Fiesta 1052

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30 de marzo de 2014 Nツコ 1052 窶「 Aテ前 XXII

SEテ前R, PERDONA MIS PECADOS

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Semanario de las Iglesias de Granada y Guadix-Baza


vozdelPapa

Amar la Iglesia como Cristo la ama Los sacramentos del Orden y del Matrimonio son dos vocaciones específicas y un mismo camino para dirigirse al Señor. El Santo Padre ha hablado del Sacramento del Orden en su última Audiencia General el pasado miércoles en la Plaza de San Pedro. Los ministros que son elegidos y consagrados para este servicio prolongan en el tiempo la presencia de Jesús si lo hacen con el poder del Espíritu Santo en el nombre de Dios y con amor. Aquellos que son ordenados se colocan a la cabeza de la comunidad. Están “a la cabeza” sí, pero para Jesús esto significa poner la propia autoridad al servicio de los otros... “El que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo”. Un obispo que no está al servicio de la comunidad no actúa bien; un cura o un sacerdote que no está al servicio de la comunidad, se equivoca. Quienes son ordenados son puestos a la cabeza de la comunidad como servidores, como lo hizo y lo enseñó Jesús. El obispo, el sacerdote y el diácono están al servicio de la comunidad, si no lo hacen no está bien.

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El Sacramento del Orden

El sacramento les ayuda también a amar apasionadamente a la Iglesia, dedicando todo su ser y amor a la comunidad, que no la han de considerar de su propiedad: ni el obispo es el propietario de su diócesis, ni el sacerdote es el propietario de su parroquia, ni el diácono de su diaconía; es propiedad del Señor, al que tienen que servir. Y, por último, han de procurar reavivar el don recibido en el sacramento por la oración. Cuando no se alimenta el ministerio ordenado con la oración, la escucha de la Palabra, la celebración cotidiana de la Eucaristía y la recepción frecuente del Sacramento de la Penitencia se termina perdiendo el sentido auténtico del propio servicio y la alegría que deriva de una profunda comunión con el Señor. El obispo, el sacerdote, aman a la Iglesia en su propia comunidad; la aman mucho, como Cristo ama a la Iglesia. El marido ama a su mujer, como Cristo ama a su Iglesia. El ministerio sacerdotal y el del matrimonio son dos sacramentos que representan el camino por el que las personas se dirigen habitualmente al Señor. No se venden accesorios para convertirse en sacerdote. Esta es una iniciativa que toma el Señor, que es quien llama.


Editorial El Señor nos ama, a nosotros pecadores Es tiempo de Cuaresma y, por lo tanto, tiempo de gracia para la conversión personal, para el perdón de los pecados. Por eso, el último número de Fiesta está dedicado a este Sacramento, coincidiendo con la Jornada 24 horas para el Señor, propuesta por el Papa Francisco, a través el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. Es tiempo para nuestra conversión y la de todos aquellos alejados de la fe, pero que desean encontrarse con Quien es el único que puede sanar nuestro corazón del mal y el pecado. El perdón de los pecados es la experiencia más concreta con la que el Señor actúa en nuestra vida, amándonos infinita y misericordiosamente por encima de nuestro mal. La experiencia de ser perdonados es la predilección del Señor por cada uno cuando ante Él decimos “contra Ti pequé”. El perdón es un aire fresco y un renacer que ensancha el corazón en un abrazo del Padre que nos llena plenamente y nos libera de cargas que impiden seguir amándoLe. Pedir perdón no es una cuestión moralista, farisaica, de cumplimiento de normas, sino la certeza de que Dios nos ama, siendo pecadores, y nuestro dolor es sanado. El perdón de los pecados es la acción concreta por la que el Señor nos dice “Yo te amo por encima de tu mal y no te define el mal sino tu amor por Mi”. La oración es el gran instrumento con el que el Señor se nos comunica. Por eso, en el Semanario Fiesta hacemos nuestras las palabras de Santo Tomás de Aquino para orar antes del encuentro con el Señor en el Sacramento de la Reconciliación. Una oración necesaria especialmente en estos días de Cuaresma, previos a la Semana Santa, días intensos en los que hacemos memoria de cómo el Señor murió en la cruz para decirnos “yo te amo y venzo el mal para que tengas vida verdadera”. Oración para preparar la confesión “Omnipotente y sempiterno Dios, dígnate mirar al corazón de tu amantísimo Hijo y por su amor perdónanos a los que nos arrepentimos, sé bondadoso para los que te suplicamos, y dígnate enviarnos tu gracia, que sea remedio saludable a los que humildemente invocamos tu nombre Santo. Nos acusamos de nuestros delitos, lloramos nuestros pecados, postrados ante tu divina clemencia, y pedimos instante y humildemente tu piedad; concédenos por la invocación de tu santísimo nombre que todos los que nos acercamos al sacramento de la Penitencia para remisión de nuestros pecados, obtengamos salud del alma y protección del cuerpo, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Santo Tomás de Aquino

Salir del confesionario perdonados por el Señor es salir renacidos, esperanzados y alegres.

