Los Cuentos Llegaron a a la Ciudad

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Prólogo Como ya viste en la portada, este libro o documento es una antología de algunos cuentos navideños que hemos seleccionado para que un público lector, como tú que eres parte de él, se enriquezca culturalmente de distintos relatos breves de autores tanto muy conocidos como desconocidos o que no se les dio el auge que merecían. Hemos escogido autores de todo el mundo, algunos de habla hispana y otros de habla inglesa; algunos autores fueron revolucionarios, políticos, artistas, danzantes, cantantes o simplemente escritores. Encontrarás autores que plasmaron su contexto social o fragmentos de su vida en relato, un cuento siempre tiene que partir de algo visto o de un conocimiento previo, por lo tanto, cuentos que hemos incluido en esta antología son más bien anécdotas transformadas para evitar dar a conocer la realidad a un mundo que no está listo para afrontarla. Antes de cada cuento encontrarás pequeños datos biográficos de los autores de los cuentos, esto te ayudará a establecer una relación más cercana con el ambiente y la época en la que está escrita la narración, te invitamos a que leas con detenimiento las biografías, no vayas directo al cuento pensando en que no tiene tanta importancia, para poder obtener un análisis crítico y bien detallado del relato se necesita adentrarse al mundo del autor. Se necesita viajar al otro lado del mundo y a una época muy antigua para comprender el significado de unas cuantas y simples letras, aunque al final te darás cuenta que no son simples y sin significado sino que a veces tienen más peso que una voz, ya que lo escrito queda para toda un eternidad. Hemos hecho una antología muy simple, de sólo diez cuentos, pero lo que la hace especial y verdaderamente única de entre todas las demás antologías de cuentos navideños, es debido a que dos de los diez cuentos totales fueron escritos por integrantes de nuestro equipo de antologadores. Max Acuña Valenzuela escribió el cuento titulado “La navidad soñada”, un cuento el cual necesita de un lector maduro y abierto de mente para captar la esencia del significado que nuestro compañero quiere dar. El segundo cuento original fue escrito por Ximena Leilani Cabello Régules, ella tituló a su obra con el nombre de “El deseo del amor”, una

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historia romántica en mundo de adolescentes lleno de altas y bajas,

Ximena

transcribió sus sentimientos en una narración los cuales los puedes sentir con cada letra, con cada sílaba que recorres al leerlo. Al final de cada relato hemos hecho nuestro propio análisis crítico y comentario en relación a él. Es un análisis de estructura y significado, encontrarás fragmentos escritos de manera subjetiva como opiniones o explicaciones del significado según entendimos. También encontrarás partes de un análisis objetivo, desglosando los componentes del cuento como su narrador, personajes, ambiente, acciones y contexto. Todo esto con el objetivo de adentrarse en el mundo vivido por el protagonista, hacerte creer como si estuvieras dentro del cuento, colócate en el papel de un testigo y olvida que eres un lector, olvida que lo estás leyendo desde tu casa, desde un avión, desde tu celular, olvida todo eso e imagina que eres un testigo de lo que está pasando, eres parte del cuento no estás fuera de él, si recuerdas eso tu mente hará el trabajo difícil. Esta recopilación de cuentos se hizo en diciembre del 2016, entonces si te estabas preguntando por nuestra motivación de escoger cuentos navideños pues ahí la tienes, estamos actualmente en época de fiesta, de frío, de unión, de navidad. Está muy cerca el 24 de diciembre y hemos decidido entrar en ambiente y buscar los mejores cuentos de navidad en la historia, fuimos críticos desde un punto de vista subjetivo entonces no te prometemos que todos los cuentos que leas en esta recopilación sean de tu agrado. No hemos tomado un criterio específico y detallado para incluir los cuentos, simplemente son cuentos navideños en general. Por último te vuelvo a invitar a que leas cada una de las biografías, cada uno de los cuentos y los comentarios. No todas las antologías te incluyen datos biográficos y análisis críticos, esto que tienes en tus manos es el resultado de mucho trabajo y redacción, estamos felices de poder compartir este trabajo con el público y para no quitarte más tu tiempo de lectura, te invito a que abras tu mente y te dejes llevar por la escritura de grandes artistas como son los autores que escogimos para ti.

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Charles Dickens Fue uno de los mayores especialistas de la narrativa, el humor y la ironía. Nació el 7 de febrero de 1812 y murió el 9 de junio de 1870, prácticamente toda su vida vivió en Reino Unido. Fue considerado uno de los mejores novelistas ingleses de todos los tiempos, sus novelas y relatos cortos disfrutaron de gran fama y popularidad en vida del escritor, y de hecho hoy en día se siguen editando y adaptando al cine continuamente. Son destacados por su floritura y carácter poético, en él el toque cómico se encuentra presente como base fundamental de sus obras.

Christmas Carol Ebenezer Scrooge era un empresario y su único socio, Marley, había muerto. Scrooge era una persona mayor y sin amigos. Él vivía en su mundo, nada le agradaba y menos la Navidad, decía que eran paparruchas. Tenía una rutina donde hacía lo mismo todos los días: caminar por el mismo lugar sin que nadie se parara a saludarlo. Era víspera de Navidad, todo el mundo estaba ocupado comprando regalos y preparando la cena navideña. Scrooge estaba en su despacho como siempre con la puerta abierta viendo a su escribiente, que pasaba unas cartas en limpio, y de repente llegó su sobrino deseándole felices navidades, pero este no lo recibió de una buena manera sino al contrario, su sobrino le invitó a pasar la noche de Navidad con ellos, pero él lo despreció diciendo que eso eran paparruchas. Su escribiente llamado Bob Cratchit seguía trabajando hasta tarde aunque era noche de Navidad, Scrooge le dijo un día después de Navidad tendría que llegar más temprano de lo acostumbrado para reponer el día festivo. Scrooge vivía en un edificio frío y lúgubre como él. Cuando ya estaba en su cuarto algo muy raro pasó: un fantasma se le apareció, no había duda de quién era ese espectro, no lo podía confundir, era su socio Jacobo Marley le dijo que estaba ahí

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para hacerlo recapacitar de cómo vivía porque ahora él tenía que sufrir por la vida que había tenido anteriormente. Le dijo que en las siguientes noches vendrían 3 espíritus a visitarlo. En la primera noche, el primer espíritu llegó, era el espíritu de las navidades pasadas, éste lo llevo al lugar donde él había crecido y le enseñó varios lugares y navidades pasadas, cuando él trabajaba en una tienda de aprendiz; otra ocasión donde estaba en un cuarto muy sólo y triste y también le hace recordar a su hermana, a quien quería mucho. A la segunda noche el esperaba al segundo espíritu. Hubo una luz muy grande que provenía del otro cuarto, Scrooge entro en él, las paredes eran verdes y había miles de platillos de comida y un gigante con una antorcha resplandeciente, era el espíritu de las navidades presentes. Ambos se transportaron al centro del pueblo donde se veía mucho movimiento: los locales abiertos y gente comprando cosas para la cena de Navidad. Después lo llevo a casa de Bob Cratchit y vio a su familia y lo felices que eran a pesar de que eran pobres y que su hijo, el pequeño Tim estaba enfermo. Finalmente lo lleva a la casa de su sobrino Fred donde vio como gozaban y disfrutaban todos de la noche de Navidad comiendo riendo y jugando. Después de esto regresó a su cuarto. A la noche siguiente, esperaba al último espíritu, pero este era oscuro y nunca le llegó a ver la cara. Era el espíritu de las navidades futuras, quien le mostró en la calle que la gente hablaba que alguien se había muerto. Después lo llevó a un lugar donde estaban unas personas vendiendo las posesiones del señor que había muerto, y también le enseñó la casa de su empleado Bob donde pudo ver que su hijo menor había muerto y que todos estaban muy tristes. Por último, lo llevó a ver cadáver de este hombre que estaba en su cama tapado con una sábana, y al final, le descubrió quien era el señor que había muerto… Era él mismo, Ebenezer Scrooge. Cuando el despertó se dio cuenta que todo había sido un sueño y que ese día era día de Navidad, se despertó con mucha alegría, le dijo a un muchacho que vio en

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la calle que fuera y comprara el pavo más grande y que lo mandara a la casa de Bob Cratchit. Salió con sus mejores galas muy feliz porque podía cambiar y se dirigió a casa de su sobrino, al llegar lo saludó y le dijo que había ido a comer y estuvo con ellos pasándosela muy bien. Al día siguiente en la mañana le dio a su trabajador un aumento y desde entonces fue un buen hombre a quien todos querían. El hijo menor de Bob, el pequeño Tim, grita contenta. ¡Y que Dios nos bendiga a todos!

Charles Dickens

COMENTARIO El arrepentimiento en este cuento es el resultado de darse cuenta de los errores que cometió en el pasado en el presente y como podría verse afectado su futuro y darse cuenta de todo el mal que le había hecho a otras personas por su egoísmo. Dickens usa un narrador omnisciente y con voz narrativa en 3era persona del singular, con el ejemplo de: “Ebenezer Scrooge era un empresario y su único socio, Marley, había muerto.”, con esto intenta relatar la historia de un triste viejo que esta solo por su egoísmo y deja pensando al lector: ¿en realidad vale la pena tener tosas las cosas materiales si estas solo en la vida? Por lo tanto, “Christmas Carol”, resulta un cuento que te deja impactado cuando lo lees, pero al mismo tiempo te hace reflexionar acerca sobre cómo debemos actuar en esta vida para ser felices. El lenguaje empleado es coloquial, no utiliza palabras vulgares o muy propias. Por ejemplo: “El hijo menor de Bob, el pequeño Tim, grita contenta. ¡Y que Dios nos bendiga a todos!”. Son palabras con fácil comprensión hacia el lector que hacen la lectura mucho más fluida y fácil de imaginar lo que está pasando. El ambiente es real por que sucede en un mundo que conocemos, pero tiene escenarios ficticios: “Hubo una luz muy grande que provenía del otro cuarto, Scrooge entro en él, las paredes eran verdes y había miles de platillos de comida

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y un gigante con una antorcha resplandeciente…”, cuando un espíritu llegaba se transportaban de un lado a otro en un instante, lo que te hace darte cuenta que eso no pasa en la vida real. En esta historia Ebenezer Scrooge viene siendo el protagonista porque de él trata la historia, los espíritus son los principales por que aparecen en la vida del personaje y hacen que el haga cambios en su vida, Bob Cratchit es secundario porque es el compañero de él protagonista y finalmente Tim y Marley que son ausentes por que los mencionan en la historia, pero nunca aparecen.

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Oscar Wilde Se podría decir que el éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. Nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín y murió el 30 de noviembre de 1900 en París. Wilde sufrió varios acontecimientos difíciles en su vida que lo llevaron a ser la persona que fue e hizo que sus últimos años de vida se caracterizaran por la fragilidad económica, sus quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo.

