SEMANA EUCARÍSTICA PARROQUIAL 31 Mayo al 6 Junio de 2010
Yo estoy contigo
(Mt 28, 20)
I Congreso Eucarístico y Mariano de Lima
Arzobispado de Lima
Semana EucarĂstica Parroquial 30 de Mayo - 6 de Junio 2010
Oficina de Pastoral
CapĂtulo I
Objetivos, dinĂĄmica y programa
Semana Eucarística Parroquial 2010
OBJETIVOS
La Comisión Organizadora invita a los Párrocos y responsables de pastoral, a poner todo el empeño en la realización de la Semana Eucarística Parroquial, porque a través de ella todos nos sentiremos protagonistas del I Congreso Eucarístico y Mariano Arquidiocesano, cuya finalidad es presentar a Cristo vivo y actuante en nuestra Iglesia. Este Congreso Arquidiocesano se realiza dentro del marco de la tercera etapa de la Gran Misión de Lima, como fruto de su actividad evangelizadora desplegada en las parroquias y diversos centros de apostolado. Por tal motivo, la Semana Eucarística Parroquial debe tener en esta oportunidad acentos muy especiales. Señalaremos los más importantes: -
Todas las parroquias e iglesias de Lima, se unirán en esta semana para hacer de nuestra Ciudad un verdadero centro de espiritualidad eucarística, mediante: o una intensa catequesis que profundice el misterio eucarístico; o la adoración eucarística, siempre precedida por la Santa Misa; o la participación en las actividades generales del Congreso Arquidiocesano; o la jubilosa celebración del Corpus Christi en el Campo de Marte.
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Cada Parroquia o Centro pastoral contará con el presente subsidio que le servirá de orientación para la Catequesis y diversas celebraciones. La celebración de la Santa Misa será el núcleo de cada día. La segunda actividad más importante será la adoración del Santísimo Sacramento, como prolongación de la Misa. Junto a estas actividades, no hay que olvidar el Sacramento de la Confesión, pues será la ocasión para ayudar a los fieles al encuentro con la infinita misericordia de Dios, y también llevar el Viático o Comunión a los enfermos, como signo de solicitud de caridad pastoral parroquial. En la organización de la Semana Eucarística Parroquial deben intervenir el Párroco, sus vicarios y el equipo de liturgia y de catequesis. Las celebraciones y catequesis podrán realizarse en los horarios que la parroquia vea conveniente, y que permita la mayor participación de los fieles.
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DINÁMICA
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La Semana Eucarística Parroquial se desarrollará del Domingo 30, Solemnidad de la Santísima Trinidad hasta el Domingo 06 de Junio, solemnidad del Corpus Christi. Esta semana está compuesta de: catequesis, celebraciones, actividades del Congreso Eucarístico y Mariano Arquidiocesano y la celebración del Corpus Christi. Cada una de las actividades arriba señaladas, se realizarán de manera independiente, que permita escoger días y horas oportunas para los fieles y así contribuir a una vivencia más integral del misterio eucarístico. Se recomienda el estudio de este subsidio y la planificación de esta Semana especial. CATEQUESIS
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Cada día debe impartirse una Catequesis. La Catequesis debe centrarse en la dimensión doctrinal del Misterio Eucarístico, así como su dimensión eclesial y social. -9-
I Congreso Eucarístico y Mariano Arquidiocesano de Lima
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En el caso de las parroquias, se recomienda que el Párroco y sus Vicarios parroquiales sean quienes impartan estas catequesis. El presente subsidio sugiere lo siguiente: - Doctrina sobre la Eucaristía - Catequesis 1: Familia cristiana: verdaderos cenáculos de amor. - Catequesis 2: La Virgen María y la Eucaristía - Catequesis 3: El Papa, sucesor de San Pedro. - Catequesis 4: La Vocación universal a la santidad. - Catequesis 5: La santidad de los sacerdotes. - Catequesis 6: La Eucaristía: Viático de salvación y fuente de esperanza y fortaleza. - Catequesis 6: La Iglesia. CELEBRACIONES
La Santa Misa - La actividad más importante de cada día de la Semana será la celebración de la Santa Misa - Cada día se celebrará una Misa específica, con intención y lecturas especiales, así como la Oración de los Fieles de acuerdo con la intención del día. Exposición del Santísimo y adoración - La adoración del Santísimo es el tiempo dedicado a la profundización y asimilación del misterio eucarístico. Es un momento de profunda oración personal y también de fervorosa oración comunitaria. Ambos momentos deben tenerse en cuenta. - Además del rito de la Exposición del Santísimo, se propone en el presente subsidio cinco esquemas de Adoración Eucarística, uno de las cuales corresponde al Jueves, día en que se conmemora la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y otro, para la adoración nocturna. - Se incluyen oraciones de preparación o de acción de gracias compuestas por algunos Santos y por los recientes Pontífices, así como pensamientos y canciones eucarísticas.
Confesiones -
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Durante esta Semana especial se debe insistir en los tres requisitos básicos para recibir la Comunión: a) Desear comulgar el Cuerpo de Cristo y por tanto unirse a Él en el Sacramento. b) Estar en gracia de Dios, es decir, haberse confesado recientemente, y c) Guardar el ayuno de una hora antes de comulgar. Por tanto, los sacerdotes deben ofrecer amplios y generosos horarios de Confesión. Instruir a los fieles en el examen de consciencia basado en el Decálogo.
Comunión de los Enfermos - Llevar el Viático o la Comunión a los enfermos o moribundos es una de las hermosas tareas de la solicitud pastoral de la comunidad parroquial, desarrollada de un modo especial a largo de esta semana.
I Congreso Eucarístico y Mariano Arquidiocesano -
Cada parroquia pondrá el mayor esmero en organizar la participación de los fieles en las actividades generales del Congreso: - Encuentro mariano. 29 de Mayo. 6 p.m. Plaza Mayor de Lima -10-
Semana Eucarística Parroquial 2010
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Encuentro con la Familia. 30 de Mayo. 10 a.m. Coliseo Mcal. Cáceres (Chorrillos) Simposio Teológico. 01 al 03 de junio. Encuentro con los empresarios y mundo de la cultura. 04 de junio. Encuentro con los Jóvenes. 05 de Junio. 6 – 9 p.m. Campo de Marte.
Solemnidad del Corpus Christi y clausura del Congreso - La celebración del Corpus Christi será también la clausura del Congreso Eucarístico y Mariano. Todas las fuerzas vivas así como los fieles de nuestra Arquidiócesis, estarán presentes ese día para dar testimonio publico de nuestro amor a Jesús Eucaristía, por tanto tener en cuenta: - Suspender las Misas usuales de la mañana del 06 de Junio, con la finalidad de que puedan asistir los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles en general (Ver Circular del 30 de Abril). - Ayudar en la movilización de los fieles hacia el Campo de Marte. - Ubicarse en lugar previsto para cada Vicaría Episcopal con sus parroquias.
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Capítulo I
La Santa Misa durante la Semana Eucarística Parroquial
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LA EUCARISTÍA: DON QUE JESUCRISTO HACE DE SÍ MISMO Evangelio de San Juan 6, 52-58 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. ... Éste es el pan que bajó del cielo. Sus antepasados comieron maná y murieron, pero el que come de este pan vivirá para siempre. Primera carta a los Corintios 11, 23-34 Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a ustedes: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: «Este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre; cuantas veces beban de ella, hagan esto en memoria mía». Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga. S. S. Benedicto XVI. Sacramentum caritatis, n.1 «La Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable sacramento se manifiesta el amor “más grande”, aquel que impulsa a “dar la vida por los propios amigos” (Jn 15, 13). En efecto, Jesús “los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1)» S. S. Benedicto XVI. Homilía JMJ. Colonia 21.08.2005 ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal ¯la crucifixión¯, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el Cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin es la transformación del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28). Desde siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del mundo. Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo: la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida. Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal está ya, desde su interior, superada; en ella está ya presente la resurrección. La muerte ha sido, por así decir, profundamente herida, tanto que, de ahora en adelante, no puede ser la última palabra. Esta es, por usar una imagen muy conocida para nosotros, la fisión nuclear llevada en lo más íntimo del ser; la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor sobre la muerte. Solamente esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los demás cambios son superficiales y no salvan. Por esto hablamos de redención: lo que desde lo más íntimo era necesario ha sucedido, y nosotros podemos entrar en este dinamismo. Jesús puede distribuir su Cuerpo, porque se entrega realmente a sí mismo.
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SANTA MISA DURANTE LA SEMANA EUCARÍSTICA PARROQUIAL Cada día de la Semana se propone una Misa específica con su intención particular. DOMINGO 30 MAYO. Solemnidad de la Santísima Trinidad. Anuncio del Congreso Intención: Por las Familias: Para que sean verdaderos cenáculos de amor donde viva la Santísima Trinidad. Misa: Ver MR. p. 398. Leccionario: T. III, pág. 169 LUNES 31 Fiesta de la Visitación de Nuestra Señora Intención: Por los catequistas y por todos los que realizan una obra de apostolado, para que sigan el ejemplo de servicio y la caridad de María. Misa: Ver MR. p. 653. Leccionario: T. V pág. 72. MARTES 01 JUNIO. Memoria Obligatoria de San Justino, mártir Intención: Por el Santo Padre, el Papa Benedicto XVI. Misa: Ver MR. p. 656. Leccionario: T. V p.80 MIÉRCOLES 02. De feria. Intención: Por la vocación a la santidad de los fieles laicos. Misa: Ver MR. p. 943. Leccionario: T. V p. 53 (S. José Obrero) . JUEVES 03. Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. Intención: Por la santidad de los sacerdotes y la perseverancia de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Misa: Ver: MR p. 976. Leccionario: T. V p. 75. VIERNES 04. Sagrado Corazón de Jesús Intención: Por los enfermos, los que sufren y los moribundos, para que la Eucaristía, Viático de salvación, sea fuente de esperanza y fortaleza. Misa: Ver MR p. 975 / 401. Leccionario: T. III C. p. 175 SÁBADO 05. Misa de Santa María Intención: Por los jóvenes: para que bajo la protección de María se conserven limpios de corazón y entusiastas en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Misa: Ver MR. p. 787 / 983. Leccionario: T. V p. 104 (Inmaculado Corazón) DOMINGO 06. Solemnidad del Corpus Christi. Clausura del I Congreso Eucarístico y Mariano de Lima. Intención: La Eucaristía: fuente y culmen de la vida cristiana MR. p. 400. Leccionario T. III C. p. 172. -15-
Capítulo II
Liturgia para la Adoración Eucarística
Semana Eucarística Parroquial 2010
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Para una digna y reverente exposición del Santísimo Sacramento es obligatorio el uso de la capa pluvial y el paño de hombros. El uso del incienso ayudará a los fieles a penetrar en el misterio de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y a crear el clima de adoración y oración adecuados. Entrada El sacerdote expone el Santísimo Sacramento y lo inciensa. Mientras tanto la asamblea, de rodillas, entona un himno eucarístico. DIVINO MANJAR Himno del Congreso Eucarístico y Mariano 2010
1. Son tu Cuerpo y tu Sangre, Señor, maravilla y prodigio de amor. Alimento del alma, riqueza sin par, divino manjar. Coro Eucaristía, Divino Alimento, celestial sustento para caminar Eucaristía, Divino Alimento, don del cielo para el mundo entero Sacramento, Divino Manjar 2. Anunciamos tu muerte, Señor, proclamamos tu resurrección. De tu altar recibimos la fuerza, el valor para la Misión. 3. Sacerdotes, ministros de luz, consagrados por Cristo Jesús, a sus manos desciendes al oír su voz, Cordero de Dios. 4. En tu seno el Verbo se encarnó, Oh, María, Sagrario de Dios. Pura, llena de gracia, Madre virginal, Reina celestial. Exposición Expuesto el Santísimo Sacramento, se procede a un momento de adoración en silencio. Bendición con el Santísimo Terminado el momento de adoración, el sacerdote procede a incensar el Santísimo Sacramento. Mientras, el pueblo siempre de rodillas, entona el Tantum ergo u otro himno eucarístico. -19-
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Tantum ergo sacraméntum venéremur cérnui et antiquum documéntum novo cedat ritui; praestet fides suppleméntum sénsuum deféctui. V/. R/.
Génitori, Genitóque laus et iubilátio, salus, honor, virtus quoque sit et benedíctio; procedénti ab utróque compar sit laudátio. Amen.
Les diste el Pan del cielo (T. P. Aleluya) Que contiene en sí todo deleite (T. P. Aleluya)
Oremos ¡Oh Dios! que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo, los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. (El sacerdote procede a dar la bendición con el Santísimo Sacramento a todos los presentes. Mientras da la bendición, se tocan las campanas y un ministro inciensa de rodillas el Santísimo Sacramento). Preces de alabanza Concluida la bendición, el sacerdote deja el Santísimo sobre el altar y, de rodillas, dice las preces de alabanza, que son repetidas por todos. Bendito sea Dios. Bendito sea su santo Nombre. Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Bendito sea el nombre de Jesús. Bendito sea su sacratísimo Corazón. Bendita sea su preciosísima Sangre. Bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del Altar. Bendito sea el Espíritu Santo paráclito. Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea su santa e inmaculada Concepción. Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre. Bendito sea San José, su castísimo Esposo. Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos. Reserva Terminada las preces, el sacerdote reserva el Santísimo Sacramento en el sagrario, mientras se entona un himno eucarístico.
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I. Yo soy la vid, vosotros los sarmiento CANTO DE ENTRADA Oh Dios Eucaristía ¡Oh Dios Eucaristía! ¡Oh Cristo Rey de Amor! A Ti la fe nos guía A Ti gloria y honor (2v) 1. Cual ciervo a la corriente / que sus ardores calma, así va ansiosa el alma / de su ventura en pos, y encuentra el agua viva / que apaga sus anhelos, en Ti, Pan de los cielos, / en Ti, que eres su Dios. 2. De paz y de ventura, / Jesús, Hostia Divina, es fuente cristalina, / id almas al altar. Gustad en Él piadosas, / su santo Sacramento. Él da dicha y contento; / Él es nuestro manjar. 3. Triunfal sobre los Andes / rendidos a tus plantas, oh, Cristo en la Hostia Santa / por siempre reines Tú y sean de tu nombre / por honda fe alentados, intrépidos cruzados / los hijos del Perú. EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO Se inciensa el Sacramento. Breve adoración. LITURGIA DE LA PALABRA PRIMERA LECTURA 19,4-8
Lectura del libro de los Reyes.