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Sumario Directora: Paqui Pallarés García Redacción: Rosa Die Alcolea Pedro Flores Medina Delegado en Guadix: Antonio Gómez Casas

Edita: ARZOBISPADO DE GRANADA Plaza Alonso Cano, s/n 18001 GRANADA tel.: 958 215 675 e-mail: mcsgranada@planalfa.es • revistafiestadigital@gmail.com www.diocesisgranada.es Diseño y maquetación: Secretariado de Medios de Comunicación de la Archidiócesis de Granada

Sumario 02. Voz del Papa Amar la Iglesia como Cristo la ama El Sacramento del Orden 03. Editorial El Señor nos ama, a nosotros pecadores

05. Mirada • Balance del Viacrucis Diocesano • D. Manuel Pérez, sacerdote fiel y misionero • Pésame del Papa por la muerte de Adolfo Suárez • Carta de condolencias de la CEE a la familia de Adolfo Suárez • Experiencia de oración en Semana Santa

11. A fondo “ Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos...” Cuaresma, tiempo de gracia 14. Cultura La Fidelidad, origen de la ceación Marc Chagall

16. Testimonio Fe y ciencia para mejorar las condiciones de vida Beato Francisco Faá di Bruno

18. Signo y Gracia “Mirarán al que traspasaron” Sangre y agua

• Agenda 09. Textos “Dios te quiere y tenemos sed de vida plena” Mons. Javier Martínez

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19. Luz de la Palabra “Lo estás viendo, el que te está hablando, es ese” IV Domingo de Cuaresma


Mirada

Balance del Viacrucis Juvenil Diocesano Celebrado en Huéscar Por el Secretariado de Juventud de la Diócesis de Guadix. Como cada, año, dentro de nuestro camino cuaresmal, el Secretariado de Infancia y Juventud, tiene un viacrucis en el que todos los jóvenes de nuestra Diócesis están invitados a participar. Este año se ha celebrado el viernes día 21 de marzo en el pueblo de Huéscar. Una gran cantidad de jóvenes venidos de toda nuestra geografía Diocesana estaban a las 8:30 de la tarde en el templo de Santa María, para participar en dicho viacrucis. Comenzó con un pequeño video en el que se nos pedía a todos que en esta Cuaresma fuésemos capaces de entregarle a Dios nuestro corazón, que es lo que verdaderamente tenemos que cambiar en este tiempo tan especial. Después, nuestro Obispo D. Ginés, que, como cada año, estuvo fiel a la cita con los jóvenes, nos dirigió, unas palabras muy especiales, pues quiso transmitirnos el saludo, el ánimo y la esperanza que el Papa Francisco le había encomendado traer a la diócesis, tras su reciente Visita ad Limina. Y llegó el momento de salir a la calle, detrás de la Cruz de los Jóvenes, portada por el Obispo, los sacerdotes y las religiosas que estaban allí presentes. El viacrucis transcurrió por las calles de Huéscar, siguiendo las estaciones que se inauguraron con motivo de la visita de los jóvenes y el icono de la Virgen, cuando se celebró la JMJ en Madrid, allá por el año 2011.

Tanto la lectura de la estación como el llevar la cruz y las antorchas estuvieron a cargo de los jóvenes de las distintas parroquias y cofradías que vinieron a participar en dicho viacrucis. El camino de una estación a otra estuvo acompañado con cantos, a cargo de los distintos coros que colaboran con el Secretariado y de la Agrupación musical de la Soledad Coronada, de Huéscar. Uno de los momentos más emotivos del viacrucis fue la adoración de la cruz, a la llegada a la parroquia de Santa María. Hubo un momento de silencio, en el que se invitó a todos los participantes a ponerse de rodillas y mirar en silencio la cruz. Al terminar, tuvimos un pequeño aperitivo en el que compartimos, más distendidamente, un hermoso rato de convivencia. Desde el Secretariado de Infancia y Juventud, queremos agradecer su colaboración a todos los que han hecho posible que este acto saliera adelante y, en especial, a los jóvenes que participaron. Que Dios os siga bendiciendo y, sobre todo, no olvidéis las palabras que nuestro Obispo nos dirigió: “Las parroquias necesitan de vuestra presencia joven, las puertas de ellas están abiertas, vosotros sois los que tenéis que comunicar a otros jóvenes la alegría de creer en el Evangelio”. Secretariado de Infancia y Juventud

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Mirada D. Manuel Pérez, sacerdote fiel y misionero

Reproducimos un extracto del obituario dedicado a D. Manuel Pérez Martínez, sacerdote diocesano de Granada, fallecido en diciembre de 2013, y publicado en Granada Misionera de la Delegación de Misiones de la Diócesis de Granada. ED. Manuel Pérez Martínez fue llamado al encuentro definitivo con el Padre del cielo el 11 de diciembre de 2013 en el Hogar Sacerdotal de Granada. El día 12 celebramos la Eucaristía de su despedida en “su” Iglesia de la Virgen de Gracia, tan querida por él. Un coro de sus antiguos alumnos del Seminario repitieron los cantos gregorianos que D. Manuel nos enseñó durante tantos años en los ensayos semanales en la “capilla”. Nació el 1 de mayo de 1927 en una familia de doce hermanos. Fue ordenado sacerdote el 31 de mayo de 1952 en el Congreso Eucarístico de Barcelona. Después de dos meses en la parroquia de la Virgen de las Angustias fue destinado al Seminario Menor donde permaneció 15 años, de formador, profesor y rector. En nuestro recuerdo de niños y adolescentes guardamos la memoria de D. Manuel, trabajador abnegado, entregado de lleno al servicio incondicional de los seminaristas. Muy recto y exigente consigo mismo, con su ejemplo por delante, era igual para nosotros. (…) D. Manuel, tan íntegro como siempre, no disimuló el trabajo que le suponía acoger nuestras buenas inquie-

