Jornada de Oración por la santificación de los Sacerdotes Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús Parroquia La Resurrección 12 de Junio 2015
Estimados hermanos en el sacerdocio: La Jornada de Oración por la santificación de los Sacerdotes, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús de este año, la celebramos en un contexto muy especial, puesto que acabamos de participar con gran alegría en la beatificación de Mons. Oscar Arnulfo Romero, obispo y mártir, pastor según el corazón de Cristo, Evangelizador y padre de los pobres, Testigo heroico del Reino de Dios, Reino de justicia, fraternidad y paz. Este acontecimiento debemos leerlo a la luz de la fe para escuchar y discernir con atención “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2,29), su repercusión nacional e internacional nos muestra que nos encontramos ante un signo de los tiempos a través del cual Dios se nos está manifestando1. Por eso los obispos de la Conferencia Episcopal nos dicen al final de su carta: “Y compartimos la opinión generalizada de que ésta gracia extraordinaria de poder contar con el primer beato salvadoreño debe marcar un antes y un después” 2. En la primea Semana de Pastoral Arquidiocesana del 5 al 10 de enero de 1976 hicimos nuestra la Evangelii Nuntiandi que el Papa Pablo VI recién había publicado el 8 de diciembre de 1975. Las opciones pastorales, que asumimos en esa semana, fueron: 1. La opción primordial por una EVANGELIZACIÓN en todos los niveles, considerase como grave, urgente y necesaria. 2. La renovación necesaria de todos los medios disponibles en orden a una Evangelización adecuada y que no admite dilaciones, pero que tampoco admite superficialidades. 3. La necesidad de seleccionar y formar adecuadamente los Agentes de Pastoral, sobre todo los seglares. 4. Las comunidades cristianas, como objetivo que está en el horizonte, si queremos vitalizar la Iglesia. 5. La creación y adecuación de mecanismos operativos que vengan a dinamizar y a poner en ejecución estas opciones. El documento fruto de esa semana plasmó el marco doctrinal que nos orientó en nuestro hacer evangelizador de esa década, con el compromiso de hacer vida la Evangelii Nuntiandi y las conclusiones de dicha semana. El sabio acompañamiento pastoral de Monseñor Luis Chávez y González y Monseñor Rivera propició una generación de sacerdotes y laicos comprometidos con la evangelización. En este ambiente pastoral llegó Monseñor Romero a
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Aparecida 366 Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal de El Salvador. N. 37
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nuestra Arquidiócesis sucediendo a Monseñor Luis Chávez y González dándole continuidad y nuevo dinamismo a la pastoral evangelizadora de la Arquidiócesis.
En el primer Plan Arquidiocesano de Pastoral (1990-1995) en el Objetivo General nos propusimos: “Realizar en comunión y participación la Nueva Evangelización en la Arquidiócesis para que siendo signo e instrumento del Reino de Dios, contribuyamos a la transformación de la sociedad salvadoreña” 3. La Nueva Evangelización se convirtió para todos nosotros en la prioridad pastoral en un ambiente de guerra civil en que nos encontrábamos, ésta había sido pedida para América Latina por el Papa Juan Pablo II en 1981 en Haití. Para la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunida en Santo Domingo, el mismo Papa, propuso como tema central la Nueva Evangelización, junto con La Promoción Humana y la Cultura Cristiana. En la reflexión y motivación pastoral que realizábamos en ese tiempo decíamos que así como la primera evangelización había producido santos, también la nueva evangelización debería producir los