Exposicon Juan Guerrero

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Me sirve la modestia de tu orgullo posible, y tu mano segura sí me sirve. Me sirve tu sendero, compañero M. Benedetti

EL SUAVE ENCANTO DE LO COTIDIANO Juan Guerrero vive y trabaja en Linares, pero sueña y crea en Santisteban del Puerto. Allí, en su pueblo natal, mantiene la casa de su infancia como un museo y la añora como un tesoro; envuelto entre los óleos y sus instrumentos musicales, cítaras y rabeles, junto a los ángeles; entre sonidos de sefarad y aromas de linaza, Juan sueña caminos azules, senderos que nosotros hemos recorrido mil veces y mil veces hemos olvidado. El artista va recorriendo la vida y la vida se va quedando en Juan, y empapado de su belleza, la va desgranando a borbotones; nos detiene las escenas en su pintura fresca, un esplendor efímero que nosotros somos incapaces de ver. Apenas fue un momento, una sonrisa pícara como de gorrión que ha vencido más de setenta inviernos. Apenas duró un segundo, la boca entreabierta, a punto de decir algo antes de darse cuenta que nada puede ser mejor que el silencio. Una luz fugaz sobre el aldón blanco que se liberó escapando de entre el cinto, como un alma blanca y pura, impecable tras la colada de una larga vida de perros. La vida pasa decía el poeta, pero Juan la atrapa y nos la muestra tal y como es, nos enseña joyas que andan engarzadas en los momentos efímeros de lo habitual. Sentimientos ocultos en un pantalón de pana doblegado por el tiempo, el instinto en unas botas que cansadas de seguir más de mil caminos acabaron fuera de la trocha buscando en el monte el sentido de todo esto. La vitalidad que chisporrotea tras unas gafas de carey, sobre una camisa de domingo con esencia varón dandy. La muerte de un tractor, su caparazón anclado


en la tierra, después de recorrer mil veces la besana, que antes recorrió el asno, que antes recorrió el hombre. Monarquía de pana y gabán, nobleza de garrota. El burro filósofo que nos mira y nos mira... y no acaba de comprender. Qué le importan a Juan las medallas y los honores. Para otros las obras rotundas y armoniosas, para otros los modelos políticamente correctos, a Juan le interesa el momento fugitivo de lo cotidiano, nadie como él sabe atrapar y atesorar ese olor que de repente nos detiene, esa luz que se estrella y recorre nuestra memoria, esos ojos que nos calientan por dentro. Juan conoce estas raras aves que revolotean incansables a nuestro alrededor, y nadie como él sabe expresarlas. Pocas filosofías serán tan certeras explicando la vida como los tesoros de lo ordinario que nos cuenta la pintura de Juan. En su paleta anida la sabiduría equilibrada de un séneca andaluz. En sus cuadros el sol calienta, la hoguera arde, la vida está viva y la muerte es vida que se va yendo... Lo de Juan no es de cartón piedra, es pasajero y huidizo, porque así es la vida. Que no hay ningún secreto, que la dicha está en agarrarse de la mano, en caminar juntos, en sentir la primavera; que no hay mas leña que la que arde, que la vida es disfrutar de ese momento que se escapa... Bien lo sabes compañero... Para ti estos versos de Benedetti otro guerrillero de lo cotidiano ...cantamos porque el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera y porque en este tallo en aquel fruto cada pregunta tiene su respuesta cantamos porque llueve sobre surco y somos militantes de la vida y porque no podemos ni queremos dejar que la canción se haga ceniza. Que nunca se acabe tu canción.

Jacinto Mercado desde Santisteban del Puerto



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