Macrocosmos, microcosmos y medicina: Los mundos de Robert Fludd - Joscelyn Godwin

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JOSCELYN GODWIN MACROCOSMOS, MICROCOSMOS Y MEDICINA: LOS MUNDOS DE ROBERT FLUDD

TRADUCCIÓN M A R Í A TA BUYO A G U S T Í N LÓ P E Z

ATA L A N TA 2018

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En cubierta: Macrocosmos y microcosmos En guardas: Creación de la esfera etérea y Los tres mundos; La esfera de los elementos: la tierra y La esfera de los elementos: el aire y el agua Dirección y diseño: Jacobo Siruela

Atalanta agradece la colaboración prestada a Deutsche Fotothek, Kroch Library, Cornell University y Biblioteca Nacional de España

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo ex­cepción prevista por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos Repro­gráficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Todos los derechos reservados. Título original: Macrocosm, Microcosm, and Medicine: The Worlds of Robert Fludd © Joscelyn Godwin, 2018 © De la traducción: María Tabuyo y Agustín López © EDICIONES ATALANTA, S. L. Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com ISBN: 978-84-946136-6-1 Depósito Legal: GI 277-2018

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Índice

Capítulo I: La vida y la obra de Robert Fludd 11 Capítulo II: Cómo se hizo el mundo 47 Capítulo III: El simio de la naturaleza 87 Capítulo IV: La constitución del hombre 133 Capítulo V: Psicología y adivinación 157 Capítulo VI: La Cábala 171 Capítulo VII: Anatomía 187 Capítulo VIII: Meteorología 203 Capítulo IX: Medicina universal 217 Apéndice 243 Bibliografía 253 Índice onomástico 263

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Capítulo I

La vida y la obra de Robert Fludd

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Un palacio de la memoria Abordar las obras de Robert Fludd (15741637) es como explorar un palacio de la memoria de la época renacentista, un edificio del tamaño del Palacio Pitti, en Florencia, o de El Escorial, e igualmente laberíntico y cargado de significado. Imagino dos inmensas alas simétricas marcadas con los signos del macrocosmos y el microcosmos, esta última todavía inacabada. En la confluencia de las dos hay una biblioteca en la que fastuosos atriles sostienen las Sagradas Escrituras y las obras de Hermes Trismegisto, con las de Platón al alcance de la mano. En la sala central de cada ala hay colgados escudos heráldicos que celebran el linaje de Fludd junto a grabados con vistas de las ciudades extranjeras que visitó. De esa sala parten múltiples pasillos, con sus paredes repletas de mapas, tablas y diagramas, que conducen a otras estancias, ninguna de las cuales es igual a otra. Una sala puede al-

bergar una colección de cañones; otra, un horno alquímico burbujeante, o un arpa mecánica gigantesca. Ahí, un grupo de estudiantes salpican puntos de tinta sobre un papel, para interpretarlos luego mediante una lectura geomántica; más allá, en otro grupo, se leen unos a otros la palma de la mano. En la parte trasera del edificio principal hay una tercera ala, a medio construir, de arquitectura más austera. Dibujos de todos los órganos y detalles internos del cuerpo humano decoran sus paredes, así como imágenes de ángeles y demonios que se interesan por él. Aquí no se realiza cirugía alguna, pero a veces se introducen cadáveres para la preparación del ungüento de armas. Las enseñanzas oficiales son las de urinomancia y astrología, con un instituto de investigación para el estudio del pulso a la luz del reciente descubrimiento de la circulación de 13

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la sangre. Hay un consultorio y una capilla protestante en la que se ofrecen oraciones cuando la medicina fracasa. En el exterior del palacio hay un patio para la instrucción militar, un gran huerto de plantas medicinales y algunas ingeniosas instalaciones de agua, pero nada que brinde una diversión banal. Estatuas de los amigos y los adversarios de Fludd salpican los parterres. Las primeras, más numerosas, incluyen las de los reyes Jacobo I y Carlos I, el médico real Sir William Paddy y uno o dos arzobispos. El segundo grupo incluye a Johannes Kepler, Pierre Gassendi y dos figuras retorcidas de mirada lasciva con los rótulos de «Father Mersenne» [Padre Mersenne] y «Parson Foster» [Párroco Foster]. Hay un pequeño pabellón, con la puerta cerrada, que muestra al exterior unos símbolos rosacruces. Otras dependencias albergan una estación meteorológica y, sorprendentemente, una fábrica para la forja del acero. Todo el complejo está rodeado de fosos y bastiones con forma de estrella. En ningún lugar se puede ver a una mujer. Así pues, emulando el don de Fludd para la visualización, podemos esbozar un mundo intelectual sin rival en su amplitud y ambición; pronto quedaría atrás la época en que la mente de un hombre podía abarcar un conocimiento tan amplio. Esta misma ambición fue una de las causas de que Fludd quedara oculto en la oscuridad, olvidado casi inmediatamente después de su muerte. No fue lo bastante original en