En aquellos días, Elías caminó por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo: Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres. Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto, un ángel le tocó y le dijo: Levántate, come. Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez, diciendo: Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas. Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios. Palabra de Dios. -21-
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Sal 22,1-3a.3b-4.5.6
SALMO RESPONSORIAL V/. El Señor es mi pastor, nada me falta. R/. El Señor es mi pastor, nada me falta. V/. El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R/. V/. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/. V/. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/.
V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/. EVANGELIO + Lectura del santo Evangelio según San Juan.
15,1-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento que no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; y luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. -22-
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Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que no améis unos a otros. Palabra del Señor. Breve reflexión. Adoración en silencio. PRECES El Señor Jesús nos invita a todos a su Cena, en la cual entrega su Cuerpo y su Sangre para la vida del mundo. Digámosle: R/. Cristo, pan celestial, danos la vida eterna. 1. Señor Jesús, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la cena eucarística en memoria tuya, - enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de tus misterios. 2. Señor Jesús, sacerdote único del Altísimo, que encomendaste a los sacerdotes ofrecer tu sacramento, - haz que su vida sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente. 3. Señor Jesús, maná del cielo, que haces que formemos un solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan, - refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti. 4. Señor Jesús, médico celestial, que por medio de tu pan nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección, - devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores. 5. Señor Jesús, Rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas, - haz que participen de tu resurrección todos los que han muerto en ti. . Ilumina, Señor, con la luz de la fe nuestros corazones y abrásalos, con el fuego de la caridad, para que adoremos en espíritu y en verdad a quien, en este Sacramento, reconocemos como nuestro Dios y Señor. Que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén. CANTO DE ADORACIÓN Mientras se inciensa el Santísimo Sacramento
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Altísimo Señor 1. Altísimo Señor, / que supiste juntar a un tiempo en el altar / ser Cordero y Pastor: quisiera con fervor / amar y recibir a Quien por mí / quiso morir. 2. Los ángeles al ver / tal gloria y majestad, con profunda humildad, / adoran tu poder, sin ellos merecer / la dicha de gozar del Sumo Bien / hecho manjar. 3. ¡Oh convite real, / lo sirve el Redentor al siervo del Señor / comida sin igual! Pan de vida inmortal, / ven a entrañarte en mí y quede yo / trocado en Ti. BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO ORACIÓN FINAL Oremos. Concédenos, Señor y Dios nuestro, a los que creemos y proclamamos que Jesucristo nació por nosotros de la Virgen María, murió también por nosotros en la cruz y está presente en éste Sacramento, beber de esta divina fuente el don de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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II. ANUNCIAMOS LA MUERTE DEL SEÑOR HASTA QUE VUELVA CANTO DE ENTRADA Danos hoy hambre de Dios, aliméntanos, Señor, y que el fruto de tu amor limpie el rencor, nos de la paz, traiga el perdón. 1.
2.
3.
4.
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6.
7.
8.
Hacia Emaús iban dos amigos sintiendo gran tristeza por Jesús, y no supieron que el mismo Cristo era quien iba en su camino. “La noche está muy avanzada”, dijeron los amigos de Emaús. Y cuando vieron el Pan partido, reconocieron a Cristo vivo. El Pan que todos compartimos en una misma comunión es el encuentro con Cristo Hermano que dio su vida para salvarnos. El sembrador salió a su campo, buscando el fruto del trabajo. vio las espigas que florecían, pensó en sus hijos con alegría. “Si el don de Dios tu conocieras”, le dijo Cristo a la mujer, “le pedirías el agua viva que siempre sacia la sed de vida”. “Quien come el pan que yo le diera, eternamente vivirá”. Unos se fueron desalentados; los que quedaron la fe encontraron. “Yo soy el Pan que da la Vida”, nos dijo a todos el Señor. Y aquella noche, mientras comían, el Pan de Vida se dio en comida. “Soy el Señor, a quien persigues”, Jesús le dijo al pobre Saulo. “Al que tú hieres, odiando tanto, a Mí me ofendes, porque es mi hermano”.
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO Se inciensa el Sacramento. Breve adoración.
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LITURGIA DE LA PALABRA PRIMERA LECTURA Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios.
11, 23-26
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan, y pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto, cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva. Palabra de Dios.
Sal 77,3 y 4bc.23-24.25 y 54
SALMO RESPONSORIAL V/. El Señor les dio pan del cielo. R/. El Señor les dio pan del cielo.
V/. Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó. R/. V/. Pero dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste. R/. V/. Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura; les hizo entrar por las santas fronteras hasta el monte que su diestra había adquirido. R/. EVANGELIO + Lectura del santo Evangelio según San Juan
6,41-52a
En aquel tiempo, criticaban los judíos a Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo»,y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. -26-
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Está escrito en los profetas: “Serán todos los discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios, ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Palabra del Señor. Homilía o breve reflexión. Adoración en silencio. PRECES Reunidos, hermanos, en nombre del Señor, presente entre nosotros según su promesa, pidámosle confiadamente por el bien de todos los hombres. R/. Escúchanos, Señor. 1.
Por la santa Iglesia de Dios: para que de todos los confines del mundo sea congregada en la unidad. R/.
2.
Por todos los pueblos de la tierra: para que el Señor les ayude a alcanzar su pleno desarrollo, dé sustento a todo el mundo y se muestre benigno con cuantos invocan su nombre. R/.
3.
Por todos los hombres que desconocen a Cristo: para que lleguen al conocimiento del amor de quien se entregó por la salvación de todos. R/.
4.
Por nuestra asamblea: para que, puesta su esperanza en el retorno glorioso del Señor Jesús, celebre en la Eucaristía la prenda del reino futuro. R/.
Señor, que por el misterio pascual de tu Hijo realizaste la reconciliación de los hombres; concédenos avanzar por el camino de la salvación a quienes, celebrando los sacramentos, proclamamos con fe la muerte y la resurrección de Cristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén. CANTO DE ADORACIÓN Mientras inciensa el Sacramento Quédate con nosotros la tarde está cayendo. quédate con nosotros. quédate. -27-
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1.
¿Cómo te encontraremos al declinar el día, si tu camino no es nuestro camino? detente con nosotros; la mesa está servida, caliente el pan y envejecido el vino.
2.
¿Cómo sabremos que eres un hombre entre los hombres, si no compartes nuestra mesa humilde? Repártenos tu Cuerpo, y el gozo irá alejando la oscuridad que pesa sobre el hombre.
3.
Vimos romper el día sobre tu hermoso rostro y al sol abrirse paso por tu frente. Que el viento de la noche no apague el fuego vivo que nos dejó tu paso en la mañana.
4.
Arroja en nuestras manos, tendidas en tu busca, las ascuas vivas de tu Amor Divino y limpia en lo más hondo del corazón del hombre tu santa imagen dañada por la culpa.
BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO ORACIÓN FINAL Oremos. Te damos gracias, Padre santo, porque nos revelas en Cristo, luz de los pueblos, el misterio de nuestra salvación. Él, verdadero Cordero pascual, con su muerte quitó el pecado del mundo y resucitando restauró nuestra vida. En memoria de su entrega por nosotros nos dejó como alimento el sacramento de la Eucaristía que nos hace participes, ya en este mundo, de los bienes eternos de tu reino. Derrama, Señor, tu Espíritu sobre los que adoramos y proclamamos la presencia de tu Hijo en el misterio de nuestra fe, para que vivamos en generosa solidaridad con todos los hombres. Y así, adoradores en espíritu y en verdad, damos testimonio del evangelio imitando a María, la madre de Jesús, servidora obediente y humilde de la obra de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amen. RESERVA DE LA EUCARISTÍA
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III. UN SOLO CUERPO Y UN SOLO ESPÍRITU CANTO DE ENTRADA 1. Oh buen Jesús, yo creo firmemente que por mi bien estás en el altar, que das tu Cuerpo y Sangre juntamente al alma fiel en celestial manjar. (2 v) 2. Recuerdo fiel de la Pasión de Cristo, de su morir, fiel prolongación se ofrece aquí el mismo sacrificio que en el Calvario ofreció Jesús. (2 v) 3. Muerto en la Cruz, ocultas Señor nuestro, el resplandor de tu divinidad y en el altar velas tu Sangre y Cuerpo, bajo apariencia de sencillo pan. (2 v) 4. Indigno soy, confieso avergonzado, de recibir la Santa Comunión. Jesús, que ves mi nada y mi pecado, prepara Tú mi pobre corazón. (2 v) 5. Espero en Ti, piadoso Jesús mío. Oigo tu voz que dice, “Ven a Mí”. Porque eres fiel, por eso en Ti confío; todo, Señor, lo espero yo de Ti. (2 v) 6. ¡Oh Buen Pastor, amable y fino amante! Mi corazón se abrasa en santo ardor. Si te olvidé, te juro que constante he de vivir tan sólo de tu amor. (2 v) 7. Señor, Jesús, piadoso hijo santo, que con María nos das un gran amor. Hermanos tuyos, hijos de María, nos has querido tener siempre así. (2 v) 8. Bendito seas, celestial Modelo, que con tu vida muestras el amor a una Madre dulce y compasiva, que nos regala con su corazón. (2 v) 9. Dulce maná y celestial comida, gozo y salud de quien te come bien, ven sin tardar, ¡oh Dios, mi luz, mi vida, desciende a mí, hasta mi pecho ven. (2 v) EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO Se inciensa el Sacramento. Breve adoración. -29-
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LITURGIA DE LA PALABRA PRIMERA LECTURA Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios.
10,16-17
Hermanos: El cáliz de nuestra Acción de Gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo?, y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. Palabra de Dios. Sal 144,10-11.15-16,17-18
SALMO RESPONSORIAL. V/. Abres tu mano, Señor, y nos sacias. R/. Abres tu mano, Señor y nos sacias.
V/. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor. Que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R/. V/. Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente. R/.
EVANGELIO + Lectura del santo Evangelio según San Juan.
6,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre, y el Pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre. Palabra del Señor. Homilía o breve reflexión. Adoración en silencio. -30-
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PRECES Que nuestras voces y nuestros corazones se unan, hermanos, en la oración de todos los cristianos para pedir al Señor que haya un solo rebaño bajo un solo Pastor.
R/. Oh, Señor, escucha y ten piedad. 1. Por la santa Iglesia católica: para que, renovándose sin cesar, ofrezca ante el mundo un testimonio cada vez más fiel de Cristo Jesús. R/. 2. Por el Papa Benedicto XVI, por nuestro Arzobispo el Cardenal Juan Luis Cipriani, por los sacerdotes y ministros de la Iglesia: para que vivan siempre en comunión de amor. R/. 3. Por la unidad de todos los cristianos: para que todos cuantos creemos en el Señor Jesús podamos participar en el pan de la unidad. R/. 4. Por los responsables de promover el bien común y de la concordia entre las naciones: para que, con la ayuda de Dios, puedan establecer entre los pueblos relaciones de justicia, de reconciliación y de paz. R/. 5. Por nosotros mismos: para que nuestro amor al Evangelio y a la Eucaristía nos impulse a ser artesanos de reconciliación en el mundo de hoy y así edifiquemos la ansiada civilización del amor. R/. 6. Por el I Congreso Eucarístico y Mariano Arquidioscesano, para que el Señor Jesús y su Madre Santísima bendigan todos nuestros esfuerzos durante su realización. R/. Oh, Dios, que redimiste a todos los hombres con la pasión, muerte y resurrección de Cristo, conserva en nosotros la obra de tu misericordia para que, venerando constantemente el misterio de nuestra salvación, merezcamos conseguir su fruto. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.
CANTO DE ADORACIÓN Mientras se inciensa el Sacramento 1. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Él nos guía como estrella en la intensa oscuridad. Al partir juntos el Pan, Él nos llena de su amor. Pan de Dios, el Pan comemos de amistad. Es mi Cuerpo, tomad y comed; es mi Sangre, tomad y bebed, porque Yo soy vida, yo soy amor. oh, Señor, nos reuniremos en tu amor. -31-
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2. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Como todos sus amigos trabajaba en Nazaret. Carpintero se alegró, trabajando en su taller; con sus manos Cristo obrero trabajó. 3. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio. Él reúne a sus amigos en la Mesa del amor. Se nos da como manjar Cuerpo y Sangre del Señor. Nada puede separarnos de su amor.
BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO ORACIÓN FINAL Oremos. Oh Dios, que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.