nuevos santos, y ¿quiénes serían esos santos?, pues todos los que en ese momento estábamos presentes. El Cardenal Amato, en su homilía de la Beatificación, nos dijo que Romero es otra estrella luminosísima que se enciende en el firmamento espiritual americano. Él pertenece a la santidad de la Iglesia Americana, y nos presentó una extensa lista de santos de nuestro continente agrupados de acuerdo a diversos carismas. Terminaba la lista diciendo: “Mártires como Roque González, Miguel Pro y Oscar Arnulfo Romero” 4. Monseñor Vincenzo Paglia dijo de Él al diario Avvenire (22 de mayo): “El martirio de Monseñor Romero es el cumplimiento de una fe vivida en plenitud. La fe que emerge con fuerza en los textos del Concilio Vaticano II. En este sentido podemos decir que Romero es el primer mártir del Concilio, el primer testigo de una Iglesia que se mezcla con la historia del pueblo con el que vive la esperanza del Reino. Una esperanza de justicia, de amor, de paz. Romero es un fruto del Concilio”. Monseñor Romero es el primer mártir del Concilio Vaticano II y de la Nueva Evangelización, tal como aquí en nuestra Arquidiócesis y país lo asumimos, pero no debe ser el único, él ha marcado el camino, él ha abierto la brecha. Después de él debemos ir todos nosotros. El tiempo que vivió Monseñor Romero tiene bastantes similitudes con el tiempo que nosotros ahora vivimos. A nivel eclesial en cuanto a sus documentos teníamos el llamado que la Iglesia nos hacía a la misión y a la renovación por medio de los documentos del Concilio Vaticano II, 3
Plan Arquidiocesano de Pastoral 1990-1995. N. 403 Beato Oscar Arnulfo Romero y Galdámez (1917-1980). Homilía pronunciada el 23 de mayo de 2015, durante la misa de beatificación del Arzobispo mártir. Angelo Card. Amato, SDB. N 5. 4
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la encíclica Eclesiam Suam y la Populorum Progressio de Paulo VI, entre otros. Hoy tenemos siempre el Concilio Vaticano II, que acaba de cumplir 50 años, y mantiene toda su vigencia. El rico magisterio de San Juan Pablo II, del Papa Benedicto XVI y la Evangelii Gaudium del Papa Francisco y todos los mensajes que diariamente nos llegan de él. Como Iglesia latinoamericana teníamos los documentos de Medellín y Puebla, y los comunicados y cartas del SEDAC. Ahora contamos con los documentos de Santo Domingo y recientemente Aparecida. Y los mensajes y cartas de nuestra Conferencia Episcopal. En cuanto a la realidad socio económico y política del país, en la década de los años sesenta y setentas vivíamos una creciente crisis marcada por el cierre de los espacios políticos de participación y de exclusión de las mayorías de los beneficios económicos de la modernización del país. Y una creciente respuesta represiva (mano dura) a las demandas de los sectores populares. A la respuesta represiva los sectores populares respondieron con la organización de los diversos sectores para la defensa de sus intereses, esta tensión fue creciendo y hacía vislumbrar los peligros de una guerra civil. La voz de la Iglesia, a través de cartas pastorales (Monseñor Luis Chávez, Monseñor Romero) y de los pulpitos llamaba a la conversión y a la búsqueda de soluciones pacíficas basadas en la justicia, el amor y el respeto de los derechos fundamentales de la persona humana. A finales de la década del sesenta, a través de la acción católica especializada, se dio formación en Doctrina Social de la iglesia a muchos laicos que después incursionaron en la política. También hubo Escuela de Formación en Cooperativismo tanto en la zona urbana como en lo rural. La Iglesia trató de dar acompañamiento pastoral a los laicos comprometidos en los movimientos sociales llamándoles permanentemente a la conversión y a no