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tudes. Suplía silenciosamente y con largos ratos de oración. Dejándonos el necesario ejemplo de sortear encumbramientos y pasó a la parroquia de La Zubia, como un cura más en la diócesis. Elogiamos su testimonio de humildad auténtica, no artificiosa. Con su celo pastoral infatigable y su fidelidad diaria, como en el seminario, se entregó con toda el alma a sus feligreses durante 10 años. (…) En septiembre de 1986, el entonces cardenal Ratzinger viajó a Cuzco y lo nombró “Capellán” del Papa. Nos enteramos por la esquela que anunció su muerte, porque él nunca fue amigo de honores. (…) Los siguientes 18 de vida sacerdotal los siguió llenando, con la voluntad decidida de siempre, dando su tiempo a quienes se lo reclamaban: Carmelitas Calzadas, Iglesia de San Antón, Hermanos Obreros de María, Monasterio de San Jerónimo, Salesas, Hogar sacerdotal… (…) Seguro que, además de sus queridos familiares, todos los que hemos conocido a D. Manuel Pérez, como le llamábamos con naturalidad, agradecemos a Dios su testimonio de vida servicial, como Jesucristo, con humildad, sencillez y pobreza evangélicas, siempre invariable, siempre el mismo siervo fiel. (…) Elías Alcalde Publicado en la revista Granada Misionera, nº 168


Mirada Pésame del Papa por la muerte de Adolfo Suárez Telegrama enviado por el Santo Padre, a través del cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado. El telegrama se ha dirigido a Mons. Jesús García Burillo, obispo de Ávila, en cuya catedral se han celebrado las exequias fúnebres de Adolfo Suárez que fue primer ministro de España entre 1976 y 1981 y falleció el pasado 23 de marzo a los 81 años. “Al recibir la triste noticia del fallecimiento del señor Adolfo Suárez González, ex presidente del gobierno de España, Su Santidad expresa su más sentido pésame, que acompaña con sufragios al Señor por el eterno descanso de esta figura destacada de la época reciente española. Con estos sentimientos, imparte a su familia y a cuantos lloran tan sensible pérdida, la bendición apostólica, como signo de la esperanza cristiana en el Señor Resucitado”.

Carta de condolencias de la CEE a la familia de Adolfo Suárez Del presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Ricardo Blázquez. Al conocer la triste noticia del fallecimiento de D. Adolfo Suárez, ex presidente del Gobierno de España, les expreso mi afecto y condolencias, en nombre de todos los obispos miembros de la Conferencia Episcopal Española. D. Adolfo nos deja como político un gran testimonio para la vida pública. Con discreción, y al mismo tiempo con firmeza, fue un hombre de profundas convicciones cristianas que también en su vida privada fueron decisivas para afrontar con entereza y esperanza numerosas dificultades personales. España le debe mucho, por su contribución singular a la reconciliación y a la recuperación de las libertades fundamentales y a la democracia, en una etapa histórica particularmente importante de la que todos somos beneficiarios. No podemos olvidar que, entre otras muchas cosas, fue con él como Presidente del Gobierno, cuando en 1979, se firmaron los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español, que constituyen el marco normativo en el que se vienen desarrollando eficazmente las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En estos momentos de dolor, elevamos a Dios nuestra oración por su eterno descanso y, particularmente, al compartir con D. Adolfo Suárez la condición de abulense, le pido a la Virgen, Nuestra Señora de Sonsoles, que conforte a sus familiares. Mons. D. Ricardo Blázquez Pérez Arzobispo de Valladolid Presidente de la Conferencia Episcopal Española

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Mirada Experiencia de oración en Semana Santa La Fraternidad Misionera Verbum Dei presente en la Diócesis de Granada celebra un retiro desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección, cuyo plazo de inscripción ya está abierto. La Semana Santa, junto con la Cuaresma, es un tiempo de gracia para vivir el encuentro con Cristo, que padeció, murió y resucitó para liberarnos del mal y del pecado. Con el objetivo de vivir con verdadera fe el tiempo de Semana Santa, la Fraternidad Misionera Verbum Dei de Granada llevará a cabo un retiro, denominado Experiencia de oración. El retiro tiene como lema La alegría de la Pascua nos hace testigos y el plazo de inscripción para participar ya está abierto. Se celebrará desde el Jueves Santo (17 de abril) hasta el Domingo de Resurrección (20 de abril) en la Casa de espiritualidad que la Diócesis tiene en la localidad granadina de La Zubia, muy cerca de la ciudad. Para más información, las personas interesadas pueden dirigirse a fmvdgranada@yahoo.es o bien llamar a algunos de los teléfonos disponibles: 958256-375/ 616-882-168 (Esther) y 605-276-121 (Carmen).