El gigante egoísta Un gigante tenía un jardín muy grande con suave y verde césped, hermosas flores, los pájaros posados sobre las ramas cantaban. El gigante se fue a visitar a su amigo el ogro, por un periodo de siete años estuvo en casa de su amigo. Durante su ausencia los niños al regresar del colegio pasaban la tarde en el jardín del gigante. El gigante regresó a su castillo se molestó y boto a los niños de su jardín y lo cercó con altas muralla, y dijo aquí no se divertirán, solo yo, y puso un letrero “se prohíbe la entrada bajo las penas legales correspondientes”, era un gigante egoísta. Los niños ya no tenían donde jugar, intentaban jugar en las calles, pero como estaban polvorientas y llenos de piedras era difícil pasarlo bien. Los niños recordaban lo hermoso que era jugar en el jardín y caminaban junto al cerco del jardín. Cuando llegó la primavera el país se llenó de hermosas flores, pero el jardín de, el gigante egoísta seguía en invierno, en casa del gigante había viento, nieve, granizo, los pájaros no cantaban, el gigante egoísta asomaba su cabeza por la ventana y decía porque demora tanto la primavera. Una mañana el gigante egoísta, acostado en su cama, oyó una hermosa música, pensó que eran los músicos del rey que pasaban por ahí, en realidad era un pájaro, hacía tiempo que

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no había oído a ningún pájaro en su jardín, por fin la primavera se dijo, saltando de su cama, asomo su cabeza por la ventana y vio a los niños jugando, trepándose en las ramas, y los pájaros cantaban, los niños habían entrado por un agujero del cerco del jardín. Todo era precioso el invierno había desaparecido, pero en un rincón del jardín permanecía el invierno, había un niño muy pequeño que lloraba porque no podía treparse en las ramas, y por más que intentaba no podía porque era muy pequeño. El gigante egoísta se dijo ¡Qué egoísta he sido!, desde ahora mi jardín será para los niños, camino hacia los niños, pero ellos al verlo huyeron, solo el niño pequeñito no huyó porque no le vio venir, por tener los ojos llorosos. El gigante egoísta le tomó al niño pequeño y lo puso sobre el árbol, y el árbol floreció, los pájaros vinieron y el niño extendió sus brazos y rodeo el cuello del gigante, los otros niños al ver esto, regresaron y todos jugaban en el jardín del gigante egoísta, pero ahora el gigante egoísta ya no era malo. Los niños jugaron toda la tarde y por la noche fueron a despedirse del gigante, él les preguntó por el niño a quién él había subido al árbol, no sabemos respondían los niños; díganle que venga decía el gigante, nunca lo hemos visto respondían los niños El gigante extrañaba al niño pequeñito porque era su primer amiguito, el gigante envejeció y ya no jugaba con los niños, solía pasar las tardes sentado en su sillón, viéndolos jugar. El gigante murió y se fue al paraíso y el que le recibió fue el niño a quién ayudo a trepar sobre el árbol. Los niños encontraron su cuerpo bajo el árbol, cubierto de flores blancas.

Oscar Wilde

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COMENTARIO El arrepentimiento en este cuento es el resultado de que el gigante se diera cuenta de lo que sucedía a su alrededor por su amargura hacia los niños y que hubo un niño pequeño que lo ayudo a reflexionar en esta situación. Wilde usa un narrador omnisciente y con una voz narrativa en 3era persona del singular, un ejemplo: “El gigante extrañaba al niño pequeñito porque era su primer amiguito, el gigante…”, con esto intenta contar el cuento desde un punto de vista en el que el lector reflexione y se dé cuenta de los errores que comete el gigante y lo que hace para resolverlos. “El gigante egoísta”, por lo tanto, relata una historia de amargura, pero al final que el gigante se dé cuenta de sus errores hace que sea una historia llena de alegría y buenos momentos. El lenguaje empleado es coloquial porque no es difícil su comprensión, por ejemplo: “El gigante egoísta se dijo ¡Qué egoísta he sido!”, es el leguaje que usamos en la vida cotidiana para expresarnos. El ambiente es ficticio por que no existen los gigantes y el lugar en donde viven, por lo tanto, al momento de leer el cuento te das cuenta que son espacios irreales. En este cuento el protagonista viene siendo el Gran Gigante porque de él habla la historia, el niño pequeño el principal porque el ayuda a reflexionar a él gigante, los niños secundarios por que aparecen todo el tiempo en el jardín, pero no influyen mucho y finalmente los pájaros son ambientales porque solo sirven para estilizar la historia.

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Hans Christian Andersen Nació el 2 de abril de 1805 en Dinamarca y murió en Copenhague el 4 de agosto de 1875. Antes de ser escritor, Hans intentó ser cantante de ópera pero lo tomaron por lunático y rechazado; después de su fracaso como cantante, ingresó como alumno de danza en el Teatro Real de Copenhague y ahí se hizo amigo del director del teatro, quien iba a ser su amigo hasta la muerte. En 1827 logró publicar su primer poema: “El niño moribundo”. Escribía sus cuentos mientras viajaba, sacaba temas de los lugares a donde iba. Entre sus cuentos más famosos se encuentran: “El patito feo”, “El soldadito de plomo”, “La sirenita”, “La vendedora de fósforos”, “Pulgarcita”, entre otros.

La vendedora de fósforos ¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos. Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas. La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña. Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en

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su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien! Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría. Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico pesebre: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo. -Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios". Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en

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medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante. ¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento! Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios. Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser acurrucado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo. -¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien. Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.

Hans Christian Andersen

COMENTARIO La narración te deja con un sentimiento de tristeza y reflexión, la niña no es más que un ser que ha sufrido toda su vida y careció de un ambiente familiar, un ambiente cálido en donde refugiarse al igual que un techo decente. Incluso el final de cuento te deja con un sentimiento de tristeza y felicidad al mismo tiempo, la niña dejará de sufrir pero no vivirá más. Se utiliza un narrador omnisciente con voz narrativa en tercera persona del singular: “Caía la nieve, y la noche se venía encima. […]”. Lo utiliza de recurso para introducirte el sentimiento de amargura y ponerte en contexto sin la necesidad de que el mismo personaje hable, el narrador hace que te sumerjas en el ambiente de frialdad y pobreza.

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Utiliza un lenguaje vulgar y comprensible para todo el público: “Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos. Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. […]”. Esto hace que sea un cuento para todo público, sin importar la edad, la clase social, nivel económico o situación contextual. Los personajes son pocos pero imprescindibles para el relato básicamente son: la vendedora de fósforos (protagonista), su madrastra (secundaria), y su abuela (principal). De estos personajes se caracteriza de manera específica o compleja a la vendedora de fósforos y a la madrastra. La vendedora es una niña pobre sin apoyo familiar a la cual la obliga su madrastra a vender fósforos in importar nada, la madrastra se podría determinar que es cruel y exigente. Por último está la abuela, no describen su aspecto físico ni psicológico, pero se da a entender que es lo contrario a su madrastra. Las acciones se dan cronológicamente, la época la sitúan en el siglo XIX si tomamos en cuenta que no existen carros sino carruajes y si también tomamos en cuenta la época en que vivió Hans. La duración de la historia es de unas horas, desde que sale de su casa a vender los fósforos hasta que alguien la encuentra muerta y congelada. Se desarrolla en un espacio real, podríamos decir que en alguna ciudad europea. Se escribe en un contexto social de hace siglos pero que sigue pasando, la pobreza es un impedimento enorme para muchas personas alrededor del mundo y cada año se dan casos de muertes por frío, debido a que no tienen una casa o su dinero no les alcanza para sábanas, suéteres o cualquier colcha. Hans con este tipo de relatos quiere llegar a lo más profundo de tus sentimientos, demostrar que no todos los cuentos de navidad son de felicidad y buenas acciones, que la realidad es diferente según tu clase o nivel económico y que se puede ayudar a esta gente.

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Ciro Alegría Nació el 4 de noviembre de 1909 en Perú y murió el 17 de febrero de 1967 en Lima. Escritor, político y periodista que defendió a los indígenas y dio a conocer la situación de opresión en la que vivían. Debido a su participación en la revolución aprista fue perseguido, torturado y encarcelado. Estuvo un año en la cárcel y fue liberado en 1933. Publicó algunos relatos y fue deportado a Chile donde vivió algunos años, en 1941 se estableció en Estados Unidos, luego en Cuba y después en Puerto Rico. Ahí se dedicó al periodismo y la enseñanza universitaria. En 1906 volvió a Perú, donde fue electo diputado y en 1963 publicó su última obra: “Duelo de caballeros”.

Navidad en los Andes Marcabal Grande, hacienda de mi familia, queda en una de las postreras estribaciones de los Andes, lindando con el río Marañón. Compónenla cerros enhiestos y valles profundos. Las frías alturas azulean de rocas desnudas. Las faldas y llanadas propicias verdean de sembríos, donde hay gente que labre, pues lo demás es soledad de naturaleza silvestre. En los valles aroman el café, el cacao y otros cultivos tropicales, a retazos, porque luego triunfa el bosque salvaje. La casa hacienda, antañona construcción de paredes calizas y tejas rojas, álzase en una falda, entre eucaliptos y muros de piedra, acequias espejeantes y un huerto y un jardín y sembrados y pastizales. A unas cuadras de la casa, canta su júbilo de aguas claras una quebrada y a otras tantas, diseña su melancolía de tumbas un panteón. Moteando la amplitud de la tierra, cerca, lejos, humean los bohíos de los peones. El viento, incansable transeúnte andino, es como un mensaje de la inmensidad formada por un tumulto de cerros que hieren el cielo nítido a golpe de roquedales. Cuando era niño, llegaba yo a esa casa cada diciembre durante mis vacaciones. Desmontaba con las espuelas enrojecidas de acicatear al caballo y la cara desollada por la fusta del viento jalquino. Mi madre no acababa de abrazarme.