perder de vista los valores evangélicos y la visión de la transcendencia. Monseñor Romero decía: “La Eucaristía alimenta todo lo reivindicativo de la tierra porque le da su verdadero horizonte y cuando un hombre o un grupo quiere trabajar sólo por la tierra y no tiene horizonte de eternidad y no le importan esos horizontes religiosos, no es un liberador completo, no se puede fiar de él. Hoy luchan por el poder y mañana desde el poder serán los peores represores si no se tiene un horizonte de más allá de la historia que sancione lo bueno y lo malo de lo que hacemos los hombre en la tierra, no puede haber justicia verdadera ni reivindicación eficaces” (Homilía 17 de junio 1979). Actualmente, después de la emoción de la beatificación, debemos bajar de la montaña y encarar la realidad que hoy presenta sus retos a la Evangelización. Aparecida nos ha advertido que en el nuevo contexto social, la realidad se ha vuelto para el ser humano cada vez más opaca y compleja. Esto quiere decir que cualquier persona individual necesita siempre más información, si quiere ejercer sobre la realidad el señorío a que por vocación está llamada. Esto nos ha enseñado a mirar la realidad con más humildad, sabiendo que ella 3
es más grande y compleja que las simplificaciones con que solíamos verla en un pasado aún no demasiado lejano y que en muchos casos, introdujeron conflictos en la sociedad, dejando muchas heridas que aún no logran cicatrizar (AP 36). Sin embargo esto no significa que debemos abandonar el estudio de la realidad, sino que debemos ser más acuciosos y echar mano de las ciencias sociales. Es como cuando Jesús advierte a los discípulos de las dificultades de la misión, pero no por eso les desanima de ir. Monseñor Vincenzo Paglia en la beatificación nos dijo que los salvadoreños debemos transformar el “sentir con la Iglesia” de Monseñor Romero, a “Sentir con Romero” para propiciar la unidad, paz y reconciliación nacional. Pero ¿qué significa sentir con Romero? Significa que hagamos nuestros sus sentimientos, sus pensamientos, y que sigamos el ejemplo de vida que él nos dio. Sentir con Romero significa ponerse a lado de las mismas causas que él defendió, seguir sus ideales y estar abiertos a una permanente conversión al Evangelio”5. Nuestros obispos de la Conferencia Episcopal han dado ya el primer paso al declarar solemnemente en la Carta Pastoral, “Beato Monseñor Óscar Romero, Pastor y Mártir”: “Ahora que la Iglesia proclama Beato a Monseñor Romero, queremos comprometernos solemnemente a llevar adelante el pastoreo que él inició con audacia (“parresía”) y que selló con su sangre. El Beato Oscar Romero nos motiva a todos los católicos salvadoreños a emprender un nuevo modo de vivir y de dar testimonio de nuestra fe en Cristo. Los pastores en especial encontramos en él un llamado a asumir nuestra responsabilidad evangelizadora con sentido de pastor y entrega de mártir”6. Como dije anteriormente, los obispos terminan diciendo: “Y compartimos la opinión generalizada de que esta gracia extraordinaria de poder contar con el primer beato salvadoreño debe marcar un antes y un después. Que seamos dignos de la gracia recibida y que nos pongamos de nuevo en marcha hacia un país diferente, del país que Dios quiere y el país por cuya transformación Monseñor Romero entregó su vida”. 7 Ahora bien, ¿cuál es el camino para hacer nuestro ese compromiso que ha adquirido nuestra Conferencia Episcopal, marcar ese después y aportar a la construcción de ese país que Dios quiere? El camino es el de la “santidad”. San Juan Pablo II nos la propuso como una de las prioridades pastorales para la Iglesia del tercer milenio y nosotros la asumimos en el marco doctrinal del Tercer Plan Pastoral Arquidiocesano 8.