ninguna de las disciplinas que harían historia, como la astronomía, la mecánica, la filosofía, la medicina o las artes. Otra razón fue su obsesión por unas cuantas ideas dominantes, como las pirámides de espíritu y materia, el monocordio, el weather-glass, su teoría de los vientos, la geomancia o el experimento alquímico con trigo. Cada uno de estos temas generó estudios de la longitud de un libro en los que cada circunstancia, cada combinación, está laboriosamente explicada, recurriéndose con frecuencia a la autoridad bíblica. Habitualmente, el lector puede captar el sentido fundamental de forma inmediata a partir de las ilustraciones, como el propio Fludd admitía cuando criticó el carácter prolijo de los textos de Kepler: «Lo que él ha expresado con abundantes palabras y largos análisis, yo lo he comprimido en unas pocas frases y lo he explicado por medio de jeroglíficos y figuras particularmente elocuentes».1 El número de ilustraciones que se pueden encontrar en las obras de Fludd excede el de cualquier obra de literatura enciclopédica anterior a Diderot. Fueron éstas las que mantuvieron viva la reputación de Fludd y sus obras en las bibliotecas de los bibliófilos, aunque más por curiosidad que por respeto. Los historiadores, al menos hasta muy recientemente, han ignorado la corriente de pensamiento a la que Fludd hizo su contribución más permanente: la tradición eso1. Demonstratio analytica, pág. 5.

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térica, y específicamente la combinación del hermetismo cristiano con las ciencias ocultas. Aquí, su amplia perspectiva mental alcanzó su verdadera dimensión, que no era la horizontal, que comprende los

múltiples campos de las actividades humanas, sino la vertical, que parte de los primeros principios de la teología y la metafísica y desciende por la cadena del ser hasta su límite.

Los años de juventud y sus viajes 2 La familia paterna de Fludd tiene su origen en el condado de Shropshire, y su apellido es una variante del nombre galés común de Lloyd. El padre de Robert, Thomas Fludd, procedía de una familia de terratenientes y nobles autorizados a usar escudo de armas, pero al ser el hijo menor tuvo que dedicarse a una profesión. Estudió derecho, y entró después al servicio de la corona. Según su epitafio, fue intendente (suministrador de provisiones) para las guarniciones de Berwick-on-Tweed, cerca de la frontera escocesa, y de «New-Haven in France» (ahora Le Havre). Desde 1568 trabajó como topógrafo de la corona en el condado de Kent, y se instaló en Milgate House, Bearsted. Su casa estaba situada en la carretera principal de Londres a los puertos de Folkestone y Dover, en el Canal de la Mancha, y cerca del puerto norteño de Chatham. Thomas y su esposa, Elizabeth Andrews, engendraron doce hijos; de ella apenas sabemos nada más que la fecha de su muerte, 1592. A finales de la década de 1570, Thomas Fludd era juez de paz, y en 1582 recaudador de impuestos de los tres condados de Kent,

Surrey y Sussex. En 1589, la reina Isabel le concedió el título de Sir y le nombró pagador del ejército en Francia. Dos años más tarde, supervisaba las obras de reforma del puerto de Dover. Fue también miembro del Parlamento por Maidstone en 1593, 1597 y 1601. En 1597 fue durante un breve plazo tesorero de guerra, responsable de la financiación de las fuerzas inglesas que apoyaban la rebelión holandesa, pero las intrigas de la corte pusieron fin a su cargo.3 Esta escasa información nos proporciona el retrato de un hombre ambicioso y en gran parte hecho a sí mismo, al que su gobierno confió importantes sumas de dinero, y respetado tanto a escala local como nacional. Robert era uno de los hijos menores de Sir Thomas, nacido en Milgate House poco antes de su bautismo el 17 de enero de 1574. Probablemente fue educado por tutores privados hasta 1592, año en el que ingresó en el St. John’s College de Oxford. 2. Para una biografía más extensa, véase Huffman 1988, con la que esta sinopsis está en deuda. 3. P. W. Hasler (ed.), The History of Parliament: The House of Commons, 1588-1603, Boydell & Brewer, 1981. Acceso online.