RESERVA DE LA EUCARISTÍA
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IV. HORA SANTA EN MEMORIA DEL JUEVES SANTO (Para el día Jueves)
MONICIÓN Hermanos: La Iglesia recuerda los días Jueves con profundo agradecimiento la Última Cena del Señor Jesús y también su dolorosa Oración en el huerto. En esos momentos quiso estar acompañado de sus íntimos, hoy, que nos reunimos en torno al sacramento de su Presencia real, con ánimo agradecido, queremos recordar sus últimas lecciones y los preciosos dones de la Eucaristía, del Sacerdocio y del mandamiento del Amor fraterno, que el Señor Jesús instituyó y nos dejó en ese Jueves Santo. CANTO DE ENTRADA Pange lingua, gloriósi córporis mystérium, sanguinísque pretiósi, quem in mundi prétium fructus ventris generósi Rex effúdit géntium. In suprémae nocte coenae recúmbens cum frátribus, observáta lege plene cibis in legálibus, cibum turbae, duodénae se dat suis mánibus. Amen. ORACIÓN INICIAL Señor nuestro Jesucristo: Como Pedro, Santiago y Juan, que oyeron tu voz angustiada en el Huerto de los Olivos al decirles: «Velad conmigo», también nosotros en esta noche la escuchamos y queremos estar muy cerca de ti. Hacía poco que les habías entregado tu Cuerpo y tu Sangre, hechos «alimento para la vida de los hombres». Por eso hoy tu presencia en medio de nosotros es una realidad. Déjanos estar contigo. Tenemos mucho que agradecerte por tu legado a la Iglesia en la Última Cena: institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial, para perpetuar tu presencia entre nosotros; oración sacerdotal al Padre, en favor de tus futuros seguidores, y promesa del Espíritu Santo Confortador. Necesitamos pedirte mucho, porque «el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y queremos, sobre todo, acompañarte en esta noche en que recordaremos tu entrega al sacrificio y a la muerte por los hombres. Acéptanos, Señor, en tu compañía. Haz que hagamos fecundo en nosotros tu sacrificio redentor. Y acuérdate de nosotros, tú que ya estás en tu reino. Que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos. R/. Amén. -33-
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LITURGIA DE LA PALABRA El Señor nos prometió no dejarnos huérfanos. Y no nos dejó. Se quedó perpetuamente con nosotros en la Eucaristía, hasta la consumación de los siglos. PRIMERA LECTURA Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 11,23-26 Hermanos: Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que fue entregado, tomó el pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía». Y asimismo, después de cenar, tomó el cáliz diciendo: «Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre; cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que El venga». Palabra de Dios. Breve reflexión en silencio. CANTO Fiesta del banquete, mesa del Señor, Pan de Eucaristía, Sangre de redención (2 v). 1. Este Pan que nos das por manjar es el Pan de unidad y de fraternidad. 2. Hacia Ti vamos hoy, a tu altar. Tú nos das la ilusión en nuestro caminar. 3. Escuché hoy su voz al andar, conocí al Señor en la fracción del Pan. PRECES Monitor: Porque está aquí, nosotros podemos hablarle esta noche como le hablaban las gentes de su tiempo en Palestina. Y lo vamos a hacer con las mismas palabras que sus oídos de carne escucharon entonces. Avivemos nuestra fe en la presencia de Jesús Sacramentado, repitiendo las palabras del apóstol Santo Tomás: Todos: ¡Señor mío y Dios mío! Monitor: Confesemos la divinidad del Señor Jesús con las palabras de San Pedro en Cesarea de Filipo: Todos: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo! -34-
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Monitor: Digámosle con Natanael: Todos: ¡Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel! Monitor: Respondamos como Marta, la hermana de Lázaro, cuando Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?»: Todos: Sí, Señor, yo creo que tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo. Monitor: Pero digamos también humildemente con los apóstoles:. Todos: Señor, aumenta nuestra fe. Monitor: O con el padre del lunático: Todos: Creo, Señor, pero ayuda tú mi incredulidad. Monitor: Aclamemos a Jesús Sacramentado como los ángeles a Dios hecho hombre en la noche de Navidad: Todos: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Monitor: Como la buena mujer de la turba: Todos: Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron. Monitor: O como las gentes sencillas por las calles de Jerusalén el domingo de Ramos: Todos: Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas. Monitor: Proclamemos nuestra dicha al saber que lo tenemos con nosotros. Todos: Dichosos los ojos que ven lo que nosotros vemos y los oídos que oyen lo que nosotros oímos; porque muchos patriarcas y profetas quisieron verlo y no lo vieron, oírlo y no lo oyeron. Monitor: Reconozcamos que no lo merecemos, diciéndole humildemente con el centurión: Todos: Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará para sanarme. Monitor: Y al sentirnos privilegiados con la fe y la participación de la Eucaristía, digámosle con San Pedro en el Tabor: Todos: Señor ¡qué bien estamos aquí! Monitor: Y supliquémosle a que no se vaya, rogándole con los discípulos de Emaús. Todos: Quédate con nosotros, Señor, que anochece. Se hace una breve pausa. Monitor: Acuérdate, Señor, que nos dijiste:«Pedid y recibiréis, buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá». Hoy te pedimos, Señor, con la fe y con las palabras de todos los necesitados del Evangelio, por todas nuestras necesidades espirituales y materiales: Todos: Jesús, Hijo de David, ten compasión de nosotros. -35-
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Monitor: Todos estamos manchados. Por eso te decimos con el leproso: Todos: Señor, si tú quieres, puedes limpiarme. Monitor: Todos andamos a tientas para ver tu verdad. Por ello, como los ciegos del Evangelio, te rogamos: Todos: Señor, que se abran nuestros ojos y veamos. Monitor: A menudo nos cuesta trabajo entender tu doctrina de renuncia y sacrificio. Te pedimos, entonces, con los Apóstoles. Todos: Explícanos, Señor, esta parábola. Monitor: Conocemos a muchos enfermos de cuerpo, mente y espíritu, y pensando en ellos, como Marta y María refiriéndose a Lázaro, te recordamos: Todos: Señor, el que amas está enfermo. Monitor: Necesitamos el alimento espiritual que eres tú mismo. Instruidos por tu palabra, te pedimos, como la muchedumbre de Cafarnaúm, pero con mayor conocimiento de causa: Todos: Señor, danos siempre ese pan. Monitor: O con la samaritana junto al pozo de Jacob: Todos: Señor, danos siempre de esa agua, para que no volvamos a tener sed. Monitor: Y porque no sabemos lo demás que deberíamos pedir, te decimos: Todos: Enséñanos a orar. Se hace una breve pausa. Todos: Padre Nuestro... SEGUNDA LECTURA Tras el largo discurso de despedida, Jesús, de pie, pronunció en el Cenáculo su oración sacerdotal. Fue como el ofertorio del Sacrificio de su pasión y muerte que la Iglesia había de perpetuar a través de los siglos, por el ministerio de los sacerdotes instituidos por el mismo Cristo aquella noche bendita. En aquella oración sacerdotal, Jesús pidió por sí mismo, por los Apóstoles allí presentes, y por toda la futura Iglesia. EVANGELIO + Lectura del santo Evangelio según San Juan.
17,1-26
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, Jesús dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, da la vida eterna a los que le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenia cerca de ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han -36-
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conocido que todo lo que me diste procede de ti; porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo; pero ellos están en el mundo, mientras que yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos alegría colmada. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como yo no soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me consagré a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que yo les he amado a ellos como tú me has amado a mí. Padre, quiero que donde yo éste, estén también conmigo los que tú me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado, esté en ellos y yo en ellos». Palabra del Señor. Breve reflexión en silencio CANTO Tú has venido a la orilla no has buscado ni a sabios ni a ricos tan sólo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a Ti buscaré otro mar. Tú sabes bien lo que tengo en mi barca no hay oro ni espadas, tan sólo redes y mi trabajo. -37-
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Tú necesitas mis manos, mi cansancio que a otros descanse, amor que quiera seguir amando. Tú, Pescador de otros mares, ansia eterna de almas que esperan, amigo bueno, así me llamas.
PRECES Señor, Jesús, sacerdote eterno y salvador nuestro, escucha benigno las súplicas que te dirigimos, respondiendo a tus deseos y conscientes de las necesidades de tu santa Iglesia. -
Que veamos en la Santa Misa el memorial de tu Muerte y Resurrección. Todos: Escúchanos, Señor.
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Que todos conozcamos el valor del sacerdocio, como perenne y visible presencia tuya entre nosotros.
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Que los cristianos sepamos conservar la estima debida a los sacerdotes dispensadores de tus misterios.
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Que sacerdotes y laicos, cada uno fiel a su identidad, vocación y misión, nos sintamos solidarios en un mismo quehacer apostólico.
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Que las insidias y calumnias no ofusquen el esplendor del sacerdocio en la Iglesia.
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Que sus propias debilidades humanas no nos impiden ver en ellos a tus representantes en la tierra.
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Que la santidad de los sacerdotes, viviendo en el mundo sin ser del mundo, impulse a muchos a imitarlos.
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Que todo el pueblo cristiano sienta la responsabilidad de orar, como tú lo hiciste, por el sacerdocio de la Iglesia.
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Que no falte a tus fieles el pan de la palabra por no haber quien lo parta en abundancia.
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Que el Señor de las mies envíe obreros a sus mies.
ORACIÓN Concédenos, Señor, muchas y buenas vocaciones, a fin de que la grey cristiana, socorrida y guiada por vigilantes pastores, pueda llegar segura a los pastos abundantes de la eterna felicidad. Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. R/. Amén. -38-
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TERCERA LECTURA MONICIÓN El Señor, acompañado de sus tres apóstoles predilectos y sus discípulos, se dirigió al Huerto de los Olivos en donde comenzó su Pasión con el prendimiento. A veinte siglos de distancia, las palabras del Señor siguen resonando de esta manera para nosotros. EVANGELIO + Lectura del santo Evangelio según San Mateo. 26,30-56 Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces les dice Jesús: Todos vosotros os vais a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Mas después de mi resurrección iré delante de vosotros a Galilea. Entonces Pedro interviene y le dice: Aunque todos se escandalicen de ti, yo no me escandalizaré. Díjole Jesús: Yo te aseguro que esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces. Dícele Pedro: Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré. Y lo mismo dijeron todos los discípulos. Jesús va con sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dice: Sentaos aquí mientras voy allá a orar. Y llevándole a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dice: Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, cayó cara a tierra y oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí este cáliz. Pero no como quiero yo, sino como quieras tú. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dice a Pedro: ¿Con que no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para no caer en la tentación; pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acerca a sus discípulos y les dice: Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega. Todavía estaba hablando, cuando en esto apareció Judas, uno de los doce, y con él un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los notables del pueblo. El traidor les había dado esta señal: El que yo bese, es él: detenedlo. Después se acercó a Jesús y le dijo: Salve, Maestro. Y le besó. Pero Jesús le contestó. Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús deteniéndolo. Y uno de los que estaban con Jesús agarró la espada, la desenvainó e hirió al criado del sumo sacerdote cortándole la oreja. Jesús le dijo: Vuelve la espada a su sitio, porque quien usa espada, a espada morirá. ¿O crees que no puedo acudir a mi Padre y me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles? Si no, ¿cómo se va a cumplir la Escritura según la cual esto tiene que pasar? En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a la caza de un bandido? A diario me sentaba y enseñaba en el templo y no me detuvisteis. Todo esto ocurrió para que se cumplieran lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Palabra del Señor. -39-
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Breve reflexión en silencio. CANTO El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio, él nos guía como estrella en la inmensa oscuridad; al partir juntos el pan él nos llena de su amor; pan de Dios pan comemos de verdad Es mi cuerpo, tomad y comed; es mi sangre, tomad y bebed, porque yo soy vida, yo soy amor; oh Señor nos reuniremos en tu amor. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio, era tan grande y tan hondo que murió sobre una cruz. Era tan fuerte su amor que de la muerte triunfó, de la tumba salió libre y vencedor. El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio, él nos reúne en la mesa del amor. Nadie puede separarnos es tuyo y mío este amor.
PRECES Monitor: Adoremos a nuestro Redentor que por nosotros y por todos los hombres aceptó voluntariamente la muerte que nos había de salvar. Y digamos: Todos: Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre. -
Tú, que te humillaste haciéndote obediente hasta la muerte, enséñanos a abrazarnos siempre al Plan de tu Padre con fe y amor.
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Haz que tus fieles participen en tu Pasión mediante los sufrimientos de la vida, para que se manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.
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Tú, que siendo nuestra vida quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, haz que contigo sepamos morir también al pecado y resucitar así contigo a una nueva vida.
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Señor nuestro, que aceptaste ser el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente, haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación, sino que como tú proclame en toda circunstancia el honor del Padre.
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Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos mutuamente con un amor semejante al tuyo. -40-
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Oh Señor, que aceptaste en Getsemaní el consuelo de un ángel, concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.
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Otorga, Señor, a tus fieles difuntos el consuelo eterno.
Monitor: Fieles a la recomendación del Salvador, que en Getsemaní nos mandó orar para no caer en tentación, y siguiendo su divina enseñanza sobre cómo debemos hacerlo, cantemos devotamente la oración que él nos enseñó. Padre nuestro (cantado) Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén
CANTO DE ADORACIÓN Mientras se inciensa el Santísimo Sacramento Tantum ergo sacraméntum venéremur cérnui et antiquum documéntum novo cedat ritui; praestet fides suppleméntum sénsuum deféctui. Genitori, Genitoque laus et jubilátio, salus, honor, virtus quoque sit et benedíctio: procedenti ab utroque compar sit laudátio. Amen -41-
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Bendición con el Santísimo ORACIÓN Señor nuestro Jesucristo, al tomar en tus manos el pan y el vino para instituir la Eucaristía en la última cena, tuviste presente este Jueves, que es memoria del Jueves Santo, queremos celebrarlo en unión tuya, teniendo tus mismos sentimientos y meditando en tus palabras. En este día recordamos aquella noche memorable en que solemnemente instituiste, además de la Eucaristía, el Sacerdocio, y promulgaste el gran mandamiento nuevo de amarnos unos a otros, como tú nos amas a todos. Gracias, Señor, por la Eucaristía, que nos posibilita estar contigo, ofrecerte un sacrificio digno y alimentarnos con tu Cuerpo y Sangre. Gracias, también, por el gran don del sacerdocio. Que sepamos corresponder y valorar la entrega y el servicio caritativo de tus sacerdotes. Gracias por tu precepto de caridad fraterna y por el ejemplo de tu vida. Enséñanos a amar con sincero corazón como tú lo haces. Haz que vivamos siempre la caridad en todo lugar y tiempo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén. RESERVA DE LA EUCARISTÍA.
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V. PARA LA ADORACIÓN NOCTURNA CANTO DE ENTRADA ¡Oh Dios Eucaristía! ¡Oh Cristo Rey de amor! a Ti la fe nos guía, a Ti gloria y honor. Cual siervo a la corriente / que sus ardores calma, así va ansiosa el alma / de su ventura en pos y encuentra el agua viva / que apaga sus anhelos, en ti pan de los cielos / en ti que eres su Dios. De paz y de ventura / Jesús Hostia divina es fuente cristalina / id almas al altar gustad en Él, piadosas / su santo sacramento, Él da dicha y contento / El es nuestro manjar. Triunfal sobre los Andes / rendidos a tus plantas, oh, Cristo en la Hostia Santa / por siempre reines Tú y sean de tu nombre / por honda fe alentados, intrépidos cruzados / los hijos del Perú. EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO. Se inciensa el Sacramento. Breve adoración en silencio. PRESENTACIÓN DE LOS ADORADORES «Quédate con nosotros, Señor». -
Quédate con nosotros hoy, y quédate de ahora en adelante todos los días, según el de nuestro corazón.
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Quédate para que podamos encontrarnos contigo en la plegaria de adoración y de acción de gracias, en la plegaria de expiación y de petición.
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Quédate tú que estás simultáneamente velado en el misterio eucarístico de la fe, y desvelado bajo las especies del pan y del vino que has asumido en este Sacramento.
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Deseamos adorarte cada día y cada hora a ti, oculto bajo las especies del pan y del vino, para renovar la esperanza de la «llamada a la gloria», cuyo comienzo lo has instituido Tú con tu cuerpo glorificado «a la derecha del Padre».
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Señor, un día preguntaste a Pedro: «¿Me amas?» Se lo preguntaste por tres veces. Y tres veces el apóstol respondió: «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo». -43-
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Que la respuesta de Pedro se exprese mediante la adoración de esta noche y de todo el día. De todos los días.