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Editorial UCA 27/05/2015 Carta Pastoral Conferencia Episcopal. N. 8 7 Ib N. 37 8 Plan Pastoral Arquidiocesano 2005-2010. Págs. 54-55 6
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De manera general todos sabemos que la santidad no consiste en llevar a cabo acciones extraordinarias, sino en permitir que Cristo actúe en nosotros y hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. El valor de la santidad está en la estatura que Cristo alcanza en nosotros, en cuánto, con el vigor del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida. El Cardenal Amato nos decía que el martirio de Monseñor Romero no fue una improvisación, sino que tuvo una larga preparación. Romero, de hecho, era, como Abrahán, un hombre de fe profunda y de esperanza inquebrantable. De manera general también, todos sabemos que en ejercicio del ministerio pastoral tenemos la fuente principal, el alimento adecuado y el motor para la santificación personal y comunitaria. Dios nos ha dado la caridad pastoral, nos ha hecho ministros suyos y nos confía misiones concretas, en donde ejercemos el ministerio en sus diversas dimensiones: ministerio profético, litúrgico, servicio al mundo, de conducción de la comunidad y de la pastoral misionera hacia todas las gentes9. En el camino de ser santos, no cuenta tanto la cantidad sino la calidad de los servicios pastorales. La santificación depende de que ejerzamos cada día el ministerio pastoral con autenticidad, caridad pastoral y en el Espíritu de Cristo. Pero, en nuestro caso el camino de santidad debemos seguirlo en continuidad con la memoria histórica de la pastoral de nuestra Arquidiócesis y su testimonio de santidad heroica hasta el martirio. Monseñor Vincenzo Paglia dijo, en su intervención que con la beatificación, en el cielo se alegraba Monseñor Romero, y muchos otros hombres y mujeres que se alegraban junto a él, son sacerdotes, catequistas, religiosas, sencillos fieles que fueron bárbaramente asesinados y muchos otros que lo han seguido escuchado y amado. El Padre Rutilio Grande, Nelson y Manuel, todos ellos son un tesoro precioso de la fe de la Iglesia de El Salvador. Esto es sumamente importante, con la beatificación de Mons. Romero se le ha dado la razón a la Iglesia salvadoreña, esa Iglesia que somos nosotros y que fuimos formados por Mons. Luis Chávez y Gonzáles, por Mons. Rivera Damas, por Mons. Romero, y por tantos hermanos sacerdotes del clero diocesano y religiosos que nos comprometimos con la Nueva Evangelización. No estábamos equivocados, en lo que Dios, la Iglesia y la realidad nos pedían y nosotros con generosidad nos comprometimos. La palabra de Dios, los documentos del Concilio Vaticano II, de Medellín, de Puebla y la Evangelii Nuntiandi, fueron nuestros textos. El Cardenal Amato dijo “su opción por los pobres no era ideológica sino evangélica. Su caridad se extendía también a los perseguidores a los que predicaba la conversión al bien y a los que aseguraba el perdón, no obstante todo”.
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Julio Botía A. Ejercicios Espirituales 2013
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¿Y con cuáles servicios ministeriales nos santificamos? Esta santificación vendrá por el ejercicio de nuestros diversos ministerios pastorales, los cuales hemos de ejercer en su totalidad para alcanzar la globalidad de la acción pastoral. Como ya dijimos son: 1. El ministerio de la palabra, 2. El ministerio de los sacramentos, 3. El ministerio de la conducción de la comunidad (Cf. PO, 13), 4. El ministerio de la caridad (servicio al mundo, diakonía) y 5. La pastoral y cooperación misioneras, desde la Iglesia particular, hacia todas las gentes (Mt 28,20). Todos los servicios ministeriales hemos de enmarcarlos en la Pastoral Diocesana, recordando como presbíteros nuestra esencia diocesana. Ser presbítero implica, por la misma ordenación, la pertenencia a un colegio, al presbiterio. Este Presbiterio tiene como cabeza al Obispo. Los Presbíteros estamos ontológicamente unidos con Cristo y con el Obispo por el Espíritu Santo que se nos ha dado por la imposición de las manos y por haber sido enviados a la tarea común de edificar la Iglesia. Esta unidad profunda ha de ser también para cada sacerdote la base de un trabajo conjunto con el Obispo y con todos los miembros del Presbiterio, teniendo en cuenta que la pertenencia a él hace a todos los Presbíteros cabeza no propiamente de su sola comunidad, sino de todas las realidades y comunidades diocesanas. Junto con el Obispo, nuestra solicitud ha de ser por toda la diócesis. El conjunto está, pues, precediendo la acción individual, a la puntual o a la territorial. Nuestro ser y nuestra misión son de tipo colegial. Ontológicamente hablando primero somos miembros de un Presbiterio y colaboradores de nuestro Obispo, que párrocos de tal sitio. Por eso nuestro ministerio está integrado en la pastoral de conjunto. Avanzar por este camino supone tomar en serio la conversión pastoral de la que nos habla Aparecida en los números 365-372, y también el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium 2533. En el número 26: “Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera. Recordemos este memorable texto que no ha perdido su fuerza interpelante: «La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio […] De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia -tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27)- y el rostro real que hoy la Iglesia presenta […] Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí»”10. Los ejercicios espirituales del clero deberían ayudarnos a hacer este ejercicio en forma personal y como diócesis.