AGENDA • Semana diocesana de la familia. Clausura de esta Semana organizada por la Pastoral Familiar el domingo 30 a las 20:15 horas con una oración de las familias con los seminaristas de Granada en la parroquia de San Agustín. • Vida Ascendente. Retiro espiritual el día 7 a las 17:30 horas en la residencia de los Padres Capuchinos (Avda. Divina Pastora), dirigido por el Consiliario D. Antonio Bonilla Roldán, abierto a la participación de todas las personas interesadas. • CC. Nuevo Inicio. Conferencia Economía: entre la ética y la exclusión social, dentro del Ciclo La crisis a examen. Alternativas para un tiempo nuevo, el día 4 a las 19:30 horas, a cargo de César Nebot Monferrer, profesor de Economía del Centro Universitario de la Defensa de la Universidad Politécnica de Cartagena. El acto tendrá lugar en el Centro Cultural del Arzobispado (Plaza Alonso Cano, s/n). • Hotel del Duque. Del 14 al 20 abril la Casa de Espiritualidad Sierra Nevada, más conocido como Hotel del Duque, acoge un retiro de Semana Santa, dirigido por el Rector del Seminario diocesano San Cecilio, D. Antonio Jesús Pérez Martín. La Casa de Espiritualidad también organiza convivencias, jornadas de formación, ejercicios, etc. Más información en los teléfonos 958-566-588 y 617-517-443.

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Textos

La Samaritana. Paolo Varonese

“Dios te quiere y tenemos sed de vida plena”

Mons. Javier Martínez

En la Eucaristía en la Catedral del III Domingo de Cuaresma, nuestro Arzobispo habla de la samaritana que se topa con Cristo y encuentra un agua que colma la sed profunda de su corazón. Este hecho sigue sucediendo hoy en nosotros porque también estamos necesitados de este agua viva, porque tenemos sed de vida plena. El encuentro de la samaritana con Jesús es el mismo encuentro, cada día, que necesitamos y acontece con el Señor en la Eucaristía y, especialmente propicio en este tiempo de Cuaresma, en el Sacramento de la Reconciliación. Queridísima Iglesia del Señor, Esposa de Jesucristo, queridos sacerdotes concelebrantes, amigos todos: Tal vez si a mí me preguntasen cuál es el drama, o a veces la tragedia del hombre contemporáneo más sobresaliente, más visible, más característica, yo diría que es la dificultad que el ser humano, en el contexto cultural en el que vivimos, tiene para quererse bien a sí mismo. De ahí nace eso que Juan Pablo II llamaba la cultura de la muerte, una actitud en el fondo característica de los adolescentes, al menos de ciertos adolescentes -extraordinariamente sensibles y con una adolescencia quizá más bien atormentada-, que manifiestan en sí sentimientos de autodestrucción y esos sentimientos van acompañados de una destrucción del entorno.

Pongo esta dificultad de amarse el hombre, el ser humano, a sí mismo en nuestro mundo como contraste en el Evangelio de hoy, porque es precisamente nuestra dificultad para querernos a nosotros mismos lo que nos hace difícil creer que Dios nos quiera, que Dios pueda querernos. (…) El drama es mucho más profundo. El drama es que no sabemos qué hacemos en este mundo, que no sabemos para qué estamos aquí, que no tenemos un horizonte bello y grande, para nuestro corazón y para nuestra vida. Y los jóvenes no lo tienen tal vez porque nosotros tampoco se lo damos. Por lo tanto, tal vez somos nosotros, me refiero especialmente a quienes tenemos una responsabilidad educativa, como pastores del pueblo o de una porción del pueblo de Dios, quienes tenemos más responsabilidad en ese daño. (…)

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Textos y cuando se encuentra con Él descubre que era yo el que estaba perdido y era Dios quien me buscaba a mí. (…)

El agua viva, el agua que brota, el agua del torrente, el agua de la fuente, que mana y que mana sin cesar y que no se seca jamás es una imagen extraordinariamente expresiva; es imagen de la vida. Cristo nos da la vida. Cristo es la fuente de la vida para nosotros porque nos comunica su vida divina. Y nosotros somos la samaritana. (…) Nosotros nos vemos representados en ella, es decir, somos la humanidad que busca agua. La humanidad busca agua. Todos, todos buscamos, todos tenemos sed. No una sed física, no vivimos al borde del desierto, basta con que abramos un grifo y tenemos normalmente agua suficiente y limpia y que puede ser bebida, potable. Pero hay una sed en nuestro corazón que no se puede arrancar, que no se puede extirpar. Esa sed es la de una vida plena, o podemos decir: esa sed es la sed de ser felices, esa sed es la sed de comprender quiénes somos y cuál es la tarea y el sentido y el valor de nuestra vida. Esa sed es la sed de Dios. Y como a la samaritana, Cristo nos sale al encuentro, y nos da su vida divina y esa vida cambia, cambia todo. (…) Lo que nosotros no podemos comprender, y sin embargo sucede siempre cuando nos encontramos con el Señor, es que no somos nosotros los que estábamos buscando a Dios; era Dios quien nos estaba buscando a nosotros. Nosotros tenemos sed de Dios, pero Dios tiene sed de nosotros. Dios nos quiere, Dios nos busca, Dios nos persigue. Y nos persigue no porque Él nos necesite, no porque nosotros podamos darle algo a Él que no tiene, sino porque tenemos necesidad de Él. La experiencia constante de los cristianos a lo largo de veinte siglos ha sido que uno iba buscando a Dios

