11 de junio – 26 de agosto 2016
Las mujeres en el arte, al igual que en todos los encuadres y etiquetas de esta cultura patriarcal, han sido objeto de desnudos, retratos y demás, antes de ser consideradas artistas valiosas. Ya las Guerrilla Girls, las geniales feministas en el arte, acusaban al Metropolitan Museum of Art de New York de que menos del 4% de los artistas en la sección del arte moderno, son mujeres y que el 76%, aparecen sólo como desnudos femeninos.
Sin embargo, podríamos situar en los años 70 del siglo pasado, el cambio que se viene gestando a partir de las sufragistas del siglo XX y sus reivindicaciones a los derechos de la mujer sobre el control de una cultura basada en el poder y no en la convivencia. -En la actualidad, lo femenino asume una postura consciente, no necesariamente confrontativa, sino de unidad experiencial.-, me comentó Rocío Quiroa, la galerista organizadora de esta exposición en los Museos de Casa Santo Domingo, en la Antigua Guatemala, con el apoyo de la curadora de los Museos, Ana Claudia Suasnávar. Al respecto, este párrafo de la teórica chilena Nelly Richard, define ese concepto con claridad meridiana: La revalorizacion de la "experiencia" como reacción antiteoricista del feminismo esencialista ha buscado invertir el sistema conceptual de la oposición logocentrica gobernada por la jerarquía masculina de lo razonante, lo mental, lo inteligible que ha reprimido lo sensible, lo físico, lo afectivo e intuitivo, para privilegiar ahora -a favor de las mujeres- lo vivido (lo dado, lo espontaneo: lo natural) por sobre lo teorizado (lo abstracto, lo construido: lo artificial).* * NELLY RICHARD, FEMINISMO, EXPERIENCIA Y REPRESENTACION, Revista Iberoamericana. Vol. LXII, Niums. 176-177, Santiago de Chile,
Esa experiencia, que las mujeres valoramos sobre el academicismo teórico, se basa esencialmente en la subalternidad experimentada psicogenealógicamente desde que surgió el patriarcado como sistema jerárquico. De ahí que hombres y mujeres difieran entre sí, pero no sólo por las cuestiones de género, que son puro convencionalismo; sino que estas diferencias han ido modificando los cerebros, haciendo posible por ejemplo, que las mujeres, al contrario de la mayoría de los hombres, cuenten con una mayor tendencia a la empatía. La empatía en el arte femenino, puede leerse en el sistema de esta muestra de pinturas en gran formato de mujeres de Argentina, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua y Perú. Esta capacidad empática hace a estas artistas más intuitivas con sus propios sentimientos y en sentido general, mejores comunicadoras de los mismos. Así, podemos ver en las piezas de la artista argentina Blanca Fontanarrosa, una verdadera Maestra con mayúscula, de las artes visuales. El sentido del hilo rojo que la une con todos y con Todo. Blanca hila fino su mundo imaginal hilvanando la vida a la par de su expresión visual. Llegada a Costa Rica de Argentina muy joven, trajo consigo la mirada matérica entonces en vigor en aquel país, con muchos años de antelación a que se instaurara el informalismo y posteriormente la neo figuración, en Centroamérica. Desde su experiencia como docente durante treinta años y Decana A.I. de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica, hasta su pasión por la investigación y la multiplicación del conocimiento, es dueña de múltiples técnicas y lenguajes, siendo de las primera artistas en Costa Rica que realizaron instalaciones
Blanca Fontanarrosa, Noosferas 4, acrílico sobre lienzo, 202 x 178 cm. 2016.
en los años ochenta, pero no sola, incluyendo siempre a otras y otros, para crear un sistema de empatía y unidad, amarrado con su inefable hilo rojo, el que adoptó desde el principio de su andar artístico, mediante la criptomnesia, como llamaba Carl Gustav Jung a la capacidad intuitiva y de sensación con la que cuentan algunos artistas para conectarse con conocimientos, mitos y símbolos del inconsciente colectivo. Así, hasta hace muy poco tiempo, supo que para japoneses y chinos, las relaciones humanas están predestinadas por un hilo rojo que los dioses atan a los dedos meñiques de aquellos que se encontrarán en la vida. Ella lo sabía ya, sin saberlo. Al fin, Maestra de Maestros.
Blanca Fontanarrosa, Noosferas 1, acrílico sobre lienzo, 216 x 202 cm. 2016.
Blanca Fontanarrosa, Noosferas 3, acrĂlico sobre lienzo, 202 x 178 cm. 2016.
Blanca Fontanarrosa, Noosferas 2, acrĂlico sobre lienzo, 216 x 202 cm. 2016.