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Luego me masajeaba las mejillas y los labios agrietados con manteca de cacao. Mis hermanos y primos miraban las alforjas indagando por juguetes y caramelos. Mis parientes forzudos me levantaban en vilo a guisa de saludo. Mi ama india dejaba resbalar un lagrimón. Mi padre preguntaba invariablemente al guía indio que me acompañó si nos había ido bien en el camino y el indio respondía invariablemente que bien. Indio es un decir, que algunos eran cholos. Recuerdo todavía sus nombres camperos: Juan Bringas, Gaspar Chiguala, Zenón Pincel. Solían añadir, de modo remolón, si sufrimos lluvia, granizada, cansancio de caballos o cualquier accidente. Una vez, la primera respuesta de Gaspar se hizo más notable porque una súbita crecida llevóse un puente y por poco nos arrastra el río al vadearlo. Mi padre regañó entonces a Gaspar: -¿Cómo dices que bien? -Si hemos llegao bien, todo ha estao bien-, fue su apreciación. El hecho era que el hogar andino me recibía con el natural afecto y un conjunto de características a las que podría llamar centenarias y, en algunos casos, milenarias. Mi padre comenzaba pronto a preparar el Nacimiento. En la habitación más espaciosa de la casona, levantaba un armazón de cajones y tablas, ayudado por un carpintero al que decían Gamboyao y nosotros los chicuelos, a quienes la oportunidad de clavar o serruchar nos parecía un privilegio. De hecho lo era, porque ni papá ni Gamboyao tenían mucha confianza en nuestra destreza. Después, mi padre encaminábase hacia alguna zona boscosa, siempre seguido de nosotros los pequeños, que hechos una vocinglera turba, poníamos en fuga a perdices, torcaces, conejos silvestres y otros espantadizos animales del campo. Del monte traíamos musgo, manojos de unas plantas parásitas que crecían como barbas en los troncos, unas pencas llamadas achupallas, ciertas carnosas siemprevivas de la región, ramas de hojas olorosas y extrañas flores granates y anaranjadas. Todo ese mundillo vegetal capturado, tenía la característica de no

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marchitarse pronto y debía cubrir la armazón de madera. Cumplido el propósito, la amplia habitación olía a bosque recién cortado. Las figuras del Nacimiento eran sacadas entonces de un armario y colocadas en el centro de la armazón cubierta de ramas, plantas y flores. San José, la Virgen y el Niño, con la mula y el buey, no parecían estar en un establo, salvo por el puñado de paja que amarilleaba en el lecho del Niño. Quedaban en medio de una síntesis de selva. Tal se acostumbraba tradicionalmente en Marcabal Grande y toda la región. Ante las imágenes relucía una plataforma de madera desnuda, que oportunamente era cubierta con un mantel bordado, y cuyo objeto ya se verá. En medio de los preparativos, mamá solía decir a mi padre, sonriendo de modo tierno y jubiloso: -José, pero si tú eres ateo… -Déjame, déjame, Herminia, replicaba mi padre con buen humor-, no me recuerdes eso ahora y…a los chicos les gusta la Navidad… Un ateo no quería herir el alma de los niños. Toda la gente de la región, que hasta ahora lo recuerda, sabía por experiencia que mi padre era un cristiano por las obras y cotidianamente. Por esos días llegaban los indios y cholos colonos a la casa, llevando obsequios, a nosotros los pequeños, a mis padres, a mi abuela Juana, a mis tíos, a quien quisieran elegir entre los patrones. Más regalos recibía mamá. Obsequiábannos gallinas y pavos, lechones y cabritos, frutas y tejidos y cuantas cosillas consideraban buenas. Retornábaseles la atención con telas, pañuelos, rondines, machetes, cuchillas, sal, azúcar…Cierta vez, un indio regalóme un venado de meses que me tuvo deslumbrado durante todas las vacaciones. Por esos días también iban ensayando sus cantos y bailes las llamadas “pastoras”, banda de danzantes compuesta por todas las muchachas de la casa y dos mocetones cuyo papel diré luego.

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El día 24, salido el sol apenas, comenzaba la masacre de animales, hecha por los sirvientes indios. La cocinera Vishe, india también, a la cual nadie le sabía la edad y mandaba en la casa con la autoridad de una antigua institución, pedía refuerzos de asistentes para hacer su oficio. Mi abuela Juana y mamá, con mis tías Carmen y Chana, amasaban buñuelos. Mi padre alineaba las encargadas botellas de pisco y cerveza, y acaso alguna de vino, para quien quisiese. En la despensa hervía roja chicha en cónicas botijas de greda. Del jardín llevábanse rosas y claveles al altar, la sala y todas las habitaciones. Tradicionalmente, en los ramos entremezclábanse los colores rojo y blanco. Todas las gentes y las cosas adquirían un aire de fiesta. Servíase la cena en un comedor tan grande que hacía eco, sobre una larga mesa iluminada por cuatro lámparas que dejaban pasar una suave luz a través de pantallas de cristal esmerilado. Recuerdo el rostro emocionadamente dulce de mi madre, junto a una apacible lámpara. Había en la cena un alegre recogimiento aumentado por la inmensa noche, de grandes estrellas, que comenzaba junto a nuestras puertas. Como que rezaba el viento. Al suave aroma de las flores que cubrían las mesas, se mezclaba la áspera fragancia de los eucaliptos cercanos. Después de la cena pasábamos a la habitación del Nacimiento. Las mujeres se arrodillaban frente al altar y rezaban. Los hombres conversaban a media voz, sentados en gruesas sillas adosadas a las paredes. Los niños, según la orden de cada mamá, rezábamos o conversábamos. No era raro que un chicuelo demasiado alborotador, se lo llamara a rezar como castigo. Así iba pasando el tiempo. De pronto, a lo lejos sonaba un canto que poco a poco avanzaba acercándose. Era un coro de dulces y claras voces. Deteníase junto a la puerta. Las “pastoras” entonaban una salutación, cantada en muchos versos. Recuerdo la suave melodía. Recuerdo algunos versos: En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna;

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la Virgen y San José y el niño que está en la cuna. Niñito, por qué has nacido en este pobre portal, teniendo palacios ricos donde poderte abrigar… Súbitamente las “pastoras” irrumpían en la habitación, de dos en dos, cantando y bailando a la vez. La música de los versos había cambiado y estos eran más simples. Cuantas muchachas quisieron formar la banda, tanto las blancas hijas de los patrones como las sirvientas indias y cholas, estaban allí confundidas. Todas vestían trajes típicos de vivos colores. Algunas ceñíanse una falda de pliegues precolombina, llamada anaco. Todas llevaban los mismos sombreros blancos adornados con cintas y unas menudas hojas redondas de olor intenso. Todas calzaban zapatillas de cordobán. Había personajes cómicos. Eran los “viejos”. Los dos mocetones habíanse disfrazado de tales, simulando jorobas con un bulto de ropas y barbazas con una piel de chivo. Empuñaban cayados. Entre canto y canto, los “viejos” lanzaban algún chiste y bailaban dando saltos cómicos. Las muchachas danzaban con blanda cadencia, ya en parejas o en forma de ronda. De cuando en vez, agitaban claras sonajas. Y todo quería ser una imitación de los pastores que llegaron a Belén, así con esos trajes americanos y los sombreros peruanísimos. El cristianismo hondo estaba en una jubilosa aceptación de la igualdad. No había patrona ni sirvientitas y tampoco razas diferenciadoras esa noche.

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La banda irrumpía el baile para hacer las ofrendas. Cada “pastora” iba hasta la puerta, donde estaban los cargadores de los regalos y tomaba el que debía entregar. Acercándose al altar, entonaba un canto alusivo a su acción. -Señora Santa Ana, ¿por qué llora el Niño? -Por una manzana que se le ha perdido. -No llore por una, yo le daré dos: una para el Niño y otra para vos La muchacha descubríase entonces, caía de rodillas y ponía efectivamente dos manzanas en la plataforma que ya mencionamos. Si quería dejaba más de las enumeradas en el canto. Nadie iba a protestar. Una tras otra iban todas las “pastoras” cantando y haciendo sus ofrendas. Consistían en juguetes, frutas, dulces, café y chocolate, pequeñas cosas bellas hechas a mano. Una nota puramente emocional era dada por la “pastora” más pequeña de la banda. Cantaba: A mi niño Manuelito todas le trae un don Yo soy chica y nada tengo, le traigo mi corazón.

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La chicuela arrodillábase haciendo con las manos el ademán del caso. Nunca faltaba quien asegurara que la mocita de veras parecía estar arrancándose el corazón para ofrendarlo. Las “pastoras” íbanse entonando otros cantos, en medio de un bailecito mantenido entre vueltas y venias. A poco entraban de nuevo, con los rebozos y sombreros en las manos, sonrientes las caras, a tomar parte en la reunión general. Como habían pasado horas desde la cena, tomábase de la plataforma los alimentos y bebidas ofrendados al Niño Jesús. No se iba a molestar el Niño por eso. Era la costumbre. Cada uno servíase lo que deseaba. A los chicos nos daban además los juguetes. Como es de suponer, las “pastoras” también consumían sus ofrendas. Conversábase entre tanto. Frecuentemente, pedíase a las “pastoras” de mejor voz, que cantaran solas. Algunas accedían. Y entonces todo era silencio, para escuchar a una muchacha erguida, de lucidas trenzas, elevando una voz que era a modo de alta y plácida plegaria. La reunión se disolvía lentamente. Brillaban linternas por los corredores. Me acostaba en mi cama de cedro, pero no dormía. Esperaba ver de nuevo a mamá. Me gustaba ver que mi madre entraba caminando de puntillas y como ya nos habían dado los juguetes, ponía debajo de mi almohada un pañuelo que había bordado con mi nombre. Me conmovía su ternura. Deseaba yo correspondérsela y no le decía que la existencia había empezado a recortarme los sueños. Ella me dejó el pañuelo bordado, tratando de que yo no despertara, durante varios años.

Ciro Alegría

COMENTARIO “Navidad en los Andes”. El cuento transmite una sensación de paz y tranquilidad ya que es el resultado de la humilde reunión de navidad de una familia de clase

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alta que creían en Dios y la navidad tradicional del niño Jesús en el pesebre junto a otros animales. Ciro Alegría utiliza en este cuento un narrador limitado, el cual era un personaje en la historia, hablado en voz narrativa combinada de 1ra persona del singular junto con 3ra persona del singular, tal como se dice en una parte de la historia: “mi padre preguntaba invariablemente al guía indio que me acompañó si nos había ido bien en el camino y el indio respondía invariablemente que bien”. El narrador hace esto para tratar de explicar que el personaje principal describe todo a la perfección y es muy observador, dando a entender todas sus emociones con respecto a las cosas. Este narra las cosas en cuestión de la manera autodiegética. Hablando así se su propia historia. “Navidad en los Andes” utiliza un lenguaje que es una combinación de palabras cultas y abstractas pero descriptivas muy a detalle si conoces su significado. Sus personajes son presentados de manera indirecta, eso quiere decir que el lector es quien infiera al personaje a partir de la época, contexto, otros personajes, etc. Así como la caracterización física, psicológica y social quedan al mero criterio deducido del lector. Los personajes en su mayoría descritos de manera simple. El narrador o protagonista, el cual nunca nos dicen su nombre, sólo sabemos que es un niño, actúa con ternura, amabilidad y es obediente a sus padres; su padre: ateo pero cristiano por sus acciones; su madre: amable, tierna y compasiva; los indios, obedientes a sus amos, no son reprimidos por sus padres por lo que conviven armónicamente; sus primos y tíos están ausentes o son puramente ambientales. Los personajes principales son el narrador, la mamá y el padre; los secundarios, los indios. Todos los personajes son reales. Las acciones suceden en un orden cronológico y es de frecuencia singulativa. Sucede en el siglo XIX aproximadamente en Perú, se puede definir por el hecho que los indígenas aún siguen siendo reprimidos en parte y los cánticos de las “pastoras” son algo antiguos, la manera de celebrar navidad en sí es muy

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tradicional. De manera interna, el cuento dura alrededor de dos o tres días. Se establece como ya se mencionó en un contexto de opresión indígena aunque en el cuento los protagonistas se lleven armónicamente con ellos, en un Perú del siglo XIX, este tipo de opresión se vio en prácticamente toda América Latina.

