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“No me extraña que estemos enfermos: no cuidamos el planeta” Jean-Martin Fortier, seguramente el horticultor más influyente, ha vendido 170.000 ejemplares de un libro en el que cuenta cómo cultivar acelgas nos va a hacer más felices y sanos
JUAN CRUZ
Madrid - 08 JUN 2020 - 00:30 CEST
Jean-Martin Fortier, canadiense de 42 años, es quizá el horticultor más importante del mundo. Como aquel jardinero de la novela de Jerzy Kosinski (Desde el jardín, que fue película, Bienvenido Mr. Chance), domina las metáforas de la tierra y de las plantas, y con ellas, y su conocimiento del terreno y de los alimentos que este produce, ha escrito un libro que es a la vez un poema sobre el suelo y un canto de amor a la tierra. Se titula El jardinero horticultor (Atalanta) y ha vendido más de 170.000 ejemplares en este planeta amenazado
B
ahora, además, por el azote del virus. Él está en su huerta de Quebec, una Jean-Martin Fortier fotografiado en su huerto. STEVE PELLERIN
hectárea en medio de un terreno mucho más grande, porque cree, como antiguamente, que “lo pequeño es mejor”.
En esta huerta desde la que nos atiende por FaceTime surge como si fuera un actor (¿Kevin Costner?, él se ríe) con los dedos marcados por las señales de la tierra. Hasta los dedos ensuciados así parecen una metáfora en la actitud y la dedicación de Fortier. Pregunta. Usted escribe un libro para cultivadores, pero parece también una metáfora sobre el estado del mundo. Respuesta. La razón por la que empezamos a hacer este tipo de trabajo es porque queríamos cambiar el mundo. Creo que la agricultura a pequeña escala lo está haciendo. Al conectar a la gente con la tierra la conectas también con otras personas que están haciendo cosas buenas. Luchamos contra la industria agrícola, aunque no suelo decirlo porque no es positivo. Lo hacemos con inteligencia, belleza, trabajo duro y compromiso. Con la gente que quiere hacerlo, a la que le preocupa cada persona, a la que le preocupa el suelo. Pero el libro es técnico, porque al final, si quieres que esto tenga éxito, tienes que saber lo que estás haciendo. P. ¿Cree que esta pandemia se podría relacionar con lo que le está sucediendo al mundo? R. Creo que en España, Francia, Italia o Portugal no hace mucho tiempo la gente era muy rica, como nunca lo había sido. En Norteamérica este no era el caso, porque había mucha pobreza y no era mucha la riqueza colonial. Pero en Europa era así. Y ahora el arte de vivir, el de comer bien es algo que nos tenemos que reinventar. En mi libro me centro en las hortalizas, pero, en mi opinión, cuando comemos animales industriales comemos violencia, y esto es nocivo para nosotros a muchos niveles, porque en la manera en que todo eso se hace comestible hay una energía muy negativa.