Alessandra Sequeira
es una artista costarricense que en pocos años ha construido un sistema relacional de arte en el que invita a todos a participar con ella en la proposición de vínculos dibujados en conjunto hacia la unidad. Esta propuesta, “Interconexiones” o “Haciendo arte en Unidad”, lo ha ejecutado en múltiples espacios en Costa Rica e internacionalmente, siendo el último en la Universidad del Istmo, a través de la Fundación Rozas Botrán en Guatemala. Su recorrido en este sentido viene de una personalidad eminentemente empática, siempre pensando en los demás. Con más de 40 exhibiciones, su propuesta gráfica le ha valido múltiples reconocimientos internacionales, entre los que podemos citar el Exhibition Prize del IEAA, Art Dubai en TAG Gallery, Bruselas; su selección en ENTRE SIGLOS, el libro de arte contemporáneo centroamericano de Fundación Rozas Botrán. Los reconocimientos del LifeForce Center, Chicago; Upstream Gallery New York, NorthernTrust y Espace Expression Gallery; y el Latin American Art, Auction & Awards, Miami, en el que ganó la Mención de Honor por Costa Rica. En la 5ª Trienal de Riga, Letonia, su pieza fue seleccionada para formar parte de la colección del Museo de Letonia.
2016. Alessandra Sequeira, Interconexiones cósmicas, tintas acrílicas sobre lienzo, 140 x 99 cm.
En los dibujos en tinta acrílica sobre lienzo que vemos en esta muestra, ese sentido de unidad podemos notarlo desde el corazón sináptico hasta su dibujo “gestación”, en el que dice haber puesto su intención en que todos acariciemos nuestro niño interior personal y el de los demás, -sobre todo – me cuenta -cuando en un berrinche, encontramos en aquel adulto, al niño interior asustado que le habita..
Alessandra Sequeira, Corazón Cuántico, tintas acrílicas sobre lienzo, 110 x145 cm. . 2016.
En sus propias palabras, así describe su trabajo: Mis dibujos son una meditación activa, compartida. El dibujo es el andamiaje no sólo de la imagen, sino también de la consciencia. La línea conecta, traza rutas, vías de encuentro o de fuga. Los trazos en cada tinta de esta serie, fueron primero esbozados en sueños. Luego en la vigilia, tradujeron su sentido de interconexiones, que mediante la pareidolia pueden ser interpretados como neuronas o como las super cuerdas de la física cuántica, pero ante todo, son una mirada a un mundo imaginal en el que todo sucede en imágenes que conectan sin tiempo ni espacio. Elijo los vínculos para vivir y para dibujar, formando parte de un Todo, sin juicios ni prejuicios. Afirmo con la línea la unidad sobre la singularidad de nuestro Ego. Alessandra Sequeira, Interconexiones cósmicas, tinta acrílica sobre lienzo, 140 x110 cm. 2016
Alessandra Sequeira, Gestación, tinta acrílica sobre lienzo, 140 x 99 cm. 2016
También la empatía como fuerza, la encontramos en Cristina Gutiérrez-Cruz, arquitecta y artista visual costarricense quien hace muy poco fue seleccionada para formar parte del libro The Best of 2016, del International Emerging Artists Award y en ARTAVITA, para la Spectrum Red Dot Art Fair, en Miami. Ella comparte en esta muestra la cualidad empática del color y el ritmo que se asocia con la afectividad, tal como apunta Theodor Lipps, el creador de la psicología Einfühlung, -Empática-. Él consideraba que una forma de la empatía general es el ritmo, que nace de la proyección de percibir la unidad del disfrute (o no) en la estructura de un ritmo, sea este visual, sonoro o a través del tacto. Otro caso es la llamada unidad de las cosas, unidad que no es más que nuestra unidad de conciencia proyectada sobre estas. Igualmente proyectamos en las cosas nuestra actividad y en la empatía de estados de ánimo se proyectan éstos en una impresión de color o de sonido.
Cristina Gutiérrez-Cruz, Fiesta, óleo sobre canvas,100 x 100cm. 2016.
El optimismo y la mística están presentes siempre en la obra de esta artista, quien despliega en las piezas seleccionadas una sinestesia evidente. En “Fiesta”, la alegría, el sonido sinestésico (la propiedad de escuchar el color, aquí el naranja grita) y el movimiento son innegables. “Caballo” representa la experiencia del contacto con ese ser cuadrúpedo tan caro a los seres humanos por su poder, pero también por ser un símbolo de nobleza y lealtad, representado por ella con el movimiento, los blancos, negros rojos, y los tonos de azul cielo. “Bodegón” es una pintura que nos conduce a una experiencia nocturna o submarina, en la que un pez nos observa desde su único ojo visible. La rosa es también una constante en la obra de Cristina, que en “Seto” aparece florecida y en conjunto, como ve ella la vida. El símbolo de la rosa es arquetipal, como el caballo y el pez. Con estas imágenes Cristina desgrana para nosotros, su público, nuestros arquetipos desde la sensación y la intuición.
