como heridas

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como heridas a.



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como heridas a. MĂŠxico, 2007 Armatoste Libros


escribimos la vida sobre un soporte mรกs frรกgil que el papel Roberto Juarroz



1 álgebra quemada en compases atónitos: pasos antes del ritmo: angustiosas notas melancólicas de contratiempos fatales y rápidas guitarras. al momento de escuchar la voz, previo a la consumación del espíritu jadeante y profano, hemos de darnos cuenta que antes de dios, existió el ruido.


2 cuán fúnebre es aguardar el corte: una nota despedazadora, ese aviso terminante. el suelo frío y la largas noches de sucios pensamientos me despojan de lo querido. siempre tuvimos esperanza porque ya no teníamos más, porque al final sabíamos que todo estaba dicho.


3 construimos un enjambre de miradas sólo para destruirlo con líneas. tallamos una pasión enterrada que explotó en tus manos con rencor. vivimos rompiendo un vaso entre los meridianos caídos de un edificio en ruinas.


4 la flama se extiende sobre tu pecho con la rapidez del descuido, con el vĂŠrtigo de la inocencia. prosigue un instante capaz de apaciguar a los infiernos donde ahora todo permanecerĂĄ. disimulas tu presencia en un alfĂŠizar repleto de golondrinas, que sabes en vuelo marcharan.


5 tú que estás ahí. recogida, sutil. eres onda de impacto, abrazo abandonado. liturgia dominical. ahí, en este silencio, ocultas algo. lo sabes… en tu espalda escondes armas que llegan lejos, laceran la piedad, y amenazan la muerte. quieta, en un pasado; quieta, en un siseo, sabes algo que no sabemos. sabes algo que no encontramos.


6 se abre el cuerpo por doquier, me rompo como tormenta rel谩mpago en la desolaci贸n de un soldado. inscribe un alfiler en mi esp铆ritu la condici贸n de insecto disecado.


7 tĂş que siempre. ahora nunca. todo el siglo sin historia. vacĂ­o: lleno de infinito.


8 en ca铆da libre, una jaur铆a de cuervos afila su canto arropando las nubes y dilapida al viento con millones de plumas. como heridas, sus parpados tiemblan en un llanto fijo, una marca ineludible de la eterna constante aleg贸rica. la marca del nombre, que refugia la mascara de granizo -paralizada en la mitad de la calledisgrega el rastro de mugre. cr贸nico, pardo, el sonido deja una estela delicada de plumas negras que cubre el mundo.


9 tiradas en las calles, como muertas, las estrellas titilan con estupor; buscan en alguna mano, en alguna siesta, un ahĂ­to de silencio, la precaria rutina consumada en un verso. una onda las consume, las arrastra hacia el absoluto rencor de su amante que cae del cielo.


10 bajo el roce de tu dedos comienza la diĂĄspora de los sentidos, se transforman en catalejos multicolor, arraigados a una enrojecida interrogante capaz de recorrer abismados territorios. Los albatros exiliados te toman la palabra, haciĂŠndola siniestro impĂşdico, sorteando a la muerte sin tregua.


11 no he sido tantas cosas, que los incontables vacíos llenarían este universo. he sido tan pocas, que un ocaso perdería mil albas triunfantes. y todo, en un brazo de agua, en el suspiro del retoño tendría sentido. y esa lengua que urde el borde de la palabra desaparecería al abrir la puerta.


12

a Oliver bien sabemos que la sangre del poeta no corre por las venas y se niega a salir en tinta por la pluma. que el poeta no es aquel que muere y derrocha su pulso en el crep煤sculo. entendimos entre madrugadas disipadas, dando vueltas sobre los cristales, que el poeta s贸lo sangra al caminar.


13 ...tocar... y seguir en pie a la entrada de los abismos; aterrados de caer sintiendo dolores extraĂąos. respirar en tu cuello mil jacintos exiliados a desapasionados litorales. entender de nuevo lo brioso del beso; la nostalgia pĂĄlida, la herrumbre del cometa.