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En nuestra experiencia humana, el valor de nuestra vida es directamente proporcional a la experiencia de ser queridos. La persona que no es querida, que sólo es usada, que sólo es utilizada, que sólo es reclamada en función de intereses, pierde el gusto por la vida, de las razones para vivir: la vida al final no tiene ningún interés y ésa es la tragedia, a la que yo me refería al principio. Quien es amado, quien sabe que tiene amor no desea la muerte. Claro que no desea la muerte y no juega con su vida, y es capaz de tomársela en serio. Surge en el corazón -y no como una obligación, no como un deber, no como unas reglas a cumplir- el deseo de cuidar de la vida bien porque es bella, porque merece la pena, porque hay ese tesoro que se llama amor que llena de gusto y de contenido la vida, y que Dios ha puesto en nosotros la sed de ese amor para poder reconocerlo cuando lo encontramos. Mis queridos hermanos, el episodio del encuentro de Jesús con la samaritana es de esos episodios paradigmáticos que expresan toda la Historia de la Salvación, toda la historia de la humanidad, toda la historia de Dios con nosotros, de su amor por nosotros. Yo sé que nos cuesta creer ese amor cuando nos cuesta querernos a nosotros mismos, nos cuesta querer a nuestros prójimos. Tenemos mil motivos para ver nuestros defectos, los defectos de los demás, para comprender lo injustos que somos cotidianamente unos con otros. (…) Ser cristiano es casi, diría yo, acoger esta afirmación sobrecogedora: Dios te quiere. Dios tiene sed de ti, y no porque te necesite, para nada, porque Él es amor y sabe que tú le necesitas para vivir, para vivir en libertad, para ser tú mismo, para que la vida sea bella y merezca la pena vivirla. (…) + Mons. Javier Martínez Arzobispo de Granada S.I. Catedral de Granada 23 de marzo de 2013 Escuchar la homilía


aFondo

“Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos…” Cuaresma, tiempo de gracia En la Iglesia (y fuera de ella también), decimos muchas cosas sin pensar en lo que estamos diciendo. Por ejemplo, en el Credo, decimos: Creo en el perdón de los pecados. Durante varios años había repetido estas palabras sin preguntarme por qué estaban en el Credo. A primera vista parece que casi no merece la pena incluirlas. “Si uno es cristiano, por supuesto que cree en el perdón de los pecados, eso es obvio”, pensaba yo. Pero las personas que recopilaron el Credo parece que pensaron que ésta era una parte de nuestra fe que necesitamos recordar cada vez que vamos a la Iglesia, y he empezado a darme cuenta que llevaban razón. Creer en el perdón de los pecados no es tan fácil como yo pensaba. Esta creencia se puede debilitar fácilmente si no continuamos reforzándola. Creemos que Dios perdona nuestros pecados, pero también creemos que no lo hará si nosotros no perdonamos a los demás cuando nos ofenden. No hay ninguna duda sobre la segunda parte de esta afirmación, está en el Padrenuestro, lo dijo nuestro Señor categóricamente: “Si no perdonas, no serás perdonado”. Ninguna parte de Sus enseñanzas es más clara, no hace ninguna excepción. No nos dice que debemos perdonar las ofensas de nuestro prójimo si no son demasiado terribles, o cuando haya circunstancias atenuantes. Debemos perdonarlas todas, por muy malévolas y despreciables que sean, y por muchas veces que se repitan. Si no lo hacemos, no se nos perdonará ninguno de nuestros pecados.

Me parece que a menudo interpretamos equivocadamente el perdón de Dios hacia nosotros, y el que nosotros debemos dar a los que nos ofenden. Vamos a hablar primero del perdón de Dios. Me doy cuenta que cuando le estoy pidiendo a Dios que me perdone, a menudo estoy en realidad (a no ser que me esté observando a mí mismo cuidadosamente) pidiéndole que haga algo bastante diferente. No le estoy pidiendo que me perdone, sino que me disculpe, y hay una diferencia enorme entre ambas cosas. El perdón dice: “Sí, has hecho esto, pero acepto tu arrepentimiento; nunca te lo tendré en cuenta y todo entre los dos volverá a ser igual que antes”. En

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aFondo cambio disculpar es decir: “Me doy cuenta que no has podido evitarlo o que no tenías intención de hacerlo; en realidad no eres culpable”. Si uno realmente no es culpable, entonces no hay nada que perdonar. En ese sentido perdonar y disculpar son casi contrarios. Por supuesto en muchos casos, bien entre Dios y el hombre, o entre dos personas, puede haber una mezcla de ambas cosas. Parte de lo que en principio parecía ser pecado, resulta que no es en realidad culpa de nadie y se disculpa, y el resto se perdona. Si tuvieras una disculpa perfecta, no necesitarías perdón; si toda tu acción necesita perdón, entonces es que no tienes disculpa para ella. Pero el problema está en que al pedir perdón a Dios, con bastante frecuencia le estamos pidiendo que acepte nuestras excusas. Lo que nos lleva a este error es el hecho de que suele haber cierta cantidad de “circunstancias atenuantes”. Estamos tan preocupados por recalcar estas circunstancias ante Dios (y ante nosotros mismos), que tendemos a olvidar lo esencial, es decir, esa pequeña parte inexcusable, pero no imperdonable gracias a Dios. Y si hacemos esto, pensaremos que nos hemos arrepentido y hemos sido perdonados, cuando en realidad simplemente nos hemos quedado satisfechos con nuestras excusas. Estas excusas pueden ser realmente malas; todos nos satisfacemos con demasiada facilidad cuando se trata de nosotros mismos. Contra este peligro hay dos remedios. Uno es recordar que Dios conoce todas nuestras excusas mucho mejor que nosotros mismos. Si hay verdaderas “circunstancias atenuantes”, en ningún caso las pasará por alto. Con frecuencia Él conoce muchas excusas en las que nosotros jamás hemos pensado, y por ello

