CARTAGENA
Érase una vez una joven llamada María que vivía en la ciudad de Nazaret. Iba a casarse con un hombre bueno llamado José. Dios envió un ángel a María con un mensaje: -¡Ave María! El Señor está contigo. No temas. Tendrás un niño que se llamará Jesús y será hijo de Dios.
A finales de aquel año el emperador Augusto ordenó a las personas que allí vivían que fueran a sus lugares de nacimiento porque quería contarlos.
José y María tuvieron que regresar a Belén. Pero cuando llegaron allí no encontraron sitio en el hostal. El pueblo estaba lleno de visitantes. María estaba a punto de dar a luz. ¿Qué podían hacer?
Finalmente José encontró cobijo en un establo, y allí nació Jesús. María abrigó al niño y lo puso en el pesebre de los animales. Era una noche muy fría y el buey y la mula calentaban al niño con su aliento.
En los campos cercanos había unos pastores que guardaban sus rebaños. De pronto se les apareció un ángel: -Os traigo una buena noticia. Jesucristo, hijo de Dios, ha Nacido en Belén.
Lo encontraréis durmiendo en un pesebre. Y el cielo se llenó de ángeles que cantaban “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra” Los pastores acudieron enseguida a Belén y encontraron a Jesús tal y como les había anunciado el ángel.
Una estrella mostró el camino a tres magos desde sus países de Oriente, para que fueran a adorar a Jesús. Preguntaban a todo aquel que encontraban: -¿Dónde ha nacido el que ha de ser rey de los judíos? La estrella que les guiaba se paró encima del establo donde dormía Jesús.
Finalmente, los tres magos habían encontrado a Jesús. Cuando vieron al niño con María, su madre, se arrodillaron y les ofrecieron tres presentes: oro, incienso y mirra.
Todo el mundo estaba contento y cantaba con los ángeles del cielo: -¡Gloria a Dios! ¡Aleluya!