14 has caĂ­do en lo mĂĄs hondo del cuarto inundado por la temporada de visiones, hundido en la nostalgia, en la pleamar de medusas ahogadas en la serenidad de mi cuerpo.


15

para Cecilia aun, después de todo el dolor, terminados los días duros; al cerrarse el campo y el sol decir basta. cuando la única respuesta es la soledad en la distancia cristalina de la morada, con un rincón como refugio. descubriendo que el amor tenía que ser algo más, que la pérdida es una ecuación imposible entre lluvias de llamas y polvo ardiente. a pesar de las pastillas, de la lobreguez que no cesa, de los caminos cansados y de las faltas. aun ahora, podemos decir algo.


16

a Darana en una ola larga como la madrugada y apacible como el destello, un rápido segmento de galaxia consume otro con un dedo fugaz. es la noche que no proviene de ti, en un periodo que no es ahora. sabemos que no estarás compartiendo el cuerpo con la mordaz astucia de la migala. encontraré en la pintura detrás del piano una melodía en tercios por tu cuello, que sabe que hay algo dentro del anémico corazón, que llamará a la cenizas de mi cuerpo.


17 tengo miedo del sonido de la madrugada que abre en mi brazo obscuros pasadizos de la ilusi贸n de un vano sacrificio. trae contigo un tenue acento que en tus caderas se agota, y s谩lvame de todo temblor.


18 trae la vela, ponla frente a mí. al final de la ruta desearé más luz; más de la que da la luna, y menos que la de tu rostro; ven, siéntate aquí a esperar


19 veo por la ventana, en silencio, nubes cantar una siniestra melodĂ­a. unas susurran inclemencias, las lejanas mienten con arco iris. en la distancia, una pequeĂąa pide a su soledad, a su exilio estelar, un deseo mĂ­nimo: ser polvo.


20 sombras en un pantano; lágrimas en girasoles sin mirada. manos en la nieve de un oscuro andamio del llanto de las muñecas en los muñones de un niño ciego, un desconocido sonido, tenue y lumpen con lágrimas en los labios. la piedad arruinada; la sonrisa de la hiena, la peste del mosquito, el veneno de la armonía. tratos y retozos de un aura juiciosa con las horas hechas trizas por la ira con un puñal en las entrañas. y a pesar de todo, duermes.


21 todo ha cambiado de tono; la huella en la tierra es blanca; en silencio cae la roca con las golondrinas que no sienten nada; el รกmbar tenue del sol entra en tu cuerpo herido de noche y abre tu rencor; hilos blancos tejen un huerto de derrumbes y de nardos despojados de su eclipse; la ausencia devora el aire de vuelta al mar profundo de tu voz.


22 rรกfaga de balas apostada en mi cuerpo, dientes abiertos de plomo en imรกgenes despegadas por doquier crean la metรกfora de mi retirada. ya no eres el lenguaje, eres el disparo empobrecido por la furia menguante de un tapir, una voz que te reclama procedencia. el otro clama venganza; y el azul y el rojo quedan en marquesinas sellando el paso. ya no queda el golpe. el que habla de cerca es un tiro en la nuca.


23

para Oscar hicimos una lluvia y nadie preguntó por nosotros; nos consumimos en cada gota de fragmentación. ambos sabíamos del abismo y no quisimos doblar la esquina. llegó el momento en que los nombres fueron yunques. simplemente te convertiste en agua y desapareciste en cascada, en un bote de rápidas plantas, en los corazones lisos de una fotografía incauta.


24 liado con tu fantasma he estado en vela buscando maneras abstractas de consumar aquello que nos fue negado por la bruma. dividiendo albas y moradas, los pocos segundos entre pasos, entre nieblas verticales. articulando el espacio que se abre entre los cuantos como diafragmas, sosteniendo un velo que no es tela; que no es secreto, un velo que oculta lo invisible, lo temible; un velo tumultuoso. entre tu nombre y lo que eres; ahĂ­ entre el dolor y el amor, en lo imposible. en ese diminuto cielo, te encuentro radiante, admirable.