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después de la muerte, las almas humildes tendrán la agradable sorpresa de descubrir que en algunas ocasiones pecaron mucho menos de lo que creyeron. Él disculpará todo lo excusable. Nuestro deber es darle cuenta de la parte inexcusable, del pecado. Estamos perdiendo el tiempo cuando hablamos de todo lo excusable. Cuando vamos al médico le damos a conocer nuestras afecciones. Si tenemos un brazo roto sería una pérdida de tiempo explicar que tus piernas, tus ojos y tu garganta están en perfecto estado. Te puedes equivocar al creer eso, y de todas formas, si están realmente bien, el doctor se dará cuenta. El segundo remedio es creer real y verdaderamente en el perdón de los pecados. Mucho de nuestro afán por presentar excusas viene de que realmente no creemos en él, procede de pensar que Dios no nos va a volver a perdonar si no presentamos argumentos en nuestro favor. Pero eso no sería perdón. El verdadero perdón implica mirar sin rodeos el pecado, la parte inexcusable que queda después haber tenido en cuenta todas las circunstancias atenuantes, verlo en todo su horror, vileza y maldad, y reconciliarse a pesar de todo con el hombre que lo ha cometido. Eso, y sólo eso, es perdón, y siempre podemos recibirlo de Dios si se lo pedimos. Cuando se trata del perdón entre los hombres, es en parte similar y en parte diferente. Es similar porque aquí perdonar tampoco significa excusar, como parece creer mucha gente. Cuando les pides que perdonen a alguien que les ha engañado o ha abusado de ellos, creen que estás intentando sugerir que no hubo realmente engaño ni abuso; pero si esto fue


aFondo

Regreso del Hijo Pródigo (1595-1600). Palma Giovane.

ra así, no habría nada que perdonar. Los afectados insisten: “Pero te digo que este hombre no cumplió una promesa muy importante”. Exactamente: eso es precisamente lo que tienes que perdonar. (Esto no significa que tengas que creerlo cuando te prometa algo de nuevo; significa que debes hacer todo lo posible por eliminar el resentimiento que haya en tu corazón -todo deseo de humillarlo, herirlo, o vengarte de él). Existe una diferencia entre esta situación y cuando le pedimos perdón a Dios. Admitimos con demasiada facilidad nuestras propias excusas, pero cuando se trata de las de los demás hacemos todo lo contrario. Cuando se trata de mis propios pecados, hay bastante probabilidad de que las excusas no sean tan buenas como yo creo; pero cuando se trata de las ofensas que me han hecho a mí, probablemente estas excusas son mejores de lo que yo pienso. Por tanto, debemos observar detenidamente todo lo que puede mostrar que una persona no es tan culpable como pensamos. Pero incluso si es totalmente culpable, debemos perdonarla. Si el noventa y nueve por ciento de su aparente culpabilidad puede justifi-

carse con excusas realmente buenas, el problema del perdón reside en el uno por ciento de culpabilidad que queda. Disculpar lo excusable no es caridad cristiana, es sólo justicia. Ser cristiano significa perdonar lo inexcusable, porque Dios te ha perdonado a ti lo inexcusable. Esto es difícil. Quizá no es tan difícil perdonar sólo una gran ofensa; pero perdonar las incesantes provocaciones de la vida diaria -perdonar continuamente a la suegra mandona, al marido fastidioso, a la esposa gruñona, a la hija egoísta, al hijo mentiroso- ¿cómo podemos hacer esto? En mi opinión, esto sólo es posible recordando nuestra situación, comprendiendo el sentido de estas palabras cuando decimos en nuestra oración todas las noches: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. El perdón sólo se nos ofrece en estas condiciones. Rechazarlo es rechazar la misericordia de Dios. No hay ninguna excepción, y Dios lo dice claramente. C.S.Lewis The Weight of Glory

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Cultura

Adan y Eva expulsados del paraíso. (1954-67) Marc Chagall.

La Fidelidad, origen de la creación

Marc Chagall

Si el concepto de creación artística suele albergar un sentido individualista, Chagall es un claro exponente de que el auténtico acto creador es fruto de una tradición que lo sostiene. Por eso, el verdadero artista pretende responder con su obra a las expectativas de un pueblo. Se trata de reconocer que la novedad que expresa toda obra creativa nace de la fidelidad a una tradición que nos ha precedido. El arte, un estado del alma. Así definía Chagall la pintura, asegurando que le era más necesaria que la comida. Llegaba a afirmar “un buen ser humano puede que no sea artista, pero sólo los buenos hombres pueden ser verdaderos artistas”. Insistía en que la obra de un artista debía estar al servicio de la convivencia cívica de los pueblos. Porque una verdadera obra de arte tiene la misión de confirmar que es posible vivir en el mundo con respeto, con alegría. Quizá por esta profunda conciencia de la vinculación entre bondad y belleza, su obra refleja la fe de un modo tan expresivo, y constituye la más insistente llamada a la tolerancia y al respeto a lo ajeno que la modernidad ha sido capaz de producir. Sin renunciar a una firme adhesión a su tradición, nuestro artista judío salvó diferencias seculares entre comunidades religiosas distintas y se ofreció como un arma contra la que él llamaba la enfermedad de nuestro tiempo: “La sed de estabilidad”. Es curioso que, a pesar de la rotunda fidelidad a un pueblo concreto, la riqueza simbólica de Chagall constituye un mensaje perceptible para todo el mundo, más allá de las creencias y de los orígenes, ya que