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Que todos los que participamos en la adoración de tu presencia eucarística demos testimonio y hagamos resonar por doquier la verdad encerrada en las palabras del apóstol: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo.
LITURGIA DE LA PALABRA MONICIÓN Hermanos: La Iglesia se define a sí misma como una «Iglesia que va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» (San Agustín). Imagen de este peregrinar fue el paso de los israelitas a través del desierto durante cuarenta años, desde Egipto a la Tierra de Prometida. Ahora como entonces, Dios Padre providente nos acompaña con su presencia en el viaje de la vida de cada uno; nos dirige con su Palabra, nos alimenta y conforta con el Pan enviado del cielo. Al recordar esta noche aquel viaje de nuestros predecesores en la fe, actualizaremos en nosotros la consoladora realidad de la presencia de Jesús, peregrino con los hombres; sentiremos el calor de su Palabra y experimentaremos la fuerza que para caminar y luchar nos proporciona su Cuerpo y su Sangre, recibidos como alimento de nuestro espíritu. PRIMERA LECTURA Lectura del tercer libro de los Reyes 19,1-8 Ajab refirió a Jezabel cuánto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió a Jezabel un mensajero a Elías diciendo: «Que los dioses me hagan esto y me añadan esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu alma igual que el alma de uno de ellos». Él tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá, y dejó allí a su criado. Continuó él por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo: «Basta ya, Señor. Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres». Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto, un ángel le tocó y le dijo: «Levántate, come». Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez diciendo: «Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas». Se levantó Elías, comió y bebió y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Palabra de Dios. Meditación en silencio. MONICIÓN La noche anterior a la salida de los israelitas de Egipto, Dios exterminó a los primogénitos de los egipcios, respetando las casas de los israelitas cuyas puertas habían sido señaladas con la sangre del cordero, que cada familia había sacrificado por orden expresa del mismo Dios. Ese cordero era imagen del Señor Jesús, cuya Sangre derramada en la Cruz nos libra del pecado y de la muerte. -44-
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SEGUNDA LECTURA Lectura del libro del Éxodo. 12,21-27 Llamó Moisés a todos los ancianos de Israel y les dijo: «Id en busca de reses menores para vuestras familias e inmolad la pascua. Tomaréis un manojo de hisopo, y lo mojaréis en la sangre que está en la vasija y untaréis el dintel y las dos jambas con la sangre de la vasija; y ninguno de vosotros saldrá de la puerta de su casa hasta mañana. Yahveh pasará y herirá a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas, Yahveh pasará de largo por aquella puerta y no permitirá que el Exterminador entre en vuestras casa para herir. Guardad este mandato como institución perpetua para vosotros y vuestros hijos. También guardaréis este rito cuando entréis en la tierra que os dará Yahveh, según su promesa. Y cuando os pregunten vuestros hijos: ¿Qué representa para vosotros este rito? responderéis: Este es el sacrificio de la Pascua de Yahveh, que pasó de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto cuando hirió a los egipcios y salvó nuestras casas». Entonces el pueblo se postró para adorar. Palabra de Dios. Meditación en silencio MONICIÓN A lo largo de su peregrinaje por el desierto, los israelitas fueron alimentados prodigiosamente con el maná, que prefiguraba el alimento eucarístico, infinitamente superior. TERCERA LECTURA Lectura del libro del Éxodo. 16,1-3.11.16 Partieron de Elim, y toda la comunidad de los hijos de Israel llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de su salida del país de Egipto. Toda la comunidad de los hijos de Israel empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. Los hijos de Israel les decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan en abundancia. Vosotros nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda la asamblea». Y Yahveh habló a Moisés, diciendo: «He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: Al atardecer comeréis carne y por la mañana os hartaréis de pan; y así sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios». Aquella misma tarde vinieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío en torno al campamento. Y al evaporarse la capa de rocío apareció sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha de la tierra. Cuando los hijos de Israel lo vieron, se decían unos a otros: «¿Qué es esto?» Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Este es el pan que Yahveh os da por alimento. He aquí lo que manda Yahveh: Que cada uno recoja cuanto necesite para comer, un ómer por cabeza, según el número de miembros de vuestra familia; cada uno recogerá para la gente de su tienda». Palabra de Dios. Meditación en silencio. -45-
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MONICIÓN Cuando el sol abrasador de la península del Sinaí y el aire reseco del arenal estaban a punto de hacer morir de sed a los israelitas, Dios mandó que Moisés hiciera brotar de la roca aguas abundantes. Esta agua era imagen de la abundancia de gracias que Jesús habría de derramar sobre nosotros a través de los sacramentos. CUARTA LECTURA Lectura del libro del Éxodo. 17,1-7 Toda la comunidad de los hijos de Israel partió del desierto de Sin, a la orden de Yahveh, para continuar sus jornadas; y acamparon en Refidin, donde el pueblo no encontró agua para beber. El pueblo entonces se querelló contra Moisés diciendo: «Danos agua para beber». Respondió Moisés: «¿Por qué tentáis a Yahveh?» Pero el pueblo, torturado por la sed, siguió murmurando contra Moisés: «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed, a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?». Clamó Moisés a Yahveh y dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen». Respondió Yahveh a Moisés: Preséntate al pueblo, llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete; que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo». Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Aquel lugar se llamó Massá y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y por haber tentado a Yahveh diciendo: «¿Está Yahveh entre nosotros, o no?». Palabra de Dios. Meditación en silencio MONICIÓN Hemos recordado la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto, acompañados de Jesús, ahora, será bueno recoger el fruto de lo que hemos revivido y formular nuestro compromiso, aleccionados por las enseñanzas del apóstol San Pablo. QUINTA LECTURA Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios.
10,1-21
No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar; y todos siguieron a Moisés bajo la nube y por el mar; que todos comieron el mismo pan espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo; pero Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, pues fueron postrados en el desierto. Esto fue en figura nuestra, para que no codiciemos lo malo, como lo codiciaron ellos. Todos estas cosas les sucedieron a ellos en figura y fueron escritos para amonestarnos a nosotros, para quienes ha llegado el fin de los tiempos. Así pues, el que cree estar en pie, mire no caiga; no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas; antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla. Palabra de Dios. -46-
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SALMO RESPONSORIAL Salmo 22 R/. V/.
El Señor es mi Pastor, nada me falta. El Señor es mi Pastor, nada me falta.
V/.
El Señor es mi Pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar: me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. R/.
V/.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
V/.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfumes, y mi copa rebosa. R/.
V/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/.
EVANGELIO + Lectura del santo Evangelio según San Marcos.
14,12,16.22-26
El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? El envió a dos discípulos, diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?». Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi Cuerpo. Cogiendo un cáliz, pronunció la Acción de Gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: Esta es mi Sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Palabra del Señor. Homilía o meditación en silencio. -47-
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CANTO EUCARÍSTICO. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Mi padre es quien os da verdadero pan del cielo. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Quien come de este pan, vivirá eternamente. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Aquel que venga a mí, no padecerá más hambre. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Mi carne es el manjar, y mi Sangre la bebida. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. El pan que yo os daré, ha de ser mi propia Carne. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Quien come de mi Carne, mora en mi y yo en él. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Bebed todos de él: es el cáliz de mi Sangre. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Yo soy el pan de vida, que ha bajado de los cielos. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Si no coméis mi Carne, no tendréis vida en vosotros. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Si no bebéis mi Sangre, no tendréis vida en vosotros. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Quien bebe de mi Sangre, tiene ya la vida eterna. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. V/. Mi Cuerpo recibid, entregado por vosotros. R/. Tú eres, Señor, el pan de vida. ORACIÓN DE OFRENDA Ante ti, Señor, nos hemos reunido esta noche, acabados los trabajos del día, para presentarte nuestra ofrenda, la ofrenda de nosotros mismos, en un acto de alabanza y de adoración. Es la hora del descanso.
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Mientras nuestros hermanos duermen, nosotros nos sentimos comprometidos a velar en nombre de la iglesia, para que tu gloria, Señor, sea sin cesar reconocida, para que el tiempo, en que se desarrolla nuestra vida humana, se convierta, hora tras hora, día y noche, en un cántico de alabanza a ti. Unidos y comprometidos con toda la humanidad en este Año Santo, queremos, una vez más recoger esta noche - para presentarlos ante ti como ofrenda y oración – los frutos de la laboriosidad de los hombres del campo y de la ciudad, el esfuerzo de los que luchan, la reflexión de los que estudian e investigan, el holocausto de los que sufren en el cuerpo, la mente y en el espíritu, el amor de las familias, las nobles aspiraciones de los jóvenes, las preguntas de los niños, ávidos de saber. Queremos hacernos presentes y disponibles a tu presencia, renovando una vez más ante ti el compromiso de servicio a que nos has llamado: compromiso de adoración constante y de presencia callada, pero vigilante y activa, en el mundo. Danos tu gracia para que, avivando nuestra fe y encendiendo nuestros corazones, te adoremos unidos esta noche con más fervor que nunca. Que con María, tu Madre, sepamos, adorarte y alabarte continuamente, y darte gracias porque nos has salvado, y porque aceptas nuestra cooperación, unidos a ti, para salvar al mundo, y porque permaneces, cercano, entre nosotros, como paga y señal de salvación. Amén. CANTO DE ADORACIÓN Mientras se inciensa el Santísimo Sacramento Cantemos al Amor de los amores Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor. ¡Dios está aquí! Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. ¡Gloria a Cristo Jesús! Cielos y tierra bendecid al Señor, honor y gloria a Ti, Rey de la gloria, amor por siempre a Ti, Dios del Amor. BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO ORACIÓN FINAL Oremos. Señor, Dios todopoderoso, que para gloria tuya y salvación de los hombres constituiste al Señor Jesús sumo sacerdote; concede al pueblo cristiano, adquirido para ti por la sangre preciosa de tu Hijo, recibir en la Eucaristía, memorial del Señor, el fruto de la pasión y resurrección de Cristo. El, que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén. RESERVA DE LA EUCARISTÍA
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CapĂtulo IV
Las Catequesis
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TEMAS DE CATEQUESIS Doctrina sobre la Eucaristía. Domingo 30 de Mayo Catequesis 1: Familia cristiana: verdaderos cenáculos de amor. Lunes 31 de Mayo Catequesis 2: La Virgen María y la Eucaristía Martes 01 de Junio Catequesis 3: El Papa, sucesor de San Pedro. Miércoles 02 de Junio Catequesis 4: La Vocación universal a la santidad. Jueves 03 de Junio Catequesis 5: La santidad de los sacerdotes. Viernes 04 de Junio Catequesis 6: La Eucaristía: Viático de salvación y fuente de esperanza y fortaleza. Sábado 05 de Junio Catequesis 7: La Iglesia. Domingo 06 de Junio: Solemnidad del Corpus Christi
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DOCTRINA SOBRE LA EUCARISTÍA
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA Artículo 3: EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA 1322. Culminación de la iniciación cristiana. 1323. Fundamento histórico y bíblico: La Última Cena. I. LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA ECLESIAL 1324. Todo se ordena a la Eucaristía, en ella está contenido todo el bien de la Iglesia: Cristo mismo. 1325. Realiza la comunión con Dios y la unión del Pueblo de Dios. En ella está la cumbre de la acción santificadora de Cristo En ella está la cumbre del culto que damos en el Espíritu al Hijo y por Él al Padre. 1326. Nos une a la liturgia celestial y anticipamos la vida eterna. 1327. La Eucaristía es compendio y suma de nuestra fe. II. EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO 1328. Eucaristía: Acción de gracias. 1329. Banquete del Señor. - Fracción del pan. - Asamblea eucarística (synaxis). 1330. Memorial. Santo Sacrificio. Santa y divina liturgia. 1331. Comunión. 1332. Santa Misa. III. LA EUCARISTÍA EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN Los signos del pan y del vino 1333. En el corazón de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo se convertirán en Cuerpo y Sangre del Señor. Frutos de la creación. Frutos del trabajo del hombre. Prefiguración: gesto de Melquisedec, que «ofreció pan y vino» (Gn 14, 18) 1334. Prefiguraciones en la Antigua Alianza: el pan y el vino ofrecidos como primicias de la tierra. nueva significación con el Éxodo: panes ácimos para conmemorar la pascua. maná del desierto que sugiere el pan de la Palabra de Dios. el pan de cada día como fruto de la Tierra prometida. «cáliz de bendición», que da una dimensión escatológica al vino. Jesús da un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz -55-
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1335.
Prefiguraciones hechas por Cristo: La multiplicación de los panes. El signo de Caná. 1336. La Eucaristía y la Cruz son piedras de tropiezo, motivos de escándalo (Jn 6,60.67-68). La Institución de la Eucaristía 1337. El Señor instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno. 1338. Los tres Evangelios Sinópticos y San Pablo nos han transmitido el relato de la Institución de la Eucaristía. San Juan: el discurso del Pan de Vida. 1339. Esto se realizó en la pascua: Mt 26, 17-29; Mc 14, 12-25; Lc 22, 7-20; 1 Co 11, 23-26. 1340. Jesús dio su sentido definitivo y pleno a la pascua judía. «Haced esto en memoria mía» 1341. El hacer el memorial de Cristo requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores. 1342. La Iglesia desde el comienzo fue fiel al mandato del Señor: Hch 2, 42. 46 1343. Desde antiguo había acento en la celebración en el primer día de la semana: el domingo. 1344. De celebración en celebración, peregrinamos hacia el banquete celestial. IV. LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA DE LA EUCARISTÍA La Misa de todos los siglos 1345. Desde el S. II, según testimonio de San Justino mártir, tenemos las grandes líneas del desarrollo de las celebraciones eucarísticas. Estas han permanecido invariables hasta nuestros días a través de la diversidad de tradiciones rituales litúrgicas. 1346. La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental: la reunión, la liturgia de la Palabra (lecturas, homilía, oración de los fieles) y la liturgia eucarística (presentación del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria y la comunión). 1347. Esto se ve muy bien en el pasaje de Emáus (ver Lc 24,13-35). El desarrollo de la celebración 1348. La reunión: los cristianos acuden a un mismo lugar para la asamblea eucarística; a su cabeza está Cristo mismo quien la preside invisiblemente. Como representante suyo está el obispo o el presbítero quien actúa “in persona Christi capitis”. Todos tienen parte activa en la celebración, cada uno según su manera. 1349. Liturgia de la Palabra: comprende los escritos de los profetas (Antiguo Testamento) y las memorias de los apóstoles, es decir sus cartas y los Evangelios. Comprende además la Homilía (exhortación a acoger la Palabra de Dios y ponerla en práctica); la profesión de fe (el Credo) y las intercesiones por todos los hombres. 1350. La presentación de las ofrendas: se lleva al altar el pan y el vino que serán ofrecidos por el sacerdote en nombre de Cristo. En el sacrificio eucarístico se convertirán en el Cuerpo y en la Sangre del Señor. 1351. Desde los orígenes y junto con el pan y el vino, los cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesidad: la colecta. 1352. La anáfora: plegaria eucarística, oración de acción de gracias y de consagración, -56-
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1353.