25 como garras, como garfio está la noche (mi único aliado en la nostalgia) en la residencia absoluta de duelo. habla con el lenguaje del sosiego, en cortas líneas que convergen con raídas canciones de fecundas clavelinas. tú, maravilla diurna, caminante del compás, álgida musa que no dice nada, le arrebatas la tímida muerte al cardenal. en tu vientre me hallo enternecido, en tu jardín de largas alas pierdo en esta noche a la noche.


26 desnudas las palabras se arrogan a una guerra perdida; desahogan a sus compaĂąeras heridas con ĂĄnimos de la amapola; arman a las jĂłvenes con las bellas armas de los verbos. complejas oraciones pernoctan haciendo guardia en un pĂĄramo de barbarie amenazante; se agolpan en una lĂ­nea tratando de destrozar el corpus de la distancia.


27 lapidemos este momento, desmembrémoslo hasta la cordura; que los colores de su espina se tornen rasgos; que los pistilos de sus córneas sean confeti de arena. atémosle la melodía perfecta, funesta e incurable. Dejémosle secar, palidecer hasta el letargo.


28 tus hojas se deslizan, igualan, trazan; descubren la escotilla abierta. obscuras posesiones, fotos distantes, entran bajo el riesgo de no salir. ¿sabes quién duerme bajo el humo de la piel? ¿conoces el sonido de su sueño? miras sin confesión, dudando. acechas al ciervo volador, espías el cuerpo, deseas matar a la lujuria que nos divide. cierras la puerta, resuelves no entrar. morir sin sobresaltos.


29 versos a tientas, ciegas hormigas que recorren el espectro de los amaneceres abandonados, apilados en infinitas filas de hierbas. en tranquilas procesiones, van cayendo en la mano los lĂşcidos quejidos, fundando una clara forma de recuerdo en lontananza de madrugada.


30 en cada fragmento de tu inocencia derrumbada en la aurora escondida invocaste los temblores secretos quisiste ser un dios desmembrado, un hijo angustiado en el desierto, en la imponente figura de barro


31 falta poco, muy poco, casi nada, el porvenir ya está, se ve detrás de la luz. cierra un poco los ojos, ahí, sí, ahí junto a ese sueño, muy cerca lo tienes, muy cerca aquí, ahora llega, llega en nada en casi nada


32 como heridas las palabras dejan huellas en las manos, se depravan en curiosos puntos por los brazos, recorren las 贸rbitas de los cuellos, una y otra vez, evaden sue帽os y patrones, se tienden asesinas y se postran en la boca con el fuego de la angustia.


33 fugaz, el paso entre la nieve declina en la sangre de un ni単o herido mortalmente en la frente por la tierna madre del olvido. sin rostro, la piedad le impide el suelo. la tumba imposible del nombre fatuo frena la mirada al epitafio sin victorias. a falta de adelfas cubre el bosque con odio, verg端enza de rabia desde単ada, alma atada al castigo del ocaso.


34

a Julie bailando vemos el abismo; un paso lento, un danzón decadente. el brazo cubre tu cintura, rodea los mares de la decencia que pronto invaden sin piedad. un paso equivocado y estamos unidos; indivisibles apéndices que se enruedan y trenzan una telaraña compacta. la última nota simplemente cae sin querer, lamentado nuestro alud. la luz desciende y rompe en seco en el rojo madrigal que nos rodea.


35 hay irrefutables formas de olvido. suspirar un ocaso. esquivar al halcón; quebrar las páginas. usar los abalorios de la sombra. la única constante: el fuego en la boca.


36 mi vida comienza con tumbos; se yergue en lo eterno de una l谩pida; en la contemplaci贸n de los ausentes, en aquel resto de makara quebrado por la huella despiadada.


