Joder qué frío

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Joder, qué frío



Joder, que fr铆o. Francisco de Le贸n a.


Joder, que frío Francisco de León & a. Ilustración: Creux Uno árboles nómadas 05 barcelona, catalunya 2014 edición de 31 ejemplares.


Francisco de Le贸n



Ciudad devastada Si me dueles no es porque seas invierno, ni por la lluvia entre mis dedos. Si me dueles no es por tu geografía desconocida, ni por la noche o por mis pasos que no son sino ecos. No me duele ser la herida, alegre sérpigo que flota ausente e incesante, último y perpetuo recuerdo de la sangre que aprendió a correr libre y elevarse. Si me dueles no es por tu lenguaje o por las impronunciables palabras que sólo pueden nacer en tus labios; palabras que me enseñaron al fin lo que es la arquitectura. De ellas el imperio efímero de la arena, la pesada memoria del granito, la gloria y el olvido marmóreos. Lo que sé del mundo vino de tus labios: el tiempo se gesta en tus comisuras entreabiertas, el origen en tu aliento, tan mortal, tan de ciudad y de cenizas, tan de fuego inatrapable. Si me dueles no es por tu silencio que apenas me dibuja, que no se reconoce en el espejo cuando refleja el mundo, tu silencio que es mi camino a cualquier parte, la distancia que me obliga, la meta en sueño y de nuevo en silencio. Si me dueles no es por las hechicerías, ni por los venenos de tus cálices, ante su última gota se elevan las catedrales, niegan, no sin temblores, aquello que fue sagrado para luego caerse, ahítas, y ser suelo de nuevo, vientre que de vida se inflama latente.


Si me dueles no es por las batallas que he perdido al defenderte, ni por el viento que me arrastra en tus banderas, signos apenas de patria secreta. Más bien alas. Ícaro más allá de los incendios, lección de vuelo para quien no es ave o piloto al menos. No me duelen los héroes victoriosos, las mil caídas de Troya apenas imaginadas, las artificiales mareas de la flota enemiga. No me duelen las noches en que he dormido guerrero y he despertado con una espada al centro del lecho, fría sentencia de la vigilia que comienza y eterna se anuncia, primera sembradora de los campos de batalla. Si me dueles no es porque seas lamento, o llanto, o muerte. Si me dueles no es porque seas este dolor que he mentido, o por la soledad de las calles que jamás han visto mis pasos. No me dueles por este “temblor de luna en el agua” que me aqueja. No me dueles Ciudad renaciente, territorio sin márgenes para las fronteras que inventó el grafito. El dolor oprime el pecho a la mañana, los párpados danzan a su ritmo de nube intermitente. Una lágrima, de nuevo la primera, inicia su camino al suelo, y en su golpe, el diluvio.


Emet Arribo apenas a Praga y mi zapato se cubre de barro. No hay estrellas que anticipen este nacimiento, este caer de los templos desde los cimientos del pecho. Pólvora y alquimias que parten en dos el tiempo, su juego de amorosas edades, el dios que cambia su forma pero jamás la piedra, cambia los milagros, pero jamás las promesas. Conozco en Praga mil espectros, reyes sin figura por las noches liberados, heraldos puntuales, músicos de puente o mármol, santos engalanados por dragones; marionetas todos de un teatro multiforme. Juderías, castillos, ríos impronunciables no bastan para la escena. Conozco de memoria el argumento, pero el trazo es sorpresivo. Una Babel ocurrió en San Vito y cambió la historia, una cruz al piso que no supo ser sepulcro me causa un tropiezo. Aún hay barro en mi zapato, tiene alma propia,


se libera, me devora, me salva de las invasiones y de las ganas de huir. Paso tres días verdes, la ciudad es otra y la misma, es baile y veneno, oración e inclemencia. Encuentro a mi padre. No es mi padre. Es su sombra, sana, lleva un sombrero que no le conocía, su voz es fuerte, me golpea, me tira al piso, me levanta y carga en hombros. Me encamina al cementerio, me guarda tres días, renazco en barro entero, siento el caer de la primera letra y escucho con el último golpe la muerte de un bicho que pasaba por el suelo.


