200 años de novela mexicana. Parte 1

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Artes viernES 8 de enero de 2016

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En 1816, José Joaquín Fernández de Lizardi publicó El periquillo sarniento, obra comúnmente aceptada entre los teóricos literarios como la primera novela genuinamente mexicana y la fundadora del género en el país. Con el objeto de celebrar el bicentenario de este acontecimiento, en el transcurso de este año, la Sociedad de Escritores Michoacanos (Semich) colaborará con el Diario PROVINCIA para rendir un homenaje a 24 novelas mexicanas emblemáticas que han sido publicadas en los últimos 200 años. Acompáñenos en este recorrido literario en el que nos encontraremos con la pluma de Luis G. Inclán, Ignacio M. Altamirano, Elena Garro, Carlos Fuentes, Mariano Azuela y Ángeles Mastretta, por mencionar solo algunas. La primera entrega será el próximo viernes, esté pendiente.

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Artes ViernES 15 de enero de 2016

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El bandido

de los

ojos azules

El Zarco

Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) fue abogado, periodis-

ta, maestro, científico, político, diplomático y escritor. De origen indígena, nació en Tixtla, Guerrero, el 13 de noviembre de 1834. Estudió en el Instituto Científico y Literario de Toluca, ahí aprendió español, latín y francés, y fue alumno de Ignacio Ramírez ‘El Nigromante’. Más adelante, estudió jurisprudencia en el Colegio de San Juan de Letrán, pero tuvo que interrumpir su carrera para combatir la dictadura de Santa Anna, a los conservadores, la intervención francesa y el imperio de Maximiliano. Al término de la guerra, se retiró del Ejército y se convirtió en el principal promotor de la literatura mexicana, además del principal teórico de su tiempo y el escritor que más influyó en la generación de 1867 a 1889. Organizó tertulias literarias, fundó revistas, puso en marcha el proyecto de reconciliación entre liberales y conservadores, impulsó a los jóvenes literatos y ayudó a restaurar el Liceo Hidalgo. Altamirano lideró el movimiento literario de 1868, fundamental para que el nacionalismo en la literatura mexicana pudiera consolidarse. El autor pensaba que debía afirmarse en el espíritu del pueblo una conciencia y orgullo nacional. Para ello, los escritores debían inspirarse en lo propio, lo mexicano, para que la literatura progresara, tuviera una misión patriótica y fuese puesta al servicio de la educación de las masas. Fomentó la creación de todos los géneros literarios. Entre ellos, la novela sería el mejor instrumento de educación doctrinal de las masas, la manera más sencilla de ilustrarlas, el vehículo de propaganda de la ideología oficial; el género que más influiría en el progreso intelectual y moral de los pueblos. Gracias a su pensamiento, en la última mitad del siglo XIX se cultivó en México la novela histórica, sentimental y de costumbres.

Dirigida por Miguel M. Delgado y adaptada por Ramón Pereda, en 1959 se realizó una versión cinematográfica de la novela de Altamirano con Pedro Armendáriz como estelar. En el elenco estuvieron Rosita Quintana como Manuela y Armando Silvestre como Nicolás. El filme se centra en la tragedia del amor entre Manuela y ‘El Zarco’ ya que su consumación hace que todos a su alrededor terminen envueltos en una espiral de odio y venganza que difícilmente tendrá un desenlace feliz

El aporte Las obras más populares de Ignacio Manuel Altamirano son Clemencia (1868), La Navidad en las montañas (1870), Cuentos de invierno (1880) y El Zarco; pero también escribió poesía, cuadros de costumbres, ensayos y discursos. El Zarco fue escrita en 1888 y publicada de manera póstuma en 1901, ocho años después de la muerte de su autor. En mi opinión, es la mejor obra de Altamirano, la más amena, la más emocionante y la más madura. ‘El Zarco’ es líder de Los Plateados, una gavilla de bandidos que al término de la Guerra de Reforma sembraron el terror en la tierra caliente del Estado de México (en el actual Estado de Morelos). Los Plateados eran 500 forajidos que asaltaban diligencias, mataban mujeres y niños, secuestraban personas adineradas para pedir cuantiosos rescates, no tenían ningún respeto por la autoridad que era incapaz de combatirlos por ser inferiores en número y por temerles. La terrible banda de malhechores en verdad existió y sirvió como referencia otra novela: Los Plateados de tierra caliente, de Pablo Robles, ‘Perroblillos’, publicada varios años antes que El Zarco, en 1882, sin embargo, esa novela no alcanzó la calidad de la de Altamirano.

El antihéroe ‘El Zarco’ es un personaje de aproximadamente 30 años de edad, de tez blanca, cabello rubio, corpulento, varonil y guapo. Odia a los hacendados azucareros, a los ricos y a la sociedad en general. El rencor es su principal motivación para robar, no lo mueve la codicia, es el deseo de venganza. De hecho, ‘El Zarco’ comparte las riquezas con sus bandidos y con Manuela, una joven de Yautepec que está loca de pasión por él. Todas las noches, ‘El Zarco’ abandona su guarida, Xochimancas, para ir a Yautepec a ver a su enamorada. Cada vez que la visita, le regala joyas robadas, las cuales la agradan y acrecientan su codicia. En un arranque de pasión, Manuela acepta abandonar a su madre

véala aquí

para irse a vivir con el hombre que ama. A la noche siguiente, ‘El Zarco’ y sus amigos se la llevan. La madre de esta muchacha, Antonia, es una mujer viuda y anciana que no tiene a nadie más que a su hija, su ahijada Pilar que es huérfana y a Nicolás, un honrado herrero de Atlihuayan que la visita regularmente para llevarle noticias y asegurarse de que nada les falte. La ilusión de doña Antonia es que su hija se case con Nicolás e insiste en que Manuela se fije en él, pero la joven lo desprecia por ser indígena y feo ante sus ojos. Es indiferente a la bondad y la nobleza que el hombre posee. Después de que Manuela se escapa con ‘El Zarco’, Nicolás se convence de que debe juntar hombres para combatir a Los Plateados y pone en riesgo su vida para lograrlo. En el proceso, se enamora de Pilar y descubre que su obsesión por Manuela no tenía ningún sentido. Manuela también tendrá revelaciones que la harán arrepentirse, pero ¿tendrá el

carácter y la valentía para volver atrás o irse al abismo con su amante? A más de 100 años de su publicación, ‘El Zarco’ sigue siendo una novela que mantiene cierta actualidad con los sucesos que narra, ya que actualmente hay varios estados del país que son víctimas del crimen organizado y las acciones que la autoridad ejecuta capturar a estos delincuentes son aún insuficientes porque los civiles tienen miedo, se sienten indefensos, les está prohibido tener armas para defenderse del enemigo y quieren abandonar su tierra para refugiarse en otra que les ofrezca oportunidades de desarrollo. Leer El Zarco es reflejarnos en los conflictos de aquellos mexicanos que vivieron hace más de 150 años y preguntarnos en qué hemos cambiado, pero también cuán parecida es nuestra realidad a la de ellos y qué estamos haciendo para resolver nuestra problemática. Si somos valientes o nos hemos dejado vencer por la indiferencia. Reseña por Víctor Manuel López


Artes ViernES 29 de enero de 2016

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En las ma nos

destino del

Manuel Payno nació el 21 de

junio de 1810 en la Ciudad de México y falleció el 4 de noviembre de 1894 en la Villa de San Ángel, hoy en día ya absorbida por la gran urbe en que se convirtió la capital del país; su vida laboral en el entorno político inició como meritorio en la Administración de Aduanas, lo cual fue el inicio para que más adelante desarrollara una compleja vida política. Tuvo una intervención importante en la guerra de México contra Estados Unidos, pues logró que se mantuviera en total secrecía el servicio de correos de la capital de la República con Veracruz, por la circunstancia bélica que se vivía. Más adelante fue perseguido por Antonio López de Santa Ana, quien lo obligó a exiliarse en Estados Unidos. Después pudo regresar, al aminorar la tormenta política, y asumió un cargo de relevancia como titular de la Hacienda Mexicana bajo el gobierno de Comonfort. En el aspecto económico procuró realizar acciones para replantear la deuda externa que el país tenía con diversas naciones europeas como España, Inglaterra y Francia. Ya hacia el final de su vida, en 1888, Payno fue nombrado senador, lo que le permitió realizar estadías en Francia y España. Poco después de su muerte, sus obras literarias fueron juzgadas con los prejuicios que se tenían sobre los autores mexicanos. Fue hasta después de la Revolución Mexicana, ante la búsqueda de la exaltación de lo nacional que los textos de Payno tuvieron el reconocimiento que antes les fue negado.

El autor Su carrera en las letras mexicanas inició en la revista científica literaria en la que publicó El fistol del diablo en 1847, con la cual dio cuenta de su inclinación a la prosa literaria; más adelante, en 1861, publicó otra de sus obras destacadas El hombre de la situación, en la que presenta el escenario social de los habitantes de la nueva nación americana luego del final del virreinato de la Nueva España.

