Caminos y John Steffian describen una «power line» (1969, p. 133) que a su vez define la existencia de una calle diagonal que cruza el trazado urbano hecho por los pobladores. Resulta sorprendente que, aunque claramente visible en las fotografías aéreas, no haya mención ninguna de la existencia de una huaca. «Aunque usé dicho montículo para tomar fotos, no le he dado más importancia, ni tampoco lo han dado mis diversos amigos arqueólogos», resume Turner desde una perspectiva contemporánea23. Un mapa del sitio publicado en el libro indica «escuela, recreación, iglesia» en el cerro elevado. La (temporal o permanente) existencia de una iglesia en un lugar sagrado prehispánico es, de hecho, una práctica común en el urbanismo peruano que podría incluso interpretarse como una herencia colonial. 19
Los hechos son también contados en la película A roof of my own deTurner y Movshon (1964). Véase la nota 2.
20 Las huacas (del término wak’a en quechua) son lugares sagrados donde se ofrecen diversos cultos de
veneración a las deidades prehispánicas y donde se practica la comunicación con ellas. En la costa peruana son, en su mayoría, pirámides de barro o puntos elevados en el territorio, muchas de ellas destruidas por el proceso de urbanización. 21 Llama la atención que son ante todo publicaciones de autores arquitectos las que registran Pampa de Cueva al tratar de transmitir la importancia del urbanismo prehispánico como rasgo de identidad territorial. Cabe destacar el trabajo de Carlos Williams (Williams, 1978). Recientemente, su legado está presente en trabajos como el de Trinidad Guerra (2014, p. 10). 22 Se han realizado entrevistas con vecinos y niños del colegio en el marco del taller de espacio público «Memoria Urbana» dirigido por Kathrin Golda-Pongratz en la Sección de Posgrado de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) de Lima en marzo de 2013. Los resultados del taller se presentaron en el local de Prolima el 1 de abril de 2013 y se expusieron en el Colegio de Arquitectos del Perú (CAP) el 4 de abril de 2013. Están parcialmente publicados en Golda-Pongratz (2014, pp. 9-22). 23 John Turner en un correo electrónico a Kathrin Golda-Pongratz, 15 de febrero de 2015.
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En marzo de 1962, en simultáneo a la construcción de la barriada, una inspección arqueológica del presidente del Patronato Nacional de Arqueología en Pampa de Cueva describe el lugar como «huaca en forma piramidal». El informe menciona que moradores del lugar extrajeron las piedras del montículo para hacer sus casas. «[...] la extracción de piedras de la pirámide pre-hispánica había puesto al descubierto una gran plataforma y varias capas de basura en sus alrededores que contenían fragmentos de cerámica monocroma, utilitaria, con reborde labial en forma de coma»24. Al parecer, esta visita no tuvo ninguna consecuencia para considerar la protección del complejo arqueológico y evitar su desmantelamiento y total invasión. A la vez, no es sorprendente, dado que el urbanismo formal tampoco dio ni está dando importancia a las huellas prehispánicas en el ámbito urbano de Lima25. Más de 30 años después, en 1995, un equipo de arqueólogos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos dirigido por Daniel Chumpitaz realizó las primeras excavaciones en el sitio para confirmar los conocimientos previos. Destaca además que, a diferencia de otros templos que miran hacia los ríos, este centro ubicado en estribaciones montañosas está orientado hacia los cerros, probablemente hacia el fondo de la quebrada donde se juntaba el agua. En el Centro Ceremonial Pampa de Cueva existía una edificación sobre la segunda plataforma, destruida completamente, de la que quedan solo las improntas (Chumpitaz, 1995). Más allá de estas miradas e investigaciones puramente arqueológicas, no hay hasta ahora ninguna tendencia a contemplar el potencial del lugar mismo dentro de una mirada más holística. Podría, sin embargo, inscribirse en importantes iniciativas, tal como el mencionado trabajo de profesores y trabajadores sociales para redefinir la identidad de Lima Norte, en el cual se registra lo siguiente: «Patrimonio familiar o bienes patrimoniales: Material, como una casa; inmaterial, como los usos y costumbres que se transmiten de padres a hijos. Patrimonio local: El Centro Ceremonial de Pampa de Cueva en Independencia; inmaterial: las organizaciones sociales del distrito» (Cépeda, 2010, p. 18). En este sentido, el taller «Memoria urbana» llevado a cabo por la autora en 201326 parte de la convicción de que es ahora el momento de recuperar la memoria de la barriada, de trabajar intensamente y en una relación «de tú a tú» con la población y de integrar sus conocimientos y sus ideas en el diseño del futuro de su entorno vital. Tanto las huellas de los inicios, que son la base de la identidad de la población, como la memoria de la resistencia contra la violencia en las décadas de 1980 y 1990, deberán hacerse más visibles para construir ciudadanía a largo plazo. Debe además fortalecerse la conciencia de la convivencia con un pasado prehispánico en amplias zonas de la periferia desértica limeña y traducirse en lógicas de uso territorial. Es fundamental el rescate de las huellas de los diferentes pasados para hacer de la ciudad emergente 24 Toribio Mejía Xesspe, citado en Arizaga (2010, p. 69).