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PABLO VI Eclesiam Suam N. 3
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La herramienta pastoral concreta que nos permite articular la pastoral de conjunto en nuestra diócesis es el Plan Pastoral Arquidiocesano del que estamos en el tercer año de su ejecución y cuyas prioridades pastorales conservan su vigencia: Primera, La Misión Permanente que es la misión esencial de la iglesia, una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes, nos decía ya la Evangelii Nuntiandi11. Y también nos decía que debemos evangelizar “no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta las mismas raíces de la cultura” 12. Debemos alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación13. La realidad de violencia y crisis económica que vivimos nos muestra claramente la necesidad de la misión evangelizadora. De ahí la insistencia del Papa Francisco en convertirnos en una Iglesia en permanente estado de misión 14. Segunda, Formación Permanente de Agentes de Pastoral. En el marco operativo del Plan Pastoral las indicaciones que se nos dieron están orientadas sobre todo a los Sacerdotes. En los niveles vicariales y parroquiales debemos elaborar los respectivos planes de formación de agentes de pastoral y de los laicos en general, recordemos a este propósito el capítulo sexto de Aparecida, “El Itinerario formativo de los discípulos misioneros”. En los programas de televisión en donde salían diversos analistas comentando sobre la persona de Monseñor Romero se notaba claramente la falta de formación para entender la Doctrina Social de la Iglesia y el papel de la jerarquía y el de los laicos en los procesos históricos. Los responsables al nivel diocesano deben acelerar la implementación de lo propuesto en el marco operativo del Plan Pastoral. La formación permanente del clero y la pastoral sacerdotal se vuelven prioridades ineludibles. Tercera, La Pastoral Social Integral. Según el documento de Aparecida las grandes tareas de la Pastoral Social se pueden sintetizar en tres. 1. La profundización de la dimensión social de la fe, especialmente a través de la formación de la conciencia social de los cristianos, la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia y la formación de agentes de Pastoral Social. 2. La defensa y promoción de la dignidad humana, especialmente de los más vulnerables (personas que viven en la calle, enfermos, adictos dependientes, migrantes, detenidos en las cárceles…sin olvidar las niñas y niños en situación de riesgo, las mujeres maltratadas y los adultos mayores abandonados) en los distintos campos de la actividad humana: ecología, economía, política, salud, tierra, educación, trabajo… 15. 3. La defensa y promoción de los 11
EN 14. Ib 20 13 Ib 19 14 EG 25 15 Aparecida capítulo 8 12
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derechos de la familia y de los pueblos a la cultura, al desarrollo, a la participación, a la solidaridad y a la paz.16. Nuestra Conferencia Episcopal en el Mensaje del 21 de noviembre de 2014, titulado “Bienaventurados los artesanos de la paz” nos exhortaron a asumir entre nuestras prioridades: fortalecer los procesos pastorales de prevención de la violencia que ya existen. Poner en marcha nuevos procesos. En 48 parroquias ya contamos con alguna experiencia en este campo y en las 122 restantes todavía hay que implementarla. Esto supone procesos de formación para nosotros los presbíteros y para nuestros laicos. Cuarta, La Pastoral Familiar. La familia es una de las instituciones más afectadas por la cultura moderna y por la crisis socioeconómica. Esto es sumamente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. Debemos organizar esta pastoral en las parroquias que aún no lo han hecho y darle cabal cumplimiento al objetivo general del plan, y además junto con la pastoral social y la pastoral de jóvenes desarrollar procesos