Y en relación a la obra materia de las presentes líneas, el que esto escribe dará una idea de lo que le espera al lector en Los bandidos de Río Frío. Payno nos remite a ese mundo con una velocidad narrativa idónea, que permite navegar sobre sus letras plácidamente al México de finales del siglo XX, sin caer en un naufragio literario que pudiera generar una lectura errada. Las circunstancias de vida de los personajes y como moldean su destino —el cual cambia por sucesos complejos que se les presentan—, plantea al lector la idea de si la maldad de algunos personajes fue una elección propia o, por el contrario, fueron orillados a ella por la premisa de que la pobreza es castigada con prejuicios y otras circunstancias por las que los llamados proscritos empezaron a actuar al margen de los lineamientos morales y jurídicos de la sociedad en la que se desenvuelven.

La atmósfera Manuel Payno echa mano de todos los elementos indispensables para describir el entorno y logra crear, en la imaginación del lector, una clara imagen de una ciudad que busca consolidar su personalidad y se convierte en un crisol en el que se mezclan el legado español y el origen que está en la cultura Azteca y sus vestigios aún visibles en la otrora gran Tenochtitlán. El autor presenta una lectura viva que hace sentir esa atmósfera literaria en la que se atestigua cómo algún abogado tuvo que enfrentar el filo de la justicia; cierta trajinera alcanzó la fama por su esfuerzo en su labor comercial; o bien la práctica de creencias cristiano-ancestrales para recuperar la salud tan quebradiza en esos tiempos, pero sobre todo, incita a abrazar el temor a los bandidos de Río Frío, o compartir la vida con los

hermanos caninos que con el hombre recorren los momentos dichosos o desfavorables de la existencia. Es importante resaltar la capacidad del autor para trasmitir la idea de un México que sigue en proceso de lograr su estabilidad política ya que por la falta de seguridad la soberanía nacional estuvo en juego muchas veces. Varias naciones europeas, con el pretexto de las pérdidas económicas causadas por grupos delincuenciales, buscaron intervenir en la administración nacional, toda esta atmósfera resulta nítidamente retratada por Payno quien, como con tinta indeleble, logra dejar grabadas varias imágenes en la memoria de sus lectores. Para finalizar Manuel Payno consigue hilar de forma artística la vida de todos los personajes, narrando los detalles que es necesario saber para poder efectuarun vuelo literario por el Río Frío sin ningún contratiempo. El escritor en cita es poseedor de una gran pluma que en esta y otras obras da pauta para decir que sus obras son fuente idónea para los amantes de la historia que deseen tener una idea clara de cómo fue la nación mexicana en aspectos políticos, económicos y sociales durante el siglo XIX. Manuel Payno fue un estudioso de la letra jurídica pero por fortuna para todos nosotros su labor política no lo desapegó de su vocación artística y literaria, labor que le dio al final el honor de ser conocido como un excelente litigante de la literatura mexicana. Reseña por Mario Emilio Andrade Álvarez

Los bandidos de Río Frío

La primera adaptación al cine de Los bandidos de Río Frío se realizó en 1938, la película que se exhibió con el mismo título fue dirigida por Leonardo Westhpal y protagonizada por Victoria Blanco y Víctor Manuel Mendoza. En 1956, la segunda versión fílmica fue dirigida por Rogelio A. González y protagonizada por Luis Aguilar y Rita Macedo; si bien la historia no es totalmente apegada al argumento de la novela, tuvo un éxito relativo por las actuaciones de Aguilar y Macedo. En 1976, Televisa produjo la telenovela homónima


Artes ViernES 12 de FeBRero de 2016

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El libro salvaje

Lademagia leer

Juan Villoro, escritor y periodista

que estudió en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Aficionado al rock, condujo el programa radiofónico El lado obscuro de la luna. Dentro de su extensa obra narrativa se encuentra la novela juvenil El libro salvaje. Nacido en la Ciudad de México en 1956, Villoro es colaborador de numerosos medios como Vuelta, Nexos, Proceso, Cambio, Unomásuno, La Jornada y Reforma. También ha impartido clases de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesor invitado en la Universidad de Yale. Participó también con Café Tacvba en la escritura de dos canciones. Ha obtenido el Premio Herralde (2004) y el Xavier Villaurrutia (1999).

La obra El libro salvaje comienza cuando Juan recuerda el momento en que un desagradable puré de papa y el repentino tabaquismo de su madre anuncian la separación de sus padres. Ella parece no saber cómo reaccionar ante este cambio, ni sabe qué hacer con Juan de 13 años ni con Carmen de 5. Lo que sí sabe es que necesita un tiempo a solas para recuperar su fortaleza de madre. En cambio, el padre ya se encuentra demasiado lejos y no parece preocupado. Al principio Juan no acepta la idea de un cambio de casa y de todo lo que conlleva una separación. Por las noches tiene sueños que se convierten en pesadillas en las que una mujer sufre y él se angustia. La solución temporal que encuentra la mamá es enviar a la peque Carmen, durante las vacaciones, a la casa de su mejor amiga y mientras Juan, su hijo mayor, es enviado a la casona del tío Tito, en la parte antigua de la ciudad. El hermano de su madre es una persona peculiar que desde hace años no convive con el mundo exterior. Está solo en su enorme casa, con la cocinera, sus gatos y sus libros. Tiene además un modo de hablar que lo hace divertido y a veces desesperante. Pronto, Juan se da cuenta de que va a vivir en un lugar polvoriento y laberíntico que más que casa parece una biblioteca infinita con un tío adicto al té y a platillos con nombres de personajes, autores y obras. Para terminar de hacer todo aún más raro, el tío Tito le propone a Juan que enumere sus defectos para conocerse mejor, tal como lo harían Sherlock

Holmes y el doctor Watson. Una situación que parece bastante aburrida para las vacaciones de un adolescente. Juan es advertido también de que los libros ya lo estaban esperando porque, le explican, últimamente se han movido con más frecuencia de su lugar. “Cosa que solo hacen ante un lector prínceps que no es aquel que lee más libros sino el que encuentra más cosas en lo que lee”, dice el tío. Juanito no comprende esas palabras tan raras y se queda más confundido cuando le insiste que los libros son los que piden ser leídos y él ejerce una fuerza especial en la biblioteca de la casona. Pese a lo raro de la situación, se entusiasma con la idea de que con su ayuda podrán encontrar un mítico libro que está perdido desde hace muchos años. Uno que no ha podido ser atrapado desde los tiempos de su abuelo. Durante el primer recorrido por el lugar, el tío asegura que “nada tiene tanto carácter como un libro. Una biblioteca es un almario: Una colección de almas, sobrino. Los libros se mueven como las almas en los cementerios, para acercarse a alguien o para huir de él”. Así comienza la búsqueda del indomable Libro salvaje que parece cobrar vida para escapar y esconderse entre los miles de libros cada vez que es visto. Durante su estancia, Juan encuentra lecturas que aparecen en secciones que no corresponden, o mejor dicho se le aparecen pidiendo ser leídas. Sigue sus instintos y pasa horas leyendo y moviéndose de un cuarto a otro, hasta que se da cuenta de que está perdido dentro de la biblioteca espiral. Gracias a los libros logra salir de la casa, pero las pesadillas vuelven a invadir su mente. Unas semanas más tarde, Juanito conoce a Catalina, una joven que atiende la farmacia de enfrente de la casa. Inesperadamente se enamora por primera vez y es a través del contenido de las obras de la biblioteca del tío Tito que su amistad crece y se hace más fuerte al compartir lo que cada uno percibe de las mismas historias

porque, como es bien sabido, el entendimiento cambia dependiendo del lector. Juanito y Catalina descubren en cada letra lo importante de no perder detalle. Juntos se encargarán de buscar el Libro perdido, se reúnen diario con el pretexto de encontrarlo. Con el pasar de los días, inevitablemente se rozan la piel y se miran a los ojos con ternura aunque quizás la historia que están escribiendo no tenga un final feliz. Las vacaciones están por terminar y el libro apenas ha sido visto durante segundos. El tío teme la partida del sobrino ya que durante las semanas de convivencia que tuvieron aprendieron mucho uno del otro. La emocionante búsqueda parece infructuosa pero todos deberán aprender el valor de la paciencia y cómo es que desear algo, con todas las fuerzas, puede dar resultados inesperados pero quizás mucho más enriquecedores de lo que se podía imaginar. Las circunstancias de esta novela corta o cuento largo obligan a sus personajes a crecer, a enfrentar una realidad y sobre todo invita a Juan a la aventura de la lectura, que pasará de ser aburrida a fantástica y hasta salvaje. Si por azares del destino o por decisión propia ha leído esta reseña, no hay duda de que El libro salvaje lo está buscando, ansía que imagine la posibilidad de un mundo en el que “ellos” tienen alma y eligen por quién ser leídos. Yo encontré mi ‘libro salvaje’ en un bazar pero no imaginaba que al leerlo me convertiría en lectora prínceps. Nancy Martínez