25 La obra moderna por excelencia, la Unidad Vecinal Número 3 (UV3), construida en 1946, se levanta
en el territorio de la Huaca Aramburú, igual que el estadio de la Universidad de San Marcos, construido en 1948 encima del tronco de la huaca, según el informe del Ministerio de Fomento, por razones prácticas y económicas. Véase Golda-Pongratz (2008, p. 148). 26 Véase la nota 22.
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un espacio urbano con un sólido futuro ciudadano, más allá del crecimiento económico que, al final, está sujeto a las dinámicas globales y, así, desacoplado de los ciudadanos y su relación con su ambiente vital. El hecho de que los restos arqueológicos de carácter cívico-religioso unificaran políticamente en su entorno a los diversos grupos humanos existentes en la región, podría retomarse como un elemento de redefinición del lugar como un espacio público, un lugar común cuya fuerza surge del entrelazamiento de la memoria arqueológica y la memoria vernácula. Partiendo del principio de Patrick Geddes según el cual la ciudad se concibe inscrita en su región circundante y que tiene la base de sus recursos tanto en el lugar (place) como en su gente (folk), debería restablecerse el vínculo territorial y social con otros centros ceremoniales del mismo periodo en las cercanías, La Florida (Rímac), Las Salinas (El Agustino), Garagay (San Martín de Porres) y Huacoy (Carabayllo) —en todos ellos coincide la urbanización informal con un legado territorial hasta ahora desatendido y una situación actual de ruptura entre el ser humano y su entorno—. El marco conceptual de Geddes también servirá para revisar el concepto de región-ciudad y de la macroregión que, a inicios del siglo XXI, ha adquirido una escala hasta ahora desconocida.
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UN DOCUMENTAL COMO HERRAMIENTA DEL PLACEMAKING
Dicho marco conceptual también está presente en el proyecto de un nuevo documental (2016-2018) en el distrito vecino, El Ermitaño, que se basa en el documento histórico A roof of my own, rodado en el mismo lugar en 196427. El proyecto de seguimiento se planteaba las siguientes preguntas: ¿qué es El Ermitaño hoy?, ¿cuáles son sus dinámicas, sus problemas y sus mayores retos?, ¿cuáles son las necesidades y cuáles las aspiraciones de su población? Se inició con un gesto sencillo: la versión reeditada y subtitulada del documental antiguo fue literalmente devuelta a su lugar de origen. Después de una primera proyección in situ el 2 de octubre de 2016 en el local comunal Octavio Sánchez Medina, donde se generó un debate multitudinario cargado de emociones, la población y las autoridades locales reclamaron más proyecciones y —en combinación con talleres de mapeo y debates acerca del territorio— estas se realizaron en otros sectores del barrio durante los meses posteriores. Las proyecciones juntaron a varias generaciones que no suelen compartir muchas actividades públicas; especialmente los jóvenes mostraron mucho interés en los orígenes del barrio y dejaron entrever que mayoritariamente no tenían conocimiento de las dificultades que afrontaron quienes lo fundaron y que sus propios abuelos tuvieron que luchar por el derecho de permanencia y por poder construir sus casas. Se escucharon testimonios como el siguiente: Mi padre a las tres de la mañana me despertó y dijo «Hijos, vamos a invadir». Nosotros no conocíamos esa palabra, «invasión», nunca la 27
Véanse las notas 2 y 3.