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Guy de Maupassant Nació el 5 de agosto de 1850 en Paris y murió el 6 de julio de 1893. Era un escritor considerado de los más importantes dentro del género de literatura naturalista. Durante sus últimos años de vida Guy de Maupassant decidió cambiar su estilo de escritura, cambió su escritura realista para intentar con novelas psicológicas, lo cual le dio bastante éxito. Su madre a temprana edad lo había hecho que estudiara lenguas clásicas, pero después de la separación de sus padres él comenzó a estudiar derecho el cual por razones de su vida personal tuvo que abandonar. Guy de Maupassant fue un escritor trascendental.

Nochebuena ¡La Nochebuena! ¡Ah, la Nochebuena! Jamás celebraré yo la Nochebuena… Y Enrique Templier decía esto con una voz tan furiosa como si le propusieran una infamia. Los otros, riendo, exclamaban: — ¿Por qué te encolerizas así? —Porque la Nochebuena me ha jugado la más abominable de las burlas. Porque guardo un invencible horror a esta noche de alegría imbécil. — ¿Qué fue? — ¿Qué? ¿Vosotros queréis saberlo? Pues escuchad. Aquel invierno era muy frío, tan frío que hacía morir a los pobres en las calles. Tenía yo entonces entre manos una obra urgente y rehusé todas las invitaciones que me fueron hechas para celebrar la Nochebuena, prefiriendo pasar la noche delante de mi mesa de trabajo. Comí solo y volví a mi tarea. Pero hacia las diez, el ruido de las calles, que a pesar de mis preocupaciones percibía, y los preparativos de cena que se advertían en la vecindad, me agitaron. No sabía lo que hacía. Escribía cien disparates y comprendí que no haría cosa de provecho en aquella noche. Daba grandes paseos por mi cuarto; me sentaba, me

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levantaba; indudablemente sufría la misteriosa influencia de la alegría de fuera, y me resigné. Llamé a mi muchacha y le dije: —Ángela, vaya usted a buscar cena para dos; ostras, una perdiz y cangrejos, jamón y pasteles. Traiga usted también dos botellas de champaña; ponga dos cubiertos y acuéstese usted. Obedeció un poco sorprendida. Cuando todo estuvo preparado me puse el abrigo y salí. Quedaba una gran cuestión que resolver. ¿Con quién celebraría mi Nochebuena? Mis amigos estarían todos invitados. Para contar con uno hubiera sido necesario comprometerle anticipadamente. Entonces pensé en realizar una buena acción al mismo tiempo que me procuraba compañía. Y me dije: “París está lleno de hermosas y pobres jóvenes que no tienen cena esta noche y que andan errantes en busca de un muchacho generoso. Yo seré la Providencia de Navidad para una de esas desheredadas. Voy a corretear un poco por las calles, entraré en los lugares del placer, preguntaré, ojearé y escogeré a mi gusto”. Y empecé a recorrer la ciudad. Desde luego, encontré gran número de muchachas infelices que buscaban aventura, pero unas eran feas hasta proporcionar una indigestión, y otras tan delgadas que podían quebrarse por los pies si se tropezaban. Yo soy débil, ya lo sabéis. Adoro a las mujeres llenitas. Cuanto más metidas en carnes, más me gustan. De pronto, cerca del teatro de Variedades, descubro un perfil que me agrada. Una cabeza hermosa y dos curvas atractivas: la del pecho, muy bella; la de más abajo, sorprendente. Una barriga de pato gordo. Me quedaba un punto que esclarecer: el rostro. El rostro es el postre; y el resto, el asado. Apreté el paso. Era encantadora, muy joven, morena y con grandes ojos negros. Le hice mi proposición, que aceptó sin vacilar. Un cuarto de hora después estábamos sentados a la mesa en el comedor de mi casa. Al entrar exclamó: — ¡Ah, qué bien se está aquí!

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Y miraba alrededor con la satisfacción visible de haber encontrado habitación y mesa en aquella noche glacial. Era una mujer arrogante y gruesa. Se quitó el abrigo y el sombrero. Se sentó y se puso a comer; pero no parecía del todo bien dispuesta. De cuando en cuando, su cara, un poco pálida, se alteraba como si sufriese un dolor oculto. Le pregunté: — ¿Tienes algún disgusto?, ¿te pasa algo? Me contestó: — ¡Bah! Olvidémonos de todo. Empezó a beber. Vaciaba de un sorbo su vaso de champaña y lo llenaba sin cesar. Bien pronto empezó a ponerse encarnada y a reír locamente. Yo la adoraba ya. La besaba apasionadamente y descubrí que no era vulgar ni grosera. Un quejido profundo me hizo volver la cabeza. — ¿Qué tienes, querida? No respondió, pero siguió suspirando dolorosamente, como si sufriera de una manera horrible. — ¿Estás indispuesta? —le pregunté. Entonces lanzó un grito, un grito espantoso. Me precipité hacia ella con una bujía en la mano. Su fisonomía estaba descompuesta por el dolor. Se retorcía las manos y salían de su garganta gemidos sordos como el estertor de un agonizante. Aturdido, yo le preguntaba: — ¿Qué tienes? No respondía y comenzó a dar alaridos. De pronto, las vecinas callaron y se pusieron a escuchar lo que pasaba en mi habitación. — ¿Qué tienes? Dímelo —repetía yo—. ¿Qué te duele?

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Entonces balbuceó: — ¡Oh, mi vientre, mi vientre! Levanté sus ropas y vi… Aquella mujer, amigos míos ¡estaba dando a luz! Entonces, con la cabeza perdida, fui hacia la pared de mi cuarto y empecé a dar puñetazos gritando con todas mis fuerzas: — ¡Socorro, socorro! La puerta se abrió y se precipitó en mi cuarto una multitud de hombres vestidos de frac, mujeres escotadas, pierrots, turcos, mosqueteros. Esta invasión me enloquecía de tal modo que no acertaba a encontrar una explicación. Temían un accidente grave, un crimen, quizá, y no me comprendían. Yo pude decir al fin: —Es… es que está dando a luz. Entonces todos la examinaron, dando cada uno su opinión. Un capuchino, sobre todo, pretendía ser inteligente en el asunto y quería ayudar a la Naturaleza. Todos estaban más o menos borrachos y creo que la hubieran matado. Yo me precipité sin sombrero por la escalera para buscar un médico viejo que vivía cerca. Cuando volví con el médico, los vecinos de todos los pisos ocupaban mi habitación. Cuatro desahogados, sentados a la mesa, concluían con mis cangrejos y mi champaña. A mi llegada, oí un grito formidable y una lechera me presentó sobre una tabla un pedazo de carne, arrugada y doblada, que gemía y maullaba como un gato. —Es una niña —me dijo. El médico examinó a la recién parida, declarando que su estado era grave por haber sucedido el parto después de una cena, y se fue, anunciándome que mandaría a una enfermera y una nodriza. Las dos mujeres llegaron una hora después, trayendo un paquete de medicamentos. Yo pasé la noche en una

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butaca, demasiado aturdido para poder reflexionar sobre las consecuencias del lance. Volvió el médico por la mañana y halló bastante mal a la enferma. —Su mujer de usted —me dijo. —No es mi mujer —le interrumpí. —O su querida, poco me importa —y siguió enumerando los cuidados, los medicamentos y el régimen que necesitaba. ¿Qué hacer? Enviar a esa desgraciada al hospital hubiera significado aparecer a los ojos de toda la vecindad, del barrio entero, como un desalmado. La retuve en mi casa y estuvo seis semanas enferma en mi misma cama. ¿El niño? Lo di a criar en un pueblo cercano. Me cuesta cincuenta pesetas al mes y, habiendo pagado hasta hoy, me veo obligado a pagar hasta que me muera. Cuando tenga criterio para comprender, supondrá que soy su padre. Y para colmo de desdichas, cuando estuvo curada…, me quería, me quería con delirio la muy… Pero se puso delgada como un gato hambriento. Y me paso el día huyendo de la maldita, que parece un esqueleto, y me aguarda en las calles, se esconde para verme pasar, me detiene de noche cuando salgo, para besarme la mano, me aburre y me vuelve loco. Ya sabéis por qué no celebraré nunca la Nochebuena.»

Guy de Maupassant

COMENTARIO Me pareció un cuento bastante interesante ya que habla de toda una aventura que un joven vivió en una nochebuena de cómo el salir de tu zona de confort y conocer

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cosas nuevas puede ser algo bastante interesante y satisfactorio. Es un cuento de extensión breve pero bastante claro y preciso, me pareció bastante importante la manera en la que la historia da un giro en el momento que el lector se da cuenta de que en realidad aquella mujer no era llenita como le gustaban, si no que estaba embarazada y su naturaleza era delgada. Muy interesante el desarrollo del cuento, muy realista y bastante entretenido. Me gustó mucho la forma en la que está narrada y la sencillez de este cuento. El narrador es limitado de tipo personaje, narrado en primera persona, el narrador es el protagonista de la historia y va contando en un orden cronológico los sucesos de los eventos durante su Nochebuena. La época es una época un tanto actual ya que por el entorno donde se desarrolla la historia y la forma poco conservadora que se van dando las cosas y cómo se ha desarrollado, infiero que es una época en donde el contexto indica que es algo reciente. La historia dura 2 horas la reproducción ya que si tiene un largo desenlace. Los personajes: Enrique Templier: el protagonista de la historia, con un carácter fuerte, decidido y un buen autoestima. Este personaje tenía como virtud lo trabajador, generoso, decidido y seguro. La mujer: hermosa de piel oscura y ojos grandes, llenita. Era una mujer independiente, segura y atrevida.

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Emilia Pardo Bazán Nació el 16 de septiembre de 1851 en La Coruña y murió 12 de mayo de 1921. Fue una aristócrata novelista, poeta, dramaturga. Emilia Pardo apoyaba las ideas feministas y apoyaba mucho los derechos de las mujeres. En 1876 se dio a conocer su primer trabajo como escritora y el mismo año publicó su primer libro de poemas. Fue una de las escritoras que introdujo el naturalismo en España, en 1879 publicó su primera novela llamada “Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina”, fue una novela romántica y realista para su tiempo. Su primera novela tuvo gran éxito por lo que publicó un segundo libro en 1881 llamado “Un viaje de novios”.