1354.
1355.
corazón y cumbre de la celebración. En el prefacio, la Iglesia da gracias al Padre, por Cristo en el Espíritu Santo por la creación, la redención y la santificación. La epíclesis: la Iglesia pide al Padre que envíe su Espíritu Santo sobre el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El relato de la institución: la fuerza de las palabras y la acción de Cristo, y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presente bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre. La anámnesis: se hace memoria de la pasión, de la resurrección y del retorno glorioso de Cristo. Las intercesiones: la Iglesia expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con la Iglesia del cielo y de la tierra, en comunión con los vivos y los difuntos y en comunión con los pastores de la Iglesia: el Papa, y el obispo de la diócesis. La comunión: precedida del Padrenuestro, y la fracción del pan. En ella se recibe al mismo Cristo, pan de vida eterna.
V. EL SACRIFICIO SACRAMENTAL: ACCIÓN DE GRACIAS, MEMORIAL, PRESENCIA 1356.
Seguimos el mandato del Señor, dado la víspera de su pasión: «haced esto en memoria mía» (1 Co 11, 24-25). 1357. En la Eucaristía Cristo se hace real y misteriosamente presente. 1358. Por tanto, debemos considerar la Eucaristía: como acción de gracias y alabanza al Padre, como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo, como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu. La acción de gracias y la alabanza al Padre 1359. Por Cristo, la Iglesia ofrece el sacrificio de alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello y de justo en la creación y en la humanidad. 1360. La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. 1361. La Eucaristía es el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia canta la gloria de Dios en nombre de toda la creación. El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia 1362. La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo. En todas las plegarias eucarísticas encontramos una oración llamada anámnesis o memorial. 1363. El memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. El memorial hace presente en nuestro hoy el acontecimiento salvífico. 1364. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual. 1365. La Eucaristía es también un sacrificio. En la Eucaristía, Cristo nos da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la misma sangre que «derramó por muchos para remisión de los pecados» (Mt 26, 28). 1366. La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (= hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto. 1367. El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio. -57-
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1368. 1369. 1370. 1371. 1372.
La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo. A la ofrenda de Cristo se unen los miembros que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la Santísima Virgen María y haciendo memoria de ella, así como de todos los santos y santas. El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos «que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados», para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo. Estamos invitados a participar de manera cada vez más completa en el sacrificio de nuestro Redentor que celebramos en la Eucaristía.
La presencia de Cristo por el poder de su Palabra y del Espíritu Santo 1373. «Cristo está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, en los pobres, los enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, «sobre todo (está presente), bajo las especies eucarísticas». 1374. La Eucaristía está por encima de todos los sacramentos y es «como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos». 1375. Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. 1376. El cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre la Iglesia lo ha llamado justa y apropiadamente transubstanciación. 1377. La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo. 1378. El culto de la Eucaristía. Nos arrodillamos en señal de adoración al Señor, conservamos con el mayor cuidado las hostias consagradas, se presentan a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión. 1379. El sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. 1380. Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor. 1381. La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, se conoce sólo por la fe. VI. EL BANQUETE PASCUAL 1382. La misa es memorial y banquete. La celebración del sacrificio eucarístico está orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. 1383. El altar: El altar del sacrificio y la mesa del Señor. «Tomad y comed todos de él»: la Comunión 1384. Invitación urgente: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6, 53). -58-
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1385. 1386. 1387.
1388. 1389.
1390.
Para responder: debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. Si se está en pecado grave hay que confesarse antes de acercarse a la comunión eucarística. Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Para prepararse convenientemente: - los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia. - la actitud corporal (gestos, vestido) que manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento. Comulgar cuando se participa en la misa. La Iglesia exige a los fieles por su bien espiritual: «a participar los domingos y días de fiesta en la divina liturgia». y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual. prepararse por el sacramento de la Reconciliación. La Iglesia recomienda a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días. La presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies: la comunión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia propio de la Eucaristía.
Los frutos de la Comunión 1391. La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. 1392. Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual: conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. 1393. La comunión nos separa del pecado. 1394. La Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. 1395. La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales. Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia. (La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del sacramento de la Reconciliación.) 1396. La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia: Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. 1397. La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: - Para recibir la comunión debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos. «Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso» (San Juan Crisóstomo). 1398. La Eucaristía y la unidad de los cristianos: - San Agustín exclama: «O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis!» («¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!») -59-
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1399.
1400.
1401.
Ante las divisiones de la Iglesia se hacen apremiantes las oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que creen en Él. Las Iglesias orientales que no están en plena comunión con la Iglesia católica celebran la Eucaristía con gran amor. «Estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen aún más con nosotros con vínculo estrechísimo» (UR 15). Las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, no han conservado la sustancia genuina e íntegra del misterio eucarístico». la intercomunión eucarística con estas comunidades no es posible para la Iglesia católica. Pero profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa». Administrar los sacramentos de la Eucaristía, Penitencia y Unción de los enfermos a cristianos que no estén en plena comunión con la Iglesia Católica, siempre y cuanto el Ordinario lo autorice y estos cristianos pidan estos sacramentos con deseo y rectitud.
VI. LA EUCARISTÍA, «PRENDA DE LA GLORIA FUTURA» 1402. La Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial. 1403. En la última Cena, el Señor anuncia la Pascua en el reino de Dios: «Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre» (Mt 26, 29). 1404. El Señor viene en la Eucaristía y está ahí en medio de nosotros. Esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo», pidiendo entrar «en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria». 1405. La Eucaristía es prenda más segura y signo más manifiesto de esta gran esperanza de los cielos nuevos y la tierra nueva.
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CATEQUESIS 1
Familia cristiana: verdaderos cenáculos de amor. Domingo 30 de Mayo Evangelio de San Lucas 2, 41-52. Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, 43 y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Él les contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
Catecismo de la Iglesia. Artículo 7: El Sacramento del Matrimonio LA IGLESIA DOMÉSTICA
1655 Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, "con toda su casa", habían llegado a ser creyentes (cf Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase "toda su casa" (cf Hch 16,31 y 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente. 1656 En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, "Ecclesia domestica" (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11). 1657 Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida. S. S. Benedicto XVI "El matrimonio y la familia no son, en realidad, una construcción sociológica casual, fruto de situaciones históricas y económicas particulares. Al contrario, la cuestión de la correcta -61-
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relación entre el hombre y la mujer, hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo a partir de ella puede encontrar su respuesta". V Encuentro Mundial de las Familias, 17 de mayo de 2005. «La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial. Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, don precioso del creador, comenzando por las primeras oraciones». (Benedicto XVI, 17 de mayo de 2005) San Juan María Vianney: «Abrid las Escritura, y allí veréis que, cuando los padres fueron santos, también lo fueron los hijos. Cuando el Señor alaba a los padres o madres que se distinguieron por su fe o piedad, jamás se olvida de hacernos saber que los hijos y los servidores siguieron también sus huellas».
CATEQUESIS 2
La Virgen María y la Eucaristía Lunes 31 de Mayo Evangelio de San Lucas 1, 26-38. En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando a su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél”. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel se retiró.
S. S. Juan Pablo II. En la escuela de María, «Mujer Eucarística». De la Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia. 55. En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor. -62-
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56. María, con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cuando llevó al niño Jesús al templo de Jerusalén « para presentarle al Señor » (Lc 2, 22), oyó anunciar al anciano Simeón que aquel niño sería « señal de contradicción » y también que una « espada » traspasaría su propia alma (cf. Lc 2, 34.35). Se preanunciaba así el drama del Hijo crucificado y, en cierto modo, se prefiguraba el « stabat Mater » de la Virgen al pie de la Cruz. Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de « Eucaristía anticipada » se podría decir, una « comunión espiritual » de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión y se manifestará después, en el período postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como « memorial » de la pasión. 58. En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama « mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador », lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre « por » Jesús, pero también lo alaba « en » Jesús y « con » Jesús. Esto es precisamente la verdadera « actitud eucarística ». S. S. Benedicto XVI: «Con Dios, con Cristo, con el hombre que es Dios y con Dios que es el hombre, viene la Virgen. Esto es muy importante, Dios el Señor tiene una Madre y en esa Madre reconocemos realmente la bondad materna de Dios. La Virgen es la gran fuerza de la c a t o l i c i d a d . E n l a Vi r g e n reconocemos toda la ternura de Dios. Por eso, cultivar este gozoso amor a la Virgen, es un don muy grande de la catolicidad» (Benedicto XVI, 24 de junio de 2007). San Juan María Vianney. «En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María».
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CATEQUESIS 3
El Papa: Sucesor de San Pedro Martes 01 de Junio
Evangelio de San Mateo 16, 18-19 Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Constitución Dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II. Nº 22. Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás Apóstoles forman un solo Colegio Apostólico, de igual modo se unen entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos sucesores de los Apóstoles. Ya la más antigua disciplina, conforme a la cual los Obispos establecidos por todo el mundo comunicaban entre sí y con el Obispo de Roma por el vínculo de la unidad, de la caridad y de la paz, como también los concilios convocados, para resolver en común las cosas más importantes después de haber considerado el parecer de muchos, manifiestan la naturaleza y forma colegial propia del orden episcopal. Forma que claramente demuestran los concilios ecuménicos que a lo largo de los siglos se han celebrado. Esto mismo lo muestra también el uso, introducido de antiguo, de llamar a varios Obispos a tomar parte en el rito de consagración cuando un nuevo elegido ha de ser elevado al ministerio del sumo sacerdocio. Uno es constituido miembro del cuerpo episcopal en virtud de la consagración sacramental y por la comunión jerárquica con la Cabeza y miembros del Colegio. El Colegio o cuerpo episcopal, por su parte, no tiene autoridad si no se considera incluido el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza del mismo, quedando siempre a salvo el poder primacial de éste, tanto sobre los pastores como sobre los fieles. Porque el Pontífice Romano tiene en virtud de su cargo de Vicario de Cristo y Pastor de toda Iglesia potestad plena, suprema y universal sobre la Iglesia, que puede siempre ejercer libremente. En cambio, el orden de los Obispos, que sucede en el magisterio y en el régimen pastoral al Colegio Apostólico, y en quien perdura continuamente el cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la universal Iglesia, potestad que no puede ejercitarse sino con el consentimiento del Romano Pontífice. El Señor puso tan sólo a Simón como roca y portador de las llaves de la Iglesia (Mt., 16,18-19), y le constituyó Pastor de toda su grey (cf. Jn., 21,15ss); pero el oficio que dio a Pedro de atar y desatar, consta que lo dio también al Colegio de los Apóstoles unido con su Cabeza (Mt., 18,18; 28,16-20). Este Colegio expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios en cuanto está compuesto de muchos; y la unidad de la grey de Cristo, en cuanto está agrupado bajo una sola Cabeza. Dentro de este Colegio, los Obispos, actuando fielmente el primado y principado de su Cabeza, gozan de potestad propia en bien no sólo de sus propios fieles, sino incluso de toda la Iglesia, mientras el Espíritu Santo robustece sin cesar su estructura orgánica y su -64-
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concordia. La potestad suprema que este Colegio posee sobre la Iglesia universal se ejercita de modo solemne en el Concilio Ecuménico. No puede hacer Concilio Ecuménico que no se aprobado o al menos aceptado como tal por el sucesor de Pedro. Y es prerrogativa del Romano Pontífice convocar estos Concilios Ecuménicos, presidirlos y confirmarlos. Esta misma potestad colegial puede ser ejercitada por Obispos dispersos por el mundo a una con el Papa, con tal que la Cabeza del Colegio los llame a una acción colegial, o por lo menos apruebe la acción unida de ellos o la acepte libremente para que sea un verdadero acto colegial. Catecismo de la Iglesia 880
Cristo, al instituir a los Doce, "formó una especie de Colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19). "Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás Apóstoles forman un único Colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles "(LG 22; cf. ?CIC, can 330).
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El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
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El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles "(LG 23). "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad" (LG 22; cf. CD 2. 9).
Testigos de amor y ferviente y filial adhesión de los santos al Papa Santa Catalina de Siena: El Papa es el dulce Cristo en la tierra. Don Bosco: Característica de la fisonomía de Don Bosco es el haber sido papal y mariano. Después de la Eucaristía y la Virgen, el Papa fue el objeto de su amor y adhesión ferviente y filial. Estuvo al lado del Papa Pío IX, iluminándolo en momentos trágicos para la Iglesia y defendiendo su autoridad, sus derechos y su prestigio. Sus enemigos lo calificaban como “el Garibaldi del Vaticano”. En el lecho de muerte decía estas memorables palabras: “los Salesianos tienen como finalidad especial sostener la autoridad del Papa, donde se encuentren, donde trabajen”.