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gía, incluidos posteriormente en su Historia del macrocosmos.7 Sus escasas reminiscencias de Oxford están en relación con esto (véase «La astrología descubre un robo» en el Apéndice, pág. 244). Obviamente, el joven estudiante era diferente a los hijos típicos de la alta burguesía, que asistían a la universidad por razones sociales y no completaban la licenciatura. Fludd permaneció en Oxford dos años más, durante los cuales escribió un tratado de cosmografía para ayudar a su padre en sus observaciones en Francia y los Países Bajos. En 1598 obtuvo su título de Master of Arts, y anunció después su intención de marchar al extranjero. Después de seis años en Oxford, Fludd pasó casi otros seis viajando, ayudado económicamente por su padre y dando ocasionalmente clases particulares para familias aristocráticas. Fue, por lo tanto, uno de los primeros ingleses en rematar su educación con lo que más tarde se conoció como el «Grand Tour» por la Europa continental. Visitó Francia, España, Italia y Alemania, posiblemente en varios viajes independientes, y escribe de este período: «He recorrido y contemplado con mis ojos y mi mente casi todas las regiones de Europa: los mares profundos y encrespados, las altas montañas y los valles angostos, la tosquedad de las aldeas, la grosería de los pueblos y la arrogancia de las ciudades».8 Desgraciadamente,

Entre sus contemporáneos estaba William Laud (1573-1645), más tarde arzobispo de Canterbury y líder del ala antipuritana de la Iglesia de Inglaterra. Un miembro de más edad de dicho College fue Sir William Paddy (1554-1634), amigo de toda la vida de Laud y de Fludd, y que posteriormente regaló a su colegio copias de algunos trabajos de Fludd. El tutor de Fludd en St. John’s fue John Perin (ca. 1558-1615), profesor de griego, que en una ocasión recurrió a la pericia astrológica de su discípulo para atrapar a un ladrón.4 Puede que Fludd conociera a John Rainoldes (1549-1607) del Corpus Christi College, experto en hebreo y estudios rabínicos y, como Perin, miembro del comité de la Biblia de 1611. 5 Sin embargo, los escritos de Fludd no ofrecen ninguna prueba de un conocimiento fluido del griego, ni del hebreo, por lo que se basaba en traducciones latinas. Su homenaje más cálido a un maestro fue el dirigido a Thomas Allen (1542-1632), su maestro de astrología, de Gloucester Hall, matemático y coleccionista de manuscritos medievales.6 Para cuando Robert Fludd obtuvo el título de Bachelor of Arts en 1596, ya había compilado tratados sobre música y astrolo4. Fludd cuenta esta historia en UCH I, 2, pág. 701. [Para las abreviaciones de los títulos de las obras de Fludd, véase la Bibliografía.] 5. Sobre Rainold(e)s, véase Craven 1902, pág. 13. [«Comité de la Biblia de 1611»: grupo de estudiosos encargados de la traducción de la Biblia en su versión conocida como «Biblia King James», que se publicó en dicho año. (N. de los T.)] 6. Véase UCH II, 1, 2, pág. 73.

7. Para los detalles de esta y otras obras de Fludd, véase la Bibliografía. 8. Huffman 2001, pág. 56.

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1.1 Robert Fludd, 1626 El grabado de Fludd de Matthaeus Merian, publicado en 1626, sirvió como modelo para todos los retratos posteriores. No conocemos al artista original cuyo dibujo fue probablemente enviado de Londres a Fráncfort para ser grabado, pero el resultado es magnífico y digno de ser recordado. Fludd tiene la mano derecha sobre el corazón, y la izquierda en un libro. Lleva una túnica y cuello de encaje algo similar a los del retrato de Shakespeare de Droeshout (1623). Los cuarteles del escudo heráldico hacen referencia a seis antepasados nobles por

el lado masculino, cinco por el femenino (con dos de las divisiones iguales). La cimera sobre el yelmo es una cabeza de leopardo que surge de una corona de marqués. Sería deseable una investigación adicional por parte de expertos en heráldica. Las palabras en la parte superior del lado izquierdo significan: «En tu luz veremos la luz» (Salmos 36, 9); las de los rayos de la parte superior del lado derecho: «Si tú enciendes mi lámpara, Jehová Dios alumbrará mis tinieblas» (Salmos 18, 28). PS, fol. ):( 2v 17