Cuento de Navidad Érase un niño enfermizo. Su madre, opulentísima señora, andaba loca con el afán de darle salud, y el médico, fijándose en la índole del padecimiento del niño, decía que, principalmente, dimanaba de una especie de atonía o insensibilidad, efecto de que su sistema nervioso se encontraba como amodorrado o dormido, y no comunicaba al organismo las reacciones vitales y al espíritu la fuerza necesaria. Es decir, que Fernandito, que así le llamaba vivía a medias, como vegetando, lo cual es sobrado para una planta, pero insuficiente para un hombre. Trataba la madre de despertar por todos los medios la sensibilidad, la imaginación y la vida psíquica de su hijo, sin lograrlo. Le paseaba, le adivinaba los gustos, le traía juguetes y golosinas, y el chico tomaba los juguetes un momento y luego los dejaba caer, con indiferencia, a los pies del sillón en que permanecía lánguidamente sentado meses y meses. Las golosinas, las probaba apenas; con alguna, sin embargo, se encaprichaba, y era un arma de doble filo, porque le alteraba el estómago, y como el ejercicio y el movimiento no contrastaban los efectos de la glotonería infantil, las indigestiones ponían su vida en peligro. El desfile de doctores consultados trajo el desfile de sistemas: el pobre Fernandito fue campo de experimentación de los más diversos. Desde el agua fría con sus chorros glaciales, hasta la electricidad, con sus picaduritas de aguja, mordicantes

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y finas, todo lo hubo de sufrir el cuerpo de Fernando, sometido, por el amor, a torturas que no inventa el odio. Se le paseó de balneario en balneario; se le arrastró de sanatorio en sanatorio, de playa en playa, de altitud en altitud; se le sometió a rigores espartanos, y, como quiera que la ciencia afirmaba que a veces el dolor despierta y fortifica, se llegó al extremo de azotarle con unas varitas delgadas, iguales a las que sirven para batir la crema, mientras la madre, que no quería presenciar la crueldad, se refugiaba en un cuarto interior, tapándose con algodón los oídos... Fuera no acabar nunca referir cuanto se ensayó y practicó con el desgraciado atónico. El catálogo demostraría hasta qué punto la ciencia contemporánea posee recursos y es rica en ideas y combinaciones. Todos los reinos de la naturaleza; todas las fuerzas mal definidas y estudiadas que al través de ella circulan, concurrieron a la obra de la intentada curación. El novísimo radium, substancia maravillosa, también salió a relucir, y nada. Fernandito, no cabe duda, mejoraba físicamente; su cuerpo, adolescente ya, se fortalecía; pero continuaba dando el mismo lastimoso espectáculo de un pensamiento ausente, de una voluntad muerta, de una conciencia entumecida, de un espíritu yerto. Los músculos obedecían al conjunto de la sabiduría humana; los nervios resistían. Y, para decirlo en estilo vulgar, Fernandito seguía tan tontaina como antes. Pero el amor -que era la madre- no se cansaba, no se daba por vencido. Cuando, por último, los médicos, fatigados, declararon que, por su parte, estando conseguido lo posible, lo principal, lo demás era, cuestión que había que confiar a la naturaleza misma, la cual se reserva, en sus santuarios, mucho que no ha entregado aún a la investigación humana, aunque es de suponer que un día no tendrá más remedio que entregarlo, la madre, oída la sentencia, irguiose encendida, arrebolada de inspiración... Y juntando las manos, mirando al cielo, imploró como si exigiese: -Tú, Señor, que me has permitido dar a mi hijo la carne, permite también que le dé el alma.

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Desde el punto mismo, dedicose la madre a un trabajo muy activo, muy reservado, que se verificaba en habitaciones completamente independientes de aquéllas en que ella y su hijo vivían. Toda clase de operarios entraban y salían sin cesar, y mujeres jóvenes, envueltas en pieles baratas, arrebujadas en largos abrigos de paño, se reunían allí al anochecer; de las tiendas venían géneros: una instalación complicadísima se realizaba, en una sala que solía estar cerrada siempre, y a las altas horas; el vecindario creía escuchar cantos, músicas, que contrastaban con el silencio habitual de una morada que las tristezas de la enfermedad de Fernandito habían asombrado y entenebrecido siempre. Ocurría esto en los últimos meses del año, cuando iba aproximándose la Navidad. Y la tarde del día 24, el niño, más amodorrado que nunca, se quejaba mansamente de frío, a pesar de la gran chimenea, en que ardía alta hoguera de leña seca, cuyas llamas regocijaban y derramaban suave calor. Su madre extendió por los hombros de la criatura un mullido abrigo de pieles, y sonriéndole, hablándole mimosa, le advirtió: -¿No sabes? El Niño Dios ha venido a verte. Pero estas palabras no despertaban en Fernandito idea alguna. No las entendía. Las repetía lentamente, como en sueños: -Niño Dios, Niño Dios... -Y la Virgen -insistía la madre-. Y los angelitos. -Tengo frío -insistía el muchacho, temblando ligeramente. Por un instante, sintió la madre que sus esperanzas se fundían, a semejanza de la nieve ligera que acababa de caer y que, suspensa del alero, iba a convertirse en agua y en lodo. ¡Su hijo no tendría alma jamás! ¡Cuanto se intentase, inútil! Y pensaba en lo que sería de ella aquella noche, después de fracasada la tentativa suprema... Porque fracasada la creía, y habría que renunciar a la lucha. Fundaría un convento de caritativas monjas, se retiraría a él y allí viviría con su enfermo sin alma, lejos del mundo, que se ríe de los pobres niños atontados...

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Era la hora de acostar a Fernandito, y resignada y desesperada a la vez, fue ella misma, como siempre, a desnudarle y a someterle las sábanas. Quedose luego en vela al lado de la cama. Al acercarse la medianoche, envolviendo rápidamente al niño en pieles tibias, descalzo y todo, lo arrebató como una presa, mientras le repetía al oído: -¡Ven, que ha nacido Dios y te está llamando! Cruzando un largo pasillo, abierta una puerta grande, entraron en un salón inmenso, todo obscuro, y al pronto, una luz sola, intensísima, ardió en el espacio, y sus fulgores astrales alumbraron un paisaje sorprendente. Montañas, valles, oasis de palmeras, y, a lo lejos, las torres de una ciudad magnífica, las cúpulas de sus templos, las extremidades de sus minaretes. No era el Nacimiento de cartón, con figuras de barro: por los riachuelos corría agua, los árboles susurraban agitados por el viento, y verdadero césped, salpicado de flores, crecía en los praditos y orillaba las sendas. De pronto, empezó a poblarse el desierto panorama. En el fondo de sombría gruta aparecieron una hermosísima mujer y un hombre de plateada barba, que llevaba en la mano una vara de azucenas. La mujer sostenía en sus brazos un Niño, que acostó en el establo. Al punto mismo, una música divina resonó. Eran cadencias de gozo, la risa fresca del villancico, que huele a tomillo de monte, entremezclada con un alboroto de gorjeos de pájaros, y los pastores empezaron a bajar de la montaña, cantando su tonadilla, llevando corderos, cestillos de frutas, tocando zampoñas, empujándose para llegar más presto. Con ellos, la estrella, majestuosa, caminaba. Y, parados ante la gruta, se postraron, estirando las jetas, con curiosidad simple y santa, con las manos alzadas, enclavijados los dedos callosos, y la madre de Fernandito, que no apartaba la vista de su hijo, creyó morir, de la impresión que recibía. El muchacho se había incorporado, lentamente, y también en su mirada, como en la de los rústicos cabreros, brillaba la chispa de la curiosidad, llena de ingenua bobería, pero ¡tan humana!, ¡tan humana!

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Entre el silencio repentino de la adoración, se alzó un canto celeste, sostenido por los registros más delicados del magnífico órgano eléctrico, oculto en la sala contigua. Eran muchas voces, afinadísimas, unidas en masa coral, elevando el himno, triunfal, glorioso: «¡Aleluya, aleluya! ¡Nos ha nacido un niño! ¡Aleluya!». Cogió la madre a su hijo, va con alma, y apretándolo contra un corazón que saltaba de miedo y de ilusión ardorosa, entró con él por los senderos del paisaje. Corría, como si en tal momento no se pudiese perder minuto. Corría, porque Fernando, al oír el cántico, había murmurado bajito: -¡Qué precioso, mamá! ¡Qué precioso! Y, ya al pie de la gruta, haciendo apartarse a los pastores con una seña, la madre se arrodilló, y señalando al Niño dormido sobre la paja, murmuró anhelosa, en súplica ardiente: -¡Bésalo, Fernando! El muchacho dudó un segundo, como si no entendiese. Al cabo, entre un temblor de vida, con un llanto salvador, con un grito, en que su espíritu nacía, exclamó: -¡Qué bonito! ¡Qué bonito es el Nene! Y aplicó los labios a la faz de rosa que despierta, le sonreía...

Emilia Pardo

COMENTARIO Me pareció un cuento bastante tierno y conmovedor ya que habla de un valor muy importante y navideño que es la fe, este cuento me pareció bastante significativo porque recuerda que el valor de la esperanza y de creer es uno de los valores más importantes. Yo pienso que es un cuento de narración sencilla y muy poco extenso pero muy claro en el que cuenta una historia triste ya que habla de una realidad que día a

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día vivimos y explica cómo es la vida cuando la salud se ausenta y como a veces es mejor dejar ir para dejar de sufrir, me pareció algo muy emotivo y lindo. El narrador es omnisciente ya que testifica todos los sucesos pero es externo de la historia, está narrado en tercera persona. La época es del siglo XIX ya que es un contexto en donde aún la ciencia y la medicina no estaban del todo avanzadas y por la manera en la que se desarrolla la historia y en el contexto. La duración sería aproximadamente 1 hora, 1 hora y media ya que es muy rápido como se va desarrollando la historia en un orden cronológico ya que sigue cierta secuencia. Personajes: La madre: Fuerte, amorosa, paciente, generosa y con una gran esperanza. El Niño: débil, desesperanzado.

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Joaquín Dicenta Nació en Zaragoza el 3 de febrero de 1862 y murió en Alicante el 21 de febrero de 1917. Fue un periodista, poeta, narrador y naturalista español. Hijo de un coronel nació de pura casualidad mientras su familia se trasladaba a Vitoria. Su primer drama lo estrenó en 1888, a partir de ahí escribió cuentos y poemas. En su poema “Prometeo” declaró su ateísmo, la sociedad lo marginó a causa de haberse casado con una gitana. El éxito internacional de su drama “Juan José” lo sacó del hoyo, convirtiéndolo en uno de los exponentes más reconocidos de España antes de la Guerra Civil. Su último trabajo fue como Concejal del Ayuntamiento de Madrid.

Nochebuena Conque hay que volverse atrás. Tú, Carmen, nos esperas a las doce en punto en tu casa. Procura estar acompañada de dos o tres amigas; yo iré con otros tantos muchachos de buen humor. ¡Qué demonio, pasaremos juntos la Nochebuena! -Te advierto que la vieja está mala. -¿Y eso qué importa? Tales palabras se cruzaban, hace cuatro navidades próximamente, entre Carmen, hermosa criatura de diecinueve años, que llevaba dos rodando por los cafés y por las calles de Madrid con el mantón sobre los hombros y el pañuelo de seda sobre la cabeza; y Antonio, un estudiante de medicina, tan poco aficionado a los goces de la familia, como amigo de divertirse y de gastar alegremente el dinero que le mandaban sus padres para matrículas y otras atenciones de la carrera. -¿Qué tiene tu madre? -preguntó Antonio a la muchacha. -No sé. Hace unos días se metió en la cama, con dolor de costado, y sigue mala y tose mucho, y dice que le falta la respiración.

