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Thomas Quasthoff,
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n gran descubrimiento ha resultado el reciente libro (disponible en alemán, Die Stimme: autobiografie, y en inglés, The Voice: a memoir) que Thomas Quasthoff, el gran bajo-barítono alemán, dictó a su hermano Michael en forma de memorias autobiográficas. A pesar de ser un relato en el que se identifica a plenitud la proeza que implica para un superviviente de la talidomida abrirse paso en un mundo marcado por la discriminación y la injusticia, Quasthoff nunca busca presentarse como una víctima y, al contrario, presenta un recuento cargado de humor y profunda honestidad sobre su trayectoria. La mayor virtud del texto, de hecho, tiene que ver con que el lector pronto olvida las malformaciones físicas y las implicaciones de la focomelia sobre la actividad motriz de Quasthoff y se adentra en una profunda discusión sobre el canto, el arte, el mundo del espectáculo, la ópera y el lied. Su voz (La Voz del título) y no su minúsculo cuerpo, se evocan mientras las páginas se recorren con un apetito voraz por saber más de esta gran personalidad del mundo musical. Desde las primeras líneas Quasthoff plantea con mucha hilaridad un asunto que antoja al lector continuar hasta terminar el texto completo. ¿Por qué escribir una autobiografía?, dice. “Estoy bien de salud, no soy un alcohólico famoso, no he engañado a nadie para obtener beneficios financieros, no duermo con mujeres prominentes y no tengo plantes de morir”. En efecto, comienza el libro con una emocionante narración sobre su primer concierto en el Carnegie Hall de Nueva York. Ese arranque pone en perspectiva los dos capítulos posteriores que dedica el texto a su infancia y a los problemas asociados a su malformación y a la terrible frustración que vivió cuando las puertas de escuelas, viajes y oportunidades para su educación se cerraban abruptamente por su discapacidad. Con humor, Quasthoff refiere las dificultades
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por las que pasaban sus padres para darle educación formal —informalmente Quasthoff fue desde pequeño un lector incansable— y luego educación musical sorprendidos por su voz —le llamaban “pequeño Caruso”— y por su talento para interpretar canciones como las famosas ‘Swing Low, Sweet Chariot’ y ‘Ol’ Man River’. El encuentro con su profesora Charlotte Lehmann es especialmente interesante, toda vez que Quasthoff sostiene que aprender a cantar es parte integral de aprender a hablar con corrección, y narra los ejercicios y la disciplina que debió seguir para convertirse en ese liederista que es famoso por el poderío pero también por la elegancia y escrupulosa dicción de su voz. La descripción es rica en detalles sobre los músicos que admira —Leo Slezak, Hermann Prey, Hans Hotter, Stevie Wonder, Dizzy Gillespie— los directores con los que ha trabajado —Claudio Abbado, Colin Davis, Donald Runnicles— y el repertorio que le apasiona: Haydn (La Creación), Brahms (Cuatro Canciones Serias), Bach (La Pasión según San Mateo), Schubert (Viaje de invierno), Mahler (El cuerno mágico de la juventud)… No obstante, la parte más impresionante para los amantes de la ópera tiene que ver precisamente con su incursión en el género lírico. Ni más ni menos que en el Festival de Salzburgo en una majestuosa producción de Fidelio de Beethoven, en 2003, bajo la dirección de Nikolaus Lehnhoff y Simon Rattle, Quasthoff abordó su primer papel operístico formal en escena (cantó arias mozartianas y belcantistas e incluso esta misma ópera y oratorio en recitales y versiones discográficos). Con el rol de Don Fernando, Quasthoff hizo un notable debut para después abordar el papel del rey Amfortas en la producción de Parsifal de la Ópera Estatal de Viena en abril del mismo año. A pesar de sus resistencias con lo wagneriano —tan plagado, dice el autor, de antisemitismo e ideología—, Quasthoff se puso a estudiar un papel —uno de los más demandantes de su carrera— que le ganó un fuerte reconocimiento incluso en la comunidad de la Ópera de Viena que, según él, siempre está dispuesta a castigar cualquier desacralización a la tradición del autor alemán.
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Recoge, además, algunos fragmentos de la crítica especializada que no sólo refirió su interpretación como “vocalmente magistral”, sino como creíble en lo escénico. Así, por ejemplo, Eleonore Büning escribió: “Como cantante de lied, Quasthoff es capaz de