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estos viajes y las personas que en ellos conoció sólo aparecen reflejados en unos pocos relatos y en algunas referencias eventuales en los libros filosóficos de Fludd. La etapa de Fludd en Francia coincidió con un ambiente religioso relativamente abierto, después de que el Edicto de Nantes (1598) permitiera la libertad de culto a los protestantes. Durante todos sus viajes, y también cuando describe la recepción de sus libros, hace observaciones sobre sus relaciones amistosas por igual con católicos, luteranos y calvinistas. Naturalmente, estuvo en París, donde vio la colección de la familia real británica en el Louvre9 e hizo amistad con Antoine de Bourdaloue, consejero y administrador de Carlos, duque de Guisa. Los dos compartían el interés por los fenómenos extraños, como los experimentos químicos con la sangre que producían apariciones.10 A través de Bourdaloue, con el que permaneció en contacto durante años, Fludd consiguió entrar en los círculos aristocráticos del sur de Francia. Pero no viajaba en primera clase. Su único compañero parece haber sido su perro, un perro de aguas, como sabemos por una anécdota de Mosaicall Philosophy. Camino de Lyon, se dejó olvidada la maleta que contenía las letras de cambio (su vital recurso financiero), y el caballo de postas que había alquilado se negaba tercamente a volver

atrás. Desesperado, Fludd envió al perro, que desanduvo el camino, encontró el maletín con su olfato y se lo llevó de vuelta media hora después.11 Encontramos posteriormente a Fludd en Provenza, camino de Italia, pero retenido por la nieve en el puerto de San Bernardo. Pasó el invierno de 1601-1602 en Aviñón, todavía enclave papal y lugar de sus contactos mejor documentados. Éstos incluían al hijo mayor y al menor de Enrique de Lorena, duque de Guisa (15491588), líder de la Liga Católica que había sido asesinado en las Guerras de Religión. El mayor era Carlos de Lorena, cuarto duque de Guisa (1571-1640), que casi había llegado a rey de Francia y era en esa época gobernador de Provenza y almirante de los mares de Levante. Carlos invitó a Fludd a Marsella, para instruirle en aritmética y, muy posiblemente, también por motivos políticos, considerando las probables ideas de Fludd, a través de su padre, en asuntos judiciales y militares al final del reinado de Isabel. Al hermano menor de los Guisa, Francisco-Paris de Lorraine, hijo póstumo, Caballero de Guisa (1589-1614), Robert Fludd le dedicó sus tratados de geometría (esto es, de topografía), perspectiva y arte militar. Cuando Fludd consiguió publicar estos tratados, recordaba al Francisco de trece años como un ferviente estudiante, ansioso por superar a su tutor en la medida de lo posible, y lloraba su muerte temprana

9. Truth’s Golden Harrow, citado en Huffman 2001, pág. 169. 10. Véase AA, pág. 233.

11. MP, pág. 227.

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a causa de la explosión accidental de un cañón.12 Otro pupilo adulto, para el que se compilaron los tratados de música y del arte de la memoria, fue Andrés, marqués de Oraison y vizconde de Cadenet. También éste procedía de una familia distinguida favorecida por Enrique III, pero poco se sabe de él aparte de su matrimonio en 1597 con Luisa de Castellane-Laval.13 Durante su estancia en Aviñón, Fludd disfrutó de la hospitalidad de un «capitán» que era probablemente Pompée Catilina (m. 1613), héroe de las guerras turcas y en esa época coronel de la guarnición papal.14 Éste le condujo indirectamente a Carlo Conti (o Comti, 1556-1615), que fue vicelegado papal de 1599 a 1604. Conti procedía de una familia que había dado tres papas, y más tarde fue nombrado cardenal. Su encuentro con Fludd fue seguido del intento por parte de algunas personas maliciosas de crearle problemas; con tal fin dijeron a Conti que Fludd practicaba la adivinación mediante la geomancia. Los jesuitas, que acababan de ser readmitidos en la ciudad papal después de su expulsión en 1594, condenaban formalmente esta práctica. Pero resultó que el propio vicelegado estaba deseoso de practicar el arte, y Fludd le dedicó su tratado