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-¡Bah! no te apures; eso es un catarro. Mira, tú lo preparas todo; yo encargaré la cena. Tendremos manzanilla, champagne, cognac, y luego te daré diez duros para un par de botas. -Bueno. Cuenta conmigo. Y gracias por los duros; ¡precisamente no hay en casa un ochavo! -Ahí va eso hasta la noche. Y Antonio puso en la mano de la joven un billete de cinco duros. -Adiós -dijo ésta. -Hasta luego -le contestó él; y se alejó silbando un aria de zarzuela, por la calle de Alcalá abajo, mientras Carmen se metía por la de Peligros, moviendo sus caderas, sobre las cuales se mecía un mantón de ocho puntas y exclamando en voz baja: -¡Vaya! Con estos cinco duros, podré comprar la medicina y encender la lumbre. ¡Buena falta le hacían a aquella pobre las dos cosas! ** A las doce en punto de la noche estaban reunidos en el comedor de Carmen, Antonio, dos compañeros suyos, la dueña de la casa y dos mujeres jóvenes como ella y como ella poco cuidadosas del qué dirán. Encima de la mesa humeaba el primer plato del festín; una moza desarrapada y flacucha preparaba en la cocina los restantes manjares; varios leños ardían en la chimenea, con gran asombro de los morillos, poco hechos a semejantes abundancias, y una lámpara colgada del techo esparcía sobre el mantel, con el auxilio de una pantalla de cartón, su luz temblorosa y amarillenta. ¡Espectáculo extraño el de esta habitación desmantelada, en cuyas paredes describían fantásticos perfiles las llamas que, al subir retorciéndose por los leños, arrojaban sobre el muro sombras inciertas y resplandores indecisos! ¡Más extraño

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aún el de aquellos hombres y aquellas mujeres que, agrupados en torno de la mesa y desconocidos los unos para los otros pocas horas antes, tratábanse entonces con sincera alegría, y chocaban los vasos, cambiando en voz baja frases y promesas de amor, nacidas con el primer sorbo de vino y llamadas a desaparecer con el último burbujeo del champagne! Espectáculo extraño que hubiera sido repugnante si la juventud y la hermosura no tuvieran el privilegio de transformar en bello lo deforme, y de cubrir el eco repulsivo de las orgías mercenarias con el rumor de las carcajadas que se escapan de unos labios sonrosados y frescos y con el fuego que despiden unos ojos, iluminados por la pasión, por la alegría y por el placer. Por tal causa resultaba armónico y tenía no sé qué misterioso encanto aquel grupo de hombres y mujeres, separados ellos de sus familias, faltas ellas de las ternuras y de goces íntimos del hogar, y reunidos en el comedor de una entretenida, para formar una familia de artificio, que, al deshacerse, grabaría un recuerdo grato en la memoria de todos, sin dejarles ni el sabor acre de la ruptura, ni las tristezas del desengaño. ¡Lástima que tan agradable conjunto se viese turbado por los quejidos que salían de una alcoba inmediata, donde la vieja, como la llamaba Carmen, se retorcía en su angosto lecho, revolviéndose entre espasmos y convulsiones, que contraían su rostro lleno de arrugas y carcomido por la vejez! Pero después de todo la vieja no podía quejarse. Gracias a la fiesta que se celebraba, había tomado su medicina y tenía lumbre en la alcoba. ** La cena, tocaba a su fin. El último plato acababa de ser puesto encima de la mesa por la moza que hacía oficios de camarero. Antonio se disponía a descorchar la primera botella de champagne, y los restantes comensales, con los ojos encendidos, coloreadas las mejillas, entreabiertos los labios y ardoroso el aliento,

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se entregaban a enérgicas y locas expansiones, que si no eran el amor precisamente, guardaban con él relaciones iguales a las que existen entre la respiración y el hipo. -Espera -gritó Carmen dirigiéndose a Antonio, que se disponía a cortar el alambre de la botella-. ¡Rosa! -añadió, volviéndose hacia la mozuela que había servido los manjares-. Vete allá dentro a ver si la vieja necesita algo. La criada salió y Antonio, tirando con fuerza del alambre lo hizo pedazos, y mientras el corcho saltaba al techo produciendo un ¡pan! seco, la espuma se desbordaba por el cuello de la botella, con rumor alegre y bullicioso. Todas las manos, empuñando las copas, se extendieron hacia adelante y, el champagne, cayendo sobre éstas y describiendo en su fondo caprichosas ondulaciones, las tiñó con matices de oro, a través de las cuales se quebraban y se descomponían los rayos amarillentos del quinqué. -¡A la una, a las dos!... -exclamó Antonio. Las copas subieron perpendicularmente y una carcajada general estalló en la estancia. En aquel momento se oyó un grito, de angustia, y la mozuela que servía a Carmen apareció en el comedor con el semblante pálido y los ojos fuera de las órbitas. -¡Tu madre...! -dijo dirigiéndose a Carmen. -¿Qué...? -repuso ella. -No sé, pero está inmóvil en la cama; la he llamado, y no contesta. Carmen echó a correr en dirección de la alcoba, y todos la siguieron. Allí, iluminado por una lamparilla de aceite, veíase un lecho sucio y miserable, y tendida en él, con la rugosa cara contraída por el gesto supremo de la agonía, los

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miembros rígidos y la cabellera gris, desordenada y revuelta, estaba la vieja, inmóvil, semidesnuda, con las pupilas fijas en uno de los ángulos de la pared. -¡Madre! -gritó Carmen abalanzándose sobre aquel cuerpo aniquilado-. ¡Madre!... ¡No responde! -murmuró-. ¿Qué tiene? -¿No lo ves? -repuso una de las compañeras-. Está muerta. -¡Muerta! -exclamó la joven. Y al retroceder hacia los otros, tropezó, con la mano con que empuñaba la copa mediada de vino, en uno de los barrotes del lecho. La copa saltó hecha pedazos, el líquido salpicó la cama, y una gota espumosa de champagne cayó de golpe sobre los labios descoloridos de la muerta.

Dicenta Joaquín

COMENTARIO Narrador: omnisciente Voz narrativa: 3ra persona “A las doce en punto de la noche estaban reunidos en el comedor de Carmen “. Personajes Principal: Carmen- con un mantón de 8 puntas. Principal: estudiante de medicina- poco aficionado a los goces en familia. Secundario: Dos compañeros de Antonio. Secundario: la dueña de la casa. Secundario: dos mujeres jóvenes como ella poco cuidadosas del que dirán. Acciones: Relato singulativo- cronológico

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Ambiente Tiempo: actual- se entiende así porque no habla sobre objetos, acciones u medios de transporte de ninguna época. Tiempo interno: un día (24 horas). El contexto del autor: Vivió la guerra carlista, luego de esto conoció a su buen amigo alcohólico por el cual se convirtió en escritor. El contexto del cuento: Carmen conoció a Antonio (estudiante de medicina) al que le gustaba gastarse el dinero alegremente que le mandaban sus padres para la universidad.

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Concha Espina De nombre María de la Concepción Jesusa Basilisa Espina. Nació el 15 de abril de 1869 en Mazcuerras España. Falleció el 19 de mayo de 1955 a los 86 años en Madrid España. Era escritora de dramaturgia, poesía y novela. En 1888 publicó en “El Atlántico de Santander”, unos versos usando el anagrama Ana Coe Snichp. Viajó a Chile después de casarse donde tuvo su primer hijo, en 1898 regresaron a España donde tuvo en 1900 su segundo hijo, en 1903 tuvo su única hija y en 1907 su último hijo. En 1938 empezó a perder la vista y aunque fue operada, en 1940 quedó completamente ciega. En 1927 se erigió en Santander un monumento en su nombre y ese mismo año ganó el Premio Nacional de Literatura por su obra “Altar Mayor”.

El precio de la muñeca Adolecida y modesta llegó una señora a Madrid al cabo de un penoso viaje para ver a su niña, asilada en un colegio magnífico y piadoso. Es la nena enfermiza y débil, pobre capullo de la desventura que en el mísero hogar de la madre hubiese perecido; y abrazándola con ansias y dolor la humilde viajera le pregunta: — ¿Qué quieres que te compre?... Voy a darte aguinaldos. En la carita blanca, los ojos candentes y oscuros brillan temblando como dos luceros en una pálida nube, y Esperanza murmura: — Quiero una muñeca. Sus brazos se agitan ya en un instintivo movimiento de caricia y posesión, y la madre, viéndola sonreír y estremecerse bajo una ráfaga de alegría, decide volver muy pronto con el regalo. ***

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Ya fuera del colegio hace una cuenta minuciosa y avara de su escaso caudal: tanto para la fonda, tanto para el tren, cuatro pesetas para la comida en el camino... Le quedaba un duro nuevo y lustroso donde relucía el regio perfil: era preciosa aquella moneda; tenía cierta solemnidad, cierta importancia nunca vista en otra semejante. Con los ojos llenos de lágrimas, muy conmovida, la señora besó el precio de la muñeca, y la placa flamante quedó húmeda por el llanto sublime del gran amor; así purificado guardó la madre en el bolsillo su tesoro. Y anda lentamente a lo largo de las aceras, detenida junto a los escaparates donde hay juguetes; las muñecas más hermosas le llaman la atención, mira los precios y sigue el camino suspirando. *** En la calle Mayor un enorme bazar luce por las vidrieras su espléndida comitiva de monarcas: son los Reyes Magos, que reviven la historia celeste de un viaje maravilloso. El indio Melchor, alto, fino, alba la vestidura como los cabellos, viene desde las fuentes del Ganges, en el Himalaya, y vio palpitar la estrella milagrosa en el lago de Lang Tso, adormecido al pie de la gigante cordillera. Habla el sánscrito, la primera lengua humana, que fue escrita, y viaja soñoliento, embebido en oraciones purísimas. Gaspar el griego, hijo de atenienses, viene de Tesalia hacia el Septentrión de la famosa montaña del Olimpo; ha posado en los más insignes huertos del Oriente y ha visto reflejarse la anunciadora llama estelar en el golfo de Thermaic. Es un hombre blanco y rubio, con grandes ojos negros, inteligentes y asombrados. Su capa clarea sobre una túnica breve; calza las sandalias del peregrino y mece sus excelsas meditaciones como en una nave en el alto dromedal.

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El rey moreno, Baltasar el egipcio, usa el cabello en trenzas, es proporcionado y membrudo, hermoso y grave como un Faraón. Ciñe el '"kamis" blanquísimo bajo el "aba" de estameña, y se cubre con el original "kufiyeh". Estuvo en las montañas de Jebel, ha contado los "saat" del desierto y conoce los viñedos de Jericó. Nacido en Alejandría, predicó en las márgenes del Nilo al verdadero Dios que deseaba, y esperó la divina lumbre de la estrella en un rincón africano, sobre una solitaria montaña azul; camina extasiado en divinos coloquios, dejándose guiar por la resplandeciente maravilla de los cielos... *** La madre pobre contempla la representación lujosa de estos gloriosos personajes y reconstruye mentalmente el prodigio. Está viendo las pulsaciones providentes del gran astro, el mágico estol de los viajeros, su llegada feliz al santo Portal y Su vuelta conmemorativa cada año al borde de las cunas con una carga de ilusiones para los niños. También Esperanza recibirá esta vez su parte de alegría. Precisamente allí, entre muchas cosas bellas y raras del equipaje real, hay un "bebé" con sombrero y vestido azul y un letrerito que dispone: "Cinco pesetas” La señora le mira con placer pensando en el gozo de la nena cuando abrace aquel primer juguete de su vida. Entra en el bazar; con el acento pungido de emoción, señala y pide: —Aquel “bebé” chiquitín. Mete la mano en el bolsillo… y ante el asombro de la gente rompe a llorar con tremenda amargura: le han robado el duro majestuoso y brillante, el precio de la muñeca ennoblecido por el llanto sublime del gran amor. . . ***

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Este robo no constará en ninguna Comisaria: es una hazaña menuda de raterillo vulgar: la moneda que estuvo por unas horas lavada y ennoblecida, caliente al lado de un corazón, ha vuelto a hundirse en el cauce de las cosas turbias, de las cosas frías que ruedan sin alma bajo la eterna palidez de lo prosaico y material.