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hablan del hombre y de sus inquietudes sobre su lugar en el mundo. El artista solía afirmar: “Mis cuadros no representan el sueño de un solo pueblo, sino el sueño de la humanidad”. Hijo de una tradición Con todo, la obra chagaliana expresa una profunda fidelidad a su tierra, a su pueblo, a la raza judía, a su fe. El mismo pintor declaraba: “Si no hubiese sido judío, no hubiese llegado a ser artista”. Es frecuente encontrar reflexiones superficiales que oponen creación y tradición. Sin embargo, Chagall constituye una de las pruebas más evidentes de que la auténtica creación está basada en la tradición. Es precioso el modo en el que él mismo lo narra: “Por lo que sé, en mi trabajo no sólo me han guiado mi mano y los colores, sino también la querida mano de mis padres y la de muchos otros que, con sus mudos labios y sus ojos cerrados, susurrando detrás de mí que querían compartir mi vida (…). He querido crear reuniendo en mi recuerdo también las grandes y antiguas creaciones de los pueblos semíticos. Espero con ello tender mi mano a los pueblos circundantes, a sus poetas y artistas, a todos para quienes sea querida la cultura humana”.


La paradoja chagaliana se concentra en una unión de opuestos: un profundo enraizamiento en la vida, la práctica y las tradiciones judías, y por otra parte, una aspiración violenta a la libertad de pintar y de expresar lo universal. Ahí reside la esencia de su arte, en ser un aventurero del alma, un narrador de la verdad, grandioso y fraternal a un tiempo. Dentro del hogar judío, la transmisión se efectúa ante todo en forma verbal. Se aprende a leer la vida cotidiana en voz alta. Se murmuran cantos y bendiciones solemnes, de allí que el mundo pictórico de Chagall asemeja una gran casa bulliciosa y llena de colorido. Crucifixón blanca. Marc Chagall.

Las diversas facetas de la tradición judía le influyeron hasta el final de su vida. Pero sus pinturas son también ricas en símbolos de la iconografía rusa, del arte bizantino y del tipo de arte popular ruso narrativo. No era el virtuosismo lo que interesaba a Chagall, había comprendido que el ideal supremo de un artista es que su obra se identifique con un pueblo.

Como buen judío, la mayor parte de su obra religiosa está inspirada en el Antiguo Testamento; no obstante, durante la Segunda Guerra Mundial, narra los sufrimientos soportados por los judíos a través de la figura de Cristo, que, en un vocabulario simbólico, recuerda las vicisitudes del pueblo judío y encarna el dolor, el hombre en su soledad y desesperación. La poética de Chagall está anclada en las relaciones humanas. Su inspiración no es intelectualista. En sus cuadros hay gente que labra la tierra, que se casa ante un pepe y muere rodeada de velas. Un dulce idilio habita los lienzos Chagall: basta de sufrimiento para los hombres, basta de esclavitud. El hombre ha reencontrado su libertad. El peso que lo doblaba ha desparecido; se ha vuelto ligero, camina sin tocar el suelo.

Soledad. Marc Chagall.

Pasión por la Biblia Desde su infancia, Chagall había quedado cautivado por la Biblia, la que consideraba la mayor fuente de poesía de todos los tiempos. Desde entonces, había buscado ese reflejo en la vida y en el arte. Afirmaba que la Biblia era como una resonancia de la naturaleza, y su pretensión consistía en transmitir ese secreto. El pintor reconocía que la Sagrada Escritura lo desbordaba con visiones sobre el destino del mundo, y señalaba: “En los momentos de duda, su elevada grandiosidad poética y su sabiduría me han confortado como una segunda madre. Yo no leía la Biblia, la soñaba”. Mientras el secularismo afectaba a la mayoría de sus coetáneos, Chagall encontraba en la Biblia la radical fuente de inspiración para su trabajo.

Esto cuentan sus cuadros. Él transformó en imágenes su deseo de paz y de gracia para los hombres. El dibujo pueril y sus colores frescos parecen reflejar un mundo que se ha liberado del pecado original. Incluso cuando crea imágenes de dolor, diluye su dramaticidad en la piedad. Chagall es, sobre todo, un artista judío, cuya obra habla del hebreo, no sólo en sus temas, sino insertando en su pintura textos con caracteres hebreos, como hace la vanguardia rusa. Esa identidad judía, inscrita en el tejido pictórico, es paradójicamente la clave de la universalidad de la obra. Una identidad que le conduce a afirmar: “Sé que mi camino vital es a la vez eterno y corto. Y aprendí, ya en el vientre de mi madre, a recorrer este camino más por amor que por odio”. La suya es, desde luego, una historia de fidelidad. María Jesús Muñoz

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Testimonio

Fe y ciencia para mejorar las condiciones de vida Beato Francisco Faà di Bruno Fue políglota, dominó diversas lenguas, inventor, investigador y escritor. Su vida nos muestra una admirable síntesis entre el hombre de fe y el hombre de ciencia. Francisco fue objeto de discriminación por los académicos por su rigor intelectual y su confesión abierta de la fe. Francisco Faà di Bruno nació en Alessandría, Piamonte, Italia, el 29 de marzo de 1825. Su familia era de buena situación económica y social y educaron a sus doce hijos al calor de la fe; Francisco era el más pequeño. Tenía grandes cualidades y era un apasionado de las matemáticas. Tras recibir su formación, ingresó en el