Cuando comemos animales industriales comemos violencia, y esto es nocivo para nosotros a muchos niveles
P. Ya sabe de la existencia de aquella novela de Kosinski, en la que un jardinero sale del lugar donde se ha pasado su vida en contacto con las plantas y se convierte, al contacto con la calle, gracias a sus metáforas obtenidas así, en el principal asesor del presidente de Estados Unidos. Por seguir con las metáforas, ¿qué fue lo primero que le dijo a usted la tierra? R. En inglés hay una expresión que dice being grounded: tener los pies en la tierra. Cuando tienes los pies en la tierra, lo que sale de tu boca es algo real, no son tonterías. Son cosas reales. Y ese dicho tiene razón. Cualquier cosa sencilla es mejor. No cultivo con tractores, lo hago con mis pies en el suelo, tengo las manos en la tierra, cultivo cosas, nutro, cuido. Y vendo directamente a la gente, que me da las gracias cada semana por esos productos que extraigo personalmente. Todos me animan a seguir haciendo lo que hago. Respondiendo a su pregunta, el tener los pies en la tierra hace que estemos más sanos, no nos confunde con lo que está ahí afuera. P. Sus dedos lo dicen también… R. Siempre están sucios. P. Porque los usa. Dice que el mundo está en peligro sobre todo porque no cuidamos la tierra, el lugar del que venimos y al que iremos. Es para usted, una madre, como para los indios americanos. R. Si no nos damos cuenta de su fragilidad la tierra se destruye y se arrasa, como la cultura. Los indios tienen una razón para cultivar la tierra: saben que se destruye. En Francia, España o Italia la gente solía estar muy bien alimentada por la comida, por la tierra, y eso se está destruyendo. Es importante que la gente joven vuelva a la agricultura, por tanto tenemos que hacerla atractiva. Necesitas el marketing de hoy para transmitir el mensaje de cuidarnos unos a otros mientras cultivamos la tierra. P. La trata como a un niño en peligro. R. El cambio climático es muy real, y ya lo vemos. La contaminación en el agua y en la
tierra es muy real. Me he asegurado de que no haya nada negativo en el libro. Cada frase está escrita de manera positiva, porque creo que si tenemos que cambiar el mundo hemos de fomentar las cosas que son positivas y educar a la gente sobre las razones. Me centro mucho en lo que veo que me entristece o que destruye la tierra, en los jóvenes a los que he formado o he ayudado que empiezan a construir granjas. Tienen mucho interés y son muy inteligentes; quieren hacer eso en vez de cualquier cosa, porque la tierra les interesa. Siempre pienso en eso cuando me desanimo al ver cómo se manejan las cosas. Sé que vivir de una granja y cultivar los propios alimentos va a ser muy importante en la lucha contra el cambio climático.
Cualquier cosa sencilla es mejor. No cultivo con tractores, cultivo con mis pies en el suelo, tengo las manos en la tierra, cultivo cosas, nutro, cuido P. Usted proclama que la escala de su trabajo es humana. ¿Qué consecuencias tiene la tentación de crear grandes explotaciones, en grandes extensiones de tierra? R. Hay muchas cosas que tenemos que volver a aprender. Solía ser así, solía haber granjas en todas partes. En los últimos sesenta o setenta años lo que vemos son menos granjas, en todo caso más grandes y que contaminan mucho más, y menos niños que van al colegio en el campo. Es decir, vemos gente que abandona el campo. Creo que hoy en día, gracias a Internet, puedes vivir en una granja y estar conectado con el mundo, ser muy moderno en tu manera de enfocar la vida. Te pueden llevar libros a casa, puedes tener ahí todas las cosas buenas de la vida moderna, pero viviendo en una granja. Puedes criar a tus hijos al aire libre. Para mi, las granjas pequeñas son muy reales, es un proyecto real, y eso es algo muy emocionante. P. Busca, dice en el libro, un modo de ser armónico con las estaciones y con los valores. R. Tenemos que organizarnos y prepararnos. Las granjas pequeñas son buenas para eso.
Porque el cambio va a llegar, no se va a detener y no creo que todo el mundo se organice. Esa preocupación por la tierra siempre ha estado ahí. Y cuando ocurren cosas como esta de la covid-19 hay mucha gente que se da cuenta de la importancia de la agricultura local. Comprueba que las granjas pequeñas son algo muy deseable para la sociedad. P. ¿Cuál es la primera lección que aprenderemos de este momento? R. Creo que estamos aprendiendo la lección de la autonomía y de la resiliencia. Vivir en una aldea global es muy poderoso y muy emocionante. Pero si las fronteras se cierran y el sistema no funciona, entonces nos quedamos sin nada que funcione. Al ser más autosuficientes y también más autónomos somos más resilientes. Nunca hay que olvidar eso. Creo que eso es lo que estamos aprendiendo. P. Usted asegura que la agricultura así concebida, ecológica, artesanal y social, genera entusiasmo. R. Rudolph Steiner, filósofo alemán, un maestro, alguien muy influyente en la historia, decía en un libro que la cosa más importante que cambia el mundo es el entusiasmo. Creo que es verdad, siempre lo recuerdo. Quizá la razón por la que mi libro se lee es porque tengo entusiasmo por esto. P. Dice también que la era del petróleo toca a su fin. ¿Será la tierra el nuevo petróleo? R. Espero que no, porque lo hemos fastidiado todo con el petróleo. ¡Espero que los chinos no compren toda la tierra y toda el agua! Creo que todo el mundo debería tener acceso a un pequeño terreno y cuidarlo.