Concha Espina

COMENTARIO Narrador: omnisciente Vos narrativa: 3ra persona “Adolecida y modesta llegó una señora a Madrid al cabo de un penoso viaje para ver a su niña, asilada en un colegio magnífico y piadoso.” Personajes Principal: Madre de la niña Principal: Nena enfermiza- carita blanca, ojos cadentes y oscuros. Ficticio: El indio Melchor- alto, fino, alba la vestidura como los cabellos. Ficticio: Gaspar el griego- es un hombre blanco y rubio, con grandes ojos negros. Ficticio: Baltasar el egipcio- el rey moreno, usa el cabello en trenzas, es proporcionado y membrudo, hermoso y grave como un Faraón. Acciones: Relato singulativo- cronológico Ambiente (En las aceras y en la calle mayor).

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Tiempo: actual- se entiende así porque no habla sobre objetos, acciones u medios de transporte de ninguna época. Tiempo interno: medio día (12 horas.) Contexto del autor: se casó y tuvo tres hijos después del tiempo fue perdiendo la vista y después de cuatro años comenzó a perder la vista y aunque fue operada quedo completamente ciega. Contexto del cuento: una madre pobre fue a visitar a su niña a un colegio en Madrid, ella deseaba hacer a su hija feliz así busco que le compraría, todo era muy caro hasta que dio con un basar en donde encontró a un muñeco lindo y con el precio perfecto.

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Ximena Cabello Ximena Leilani Cabello Régules nació el 30 de abril del 2000 en San Juan Del Río, Querétaro. A los dos años se mudó a Guadalajara, Jalisco donde sus padres decidieron meterla al kínder junto con sus hermanas. Ximena estudió la primaria en el CEDI. Y la secundaria en el Instituto Verde Valle, al terminar la secundaria, Ximena fue inscrita al Bachillerato Cervantes Loma Bonita, donde ahí conoció a muchas personas y donde creó nuevas amistades.

Ximena a temprana edad

comenzó a ir a natación, gimnasia y a pintura. Llegó a tener muchos reconocimientos, medallas y diplomas en los deportes que ella practicaba. Hoy en día ella se encuentra en 3er semestre de preparatoria estudiando y dando lo mejor de sí misma.

El deseo del amor Por fin salí de vacaciones, podré pasármela viendo mi serie favorita, despertar tarde o jugar con mi perro. Lo único que hice hoy fue despertar a las doce de la mañana a desayunar, mi madre me dijo que limpiara la casa así que lo hice, terminando de hacer eso subí a mi recamara y comencé a ver mi serie favorita. Al paso de dos episodios me quedé profundamente dormida, al despertar agarré mi celular, cuando de repente veo un mensaje de texto de Santiago. Santiago es el chico más guapo de la escuela, desde hace un año que comenzamos a hablar pero lo raro con él es que siempre me deja de hablar y me vuelve a hablar y así sucesivamente. Me he llegado a preguntar cuándo será el día que él me hable y así se quede y que lleguemos a ser algo más. Al leer el mensaje mi corazón se aceleró, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Quede sorprendida, el mensaje decía: “El fin de año se aproxima y yo sin hablarte desde hace meses, por favor quiero que hablemos y aclaremos todo lo que hay entre nosotros, te extraño”. Terminé de leer el mensaje y enseguida llamé a Elisa, mi mejor amiga, al contestarme le conté todo y me dijo que tendría aceptara su invitación a salir. Estábamos a finales del mes de noviembre, era sábado y teníamos que ir a recoger unas calificaciones. Iba caminando y en eso llega un horrible viento que hizo que mi boleta se volara y la seguí, me topo con alguien, era Santiago, lo miré,

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me miró, sus ojos penetraron los míos, nos quedamos viendo unos segundos pero se sintió como si hubiera sido una eternidad. Me entregó la boleta y me saludó, me miró directamente a los ojos. -¡Hola! – dijo mirándome fijamente a los ojos, yo me quedé paralizada varios segundos cuando de repente reaccioné por un abrazo que me dio. No podía creerlo, tantos días, tantos meses sin tenerlo a centímetros de mí. Yo solo lo miré, él estaba a centímetros de mis labios, cuando menos lo esperaba ya me había besado, su beso fue corto pero sincero y por supuesto lindo. Al separarse de mí todo pareció haber cambiado. -

Esto es increíble, llevaba tanto tiempo deseando esto, enserio no sabes cuánto te quiero – dijo abrazándome por atrás.

A principios de Diciembre comenzamos a salir más, un sábado me invito a una carne asada con todos sus amigos y vimos el partido juntos. El 22 de diciembre cumplíamos un mes, vino a visitarme a mi casa y me invitó a pasar Navidad con su familia. Le dije que sí, y me abrazó muy fuertemente. Llego el gran día, desde que desperté los nervios invadieron todo mi cuerpo, y el estómago no dejaba de dolerme por los nervios. Me paré de la cama y me comencé a hacerme mascarillas para que mi piel se viera hermosa, salí a la plaza a comprar mi ropa que me pondría para la navidad con su familia. Pase a ver ropa a muchas tiendas pero no pude elegir, después de dos horas, por fin tomé una elección y compré una falda negra arriba de la rodilla, y una blusa hermosa color tinta. A las 6 pase a arreglarme al salón y pedí cabello suelto y moldeado. Me fui a mi casa y me comencé a maquillar, cuando de repente veo el reloj y eran las 7:30. Comencé a entrar en pánico y me apuré, a las 8 en punto me llamo y me dijo que si ya estaba lista, le dije que sí y en 10 minutos pasó por mí. Llegamos a su casa y estaba muriendo de los nervios, pensé “wow mi primer navidad con el chico que siempre he querido”. Sus ojos hicieron que reaccionara y en eso comencé a saludar a toda su familia, todos me cayeron muy bien, fueron muy simpáticos conmigo. Era la hora de la cena y todos tomamos asiento en el

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comedor y comenzamos a cenar. Al acabar la cena, Santiago me llevo a la terraza, ahí agarró mis manos y... Mi alarma sonó desperté triste, era demasiado bueno para ser verdad, agarro mi celular y veo que tenía un mensaje de él. Al perecer mi sueño no fue tan falso por lo mínimo tuvo la decencia de mandarme un mensaje. Pase navidad con mis amigas en la playa, fue de las mejores navidades, también pasamos año nuevo allá y justo terminando de decir “Feliz año nuevo” fui por algo de tomar y choque con un chico levanto la mirada y era el, Santiago. Y entonces fue cuando me puse a pensar que los dos estamos destinados, que los dos queremos estar juntos pero simplemente no lo estamos, igual y todo esto haya sido un milagro de navidad.

Ximena Cabello

COMENTARIO El cuento tiene un sentimiento de amor, de tristeza y de intriga porque la chica protagonista tiene sentimientos muy fuertes con Santiago, ella experimenta una increíble historia de amor, pero en cuanto ella despierta todo acaba. El narrador es limitado de tipo personaje, ya que la protagonista es la narradora de todo el cuento. En esta línea se demuestra que el narrador es limitado: “Por fin salí de vacaciones, podré pasármela viendo mi serie favorita, despertar tarde o jugar con mi perro. […]”. Los personajes son: la protagonista, Santiago, Elisa. La protagonista era una chica muy enamorada del joven Santiago. Santiago era el chico más guapo del colegio, él amaba a la protagonista. Elisa es la mejor amiga de la protagonista, ella le ayuda con sus problemas amorosos. Las acciones son cronológicas ya que no nos movemos en el tiempo y todo pasa de corrido. El ambiente es en la época actual, ya que habla de la vida típica de una adolescente de 17 años. Todo esto transcurre en un día común y corriente.

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El espacio es real y al mismo tiempo ficticio ya que hay varias cosas que sucedieron en su vida y hay otras que no, por ejemplo: su sueĂąo. El contexto es un contexto social, ya que a muchĂ­simas adolescentes les puede llegar a pasar e incluso a muchas ya les ha pasado.

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Max Acuña Valenzuela Este autor mexicano, originario de la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, México, nació el 29 de marzo del año 2000. Vivió casi toda su vida en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México. Y estudió toda su vida en el Colegio Cervantes. El kínder, la primaria, la secundaria y la preparatoria. Su infancia no fue demasiado significativa o determinante en su futuro en cuanto a pasiones o siquiera en saber a qué se dedicaría de grande. Tuvo una infancia algo desastrosa en el buen sentido. Ya que a sus 3 años de edad le diagnosticaron el llamado “Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad”. Esto significó tener que lidiar en la escuela con múltiples reportes de conducta y llamadas de atención. Además de una vida social no muy activa. En su adolescencia tuvo una vida bastante activa pero extrañamente organizada. Ya que tenía más de 5 hobbies y muchas metas por cumplir. A él le fascinaban las ideas abstractas, como por ejemplo la astrofísica y la física cuántica, y pasaba tiempo leyendo artículos sobre las dimensiones del universo. Su principal hobbie.

La navidad soñada Un día nevando y helado, tan característico del mes de diciembre. En estas condiciones cualquier persona adulta estaría estresada o incomoda por el hecho de tener que presenciar a pocos días la navidad, más concretamente en ese entonces, 21 días. En un día 4 de diciembre cuando Alex se estaba preparando para recibir sus regalos en la noche del 24 de diciembre en nochebuena. Era prácticamente lo único en lo que pensaba: su pista de carreras “Hot Wheels” que llevaba queriendo desde el primer día en que lo vio anunciado en la televisión. Su mejor amigo no era tan distinto, él quería un dinosaurio de juguete de “Jurassic Park”: un ‘T-Rex’ a control remoto. ¿La idea? El mero hecho de querer jugar a “Hot Wheels” extremo con dinosaurios. Lo sé, suena loco pero los niños de esa época se divertían de esa manera, sobre todo en navidad.