Cristina Gutiérrez-Cruz, Caballo, óleo sobre lienzo, 167x185cm. cm. 2014
Cristina Gutiérrez-Cruz, Seto, óleo sobre lienzo, 90x90 cm. 2016
Cristina Gutiérrez-Cruz, Bodegón Azul, óleo sobre yute, 155x130cm. 2013.
Irene Carlos
es una artista guatemalteca, cuya empatía con los pueblos originarios, viene demostrándola desde hace mucho tiempo en su producción multilenguajes, con una amplia y reconocida trayectoria en el ámbito de las artes visuales y múltiples exposiciones individuales en Guatemala y en el mundo. Irene ha dedicado su vida a la fotografía, pintura, escultura y el tejido. Habiendo vivido gran parte de su vida en fuera de Guatemala, probablemente este hecho la hizo reconocer tempranamente lo que la experiencia local obnubila con su colonial espectro. Ella reconoce profundamente la sabiduría de los pueblos originarios y su obra guarda una gran empatía con sus cosmogonías. Ha trabajado a fondo la simbología que subyace en el Popol Vuh, el libro sagrado del pueblo MayaK'iche, en la versión de Sam Colop.
_Irene Carlos, Tres elementos, acrílico_ sobre tela 111 cms. x 138 cms. 2015
Irene Carlos, Cordón Vital, acrílico sobre tela 111 cms. x 138 cms. 2015
Asimismo, las visiones y la magia de otros pueblos aborígenes, como la pintura de puntos de los australianos, en la que los colores simbolizan su universo, como el amarillo (el Sol), marrón (el suelo), rojo (arena del desierto) y blanco (las nubes y el cielo). Ella toma contacto con esa mirada y crea un diálogo con el espectador, poniéndonos en contacto con otros símbolos y otras perspectivas, desde la empatía de los símbolos arquetipales y la forma y el color. -Para llegar a comprender mejor al otro deberíamos en primer lugar, tratar de entender el mundo desde su visión (“ponernos sus gafas para ver el mundo”), y sólo entonces podremos vivir en armonía- , nos dice.
Irene Carlos, Terra, acrílico sobre tela 150 cms. x 145 cms. 2015
Esta visión además del dolor que representa vivir en el racismo eurocéntrico de nuestros países, viene de su prolongada estancia en Afganistán, donde creó mucho de su trabajo fotográfico y textil. Allí, ella declara que -necesitaba ver ese lado oscuro del mundo, del que tanto hablan las noticias, pero me encontré que es un país rico culturalmente, una región que a pesar de la guerra y del miedo que muchas veces se siente, existe una cotidianidad. La gente sale a comprar, estudia y trata de tener una vida normal. Estuve trabajando en Afganistán con un grupo de mujeres maltratadas y que huían de sus regiones, tan próximas a nosotros, que duele”.- Esa empatía multicultural es la primera lectura que salta en las piezas de gran formato que presenta en esta muestra.