Juan Villoro critica de manera recurrente varios aspectos de las redes sociales y en general del manejo que se da a la información en los medios digitales. El autor y cronista ha señalado que el comportamiento humano en esos ámbitos ha dado pie a una civilización del equívoco, ya que nunca se puede estar seguro de la veracidad de lo que ahí se dice; se ha preguntado también si los respaldos digitales no serán tomados en el futuro como fuentes fiables para desentrañar el pasado, como son para la sociedad actual el código de Hammurabi o la piedra Rosetta


Artes VIERNES 26 DE FEBRERO DE 2016

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El complot mongol

La suerte del

antihéroe El complot mongol es el texto fundacional de la novela policiaca en México, designación que le confiere un carácter casi místico entre los asiduos al género. Escrita por Rafael Bernal y publicada por la editorial Joaquín Mortiz en 1969, el libro relata la encomienda que le dan a Filiberto García: Impedir el atentado contra el presidente de Estados Unidos en su visita a México. Por órdenes de sus superiores habrá de hacer equipo con un agente del FBI y uno de la KGB, pues el complot, de ser exitoso, pondría final al tenso equilibrio de la Guerra Fría. Con estas intrigas internacionales como trasfondo, Bernal dibuja un entramado imponente de subtextos arropados en una historia adictiva, que es retrato de los bajos fondos de la Ciudad de México y su idiosincrasia. Entre los muchos aciertos de la novela está Filiberto García, personaje principal, que Bernal construye con pluma excelsa. Filiberto es antihéroe prototípico pues no se tienta el corazón a la hora de matar. Según se lee, nació en Yurécuaro, Michoacán, y pasó la infancia bajo la tutela de un general villista quien lo utilizó como verdugo. Con el tiempo fue testigo de la perversión de los ideales revolucionarios: “Usted es de la pelea pasada. A balazos no se arregla nada. La Revolución se hizo a balazos. ¡Pinche Revolución! Nosotros somos el futuro de México y ustedes no son más que una rémora”; así se explica Filiberto su lugar en el mundo, veterano de la guerra, ahora inútil en un país regido por licenciados. Las experiencias lo han vuelto cínico y por lo mismo también más racional. Está consciente de que el asesinato es una necesidad, incluso para mantener la paz y no se engaña creyendo que matar sea justificable. Sabe que está mal, pero es un acto que debe de cometerse sin romanticismos y sin juicios de valor. Esta actitud hosca hacia el asesinato es contrastada por el agente de la KGB, Laski, que después de cometer los más atroces homicidios, bebe un vaso de leche para mantener intacta la propia inocencia. La dureza de Filiberto está amortizada por su voz sarcástica, humor sutil que encierra críticas punzantes a la sociedad mexicana de finales de los años 60. Ser testigos de la concepción que tiene Filiberto del mundo es un deleite incluso hoy, a más de 40 años de la publicación de la obra. Es aquí en donde Bernal brilla con mayor intensidad, pues la novela está en constante vaivén entre un narrador omnisciente en tercera persona y uno limitado en primera. Esta técnica sirve para contrapuntear el mundo externo con los monólogos internos de Filiberto, logrando un efecto hipnótico en la narración. UNA CÁTEDRA El otro gran acierto es la trama, que fácilmente podría usarse como cátedra de literatura policiaca. Los obstáculos que Filiberto debe sortear, casi siempre a golpes, se van complicando conforme pasan las páginas. El michoacano, en compañía de los agentes extranjeros,

deambula por una Ciudad de México que se lee como la real. Allí están las calles y los sitios tan conocidos por todos: Donceles, Dolores, el Barrio Chino, El callejón de las damas, La ópera... Los encuentros coloridos con personajes secundarios son comunes; cada uno de ellos es una nota en una sinfonía policiaca de justa factura. “El pinche complot de Mongolia exterior”, como se refiere Filiberto al asunto que investiga, se va desdibujando a medida que se acerca a la resolución. Los codos y recovecos de la historia son un laberinto de confección inteligente, santo grial para los lectores del género. Y luego está el final, que como dictan las convenciones, no revelaré por el riesgo de echar a perder la novela para aquellos que aún no la leen. En este aspecto solo mencionaré que tiene que ver con Martita, joven mesera de origen chino y peruano, que llegó a México huyendo de la guerra sino–japonesa. Martita será columna vertebral en el desarrollo de la novela, no solo por lo que sabe acerca del nebuloso complot, sino porque descubre el lado más humano de Filiberto. “Cherchez la femme”, dijo Alexandre Dumas y Bernal, lo hace de forma demoledora en su historia.

EL AUTOR Cualquier comentario de El complot mongol estaría incompleto sin hablar de Rafael Bernal y su vida política atribulada que, según algunos, lo privó de figurar en el canon literario del país. Fue autor de más de 15 libros que van del cuento a la novela, así como a la poesía y hasta el ensayo. Sin embargo, pocos lectores conocen otras obras suyas, además de la que aquí abordamos. Una teoría indica que, al no pertenecer a ningún círculo literario de importancia, pasó desapercibido de los reflectores públicos y de ahí que su obra sea tan poco difundida. No perteneció a ningún grupo porque su empleo en el servicio exterior le hacía imposible afianzar relaciones con los escritores en México. Otra teoría achaca el olvido de su obra a que las élites intelectuales lo soslayaron por pertenecer al movimiento sinarquista. Incluso fue censurado por haber cubierto con una manta negra el busto de Juárez en su hemiciclo, como parte de un acto político. Las versiones varían, pero se considera que él no cubrió el busto, aunque tal vez haya dado la orden de hacerlo. Si bien renunció al sinarquismo después, es de notarse que Bernal siempre fue adscrito a embajadas de países gobernados por dictaduras de derecha. Al parecer su afinidad política con el autoritarismo lo hacía el candidato ideal para desempeñar tales puestos. Una teoría más jocosa indica que su obra se vio opacada por el éxito de El complot mongol, última novela que publicaría en vida. Tal no es el caso. De hecho pasó desapercibida de la crítica y del mercado en un inicio, quizá por la proximidad con la matanza de Tlatelolco o quizá porque aún no existía un nicho de

lectores para una obra así. Sin embargo, el libro fue creciendo hasta afianzarse, no solo como piedra inaugural de la novela policiaca, sino también como predilecto del público. Bernal no sería testigo de ese éxito pues falleció en Berna, Suiza, el 17 de septiembre de 1972. Además de las múltiples reediciones, la muestra más clara de que la novela ha superado la prueba del tiempo, son sus adaptaciones a otros medios. Ya en 1977 se estrena la dispareja película de Antonio Eceiza, protagonizada por Pedro Armendáriz. La radionovela de 1989, producida por Edmundo Cepeda, es una versión más fiel a las correrías de Filiberto. En el año 2000 se inicia una adaptación a cómic, escrita por Luis Humberto Crosthwhaite e ilustrada por Ricardo Peláez, versión que queda trunca por problemas de derechos de autor en la extinta editorial Vid. Esa misma adaptación, pero ahora en formato de novela gráfica, será publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en coedición con editorial Planeta. De la misma forma, hay rumores insistentes de que se trabaja en una nueva versión cinematográfica a cargo de Sebastián del Amo (Cantiflas, 2014) y tendría a Carlos Bardem (hermano de Javier) como Filiberto García y a Keanu Reeves como Graves, el agente del FBI. El hambre por todo lo relacionado con la novela no termina con las adaptaciones sino que se extiende a otros ejercicios. En 2015, para conmemorar los 100 años del nacimiento de Bernal, se organizaron dos fechas de paseo literario por las calles que sirven de escenario a El complot mongol; el escritor Bernardo Esquinca fue guía por el centro del extinto Distrito Federal (ahora Ciudad de México), en donde Filiberto y Martita viven sus aventuras. El éxito de esos primeros paseos amenaza con convertir la caminata en un festejo similar al que se hace en Dublín, en honor al Ulyses de James Joyce. Solo el tiempo lo dirá. Incluso, ya en el límite de lo creíble, existe un grupo de teóricos de la conspiración que cree que el complot mongol fue real. Que Bernal supo de él gracias a su trabajo en las embajadas y luego lo usó como base de la novela. Ese club, como otras tantas comunidades extrañas en Internet, busca documentos que fundamenten la disparatada creencia. Finalmente, no es necesario siquiera mencionar la cantidad innumerable de ensayos, análisis, reseñas, fichas y reportajes que representan larguísimos ríos de tinta y bits generados en torno a la novela. Baste decir que personalidades como Paco Ignacio Taibo II, F. G. Haghenbeck, Élmer Mendoza o Rafael Ramírez Heredia, coinciden en que la obra de Bernal es el bloque génesis del género policiaco en México que actualmente goza de muy buena salud. Sea como fuere, el valor principal de El complot Mongol está en su lectura. Así que lo invito a releerla (o leerla por primera vez, según sea el caso). Uno vez que lo capte, Filiberto no lo dejará escapar. Víctor Solorio