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habíamos escuchado. Y ahí mi papá dobló una estera, como si fuera un cigarro, mi mamá puso mantas en el piso y nos quedamos a dormir. El día siguiente, cuando desperté, había más o menos cien casas igualitas, dobladitas como un cigarro, y todas con su banderita encima, la bandera del Perú, por supuesto.28 Los encuentros ayudaron a identificar varios invasores de la primera generación y a iniciar conversaciones con varias familias, entre ellas la de los músicos que aparecen en el documental antiguo e incluso compusieron en su momento una canción del barrio. Volver a escuchar esta música al parecer olvidada evocó muchas emociones. Se realizaron una serie de entrevistas que ahora constituyen el cuerpo del nuevo documental: con habitantes de la primera generación, así como con sus hijos y nietos, quienes lamentan una falta de identidad y el desmoronamiento de la comunidad de antes; con el hijo del dirigente cuyo nombre lleva un local comunal y quien es muy crítico con las actuales políticas clientelistas y reclama la presencia del Estado en la sociedad29; con una familia de inquilinos y con una dirigente joven que lucha contra los traficantes de terrenos y las continuas invasiones de los cerros que rodean el barrio y que afectan gravemente el microclima frágil de las lomas30 de «La Bella Durmiente», una cadena de colinas de forma peculiar que los vecinos quieren proteger de la presión urbana y rescatar como espacio natural e incluso como territorio sagrado; y con un vecino que con frecuencia recorre los cerros para practicar sus rituales de pachamanca y de pago a la tierra: Déjenme comentarles sobre La Bella Durmiente, porque yo he subido allá, y existen caminos andinos, con placas, lajas de piedra, y según dicen que por ahí los antiguos se iban hasta Canta. Hace un año yo fui a una convocatoria de humedales, vinieron grandes profesionales y dicen que en este cerro se pueden plantar plantas y se puede captar agua. Pues yo me decía, por qué no vestirla a La Bella Durmiente, de repente su blusa de un color, su falda de otro color. Se puede.31 Este testimonio nos muestra que el silencioso saber sobre la existencia de caminos prehispánicos y la forma de las colinas inspira a los habitantes de trasfondo andino a imponer sus memorias de su lugar de origen en el paisaje
28 Domingo Becerra era un niño de ocho años cuando sus padres participaron en la invasión de El Ermi-
taño. Cita del documental Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño, Lima, 2018.
29 El inicio de una crisis identitaria, de pertenencia y de ciudadanía, presente tanto en el barrio El Ermi-
taño como en otros barrios aún marginales de Lima, se atribuye claramente a la década de 1990 y las políticas neoliberales y paternalistas de la era de Alberto Fujimori. «Hay un antes y un después», dice Dante Sánchez, hijo del conocido dirigente Octavio Sánchez Medina. Entrevista con Dante Sánchez, Lima (El Ermitaño), 27 de septiembre de 2017. 30 Las lomas son colinas en las que se junta la niebla costera en la época de invierno. Así, entre julio y octubre el desierto se vuelve verde. 31 Entrevista con Víctor Quispe, Lima (El Ermitaño), 6 de octubre de 2016, parte del documental Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño, Lima, 2018.
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▲ Imagen 1 Vista de Pampa de Cueva y El Ermitaño en los primeros años de su formación. Fuente: fotografía © John F. C. Turner. (1963).
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desértico de Lima Norte, y así se produce una interesante y fructífera traslación hacia la aceptación del territorio. Por estos testimonios y las diversas intenciones locales de proteger al paisaje, el proyecto del documental llevó inicialmente el nombre provisional de «Migrantes: hijos de La Bella Durmiente». Está dedicado a aquellas generaciones de migrantes, hijos que hoy habitan este paisaje que determina sus formas de vivir y puede ser la esencia de la recreación de una nueva identidad colectiva. Ahora su nombre es más claro todavía: Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño se titula la pieza fílmica estrenada en Lima en octubre de 2018. Al dar voz a sus habitantes, el documental sirve de herramienta para trazar estas identidades urbanas de la ciudad progresiva y para la reconstrucción de su memoria colectiva32. Necesitamos que la nueva generación, la juventud, pueda involucrarse más con su comunidad. Necesitamos nuevas ideas. Necesitamos innovar en muchas cosas. Cambiar las ideas desde un barrio, desde un barrio hasta las cabezas más altas podemos cambiar, si lo podemos cambiar, cuando tenemos cosas positivas, buena fe, buen corazón, eso no debe cambiar.33
32 El documental será distribuido durante 2019. El tráiler está disponible en https://vimeo.com/297974476 33 Entrevista con Yessenia Uñaupe, Lima (El Ermitaño), 26 de septiembre de 2017, parte del documental
Ciudad infinita. Voces de El Ermitaño, Lima, 2018.
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Conectar generaciones e involucrar a la juventud, tal como lo reclama la dirigente Yessenia Uñaupe, se está logrando a través de varias proyecciones del documental en locales comunales del barrio. Sus metas son además fomentar el debate, dar a conocer las visiones y las necesidades diferentes de los que viven en la parte consolidada y los que viven en las nuevas invasiones y ayudar a tejer nuevas redes comunitarias. Visibiliza la importancia del patrimonio natural, para que la población pueda tomar conciencia y tomar acciones en la protección de su propio hábitat y así crear lugares en un entorno carente de espacios comunitarios.