Responso II (Los apuntes desde una habitación vacía) Una forma de saber que viene de la ausencia, de un agua agrandada a golpe de vacío. No hay recipiente para contenerla que no sea piel, humo en tacto, transpiración de lluvia, afán de tocar lo intocado. La ausencia es siempre dos, esos que nunca están, que nunca son. Sombras separadas por la luz de un día negado que igual se reconocen en su grito solitario o en la dolorosa navegación del sueño. Dos que no existen ni en la cercanía, pues se borran en el abrazo que les consume, les quema, les ausenta uno en instante irrepetible. No hay rostro, ni mirada, ni sabor que quede reducido: con el beso, con manos maduradas a fuerza de deseo, se busca un resquicio no adorado, un hueco donde poner todo el odio contenido para que explote,


para que huya despavorido apenas sienta la mordida que le persigue, que le condena a un errar silencioso. Y es que entre los dos ausentes no cabe ni un nombre que los ponga en el mundo, ni mundo que les reciba; sólo el uno en el otro, uno en otro sin quiebre, sin ruptura o frontera que los distinga presencia. No se ven partir, ni caminar por calles estremecidas ante su paso. No se saben ni en el llanto o la sonrisa, no son más allá del vacío que les separa, que son apenas se encuentran. La ausencia es siempre dos: Azogue y llamarada. Cenizas confundidas.


4Medusa No mires al espejo Medusa, no sea que tu marmórea figura se derrumbe y delate tus carnes milenariamente ocultas, no sea que se descubra el cuerpo que olvidaste o tal vez no conocías, no sea que tu espalda busque eternizar sus longitudes hasta apiadarse en tus caderas. Quédate en piedra Medusa, no sea que las serpientes ostentaban tus cabellos se alojen en tus brazos místicos danzantes, o peor aún, que tus tobillos lancen mordidas de cobra mientras tus pies se duelen en venenos andantes Quédate estatua, quédate inmóvil en tu peso de monumento, no dejes que la sangre corra por tus asfálticas venas. Si ha de mutar tu piel que sea por los cinceles del olvido y no por los divinos. Calla como muro, no sea que fluya como río el sudor de tu entrepierna o que tu mirada despierte en infinito. No te mires al espejo nuevamente Medusa, no sea que te conviertas en mujer y esta vez consigas devorarnos.


1.Teseo en el laberinto En los resquicios de este ancestral laberinto este ser que jamás he sido entre reflejos se recorre se advierte en su propia ausencia interminable muriente y perpetuo La caída de la luz es mil almas en disfraz de paredes calcinadas que son mi agrietado y multiforme rostro triste cuerpo doliente geografía de olvido invencible laberinto piedra y sangre donde mi nacimiento ocurre al caer la bestia Cansado de secar lágrimas he convertido mis ojos en vapores pétreos pesadas y oscuras nubes que muerden mis párpados con el poder de la tormenta Comienzo mi andar a ciegas para salir de este recinto sombrío como el silenci milenario Hiriente reflejo del abandono que es mi voz que soy yo mismo Callo y al callar en un alarido Mis labios de estatua me pronuncian sin saber quien soy y entonces descubro que soy un suspiro en estos mil años Descubro que mi muerte está de luto y no me llora Y en ése grito -dedálica arquitecturadescubro que estoy solo y dando


apenas el primer paso de toda mi existencia.



a.


Taza de cambio Hoy amaneció tranquila la bolsa: el amor se vende barato. En la radio, en el periódico, En los grandes anuncios, Buenos rostros lo rebajan. Se vende en promoción. “Al dos por uno.” “En aranceles económicos.” “A plazos fijos.” ¡Cómprelo! Tiene millones de palabras, Que brillan en la oscuridad. Se actualiza cada dos horas, Con garantía a prueba de engaños. “En otras lenguas lo usan para la ropa, Es la moda en las capitales.” ¡Aquí está el mejor precio! Con un regalo sorpresa, Con un bono, con un boleto al Caribe. Está en las plazas, En las cajas de cereal. Detrás de la etiqueta marcada. “Los enviamos por correo hasta su casa.”


Está de oferta en las calles caníbales, En los baños de sangre. Con las bombas y la marea Se distribuye en pequeñas cajas. ¡Hay exceso en nuestras bodegas! Compre con cualquier divisa Tarjeta o cheque. “¡El amor está de oferta!” ¡Saque sus ahorros que el amor esta barato! Desgarre al cochinito Y compre ya. Llame ya. ¡El amor está de oferta!


86 (10:30) pasa un 86 la plaza no avanza. apenas dos personas. los vidrios azulados cruzan sin emociĂłn el Ăşltimo cafĂŠ en pie. el chofer murmura ideas. la joven lee. una hoja se levanta, flota hasta la fuente. una paloma la sigue dejando una marca fina en el suelo: el fantasma. corre el viento. se levanta el viento. habla el viento. un 96, un hombre escribe, pelo negro, alto, barba, con cara pez y no nombra de vacĂ­o.