sobre geomancia. El entorno de Conti incluía a un boticario llamado Malceau, que entretuvo a Fludd con relatos espeluznantes de envenenadores sádicos.15 Por último, entre los pupilos de Fludd, un joven y «muy querido amigo» designado simplemente como Reinaud de Aviñón recibió la dedicatoria de los tratados sobre movimiento (es decir, mecánica) y astrología. Reinaud permaneció sin identificar hasta que François Ferté descubrió un posible candidato en François de Renaud, «señor de Alleins, Lamanon y Auron, caballero de la Cámara del Rey, más tarde primer cónsul electo de Aix, procurador de la región en 1623 y viguier [juez] real de Marsella en 1617 y 1632». La investigación de Ferté sobre la estancia de Fludd en Aviñón complementa la de Frances Yates sobre las relaciones palatinas, y sitúa a Fludd en medio de una cofradía esotérica y cosmopolita en la que las diferencias confesionales no se tenían en cuenta.16 Establecer estos contactos en Provenza debió de facilitar la estancia de Fludd en Italia, donde pasó bastante tiempo en Roma. Todo lo que conocemos de su actividad allí es su alabanza de un «Maestro Gruter», sueco de nacimiento, que era «muy apreciado por el cardenal Saint George» y que enseñó a Fludd «lo mejor de su técnica» en «el Arte de los movimientos y las invenciones de Máquinas». La identidad de Gruter es un misterio. No puede haber sido ni el

12. UCH, I, 2, pág. 3. 13. César de Nostredame, L’histoire et chronique de Provence, Simon Rigaud, Lyon, 1614, pág. 629; Robert de Brianson, L’état et le nobiliare de Provence, Pierre Aubouin, París, 1963, pág. 414. 14. Sobre este capitán, véase Ferté, pág. 285.

15. Véase MP, págs. 236-237. 16. Ferté, págs. 292-293.

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erudito flamenco Jan Gruter (1560-1627) ni el grabador nacido en Estrasburgo Matthaeus Greuter (1564-1638), aunque es posible que Fludd los conociera a ambos.17 Sin embargo, se puede identificar al cardenal como Marco Sittico Altemps (1533-1595), sobrino del papa Pío IV, propietario del Palazzo Altemps en Roma y constructor de la Villa Mondragone en Frascati. La pericia del Gruter de Fludd se refiere a las fuentes, instalaciones de agua y autómatas que adornaban las villas de Frascati, residencias de verano de la aristocracia papal. Hay también una conexión suiza: el cardenal Altemps fundó el Collegio Helvetico en Milán para la formación de católicos suizos. Fuera quien fuera Gruter, también reveló una cura «magnética» para miembros atrofiados que sembró las semillas del posterior entusiasmo de Fludd por el ungüento de armas. Del tiempo de Fludd en España no sabemos nada, y poco más de sus viajes a Alemania. Además de Augsburgo, puede que incluyeran Heidelberg, sede de Federico, conde palatino, que estaba casado con Isabel, hija del rey Jacobo; y Cassel, donde el landgrave Moritz von Hesse-Cassel («Moritz el Erudito», 1572-1632) se dedicaba a sus aficiones alquímicas y herméticas. Una cosa es segura: que Fludd volvió de sus viajes comprometido con la carrera en medicina e imbuido de las nuevas doctrinas de los seguidores de Paracelso.