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Catequesis 4
La Vocación universal a la santidad Miércoles 02 de Junio Carta de San Pablo a los Romanos 8, 28-29 Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó. Exhortación Apostólica Post-Sinodal Christifideles Laici. S. S. Juan Pablo II 16. … El Concilio Vaticano II ha pronunciado palabras altamente luminosas sobre la vocación universal a la santidad. Se puede decir que precisamente esta llamada ha sido la consigna fundamental confiada a todos los hijos e hijas de la Iglesia, por un Concilio convocado para la renovación evangélica de la vida cristiana. Esta consigna no es una simple exhortación moral, sino una insuprimible exigencia del misterio de la Iglesia. Ella es la Viña elegida, por medio de la cual los sarmientos viven y crecen con la misma linfa santa y santificante de Cristo; es el Cuerpo místico, cuyos miembros participan de la misma vida de santidad de su Cabeza, que es Cristo; es la Esposa amada del Señor Jesús, por quien Él se ha entregado para santificarla (cf. Ef 5, 25 ss.). El Espíritu que santificó la naturaleza humana de Jesús en el seno virginal de María (cf. Lc 1, 35), es el mismo Espíritu que vive y obra en la Iglesia, con el fin de comunicarle la santidad del Hijo de Dios hecho hombre. … Todos en la Iglesia, precisamente por ser miembros de ella, reciben y, por tanto, comparten la común vocación a la santidad. Los fieles laicos están llamados, a pleno título, a esta común vocación, sin ninguna diferencia respecto de los demás miembros de la Iglesia: «Todos los fieles de cualquier estado y condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad»; «todos los fieles están invitados y deben tender a la santidad y a la perfección en el propio estado» … 17. La vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas. De nuevo el apóstol nos amonesta diciendo: «Todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre» (Col 3, 17). Refiriendo estas palabras del apóstol a los fieles laicos, el Concilio afirma categóricamente: «Ni la atención de la familia, ni los otros deberes seculares deben ser algo ajeno a la orientación espiritual de la vida». A su vez los Padres sinodales han dicho: «La unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándoles a la comunión con Dios en Cristo». -66-
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Benedicto XVI. Jornada mundial de la Juventud. Colonia, 2005 La santidad cristiana no consiste en ser impecables, sino en la lucha por no ceder y por volver a levantarse siempre, después de cada caída. Y no deriva tanto de la fuerza de voluntad del hombre, sino más bien del esfuerzo para no obstaculizar nunca la acción de la gracia en la propia alma, y ser, mejor, sus humildes colaboradores. Deben estar unidos a Cristo, para participar de su función sacerdotal, profética y real, en las difíciles y maravillosas circunstancias de la Iglesia y del mundo de hoy. Sí. Debemos estar en sus manos para poder realizar la propia vocación cristiana. ¡En sus manos para llevar a todos a Dios! ¡En manos de la Sabiduría eterna para participar fructuosamente de la misión del mismo Cristo!
CATEQUESIS 5
La santidad de los sacerdotes Jueves 03 de Junio Libros de los Hechos 13, 2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado". Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Decreto sobre el Ministerio y la vida de los Presbíteros. Vocación de los presbíteros a la perfección 12. Por el Sacramento del Orden los presbíteros se configuran con Cristo Sacerdote, como miembros con la Cabeza, para la estructuración y edificación de todo su Cuerpo, que es la Iglesia, como cooperadores del orden episcopal. Ya en la consagración del bautismo, como todos los fieles cristianos, recibieron ciertamente la señal y el don de tan gran vocación y gracia para sentirse capaces y obligados, en la misma debilidad humana, a seguir la perfección, según la palabra del Señor: "Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48). Los sacerdotes están obligados especialmente a adquirir aquella perfección, puesto que, consagrados de una forma nueva a Dios en la recepción del Orden, se constituyen en instrumentos vivos del Sacerdote Eterno para poder proseguir, a través del tiempo, su obra admirable, que reintegró, con divina eficacia, todo el género humano. Puesto que todo sacerdote representa a su modo la persona del mismo Cristo, tiene también, al mismo tiempo que sirve a la plebe encomendada y a todo el pueblo de Dios, la gracia singular de poder conseguir más aptamente la perfección de Aquel cuya función representa, y la de que sane la debilidad de la carne humana la santidad del que por nosotros fue hecho Pontífice "santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores" (Hb 7, 26). S. S. Benedicto XVI. 18 Sept. 2005 “El presbítero tiene que ser antes de todo adorador y contemplativo de la Eucaristía, desde el momento en el que es él quien la celebra. Sabemos bien que la validez del sacramento no depende de la santidad del celebrante, pero su eficacia, para él y para los otros, será mayor cuanto más lo viva con fe profunda, amor ardiente y fervoroso espíritu de plegaria” . a.
San Juan M Vianney: “El sacerdocio es el amor del Corazón de Cristo” -67-
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CATEQUESIS 6
La Eucaristía: Viático de salvación y fuente de esperanza y fortaleza Viernes 04 de Junio Evangelio de San Mateo 27, 27-31. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: "Salud, rey de los judíos". Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar. Catecismo de la Iglesia. El Viático, último sacramento del cristiano 1524 A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (Jn 6,54). Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre (Jn 13,1). 1525 Así, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada "los sacramentos de la iniciación cristiana", se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, "los sacramentos que preparan para entrar en la Patria" o los sacramentos que cierran la peregrinación. S. S. Benedicto XVI. El sufrimiento «Jesús sufre y muere en la cruz por amor. De esta manera, ha dado sentido a nuestro sufrimiento, un sentido que muchos hombres y mujeres de todas las épocas han comprendido y han hecho propio, experimentando serenidad profunda incluso en la amargura de duras pruebas físicas y morales» (Benedicto XVI, 1 de febrero de 2009) San Juan María Vianney: «Un verdadero cristiano nunca se queja de nada».
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Catequesis 7
La Iglesia Sábado 05 de Junio Libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Catecismo de la Iglesia. La Iglesia, instituida por Cristo Jesús 763 ... "El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras" (LG 5). Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio" (LG 3). 764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibid.). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32), de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 121). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una oración propia (cf. Mt 5-6). 765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc 6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia. 766 Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (LG 3)... S. S. Benedicto XVI «La Iglesia de hoy, debe reavivar en sí misma la conciencia de su deber de proponer al mundo la voz de Aquel que dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12)» (Benedicto XVI, 20 de abril de 2007) San Juan Crisóstomo: «La nave de Jesús no puede hundirse. Las olas no quebraran nunca la roca, sino que se tornan ellas misma espuma. Nada hay más fuerte que la Iglesia, deja, pues de combatirla, para no destrozar tu fuerza en vano. Es inútil pelear contra el cielo. Cuando combates contra un hombre, o vences o eres vencido; pero si peleas contra la Iglesia, el dilema no existe. Dios es siempre más fuerte». -69-
Capítulo IV
Oraciones ante Jesús Eucaristía
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1. COMUNIÓN ESPIRITUAL Desde siempre la Iglesia inspiró en los creyentes la Comunión Espiritual. Se trata de un acto de amor y de fe ordenado a fortalecer la unión y amistad con Jesús. Es una comunión sacramental de deseo, que si se hace con verdadera fe, procura realmente el fruto y la utilidad del Sacramento. Puedes hacerla con estas o semejantes palabras: Jesús mío, creo firmemente que estás en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte. Ya que no puedo hacerlo sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón; y como si ya te tuviera dentro de mí, te abrazo y me uno a Ti. No permitas que me separe de Ti, ni en la vida ni en la muerte, Amén. Oh Jesús mío, aumenta mi fe en tu presencia eucarística para que nunca dude de tu presencia real en este Sacramento y pueda desearte y esperarte con amor y con fe todos los días. Yo creo en Ti, ven a mi corazón en este momento. Deseo recibirte espiritualmente con el fervor de los Santos, la pureza de los Ángeles y la devoción de tu Madre bendita. Yo te adoro, te amo y te miro, mi Jesús Sacramentado. Amén.
2. ESTACIÓN A JESÚS SACRAMENTADO La estación es un saludo a Jesús Eucaristía al llegar a una iglesia o capilla y reconocer su presencia en el sagrario. También se reza cuando se acaba de exponer el Santísimo Sacramento para la adoración de los fieles: V/. R/.
Sea por siempre bendito y alabado. Mi Jesús Sacramentado.
Se dice tres veces esta alabanza intercalando un Padrenuestro, Ave María y Gloria.
3. ORANDO CON LOS SANTOS ANTE JESÚS EUCARISTÍA Los santos rezaron con fe viva y amor ardiente a la Eucaristía, y muchos de ellos compusieron oraciones propias dedicadas a Jesús Sacramentado. A continuación ofrecemos algunas de ellas que pueden ayudar mucho, aunque siempre se puede hablar con Jesús con palabras que salgan del corazón. San Agustín. Señor, que no desee otra cosa sino a Ti. Señor Jesús, que me conozca a mí y te conozca a Ti. Que no desee otra cosa sino a Ti. Que me odie a mí y te ame a Ti. Y que todo lo haga siempre por Ti. Que me humille y que te exalte a Ti. Que no piense nada más que en Ti. Que me mortifique para vivir en Ti. Y que acepte todo como venido de Ti. Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti. Que siempre escoja seguirte a Ti. Que huya de mí y me refugie en Ti. Y que merezca ser protegido por Ti. Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti. Que sea contado entre los elegidos por Ti. Que desconfíe de mí y ponga toda mi confianza en Ti. Y que obedezca a otros por amor a Ti. -73-
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Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti. Que quiera ser pobre por amor a Ti. Mírame, para que sólo te ame a Ti. Llámame, para que sólo te busque a Ti. Y concédeme la gracia de gozar para siempre de Ti. Amén Himno a Jesús sacramentado de Santo Tomás de Aquino. Adoro te devote Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomas pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso Pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén. San Ignacio de Loyola Tomad, Señor, y recibid Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi ser y mi poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo torno; todo es tuyo; dispón a toda tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que eso me basta. Alma de Cristo Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame, Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permita que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que con tus Santos y Ángeles te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.
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Oración de Santo Toribio de Mogrovejo Tú eres mi Dios verdadero, y no hay otro sino Tú; Tú me redimiste por tu Sangre, perdona mis culpas y salva mi alma, pues toda mi esperanza pongo en Ti; y por tu bondad, dame gracia para que guarde tus mandamientos y alcance la vida eterna. Amén. Oración de San Alfonso Mª de Ligorio Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombre estás noche y día en este Sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el Sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado tu mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en este iglesia. Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias que recibes de tus enemigos en este sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta visita en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto y abandono. Santa Teresita de Lisieux. Al Amor de los Amores, Jesús Sacramentado. Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor. Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir.
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ORACIONES EUCARÍSTICAS DE LOS ÚLTIMOS PAPAS S. S. Pablo VI. Señor, yo quiero creer en Ti Haz, Señor, que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las humanas. Que mi fe sea libre, Señor, es decir, acompañada por mi elección personal, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta, y que exprese lo que es el vértice decisivo de mi personalidad: yo creo en ti, Señor, haz que mi fe sea firme: firme por una lógica externa de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo; firme por la luz aseguradora de una conclusión pacificadora, de una connaturalidad suya reposante: Yo creo en ti, Señor. Señor, haz que mi fe sea feliz: que dé paz y alegría a mi espíritu que lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres; de forma que irradie en el coloquio sagrado y profano la original dicha de su venturosa posesión. Yo creo en ti, Señor. Oh Señor, que mi fe sea humilde: que no presuma basarse en la experiencia de mi pensar y sentir, sino que se rinda ante el testimonio del Espíritu Santo; y que no tenga otra garantía mejor que la docilidad a la autoridad del magisterio de la santa Iglesia. Amén. S. S. Juan Pablo II. Quédate, Señor ¡Señor, quédate con nosotros! Quédate con nosotros hoy, y quédate, de ahora en adelante, todos los días. ¡Quédate! Para que podamos encontrarnos contigo en la adoración y el agradecimiento, en la oración de expiación y de súplica, a la que todos los visitantes de esta basílica están invitados. ¡Quédate! Tú que a la vez estás velado en el misterio eucarístico de la fe y revelado bajo las especies de pan y vino que tomaste en este Sacramento. ¡Quédate! Para que se reconfirme constantemente tu presencia en este templo, y todos los que entren en él adviertan que es tu casa, «la morada de Dios entre los hombres», y visitando esta basílica encuentren la fuente misma «de vida y de santidad que brota de tu Corazón eucarístico». La Eucaristía es el testimonio sacramental de tu primera venida, con la que quedaron reafirmadas las palabras de los profetas y se cumplieron las esperanzas. Nos has dejado, Señor, tu Cuerpo y tu Sangre bajo las especies de pan y vino para que atestigüen que se ha realizado la redención del mundo, y para que por ellas llegue a todos los hombres tu misterio pascual como sacramento de la vida y de la salvación. La Eucaristía es, al mismo tiempo, un constante preanuncio de tu segunda venida y el signo del adviento definitivo, a la vez que la espera de toda la Iglesia: -76-
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«Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!». Queremos, todos los días y a todas las horas, adorarte, despojado bajo las especies de pan y vino, para renovar la esperanza de la «llamada a la gloria», cuyo principio eres tú con tu cuerpo glorificado «a la derecha del Padre». Un día, oh Señor, preguntaste a Pedro: «¿Me quieres?» Se lo preguntaste tres veces, y por tres veces él respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero» La respuesta de Pedro, sobre cuyo sepulcro está erigida esta basílica, se expresa hoy mediante esta adoración de cada día y de todo el día. Todos cuantos participen de esta adoración en tu presencia eucarística testimonien con cada visita y hagan nuevamente resonar aquí la verdad encerrada en las palabras del apóstol: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Amén.
4. HIMNOS CRISTOLÓGICOS Cántico de la Carta a los Filipenses 2, 6-11. Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Cántico de la carta a los Efesios 1, 3-10 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.