de familias fuertes como parte de la prevención de la violencia y de cultura de paz. Quinta, La Pastoral de Jóvenes. No cabe duda que los jóvenes son actualmente los más pobres de los pobres, el consumismo, el materialismo, la muerte violenta, la privación de libertad en sus territorios, la falta de oportunidades, les impactan directamente, es impresionante el temor con que viven muchos jóvenes en los sectores de nuestras parroquias. La necesidad de la pastoral de juventudes es más que evidente. Asumir corresponsablemente la pastoral Arquidiocesana nos permitirá cumplir el deseo con el que termina la Conferencia Episcopal su Carta Pastoral: “Que seamos dignos de la gracia recibida y que nos pongamos de nuevo en marcha hacia un país diferente, del país que Dios quiere y el país por cuya transformación Monseñor Romero entregó su vida”. Haciendo eso es que los presbíteros nos santificamos, nos santificamos en, con y mediante el ministerio bien ejercido. Renovemos nuestra consagración al Sagrado Corazón de Jesús y volvamos a ser esa iglesia de santos que desde la opción evangélica nos decidimos a hacer vida la Palabra de Dios, los documentos de nuestra Iglesia, y desde allí dar respuesta a los retos que la realidad de nuestro país presenta a la evangelización. Que el Espíritu Santo nos dé la fortaleza para ser evangelizadores con Espíritu que anunciemos la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Que de verdad entremos en una nueva etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa 17.
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Para vencer nuestros miedos sigamos el ejemplo y testimonio de nuestro Beato Monseñor Romero. Pedro Miguel Lamet, SJ.18 Escribe: “¿Cómo un hombre frágil, tímido, sensible, escrupuloso, solitario, llega a dar un paso así? Porque siempre fue radicalmente evangélico desde el seminario. Porque no olvidemos que, detrás de su timidez, había un carácter rico y fuerte, a veces tozudo incluso. Desde el momento en que ve claro, se lanza a la defensa de los pequeños, los pobres, como respuesta al núcleo central del Evangelio, y ya no duda, aunque no deje nunca de sentir miedo físico y la somatización en forma de enfermedades que, siempre le acompañaron, al final se agravaron. Pero ya no era fidelidad a una norma o doctrina, sino a una persona: “El cristianismo –dirá en una homilía- no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones. El cristianismo es una persona que amó tanto que reclama mi amor. El cristianismo es Cristo”. El Cristo que vive, muere y resucita en Óscar Romero. Que como nos ha dicho el Papa Francisco seamos capaces de vencer los cansancios peligrosos y negativos como el cansancio de uno mismo 19, neutralizar el cansancio de los enemigos, pedir la gracia de aprender a neutralizar el mal, poder experimentar el cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría, fruto del contacto con la gente, el cansancio de las multitudes. La gente ama, quiere y necesita a sus pastores. El pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad en un auto con vidrios polarizados. Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja… 20 “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor. Es un pueblo que empuja a su servicio a quienes hemos sido llamados para defender sus derechos y para ser su voz, decía Monseñor Romero”.21 En síntesis, nos dijo Mons. Julio Botía en los ejercicios espirituales: nos santificamos en, con y mediante el ministerio bien ejercido. Pbro. Jesús Octavio Cruz Olmedo
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Pedro Miguel lamet, SJ. Escritor, periodista y autor de “El Alma Secreta del Mártir Oscar Romero”, en “Romero de América, Mártir de los Pobres” (Mensajero, 2015) 19 EG 277 20 Homilía del Papa Francisco. Misa Crismal del jueves santo 2015. 21 Homilía Monseñor Romero 18 de noviembre 1979.
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