A veces nuestras vidas transcurren pasajeramente como en un viaje en el metro de alguna ciudad: pesadas, abrumadas, cotidianas; otras ocasiones somos pasajeros de juegos infinitos donde las puertas son las protagonistas: abres una para descubrir algo nuevo, cierras otra para dejarlo detrás en el tiempo; la vida es maravillosa, y como tal debemos apreciarla en todo el esplendor de su brillo perpetuo. Respetemos nuestra vida y la de los demás, de eso precisamente se trata: de respetarla antes del final.