Una adaptación que no se define entre la fidelidad a la novela y la reinterpertación edulcorada es la que llegó al cine en 1978. Titulada igual que el libro, El complot mongol tuvo de protagonistas a Pedro Armendáriz como Filiberto García y a Blanca Guerra como Martita. La pareja, marcada por un hado funesto, estuvo acompañada en el reparto por actores como: Ernesto Gómez Cruz, Fernando Balzaretti, Tito Junco, Malena Doria, Claudio Obregón, Noé Murayama, Erika Carlsson, Tomás Leal, Marcelo Villamil y Elsa Benn VÉALA AQUÍ


Artes ViernES 4 de MARZo de 2016

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Como agua para chocolate

Al primer

hervor En 1989, año en que algunos de

nosotros cursábamos la secundaria, apareció en librerías una novela que tiene como título un refrán: Como agua para chocolate. Uno de los detalles que la hacían atractiva y única eran, y son, los encabezados de los capítulos con recetas de cocina reales para luego describir, capítulo a capítulo, la vida de una familia del norte de México en los inicios del siglo XX. Laura Esquivel, autora mexicana nacida en 1949, rescató no solo una historia de amor de antaño, sino también la expresión social y cultural de la época, las dinámicas y papeles de la familia conservadora, los prejuicios, los personajes amantes del chisme, las habladurías del pueblo, la rigidez y la fuerza de la mujer mexicana, suavizadas por las enseñanzas y recetas amorosas ancestrales de las abuelas están presentes en sus páginas.

Ella En esta historia la vida de cada integrante de la familia estaba supeditada a la posición que ocupaba en ella, es decir, el orden en el que habían nacido. Tita la más pequeña de tres hermanas, de manera sumisa y hasta de “buen modo” tendría que aceptar su destino: Vivir para cuidar a su madre hasta que esta muriera y olvidarse de sí misma, de sus intereses. La decisión le parece una carga y es justamente este el hilo conductor de la trama. Tita es un personaje fuerte, amable, inteligente y excelente cocinera, tiene un encuentro culinario con Pedro, de quien queda enamorada ‘al primer hervor’ y al ser correspondida por este, se siente feliz y desdichada a la vez, ya que el destino marcado por su madre estaba muy lejos de contemplar un romance y mucho menos una boda. El camino sinuoso de la relación se entorpece frecuentemente por la rigidez de su madre, pues al pedir la mano de Tita, Pedro en cambio recibe la propuesta de tomar la mano de Rosaura, la hermana mayor, y la acepta. La jus-

tificación, entre la sorpresa de todos y la decepción de Tita, es la intención de permanecer lo más cerca de su amada. Así comienza esta historia en la que la situación los obliga a mantener una relación oculta de los ojos de su madre y sus hermanas y es la comida su medio de comunicación y comunión. Los platillos de Tita anuncian a través de sus sabores la desventura de su artífice al no poder realizar su amor con Pedro ni revelarse contra su madre, contra la época. Llora y aprende a cocinar su dolor y desesperanza en un sinnúmero de tragos amargos, y repetidas bocanadas de insultos de su madre por intentos fallidos de rebelarse a su destino.

La receta El recetario incluido al inicio de todos los capítulos tiene ingredientes secretos que habrá que descubrir en una lectura cuidadosa, algunos tan sutiles que hacen que la misma historia sea deglutida con naturalidad, sin prisa como un trago de vino tinto, o a veces como aguardiente que va quemando las entrañas. Las lágrimas caídas en las cazuelas, así como la ira, el deseo y la pasión son contenidas en los platillos generando todo tipo de olores y circunstancias que van desde lo fugaz, como el esbozo de una sonrisa, hasta la llamarada de una pasión que enciende y quema todos los rincones de una casa y que trasciende el tiempo y la época. Esta novela está llena de imágenes pero es de lo invisible en la historia de donde surgen los consejos ancestrales que se van repitiendo una y otra vez como si la verdadera sabiduría no recayera en ningún personaje y, en cambio, se quedara en lo no hecho, lo no dicho y lo sutil de la discreción. Esta historia está ‘condimentada’ con los personajes secundarios que fortalecen y apoyan a Tita, en un abrazo de amistad que le permite superar sus desventuras sin llegar a la locura. Múltiples tropiezos, y algunas imágenes chuscas aparecen al descubrir al pasado de su madre que tampoco había podido entre-

gar su amor a quien deseaba, saboteada por las ideas y prejuicios de la época. La trama tiene un final que, aunque fantástico, que no rompe con el hilo conductor y resulta creíble. Se siente cada una de las líneas metafóricas a las que hace referencia y entonces se experimenta a profundidad los sentimientos de Tita al tejer una colcha de kilómetros, o regresar a la cordura con solo un sorbo de caldo de colita de res de su querida Chencha e incluso su tristeza ‘sembrada’ en la masa de un pastel que ocasiona que todos los comensales terminen vomitando indigestos de añoranza. Así, la novela nos va atrapando y envolviendo y después de terminar la lectura, a uno le vuelve a dar ‘hambre’ de amor, vuelve a rescatar las recetas y a seguir coincidiendo los desamores con el amor de Tita, y entonces su vida se queda en la panza y en el pecho de quien la lee y se regresa a ella de vez en vez.

Universal Como agua para chocolate fue llevada a la pantalla grande en 1989. Laura Esquivel y su entonces esposo, Alfonso Arau, tuvieron gran éxito al traducir esta historia literaria al lenguaje del celuloide. La cinta ganó 10 premios Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. El libro no se queda atrás en trascendencia, ha sido traducido a más de 30 idiomas, y ha logrado ventas históricas considerada como best seller por más de un año en Estados Unidos. Fue incluido también en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español El Mundo. Como agua para chocolate es un libro ameno, fácil de leer, con una historia consistente, veraz, con toques divertidos e inocentes que nos llevan a este México ya olvidado, nos entrelaza con nuestros ancestros y nos permite vincularlo con las complicadas recetas de antaño en una comunión de tradición y normas sociales. Todos vamos acompañando a Tita con sus pesares pero, sobre todo, con un gran hueco en el estómago. Gabriela Mandujano

Como agua para chocolate consta de 12 capítulos que están titulados como sigue: Enero: Tortas de Navidad; Febrero: Pastel Chabela; Marzo: Codornices en pétalos de rosa; Abril: Mole de guajolote con almendra y ajonjolí; Mayo: Chorizo norteño; Junio: Masa para hacer fósforos; Julio: Caldo de colita de res; Agosto: Champandongo; Septiembre: Chocolate y Rosca de Reyes; Octubre: Torrejas de natas; Noviembre: Frijoles gordos con chile a la Tezcucana y Diciembre: Chiles en Nogada


Artes ViernES 18 de MARZo de 2016

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Balas de plata

cuando matan a tus aliados Así, tajante,

desde el inicio hasta el final, murieron esos compañeros que me ayudaban a distinguir los diálogos dentro de una historia, ¿o no? Al principio me negué, pero después me di cuenta que no los necesitaba, porque las balas de plata seguían acrecentando el misterio… Así es Élmer Mendoza y su libro Balas de plata, inicio de la saga de ‘El Zurdo’ Mendieta; y, disculpen que insista, pero es que soy un lector muy acostumbrado a los guiones, así que cuando comencé a leerlo, dije: “¡Dónde diablos están!”, pero sin darme cuenta los dejé de extrañar, porque ahí estaban, implícitos, acompañando a los diálogos separados por puntos o punto y coma, dentro de un mismo párrafo. ¿Qué se logra con esto? Dinamismo, atención y disfrute. Aunque sí, hay que acostumbrarse a leer a Élmer, porque puedes caer en el peligroso mundo de la confusión, pero es entonces donde entra la interpretación, aunado a ese engrane que despierta nuestra imaginación y te das cuenta de que sabes quién es el que está hablando, o llevando el curso de la conversación. La última cosa que quiero referir a este punto, ¿o tal vez no?, es que mi insistencia se debe a que 80 por ciento de la novela (sí, me inventé esa cifra, pero por ahí se va), corresponde al diálogo mediante el que los personajes interactúan para ir descubriendo el misterio de las balas de plata. Ahora sí, la novela que le hizo merecedor del III Premio Tusquets al nacido en Culiacán en 1949, Balas de plata, pertenece en su más pura forma al género negro, compuesto por un asesinato, varios sospechosos y un policía que se ve inmerso en la resolución por encontrar al culpable. El encargado de llevarnos a través de las calles de la calurosa Costa norte del país, lleno de restaurantes de mariscos, paisajes secos, personajes sufribles y la cruda agonía del inevitable mundo del ‘narcotráfico’, es Edgar ‘El Zurdo’ Mendieta, un policía ministerial que nada debe ni nada teme, pero que sabe mucho, vive de unos tantos recuerdos y conoce las condiciones de su trabajo. Me voy a permitir interrumpir esto que intenta ser una reseña, para citar las palabras del autor de esta novela, que, afortunadamente tuve la oportunidad de escuchar de su misma voz en una conferencia: “No hay personajes literarios emblemáticos en la literatura mexicana actual”, es entonces cuando conoces a su ‘Zurdo’, quien se convertirá en protagonista de muchas de sus historias, y a quien nos encontramos por primera vez en esta novela publicada en 2008. Mendieta es serio, de esa seriedad que luce atractiva, interesante. Sus palabras son cortas, concisas, al grano, aunque también