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Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. Cántico de la Carta a los Colosenses 1,12-20 Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Cántico de la Carta I de San Pedro 2,21b-24 Cristo padeció por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; -78-
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en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. Cántico del Apocalipsis 4, 11; 5, 9. 10. 12 Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado. Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra. Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
5. PENSAMIENTOS EUCARÍSTICOS DE LOS SANTOS San Ignacio de Antioquia: “La Eucaristía es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, remedio para vivir en Jesucristo para siempre”. San Agustín: “Antes, pues, que se realice la consagración, el pan es pan; pero cuando sobre él descienden las palabras de Jesucristo, que dice: “Esto es mi cuerpo”, el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo”. San Ambrosio: “Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico. Si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial. Si estás oprimido por la iniquidad, Él es justicia. Si tienes necesidad de ayuda, Él es vigor. Si temes la muerte, Él es la vida. Si deseas el cielo, Él es el camino. Si refugio de las tinieblas, Él es la luz. Si buscas manjar, Él es alimento”. San Juan Damasceno: “El cuerpo está verdaderamente unido ala divinidad, el cuerpo nacido de la Santísima Virgen: no porque el mismo cuerpo encarnado descienda del Cielo, sino porque el mismo pan y vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo”. San Juan Crisóstomo: “Lo que hay en el cáliz es aquello que manó del costado, y de ello participamos”. “Los ángeles rodean al sacerdote. Todo el santuario y el espacio que circunda al altar están ocupados por las potencias celestiales para honrar al que está presente en el altar”. -79-
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“¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: “esto es mi cuerpo”, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: “Tuve hambre y no me disteis de comer”: y más adelante: “Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a Mí en persona lo dejasteis de hacer”..... ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo”. “¿Qué es, en efecto, el pan? Es el cuerpo de Cristo. ¿En qué se transforman los que lo reciben? En cuerpo de Cristo; pero no muchos cuerpos sino un solo cuerpo. –en efecto, como el pan es sólo uno, por más que esté compuesto de muchos granos de trigo y éstos se encuentren en él, aunque no se vean, de tal modo que su diversidad desaparece en virtud de su perfecta fusión; de la misma manera, también nosotros estamos unidos a recíprocamente unos a otros y, todos juntos, con Cristo”. San Cirilo de Jerusalén: “Adoctrinados y llenos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el Cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la Sangre de Cristo”. San Efrén: “Llamó al pan su cuerpo viviente, lo llenó de sí mismo y de su Espíritu [......], y quien lo come con fe, come Fuego y Espíritu. [....]. Tomad, comed todos de él, y coméis con él el Espíritu Santo. En efecto, es verdaderamente mi cuerpo y el lo come vivirá eternamente”. San Francisco de Asís: “Así, pues, besándoos los pies y con la caridad que puedo, os suplico a todos vosotros, hermanos, que tributéis toda reverencia y todo el honor, en fin, cuanto os sea posible, al santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, en quien todas las cosas que hay en cielos y tierra han sido pacificadas y reconciliadas”. Santo Tomás de Aquino: “No existe verdaderamente nada más útil para nuestra salvación que este sacramento en que se purifican los pecados, aumentan las virtudes y se encuentra la abundancia de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la Iglesia en provecho de todos, vivos y muertos, porque fue instituido para la salvación de todos los hombres”. “Este sacramento contiene todo el misterio de nuestra salvación; por eso se celebra con mayor solemnidad que los demás”. Santa Teresa de Jesús: “No sé qué trabajos, por grandes que fuesen, se habían de tener, a cambio de tan gran bien para la cristiandad; que aunque muchos no lo advertimos Jesucristo está, verdadero Dios y verdadero hombre, en el Santísimo Sacramento … , gran consuelo nos había de ser”. -80-
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“En la Eucaristía se realiza ahora la Pasión verdaderamente, y no hay necesidad de ir a buscar al Señor en otro lugar más lejano; por eso, ya que sabemos que mientras permanecen los accidentes del pan está con nosotros el buen Jesús, acerquémonos a Él .. Si tenemos fe, nos dará lo que le pidamos, pues está en nuestra casa. Pues no suele su majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje”. “Si nos acercamos al fuego, por muy grande que sea, pero nos desviamos y escondemos las manos, mal nos podemos calentar, aunque recibamos más calor que si estamos donde no hay fuego; en cambio, si nos queremos acercar a él y el alma está dispuesta, es decir, con deseos de calentarse, y está allí un rato, queda con calor para muchas horas”. “Es Dios tan amigo de amigos y tan buen Señor de sus siervos que, como ve la voluntad de su buen Hijo, no le quiere impedir obra tan excelente como es quedarse realmente presente en el Santísimo Sacramento, excelente obra en la que tan cumplidamente demuestra el amor que nos tiene”. San Juan de Ávila: “La mejor prenda que tenía te dejó cuando subió allá, que fue el palio de su carne preciosa en memoria de su amor”. “Encerró Dios en ese Sacramento santísimo todas sus maravillas pasadas ...Pues aquí en el Sacramento hallaréis todo eso que ha ya tantos años que pasó; pues ésa es la virtud que tiene este santísimo Sacramento, como la que tenía el maná que cayó del cielo”. “¿Quién vio, quién oyó que Dios se diese en manjar a los hombres y que el Criador sea manjar de su criatura? ¿Quién oyó que Dios se ofreciese a ser deshonrado y atormentado hasta morir por amor de los hombre, ofendedores de Él?”. “Qué cosa es una hostia consagrada sino una Virgen que trae encerrado en sí a Dios?”. Y así hay semejanza entre la santa encarnación y este sacro misterio; que allí se abaja Dios a ser hombre, y aquí Dios humanado se baja a estar entre nosotros los hombres; allí en el vientre virginal, aquí debajo de la hostia; allí en los brazos de la Virgen, aquí en las manos del sacerdote”. San Alfonso María de Liborio: “Jesús en el Sacramento es esta fuente abierta a todos, donde siempre que queremos podemos lavar en nuestra almas de todas las manchas de los pecado que cada día cometemos”. “Así como Jesucristo está vivo en el cielo rogando siempre por nosotros, así también en el Santísimo Sacramento del altar, continuamente de día y de noche está haciendo este piadoso oficio de abogado nuestro, ofreciéndose al Eterno Padre como víctima, para alcanzarnos innumerables gracias y misericordias”. “Entre todas las devociones, adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros”. -81-
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Santo Cura de Ars: “Quiere Él, para el bien de las criaturas, que su cuerpo, su alma y su divinidad se hallen en todos los rincones del mundo, a fin de que podamos hallarle cuantas veces lo deseemos, y así en Él halemos toda suerte de dicha y felicidad. Si sufrimos penas y disgustos, Él nos alivia y nos consuelo. Si caemos enfermos, o bien será nuestro remedio, o bien nos dará fuerzas para sufrir, a fin de que merezcamos el cielo. Si nos hacen la guerra el demonio y las pasiones, nos dará armas para luchar, para resistir y para alcanzar victoria. Si somos pobres, nos enriquecerá con toda suerte de bienes en el tiempo en la eternidad”. “Somos más afortunados que aquellos que vivieron mientras estuvo en este mundo, cuando no habitaba más que en un lugar, cuando debían andarse algunas horas para tener la dicha de verle; ¿no le tenemos nosotros en todos los lugares de la tierra, y así será, según nos está prometido, hasta el fin del mundo?. Somos más dichosos que los santos del Antiguo Testamento , porque no solamente poseemos a Dios por la grandeza de su inmensidad, en virtud de la cual se halla en todas partes, sino que le tenemos con nosotros como estuvo en el seno de María durante nueve meses, como estuvo en la cruz. Somos más afortunados aún que los primeros cristianos, quienes hacían cincuenta o sesenta leguas de camino para tener la dicha de verle; nosotros le poseemos en cada parroquia, cada parroquia puede gozar a su gusto de tan dulce compañía, ¡Oh, pueblo feliz! San Antonio Maria Claret: “Tendré una capilla fabricada en mi corazón y en ella día y noche adoraré a Dios con un culto espiritual”. San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombre. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido, para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del y del vino está Él, realmente presente: son su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad”. San Pío de Pietrelcina: “Durante el día llama a Jesús en medio de tus ocupaciones. Haz un vuelo espiritual hasta el sagrario, estés donde estés ... y abraza espiritualmente al amado de tu alma”.
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Cap铆tulo IV
La Reconciliaci贸n Sacramental
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Salmo 51: Ten piedad de mí, oh Dios, por tu amor, por tu inmensa compasión, borra mi culpa; lava del todo mi maldad, limpia mi pecado…Un corazón contrito y humillado, Tú no lo desprecias. San Juan 20,21-23: Jesús les dijo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá”. Catecismo de la Iglesia: Nº 1439: El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza. S. S. Benedicto XVI. Sacramentum caritatis: Relación entre Eucaristía y Confesión. 20. En la actualidad, los fieles se encuentran inmersos en una cultura que tiende a borrar el sentido del pecado, favoreciendo una actitud superficial que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la Comunión sacramental. Perder la conciencia de pecado comporta una cierta superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios... La relación entre la Eucaristía y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es algo exclusivamente individual; siempre comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el Bautismo. Por esto la Reconciliación subraya que el resultado del camino de conversión supone el restablecimiento de la plena comunión eclesial, expresada al acercarse de nuevo a la Eucaristía. 21. ...Todos los sacerdotes deben dedicarse con generosidad, empeño y competencia a la administración del sacramento de la Reconciliación... Se debe procurar que los confesionarios de nuestras iglesias estén bien visibles y sean expresión del significado de este Sacramento. Pido a los Pastores que vigilen atentamente sobre la celebración del sacramento de la Reconciliación, limitando la praxis de la absolución general exclusivamente a los casos previstos, siendo la celebración personal la única forma ordinaria. San Juan María Vianney: “El buen Dios tardará menos tiempo en perdonar a un pecador arrepentido que a una madre en retirar a su hijo del fuego”. “El mal confesado y perdonado no existe más, ni siquiera en el recuerdo debería reaparecer”. -84-
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DOCTRINA SOBRE LA PENITENCIA Y LA RECONCILIACIÓN Catecismo de la Iglesia 1422
Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones.
El nombre de este sacramento 1423 Sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión. Sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador. 1424 Sacramento de la confesión porque la confesión de los pecados ante el sacerdote es un elemento esencial de este sacramento. Sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz". Sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia con Él, consigo mismo y con el prójimo. Por qué un sacramento de la reconciliación después del bautismo 1425 Porque si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). El Señor nos enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas" uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados. 1426 Porque la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que les sirva de prueba en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios. Esta es la lucha de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos Diversas formas de penitencia en la vida cristiana 1434 El ayuno, la oración y la limosna expresan la conversión con relación a sí mismo, con Dios y con los demás. 1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia. 1436 La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía. 1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados. -85-
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Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia. Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras). El proceso de la conversión y de la penitencia tienen su desarrollo y verdadero éxito, sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor y misericordia de su Padre (Lc 15,11-24).
Los actos del penitente 1450 La penitencia mueve al pecador a sufrir voluntariamente: en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra humildad y fructífera satisfacción . La contrición 1451 Es el dolor del alma y la detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar. 1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama "contrición perfecta"(contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental. 1453 La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia. 1454 Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los textos más aptos se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las cartas de los apóstoles. La confesión de los pecados 1455 La confesión de los pecados, incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro. 1456 La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la penitencia. En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo. Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido. Quienes callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. -86-
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Todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar al menos una vez la año, los pecados graves de que tiene conciencia. Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no celebre la misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes. Los niños deben acceder al sacramento de la penitencia antes de recibir por primera vez la sagrada comunión. La Iglesia recomienda la confesión habitual de los pecados veniales, aún sin ser estrictamente necesaria, porque ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu.
La satisfacción 1459 Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó. Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual, por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también "penitencia". 1460 La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar. El ministro de este sacramento 1461 Los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18). 1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. El obispo es el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación. Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido la tarea de administrarlo sea de su obispo (o de un superior religioso) sea del Papa, a través del derecho de la Iglesia. 1463 Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, al Papa, al obispo del lugar, o a sacerdotes autorizados por ellos. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda excomunión. 1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable. -87-
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Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador. El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo. Debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor. Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Este secreto, que no admite excepción, se llama "sigilo sacramental", porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda "sellado" por el sacramento.
Los efectos de este sacramento 1468 El fin y el efecto de este sacramento son la reconciliación con Dios que produce una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc 15,32). 1469 Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente: - Repara o restaura la comunión fraterna - Restablece y afirma la comunión de los santos y es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo o que se hallen ya en la patria celestial - También reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación. 1470 En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena (Jn 5,24). Las indulgencias 1471 La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente. Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias. Las penas del pecado 1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego -88-
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desordenado a las criaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena. El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del "hombre viejo" y a revestirse del "hombre nuevo" (cf. Ef 4,24).
En la comunión de los santos 1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra sólo. La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística. 1475 En la comunión de los santos, existe entre los fieles un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes, entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra. En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. 1476 Los bienes espirituales de la comunión de los santos, que son el tesoro de la Iglesia, tienen ante Dios un valor infinito e inagotable que brotan de las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre. 1477 Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico. Obtener la indulgencia de Dios por medio de la Iglesia 1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. 1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados. -89-
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La celebración del sacramento de la Penitencia 1480 La Penitencia es una acción litúrgica y los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote. 1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón. 1482 El sacramento de la penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. Esta celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública. La celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general es posible en casos de necesidad grave: a) cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente; b) cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión. En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo. La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión. Esto debido a que Cristo actúa en cada uno de los sacramentos y se dirige personalmente a cada uno de los pecadores. Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
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CONFESIÓN SACRAMENTAL AL LLEGAR AL CONFESIONARIO Te arrodillas y antes de comenzar tu confesión, invoca a la Santísima Trinidad, haciendo la señal de la cruz: En el nombre del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo. EN LA CONFESIÓN - El sacerdote te saluda, diciendo: Ave María Purísima. Tú le respondes: Sin pecado concebida. - El sacerdote te invita a poner tu confianza en Dios, diciendo: Dios, que ha iluminado nuestros corazones, te conceda un verdadero conocimiento de tus pecados y de su misericordia. Tú le respondes: Amén. - El sacerdote te preguntará: - Cuánto tiempo hace que no te confiesas. - Si has cumplido con la penitencia impuesta en la Confesión anterior. - Sobre tu estado de vida: si eres soltero (a), casado (a), sacerdote o religioso (a). - Sobre tus pecados: ¿De qué te acusas? - Tú responderás, teniendo presente que hay la obligación de confesar todos los pecados mortales cometidos desde la última confesión bien hecha. Se recomienda confesarse también de los pecados veniales. - Recuerda: La confesión debe ser íntegra, clara, sincera, exacta, concisa y humilde. DESPUÉS DE LA CONFESIÓN Después de oír tu confesión, el sacerdote te da los consejos pertinentes y al terminar te invita a que manifiestes tu contrición, es decir, tu arrepentimiento por haber ofendido a Dios que te ama y los hombres tus hermanos. Puedes decir: Dios mío, me arrepiento con todo mi corazón de todo el mal que he hecho y de todo lo bueno que he dejado de hacer. ABSOLUCIÓN SACRAMENTAL El sacerdote extendiendo sus manos, dice: Dios Padre misericordioso que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia el perdón y la paz: Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu. Amén. PENITENCIA Después de darte la absolución, el sacerdote te impondrá una penitencia cuyo objetivo será reparar el desorden o daño ocasionado por tu pecado. DESPEDIDA DEL PENITENTE El sacerdote te despide, diciéndote: el Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz.
