Contratos de protección: una ofensiva y una crisis
Alejandra Ramírez
Arriba hay un panorama que, siguiendo la doctrina del shock, pretende generar algún tipo de trauma colectivo, una exaltación “patriótica”, un miedo generalizado, un estado que les permita legitimar el negocio de la guerra. Para resistir a ese shock, para salir de la confusión, ahora más que nunca es necesario ser críticos de esa guerra, nombrarla en su profundidad: una guerra total en la que se trata de reorganizar la vida de la gente. El neoliberalismo como modificación, reestructuración de un conjunto de relaciones no sólo económicas, sino las que implican al Estado, la cultura, la política, la ideología y, por supuesto, el concepto y la práctica de la guerra. En esa reestructuración capitalista se fragmenta algo más que el proceso productivo: se transforman las relaciones sociales y particularmente la relación trabajo-capital. Ésta última es más brutal y directa, pues los patrones se proponen romper con las formas o modos “clásicos” de organización de la clase obrera, que los trabajadores nos enfrentemos a la explotación que nos imponen en soledad, sin ningún tipo de defensa. Los contratos de protección tienen lugar dentro de esa reestructuración, en la reorganización del proceso productivo desde donde se atacan las condiciones de vida de los trabajadores, a partir de la destrucción de los modos en que éstos venían organizándose. Este texto pretende adentrarse en esa embestida, no sólo para visibilizar el ataque del capital, también para resaltar cómo, al mismo tiempo, 64
estos contratos de trabajo representan una crisis: la del sindicalismo y, con ésta, una crisis en la relación mando-obediencia, en la relación de dominación dentro del sistema capitalista. Somos much@s los hombres y mujeres que trabajamos bajo contratos de protección: l@s chav@s de las franquicias de Mac Donald’s, Burger King, Domino’s Pizza; quienes trabajan para Sabritas y Bimbo; el personal de limpieza que labora en tu centro de trabajo o en los call centers; los empleados de supermercados como Wal-Mart, Sam’s Club, Superama, Bodega Aurrerá, Mi Bodega, MercaMás, Costco de México, Home Depot; los empleados de Suburbia y Palacio de Hierro; los y las meseras, cajeras y el personal de restaurantes como Vip’s, El Portón, Sanborn’s, Toks, Ragazzi, Café San Remo, El Malecón, La Finca; los trabajadores del transporte aéreo como Aviacsa, Magnicharters, Aeromar, Interjet, Volaris. Estos contratos permiten a los patrones imponer a las y los trabajadores condiciones de sobreexplotación e impiden su organización autónoma e independiente. Igual los padecen los jóvenes que chambean para Cinemex, Cinemark, Cinepolis, Blockbuster México, Mix up, Discolandia, Tower Records, que quienes trabajan en la educación como en la Universidad del Valle de México, la Universidad Latinoamericana, la Marista, el Instituto Anglo Español, Femenina de México, Colegio La Salle. En esta misma situación también encontramos a los que laboran en Xerox, Telcel, Sony Music