las usa para relacionarse afectuosamente con su asistente, o con el amor perdido, o, una que otra ocasión, para ‘cotorrear’ con los cuates, pero también para entablar conversaciones con los ‘narcos’ o con su jefe; es de esos personajes con los que resulta fácil identificarse. Ya presentado ‘El Zurdo’, le toca el turno a la variedad de personajes con los que se topa, vive, convive y revive. Comenzando con el abogado Canizales, la víctima en cuestión durante la trama de la novela, quien despierta una interesante lista de sospechosos, como Paola Rodríguez, exnovia… medio loca…así como un bailarín que vivió los frutos del amor con el bisexual abogado, ah, por supuesto, el toque que no podía faltar, Samantha Valdés, hija del ‘capo’ más poderoso de Sinaloa. Desde luego, nuestro protagonista se va topando con muchos más entes que fungen como aliados o enemigos, como es el caso de la amable Gris Toledo, pareja de trabajo con quien Élmer Mendoza, nos mantiene cautivados mostrándonos la relación entre la amistad y el compañerismo.

Donde hubo fuego… ¿Recuerda que le mencione el amor perdido? Pues ya entrado en la historia, llega Goga para reencender algo que ‘El Zurdo’ ya sentía perdido, o por lo menos ya lo tenía bien enterrado; es entonces cuando conocemos el lado sentimental e íntimo de nuestro protagonista que poco a poco se convierte en el amigo que todos quisiéramos tener. Me iría de largo si mencionara cada uno de los personajes de Balas de plata, claro que dejé unos al aire para, cuando sea oportuno, al leer la novela conozca a cada uno de ellos ya que, sea poca o mucha su actividad en la historia, tienen su aporte y un claro recuerdo de la “mexicanidad” que en cualquier rincón del país se encuentra. Por último, la razón del nombre, las balas de plata usadas en el asesinato de Canizales y que pronto irán llamando más presas para complicar el armado del rompecabezas que ‘El Zurdo’ intenta resolver. ¿Por qué balas de plata?, ¿qué tienen en común los asesinatos?, ¿quién está detrás de todo?, ¿qué es lo que no quiere que se sepa? Paso a paso nos vamos involucrando en el misterio que estas cuestiones sugieren. Élmer Mendoza, considerado el gran expositor de la llamada ‘narcoliteratura’, nos atrapa con su novela negra, nos entrega un personaje con el que nos podemos identificar, y una serie de conversaciones (sin guiones, insisto) que no hacen otra cosa que mantener el dinamismo, la frescura y las ganas de leer Balas de plata de principio a fin. José Martín García Campos

La consagración internacional le llegó a Élmer Mendoza con Balas de plata, novela que obtuvo el Premio Tusquets 2007 y en la que hace su debut el detective Édgar ‘El Zurdo’ Mendieta, un funcionario de la policía mexicana, no demasiado inmune a las corruptelas que lo rodean y que además consume ansiolíticos. “Es un psicólogo intuitivo, como lo es todo detective que se precie: por eso sabe que los asesinos carecen de aptitud para la tristeza”, reseñó Ernesto Ayala


Artes ViernES 8 de ABRIL de 2016

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PrimitivA Leer a Enrique Serna no es aconsejable

si el ánimo personal y la fe en la humanidad se encuentran trastocados. Sus obras, ya sean cuento, ensayo o novela, se alimentan del dolor ajeno y lo escupen a manera de sarcasmo, de crítica rancia, directo en los lectores. El miedo a los animales no es la excepción, se trata de una novela negra en la que el protagonista, Evaristo Reyes, experiodista de nota roja que ha terminado trabajando en la Policía Judicial, decide aventurarse por cuenta propia a resolver el asesinato de Roberto Lima, un escritor marginal de notas de cultura en las que subrepticiamente lanza consignas en contra del presidente, el sistema político y las corruptelas. En principio, encontrar al articulista le corresponde a Evaristo por órdenes de su jefe, quien se presagia ya como el favorito del presidente al ser quien le entregue a Lima, sano y salvo, para que reciba el castigo ejemplar que todo antisistémico merece, sin embargo, sus planes se ven frustrados cuando, luego de reunirse con Evaristo, Lima es asesinado en su departamento y no se conoce al asesino. Evaristo, en un afán de mantener una dignidad que va en decadencia —más que por cumplir las órdenes de Maytorena, su superior, y favorecer al sistema político—, y traicionando nuevamente aquellos ideales que perdió junto a su juventud, se cuela en el mundillo intelectual donde se desenvolvía Lima para descubrir quiénes y porqué se encargaron de ejecutarlo. Será así que se encuentre con personajes como Fabiola Nava, Osiris Cantú, Palmira Jackson y Rubén Estrella, que representan lo más inmundo en el ámbito literario: son los que traicionan, mienten y se humillan con tal de conseguir la tan ansiada publicación de un libro que ni el más neófito juzgaría como bueno; son los que fingen amistad y en cualquier momento clavan un cuchillo en la espalda; los que se alimentan de habladurías y no de trabajo constante, y los que de a poco mataron a Roberto Lima. El miedo a los animales es más que un retrato de las mafias políticas y culturales en México. Si bien es cierto que el gran conflicto de la novela gira en torno a estas, a lo largo de la narración, ligera y consistente como en todas las obras de Serna, nos encontramos con personajes que parecieran retratar a la sociedad con todas sus aristas, mismos que nos hacen recordar que, como ellos, nosotros también somos proclives a la decadencia. Uno de los grandes logros es ese: humanizarlos y conseguir que nos identifiquemos con ellos, los animales marginados que arrancan la capa de moralismo que traemos encima y nos invitan a sentarnos a su lado para tomar lecciones de

lealtad en un bar de mala muerte. Es esto lo que hace increíble y arriesgada la obra de Enrique: en un juego de ironías te hace ceder al presentarte a Dora Elsa y el Chamula, que si bien son planteados como “personajes de mal gusto”, los últimos en el escalafón, presumen una característica que no logran poseer los demás, son leales hasta la muerte. Aunque al final del día nada los salvará de andar a rastras, la “nalguita” de Evaristo y la mano derecha de Maytorena son capaces de matar a quien se les ponga enfrente con tal de defender aquello en lo que confían, dejando de lado sus propios intereses. Por un lado, la lealtad de Dora Elsa corresponde a todas luces por el amor y confianza que tiene a Evaristo, a pesar la traición de este, y los insultos que le ha dedicado a la mujer luego de su rompimiento. Por su parte, Chamula permanece incorruptible (valga la ironía) cuando de hablar mal de Maytorena se trata. Para él aquel judicial que le da patadas en el piso y lo obliga a cuidarlo desde un rincón con aroma a meados, es como el padre que nunca tuvo. No ha considerado, sin embargo, que su existencia está supeditada al éxito de este. Mucho se ha interrogado a Enrique sobre esta novela publicada en 1995, y el porqué escudarse en nombres falsos en lugar de arriesgarse a “decir la verdad”, decir con todas sus letras quiénes son los buenos y los malos a los que retrata. Él responde que a El miedo a los animales no le corresponde hacer una lista de los intelectuales y políticos que formaban las mafias de aquel entonces, pues pretende, ante todo, la exhibición de conductas que nos demuestran cómo, a pesar de nuestra pseudoevolución, hay una parte de nosotros que se ha quedado rezagada, y que los animales son más humanos que cualquiera. La novela concluye con un Evaristo recluido en un penal de máxima seguridad, acusado por la muerte de Roberto Lima. Así, veremos la historia de un hombre que termina estando más a gusto en la cárcel que viviendo “libre”, perseguido por los recuerdos y la culpa. Sin embargo, aunque a Evaristo le corten las alas no conseguirán callarle la boca ni pararle la altanería. Dos cosas sorprenderán al llegar a las últimas páginas: la recapitulación que hace Enrique para que no perdamos detalle de qué ocurrió con cada uno de los personajes, y la más importante: el verdadero e inesperado final, con el que aprenderemos a, como él dice en Las caricaturas me hacen llorar, no quejarnos de las mafias solo porque la nuestra tiene poco poder. Berenice Hernández