A principios de 1605, Fludd estaba de vuelta en Oxford, esta vez enrolado en el Christ Church College, donde se licenció y se doctoró en medicina. Su paracelsianismo y su desprecio por el sistema galénico predominante pronto le ocasionaron dificultades con la institución médica oficial. Fracasó en su primer examen ante el Colegio de Médicos y no se le permitió ejercer. En febrero de 1606 se examinó por segunda vez, y, según los registros del Colegio, «aunque no dio plena satisfacción en los exámenes, se consideró que no era indocto y, en consecuencia, se le permitió practicar la medicina». En mayo, mostraba todo el celo de un converso, «hablando acerca de sí mismo y sus medicinas químicas y manifestando su desprecio por los médicos galénicos». Su nombre fue eliminado de la lista de médicos y se le reconvino por su conducta. En julio de 1606 Fludd volvió a Francia para consultar con algunos médicos italianos y franceses a los que ya conocía.18 La policía del puerto de Hythe, en el Canal de la Mancha, le confundió momentáneamente con un sospechoso cuya descripción se le asemejaba: «Baja estatura, rostro delgado, cabello castaño rojizo, etcétera». El año siguiente se volvió a presentar al Colegio de Médicos, donde se examinó por tercera vez y fue admitido como candidato en diciembre. Pero en marzo de 1608 de nuevo

17. Véase Ferté, págs. 291-292, para las múltiples conexiones entre Fludd y Matthaeus Greuter.

18. Véase Huffman 1988, pág. 28.

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«se comportó de manera tan insolente que ofendió a todo el mundo», y fue rechazado una vez más. No fue hasta septiembre de

1609 cuando se le admitió definitivamente, dando comienzo su trayectoria de médico famoso en Londres.

Los primeros escritos y los rosacruces La aparición de la primera obra de Fludd que llegó a la imprenta estuvo determinada por la publicación de los manifiestos rosacruces. Estas publicaciones anónimas, que despertaron fuertes sentimientos de adhesión y de rechazo, fueron la Fama Fraternitatis en 1614 y la Confessio Fraternitatis en 1615. (Fludd no menciona la tercera obra original de los rosacruces, las Bodas químicas de Christian Rosenkreutz, publicada en 1616.) La Fama y la Confessio afirmaban proceder de la Fraternidad de la Rosacruz, una sociedad secreta que anunciaba una reforma inminente de todo el mundo e invitaba a los posibles miembros a afiliarse. Al aparecer en un siglo de guerras religiosas, la idea de una reforma y una reconciliación universal fue bien recibida por muchos, pero no por los católicos, pues los manifiestos habían ofendido gravemente al Papa. También sus aspectos esotéricos y sus pretensiones de conocimiento oculto encontraron resistencia e incluso provocaron miedo. En 1615 y 1616 Andreas Libavius publicó algunos artículos breves que denigraban las doctrinas rosacruces tal como se expresaban en la Fama y la Confessio, especialmente las relativas a la armonía entre macrocosmos y microcosmos, la magia, la

Cábala y el uso de los textos herméticos. Esto suponía un ataque, de forma indirecta, a los mismos fundamentos de la Historia del macrocosmos y el microcosmos que Fludd ya había terminado y cuya publicación estaba preparando. De inmediato salió en defensa de los rosacruces, escribiendo Apologia compendiaria, una «apología compendiosa» en su favor.19 Al final, aprovechaba la ocasión, como muchos otros habían hecho ya, para solicitar a la misteriosa fraternidad que lo aceptara como miembro. Al año siguiente (1617) publicó una versión ampliada de la Apologia, el Tractatus apologeticus,20 donde exponía la filosofía y las intenciones de sus futuras obras mayores. Ambas se publicaron en los Países Bajos. No contento con esto, también elaboró el Tractatus theologo-philosophicus, reflexión teológica sobre la vida, la muerte y la resurrección (véase lám. 1.3). Esta obra estaba dedicada asimismo a los rosacruces, con la esperanza de que comprendieran y simpatizaran con el planteamiento de Fludd, y de que compartieran su indignación con las costumbres del mundo moderno. (Véase «Fludd sobre su 19. AC, traducción en Huffman 2001. 20. TA, traducción parcial en Fabre.