Irene Carlos, Axis, acrílico sobre tela 148 cms. x 138 cms. 2015
Irene Mineko Chi-Ná, es una joven artista peruana que hoy reside en Costa
Rica. Ella cuenta en su haber el haber sido galardonada con la medalla de oro del Sud ENSABAP (Escuela Nacional de Bellas Artes) en su país natal y múltiples exhibiciones tanto en su país natal como en Costa Rica. La artista es una estudiosa de las culturas originarias del antiguo Perú y en su obra profundiza sobre el sentido empático del “Buen Vivir”, -Sumaq Kawsay- de los pueblos originarios andinos, poniéndonos en contacto con el sentido del vivir en la totalidad sin segmentar la experiencia, con la alegría sencilla de la mirada que ve al otro en uno mismo. Mineko Chi-Ná, se encuentra además a punto de graduarse en la Maestría en Historia del Arte Peruano, de la Universidad Peruana de Arte Orval. Con sus tocapus, Mineko nos invita al diálogo y mutuo enriquecimiento entre paradigmas alternativos, en torno de ejes esenciales de convivencia humana y de todas las demás formas de vida. Su obra es un ejercicio de realismo mágico inca, física cuántica y matemática, traducido al color y la forma. Es una invitación a abrirnos al principio que ha demostrado la ciencia, que a niveles minúsculos todo está interconectado, y todo a su vez, está constituido por energía o por información pura. Irene Mineko Chi-Ná. Antisuyo, Acrilico sobre lienzo, 1,20 x 0,80, 2016
Irene Mineko Chi-Ná. Chinchaysuyo, Acrilico sobre lienzo, 1,20 x 0,80, 2016
Los Tocapus son los diseños textiles más característicos del Tahuantinsuyo (Imperio Inca). Se trata de dibujos geométricos, rectangulares o cuadrados, dispuestos en un patrón de filas horizontales y verticales. En su interior, los Tocapus presentan diseños geométricos abstractos, bandas quebradas y líneas diagonales. -El origen de los Tocapus podría remontarse a una época anterior a la época Inca y yo los traigo hoy aquí para que sean descifrados por el corazón del público - sonreía Mineko mientras me mostraba la producción pictórica que exhibiría en Antigua Guatemala y en su reciente exposición en la Galería Nacional, en San José, Costa Rica. En suma, Mineko Chi-Ná nos regala con una propuesta multidimensional que nos acerca a la unidad con el Todo, a través de símbolos ancestrales reinterpretados por su poderosa esencia artística. Estas cuatro piezas basadas en los tocapus, representan los 4 Suyos, las cuatro grandes divisiones geopolíticas del Tahuantinsuyo, que ella representa aquí tomando en cuenta los cambios sufridos de la colonia hasta hoy. –Ojos repletos de historia, confundidos hoy, pero alineados siempre.
Irene Mineko Chi-Ná. Collasuyo, Acrílico sobre lienzo, 1,20 x 0,80, 2016
Irene Mineko Chi-Ná. Contisuyo, Acrílico sobre lienzo, 120 x 080, 2016
En la etapa de su mayor apogeo y para poder ejercer una mejor administración, el Imperio del Tahuantinsuyo, se encontraba dividido en cuatro SUYOS o provincias, que correspondían inicialmente a los puntos cardinales; en un principio tenían la misma extensión, sin embargo con el tiempo se produjo un ordenamiento jerárquico, de acuerdo a la importancia de cada uno de ellos. Teniendo por centro al CUSCO, Pachacútec dividió el imperio en cuatro SUYOS. La unión de los cuatro suyos formaba el Tahuantinsuyo o Tawantinsuyo. (Recordemos que son términos quechuas: TAHUA= CUATRO y SUYO= REGIÓN).
Karla Valle-Griffith, artista plástica nicaragüense, eligió expresarse a través del
hiperrealismo, una tendencia en las artes visuales que da inicio a finales de la década de los sesenta del siglo pasado y se caracteriza por una vuelta al realismo pero con un “toque pop”. Esta elección tiene sentido a partir de la intención de la artista de mostrar de manera evidente el acontecer sociocultural de Occidente, mostrar la hiperrealidad, sin disfraces, aunque sus objetos sean una metáfora de las relaciones humanas.
Karla Valle Griffith. Fragmento 4, óleo sobre lienzo, 58 x 69 cm. 2016
Su obra hiperrealista roza la abstracción, al realizar lienzos de gran formato con fragmentos muchas veces ininteligibles, no siempre es fácil saber a qué parte de una jarra o un plato pertenece un trozo u otro, pero se sabe que pertenecen a una vajilla. Karla logra con su propuesta poner en jaque el área del miedo al cambio, el área que más nos duele a los seres humanos, que nos fragmenta. Conversando con ella, le conté del sociólogo francés Vincent de Gaulejac, a quien envié imágenes de su obra, conociendo sus estudios profundos sobre las paradojas de la vida cotidiana. Gaulejac hace sociología clínica de la historicidad: significa que los conflictos del presente están condicionados por las contradicciones no resueltas del pasado y eso exactamente es lo que plantea sin palabras Karla Valle-Griffith: –Es mejor romper con la norma antes que repetir la norma que magnifica la fractura y el dolor-.