El miedo a los animales

Enrique Serna, también autor de Señorita México, nació en la Ciudad de México el 7 de febrero de 1959. Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), antes de poder dedicarse de lleno a la literatura fue publicista de cine, argumentista de telenovelas y biógrafo de ídolos populares como Jorge Negrete y María Félix. También ha publicado las novelas Uno soñaba que era rey (1989) y El seductor de la patria (1999, Premio Mazatlán de Literatura), entre otras


Artes ViernES 22 de ABRIL de 2016

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Eterna vigilia Leí tarde en mi vida la novela de Pedro Páramo. A mis 25 años, me pregunto por qué no tuve antes esta obra en mis manos. A su autor, Juan Rulfo, le bastó un libro de cuentos, El llano en llamas (1953), y una novela, la ya mencionada Pedro Páramo (1955), para ser reconocido como un grande en la literatura latinoamericana. Pero ¿por qué? Pedro Páramo es una novela corta. Apenas 132 páginas en la edición que tuve en mis manos. Lo único que yo sabía antes de comenzar a leerla, era que la historia iba de un joven llamado Juan Preciado, quien le prometía a su madre ir al pueblo de Comala a buscar a su padre, “un tal Pedro Páramo”. Justo así comienza la novela: con la madre de Juan Preciado en su lecho de muerte y la promesa de este de ir a buscar a su padre. Con tal objetivo, toda la historia se desarrolla en una atmósfera de total… desconcierto. El autor nos introduce en un universo rural, en una inmensa llanura donde no queda claro cuáles sucesos son reales y cuáles son mágicos. Juan Preciado habla con los muertos: voces y almas que están cargadas de ilusiones que no se cumplieron… la confusión inicial al leer se va transformando en una profunda empatía —y también en una honda tristeza—, por la historia de estos seres que deambulan por Comala, sin encontrar nunca el descanso. Además de lo intrigante de la historia, debo confesar que lo que más me gustó de leer Pedro Páramo, es el hermoso lenguaje con el que está escrito. Los personajes usan frases que rayan en lo poético, si no es que lo sobrepasan: “El cielo está tan alto, y mis ojos tan sin mirada, que vivía contenta de saber dónde quedaba la tierra”; o esta otra: “Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír”; y una más: “Platicaban como se platica en todas partes, antes de ir a dormir”. Si bien, lo que se dice de Pedro Páramo es que es la novela mexicana por excelencia, yo me atrevería a sostener que lo que hace de Pedro Páramo una gran novela es justamente su universalidad. Los sentimientos y la nostalgia expresados en su narrativa son equiparables al desasosiego que puede sentirse en cualquier rincón del planeta, no únicamente en un entorno rural mexicano. Si Juan Rulfo es vanagloriado por su obra es por esto, porque logra captar la esencia de lo humano, en apenas 132 páginas. Quienes critiquen a esta obra por su extensión es porque no alcanzan a ver lo vasto del cosmos que Rulfo plantea, y en eso radica su gran mérito y el gran honor que merece como escritor, no necesitó de más para asombrarnos a todos, y seguirlo haciendo por más de 50 años. Sí, lamento mucho no haber leído Pedro Páramo antes. La fortuna que queda en mí ahora es un rastro de esa atmósfera poética y envolvente, y creo que es momento de que cualquier lector ávido por la experiencia de lo que realmente es literatura, se acerque a ella y la lea por primera vez —o por décima—, la inmortal historia de Pedro Páramo. Laura Karina González Aguilera

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Pedro Páramo

La relación de Juan Rulfo con el cine es materia de estudio a parte que ha dado y dará para mucho. Además de guionista y fotógrafo, fue actor en la cinta En este pueblo no hay ladrones. Por esto no es de sorprender que de su obra literaria se hayan hecho adaptaciones fílmicas. Entre las muchísimas que hay destaca Pedro Páramo, de 1967, dirigida por Carlos Velo con John Gavin en la piel del temido cacique y Carlos Fernández como su hijo, Juan Preciado. La cinta se exhibió en Cannes, donde la crítica fue despiadada

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El

El texto Esta novela fue publicada por entregas en el diario El Paso del Norte en 1915, con una extensión mucho menor a su segunda edición, en la que tomó su estructura actual que integra nuevas escenas y personajes respecto a la primera versión. Los de abajo, aunque rompe con la secuencia narrativa tradicional, es cronológicamente lineal, por lo que aquellos momentos en los que pareciera que hay ‘huecos’ en la historia se rellenan fácilmente por medio de los eventos anteriormente desplegados o se cubren con los hechos que se narrarán en las páginas siguientes. El narrador en tercera persona no da detalles de todos los aconte-

gráfico: basado en soldaderas, de josé clemente orozco

M

ariano Azuela fue un crítico literario y escritor tapatío que gracias a su profesión de médico militar vivió en carne propia la Revolución Mexicana, lo que dio origen a la novela titulada Los de abajo (1916), basada en las experiencias que vivió como parte de las fuerzas de Julián Medina. Esta novela, considerada un verdadero clásico no solo de la Revolución sino de la literatura mexicana en general, posee un carácter realista que se distingue entre otras obras por sus singulares y desencarnadas revelaciones sobre los insurgentes. La historia comienza con la llegada de unos federales a la casa que Demetrio Macías comparte con su esposa y su pequeño hijo. Tras las amenazas de violar a la mujer, Demetrio aparece y ellos huyen. Él toma la decisión de esconderse en el pueblo con su familia y al abandonar su casa, esta es incendiada por los federales. Como acto de venganza e impulsado por la rabia, Demetrio se incorpora a la Revolución y logra alcanzar el puesto de jefe en una tropa pequeña de liberales conformada por Anastasio Montañés, Pancracio, Venancio, ‘El Manteca’ y ‘La Codorniz’, un grupo de amigos con varios años en la lucha. Existe otro miembro al que apodan ‘El Curro’, de quien Demetrio desconfía en un principio. Su nombre es Luis Cervantes, joven estudiante de medicina que se enlistó en las tropas federales más a fuerzas que de ganas. Eventualmente esta relación cambia y llegan a entablar una amistad, sobre todo después de que Demetrio recibe un balazo en la pierna y es ‘El Curro’ quien le ayuda. Mientras los soldados detienen su marcha para facilitar la recuperación del jefe de la tropa en el ranchito de Limón, conocen a Camila, una joven que llama la atención de Demetrio, pero ella se interesa en Cervantes a pesar de que él no cree conveniente formar ningún vínculo con ella para evitar cualquier tipo de problema. Una vez que Demetrio se recupera, el grupo se dirige hacia nuevas batallas en Jalisco, donde se suman ‘El Güero’ Margarito y ‘La Pintada’, una mujer problemática pero muy valiente a la vez. Dentro de una lucha armada que parece interminable, surge una rivalidad entre Pancho Villa y Venustiano Carranza, provocando que los revolucionarios comiencen a fragmentarse y vayan tomando distintas rutas en lo que pareciera la disolución de la tropa, pero luego de un fuerte ataque de las fuerzas carrancistas, el final trágico llega como un destino inevitable.

cimientos, en general, no da explicaciones de lo que ha sucedido, solo sabe lo mismo que los demás dentro de los límites del contexto de la tropa de Demetrio. El vocabulario regional mexicano es incorporado de tal forma que se puede construir la voz y e incluso la musicalidad con la que se cuenta la trama. “Avanzaron hacia el camino real, y a lo lejos descubrieron el bulto de un hombre en cuclillas, a la vera. Llegaron hasta allí. Era un viejo haraposo y mal encarado. Con una navaja sin filo remendaba trabajosamente un guarache. Cerca de él pacía un borrico cargado de yerba”, se lee en uno de sus pasajes. Asimismo, los diálogos corresponden a la clase sociocultural de los personajes, las voces de los miembros de la tropa están cargadas de regionalismos y un lenguaje crudo, dibujando un retrato realista de la época y las circunstancias.