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1.3 La caída del hombre «Tratado teológico-filosófico en tres libros: 1. Sobre la vida; 2. Sobre la muerte; 3. Sobre la resurrección. En ellos se incluyen fragmentos de la antigua sabiduría que dan testimonio del infortunio de Adán: tomados y compilados a la luz de las Sagradas Escrituras y de la fuente límpida de los muy sabios filósofos, dedicados a los llamados Hermanos de la Rosacruz por Rudolfo Otreb, británico, en el año de “Cristo, vida para el mundo”. En la imprenta de Hieronymus Gallerus, en Oppenheim, a expensas de Johann Theodor de Bry.» El nombre de «Roberto Floud» está oculto como un anagrama, y la fecha en un cronograma (que se revela sumando las letras mayúsculas de ChrIstVs MVnDo VIta: CIVMVDVI = 1617). La portada muestra a Dios creando a Eva de la costilla de Adán, a Adán y Eva con el fruto del Árbol del Conocimiento, la expulsión del Jardín del Edén y la resurrección de entre los muertos. Más símbolos (frutas y calaveras) aparecen en las ornamentaciones. La parte principal del libro reitera la doctrina cristiana tradicional respecto de la caída y la redención del hombre ampliada por abundantes citas de los escritos herméticos. Fludd ofrece esta su segunda obra a los rosacruces, uniéndose a ellos en la esperanza de renovación inminente del cielo y la tierra. TTP, portada

1.2 Robert Fludd, 1631 Este retrato revoca el de Merian de 1626. Puesto que sería impropio que Fludd tuviera la mano izquierda sobre el corazón, sujeta un par de guantes. Debajo, un poema latino de «I. E. Christannus». Aludiendo al «Oráculo de Apolo» de Fludd al final de la obra, el poema compara a Fludd con los sanadores clásicos Paión y Macaón, y le elogia como el «verdadero Apolo de su nación». MC I, 2, 1, verso de la portada

[en pág. 23]

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época» en el Apéndice, pág. 245.) El editor era ahora Johann Theodor de Bry, de quien se hablará más adelante. La ausencia de respuesta por parte de los rosacruces a la defensa y la solicitud de Fludd generaron en él cierta inseguridad. Era un candidato aparentemente perfecto: casto, religioso y entregado a la medicina; ¿acaso no era bastante bueno para ellos? Por supuesto, él no sabía nada de las circunstancias reales que rodeaban a los manifiestos rosacruces. Éstos han generado una cantidad inmensa de literatura, pero sólo la erudición reciente ha hecho posible su reconstrucción.21 La Fama y la Confessio tuvieron su origen en un círculo de estudiosos luteranos en Tubinga, y probablemente estaban destinados únicamente a la circulación privada. La Fama presenta al personaje de Christian Rosenkreutz (13781484), que viajó a Oriente y aprendió una sabiduría más allá de todo lo conocido en Occidente. A su vuelta, fundó una fraternidad para poner en práctica sus ideas. Después de su muerte a los ciento seis años de edad, fue colocado en una cripta heptagonal cuya ubicación estuvo perdida durante ciento veinte años. En 1604 se descubrió por casualidad y se encontró que contenía el cuerpo incorrupto de Rosenkreutz, libros y objetos simbólicos. Acto seguido, los rosacruces se reconstituyeron y pidieron so-

licitudes para afiliarse como miembros. La Confessio es una obra más doctrinal, que explica los principios teológicos, filosóficos y prácticos abrazados por la Fraternidad con la idea de que el final del mundo estaba cerca. Los dos manifiestos son una fantasía erudita, rica en símbolos y asociaciones esotéricas, que reflejaban la preocupación del círculo de Tubinga por el estado del mundo y su convicción de que quedaba poco tiempo para su reforma. Los manifiestos estaban ya escritos en 1610, después de lo cual Johann Valentin Andreae (1586-1654), que parece haber sido el autor principal, volvió su atención hacia otras cosas. Pero los manuscritos salieron del círculo de Tubinga, con efectos que resonaron mucho más allá de sus límites. El mundo supo por primera vez de ellos en 1612, cuando el compositor Adam Haslmayr publicó un folleto en alabanza de la Fraternidad, por lo que fue detenido y condenado a galeras. Los textos llegaron entonces a las manos del impresor de la corte de Hesse-Cassel, que los publicó, sin duda a instancias del landgrave Moritz (véase supra). La mayoría de los lectores tomó la existencia de los rosacruces como una verdad literal. Se extendieron los rumores, y los ánimos se exaltaron, tanto a favor como en contra de una Fraternidad que se negaba a revelar nada más de sí misma o a responder a las solicitudes de ingreso. Andreae, desconcertado por la dimensión de estas reacciones, tomó medidas para desacreditar el mito que él y sus amigos habían inventado.

