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Sin embargo, la cuarentena es necesaria para salvar
“Nuestra vida en tiempos de cuarentena”
Por: Pbro. César Eliseo Sánchez, Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal de Comunicaciones (CECOM)
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Es muy conocido que Jesús, antes de su ministerio público, fue conducido por el Espíritu Santo al desierto, en el cual permaneció “40 días y 40 noches” (Cfr. Mateo 4, 1-11). Sin embargo, a nivel “popular”, es poco difundido que nuestro Señor Jesucristo vivió una segunda cuaresma: la “cuaresma o cuarentena pascual” (Cfr. Hechos 1, 3). En esa segunda cuaresma, Jesús Resucitado se apareció a sus discípulos en diferentes maneras y lugares, para rescatarlos del encierro y del miedo, para restaurarles la fe perdida, para devolverles la alegría de seguirlo, para llevar paz a sus corazones y para enviarlos a evangelizar, en su nombre, así como el Padre lo había enviado a Él.
Actualmente, debido a la “cuarentena por salud” que viven cientos de miles de personas en el mundo, por la Pandemia del COVID-19, muchos experimentan lo mismo que los discípulos inmediatamente después de la muerte del Señor: encierro, miedo, angustia, desesperanza, desencanto, dolor por el tiempo perdido, remordimientos, incertidumbre ante un futuro desconocido (Cfr. Jn 20, 19 a), y hasta falta de fe (Cfr. Jn 20, 24-25).
Otro grupo de personas experimenta algunas de estas cosas: búsqueda de felicidad sólo en este mundo, un deseo diario de “rellenar” el tiempo con todo tipo de situaciones en las que no está Dios, deseos de volver al pasado en el que se vivía antes de conocer a Jesús (Cfr. Jn 21, 2-3), malestar con los demás (autoridades, vecinos, etc.), indiferencia ante lo que sucede debido a que “a mí o a mi familia no nos ha sucedido nada”, y falta de solidaridad con quien está pasando hambre, enfermedad, dolor o hasta la muerte (Cfr. Mt 25, 42-43).
Ahora bien, gracias a la Misericordia de Dios, hay un tercer grupo de personas: aquellos que se han acercado a Cristo Muerto y Resucitado. Ellos, a pesar de la crisis mundial y la obligación de permanecer en casa por órdenes gubernamentales, han tomado la firme decisión de no padecer una “cuarentena vacía o superflua “, sino vivir una “cuarentena pascual”. En medio del encierro, miedo e incertidumbre actuales, nuestro Señor Jesucristo, como cuando entró a Jerusalén, ha llegado a nuestras casas montado en “burritos” (llamados sacerdotes en esta tierra); y cómo la noche de su Resurrección, está atravesando las paredes de nuestras casas a través de los medios de comunicación. Así como varios
discípulos pasaron, del miedo y la desesperanza a la paz y el gozo ofrecidos por Jesús Resucitado y aún llagado, así muchos, a pesar de las dificultades y hasta muerte presentes “fuera de la casa”, están experimentando una vida renovada al postrarse ante Jesús Eucaristía, tocándole sus llagas, arrepintiéndose de sus pecados, escuchando su Palabra, comulgando espiritualmente y confiando en su Misericordia.
Ha sido maravilloso contemplar cómo muchísimas familias, adultos, ancianos, jóvenes, niños, y hasta las personas que físicamente están solas, han vivido la mejor “Semana Santa” de sus vidas, y están experimentando la mejor de las cuarentenas: ¡la “cuarentena pascual” que conduce a Pentecostés! El pueblo no ha podido ir a los templos de ladrillos, pero el Señor ha llegado a los templos que hay en cada corazón y en cada “Iglesia Doméstica!
Cada uno de nosotros decidirá cómo pasar esta cuarentena: de manera pecaminosa, vacía, superficial, indiferente... o viviendo una “cuarentena pascual” junto a Cristo Resucitado. Quien quiera “vivir como siempre”, sufrirá una “cuarentena de muerte”. Quien “muera a su vida pasada”, y confíe en la Misericordia del Señor, a través de sus Santas Llagas, recibirá en su corazón, y en el seno de su familia, la paz y el gozo de una vida nueva en Cristo Muerto y Resucitado.