En Francia, España o Italia la gente solía estar muy bien alimentada por la comida, por la tierra, y eso se está destruyendo. Es importante que la gente joven vuelva a la agricultura P. Como aquel personaje de la novela de la que hablamos antes, usted se refiere a la tierra como si estuviera cuidando un jardín.
R. Quizá se trata de cuidar y nutrir. Y también de saber cómo hacer las cosas. Esa analogía, tierra y jardín, es muy cierta en la vida. P. La clave de un buen horticultor, dice, es que los insectos y las enfermedades, así como las malas hierbas, se mantengan alejados del terreno. Estamos en un mundo muy mal cuidado, los insectos y las enfermedades nos amenazan. Y las malas hierbas. Usted tiene hijos. ¿Les enseña cómo cuidar el huerto? R. Vienen conmigo al huerto, aprenden a trabajar bien y a observar lo que pasa. Por desgracia, hay algo llamado iPad que los seduce, contra lo que es difícil luchar. Pero intentamos ser todos personas normales: los llevamos al huerto, comemos muy bien, pero también les permitimos que sean como los demás niños, jugando con el iPad… Creo que un poco está bien, como el vino; demasiado no es bueno. Sí, podría ser una metáfora de nuestra época lo que ocurre con la agricultura: si quieres solucionar problemas, busca a unos agricultores. Se les da bien solucionar problemas. Se lo digo yo.
Vivir en una aldea global es muy poderoso y muy emocionante. Pero si las fronteras se cierran y el sistema no funciona, entonces nos quedamos sin nada que funcione. Al ser más autosuficientes y también más autónomos somos más resilientes P. Imaginemos que la vida necesita una medicina. ¿Tiene una medicina para hoy? R. El suelo. Estar fuera y estar con el suelo. Creo que también es importante leer. Dejar las redes sociales, la televisión. Ahí no hay profundidad. Tienes que pensar. Me gustar estar fuera y leer dentro. Son dos cosas importantes. P. Hay una frase atribuida a Lincoln que usa al final de su libro: “Si me diesen seis horas para cortar un árbol estaría cuatro horas intentando afilar mi hacha”. R. Es cuando escribo de la planificación del huerto. Donde vivimos, los inviernos son largos y los veranos son cortos, así que tenemos que producir todo en un escaso periodo de tiempo. Tenemos que preparar, preparar y preparar durante nuestros inviernos para
cuando empiece el verano. Si tienes que hacer un trabajo debes estar muy preparado si quieres hacerlo de manera eficaz. Es muy poético, está lleno de sentido y es importante. Pero también tienes que estar muy formado. Tienes que saber lo que estás haciendo. Es un oficio y es un sueño. Plantas la semilla, la riegas, ponemos un buen fertilizante orgánico, lo haces todo bien, y luego dejas que la planta crezca. Así es como me planteo muchas cosas en la vida. Pero debo tener la semilla adecuada y el terreno fértil adecuado, y tengo que saber cómo regar, cómo asegurarme de que la planta crecerá bien, y luego dejo que lo haga. Para mi eso es la paciencia. No puedes tirar de las plantas para que crezcan más rápido. Eso no funciona. P. Escribe sobre las enfermedades de la tierra. ¿Estamos, como seres humanos, más enfermos que la tierra?
R. Creo que somos la tierra. No hay una separación. Cuando hacemos daño a la tierra nos hacemos daño a nosotros mismos, como cuando contaminamos el agua. No me extraña que todos estemos muy enfermos, porque no cuidamos la tierra, el agua, el aire. ¡Es muy importante cuidar el aire!
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