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A MANERA DE CONCLUSIÓN: AFRONTAR EL CAMBIO DE PARADIGMA
Nuevas prácticas territoriales comunitarias, como caminatas colectivas, ceremonias relacionadas con la naturaleza y la siembra y plantación de árboles reconectan a los habitantes con el paisaje histórico y sagrado. Tales prácticas, otras actividades pedagógicas y, finalmente, el desarrollo de políticas urbanas relacionadas34 son capaces de equipar a la población con las herramientas necesarias para afrontar las agresivas prácticas de tráfico de tierras, lotizaciones clandestinas e invasiones que no tienen nada en común con las formas en las que los migrantes tomaron tierras en la década de 1960, cuando John Turner y otros investigadores urbanos documentaron estos procesos y teorizaron sobre ellos. La lectura colectiva de las capas inscritas en el territorio, la transmisión de una posibilidad de cohabitación de diferentes prácticas culturales, la reinterpretación de lo sagrado del propio territorio y la puesta en valor de las huellas históricas dentro de una red de espacios públicos contemporáneos puede constituir un patrón muy prometedor para la recuperación integral de lugares como El Ermitaño y Pampa de Cueva, igual que para otras zonas urbanas de rasgos y problemáticas similares. La preocupación de John Turner por los cambios de paradigma, ya mencionada al inicio de este artículo, se inscribe en una realidad que, al parecer, los sistemas en los que nos desenvolvemos y los instrumentos que utilizamos ya no son capaces de representar. Todo indica que la crisis actual que vivimos es consecuencia de la falta de un marco referencial real, donde la existencia humana depende de deudas o hipotecas sobre casas o predios que no existen, ya que se han generado en una economía global basada en algoritmos producidos por máquinas. En el caso del Perú, los éxitos macroeconómicos contrastan con los fracasos institucionales e indican la fragilidad de un modelo de crecimiento que depende demasiado de condiciones y factores externos. Turner insiste en el concepto clave de «adaptabilidad» o «capacidad de adaptación» (adaptability) y en la resiliencia frente a circunstancias cambiantes como ventaja del 34 Entre otras iniciativas, la ONG peruana Predes, en colaboración con la Gerencia del Medio Ambien-
te de la Municipalidad de Independencia y con el apoyo de Usaid y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), está desarrollando un programa de reforestación en la zona, que incluye y hace participar a la población de las lomas.
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▲ Imagen 2 El Ermitaño hoy. Fuente: fotografía © Kathrin Golda-Pongratz (2018).
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desarrollo incremental (Turner & Wakely, 2015, p. 43), que pueden generarse desde el feedback y la evaluación de interacción de los seis elementos centrales: las circunstancias, los actores, las acciones, los actos, las consecuencias y la interacción (compuesta del aprendizaje y la motivación). En el caso de las barriadas turnerianas contemporáneas, ya es hora de volver la mirada de la producción de la vivienda al placemaking, en su sentido de construcción de espacio público y capitalización del potencial, de la creatividad, de los recursos y de los deseos de sus habitantes. Será difícil recuperar o recrear una relación profunda con la naturaleza. Sin embargo, no es ningún romanticismo si reclamamos que el trabajo principal en la urbe extendida debe ser el desarrollo de una sensibilidad hacia el lugar y la identificación con el territorio, precisamente para que, en la barriada consolidada y globalizada, las hegemonías existentes y las amenazas medioambientales ya no escapen al control local. Es más, debe crecer la convicción de que el futuro de la metrópolis y su hinterland depende de la periferia misma y de lo que eran los barrios marginales. Es ahí donde urge materializar la conciencia de su memoria, el sentido de responsabilidad y una visión holística de la macro región-ciudad.
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DIRECTRICES PARA AUTORES
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Revista ENSAYO - Arquitectura PUCP Estudios de arquitectura, urbanismo y territorio e-ISSN 2 7 1 0 - 2 9 4 7 Año 2 0 2 1
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EDITORIAL REVISITANDO EL LEGADO DE JOHN F. C. TURNER 6 Kathrin Golda-Pongratz, Pablo Vega Centeno FIN DE SEMANA Y LOTEAMIENTO CLANDESTINO: APROXIMACIONES AL UNIVERSO POPULAR DE LA VIVIENDA EN SÃO PAULO (1970-1990) 13 Nilce Aravecchia-Botas, Ana Claudia Veiga De Castro UNA PROFESIÓN EN DESARROLLO: JOHN F. C. TURNER EN AREQUIPA 37 Helen Gyger JOHN F. C. TURNER Y SU VISIÓN RELACIONAL DE LA VIVIENDA 57 José Luis Oyón EXAMINANDO LA RELACIÓN ENTRE LA PLANEACIÓN Y LA URBANIZACIÓN PERIFÉRICA EN LIMA 71 Rita Lambert HACIA UN URBANISMO HOLÍSTICO: LEGADO Y TOPICALIDAD DEL PENSAMIENTO DE JOHN F. C. TURNER EN LOS ASENTAMIENTOS AUTOCONSTRUIDOS DEL CONO NORTE, LIMA. 95 Kathrin Golda-Pongratz