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cuerpo de ingenieros del ejército italiano en Turín, donde llegó a ser capitán. Cuando el rey Víctor Manuel II le encomendó la educación de sus hijos, Umberto y Amedeo, Faà di Bruno viajó a París, lo que le permitió completar estudios matemáticos. El ambiente de la corte estaba cargado de anticlericalismo y consiguieron apartarle de dicha tarea


Testimonio porque su influencia podía ser peligrosa para los jóvenes príncipes, por ser firme en sus creencias. En la capital francesa Francisco estudió bajo el gran intelectual católico Cauchy y el gran científico, codescubridor del planeta Neptuno, profesor Leverrier. En medio de sus estudios, la llamada de Dios va sonando cada vez más fuerte y toma la decisión de ser sacerdote. Sus esfuerzos por vincular fe y ciencia eran notables. A su regreso a Turín, fue ordenado sacerdote y su Obispo le encomendó la docencia universitaria. Impartió matemáticas y tuvo la magnífica visión de transmitir a sus alumnos la profunda convicción de aunar la fe con la ciencia. Les hacía ver que ésta no se opone a la fe sino que la ilumina. Plasmó sus investigaciones en artículos escritos en francés, inglés y alemán. En total cuarenta que fueron publicados en las revistas científicas de Europa y América más influyentes y rigurosas que había en el mundo. Francisco aplicaba lo que aprendía para mejorar las condiciones de vida de su tiempo. Y de hecho, inventó aparatos para la enseñanza de las ciencias físico-matemáticas y hasta un escritorio para ciegos con objeto de ayudar a una de sus hermanas. Compositor de melodías sagradas y autor de algunos libros de este cariz, fue también benefactor de los pobres a través de la Sociedad de San Vicente de Paúl; realizó constantes obras de caridad. Por sus méritos recibió el grado de Doctor por las Universidades de Turín y París.

Su vida se cruzó con santos de la época y del lugar, como Don Bosco, quien le aconsejó ser sacerdote y dedicarse más a esa misión. En 1860 fundó la Obra de Santa Zita, para la promoción de la mujer, una fundación que se convirtió en una gran “ciudad de las mujeres”, pues en ella había escuela, enfermería…; todo un una clara misión de ayudar a la familia. Había lugar para la infancia y juventud abandonada, madres solteras, ancianos, enfermos, inválidos... Incluso adquirió en Benevello de Alba un castillo con el fin de predicar retiros espirituales, destinándolo a descanso veraniego de pensionistas y a impartir clases a niños del lugar. Ofició su primera misa en la Iglesia de Nuestra Señora

del Sufragio de la localidad de San Donato, ideada y erigida por él. En 1981, tras ser animado por el Papa Pío IX en proseguir su Obra de Santa Zita, Francisco fundó, junto a la hermana Agostina Gonella, la Congregación de las Hermanas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio dedicada a la oración por las almas del Purgatorio, y las Hijas de Santa Clara para jóvenes discapacitadas. Murió el 27 de marzo de 1888. Previamente legó a esta ciudad la excelente biblioteca científica que había reunido. El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988.

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SignoyGracia

“Mirarán al que traspasaron” Sangre y agua Miremos con confianza el costado traspasado de Jesús, del que salió “sangre y agua” (Jn 19, 34). Los Padres de la Iglesia consideraron estos elementos como símbolos de los sacramentos del bautismo y de la Eucaristía. Con el agua del bautismo, gracias a la acción del Espíritu Santo, se nos revela la intimidad del amor trinitario. En el camino cuaresmal, recordando nuestro bautismo, se nos exhorta a salir de nosotros mismos para abrirnos, con un abandono confiado, al abrazo misericordioso del Padre (cf. San Juan Crisóstomo, Catequesis, 3, 14 ss). La sangre, símbolo del amor del buen Pastor, llega a nosotros especialmente en el misterio eucarístico: “La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús (...); nos implicamos en la dinámica de su entrega” (Deus caritas est, 13).

Vivamos, pues, la Cuaresma como un tiempo “eucarístico”, en el que, aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y cada palabra. De ese modo, contemplar “al que traspasaron” nos llevará a abrir el corazón a los demás, reconociendo las heridas infligidas a la dignidad del ser humano; y nos llevará, en especial, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona, y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchas personas. Que la Cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que también nosotros cada día debemos “volver a dar” al prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. Sólo así podremos participar plenamente en la alegría de la Pascua. (...) BENEDICTUS PP. XVI Extracto del Mensaje para la Cuaresma 2007

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luzdelaPalabra

La curación del ciego. (1567) El Greco.

“Lo estás viendo; el que te está hablando, ese es”

Domingo IV de Cuaresma

1º Samuel 16,1b.6-7.10-13ª Salmo 22,1-6 Efesios 5,8-14 Juan 9,1.6-9.13-17.34-38 Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé” (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: “¿No es ese el que se sentaba a pedir?”. Unos decían: “El mismo”. Otros decían: “No es él, pero se le parece”. Él respondía: “Soy yo”. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso barro en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?”. Y estaban divididos Y volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”. Él contestó: “Que es un profeta”. Le replicaron: “Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?”. Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le dijo: “Lo estás viendo; el que te está hablando, ese es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante él.

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laPuntada Reflexiones para náufragos

Mi sed de verdad era toda una oración en sí misma. Edith Stein


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