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EXAMEN DE CONCIENCIA SEGÚN LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS Dice el Señor: «Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón» (Dt 6, 5)
Primer Mandamiento: AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Las metas que nos propone el primer Mandamiento son: - Creer en Dios, esperar en Él y amarlo sobre todas las cosas, orientando nuestra vida a cumplir con su voluntad. - Practicar la humildad y la confianza reconociendo y viviendo nuestra condición de hijos de Dios. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Pongo a Dios por encima del placer, dinero y poder? ¿Cumplo con fidelidad sus mandamientos? ¿Obro en todas mis actividades con recta intención? ¿Actúo teniendo en cuenta que estoy destinado a la eternidad? 2. ¿Es firme mi fe en Dios? ¿Me adhiero firmemente a la doctrina de la Iglesia? ¿Me intereso por mi instrucción y formación religiosa? ¿Evito pláticas, amistades o reuniones que pueden dañar mi fe, que me pueden llevar a renegar de mi fe (apostasía) o a cambiar de religión? ¿Manifiesto con vigor y sin temores mi fe en Dios? 3. ¿Rezo con frecuencia? ¿Mi oración es auténtica conversación con Dios? ¿Ofrezco a Dios todos mis trabajos, dolores y gozos? ¿Recurro a Él en las tentaciones y peligros? 4. ¿Atribuyo poderes divinos o sobrenaturales a personas, animales o cosas, a través de las supersticiones, el espiritismo, los horóscopos o cualquier forma de magia? 5. ¿Descuido mi obligación de dar a Dios el culto que se le debe? ¿Me dejo influenciar por el ambiente pagano que no cree en Dios, lo ignora o lo desprecia? 6. ¿He profanado cosas sagradas? ¿Me he aproximado imprudentemente a alguna práctica satánica? 7. ¿ Me domina la soberbia y la egolatría, que son las causas del desamor a Dios?
Segundo Mandamiento: NO TOMAR SU SANTO NOMBRE EN VANO Las metas que nos propone el segundo Mandamiento son: - Tener reverencia y respeto a la majestad y santidad de Dios. - Cultivar el temor de Dios que es el principio de la sabiduría. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios o le ofendo o insulto con blasfemias o falsos juramentos o usándolo en vano? 2. ¿He sido irreverente con la Virgen María, los Santos, sus imágenes o su culto? 3. ¿He cometido perjurio, es decir, que he puesto a Dios como testigo de un juramento falso? 4. ¿Respeto a los sacerdotes, a los religiosos o religiosas y valoro estas vocaciones? -92-
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Tercer Mandamiento: SANTIFICAR LAS FIESTAS Las metas que nos propone el tercer Mandamiento son: - Honrar a Dios con nuestra participación en la Santa Misa los domingos y feriados religiosos fijados por la Iglesia. - Otorgar el debido descanso a la mente, al cuerpo y fomentar nuestra vida familiar, social y religiosa. - Cultivar la virtud de la religión y el servicio al prójimo. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Cómo uso el tiempo de descanso los días domingos y fiestas de guardar? ¿Trabajo exageradamente o sobre valoro la diversión? 2. ¿Participo activa, atenta y piadosamente en la celebración de la Santa Misa los domingos y días de fiesta de la Iglesia? 3. ¿He cumplido los preceptos de la Confesión una vez al año y de la Comunión en tiempo pascual? 4. ¿He cumplido con la penitencia impuesta por el sacerdote en la Confesión? ¿Conozco las leyes actuales acerca del ayuno y de la abstinencia? 5. ¿Dedico una parte de mi tiempo a la evangelización de mi ambiente familiar y social?
Dice el Señor: «Ámense unos a otros como Yo los he amado» (Jn 15, 12)
Cuarto Mandamiento: HONRAR PADRE Y MADRE Las metas que nos propone el cuarto Mandamiento son: - Cultivar la piedad filial: Amar, respetar, obedecer y asistir a nuestros padres, sobre todo, cuando son ancianos; y a todas las personas con las que tenemos parentesco, cualquiera que sea su grado, porque en definitiva toda la humanidad es una gran familia que tiene un solo origen. - Dar alimentación, educación y buen ejemplo, con amor sacrificado, a nuestros hijos, sobre todo, cuando son menores. - Cultivar las virtudes cívicas: Respetar y obedecer las órdenes y las enseñanzas de aquellos a quienes Dios ha revestido de autoridad. - Ejercer la autoridad que se tenga, sirviendo a las personas que estén a su cuidado con justicia, sabiendo que toda autoridad viene de Dios. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Descuido o abandono a mis padres en sus necesidades materiales y espirituales? ¿Me avergüenzo de ellos? 2. ¿Como hijo, soy obediente a mis padres, acato sus mandatos y acepto sus correcciones, teniendo en cuenta los límites de su autoridad conforme a mi grado de madurez? 3. ¿Como padre o madre me preocupo de educar cristianamente a mis hijos? ¿Los ayudo con el ejemplo y la vigilancia, los aconsejo y corrijo oportuna y sabiamente y no sólo por ira? ¿Me sacrifico por ellos cuando sea necesario? 4. ¿Amo a mi patria? ¿Participo en la promoción de la justicia, la honestidad de las costumbres, la concordia, la caridad y la paz? ¿Cumplo con mis deberes cívicos? -93-
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5. ¿Presto obediencia y respeto a las legítimas autoridades en las cosas que tienen derecho a ordenarme? 6. ¿Ejerzo algún cargo o alguna autoridad para mi utilidad personal o lo hago para el bien de los demás?
Quinto Mandamiento: NO MATAR Las metas que nos propone el quinto Mandamiento son: - Cuidar nuestra salud y la del prójimo. - Defender nuestra dignidad humana y la del prójimo. - Cultivar la caridad evangélica protegiendo adecuadamente la vida humana y social en toda circunstancia y con todos los medios a nuestro alcance. - Perdonar las ofensas. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Me he dejado llevar por la ira y la soberbia, causa principal de los impulsos agresivos? 2. ¿He producido algún daño físico, moral o psicológico a la vida o la salud del prójimo incluidos los no nacidos y los moribundos? 3. ¿He atentado contra mi vida (suicidio) o cometido algún acto intencional para causarme alguna lesión? 4. ¿Me he emborrachado? ¿Me he drogado? ¿He abusado del cigarrillo fumando en exceso? 5. ¿He procurado o inducido al aborto? ¿Uso o propago métodos anticonceptivos abortivos? 6. ¿Odio a alguien? ¿Guardo rencor o cultivo deseos de odio y venganza? 7. ¿Propago la promoción de la guerra ofensiva, el racismo, el odio a los extranjeros y la discriminación sexual? 8. ¿Contribuyo a la paz en mi hogar, trabajo, sociedad y país? Sexto Mandamiento: NO COMETER ACTOS IMPUROS Noveno Mandamiento: NO CONSENTIR EN PENSAMIENTOS O DESEOS IMPUROS Las metas que nos propone el sexto Mandamientos son: - Fortalecer la castidad para posibilitar el amor y la donación generosa de nosotros mismos al cónyuge en el matrimonio o al mismo Dios en la virginidad. - Lograr el dominio de nosotros mismos, mediante la virtud de la templanza y evitar la ociosidad, las malas compañías y los espectáculos peligrosos. Las metas que nos propone el noveno Mandamientos son: - Purificar nuestro corazón para ver y considerar nuestro cuerpo y el del prójimo como un templo del Espíritu Santo. - Controlar los deseos y curiosidades impuros mediante la virtud de la castidad, la pureza de intención y el pudor. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Me dejo llevar por mis instintos y soy presa de la pasión carnal (lujuria)? 2. ¿He manchado mi cuerpo con la masturbación o con la fornicación teniendo relaciones sexuales con una persona soltera (unión libre), o con una persona distinta de mi conyuge (adulterio)? -94-
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3. ¿He realizado actos sexuales con un pariente (incesto), con una persona que vende su cuerpo (prostitución), con alguien del mismo sexo (prácticas homosexuales), o con una persona consagrada a Dios? 4. ¿Pronuncio palabras obscenas o me complazco en pensamientos impuros? 5. ¿He mantenido conversaciones, realizado lecturas, visitado páginas de internet o he asistido a espectáculos y diversiones contrarias a la honestidad humana y cristiana? ¿He incitado a otros al pecado? 6. ¿Soy sincero y prudente en el trato con mi enamorado/a o novio/a? ¿Estoy instruido sobre el verdadero sentido de la paternidad y maternidad responsable? 7. ¿Uso métodos anticonceptivos en las relaciones con mi cónyuge, lo que provoca el paso de un acto de amor unitivo a un simple placer sexual? 8. ¿He faltado contra el pudor? ¿He sido causa de pecado para otras personas con mis palabras, gestos o manera de vestir? 9. ¿Me he entretenido o complacido con pensamientos y deseos impuros o miradas morbosas de carácter sexual? ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? Séptimo Mandamiento: NO ROBAR Décimo Mandamiento: NO CODICIAR LOS BIENES AJENOS Las metas que nos propone el séptimo Mandamientos son: - Respetar los bienes de los demás. - No considerarme dueño absoluto de mis bienes, sino administrador para bien mío y de la sociedad. - Dar trato digno y justa remuneración al trabajador. - Cumplir con responsabilidad mis obligaciones laborales y profesionales. - Practicar la justicia en todas las circunstancias de la vida. Las metas que nos propone el décimo Mandamientos son: - No ansiar bienes que no podamos adquirir honradamente. - Perfeccionar nuestra humildad y confiar en la providencia de Dios que completa lo que por mi esfuerzo no puedo alcanzar. - Actuar con generosidad y alegrarnos del bien del prójimo. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿He robado algo? ¿He restituido lo robado? ¿Retengo lo ajeno contra la voluntad de su dueño? 2. ¿He estafado a alguien o a la sociedad? ¿Soy negligente en mi trabajo profesional? ¿He prestado dinero a un interés abusivo? 3. ¿Pago mis deudas? ¿Pago mis tributos? ¿Pago el salario justo a mis trabajadores? 4. ¿He dejado de dar limosna a los más pobres? 5. ¿Acumulo bienes terrenos, sólo por poseerlos, aumentarlos o conservarlos a todo trance (avaricia), y, sin tener en cuenta que Dios los hecho para bien de todos? 6. ¿Derrocho mi di dinero ignorando que también tiene un sentido social? 7. ¿Deseo con vehemencia las riquezas del prójimo (codicia)? 8. ¿Siento tristeza por la prosperidad de otras personas? 9. ¿Contribuyo al sostenimiento de la Iglesia? ¿Comparto mis bienes con quienes son más pobres que yo? ¿Defiendo a los oprimidos, ayudo a los que viven en la miseria? -95-
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¿Desprecio a mi prójimo, sobre todo, a los pobres, débiles, ancianos, extranjeros y de otras razas? 10. ¿Me preocupo por la prosperidad de la comunidad en la que vivo? ¿Tengo claro los principios de justicia y caridad? Octavo Mandamiento: NO LEVANTAR FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIR Las metas que nos propone el octavo Mandamientos son: - Ser veraz y vivir con coherencia. - Callar, guardar silencio o usar un lenguaje discreto cuando está en peligro la seguridad del prójimo, la justa reserva de la vida privada de las personas o el bien común. Esto es más importante cuando se refiere al secreto de la Confesión y a los secretos profesionales. - Dar testimonio de la verdad sin avergonzarse de actuar como testigos del Evangelio, aunque dicha acción nos pueda llevar al martirio. Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿He mentido? ¿ Me he comportado con duplicidad o hipócritamente? 2. ¿Hago juicios temerarios, he dicho palabras capciosas o mentiras en contra de personas o instituciones? 3. ¿He revelado secretos sin justa causa? ¿Me he aprovechado de los datos reservados a mi oficio u ocupación? ¿He escuchado voluntariamente conversaciones en contra del deseo de los que la mantenían? 4. ¿Siento envidia, por la buena reputación del prójimo? 5. ¿Me he negado por egoísmo, presentarme como testigo de la inocencia de alguien? ¿He omitido parte esencial de la verdad o he mentido en un juicio?
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Cristo nos dice: “Sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes” (Mt 5, 48)
EL LLAMADO UNIVERSAL A LA SANTIDAD Cada hombre o mujer, por la dignidad que posee -ser hijo de Dios-, está destinado desde su concepción a la felicidad eterna con Dios. Este destino lo realiza buscando libremente su propia perfección en el amor y la verdad. Jesucristo, nos revela al hombre perfecto y nos descubre la grandeza de nuestro destino final. Al unirnos a Él, adquirimos la nueva vida en el Espíritu Santo. Esta vida, desarrollada y madurada por su gracia, alcanza la plenitud en la gloria del cielo.
Reflexiona sobre los siguientes interrogantes: 1. ¿Me esfuerzo en avanzar en la vida espiritual por medio de la oración, la lectura, la meditación de la Palabra de Dios y la participación en los Sacramentos? 2. ¿Todos mis actos son consecuentes con los principios y valores cristianos, de manera que mi vida cotidiana sea testimonio de mi fe cristiana? ¿Aprecio las cualidades de los demás e intento colaborar en su desarrollo personal y en el social? 3. ¿Qué uso hago de mi tiempo y de los dones que Dios me ha dado? ¿Soy diligente o me dejo llevar por el ocio o la desidia? 4. ¿Si soy joven, me estoy preparando con responsabilidad para la vida, para el trabajo y para el matrimonio, adquiriendo los conocimientos y virtudes necesarias? 5. ¿Estoy capacitado para la labor que desempeño? ¿En mi trabajo soy justo y laborioso? 6. ¿Mantengo mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza como templo que es del Espíritu Santo llamado a resucitar en la gloria? 7. ¿Soporto con serenidad y paciencia los dolores y contrariedades de la vida, completando así "lo que falta a la Pasión de Cristo" (Colosenses 1, 24)? 8. ¿Me he preguntado alguna vez si soy capaz de consagrar por entero mi vida a Dios en el sacerdocio o la vida consagrada?
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O r a c i ó n Padre de bondad, que en tu providencia cuidas de tus hijos y los sostienes en el camino que nos lleva hacia Ti. Tú enviaste a tu Hijo como Salvador del mundo para quedarse entre nosotros como el Pan de vida eterna. Adoramos su admirable presencia en la Eucaristía que aviva nuestra fe, esperanza y caridad con el alimento de su Cuerpo y de su Sangre. Haznos fieles oyentes de su Palabra, y dóciles a la acción del Espíritu Santo. Que María Santísima, nuestra Madre, forme en nosotros criaturas nuevas, generosas, que proclamen tu misericordia en medio del mundo, en la vida familiar, en el trabajo, en las tareas de cada día. Haz, Señor, que el Congreso Eucarístico y Mariano sea una experiencia de gracia que multiplique los frutos de la Gran Misión de Lima y nos impulse a un más vivo testimonio del Evangelio. Amén.
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