Karla Valle Griffith. Fragmento 2, óleo sobre lienzo, 90 x 90 cm. 2016
Esta empatía con el dolor de los temores humanos, lo representa con la ruptura de las piezas de la apariencia: el blanco de una vajilla rota, sobre los colores brillantes de la oportunidad. Fondos planos en rojo, azul lavanda o verde pop, sobre los que los pedazos cerámicos quebrados se desperdigan, la fragilidad del tiempo y la memoria como oportunidad para vivir intensamente el color del presente. –Todos podemos sentir dolor dentro de nosotros, sentirnos fragmentados, sin embargo, esa ruptura es la oportunidad para algo nuevo, de ahí los colores vivos de mi trabajo,me dice. Karla cuenta con varias exposiciones entre las que sus paquetes y sus vajillas fracturadas han sido motivo de excelentes comentarios, entre ellas la reciente “Sincronicidad Multicolor” en la galería Art Fusion, en el distrito de Wynwood, en Miami. Karla Valle Griffith. Fragmento 1, óleo sobre lienzo104 x 150 cm. 2016
Karla Valle Griffith. Fragmento 3, óleo sobre lienzo,81 x 130 cm. 2016
Laura Báez de Lacayo,
artista nicaragüense con un dilatado historial y múltiples reconocimientos, me dice: - El océano (la mar) es también un símbolo femenino y nos conecta con nuestra naturaleza. En diversas culturas los símbolos de la transformación guardan una conexión con el carácter elemental de lo femenino y con las figuras del útero y del vientre. El agua contenedora, es a menudo el símbolo primordial de la vida, el agua nutre, transmuta y resguarda todo lo que vive. El agua nos recuerda que todos estamos conectados, tanto energéticamente como por el agua en sí, (sólo nuestro cuerpo está constituido por 60% de agua). Como seres nacidos de una matriz, el mar nos devuelve a una época en la que todas nuestras necesidades estaban cubiertas. Estos sentimientos nos unen a todos los seres vivos y nuestra empatía con el océano nos recuerda que el universo es exuberante y nos obsequia con todo lo que necesitamos. La vida comenzó en el océano – el mar es, literalmente, la “matriz” de la vida. Representa el nacimiento, la muerte, y el ciclo de la vida, pinto los mares porque son también renovación y deseo profundo de conectar con la Fuente, con Dios.-
Laura Báez de Lacayo, Atardecido, técnica mixta, 136 x107 cm. 2016.
Báez de Lacayo cuenta con múltiples exposiciones en su haber, dentro y fuera de Nicaragua. Ha sido galardonada con varios reconocimientos entre ellos, este año, el de ARTAVITA, para participar en Spectrum Red Dot, Miami, IEAA Art Dubai, seleccionada para aparecer en el libro de THE BEST FROM 2016 y fue seleccionada para aparecer en el libro ENTRE SIGLOS de arte contemporáneo Centroamericano, así como por ICA, International Contemporary Art, editores de artistas seleccionados en un libro anual 2016 en New York, USA. Y entre otros, en su país ganó en 2004 el Tercer Premio del Certamen Nacional de Pintura “Antonio Sarria”, del Banco Central de Nicaragua y en 2002 finalista del Premio Nacional de Pintura “Toribio Jerez” Banco Central de Nicaragua.
Laura Báez de Lacayo, Amanecido, técnica mixta sobre lienzo, 175.5 x 97.5 cm. 2016.
Estero ,técnica mixta sobre lienzo,, 135 x 106 cm. 2015. Laura Báez de Lacayo
Ella afirma que el océano es una muy antigua imagen de nuestra vida emocional interior, la de los elementos. Ya los antiguos nahuas (de los que descienden los nicaraos) explicaban el agua (atl) y el fuego (tletl) como los elementos que dieron lugar a la creación, (no es una casualidad que hace tres años Laura pintara ardientes fuegos al óleo, pasara por los volcanes, por el fogón de los platillos originarios, y desembocara en las profundidades y en las superficies del agua). El océano, al igual que nuestras emociones, tiene una superficie, profundidades y costas. La artista muestra la profundidad del océano en todos los sentidos. Su pintura gestual es coherente no sólo con la técnica empleada, sino también con el movimiento holocromático que ella representa. El holocromatismo se refiere a que todo color incluye en sí mismo a todo el espectro lumínico en variaciones de tono y cuyos valores son definidos por la longitud de onda. El movimiento está presente en su pintura desde los pañuelos que pintaba en su infancia con su madre; luego los fuegos, para después descender a las profundidades del inframundo volcánico; pasando por los puntos ciegos para la cultura imperante, como el color y el movimiento de la gastronomía de su país y ahora, el movimiento perpetuo de los mares y la mente humana.
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Laura Báez de Lacayo, Cosigüina, técnica mixta, 129 x 98.5 cm. 2016.
Texto y Diseño por Marcela Valdeavellano-Valle, directora de arteresponsable centroamericano. mvaldeavellano@arteresponsable.com
Santo Domingo de Cerro, Museos de Casa Santo Domingo, La Antigua Guatemala. galeriarocioquiroa@gmail.com
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