21. Véase especialmente Gilly. Para una edición moderna de los manifiestos, véase Rosicrucian Trilogy.

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1.4 Emblema rosacruz «La rosa da la miel de las abejas.» Este grabado apareció en la portada de Summum bonum (1629), libro de un amigo escocés de Fludd que figuraba con el nombre de «Joachim Frizius».1* Fludd lo adoptó para su Clavis philosophiae et alchymiae Fluddanae. La rosa tiene siete círculos de siete pétalos cada uno, y su tallo tiene forma de cruz. La figura en conjunto se asemeja

al signo astrológico de Venus. A la izquierda hay una cepa con una tela de araña, también con divisiones séptuples, y el insecto sin alas sobre la rosa puede entenderse igualmente como una araña. A la derecha hay cuatro colmenas. Adam McLean identificó la fuente en un libro de emblemas de 1615 ilustrado por Merian.2** SB, portada; CP, portada

* Sobre la posible identidad de Frizius, véanse Schuchard, págs. 392-394; Heisler 1989B.

** Véase McLean 1991.

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Imaginatio vera Sumergirse hoy en día en las obras de Robert Fludd (1574-1637), nos dice Joscelyn Godwin, «es como explorar un palacio de la memoria renacentista». Un inmenso y majestuoso edificio que albergaría gruesos y ricos volúmenes, espléndidamente ilustrados, sobre el macrocosmos y sus correspondencias con el microcosmos; también se verían fastuosos atriles en los que descansarían abiertos valiosos incunables de las Sagradas Escrituras y de las obras de Hermes Trismegisto y Platón. Una de sus salas podría atesorar una colección de cañones, un horno alquímico o una gigantesca arpa mecánica, que no necesitara de nadie para sonar. En otras estancias habría diversos aparatos experimentales, que demostrarían el origen de los vientos, o bien una serie de autómatas giratorios propulsados por arena. Más adelante, en otros recintos más sobrios del palacio, podrían colgar de las paredes dibujos de órganos internos del cuerpo humano, el sistema circulatorio o los nervios, junto a esquemas geománticos y símbolos rosacruces. En el exterior del edificio se divisarían un huerto de plantas medicinales y algunos ingenios, como un reloj musical acuático o un órgano de agua; en cualquier caso, nada que saciara una curiosidad banal. El abigarrado mundo intelectual de Fludd no tiene parangón en su época en cuanto a amplitud y ambición, y ésta es una de las causas por las que quedó pronto olvidado tras su muerte. No fue suficientemente original en ninguna de las disciplinas que se abrirían camino en su tiempo, como la astronomía, la mecánica, la filosofía, la medicina y las artes, y, por otro lado, los historiadores han ignorado la corriente de pensamiento esotérico en donde Fludd hizo mayores aportaciones. Sin embargo, es indudable el acento que siempre puso este autor en la visualización de sus teorías. Sus propuestas teóricas han sido poco citadas en los últimos siglos; pero no así las láminas de sus libros, constantemente reproducidas en los más variados y diferentes medios culturales. Por tanto, las 200 ilustraciones de esta edición, que representan prácticamente el corpus completo de la iconografía de su obra, constituyen una perfecta y atractiva introducción a una época del pasado en la que la filosofía, la imaginación, la magia, la ciencia y el arte convivían de forma natural y armonizada en el mismo universo del saber.

Joscelyn Godwin ha sido profesor de música en la universidad norteamericana de Colgate desde 1971 hasta 2014 y autor de numerosos libros de erudición como Mystery Religions in the Ancient World (1981), The Theosophical Enlightenment (1994), Armonías del Cielo y la Tierra: la dimensión espiritual de la música desde la antigüedad hasta la vanguardia (1998), The Pagan Dream of the Renaissance (2002), The Golden Thread: The Ageless Wisdom of the Western Mystery Tradition (2007), Athanasius Kircher’s Theatre of the World (2009), Atlantis and the Cycles of Time: Prophecies, Traditions and Occult Revelations (2007), además de la novela The Forbidden Book (2013). Asimismo, ha realizado importantes traducciones, entre las que cabe destacar Splendor Solis de Salomon Trismosin (1981) y la obra alegórica renacentista El sueño de Polifilo de Francesco Colonna (1999). En Atalanta, que ha publicado su ensayo El mito polar (2009), se ha encargado de la edición de Armonía de las esferas (2009) y de la introducción de La fuga de Atalanta de Michael Maier (2007).

www.atalan taweb.com


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