37 esta vez, la última, hablamos en silencio con miedo de notar que ha llegado. dime absurdos coloreados en tonos plateados, inventa un segundo y después, en la hoja necrosada, abre el infinito; perfóralo con tu precisa cartografía como si fueran las tintas un clavo ardiente.


38 en esta tierra de hombres lobo, tu bala de plata sangra con pilares blancos que cubren el fado y dejan una caricia lรกnguida, asesina y diรกfana en la profundidad de su herrumbre.


39 verbo suelto cayendo en tumultos, látigo ilusionista, travesía espiral. dos brújulas difusas que apuntan al sur, a los grandes desiertos estivales, cataratas atiborradas de medusas matemáticas desnudas amarrando muelles en los labios, en lo recóndito de la mansión interior. todo guardado en el vuelo de las alondras que vigilan la copla de tu entraña.


40 trae contigo el mapa del amanecer, transcribe en sus fronteras el nuevo nombre de la piel. dĂłblalo al revĂŠs, explĂ­cale el final al tiempo. nos daremos cuenta que el cielo no dice nada y que los narvales producen el error de la resaca.


41 la línea lenta; ¿qué dibuja? traza un ocaso de estruendo sordo; un diluvio en cortejo. cúmulos que afilan su resquicios alistando sus ínfimas balas. un jurado repleto de culpables cayendo, acercándose sin piedad. esboza la suciedad roja del suicidio cotidiano.


42 agolpados en las espadas voraces, tus rostros a un leve murmullo se levantan afilados. a todo enfilan desposando al vĂŠrtigo, conminado a la vileza, aterrando la voz. destrozan la fauna de mi pecho; uno a uno los pasos hunden la tierra bajo mis ebrios costados. se agolpan frente a la puerta viendo mi restos entre sabanas, y se detienen.


43 suena el teléfono, suena la radio, suena el timbre, suena el mundo. cantan las ahingas, cantan las bahías, cantan los astros, cantan tus piernas.. detonas la visión del ahogado en el último instante de la fragilidad. silencio en la calle, silencio en Sirsalis. abres la puerta, abres los ojos. en las tinieblas, en el extinto refugio, en la pared oculta, te recuestas en mi hombro. sueñas serena, sueñas preciosos caballos, suéñalos briosos; sueña con imposibles aludes.


44 ciertas miradas hablan en idiomas subversivos, anillos de lluvia que se posan en la frente con nacientes escapatorias del lenguaje. se refugian en lo mĂĄs Ă­ntimo de una revuelta entre mordaces disparos de razĂłn. se niegan a entregarse, huyen, corren en siluetas hasta alcanzarnos.


45 tus dedos tejen el viento con tramas escurridizas. develan un panorama de ajenas tempestades. un dedo como cuchillo abriendo los cuerpos con pulsiones claustrofĂłbicas de un deseo. gritos diluidos se asoman por los arreos; pequeĂąas aberraciones de la nostalgia; un cĂşmulo de imperdibles ardientes tatuando con escarcha la tormenta.


46 tomavistas reflexivo, afinado por diáfanos hierros de feroces voces; creador del elegante plano del corazón en páramo, minúsculo compendio de ti.


47 todos sabremos, detallada y claramente, a d贸nde mirar en el momento de morir.


*

(

)

son las primeras letras del verso largo que te di.

-(

)-

dirás con una patética precisión

(

) te diré

luego, ya desnudos, juntos; me pedirás una a una estas letras

(

), (

), (

)

seguidas en golpes rápidos y cortos

(

)(

)(

)

(

)(

)(

)

(

)(

)(

)

(

)(

)(

Qué nos quedará sino el origen y las infinitas prácticas de elocuencia.

)



Este libro no se termin贸 de imprimir en el verano del 2006. Existen dos versiones en fanzine perdidas por las ciudades. Esta es la versi贸n digital producida en el 2011.



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