hace oscuras anotaciones. ve a la dama inmóvil, el ramo de flores recién comprado, el menhir. ¿acaso verde? un brillo digital. la bicicleta del Pacífico. las tierras hostiles y el llanto caminan de la mano. esperan el 70. un hombre de media calva fuma lentamente. dice haber dejado de beber pero aún escribe: duplica. espía al hombre de barba extraña y pelo de humo. lo mira caminar en círculos a lo largo de tres días. un loco natural. números, listas, horarios. una paloma se posa en lo más alto del dintel – esto podría ser Poe, pero es un plagio. canta un verso sin gracia. escupe fuego hacia el altar – esto podría ser Blake, pero es un hurto.


no hacen nada ni el fuego, ni la paloma ni las palabras. los hombres no se ven escuchan el órgano, las columnas: dos piernas inmensas apenas descubiertas pasa un 86 vacío. los dos anotan, un número tras otro. un gesto tras otra risa. matemáticos de tocador. uno ingenioso el otro imitador. sin saberlo, se buscan, se atrapan en dos líneas. el mesero insiste, la mujer apresura el paso. el dinero suena. un momento: las nubes.


¿y si te escribo un poema que comience por el mar, sin rima y con sujeto muerto de frío; de tierra baldía y montañas de verbos raros, con dos pardales hablando de goles imposibles que explotan rascacielos en terremotos de metáforas? ¿si lo tejo con hilos de fuego para incendiarte en una pradera azul, cantando las elegías del príncipe billy, con el compás naciente del ruido luminoso mientras, con singular satisfacción, tus ojos esperan quietecitos sobre la cocina mi alegría una visión del espacio? ¿si lo imagino con planos ajenos, y lo construyo con materiales de la baja calidad de tu nombre, con las varillas de tu decencia de apostador y con los ladrillos desvencijados de tu sinceridad? ¿y si te escribo un poema que termine por el mar desgarrado en tres cajas de música colmadas de sopores; con jonás y juana de arco tallando la panza del gran pez, con una matrona buscando el arte en el asiento de atrás, con un limpiador de chimeneas que camina sobre el aro de fuego? ¿y si lo escribo de una vez para decirte adiós, para dejar las puertas tapiadas con la semilla del mal germinando con flores de invierno y lluvias de versos?


& y queda una pieza suelta de este juego, y una mañana fría en la que refugiar la piel, y tu lapidaria manera de nacer, y un poco de aire en los pulmones de mi abuelo, y la mirada que regalabas a los otros escrita en tela, y la sombra de aquella vez que perdiste la razón, y todos los actos fúnebres con los que terminaste el cielo, y la playa de los planetas con dos cuerpos desnudos, y la larga cabellera de la canción de cuna, y la pirámide de Judas que disfrutabas como pocos, y todas las tazas abandonas con el vino que escurrías, y las cucharas con restos blancos, y unas jeringuillas con mi sangre, y que nos diéramos la mano como buenos amigos, y que supiéramos decir adiós sin rompernos los huesos, y que aún nos quisiéramos como desconocidos.


el rinoceronte se avecina con canciones. las pálidas son para nuestros cuerpos: dos ejes ambiguos, curvaturas ligeras que cesan de existir en la bruma. te abrazas a la hoguera, a las entrañas del hogar en desuso. corres con los pies desnudos sobre tu sangre y descubres sus pezuñas, la armadura, el sexo y los párpados secos. te escurres con esa tremenda vulgaridad que deja tu aroma, con el hedor de la carne ungida y el alma petrificada. suena la nota débil del cuerno mayor; pide por los dos, por un buen desenlace: que el cuchillo traspase tu piel sin daños, que las llamas tengan colores mágicos, que las nubes derrochen sus lunas rojas.


la canción obscura es para tus palabras: las últimas heridas dispuestas como barcos. las sogas cortan el aire con la elegancia que faltó. la vida huye despacito, borracha y mundana. se gira. me mira, con su torpe agudeza. se guarda los segundos felices: el dedo anal, la estirpe intervenida, la fetichista marea y uno que otro mal día. a través de tus gritos, idénticos a tu deseo, se asoma la nota grave de los muslos. esa frontera creciente por los años. la fétida cavidad materna. la canción brillante para mi desprecio, un trineo desbocado de cargamento fantasma. encuentro las pequeñas estelas de mi crimen un monstruo cocido en cada brazo una lámina de oxígeno mutilando el cuello, el río de gasolina, la pequeña flama. una cerilla, la diminuta, que cierra con la aplastante melodía para tus cenizas


17 y lentamente como si nada como si el mundo se detuviese rozas la pasi贸n

en la distancia

de mi cuerpo

con tal suavidad que el mundo se de

tie

ne se

pa liza.

ra

tu mano entra con el sol

luego

l e n t a m e n te

tu rostro

y todo, incluso

la ausencia, es perfecto


Esta plaquette se termin贸 de imprimir el 3 de enero del 2015, d茅cimo aniversario de la muerte de Will Eisner.


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