Visión desencantada Hay muchos temas que son tratados en Los de abajo, principalmente el desvanecimiento de los ideales de la Revolución Mexicana, que como es común en las guerras, al principio hay una fuerte causa que impera entre los líderes, pero al final lo que más abunda es el cansancio, el desánimo y la desilusión. Demetrio termina como un personaje que ya no sabe porqué está luchando, las razones van cambiando a través del tiempo y eso habla de la complejidad de una guerra. Otro de los temas, claramente, son las clases sociales. La desconfianza dirigida hacia el personaje del médico, Luis Cervantes, se da principalmente por ser un señorito de clase superior que contras-

ta con las consignas de las tropas que denunciaban abusos y malos tratos por parte de ese grupo al que este pertenece. Existe también un comportamiento particularmente machista, a las mujeres las raptan, las engañan y las roban, pero no solo radica en los tratos hacia los personajes femeninos, sino que entre los varones hay una fuerte necesidad de colocarse el estandarte del hombre “hecho y derecho”, jactándose de las muertes que han causado o de todo lo que han robado. El desconocimiento es un punto importante dentro de la novela, puesto que en varias ocasiones los mismos personajes se cuestionan los porqués de su lucha. La ideología tras la Revolución no es muy clara para ellos, sin embargo, cuando la mujer de Demetrio le hace esta misma pregunta, él responde, arrojando una piedra al fondo del cañón, que ya no puede detenerse. En la historia los ideales se desfragmentan y son cubiertos por una nube espesa de desencanto, así como en la vida misma. Los de abajo es una estampa fiel de un suceso que ocurrió hace más de 100 años desde la perspectiva de un hombre que vivió dentro de las fuerzas, pero resulta muy oportuna leerla en estos tiempos donde al parecer la situación general del país no ha cambiado mucho. A poco más de un siglo de distancia las guerras parecen haber encontrado su lugar en la cotidianidad, tanto así, que muchas de estas batallas que aún se libran carecen de sentido y mantenerse en pie de lucha arrastra un sinfín de interrogantes. Cristina Bustamante

Editor y Diseñador: Ignacio Torres

Los de abajo

Existen dos películas inspiradas en la novela de Azuela, la primera fue realizada en 1940, dirigida por Chano Urueta y con la actuación de Emilio ‘El Indio’ Fernández, Isabela Corona, Domingo Soler, Miguel Ángel Ferriz, Raúl de Anda, Eduardo Arozamena e Ignacio López Tarso, entre otros. La segunda fue realizada en 1976 y es una versión a color bajo la dirección de Servando González y adaptación del guion con Vicente Leñero y Eric del Castillo, Enrique Lucero y Jorge Victoria en el reparto


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Palinuro de México

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E

n Palinuro de México, Fernando del Paso nos invita a leer a través de un orificio, a través de un ojo de vidrio como el del general que aparece en la obra, pues nos devela una especie de caleidoscopio por el cual, como en El Aleph de Borges, se nos presentan “todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos.” El orificio que da acceso al lector se abre desde el nombre de la novela y su personaje principal: Palinuro; quien antes de ser de México, fue, en la Eneida, el piloto de la nave de Eneas y, posteriormente, el insepulto errante. Así, Fernando del Paso —si de ojos estamos hablando—, nos hace un guiño para advertirnos que será necesaria la complicidad intelectual del lector. Quizás sea esta una advertencia que quienes, reiteradamente, nos han dicho han intentado sin éxito leer Palinuro, no han considerado. Palinuro de México es, pues, el contenido del diámetro de sus viñetas que la memoria y la percepción apenas pueden recuperar o abarcar: ojo, caleidoscopio y Aleph. Así, Palinuro es también la voz que, por la imposibilidad de abarcarse, se multiplica, y nos hace saltar para preguntarnos quién nos está hablando, pues la historia se construye a través de un narrador polifónico en donde a veces es yo Palinuro y otras él o ella Palinuro. Desde esta polifonía de voces, Del Paso construye otra característica trascendental de su obra: la prosa poética. Palinuro, cuando niño, ha vivido en la casa de la abuela Altagracia, una vieja mansión porfiriana convertida en casa de huéspedes. Uno de estos huéspedes es don Próspero, quien tiene como quehacer personal la realización de una enciclopedia. Como Próspero, Del Paso es un enciclopedista que, a través de los mundos recorridos por Palinuro, nos presenta, entre muchas otras, la historia de la medicina, de la pintura o estudios sobre el semen gracias a las masturbaciones constantes que ‘El Molkas’ se profana en nombre de la ciencia. No solo enciclopedista; Fernando del Paso es un poeta, un novelista y un dramaturgo, de tal modo que en Palinuro de México no solo nos encontramos ante la mejor de su ya mencionada prosa poética y destacada narrativa, sino también ante uno de sus mejores textos dramáticos: Palinuro en la escalera. Palinuro de México, como muestra máxima de hibridez, es, ante todo, muchas lecturas y, por lo tanto, muchas historias, o al revés. Palinuro es su saga familiar, en la que se atraviesan la amante confesa y una de las pasiones del autor: la historia y la medicina. “La ciencia de la medicina fue un fantasma que habitó, toda la vida, en el corazón de Palinuro”, es el íncipit de la novela a partir del cual nos presentará al tío

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n ivers Esteban y, de la voz de este, a la historia no solo de la medicina sino también de la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, la familiar. Como si fuese la reconstrucción del árbol genealógico de los Buendía en Cien años de soledad, en Palinuro de México, durante los primeros capítulos, iremos reconstruyendo el de Palinuro y su prima Estefanía. Palinuro de México es también un recorrido por el primer cuadro de la Ciudad de México de los años 60. Sus personajes se reúnen, filosofan, chacotean y devanean por palacios, calles, cantinas, anfiteatros y plazas. En una de estas plazas, precisamente en la de Santo Domingo, encontramos no solo la escuela de medicina, sino un lugar aún más importante para la historia: Los ojos azules de la Plaza de Santo Domingo. Es decir, el cuarto que habitan Palinuro y su prima Estefanía, quien sí, como las nomeolvides de la tía Luisa y de la abuela Altragracia, tiene los ojos azules. El cuarto, espacio privilegiado en la obra, es el sitio para el erotismo, el amor, la pintura, la desacralización del tiempo, de las palabras, del arte y de las cosas; es el lugar para la movilidad. En él Palinuro es capaz de esculpir el cuerpo de Estefanía con la lengua y llenar de semen su rostro; un día las cosas pueden cambiar de función —y el cuchillo ser un libro; el beso de Rodin, una lámina de anatomía que deja a la vista las vísceras; y los huevos fritos, aves—; otro, pueden perderse los adjetivos o inventarse idiomas quizás más placenteros que el guíglico. Si bien, la obra está colmada de la presencia de Estefanía, es en su cuarto donde llegamos a conocer la redondez de sus nalgas, sus juegos, sus fantasías, y su escritura. Es en el cuarto, también, en donde a modo de cuerpo del anfiteatro que visitan Palinuro, ‘El Molkas’, y Fabricio, Estefanía y su primo hacen una disección al lenguaje. La última autopsia de Palinuro no es a un cuerpo humano; es al movimiento estudiantil de 1968. La agonía de Palinuro, durante el capítulo de la escalera, nos hace evidente que, a diferencia del Palinuro piloto de Eneas, él está despierto: su agonía se vuelve conciencia y bisturí sobre las manifestaciones estudiantiles; ‘eltromusigramas’ que develan la multiplicidad de voces: de estudiantes, políticos, apáticos, compañeros, burócratas, médicos y madres; estetoscopio sobre los vestigios de la plaza, y megáfono para gritarle a México que despierte. Tanto estudia el cuerpo social Palinuro que su diagnóstico es certero: “Los verdaderos agitadores, ya lo dijimos hasta el cansancio, son la miseria, la ignorancia y el hambre”, no los estudiantes. Albha Nungaray Campos y Óscar Vera López

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Fernando del Paso señaló en una entrevista en diciembre de 2013: “Debo aclarar que Palinuro de México es de todos mis libros el favorito por su alto contenido autobiográfico, pero que yo no soy Palinuro porque ese contenido ha sido intensamente recreado y el resultado es: el personaje que fui y quise ser y el que los demás creían que era y también el que nunca pude ser anque quise serlo”. Esta novela junto con José Trigo y Noticias del imperio forma su trilogía de obras imprescindibles


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fronteras que los ponen a ambos de un lado opuesto, entonces, lo que suceda después no podrá ser ningún rayo que se descargue en la tierra. A las pocas páginas la oscuridad se hace casi total en la historia, la casa en la que viven —porque incluso no le permiten a Felipe volver por sus cosas—, es un universo completo, no hay cabos sueltos. Es de llamar la atención que a sus 34 años, en 1962, y después de haber publicado La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes entregara una novela que de inicio parece que queda a deber pero que es contundente. Es tal vez en Aura cuando se presenta con toda su madurez, con un control total de su narrativa. Es importante también revisar que hay una cercanía o una posible relectura de Pedro Páramo, hay hilos que las unen, la literatura mexicana tiene a ambas novelas como fundamentales y no es gratuito que los personajes compartan elementos. Lo que habría que preguntarnos es: ¿cuál es la relación verdadera que guardamos los mexicanos con la muerte y el más allá?, ¿que tan cerca de los inframundos aztecas y purépechas estamos? Aunque el volumen podría darnos la impresión de ser una historia muy breve, tal vez cercana al cuento, la realidad es que los tres personajes que juegan al protagonista construyen en su relación todo un universo al que no le faltan caras. La complejidad de los personajes es enorme, a pesar de lo fácil que resulta observarlos. Ahí está la grandeza de una obra tan corta, de apenas unas 63 páginas en su edición más común de encontrar. Al relacionarse Felipe Montero con la casa y las dos mujeres que la habitan, entrará en un trance del que no podrá salir sin rasgaduras: la realidad, el sueño y los espíritus serán los rectores, las puertas y las ventanas de la casa de Donceles. Difícil será para Montero descifrar o entender cuál es cuál. Al final, cuando ya haz leído unas 30 páginas de Aura y solo queda que tú mismo te dejes llevar, que ese universo te haga pensar en tu familia, en tus amigos, en los caminos que sabes que son inevitables para que te sea cercana, empieza a oscurecer, temes que aparezca alguien para darte indicaciones, tampoco quieres ver la parte de clasificados del periódico, no vaya ser que tu destino ya esté escrito. Alfredo Carrera