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Su madre solamente tenía un objetivo: dejar el alcohol. Sí, su hijo y su mejor amigo no lo sabían, pero la madre de Alex, Margaret, era alcohólica desde que su marido la dejó. Realmente ella no querría otro regalo de navidad más que ver a su hijo feliz, entonces se propuso a conseguirle ese regalo que su hijo quería. De alguna u otra manera pero ella lo iba a lograr. Ya sea hacer un trato con Santa Claus o con el niñito Dios. Pasaban los días y Alex y su mejor amigo se ilusionaban cada vez más con la llegada de la navidad y sus regalos, pero ellos no sabían o siquiera imaginaban que Margaret tenía problemas con el alcohol. Sus hermanas solo trataban de darle apoyo pero éste no le servía. Y por ende algunos sentimientos de tristeza y frustración solo llegaban a Margaret como por acto de magia. Pero algo había que la mantenía con buenos ánimos: el posible regreso o la posible visita de su marido, que le prometió que iba a volver para al menos ver a sus hijos… honestamente pienso que eso era una falacia ya que, aunque tenga a sus hijos, él tenía sus motivos para haber querido dejar de estar con Margaret, y esos motivos no se borran ni olvidan de la noche a la mañana como para querer decir “oh, quiero ver a mi exesposa otra vez”. Lo que sí sabíamos es que tenía un gran apego y amor hacia sus hijos, así que sí era relativamente posible que los llegase a visitar. Era 18 de diciembre, faltaba cada vez menos a la llegada de la navidad, cuando de repente, en esa misma noche de ensueño, Alex tuvo una visión. Una especie de aviso dentro de una pesadilla: Alex se encontraba a 3 metros del árbol de navidad de su casa en la mañana (muy temprano) del 25 de diciembre, acababa de despertarse y él lo único que quiso ver eran las cajas de sus regalos cubiertas con una envoltura de dinosaurios o de Bob Esponja, o de alguna cosa que Alex amase, pero no. Los regalos brillaron por su ausencia y Alex sólo se preguntaba dónde estaban y quería respuestas, pero no sabía dónde encontrarlas. Llamó inmediatamente a su mejor amigo para preguntarle si él también había recibido regalos, mas no hubo respuesta. Corrió al cuarto de su madre para preguntarle o para poder siquiera verla, pero no pudo abrir la puerta de su cuarto. Éste estaba

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cerrado con llave y por ende no contestó. Se asustó mucho y corrió hacia la casa de su mejor amigo, cuando en ese momento Alex se percató que no estaba la casa, de hecho ninguna otra cosa más que la casa de Alex estaba ahí. Ni siquiera las calles, todo era una especie de vacío pero que a la vez no dejaba de ser materia. Era extraño pero de eso estaba rodeada su casa y todos los alrededores así lo eran. Como si de una lámina muy pequeña se tratase, después vio a su madre saliendo de su casa caminando por esa especie de lámina delgada de materia que parecía como la quinta dimensión, acercándose a Alex decepcionada al decirle que Santa no pudo traerle los regalos que había pedido, es más, que se habían llevado cosas en lugar de que santa les trajese algo. Alex se despertó muy asustado pensando por un momento que esa visión fue real. Y aunque ésta no lo era, ese sueño lo mantuvo en estado de alerta y con preocupación en los siguientes días: puede que solo haya sido un aviso de que comunicaba que no le iban a llegar regalos en navidad. O quizá esto era solamente un sueño o una pesadilla creada por el subconsciente de ese pequeño niño de tan solo 11 años. Se lo contó inmediatamente a su mejor amigo y él, a sus 13 años, ya con toda su sabiduría con respecto a los temas de la mente y la psicología, pudo contarle que a Alex que ese sueño era solo una manifestación de su subconsciente por querer los regalos cuanto antes. Alex pensaba que los psicólogos no deberían de ser una profesión ya que él argumentaba que la mente de cada persona era un mundo completamente distinto. En parte era cierto pero, de algo tenían que ganarse la vida los psicólogos. Pero Alex sabía que eso podía ser algo más que un simple pensamiento del subconsciente: le llegó a su mente el pensamiento descabellado de que alguien más estaba observando todo lo que hacía. Pero Alex inmediatamente descartó esto y pensó directamente que era una tontería o una locura. Iba a llegar la navidad pronto, era 24 de diciembre en la mañana, ya tenían que comprar las cosas necesarias para tener una cena familiar plena de nochebuena, ya que su familia iba a llegar esa misma noche y este año le tocaba a Margaret

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poner su casa para dicha cena. Esto a Alex no le interesaba mucho, lógicamente con sus 11 años, solo quería que fueran las 11 pm aproximadamente para dirigirse a su cama y poder dormir con la seguridad de que al día siguiente, bajo el árbol, estarían sus regalos esperándolo mientras el resto de su familia seguía durmiendo. Aunque claro, sin dejar de ayudar a su madre con la cena de navidad por supuesto. En realidad no fue mucho tiempo desde el momento de la preparación de la cena hasta el momento en que ésta se terminó ya que todo el día Alex anduvo con su madre comprando las cosas necesarias con el dinero de su pensión que llevaba guardando desde octubre para este momento. Alex, con ayuda de su mejor amigo, quien por cierto se llamaba Juan, se dedicó a preparar la mesa y decorar la casa, lista para recibir a toda la familia. Llegó el momento de la verdad, Alex tenía muchísimo sueño luego de comer el rico y delicioso pavo que había preparado su abuela con vino blanco y relleno. Así que se fue a dormir. Juan también hizo lo mismo pero esta vez se fue a su casa. Alex recordó justo antes de cerrar los ojos la visión que había tenido hacía unos días. En ese momento notó cómo entraba a través de su columna vertebral un escalofrío que lo dejó perplejo. No sabía qué hacer pero el sueño le ganaba, así que se puso a contar ovejas en su imaginación y así logró quedarse dormido. Al despertar se dirigió hacia la sala de estar, más concretamente al árbol de navidad para abrir sus regalos. Y notó una anomalía: sus regalos no estaban. El niño en ese momento se quedó algo perplejo ya que los regalos brillaban por su ausencia. En ese momento llamó a su mejor amigo para saber si él también tenía la misma anomalía. Al momento de llamar no hubo respuesta alguna. Quizá porque eran las 8 de la mañana, hasta cierto punto fue entendible que no contestaran. Corrió al cuarto de su madre y se percató que al tocar la puerta, éste estaba abierto. Sin dudarlo entró y buscó a su madre pero sin éxito. No dudó en salir a la calle a buscar a su mejor amigo Juan, pero se percató que su casa brillaba por su ausencia. De hecho no había nada más alrededor que la casa de Alex, ni siquiera las calles. Estaba caminando sobre una especie de láminas de

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materia delgadas imposibles de describir pero que, sorprendentemente, sostenían su peso de 30 kilogramos. Al mismo tiempo que sentía como si al seguir caminando se iba a encontrar con un límite que no le permitiera seguir caminando… Se quedó perplejo de nuevo y no supo qué hacer. Ese fue el momento en que se dio cuenta de algo bastante peculiar: la sensación de que ya había estado allí antes llegó con cartas de bienvenida acompañado por un escalofrío en su columna vertebral. En ese momento recordó el pensamiento que había tenido al momento en que su amigo Juan le hiciera un “diagnostico” psicológico: tuvo la sensación de que algún ser extrañamente supremo lo estaba observando y controlando su entorno. Y esta vez vino con mucha más fuerza. En ese momento se le aproximó su madre y corrió con ella a abrazarla. Al momento del abrazo, su madre mencionó las palabras típicas de un 25 de diciembre. Mientras empezaba a nevar…. -Feliz navidad hijo mío. -Feliz navidad, Margaret— Decía mientras yo agitaba la esfera de cristal que tenía en mis manos para que nevara dentro de ella. Riéndome con mi amigo Santa Claus….

Max Acuña

COMENTARIO El cuento tiene un significado el cual sólo se puede entender si te pones para empezar en el contexto de un niño, el recordar cuando no te importaba nada más en navidad que los regalos, tenías el miedo que no te trajeran lo que querías o que no llegarán regalos. En la mente de un niño de 11 años no importa la situación en la que están tus papás, lo único que te importa son los regalos y jugar con tus amigos.

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El narrador es omnisciente y habla en tercera persona en la mayoría de la narración, el único momento en que se aprecia la voz en primera persona es al final, cuando al parecer el narrador es alguien superior que estaba controlando la historia. Los personajes están descritos de manera simple: Alex, el protagonista, niño común, feliz, sin preocupaciones mayores. Juan, secundario, el mejor amigo de Alex. Margaret, secundario, su madre con problemas de alcohol. Y por último podríamos poner al narrador como un personaje, pero el cual no se sabe de manera concreta quién es, sólo nos da a entender que es un ser superior al de los personajes. El orden de las acciones es cronológico y singulativo, la historia se da en la época actual e internamente dura 21 días exactos. El espacio puede ser real o ficticio según la perspectiva en que lo veas, desde adentro de la esfera es real, desde afuera es ficticio debido a que el narrador se inventó todo y manipuló la historia. En un contexto social, el cuento hace alusión a madres solteras que caen en un problema de adicción pero quieren a sus hijos, entonces prefieren gastar todo su dinero en darles una navidad a sus hijas, una navidad pobre pero feliz. El lenguaje que se utiliza es vulgar, algo enredoso pero entendible, busca un público maduro pero sin la necesidad de ser estudiado, para entender el cuento se necesita de una mente abierta y accesible a maneras diferentes de escribir. Es un relato con intriga, te deja pensando en su final, tratando de responder las dudas que nos dejó. Lo bueno o malo de la trama pasa a un segundo plano y lo que más te importa ahora es entender un final que se dejó abierto. Es un final el cual puede tener miles de interpretaciones y opiniones, un final abierto a que el público lector genere sus propias conclusiones.

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Contenido Prólogo ...............................................................................................................................................2 Charles Dickens ..................................................................................................................................4 Christmas Carol ...........................................................................................................................4 COMENTARIO .............................................................................................................................6 Oscar Wilde ........................................................................................................................................8 El gigante egoísta ........................................................................................................................8 COMENTARIO ...........................................................................................................................10 Hans Christian Andersen ..................................................................................................................11 La vendedora de fósforos .........................................................................................................11 COMENTARIO ...........................................................................................................................13 Ciro Alegría .......................................................................................................................................15 Navidad en los Andes ...............................................................................................................15 COMENTARIO ...........................................................................................................................21 Guy de Maupassant .........................................................................................................................24 Nochebuena ...............................................................................................................................24 COMENTARIO ...........................................................................................................................28 Emilia Pardo Bazán ...........................................................................................................................30 Cuento de Navidad....................................................................................................................30 COMENTARIO ...........................................................................................................................34 Joaquín Dicenta ................................................................................................................................36 Nochebuena ...............................................................................................................................36 COMENTARIO ...........................................................................................................................40 Concha Espina ..................................................................................................................................42 El precio de la muñeca .............................................................................................................42 COMENTARIO ...........................................................................................................................45 Ximena Cabello ................................................................................................................................47 El deseo del amor......................................................................................................................47 COMENTARIO ...........................................................................................................................49 Max Acuña Valenzuela .....................................................................................................................51 La navidad soñada ....................................................................................................................51 COMENTARIO ...........................................................................................................................55

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Bibliografía .......................................................................................................................................57

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