En 2001 se suscitó un escándalo en torno a la lectura de Aura. El entonces secretario del Trabajo, Carlos Abascal, pidió que se tomaran acciones contra la profesora de español de su hija Luz Carmen. La joven, quien estudiaba tercer año de secundaria en ese momento, había leído el libro de Fuentes, pero su padre consideró que algunos pasajes eran inadecuados. El asunto trascendió a los medios y al final la profesora fue despedida del colegio religioso en el que trabajaba

gráfico: tomado de aurasojucaan.files.wordpress.com

a novela Aura de Carlos Fuentes es una puerta al otro mundo, en realidad a los otros mundos que están en este. La historia parecerá sencilla: Felipe Montero encuentra en el periódico, en la sección de Avisos Oportunos, un trabajo que se ajusta perfectamente a él. Piensa al momento de leerlo que incluso solo hace falta que diga su nombre y un par de datos para que no haya oportunidad de que alguien más decida a solicitar el trabajo. No se explica mucho, pero él cumple con el mínimo de requisitos sin problemas. A pesar de ello algo lo hace esperar que sea más claro todo. Deja pasar un día, nuevamente abre el periódico y lo encuentra otra vez. A pesar de ser ya una oportunidad atractiva el anuncio del día anterior presenta un aumento en la oferta inicial del salario. No hay dudas ya, para él es definitivo, para los lectores solo es el primer anuncio. Felipe es un historiador que trabaja de profesor, pero que al encontrar de nuevo la oferta decide no dejarla ir, tiene experiencia en la investigación y en el francés. Cuando visita el lugar de la entrevista el asunto se vuelve todavía un poco más inverosímil, al menos para él. Es una casa en la que lo recibe una mujer joven, Aura, que lo invita a ir al fondo de la casa con su tía, quien es la que ha mandado poner el anuncio. El trabajo le parecerá sencillo además: organizar las memorias del difunto marido para buscar su publicación. La historia da un vuelco cuando la solicitud no es nada más eso sino tiene la encomienda de terminar los textos que no se han concluido. Con esta muy breve novela Fuentes demostró su maestría en el uso del lenguaje, pero también en el juego de construir una historia que tiene que ser contada de un solo modo y desde un narrador en especial. Es conocido el texto, aunque no es el mérito, porque está escrita en la segunda persona del singular: tú. De tal suerte, que conocemos la historia porque esa voz extraña, va guiando a Felipe a ese destino que no puede eludir, pero que, incluso, ni siquiera es consciente de que lo va llevando hasta algo. Al final de la novela, esa voz tiene un sentido total, porque la historia nos va orillando a un universo que no nos es conocido de forma natural, pero que será inevitable de creer. Cuando la realidad y los sueños rompen las

Aura

Editor y Diseñador: Ignacio Torres


artesvida

VIERNES 24 DE JUNIo DE 2016. página 5

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SECCIÓN

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cultura / bienestar / ciencia

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La región más transparente

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Ese lugar

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éxico no sería lo mismo sin su gente, pero no la que trabaja, ni la que nace con todo, ni la que hace cosas diferentes en términos culturales y artísticos, sino la gente que le divide en su esencia y, a la vez, le une. Carlos Fuentes, otrora autor mexicano y uno de los más legendarios novelistas latinoamericanos, nos ofrece una crítica de la sociedad mexicana a través de su novela La región más transparente. Para intentar entendernos, no hace falta recurrir al movimiento de colonización ni el de independencia en el sentido histórico y cultural, ya que esos hechos, lejos de fortificar nuestro comienzo, en realidad se reducen a parámetros característicos de la historia. Fuentes ubica la Revolución Mexicana como el parteaguas de su novela, acontecimiento que marcó una solemne igualdad en cuanto a los derechos y la democracia, pero que a su vez reforzó la división de clases. A través de los múltiples personajes y familias que Fuentes nos presenta en su novela, el lector conoce a fondo la idiosincrasia mexicana, tan vigente, tan característica: los chismes, la autocompasión, la entrega indiscutible al alcohol para ahogar las penas, el trabajo para vivir, el “no me rajo”, el “no friegues, qué injusto”, y muchas otras características típicas del llamado humor social del país. La división de clases es claramente señalada por el autor y esta, en las páginas de su novela, se nos presenta por conexiones de vidas que unen a todo el universo narrativo. La clase baja puede ser la señora del aseo que recorre dos horas en burro desde las orillas de la ciudad para ir a limpiar la casa de un adinerado cacique perteneciente mientras que este le da trabajo a un secretario mal estudiado, pero eso sí, de su confianza, que forma parte de la clase media. Con ese ímpetu conocemos a fondo cómo el imaginario mexicano de las clases se fracciona por los estilos de vida de los protagonistas, pero los encadena a sus necesidades. La novela invita a reflexionar la división del pensamiento nacional, que se proyecta entre los empresarios que buscaron prosperar con sus negocios y percibieron a la Revolución como una oportunidad de crecimiento, y entre aquellos vociferantes intelectuales, quienes se dieron a la tarea de escudriñar en el pasado de México, el anterior a la gesta revolucionaria, para comprender el auténtico mexicanismo. Dos miradas al futuro asentadas en el pasado, ni siquiera en el presente. Carlos Fuentes juega con esa ideología, el escenario de la nación floreciente, postrevolucionaria, libre y democrática. Pero sus personajes nos dicen otra cosa, una realidad más distinta, un doble discurso que nos toma de la mano en una novela que traza esas microhistorias que contradicen el discurso oficial. Pero no solo es entrelazar los relatos, Fuentes los combate, los une, los crea, los destruye… Este efecto bipolar se nota en el encuentro del personaje principal Ixca Cienfuegos, y Norma Larragoiti, que en uno de los momentos más épicos de la novela, consigue fusionar al mexicano que ha conseguido todo a base de sacrificio, esfuerzo, sangre y sudor, con la típica niña rica que ha hecho su fortuna con base en una herencia considerable y de emparentarse con hombres adinerados, todo ello en una exquisita analogía erótica. No es simplemente una novela para distraerse, es una narrativa extraordinaria que reflexiona sobre la manera en la cual nos desciframos los mexicanos, a base de triunfo, desgracia, derrota, batalla, dinero, pobreza, desigualdad y justicia. En apreciación de quien escribe, valdría la pena considerar que los arquetipos culturales actuales no han cambiado mucho respecto a la historia que narra Fuentes. Solo la evolución tecnológica y las formas de comunicación parecen diferenciar el México postrevolucionario del actual. La historia hace reír porque cuenta de dónde surge esa actitud y pensamiento que nos define ahora, que nos hace combativos, siempre con hambre de mejorar, nunca rajarse y seguir adelante. Al final podríamos pasarnos la vida entera tratando de revelar quiénes somos realmente. De ahí el título de la novela, La región más transparente, porque no se ve, es invisible, independientemente de que varios autores y especialistas coincidan en que esa región es la Ciudad de México y que es la misma metrópoli la que nos cuenta la novela por medio de los personajes. Comprender el mexicanismo cuesta mucho; interminables horas de debate y más ahora con la historia inmediata. Querer iniciar su estudio vale mucho la pena y si desea usted comprenderse como auténtico mexicano, no el que se pone la camiseta en los mundiales o el que entona cansado el himno en los actos cívicos de la primaria, sino el que vive día a día su amalgamada realidad, si busca conocer de dónde viene realmente, no se vaya tan lejos ni intente descubrir el hilo negro. Lea La región más transparente, la invisible respuesta a nuestra esencia patriota. Felipe Gómez Jacobo

Editor y Diseñador: Ignacio Torres

Se trata de la primera novela de Carlos Fuentes. El autor comenzó a escribirla cuando tenía 25 años de edad y fue publicada por primera vez cuando cumplió 29 años. El título del libro fue inspirado en la frase que pronunció, en 1804, el viajero Alexander von Humboldt para referirse al valle de la Ciudad de México, aunque también fue usada por Alfonso Reyes en su obra Visión de Anáhuac en 1917


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